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Ovidio. Metamorfosis - Dafne - 219-226 (Eds. Consuelo Álvarez, Rosa M. Iglesias. Gredos PDF
Ovidio. Metamorfosis - Dafne - 219-226 (Eds. Consuelo Álvarez, Rosa M. Iglesias. Gredos PDF
Ovidio. Metamorfosis - Dafne - 219-226 (Eds. Consuelo Álvarez, Rosa M. Iglesias. Gredos PDF
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cho he abatido, hinchada por numerosas flechas, a Pi- 460
tón, que con su vientre portador de ponzoña ocupaba
tantas yugadas. Tú date por satisfecho mientras provo
cas con tu antorcha no sé qué amores y no aspires a las
alabanzas que me pertenecen.» A éste le responde el
hijo de Venus: «Que tu arco atraviese todas las cosas,
Febo, a ti el mío, y cuanto todos los animales son infe- 465
flores a un dios, tanto menor es tu gloria que la mía.»
Dijo, y surcando el aire con batientes alas rápido se de
tuvo en la umbría ciudadela del Parnaso89 y de su alja
ba portadora de flechas envió dos dardos de diferente
actividad: uno pone en fuga al amor, el otro lo provo
ca; el que lo provoca es de oro y resplandece en su agu- 470
da punta, el que lo pone en fuga es romo y tiene plo
mo bajo la caña. Este lo clavó el dios en la ninfa Penei-
de, con aquél, en cambio, hirió a Apolo en lo más
íntimo atravesando sus huesos: al punto uno ama, la
otra huye del nombre del amante feliz con los escon- 475
drijos de los bosques y los despojos de los animales ca
zados y émula de la casta Febe90; una cinta sujetaba sus
cabellos dispuestos sin orden91. Muchos la pretendie
ron, ella rechazando a los pretendientes, sin poder so
portar un marido y libre de él, recorre los inaccesibles
bosques y no se preocupa de qué es Himeneo92, qué 480
Amor, qué las bodas. A menudo su padre le decía: «me
debes un yerno, hija», a menudo su padre le decía:
89 Delfos.
90 Diana, diosa de la caza y virginal, así llamada por su abuela la Titáni-
de Febe, como se ha dicho en la nota 5.
91 P. R. J. Tarrant (1982) 355 considera interpolado el v. 477 porque no
aparece en los más importantes manuscritos «lactancianos» (e M 1N 1j y, so
bre todo, porque está fuera de contexto y es una recurrencia con el 497.
Sobre los argumentos a favor de la autenticidad, que neutralizan los de Ta
rrant, cfr. Ch. E. Murgia (1985).
92 Divinidad protectora del matrimonio, entendido la mayoría de las
veces como la propia ceremonia, al igual que Amor puede ser entendido
como divinidad o abstracción. Sobre si Himeneo es hijo de Urania o de
Venus, cfr. R. M.a Iglesias (1990) 190 n. 10.
« m e d e b e s n ie to s , h ija » : e lla , q u e o d i a b a la s a n to r c h a s
c o n y u g a le s c o m o u n c r im e n , h a b í a c u b ie r to s u b e llo
r o s tr o d e p u d o r o s o r u b o r y e n lo s c a r iñ o s o s b r a z o s d e 485
s u p a d r e , a b r a z a d a a s u c u e llo , le d e c ía : « P e r m íte m e ,
q u e r id ís im o p a d r e , g o z a r d e e te r n a v ir g in id a d : a n te s le
c o n c e d ió e s to a D i a n a s u p a d r e » 93. E l, e n e f e c to , se
m u e s tr a c o m p la c ie n te ; p e r o a ti e se m i s m o e n c a n t o te
im p id e q u e se d é lo q u e a n s ia s y t u b e lle z a se o p o n e a
tu s a s p ira c io n e s . F e b o e s tá e n a m o r a d o y d e s e a la s b o - 490
d a s c o n D a f n e n a d a m á s v e rla , y c o n f ía e n lo q u e d e
s e a y le e n g a ñ a n s u s p r o p i o s o r á c u lo s ; y d e la m is m a
m a n e r a q u e la lig e ra p a ja se q u e m a u n a v e z s e g a d a la
e s p ig a , al ig u a l q u e a r d e n lo s s e to s c o n la s a n to r c h a s
q u e p o r a z a r u n c a m i n a n t e a c e r c ó d e m a s ia d o o a b a n
d o n ó al a m a n e c e r , a sí se i n f la m ó e l d io s , a sí a r d e e n 495
t o d o s u p e c h o y a lim e n ta c o n s u e s p e r a n z a u n a m o r
e sté ril. O b s e r v a q u e su s c a b e llo s c a e n s in a r r e g lo e n su
c u e llo y d ic e : « ¿ Q u é si se p e in a n ? » ; v e lo s o jo s q u e b r i
lla n c o n fu e g o c o m o la s e s tre lla s , v e lo s b e s o s q u e n o
es s u fic ie n te h a b e r v is to ; a la b a su s d e d o s y su s m a n o s y 500
su s b r a z o s y t a m b i é n su s a n te b r a z o s d e s n u d o s e n m á s
d e la m ita d : si a lg o e s tá o c u lto , p ie n s a q u e es lo m e jo r.
