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DEFINICIÓN DE PERSONALIDAD

Para ofrecer una definición operativa básica de personalidad

proponemos que esta es el conjunto estructurado de características

biopsicosociales que se delimitan y expresan durante la interacción

dialéctica sujeto-medio, y que diferencian a unos seres humanos

de otros en un medio sociocultural determinado.

Una rápida valoración de términos nos lleva a destacar que

esas características tienen una cierta coherencia interna y externa

y que cuentan con bases bioquímicas y neurofisiológicas en el

sistema nervioso, por ello son características estructuradas. Por

otra parte, su modificación requiere de importantes esfuerzos

reeducativos, pues son bastante consistentes. En lo que respecta

a las características biológicas, son solo aquellas que se expresan

en la interacción del sujeto con el medio natural, cultural y social,


cuyos prototipos serían la postura, el tono muscular y la velocidad de

reacción, en tanto que las psicológicas y sociales incluyen la segu-

ridad personal, la tolerancia a frustraciones, los valores huma-

nos, la auto y heteroexigencia, el desempeño de roles, el

status y muchas más.

Finalmente, destacaremos que el término personalidad pro-

cede de las máscaras utilizadas en el teatro griego para trans-

mitir a distancia las características esenciales del personaje

interpretado por los autores, tales como tristeza, odio y alegría.

Estas máscaras se llamaban personas. MECANISMOS DE DEFENSA DE LA PERSONALIDAD

Comentaremos ahora en forma muy elemental uno de los

más significativos aportes del psicoanálisis: los mecanismos de

defensa del yo o mecanismos de defensa de la personalidad, se-


gún prefiramos llamarlos.

Estos mecanismos que se van estructurando a través de la

propia experiencia funcionan predominantemente a nivel incons-

ciente y, por ello, se apartan de las leyes que rigen nuestro proce-

so consciente. Por expresarse también en los sueños, podríamos

utilizar las vivencias oníricas como marco de referencia para com-

prender la complejidad de estos según avanza el desarrollo de la

personalidad. Así, desde mucho tiempo atrás, se sabe que los

sueños de los niños son fácilmente comprensibles si tomamos en

cuenta las experiencias que precedieron el dormir. Un niño que

va al zoológico con su tío reproduce esta vivencia en sus sueños

casi sin modificación alguna, cosa que no ocurre en otras etapas

de la vida donde se determinan notables distorsiones por la mayor

complejidad de los mecanismos bioquímicos, neurofisiológicos y


psicológicos; estos últimos representados en esencia por los

procesos inconscientes que nos ocupan.

La utilización de los mecanismos de defensa en los niños

durante la vigilia es fácilmente apreciable debida al carácter rudi-

mentario e ingenuo de sus procesos adaptativos. Un niño que se

atemoriza ante el rugido de una fiera enjaulada durante una tarde

de diversión en el zoológico puede evitar involuntariamente que

se afecte su vivencia positiva al comunicar a su acompañante:

“Vamos abuelito, que tú tienes miedo”, y estará usando un

mecanismo de proyección. Este mismo niño responderá al seña-

lamiento de que mojó la cama con un rotundo “Fuiste tú”, con lo

que, sin saberlo, se apoya en mecanismos de negación y conver-

sión en lo contrario para proteger su autoestima sin tener todavía


la más mínima noción de lo que esto significa. La situación es

totalmente diferente en los adultos, por resultar mucho más com-

pleja y difícil de identificar. La tarea es todavía más difícil cuando

el objetivo terapéutico es que el sujeto lo reconozca, meta que

será, desde luego, solamente trazada cuando los mecanismos de

defensa utilizados hayan determinado resultados no satisfacto-

rios. Destacaremos ahora algunos de los más frecuentes:

La proyección. El sujeto se comporta como una cámara cine-

matográfica y dirige hacia otras personas que fungen como panta-

lla, contenidos no aceptables de su vida psíquica o características

negativas de su personalidad. El refranero popular se refiere a ella

cuando señala “el ladrón piensa que todos son de su condición” o

“Ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. En la clínica

psiquiátrica este mecanismo es muy evidente en las ideas de


referencia y apréciese que en este caso, en que el sujeto piensa,

por ejemplo, que otras personas comentan su comportamiento poco

viril, el mecanismo, lejos de atenuar la ansiedad, la determina o

incrementa, por resultar ineficaz o exagerado y desempeñar por

ello un papel inadaptativo en lugar de su pretendido protector.

