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Holocausto y genocidios del siglo XX:

reflexiones para su enseñanza

Clase 2. El caso armenio

Introducción

¡Bienvenidos y bienvenidas colegas!

La clase pasada abordamos cuestiones vinculadas a las conceptualizaciones de la


categoría de genocidio; en esta clase trabajaremos sobre el primer genocidio del siglo
XX. Se trata de un genocidio perpetrado por el Imperio Otomano contra el pueblo
armenio y al que, hasta el día de hoy, se lo considera un genocidio negado. Cuando
hablamos de negacionismo nos referimos a una serie de narrativas que sostienen la
negación de los hechos, o que buscan generar dudas en la sociedad sobre los mismos,
o justifican las matanzas, por ejemplo, por otras causas como la guerra. Dentro del
proceso genocida, el negacionismo se expresa en lo que se denomina la etapa de la
“realización simbólica”. Abarca una dimensión ideológico-simbólica en donde
determinadas formas de narrar, representar e interpretar lo sucedido consolidan y
terminan por reestructurar nuevas relaciones sociales sobre la base de los cuerpos y
lazos sociales ya eliminados. La psicoanalista Helen Piralian señala: “La negación que
acompaña al proyecto genocida se convierte en la pieza maestra, dado que, más allá del
exterminio de las personas, tiene la función de sostener la desaparición de su existencia
pasada, a fin de que se transformen no en muertos sino en quienes jamás existieron”
(2000: 19).

Los objetivos de esta clase son:

 Describir la historia del pueblo armenio.


 Analizar cómo se desarrolló el genocidio que los tuvo como víctimas.
 Identificar cómo fue el proceso de construcción de memoria de este genocidio, en
particular el caso de las mujeres.

Les proponemos iniciar la clase mirando un fragmento del film Ararat (2002), de Atom
Egoyan, cuyo título evoca la presencia sacralizada del monte Ararat, un símbolo para la
identidad armenia y la memoria del genocidio. En la película se entretejen experiencias del
presente y el pasado a través de varias historias de vida que intentan capturar la complejidad
de la transmisión generacional.

https://www.youtube.com/watch?v=1Ka1n
o-bpzI

Como habrán visto, Ararat es un film que incluye dentro de sí mismo otro film: muestra a
los y las protagonistas filmando una película sobre el exterminio de los/as armenios/as
en el Imperio Otomano, hoy Turquía, en 1915. Este ir y venir entre el pasado y el
presente nos invita a preguntarnos qué pasó durante el genocidio armenio y, a la vez, es
un ejercicio de memoria que revela que ese genocidio sigue pasando en la medida en
que exista el negacionismo.
Empecemos ahora a recorrer la primera de las preguntas que organizan esta clase:
¿Quiénes son los/as armenios/as?

Como señalamos en la clase pasada, el genocidio promueve, además de un exterminio


material, la aniquilación simbólica y cultural de las poblaciones afectadas. Por lo tanto,
comenzar preguntándonos quiénes son los/as armenios/as es un modo de reponer
aquello que intentó ser borrado por los perpetradores del plan genocida.

Los/as armenios/as conforman un pueblo que comparte una peculiar tradición cultural
desde épocas muy antiguas. Evidencias lingüísticas y arqueológicas permiten establecer
que la historia de Armenia se remonta al III milenio A.C.

La Armenia histórica tenía una superficie de


alrededor de 400.000 km2 y abarca lo que
actualmente es la mayor parte del este de Turquía,
el sector noroeste de Irán, parte de las repúblicas de
Azerbaiyán y de Georgia y el actual territorio de la
República de Armenia y de la República de
Nagorno-Karabagh.

La ubicación geográfica de Armenia, altiplanicie


situada entre las mesetas de Irán y de Asia Menor,
el mar Negro y las llanuras de Transcaucasia y Mesopotamia, fue un determinante
fundamental en el destino y el carácter del pueblo armenio. Sus recursos naturales
contribuyeron a darle a la región importancia política, económica y estratégica.
Punto de convergencia de las principales rutas que reunían por tierra el Extremo Oriente
y el Asia Central con Europa, su población participó en el comercio internacional
alcanzando prosperidad material y un gran desarrollo cultural que les valdría el apodo de
“los orientales de Europa” o los “europeos de Oriente”. Si bien los/as armenios/as se
destacaron como artesanos y comerciantes, la gran mayoría de ellos y ellas continuó
dedicándose durante siglos a la agricultura.

