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Marià Corbí

Silencio desde la
mente
Prácticas de meditación
Index

INTRODUCCIÓN
1. El gran invento de la vida: el habla........................................................................ 10
2. El rasgo más fundamental del mundo construido: la dualidad.............................. 11
3. La enseñanza fundamental de todos los maestros del silencio desde la mente ........ 13
4. Cómo proceder para silenciar la construcción y acceder a “eso no-dual” ................ 13
5. Métodos capitales de silenciamiento........................................................................ 14
6. Observaciones importantes para el silenciamiento desde la mente........................... 15
7. Lo que se aprende de las Upanishad........................................................................ 16
8. Breve reflexión introductoria sobre ¿quién soy yo?............................................ 17
9. Introducción a las prácticas de silencio desde la mente............................................ 18

PRÁCTICAS
Primera serie.................................................................................................................. 21
Aclaraciones sobre el método de silenciamiento desde la mente (Jñana)................ 63
Segunda serie.................................................................................................................. 65
Tercera serie................................................................................................................ 107
Cuarta serie................................................................................................................ 135
Sexta serie................................................................................................................ 202

Referencias bibliográficas.................................................................................... 271


INTRODUCCIÓN

La estructura de nuestra percepción, nuestro pensamiento y nuestro sentir,


son los propios de un viviente necesitado, que precisa vivir del medio.
La necesidad de depredar el medio para sobrevivir genera en nosotros, como
en todos los vivientes, una estructura fundamental que dualiza: el viviente, su
organismo, su sistema de información y acción, por un lado, el medio en el que
el viviente vive, por otro.

Podríamos expresar así la estructura fundamental de todo viviente: un


cuerpo, que es vivido como una individualidad, en un mundo. Esa es la estructura
de los vivientes, no la naturaleza de las cosas; esa es la lectura que todo viviente
tiene que hacer de sí mismo y del medio, no lo que son las cosas, no lo que es él
mismo y el medio.

Lo que una mosca, un pez, un perro o un humano perciben, interpretan


que es la realidad y el valor que le dan, está en función de sus necesidades y de
las acciones que deben desplegar para sobrevivir; no está en función del cono-
cimiento de lo que la realidad es en sí misma.
La percepción que tenemos de la realidad, la interpretación y valoración que
hacemos de ella está en función de nuestra naturaleza de vivientes depredadores,
no en función del desentrañamiento de la realidad.

El mundo de los vivientes sólo está en el conjunto de preceptores de los


vivientes. Al lugar donde se reúne el conjunto de “datos-construcción” de la sen-
sibilidad y de la mente, para formar un todo, según el cual actuarán los vivientes
le llamaremos mente.
El mundo que los humanos percibimos y sentimos sólo está en la mente. El
mundo de colores, de formas, de objetos, relaciones, interpretaciones y valora-
ciones está en nuestra mente, no en la realidad de lo que hay.

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Marià Corbí

Silencio desde la
mente
Prácticas de meditación
INTRODUCCIÓN

La estructura de nuestra percepción, nuestro pensamiento y nuestro sentir,


son los propios de un viviente necesitado, que precisa vivir del medio.
La necesidad de depredar el medio para sobrevivir genera en nosotros, como
en todos los vivientes, una estructura fundamental que dualiza: el viviente, su
organismo, su sistema de información y acción, por un lado, el medio en el que
el viviente vive, por otro.

Podríamos expresar así la estructura fundamental de todo viviente: un


cuerpo, que es vivido como una individualidad, en un mundo. Esa es la estructura
de los vivientes, no la naturaleza de las cosas; esa es la lectura que todo viviente
tiene que hacer de sí mismo y del medio, no lo que son las cosas, no lo que es él
mismo y el medio.

Lo que una mosca, un pez, un perro o un humano perciben, interpretan


que es la realidad y el valor que le dan, está en función de sus necesidades y de
las acciones que deben desplegar para sobrevivir; no está en función del cono-
cimiento de lo que la realidad es en sí misma.
La percepción que tenemos de la realidad, la interpretación y valoración que
hacemos de ella está en función de nuestra naturaleza de vivientes depredadores,
no en función del desentrañamiento de la realidad.

