Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Podríamos decir que todo sistema de valores es dualista hacia fuera. Todo
sistema de valores, sin excepción, se enfrenta con cualquier otro sistema de valores y con
la totalidad de ellos, excluyéndolos, de una u otra forma.
Pero además de este dualismo hacia fuera, que es propio de todos los sistemas de
valores, se dan cuadros culturales con dualismo interno, en la misma estructura del
sistema.
Los sistemas culturales que hemos expuesto hasta ahora (cazadores/recolectores,
horticultores y agricultores de riego) no son estructuralmente dualistas. En esas culturas,
los hechos negativos de la vida, que la mitología computa como elementos de muerte, no
se enfrentan a los hechos positivos de la vida. Para todas las culturas que hemos analizado,
lo negativo de la vida, adecuadamente asumido, se transforma en positivo, como de la
muerte del animal se sigue la vida, y como de los granos enterrados en la tierra (y, para
ellos, muertos) se sigue la vida.
Cazadores, horticultores y agricultores sintetizan en una unidad dual la vida y la
muerte. La vida pasa por la muerte para retornar a la vida, y así sucesivamente, en un
ciclo sin fin, que es el eterno retorno.
No se puede pensar en la eliminación definitiva de lo negativo de la vida, porque con ello
se eliminaría también lo positivo; como no se puede pensar en eliminar la muerte de los
granos, si se quiere tener cosecha. La muerte es fecunda porque engendra la vida; no hay
vida sin muerte.
Ahora estudiaremos un tipo de cultura en la que la vida y la muerte se enfrentan
sin síntesis posible. Este tipo de cultura es la de los pueblos ganaderos. Llamamos pueblos
ganaderos aquellos que viven fundamentalmente de la ganadería y sólo subsidiariamente
de la agricultura, el comercio, etc.
Expondremos primero la formalidad de su sistema mitológico y luego lo
verificaremos en mitologías concretas.
En una sociedad preponderantemente ganadera, la muerte y la vida no forman una
realidad cíclica. La ocupación fundamental de los ganaderos es mantener vivos a sus
rebaños contra la escasez, la enfermedad y los depredadores, sean estos animales o
humanos.
Para los ganaderos, la muerte no es, como para los agricultores, una fuente de
vida. No viven de matar sus animales, si no de la leche y sus derivados. Intercambian sus
animales por otros productos necesarios. Sólo sacrifican a sus animales en ocasiones
especiales o cúlticas. La muerte se enfrenta a la vida. Los ganaderos tienen que encarar
con crudeza los elementos negativos de la existencia.
Todo lo que sea positivo y conduzca a la vida al grupo humano y a los animales,
hay que fomentarlo. Todo lo que atenta contra la vida del grupo y de sus animales, se
combate.
Tenemos, pues que por razones laborales, los ganaderos experimentan la realidad
como un enfrentamiento de la vida contra la muerte. La acción central de su ocupación,
que es luchar contra la muerte, se convierte en la metáfora central desde la que los
ganaderos comprenden, valoran y organizan la totalidad de la realidad.
El enfrentamiento de la vida y la muerte es una lucha. Eso se representa, se
mitologiza, diciendo que existen dos fuerzas, dos divinidades en lucha: el Principio del
Bien, Dios bueno, contra el Principio del Mal, Dios malo o demonio. La versión más
frecuente es el enfrentamiento de Dios contra el demonio.
Las sociedades ganaderas se estructuran en grupos familiares o clanes que, por
necesidades militares y laborales, se alían con otros clanes.
La alianza entre clanes consiste en un pacto basado en un código de
comportamiento, aceptado por todos, por el que se comprometen a hacerse el bien unos a
otros, promoviendo en obras, palabras y pensamientos lo que redunde en beneficio de
todos, evitando lo que pueda dañar el interés colectivo. Ese pacto es también una alianza
militar.
La alianza no es sólo un pacto entre hombres; es, sobre todo, una alianza con el
Principio Supremo del Bien, con Dios. El grupo necesariamente ha de optar por el
Principio del Bien y la Vida y aliarse con él para escapar de las manos del Principio del
Mal y la Muerte. El código de comportamiento colectivo, base de la alianza entre tribus
y con Dios, lo reciben del Dios bueno.
La alianza con el Dios bueno comporta el deber de luchar contra su enemigo
irreconciliable, el Principio del Mal, sea Dios o demonio.
Según este patrón de comprensión, todo lo que perjudica a las tribus que han hecho
la alianza o a sus ganados, procede del demonio y debe ser combatido. Por la misma
razón, los pueblos enemigos de las tribus aliadas, por el hecho de ser sus enemigos, están
aliados con el demonio y deben ser combatidos con una guerra que es más que humana y
que, por ello, será llamada santa.
