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«ESPIRITUALIDAD PREVENTIVA
DE LA VIOLENCIA»
ARITA LÓPEZ PÉREZ / ELÍAS LÓPEZ PÉREZ, SJ*

Fecha de recepción: enero de 2014


Fecha de aceptación y versión final: enero de 2014

Resumen
Debemos liderar sociedades pacíficas desde su futuro, focalizando el trabajo en
la siguiente generación, previniendo la violencia con el desarrollo de la sensibi-
lidad espiritual que los niños y jóvenes llevan dentro. La educación debe incluir
el desarrollo de competencias intrapersonales que ayuden al autoconocimiento de
los niños y jóvenes, a ponerse en contacto con su ser interior y las fuentes de vida
que le transcienden, al desarrollo de la espiritualidad por medio de la medita-
ción y la conciencia plena, llevando la atención al silencio. La administración
debería incorporar en todos los colegios unidades de meditación en su currícu-
lum educativo como clave del desarrollo de habilidades para la convivencia
pacífica, como estrategia de prevención contra la violencia.
PALABRAS CLAVE: reconocimiento, no-violencia, meditación, silencio,
pedagogía.

* Los autores de este artículo son hermanos, y ambos trabajan en temas de resolución
de conflictos en distintos ámbitos, Arita (pedagoga especializada en casos conflictivos
en familias), especialmente en el ámbito escolar; y Elías (psicólogo y teólogo especia-
lizado en temas de reconciliación y paz), en el ámbito de conflictos armados.

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Spirituality as a preventative strategy


against violence

Abstract
Looking to the future, we must strive to create peaceful societies, focusing our efforts
on the generations to come, preventing violence by nurturing the spiritual sensi-
bility that is alive in all children and young people. Our education system should
include the development of intrapersonal skills that encourage children and young
people to become more self-aware, to connect with their inner selves and the sources
of life that transcend us all, and to advance their spiritual development through
meditation and complete awareness, drawing on the power of silent contempla-
tion. The education authorities should introduce meditation into the curriculum
for all schools as a key means of developing the skills required for peaceful cohabi-
tation, and as a preventative strategy against violence.
KEY WORDS: recognition, non-violence, meditation, silence, teaching methods.

–––––––––––––––

Introducción

Nuestro amigo Pedro nos contó que una pandilla de jóvenes golpeó a su
hijo de veintidós años hasta dejarlo inconsciente en el suelo1. Y que, ya
abatido y completamente indefenso, le propinaron una patada en la cara
que literalmente se la partieron en dos. Su hijo pasaba casualmente por
allí. Quiso separar a dos que se estaban peleando en la calle... y «cobró».
Este es un caso cercano a nosotros de una víctima de la violencia juvenil
en una de las grandes ciudades de España. Los jóvenes de las pandillas
callejeras desarrollan su conducta violenta desde la infancia, como en el
caso de Juan.
Juan es un niño que intentó tirarse por el hueco de la escalera en su cole-
gio. Provocando a sus educadores durante cuatro meses seguidos, ese
intento fue lo más llamativo entre otros actos violentos: permanente-

1. Por motivos de anonimato usaremos nombres ficticios.

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mente se resiste a entrar en el aula; y si entra, no se sienta en la clase,


