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El reto, sin embargo, es muy grande ya que existe evidencia de que el sistema educativo y
la vida cotidiana en las escuelas se encuentran lejos de los ideales que la reforma plantea.
La presente transformación atraviesa —por tanto— un escenario extremadamente
complejo, particularmente en las zonas rurales. A pesar de los importantes esfuerzos que
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ha realizado el Estado mexicano en las últimas décadas por alcanzar la cobertura universal
en educación básica, la niñez rural aún cuenta con menores oportunidades educativas. Los
siguientes datos dan cuenta de algunas problemáticas:
• De las escuelas rurales de educación básica, 29% no cuenta con agua y 80% no tiene
internet.
Las escuelas multigrado cobran mayor relevancia para la política educativa debido a que,
además de atender a un sector de la población altamente vulnerable, representan un
porcentaje muy importante de las escuelas del país. Una de cada tres escuelas públicas de
educación básica en México (36.7%) es multigrado, porcentaje que aumenta a 50% si se
incluye a aquellas escuelas donde por lo menos uno de sus grupos es multigrado. El
porcentaje de centros escolares multigrado por nivel educativo se muestra en la siguiente
gráfica.
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Fuente: elaboración propia a partir de la Evaluación Integral de la Política Educación Multigrado del INEE.
Actualmente, las políticas educativas se dirigen de forma general a todas las escuelas del
país y, en su gran mayoría, no consideran las necesidades ni contextos específicos de las
escuelas multigrado. Lo anterior, debido a que la política educativa está concebida e
implementada en función de una escuela ideal, es decir, con una planta docente completa
—un maestro para cada grado— y un director, en contextos urbanos y con acceso a medios
de comunicación. Sin embargo, la realidad de las escuelas públicas multigrado en México
dista mucho de esta imagen homogénea que ignora la cualidad de la escuela rural. Estas
escuelas son diversas en su organización escolar (unidocente, bidocente, tridocente, grupos
multigrado o escuelas multinivel), en sus niveles escolares (preescolar, primaria y
secundaria) y en el tipo de servicio (general, indígena, comunitaria, telesecundaria). Ello
conlleva necesidades y problemáticas propias a las que la política educativa no ha dado
respuestas claras, pertinentes ni oportunas.
A esta complejidad se suman situaciones contextuales entre las que destaca que las
familias en estas comunidades enfrentan desventajas educativas derivadas de la
acumulación intergeneracional de desigualdades; en las localidades rurales, por ejemplo, el
analfabetismo es seis veces mayor y la escolaridad media de la población es 3.9 años
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menor que en las ciudades. De igual forma, fenómenos como la migración, el trabajo
infantil, la inseguridad y la crisis ambiental afectan a la niñez rural en el ejercicio de sus
derechos.
Además, en ambos casos —SEP y CONAFE—, las escuelas multigrado tienen una
infraestructura escolar insuficiente y escasez de materiales educativos. Por otra parte, las
figuras docentes prestan el servicio en condiciones precarias de seguridad, salud y acceso a
las comunidades, aspectos que se relacionan con la alta movilidad de maestros y el
abandono, en el caso de las figuras educativas de CONAFE.
En este caso, se requiere la instrumentación de una política integral que sea pertinente
para el medio rural y que esté orientada al ejercicio efectivo del derecho a la educación de
la niñez que allí habita. Para ello, es necesario reconocer y aprovechar las bondades de la
educación multigrado y su valor comunitario, puesto que la calidad de una escuela no
reposa en su número de docentes, sino en la pertinencia de su formación y en la
valorización de su labor, en la disponibilidad de materiales y condiciones apropiadas para
la enseñanza y el aprendizaje, así como en la pertinencia cultural y relevancia de sus
procesos educativos.
En este sentido, la evaluación elaborada por el entonces INEE recomienda fortalecer las
escuelas multigrado de manera tal que se responda a las necesidades educativas de cada
contexto; mejorar la formación inicial y continua de sus docentes, así como sus
condiciones de trabajo, y atender a la diversidad de estudiantes mediante un currículo y
materiales educativos flexibles, suficientes y pertinentes para el contexto rural y la
organización multigrado. Todo ello acompañado de un trabajo institucional que sea
intersectorial y que mejore otros aspectos del bienestar, tales como alimentación, salud,
infraestructura escolar, y servicios básicos: luz eléctrica, agua potable, desagüe y
tecnologías de la información y comunicación.
Las NNA que asisten a estas escuelas tienen derecho a contar con las mejores condiciones
educativas en sus propias comunidades. Avanzar en la garantía de este derecho es un reto
impostergable que no se logrará si no se coloca a las escuelas multigrado en el centro de la
formulación e implementación de la política educativa. La coyuntura actual representa,
por ende, una oportunidad que no puede ser desaprovechada para revalorizar la educación
multigrado y garantizar la igualdad educativa para sus estudiantes, priorizando su
atención en las leyes secundarias derivadas de la reforma educativa, en el nuevo Programa
sectorial de educación y sobre todo del próximo Presupuesto de egresos de la federación.
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