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Más allá del principio de placer (1920)

I. El decurso de los procesos anímicos es regulado en parte por el principio de placer. Lo pone en marcha una
tensió n displacentera y adopta tal orientació n que su resultado coincide con una disminució n de ésta, es decir,
con una evitació n de displacer o produccion de placer. La exposició n metapsicoló gica tiene en cuenta el papel
económico, el placer y displacer dependen de la cantidad de excitació n presente en la vida anímica y no ligada,
el displacer corresponde con un incremento y el placer con una reducció n. El principio de placer es el modo de
trabajo primario del aparato anímico y se deriva del principio de constancia. Sin embargo existen también
fuerzas que contrarían este principio y su resultado puede no relacionarse con la ganancia de placer. Para la
autoconservació n del organismo  el principio de realidad pospone la satisfacció n tolerando el displacer. Otra
fuente de desprendimiento de displacer surge de los conflictos y escisiones producidos en el aparato, por
medio de la represió n de ciertas pulsiones que son inconciliables con las restantes y se les prohíbe su
satisfacció n, estas consiguen procurarse una satisfacció n por ciertos rodeos, es sentido por el yo como
displacer.  La reacció n frente a las exigencias pulsionales y los peligros externos pueden ser conducidas por el
principio de realidad o de placer.
II. La neurosis traumá tica sobreviene tras conmociones mecá nicas y accidentes que aparejaron riesgo de
muerte, la causació n se sitú a en el factor sorpresa: el terror.
La angustia designa un estado de expectativa frente al peligro desconocido y la preparació n para él.
El miedo requiere un objeto determinado.
El terror se produce cuando se corre un peligro sin estar preparado.
En la angustia hay algo que protege contra el terror y la neurosis de terror. La vida onírica de la neurosis
traumá tica reconduce al enfermo una y otra vez a la situació n de su accidente de la cual despierta con renovado
terror, el enfermo está fijado psíquicamente al trauma. La funció n del sueñ o resultó afectada y desviada de sus
propó sitos, el sueñ o nocturno lo lleva a la situació n pató gena, a pesar de que este tiene como funció n el
cumplimiento de deseo, mostrá ndose unas tendencias masoquistas del yo.
En el juego del fort-da, el niñ o arroja lejos de sí un juguete con un fuerte y prolongado “o-o-o-o” (fort = se
fue)y al hacerlo mostraba satisfacció n. Cuando jugaba con un carretel, lo atraía hacia sí tirando del piolín
mientras  decía “da” (acá está ), la má s de las veces só lo se observaba el juego del fort. El juego se relaciona con
su renuncia pulsional de admitir la partida de la madre, la repetició n iba conectada a una ganancia de placer de
otra índole. Presupone la existencia de tendencias situadas má s allá del principio de placer, originarias e
independientes. El niñ o convirtió en juego esa vivencia por otro motivo, en la vivencia era pasivo y ahora se
ponía en un papel activo, el acto de arrojar el obj para que se vaya era la satisfacció n de un impulso era
sofocado en su conducta a vengarse de la madre por irse “yo te echo”, existiendo medios para convertir en obj
de recuerdo y elaboració n animica lo que es displacentero.
III. En la cura psicoanalítica el enfermo se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en vez de
recordarlo, esta reproducció n tiene siempre un fragmento del complejo de Edipo que se juega en el terreno de
la transferencia, en éste momento la anterior neurosis se sustituyó por una neurosis de transferencia. Dentro
de las resistencias, hay resistencias icc, esto no da resistencia alguna a la cura y solo busca irrumpir en la cc. La
resistencia es al principio icc en la cura y se elimina por medio de que el yo coherente se opone a lo reprimido,
en el interior del yo también se encuentra lo inconsciente, lo que es el núcleo del yo, siendo esto parte de lo pcc,
la resistencia parte del Yo, y la compulsión a la repetición se relaciona a lo reprimido inconsciente. La
resistencia del Yo cc está al servicio del principio de placer, este quiere ahorrar el displacer que produciría la
liberació n de lo reprimido. La compulsió n de repetició n hace revivenciar operaciones de mociones pulsionales
reprimidas que provocan displacer al Yo, sin contradecir al principio de placer ya que puede hacer sentir placer
para un sistema, otras que bajo ningú n punto de vista puede producir placer. Esta compulsió n a la repetició n
devuelve vivencias pasadas que no tienen posibilidad de satisfacció n y habían sido reprimidas.
El florecimiento temprano de la vida sexual infantil estaba destinado a sepultarse porque sus deseos eran
inconciliables con la realidad. La pérdida de amor y el fracaso dejaron un dañ o permanente del sentimiento de
sí, como cicatriz narcisista, que provocará má s adelante un sentimiento de inferioridad. La investigació n sexual
así como el vínculo establecido con el progenitor sucumbieron al desengañ o. Los neuró ticos repiten en la
transferencia todas estas ocasiones indeseadas y dolorosas reanimá ndolas. Las pulsiones que estaban
destinadas a conducir a la satisfacció n llevaron a displacer; y má s allá de eso se la repite compulsivamente, este
eterno retorno de lo igual se instaura má s allá del principio de placer, uniéndose también los sueñ os
traumá ticos y el juego del fort-da.
IV. La metapsicología sostiene que la cc es la operació n de un sistema particular, mientras que el sistem prcc
está en la frontera entre lo exterior y lo interior, este sistema cc es el proceso excitatorio deviene conciente
pero no le deja huella; todas las huellas se producen a raíz de la propagació n de la excitació n a los sistemas
internos contiguos, la conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica. En la Cc el proceso de excitació n no
deja tras sí una alteració n permanente en sus elementos sino que se agota en el devenir conciente, esto es
porque el sistema Cc está en constante contacto con el mundo exterior.
La superficie o corteza en contacto con el mundo sirve como ó rgano receptor de estímulo, por la incesante
entrada de los estímulos externos sobre la superficie de la vesícula, la sustancia de ésta se alteró hasta una
cierta profundidad, de modo que el proceso excitatorio desvíe de distinta manera en los estratos má s
profundos. La corteza ofrece las condiciones favorables para la recepció n de estímulos y no es susceptible de
ulterior modificació n, el paso de la excitació n ya no puede imprimir ninguna alteració n permanente a sus
elementos. En el avance de un elemento al otro la excitació n tiene que vencer una resistencia, y la reducció n de
ésta es un proceso de facilitació n, que crea la huella permanente. En la Cc no subsisten resistencias de pasaje de
ese tipo entre un elemento y otro. La energía de investidura quiescente (ligada) no es conducida en la Cc sino la
móvil (libre) susceptible de descarga.
Esta vesícula flota en medio de mundo cargado de energías y sería aniquilada si no estuviera provista de una
protección antiestímulo. La superficie má s externa se vuelve inorgá nica, y opera apartando estímulos como una
membrana. Las energías externas se propagan con una fracció n de su intensidad, los estratos seguidos que
continú an vivos pueden recibir los volú menes de estímulos filtrados. El estrato externo al morir preservó a los
otros de sufrir tal destino, la tarea de protegerse es má s importante que la de recibirlos. El organismo está
dotado de una reserva enérgica propia, y en su interior se despliegan formas particulares de transformació n de
la energía, y debe preservarlas del influjo nivelador de las energías hipergrandes. Estos estratos se internaron
en lo profundo del cuerpo, pero parte quedó atrá s en los ó rganos sensoriales, que tienen dispositivos
destinados a recibir acciones estimuladoras específicas, y mecanismos preventivos para una ulterior protecció n
contra volú menes de estímulo de variedades inadecuadas tomando solo pizcas del mundo exterior.
Los procesos anímicos inconscientes son atemporales, el tiempo no altera nada en ellos, no pueden
representarse temporalmente y su ordenamiento no es temporal, nuestra representació n del tiempo
corresponde al modo de trabajo del sistema Prcc.
El sistema Cc o estrato cortical sensitivo recibe también excitaciones desde adentro, pero la protecció n desde
adentro es imposible, la posició n del sistema entre el exterior y el interior son decisivas para la operació n del
aparato anímico, hacia afuera hay una protecció n antiestimulo y las magnitudes de excitació n accionaran de
forma reducida, pero hacia adentro es imposible, esto determina la prevalencia de sensaciones de placer-
displacer por sobre los estímulos externos, y la orientació n de la conducta respecto de las excitaciones internas
que produzcan una multiplicació n de displacer demasiado grande. Se tenderá a tratarlas como si actuaran
desde afuera a fin de poder aplicarles el medio defensivo de la protecció n antiestimulo que es el origen de la
proyecció n.
Las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protecció n son traumáticas, un
trauma provocará una perturbació n en la economía energética del organismo y pondrá en acció n la defensa,
donde el principio de placer quedará abolido; el aparato quedó avasallado por grandes volú menes de estímulo
que penetraron, y la tarea es dominar el estímulo ligando psíquicamente los volú menes de estímulo a fin de
conducirlos a su tramitació n.
Donde la protecció n fue perforada, afluyen continuas excitaciones al aparato, y es movilizada la energía de
investidura a fin de crear en el entorno del punto de intrusió n una investidura energética de nivel
correspondiente, produciéndose una contrainvestidura que empobrece los otros sistemas, rebajando cualquier
otra operació n psíquica. Un sistema de elevada investidura es capaz de recibir nuevos aportes de energía y
trasmudarlos en ligaduras psíquicas, cuanta mayor energía quiescente (de ligadura) posea, mayor será su
fuerza ligadora, cuanto má s baja no podrá recibir energía y será n violentas las performaciones de la protecció n
antiestimulo. Hay dos formas de energía, una investidura en libre fluir que esfuerza en pos de su descarga, y
una quiescente de los elementos del sistema. La ligazó n consiste en un pasaje de libre fluir al estado quiescente.
La neurosis traumá tica es resultado de la ruptura de la protecció n antiestímulo del ó rgano anímico. El terror
es producto de la falta de apronte angustiado que conlleva la sobreinvestidura de los sistemas que reciben el
estímulo, a falta de éste los sistemas no está n en buena situació n para ligar los volú menes de excitació n
sobrevivientes, siendo el apronte angustiado la ú ltima trinchera de la protecció n. Los sueñ os que reconducen al
enfermo a la situació n no está n al servicio del cumplimiento de deseo, contribuyen a otra tarea: buscan
recuperar el dominio sobre el estímulo por medio de un desarrollo de angustia cuya omisió n causó la neurosis,
esta funció n es independiente y má s originaria que el propó sito de ganar placer. Los sueñ os de angustia son
una excepció n al cumplimiento de deseo, obedecen a la compulsión de repetición que se apoya en el deseo de
convocar lo olvidado y reprimido.
En los casos de herida física, la conmoció n mecá nica al ser una de las fuentes de excitació n sexual y los
dolores al ser un poderoso influjo sobre la distribució n de la libido, liberan el quantum de excitació n sexual
cuya acció n traumá tica es debida a la falta de apronte angustiado, y ligarían el exceso de excitació n al reclamar
una sobreinvestidura narcisista del ó rgano doliente.
V. Las excitaciones que ingresan al aparato sin el resguardo de la protecció n, adquieren la mayor importancia
econó mica y dan ocasió n a perturbaciones economicas, las fuentes de esa excitació n interna son las pulsiones,
representantes de todas las fuerzas eficaces del interior del cuerpo que se transfieren al aparato anímico, estas
mociones pulsionales obedecen al proceso libremente mó vil que esfuerza en pos de la descarga. En el
inconsciente las investiduras pueden transferirse, desplazarse y condensarse, estos procesos que ocurren en el
inconsciente son el proceso psiquico primario, y el que rige la vida de vigilia es el secundario, que posee
investidura ligada. La tarea de los estratos superiores (Prcc-Cc) es ligar las excitaciones de las pulsiones del
proceso primario. El fracaso de la ligazó n produce una perturbació n aná loga a la neurosis traumá tica, solo tras
una ligazó n se produce el imperio del principio de placer con su modificació n en el principio de realidad. Las
exteriorizaciones de una compulsion de repeticion en las actvs de la infancia, muestran un caracter pulsional
que se encuentra en opsicion al principio de placer, en el juego infantil se repite la vivencia displacentera, el
niñ o repite activamente para dominar lo que vivió pasivamente. El reencuentro de la identidad por la
repetició n constituye una fuente de placer, en el analizado, en cambio, la compulsió n a la repetició n en la
transferencia las vivencias infantiles se sitú a en todos los sentidos má s allá del principio de placer. Las huellas
mnémicas reprimidas de sus vivencias infantiles subsisten en estado libre, y son insusceptibles del proceso
secundario, a esta condicion de no ligadas es que deben su capacidad para formar (uniendose a los restos
diurnos) una fantasía de deseo figurada en el sueñ o; esta compulsió n a la repetició n es un cará cter universal de
las pulsiones. La pulsión es un esfuerzo, inherente a lo vivo, de reproducció n de un estado anterior que lo vivo
debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas, las pulsiones tienen una naturaleza
conservadora. Todas las pulsiones quieren reproducir algo anterior, dirigidas a la regresió n, al restablecimiento
de lo anterior, la meta es un estado antiguo que lo vivo abandonó y al que aspira a regresar por todos los rodeos
de la evolució n., la meta de la vida es la muerte, lo inanimado estuvo antes que lo vivo.
La tensió n generada pugnó por nivelarse, así nació la primera pulsió n, de regresar a lo inanimado. Hasta que
decisivos influjos externos se alteraron de tal modo que forzaron a la sustancia aú n sobreviviente a desviarse
respecto del camino vital originario y dar rodeos má s complicados antes de alcanzar la meta, estos rodeos son
retenidos por las pulsiones conservadores, que luchan contra influencias que podrían ayudar al organismo a
alcanzar su meta vital por el camino má s corto. Son pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia a
la muerte. Las pulsiones sexuales son conservadoras en el mismo sentido que las otras en cuanto espejan
estados anteriores de la sustancia viva, son resistentes a injerencias externas, y conservan la vida por lapsos
má s largos, las pulsiones de vida contrarian la meta de las pulsiones de muerte. Las pulsiones que llevan a la
muerte buscan el camino má s corto; las sexuales llegadas a cierto punto, se lanzan hacia atrá s para volver a
retomar el camino y prolongar la duració n del trayecto. La pulsió n reprimida aspira a su plena satisfacció n, que
consiste en la vivencia primaria de satisfacció n; toda sublimació n o formació n sustitutiva es insuficiente para
cancelar su tensió n y la diferencia entre la satisfacció n hallada y la pretendida engendra el factor pulsionante.
El camino a la satisfacció n es obstruido por las resistencias; entonces no queda má s que avanzar por la otra
direcció n.
VI. Las pulsiones Yoicas (de muerte) provienen de la animació n de la materia inanimada y quieren
restablecer la condició n originaria; las sexuales reproducen estados primitivos del ser, pero la meta es la fusió n
de dos células sexuales germinales diferenciadas, desde el psicoaná lisis este material corresponde a las
pulsiones sexuales que aspiran a la renovació n de la vida y la realizan.
Una parte de las pulsiones Yoicas que hasta ahora eran tratadas como opuestas a las sexuales, tienen también
una parte libidinosa que se ha tomado por objeto al yo propio, estas pulsiones de autoconservació n narcisista
debieron computarse entre las pulsiones sexuales libidinosas. Las pulsiones sexuales entonces son yoicas y de
objeto, contrapuestas a las pulsiones de muerte. La pulsió n sexual es el Eros que conserva y une, la unió n
genésica produce un efecto fortalecedor y rejuvenecedor. El proceso vital del individuo lleva a la nivelació n de
tensiones (a la muerte), mientras que la unió n con una sustancia viva o un individuo diferente aumenta estas
tensiones, introduce nuevas diferencias vitales. La tendencia dominante de la vida anímica es la de rebajar la
tensió n interna de estímulo, la reproducció n produjo una ventaja que fue mantenida durante la evolució n; las
pulsiones que quieren producir la unió n sexual repetirían algo que una vez ocurrió por casualidad y se afianzó
por ser ventajoso. El Eros procura esforzar las partes de las sustancia viva hacia otras y cohesionarlas, las
pulsiones sexuales son parte de este Eros vueltos hacia el objeto. Actú a desde el comienzo de la vida y entra en
oposició n a la pulsió n de muerte, que nace por la animació n de lo inorgá nico. La afirmació n del cará cter
regresivo de las pulsiones descansa, también, en la compulsió n a la repetició n.  
Originalmente llamamos pulsiones yoicas a aquellas orientaciones pulsionales que resultaban menos
conocidas, que podían diferenciarse de las pulsiones sexuales dirigidas al objeto, teniendo estas como
expresió n la libido, una parte de estas pulsiones yoicas también es libidinosa y tomó por objeto al yo propio,
permitiendo el surgimiento de una nueva oposició n entre pulsiones libidinosas /de objeto y yoicas)y otras que
pueden originarse en el interior del yo y pueden verse como pulsiones de destrucció n, dá ndose por oposició n la
pulsió n de vida y de muerte.
El Yo y el Ello (1923)
I. Conciencia e Inconsciente: La conciencia es una cualidad de lo psíquico que puede añ adirse a otras
cualidades, un elemento psíquico, (ej. una representació n) no es conciente de forma duradera, el estado de la
conciencia pasa con rapidez y puede volver a serlo bajo ciertas condiciones. Mientras tanto estuvo latente, fue
susceptible de conciencia, tambien ha sido inconsciente desde el punto de vista descriptivo.
Desde el punto de vista diná mico, puede haber representaciones que no puedan ser concientes porque cierta
fuerza se resista a ello, la represión (esfuerzo de desalojo) es el estado en que estas representaciones se
encontraban antes de hacerse concientes y la resistencia es la fuerza que produjo y mantuvo la represió n.
Hay dos modelos de Inconsciente: lo latente, susceptible de conciencia, y lo reprimido, insusceptible de
conciencia, la primera es preconsciente y el segundo es inconsciente. El Prcc está mucho má s cerca de la Cc que
el Icc.
La conciencia depende del Yo; él gobierna los accesos a la motilidad, a la descarga de las excitaciones en el
mundo exterior. Es la instancia anímica que ejerce un control sobre los procesos parciales, y que por la noche
aplica la censura onírica, de él parten las represiones, que se contraponen al Yo y produce resistencias. Hay en
