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Armand Mattelart.
La industria de la información-decisión.
El cerebro comercial.
No hay modo de explicar el papel estratégico de los estudios sin referirlo a esta nueva
economia de mercado en la que -al sobrepasar ampliamente la oferta a la demanda- la
empresa les ordena que anticipen la demanda, que desarrollen nuevos productos que los
hagan evolucionar. Estamos lejos de la economía de distribución, cuando la oferta superaba
ligeramente a la demanda y apareció la competencia, allí la misión de los estudios era
prospectar sin intervenir mucho en el producto. Estamos a leguas de la economía de
producción, cuando la demanda era superior a la oferta, allí la misión de los estudios no
tenia prácticamente ningún status en la empresa, al conformarse los servicios comerciales
con administrar las ventas.
En 1988, el mercado mundial de los estudios estaba evaluado en cinco mil millones de
dólares. Esta suma financiaba los sondeos, medidas de audiencia, estudios de mercado y
consejo. Por segundo año consecutivo, Europa ha pesado más que los Estados Unidos: 39 %
contra 37 %. Los gastos japoneses representan alrededor de una cuarta parte de los
europeos.
En este sector de los servicios como en los demás, es la hora del redespliegue.
Concentración y conexión transnacionales. Sus protagonistas son los grupos y agencias
publicitarios, los grupos multimedios y los de la industria de la información electrónica. El
resultado es ya visible. En los mercados internacionales dominan los americanos y los
británicos. Las dos primeras sociedades de estudios de envergadura internacional -que son
americanas- han cambiado de propietario: Nielsen en 1984 e IMS International cuatro años
más tarde, adquiridas por el grupo de la misma nacionalidadDun & Bradstreet, especializado
en información financiera, comercial, técnica y científica. En la Gran Bretaña, Robert Maxwell
puso en 1988 sus miras en su compatriota AGB (Audit of Great Britain), primera de la rama
en las islas y segunda firma mundial en medida de audiencia. Al adquirir finalmente a J.
Walter Thompson y Ogilvy, WPP heredó las dos redes de origen americano MRB y Research
International.
Desde hace mucho tiempo, algunos de estos institutos pioneros habían instalado filiales en el
extranjero. Gallup desembarcó en Francia y en la Gran Bretaña ya en 1936, mientras que
Nielsen instalaba su primera filial en Londres en 1939, y J. Walter Thompson iniciaba sus
primeros estudios en esta ciudad en 1933. Los años sesenta, que vieron la consolidación de
las redes americanas de publicidad, fueron también los del refuerzo de las redes de las
sociedades de estudios de la misma nacionalidad. A las razones sociales de los fundadores
se añadieron otros nombres: Louis Harris, Burke, etc. A partir de los años setenta, IMS,
especialista en marketing médico y farmacéutico, estaba presente en mas de cuarenta
países, y Nielsen había tejido una red en más de una veintena, logrando reinar en solitario
en medida de audiencia y contribuyendo al lanzamiento de los «europaneles», otro campo
de sus múltiples competencias.Llegado el caso, estas redes cruzarán su pericia con la de los
autóctonos y eso dará las alianzas Nielsen-Sofres e Ifop-Gallup en Francia.
El inventario de los campos de intervención profesionales de los líderes mundiales del sector
de los estudios revela una extremada diversidad. Tanto más cuanto que los campeones de la
audiometría que son AGB y Nielsen no se dedican exclusivamente a esta tarea y tienen
muchos otros recursos. Así es, por ejemplo, como Nielsen France -que emplea a 850
personas y es la primera filial fuera de los Estados Unidos del primer grupo mundial-
desarrolla una gama de 60 productos de estudios. Su actividad principal, sigue siendo los
paneles «de-minoristas» del sector alimentario, pero también los bienes duraderos. Sus
estudios de consumidores y medios (entre ellos la audiencia) no representan más que la
décima parte de su cifra de negocios.
El examen de las ofertas de servicios propuestas por las firmas clasificadas bajo la rúbrica
«sociedades de estudios» en todos los países refuerza la impresión de desbordamiento de la
profesión. Gabinetes de estudios médicos, institutos de opinión pública capaces de intervenir
a la vez en el campo del gran consumo, la investigación publicitaria, la política y los sectores
de la salud, firmas especialistas en estudios denominados cualitativos, institutos de sondeo,
sociedades de estudios prospectivos y de anticipación, consejos en inversión publicitaria, etc.