Uno de los acontecimientos trascendentales en la historia armenia es la adopción del


cristianismo como religión oficial en el año 301 d.C. En aquel año se proclamó la
cristianización del país y en el año 406 se creó un alfabeto propio para afianzar la
evangelización entre la población, marcando el nacimiento de la literatura armenia
escrita. Sin embargo, en el siglo VII la expansión de los árabes alteró seriamente la
situación general de Armenia, que si bien volvió a desarrollar períodos de esplendor
cultural, comenzó enfrentar procesos de desarraigo y dispersión de su población. La
posterior división política de los territorios históricos —primero entre dos Imperios
islámicos, el Otomano y el Persa, y a partir del siglo XIX entre otomanos, persas y
rusos— provocó que los armenios tuvieran una condición de minoría respecto de los
grupos dominantes.

Esta condición de minoría subalterna generó que, desde el siglo XVIII en adelante, un
sector de la población armenia reclamase mejoras sociales y autonomía política.
Paulatinamente, emergió un movimiento de renovación cultural, educacional y política
que dio impulso al despertar nacional. Sin embargo, luego de más de cinco siglos de
dominaciones extranjeras, la lucha por la supervivencia de este pueblo en permanente
peligro de asimilación, aculturación y aniquilamiento, afrontó desafíos extremos: la
experiencia traumática de las masacres de finales del siglo XIX perpetradas por el
Imperio Otomano; el genocidio perpetrado entre 1915 y 1923 y la usurpación de gran
parte de su territorio nacional; la dispersión forzada de los sobrevivientes. Todo esto
atentó contra la continuidad de los procesos de transmisión de una identidad
traumatizada.

Parte de esa población armenia diezmada llegó a la Argentina a finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX. Los primeros armenios se asentaron, principalmente, en los
barrios de Palermo, Flores y Villa Soldati, en la Ciudad de Buenos Aires, y Valentín
Alsina en el Partido de Lanús. Luego se produjeron procesos de desplazamientos
internos hacia otras ciudades como La Plata, Córdoba, Rosario, Mar del Plata, Posadas
y Neuquén.

Las características traumáticas de la salida de su país de origen, el modo en que se


insertan en la Argentina y el tipo de lazo y de representación que mantienen con su lugar
de origen distinguieron a los/as armenios/as de otro tipo de migrantes. La migración
armenia tuvo carácter diaspórico. Entendemos por diáspora la dispersión de grupos
humanos que abandonan su lugar originario. Por lo tanto, el carácter fundacional de la
inmigración armenia en la Argentina estuvo íntimamente ligada al exterminio del pueblo
armenio.
Fundación de la Escuela Armenia Jrimian en Valentín Alsina,
provincia de Buenos Aires (1936).
El genocidio armenio

En el marco de la Primera Guerra Mundial el Imperio Otomano implementó


progresivamente medidas destinadas al aniquilamiento de la minoría armenia. Vahakn
Dadrian, historiador especializado en el genocidio armenio, señaló que las matanzas
sistemáticas sucedieron tras décadas de persecuciones de los turcos otomanos, y luego
de dos series de masacres similares pero de menor escala, las ocurridas entre 1894 y
1896 y la de 1909, que provocaron la muerte de, al menos, 200.000 armenios/as. Es
decir, el contexto de la guerra fue utilizado para tomar medidas con mayor arbitrariedad y
acelerar el proceso de destrucción de la minoría armenia que se había iniciado muchos
años antes.