el Yo algo inconsciente que se comporta como lo reprimido, exterioriza efectos sin devenir conciente, esta
concepció n estructural confirma que todo lo reprimido es Icc, pero lo Icc no coincide con lo reprimido. Una
parte del Yo es Icc, no latente (no Prcc), es un tercer Icc, no reprimido.
II. El Yo y el Ello: La conciencia es la superficie del aparato anímico, son Cc todas las percepciones que nos
vienen de afuera (sensoriales) y de adentro sensaciones y sentimientos. La diferencia entre una representació n
Icc y Prcc es que la primera se consuma en algú n material desconocido, y la Prcc se añ ade a la conexió n con
representaciones-palabra. Estas representaciones-palabra son restos mnémicos, fueron percepció n y pueden
devenir de nuevo concientes, los restos son contenidos en sistemas contiguos al Prcc, por lo cual sus
investiduras fá cilmente pueden transmitirse hacia delante, lo que desde adentro  quiere devenir conciente
tiene que trasponerse en percepciones exteriores, a través de las huellas mnémicas, la palabra es el resto
mnémico de la palabra oída. La manera de hacer Prcc lo Icc es restableciendo mediante el aná lisis, aquellos
eslabones intermedios de palabras.
Las sensaciones displacenteras esfuerzan a la alteració n y a la descarga, y el placer, en cambio se produce por
la disminució n de la investidura energética. Lo que deviene conciente como placer y displacer es un otro
cuantitativo-cualitativo en el decurso animico. Eso otro que se comporta como una moció n reprimida puede
desplegar fuerzas pulsionantes sin que el Yo note la compulsió n, só lo una resistencia a la compulsió n, un
retardo de la reacció n de descarga hace conciente eso otro. También sensaciones y sentimientos só lo devienen
concientes si alcanzan al sistema P. Las representaciones Icc necesitan eslabones de conexió n Prcc, en cambio
las sensaciones Icc no, ya que afloran directamente a la conciencia, por mediació n de las representaciones
palabra los procesos internos de pensamiento se convierten en percepciones.
El Yo se ve a partir del sistema P, primero pasa por el Prcc, que se apuntala en los restos mnémicos, pero es
ademá s Icc, esto otro en que se continú a el Yo y se comporta como Icc es Ello. El individuo es un Ello
inconsciente sobre lo cual se asienta el Yo, desde el sistema P, como si fuera su nú cleo, el Yo no envuelve al Ello
por completo sino en la extensió n en que el sistema P forma su superficie, el Yo no está tajantemente separado
del Ello, confluye hacia abajo con él, pero también lo reprimido confluye con el Ello, es una parte de él. El Yo
lleva ademá s un casquete auditivo que se le asienta transversalmente.
El Yo es la parte del Ello alterada por la influencia directa del mundo exterior, con mediació n de sistema P, se
empeñ a por hacer valer sobre el Ello el influjo del mundo externo, y reemplazar el principio de placer por el de
realidad. La percepció n es para el Yo como la pulsió n para el Ello. Al Yo se le asigna el acceso a la motilidad,
para esto toma las fuerzas del Ello, al que suele cumplir sus deseos haciéndolos pasar como la voluntad propia.
La autocrítica y la conciencia moral son inconscientes y exteriorizan sus efectos, el sentimiento inconsciente
de culpa desempeñ a un papel econó mico en la neurosis y levanta obstá culos para la curació n.
III. El Yo y el Superyo:  Existe en el interior del yo una diferencia que es el Superyo (ideal del yo), en la fase
oral es imposible distinguir entre investidura de objeto e identificació n, las investiduras de objeto parten del
Ello, el Yo recibe noticia de ellas y busca satisfacerlas o defenderse mediante la represió n. El Ello só lo resigna
sus objetos mediante una elecció n del objeto en el Yo; introyectá ndolo e identificá ndose con é, siendo el
carácter del Yo es una sedimentació n de las investiduras de objeto resignadas.
Esta transposició n de elecció n eró tica de objeto en una alteració n del Yo permite a éste dominar al Ello y
profundizar sus vínculos con el Ello. Cuando el Yo cobra los rasgos del objeto se impone al Ello como objeto de
amor; transpone libido de objeto en libido narcisista, resignando las metas sexuales y sublimando las mociones
pulsionales, siendo el Ello el gran reservorio de la libido.
Las primeras identificaciones será n universales y duraderos, la identificació n con el padre de la prehistoria
personal es una identificació n inmediata y directa anterior a cualquier investidura de objeto, las elecciones de
objeto del primer período sexual tienen su desenlace en la identificació n primaria, responsable de la
conformació n del Superyo. Dos factores intervienen: la disposició n triangular Edípica y la bisexualidad
constitucional del individuo.
La identificación primaria es la de los progenitores de la prehistoria personal, del complejo de Edipo, la
identificación secundaria es la investidura de objetos en la que el Yo toma los rasgos de ellos para ser tomado
por objeto de sí mismo.
El niñ o desarrolla una investidura de objeto hacia la madre, apuntalado en el pecho como ejemplo arquetípico
de elecció n de objeto, del padre se apodera por identificació n. Por refuerzo de los deseos sexuales hacia la
madre y la percepció n del obstá culo que representa el padre, nace el complejo de edipo, donde la identificació n
con el padre se vuelve hostil, aparece el deseo de eliminarlo y sustituirlo, la relació n se vuelve ambivalente. Con
la caída del complejo se resigna la investidura de objeto de la madre, se reemplaza por una identificació n con la
madre o un refuerzo de la identificació n-padre. La masculinidad tiene una reafirmacion en el varon por el
sepultambiendo del complejo, la actitud edipica de la niñ a llegar a confirmar su caracter femenino, estas
indentificaciones no introducen al yo el obj resignado, la niñ a que recuncia al padre como obj de amor, retoma y
destaca la masculinidad y se identifica con el padre (el obj perdido), por lo tanto el desenlace de la situació n
Edípica depende de la intensidad de las disposiciones sexuales.
Otro de los modos en que la bisexualidad interviene en el destino del complejo, es en caso de duplicació n del
mismo, el niñ o tiene Edipo positivo y negativo al mismo tiempo, posee una actitud ambivalente hacia el padre y
una elecció n tierna hacia la madre, pero al mismo tiempo se comporta como niñ a, mostrando una actitud
femenina hacia el padre y una hostil hacia la madre. El Edipo Completo termina cuando las cuatro aspiraciones
se desdoblan de tal manera de que surge una identificació n padre y madre; la identificació n padre retendrá el
objeto madre del complejo positivo y el padre del complejo invertido; y lo mismo la identificació n madre. Estas
identificaciones que son alteraciones del Yo se enfrentan al otro contenido del Yo como Superyo, este no es un
residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello, sino que son una formació n reactiva frente a ellas, su
vínculo con el Yo no es só lo una advertencia (ser como el padre) sino es también una prohibició n (no puede ser
como el padre = debe resignar a su madre como objeto de amor). Debe su génesis a la represió n del Complejo
de Edipo, donde el padre fue el obstá culo para la realizació n de los deseos, este toma prestada del padre su
fuerza, conserva su carácter en el Superyo y cuanto má s intenso fue el complejo y má s rá pido se produjo su
represió n, tanto má s riguroso devendrá el Superyo como sentimiento inconsciente de culpa del Yo.
La génesis del Superyo es el resultado de dos factores bioló gicos: el desvalimiento y la dependencia del ser
humano durante su infancia, y el Complejo de Edipo; el Superyo es la representació n del representante de
nuestro vínculo parental, este ideal del yo es la herencia del Complejo de Edipo, y la expresió n má s potentes de
las mociones y los má s importantes destinos libidinales del Ello. Mediante su institució n el Yo se apodera del
complejo y se somete al Ello, este Yo representa el mundo exterior; el Superyo es el abogado del mundo
interior, es decir, del Ello, en este se retoma el papel del padre, sus mandatos y prohibiciones como conciencia
moral y censura moral, donde la tensió n entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del Yo es
sentida como sentimiento de culpa.
La diferenciació n entre Yo y Ello es la expresió n necesaria del influjo del mundo exterior. El Superyo se
genera por aquellas vivencias que llevaron al totemismo, las vivencias del Yo parecen perderse, pero si se
repiten con frecuencia e intensidad en muchos individuos se transponen en vivencias del Ello cuyas
impresiones son conservadas por herencia.
IV. Las dos clases de pulsiones: El Yo se encuentra bajo la influencia de la percepció n; el Ello bajo las
pulsiones; pero el Yo está sometido a la acció n de las pulsiones lo mismo que el Ello, del que no es má s que un
sector modificado.
Hay dos tipos de pulsiones: las sexuales o Eros, formadas por las pulsiones sexuales no inhibidas, las
sublimadas, de meta inhibida, y derivadas de esta las pulsiones de autoconservació n; y la segunda  la pulsió n de
muerte, encargada de reconducir al ser vivo al estado inerte. El Eros persigue la meta de complicar la vida
mediante la reunió n, la síntesis de la sustancia viva dispersada en partículas para conservarla.
Ambas se comportan de manera conservadora en sentido estricto, pues aspiran a restablecer un estado
perturbado por la génesis de la vida. La vida sería un compromiso entre dos aspiraciones: la causa de que
continú e la vida y la pugna hacia la muerte, ya que desde el principio habia una actitud ambivalente y la
mudanza se da por un desplazamiento reactivo de la investidura sustrayendose energia a la mocion erotica y se
da energia a la mocion hostil.  En cada fragmento estarían activas ambas en una mezcla desigual, como
consecuencia de la unió n de los organismos elementales en seres pluricelulares se consiguió neutralizar la
pulsió n de muerte de las células singulares y desviar hacia el mundo exterior las mociones destructivas por
mediació n de la musculatura, la pulsió n de muerte se exteriorizaría como pulsió n de destrucció n dirigida al
mundo exterior y a otros seres vivos, estando la pulsió n de destrucció n  sincronizada a fines de la descarga al
servicio del Eros. La esencia de una regresió n libidinal estriba en una desmezcla de pulsiones y a la inversa, el
progreso tiene por condició n un suplemento de componentes eró ticos.
En la vida anímica hay una energía desplazable que puede agregarse a una moció n eró tica o destructiva y
elevar su investidura, en las pulsiones sexuales parciales, se pueden ver procesos similares donde se
comunican entre sí, y una puede donar su intensidad a otra que proviene de otra fuente; es decir la satisfacció n
de una puede sustituir la de la otra, siendo esta energía activa tanto en el Yo como en el Ello proveniente del
acopio libidinal narcisista, o sea, Eros desexualizada. Esta libido trabaja al servicio del principio de placer para
facilitar ciertas descargas, esta energía de desplazamiento es libido desexualizada o sublimada, y seguiría
perseverando con el propó sito del Eros de unir y ligar.
Al principio toda libido está acumulada en el Ello, en tanto el Yo está formá ndose, el Ello envía una parte de
esta libido a investiduras eró ticas de objeto luego de lo cual el Yo fortalecido procura apoderarse de esta libido
de objeto e imponerse al Ello como objeto de amor, siendo  narcisismo del Yo  un narcisismo secundario,
sustraído de los objetos.
Las mociones pulsiones se revelan como retoñ os del Eros, las pulsiones de muerte son esencialmente mudas
y casi todo el alboroto de la vida parte del Eros, las pulsiones de destrucció n dirigidas hacia afuera han sido
desviadas del sí mismo propio por la mediació n del Eros. El principio de placer sirve al ello como una guia para
la lucha contra la libido que genera perturbaciones en el decurso vital, mientras que con las exigencias del eros
de las pulsiones sexuales, se detiene esta caida ya que trae nuevas tensiones.  
V. Los vasallajes del Yo: El Yo se forma desde identificaciones que toman el relevo de investiduras del Ello
resignadas, las primeras de estas identificaciones se contraponen como Superyo, siendo este el heredero del
Complejo de Edipo y conserva su carácter originario, es decir,  su capacidad para contraponerse al Yo y
dominarlo, siendo el recordatorio de la endeblez en que el Yo se encontró . Al descender de las primeras
investiduras de objeto del Ello lo pone en relació n con las adquisiciones filogenéticas de éste y lo convierte en
reencarnació n de anteriores formaciones yoicas.
En la neurosis obsesiva el sentimiento de culpa es hiperexpreso, pero no puede justificarse ante el yo y este se
revuelve contra la imputabilidad de culpa y produce formaciones reactivas pudiendo asi mantener lejos el
material a que se refiere al sentimiento de culpa,el Superyo está influido por el Ello Icc, estos impulsos
reprimidos son el fundamento del sentimiento de culpa.
En la melancolía el Superyo ha arrastrado la conciencia pero el Yo se confiesa culpable y se somete al castigo, en
este el objeto al que se dirige la có lera ha sido acogido en el Yo por identificació n. En ambos casos el
sentimiento de culpa es conciente.
En la histeria el sentimiento de culpa permanece Icc, el Yo histerico se defiende de la percepció n penosa con
que lo amenaza la crítica del Superyo, y lo reprime, se debe al yo que el sentimiento de culpa se mantiene icc, el
yo crea represiones al servicio del superyo.
El sentimiento de culpa tiene que ser icc porque el origen de la cc moral se une con el complejo de edipo que
esta icc, el Superyo proviene también de lo oído siendo una parte del Yo accesible a la conciencia desde
representaciones palabra Prcc (conceptos, abstracciones); pero la energía de investidura le es aportada por las
fuentes del Ello. En el sadismo el componente destructivo se encuentra en el superyo y se vuelve hacia el yo,
gobernando en el superyo la pulsion de muerte, es la conservació n del objeto quien garantiza la seguridad del
Yo. En la neurosis obsesiva la regresió n a la organizació n pregenital hace posible que los impulsos de amor se
traspongan en impulsos de agresió n hacia el objeto, la pulsió n de destrucció n queda liberada y quiere aniquilar
al objeto. El Yo se revuelve contra estas tendencias con formaciones reactivas y medidas precautorias, y
permanecen en el Ello, mientras que el Superyo se comporta como si el Yo fuera responsable de ellas. El Yo
desvalido se defiende contra el Ello agresivo y el Superyo castigador, y consigue inhibir las acciones má s
groseras de ambos, el resultado es un automartirio y al final, una martirizació n sistemá tica del objeto.
El Ello es totalmente amoral, el Yo se empeñ a en ser moral y el Superyo es hipermoral, incluso cruel, cuanto
má s se empeñ e el ser humano en limitar su agresió n, má s severo se torna su Superyo, la explicació n esta en que
el Superyo es sublimació n, identificació n con el arquetipo paterno que fue desexualizado; donde se produjo una
desmezcla pulsional, el componente eró tico no tiene fuerza para ligar la destrucció n y ésta se libera como
agresió n de la que toma su fuerza y crueldad del deber-ser, a su vez la desmezcla se puede producir por
regresió n producida en el ello(como en la neurosis obsesiva).Las pulsiones de muerte se tornan inofensivas por
mezcla con componentes eró ticos, se desvían hacia fuera como agresió n y en buena parte prosiguen su trabajo
sin obstá culos.
El Yo, entonces, está encargado de establecer el ordenamiento temporal de los procesos anímicos y
someterlos al examen de la realidad; aplaza las descargas motrices y gobierna los accesos a la motilidad por
medio del pensamiento; se enriquece desde afuera y desde el Ello al cual sustrae libido, transforma las
investiduras de objeto del Ello en conformaciones del Yo; con ayuda del Superyo se nutre de las experiencias de
la prehistoria almacenadas en el Ello.
En la clínica se produce en algunos casos una reacción terapéutica negativa en la que el paciente refuerza sus
síntomas frente a una mejoría en el tratamiento, no prevalece la voluntad de curar sino la necesidad de estar
enfermos. Esta resistencia a la cura es má s poderosa que otros como la inaccesibilidad narcisista, la actitud
negativa frente al médico o la ganancia de la enfermedad, se trata de un sentimiento de culpa que halla su
satisfacció n en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer. Ese sentimiento de culpa es mudo
para el enfermo, que no se siente culpable sino que solo enfermo, exteriorizandose esta en una resistencia a la a
la curacion. El sentimiento de culpa normal se ubica en la tension entre el yo y el ideal del yo, es la expresion de
una condena del yo por su instancia critica, este sentimiento es cc de forma hiperintensa. Hay dos caminos por
el que el contenido del Ello puede penetrar en el Yo: uno es el directo, el otro a través del Superyo, el yo se
desarrolla desde la obediencia a la pulsion hacia su inhibicion, participando el ideal del yo como una forma
reactiva contra los procesos pulsionales del ello, a su vez, el yo sufre la amenaza de tres clases de peligros: del
mundo exterior, de la libido del Ello y de la severidad del Superyo, tres distintos tipos de angustia le
corresponden, ya que la angustia es la expresion de retirada frente al peligro, como ser fronterizo el Yo
pretende mediar entre el mundo y el Ello, hacer que el Ello obedezca al mundo y que el mundo cumpla los
deseos de él. Es el auxiliador del Ello, pero también es su siervo.
El yo mediante su trabajo de identificació n y sublimació n, presta auxilio a las pulsiones de muerte para
dominar a la libido, pero cae en el peligro de sucumbir a ellas. A fin de prestar ese auxilio, él mismo tuvo que
llenarse con libido, y devenir subrogado del Eros, pero como la sublimació n tiene por consecuencia una
desmezcla pulsional y liberació n de Thá natos sobre el Superyo, su lucha contra la libido lo expone al peligro del
maltrato y de la muerte. Amenazado por los 3 tipos de peligro, el yo desarrolla el reflejo de huida retirando su
propia investidura de la percepció n amenazadora y creando angustia, siendo relevada por investiduras
protectoras (como la fobia). Frente al Superyo el Yo produce la angustia de la conciencia moral, del ser superior
que se convirtio en ideal del yo estuvo la amenaza de castraccion que es el nú cleo en torno al cual se deposita
esta angustia de la conciencia moral. Separar la angustia de muerte de la angustia de objeto y de la angustia
neurotica, se logra a traves de que el yo de de baja su investidura libidinal narcisista y se resignase a si mismo
como otro objeto, donde aparece la angustia de muerte entre el yo y el syo. Se sabe de esta angustia de muerte a
traves de 2 condiciones, como una reaccion frente a un peligro externo y como un proceso interno, donde el yo
se resigna asi mismo porque se siente odiado por el syo  (vivir es ser amado por el syo) esta situacion estaba en
la angustia de nacimiento y la angustia infantil de añ oranza, esta angustia de muerte y la angustia de cc moral
puede  ser entendida como un procesamiento de la angustia de castraccion.

