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Morfología histórica del adjetivo.

La flexión del adjetivo

La morfología del adjetivo coincide básicamente con la del sustantivo en la


conservación de una forma única a partir de los casos latinos y en los morfemas utilizados
para diferenciar el género y el número. Esta es una de las razones por las que hasta una
época muy tardía ambas categorías se englobaron en la tradición gramatical bajo la
denominación de nombre' La pervivencia del neutro se logra sólo por la concordancia del
artículo y, como sucede con el sustantivo, se crearon femeninos.

Para los adjetivos de una sola terminación (como burgués-burguesa), aunque la moción
de género se dio en menor medida que en otros romances peninsulares, como el aragonés.

Según Echenique y Martínez (2005):

El adjetivo es un complemento del sustantivo, con el que concuerda en género y


número y al que puede referirse directamente o a través de un verbo. En romance,
en la referencia directa, el orden no marcado parece aquel en que el adjetivo se sitúa
tras el nombre (es decir, se antepone el núcleo al complemento), mientras que la
anteposición aporta sentidos de tipo retórico, expresivo o de valoración subjetiva.
(p. 162)

De acuerdo con la RAE (2010):

Los adjetivos de una determinación tienen flexión de número, pero no de género,


como en posible (candidata, candidato), posibles (candidatas, candidatos), este
grupo está formado por los adjetivos terminados en -i, -í, -a, -ú, (cursí, baladí,
azteca, hindú) y por muchos terminados en -e (culpable, triste, verde) y muchos
terminados en las consonantes -z, -r, l, s (audaz, feliz, inferior, polar). (p.244)

Es decir que los adjetivos de una terminación son los que no cuentan con variación de
género sino, más bien en número, por ejemplo: triste, tristes, falible, falibles. De acuerdo
con la RAE (2010):
Los adjetivos de dos terminaciones tienen flexión de género y número. La flexión
de género femenino aparece marcada en este grupo casi exclusivamente con el
sufijo -a, (alta, guapa), pero en los adjetivos acabados en -or alternan a menudo las
variantes en -ora y en -iz, como en fuerza (motora, motriz). (p.244)

Al igual, que los determinantes los adjetivos de dos terminaciones cumplen una función
diacrítica al poner de manifiesto el género y numero de los sustantivos sean comunes o
propios, el adjetivo distributivo puede variar en género y numero en las oraciones
impersonales de sujeto genérico.

En cuanto a los adjetivos invariables, como los no agudos terminados en -s (gratis), y los
plurales inherentes asimilables a los adjetivos como contreras. Tampoco varían ciertos
préstamos que usan como adjetivos (unisex) ni los adjetivos que se obtienen por procesos
de acortamiento como en música.

El adjetivo para Platón y Aristóteles formaba parte de la clase verbal. Suponían que
la función esencial del adjetivo era la predicación mientras que el sustantivo consistía en
nombrar el sujeto de esa predicación. Hubo que esperar hasta el siglo XVIII para que el
adjetivo lograse su independencia. El Abad Girad (1747) en Francia y Bodmer (1768) en
Suiza, fueron los primeros en considerar que el sustantivo y el adjetivo constituían parte de
la oración, independientes. La Gramática de la Real Academia Española lo hizo hasta la
12° edición (1870). Un siglo después la academia en su Esbozo (1973) ha vuelto a dudar de
la independencia del adjetivo.

El surgimiento del adjetivo revela un nivel de desarrollo de las lenguas, para


utilizarlo adecuadamente en la comunicación es necesario conocer sus características, de
esta manera se empleará de forma precisa sin recargar la misma con el empleo excesivo de
ello, teniendo en cuenta que es una categoría que expresa cualidades, amplia, precisa,
describe, caracteriza, puntualiza al sustantivo con el que concuerda en género y número.
Presenta un morfema de grado que matiza los niveles expresivos dentro del proceso
comunicativo y cumple la función de incidir directa o indirectamente en un sustantivo.

La historia morfológica del adjetivo como lo asevera Cano Aguilar (1992) afirma:
En su mayor parte idéntica a la del sustantivo (como nombres que son ambos): dado que
en él género, número y caso eran simples reflejos, por su concordancia, de los portados
por el sustantivo, su trayectoria en el adjetivo fue también un reflejo de la ya señalada
para el núcleo del sintagma nominal. Únicamente en la comparación se producirán
cambios propios del adjetivo. (p. 112)

Según su flexión, hay dos tipos de adjetivos en español: los que diferencian el género,
bueno/buena (herederos de los latinos de tres terminaciones: BONUS/-A/-UM, en los que
se igualaron masculino y neutro), y los invariables, fuerte (que en latín sólo distinguían el
neutro: FORTIS/-E). En este sentido, los cambios habituales han sido el paso del segundo
primer tipo (RUDIS/-E, rudo/-a), y sobre todo la creación de femeninos específicos (en el
siglo XIII aún los en -or carecen de forma femenina, y coexisten burguesas junto a leonés
invariable). Por ellos, están aún sin explica doble, triple, múltiple, firme y libre
(procedentes del tipo –US/-A/-UM), en los que del plural en uno y otro tipo sigue las
mismas pautas que en los sustantivos de contextura fónica semejante.

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