Las tribus aliadas son el Pueblo Escogido por su pacto con Dios y están llamadas,
por ello, a prevalecer y dominar a los restantes pueblos, que son aliados del demonio.
Han de imaginar, y así lo tienen como revelado, que el Principio del Bien y sus aliados
vencerán en su lucha contra el Principio del Mal y sus aliados.
La victoria del Principio del Bien sobre el Principio del Mal es una victoria más
que humana, aunque tenga lugar en la historia humana, y tendrá que ser obra de un
Enviado o Profeta del Principio del Bien. Él da el combate definitivo y la victoria final.
La guerra del Pueblo Elegido contra los otros pueblos se vive como el centro de
la Gran Contienda, que es una contienda divina. Las guerras humanas son el campo donde
se baten el Principio del Bien contra el Principio del Mal. En esa lucha, el Pueblo
Escogido es el instrumento, el ejecutor del Principio del Bien.
Este modo dualista de concebir la realidad y la historia no es cíclico como el
agrario, es un proceso lineal ascendente. La historia humana es una historia sagrada
porque es la historia del enfrentamiento de Dios contra el demonio.
La historia tiene una línea ascendente marcada por las sucesivas victorias del
Principio del Bien contra el Principio del Mal. El final de la historia será la derrota
definitiva del Mal y la Muerte. Llegará, por tanto, un momento, al final de la historia, en
que ya no habrá ni más mal ni más muerte. Entonces, el Principio del Mal, derrotado,
deberá restituir a todos los muertos, que resucitarán.
Esta mitología dualista la encontramos, plenamente desarrollada, en pueblos
ganaderos. Se da en sociedades ganaderas que han desarrollado una cultura ciudadana,
como es el caso del Irán antiguo, o en otros ámbitos en los que cultura ciudadana también
está plenamente desarrollada, como en el islam. El islam, aunque se origina en un
contexto ganadero, nace y se desarrolla en las ciudades.
Más tarde, en las ciudades medievales, volvemos a ver destacarse los rasgos de la
mitología dualista. Por último, con la primera revolución industrial, vemos aparecer de
nuevo claramente la estructura dualista, pero trasmutada en una formación laica, como
ideología socialista y liberal.
En la mitología de Israel
En el caso del islam, el Pueblo Escogido no son un grupo de tribus, más o menos
homogéneo, sino los que acogen el mensaje del Profeta. Los que creen en Mahoma son
el Pueblo Escogido.
Con ellos Allah, Dios, hace un pacto y alianza. El Corán es el texto de esa alianza,
comunicado al pueblo por medio del Profeta Mahoma. El enviado, el Profeta, recibe la
revelación del Corán, el libro del pacto, y amonesta a todos los pueblos a someterse a ese
pacto y a recibir la revelación.
Los enemigos de la comunidad del Profeta, que forman la Umma, son enemigos
de Dios. Y los enemigos de Dios son enemigos de la comunidad elegida.
La gran tarea de la comunidad del pacto es, primero y principalmente, luchar
contra la propia infidelidad, que es la gran lucha, y segundo, luchar contra los enemigos
del pueblo del pacto y de Dios, los infieles.
Los infieles son enemigos de Dios y aliados del demonio.
Los fieles vencerán en esa lucha, que es más que humana, gracias a una ayuda
divina definitiva: el sagrado Corán.
El diablo es el gran enemigo que empuja a la infidelidad y promueve la lucha
contra los creyentes.
El Pueblo Elegido, los que creen en el mensaje del Profeta, es el ejecutor de la
obra de Dios. Su historia es una historia sagrada porque es la historia de la lucha de la
fidelidad contra la infidelidad.
La victoria final les corresponde a Dios y a la comunidad de los creyentes.
Entonces será vencido el diablo y sus aliados. La victoria sobre el Principio del Mal,
Satán, es la victoria sobre la mentira, el mal y la muerte. Entonces, la muerte tendrá que
devolver todas sus presas, que resucitarán.
Las guerras de la comunidad de los creyentes, son, pues, guerras santas.
En la mitología irania
1
Y: 49,8; 9,49
La creación de Dios se formó, como un embrión, en el cuerpo de Dios y allí se
desarrolló, después nació. El hombre fue creado de la misma manera, permaneciendo
3.000 años en el cuerpo de la divinidad.2
La divinidad suprema es Ahura Mazdâ, que significa el Sabio Señor, es bueno y
santo. Está rodeado de un grupo de divinidades que mejor podrían ser llamadas arcángeles
o aspectos de la divinidad suprema. Son Vohu Manah, Asa, Xsazra, Ârmati, Hauvatât, y
Ameretât. Estos nombres significan: Buen Pensamiento, Orden Justo, Reino,
Moderación, Salud e Inmortalidad. A este grupo de divinidades se les llama los Amesa
Spentas o Arcángeles. Hay todavía otras divinidades secundarias que representan
aspectos de este grupo de divinidades o arcángeles.