A comienzos de 1915 las derrotas militares turcas sufridas en Sarikamish, Dilman y Van
aceleraron el proceso de persecución de los/as armenios/as. A partir de entonces, el
plan sistemático de exterminio se perpetró en etapas. Tras el reclutamiento y posterior
asesinato de los varones armenios mayores de 15 años, mediante la orden del Ministerio
del Interior del 24 de abril de 1915 se produjo la decapitación de la cúpula intelectual de
los armenios, es decir: el secuestro y el asesinato de los líderes sociales, políticos y
religiosos que podían liderar la resistencia contra las políticas opresivas.
En mayo de ese mismo año se sancionó la Ley Temporaria de Deportación que permitió
el desplazamiento de “personas sospechosas”. Esto provocó deportaciones masivas en
todo el territorio, lo que dejó a los armenios sin posibilidad de autodefensa y
organización. El propósito de estas medidas era concentrar a todos los armenios en
Alepo y de allí trasladar a los y las sobrevivientes a través del desierto sirio hacia Deir
Zor. Las órdenes se impartían desde Constantinopla y funcionarios del partido Otomano
eran enviados al interior con el fin de controlar a los gobiernos locales.
De acuerdo con el relato del embajador de Estados Unidos en la capital otomana, Henry
Morgenthau, “prácticamente ningún armenio, cualquiera fuera su educación o riqueza, o
la clase social a la que perteneciera, escapó a la orden. En algunos pueblos se fijaron
carteles intimando a la población armenia a presentarse en un lugar público a una hora
determinada
–generalmente con anticipación de uno o dos días—, y en otros lugares el pregonero
recorría las calles voceando la orden. En algunos pueblos ni siquiera se dio la menor
advertencia. Los gendarmes aparecían en una casa armenia y ordenaban a los
ocupantes que los siguieran (…). Al preguntar ‘¿A dónde vamos?’, los gendarmes solo
se dignaban responder: “Al interior”.
Según el gobierno central, se trataba de una medida “de tiempos de guerra” cuyo fin era
“proteger a la población”. Sin embargo, las mujeres, los/as niños/as, los/as ancianos/as y
los pocos hombres que aún se encontraban en sus hogares fueron obligados a
emprender una marcha hacia la muerte. Los bienes y las propiedades fueron calificados
como “abandonados” y confiscados por el gobierno. Se cometieron robos y hurtos
generalizados en el curso de las expropiaciones.
En las declaraciones que existían en las órdenes de exterminio y en los informes que
circulaban, las autoridades otomanas siempre acusaron a los/as armenios/as de actos
de rebelión preparando así las medidas que implementaron en su contra. Las víctimas
fueronconsideradas como un “elemento espurio”, como animales que debían ser
aniquilados por el bien de la Nación turca. Por decreto se prohibió prestar ayuda
humanitaria a los deportados.
Conducidos/as como prisioneros/as y privados/as de todo tipo de protección ante los
ataques de tribus kurdas y bandas armadas, muchos armenios y armenias fueron
torturados/as y brutalmente asesinados/as en las cercanías de sus aldeas o durante la
travesía. En particular, predominó el papel de la Organización Especial, creada en 1914,
que casi en su totalidad estaba integrada secretamente por criminales convictos que
fueron liberados de las prisiones del Imperio por una dispensa especial de los Ministerios
de Justicia e Interior. La intención detrás del uso de intermediarios para las operaciones
de exterminio era desviar la responsabilidad del gobierno central.

También fueron recurrentes las violaciones y otros tipos de abusos sexuales contra las
mujeres. A muchas de ellas se las raptó y/o vendió a harenes turcos y kurdos y se les
impuso una identidad falsa. Los niños y las niñas sufrieron un trato similar, muchos de
ellos/as fueron recluidos en orfanatos del gobierno para ser islamizados.
A través de la manipulación del odio religioso generado por los grupos nacionalistas en
el poder, la población civil musulmana fue movilizada a participar en las masacres. Este
odio religioso fue parte del proceso de deshumanización que hacía depositarios de todos
los males a los armenios y armenias. El desprecio por la religión de las víctimas se
evidenció en los testimonios de profanaciones de las instituciones eclesiásticas armenias
y otros símbolos de la fe cristiana. De todos modos, algunos/as sobrevivientes,
posteriormente, relataron que sus “amigos turcos” y hasta autoridades locales de su
aldea, bajo peligrosas circunstancias, les informaron sobre los planes de matanza e,
incluso, los/as ayudaron a escapar.
Durante la primera mitad de 1915, más de un millón de armenios y armenias fueron
exterminados/as. Los pocos sobrevivientes que llegaron al desierto sirio fueron
abandonados/as sin alimentos ni agua ni asistencia.
El genocidio armenio fue precedido por una serie de matanzas que fueron configurando
el espiral de violencia que explotó el 24 de abril de 1915. Estas matanzas se produjeron
en medio del debilitamiento del poder político y económico del Imperio Otomano, que se
inició en el siglo XVII y se acentuó en el XIX. Durante este último período, las potencias
europeas intercedieron a favor de los diversos grupos de cristianos que eran
perseguidos por las autoridades imperiales principalmente en los Balcanes.