pega, grita e insulta a profesores y compañeros. Juan tiene tan solo seis
años. ¿De dónde tanta violencia en un niño tan pequeño? Hay palizas
frecuentes, tanto del padre como de la madre, a él y a sus hermanos. Hay
violencia de género entre sus padres. Su estructura familiar es compleja:
el padre tiene trece hijos con tres mujeres y ha estado largos periodos
ausente por haber delinquido y haber sido encarcelado reiteradamente.
¿Qué hay que hacer con Juan antes de que llegue a ser un miembro
potencial de una banda juvenil como la que partió la cara al hijo de nues-
tro amigo Pedro? ¿Podemos prevenir que Juan acabe en la cárcel como
su padre? ¿A sus seis años ya llegamos tarde? ¿Cómo sanar tanta violen-
cia en Juan como víctima infantil para prevenir más violencia de Juan
como verdugo en su futura juventud?
Otro amigo dice que a los niños se les debería enseñar a comer, respirar
y meditar. Para él, la alternativa a un mundo violento empieza por crear
hábitos de comida sana para cuidar tanto el cuerpo como el medio
ambiente. La violencia empieza en el paladar. También para él es clave
enseñar a los niños a respirar: a vivir con el ritmo y equilibrio entre acti-
vismo y pasividad, parte integrante de los ejercicios de meditación.
Desde esta perspectiva podríamos decir que la violencia juvenil –y, en
general, toda violencia– se previene con el desarrollo espiritual en los
niños que permite crear hábitos de autoconocimiento y autorregulación
emocional para vivir con paz en el interior y con el exterior. Quizás no
haya nada más revolucionario para la agenda del siglo XXI que introdu-
cir en los currículos educativos de todas nuestras escuelas el aprendizaje
de la meditación para alcanzar una paz integral, una «conciencia plena»
y honda en valores para convivir, que es vivir sin violencia. ¿Acaso no es
ese uno de los fines que persigue la espiritualidad, en el sentido amplio
del término?
Nuestra propuesta es una pedagogía espiritual que prevenga la violencia
en los jóvenes mediante el desarrollo de hábitos de meditación cuando
aún son niños. Ya Aristóteles decía que adquirir desde jóvenes tales o cua-
les hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta.
Además, ¿no es más barato para la administración desarrollar estos hábi-

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tos no violentos en los jóvenes con políticas preventivas, más que repre-
sivas y punitivas? La apuesta que proponemos es una pedagogía de la
«no-violencia» desde el desarrollo espiritual en los niños y jóvenes.
Como veremos, se trataría de una propuesta de espiritualidad amplia que
les ponga en contacto con el silencio interior para abrirlos a la experien-
cia de la trascendencia como fuente de actitudes y comportamientos no
violentos. Presentamos lo que llamamos una «espiritualidad preventiva»
de la violencia en cuatro pasos: 1) partimos de una reflexión sobre la
naturaleza de la violencia vivida por los jóvenes, para luego 2) formular
algunos elementos de una pedagogía de la no-violencia, entre ellos 3) la
conexión con el silencio interior, puerta que nos abre a 4) la espirituali-
dad como vacuna contra la violencia.

1. Violencia y juventud

Más de cuatro siglos antes de Cristo, ya decía Sócrates que los jóvenes hoy
en día son unos tiranos que contradicen a sus padres, devoran su comida y le
faltan al respeto a sus maestros. Cuando a Juan se le ponen límites en el
colegio, y para ello se le pregunta quién manda en el aula, Juan respon-
de que él. La violencia tiene que ver con el uso del poder tiránico, trans-
grediendo los límites del respeto y reconocimiento en las relaciones. El
uso violento del poder es una forma de autoafirmación negativa que no
acierta a afirmarse de forma apreciativa y positiva, reconociendo al otro.
Los niños como los jóvenes, tanto en el ámbito familiar como escolar,
pueden llegar a vivir las normas, horarios y obligaciones como una
imposición de límites que es hostil y hay que combatir. Esa conducta
combativa la pueden entender como ejercicio de la libertad propia y
autoafirmación, pero realmente acaba siendo un individualismo violen-
to: búsqueda de satisfacción de los intereses personales, sin escuchar y
buscar la satisfacción de los intereses de otras personas en el grupo. Es
difícil aceptar que vivir es vivir en interdependencia de intereses indivi-
duales entre miembros de un grupo y en interdependencia de intereses
colectivos entre distintos grupos dentro de sociedades complejas. Una
baja tolerancia a la frustración de esos intereses particulares acaba en lo

