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TEMA 1

IGLESIA, EVANGELIO Y SOCIEDAD

COMPETENCIA: Analiza los problemas que presenta la realidad social


y las exigencias que brotan desde el Evangelio y la fe para expresar la
misión de la Iglesia que dé una respuesta coherente y eficaz.

I. Introducción

La sociedad de nuestro tiempo está fuertemente marcada por la


desigualdad, lo que deviene en injusticia. El amplio desarrollo de la
ciencia y la tecnología ha abierto posibilidades insospechadas ante
nosotros, pero, al mismo tiempo está descubriendo la terrible capacidad
de autodestrucción del ser humano. Al inicio del tercer milenio el mundo
se debate en una esquizofrenia consumista, individualista casi infinita
que sólo lleva puede llevar a la destrucción.

En este contexto la Iglesia se pregunta sobre su misión en el mundo


porque es claro que la realidad social y sus problemas determina la
calidad de vida de los hombres y mujeres, así como las condiciones de
vida que están obligados a vivir.

La relación que ha existido entre Iglesia y sociedad tiene una larga


historia de encuentros y desencuentros. La sociedad y todo lo que ella
constituye no es ajena ni extraña a la Iglesia, porque es esta sociedad de
hombres y mujeres, la que es “camino primero y fundamental de la
Iglesia”.

2. UN DIAGNÓSTICO DE LA REALIDAD SOCIAL (Ver)

¿Cuáles son los problemas sociales, económico, políticos más relevantes en el mundo,
país, región? (se puede llevar portadas de periódicos para agilizar la observación.)
¿De qué modo afectan la vida de las personas?

Desde el punto de vista económico, encontramos que el Informe OXFAM1 del 2017 muestra una
realidad demoledora.

“El equipo de Oxfam realizó cálculos para América Latina y el Caribe, donde mientras aumentó
la riqueza de los milmillonarios, la pobreza extrema continuó creciendo, alcanzado su nivel más
alto desde 2008 y afectando a 62 millones de personas (10,2% de la población):

 La fortuna de los milmillonarios aumentó en un 10% en el último año, es decir, 36 000


millones de dólares, mientras el 20% más pobre de la población, que equivale a 130
millones de personas, vio aumentar sus deudas.

 La fortuna acumulada de los milmillonarios asciende a 414 000 millones de dólares, un


monto mayor al PIB de casi todos los países de la región, excepto Brasil, México y
Argentina.

1
Oxford Committee for Famine Relief (Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre)
 El 10% de los más ricos paga solo un 4,8% de impuesto sobre la renta, aunque debería
pagar en promedio un 28%.

 Con el dinero que las empresas dejan de pagar cada año por beneficios fiscales en el
impuesto sobre la renta, se podría contratar a 93 000 médicos en Guatemala o 349 000
en Brasil, construir 120 000 viviendas en República Dominicana o 70 000 en Paraguay, y
contratar a 94 000 docentes en Bolivia o 41 000 en El Salvador.

 Las mujeres dedican 38 horas semanales al trabajo de cuidados no remunerado,


mientras los hombres dedican 16 horas”2.

Es evidente que estamos cada vez más en un contexto global que pone en cuestión la realidad
de lo nacional, se borran las fronteras nacionales, en consecuencia, se limita a los Estados su
capacidad de ser la forma última de la organización social y política. Paradójicamente la
globalización, a pesar de su sentido abarcador, es selectiva, porque no todos participan de la
misma manera. Los capitales se mueven en el mundo al ritmo que desean, por eso, se puede
decir que tenemos “capitales sin fronteras”, pero curiosamente, no existen “trabajadores sin
fronteras”.

Por todo el planeta se extiende la injusticia, con consecuencias visibles que nadie quiere ver:
pobreza, marginación, exclusión, desigualdades sociales, explotación laboral, discriminación
corrupción, insensibilidad social, mentalidad economicista.

Hoy los excluidos sociales son personas grupos, países que son descartados, arrojados fuera del
sistema, porque ya no encajan, no sirven “ni siquiera para ser explotados”, de este modo
trabajar en situación de explotación se convierte casi en un privilegio, porque significa “tener un
trabajo”. Además, hay que resaltar que, respecto al trabajo, la situación de la mujer es más
precaria todavía, persiste la discriminación en la remuneración por ser mujer, es común la
eventualidad del trabajo, etc.

Ciertamente se puede decir que la injusticia siempre ha existido en la humanidad, en efecto, no


es un fenómeno nuevo, lo grave es que esa injusticia se ha entrañado, se ha incrustado, en las

2
https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/la-fortuna-de-los-milmillonarios-crecio-un-ritmo-
de-2500-millones-de-dolares-al-dia-el Con acceso el 17 de marzo del 2018.
estructuras sociales y se perpetúa a través de ellas, tanto que se “normaliza” y por eso ya nada
nos mueve, ni conmueve, lo peor es que muchas veces estas estructuras se revisten de un
cristianismo inventado.