La subestimación. En la fábula de Esopo sobre la zorra que

salta para obtener las uvas se ejemplifica este mecanismo, cuan-

do para enfrentar la frustración de no poderlas alcanzar la zorra

comenta: “Total, estaban verdes”.

La negación. Son las críticas a otras personas sobre caracte-

rísticas muy evidentes en el emisor de la valoración. La parsimo-

nia y la diplomacia en un sujeto con importantes componentes

de hostilidad en su personalidad es el modelo para la conver-


sión en lo contrario, también llamada formación reactiva. Los

sentimientos dirigidos hacia el médico que reproducen los

otrora dirigidos a personas significativas modelarán la trans-

ferencia, y las respuestas inadecuadas del terapeuta ante co-

municaciones que movilizan conflictos personales se explicarían

por la contratransferencia.

La hostilidad dirigida al jefe en lugar de la madre punitiva

expresa el desplazamiento y, en cierto grado también, la regre-

sión; la conducta filantrópica de alguien culpado por comporta-

mientos egoístas anteriores podría ejemplificar el deshacer

(undoing ). La exclusión de la conciencia de contenidos desagra-

dables sería un efecto de la represión, que se manifiesta en la

sesión terapéutica como resistencia. Las amnesias de las expe-

riencias catastróficas propias de las reacciones ante estrés grave representarían la disociación; y la
incapacidad psicógena para
deambular, es ejemplo del mecanismo de conversión.

La voz gruesa y la actitud autoritaria de alguien con senti-

mientos de inferioridad por no aceptar su estructura indica la

compensación, y si el mecanismo se exagera conduciendo a com-

portamientos violentos para “darse a respetar” sin que realmen-

te se justifique es un signo de la sobrecompensación.

La conducta algo infantil que ciertos pacientes adoptan ante

afecciones predominantemente somáticas resulta, por lo general,

expresiva de la regresión. Uno de los factores que explican la

notable efectividad de Alcohólicos Anónimos es precisamente

que sus asociados resultan guiados en forma más o menos cons-

ciente por el mecanismo de expiación, el mismo que a veces

explica comportamientos estoicos en personas con algún senti-


miento de culpa.

Cuando el autor estudiaba medicina nunca se presentó a

examen de premio debido al mecanismo de racionalización de

que era mejor dedicar el tiempo al examen ordinario siguiente, y

fue muchos años después de ser médico que comprendió que era

un modo involuntario de manejar su inseguridad.

El temor exagerado a las inyecciones en una mujer inhibida

sexualmente después de una violación en la infancia podría indicar

el mecanismo de simbolización. A veces las personas, sin darse

cuenta, imitan a otros y muchas veces esa imitación persigue

objetivos gananciales como aumentar la seguridad personal, el

mecanismo subyacente es la identificación. El sujeto agresivo que

se hace campeón en tiro con pistola posiblemente esté movido

por mecanismos de sublimación.


Estos y otros muchos mecanismos, cuyo estudio trascende-

ría los objetivos de este libro, pueden explicar muchas manifesta-

ciones psicopatológicas y es entonces, únicamente, que

serán abordados con finalidades interpretativas, so pena

de cometer yatrogenia o en el mejor de los casos per- de cometer yatrogenia o en el mejor de los
casos per-

der el tiempo. der el tiempo

Por razones éticas fundamentales, ningún miembro del equi-

po de salud intervendrá cuando un mecanismo defensivo deter-

mine efectos positivos. Antes de terminar estos comentarios in-

vitamos a valorar qué mecanismo subyace en los trastornos

psicofisiopatológicos o psicosomáticos si se toma en cuenta el

brillante comentario de Henry Maudsley: “La pena que no se

desahoga en lágrimas hace llorar otros órganos”.

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