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CAMBIOS CONSONÁNTICOS DEL LATÍN HABLADO

Las principales transformaciones del consonantismo anteriores a la


descomposición del Imperio Romano (anteriores por lo tanto al siglo V) son la pérdida
de la aspirada faríngea /h/, las consonantizaciones de la I de palabras como IAM o MAIUS
y de la V de palabras como VITA o AMAVI, la aparición de fonemas palatales (este es el
cambio más destacado), la simplificación de los grupos consonánticos y la evolución de
las consonantes finales de palabra.

La pérdida de /h/
El cambio más antiguo es la desaparición del fonema aspirado /h/, pérdida que
está datada a finales de la época republicana (siglo I a. C.). La prueba fundamental de
este fenómeno es la ausencia de la grafía h (debemos pensar que si el fonema no se
pronunciaba, la grafía correspondiente dejaría de escribirse). En las inscripciones (véase
Fuentes del latín hablado), palabras que debían escribirse con h aparecen sin ella:
COMPRENDIT en vez de COMPREHENDIT, CORTIS en vez de COHORTIS, MI en vez de MIHI.
Son numerosas también las alusiones a la pérdida de la aspirada por parte de los
gramáticos latinos.
Al parecer, el fonema desapareció antes de la posición interior de palabra. Por su
parte, el Appendix Probi recoge HOSTIAE NON OSTIAE donde falta en posición inicial de
palabra.
En la época de Cicerón hubo un intento de recuperar la aspirada faríngea, pero a
pesar de la intervención de la escuela, ello no se consiguió.

Las consonantizaciones de I y V
Como ya se ha dicho (véase Consonantes del latín clásico), existían en latín dos
elementos mal integrados en el sistema porque no eran plenamente consonánticos, la I
de palabras como IAM o MAIUS y la V de palabras como VITA o AMAVI. De hecho, eran
variantes articulatorias, más cerradas, de las vocales /i/ y /u/, respectivamente. En el
latín hablado estos elementos se consonantizaron y así quedaron integrados en el
sistema consonántico.
a) En el siglo I d. C. la I se consonantizó como /y/ (fonema consonántico palatal
central, fricativo o africado según el contexto) y se confundió con D y G seguidas de
semiconsonante (como veremos a continuación), pues esta consonantización está
estrechamente relacionada con la aparición de palatales.
b) Para no quedarse aislada, la V siguió sus pasos y se consonantizó como /β/
(fonema consonántico labial sonoro fricativo) entre los siglos I y III. Contamos con
noticias de los gramáticos y, sobre todo, con abundantes confusiones gráficas entre V y
B: NOBEM en vez de NOVEM, CABIA en vez de CAVEA, IUVENTE en vez de IUBENTE,
DANUVIUM en vez de DANUBIUM…
En este importante cambio hay que considerar que en latín no existía con
anterioridad un fonema labial fricativo y sonoro (el latín solo contaba con las labiales
/p/, /b/ y /f/), por lo que esta era una posibilidad articulatoria disponible (una “casilla
vacía” del sistema). Por otro lado, las confusiones gráficas entre V y B podrían estar
relacionadas con el debilitamiento en posición intervocálica de la labial sonora (este
fenómeno es bastante complejo y lo estudiaremos en los cambios posteriores al siglo V
porque no se da en toda la Romania): hay que pensar que si /b/ se debilita se transforma
en /β/, por lo que se confundiría con la consonantización de V.

