Está en la página 1de 3

MORAL TRIBUTARIA DEL ESTADO Y LOS CONTRIBUYENTES

La moralidad tributaria es un concepto de suma importancia pero a la vez de gran


coyuntura en el Derecho Tributario. Puesto que, por un lado representa el cimiento
en el que debe basarse la actividad y ejercicio de los tributos por parte del Estado
y los contribuyentes, pero al momento de llevarlo a la práctica presenta obstáculos
y limitaciones debido a que no existe uniformidad en su concepto y aplicación en
el marco tributario.
Es por esto, que el autor empieza por definir la ética tributaria como “la teoría que
estudia la moralidad de las actuaciones en materia fiscal desarrolladas por los
poderes públicos (legislativo, ejecutivo y judicial) y por el ciudadano
contribuyente”. Y luego inicia la búsqueda y análisis de diferentes principios para
dar respuesta a: «¿Qué principios o valores convincentes y razonables deben
inspirar la actuación de los poderes públicos y de los ciudadanos para que la
tributación pueda considerar justa?». Con el fin de establecer una seria de
principios y reglas que permitan en la práctica calificar como moral o no, una
determinada conducta tributaria.
Para dar respuesta a este interrogante realiza un paralelo entre la ética tributaria
de los poderes públicos y la ética fiscal de los contribuyentes. Empezando por
estudiar la ética tributaria del legislador, afirmando que “Sin impuestos y
contribuyentes no puede constituirse ningún Estado, ni el Estado de Derecho ni,
desde luego, el Estado Social”. Enfatizando que en un Estado de Derecho la
máxima exigencia es que debe actuarse con justicia en la medida de lo posible y
también la carga impositiva debe repartirse con justicia entre los ciudadanos. Sin
embargo, las mayores discrepancias se presentan frente a la necesidad de fijar un
principio justo que sea válido para todos los impuestos, el cual tiene que ser
adecuado a la realidad, partiendo de la base de que la justicia en el Derecho
Tributario se garantiza mediante la igualdad en el reparto de la carga tributaria.
Con base en la experiencia establece que los impuestos solo pueden obtenerse a
partir de la renta acumulada, teniendo que cuenta que debe gravarse el
incremento patrimonial (la renta) y no la totalidad del patrimonio tantas veces
como se desee. Las consecuencias éticas de esta consideración le llevan a
examinar el papel que en la historia de las doctrinas tributarias y de la praxis fiscal
han desempeñado los principios de capitación, equivalencia y capacidad
económica, como medidas de reparto de la carga tributaria. Definiendo el principio
de capacidad económica como el principio fundamental adecuado a la realidad
aplicable a todos los impuestos con fines fiscales, y el único principio fundamental
que respeta todos los derechos fundamentales de las Constituciones del Estado
Social de Derecho. Por lo tanto se entiende como un principio indeterminado,
pero no indeterminable, cuyo contenido esencial pasaría por el gravamen de la
renta sin que ésta se agote, porque una tributación basada en el principio de
igualdad no supone que el fisco pueda recaudar algo allí donde aún quede algo
por recaudar.
A su vez, realiza una exposición de los impuestos que responden esencialmente al
principio de capacidad económica, estimando que el Impuesto sobre la Renta, a
pesar de ser el tributo ideal con arreglo al reiterado principio, presenta
innumerables problemas teóricos y prácticos. Frente al impuesto sobre el
Patrimonio, sobre las Sucesiones y sobre el valor añadido, considera que se
produce un doble gravamen de la renta: una vez en el instante de su obtención y
otra en el momento del gasto y se tiene un escaso efecto redistributivo, por ende
lo mejor sería que desaparecieran del sistema. Precisando que del mismo modo
en el que el exceso de tributación debe medirse a partir de la totalidad de los
impuestos, también la igualdad de la carga tributaria debe medirse en atención a
todo los impuestos, eliminándose aquellos que no permitan la igualdad en el
reparto de la carga tributaria. Añadiendo también que al mandato de igualdad en la
tributación debe adicionarse una prohibición del exceso de gravamen.
En cuanto al ámbito de la imposición indirecta, el autor estipula que el IVA dificulta
la protección del mínimo existencial, al no darse una desgravación del conjunto de
necesidades vitales del consumidor y, por otro lado, los impuestos sobre el tráfico
jurídico no se basan en la capacidad económica, y los impuestos sobre consumos
específicos representan arbitrariedad e incoherencia y lesionan el principio e
igualdad. En cuanto a la fiscalidad de la empresa, sugiere un gravamen midiendo
su capacidad económica en función del beneficio que prescinda de la forma
jurídica adoptada.
Deduce que los impuestos de ordenamiento o con fines sociales no someten a
examen si un impuesto respeta el principio de igualdad en la tributación según la
capacidad económica.
, por lo que sería de justicia eliminar —aunque no se haga de un día para otro por
razones de seguridad jurídica— todos los beneficios fiscales —que suelen
favorecer tan sólo a un grupo de presión— y utilizar la mayor recaudación para
reducir los tipos a favor de todos los contribuyentes. De lo contrario, el legislador
estaría actuando de modo inmoral, puesto que los contribuyentes no beneficiados
tienen que pagar mayores impuestos para compensar la menor recaudación
derivada del beneficio fiscal.
En definitiva el autor en su libro brinda importantes aportes, ya que enfatiza la
relevancia de los principios en la aplicación del Derecho Tributario, puesto que
estos ofrecen una medida unitaria con fundamento ético, impidiendo que se mida
con varas diversas y ante todo evitan la arbitrariedad, pero el quebramiento
injustificado de estos, crea privilegios o discriminaciones. Exponiendo como el más
importante de ellos, al principio de capacidad económica, el cual tiene como
fundamento que todos debe pagar impuestos con arreglo al importe de su renta,
en la medida en que esta exceda el mínimo existencial y no deba utilizarse para
atenderse obligaciones particulares de carácter ineludible. Lo que implica a su vez
un factor indispensable y es que en la medida que este principio sea aplicable en
un procedimiento de masas debe tenerse en cuenta siempre la capacidad
económica individual y no la de los grupos sociales.
A su vez, presenta una base de interesantes argumentos que muestran la
necesidad de reformar la legislación, actualizarlos tribunales, modificar las
actitudes de la Administración tributaria y hacer un llamado al contribuyente y a
sus asesores frente a las responsabilidades de la Justicia tributaria, en busca de la
terminación de la elusión fiscal.

También podría gustarte