Cronológicamente se pueden destacar los siguientes acontecimientos:

1839: El Imperio Otomano comenzó un período de reformas que pretendían alcanzar un


horizonte de igualdad en el sultanato entre los/as súbditos/as, una de las demandas de
las naciones europeas, y que culminó con la proclamación de la Constitución de 1876.
Sin embargo, en términos generales, aquellas reformas no se implementaron o no
tuvieron efecto real. Estas intervenciones europeas acentuaron la crisis interna del
Imperio Otomano y aceleraron las tensiones entre los otomanos y las poblaciones
minoritarias. Estos conflictos en la región generaron las primeras reacciones de varias
nacionalidades cristianas de los Balcanes, principalmente los griegos, los búlgaros y los
serbios. El temor del gobierno otomano a que este despertar nacional se expandiera
hacia el este del Imperio, que incluía la parte occidental de los territorios armenios, los
llevó a reprimir y a implementar una política de intransigencia total hacia aquellos que
reclamaban por la aplicación de las reformas de la Constitución otomana.

1876: La llegada al poder del sultán Abdul Hamid II (1876-1909) puso fin al período de
reformas y suspendió la Constitución con la excusa de un probable conflicto bélico con
Rusia, lo que, finalmente, ocurrió en 1877.

1878: La derrota en la guerra con Rusia obligó al Imperio Otomano a suscribir el


Tratado de San Stefano (1878) que le daba autonomía a Bulgaria y debilitaba el poder
territorial de los otomanos. Sin embargo, las potencias europeas objetaron a Rusia haber
quedado excluidas del acuerdo y obligaron a reconsiderar sus términos. En julio de 1878
se sancionó un nuevo acuerdo, el Tratado de Berlín, que garantizaba el status de Estado
independiente a tres comunidades nacionales cristianas de los Balcanes: Serbia,
Rumania y Montenegro y proyectaba reformas específicas para Macedonia. Este último
tratado conminaba a las autoridades otomanas, a través de su artículo 62, a garantizar
“el uso de los derechos civiles y políticos, la admisión en los empleos públicos, funciones
y honores, o el ejercicio de las diferentes profesiones e industrias sin distinción de la
religión”.

No obstante, la intervención de las potencias europeas y la intención de hacer efectivas


estas reformas que eran reclamadas por la comunidad armenia, aumentó la
vulnerabilidad de esta minoría y despertó la ansiedad y el temor del gobierno otomano
frente a las reacciones de otras comunidades cristianas en el Imperio. A partir de
entonces las condiciones de la población armenia empeoraron, la política de opresión se
transformó en una dinámica represiva. Ante el fracaso de las gestiones diplomáticas, el
compromiso moral y político de un amplio sector de la intelectualidad armenia dio
impulso a lo que se llamó la “Cuestión Armenia”. La vorágine de acciones revolucionarias
tuvo su correlato en la creación de los partidos políticos armenios como herramientas de
autodefensa.

1894/1896: El despertar de la conciencia política de los/as armenios/as provocó que


las autoridades otomanas respondieran con una serie de acciones criminales. Entre
1894 y 1896 fueron masacrados alrededor de 200.000 armenios y armenias. Como
advierte el historiador turco Taner Akçam, esta política tenía entre sus objetivos
mantener una estructura de poder donde los/as armenios/as se abstuvieran de cualquier
tentativa de autonomía; reducir su número en las provincias orientales del Imperio para
aumentar el número de musulmanes; cimentar la cohesión entre la población musulmana
para que consideraran los ataques a los/as cristianos/as como el cumplimiento de un
deber religioso asociado con la creencia de estar rodeados de fuerzas hostiles.

1908: Frente a esta crisis política y territorial se formó el Comité Unión y Progreso,
también conocido como los Jóvenes Turcos, que agrupó a diversos grupos opositores al
sultán Abdul Hamid II. Los Jóvenes Turcos tomaron el poder a través de una revolución
que instauró una monarquía constitucional, terminando con el poderío absoluto del
sultanato. Sin embargo, lo que pareció significar una nueva etapa en la historia del
Imperio Otomano resultó ser temporaria. Si bien los Jóvenes Turcos aparentaban
externamente conformar un movimiento unificado con un discurso público a favor de la
libertad, la justicia y la igualdad, el sector ultranacionalista desplegó una retórica
tendiente a exaltar la representación de una nación turca dominante. Esta facción logró
implantar un régimen nacionalista extremo y prosiguió con el extermino de los armenios.