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que la psicología ha comprobado ser una ley comportamental: «la frus-


tración lleva a la agresión». Se usa la violencia para doblegar al adversa-
rio, para conquistar o defender los intereses individuales, percibidos
como incompatibles y en conflicto con los de los demás.
Igualmente, guiados por una necesidad de autoafirmación y exploración
de nuevas y fuertes «experiencias pico», los jóvenes practican conductas
de riesgo: comportamientos que encierran un potencial de peligrosidad,
de daño y de violencia a cambio de la sensación de control al borde de
lo incontrolable, de poder competitivo desafiante del límite, de disfrute
y gozo, de excitación emocional. Entre estas conductas en las que el
joven se juega la vida, se encuentran los deportes de riesgo, la conduc-
ción automovilística de riesgo, las conductas suicidas, las conductas
sexuales de riesgo, la alcoholemia, las toxicomanías y demás adicciones,
entre otras conductas con un mayor o menor potencial autopunitivo. El
consumo de sustancias psicotrópicas entre jóvenes es causa frecuente de
infracciones y delitos tanto en el ámbito doméstico como en el público.
El joven busca estás conductas de forma consciente (o preconsciente),
voluntaria y hasta ansiosamente. Estos comportamientos crean depen-
dencia, como si de droga se tratara. Tienden a repetirse y volverse cróni-
cos. Unos los superan con la edad, y otros, si no mueren en el camino,
seguirán enganchados y caminando sobre el filo de la navaja.
Robos, vandalismo, acoso, agresiones físicas, abusos sexuales y violacio-
nes, homicidios, violaciones de los derechos humanos, corrupción, polu-
ción y degradación del medio ambiente, exclusión social y desigualdad
entre ricos y pobres... son violencias que niños, jóvenes y adultos estamos
acostumbrados a ver en medios de comunicación social cada vez más pre-
sentes en todos los ámbitos de la vida, debido al desarrollo de las nuevas
tecnologías de la información. La cultura de la violencia, omnipresente
por medio de músicas, graffiti, películas, videojuegos, noticias, etc., fácil-
mente accesibles con un «clic», es un poderoso caldo de cultivo para mol-
dear y favorecer la réplica de conductas que rompen con normas y reglas
de convivencia social en los hogares y en los espacios de vecindad, en las
instituciones y en los espacios públicos. El resultado es la naturalización
de la violencia: ya no nos sorprende ni crea rechazo instintivo.

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Según la teoría del reconocimiento2, la naturaleza de la violencia tiene que


ver con la falta de reconocimiento de tres dimensiones del ser humano
por parte de otro ser humano. Estas tres dimensiones o esferas de la iden-
tidad son: a) la integridad física y afectiva (el amor cuida de esta integri-
dad del cuerpo humano y de las relaciones afectivas entre miembros de
la familia y entre amigos); b) la igualdad como ser humano entre otros
seres humanos que comparten los mismos derechos (el derecho cuida de
que los derechos humanos sean universales, para todos); y c) las diferen-
cias culturales o étnicas como grupo o diferencias individuales particula-
res (la solidaridad con los distintos en valores y capacidades personales
cuida de que las diferencias individuales y las diferencias grupales cultu-
rales y étnicas sean reconocidas y apreciadas, articuladas para el enrique-
cimiento de todos). Si falta el reconocimiento de alguna de estas esferas
en las relaciones, se hará violencia y se dañarán respectivamente: a) la
autoconfianza; b) el autorrespeto; y c) la autoestima de la persona victi-
mizada. Esta violencia como falta de reconocimiento se puede presentar
con distintas caras, como violencia física (malos tratos físicos, hambre,
tortura, enfermedades, pobreza material, etc.); violencia psicosocial y cul-
tural (cinismos y humillaciones, tabúes y falta de libertad de expresión,
prejuicios y rechazos, falta de cariño y amor, etc.); y violencia medioam-
biental (hacinamiento, polución, consumo de recursos naturales insoste-
nible, etc.). La violencia juvenil está influenciada y forma parte de este
entramado multiforme de violencias en nuestras sociedades complejas.
Tratar adecuadamente y a tiempo la complejidad de las violencias, en sus
causas y en sus efectos socioeconómicos, mediante políticas públicas
coordinadas, coherentes y eficaces, preventivas en la mayor medida, es
imprescindible para ayudar a los jóvenes a no caer en bandas juveniles
violentas, y a niños como Juan a no acabar reproduciendo el modelo de
sus padres en sociedades urbanas y rurales masivamente desiguales y dis-
criminatorias, depredatorias, con sectores amplios de población en paro
y sin recursos, con muy pocas oportunidades de salir de la desesperanza,