El mundo de los vivientes sólo está en el conjunto de preceptores de los


vivientes. Al lugar donde se reúne el conjunto de “datos-construcción” de la sen-
sibilidad y de la mente, para formar un todo, según el cual actuarán los vivientes
le llamaremos mente.
El mundo que los humanos percibimos y sentimos sólo está en la mente. El
mundo de colores, de formas, de objetos, relaciones, interpretaciones y valora-
ciones está en nuestra mente, no en la realidad de lo que hay.

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El mundo para cada viviente es correlato a sus necesidades al cuadro de
acciones que requiere desplegar para sobrevivir.
Cada especie tiene su mundo, y los humanos estamos sometidos a esa
férrea ley.
Los hombres de las diversas culturas estamos sometidos a estas leyes
básicas y generales de los vivientes. Las culturas, seriamente diferenciadas,
son equivalente a las diferentes especies animales: tienen mundos correlatos
diferentes.
Los hombres nos vivimos y experimentamos como sujetos de necesidades,
en un mundo de objetos, con los que nos satisfacemos
La causa de nuestros sufrimientos es la identificación con ese paquete de
necesidades, con ese sujeto de necesidades que somos, y la identificación con la
dependencia de los objetos deseados.
Identificarse con unas necesidades es identificarse con unas interpretacio-
nes y valoraciones de la realidad. Identificarse con un sujeto de necesidades,
por consiguiente, quiere decir quedar enclaustrados en unos cuadros de inter-
pretación y valoración y, por tanto, de acción.
Los humanos nos diferenciamos de las restantes especies animales en que
somos “animales, vivientes, culturales”. Veamos lo que quiere decir eso.

El gran invento de la vida: el habla.

La vida, en nosotros, inventó un gran instrumento “el habla.”


Las especies tienen determinado genéticamente su naturaleza y su mundo.
Para cambiar de especie tienen que cambiar su programa; eso les llevaba millo-
nes de años.
Nosotros, con el invento biológico del habla, podemos dejar indetermi-
nada la mayor parte de nuestra naturaleza: Tenemos determinado genética-
mente la fisiología, la condición simbiótica, la reproducción sexual y el habla,
la competencia lingüística.
Tenemos indeterminado genéticamente cómo vivir en grupo, cómo vivir
la sexualidad, cómo satisfacer las necesidades, cómo concretar nuestra com-
petencia lingüística en una lengua concreta.
Con este logro de la vida, la especie humana puede hacer cambios drásticos
-equivalentes a cambios de especie-, sin modificar su programa genético
ni su fisiología y en cortos espacios de tiempo:

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El mundo para cada viviente es correlato a sus necesidades al cuadro de
acciones que requiere desplegar para sobrevivir.
Cada especie tiene su mundo, y los humanos estamos sometidos a esa
férrea ley.
Los hombres de las diversas culturas estamos sometidos a estas leyes
básicas y generales de los vivientes. Las culturas, seriamente diferenciadas,
son equivalente a las diferentes especies animales: tienen mundos correlatos
diferentes.
Los hombres nos vivimos y experimentamos como sujetos de necesidades,
en un mundo de objetos, con los que nos satisfacemos
La causa de nuestros sufrimientos es la identificación con ese paquete de
necesidades, con ese sujeto de necesidades que somos, y la identificación con la
dependencia de los objetos deseados.
Identificarse con unas necesidades es identificarse con unas interpretacio-
nes y valoraciones de la realidad. Identificarse con un sujeto de necesidades,
por consiguiente, quiere decir quedar enclaustrados en unos cuadros de inter-
pretación y valoración y, por tanto, de acción.
Los humanos nos diferenciamos de las restantes especies animales en que
somos “animales, vivientes, culturales”. Veamos lo que quiere decir eso.

El gran invento de la vida: el habla.

La vida, en nosotros, inventó un gran instrumento “el habla.”