E lla m á s rá p id a q u e la lig e ra b r is a h u y e y n o se d e tie n e
a n te e sta s p a la b r a s d e q u i e n la q u ie r e h a c e r v o lv e r:
« ¡N in fa , h ija d e l P e n e o , d e té n te , te lo m e g o ! n o te
p e rs ig o c o m o e n e m ig o ; ¡ n in f a , d e té n te ! A s í h u y e la 505
c o r d e r a d e l lo b o , a sí la c ie rv a d e l le ó n , así la s p a lo m a s
c o n a las te m b lo r o s a s d e l á g u ila , y c a d a u n a d e su s e n e
m ig o s n a tu r a le s ; e l a m o r es p a r a m í la c a u s a d e la p e r
s e c u c ió n . ¡D e s g r a c ia d o d e m í! N o c a ig a s a l s u e lo , y las
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zarzas no señalen tus piernas que no merecen ser heri
das y sea yo para ti motivo de dolor. Escabrosos son los 510
lugares por donde te lanzas: corre, por favor, con más
prudencia y refrena tu huida: yo mismo te perseguiré
con mayor moderación. No obstante, averigua a quién
agradas; yo no soy un habitante del monte, no soy un
pastor, no guardo aquí, desaliñado, mis vacadas y reba
ños. No sabes, atolondrada, no sabes, de quién huyes 515
y por ello huyes. Bajo mi dominio están la tierra de
Delfos y Claros y Ténedos y el palacio de Pátara94; Jú
piter es mi padre95; por mediación mía se evidencia lo
que va a ser, lo que ha sido y lo que es; gracias a mí se
acomodan armónicamente los poemas a las cuerdas.
Sin duda, mi flecha es certera, sin embargo, más certe- 520
ra que la mía es una sola que ha producido heridas en
un vacío pecho96. Mío es el descubrimiento de la medi
cina97y soy llamado por todo el mundo auxiliador y está
sometido a mí el poder de las hierbas: ¡ay de mí, pues el
amor no puede curarse con hierba alguna y no sirve de
nada a su dueño la ciencia que a todos beneficia!»98.
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Del que intentaba decir todavía más cosas huyó la 525
hija del Peneo con temerosa carrera y dejó atrás las pa
labras sin terminar a la vez que al dios, también enton
ces se la ve hermosa; el viento desnudaba su cuerpo,
los soplos que salían a su encuentro agitaban el vesti
do que oponía resistencia y una ligera brisa con su em
puje le echaba hacia atrás los cabellos, y su hermosura 530
se ve aumentada con la huida. Pero el joven dios no
soporta más estar falto de caricias y, según aconsejaba
el propio amor, sigue con paso apresurado sus huellas.
Como cuando un perro de la Galia ha visto una liebre
en un desierto labrantío y éste con sus patas busca la
presa, aquélla su salvación (uno, semejante al que está 535
a punto de alcanzarla, espera obtenerla de un momen
to a otro y roza con su dilatado morro sus huellas; la
otra está en la duda de si ha sido apresada y se arranca
de los mismos mordiscos y deja la boca que la roza):
así el dios y la doncella; éste es rápido por la esperan
za, ella por el temor. Sin embargo, el que persigue, ayu- 540
dado por las alas del amor, es más rápido y se niega el
descanso y está a punto de alcanzar la espalda de la
que huye y sopla sobre la cabellera extendida por el
cuello. Agotadas sus fuerzas, ella palideció y, vencida por
el esfuerzo de la rápida huida, dice, contemplando las
aguas del Peneo": «¡Ayúdame, padre», exclama, «si los 545
ríos tenéis poder divino! ¡Haz desaparecer con un cam
bio esta figura, con la que he gustado en demasía!»99100.