2. Ver esta teoría de Alex Honeth en http://www2.facso.uchile.cl/publicaciones/socio-


logia/articulos/26/2603-Tello.pdf

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en permanente frustración. Estas políticas sociales preventivas deman-


dan abordar proactivamente y con mucha más determinación una peda-
gogía de «otro nivel de conciencia» para niños y jóvenes.

2. Pedagogía de la no-violencia

La educación en conductas no violentas consiste en usar la cabeza, no


para embestir, sino para pensar y desarrollar otro nivel de conciencia.
Ambos niveles de conciencia, el violento y el no violento, están dentro
de la cabeza del niño. La educación en la transformación pacífica impli-
ca sacar de dentro del niño la inteligencia que lleva dentro (etimológica-
mente, educar significa «guiar fuera»). La inteligencia interpersonal que
permite relacionarnos como humanos, de modo no violento, no animal,
está en los lóbulos prefrontales, en el neo-córtex, en la parte de nuestro
cerebro que ha sido la última en desarrollarse, cuando emerge el razona-
miento humano en la evolución. En el paleo-córtex se dan las conductas
propias de relaciones violentas más primitivas y animales: ataque (com-
petencia que excluye al otro) y huida (evasión en la que se excluye uno
mismo). Hay que enseñar a los jóvenes a usar el neo-córtex, la parte
evolutiva más reciente que nos hace seres humanos inclusivos, que no
marginan violentamente3. Por eso, la solución de raíz al problema de la
violencia y el acoso de los jóvenes en las aulas o en las calles, y del falso
liderazgo de los violentos en las pandillas juveniles, no está en aplicar
medidas represivas, sino en la pedagogía para conseguir que ejerciten el
neo-córtex del cerebro humano, que lo distingue del animal. Pero pen-
sar racionalmente no basta, sino que es importante aprender a escuchar
nuestros sentimientos y manejar nuestras emociones dentro de un marco
de valores que igualmente debemos aprender.
El pedagogo es, etimológicamente, el que lidera o guía a niños. Una de
las funciones del líder es moldear a otros desde sus valores. El niño es

3. Manuel SEGURA, SJ, Convivencia Escolar y Formación del Profesorado; ver: www.qua-
dernsdigitals.net/

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moldeado en conductas violentas o no violentas desde su primera infan-


cia. La opción ética por la «no-violencia» como concepto va más allá de
la negación de conductas violentas directas. Va más allá de una práctica,
táctica o estrategia particular, de una forma de actuar concreta. La no-
violencia es una actitud de búsqueda permanente para reducir el sufri-
miento y eliminar de raíz las causas estructurales de la violencia. Tanto
fines como medios tienen que ser no-violentos4. Esto implica el com-
promiso personal y social con un proyecto vital para la transformación
de la sociedad y de nosotras y nosotros mismos. Por eso Gandhi nos invi-
taba a convertirnos en el cambio que queremos ver en el mundo.
Quien educa para ese cambio personal y social es, originalmente, «la
tribu», el clan familiar, donde se da fundamentalmente la socialización
primaria (procesos relacionales donde el niño adquiere las primeras capa-
cidades afectivas, cognitivas y sociales, y que juegan el papel más crucial
en la constitución de su identidad). Enseñar a convivir empieza con los
pequeños en casa: se les enseña que no son los únicos, que tienen que
respetar a sus padres y hermanos en las diferencias, que todo lo mejor no
es siempre para ellos, y que eso no significa que no se les quiera. En otras
palabras, se educa poniendo límites y ayudando a vivir positivamente
cierta frustración al servicio de la armonía entre el deseo propio y el de
los demás. Aprender a relacionarse de forma no-violenta también tiene
que ver con la actitud empática que los padres con tanta paciencia sue-
len mostrar con sus hijos pequeños. Esa capacidad empática es la actitud
reina en la transformación de conflictos. Crecer en capacidad empática
tiene que ver con aprender a relacionarnos cambiando de perspectiva,
poniéndonos en el lugar del otro para descubrir las necesidades vitales
más hondas que determinan sus intereses. También supone aprender a
estar en contacto con las emociones que influyen más en la conducta
violenta. La empatía supone aprender a reconocer esas emociones para
autorregularlas sin reprimir, para transformarlas en energía constructiva.