Las especies tienen determinado genéticamente su naturaleza y su mundo.
Para cambiar de especie tienen que cambiar su programa; eso les llevaba millo-
nes de años.
Nosotros, con el invento biológico del habla, podemos dejar indetermi-
nada la mayor parte de nuestra naturaleza: Tenemos determinado genética-
mente la fisiología, la condición simbiótica, la reproducción sexual y el habla,
la competencia lingüística.
Tenemos indeterminado genéticamente cómo vivir en grupo, cómo vivir
la sexualidad, cómo satisfacer las necesidades, cómo concretar nuestra com-
petencia lingüística en una lengua concreta.
Con este logro de la vida, la especie humana puede hacer cambios drásticos
-equivalentes a cambios de especie-, sin modificar su programa genético
ni su fisiología y en cortos espacios de tiempo:

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impotente, temeroso o, de una u otra forma, enredado en el ego. Puede funcio-
nar sin Dios cuando está tranquilo, cuando trabaja con lucidez, cuando siente
el impacto de la cultura actual ni creyente ni teísta, cuando la comprensión y el
sentir se conjuntan.
Muestran con toda claridad que los grandes textos son revelación. Y eso
no porque uno crea en un Dios que habla al hombre, sino porque verifica esa
revelación por sí mismo en la comprensión del texto. Ve en el texto luz y más
luz. El texto le genera certeza.
Muestran lo que es el poder de la mente para hacer el camino interior y para
arrastrar en pos de sí al sentir. La mente como razón y como intuición.

Breve reflexión introductoria sobre ¿quién soy yo?

Vivo en la certeza y en el sentimiento, compartido por todos lo que me


rodean, de que soy alguien venido a este mundo, que tendrá que partir de él.
Esa idea y ese sentimiento, por más colectivo que sea no es cierto. No he
llegado al inmenso universo y a esta tierra de ninguna parte, ni iré a ninguna
parte. Formo parte de este universo que se expande en espacios infinitos.
¿Parte? Toda división en objetos e individualidades está sólo en mi mente de
pobre animal necesitado; todo eso no está en el universo. El universo es seme-
jante a un inmenso océano. Los océanos no tienen partes separadas, ni están
compuestos de partes o individuos. Todos los movimientos del océano, sean
olas gigantescas o suaves chapoteos, son sólo el único océano.
De forma semejante nosotros no somos una parte del universo, somos un
leve chapoteo de las aguas del universo. Ninguna frontera me separa del uni-
verso. No soy una sección, una parte, un integrante del universo.
Mi cuerpo, mis entrañas, mis ojos y oídos, mis sentidos todos, mi cerebro
y todo mi pensar y sentir, incluso mi cultura, es el universo y nada más que el
universo.

En mí aparecen unos rasgos poco frecuentes del universo, pero que son
suyos y de nadie más. Mi hablar, mi sentir y pensar son rasgos suyos. Nadie hay
frente a él que pueda decir “esto es mío”. Mi cerebro, con su capacidad de hablar,
sentir y pensar, es suyo. El lo construyó, él lo desplegó, él lo mantiene en funcio-
namiento. Incluso él es el testigo de ese funcionamiento. Él escribe estas líneas.
No hay nadie en el universo que pueda atribuirse nada, ni decir “yo soy”.
Todos los “yo”, son él, como todas las olas del mar son sólo el mar y nada más
que el mar.

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Puesto que las cosas son así, puedo observar en mí (él observa en sí) los
rasgos esenciales de ese universo de cúmulos de galaxias, de pluralidad de uni-
versos: es, y es al modo de la conciencia. Aunque no sea propiamente una con-
ciencia porque “conciencia” es un término antropomorfo.
“Eso que es” lo veo en la intimidad de mi conciencia; y lo que veo no son
los rasgos de la conciencia y del sentir de un sujeto, sino que lo que veo es la
conciencia y el sentir del universo, de “lo que es”.

Soy el lugar donde se hace patente el ser y algo así como conciencia de que
están tramados los universos, sus formaciones estelares y planetarias, la historia
de la tierra y de la vida, cada uno de los vivientes, árboles, arbustos, plantas,
flores, animales y hombres.
No soy una conciencia y una inteligencia venida a este mundo. Soy la con-
ciencia y la inteligencia de este mundo. Soy el testigo de que todo está tramado
de ser y de inteligencia. Y el testigo de ese Ser-Conciencia de todo, no es nadie
sino el mismo Ser-Conciencia.
En mí, insignificante ola de los mundos, “lo que es” se reconoce como “lo
que es”: Ser-Conciencia.

