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¿BASES ETICAS Y EPISTEMOLOGICAS DE LA SALUD?

La ética es la ciencia que estudia la moral del hombre en sociedad. Se trata de una ciencia
práctica o normativa pero también de una ciencia teórica. Está constituida por una serie de
reglas de conducta que señalan una obligación, un deber ser. Esta vertiente del pensamiento
ético se denomina ética deontológica y se diferencia de la mera deontología en que ésta última
no establece una reflexión sobre las obligaciones y deberes morales, sino solamente los
presenta como códigos a cumplir

La ética es normativa porque estudia las normas morales cuya naturaleza es eminentemente
práctica, y además proporciona los elementos de reflexión que la fundamentan. Sin embargo,
no se ocupa de prescribir normas para distinguir los hechos justos de los que no lo son, sino
que se esfuerza en contestar preguntas más generales y fundamentales como ¿qué es lo que
califica a una acción como buena o mala, como justa o injusta? Por otra parte, debe
distinguirse entre el moralista que prescribe, crea normas y recomienda un modo de vida que
cree justo y bueno, del ético, que tomando como base la moral históricamente determinada,
se encarga de analizarla y explicarla.2

Más allá se encuentra lo que pudiera denominarse una ética filosófica, en la que priva la
reflexión encaminada a identificar y definir aspectos de carácter general, universal de ser
posible, con los que se puede predicar su validez en lapsos prolongados y en culturas
diversas.3–7

La profesión médica por largo tiempo se ha afiliado a una serie de afirmaciones éticas,
desarrolladas para el beneficio de los pacientes. Esos principios adoptados por la profesión
médica en todos los países definen lo fundamental de la práctica médica honorable. Al hablar
de ética nos referimos a la reflexión filosófica sobre cuestiones relacionadas con la moral,
entendida, según los usos y costumbres de una colectividad como lo bueno o lo malo, es decir,
una serie de situaciones sancionadas de esa forma en alguna sociedad y tiempo concretos.

Simultáneamente con el nacimiento de la filosofía moral o ética, debido a Sócrates, un


contemporáneo suyo, Hipócrates, iniciaba la reflexión de los médicos con respecto al bien de
los enfermos y establecía, en textos como el Juramento y la Ley, algunos de los deberes que,
desde entonces, la profesión médica ha hecho suyos. Dichos fines que la medicina ha
reconocido como propios son: aliviar y de ser posible, curar las enfermedades y cuidar por el
bienestar físico, mental y aun espiritual de los enfermos. 8"10

Para conseguir sus fines, la medicina ha seguido entre otros, mecanismos como los siguientes:
el estudio de la enfermedad, de las formas y recursos de que se dispone para tratarla; el
análisis de la dinámica psíquica del ser humano, en especial del individuo enfermo; el respeto a
la manera de ser de todos y cada uno de los enfermos, incluidos los elementos que provienen
de su cultura, de sus experiencias personales y de su condición particular en el momento en
que se le atiende, para, a partir de ellos, precisar cómo se puede beneficiar.

Esto conlleva un inmenso respeto por la vida, la que constituye un valor inapreciable e
insustituible, pero también representa la necesidad de reconocer la dignidad para vivirla y la
práctica de valores morales alrededor de esta premisa. En el momento actual, los grandes
avances de la ciencia y la tecnología médicas nos obligan a plantearse el sólo aumento de la
cantidad de años de vida es un beneficio per ser,  en contraste con la posibilidad de que no sea
concebible esto sin una calidad mínima razonable para seguir viviendo. Se vuelve con ello a los
conceptos de dignidad y de centralidad de lo humano, para definir los límites individuales de lo
razonablemente vivible.11–13

Para comprender el significado de lo ético, lo primero que hace falta es entender que la
finalidad de la vida humana no estriba sólo en continuar viviendo. Si la vida fuese un fin en sí
mismo, si careciese de un "para qué", no tendría sentido. Así se comprende la exhortación del
poeta latino Juvenal: "Considera el mayor crimen preferir la supervivencia al decoro y, por
salvar la vida, perder aquello que le da sentido".