La aparición de consonantes palatales


La aparición de consonantes palatales constituye sin duda alguna el fenómeno
más importante de los ocurridos en el latín hablado. Porque en latín había vocales
palatales (las vocales anteriores Ī Ĭ Ē Ĕ), además de la I de palabras como IAM o MAIUS
de la que acabamos de tratar, pero en el paladar no se articulaba consonante alguna.
El origen fundamental de las consonantes palatales es la semiconsonante [j]
procedente de una vocal anterior (Ī Ĭ Ē Ĕ) seguida en latín de otra vocal: ambas vocales
pertenecían a sílabas distintas, es decir, formaban un hiato. En la lengua hablada
reconocemos una tendencia bastante clara a transformar el hiato en diptongo (creciente),
de manera que la vocal palatal se convirtió en una semiconsonante. Esta
semiconsonante [j] es la responsable de la palatalización de la consonante con la que
está en contacto, proceso este de asimilación.
La referida semiconsonante transfirió su palatalidad, en primer lugar, a T y C. T
es dental y por la acción de [j] atrasó su punto de articulación para convertirse en
prepalatal africada sorda /ĉ/. En cuanto a C, la velar adelantó su punto de articulación
para convertirse en ese mismo fonema. Ejemplos como TERCIAE por TERTIAE o FATIO
por FACIO, demostrarían la coincidencia de pronunciación de T y C seguidas de
semiconsonante.
El mismo proceso se cumplió con D y G, dental y velar sonoras. La
semiconsonante [j] surgida de un hiato convertido en diptongo transfirió su punto de
articulación palatal a la consonante con que estaba en contacto: D atrasó su punto de
articulación, G lo adelantó. Dieron lugar a /y/, palatal central sonora, RADIU>rayo y
FUGIO>huyo. Coinciden así con el resultado de la consonantización de la I de palabras
como IAM o MAIUS, de ahí los ejemplos AIUTOR por ADIUTOR y GIOVE por IOVE.
Aunque no siempre, también hay ejemplos de palatalización de B en ese mismo
sentido: HABEAM>haya (pero LABIU>labio).
La semiconsonante [j] también palatalizó a consonantes alveolares como L y N:
en el primer caso dio /λ/ y en el segundo /ɲ/. Por ejemplo, en FILIU y PALEA y en VINEA
y ARANEA. Pero estas dos consonantes palatales, /λ/ y /ɲ/, pudieron surgir no por la
influencia de la semiconsonante surgida a raíz de la transformación de un hiato en
diptongo, sino a partir de una semivocal surgida por el debilitamiento y vocalización de
una consonante (velar) implosiva. Esta es tendencia que se registra en el habla de todas
las épocas y se explica por la debilidad con que se articula la consonante postnuclear (en
la coda). Así, a /ɲ/ también se llega desde el grupo latino - GN- de voces como LIGNA,
PUGNU o STAGNU. La velar se debilita y se vocaliza como [i̯ ].
En el caso de /λ/ el proceso es algo más complejo como vemos en REGŬLA,
OCŬLU o VETŬLU. Según la acentuación, Ŭ queda en posición átona y desde temprano en
dicho contexto se produjo la síncopa (el Appendix Probi recoge ejemplos como
SPECŬLUM NON SPECLUM). Al perderse esa vocal, la velar quedó en posición implosiva,
consonante que se debilitó y se vocalizó como [i̯ ]. Este elemento palatal transfirió su
punto de articulación a la /l/ siguiente.
Hemos hablado hasta aquí del origen fundamental de las consonantes palatales
en latín hablado (la semiconsonante [j] o, en menor medida, la semivocal [i̯ ]), pero
existe otra posibilidad, algo posterior en el tiempo. En este caso, una vocal palatal
precedida de C o de G. Las dos velares latinas, sonora y sorda, adelantaron su punto de
articulación. La sonora se convirtió en /y/ (coincidiendo con la consonantización de I y
con la palatalización de D, G y B producida por [j]), la sorda en /ĉ/ (coincidiendo con la
palatalización de C y T producida por [j]). Algunos ejemplos son CIRCA, PACE, GEMMA
y GIPSU, que se habrían pronunciado en aquella época /ĉírca, páĉe, yémma, yípsu/. Esta
palatalización de C y G por contacto con una vocal palatal estaría vinculada a la
simplificación de las labiovelares QU y GU en simples velares C y G por pérdida de U (el
Appendix Probi recoge ejemplos como COQUUS NON COCUS y EQUUS NON ECUS). Las
labiovelares seguidas de /e, i/ se convirtieron en velares y, dado que el resultado de esta
simplificación podía confundirse con /ke, ki/, estas adelantaron su articulación a palatal
para mantener la distinción: de la oposición originaria labiovelar / velar se pasó a la
oposición velar / palatal.

