Después de la Segunda Guerra Mundial, J. P. Guilford (1967,1985) continuó con la
búsqueda de los factores de la inteligencia que Thurstone había iniciado. En poco tiempo, Guilford concluyó que el número de habilidades mentales discernibles era mucho mayor que las siete que propuso Thurstone. En primer lugar, Thurstone había ignorado por completo la categoría de pensamiento creativo, un descuido injustificable desde el punto de vista de Guilford. Este último también encontró que si incluía tipos innovadores de pruebas dentro de las grandes baterías que aplicaba a los individuos, entonces el patrón de correlaciones entre estas pruebas indicaba la existencia de, literalmente, docenas de nuevos factores del intelecto. Además, Guilford se dio cuenta de que algunos de estos nuevos factores tenían semejanzas recurrentes respecto a los tipos de procesos mentales implicados, los tipos de información mostrados o la forma que adoptaban los elementos de información. Como resultado de estas semejanzas recurrentes en los factores recién descubiertos del intelecto, se convenció de que estos factores multitudinarios podían agruparse en un pequeño número de dimensiones principales. Guilford (1967) propuso un elegante modelo de la estructura del intelecto (El) para resumir sus resultados. Concebido en términos visuales, el modelo El de Guilford clasifica a las habilidades intelectuales en tres dimensiones denominadas operaciones, contenidos y productos. Por operaciones, Guilford tenía en mente el tipo de operación intelectual que requiere la prueba. La mayoría de los reactivos de prueba enfatizan solo una de las operaciones que se listan a continuación: Cognición: Descubrir, saber o comprender. Memoria: Introducción de los elementos de información a la memoria, como series de números. Producción divergente: Recuperar de la memoria los elementos divergentes de una clase específica, como nombrar objetos que son tanto duros como comestibles. Producción convergente: Recuperación de la memoria de un elemento correcto, como en el caso de una palabra de un crucigrama. Evaluación: Determinar qué tan bien satisface un cierto elemento de información requisitos lógicos específicos. El contenido se refiere a la naturaleza de los materiales o la información presentados al individuo evaluado. Las cinco categorías de contenido son las siguientes: Visual: Imágenes presentadas a los ojos. Auditivo: Sonidos presentados a los oídos. Simbólico: Como en el caso de símbolos matemáticos que representan algo. Semántico: Significados, por lo general de símbolos de palabras. Conductual: La capacidad para comprender el estado mental y la conducta de otras personas. La tercera dimensión en el modelo de Guilford, los productos se refieren a los diferentes tipos de estructuras mentales que debe producir el cerebro para obtener una respuesta correcta. Los seis tipos de productos son los siguientes: Unidad: Una entidad singular que tiene una combinación única de propiedades o atributos. Clase: Aquello que tienen en común las unidades similares, como en un conjunto de triángulos o de sonidos con tonos altos. Relación: Una conexión observada entre dos elementos, como dos tonos con una separación de una octava. Sistema: Tres o más reactivos que forman un todo reconocible, como una melodía o un plan para una secuencia de acciones. Transformación: Un cambio en un elemento de información, como en el caso de una corrección de un error ortográfico. Implicación: Lo que implica un elemento individual, como la expectativa de un trueno después de un relámpago. En total, Guilford (1985) identificó cinco tipos de operaciones, cinco tipos de contenidos y seis tipos de productos, para obtener un total de 5 X 5 X 6 o l 5 0 factores del intelecto. Cada combinación de una operación (por ejemplo, memoria), un contenido (por ejemplo, simbólico) y un producto (por ejemplo, unidades) representa un factor diferente del intelecto. Guilford afirma haber verificado más de 1 0 0 de estos factores en su investigación. Con frecuencia se aclama al modelo Por qué capta las complejidades de la inteligencia. Sin embargo, este también es un talón de Aquiles potencial para la teoría. Considere un factor del intelecto, la memoria de unidades simbólicas. Una prueba que requiere que el examinado recuerde una serie de dígitos expresados oralmente (por ejemplo, Retención de dígitos de la WAIS-III) podría captar bastante bien este factor del intelecto. Pero lo mismo podría lograr una prueba visual de retención de dígitos y quizá también una prueba análoga con la presentación táctil de símbolos, como en el caso de rodillos vibratorios aplicados a la piel. Tal vez sea necesario tener un cubo separado para audición, visión y tacto; de tal manera que un modelo ampliado incorporaría 450 factores del intelecto, lo cual con toda seguridad es un número difícil de manejar. Aunque parece dudoso que la inteligencia pudiera implicar un número tan grande de capacidades únicas, de cualquier manera, la perspectiva atomista de Guilford ha provocado que los autores de pruebas reconsideren y amplíen su comprensión acerca de la inteligencia. Antes de las contribuciones de Guilford, la mayoría de las pruebas de inteligencia requerían principalmente de la producción convergente: la construcción de una sola respuesta correcta para una situación estímulo. Guilford hizo surgir la fascinante posibilidad de que la producción divergente -la creación de numerosas respuestas apropiadas para una sola situación estímulo- también sea un elemento esencial de la conducta inteligente. Así, una instrucción como “mencione tantas consecuencias como sea posible que las nubes tuvieran cuerdas colgando de ellas” (producción divergente) podría evaluar un aspecto de la inteligencia que no miden las pruebas tradicionales.