Inhibición, síntoma y angustia (1926)


IV. El caso de Hans (no quiere andar en la calle porque tiene angustia frente al caballo), se trata determinada
expectativa de angustiada, el caballo lo mordera, este contenido se sustrae de la cc y se sustituye por fobia, que
es el intento de solucion al conflicto desenlazado por una actitud edipica de celos y hostilidad hacia el padre,
que generaba un conflicto ambivalente de amor y odio. En este una de las dos mociones (la tierna) se refuerza
mientras que la otra desaparece, esto permite crear la formacion reactiva. Si Hans mostrara angustia frente al
padre no se produciria la neurosis, la fobia aparece por la sustitucion de la representacion del padre por el
caballo, este desplazamiento es el SINTOMA, mecanismo que permite tramitar el conflicto ambivalente sin una
formacion reactiva, todo desplazamiento se ve posibilitado por la circunstancia de que las huellas innatas del
totemismo estan cerca, es decir, el conflicto de ambivalencia desliza una de sus mociones hacia un objeto
sustitutivo. La desfiguracion en que consiste el sintoma no se da  en el contenido de la mocion pulsional por
reprimir si no que es una reaccion frente a lo desagradable.
La representacion de ser devorado por el padre es la expresion de una mocion  tierna pasiva “ser amado por el
padre como objeto” en el sentido de erotismo genital, la mocion genital no deja ver su proposito tierno. Estas
dos mociones pulsionales (agresion sadica hacia el padre y la actitud pasiva tierna frente a el) forman un
opuesto que se cancela mediante la fobia, cancelando tambien la investidura de objeto-madre tierna, es un
proceso represivo que afecta al complejo de edipo. La represion no es el unico metodo del yo para defenderse
de una mocion pulsional desagradable, puede llevar la pulsion a la regresion y dañ arla de manera mas
energetica. El motor de la represion es la angustia frente a una castraccion, es por esta angustia que resigna el
odio hacia el padre (la angustia de que el caballo lo castre) y tambien renuncia por angustia al deseo de ser
amado por el padre, entiende por premisa que sacrificaria sus genitales, que lo diferencian de la mujer. Es decir,
el motor de la represion es la angustia frente a la castraccion, donde los contenidos angustiantes son remplazos
desfigurados de ser castrado por el padre.
El afecto. angustia de la fobia proviene de lo represor mismo, la angustia crea a la represion, antes sustentaba
la tesis de que por obra de la represion la agencia representante de la pulsion es desfigurada, desplazada,
generando que la libido de la mocion pulsional se mude en angustia (2 version de la angustia), es a traves de la
fobia que esta no se corrobora, siendo la angustia, la angustia a la castraccion del yo, en esta la actitud
angustiada del yo es lo primario y es el impulso para la represion (3 version), la angustia no proviene de la
libido reprimida. En la primera version de la angustia el coitus interruptus, la excitacion frustranea provocan
estallidos de angustia, eso sucede siempre que la excitacion sexual es inhibida o desviada, mudandose la libido
en angustia por esas perturbaciones, esto sigue siendo valido.
V. (Neurosis obsesiva). En la histeria de conversió n no se presenta la angustia, los síntomas má s frecuentes
son procesos de investidura permanentes o intermitentes, sustituyen a un decurso excitatorio perturbado
concentrando toda la energía en ese fragmento, es decir, el dolor estuvo en la situacion que sobrevino a
represion, siendo la defensa frente a una accion que debio realizarse en ese momento pero fue inhibida.
En la neurosis obsesiva los síntomas son o prohibiciones negativas, medidas precautorias, o satisfacciones
sustitutivas con disfraz simbó lico. El enfermo consigue que sus sintomas den un significado opuesto al original.
De los sintomas obsesivos se dan dos ideas, la primera es que se da una lucha continua contra lo reprimido y
la segunda es que el yo y el superyo participan en la formació n de síntoma. La situació n inicial de la neurosis
obsesiva así como de la histeria es la defensa contra las exigencias libidinosas del complejo de Edipo. Cuando el
Yo da comienzo a sus intentos defensivos se propone como meta rechazar la organizació n fá lica hacia el estadio
anterior sá dico-anal, el estadio fá lico se ha alcanzado en el momento del giro hacia la neurosis obsesiva.
La regresió n se puede explicar por una desmezcla de pulsiones, en la segregació n de los componentes
eró ticos que al comienzo de la fase genital se habían sumado a las investiduras destructivas de la fase fálica. La
regresió n es el primer éxito del Yo en la lucha defensiva contra la exigencia de la libido, siendo el complejo de
castració n es el motor de la defensa y ésta cae sobre las aspiraciones del complejo de Edipo. La represió n es
só lo uno de los mecanismos de que se vale la defensa, ubicandose en el período de latencia, que se caracteriza
por el sepultamiento del complejo de Edipo, se consolida el Superyo y se levantan las barreras éticas del Yo. En
la neurosis obsesiva se le agrega la degradació n regresiva de la libido, el Superyo se vuelve particularmente
severo, el Yo desarrolla en obediencia al Superyo elevadas formaciones reactivas de la conciencia moral, la
compasió n, la limpieza. Se proscribe la tentació n a continuar con el onanismo de la primera infancia que se
apuntala en representaciones regresivas (sá dico-anales); todo onanismo sofocado fuerza en la forma de
acciones obsesivas una aproximació n cada vez mayor a su satisfacció n.
Junto a la represió n y la regresió n un nuevo mecanismo de defensa son las formaciones reactivas dentro del
Yo, que son exageraciones de la formació n normal del cará cter, mientras que el Superyo no puede sustraerse de
la regresió n y desmezcla de pulsiones del Ello.
En el período de latencia la defensa contra la tentació n onanista es la tarea principal que produce una serie de
síntomas que se repiten y presentan el cará cter de un ceremonial, la libido se coloca en los desempeñ os que
está n destinados a ejecutarse automá ticamente, la inclinació n a la repetició n.
En la pubertad la organizació n genital se reinstala y se vuelven a despertar las mociones agresivas iniciales y
un sector de las nuevas mociones libidinosas debe marchar por las vías que prefiguró la regresió n, y emerger
en condició n de propó sitos agresivos y destructivos. La lucha contra la sexualidad continú a bajo banderas
éticas, el yo se revuelve contra mociones crueles y violentas provenientes del Ello, (en realidad lucha contra
deseos eró ticos); el Superyo hipersevero se afirma en la sofocació n de la sexualidad.
La representació n obsesiva desagradable deviene conciente, pero antes ha atravesado la represió n, y ha
emergido desfigurado, como un sustituto de una imprecisió n onírica o vuelto irreconocible mediante un
absurdo disfraz. La represió n elimina el carácter afectivo y la agresió n aparece como un mero contenido de
pensamiento. El Superyo se comporta como si la moció n agresiva le fuera notoria en su verdadero texto y con
pleno cará cter de afecto, el Yo debe registrar un sentimiento de culpa y asumir una responsabilidad que no
puede explicarse. Por medio de la represió n el Yo se ha clausurado frente al Ello en tanto permanece accesible a
los influjos que parten del Superyo. Pero también hay neurosis obsesivas sin sentimiento de culpa, se ahorra
percibirlo mediante otra serie de síntomas, acciones de penitencia, etc. Tales síntomas significan al mismo
tiempo satisfacciones de mociones pulsionales masoquista reforzadas por la regresió n.
La tendencia general de la formació n de síntoma es entonces la satisfacció n sustitutiva a expensas de la
denegació n. El Yo cada vez má s limitado, paralizado en su voluntad, se ve obligado a satisfacer sus síntomas.
VI. Hay dos tecnicas del yo en la formacion del sintoma, por un lado esta el anular lo acontecido, mediante un
simbolismo motor quiere hacer desaparecer al contenido mismo  y por otro lado esta el aislarlo. La primer es
prevenir, tomar la precausion para que no se repita algo determinado, en la neurosis se cancela el pasado, se
reprime por via motriz, esto se puede explicar  por la compulsion de repeticion, lo acontecido con el deseo es
anulado y se repite de una forma distinta. El aislamiento cae en la esfera motriz y consiste en que despues de un
suceso desagradable una actv significativa realizada por el sujeto se da una pausa que no permite que suceda
nada mas.
VII. Caso del pequeñ o Hans: En las zoofobias el Yo procede contra una investidura de objeto libidinosa del Ello
(del complejo de Edipo positivo o negativo) porque ceder a ella procura la castració n, la corriente tierna (hacia
la madre) es eró tica, la agresiva (hacia el padre) depende de la pulsió n de destrucció n. En las neurosis el Yo se
defiende de las exigencias libidinosas. Tras la formació n de la fobia la ligazó n con la madre ha sido reprimida y
la formació n sintomá tica es una sustitució n en torno de la moció n agresiva.
En el desarrollo libidinal el sadismo es un subrogado de la pulsió n de agresividad. Las pulsiones vienen
siempre ligadas en diversas proporciones de mezcla, nunca estan forma pura. La investidura sá dica de objeto
también es libidinosa y la moció n agresiva puede ser sujeto de represió n del mismo modo que la libidinosa
eró tica.
Tan pronto como se ve el peligro a la castració n el Yo da la señ al de angustia e inhibe el proceso de
investidura amenazador del Ello a través de la instancia placer-displacer, la angustia de castració n recibe otro
objeto y una expresió n desfigurada (ej: ser mordido por el lobo en vez de ser castrado por el padre). La
formació n sustitutiva esquiva un conflicto de ambivalencia (el padre es un objeto amado y temido), y suspende
el desarrollo de la angustia, impone al Yo una limitació n, produce una inhibició n. El peligro pulsional lo es
porque conlleva un auténtico peligro exterior: la castració n. La fobia sustituyó un peligro exterior por otro, el
hecho de que el yo pueda sustraerse de la angustia a traves de una evitacion o de sinto,a-inhibicion se une con
la idea de que esa angustia es una señ al- afecto y nada cambió econó micamente. La angustia es una reaccion
afectiva del yo frente al peligro  ( la castraccion) permaneciendo  inconsciente y solo deviene conciente la
desfiguració n, siendo esta la diferencia con la angustia realista.
El yo no se conforma con una renuncia, hace una regresion temporal a los añ os de la infancia nace bajo la
condicion que se puede omitir la renuncia. La fobia se establece después que se vivencia en un circunstancia un
primer ataque de angustia y reaparece cuando no se puede observar la condició n protectora. En la neurosis el
motor de la formacion de sintoma es la angustia del yo frente a su superyo, peligro es al castigo del Superyo eco
del castigo de castració n (interiorizado). El Superyo es el padre apersonal; la angustia se ha transmudado en
angustia social o de la conciencia moral del cual el Yo se sustrae cumpliendo ciertos preceptos. La angustia es la
reacció n frente a la situació n de peligro y el Yo se la ahorra evitando la situació n, los síntomas son creados para
evitar la situació n de peligro que es señ alada mediante el desarrollo de angustia (este peligro era la castraccion
o su derivado).
En el inconsciente no hay nada que pueda dar contenido a nuestro concepto de la aniquilació n de la vida. La
castració n representa ademá s la separació n de las heces y el destete, la angustia de muerte es análoga a esta, el
Yo reacciona por haber sido abandonado por el Superyo protector. A raíz de las vivencias que llevan a la
neurosis traumá tica es quebrada la protecció n contra los estímulos exteriores y en el aparato ingresan
volú menes hipertró ficos de excitació n, es decir, no se limita a una señ al-afecto sino que es también producido a
partir de las condiciones econó micas de la situació n. La angustia como señ al afecto de peligro es hacia la
pérdida; la primera pérdida es el nacimiento, la separació n de la madre (castración de la madre de acuerdo a la
ecuació n hijo = pene). Pero sin embargo la madre es aú n ignorada como objeto por el feto narcisista, el
nacimiento no es vivenciado subjetivamente como separació n.