Cuando el hombre piensa a fondo en sí mismo, se da cuenta de que con vivir no tiene
suficiente. Necesita vivir de una determinada manera, no de cualquiera. Dicho de otra forma,
vivir es necesario pero no suficiente. De ahí que surja la pregunta ¿para qué vivir? (la cuestión
del sentido) y, en función de ello, ¿cómo vivir?

OTRO PUNTO

La ética en salud constituye un campo de conocimiento y práctica de límites aun


insuficientemente definidos, que tiene como antecedente a la Ética médica - ética aplicada a la
actividad profesional del médico, y por extensión a la de los demás profesionales de la salud -
cuyo desenvolvimiento iría aparejado al de esta profesión.

Entre los profesionales de la salud, la ética ha sido tradicionalmente asumida como un


conjunto de exigencias institucionales hacia su conducta profesional, las cuales se manifiestan
en la práctica, como normas de comportamiento que gozan del reconocimiento generalizado
de la comunidad profesional de que se trate. Las desviaciones son constantemente corregidas
por esta, apelando, en oportunidades, al enjuiciamiento y sanción públicos de los infractores,
frecuentemente, en respuesta a demandas de usuarios de los servicios, cuyos intereses han
sido lesionados.

Esto explica que la ética, resumida en códigos, haya sido adoptada en el sector salud, más
como una cuestión práctica, que como una reflexión sistemática sobre la práctica real. En otras
palabras, ha sido mayor la preocupación por establecer los límites de la buena praxis, que por
la generación de evidencia científica orientada a su perfeccionamiento.

Con ello, la ética ha sido mutilada en sus funciones esenciales: describir y analizar el cada vez
más complejo entramado de las relaciones humanas en la esfera de la salud y, sobre esta base,
prescribir, es decir, proyectarse en relación con las normas, conductas y valores vigentes, con
propósitos educativos. El practicismo extremo ha conducido, de modo aparentemente
paradójico, a la insuficiente atención a las cambiantes necesidades engendradas por la
actividad humana en esta esfera.

En las últimas décadas, y como consecuencia de la confluencia de diversos factores, se ha


venido produciendo un redimensionamiento del campo de la ética en salud y,
consecuentemente, cambios en la actitud de los profesionales del sector hacia esta. La
consideración pragmática, practicista, que negaba espacios 3 3 a la ética como materia de
enseñanza, de investigación científica y de reflexión cotidiana, ha comenzado a ser superada.
La creencia en que para comportarse éticamente, bastaba con ser bueno en los planos
científico - técnico y personal ha ido quedando atrás.
La ética en salud se va transformando paulatinamente en cuestión de auténtica relevancia
práctica, íntimamente vinculada al mejoramiento de la calidad de los servicios, a la oferta de
servicios de excelencia. Sin embargo, el campo de la ética en salud se ha tornado en extremo
complejo, plagado de propuestas disímiles, e incluso divergentes, que responden a la
diversidad de los contextos socio - culturales y sistemas de salud en que son engendradas.

Esto obliga a una minuciosa labor de discernimiento de los aspectos históricos, teórico -
metodológica, ideológica y práctico - organizativos de estas, con el fin de caracterizarlas y
evaluar su significación en el desarrollo de la salud pública contemporánea, objetivo al cual se
encuentra dedicado el presente trabajo.

-EPISTEMOLOGIA DE LA SALUD:

Las bases epistemológicas de una investigación, son aportadas por los paradigmas
epistémicos y disciplinares a partir de los cuales el investigador de acuerdo con su cultura
científica enfoca el estudio de su objeto y los operadores epistemológicos que estos le
proporcionan.