La simplificación de los grupos consonánticos

Se observa en latín hablado una simplificación general de los grupos


consonánticos determinada por la tendencia a la sílaba “libre”, esto es, la constituida por
una consonante y una vocal sin coda. Algunos grupos se convirtieron en consonantes
geminadas por asimilación. Por ejemplo:

-NS->-S-: Este cambio se documenta ya en el siglo III a. C. En el Appendix


Probi leemos ANSA NON ASA, MENSA NON MESA .

-RS->-SS-: el Appendix Probi recoge PERSICA NON PESSICA .

-PS->-SS-: apenas se atestigua en latín salvo en casos como ISSE o ISSA por IPSE o
IPSA recogidos en Pompeya (s. I).

-MB->-MM-: COMMURERE por COMBURERE en una inscripción. Ejemplos escasos.

En cuanto a los grupos de tres consonantes, estos pasan a dos por el


enmudecimiento del segundo elemento: por ejemplo, SCULTOR por SCULPTOR. Son
antiguas las simplificaciones de casos como FARTU por FARCTU, TORTU por TORCTU,
SANTUS por SANCTUS o QUINTU por QUINCTU.

El consonantismo en posición final de palabra


Las consonantes tienden a debilitarse en posición final salvo si portaban algún
valor gramatical (desinencia de caso, terminación verbal). En este caso, la desaparición
pudo verse frenada. Por ejemplo:

-M: la consonante nasal presenta ejemplos de pérdida desde el siglo III a.C., pero
su valor como caso acusativo detuvo el proceso al menos en las inscripciones
oficiales. Los datos procedentes de Pompeya, de registros menos formales,
indican que en efecto se siguió omitiendo y, de hecho, todas las lenguas
romances la han acabado perdiendo, se trata de un cambio morfosintáctico.
Únicamente se mantiene, convertida en /n/, en las palabras monosílabas como
TAM>tan, QUAM>cuan, CUM>con…

-S: la -S es consonante que también falta en las inscripciones arcaicas, si bien se


restituyó en el siglo I a. C. como demuestra que no se registren ejemplos ni en
Pompeya ni en el Appendix Probi. En la época de Cicerón la pérdida de /s/ final
se veía como un rasgo poco elegante y la métrica antigua admitía su supresión
en determinados contextos (si iba seguida de palabra que comenzaba por
consonante sonora por ejemplo). Los ejemplos de pérdida de -S aumentaron en la
península itálica en los siglos V y VI (sobre todo en Roma).
El hecho de que la terminación en plural del acusativo de las tres declinaciones
principales presentara -S (-AS, -OS, -ES) llevó a que esta consonante se
“reanalizara” como la marca exclusiva para el número plural. Este destacado
cambio gramatical solo se dio en la Romania Occidental.

-T: la -T presenta omisiones, cierto es que no muy numerosas, en las


inscripciones de todas las épocas desde el siglo II a. C., sobre todo tras otra
consonante (POS CONSULATUM por POST CONSULATUM). Se perdía también como
desinencia verbal de tercera (del singular y del plural), de Pompeya proceden
AMA por AMAT o HABITAN por HABITANT. Ningún romance la conserva con
excepción de dialectos del sardo.

-D: es consonante que apenas se pronunciaba en el habla, lo que explica que no


haya pasado al romance. Vaciló con -T por la neutralización de la oposición
sorda / sonora en posición final de palabra: CAPUD por CAPUT, APUT por APUD y
SET por SED.

-R: es frecuente que pase al interior de la palabra por metátesis


(SEMPER>siempre, QUATTUOR>cuatro).

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