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EL MIEDO

POR: ESTEBANIA CABRERA VILLAMAN

La vida es inspiración, belleza, esplendor, pero también está cargada de

fenómenos y acciones que la especie humana no le encuentra explicación, y que, sin

lugar a dudas, desatan nuestros miedos, porque el simple hecho de saber que no

somos los únicos seres vivos que habitan la tierra y que hay especies superiores nos

produce temor, tan sólo pensar que la inmensidad del mar nos puede atrapar con un

sorbo de agua, origina pánico. Por ello, todo lo que implica un desafío mayor a

nuestras condiciones humanas tiene sus implicaciones en nuestras mentes, tal como

lo plantea Michael Pritchard: “el miedo es ese pequeño cuarto oscuro donde los

objetivos negativos son revelados”. Es decir, el miedo constituye nuestras limitaciones,

preocupaciones e inseguridad, son esas convicciones que no nos dejan avanzar hacia

la consecución de un fin, por el temor a fallar.

Paulo Coelho, dice: “sólo hay una cosa que hace a un sueño imposible de

alcanzar: el miedo al fracaso”.

En ese contexto, muchas veces la capacidad de racionalización queda

bloqueada, interrumpida psíquicamente, limitando nuestra capacidad de actuar ante la

consecución de un sueño, un fenómeno o un hecho; en tal sentido, es necesario

controlar las emociones, darnos cuenta que hay mil y una manera de encarar la vida y

las vicisitudes, y la naturaleza misma; eso nos dará energía para continuar el camino

hacia el éxito, porque todo trayecto tiene sus propios obstáculos e implicaciones, pero

hay que saber encararlos, con responsabilidad, optimismo y determinación,

controlando nuestros propios prejuicios.

En la vida hay muchas personas que pudieron ser grandes ingenieros,

médicos, arquitectos, científicos o astronautas, pero sus miedos no les permitió llegar,

lo que significa que esas personas vivieron sus miedos y no sus sueños. Si queremos
alcanzar un ideal y lograr nuestros proyectos es necesario vencer las ataduras que

nos impiden seguir adelante hacia la consecución eficaz de nuestros sueños.

El miedo, está unido a prejuicios culturales, porque así hemos sido educados,

tanto que con una mirada se inspiraba el temor y disciplina, generando en el futuro

pánico de hablar en público, de participar en eventos sociales y culturales, de

comunicarnos con otros en los diferentes contextos, afectando nuestras capacidades

psíquicas y de interacción con otros. Ese temor nos eleva a una fantasía mental

ignorando muchas veces lo que ocurre realmente, o lo que puede ocurrir en el futuro

producto de dichos prejuicios. Generando un obstáculo en el porvenir de cualquier

persona o entidad.

Muchas veces, nuestros ideales son obstaculizados por el temor a no lograr lo

que deseamos, de conocer algo nuevo, de inventar e innovar. Y con ese simple pensar

y sentir ponemos una barrera entre lo que puede ser de nuestras vidas. De ahí que

los procesos de cambios también han originado cierto grado de temor a reinventar y

conocer una nueva forma de ser o hacer las cosas, porque nuestras convicciones

humanas y nuestras vivencias contribuyeron a desencadenar esos temores, sin

embargo; es necesario tener la capacidad de expandir esos miedos, de espantarlos,

de vencerlos para que ellos no controlen nuestras vidas.

Muchos consideran que el temor arraigado, biológicamente es concebido

como un mecanismo de defensa, el cual permite responder a situaciones adversas,

Según, Virilio, P. (2016).” El miedo ha pasado de quimérico a ser fundamento del

pensamiento y de la acción”.

Es evidente, que históricamente el miedo se utilizó para controlar a las masas,

limitando las acciones personales y sociales, propia de una determinada época,

caracterizada por la opresión, maltrato y el despotismo, arraigando temores y

bloqueando las capacidades cognitivas y la forma de encarar las adversidades del


momento histórico-cultural. Esta ha sido una razón más para incrementar los niveles

de temor y por eso reaccionamos tímidamente ante ciertos estímulos y circunstancias,

generando niveles de euforia. En consecuencia, como respuesta a nuestros instintos,

nos bloqueamos, generándose un estado depresivo que obstruye todas las funciones

neurológicas y por ende nuestras actitudes; por ello, no sabríamos qué camino tomar o

simplemente seleccionaríamos el camino más corto. Esto implica que es necesario

conocer nuestros límites, pero más aún nuestras posibilidades, no desmayar, sino

encarar nuestras responsabilidades y aspiraciones, es la única manera de estar

consciente de nuestras fortalezas.

Tortosa, (2010:21), citado por Hurtado (2015), establece la distinción

entre los grupos sociales situados en lo más alto de la escala social y con

poder para satisfacer sus intereses personales y de grupo, por un lado, y, por

otro, los ocupantes de las estructuras organizativas partidistas que logran un

poder político en determinadas coyunturas concretas y bien localizadas.