4. Para el concepto de no-violencia ver: http://www.noviolencia.org/ y http://es.wiki-


pedia.org/wiki/No_violencia

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En esta línea, la pedagogía para la convivencia desarrolla tres factores en


niños y jóvenes: a) desarrollo cognitivo del pensamiento creativo y conse-
cuencial, que busca alternativas realmente posibles; b) desarrollo emocio-
nal de la actitud empática que se pone afectiva y efectivamente en lugar del
otro; y c) desarrollo moral de valores que promuevan relaciones justas y de
amor, de donación gratuita. Estas tres dimensiones están presentes en el
estilo colaborativo en la teoría de transformación de conflictos. El desa-
rrollo de estos tres factores nos permite a los humanos relacionarnos con
los demás de forma asertiva, esto es, con eficacia y justicia5.
El desarrollo de los tres factores empieza con la socialización primaria en
el ámbito familiar y debe continuar en la socialización secundaria, la que
se realiza en instituciones específicas como la escuela, con el fin de desa-
rrollar competencias más específicas mediante el control social. Si se tra-
baja bien el control social e institucional de la socialización secundaria,
puede tener efectos tan internalizados y duraderos como los de la socia-
lización primaria en el contexto familiar. Por este motivo, se debe usar al
máximo el potencial del aula para desarrollar tanto el factor emocional
como el factor ético, que están más desatendidos que el cognitivo en el
contexto escolar.
Incluso se debería dar un paso más. Deberíamos facilitar una socializa-
ción terciaria: el proceso de «transculturación» que vive una persona
cuando se incorpora a otra sociedad, con patrones culturales distintos de
los aprendidos, con valores diferentes. La pedagogía de la no-violencia
necesita entenderse como una transculturación en sociedades violentas.
Hay que fomentar la capacidad de hacer frente al sistema de valores
vigente y tomar decisiones, asumir mediaciones y cauces que no son los
que el sistema cultural necesariamente nos propone. Necesitamos desa-
rrollar una pedagogía del silencio como puerta de entrada a la experien-
cia espiritual y como fuente de valores transculturales alternativos a la
cultura violenta.

5. Entrevista a Manuel Segura, SJ, en la revista Clave XXI: http://www.clave21.es/files/


articulos/D06_entrevistaManuelSegura.pdf

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3. El silencio interior como puerta de entrada a la no-violencia