En todo lo que veo, veo mi propio ser. Y mi propio ser sólo es otra manera de
ser de todo lo que veo. Yo soy todo eso. Y fuera de todo eso, no hay ningún yo.
Entre la inmensidad y yo no hay ninguna frontera, porque soy la inmensidad.
Entre mi cerebro, mi conciencia y esta inmensidad, no hay ninguna fron-
tera, porque mi cerebro y mi conciencia son de esta inmensidad y son esta
inmensidad.
Nadie viene a este mundo y nadie se va de él, porque todo es sólo él.

Y cuando hablamos de mundo, de universo y de esta inmensidad, no habla-


mos de conceptos cosmológicos, hablamos de la noticia clara e íntima de ese
“Ser-Conciencia” que todo es y que yo soy. Hablamos de él y de mi conciencia,
porque nada hay frente a él que pueda decir “mío”.

Introducción a las prácticas de silencio desde la mente.

Este escrito pretende ofrecer un conjunto de prácticas de meditación o silen-


ciamiento desde la mente, lo que la tradición hindú llama “Jñana-Yoga”. Este tipo

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de ejercicios no es exclusivo de los hindúes, los budistas también lo practican
y los cristianos y musulmanes también, cada cual a su manera, aunque en unas
tradiciones espirituales tiene más desarrollo que en otras.
Se traba desde la mente, pero ese trabajo termina arrastrando al sentir y a la
acción. Es decir, la comprensión-intuición mental que logra salirse, mediante la
meditación, de la relación dual interesada de Sujeto-Objeto (S-O), y así silencia
toda interpretación y toda imagen.
Esa meditación con la mente silencia, como consecuencia, el sentir, porque
la nueva comprensión de “lo que es”, de la “no-dualidad” de lo real, calla el sentir
regido por los estímulos y los deseos que despiertan los objetos y lo sitúan más
allá de la dualidad interesada de la relación S-O, que por interesada está llena
de deseos/temores, recuerdos y expectativas.
El silencio de la mente y del sentir arrastran a una acción que ya no parte
del yo y que, consecuentemente, es desegocentrada, desinteresada; una acción
que no busca los frutos de la acción porque ya ha comprendido y sentido que
no hay nada que lograr, nada que conseguir, nada que ganar.
Como hemos dicho, quien trabaja intensamente y a fondo desde una facul-
tad, arrastra a las demás facultades al silencio.

Los ejercicios que propondremos trabajan claramente desde la mente.


Empezaré por textos de las Upanishad, de algunos maestros del vedanta-
advaita clásicos, usaré también textos budistas zen, algunos místicos cristianos
y musulmanes.
Luego, siguiendo la costumbre de las bodas judías del tiempo de Jesús, que
daban el buen vino primero para que, cuando los convidados estaban ya ebrios
de ese buen vino, darles vinos de peor calidad. Quien está borracho del buen
vino no advierte la baja calidad de los vinos posteriores.
Después de los textos de buen vino, textos sagrados hindúes, de los maes-
tros vedanta-advaita, de los maestros zen y de los místicos cristianos seguirán
textos de vino de peor calidad escritos por mí, pero inspirándome siempre en
los maestros vedanta-advaita y en el gran místico y poeta sufí Rumí.
El libro recoge las meditaciones practicadas semanalmente, a última hora de
la tarde, en la sala de meditación de nuestro Centro (Cetr), durante varios años.
Se advertirá que cada serie de ejercicios tienen un cierto aire diferente.

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Puesto que las cosas son así, puedo observar en mí (él observa en sí) los
rasgos esenciales de ese universo de cúmulos de galaxias, de pluralidad de uni-
versos: es, y es al modo de la conciencia. Aunque no sea propiamente una con-
ciencia porque “conciencia” es un término antropomorfo.
“Eso que es” lo veo en la intimidad de mi conciencia; y lo que veo no son
los rasgos de la conciencia y del sentir de un sujeto, sino que lo que veo es la
conciencia y el sentir del universo, de “lo que es”.