La epistemología de la salud significa, en otras palabras, cambiar de paradigmas, romper


modelos mentales, despedazar formas de pensamiento y conocimiento por otras formas.
Implica, por lo tanto un proceso de aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje. La
epistemología de la salud es un proceso dialéctico donde el dual o la dualidad epistemológica
Sujeto – Objeto no confrontan, no se invaden ni se evaden, sino más bien interactúan como
parte del proceso cognoscitivo. Dentro de esta dinámica –como diría el gran pedagogo
brasileiro Paulo Freire- no hay uno que sabe y otro que no sabe, sino dos o más que saben
cosas distintas. El campesino, por ejemplo, sabe de muchas cosas; no conoce de entomología,
pero sabe cómo controlar las plagas haciendo uso del manejo agroecológico de plagas y
enfermedades en sus parcelas;  no sabe de arquitectura, pero con varios horcones (maderos
verticales que, a modo de columna, sostienen vigas o aleros del tejado) ha levantado su casa; 
no sabe de sociología, pero ha asignado roles o funciones a cada uno de las y los miembros de
la familia, además de organizarse en comunidad.

La salud debe construirse, entonces, a partir de la vida, del conocimiento, de la colectividad y


de los valores. Dándole un enorme giro a esto, reconstruimos la definición de salud  tomando
como ideas centrales los planteamientos de Secundino Urbina (comunicador, escritor, profesor
universitario, filósofo, constructor de la salud pública y militante revolucionario venezolano) y
la planteamos como un proceso que se construye en comunidad, en colectividad, en
conocimiento, en humanidad, en valores y en alegría genuina. Siendo más humanos somos
más saludables y viceversa. La salud implica o requiere de un proceso educativo pandireccional
(pan=todos), donde todos nos comprometemos y nos transformamos. La salud entonces debe
verse  como un proceso buscado y producido por todos.

Tomando estos conceptos claves relacionados con  la salud: vida, conocimiento, humanidad y
valores;  desde el punto de vista de las corrientes y escuelas de pensamiento, la epistemología
de la  salud la articulamos estrechamente con el vitalismo, el humanismo y la axiología. Lo más
seguro es que cada una de estas corrientes las abordemos en su momento y de manera más
detallada  es este espacio cultural. De lo que si haremos mención es sobre las generalidades
que conciernen a cada una de éstas. De tal manera que se llama vitalismo o vitalista a toda
teoría filosófica para la que la vida es irreducible a cualquier categoría extraña a ella misma.
La epistemología en la práctica médica

A la luz del racionalismo crítico de Popper, puede considerarse como un problema de tipo
epistemológico también la construcción de algún instrumento médico de uso común, p. ej. el
esfigmomanómetro de mercurio. El tipo generalmente utilizado hoy, que se basa en el
principio de Vierordt, fue introducido en 1896 por el médico italiano Scipione Riva–Rocci de la
Clínica Médica de la Universidad de Turin. 23 Este investigador, después de haber definido
claramente el problema por resolver, lo examinó desde el punto de vista de la física hidráulica
que, en el enfoque lógico, podía proporcionar el modelo más aproximado a la realidad. En una
etapa sucesiva, el médico mencionado se propuso <<demostrar que el esfigmomanómetro por
él obtenido podía medir realmente la carga total e investigar asimismo el grado de sensibilidad
y de especificidad de la medición>>. Con este fin controló primero la respuesta del aparato en
modelos físicos, luego con mediciones directas en animales de laboratorio y, por último, con
mediciones indirectas externas en el hombre.. Desde entonces la teoría, en que se fundamenta
la función del esfigmomanómetro de Riva–Rocci, permanece válida.

Constituye también un ejemplo significativo del enfoque correcto de un problema terapéutico


la concepción de la llamada terapéutica metabólica deciertas enfermedades. Las bases
racionales de ésta se hallan en estudios y aplicaciones del segundo principio de la
termodinámica clásica en sistemas fisicoquímicos abiertos  y cerrados  (Boltzmann,
Planck,24 etc.) y aun en los dominios de la biología (Prigogine 25 26 y su escuela). Sobre tales
bases se justifica el uso experimental y clínico de sistemas donadores de energía útil –p. ej. la
combinación de glucosa, insulina y potasio– en la insuficiencia cardiaca crónica 27 28y en la fase
aguda del infarto del miocardio.29 Los resultados obtenidos en este campo, a nivel celular y
general, parecen comprobar el buen fundamento de la hipótesis inicial y la utilidad de dicho
procedimiento terapéutico.