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Apenas acabado el ruego, un pesado entorpecimien
to se adueñó de sus miembros: su blando pecho
es rodeado de fina corteza, sus cabellos crecen 550
como hojas, sus brazos como ramas; su pie, hace poco
tan veloz, se queda fijo con lentas raíces, el lugar de su
rostro lo tiene la copa: en ella permanece solamente su
belleza. También la ama Febo y, posando su diestra en
el tronco, siente que su pecho tiembla todavía bajo la
reciente corteza y, abrazando con sus brazos sus ramas 555
como si fueran miembros, da besos a la madera: con
todo, la madera rechaza sus besos. A ésta el dios le
dijo: «Y, puesto que no puedes ser mi esposa, en ver
dad serás mi árbol. Siempre te tendrán, laurel101, mi ca
bellera, mi cítara, mi aljaba. Tú acompañarás a los ale- 560
gres generales, cuando una alegre voz cante el triunfo
y el Capitolio contemple largos desfiles. Tú misma
como la más leal guardiana de la casa de Augusto esta
rás en pie ante las puertas y protegerás la encina que
está en medio102, y, del mismo modo que mi cabeza es
la de un joven con los cabellos sin cortar, lleva tú tam- 565
103 Se refiere a que, al igual que los cabellos del dios nunca decrecen, el
árbol no pierde sus hojas.
104 Invocación de Apolo en los himnos en su honor, que por ello reci
ben el nombre de peanes.
105 Nombre de Tesalia por un epónimo Hemón, hijo de Pelasgo y pa
dre de Tésalo el otro epónimo de la región. Desde aquí hasta la explica
ción de la ausencia de ínaco ve F. J. Miller (1921) 472 un buen ejemplo del
método que él llama de «pasaderas» (stepping-stones) para unir los episodios.
106 El Tempe en realidad no es un bosque sino un valle boscoso de Te
salia.
107 En su enumeración Ovidio cita importantes ríos de Tesalia siguiendo
la dirección sur-norte. El Esperquío, que fluye por la Tesalia meridional, o
Ftiótide, equiparable en su caudal y extensión al Peneo, provocó con sus alu
viones el paso de las Termopilas; el Enipeo y el Apídano, de la Tesalia cen
tral, unen sus aguas y desembocan en el Peneo; mucho más pequeño y prác
ticamente desconocido es el Anfriso que tiene en común con el Enipeo na
cer en el monte Otris y está equidistante en su desembocadura del Peneo y
del Esperquío; el último de los ríos mencionados, el Eante, no es tesalio sino
epirota (Ovidio lo diferencia de los auténticamente «indígenas» al privarle de
epíteto) pero sí que nace en Tesalia cerca de las fuentes del Peneo, por lo que
está justificada su presencia, por más que su cauce discurra en dirección
opuesta y desemboque en el mar Jónico y no en el Egeo. Sobre este encuen
tro de los dioses-río en casa del Peneo, cfr. T. Eggers (1984) 142-144.
[2-2.1]
mos, y el Enipeo, que nunca descansa, y el anciano 580
Apídano108 y el tranquilo Anfriso y el Eante, y después
los otros ríos, que, por donde los lleva su empuje, con
ducen al mar sus aguas cansadas de tanto recodo.
lo 109
108 Todos los mss. ofrecen la lectura Eridanusque pero desde los prime
ros comentarios del siglo xv ésta ha sido contestada; pese a que se conside
ra a Iacobus A. Cruce el autor de la conjetura Apidanus (aceptada por no
sotras), fue R. Regius quien, ya en su edición de 1493, dice: Apidanus lega-
tur, ne ineptus esse Ovidius coarguatur, afirmación muy criticada por Coelius
Rhodiginus, Ciofanus, Merula y Pontanus, defendida en cambio por
Heinsius, Cnippingius y Burmannvs. Los editores modernos, como los
humanistas, fluctúan entre ambas. A nuestro parecer la única justificación
que tendría la lectura Eridanus es que Ovidio mostrase un rasgo de humor
obligando a sus oyentes o lectores a pensar no en las pequeñas corrientes
del Atica o de Tesalia que llevan ese nombre, sino en el más caudaloso río
de Italia.
109 Para la influencia del Himno 4 a Délos de Calimaco véase J. Wills
(1990) 152-154. Para otros aspectos cfr. M. von Albrecht (1979), H. Herter
(1983) y J.-M. Frécaut (1985) 126-134.
110 Dios-río, hijo, por tanto, de Océano y Tetis; fluye por la Argólide, es
el primer rey de Argos y fundador de la más antigua estirpe heroica: la ar-
giva.
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