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Facultad de Humanidades MODULO 1, Unidad 3

EDUCACIÓN A DISTANCIA Asignatura: CUESTIONES


LICENCIATURA EN FILOSOFÍA CC DE GNOSEOLOGÍA

INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DE LA SABIDURÍA POÉTICA DE VICO.


Presentamos en las siguientes páginas algunas nociones sobre el
pensamiento de Giambattista Vico respecto al tema del conocimiento, para
disponer la lectura de algunos de sus textos sobre la sabiduría poética.
Queremos ambientar los escritos en el pensamiento del autor.
LO VERDADERO ES LO HECHO POR EL HOMBRE
Cuando la razón cartesiana, abstracta, regía el desarrollo científico y
filosófico, y Newton presentaba la naturaleza no como algo misterioso, sino
surcada de orden y armonía, y el hombre en posesión de la ley se sentía
dominador, y se afirmaba una confiada seguridad en el progreso, obra de la
razón, instauradora de una vida puramente natural, apareció un crítico y
refutador del cartesianismo: Juan Bautista Vico.
Lo abordaremos siguiendo el pensamiento de Franco Amerio en su Historia
de la Filosofía, y en su Introducción al estudio de G. B. Vico1.
La especulación de Vico, complejo pensador, se desenvuelve en estricto
contraste con el ambiente y la mentalidad cartesiana dominantes en su siglo,
consistiendo su merito principal en haber sentido fuertemente la exigencia de
lo concreto en oposición al abstractismo intransigente del sistema cartesiano,
y en haber reivindicado para la investigación filosófica el dominio del arte y
de la historia.
Veremos, en primer lugar, su crítica del cógito cartesiano; en segundo
lugar, su visión del despliegue de la historia ligado al cambio del conocimiento
humano.
I) LA CRÍTICA DEL CÓGITO CARTESIANO.
1) El criterio cartesiano de certeza.
La cultura del tiempo de Vico estaba fundada esencialmente en las ciencias
matemáticas y físicas, como únicas en que la razón puede encontrar
satisfechas sus exigencias de ideas claras y distintas.
Vico reprocha al cartesianismo la mutilación de la naturaleza humana, ya
que orientado totalmente a desarrollar la razón, la facultad crítica, olvida la
fantasía, el sentimiento que constituyen el valor humano, la humanidad
integral, no menos que la razón.
La finura del espíritu, la humanidad de la mente, no son de menor
importancia, para la perfección del hombre, que la clarividencia de la razón.

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AMERIO, Franco. Introduzione allo studio di G. B. Vico. Torino: SEI, 1947.

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Así Vico propugna una ordenación de estudios a través de la cual resulte


especialmente cultivada la fantasía y el sentimiento: cultura literaria,
estética, histórica, (humanística y clásica), en oposición a la científica,
cartesiana. Permanece en Vico el más puro interés que animó los siglos del
humanismo italiano y del renacimiento; se continúa en él la tradición latina
del sentido de los valores espirituales, incomprensibles en aquellas formas en
las que, sin embargo, resulta comprensible el mundo físico.
En cuanto a la filosofía de Descartes, Vico ataca el fundamento mismo, el
cogito: el cogito, en efecto, no nos da ninguna verdad, ningún conocimiento
en sentido pleno; es tan solo un acto de conciencia, una constatación. Es
necesario precisar el vocabulario de Vico. Para él, saber es esencialmente
darse razón, escrutar, hacerse luminoso en su interior el objeto conocido.
Mientras lo conocido no se me revela en su intimidad, sino que solo se me
presenta en su exterioridad, mientras no me posesiono de su secreto, no
podré decir que conozco, que tengo ciencia: que poseo la verdad de un
objeto. Tendré solamente un conocimiento vulgar, una simple constatación.
Ahora bien: con el cogito cartesiano no tengo ninguna penetración, ninguna
revelación causal de mi existencia, que es constatada únicamente como
presencialidad de mi yo ante mí. Si el punto de partida no tiene caracteres de
ciencia, ¿cómo presumir construir sobre él todo el sistema de la ciencia? Así se
derrumba el cartesianismo, socavado sus mismos fundamentos.
2) El nuevo criterio de certeza.
Sin detenerse en la crítica del cartesianismo. Vico insiste en la necesidad
de un conocimiento científico que sea una penetración dinámica del objeto.
Ya desde Aristóteles se consideraba que la ciencia trata de las causas de las
cosas. Pues bien, según Vico, no puede decirse que se posee una cosa por sus
causas, sino en cuanto se la puede reconstruir, se la sabe rehacer
―mentalmente― mediante sus propios elementos, de modo que la vea uno
surgir ante sí mismo y ―por así decirlo― la pueda desmontar y volver a
montar, de tal manera que su estructura y su apariencia no oculten ningún
secreto; en este sentido scire est facere, verum est factum2.
A la luz de este criterio Vico se pone a determinar los límites y el alcance
del conocimiento. Ante todo, es evidente que el Vico reconoce a Dios la
omnisciencia, como ya lo había hecho toda la tradición; Dios, en efecto, como