Einstein decía que ningún problema puede ser resuelto en el mismo estado
de conciencia en que se ha creado. En el silencio meditativo buscamos una
puerta interior de entrada a un nuevo estado de conciencia que se detie-
ne a escuchar hondamente, y así no reacciona ante estímulos agresivos.
Con el silencio buscamos transculturarnos elevándonos por encima de la
cultura científico-técnica y de libre mercado, que busca reactivamente
conocer más para producir más, y producir más para consumir más. Esa
cultura está entretejida con la cultura competitiva, agresiva y violenta en
que estamos inmersos. La pedagogía de la no-violencia incluye atender
al silencio interior para adquirir plena conciencia, la sabiduría que nos
hace libres y transculturales.
Para el Zen, la «conciencia plena» es vaciar la mente de pensamientos lle-
vando la atención al silencio. No se trata de caminar descerebrado (sin
pensamientos) o descorazonado (sin emociones), sino de llevar la aten-
ción al silencio, para que en ese estado de calma podamos discernir y
discriminar los pensamientos, emociones y acciones más adaptados y
beneficiosos dentro de las circunstancias. Se trata de ser señores de la
atención para no ser esclavos reactivos a mil estímulos que nos bombar-
dean. Que la violencia es una conducta reactiva se expresa en el dicho
popular ojo por ojo y diente por diente. La ley del talión quiere poner lími-
te a la tendencia a reaccionar de forma excesivamente violenta a la vio-
lencia de otros. Pero la atención al silencio profundo intenta ser libre
frente a toda acción y reacción violenta, ya sea limitada o ilimitada.
Atender al silencio para vaciarnos de distracciones y ruidos reactivos no
es para quedarse evadidos ahí, desafectados de todo. Atender al silencio
interior es solo una etapa dentro del proceso de ganar conciencia y luci-
dez, seguridad y calma, ecuanimidad y libertad para la elección de con-
ductas pacíficas en lo ctidiano.
Buscamos en el silencio la puerta de entrada a la espiritualidad como
nuevo estado de conciencia. Podemos recurrir a la sabiduría y pedagogía
del silencio profundo que las distintas escuelas espirituales de Oriente y
de Occidente han acumulado a lo largo de años de meditación y con-
templación, para así adentrarnos a nivel metodológico y práctico, paso a

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paso, por la puerta del «silencio» que nos abre a la espiritualidad, al espa-
cio que nos conecta con las fuentes de vida.

4. La espiritualidad como vacuna contra la violencia

La puerta del silencio es transcultural como el espacio al que nos abre: la


espiritualidad. Con la espiritualidad queremos proponer a niños y jóve-
nes, a padres y educadores, la práctica de nuevos valores, como el amor
y la gratuidad frente a sociedades mercantilizadas, basadas en transaccio-
nes donde nada se regala; el perdón como don excesivo (eso es lo que eti-
mológicamente significa per-don: excesivo-don) frente a la venganza; la
trascendencia frente a tanto centrarse en uno mismo, que nos hace ser
competitivos y violentos. La espiritualidad nos conecta con todos los
valores que promueven la vida.
La palabra «espiritualidad», etimológicamente, se refiere al principio
vital, al aire que «in-spiramos» y «e-spiramos» y nos da la vida. En la
meditación se usa la «re-spiración» como soporte de la atención para la
escucha profunda del silencio que nos hace libres. En sentido amplio
(más allá de su sentido religioso), la espiritualidad es todo aquello que
promueve y sustenta la vida, como el «re-spirar». En el desarrollo de
capacidades no violentas, la espiritualidad busca conectarnos con las
fuentes de vida incompatibles con conductas destructivas, de muerte.
El concepto «espiritualidad» nace en el ámbito de la filosofía francesa
para referirse a todo lo que trasciende la experiencia sensible y conocida
por la racionalidad científico-técnica. Generalmente, la gente entiende la
espiritualidad como una fuerza, inspiración u orientación que nos acom-
paña en el trasfondo de la vida. A veces esta espiritualidad se experi-
menta y formula como una Presencia.
Los estudios comparativos de las distintas tradiciones espirituales (inclu-
so no religiosas) revelan en su análisis transdisciplinar que la espirituali-
dad tiene una estructura bipolar relacional: por un lado, la dimensión
interior, el centro más hondo de la persona, relacionada con una dimen-
sión exterior que trasciende a la persona como última realidad o fin últi-

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mo6. La neurociencia confirma la importancia que tiene para el ser