Impresión de desbordamiento tanto mas fuerte cuanto que, por un lado, el proceso de
concentración engendra un número cada vez mas reducido de supergrandes y que, por otro,
se asiste a una floración de mini- y micro-sociedades que intervienen en las cuestiones mas
diversas. Las diferencias registradas en el interior mismo del grupo de los diez primeros
mundiales son, desde este punto de vista, significativas: Nielsen muestra una cifra de
negocios equivalente a más del doble de la del número dos y supera en doce veces a la del
número diez. En Francia, los dos primeros (Nielsen y Secodip) concentran ellos solos el 45 %
de la cifra de negocios de las diez primeras sociedades de estudios del Hexágono, no
alcanzando la tercera sociedad francesa (Sofres) ni la mitad de Nielsen France. La mitad de
las treinta primeras sociedades francesas pesan menos que una décima parte de la filial
Nielsen. ¿Y qué decir de las más pequeñas, de las que poco se sabe aparte de que son,
como las grandes, más que discretas sobre su cifra de negocios?
Más allá del carácter inconexo del sector, se desprenden varias líneas de fuerza.
Pequeños y grandes, independientemente de sus especialidades, coinciden en no
conformarse con proveer de datos, sino que participan en el seguimiento y en la ayuda a la
decisión. La finalidad de las auditorías es cada vez más la de aportar respuestas concretas a
los problemas concretos de su cliente. Es, por otra parte, la definición misma del «consejo»:
prescribir estrategias. No limitarse a la interpretación de los fenómenos. Es la hora de las
alianzas tanto en el interior como en el exterior del territorio nacional. El pequeño
complementa al grande aportando sus competencias puntuales en una especialidad. Estos
acercamientos adoptan las formas más variadas: asociaciones, tomas de participación o
compra pura y simple. Así, en 1988, Sofres, ya bien implantada en el mercado médico,
compró MMT (Marketing y Modelo Técnico) y su modelo de comportamiento de los médicos.
Pero la gran mutación que la tecnología introduce en los protocolos de estudios se encuentra
en otro lugar: en la mezcla de los estudios sobre los comportamientos de compra y los que
tienen como objeto las actitudes de las audiencias, ante la pequeña pantalla. Cruzar el
scanning de los códigos de los productos comprados en los puntos de venta y las medidas de
audiencia individuales. Objetivo: conocer la oferta a la que los consumidores han sido
enfrentados en el almacén equipado de scanners a partir de productos referenciados (precio,
promoción) y a que publicidad han sido expuestos (en general, esta mezcla no se aplica sino
a la televisión).
El modelo lineal.
Respuesta del historiador de esta institución, Gerard Lagneau: «Los despachos de estudios
de las agencias y los congresos de especialista del marketing producen una ciencia del
consumidor y, más exactamente, del comportamiento de este. Esta behavioral science se
enseña en las universidades; consiste en un bricolage intelectual que utiliza elementos
arrancados a tal o cual disciplina académica para sacar de ella catálogos de recetas para
comunicar eficazmente con los consumidores.»
Los saberes publicitarios son ante todo cosa de la psicología. Primero, a finales del siglo XIX
y los dos primeros decenios del siglo XX, fue la etapa prefreudiana, llamada aun
«instintivista». La conducta del consumidor se explicó en términos de instintos. Para ser
eficaz, se creyó que era indispensable ligar la marca a estos. Se insistió sobre todo en la
necesidad de tener en cuenta tres disposiciones instintivas que explicaban «la influencia
social»: la «sugestibilidad» o la predisposición a la sugestión, la imitación y la simpatía o
convergencia afectiva.
Los años veinte y el fordismo aportaron el behaviorismo. Su fundador, John Watson, fue el
mismo promovido como responsable de las investigaciones en J. Walter Thompson. Son los
primeros pasos de la psicología del comportamiento. La teoría de los estímulos respuestas
considera al consumidor como un ser susceptible de ser condicionado por el aprendizaje y
establece una relación sistemática de causa a efecto. La relación consumidor-mensaje
funciona en el registro de la reacción y de la memorización. Engendrada en el laboratorio
americano, esta teoría tendrá su contrapeso en el Este con el advenimiento de la psicología
pavloviana y su concepción de la propaganda. Esta visión de un consumidor pasivo,
condicionado en su reflejo, hará las delicias de los teóricos del machaqueo publicitario y de
sus denostadores.