2
Según el propio significado que Vico le asigna. la formula verum est factum no es en manera alguna
un preludio de la síntesis a priori kantiana y pos kantiana. en la que el conocer sea un hacer la cosa
conocida y su verdad. Para Vico, la verdad no se origina del hombre, sino de Dios, ad cuius veri norman
vera humana metiri debemus.

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creador y causa universal y absoluta, posee todos los elementos de las cosas
y, por tanto, tiene una perfecta penetración de las mismas.
En cuanto a las dos ciencias que el cartesianismo presentaba como
posesión del hombre, las matemáticas lo son efectivamente, mas sin ventaja
alguna; la física, en cambio, está absolutamente fuera de su alcance. El
hombre no puede tener ciencia del mundo físico, porque no posee sus
elementos. El hombre es completamente externo al mundo físico, y por esto
no puede tener de él más que constatación, conocimiento vulgar.
Se puede tener ciencia de las matemáticas, porque la mente humana posee
perfectamente los elementos (la unidad y el punto) del objeto matemático,
con los cuales construye el mundo todo de los símbolos numéricos y de las
figuras geométricas. Mas el conocimiento de ese mundo no puede llamarse
verdadero conocimiento, pues no es conocimiento de algo real, siendo la
unidad y el punto, según Vico, si no puras ficciones de la mente, sí algo
abstracto e ideal. La mente es algo íntimo al mundo matemático y posee de él
una ciencia perfectísima, porque es la que lo construye con elementos
creados ―por así decirlo― por ella misma. Pero precisamente radica aquí su
debilidad y vacuidad: la mente humana no puede crear sino, a lo más,
abstracciones y ficciones, de modo que mundo de abstracciones y ficciones es
el de esta perfectísima ciencia. Física y matemáticas, las dos ciencias que
formaban el orgullo del cartesianismo, son, pues ―según el criterio de Vico―,
la una conocimiento real, pero no ciencia; la otra, ciencia, pero no
conocimiento real, y, por tanto, tampoco verdadera ciencia. O, de otro modo,
la una me da lo real, pero se queda en la certeza; la otra llega a la verdad,
pero pierde lo real, y, por tanto, ni siquiera puede decirse que alcance la
verdad.
II) LA DOCTRINA DE LA HISTORIA.
1) La ciencia nueva.
Existe, sin embargo, un sector de saber humano -preferido por Descartes-
en el cual se realizan las condiciones de una verdadera ciencia, según el
criterio del Verum factum: es el sector de la historia. La historia es hecha
por los hombres, es la obra de la naturaleza humana en su desarrollo. El
hombre posee por lo mismo todos los elementos para poder reconstruirla,
elementos que no son sino las energías de la misma naturaleza humana. La
historia, por lo demás, no es un mundo abstracto e ideal, sino real y efectivo,
porque la naturaleza humana, en cuanto creada por Dios, es algo efectivo y
real. Y así Vico revela la historia como ciencia auténtica; es ella la «nueva»

