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LA HISTORIA DE COLGATE ORIENTADO A FABRICACION DE LA CREMA

DENTAL.

La pasta dental se utilizaba en polvo, esto fue así hasta 1852, un cirujano dental de
Connecticut llamado Washington Sheffield, invento la primera pasta dental con los
tubos desplegables tal como la conocemos hoy en día.

El Dr. Sheffield bautizó a esta pasta como “Crema Dentífrica” y la empezó a utilizar
con sus pacientes. A los pocos años se convirtió en uno de los dentistas más exitosos
de USA, principalmente por la maestría que tenía como cirujano dental. Aunque en
honor a la verdad, su fama fue ligada a una innovación que no se le ocurrió a él, sino a
su hijo.

Lucius Sheffield había amado la odontología en casa desde pequeño. Tras estudiar
medicina en Harvard en 1878, continuó los pasos de su padre como odontólogo en
París. Un día estaba viendo cómo los artistas preparaban sus paletas de pintura, y se
dio cuenta de algo. Los tubos plegables que usaban para dosificar la pintura podrían
utilizarse para la pasta de dientes que había inventado su padre.

El uso de estos tubos en un producto de higiene supuso una revolución en la industria


del packaging. Padre e hijo vieron el potencial del dentífrico en tubo y en 1880 fundan
una empresa farmacéutica llamada Sheffield Dentifrice Company, que aún está en
actividad con el nombre Sheffield Pharmaceuticals.

Una vez que sabemos quién inventó la pasta de dientes, ahora sí tenemos que hablar
del origen de la marca Colgate.

Colgate Su fundador fue el empresario inglés William Colgate, quien a sus 16 años ya
se encontraba en la ciudad de Nueva York buscando oportunidades laborales para
cumplir con sus necesidades, fue por esto que inició sus labores en una empresa de
jabones, la cual dejó dos años después para iniciar su propio proyecto en 1806. hasta
que falleció en 1857.

Su hijo Samuel fue quien asumió el control de la compañía a regañadientes,


consciente de todo lo que había sufrido su padre por ella. Samuel Colgate reorganizó
el negocio y cambió el nombre de la empresa por Colgate & Company.

Samuel Colgate era conocedor de los inventos del Dr. Sheffield e hijo y en 1896
desarrolló su propia pasta de dientes dentro de un tubo colapsable. La visión comercial
que Samuel heredó de su padre fue decisiva y en este sentido apostó por presentar la
marca Colgate en la Exposición Universal de París en 1900. Colgate se llevó los más
altos honores por sus excelentes jabones y perfumes, lo que dio un impulso a la
internacionalización de la compañía y sobre todo marcó las diferencias respecto a
otras marcas, ya que se convirtió en un estándar. La gente no pedía pasta de dientes,
sino Colgate.

Era un engranaje perfecto: buenos productos, pulmón financiero y reconocimiento de


marca. El crecimiento estaba garantizado, si la gestión era buena. Empezaron a
invertir en publicidad, a hacer campañas y programas de formación como el que
llevaron a cabo en 1911: regalaron cremas y cepillos en las escuelas primarias de
EEUU para instruir a los niños en la higiene bucal. Además, crearon una red de
prescriptores, repartiendo muestras entre los higienistas dentales para que enseñasen
a sus pacientes cómo cepillarse los dientes. El objetivo era claro, insistir en un
posicionamiento que ensalzase las virtudes de lo saludable.

A nivel accionarial y estratégico continuaron dando pasos acertados y se fusionaron


con la competencia en la fabricación de jabones, Palmolive-Peet. Tras esta unión, a
partir de 1928 la compañía pasó a denominarse «Colgate-Palmolive-Peet Company”,
aunque el «Peet» fue suprimido del naming en la década de 1950, quedándose con el
nombre actual: Colgate-Palmolive.

Colgate estaba liderando el sector y lo fácil hubiera sido acomodarse para vivir de las
rentas, pero de nuevo la dirección de la compañía dio en el clavo abriendo un Centro
de Investigación en Piscataway, Nueva Jersey. El trabajo realizado en este Centro dio
sus frutos en 1968, gracias al fluorofosfato de sodio, que era una sustancia que
reducía las caries.

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