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Se puede aprender a hacer interventoría ?

Se puede aprender a hacer Interventoria ?


Una reflexion sobre la disciplina.
Ingeniero Germán Urdaneta Hernández , IC
U de los Andes 1960

A menudo se me ha encargado la orientación de cursos sobre la interventoria. Se me pide así estudiar


una faceta muy peculiar de la actividad profesional del Ingeniero, como es la que corresponde al
seguimiento y control de la contratación de los bienes y servicios adquiridos tanto por el Estado como
por el sector privado. Esta actividad es conocida en Colombia (Y solamente en Colombia) como la
Interventoría.

Cada vez que me enfrento a la preparación de uno de tales cursos, ronda en mi mente la misma
inquietud. Será que esta vez si será posible que los estudiantes que se me confían lleguen a aprender
como hacer la interventoria? Y creo que hasta el momento no he tenido éxito.

Un curso sobre Interventoria puede ser increiblemente corto, pues bastará con estudiar juiciosamente
el correspondiente manual, emitido por la entidad cliente y seguir rigurosa y fielmente sus indicaciones,
que son ley para el Interventor. Listo, se terminó el curso. Vuelvo en dos semanas y les hago un
examen.

Pero mis estudiantes solamente habrán conocido los procedimientos aplicables en una entidad
determinada. No obstante, si el mismo proyecto lo desarrolla una entidad diferente, será acaso
necesario revisar el proceso a aplicar según un nuevo manual o, aún más grave, implementar otro
diferente?. No me puedo imaginar el desajuste que esta incertidumbre ocasionaría. ¿Será que la
Interventoría consiste apenas en la observancia detallada de las normas y procedimientos contenidos en
un manual?

Será posible que no se confundan, y aún contradigan, políticas y procedimientos entre una entidad y
otra ¿. Talvez sería mejor cortar por lo sano y hacer la interventoría como yo la sé hacer? Será lo
mismo hacerla en una obra pública que en un proyecto de iniciativa privada?.

Erróneamente clasificada la disciplina como una actividad propia de la consultoría, la cual analiza
problemas y ofrece soluciones, mientras que la interventoría es, por el contrario, fundamentalmente
una función de control, cuyo objetivo es la garantía del cumplimiento estricto de los proyectos que ya
han sido solucionados y de los contratos que, con base en ellos, han sido formulados y suscritos. La
primera crea soluciones. La segunda, vigila la implementación de las mismas. Obviamente la naturaleza
d e las disciplinas es diferente.
.
Para lograr esto, el interventor tiene que encargarse de velar porque se apliquen correctamente las
medidas de prevención y/o mitigación de los riesgos asumidos que hayan sido formuladas por el
contratante, a la vez que debe evitar que el contratista llegue a transferir a la entidad su parte de los
riesgos previsibles. Esta función, no suficientemente identificada en la práctica actual de la interventoría,
aunada al competente control de la calidad y el alcance pactados contractualmente, constituyen la
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verdadera razón de ser de una interventoría, ya que mediante una correcta gestión del riesgo, se puede
garantizar el cumplimiento de los planes y objetivos planteados.

Pero ser interventor, capaz de actuar siempre en derecho, pero balanceando el juego de intereses de
las partes contractuales con la correcta ejecución del objeto pactado, enfocado permanentemente en el
éxito del proyecto que se le encomienda, es efectivamente harina de otro costal.

Reflexionando sobre el problema, he llegado a una sorprendente, para mí, conclusión: El mal no está en
mí que siempre hago mi mejor, aunque parece que infructuoso, esfuerzo. Tampoco en mis estudiantes,
quienes ávidos de conocimiento se ponen en mis manos para que los oriente, pero terminan
desaprendiendo lo que pueden creer que saben, mietras surgen en su mente una infinidad de dudas,
contradicciones y cuestionamientos, pero sin vislumbrar una solución. Quien, o qué, sera el malo del
cuento? Porque es evidente que la labor de los Interventores no siempe es afortunada, ya que los
contratos fracasan con una preocupante frecuencia.