1909: En abril se llevó a cabo un nuevo exterminio masivo de armenios y armenias en


la región de Cilicia, zona apartada de Constantinopla, capital del Imperio conocida como
la Masacre de Adaná y asiento de las representaciones diplomáticas europeas. Como
escribió el investigador argentino Pascual Ohanian: “La experiencia dio óptimos
resultados: 30.000 armenios muertos, sus ciudades y aldeas destruidas, un botín no
despreciable, la indiferencia de la opinión pública internacional y los armenios del imperio
no sólo no abrieron la boca sino que quedaron aterrorizados”.

1913: En enero el sector nacionalista liderado por Talat Enver y Djemal Pashá, llevó a
cabo un golpe de Estado con el consecuente establecimiento de un régimen dictatorial
que tomó el control del poder y se formó un triunvirato constituido por los ministros del
Interior; el de Guerra y el de Marina. Estos exacerbaron el ideario que glorificaba el
“turquismo” y en nombre de la “razón de estado” se
procedió hacia una homogeneización coactiva de la sociedad a través de un programa
de renovación nacional y reorientación política. Dadas las proyecciones de una amenaza
potencial armenia a la integridad del Imperio, se legitimó el diseño de la política de la
masacre para terminar, a través de una solución radical, con la “cuestión armenia”. El
contexto de la Primera Guerra Mundial, que encontró a los armenios en dos campos
enemigos (otomano y ruso) fue considerado como el momento propicio para implementar
el exterminio.

1915: A comienzos de este año las derrotas militares turcas sufridas en Sarikamish,
Dilman y Van aceleraron el proceso de persecución de los armenios. A partir de
entonces se desarrolló el plan sistemático de exterminio. Tras el reclutamiento y
posterior asesinato de los varones armenios mayores de 15 años, mediante la orden del
ministerio del Interior del 24 de abril de 1915 se produjo la decapitación de la cúpula
intelectual de los armenios, es decir: el secuestro y el asesinato de los líderes sociales,
políticos y religiosos que podían liderar la resistencia contra las políticas opresivas. En
mayo se sancionó la Ley Temporaria de Deportación que permitió el desplazamiento de
“personas sospechosas”. Esto provocó deportaciones masivas en todo el territorio, lo
que dejó a los armenios sin posibilidad de autodefensa y organización. El propósito de
estas medidas era concentrar a todos/as los/as armenios/as en Alepo y de allí trasladar a
los sobrevivientes a través del desierto sirio hacia Deir Zor. Las órdenes se impartían
desde Constantinopla y funcionarios del partido Otomano eran enviados al interior con el
fin de controlar a los gobiernos locales.
Las mujeres armenias: prácticas genocidas y violencia específica de género

La construcción de la memoria sobre el genocidio armenio es un largo proceso


que puede ser pensado desde la perspectiva de género.

Durante el genocidio, muchas mujeres y niñas fueron violentadas sexualmente


y/o raptadas para harenes o redes de trata. Esas mujeres eran tatuadas en sus
manos, su rostro, su cuello o su pecho. Los tatuajes eran la marca de la
esclavitud, en algunos casos indicaban el nombre del propietario y cada vez
que una mujer era cambiada de dueño se le hacía otro tatuaje.

Mujer con rostro y manos tatuados, 1920 / Del álbum de Karen Yeppe, Museo del Genocidio Armenio,
Ereván, Armenia.

La experiencia de las mujeres durante el genocidio y la construcción de la


memoria colectiva

La situación de las mujeres sufrió una doble negación: primero la negación


misma del genocidio y, después, la negación de la violencia de género por la
misma comunidad armenia.

En el contexto de reconstrucción de las comunidades armenias arrasadas por


las sucesivas masacres predominó un discurso “nacionalista” armenio
caracterizado por lo anti-turco. Así entonces, aquellas mujeres que habían sido
violadas fueron rechazadas y consideradas “indignas” y no se les permitió
reintegrarse a sus comunidades.
Las dirigencias políticas de la diáspora armenia elaboraron un relato acerca
del genocidio en el que la mujer armenia se destacaba por el heroísmo, el
martirio y el sacrificio. Esta narrativa buscó destacar la figura de la joven
“virgen suicida” y de la mujer “heroína que salva un trozo de Biblia” en
franca contraposición con lo que había experimentado la mayoría de las
mujeres que sufrieron marcas imborrables en sus cuerpos a través de la
violencia sexual y el sometimiento a diversas formas de la esclavitud. Frente
a esta realidad, la primera manifestación de las víctimas, especialmente las
mujeres, fue el silencio. De este modo, aquellas mujeres que habían sido
victimizadas por el genocidio volvieron a ser violentadas cuando fueron
rechazadas o cuando se las destinó a hogares especialmente preparados
para recibirlas.