VIII.  La angustia es el estado afectivo, una sensacion que tiene un caracter displacentero, este estado permite
el caracter displacentero especifico, acciones de descarga y percepciones de esta, en la base de la angustia hay
un aumento de la excitacion que permite un caracter displacentero que es alivianado por las descargas. En el
estado de angustia se reproduce una vivencia que reunió las condiciones para un incremento del estímulo como
el señ alado y para la descarga por determinadas vías; el nacimiento es una vivencia arquetípica, sin embargo
existe angustia sin el arquetipo del nacimiento. La angustia es una reacció n frente al peligro que se suscitará
cuando se presente un estado semejante, ya que en la situació n originaria la reacció n fue justificada. Hay dos
posibilidades de angustia, una desacorde con el fin, en una situacion nueva de peligro y la otra acorde al fin
para señ alarlo y prevenirlo.
En el nacimiento el peligro no es psíquico; el feto nota una perturbació n en su libido narcisista; grandes sumas
de excitació n irrumpen y producen displacer. Muchos ó rganos se conquistan elevadas investiduras, el neonato
repetira el afecto de angustia en las situaciones que le recuerden el suceso de nacimiento. Las fobias má s
tempranas no admiten reconducció n al acto del nacimiento, el apronte angustiado surge má s tarde y se
mantiene durante el desarrollo anímico. En el niñ o la angustia se produce cuando esta en la oscuridad y cuando
encuentra una persona ajena en lugar de la madre (obj de amor), es decir se extrañ a la persona amada, siendo
la imagen mnémica de la persona añ orada es investida intensivamente, al principio de forma alucinatoria. La
reacció n es frente a la ausencia del objeto (en la castració n el objeto es el falo, y en la angustia primordial la
separació n de la madre) porque sabe por experiencia que satisface sus necesidades; la situació n peligrosa  y de
la cual quiere resguardarse es la insatisfacion, es decir, es el aumento de la tensió n de necesidad frente a la cual
es impotente. La insatisfacció n en que las magnitudes de estímulo alcanzan un nivel displacentero sin que las
domine por empleo psiquico y descarga (no hay una ligadura), esto establece para el lactante una analogía con
la vivencia de nacimiento, la repetició n de la situació n de peligro, lo comun es la perturbació n econó mica por el
incremento de magnitudes de estímulo en espera de tramitació n, siendo este el nucleo genuino del peligro, en
ambos viene la reaccion de la angustia. La situació n peligrosa que recuerda al nacimiento, al ser resuelta por un
objeto exterior, se desplaza de la situació n econó mica a su condició n, la pérdida de objeto, ahora el peligro es la
ausencia de la madre, y el lactante da la señ al de angustia tan pronto ella se ausenta, antes que sobrevenga la
situació n econó mica temida, esta mudanza significa el progreso a la autoconservacion. La angustia es entonces
una señ al para evitar la situació n de peligro, hay una mudanza tambien a la angustia de castració n, la alta
estima narcisista por el pene se basa en la garantía de la reunió n con la madre con el coito, sustituyendo al
ó rgano por su propia persona, la privació n de éste produce una nueva separació n, y es quedar expuesto de
nuevo a una tensió n displacentera de la necesidad. La angustia de castracion se desarrolla como angustia de cc
moral, es el castigo del Superyo explicandose por angustia a la falta de amor de aquel, la ultima mudanza de la
angustia frente al superyo es frente a la angustia de muerte (siendo el Superyo representante del destino).
La angustia es un estado afectivo que só lo puede registrarla el Yo producto de procesos devenidos en el Ello
que pueden ser que active una de las situaciones peligrosas para el Yo y lo lleve a dar la señ al de angustia para
inhibirlo (condicionamientos a partir de la situació n de peligro primera), o que en él (Ello) se produzca una
situació n aná loga al trauma de nacimiento y la angustia sobreviene automá ticamente.
El desarrollo Yoico recibe cierta condició n de angustia de acuerdo a la fase en la que se encuentre: en la etapa
oral el desvalimiento se adecua al periodo de inmadurez del yo; en la anal la pérdida de objeto a la falta de
autonomia de los primeros añ os de la niñ ez; en la fá lica la castració n y en el período de latencia la angustia
frente al Superyo.  Estas situaciones de peligro pueden pervivir y mover al yo a reaccion de angustia, la angustia
de castraccion es el unico motor de los procesos defensivos que llevan a la neurosis, en la mujer se trata de la
perdida de amor de parte del objeto, la perdida de amor como condicion de angustia tiene un rol similar a la
amenaza de castraccion y a la angustia frente al superyo.  
XI. “Adenda”
A. Modificación de opiniones anteriores
a. Resistencia y contrainvestidura: la represió n reclama un gasto permanente, sino la moció n reprimida
que recibe aflujos continuos desde sus fuentes retomaría el mismo camino que tuvo que desalojar y
debería repetirse indefinidamente, la naturaleza de la pulsió n exige asegurar al Yo su acció n defensiva
mediante un gasto continuo: resistencia. La contrainvestidura, necesaria para la resistencia, presupone
una alteració n del Yo como formación reactiva en el interior del mismo, por refuerzo a la actitud
opuesta a la orientació n pulsional que ha de reprimirse.
La moció n pulsional reprimida puede ser  investida (activada) nuevamente desde adentro por refuerzo de la
pulsió n y desde afuera por la percepció n del objeto deseable para la pulsió n. La contrainvestidura se dirige
preferentemente hacia fuera para evitar situaciones en que la percepció n puede emerger.
La resistencia la opera el Yo por sus contrainvestiduras, está misma es ICC por su  relació n con  lo reprimido.
La reelaboració n es el empeñ o en deshacer las represiones una vez formado el designio de resignar sus
resistencias, tras cancelar las resistencias yoicas  es necesario superar la compulsió n de repetició n, la atracció n
de los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido, ese factor es una resistencia del Ello (de lo
ICC).
Hay cinco clases de resistencias que vienen de tres lados: las Yoicas que son la resistencia de represión, la
resistencia de  transferencia (que consigue reanimar la represió n mediante acciones hacia el analista) y la
ganancia de la enfermedad (integració n del síntoma en el Yo); del Ello la resistencia reelaboración; y del
Superyo la consciencia de culpa o necesidad de castigo (se opone al éxito o la curación).
b. Angustia por transmudació n de libido: La vieja concepció n de la angustia rezaba que ésta era provocada
por el Yo bajo las condiciones del displacer; en términos econó micos, la libido desautorizada o no
aplicaba hallaba una descarga directa, siendo la angustia una repetició n del trauma de nacimiento, y cada
nuevo afecto de angustia es una forma de abreaccionarlo. Pero el nacimiento no se presenta en realidad
como un trauma para el feto, sino que es un arquetipo de las situaciones posteriores de peligro. La
angustia de nacimiento sería el arquetipo de un afecto que debía compartir los destinos de otros afectos.
Habría una angustia involuntaria, automá tica, en situaciones aná logas a las originarias como reacció n
inadecuada a fines; o el Yo adquiriría poder sobre él y lo reproduciría como una alerta frente al peligro
para convocar la intervenció n del mecanismo placer-displacer, como acció n acorde a fines, de acuerdo a
las necesidades.
b. Represió n y defensa: La defensa es la designació n general del que el Yo se vale en sus conflictos que
llevan a la neurosis para proteger al Yo frente a exigencias pulsionales, y la represión es solo uno de los
métodos de defensa.
B. Complemento sobre la angustia
La angustia tiene una relació n con la expectativa, es angustia ante algo indeterminado y ausencia de objeto.
Cuando halla un objeto no es angustia sino miedo.
El peligro realista es uno que anoticiamos y la angustia realista la sentimos frente a ésta clase de peligro, en
cambio la angustia neuró tica lo es ante un peligro del que no tenemos noticia, un peligro neuró tico es un
peligro pulsional. En el peligro realista hay dos reacciones: una afectiva (estallido de angustia) y una protectora,
lo mismo que con el peligro pulsional, hay casos que tienen caracteres de angustia realista y neurotica, donde el
peligro es real pero la angustia es desmedida, lo significativo frente a la situació n de peligro es nuestro
desvalimiento frente al material de ese peligro real o psíquico en el caso pulsional, una situació n de
desvalimiento vivenciada es traumática. Las situaciones traumá ticas se prevén; en la situación de peligro se
contiene la condició n de esa expectativa ( hay ausencia de objeto), en ella se da la señ al de angustia, se anticipa
(por analogía o expectativa) y se comporta como si estuviera ahí, cuando todavía se está a tiempo. La angustia
es expectativa del trauma y repetició n amenguada de él. La expectativa del trauma corresponde a la situació n
de peligro, y la repetició n amenguada a la situació n traumá tica con ausencia de objeto.
La situació n de peligro es la situació n de desvalimiento discernida, recordada y esperada; la angustia es la
reacció n originaria frente al desvalimiento en el trauma, que el Yo lo repite, de manera activa para guiar de
forma autó noma su decurso, el niñ o  reproduce en el juego situaciones penosas transformá ndolas de pasivas a
activas y domina psíquicamente sus impresiones.
El peligro realista amenaza desde un objeto externo, mientras que el neurotico desde una exigencia pulsional,
en la forma en que la exigencia pulsional es real puede reconocerse a la angustia neurotica, la relacion entre la
angustia y la neurosis lleva a que el Yo se defienda del peligro pulsional del mismo modo que del peligro real
externo, pero esto desemboca en la neurosis a consecuencia de una imperfecció n del aparato anímico. A su vez
la exigencia pulsional es peligrosa porque conlleva un peligro externo, porque su satisfaccion llevaria a un
peligro externo, ya que ese peligro interno representa uno externo, concidiendo el peligro externo e interno.
C. Angustia, dolor y duelo
El lactante siente angustia frente al peligro de pérdida de objeto (cuando la madre se ausenta). La situació n
en que extrañ a a la madre es no peligrosa sino traumática, se vuelve tal al registrar una necesidad que la madre
debe satisfacer, cuando esa necesidad no es actual se muda en situació n de peligro. La primera condició n de
angustia que el Yo introduce es la pérdida de la percepción (equiparada a la pérdida de objeto), ná s tarde
aprende que el objeto permanece pero puede hacerse malo, entonces el nuevo peligro y nueva condició n de
angustia será la pérdida de amor. La situació n traumá tica de la ausencia de la madre se diferencia en un punto
de la situació n traumá tica de nacimiento ya que no existía objeto que pudiera extrañ arse, la angustia era la
ú nica reacció n posible. Repetidas satisfacciones crearon el objeto de la madre que en caso de despertarse la
necesidad es investido creando una añoranza. El dolor es una reacció n frente a la pérdida de objeto, la angustia
lo es frente al peligro que esa pérdida conlleva y se desplazamiento al peligro de la pérdida en sí.
El dolor nace cuando un estímulo perfora la protecció n antiestímulo y actú a como un estímulo pulsional
continuo frente al cual no hay reacció n motriz adecuada, a raíz del dolor se genera una investidura elevada
narcisista en el lugar doliente del cuerpo, es investudura aumenta y crea sobre el yo un efecto de vacio.. La
intensa investidura de añ oranza en continuo crecimiento crea las mismas condiciones econó micas que la
investidura de dolor del lugar lastimado; el paso del dolor corporal al anímico corresponde a la mudanza de
investidura narcisista en investidura de objeto.  Si la sensacion de displacer que nace lleva el caracter de dolor,
en vez de exteriorizarse en forma de angustia. El duelo se genera bajo el influjo del examen de la realidad que
exige separarse del objeto porque ya no existe, debe realizar ese retiro del objeto de todas las situaciones en las
que el objeto tuvo una investidura elevada.

Conferencia 32: Angustia y vida pulsional (1933)