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ciencia, desconocida hasta ahora, condenada como estaba en el empirismo a


ser ret6rica y literatura, o -a lo sumo- descripción y recopilación.
Galileo en el siglo anterior había escrito el dialogo sobre las «ciencias
nuevas», presentando como tales la Mecánica y la Dinámica; Vico en su libro
sobre la «ciencia nueva» propone como tal la historia. Claro está que para que
la historia llegue a ser ciencia no debe ser tratada como hasta el presente.
Adquiere el rango de ciencia en cuanto que -como se ha dicho- se realizan
en ella las condiciones mediante las cuales se la puede penetrar, iluminar por
su interior, comprenderla, en una palabra, como manifestación de la
naturaleza humana. Ahora bien, esto no puede darse sino en cuanto se realiza
en ella la unión de filología con filosofía.
Deben entenderse estos términos según el sentido propio que les da Vico.
La filología se refiere a lo constatado, a lo cierto. Proporciona, por así decir,
la crónica. Proporciona la certeza de los datos, del material histórico; registra
los acontecimientos tal como suceden, describe el pasado según los
documentos; mira, por tanto, a lo particular, a lo contingente. Se funda en la
autoridad, pues en sus investigaciones se sirve de documentos. Monumentos,
es decir, de testimonios. La historia hasta Vico cuando no era concebida como
ejercicio literario, lo era como filología, terminando su cometido en la
compilación y crítica de los documentos, monumentos, datos, hechos, etc.
Más de este modo nos ofrece únicamente el aspecto exterior del acontecer
histórico; éste se nos presenta como una sucesión de acontecimientos sin luz,
sin explicación, sin razón; queda algo que es opaco e ininteligible: así la
historia carece de sentido. Para que lo tenga es menester la filosofía.
Esta se refiere a los principios, es decir, a la razón; se refiere a la verdad.
Nos hace penetrar en la intimidad de los hechos históricos y nos revela su
sentido, al hacernos ver su raíz profunda en la naturaleza humana. Por eso
la filosofía no registra lo contingente y lo particular de la historia, sino más
bien lo universal y lo necesario. Así la ciencia histórica resulta del consorcio
entre filología y filosofía, pues si, por una parte, a través del acontecer
histórico (Filología) se llega a conocer la naturaleza humana (Filosofía), por
otra, a través de la naturaleza humana (Filosofía) se llega a interpretar el
acontecer histórico (Filología). La una sin la otra, sería insuficiente y
carecería de sentido.
Se precisa, pues, según la fórmula cristalina de Vico: verificar lo cierto, y
certificar lo verdadero (inverare il certo e accertare il vero); síntesis de
filología y de filosofía. Sólo así se entenderá como la historia es ciencia; solo
así se comprenderá la significación de la «ciencia nueva».

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2) La riqueza de la naturaleza humana y la complejidad de la Historia.


Aplicándose al estudio de la historia con los principios ahora enunciados,
descubre Vico que la naturaleza humana se revela bastante más rica, y el
acontecer histórico bastante más complejo que lo que había supuesto el
cartesianismo.
Los hombres que han hecho la historia no son pura razón, sino también
sentido, fantasía y pasión, y estos tres elementos han determinado el curso de
la civilización no menos que la razón misma. El acontecer histórico se
presenta como manifestación de una humanidad siempre variante,
predominando ahora el momento racional, en tanto que ayer predominaba el
momento fantástico, sensitivo y pasional. Vico tiende a fijar en tres los
diversos modos de la mentalidad humana, y en tres también las diversas
edades de la historia que estarán en correspondencia con aquellos:
mentalidad sensitiva, mentalidad fantástica, mentalidad racional: edad de los
gigantes, edad de los héroes, edad de los hombres.
Es importante hacer notar que, mediante el primer enunciado, Vico
reivindica, contra Descartes, la integridad de la naturaleza humana,
afirmando la necesidad y la peculiaridad de cada una de las tres formas de
actividad espiritual: actividad sensitiva, actividad fantástica, actividad
racional, oponiéndose a reducir la humanidad a la racionalidad, y
reconociendo que la naturaleza humana no puede alcanzar la perfección sino
con el desarrollo armónico de todas; con el segundo enunciado Vico se declara
en abierta oposición con la tendencia antihistórica del cartesianismo y del
«iluminismo», reivindicando el significado, el valor, la legitimidad de todas las
edades, de todo periodo histórico, al tiempo que señala el criterio de
interpretación para cada uno de ellos en su actividad predominante. El error
de la historiografía en general, y de la iluminista en particular, está
precisamente en querer interpretar toda la historia en conformidad con los
cánones de la razón abstracta y juzgarla después para condenarla o absolverla
según las normas absolutas y universales que dicta la razón. Sería como si, por
ejemplo, se tuviese la pretensión de entender exactamente las acciones de un
niño, interpretándolas a la luz de la razón como se muestra en el hombre
adulto. Tratar de descubrir en la historia antigua aquello que constituye la
expresión racional del hombre, es desconocer la naturaleza humana y dejar
para siempre sin transparencia y significado la historia de aquellas edades.
Querer interpretar como expresión lógica las instituciones, las formas de vida,
los productos espirituales de las edades antiguas, significa condenarse a no
comprender nada de los tiempos que nos han precedido.
3) El curso histórico.