Como dice el Papa Francisco:

“No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo
sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire
comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego
de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como
consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas:
sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de
consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que,
además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la
opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a
la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino
que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»” EG, 53.

II. Misión de la Iglesia en la sociedad (Juzgar)

El único mandato que Jesús dejó a sus apóstoles y en consecuencia a todos los cristianos, fue “Id
por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15). En efecto, “la misión
esencial de la Iglesia es la evangelización de todos los hombres” (EN, 14).

Esta misión tiene que realizarse en


concordancia con los tiempos cambiantes
que ofrece el devenir de la historia, porque
si bien el mensaje que proclamó Jesús con
sus palabras y con su vida, es la revelación
definitiva (no hace falta quitar ni poner nada
más), es necesario aplicar este mensaje en
las diferentes culturas y épocas. De lo que se
trata es de aplicar los principios del mensaje
de Jesús a la realidad cambiante.

¿Puede la Iglesia hablar de los problemas sociales?

Al respecto es necesario recordar que la Iglesia se encuentra inmersa en esta sociedad


caracterizada por injustas relaciones sociales. Convergen aquí de dos elementos: la FE y la
realidad de INJUSTICIA del mundo actual. Entre estos dos elementos nos movemos: somos
creyentes, pero a la vez estamos viviendo una realidad de injusticia.

Esto significa ir al centro de la vida de Jesús: “buscar primero el Reino de Dios y su justicia y el
resto se os dará por añadidura” (Mt 6, 33). Se trata de una justicia anhelada, reflexionada y
celebrada como parte del sueño de Dios para la humanidad “desde los que padecen la
injusticia”. Las víctimas y los excluidos son el lugar de la universalización ya que cuando ellos
tienen garantizados sus derechos los tienen todos los demás. Con razón decían las comunidades
primitivas que el Mesías no volverá hasta que todos estén sentados a la mesa.
FE INJUSTICIA
Evangelio Sociedad

- Desde el punto de vista de la fe, lo que interesa es el valor del evangelio. La


evangelización es la tarea de la Iglesia y de todos los cristianos. De lo que se trata es de
llevar la buena nueva de Jesús a todos los rincones del mundo.

“Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo


deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro
paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a
la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y
esperanzas, con sus valores y fragilidades… Si bien «el orden justo de la sociedad y del
Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al
margen en la lucha por la justicia». Todos los cristianos, también los Pastores, están
llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el
pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción
transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del
corazón amante de Jesucristo.” (EG, 183).

Cuando se profundiza el sentido del evangelio y lo confrontamos con las realidades de


injusticia social, descubrimos la necesidad de conversión individual, pero también
tenemos que hablar de la conversión social. Esto significa que el evangelio no solo es el
anuncio de un nuevo modo de vivir individualmente, sino de convivir socialmente. Es
decir, vivimos como hijos de Dios y convivimos como hermanos. La conversión auténtica
del evangelio tiene estos dos niveles, no solamente el individual, sino también social,
privar al evangelio de este nivel social, es privarle de toda auténtica dimensión social
que es aquella por la cual la fe puede interesarse por las cuestiones sociales.

- Desde el punto de vista de la injusticia, lo que interesa es salir de esa situación en A.L.
se habla mucho de este esfuerzo de liberarse es decir de superar las situaciones y
estructuras injustas que determinan la explotación de los pobres, la marginación de
tantos sectores de la sociedad, campesinos, obreros gentes sin trabajo, niños,
hambrientos.

La justicia reclama profundizar los esfuerzos a favor de la igualdad en el mundo: la


igualdad de todos los ciudadanos ante la ley (surge en la Revolución francesa frente a
los privilegios estamentales), la igualdad económica relativa (busca mejor distribución
de la riqueza), y la igualdad de oportunidades (posibilidad de acceso a todos los cargos,
puestos y posibilidades en igualdad de condiciones de partida). Todo ello
evidentemente supone un cambio social, inviable sin el cultivo y la educación en el valor
de la justicia.

Sin embargo, es necesario no quedarse en el nivel de la estructura, si la liberación fuese


solo cambiar estructuras sociales, eso no es tarea de la Iglesia como Iglesia, es tarea de
los partidos, es tarea social, política, de sindicatos; pero estamos hablando de un sentido
integral de la liberación, que va a la raíz misma del problema de la injusticia.