Primeros procesos de justicia y el inicio de la negación

Hacia el final de la Primera Guerra Mundial, comenzaron los esfuerzos de los aliados
para juzgar a los criminales de guerra del Imperio Otomano, en la Conferencia de Paz
de París de 1919. Desde ese momento y debido a la presión internacional el gobierno
otomano inició una serie de procesos a través de cortes marciales para juzgar a los
criminales de guerra con algunas condenas que se dictaron una vez que se había
asegurado que los imputados no estuvieran en el país con lo cual las condenas no se
hicieron efectivas. Asimismo, las tensiones entre el antiguo y el nuevo régimen en el
imperio, así como las presiones políticas del Movimiento Nacionalista Turco que
estaba resurgiendo incidieron en el devenir de las cortes que funcionaron por muy
poco tiempo. A la par de estos procesos la Oficina de Asuntos Extranjeros de Gran
Bretaña inició una investigación paralela para conocer si se estaba llevando adelante
un proceso adecuado en las cortes marciales. Habiendo llegado a la conclusión de
que esto no era así, solicitó que los procesos se trasladaran a Malta en un intento de
crear un tribunal internacional que investigara las matanzas. La falta de colaboración
del gobierno otomano en el suministro de información y pruebas como así también la
destrucción de la documentación militar implicada en el genocidio llevó a las
autoridades británicas a detener la investigación en 1920. El Tratado de Sèvres por
su parte que fijaba la partición del Imperio Ottomano luego de la derrota en la Primera
Guerra Mundial, establecía en el artículo 230 en relación al responsabilidad sobre los
crímenes cometidos contra los armenios y griegos, que el Imperio debería entregar a
los responsable a los aliados a los responsables de los crímenes para ser juzgados.
El tratado nunca fue firmado por las autoridades otomanas. El conflicto continuó y se inició
una nueva guerra en la región que finalizó en 1923 con la firma del Tratado de
Lausanne y se crea en el marco de este acuerdo Turquía. Este nuevo acuerdo de paz
ahora con una Turquía victoriosa establece la amnistía y garantiza la inmunidad por
los crímenes cometidos entre 1914 y 1922 con lo cual cualquier intento de
juzgamiento quedaba invalidado. Poniendo en diálogo este recorrido con la clase 1 es
importante tener en cuenta que más allá de las dificultades y límites de las categorías
jurídicas, la creación de un sistema de protección internacional de los derechos
humanos con instrumentos que reconocen derechos a las personas sin distinción,
que establecen mecanismos para demandar por el efectivo goce de los derechos y
tribunales para juzgar los crímenes que nos son juzgados por los Estados nacionales,
es un panorama totalmente distinto al que vimos en el contexto en que tuvo lugar el
genocidio armenio. Este sistema creado después de la Segunda Guerra Mundial
permite enfrentar diversas situaciones de vulneración de derechos y sostener como
horizonte la no repetición.

Caso Tehlirian
En 1921 tuvo lugar un proceso penal en Alemania que sentó un precedente jurídico
con respecto a la situación de impunidad. El 15 de marzo de 1921 un joven armenio,
Soghomon Tehlirian, único sobreviviente de una familia aniquilada, dio muerte a
Talaat Pashá, miembro del Triunvirato de gobierno del Imperio Otomano durante la
Primera Guerra Mundial. Este se encontraba en Berlín, al igual que otros
perpetradores del genocidio armenio que habían huido a distintos países de Europa
para no cumplir con las condenas dictadas por tribunales turcos en el año 1919.

Durante el juicio a Tehlirian se pusieron de manifiesto todos los horrores cometidos


durante el genocidio. La decisión del tribunal fue la de absolver al joven estudiante.
Tiempo después el jurista argentino Eugenio Raúl Zaffaroni consideró que el caso
Tehlirian mostró las limitaciones de un derecho penal que se había quedado sin base
ética para condenar por asesinato al joven armenio: la impunidad del genocidio frente
a la magnitud del crimen cometido hacían inviable la sanción a quien le dio muerte al
genocida.