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Por tanto, según Vico, las manifestaciones humanas a través de la historia


asumen tres aspectos diversos, o -brevemente- la historia discurre por tres
edades. Estas se caracterizan respectivamente, en cuanto a la vida
cognoscitiva, por un sentir sin advertir, por un advertir con ánimo conmovido
y por un reflexionar con mente pura; en cuanto a la vida práctica, por el
dominio de la violencia, por una norma de fuerza y de costumbre y por una
ley de razón y de justicia.
En conformidad con las disposiciones cognoscitivas y prácticas ahora
indicadas, toda edad tendrá sus propias manifestaciones y sus propias
instituciones, que deben interpretarse radicalmente a la luz de aquellas. En la
ley de sucesión de las tres formas mentales se tiene lo que Vico llama historia
ideal eterna, esto es: la ley eterna del devenir histórico. La historia de cada
una de las naciones es, en el tiempo, una actuación de aquella historia ideal.
La historia temporal de cada nación revela la misma ley eterna.
4) La Providencia en la historia.
Mas, para comprender mejor todo esto, es necesario observar que esta
división tripartita que ahora hemos considerado, representa un esquema
demasiado mecánico y superficial. Cuando quiere aclararse tal división tiende
hacia una bipartición, asimilándose y reduciéndose a uno los dos primeros
momentos, y entonces adquiere -para Vico- su auténtico y profundo
significado, en cuanto que se resuelve en la dicotomía espontaneidad-
reflexión, sabiduría vulgar, sabiduría refleja, que constituye la verdadera y
profunda dialéctica de la historia. Es ella la que explica los orígenes,
progresos, estados, decadencias y ocasos de las naciones.
No puede, en efecto, dejar de plantearse, como fundamental, el siguiente
problema: ¿Cómo se explica que cuando los hombres, eran aún rudos, solo
sentido, fantasía y pasiones, elaboraron la convivencia hasta realizar las más
espléndidas formas de los imperios, creando, en aquel proceso, lenguas,
instituciones, derechos y religiones; y cuando, por el contrario, son todo razón
y reflexión, no logran mantener esas mismas creaciones suyas, y se disuelven
las convivencias civiles y los imperios se derrumban? Tal es -para Vico- el dato
fundamental del problema histórico.
Pues bien: las razones de este hecho grandioso y desconcertante, que
asume la infalibilidad de una ley y la necesidad de un destino, se descubre
solamente en el caso de que se llegue a percibir en la historia dialéctica de
espontaneidad-reflexión, que se· halla en el paso de la mentalidad sensitivo-
fantástica a la mentalidad racional.
Ante todo, observamos -a este respecto- que del cuadro ahora expuesto