En realidad, las estructuras injustas reflejan en el fondo, las personas injustas; es decir
la realidad de pecado, ahí está la raíz de la injusticia estructural, es el pecado y el pecado
está en el corazón de las personas y sólo la gracia de Cristo nos libera del pecado.

Como lo expresa R. Antoncich, “podemos comparar la fe - injusticia, con el hambre y la salud,


así como la salud, elemento positivo, necesita de la comida, porque si se deja de comer se pierde
la salud, de la misma manera la fe exige suprimir la injusticia, si existe la injusticia la fe va a
desaparecer, o vamos a inventarnos una fe diferente”.

En síntesis, la Iglesia puede hablar de los problemas sociales porque:

 Los problemas sociales no solo tienen que ver con aspectos técnicos, en los campos de
lo social, económico o político, sino que éstos tienen dimensiones éticas.

 Las condiciones inhumanas de la vida impiden la realización del ser humano y su


desarrollo, promueve el desprecio y genera una idea materialista de la vida.

 Los problemas sociales se originan en el corazón del ser humano, en el pecado personal
y social, en la descristianización, en el olvido de los valores cristianos.

 La iglesia tiene la obligación de ofrecer y proponer un concepto cristiano de la vida.

Como lo plantea el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, la Iglesia con su doctrina social
quiere anunciar y actualizar el Evangelio en la compleja red de las relaciones sociales. El asunto
no es sólo llegar al hombre en la sociedad, de lo que se trata es de fecundar y fermentar la
sociedad misma con el Evangelio. Por esta razón, preocuparse por el ser humano y su bienestar
significa también velar por la sociedad.

Según esto, la misión de la iglesia comprende dimensiones que incluyen todos los aspectos de
la vida del ser humano. Para la Iglesia, evangelizar el ámbito social significa infundir en el corazón
de la persona humana la carga de significado y de liberación del Evangelio, para promover así
una sociedad acorde con las exigencias del Evangelio, una sociedad más humana, más conforme
al Reino de Dios, “en cuanto evangelio que resuena mediante la Iglesia en el hoy del hombre, la
Doctrina Social es palabra que libera” (CDS, 63). De ahí que, su misión se realiza de dos maneras
fundamentales que forman parte de su misión profética: el anuncio del evangelio y la denuncia
de las situaciones de injusticia.

Por eso, la D.S.I. puede considerarse un camino muy peculiar, donde se puede ejercer el
ministerio de la Palabra y el ejercicio profético “en efecto, para la Iglesia enseñar y difundir
Doctrina Social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje
cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad y
encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el testimonio a Cristo
Salvador” (CA, 5).

Ideas conclusivas3

1. La promoción de la justicia forma parte constitutiva de la nueva evangelización y


consiguientemente de la identidad del ser cristiano.
2. Es indispensable pasar del asistencialismo a la promoción de la justicia mediante el
ejercicio de los derechos reconocidos en las leyes.
3. La justicia exige la simetría y ésta exige el cultivo de la igualdad: igual dignidad, iguales
derechos, responsabilidades y oportunidades. Nunca en nuestra época se han puesto
en tela de juicio, las tres principales fuentes de desigualdad: la clase social, la raza y el
sexo4.
4. Practicar la justicia en nuestro tiempo exige reconocer que el prójimo es otro “yo” al
que hay que reconocer (cfr. Gaudium et Spes, n. 27). La exigencia del evangelio va más
allá y pide incluso que el enemigo se convierta en amigo y hermano.
5. Es necesario recordar que la injusticia no es sólo una cuestión ética, sino que adquiere
nivel teológico. La injusticia oculta el rostro de Dios, si no trabajamos y luchamos contra
ella, si no nos ponemos del lado de las víctimas, colaboramos el ocultamiento de Dios.
La cruz y la resurrección son los dos misterios que más nos comprometen para estar en
contra de las injusticias del mundo.
6. Finalmente, la promoción de la justicia es tarea de la nueva evangelización. Por una
parte, una mayor preocupación por los grandes dramas de la humanidad invitaría a
descubrir lo esencial: el seguimiento y proseguimiento de Jesús el Cristo.

3
J.P. GARCIA MAESTRO, Conferencia: "Evangelizar la Cuestión Social: una aproximación teológica".
Pontificia Universidad de Salamanca (Madrid)
4
J. L. SEGOVIA BERNABÉ, “Evangelii Nuntiandi: evangelización y promoción de la justicia”, en J. Mª
MARDONES, F. ELIZONDO, J. MARTÍN VELASCO y otros, Evangelizar, esa es la cuestión. En el XXX
aniversario de la Evangelii Nuntiandi, PPC, Madrid 2006, pp. 123-157.

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