La angustia es un estado afectivo, que reune determinadas sensaciones de la serie placer-displacer con las
correspondientes inervaciones de descarga y su percepció n. El nacimiento es el evento que deja tras sí esa
huella afectiva, la primera angustia es por los cambios en la actividad tó xica, luego se dif  la angustia realista
que se produce frente al peligro real, un dañ o esperado de afuera, está al servicio de la autoconservació n;
mientras que  la neuró tica en cambio es enigmá tica, carente de fin. La angustia realista produce un estado de
atenció n sensorial incrementada y tensió n motriz que se llama apronte angustiado. A partir de ese estado se
desarrolla la reacció n de angustia, dandose dos desenlaces o el desarrollo de angustia, la repetició n de la
antigua vivencia traumá tica, se limita a una señ al para desembocar en la huida, o lo antiguo prevalece, toda
reacció n se agota en el desarrollo de angustia y el estado afectivo resultará paralizante y desacorde con el fin.
La angustia neuró tica puede ser: un estado de angustia libremente flotante, pronta a enlazarse de manera
pasajera con cada nueva posibilidad que nazca(angustia expectante); ligada firmemente a determinados
contenidos de representació n en las fobias; y la angustia histérica que acompañ a a síntomas o emerge de
manera independiente como ataque, sin que haya un fundamento en un peligro externo.
La expectativa angustiada tiene una relacion con la economía de la libido en la vida sexual, esta se  provoca
con una excitació n pero no se satisface, en reemplazo de esta libido desviada de su aplicació n emerge la
angustia, la angustia a la soledad es despertada por la añ oranza a la madre, el niñ o no puede dominar la
excitacion libidinosa y la muda en angustia, esta angustia infantil es neurotica, la cual se genera por
transmudació n directa de la libido producto de la represió n de la representació n que es desfigurada hasta
volverse irreconocible, y cuyo monto de afecto es mudado en ésta.
Angustia y síntoma ambos se subrogan y relevan entre sí, siendo los sintomas creados para evitar el estallido
de angustia, en el caso de la fobia esta inicia su historia patoló gica con un ataque de angustia, este peligro
interior se transpone en un peligro externo, repite su historia frente al mismo objeto del cual crea una
inhibició n, una limitació n funcional del Yo, y por esa vía se ahorra el ataque de angustia. En el síntoma, a su vez,
si impide al enfermo manifestarse (ej. su ceremonial), cae en un estado de angustia del cual su síntoma lo
protegía. Aquello a lo cual se tiene miedo en la angustia neuró tica es a la propia libido. A diferencia de la
angustia real el peligro es interno, y no se discierne concientemente, la angustia se genera porque la libido se ha
vuelto inaplicable.
El Yo es el ú nico almácigo de la angustia, y cada una corresponde a los tres vasallajes del yo: respecto del
mundo exterior (realista), del Ello (neuró tica), y del Superyo (conciencia moral). La funció n de la angustia señ al
indica una situació n de peligro, en la histeria de angustia se trata de la represió n típica de las mociones de
deseo provenientes del complejo de Edipo, la investidura libidinosa del objeto madre se muda en angustia por
la represió n y se presenta como anudada al sustituto padre, no es la represió n la que crea la angustia, sino ésta
primero, es decir, la angustia crea la represion. El varoncito siente angustia ante una exigencia de su libido, ante
el amor de su madre (angustia neurotica), pero ese enamoramiento le aparece como un peligro interno del que
debe sustraerse mediante la renuncia a ese objeto, porque provoca un peligro externo. El peligro real, externo,
es la amenaza de castración, la pérdida de su miembro, en el curso de su fase fá lica, en la época de onanismo, el
castigo encuentra refuerzo filogenético, siendo la angustia de castració n uno de los motores de la represió n. En
la mujer aparece la angustia a la pérdida del amor que se continú a a la angustia del lactante cuando extrañ a a su
madre, si la madre le saca el amor al hijo, la satisfaccion de sus necesidades no es segura, quedando expuesto a
los sentimientos de tension, esta condicion repite en el fondo la angustia de nacimiento que llevo una
separacion con la madre (la castració n es también la imposibilidad de reunificació n con la madre o su
sustituto). A cada fase le corresponde una condició n de angustia: peligro del desvalimiento psíquico, peligro de
la pérdida de objeto de amor, la heteronomía de la primera infancia, el peligro de la castració n, y la angustia al
superyo. Con el tiempo las situaciones peligrosas son desvalorizadas por el fortalecimiento del yo, pero só lo de
forma incompleta, la angustia ante el syo no se elimina porque es importante en las relaciones sociales como
angustia de la cc moral, los neuró ticos permanecen infantiles en su conducta hacia el peligro y no han superado
condiciones de angustia anticuadas.
La angustia crea la represion y una situacion pulsional se traslada a una situacion de peligro exterior, el Yo
nota que la satisfacció n de una exigencia pulsional emergente convocaría una de las situaciones peligrosas, esa
investidura debe ser sofocada el yo incluye la moció n pulsional en su organizació n, el caso de la represion es
cuando la mocion pulsional es nacida en el ello, por lo que el yo se siente endeble y recurre a una técnica
idéntica al pensar normal, con pequeñ os volú menes de investidura dirige una investidura el yo anticipa la
satisfaccion de la mocion pulsional y le permite reproducir las sensaciones de displacer que son de la situacion
de peligro, poniendo en automatismo el principio de placer-displacer que lleva a cabo la represió n de la moció n
pulsional peligrosa. Puede suceder que el ataque de angustia se desarrolle plenamente y el yo se retire de la
excitació n chocante, o en vez de salir al encuentro con una investidura tentativa, lo hace con una
contrainvestidura que se crea con la energía de la moció n reprimida para la formació n de síntomas, o es
recibida en el Yo como formació n reactiva. El principio de placer-displacer rige los procesos en el interior del
Ello provocando alteraciones profundas en la moció n pulsional, en muchos casos la moció n pulsional reprimida
retiene su investidura libidinal, y persista en el ello bajo la presion del yo; otras veces su libido es conducida
por otras vías, cuando el Complejo de Edipo es destruido dentro del Ello, bajo el influjo del mismo conflicto que
fue iniciado por la señ al de angustia.
El Yo es endeble frente al Ello, se empeñ a en llevar a cabo sus ó rdenes, ese Yo es parte del Ello mejor
organizada, orientada hacia la realidad. El Yo influye sobre los procesos del Ello cuando por medio de la señ al
de angustia pone en actividad el principio placer-displacer, inmediatamente vuelve a mostrar su endeblez,
renunciando mediante la represió n a un fragmento de su organizació n, consintiendo que la moció n pulsional
reprimida permanezca sustraída a su influjo de manera duradera.
La angustia neuró tica se ha mudado en angustia realista, pero no es el dañ o de la persona de forma objetiva,
porque es a nivel anímico; lo esencial en el nacimiento como en cualquier otra situació n de peligro es que
provoque en el vivenciar anímico un estado de excitació n de elevada tensió n que sea sentido como displacer y
del cual uno no pueda liberarse por vía de descarga, se llama factor traumático a un estado así, en que fracasan
los empeñ os del principio de placer, y a través de la serie angustia neuró tica- angustia realista- situació n de
peligro se llega a la conclusió n que la angustia es la emergencia de un factor traumático que no puede ser
tramitado según la norma del principio de placer. El principio de placer no nos resguarda de dañ os objetivos,
sino só lo de nuestra economía psíquica, y éste está lejos de la pulsió n de autoconservació n, pero solo la
magnitud de la suma de excitació n convierte a una impresió n en factor traumá tico, paraliza la operació n del
principio de placer y confiere su significatividad a la situació n de peligro. Por lo tanto las represiones
originarias nacen directamente del encuentro del Yo con una exigencia libidinal hipertró fica proveniente de
factores traumá ticos, y crean la angustia como algo nuevo. En “inhibició n…” la angustia era la descarga directa
del exceso de libido; ahora la angustia es tiene un doble origen: consecuencia directa del factor traumá tico (lo
no ligado/ automatica) y como la señ al de que amenaza la repetició n de un factor así.
Pulsiones. El individuo sirve a dos propó sitos: la autoconservació n y la de la especie. Posee pulsiones Yoicas
(todas las que tienen que ver con la conservació n y el engrandecimiento de la persona) y las sexuales (aquellas
que exigían la vida sexual infantil y perversa), el Yo es el poder limitante, represor y las aspiraciones sexuales lo
reprimido, cuya energía es la libido.
La pulsió n proviene de fuentes de estímulo dentro del cuerpo, actú a con una fuerza constante, esta posee
fuente, objeto y meta. La fuente es un estado de excitació n corporal; la meta la cancelació n de la excitació n; y en
el camino entre la fuente y la meta la pulsió n adquiere eficacia psíquica, las metas pulsionales pueden ser
activas o pasivas, esta puede alcanzarse en el cuerpo propio o en un objeto externo. Mociones pulsionales de
una fuente pueden acoplarse a las de otra y compartir su destino, una satisfacció n puede ser sustituida por otra.
También el vínculo con la meta y el objeto pueden variar por otros, esta modificació n de la meta y el cambio de
vía de objeto es la sublimació n, hay pulsiones de meta inhibida, que se detienen en el camino hacia la
satisfacció n.  
Las pulsiones sexuales son plá sticas, capaces de cambiar de vía sus metas, admiten subrogaciones dejá ndose
sustituir una satisfacció n pulsional por otra. Las pulsiones de autoconservació n en cambio no admiten
diferimiento, son imperativas y tienen una relacion distinta con la represion y la angustia.
La funció n sexual se produce por pulsiones parciales provenientes de distintas partes del cuerpo que con
independencia buscan por alcanzar una satisfacció n y la hallan en el placer de ó rgano, no todas estas pulsiones
será n recibidas en la organizació n definitiva de la funció n sexual; muchas será n dejadas de lado por
inutilizables, mediante represió n; algunas será n desviadas de su meta y aplicadas como refuerzo de otras
mociones; otras sirven para la producció n de un placer previo. Hay varias fases de la organizació n provisional,
pregenitales (oral, sá dico-anal, fálica) y la genital, para la organizació n sexual definitiva que se establece tras la
pubertad y en la cual los genitales femeninos hallan el reconocimiento que los masculinos habían conseguido
antes. En la fase sá dico-anal hay dos estadios: en el anterior reinan las tendencias destructivas de aniquilar y
perder, y en el posterior de guardar y poseer, en la mitad nace el miramiento hacia el objeto como precursor de
una posterior investidura de amor. También la fase oral posee subestadios: el primero es la incorporació n oral,
en el segundo relacionado con el morder (sá dico-oral).
El ano corresponde a la boca que ha migrado hacia abajo con la desvalorizacion de la propia caca, el interés
pulsional de la caca traspasa a objetos que pueden darse como regalo (la caca es el primer regalo del que se
desprende por amor a su cuidadora), de forma análoga al cambio de vía del significado en el lenguaje, el interés
por la caca se transpone en el aprecio al oro y el dinero, y también hace su contribució n a la investidura afectiva
del hijo y del pene, siendo la defecació n el arquetipo del acto de nacimiento, el pene le aparece al niñ o como
algo separable del cuerpo (cuando toma noticia que no todos lo poseen) y lo sitú a en analogía con el
excremento (primer fragmento de corporeidad al que debió renunciar), ambos son  tratados como
equivalentes, subrogados mediante símbolos comunes. En la niñ a el deseo de tener un pene se transforma en
deseo de tener un hijo. Todos influyen en la formació n de cará cter anal, en donde orden ahorro, terquedad son
consecuencia de que el erotismo anal no haya sido elaborado hasta su acabamiento.
El yo es reservorio de libido, del que parten las investiduras libidinosas de los objetos y regresan, mientras
gran parte permanece continuamente dentro del yo, transformandose todo el tiempo la libido yoica en libido de
objeto y viceversa. Por lo tanto no son de diferente naturaleza, donde la libido puede designarse a la energía
psíquica en general.
Las pulsiones sexuales (Eros) se oponen a las pulsiones de agresió n, cuya meta es la destrucció n, el supuesto
de pulsion de agrecion se crea en la base del masoquismo y sadismo, este es cuando la satisfacció n sexual se
anuda a la condició n de que el objeto sexual padezca dolores, maltratos y humillaciones, y masoquismo cuando
la necesidad consiste en ser uno mismo ese objeto maltratado, ambos consisten en una  mezcla entre ambas
clases de pulsió n, del Eros con la agresivas, las pulsiones eró ticas introducirá n la diversidad de sus metas
sexuales, y las otras consentirá n disminucion de su tendencia (agresiva), las mezclas pueden descomponerse, y
tales desmezclan tendrá n las má s graves consecuencias para la funció n.
El masoquismo, ademá s de su meta sexual, es una aspiració n que tiene por meta la destrucció n de sí mismo,
el Ello incluye originariamente todas las mociones pulsionales, por lo tanto el masoquismo es má s antiguo que
el sadismo, que es la pulsió n de destrucció n vuelto hacia fuera, la pulsion de destruccion puede estar en el
interior con dos condiciones: que se conecte con pulsiones eroticas para crear el masoquismo o se vuelva hacia
el mundo exterior como agresion. Las pulsiones muestran unos afanes por reproducir un estado anterior; en el
momento en que uno de estos estados ya alcanzados sufre una perturbació n, nace una pulsió n a recrearlo y
produce la compulsió n de repetició n, que muestra la naturaleza conservadora de las pulsiones, las vivencias
reprimidas de la primera infancia se repiten en sueñ os y reacciones, y especialmente en la transferencia,
contrariando al principio de placer, esta compulsion de repeticion se impone más allá del principio de placer. Si
alguna vez la vida surgió de la materia inanimada, tiene que haber nacido una pulsió n que quisiera volver a
cancelarla reproduciendo el estado inorgá nico, siendo esta la autodestrucció n, o pulsión de muerte que
contrarían el afá n de las pulsiones de vida/ eroticas(de aglomerar cada vez má s sustancia viva en unidades
mayores) sino que reconducen a lo vivo al estado inorgá nico. De la acció n eficaz conjugada y contraria de
ambas surgen los fenó menos de la vida. Por lo tanto la pulsió n de muerte se pone al servicio del Eros y vuelta
hacia fuera se expresa como agresió n.
La necesidad inconsciente de castigo que acompañ a toda neurosis se comporta como un fragmento de la
conciencia moral, y corresponde a una porció n de agresió n interiorizada y asumida por el Superyo, una parte
de la agresió n vuelta hacia el mundo exterior regresa y es ligada por el Superyo y vuelta sobre el Yo como
sentimiento inconsciente de culpa; otra parte permanece muda como pulsió n de destrucció n libre en el Yo y el
Ello. En la institució n primera del Superyo se uso el fragmento de agresió n hacia los padres que el niñ o no pudo
descargar a consecuencia de su fijació n de amor, así como de las dificultades externas, aquellas personas en que
este sentimiento es muy potente tendrá n una reacció n terapéutica negativa: la solució n de un síntoma produce
un refuerzo momentá neo del mismo y del padecimiento.
Nuestra cultura se ha edificado a expensas de las aspiraciones sexuales inhibidas, reprimidas y utilizadas
para nuevas metas (sublimadas), las limitaciones pulsionales que se imponen significan una carga psiquica,
donde el yo no se siente bien cuando se lo sacrifica a las necesidades de la sociedad, teniendo que someterse a
las tendencias destructivas que habria dirigido hacia otros.

Pegan a un niño (1919)


