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Las ciencias sociales incorporan el concepto de territorio para la especie humana como el
espacio de dominación, propiedad y/o pertenencia, de los individuos o las colectividades, sean
éstas naciones, estados o pueblos, es decir, como espacio sometido a unas relaciones de poder
específicas; ésta fue la herencia que recibió la Geografía del Estado-nación como proyecto y
como cultura política.
En esta tradición cultural, el territorio es espacio dominado por los sujetos (sean individuales o
colectivos), al revés de otras culturas, donde los sujetos pertenecen al territorio, forman parte de
él, como se expresa en el hecho de que los U’wa se niegan a negociar el Bosque Samoré, porque
para ellos vender el territorio sería igual que vender la madre, es algo que simplemente no está
en venta. Esta concepción resulta incomprensible desde cualquier concepción antropocéntrica,
como la judeocristiana por ejemplo, que asume a los seres humanos como los “amos y señores
del universo”, y, en consecuencia, como los propietarios del territorio.
El territorio no es simplemente lo que vemos; mucho más que montañas, ríos, valles,
asentamientos humanos, puentes, caminos, cultivos, paisajes, es el espacio habitado por la
memoria y la experiencia de los pueblos. Por eso aprender a leerlo y descifrarlo puede enseñar
mucho sobre cómo resolver los problemas y los conflictos, las dudas y las incertidumbres que
enfrentamos en el presente.
A la manera de los antiguos mayas hay dos formas de medir el tiempo que configura el
territorio: el de cuenta larga y el de cuenta corta. El de cuenta larga mide los grandes ritmos que
alteran la realidad original, transforman la naturaleza y le dan nacimiento a la sociedad; la
cuenta corta mide el acontecimiento, el momento, la cotidianidad y las personas. Con la cuenta
larga se entiende el comienzo; con la corta, la situación actual. Ambos tiempos conforman la
realidad que podría compararse con un tejido, labor de muchas manos que sin concertarse, sin
saber exactamente lo que hacen, mezclan hilos de todos los colores hasta que aparece sobre el
territorio una sucesión de nombres, figuras y lugares familiares; los lugares tienen nombres en
cuyo significado generalmente no pensamos, aunque ese nombre pueda decirnos mucho sobre
sus características, uso, historia y memoria de los acontecimientos con él relacionados.
El territorio es pues espacio y tiempo que fluyen y permanecen, es decir que cambia; se parece a
cada uno de nosotros, que de alguna manera somos también espacio y tiempo materializados en
el pequeño territorio de nuestro cuerpo. Visto así, el territorio es una relación entre vida natural
y vida humana, entre pasado y futuro. Para Einstein el espacio no existe por sí mismo, sino a
medida que se establecen relaciones, es decir, es un campo relacional, mutable, cambiante.
Como está configurado por relaciones, cuando ellas cambian, se transforman el territorio y sus
posibilidades de representación. Eso explica por qué al introducir la variable tiempo las
distancias empiezan a cambiar.
“Todas las criaturas vivientes constituyen una unidad fundamental gracias a su origen común,
cierto protoplasma primordial que presumiblemente surgió de la materia hace más de tres mil
millones de años y que desde entonces no ha dejado de diversificarse y evolucionar. Pero estas
importantes abstracciones no reflejan el mundo al que yo respondo. Lo que yo aprecio no es la
universalidad abstracta, sino más bien que cada piedra es diferente de cualquier otra, que cada
región o estación tiene una calidad de luz que solo a ella le pertenece, que la sonrisa de cada
persona en un momento concreto constituye un acontecimiento único en la historia de la
humanidad. Me inclino a hacer resaltar lo particular antes que lo universal, las diferencias más
que las semejanzas; del mismo modo me interesa mucho más lo que una persona concreta tenga
que decir que el hecho de que todas las personas normales sean capaces de hablar” (Dubos,
1986)
A pesar de la globalización que tiende a uniformarlo todo, logra de alguna manera permanecer
lo propio de cada lugar; a veces, hasta podría decirse que reforzado más. “He vivido y trabajado
en diversos países, he viajado repetidas veces de un continente a otro, y he llegado a la
conclusión de que, lejos de ganar en uniformidad, la gente y los lugares se diferencian cada vez
más, como lo han venido haciendo desde las grandes dispersiones de la Edad de Piedra. Me
alegro de que la Tierra albergue muchos mundos en lugar de uno solo, porque la diversidad
enriquece la vida humana y facilita la aparición de nuevas culturas y de nuevos valores. Creo
firmemente que si aprendemos a practicar la tolerancia, los numerosos mundos de nuestro
planeta, cada uno de ellos orgulloso de su propio carácter, tienen más probabilidades de
producir un estado de paz real y creador que las que tendría un homogéneo y anónimo mundo
único”; bajo la forma de numerosas individualidades”. Y lo mismo puede plantearse en relación
con la resistencia que ofrece la singularidad de los lugares, los pueblos y las culturas a la
homogeneidad de lengua, religión y cultura impuesta por el Estado-nación y por el proceso de
globalización.
“Cierto que hay leyes incuestionablemente universales que se aplican a toda forma de materia y
de vida, pero hay también fuerzas que hacen que cada persona y cada lugar sean la expresión
única de dichas leyes. Para mí, la expresión “un dios interior” simboliza el conjunto de las
fuerzas capaces de crear mundos privados a partir de la materia universal del Cosmos,
permitiendo que la vida se exprese
Estamos considerando que el territorio es un fractal del universo y que “El universo es unión.
La unión de los propósitos individuales y universales”. Por eso, en el territorio se cumple
también aquella ley fundamental de la ecología, de que cada cosa está relacionada con todas las
demás, propiedad que caracteriza a los sistemas abiertos y complejos y al territorio como uno de
ellos.
Trabajo:
1 - Leer con cuidado el texto y sacar todas las palabras claves, (1) que definen el territorio, (2)
que lo distingue del concepto de espacio. Tienen que jerarquizar estas palabras, y para cada una
de ella, explicar porqué define el territorio.
3 - Tomando en cuenta los cursos que han tenido en el modulo 2 (Sylvain Souchaud, René
Pereira, Hubert Mazurek, Bertha Gonzalez), citar y justificar por lo menos 5 otras perspectivas
(afuera de lo cultural) que pueden definir el territorio.
4 - Retomando el ejemplo del texto sobre los Mayas: ¿Cómo se puede hacer un paralelo entre
este ejemplo y el proceso de globalización? ¿Cómo interviene el territorio en esta doble escala
de tiempo? (hasta una página)
Por supuesto, pueden ayudarse de los textos de la bibliografía, en particular los tres textos
adjuntos de Milton Santos, Meter Gould y Jean Bernard Racine.