Esta concepción mecánica y sumaria del acto de la comunicación publicitaria será modificado
por los modelos llamados de la jerarquía del aprendizaje. Se delimita la recepción en tres
niveles: la información o lo cognitivo, la actitud o lo afectivo, y el comportamiento o lo
conativo. Learn, Like and Do. Estos tres niveles sirven para designar los tres objetivos de lo
que puede ser una estrategia publicitaria: dar a conocer el producto, hacer una publicidad de
imagen, propagar una publicidad que provoque la compra. A cada uno de estos planos se
vincula un instrumento de medida de la eficacia de la comunicación: medida del recuerdo o
de la notoriedad de una marca o de una campaña, medida de las actitudes y de las
imágenes, y medida de los comportamientos. Entre los modelos que midieron los buenos
tiempos de la publicidad: DAGMAR (Defining Advertising Goals for Measuring Advertising
Research) y AIDA (Attention, Intérêt, Désir, Achat).
"La mayor parte de estas medidas de la eficacia de las campañas publicitarias procede de
esta problemática que descompone el esquema estímulo-respuesta. Citemos, por ejemplo,
los métodos de evaluación del recuerdo DAR (Day-After-Recall), puestas a punto por George
Gallup y aún en vigor. Medida del impacto de los mensajes ante una muestra que se traduce
por una puntuación: bruta, cuando designa la proporción de la audiencia que cita el mensaje
publicitario visto cuarenta y ocho horas antes; o probada, cuando considera el recuerdo de la
forma y del contenido de los mensajes.
La motivación.
El golpe maestro del inventor de los estudios de motivaciones (motivation research), Ernst
Dichter, fue el revelar, ya en los años treinta, a los vendedores que era mejor atraer al
cliente con un descapotable para hacerle adquirir una berlina. Hijo de la revolución freudiana,
el que escribió una obra sobre la «estrategia del deseo» estuvo entre los primeros que
hablaron de inconsciente en el ambiente publicitario y que aplicaron técnicas psicoanalíticas
a la observación de los mercados y de sus habitantes. Curiosamente en la misma época, un
sobrino-nieto de Freud, Edward Bernays, establecía los fundamentos técnicos y filosóficos de
la industria de las relaciones públicas en una obra titulada sencillamente The Engineering of
Consent, la ingenieria del asentimiento.
Para poner remedio fue para lo que se lanzaron los estudios de «estilos de vida» (life styles).
Originariamente, es decir, cuando se pusieron en marcha en los Estados Unidos en los años
sesenta, estos estudios, que perseguían clasificar la población según sus actitudes, sus
centros de interés y sus opiniones (clasificación AIO), no tenían otra misión que la de
iluminar y hacer más complejas las topologías convencionales establecidas según las
variables tradicionales (edad, sexo, hábitat, ocupación). Llegaron a ser progresivamente una
pieza maestra de la investigación para la medida de la concienciación de la necesidad de
tener en cuenta lo que se bautizó como «las variables culturales». Con ayuda del
instrumento informático, se cruzaron cada vez más variables y el establecimiento de series
cronológicas permitió seguir la evolución de diferentes grupos homogéneos de personas, y
descubrir «flujos» y «corrientes».
Cumbre de la investigación llamada cualitativa, los estudios de estilos de vida y otros socio-
estilos prosperaron sobre todo en las realidades en las que la atención a la «determinación
social» había llegado de algún modo a formar parte del sentido común. Muy particularmente
en el caso de Francia donde estos estudios conocieron un desarrollo considerable tras el
sismo ideológico de 1968. En la filigrana de este florecimiento, con la colaboración del
desencanto, la promoción de la idea del fin de las clases sociales. «Las clases sociales han
muerto. ¡Vivan los estilos de vida!», exclamaba en 1986 uno de los primeros promotores de
estos estudios.
Nuevos préstamos.
Reprimidas o no, las corrientes fundadoras de la psicología del consumidor siguen estando
bien situadas. De todos modos, los años ochenta vieron surgir otras disciplinas en el campo
de los estudios.
Bajo su forma elemental, este interés demostrado por las agencias hacia otros ángulos de
acercamiento ha originado esto: el compromiso de un antropólogo cultural para seguirles la
huella a los usos y usuarios del jean Levi's. Bajo una forma mas elaborada, se invita a los
psicoanalistas a reflexionar sobre la relación creación/inconsciente, la función de los
fantasmas y de las pulsiones en el acto publicitario y el lugar de la publicidad en el discurso
del paciente.