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Vico deduce esta primera consecuencia: la historia es obra del hombre, sí,
pero también de Dios. No es el hombre solo el que encuentra el camino de su
propia elevación y de su propia formación cultural y civil en el seno de la
sociedad, sino el hombre en cuanto es ayudado por Dios. Vico deduce la
existencia de la Providencia divina del espectáculo de la historia; la ley de la
heterogénesis de los fines es la prueba que da de los fines Vico de
Providencia. El resultado (sociedad y civilización) que los hombres rudos y
pasionales alcanzan, movidos de su utilidad particular, no guarda proporción
con esos mismos hombres que lo construyen y alcanzan; esta desproporción
importa una apelación cierta a la colaboración divina: la Providencia.
Evidentemente se trata aquí de una Providencia que obra en el orden de la
naturaleza, y no sobrenaturalmente: es la Providencia de los hombres, no la
de los cristianos.
Esta Providencia obra a través del conocimiento y de la voluntad humana:
en la medida que las mentes conocen, veneran, temen y aman a un ser
superior a ellas: Dios (y este conocimiento y esta voluntad son religión), en
esa misma medida es posible a los hombres superar el propio egoísmo y la
propia pasión y encontrar el equilibrio dentro de sí y fuera de sí, moralizarse.
Educarse, perfeccionarse creando la convivencia civil. De aquí la conexión
íntima y necesaria -para Vico- entre la religión y la civilización; toda religión,
por rudimentaria que sea, contiene el principio educativo de la humanidad. y
cuanto más se eleva y perfecciona tanto más desarrolla la potencialidad de
ésta: la religión, aún la elemental, dice Vico, siempre engendró brillantísimas
civilizaciones; en cambio, el ateísmo nunca ha creado ninguna.
Es evidente que si el progreso se debe a la colaboración humano-divina a
través de la religión, abandonar a Dios y rebelarse contra Él significa
comprometer el progreso, pararlo, destruirlo. Y esto es posible cuando en la
naturaleza humana, a la espontaneidad, que naturalmente se abre a la
verdad, sucede la reflexión, que, por abuso de libertad creadora de malicia,
puede cerrarse a la verdad y oponerse a ella. Mas entonces sucede, como
castigo inmanente, la disolución de la convivencia por la malicia y, por tanto,
el entorpecimiento de la razón maliciosa y el retorno a la rusticidad de la
mentalidad sensitivo-fantástica. Y juntamente con ésta se reproduce aquella
actitud espontánea de la mente que permite volver al contacto con Dios y,
por tanto, al camino hacia la altura.
5) El recurso histórico
De este modo, la historia se repite. Para entender bien esta famosa ley
viquiana del retorno histórico, adviértase que no implica una visión
determinista de la historia, ni algo análogo al eterno retorno de la concepción

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griega. Pues el «recurso», lo mismo que el «curso», expresa una ley


puramente formal; es decir, mira a una sucesión de formas y no de
contenidos, de modos y no de valores. Dentro de la forma sensitiva, fantástica
o racional son posibles infinitos contenidos. La necesidad del orden formal no
excluye la contingencia más absoluta del contenido concreto. Y así la
interpretación dada por Vico de la Edad Media, como de un «recurso»
histórico, se armoniza muy bien con el reconocimiento de un valor
extraordinario de esa edad: el cristianismo. Esta interpretación exige
solamente que se admita que dicho valor se ha vivido y expresado con una
mentalidad sensitivo-fantástica.
6) La sabiduría poética.
Estamos ahora en mejores condiciones para entender el carácter general de
las manifestaciones propias del momento histórico, tan sugestivo, de los
orígenes, en el que domina la espontaneidad de la mente sensitivo-fantástica.
Vico llama a esta la edad poética, pues los hombres eran entonces poetas por
naturaleza, ya que la poesía ―según Vico― consiste esencialmente en el
carácter fantástico de la expresión3. Pero este carácter fantástico del mundo
poético no debe hacernos pensar en una fantasía pura, vacío de contenido y
ociosa; en ella existe siempre, por el contrario, un contenido de verdades. Se
da una sabiduría poética: no refleja, no razonada, sino espontáneamente
advertida y poseída bajo el ropaje de la expresión imaginativa. Por esto las
fábulas antiguas crearon el mundo civilizado; no en cuanto fantasía, sino en
cuanto sabiduría. Es un error concebir el mundo civilizado salido de la
sabiduría creada por la reflexión de los filósofos, así como es error también
creerlo un producto de las fábulas hueras de la mitología: ese mundo es
hechura de la sabiduría poética.
Sobre la base de estos conceptos Vico se ha construido toda una
metodología, para investigar todo lo que hay de verdad acerca de las más
antiguas edades sepultadas en las sombras del silencio, de las leyendas y de
los errores. En este campo Vico ha llegado a intuiciones geniales y