Soy el lugar donde se hace patente el ser y algo así como conciencia de que
están tramados los universos, sus formaciones estelares y planetarias, la historia
de la tierra y de la vida, cada uno de los vivientes, árboles, arbustos, plantas,
flores, animales y hombres.
No soy una conciencia y una inteligencia venida a este mundo. Soy la con-
ciencia y la inteligencia de este mundo. Soy el testigo de que todo está tramado
de ser y de inteligencia. Y el testigo de ese Ser-Conciencia de todo, no es nadie
sino el mismo Ser-Conciencia.
En mí, insignificante ola de los mundos, “lo que es” se reconoce como “lo
que es”: Ser-Conciencia.

En todo lo que veo, veo mi propio ser. Y mi propio ser sólo es otra manera de
ser de todo lo que veo. Yo soy todo eso. Y fuera de todo eso, no hay ningún yo.
Entre la inmensidad y yo no hay ninguna frontera, porque soy la inmensidad.
Entre mi cerebro, mi conciencia y esta inmensidad, no hay ninguna fron-
tera, porque mi cerebro y mi conciencia son de esta inmensidad y son esta
inmensidad.
Nadie viene a este mundo y nadie se va de él, porque todo es sólo él.

Y cuando hablamos de mundo, de universo y de esta inmensidad, no habla-


mos de conceptos cosmológicos, hablamos de la noticia clara e íntima de ese
“Ser-Conciencia” que todo es y que yo soy. Hablamos de él y de mi conciencia,
porque nada hay frente a él que pueda decir “mío”.

Introducción a las prácticas de silencio desde la mente.

Este escrito pretende ofrecer un conjunto de prácticas de meditación o silen-


ciamiento desde la mente, lo que la tradición hindú llama “Jñana-Yoga”. Este tipo

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de ejercicios no es exclusivo de los hindúes, los budistas también lo practican
y los cristianos y musulmanes también, cada cual a su manera, aunque en unas
tradiciones espirituales tiene más desarrollo que en otras.
Se traba desde la mente, pero ese trabajo termina arrastrando al sentir y a la
acción. Es decir, la comprensión-intuición mental que logra salirse, mediante la
meditación, de la relación dual interesada de Sujeto-Objeto (S-O), y así silencia
toda interpretación y toda imagen.
Esa meditación con la mente silencia, como consecuencia, el sentir, porque
la nueva comprensión de “lo que es”, de la “no-dualidad” de lo real, calla el sentir
regido por los estímulos y los deseos que despiertan los objetos y lo sitúan más
allá de la dualidad interesada de la relación S-O, que por interesada está llena
de deseos/temores, recuerdos y expectativas.
El silencio de la mente y del sentir arrastran a una acción que ya no parte
del yo y que, consecuentemente, es desegocentrada, desinteresada; una acción
que no busca los frutos de la acción porque ya ha comprendido y sentido que
no hay nada que lograr, nada que conseguir, nada que ganar.
Como hemos dicho, quien trabaja intensamente y a fondo desde una facul-
tad, arrastra a las demás facultades al silencio.

Los ejercicios que propondremos trabajan claramente desde la mente.


Empezaré por textos de las Upanishad, de algunos maestros del vedanta-
advaita clásicos, usaré también textos budistas zen, algunos místicos cristianos
y musulmanes.
Luego, siguiendo la costumbre de las bodas judías del tiempo de Jesús, que
daban el buen vino primero para que, cuando los convidados estaban ya ebrios
de ese buen vino, darles vinos de peor calidad. Quien está borracho del buen
vino no advierte la baja calidad de los vinos posteriores.
Después de los textos de buen vino, textos sagrados hindúes, de los maes-
tros vedanta-advaita, de los maestros zen y de los místicos cristianos seguirán
textos de vino de peor calidad escritos por mí, pero inspirándome siempre en
los maestros vedanta-advaita y en el gran místico y poeta sufí Rumí.
El libro recoge las meditaciones practicadas semanalmente, a última hora de
la tarde, en la sala de meditación de nuestro Centro (Cetr), durante varios años.
Se advertirá que cada serie de ejercicios tienen un cierto aire diferente.

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