La representació n-fantasía pegan a un niñ o está unida a una satisfacció n onanista de cará cter compulsivo,
sentimientos placenteros que se crearon en periodos tempranos. Cuando el niñ o co-presencia como otro es
azotado, puede convocar aquellas fantasías presentes en la vida anímica. La representació n-fantasía “un niñ o es
azotado” es investido con elevado placer y desemboca en un acto de satisfacció n autoeró tica.
II. Una fantasía así que emerge a raíz de ocasiones casuales y se retiene para la satisfacció n autoeró tica es un
rasgo primario de perversió n. Uno de los componentes de la funció n sexual se anticipa a los otros y se vuelve
autó nomo fijá ndose y sustrayéndose del desarrollo. Puede caer bajo la represió n, ser sustituida por una
formació n reactiva, ser sublimada o convertirse en perversió n. La impresiones fijadoras carecían de fuerza
traumá tica, pero su significatividad se encuentra en que dan a esos componentes sexuales prematuras una
ocasió n para adherirse.
III. Es en el periodo de la infancia que abarca de los dos a cuatro añ os cuando los factores libidinosos son
despertados por las vivencias y ligados, esta fantasía de paliza tiene una historia evolutiva en cuyo desarrollo
cambia su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto, contenido y significado.
1° fase: el niñ o azotado nunca es el fantaseador, siempre es otro, casi siempre un hermanito. En esta fantasía
sá dica el que pega no es el fantaseador sino un adulto, donde luego se vuelve reconocible como el padre, en esta
fase se formula el padre pega al niño que yo odio.
2° fase: Entre la primera y segunda fase se dan modificaciones donde sigue pegando el padre, pero el niñ o
deviene el fantaseador mismo, la fantasía se ha teñ ido de placer. Yo soy azotado por el padre, teniendo un
carácter masoquista. No ha existido realmente, no es recordada ni puede devenir consciente, es una
construcció n del aná lisis.
3° fase: Esta fase se aproxima de a la primera fase, la persona que pega es investida por un subrogante del
padre/ o es indeterminado, mientras que la persona propia del niñ o no aparece en la fantasía, y ahora son
muchos niñ os, el azotar mismo puede ser sustituido por humillaciones, la fantasía tiene una excitació n sexual y
procura la satisfacció n onanista.
IV. La niñ a está fijada tiernamente al padre y posee junto con esto una actitud de odio y competencia hacia la
madre. La fantasía de paliza no se anuda a la relació n con la madre, está n los otros hijos  con quienes debe
compartir el amor de los padres, donde ser azotado significa una destitució n del amor y una humillació n, es una
representació n agradable que el padre azote a este niñ o odiado, que el padre le pegue significa que no lo ama a
él, sino “só lo a mí”, es este el significado de la fantasía de paliza de su primera fase. En la primera fase satisface
los celos y la dependencia amorosa, recibe apoyo de sus intereses egoístas. En esta prematura elecció n de
objeto del amor incestuoso, la vida sexual del niñ o alcanza el estadio de la organizació n genital, los genitales
han iniciado su papel en el proceso excitatorio, el deseo del niñ o  de tener un hijo con la madre y en la niñ a el de
recibir un hijo del padre son constantes, estos enamoramientos incestuosos luego son reprimidos a raíz de
desengañ os consecuencia de la falta de un cumplimiento  anhelado, porque los niñ os entran en una nueva fase
de desarrollo en la que deben repetir la represió n de la elecció n incestuosa de objeto. Lo que estuvo presente
icc como resultado psíquico de las mociones incestuosas de amor no es recibido por la cc de la nueva fase y lo
que de eso devino a cc es esforzado afuera, al mismo tiempo aparece una conciencia de culpa unida a los deseos
incestuosos y justificada para la perduracion icc. La fantasía de la época de amor incestuoso era “mi padre me
ama só lo a mí pues al otro niñ o le pega”. La conciencia de culpa produce una inversió n, la fantasía de la segunda
fase en la que es uno azotado por el padre, y deviene masoquista ( no te ama, pues te pega), la fantasía de la
segunda fase pasaría a ser la expresió n de la cc de culpa ante la cual cae el amor por el padre es la conciencia de
culpa la que transforma el sadismo en masoquismo. En estos niñ os se ve un retroceso  a la organizació n
pregenital sá dico-anal de la vida sexual, cuando la represió n afecta la organizació n recién alcanzada tiene como
consecuencia que toda subrogació n psíquica del amor incestuoso se vuelve icc y la misma organizació n genital
tiene un rebajamiento regresivo “El padre me ama” se transforma por medio de la regresió n en “el padre me
pega”. El ser azotado es una conjunció n entre conciencia de culpa y erotismo, es decir,  no só lo es un castigo por
la referencia genital prohibida sino su sustituto regresivo y recibe a partir de esta fuente su excitació n
libidinosa que se le unirá y se  descargara en actos onanistas, siendo la esencia del masoquismo.La fantasia de
segunda fase, la de ser uno mismo azotado por el padre permanece icc a consecuencia de la intensidad de la
represió n, la sustitució n de actividad por pasividad es el complemento de desfiguració n lo que protege a la
fantasía de permanecer icc por esta represió n. El onanismo estuvo gobernado al principio por fantasías icc que
luego se reemplazaron por unas cc, se entiende así la sustitució n a la fantasia de la tercera fase el niñ o, su
configuració n en donde el niñ o sigue apareciendo como espectador y el padre se conserva en un sustituto, la
fantasía es similar a la de la primera fase vuelto de nuevo al sadismo  “El padre pega a otro niñ o, só lo me ama a
mí” la primer parte posee el acento y la segunda es reprimida, de esta forma la fantasía es sá dica, la satisfacció n
que se gana con ella es masoquista, ya que su intenció n es tomar la investidura libidinosa de la parte reprimida
y la conciencia de culpa se une al contenido, es decir, los niñ os sustituyen la persona propia .
V. La perversió n es parte del proceso de desarrollo normal del niñ o; se refiere al amor incestuoso, al complejo
de Edipo que al ser quebrantado permanece como una secuela heredera de su carga libidinosa y poseedora de
su conciencia de culpa.
El complejo de Edipo es el nú cleo de la neurosis y la sexualidad infantil, que culmina en él, es la condició n
efectiva, cuyos restos son secuelas para la predisposició n a la neurosis. La fantasía de paliza y otras fijaciones
perversas son las cicatrices del complejo tras su expiració n como el complejo de inferioridad corresponde a la
cicatriz narcisista.
El masoquismo no es una exteriorizació n pulsional primaria sino una reversió n del sadismo hacia el Yo (hacia
la persona propia)  por regresió n del objeto al Yo. Pulsiones de meta pasiva son dadas desde el comienzo, pero
al masoquismo ademá s de esto hay que agregarle el carácter de displacer. El sadismo se muda en masoquismo
bajo el influjo de la conciencia de culpa durante la represió n, la represió n se exterioriza en tres clases de efectos
efectos: vuelve inconsciente el resultado de la organizació n genital; le provoca la regresió n al estadio sá dico-
anal (gracias a la endeblez de la organizació n genital); muda su sadismo en el masoquismo pasivo, narcisista,
produciendo este ú ltimo porque a la conciencia de culpa le escandaliza tanto el sadismo como la elecció n
incestuosa de objeto. Esa cc de culpa se refiere al onanismo de la primera infancia, refiriéndose a la fantasía que
está icc, proveniente del complejo de edipo. La significatividad de la tercera fase sá dica de la fantasía de la
paliza posee una excitació n que la fuerza al onanismo , pero la má s importante es la segunda fase icc y
masoquista, el ser uno mismo azotado por el padre, porque continú a su acció n eficaz por medio de la que la
sustituya y también se observan en el carácter de forma icc.
VI. La fantasía de la niñ a recorre tres fases,la primera y la ú ltima cc, sá dicas en las cuales el niñ o azotado es
un otro, la segunda fase masoquista tiene como contenido el ser uno mismo azotado por el padre, y a ella se une
la carga libidinosa y la cc de culpa, esta surge por represió n y regresió n del deseo incestuoso de ser amado por
el padre, entre la segunda y la tercera cambian de vía su sexo, por un deseo a ser varoncito. En el niñ o la madre
reemplaza al padre, y la segunda fase podría devenir conciente. La persona propia que pega es desde el
principio el padre y luego alguien que es tomado de la serie paterna.
La fantasía susceptible de conciencia cuyo contenido es ser azotado por la madre no es primaria, sino lo es ser
azotado por el padre. La fantasía notoria de ser azotado por la madre corresponde a la tercera fase. El ser
azotado es un ser amado en el sentido genital el cual se degrada vía regresió n. Entonces la fantasía inconsciente
no es “Soy azotado por el padre” sino “Soy amado por el padre” que ha sido transmutada en la fantasía
conciente “Soy azotado por la madre”. La fantasía en el varó n es al comienzo pasiva nacida de una actitud
femenina hacia el padre. En ambos niñ a y niñ o la fantasía de paliza deriva de la ligazó n incestuosa con el padre.
En la niñ a la fantasía masoquista inconsciente (fase 2) parte de la postura edípica normal, en el niñ o (fase 1)
de la trastornada que toma al padre como objeto de amor. En la niñ a hay una fase anterior en que la acció n de
pegar aparece indiferente y  recae sobre a quien se odia por celos lo cual falta en el varó n. En el paso a la
fantasía conciente la niñ a (la fase 3) retiene al padre  y cambia a la persona azotada; el varó n (fase 2) cambia la
persona del padre a la madre (cambiando el sexo de quien pega) y sigue siendo él mismo el azotado. En la niñ a
la situació n originariamente masoquista (fase 2) es sustituida por una sá dica tras la represió n; en el varó n
sigue siendo masoquista, este se sustrae de su homosexualidad reprimiendo y refundiendo la fantasía
inconsciente, su posterior fantasía cc tiene por contenido una actitud femenina sin elecció n homosexual de
objeto. Mediante este proceso la niñ a escapa al reclamo de la vida amorosa y  se fantasea varó n sin volverse
varonilmente activa y só lo presencia el acto como espectadora.
Todo lo reprimido y sustituido sigue siendo inconsciente y eficaz; la regresió n modifica las constelaciones
inconscientes de modo que no se conservaría la fantasía pasiva de ser amado por el padre, sino la masoquista,
de ser azotado por él. El muchacho que huye de la elecció n de obj homosexual y no ha cambiado su sexo, se
siente mujer en su fantasía consciente y dota a las mujeres azotadoras propiedades masculinas; la niñ a ha
resignado su sexo no se suelta del padre y puesto que ha devenido muchacho, hace que sean ellos los azotados.

La organización genital infantil (1923)


En la niñ ez se produce la elecció n de objeto que en conjunto con las aspiraciones sexuales se dirigen a una
persona ú nica y pretenden alcanzar su meta, este es el acercamiento en la infancia a la conformació n que la
vida sexual va a tener en la pubertad. La unificació n de las pulsiones parciales, su subordinació n al primado de
los genitales y al servicio de la reproducció n no se produce en la infancia sino después de la pubertad, no se
alcanza una unificació n de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales pero enl proceso de
desarrollo de la sexualidad en el interés por el quehacer genital cobran una significatividad dominante. Esta
organizació n genital infantil a diferencia del adulto posee una particularidad que es que  só lo desempeñ a un
papel el genital masculino “””falo”, es El varó n percibe una diferencia entre varó n y mujeres pero al principio no
la relaciona con una diversidad de los genitales, él presupone que es comú n de todos los seres humanos, esta
una zona excitable, ocupa su interés, y má s tarde se exterioriza, como curiosidad sexual. En el medio de sus
investigaciones  descubre que no es un patrimonio comú n de todos los seres iguales a él; frente a las primeras
impresiones de falta de pene en la niñ a, lassu reacció n inicial es desconocer esa falta, y piensa que ya crecerá
hasta arribar a la conclusió n de que estuvo pero fue removido. La falta de pene es resultado de una castració n y
se produce un temor a la pérdida propia. Las primeras pérdidas produjeron dañ os narcisistas: a raíz de la
pérdida del pecho materno, de la deposició n de las heces, de la separació n del vientre de la madre. Pero só lo se
puede hablar de castració n cuando representa una pérdida de los genitales.
La castració n es a modo de castigo, y só lo las personas despreciables del sexo femenino (culpables de las
mismas mociones prohibidas en que él incurrió ) habrían perdido el genital. Pero las personas respetables,
como su madre, lo sigue conservando, es decir no se realiza una generalizació n total de la castració n. Cuando
aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los niñ os la madre perderá el pene y se edificará n teorías
destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un hijo (como la teoría de la cloaca). Nunca se descubren
los genitales femeninos.
La elecció n de objeto introduce la primera oposició n sujeto-objeto. En el estadio sá dico-anal la oposició n es
activo-pasivo; en la fá lica la oposició n es falo-castrado; só lo con la culminació n del desarrollo en la pubertad la
polaridad sexual coincide con masculino-femenino. Lo masculino es el sujeto, la actividad y el pene; lo femenino
el objeto, la pasividad.

El sepultamiento del complejo de Edipo (1924)


El complejo de Edipo sucumbe a la represió n y es seguido por el período de latencia, se va a pique a raíz de las
dolorosas desilusiones acontecidas. La niñ a quiere ser objeto de amor del padre, pero vivirá una reprimenda
por parte de él. El varó n considera a la madre su propiedad, pero experimenta como la madre le quita amor y
cuidados para dá rselos a un recién nacido, estos acontecimientos, la falta de satisfacció n esperada, la
denegació n del hijo deseado, son inevitables. Así, el Complejo de Edipo caería a causa de una imposibilidad
interna (desde un punto de vista ontogenético). También cae por llegado el tiempo de su disolució n. Es un
fenó meno heredado y tiene que desvanecerse cuando llega la fase evolutiva siguiente (desde el punto de vista
filogenético) . El desarrollo sexual del niñ o progresa hasta la fase fá lica, contemporá nea al Complejo de Edipo,
no prosigue su desarrollo hasta la organizació n genital definitiva, sino que es relevada por el período de
latencia. Cuando el niñ o vuelca su interés sobre el miembro genital masculino, lo deja ver por su ocupació n
manual en ellos, pero hace la experiencia de que los adultos no está n de acuerdo con esa acció n, y viene la
amenaza de que se le arrebatará , la amenaza de castració n viene de mujeres y ellas refuerzan su autoridad con
el padre que llevará a cabo el castigo.  Primero el niñ o no presta obediencia a la amenaza; hay dos experiencias
por las que se prepara para la pérdida de partes muy apreciadas de su cuerpo: el retiro del pecho materno y la
separació n del contenido del intestino, solo tras hacer una nueva experiencia empieza el niñ o a contar con la
posibilidad de la castració n: la observació n de los genitales femeninos que quiebra la incredulidad. La falta de
pene ha vuelto representable la pérdida de propio pene y la amenaza de castració n posteriormente.
La sexualidad del niñ o se puede ver en la actitud edípica hacia sus progenitores; la masturbació n es só lo la
descarga genital de la excitació n sexual perteneciente al complejo. El complejo de Edipo ofrece dos
posibilidades de satisfacció n: una activa, situá ndose en el lugar del padre (a raíz de lo cual es sentido como un
obstá culo porque quiere tener un comercio sexual con la madre); y una pasiva: sustituir a la madre y hacerse
amar por el padre. La intelecció n de que la mujer es castrada puso fin a las dos posibilidades de satisfacció n
derivadas del complejo, ambas conllevan a la pérdida del pene: la masculina en calidad de castigo, y la femenina
como premisa. Si la satisfacció n amorosa cuesta el pene, estallará un conflicto entre el interés narcisista y la
investidura libidinosa de los objetos parentales, por cual el Yo del niñ o entonces, se extrañ a del Complejo de
Edipo. Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificació n. La autoridad del padre,
introyectada en el Yo, forma el nú cleo del Superyó , que toma prestada su severidad, perpetú a la prohibició n del
incesto y asegura al Yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas son
desexualizadas y sublimadas, son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. Se inicia el período de
latencia que interrumpe el desarrollo sexual del niñ o. El extrañ amiento del Yo respecto del Complejo de Edipo
es producto de la represió n, pero equivale a la destrucció n del complejo, si esto ú ltimo no se logra, el complejo
subsistirá en el inconsciente y má s tarde exterioriza su efecto pató geno.  
En la niñ a el clítoris se comporta como un pene, pero es demasiado corto y se siente inferior, tiene la esperanza
de que crezca, se bifurca el complejo de masculinidad de la mujer. La niñ a no comprende su falta sino que lo
explica mediante el supuesto de que poseyó un miembro igualmente grande y lo perdió por castració n. La niñ a
acepta su castració n, como un hecho consumado, mientras que el niñ o tiene miedo frente a la posibilidad de su
consumació n. La renuncia al pene no se soportara sin un resarcimiento, la muchacha se desliza a lo largo de la
ecuació n simbó lica, del pene al hijo, su Complejo de Edipo culmina con el deseo de recibir como regalo un hijo
del padre, ya que este deseo no se cumple. Ambos deseos, de poseer un pene y recibir un hijo, permanecen en el
Icc, donde se conservan con fuerte investidura y preparan la posterior sexualidad.