Pero creo que finalmente he logrado identificar al villano. Tal vez es la disciplina en sí, la cual no tiene
una definición unificada ni siquiera a un nivel de aceptabilidad en varios ambientes. Diferentes sectores,
tales como la edificación o las obras de Infraestructura, manejan una visión diferente, que va desde la
mera vigilancia técnica de la calidad del producto contratado hasta una fiscalización integral de un
conjunto de obligaciones derivadas de la celebración de un contrato. Existen muchas modalidades
hacer interventoría dependiendo cada una de las necesidades de los contratantes, de los escenarios, de
las estipulaciones de los contratos, de diversas costumbres y hábitos cuyo origen se ha perdido en la
niebla del pasado, en fin de la complejidad de los proyectos.

Ciertamente un proyecto de construcción es de naturaleza compleja. Son muchas las variables que
intervienen tanto en su planeamiento como en su desarrollo. Las interacciones entre todas ellas revisten
diversos grados de incertidumbre, que varían según las especificidades de cada proyecto. Una alteración
en una de las variables, genera una cadena de alteraciones en todos los procesos, con consecuencias a
veces impredecible.

La interventoría es, en consecuencia, un fenómeno complejo y como tal debe atenderse. Cada caso
debe caracterizarse de manera individual. Las necesidades de control van a ser diferentes. La
distribución de responsabilidades va a ser específica. Sin embargo, la falta de definición de la disciplina,
hace que actualmente se manejen todos los casos, a pesar de ser singulares, de manera universal,
regidos por el mismo modelo.

Particularmente en el sector público, el ejercicio de la Interventoría se ha desnaturalizad, perdiendo su


característica de integralidad al propiciarse la superposición y hasta el conflicto con otras disciplinas
como son la Supervisión contractual, empoderada y fortalecida por la Ley 1474 de 2011 o la Supervisión
técnica independiente estatuida por el código antisísmico colombiano.(NSR-10) Y a esto se suma la
definición particularizante que incluyó el Decreto ley 2090 de 1989, aplicable únicamente al sector de la
edificación. Y cada una de estas definiciones soportada por una legislación vigente plantea visiones
divergentes sobre el objeto definido.

Talvez la variable más significativa, y menos considerada, para esclarecer como debe ser la interventoría
es la naturaleza del proyecto intervenido. En el léxico común existen tres posibles acepciones de la
Interventoría, de significado muy diferente, y que se usan indistintamente:
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Interventoría de obra, que atiende esencialmente al control de la calidad de los materiales, de los
procedimientos y de los productos. Como complemento se le suele delegar el seguimiento de los
avances de la inversión y del progreso físico de la obra. Y existe la versión para la obra de infraestructura
y la de la edificación.

Cuando se recurre a un contrato para vincular al ejecutor de la obra, surge la modalidad de la


interventoría de contrato, que aunque suele asumir la Interventoría de obra como parte de su alcance,
se extiende, y a veces se concentra, en a la vigilancia de las obligaciones contraídas por las partes en el
desarrollo del pacto contractual. Y por último mencionemos, La versión oficial establecida por los
estatutos de contratación y el Anticorrupción, corresponde a esta modalidad, ante la distorsión
introducida al haber elevado el concepto de contrato a la categoría de Fin en contraste de la de medio
que nunca debió perder.

La Interventoría de Proyecto, que debe tener un alcance mucho mayor pues esencialmente atiende al
cumplimiento de los objetivos, usando la obra y los contratos como sus instrumentos, y tiene otras
connotaciones muy diferentes. Un ejemplo de esto es la interventoría de Concesiones.

La promulgación de la Ley 1474/11 ha tocado el tema de la Interventoría, trocando su importancia en


relación con la Supervisión contractual, con lo cual se ha roto la integralidad de la función.

Los funcionarios públicos, y aún me atrevo a afirmarlo, parecen no haber entendido este cambio radical
y continúan contratando interventorías con “apellidos” que ya no tiene un asidero jurídico, pues la
citada ley consolidó una interpretación única para el término, restringiéndola al seguimiento técnico del
contrato, es decir una figura de naturaleza jurídica y por tanto formalista. Otra cosa, es que apoyados en
dos ambiguas autorizaciones de la ley, se pueda delegar en el interventor técnico residente y de manera
expresa y taxativamente alguna que otra función de diferente naturaleza. En este caso, la manera
apropiada d e convocar es la de la “interventoría técnica con funciones adicionales delegadas”.