Esta rebabilitación del papel activo del receptor que, sin duda alguna, se ve reforzado por la
evolución de los comportamientos de este último (véase supra) todavía esta, sin embargo,
como algunos creen, en un estado embrionario. Como escribe Éric Fouquier, responsable de
una agencia consultora en comunicación parisina: «A diferencia de los sistemas
deterministas (los sujetos son "receptores" pasivos), los sistemas relativistas (el mensaje no
se impone solo, porque el lector, delante, impone simétricamente al mensaje su propia
cultura y lo nutre de su propia experiencia) están casi ausentes en nuestro campo
profesional, y casi no han dado ninguna herramienta que nos sirva... Hablar de la manera en
que lo hacemos, esencialmente con las metáforas militar-deterministas [...] es,
indudablemente, para empezar, una limitación léxica. Pero es también una limitación de
nuestra capacidad de concebir la comunicación en uno de sus componentes esenciales,
inscrito en el interior mismo de la palabra "comunicación", es decir, en su componente de
intercambio, que siempre esta presente, a pesar de que, por parte del receptor, la respuesta
suela ser silenciosa. Para mejorar nuestro acercamiento a los fenómenos de comunicación,
deberíamos, también nosotros, abrir nuestro léxico a otros ámbitos. Yo be propuesto -
mediante las teorías relativistas-los términos de actuación, proceso, funcionamiento,
interacción, trabajo, construcción, halo, incertidumbre, figuras y circulación. Pero esto no es
más que la cumbre de nuestro propio iceberg. Toda la base esta todavía por explorar».
¿Para que sirve la publicidad? Respuesta: «La publicidad es parte integrante del sistema de
producción y distribución de mas as al servicio del gran público. Los fabricantes de bienes y
los proveedores de servicios necesitan informar y recordar al público lo que tienen por
ofrecer. Un sistema de información como este es útil para la economía de producción. Es
necesario para que los consumidores puedan escoger entre varias opciones. Además, la
publicidad es la base de la competencia en el mercado (marketplace), estimula el desarrollo
y la innovación, y hace posible el aprovisionamiento de bienes y servicios de bajo coste
anteriormente demasiado caros para el mercado. En fin, la publicidad aporta su contribución
esencial a la financiación de los medios de comunicación».
Alegato pro domo, este pequeño párrafo se oponía totalmente a los argumentos dados por
las asociaciones de consumidores. La publicidad es síntoma de despilfarro; absorbe recursos,
lleva a la constitución de monopolios, impide el desarrollo de la competencia por los precios;
crea barreras a la entrada de nuevos competidores en el mercado y anula 0 reduce la
competición entre firmas; aumenta los precios y los costes; engendra una falsa
diferenciación entre los productos magnificando diferencias mínimas o imaginarias. En fin, la
información que proporciona es definitivamente falaz.
Todavía falta mucho para encontrar las leyes de rentabilidad de la llamada «inversión
publicitaria». Ya sea en la empresa y sus mercados o en el conjunto de la economía, el
impacto general de la publicidad sigue siendo, a fin de cuentas, difícil de aislar. Y tanto mas
cuanto, con respecto a las sumas importantes gastadas para el estudio de audiencia de los
medios, el capital dedicado a evaluar el efecto (impacto, notoriedad, imagen) de la inversión
sobre los consumidores es relativamente débil.
Esto, unido a la dificultad de delimitar el problema, explica por que no hay demasiados
manuales o tratados que impugnen la actividad publicitaria. De este modo, en el «Dalloz
Gestion Marketing», Le Publicitor, redactado por Bernard Brochand, responsable de una gran
red publicitaria, y Jacques Lendrevie, profesor en la HEC, se puede leer: «La relación entre
la publicidad y la empresa y sus mercados es la mas evidente puesto que el objeto primero
de la publicidad consiste en actuar sobre los consumidores. Pero esta relación resulta difícil
de apreciar. Es, en efecto, complicado, y a veces imposible, medir con precisión la eficacia
real de la publicidad sobre las ventas o incluso sobre la evolución de la imagen de las
marcas... En cuanto a los efectos macroeconómicos, también son muy controvertidos... AI
fin y al cabo son bastante débiles, y las críticas mas severas hechas a la publicidad en este
ámbito son también las peor fundadas».
El salto cualitativo en la racionalización del complejo publicitario que empezó en los años
ochenta corre el riesgo de volver a poner el reloj a la hora.