humano la experiencia de trascendencia, que forma parte esencial de las
espiritualidades del mundo. El cerebro humano ha llegado a una evolu-
ción que ya no se interesa solamente por la supervivencia, sino además
por experiencias simbólicas menos ciertas desde el método científico (y
quizá menos materialmente utilitaristas). Debido a su alto grado de evo-
lución, el cerebro se abre a experiencias mentales conocidas como «tras-
cendentes», tales como la responsabilidad moral, la comprensión de que
el individuo es una pequeña parte de un todo, la conciencia de identi-
dad personal, la búsqueda de sentido, la vida tras la muerte, el fin y razón
última, el Ser, etc.: cuestiones que abordan las filosofías, espiritualidades
y religiones del mundo.
Algunos lo formulan diciendo que en el ser humano hay una pasión por
la trascendencia, por escudriñar lo que hay más allá de lo evidente (cono-
cido por los sentidos y las ciencias positivas). En la teoría de las inteli-
gencias múltiples (Gardner, 1983) se llama «inteligencia espiritual» a la
capacidad de acceder y relacionarse con la dimensión trascendente del
ser humano, fruto de la interfase de los dos hemisferios del cerebro: fruto
de la conexión de la razón lógica del hemisferio izquierdo con las emo-
ciones y capacidades simbólicas del hemisferio derecho.
Articulada en la conexión de los dos hemisferios, la experiencia de la
trascendencia se expresa con cuatro conceptos:
1. La experiencia del «Adentro»: tomar conciencia existencial de la
interioridad del ser humano, que puede llegar a experimentarse
con una profundidad insondable en la que no hacemos pie y, por
lo tanto, estamos como trascendidos hacia dentro.
2. La experiencia del «Otro»: tomar conciencia existencial de la alte-
ridad de las otras personas a las que reconocemos y respetamos,

6. Para un estudio crítico y sistemático de la espiritualidad podemos ayudarnos de la


obra de E. COUSINS (ed.), World spirituality: An encyclopaedic history of the religious
quest (London-New York 1986; 25 vols.). Se trata de una obra enciclopédica que
hace un estudio histórico universal de la búsqueda espiritual de la humanidad en
las tradiciones y culturas del mundo.

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nos entregamos y damos dignidad, y así descubrimos más y más


en un proceso que también es insondable.
3. La experiencia del «Arriba»: tomar conciencia del arriba infinito,
que se identifica normalmente con el cielo, de donde viene lo
bueno que desciende, donde está la fuente de vida que se nos
regala. Parece que estamos programados biológicamente para
buscar la luz y el equilibrio mirando hacia arriba.
4. La experiencia del «Todo»: tomar conciencia de que los seres
humanos formamos una ínfima parte de ese todo inmenso y
abarcador que nos conecta a todos con todo y con todos7.
La espiritualidad como la experiencia bipolar entre la hondura interior y
el absoluto trascendente exterior, que se expresa como experiencia del
adentro, del otro, del arriba y del todo, es un estado de conciencia que
descentra al sujeto de tal modo que lo vacuna contra conductas de afir-
mación de uno mismo a costa del otro, de dominio violento del otro. La
espiritualidad nos lleva a trascendernos, a elevar la conciencia como con-
ciencia plena capaz del pleno reconocimiento tanto del propio sujeto
(adentro) como del otro, del regalo que viene de arriba gratuitamente y
de la conexión de todos en un todo. La experiencia de la trascendencia
como estado espiritual así entendido nos lleva a vivir agradecidos frente
al vivir frustrados y agresivos. Algunas tradiciones han dado a esas expe-
riencias espirituales y trascendentes del Adentro, del Otro, del Arriba y
del Todo el nombre convencional de «Dios».
En la espiritualidad cristiana, este Dios trascendente es aquel al que Jesús
llama Abba, «Papaíto». Quizás la sociedad sea violenta porque muchos
adultos, jóvenes y niños se sienten huérfanos de padres que amen tier-
namente como el de Jesús; que amen tan honda y gratuitamente que lle-
guen a amar incluso al enemigo. La religión «re-liga» y sana vínculos
afectivos y de protección rotos en la vida de niños, jóvenes y adultos. La
espiritualidad cristiana nos vincula y conecta con la fuente que trae «vida

7. Leandro SEQUEIROS y Jaume PATUEL I PUIG nos hablan de las dimensiones de la


trascendencia en: http://www.tendencias21.net/La-espiritualidad-podria-estar-al-
margen-de-los-viejos-modelos-de-religion_a10557.html