El problema económico del masoquismo (1924)


El masoquismo no se puede entender si el principio de placer gobierna los procesos animicos, ya que se va a
tener como meta evitar el displacer y tener ganancia de placer, si el dolor y el placer dejan de evitarse y se
constituyen en metas queda sin validez el principio de placer. El Principio de Nirvana tiene el propó sito de
reducir a cero las sumas de excitació n. Placer y displacer no corresponde a aumento y disminució n de una
cantidad o “tensió n de estímulo”. No depende del factor cuantitativo sino de un carácter de él cualitativo. El
principio de Nirvana, sú bdito de la pulsió n de muerte, experimentó una modificació n por la cual devino
principio de placer. Esta modificació n fue la pulsió n de vida que se conquistó un lugar junto a la pulsió n de
muerte en la regulació n de los procesos vitales. El principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsió n de
muerte cuya meta es conducir la inquietud de la vida a la estabilidad de lo inorgá nico; el principio de placer, el
guardiá n de la vida, subroga la exigencia de la de la libido, y su modificació n, el principio de realidad, el influjo
del mundo exterior.
El masoquismo se expresa de tres formas: como condició n de excitació n sexual (eró geno), como expresió n de
la naturaleza femenina (femenino), y como norma de la conducta de vida (moral). En el primero, el placer de
recibir dolor, se encuentra el fundamento de las otras dos formas. La tercera es un sentimiento inconsciente de
culpa.
En el masoquismo femenino las escenificaciones de los perversos responden a fantasías de personas
masoquistas que desembocan en el acto onanista o figuran la satisfacció n sexual por sí solos. El masoquista
quiere ser tratado como un niñ o pequeñ o, desvalido y dependiente. Ponen a la persona en una situació n
femenina: castrado, poseído sexualmente o parir.
Se basa en el masoquismo primario, eró geno, el placer de recibir dolor. La excitació n sexual se genera como
efecto colateral a raíz de una serie de procesos internos para lo cual basta que la intensidad rebase ciertos
límites cuantitativos. La excitació n de dolor y displacer tendrían esa consecuencia. En el ser vivo la libido se
enfrenta con la pulsió n de destrucció n que querría desagregarlo y llevarlo a la condició n de estabilidad
inorgá nica, la tarea de la libido es volver inocua esta pulsió n desviá ndola hacia fuera hacia los objetos del
mundo, denominá ndose pulsió n de destrucció n.  Un sector de esta pulsió n se pone al servicio de la funció n
sexual: es el sadismo. Otro sector no obedece este traslado, permanece en el interior y es ligado
libidinosamente con la ayuda de la coexcitació n sexual: el masoquismo eró geno originario.
Se produce una mezcla y una combinació n de proporciones variables entre las dos pulsiones, a una mezcla
puede corresponderle una desmezcla. La pulsió n de muerte en el interior del organismo (el sadismo
primordial) es idéntica al masoquismo. Después que su parte primordial fue trasladada afuera, en el interior
permanece el genuino masoquismo eró geno, que devino un componente de la libido pero tiene como objeto al
ser propio, este masoquismo es un testigo de la ligazó n entre Eros y Thá natos, el sadismo proyectado puede ser
introyectado y producir un masoquismo secundario que se añ ade al originario.
El masoquismo eró geno acompañ a a la libido en sus fases de desarrollo: la angustia de ser devorado por el
padre (o animal totémico) proviene de la organizació n oral; el deseo de ser golpeado por él de la sá dico-anal; la
castració n interviene en el contenido de las fantasías masoquistas como sedimento del estadio fá lico; las
situaciones de ser poseído sexualmente y parir derivan de la organizació n genital.
En el masoquismo se expresa también un sentimiento de culpa cuando supone que la persona afectada hizo
algo por lo que debe repararlo a través del dolor, esto es una racionalizació n de los contenidos masoquistas que
tienen un nexo con la masturbacion infantil, llevando esta culpa al masoquismo moral donde no importa quien
infrinja el padecimiento; son los casos de reacció n terapéutica negativa por sentimiento inconsciente de culpa,
la pulsió n de destrucció n se vuelve adentro y su enojo es sobre el sí mismo propio. Este sentimiento es una
necesidad de castigo cuya satisfacció n es el rubro má s fuerte de la ganancia de la enfermedad. El Superyo tiene
la funció n de la conciencia moral, donde el sentimiento de culpa expresa una tensió n entre el Yo y el Superyo. El
Yo reacciona con sentimiento de culpa ante la percepció n que no está a la altura de los reclamos de su Superyo.
El yo tiene su funcion en conciliar entre si las exigencias de las tres instancias a las que sirve, para eso debe
aspirar al arquetipo del superyo, el cual es subrogado tanto del Ello como del mundo exterior, este debe su
génesis a los primeros objetos de las mociones libidinosas del Ello: la pareja parental, introyectados en el Yo a
raíz de lo cual el vínculo fue desexualizado y se superó el Complejo de Edipo. El Superyo conservó caracteres
esenciales de las personas introyectadas: su poder, severidad, inclinació n a la vigilancia y castigo. Ahora el
Superyo, la conciencia moral, se vuelve duro, cruel, siendo este Superyo es el sustituto del Complejo de Edipo;
deviene representante del mundo exterior y arquetipo para el querer alcanzar del Yo. La diferencia entre el icc
moral y el masoquismo moral, es que la primer tiene acento en el sadismo sadismo acrecentado del Superyo
que somete al Yo; en el masoquismo moral es un genuino masoquismo del Yo que pide castigo. En ambos casos
se satisface mediante castigos. El sadismo del superyo deviene cc mientras que el masoquista del yo permanece
icc, se puede entender el sentimiento de culpa por una necesidad de ser castigado por un poder parental, el
deseo de ser golpeado por el padre, entrando con él una vinculació n sexual pasiva. La reversió n del sadismo
hacia la persona propia se da por sofocació n cultural de las pulsiones, la persona no aplica en la vida sus
componentes pulsionales destructivos, los cuales aumentan en el interior del yo, los fenó menos de la cc moral
dejan que la destrucció n vuelva al mundo externo pero guiada por el superyo, complementandose el sadismo
del superyo con el masoquismo del yo. La sofocació n de las pulsiones resulta un sentimiento de culpa y hace
que la cc moral sea má s severa cuanto má s se niega la persona de agredir a los demá s.
El masoquismo moral es el testimonio de la mezcla pulsional; su peligro se debe a que desciende de la pulsió n
de muerte, que se ha sustraído a su vuelta hacia fuera. Tiene el valor de un componente eró tico, por lo que la
autodestrucció n se produciría con satisfacció n libidinosa.

Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925)


La actitud edipica en el varon pertenece a la etapa falica y que cae por la angustia de castraccion, es decir, por
el interes narcisista hacia los genitales, este complejo de edipo es de sentido doble, activo y pasivo, ya que el
tambien quiere sustituir a la madre como obj de amor del padre, siendo una actitud femenina.
Inicialmente fue la madre para ambos el primer objeto; pero la niñ a debe resignarla como objeto. La ligazó n
con el padre y el deseo de tener un hijo con él fue la fuerza pulsional de su onanismo infantil. El Complejo de
Edipo tiene en la niñ a una larga prehistoria, y es una formació n secundaria. El niñ o descubre la zona genital
dispensadora de placer durante el chupeteo, la niñ a nota, en la fase fá lica, el pene de un niñ o, y lo supone como
el correspondiente superior de su ó rgano y cae víctima de la envidia de pene, en cambio el niñ o primero
desmiente su percepció n, má s tarde cobra influencia la amenaza de castració n, que volverá significativa su
observació n: su recuerdo lo mueve afectivamente y lo somete a la creencia en la efectividad de la amenaza. Dos
reacciones resultará n: horror frente a la criatura mutilada, o menosprecio triunfalista hacia ella. La niñ a ha
visto el pene, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo, ahi se bifurca el Complejo de Masculinidad de la mujer, si no
logra superarlo puede provocar la esperanza de recibir uno o la desmentida, se rehú sa a aceptar la castració n,
se afirma en que posee un pene y se comporta como un varó n. Con la admisió n de la herida narcisista se
establece un sentimiento de inferioridad, esta intenta explicarlo como castigo personal, y empieza a sentir un
menosprecio por el varó n.
Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto no cesa de existir, pervive en el rasgo de carácter de
los celos, y en la primera fase de pegan a un niñ o en que otro niñ o, del que se tiene celos debe ser golpeado.
Otra consecuencia es el aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto madre a quien se responsabiliza de
la falta de pene, ademá s la madre ama má s al niñ o que posee pene.
Las reacciones de los individuos de ambos sexos son mezcla de rasgos masculinos y femeninos, la
masturbació n clitorídea sería una actitud masculina, y el despliegue de la feminidad tendría por condició n la
remoció n de ésta forma de satisfacció n. Tras la envidia de pene se produce una contracorriente opuesta al
onanismo que es un preanuncio de aquella oleada represiva que en la pubertad eliminará gran parte de la
sexualidad masculina para dejar espacio a la feminidad, el conocimiento de la diferencia anató mica la esfuerza
a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino para encaminarse a la femenidad. La libido de la niñ a
se desliza a lo largo de la ecuació n simbó lica pene = hijo, resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el
deseo de un hijo y toma al padre como objeto de amor, pasando a ser la madre objeto de los celos. Esta ligazon-
padre tiene que resignarse por malograda y atrincherarse en una identificacion con el volviendo al complejo de
masculinidad. En la niñ a el Complejo de Edipo es una formació n secundaria, las repercusiones del Complejo de
Castració n le preceden y lo preparan.
En cambio en el niñ o el Complejo de Castració n es posterior, y produce el derrumbe del Complejo de Edipo, el
Complejo de Castració n produce efectos inhibidores y limitadores de la masculinidad, y promotores de la
feminidad. En la niñ a la castració n es consumada, en el niñ o es mera amenaza.
En el niñ o bajo la amenaza de castració n, el Complejo de Edipo resigna sus investiduras, las desexualiza y
sublima en parte. Sus objetos son incorporados al Yo como Superyo quien es su heredero. En la niñ a falta el
motivo para la demolició n del complejo, este puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represió n o sus
efectos penetrar en la vida anímica que es normal para la mujer.

Conferencia N° 33: La feminidad (1933)


La feminidad es una predilecció n por metas pasivas, su propia constitució n le prescribe a la mujer sofocar su
agresividad, favorece que se plasmen mociones masoquistas, susceptibles de ligar eró ticamente tendencias
destructivas vueltas hacia sí mismo.
El desarrollo en las primeras etapas se recorre de forma similar en el niñ o como en la niñ a,  con el ingreso a la
fase falica la niñ a es como un varon, el varon se da sensaciones placenteras a traves de su pene, mientras que la
niñ a hace lo mismo con el clitoris, teniendo todos los actos onanistas el equivalente del pene y la vagina algo no
descubierto por ambos, pero con la vuelta hacia la feminidad el clítoris debe ceder en todo o en parte a la
vagina su sensibilidad, esta es una de las dos tareas que el desarrollo de la mujer tiene que solucionar, mientras
que el varon sigue igual en la epoca de madurez sexual.
El primer objeto de amor en el varó n es la madre quien lo sigue siendo en el complejo de edipo, para la niñ a
tambien empieza siendo la madre, ya que las primeras investiduras de objeto se producen por apuntalamiento
en la satisfacció n de las grandes necesidades vitales, pero en la situació n Edípica es el padre quien ha devenido
objeto de amor para la niñ a y a partir de él encuentra el camino hacia la elecció n definitiva de objeto. La niñ a
debe cambiar de zona erógena y objeto mientras que el varoncito mantiene ambos.
En las mujeres habia existido un estadio previo de ligazon-madre, en ese periodo el padre es un rival, lo que
luego se encuentra en el vinculo con el padre preexistio en la madre y fue transferido al padre, los vinculos
libidinosos con la madre son distintos y pasan por las 3 fases de la sexualidad infantil, expresandose mediante
deseos orales, sadico-anales y falicos, los cuales subrogan las mociones activas y pasivas. El destino de está
ligazó n con la madre se va  a pique y da sitio a la ligazó n con el padre, el extrañ amiento de la madre se produce
con hostilidad, y acaba en odio, una parte de él se supera y otra permanece. Se reprocha haber suministrado
poca leche (falta de amor); el ansia del niñ o es insaciable, y nunca se consoló por la pérdida del pecho. A su vez
una fuente de la hostilidad del niñ o hacia la madre lo proporcionan los mú ltiples deseos sexuales, variables de
acuerdo con la fase libidinal, que no son satisfechos, la mas intensa es cuando la madre le prohibe el quehacer
placentero en los genitales. Pero estos factores ocurren en ambos niñ o y niñ a, sin producir la misma
enajenació n en el niñ o con la objeto-madre. Es en el Complejo de Castració n que se encuentra la diferencia
anató mica entre los sexos esta se imprime en consecuencias psíquicas, donde la niñ a hace responsable a la
madre de su falta de pene y no le perdona ese perjuicio.
En el varó n el Complejo de Castració n surge por la visió n de los genitales femeninos, y empieza a creer en las
amenazas, y cae bajo el influjo de la angustia de castración. En la niñ a este complejo se inicia por la visió n de los
genitales del varó n, se siente perjudicada, le gustaría tener algo así, cae presa de la envidia del pene que deja
huellas imborrables en su desarrollo y en la formació n de su cará cter, esta se aferra al deseo de tener algo así.
A partir del descubrimiento de su castració n, la niñ a pasa por tres posibles consecuencias: inhibició n sexual o
a la neurosis; alteració n de carácter en un complejo de masculinidad; o feminidad normal. En la inhibició n la
niñ a relaciona su placer sexual con la excitació n del clítoris (subrogado del pene); ve estropearse el goce por la
envidia del pene, la comparació n con el varó n, es una afrenta a su amor propio, renuncia a la satisfacció n
masturbatoria, desestima su amor por la madre y reprime  parte de sus aspiraciones sexuales. Su amor era
hacia la madre fá lica; con el descubrimiento de la madre castrada la abandona como objeto de amor y
prevalecen sus motivos de hostilidad. Cuando la envidia del pene despierta un impulso contrario al onanismo
clitorídeo, y éste no quiere ceder, se entabla una lucha, en el que la niñ a asume el papel de la madre y expresa
su descontento con el clítoris inferior en la repulsa a la satisfacció n obtenida por él, con el abandono de la
satisfacció n del clítoris, prevalece la pasividad, la vuelta hacia el padre se consuma con ayuda de mociones
pulsionales pasivas, el deseo con que la niñ a se vuelve hacia el padre es el deseo del pene que la madre le ha
denegado y lo espera de él. La situació n femenina se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el
deseo del hijo siguiendo la equivalencia simbó lica (pene=hijo), el antiguo deseo masculino de poseer un pene se
transluce a través de la feminidad consumada. Con la transferencia al deseo hijo-pene del padre, la niñ a ingresa
en la situació n Edípica, donde la madre deviene rival ya que recibe del padre lo que la niñ a anhela de él.
En el niñ o la amenaza de castració n lleva a resignar a la madre y la actitud con el padre como rival, y bajo el
peligro a perder el pene, el Complejo de Edipo es abandonado, y en su lugar se  instaura como heredero un
severo Superyo. En la niñ a el Complejo de castració n prepara para la situació n Edípica, la envidia del pene
sustituye la ligazó n con la madre por el padre, la niñ a permanece en él por un tiempo, y se va sola del mismo de
forma incompleta.
La segunda consecuencia tras el descubrimiento de la castració n es un Complejo de Masculinidad, donde la
niñ a se rehú sa a reconocer el hecho desagradable, carga má s su masculinidad, mantiene su quehacer clitorídeo,
y busca refugio en la identificació n con la madre fá lica o el padre.En este proceso se evita la oleada de pasividad
que inaugura el giro hacia la feminidad, siendo la elecció n de objeto  homosexual. Durante el Complejo de Edipo
toma a su padre, pero luego regresa a su anterior complejo de masculinidad en virtud de desilusiones con el
padre.
En la feminidad normal, se ve un alto grado de narcisismo, que influye en la elecció n de objeto siendo la
necesidad de ser amada  má s intensa que la de amar. En la vanidad corporal de la mujer sigue participando el
efecto de la envidia del pene. La elecció n de objeto sigue el ideal narcisista del varó n que había deseado
devenir, si esta permaneció dentro de la ligazó n-padre, elige segú n el tipo paterno, ya que la hostilidad que en
la vuelta desde la madre hacia el padre permanece con la madre, alcanza la ligazó n positiva y desborda sobre el
nuevo objeto. El marido entra en posesió n de la herencia materna. En el nacimiento del hijo puede revivirse una
identificació n con la madre, y atraer la libido disponible, si el hijo es varó n, la satisfacció n es irrestricta ya que
transfiere la ambició n que debió sofocar en ella, y esperar de él la satisfacció n de todo aquello que le quedó de
su complejo de masculinidad.
La identificació n con la madre es de dos tipos: preedípico, que consiste en la ligazó n tierna con la madre, y el
posterior derivado del Complejo de Edipo, que quiere eliminarla para sustituirla junto al padre. La preedípica
es decisiva para la adquisició n de las cualidades con que cumplirá su papel en la funció n sexual.