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Vico puede ser considerado como el fundador de la estética moderna, por haber afirmado el
carácter fantástico del arte. Será más útil, para comprender la posición de Vico. un rápido parangón con la
estética de sus contemporáneos. Estos tenían un concepto esencialmente intelectualista de la poesía y del
arte en general. Para ellos, en efecto, el valor de la poesía se encuentra únicamente en la verdad de la
composición poética: la poesía es el atuendo deleitoso de una verdad ... il vero in molli versi condito ... De
ahí el carácter moralizador y pedagógico de la poesía didascálica. Si no puede encontrar un contenido de
verdades, la poesía no puede justificarse como no sea reduciéndose a puro pasatiempo, a juego superfluo
y vano. Vico, en oposición a estas concepciones, defiende el carácter de necesidad y seriedad de la poesía,
como, en general, del arte. El· arte no es· fruto de propósitos o artificios: es natural e insustituible
manifestación de una actividad espiritual y, por tanto, de una edad humana e histórica. La tesis de
naturaleza fantástica del arte será producida por la estética más reciente, por De Sanctis y por Croce.

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luminosísimas afirmaciones, muchas de las cuales se adelantaron a las tardías


y trabajosas conquistas de la más reciente y aguerrida crítica filológica e
histórica. Recordemos someramente la interpretación de la historia romana,
que revolución o todo lo que hasta entonces se aceptaba de las leyendas
sobre los monárquicos y republicanos, y mucho también del periodo imperial
que era mal entendido; y recordemos, sobre todo, la reivindicación
―clamorosa en ese siglo de la concinnitas y de la finesse― del valor estético e
histórico de los poemas homéricos y la negación de Homero como su único y
total autor; méritos relevantes en el campo histórico, de los cuales nos
ocuparíamos mas difusamente, si no nos interesase tan solo la concepción
filosófica de la historia, cuya genialidad se ve confirmada indirecta, pero
eficazmente, por esos mismos méritos.
Algunas consideraciones conclusivas sobre el historicismo de Vico.
a) Es un historicismo cristiano.
Podemos delinearlo relacionándolo con Pascal y San Agustín. Por una parte
Vico es continuador de la dirección pascaliana de una filosofía que apela a la
religión y de una razón que se abre a la fe. Vico tiende a la verificación del
cristianismo en la historia humana, explicable solamente por el hecho de Adán
caído. También es Vico el admirable continuador de la corriente agustiniana
en el modo de considerar la ·historia. Y, si en el sentido de la historia debe
reconocerse una de las más claras conquistas del pensamiento cristiano, en la
Ciencia Nueva de Vico debe reconocerse una de las más grandes obras que, en
este campo, dicho pensamiento haya jamás suscitado. La historia tiene un
sentido; para San Agustín como para Vico es la elevación del hombre; para San
Agustín como para Vico, la historia en cuanto elevación no es obra del hombre
solo, sino del hombre y de Dios. Pero San Agustín, mentalidad medieval,
tiende a acentuar la obra divina como sobrenatural, la Gracia; Vico,
mentalidad moderna, saturada del naturalismo renacentista, tiende a
acentuar la obra divina como natural, la Providencia. La conciliación de la
causalidad divina con el libre albedrío, que molinistas y tomistas buscan en la
consideración estática de la naturaleza humana y de la naturaleza divina, la
intenta Vico en la consideración dinámica de la historia y de la Providencia. Y
por esta colaboración entre Dios y el hombre la historia tiene un valor humano
y un sentido divino. La interpretación inmanentista de la Providencia
viquiana, cual fue intentada por los historiadores idealistas para hacer de ella
un anticipo de la idea hegeliana, tergiversa todo el sentido de la doctrina de
Vico. Bastan algunas consideraciones para poner de manifiesto la oposición
existente entre el historicismo baquiano y el hegeliano.

