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Las claves del genocidio armenio

Se cumplen 100 años de la persecución en la que murió casi un millón


de personas

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ANDRÉS MOURENZA

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Estambul 22 ABR 2015 - 13:01 ART

I
magen del Instituto-Museo del Genocidio Armenio en la que se ve a un
grupo de armenios ahorcados por las fuerzas otomanas en junio de
1915. AFP

En 1915, el Gobierno otomano ordenó la deportación de los armenios, una


comunidad cristiana, a los desiertos de Siria. En la persecución que siguió
murieron cerca de un millón de personas. Estas son las claves de un genocidio
que comenzó hace ahora 100 años.

El contexto. Un imperio en descomposición


A principios del siglo XX, entre 1,5 y dos millones de armenios habitaban el
Imperio Otomano, y algunos miembros de la comunidad gozaban de posiciones
respetables en el seno de la Administración —hubo incluso ministros armenios
—, en los negocios financieros o como arquitectos de la corte del sultán, pues era
notoria su fama de hábiles artesanos (la industria de los platillos de batería a nivel
mundial tiene su origen en los armenios de Estambul).

Pero el estado del imperio era deplorable: en los 50 años previos a la Primera
Guerra Mundial, los otomanos habían perdido vastas extensiones de su territorio
ante las potencias europeas de la época, provocando un éxodo de varios millones
de refugiados musulmanes hacia Anatolia, que llevaban consigo el odio a los
cristianos que los habían perseguido y expulsado de los Balcanes, Crimea y el
Cáucaso, algo que contribuyó al auge de movimientos nacionalistas turco-
musulmanes.

La situación económica también era catastrófica, y el Estado Otomano se veía


continuamente obligado a hacer concesiones a sus prestamistas: las mismas
potencias europeas que lo derrotaban en el campo de batalla. En las provincias de
Anatolia Oriental, los armenios eran sometidos al constante pillaje de las tribus
kurdas y al maltrato de las autoridades otomanas, por lo que surgieron varias
organizaciones como la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak) o el
Partido Hunchak, que buscaban un levantamiento general y la intervención de las
potencias en su auxilio, en especial de Rusia. La represión de las autoridades
otomanas fue brutal y decenas de miles de armenios fueron masacrados en los
pogromos de 1891-1896 y 1909.

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¿Cómo se llevaron a cabo las deportaciones? Las
marchas de la muerte

La participación otomana en la guerra mundial se abrió con una sonora derrota


ante los rusos en el frente del Cáucaso. Pese a que la razón principal fue la
desastrosa estrategia de los mandos otomanos, el Gobierno, liderado de facto por
un triunvirato de nacionalistas turcos —Enver, Talat y Cemal—, la atribuyó al
supuesto apoyo de la población local armenia a las tropas del zar. Al mismo
tiempo, se producían levantamientos de los partidos revolucionarios armenios en
las localidades de Zeitun y Van, lo que fue utilizado por las autoridades para
tachar a toda la población armenia de quintacolumnista.

El 24 de abril de 1915, unos 250 intelectuales y líderes armenios de Estambul


fueron detenidos y deportadas a Ankara, donde serían ejecutados. Era el inicio de
un plan de limpieza étnica que quedaría plasmado en la Ley de Traslado y
Reasentamiento, aprobada el 27 de mayo.

Excepto en Estambul y Esmirna y algunas localidades más pequeñas, que se


librarían de las deportaciones por intercesión de las autoridades otomanas, en
prácticamente todas las poblaciones se siguió el mismo método: primero se
obligó a los armenios a entregar sus armas —a los soldados armenios del Ejército
otomano se les reubicó en batallones de trabajo—, después se detuvo y asesinó a
los notables; posteriormente se anunció a los armenios que serían deportados.
Antes de iniciarse la marcha, los hombres mayores de edad eran separados de
mujeres, niños y ancianos y, en la mayor parte de los casos, ejecutados.

La ruta, a través de la estepa de Anatolia y con destino a los desiertos de Siria, se


convirtió en verdaderas marchas de la muerte. Sin apenas acceso a comida o
agua, diezmados por las enfermedades, miles de armenios murieron por los
caminos. Las columnas de deportados eran habitualmente sometidas a las
vejaciones de los gendarmes y a los ataques de bandas de kurdos, turcomanos y
circasianos, que además de despojarles de sus pertenencias, raptaban a las
jóvenes para violarlas o tomarlas como esposas. El sufrimiento era tal, que no
pocas mujeres se suicidaron lanzándose junto a sus niños a los ríos o por los
precipicios.

Aquellos que lograron llegar hasta Urfa, Alepo o Deir ez-Zor eran prácticamente
muertos vivientes: “Vimos a muchos armenios que habían llegado antes que
nosotros y se habían convertido en esqueletos —narra uno de los deportados que
fueron entrevistados en el libro Survivors, de Donald E. Miller y Lorna Touryan
—. Nos rodeaban tantos esqueletos, que parecía que estuviésemos en el infierno.
Todos estaban hambrientos y tenían sed, y buscaban caras conocidas que les
ayudasen. Nos sentimos terriblemente desesperanzados”.

¿Cuántos armenios murieron? La guerra de las cifras

La cifra de víctimas y deportados continúa siendo hoy motivo de disputa, ya que


ambas partes ocultan o utilizan de forma interesada los documentos de la época.

De acuerdo a las autoridades de Armenia, 1,5 millones de armenios perecieron en


el genocidio, mientras que los nacionalistas turcos más recalcitrantes los reducen
a menos de 300.000.