Un factor adicional de complejidad es el tamaño relativo del proyecto. Es claro que un contrato para la
adecuación de un parque urbano con un presupuesto de algunas decenas de millones de pesos, no
puede tener una interventoría similar a la de una carretera cuyas inversiones pueden estar en el orden
de los miles de millones de pesos, y además con una complejidad de índole social, técnica y jurídica
considerablemente mayor.

Tanto la especificación del servicio como el mismo proceso de selección de los interventores se ha
rutinizado a tal punto, que de manera indiscriminada se aplica, o debiera decir se copian, los mismos
criterios de evaluación y exigencias de calidad para el personal, indistintamente de las características de
complejidad técnica y de escenario de los diferentes proyectos.

En otro sesgo tanto para contratistas, interventores y aún los mismos servidores públicos, en lo
concerniente a la actitud personal, el Yo ha prevalecido sobre el bien común. La ética del profesional ha
cedido paso a la del comerciante. Esto ha hecho que se presente una distorsión en los valores
profesionales, y que el servicio a la sociedad, fundamento del ser profesional, haya cedido el terreno a la
idolatría del lucro individual. Cada vez es más difícil asociar el ejercicio ético de la profesión con la labor
de la Interventoría, como solía ser en tiempos pasados..

Y para completar el panorama, se rumora que se avecina una drástica reforma a la ley de contratación,
intentada sin éxito hace algunos años. Sabrá Dios que nos depara el futuro y que nuevas variantes se le
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aplicarán a la función de control de la inversión pública, entre los desesperados esfuerzos que se hacen
a través de leyes que tratan de frenar la corrupción administrativa que a ritmo frenético se ha
apoderado de nuestras conciencias.

Hasta aquí lo concerniente al sector público.

En lo referente al sector privado, la historia es algo diferente. Sin revestir las características de la
supervisión contractual, propia del sector público, la Interventoría hace parte del equipo de la Gerencia
del proyecto. Su campo de acción se centra en la labor técnica, desarrollando otras funciones de manera
accesoria.

Un completo estudio reciente, focalizado en el ambiente del Valle de Aburrá ha evidenciado la


existencia de una multiplicidad de modelos organizativos, lo cual genera una diversidad de obligaciones
y responsabilidades. Y cada quien cree estar actuando correctamente.

Es evidente que la disciplina de la Interventoría requiere una intervención doctrinal profunda. Hay que
dotarla de un marco de referencia gerencial. Pero el País no necesita una gerencia concebida para otros
escenarios sociales o culturales. Se requiere una gerencia Colombiana, ejercida a la Colombiana. Y se
necesita gerenciar un medio agreste. Por el bien de nuestras futuras generaciones, quienes merecen
recibir de nosotros un país mas digno de ser vivido, es necesario emprender esta tarea.

Será necesario ejercer un pensamiento diametralmente opuesto al que se acostumbra actualmente. La


invitación será permanente a la reflexión y la auto crítica para así construir un nuevo criterio, que al
renovar nuestras conciencias nos convierta en motores del cambio que demandan a gritos tanto
nuestras profesiones, como y el país, nuestro cliente.

Ciertamente, ante este panorama, no es posible aprender a hacer una interventoría, por la simple razon
de que no existe algo para aprender. Realmente, lo que se puede aprender, es como no se debe hacer la
Interventoría, que es precisamente como se hace ahora..

Amable lector: Si ha tenido la paciencia de llegar a este punto, quiero invitarlo a vincularse con
entusiasmo a la formulación de un nuevo modelo para la interventoría en Colombia. prestándose con
entusiasmo y una mente fresca y abierta a escuchar y a compartir realidades que, aunque muy duras y
expuestas con total crudeza, representan la verdad de la coyuntura que se afronta hoy día.

Tratemos de relegar las enseñanzas de nuestro educador universa , Don Etelvina Tapia Maestro de
Obra, y dispongámonos a romper los paradigmas que están asfixiando el ejercicio profesional

Y le estoy hablando a Usted, amable lector.

Bibliografía.
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