Estas afirmaciones, reflejan como la clase dominante oprimía al pobre

para mantenerlo esclavizado a través de la represalia, el temor y la fuerza,

experiencias que arraigaban miedo y sumisión.

Darwin, según afirma Hurtado (2015) en su libro “Antropología del

miedo” considera que dentro de los seis componentes universales que articulan

las emociones se encuentra el miedo.

Eso demuestra, que nuestras limitaciones y ansia de libertad han estado

condicionados también por el pavor detonante de la esclavitud y los prejuicios que

imperaron en las clases sociales de poder, pero son nuestras actitudes, voluntad y

coraje que nos llevan a tomar las decisiones pertinentes y a liberar nuestras

convicciones negativas, evitando con ello ser esclavos de nuestros propios temores.

La filosofía del pánico plantea que la primera cosa que nos sucede cuando sentimos
miedo es una interrupción súbita del proceso de racionalización, ´por ello, en

ocasiones, hay personas que reaccionan ante el peligro haciendo cosas que nunca

habían hecho y otros hacen lo que nunca deberían hacer, motivados por los estímulos,

ante situación de depresión, riesgo o peligro.

La depresión traumática produce demencia y hasta la muerte, esta tendencia

presiona a las personas de tal manera que sus capacidades de racionalización se

bloquean, la realidad del mundo, de la vida es vista desde otra óptica, por el sólo

hecho de temor o rechazo. Estas actitudes responden a estímulos de escape de la

realidad, sin embargo, cuando el temor es asumido, los resultados son positivos, pues

se actúa con conciencia y responsabilidad, cabe destacar que la posibilidad de realizar

un sueño está unida a nuestros intereses e ideales, y ahí estriba lo que en la vida se

considera optimismo.

Krisnamurti señala:” el miedo embota la mente, la insensibiliza”; argumenta,

además, que la raíz de los miedos ocultos, aquellos que nos limitan y de los que

tratamos de escapar, no se puede descubrir analizando el pasado. Es importante,

reconocer las cantidades de dificultades que hemos podido enfrentar, visualizarnos en

ellos y reconocer las potencialidades que como seres humanos tenemos, siendo

capaces de enfrentar nuestros temores, aumentando nuestra autoestima, es la manera

más eficaz de superar nuestras limitaciones.

El miedo, se proyecta como una fuerza que emana de nuestra mente, tratando

abruptamente de evitar un peligro, este nos paraliza súbitamente, inhibe, nos detiene,

ante cualquier objetivo, bloqueando todas las funciones fisiológicas por un instante, tal

es el efecto que no nos permite hacer nada, ni siquiera pensar en algo, ni sentir, ni

actuar, nos entumece y en ocasiones nos avisa de un determinado peligro, que sin

lugar a dudas, es mejor quedarse tranquilo. En este último, el miedo evita peligros de

cualquier naturaleza y funciona como una señal irrumpiendo cualquier acción


imprudente que se pueda generar. De ahí que los miedos están condicionados por

reflejos naturales propios del ser humano.

Por lo tanto, el miedo es producto del pensamiento y el instinto de

supervivencia nos lleva a encararlo, al efecto, enfrentar nuestro miedo es la manera

más natural de superarlo, de darnos cuenta de que está en nuestra mente, pero no

nos domina, porque somos más fuerte que el propio miedo, es momento de entender

que la mente está bajo nuestro control, por consiguiente, somos más fuerte que

nuestros miedos y podemos vencer nuestros temores, enfrentándolos y controlando

nuestros pensamientos, por consiguiente, el éxito o fracaso sólo depende de nosotros

mismos.

Es importante, encarar nuestros temores, pero más valioso es olvidarnos de

ellos, porque a medidas que se desvanecen nuestros miedos, podemos sentir que

nuestra vida fluye en un ambiente de paz interior y exterior, y podemos mejorar como

persona, interactuando con otros, encarando nuestras limitaciones y concretizando

nuestros ideales, eso nos inspira a ser diferentes, a sentirnos importantes y parte de

una comunidad, de valorar todo lo que nos rodea y darnos cuenta de todo lo que

hemos perdidos por nuestros temores.

Sin embargo, a veces el miedo no es malo, lo que es incorrecto es apegarnos

al temor, como una forma de encarar nuestras limitaciones, retos y desafíos que nos

presenta la vida, recuerda: “puedes tener y sentir miedo, pero no permitas que éste te

controle a tal nivel que destruya tu vida”.

Pero para encarar nuestros miedos debemos saber de qué se trata, identificar

eso que produce pánico en nuestras vidas, conocer a qué le tenemos miedo, cuál es la

razón o causa por lo que tememos a eso, de qué huimos o nos encondemos; sus

implicaciones e influencia en nuestras vidas, nos ayudaran a mirar hacia un horizonte

diferente, porque no estamos llamados a ser esclavos de nuestros temores, fracasos o


limitaciones, no debemos permitir que ellos dominen nuestras acciones, intereses y

sueños.