Según los documentos del ministro de Interior otomano, Talat Pasha, publicados
hace siete años, en torno a un millón de armenios fueron deportados, cifra que a
grandes rasgos coincide con la ofrecida en la época por las misiones militares y
diplomáticas de EE UU (1,1 millones) y Gran Bretaña (1,2 millones) o las
facilitadas por la delegación armenia a la Conferencia de París de 1919
(700.000).

En 1916, Arnold J. Toynbee, un historiador británico encargado por su país de


documentar las masacres armenias, hablaba de 600.000 muertos, otros tantos
supervivientes de las deportaciones —parte de los cuales moriría posteriormente
por enfermedades o ataques— y más de medio millón de armenios que habrían
escapado a las deportaciones, algunos de ellos convirtiéndose al islam. El
embajador estadounidense en Estambul durante la guerra, Henry Morgenthau,
coincide con estos cálculos y habla de entre 600.000 y un millón de muertos. El
propio Ministerio del Interior Otomano hacía, en 1919, una estimación de
800.000 muertos armenios.

¿Qué ocurrió con los responsables? Operación Venganza

Los Estados vencedores de la contienda mundial forzaron al Imperio Otomano a


juzgar, si bien in absentia, a los responsables de las deportaciones de armenios,
pero la falta de una legislación penal internacional apropiada y el inicio de la
Guerra de Liberación Turca (1919-1922), que expulsó a las fuerzas aliadas de
Anatolia y puso fin al Imperio Otomano, hizo que las potencias se
desentendiesen de los juicios.

En un congreso de la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak) de 1919, se


decidió que, ante la falta de castigo a los responsables —la mayoría de los cuales
habían huido del Imperio Otomano—, había que tomarse la justicia por su mano.
El exiliado armenio Shahan Natalie, cuya familia había sido asesinada en las
masacres otomanas de finales del siglo XIX, fue el encargado de planear la
operación de castigo, bautizada Némesis en honor a la diosa griega de la justicia
y la venganza. En espacio de tres años, los principales responsables políticos de
la penuria de los armenios fueron cayendo bajo las balas de los pistoleros
armenios, entre otros, el ministro de Interior Talat Pachá, en Berlín; el Gran Visir
Said Halim, en Roma, y el gobernador de Siria, Cemal Pachá en Tbilisi. Enver
Pachá, otro de los responsables, moriría luchando contra los soviéticos en Asia
Central.

Décadas más tarde, un grupo de descendientes de supervivientes armenios fundó


el Ejército Secreto para la Liberación de Armenia (ASALA), organización
armada cuyo objetivo era forzar al Gobierno turco a reconocer el genocidio
armenio, pagar indemnizaciones a sus víctimas y ceder parte de su territorio a
una Gran Armenia. ASALA actuó entre 1975 y 1991, asesinando a 46 personas
—en su mayoría, diplomáticos turcos— y cometiendo atentados contra civiles en
los aeropuertos de Ankara y París-Orly. En 1975, los militantes armenios
atacaron el vehículo de la embajada turca en España, matando a tres personas, y
en 1979 colocaron sendas bombas en la sede madrileña de dos aerolíneas.
Mapa de los millones de armenios que
viven en el mundo. EL PAÍS

¿Qué ocurrió con los supervivientes? La diáspora

Al término de la Primera Guerra Mundial, se lanzó una campaña de ayuda


internacional a los supervivientes de las deportaciones, y en los años siguientes
muchos fueron embarcados con destino a Europa y América. Algunos
permanecieron en los territorios que hoy forman Siria y el Líbano, y aquellos que
habitaban en el este de Anatolia escaparon a la recién creada Armenia soviética.

Actualmente, unos cinco millones de armenios viven repartidos por el


mundo fuera de las fronteras de la República de Armenia, principalmente en
Rusia, EE UU y Francia. Entre los representantes más famosos de la diáspora se
encuentra el músico francés Charles Aznavour, la cantante estadounidense Cher,
los integrantes de la banda System of a Down, la modelo Kim Kardashian o el
empresario Kirk Kerkorian, uno de los padres de Las Vegas.

Kerkorian y otros ricos integrantes de la diáspora han sido uno de los pilares
económicos de la paupérrima República de Armenia (tres millones de habitantes)
a través de sus donaciones y proyectos de cooperación. En general, mantienen
una postura de fuerte confrontación con Turquía.

Las implicaciones internacionales

Hasta la fecha, 23 países del mundo han reconocido las matanzas sufridas por los
armenios como genocidio, entre ellos, Rusia y la mitad de los socios de la UE. En
Latinoamérica, los Parlamentos de Uruguay, Argentina, Bolivia y Venezuela y
Chile han hecho lo propio, mientras que en España solo lo han aprobado los
Parlamentos autonómicos de Euskadi, Baleares, Navarra y Cataluña.

ampliar fotoMapa de los países que han reconocido el genocidio armenio. EL


PAÍS

Otros cuatro países —Grecia, Chipre, Eslovaquia y Suiza— han prohibido la


negación del genocidio bajo penas de prisión o multas, algo que trató de imitar
Francia en 2012, pero su legislación fue tumbada por el Tribunal Constitucional.

Periódicamente, emisarios turcos y armenios presionan en EE UU para que la


Casa Blanca siga la estela de 44 de sus Estados federados, que ya han reconocido
el genocidio. Pero por el momento no ha sido así, ya que en Washington no
desean enemistarse con un aliado estratégico como es Turquía.

La falta de reconocimiento del genocidio por parte de Ankara es una de las


cuestiones que envenenan las relaciones entre Turquía y Armenia, cuyas
fronteras permanecen cerradas. Si bien es cierto que en esta falta de
entendimiento juega un papel aún más crucial el conflicto de Nagorno-Karabaj,
un territorio legalmente perteneciente a Azerbaiyán —aliado turco—  y que
desde la guerra de 1992-1994 está ocupado por Armenia.

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