Análisis terminable e interminable (1937)


II. Hay dos condiciones para dar por concluido el aná lisis: que el paciente no padezca má s a causa de sus
síntomas y haya superado sus angustias y sus inhibiciones; y que el analista juzgue haber hecho conciente en el
enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido lo incomprensible, eliminado  la resistencia interior, que no quepa
temer que se repitan los procesos patoló gicos.
Para que la perturbació n no retorne ni se sustituya por otra, el Yo no tenía que estar alterado, el origen de las
perturbaciones neuró ticas es mixta: son pulsiones hiperintensas (factor constitucional) y es efecto de traumas
prematuros (factor accidental). En el caso de predominio traumá tico el aná lisis conseguirá , merced al
fortalecimiento del Yo, sustituir la decisió n deficiente por la correcta tramitació n, la intensidad constitucional
de las pulsiones y la alteració n perjudicial del Yo, adquirida en la lucha defensiva, son los factores desfavorables
para el aná lisis y capaces de prolongar su duració n.
III. Tres factores importantes para las posibilidades de terapia analitica: el influjo de traumas, intensidad
constitucional de las pulsiones y aleteracion del yo.
La tramitació n duradera de una exigencia pulsional o domeñ amiento quiere decir que la pulsió n es admitida en
su totalidad dentro de la armonía del Yo, no sigue má s su camino propio hacia la satisfacció n, para domeñ ar o
tramitar una exigencia pulsional, la intensidad cumple un papel primordial, como por ejemplo en la pubertad y
menopausia, en que emergen refuerzos de ciertas pulsiones y pueden desencadenar una neurosis. El
domeñ amiento fracasa con el refuerzo, las represiones se alzan, este mismo refuerzo lo pueden provocar
influjos accidentales.
En el sano toda decisió n de un conflicto pulsional vale só lo para una determinada intensidad de la pulsió n, en
relació n con la robustez pulsional y robustez del Yo. Si el Yo se relaja las pulsiones dominará n y pueden aspirar
a sus satisfacciones sustitutivas por caminos anormales. La salud depende de proporciones de fuerzas entre las
instancias del aparato anímico.
Todas las represiones acontecen en la primera infancia como medidas de defensa primitivas del yo inmaduro,
en añ os posteriores se conservan las antiguas represiones para gobernar las pulsiones. El análisis hace que el
Yo maduro comience una revisió n de las represiones, estos nuevos diques tienen una consistencia diversa y no
cederá n fá cilmente al acrecentamiento pulsional.
En el desarrollo libidinal una fase oral original da el espacio a la fase sadico- anal y esta a su vez a la fase
falica- genital, donde cada fase siempre arrastra estratos anteriores; la evolució n libidinal produce
sustituciones de estadios cuya transmudació n no acontece de modo integral, si no por  fragmentos, por eso en
la plasmació n definitiva pueden conservarse restos de las fijaciones anteriores. Igual ocurre en el trabajo
analítico sectores del mecanismo antiguo permanece intocado, en el proceso de sustituir las represiones
permeables por otros acordes al yo, se logra solo de forma parcial. El factor cuantitativo de la intensidad
pulsional se contrapone a los empeñ os defensivos del Yo; dada una intensidad hipertrofica el yo maduro
fracasa en su tarea, mejorando el gobierno sobre lo pulsional pero sigue siendo incompleto ya que la
transformacion del mecanismo de defensa fue incompleto.
IV. Durante el tratamiento de un conflicto pulsional se puede proteger al paciente de conflictos futuros, pero
si un conflicto no es actual no se exterioriza no se puede influir por medio del analisis, solo se pueden hacer dos
cosas: producir situaciones donde venga a actual ( este se logra por dos caminos, dentro de la realidad objetiva
o dentro de la tranferental comunicacion) o hablar de el en analisis.
V. Para el éxito del tratamiento son necesarios los influjos del origen traumá tico, la intensidad de las
pulsiones que es preciso gobernar y la alteració n del Yo. Respecto del Yo, la situació n analítica consiste en
aliarse a él con el fin de someter sectores no gobernados de su Ello e integrarlos en la síntesis del Yo, este yo
tiene que ser normal, siendo esto una ficcion ideal, cada persona es normal en promedio, el monto de
aproximació n y distanciamiento de estos extremos designa la medida de alteración del Yo, los grados de
alteració n son originarios o adquiridos, si este se adquirió fue en el curso del desarrollo. Desde el comienzo el
Yo tiene que procurar el cumplimiento de su tarea que es mediar entre el Yo y el mundo externo al servicio del
principio de placer, si en el medio adopta una actitud defensiva tanto con el mundo externo como con su Ello, y
trata sus exigencias como peligros externos, es que comprendió que la satisfacció n pulsional llevaría a
conflictos con el mundo exterior. El yo se acostumbrara a llevar el escenario de la lucha de afuera hacia adentro,
a dominar el peligro interior antes de que venga un peligro exterior, el yo utiliza distintos procedimientos para
cumplir su tarea y evitar el peligro, la angustia y el displacer, son mecanismos de defensa, de los cuales
represió n (esfuerzo de desalojo y suplantació n) es uno de ellos. Contra el peligro interno no hay huída posible,
entonces los mecanismos de defensa está n condenados a falsificar la percepció n interna y posibilitarnos una
noticia deficiente y desfigurada de nuestro Ello, los mecanismos sirven para apartar peligros, el gasto diná mico
que se requiere así como las limitaciones del Yo que conllevan demuestran ser unos pesados para la economía
psíquica, y no son resignados después de socorrer al Yon si no que estos mecanismos se fijan en el interior del
Yo, devienen modos regulares de carácter, que se repiten frente a situaciones parecidas. Pasan a ser
infantilismos, buscan conservarse cuando ha pasado su idoneidad. El Yo fortalecido se sigue defendiendo de
peligros que no existen en la realidad objetiva, y se ve forzado a rebuscar situaciones de la realidad para
justificar sus modos defensivos, los mecanismos mediante una enajenació n del mundo exterior, aumentan y
debilitando el Yo favorecen el estallido de la neurosis.
El aná lisis tiene que lidiar entonces con el hacer cc el Ello, y con corregir el Yo, los mecanismos retornan en la
cura como resistencia, porque es tratada como un nuevo peligro. El efecto terapéutico se liga con el hacer
conciente lo reprimido, estas resistencias son inconscientes, está n dentro del Yo, durante el trabajo con las
resistencias el Yo no deja que afloren los retoñ os de lo reprimido, tras la reescenificació n de los conflictos
defensivos se producen mociones de displacer que pueden provocar una transferencia negativa y cancelar el
aná lisis, ya que hay una resistencia descubrir las resistencias, no solo son resistencias contra el hacer
concientes los contenidos del Ello, sino contra la cura. Al efecto que en el interior del Yo tiene el defender es la
alteració n del Yo, el análisis puede costear só lo unos volú menes determinados de energía.
La escisión del Yo en el proceso defensivo (1940)
El Yo del niñ o se encuentra al servicio de una poderosa exigencia pulsional que está habituado a satisfacer,
hasta que es aterrorizado por una vivencia que le enseñ a que proseguir con esa satisfacció n le traería un
peligro real difícil de soportar, este reconoce el peligro real y renuncia a la satisfaccion pulsional, o produce una
desmentida de la realidad objetiva con el fin de preservar la satisfaccion, produciendose un conflicto entre la
exigencia de la pulsió n y el veto de la realidad objetiva. Responde al conflicto con dos reacciones contrapuestas:
rechaza la realidad objetiva con ayuda de ciertos mecanismos y no se deja prohibir nada; y al mismo tiempo
reconoce el peligro de la realidad objetiva, asume la angustia y busca defenderse de él. Esto produjo una
desgarradura del Yo, las dos reacciones contrapuestas subsistirá n como nú cleo de una escisió n del Yo.
El niñ o tuvo conocimiento de los genitales femeninos y se rehusa a la creencia, ya que no le es facil
representarse con una separacion de la parte apreciada por el, frente a la ausencia de genital de la niñ a piensa
que crecerá ; no puede pensar que no lo tiene porque la repugnancia sería demasiado grande. Pero cuando
percibe una amenaza por su actividad onanista despierta el recuerdo de la niñ a, y empieza a creen en la
realidad objetiva del peligro de castració n. Entonces se crea un sustituto del pene, desmintiendo la realidad
objetiva pero salvando su propio pene, produce un desplazamiento de valor, transfiriendo el significado del
pene a otra parte del cuerpo de la niñ a, auxiliado por la regresió n. Ese tratamiento de la realidad objetiva le
permite seguir masturbá ndose, pero desarrolla un síntoma que prueba que ha reconocido el peligro, este crea
un fetiche por desplazamiento, ya que lo amenazaron con que el padre lo castraria y de forma simultanea crea
un fetiche, naciendo en el una angustia ante el castigo del padre, es con ayuda de la regresió n que aparece como
angustia a ser devorado por el padre.
Conferencia 29: Revisión de la doctrina de los sueños (1932)
El sueñ o no es una manifestacion social, es un acto psiquico que posee sentido y valor, se debe transformar en
una exteriorizacion, en esta idea se elabora el concepto de sueñ o manifiesto y los pensamientos oniricos
latentes, se debe transformar el sueñ o manifiesto en latente (interpretacion del sueñ o) e indicar como se
realizo el trabajo del sueñ o. En la interpretacion del sueñ o se depende de las asociaciones del  soñ ante, la raiz
de estos deben interpretarse como simbolos de otra cosa, esta interpretacion se realiza con una resistencia, la
cual tuvo que haber participado en el origen del sueñ o, ya que esta es la culpable de las lagunas de la trama,
estas son muestras de un conflicto, donde la instancia comunicante pudo decir lo que queria de forma
desfigurada. El proceso de formacion es al principio el deseo de dormir, el extrañ amiento del mundo exterior,
de ahi se dan dos consecuencias: Pueden darse en el primitivos trabajos (regresion), y la rebaja de la resistencia
de represion que esta en el icc, de este se da la posibilidad de la formacion del sueñ o, este sueñ o que se produjo
es una formacion de compromiso con dos funciones, por un lado es acorde al yo, sirve para el deseo de dormir
mediante la tramitacion de los estimulos que lo perturban y por otro permite que una mocion pulsional
reprimida se satisfaga a traves de una satisfaccion alucinada. Esta mocion pulsional reprimida es el elemento de
los pensamientos oniricos latentes que se expreso en forma desfigurada a traves de los restos diurnos,
transformandose en imagenes sensoriales y visuales, en esta transposicion de pensamientos a imagenes se
prefieren los que admiten una condensacion, debido a esta un elemento del sueñ o se puede relacionar con
varios pensamientos oniricos latentes,  y por otro lado el proceso de desplazamiento donde en el trabajo del
sueñ o las representaciones son separadas de los afectos y estos ultimos se desplazan sobre otra cosa, siendo
este el principal metodo de desfiguraciion que los pensamientos oniricos admiten bajo censura. Cuando salen a
la cc se suma la elaboracion secundaria, es una actv racionalizadora donde llena las lagunas del sueñ o. Todos
los sueñ os son cumplimiento de deseo, tambien existen los sueñ os de angustia y los sueñ os punitorios que son
cumplimientos de deseo, pero no de las mociones pulsionales, sino de la instancia criticadora, censuradora y
punitoria de la vida anímica (Superyo) de quien depende la censura onírica. Las personas que han vivido un
trauma psíquico se ven llevadas por el sueñ o con regularidad a aquella situació n, también las primeras
vivencias sexuales del niñ o está n enlazadas con impresiones dolorosas de angustia, prohibició n, desengañ o y
castigo a los cuales recurre el sueñ o, por lo tanto su carácter displacentero choca con el presupuesto de que el
sueñ o es cumplimiento de deseo. Esas mismas vivencias van adheridos los deseos pulsionales incumplidos, que
a lo largo de la vida dan la energía a la formació n de sueñ os y en su violenta pulsió n esfuerzan hacia la
superficie también material de episodios sentidos como penosos, el trabajo del sueñ o se empeñ a en desmentir
el displacer mediante desfiguració n.
En la neurosis traumá tica los sueñ os desembocan en angustia, fallando la función del sueño. El sueñ o es un
intento de cumplimiento de deseo. Bajo ciertas circunstancias como la fijación inconsciente a un trauma (no
ligado) debe resignar su tarea, el durmiente es llevado a soñ ar, porque el relajamiento de la represion permite
que se vuelva activa la pulsion de la fijacion traumatica, fallando la operacion de su trabajo del sueñ o que
prefiere transferir las huella mnemicas del trauma en un cumplimiento de deseo, en estos casos se renuncia a
dormir por angustia frente al fracaso de la funcion del sueñ o
Conferencia 28: La terapia analítica (1916)
La terapia analitica llega hasta los conflictos de donde nacen los sintomas y utiliza la sugestion para modificar el
desenlace de estos, a traves de la superacion de las resistencias internas la vida animica del enfermo se
modifica, la sugestion fue reconducida a la transferencia. No se considera el analisis terminado si no se
completaron las lagunas del recuerdo, para su finalizacion la transferencia debe ser desmontada y si se
mantiene el exito, se han superado las resistencias y la transformacion interna del enfermo ha sido lograda,
pero durantehay resistencias negativas que operan en sentido contrario a las sugestiones particulares. El
neurotico no puede gozar, porque su libido no esta dirigida a un obj real y tiene que gastar la energia restante
en mantener a la libido en el estado de represion, siendo la tarea terapeutica en desligar la libido disminuida
del yo, para ponerla de nuevo al servicio de este, ya que la libido del neurotico esta ligada a los sintomas que le
brindan una satisfaccion, es por eso que para solucionar los sintomas se debe llegar a su origen, renovar su
conflicto y llevarlo a un nuevo desenlace con ayuda de las fuerzas impulsoras, es en la transferencia que se
crean las nuevas versiones del conflicto. Toda la libido converge en la relació n con el médico, los síntomas
quedan despojados de libido, y la transferencia aparece en lugar de la enfermedad, apareciendo un ú nico objeto
fantaseado: el médico. Cuando la libido vuelve a desasirse del objeto provisional no puede volver atrá s a sus
primeros objetos, sino que queda a disposició n del Yo, librandose la batalla con la repugnancia del Yo hacia
ciertas orientaciones de la libido (inclinació n a reprimir).
Hay dos fases en el tratamiento: de los síntomas a la transferencia, y librar a éste nuevo objeto de la libido, para
eliminar la represió n, que no pueda sustraerse má s la libido del Yo. Bajo la influencia de la interpretacion se
produce un cambio en el Yo, este es engrosado por lo inconsciente que se hace conciente, se reconcilia con la
libido, se le concede alguna satisfacció n y se reduce el horror ante sus reclamos por la posibilidad de
neutralizar un monto de ella por sublimació n. La terapia psicoanalitica encuentra sus límites en la falta de
movilidad de la libido que no quiere abandonar sus objetos, y en la rigidez del narcisismo, que no permite que
la transferencia sobrepase cierta frontera.
Los sueñ os, así como los actos fallidos y ocurrencias libres sirven para elegir el sentido de los síntomas y
descubrir la colocació n de la libido, muestran los deseos que cayeron bajo la represió n y los objetos a los cuales
quedó aferrada la libido sustraída al Yo. El estado de dormir es el instrumento mas importante ya que crea el
receso de las represiones, y la mocion reprimida tiene en el sueñ o una expresion mas clara que en el sintoma,
siendo el sueñ o el acceso al conocimiento del icc reprimido, a lo cual pertenece la libido sustraida al yo.
El sano también ha realizado represiones y hace un cierto gasto para mantenerlas, su Icc oculta mociones
reprimidas, investidas de energía y una parte de su libido no está disponible para su Yo. La persona sana es
virtualmente neuró tica. La diferencia entre salud y neurosis se circunscribe a lo prá ctico, y se define por el
resultado, si le ha quedado a la persona capacidad para gozar y producir; el sano puede poseer innumerables
formaciones de síntoma, aunque mínimas y carentes de importancia prá ctica. La diferencia es de índole
cuantitativa, los montos de energía que han quedado libres y ligados por represió n.

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