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Las emociones y los sentimientos son centrales en nuestra vida. Nos permiten
existir y alcanzar la plenitud de nuestra personalidad al motivarnos hacia lo que es
bueno. Sin embargo, como resultado de experiencias traumáticas, nuestra vida
emocional puede volverse desordenada. Esta expresión anormal de la emoción solo
puede entenderse y abordarse teniendo una comprensión adecuada de cómo funciona y
se desarrollan las emociones dentro de la persona.
Según Charles Darwin, durante sus estudios sobre los procesos adaptativos de las
especias, distinguía un extenso repertorio de emociones y las que se cataloga de
Primarias o Básicas:
- AVERSIÓN: Disgusto, asco, solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión.
Nos produce rechazo hacia aquello que tenemos delante.
- IRA: Rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad. Nos induce hacia la destrucción.
- TRISTEZA: Pena, soledad, pesimismo. Nos motiva hacia una nueva reintegración
personal.
Las emociones juegan un papel importante dentro de todo este contexto, las
capacidades emocionales de cada persona son las que decidirán si está capacitada o no
para luchar y vencer un proceso traumático en su vida. Muchos problemas de salud
mental tiene un origen emocional, las emociones incomprendidas y reprimidas nos
dañan el cuerpo y la mente.
Las emociones siempre se “educan”, la diferencia es que pueden educarse por sí solas,
para bien o para mal, o bien puedes incidir conscientemente en ellas, ayudándonos a
comprender, transformar y regular nuestras emociones. Nosotros debemos reconocer
nuestras propias emociones y las de los demás y además poder gestionarlas
adecuadamente.
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Además tienen una función muy importante que es una herramienta para nuestra
adaptación, las emociones tienen también una función social, motivacional y pueden
servirnos para conseguir nuestros objetivos. Cada una de ellas tiene una función
concreta para permitir la adaptación al entorno (. Por ejemplo, el miedo sirve para
alejarnos de situaciones que pueden resultar peligrosas, mientras que la sorpresa sirve
para predisponernos a explorar el entorno.
Nosotros los seres humanos desarrollamos las emociones negativas tanto las emociones
positivas en las cuales las emociones positivas nos ayudan a fomentar la participación
activa en la consecución de objetivos y con el entorno de las personas y dentro de estos
atribuimos a la confianza, optimismo, auto- eficacia, afrontamiento efectivo del estrés y
los retos, etc.
Según la teoría de Fredickson (1998, 2001), las emociones positivas como la alegría, la
satisfacción o el orgullo, comparten la característica de ampliar los repertorios de
pensamiento y acción, construyendo reservas de recursos para futuras crisis.
Experimentar emociones positivas, además de generar un efecto placentero a corto
plazo, tiene un efecto a largo plazo, en cuanto prepara a la persona para otros momentos
más difíciles de la vida. De esta manera, mientras las emociones negativas permiten
solucionar problemas de adaptación inmediata, las emociones positivas se relacionan
con el desarrollo personal y social, reforzando la resistencia ante la adversidad y la
resiliencia psicológica.