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Antecedentes históricos de las carreteras

Los primeros constructores de carreteras fueron los mesopotámicos entre los años
4.000 y 3.500 AC, los arqueólogos han conseguido calles pavimentadas en la
antigua ciudad de Ur. En el año 3.000 AC se comenzaron a usar ladrillos para
construir las calles en la India. Hacia el año 500 AC, el rey Darío de Persia ordenó
la construcción del Camino Real de Persia, el cual comenzaba en la ciudad de
Susa cerca del golfo pérsico pasando por la región de Arbela, Nínive cruzando el
río Éufrates y conectando a las ciudades de Éfeso y Esmirna. Esta carretera fue
una importante vía de comunicación cuya distancia entre Susa y Esmirna era de
2.957 km y según el historiador Heródoto del año 475 AC su recorrido completo se
hacía en 93 días.
Otra carretera importante de la época la construyeron los chinos y se constituyó
como la más larga del mundo, la llamada Ruta de la Seda por allá en el siglo XI
AC. Aquellas vías eran muy amplias y su longitud abarcaba los 3.200 km pasando
por ciudades importantes como Sianfu, Nanking y Cheng-tu. Al otro lado del globo,
el Imperio Inca también tuvo su aporte en la construcción de caminos muy
avanzados que no se consideraban carreteras pues ellos no contaban con la
rueda y sólo los surcaban a pie o con llamas, las bestias de carga de los Andes,
sin embargo, fueron verdaderas obras de ingeniería al sortear la accidentada
topografía del suelo y las montañas de los Andes de Sudamérica. Luego aparece
en la escena de la historia de la humanidad el Imperio Romano, quienes a partir
del 312 AC, comienzan la construcción de la más importante red de calzadas que
al principio eran parte de la estrategia militar para permitir el abastecimiento
oportuno de su vasto ejército, pero que también contribuyó a la unión entre el
continente europeo con el norte de África. Este sistema de carreteras partía de la
capital del Imperio, Roma y abarcaba unos 80.000 km compuestos en 29 calzadas
y que conectaban todas aquellas regiones que habían sido conquistadas
incluyendo a Gran Bretaña.

Hasta finales del siglo IV a.C. las calzadas romanas eran poco más que senderos
que conducían a Roma desde las distintas ciudades del Lacio. Desde ese
momento comenzaron a construirse según un plan establecido, diseñado
conjuntamente con el programa táctico de expansión. Al tener un significado militar
considerable, se desarrollaron sistemas más complejos de construcción de
calzadas con vistas a hacerlas más permanentes y mejores para soportar
diferentes tipos de tráfico. Ya en el 340 a.C. y una vez conquistado Latium (Lacio),
se construyó la Vía Latina para conectar Roma con Capua, que acababa de ser
devastada en la Guerra Samnita. A iniciativa de Appius Claudius Crassus, quien
financió parte del proyecto de su propio bolsillo, se construyó la más famosa de las
calzadas romanos, la Vía Apia, que pretendía ser una ruta alternativa a Capua. Su
construcción comenzó en al año 312 a.C. y ya en el 244 a.C. el camino había
alcanzado Brundisium (Brindisi), situada en el extremo sur de Italia. El aspecto
más revolucionario de la Vía Apia fue su pavimentación, realizada parcialmente
con piedra y parcialmente con lava solidificada. Otra de las calzadas importantes,
la Via Flaminia, unía Roma con la colonia Latina de Ariminum, sita en territorio
Celta. Estos caminos pavimentados y otros –normalmente construidos a base de
piedras, ripios y morteros de diversa composición- eran de gran importancia
estratégica, facilitando la administración y el control de las tierras conquistadas.
Hacia el final de la República (fines del siglo I a.C.) se habían construido caminos
en algunas de las provincias –tales como Galia meridional e Iliria-, aunque el gran
periodo de construcción fuera de Italia se produjo en el siglo I y II, coincidiendo
con la época de máximo esplendor del Imperio Romano. En Bretaña y el norte de
África, así como en Italia, el progreso de expansión imperial puede ser trazado
siguiendo el desarrollo de la red de calzadas romanas.
La mayor parte de los usuarios de estas calzadas viajaban sobre el lomo del
caballo o a pie; los altos funcionarios y los potentados, sin embargo, usaban
carros de dos y cuatro ruedas. Se idearon también estaciones donde caballos y
conductores podrían ser relevados o asistidos, emplazándose cada 16 km. a lo
largo de los caminos, aunque eran para el uso exclusivo del gobierno; las posadas
se ubicaban también a intervalos razonablemente frecuentes para proveer al resto
de viajeros. Aprovechando la creación de todas estas vías y servicios, se organizó
un servicio postal para transmitir los mensajes de gobierno.