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en abundancia». El Espíritu de Dios como dador de vida está presente


especialmente en los lugares que más lo necesitan, donde ha abundado
la violencia que rompe todo vínculo. El Espíritu de Dios es llamado tam-
bién el «Paráclito» o defensor del vínculo de vida, el abogado de la rela-
ción fundamental con la Fuente de la Vida. Jesús se hace vínculo de
amor entre Dios Padre y los hombres para conectarnos con la fuente de
vida divina, infinita, tanto que perdone hasta lo imperdonable. Como
Jesús en la cruz. Sufriendo la violencia, él no se siente huérfano e invoca
al Padre para que perdone a sus verdugos. Jesús también necesita del
Padre, no sentirse huérfano, para transformar la violencia con el perdón,
que es amor excesivo.

Conclusión

Cada tradición espiritual busca conectarnos con sus fuentes de vida por
caminos, lenguajes y prácticas diversos. Son esas fuentes espirituales que
encontramos en la experiencia de trascendencia (llámesele «Dios» o no,
ya sea un ser personal o no) las que hacen a niños, jóvenes y adultos
capaces de prevenir la violencia y establecer relaciones justas con uno
mismo, con el otro, con la naturaleza y con la Trascendencia.
Si realmente queremos una generación futura pacífica, la administración
debería incorporar en todas las escuelas programas de meditación que
nos conecten con las múltiples fuentes de vida que hay en los niños y
jóvenes. Debería ser una asignatura más práctica que teórica a incluir en
el currículum educativo como clave del desarrollo de habilidades para la
convivencia pacífica. La educación debe garantizar el desarrollo de com-
petencias intrapersonales que ayuden al autoconocimiento de los niños
y jóvenes, a ponerse en contacto con su ser interior y fuentes de vida que
le transcienden, al desarrollo de la espiritualidad por medio de la medi-
tación y la conciencia plena, llevando la atención al silencio. Debemos
liderar sociedades pacíficas desde su futuro, focalizando el trabajo en la
siguiente generación, desarrollando en los niños y jóvenes la sensibilidad
espiritual que llevan dentro. Esto es lo que hemos llamado «espirituali-
dad preventiva» de la violencia.

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«espiritualidad preventiva de la violencia» 159

Acallar la mente, meditar y encontrarse con uno mismo en el aquí y


ahora, experimentar el sosiego y la paz en el silencio hondo y espiritual
que nos hace trascender, tomar conciencia de la conexión de todos con
todos y con el planeta y el universo, con la vida y sus fuentes y/o Fuente;
todo esto nos lleva a vivir con lucidez y libertad, con agradecimiento y
compasión, de forma que nos vacuna contra la violencia reactiva fruto
de tanta frustración. Experimentar la trascendencia que nos conecta con
las fuentes de vida haciéndonos lúcidos, libres, agradecidos y compasivos
es un regalo que especialmente los jóvenes y niños victimarios y víctimas
de la violencia merecen la pena disfrutar.
No hay nada más revolucionario que introducir la práctica de la medi-
tación que conecte a niños y jóvenes con su silencio interior para adqui-
rir conciencia plena, lucidez y libertad, al comenzar cada día en cada
colegio. Y así llegar a ser centros educativos no-violentos, porque ense-
ñan a niños y jóvenes a ser espirituales, transculturales. Jesús lo fue.

Sal Terrae | 102 (2014) 145-159


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JUAN JOSÉ VALVERDE


Completar la vida
Primeros pasos
en el camino del buen morir

136 págs.
P.V.P.: 9,50 €

Vida y muerte son procesos interrelacionados. La principal ventaja de


superar el miedo a la muerte y poder hablar sobre ella es que aprende-
mos a valorar y a vivir la vida con mayor plenitud. El proceso de mo-
rir es una parte fundamental de nuestras vidas, y podemos influir en él
tomando decisiones sobre «cómo queremos morir». Este libro nos ofre-
ce una oportunidad para superar las barreras habituales sobre la muer-
te, para ayudarnos a ser conscientes de que «lo que hace buena una vi-
da también hace buena una muerte». Cada persona vive su vida, cada
persona muere su propia muerte.

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