OTRO PUNTO

La epistemología es un término aparentemente complicado que con estas líneas pretendemos


descomplejizar. Muchas personas consideran que esta disciplina de la filosofía es cosa
exclusiva de grandes pensadores, sildenafil científicos, online académicos, filósofos y
estudiosos de las ciencias sociales; cosa y caso contrario: Todos epistemologizamos de una
manera u otra, mujeres y hombres tenemos cierto dominio de algunos campos del
conocimiento del cual nos podemos sentir honrados. De eso trata la epistemología: del
conocimiento que hace ciencia y de la ciencia que hace conocimiento. Todos conocemos, por
lo tanto todos epistemologizamos. Tomando esta idea, hoy día, tenemos  diferentes enfoques
del conocimiento, entre éstos la epistemología de la educación, de la cultura, de las
matemáticas, de las ciencias sociales, entre otras, así como la epistemología de la salud. Sobre
esta última área del conocimiento es que abonaremos en este espacio de nuestro semanario
cultural.

Hablar de epistemología de la salud es disertar sobre algún conocimiento que se tenga sobre lo
que es salud. Este escrito trata sobre la construcción, deconstrucción y reconstrucción de lo
que entenderemos, de lo que conocemos por salud. Dicho en otras palabras, se trata de la
aplicación y  conjugación de la crítica epistemológica para la creación de nueva teoría.
Considerando lo anterior iniciaremos tomando algo de “teoría prestada” que a la luz de los
nuevos tiempos, avances y cambios en este campo nos permitirá re-pensar, re-definir, re-
crear, re-construir lo que entenderemos ahora por salud.

No se trata entonces de descalificar, anular, excluir, invalidar enunciados, conceptualizaciones


o definiciones   de lo que es salud; más al contrario, se trata de  darle la validez, el aporte,
soporte y contribución histórica que esta simbiosis o fusión teórica-práctica dio a los diferentes
profesionales de la salud y otras áreas de las épocas predecesoras. Ahora bien, ya en pleno
siglo XXI me resulta difícil que estudiantes o trabajadores de la salud adopten estas
proposiciones que considero descontextualizadas.   Iniciemos este tortuoso o escabroso tema
retomando la definición de salud que en pleno 1946 (en las postrimerías de lo que fue la
Segunda Guerra Mundial) promulgó la Organización Mundial de la Salud como: “Estado de
completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de la enfermedad”.

El pensar sobre el pensar, el conocer sobre el conocer, la epistemología de la salud nos ha


llevado a reflexionar, a captar, a hurgar los andamios en que ha sido construida esta definición;
de esta manera también a tratar de entender y comprender la formación académica en la que
han sido educados, instruidos, capacitados las y los diferentes académicos y profesionales de
la salud; por ende discurrir, inferir, deducir la naturaleza, la misión y visión de las instituciones
que trabajan en esta área.

La salud, entonces, tanto como proposición o definición teórica, así como parte del
entendimiento de las personas en su vida cotidiana parte o se entiende a partir de su opuesto:
la enfermedad y la muerte. Por ello no es raro denotar que las políticas sanitarias,
presupuestos y otros esfuerzos personales e institucionales van encaminados al trato o
abordaje  de la enfermedad. Al sintonizar una estación de radio en nuestro espectro
radiofónico lo que comúnmente escuchamos son programas que abordan la enfermedad;
pautas publicitarias sobre este u otro medicamento contra esta o tal enfermedad son la que
suelen sonar. Somos una sociedad enferma. Un o una  paciente al ser atendida en un
establecimiento califica de bueno o malo al o la médica que la atendió por la cantidad de
medicamentos que le asignó. Si ésta sólo sugiere o recomienda dietas, ejercicios, rutinas
varias, es despotricada o criticada sin consideración ni reparo porque para estas personas se
llega a la salud a través de la enfermedad.