Así, la sección-tipo de una calzada romana se hallaba integrada por las siguientes
capas, en orden decreciente de profundidad:
- Un cimiento de piedras planas o statumen.
- Una capa formada por ripios y detritus de
cantera, llamada rudus.
- Una capa intermedia de hormigón a base de
piedra machacada y cal grasa, llamada nucleus.
- Una capa de terminación, formada por un
enlosado de piedra sellado con mortero de cal,
denominada summum dorsum.
También son los romanos quienes adoptan medidas normativas encaminadas a la
construcción, conservación, reparación y tránsito por los caminos y calzadas,
estableciendo la protección interdictal para el uso, mantenimiento del tránsito y no
deterioro de los caminos públicos. El llamado Itinerario de Antonino es el
documento antiguo más completo para el estudio de las vías romanas, y data de
finales del siglo III de nuestra era.
Es el Imperio Romano quien más desarrolló y perfeccionó la construcción de
carreteras en el mundo antiguo, extendiendo su red de calzadas hasta los más
alejados confines imperiales. Hoy en día se conservan vestigios importantes en
varios países de Europa que en su día dependieron de Roma, estando incluso
algunos tramos habilitados para su uso. Tras la desaparición del Imperio Romano
y durante la Edad Media desapareció la construcción de carreteras y se abandonó
la conservación de las existentes, por lo que quedaron prácticamente
intransitables.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, se amplió la red extraordinariamente a
causa de las necesidades militares de las campañas napoleónicas. Durante todo
el siglo XIX se prosiguió su construcción, bajo el impulso del desarrollo cada vez
mayor del intercambio comercial entre ciudades de un mismo país y entre distintas
naciones.
En Inglaterra Jhon Metcalf (nacido en 1717) contemporáneo de Trésaguet fue el
pionero en la construcción de carreteras. Quedó ciego a la edad de 6 años por la
viruela pero llegó a ser un experto jinete nadador y escalador. Construyó más de
190 kms. De carreteras y puentes en Inglaterra. Sentó las bases de que firmes con
buenos desagües eran condición “sine qua non” parqa tener una carretera
durable. En zonas pantanosas usó haces de ramas para distribuir la carga. Hacia
1754 inició una ruta de diligencia entre Knaresborough y Rork, y construyó un
trozo de la carretera de peaje entre Harrowgate y Boroughbridge en 1765. Desde
esta fecha empezó a trabajar en la construcción de carreteras.
Posteriormente vino la era de los caminos de peaje: grupos de personas se
asociaban para obtener facultades parlamentarias bajo las cuales asumían la
gestión de un tramo de camino durante 21 años, o construían uno nuevo y
financiaban su mantenimiento mediante el cobro de peajes. La Ingeniería de
Carreteras era aún rudimentaria, y en muchas ocasiones no se supo conservar los
caminos existentes.
Durante las tres primeras décadas del siglo XIX dos ingenieros británicos,
Thomas Telford y John Loudon McAdam, así como un ingeniero de caminos
francés, Pierre-Marie-Jérôme Trésaguet, perfeccionaron los métodos y técnicas de
construcción de carreteras.
http://vialidadytransporte.com/noticia/10-historia-carreteras
https://www.motoryracing.com/coches/noticias/evolucion-de-las-
carreteras-y-otras-vias-de-comunicacion-parte-1/#:~:text=Primeras
%20carreteras&text=Los%20primeros%20constructores%20de
%20carreteras,las%20calles%20en%20la%20India.
http://ropdigital.ciccp.es/pdf/publico/1987/1987_enero_3254_04.pdf
Es el Imperio Romano quien más desarrolló y perfeccionó la construcción de
carreteras en el mundo antiguo, extendiendo su red de calzadas hasta los más
alejados confines imperiales. Hoy en día se conservan vestigios importantes en
varios países de Europa que en su día dependieron de Roma, estando incluso
algunos tramos habilitados para su uso. Tras la desaparición del Imperio Romano
y durante la Edad Media desapareció la construcción de carreteras y se abandonó
la conservación de las existentes, por lo que quedaron prácticamente
intransitables.

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