Ahura Mazdâ es el padre de los gemelos Spenta Mainyu, el buen espíritu, y Ahra
Mainyu, el mal espíritu. Podría decirse que Ahura Mazdâ es un dios todopoderoso que
lleva en sí la contradicción del Bien y del Mal, aunque está por encima de esta
contradicción. Estos dos espíritus son el alma de los dos bandos enfrentados, el del Bien
y el del Mal.
Zaratustra combina una tendencia monoteísta con un dualismo estricto. En los
Gâthâs, la revelación recibida por el Profeta, compuestos de Yasnas, himnos, Ahra
Mainyu no está nunca a la misma altura de Ahura Mazdâ. El texto en que se describe la
hostilidad de los dos gemelos es el Y. 30, 3-5, dice:
Así estos dos espíritus son los responsables de la Vida y de la No-Vida. Detrás de
estos dos adversarios se alinean todos los hombres en dos cuerpos armados, los
clarividentes y los ofuscados.
En todas estas ideas sobre el Bien y el Mal, Zaratustra parte de un fondo común
indoeuropeo.
El credo zoroastriano confiesa a Ahura Mazdâ y los Amesa Spenta. Renuncia
formalmente los espíritus del mal y a sus seguidores. Zaratustra es el profeta de la
revelación, el mediador y el modelo. Los fieles prometen hacer el bien y no el mal, tanto
2
Cfr. G. Widengren: Les religions de l’Iran. Payot, Paris. 1968. pg. 25.
3
Citado en G. Widengren: Les religions de l’Iran. Payot, Paris. 1968, pg. 96.
al ganado como la los fieles. Se comprometen a pensar bien, hablar bien, y actuar bien.
Se comprometen a cuatro plegarias al día, al estilo de los himnos de los Gâthâs.
La evolución del zoroastrismo llevó a hacer de Zaratustra el mediador de la
revelación divina, el maestro, el redentor, un ser sobrehumano, incluso llega a especularse
sobre su preexistencia.
En la mitología cristiana
Dios es el creador por la palabra. Envía a su Hijo para que se encarne en la tierra,
para que con su muerte por obediencia haga fecunda a la muerte. Jesús, el Cristo, muere,
en efecto, condenado por las autoridades religiosas de su pueblo y ejecutado por los
4
Cfr. J. Varenne: Zoroastro. Edaf. Madrid. 1976; J. Dicjesme-Guillemin: La religión de l’Iran ancien.
PUF. Paris 1962; G. Widengren: Les religions de l’Iran. Payot, Paris, 1968.
romanos. Dios, su padre, le resucita y, resucitado asciende a los cielos y se sienta a la
derecha del Padre, el Supremo Señor.
La mitología cristiana está, pues, articulada por los paradigmas o metáforas
centrales de “mandato/obediencia” y “muerte/vida”, y sigue, paso a paso, los desarrollos
mitológicos que generan esos esquemas, como las restantes sociedades agrario-
autoritarias que hemos analizado.
Pero también está estructurado por el paradigma que enfrenta la vida a la muerte.
El Principio del Bien está enfrentado, en la historia humana, al Principio del Mal, el
diablo. Los hombres deben alistarse en uno u otro ejercito. Así resulta que la historia
humana es una historia sagrada, una historia de salvación.
Dios escoge a un pueblo, Israel en el Antiguo Testamento, y a la comunidad de
los seguidores de Jesús, en el Nuevo Testamento, para que sea el ejecutor de los designios
de Dios en la humanidad en esa lucha de titanes. Pero en esa lucha del Bien contra el Mal,
que es más que humana, el Pueblo Elegido, que es el pueblo de la Alianza, de la antigua
Alianza en el caso de Israel, y de la nueva Alianza en el caso de la comunidad de Jesús,
necesita de un auxilio divino para vencer en esa lucha, desproporcionada para sus fuerzas.
El Enviado de Dios, el Redentor será el Hijo de Dios encarnado. Él, muriendo,
vence al mal, a la mentira y a la muerte, vence al diablo, y rescata a la humanidad del
poder del mal. Gracias a ese Mesías la victoria de Dios contra el diablo, en la historia
humana, está asegurada. Venciendo a la muerte, rescata a todos aquellos que la muerte
había secuestrado. En los últimos días los muertos resucitarán, después, un juicio
universal premiará o castigará a los hombres, según hayan elegido militar en los ejércitos
de Dios o en los del diablo.