La epistemología de la salud significa, en otras palabras, cambiar de paradigmas, romper


modelos mentales, despedazar formas de pensamiento y conocimiento por otras formas.
Implica, por lo tanto un proceso de aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje. La
epistemología de la salud es un proceso dialéctico donde el dual o la dualidad epistemológica
Sujeto – Objeto no confrontan, no se invaden ni se evaden, sino más bien interactúan como
parte del proceso cognoscitivo. Dentro de esta dinámica –como diría el gran pedagogo
brasileiro Paulo Freire- no hay uno que sabe y otro que no sabe, sino dos o más que saben
cosas distintas. El campesino, por ejemplo, sabe de muchas cosas; no conoce de entomología,
pero sabe como controlar las plagas haciendo uso del manejo agroecológico de plagas y
enfermedades en sus parcelas;  no sabe de arquitectura, pero con varios horcones (maderos
verticales que, a modo de columna, sostienen vigas o aleros del tejado) ha levantado su casa; 
no sabe de sociología, pero ha asignado roles o funciones a cada uno de las y los miembros de
la familia, además de organizarse en comunidad.

La salud debe construirse, entonces, a partir de la vida, del conocimiento, de la colectividad y


de los valores. Dándole un enorme giro a esto, reconstruimos la definición de salud  tomando
como ideas centrales los planteamientos de Secundino Urbina (comunicador, escritor, profesor
universitario, filósofo, constructor de la salud pública y militante revolucionario venezolano) y
la planteamos como un proceso que se construye en comunidad, en colectividad, en
conocimiento, en humanidad, en valores y en alegría genuina. Siendo más humanos somos
más saludables y viceversa. La salud implica o requiere de un proceso educativo pandireccional
(pan=todos), donde todos nos comprometemos y nos transformamos. La salud entonces debe
verse  como un proceso buscado y producido por todos.

Tomando estos conceptos claves relacionados con  la salud: vida, conocimiento, humanidad y
valores;  desde el punto de vista de las corrientes y escuelas de pensamiento, la epistemología
de la  salud la articulamos estrechamente con el vitalismo, el humanismo y la axiología. Lo más
seguro es que cada una de estas corrientes las abordemos en su momento y de manera más
detallada  es este espacio cultural. De lo que si haremos mención es sobre las generalidades
que conciernen a cada una de éstas. De tal manera que se llama vitalismo o vitalista a toda
teoría filosófica para la que la vida es irreducible a cualquier categoría extraña a ella misma.
Algunos de los representantes universales más destacados de esta doctrina filosófica son 
Friedrich Nietzsche; Henry Bergson (con su élan vital o “impulso vital”) y José Ortega y Gasset
(con su sistema llamado “raciovitalismo”).

El humanismo  es un movimiento filosófico y cultural desarrollado en Europa desde el siglo XVI


que rompió con las tradiciones escolásticas medievales y exaltó las cualidades humanas, por lo
que comenzó a dar sentido racional a la vida. Se pone énfasis en la responsabilidad del propio
ser humano para darle sentido a su vida, sin recurrir a la existencia de un mundo trascendental
o un dios. Como consecuencia se considera al ser humano como centro y medida de todas las
cosas. Desde un punto de vista filosófico el humanismo es una actitud que hace hincapié en la
dignidad y derecho  de las personas; por lo tanto la salud es un derecho. Son representantes
de este movimiento: Dante Alighieri, Francisco Petrarca, Giovanni Boccaccio, Erasmo de
Rótterdam, Tomás Moro, entre otros.

La axiología o teoría crítica de los valores es precisamente la rama de la filosofía  que estudia la
naturaleza de los valores y los juicios valorativos. No sólo trata abordar los valores positivos,
sino también los negativos. La salud como proceso  es precisamente eso: una construcción
colectiva que conjuga principios ideológicos o morales por los que se guía una comunidad. La
salud, entonces, es un logro, un valor  que invita a las personas a defender y crecer en su
dignidad. La salud promueve la solidaridad, el respeto,  la justicia, la libertad, entre otras cosas,
pero sobre todo el conocimiento.

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