Ante todo, como personas, como seres humanos, debemos dar lugar a

pensamientos positivos, motivacionales, que inspiren nuestros sueños, el presente y

sean la adrenalina que nos conduzcan al futuro prodigioso, porque los pensamientos

negativos provocan temor y esos miedos también pueden afectar la salud cardíaca.

Comparto totalmente el análisis del miedo realizado por este autor. Cuando el

miedo podía visualizarse a través de imágenes reales o imaginarias las personas y las

culturas habían establecido una serie de estrategias para exorcizarlo y canalizar su

poder. El miedo “no se refería únicamente a una reacción de inhibición sino también a

una destreza cultural con la que se aprende a monitorear el entorno para identificar y

manejar las representaciones culturales del peligro” (Salcedo, 2009: 100). La reacción

estaba natural o culturalmente pautada. La pérdida de la imagen a la que adscribir el

sentimiento, su ocultamiento y dispersión ha reforzado el potencial amenazador del

miedo. Como diría el protagonista de la película El sexto sentido “está por todas

partes”, con la gran diferencia de que el protagonista percibía su presencia, y en la

actualidad la amenaza del miedo no se percibe, se intuye. Esta distinción entre percibir

e intuir resulta muy fructífera desde el punto de vista cognitivo, porque mientras que la

primera refiere a una relación directa con los sentidos, y de estos con la realidad física

o imaginaria, la intuición está más próxima al entorno emocional que determina

nuestra forma de actuar de manera inconsciente. Decía Ada Colau en una entrevista

radiofónica el 15 de mayo de 2013, que el Programa Stop Desahucios había

empezado a tener éxito cuando la gente se había despojado del miedo y la vergüenza

y se había organizado para ir a las entidades bancarias a exigir justicia. El miedo del

siglo XXI es paralizante porque no sabemos dónde está, ni cuando nos puede afectar,

pero intuimos que está porque vemos su rastro de víctimas. Cuando no se puede

precisar dónde está el peligro nos embarga un sentimiento de vulnerabilidad generado


por la percepción de inseguridad y en un ambiente inseguro, el individuo se siente

expuesto como “un piloto revestido de un caparazón (de piel y ropa) blando que lo deja

indefenso” (Goffman, 1979: 142). El desarrollo científico, tecnológico e institucional

reducía la incertidumbre y acotaba el ámbito del miedo, pero la situación actual es que

se ha generado un miedo, no sólo ante lo incierto, sino también ante lo novedoso. Los

avances en Biotecnología y en las Tecnologías de la Información y la Comunicación

emiten señales ambiguas en las que se mezclan esperanza y miedo, pero que, en

cualquier caso, su significado no ha sido codificado a través de la methaodos.revista

de ciencias sociales, 2015, 3 (2): 262-275 ISSN: 2340-8413 |

http://dx.doi.org/10.17502/m.rcs.v3i2.90 Fina Antón Hurtado 270 experiencia. Los

resultados de las investigaciones en estos ámbitos son cada vez más difíciles de

descodificar y la celeridad con la que se suceden, sitúan al individuo ante el déficit

cognitivo (Millar y Wynne, 1988; Levidow, 1992) o lo que es lo mismo, mucha

información, pero poca comprensión, a lo que habría que añadir la cuestionable

veracidad de la información a la que podemos acceder, porque todos somos

conscientes de la manipulación de la misma (Thacker, 2010), lo que genera una

sensación de vulnerabilidad, inseguridad y desconfianza que cristaliza en el

sentimiento de miedo.

El miedo paraliza, desactiva, reduce la capacidad de resistencia y de vigilancia

crítica de la población y así lo entendieron Deleuze y Parnet cuando consideran que

“los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos” y por eso están

interesados en “administrar y organizar pequeños terrores íntimos” (1997: 71). “Por su efecto

paralizante sobre los individuos, el miedo es un controlador social bastante eficiente. Bajo su

influjo, los individuos tienden menos a actuar y más a permanecer en estado de alerta, a la

espera de los acontecimientos” (Ordóñez, 2006: 100)

El medio en el que nos desenvolvemos refuerza el aislamiento de las personas que se

afanan en asumir proyectos de vida unipersonales, renunciando al enriquecimiento personal


que supone la interacción con los demás y las sinergias que de dicha interacción se

desprenden por eso comparto el aforismo de Gonzalo Arango cuando dice que el “miedo

amontona, no une” (citado por Ordóñez, 2006: 101)

Conclusión

Es irónico saber que tenemos miedo, que es una fuerza natural, que ha

formado parte de la cultura y de la historia del ser humano y que ha existido siglos tras

siglos, pero, lo más importante es tener claro, que dicho miedo está en nuestras

mentes y que nosotros mismos somos los que controlamos nuestros pensamientos y

temores y no ellos a nosotros, además debemos pensar positivamente en que hay

temores naturales, que nos ayudan a sobrevivir, pero que no debemos ser esclavos de

las adversidades y preocupaciones, porque el camino al éxito está dado a medidas

que rompemos los temores y somos capaces de enfrentar nuestros miedos.

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