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El oído está formado por tres secciones diferentes que actúan juntas para atrapar los
sonidos y enviarlos al cerebro: el oído externo, el oído medio y el oído interno.
Este movimiento provoca vibraciones en los tres pequeños huesos ubicados en el oído
medio, que reciben el nombre de "huesecillos". Los huesecillos son:
Para escuchar correctamente, la presión a ambos lados del tímpano debe ser igual.
Cuando subes o bajas una montaña, la presión de aire cambia y es probable que tengas
una sensación extraña en los oídos mientras se adaptan. Los oídos pueden adaptarse
gracias a la trompa de Eustaquio que conecta el oído medio con la parte posterior de la
nariz y actúa como una especie de puerta de escape para que la presión esté equilibrada a
ambos lados del tímpano.
Cuando dejas de dar vueltas sobre ti mismo después de haberlo hecho durante un rato, el
motivo de que te sientas mareado es que el líquido que tienes dentro de los canales
semicirculares se sigue moviendo, trasmitiendo a tu cerebro la sensación de que sigues
dando vueltas, aunque hayas dejado de hacerlo. Cuando el líquido deje de moverse,
desaparecerá el mareo.
No te coloques cosas dentro de los oídos, como hisopos de algodón o las uñas. Si lo
haces, puedes rasguñar el canal auditivo, empujar la cera más adentro del oído e incluso
perforarte el tímpano. Si te molesta la cera, habla con tus padres, que pueden decírselo a
tu médico.
El tacto es lo que nos permite sentir, tocar, acariciar los objetos a nuestro alrededor o
que estén a nuestro alcance. Todo esto es gracias a lo que vemos todos los días frente al
espejo: nosotros mismos. Y es que la piel que cubre nuestro cuerpo es lo que nos permite
sentir a través de diferentes tipos de sensaciones que iremos viendo más adelante.
Incluso sin la necesidad de tocar los objetos podemos tener una buena muestra
del sentido del tacto, porque si hace frío o calor nuestra piel percibe ese cambio de
temperatura. Una de las primeras sensaciones que tiene un recién nacido es el tacto, y
antes de abrir los ojos o de poder respirar bien ya está sintiendo las manos de sus padres.
Es por esa sensación por lo que es común que los bebés recién nacidos agarren los dedos
de las personas que acarician sus manos.
Protección
El tacto también está ligado a un proceso de memorización del cerebro, que nos hará
recordar sobre experiencias pasadas y si son buenas para nosotros. Es de hecho muy fácil
de entender, por ejemplo, si nos pinchamos con una aguja eso nos causará dolor, por lo
que ahora sabemos que hay que tener cuidado con las agujas para no lastimarnos. De la
misma manera esto funciona con el sentido del gusto.
Muchas veces probamos la comida y, aunque nos sabe bien, su forma o textura no
termina de convencernos, por lo que la desechamos. Sería algo como comer un batido
de hamburguesa o un refresco de sopa. Si comiendo pescado mordemos una espina por
accidente, el sentido del tacto en nuestra boca dirá que hay que sacar la espina de allí,
antes de que pueda ser peor.
La piel
A diferencia de los demás sentidos (gusto, oído, olfato y vista), el tacto no tiene un órgano
general para analizar su funcionamiento (como el gusto tiene la lengua, la vista los ojos, el
olfato la nariz y el oído las orejas), sino que usa la piel, que recubre todo el cuerpo de
los animales y los humanos. Esto a su vez está conectado con el sistema nervioso, que
es un sistema sensorial similar a unos espaguetis que recorren el interior de nuestro
cuerpo y que son capaces de decirle al cerebro el tipo de sensación que se está
experimentando.
Las sensaciones dolorosas son las que no nos gustan: los cortes, los golpes o el clima
extremo pueden llegar a ser incómodos para nuestro cuerpo, y este tiene algunos sistemas
para defenderse de ello, como los pequeños cabellos que salen de nuestra piel para
protegernos del frío o el sudor, o para mantenernos frescos durante el calor.