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b) Historicismo humanístico.
El historicismo viquiano se presenta como humanístico. Y, efectivamente,
Hegel, con su panlogismo, se sitúa en la línea de desarrollo del racionalismo
cartesiano, por la que camina llegando a marcar la etapa extrema. Vico, por
el contrario, se encuentra en los antípodas del racionalismo cartesiano y todo
su sistema ideológico deriva su sentido y su valor del ambiente humanístico
antirracionalista. La fórmula de la ciencia viquiana es certificar (hacer cierto)
lo verdadero, es la síntesis de la filosofía con la filología, en la que son
atemperadas las exigencias de la experiencia con las del pensamiento puro; y
de poder establecer alguna preeminencia, esta correspondería a la filología, a
la autoridad, a la certeza, que, en el sentido común, constituyen la garantía
segura del conocimiento y de la acción, aun con ventaja sobre la garantía del
pensamiento filosófico. La fórmula de la ciencia hegeliana es el apriorismo
deductivo, en donde naufragan las exigencias de la experiencia ante el
carácter absoluto del pensamiento puro. En esta diversidad de actitudes
mentales y de orientaciones doctrinales, las dos fórmulas, que pueden
presentar aspectos análogos, son, sin embargo, fundamentalmente diversas en
su génesis y en su significado.
c) Historicismo latino.
Si pasamos de las doctrinas filosóficas a la descripción que Vico hace de la
historia humana, nos damos cuenta aún más claramente, si fuera posible, de
la distancia que separa a Vico de Hegel. También para este último la historia
es esencialmente el mundo del espíritu, de modo que se identifica sin más con
la filosofía. Pero el interés que mueve a Hegel hacia la historia es un interés
frío, impersonal, abstracto: la historia no es el mundo de los hombres, sino el
mundo de la idea; no es la humanidad la que alcanza en ella los propios
valores, sino la idea la que realiza su propio e inefable carácter absoluto; no
interesa el hombre, interesa la idea; no el esfuerzo y la elevación de aquel,
sino la dialéctica triádica de esta. Para Vico es todo lo contrario. Su interés es
esencialmente humanístico, mejor, humano; es cálido, vibrante , simpático;
para él la historia es el mundo de los hombres, de quienes sigue e indaga su
elevación progresiva, sus conquistas y sus esfuerzos. No es el hombre para la
Providencia, sino la Providencia para el hombre. La historia no resulta
interesante porque en ella obre la Providencia, sino que por la actuación de la
Providencia surge la civilización humana, se construyen los valores humanos, y
el hombre, en suma, se revela y se conoce.
La historia no es, para Vico, el punto de llegada de una deducción
apriorística, sino el punto de partida de una visión filosófica. No es la
«historia»; es siempre la «historia de las naciones», y, entre ellas, la historia

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de Roma, la historia latina. Bien puede decirse que Vico filósofo se formó en
los estudios sobre el derecho romano y en las investigaciones de
jurisprudencia. De manera que la Historia de Roma ha podido proporcionarle
el esquema de la historia ideal eterna. Aún en este aspecto, material, la
concepción historicista de Vico confirma su carácter abiertamente latino y su
procedencia del humanismo y del clasicismo de la tradición cultural italiana.
Conclusión.
Vico permaneció olvidado, casi ignorado de sus contemporáneos,
enteramente fascinados por las fáciles promesas del racionalismo cartesiano y
del «iluminismo». Y, sin embargo, por su doctrina sobre la historia y el arte
realiza un verdadero progreso en el campo filosófico. Por este doble aspecto
histórico y estético la filosofía de Vico puede parangonarse, en cierta manera,
con la filosofía del idealismo romántico, aunque no por el aspecto de la
síntesis creadora, que en Vico no se encuentra, y que es en el idealismo
elemento de debilidad y, por lo mismo, de inferioridad respecto de Vico.

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