Este caso lo presentamos en esta clase como un caso que plantea un dilema que nos
pone frente a la pregunta acerca de ¿Cuál es el valor de la justicia frente experiencias
de violaciones masivas los derechos humanos?

La construcción de la memoria colectiva sobre el genocidio armenio estuvo


atravesada por la demanda de reconocimiento de nombrar lo acontecido con palabras
que den cuenta de los crímenes cometidos especialmente ante la falta de justicia.
Sabemos por nuestra propia experiencia histórica, que los procesos de justicia
posibilitan no solo una instancia de reparación a las víctimas sino la reconstrucción de
los lazos sociales que las prácticas genocidas buscaron romper, a través de la
deshumanización que implica, construir a un grupo como un otro negativo para luego
justificar su destrucción. La justicia tiene la capacidad de poner en escena el proceso
genocida no solo para atribuir responsabilidades acerca de los crímenes sino
también, mediante la representación y escenificación que despliega, elaborar una
experiencia traumática para la sociedad y establecer pisos de verdad. Dichas
verdades producidas por las instituciones sociales son cruciales en la configuración
de los marcos sociales de la memoria. Permiten que los sujetos y las sujetas
construyan sus recuerdos como grupo junto con otros/as, dentro de encuadres
sociales, temporales y espaciales. Si esto no sucede nos enfrentamos al dilema ético
que plantea Eugenio Raúl Zaffaroni, en el caso Tehlirian, la dificultad de atribuir una
sanción ante el desamparo de la ley que precedió al acto que se juzga

Distintos especialistas en Derecho Internacional de los Derechos Humanos señalan


que en los últimos tiempos se viene explorando la relación entre negación e
impunidad. Consideran que existe una finalidad política del negacionismo que no es
solamente la de obturar el duelo real de los familiares, sino muy especialmente,
garantizar la impunidad por los crímenes perpetrados. Con la negación deviene el
silencio, el olvido y la posibilidad de la repetición de los crímenes. Esta relación entre
negacionismo e impunidad, se enfrenta socialmente con las demandas de justicia y
demandando la vigencia de los derechos humanos.

Memoria, verdad y justicia

El proceso de construcción de la memoria colectiva del genocidio armenio, se realizó


mediante la demanda del reconocimiento internacional del crimen. Sin embargo, el
intento de su inscripción en el tiempo y en el espacio no fue tarea sencilla. Hasta
1965, el ejercicio de la memoria colectiva armenia se restringió al ámbito comunitario y
se caracterizó por desarrollar actos marcados por el duelo y por ceremonias
religiosas. A partir del 50º aniversario del genocidio, los/as armenios/as dispersos en
distintas partes del mundo comenzaron a materializar una lucha activa contra el
silencio y el vacío jurídico. El reclamo, entonces, comenzó a ser apoyado por
organizaciones de Derechos Humanos, ciertos sectores de la comunidad internacional
y de la opinión pública. Finalmente, en 1985 la Subcomisión de Derechos Humanos
de la ONU aceptó el informe del británico Benjamin Whitaker, cuyo párrafo 24
recuperó el reconocimiento explícito del genocidio perpetrada contra el pueblo
armenio.
Movilización por el 50º aniversario del genocidio armenio, calle Florida,
ciudad de Buenos Aires.

En la Argentina, con la recuperación de la democracia en 1983, se abrieron nuevas


perspectivas para que la causa armenia pudiera articularse con los movimientos de
Derechos Humanos. El éxito del reclamo armenio empezó a estar vinculado a las políticas
de Derechos Humanos de los diferentes gobiernos. Solo una veintena de Estados han
reconocido, mediante resolucionesde carácter formal, la perpetración del genocidio
armenio. La Argentina es uno de ellos. Uno de los primeros antecedentes de ese
reconocimiento estuvo en la palabra de Raúl Alfonsín, quien se pronunció al respecto en
1987. Le siguieron varias resoluciones del Parlamento (29/06/94) y del Senado (19/06/85,
21/09/94 y 23/04/98).

El 29 de diciembre del año 2000 se inició un Juicio por el Derecho a la Verdad del
Genocidio Armenio en Argentina solicitado por una familia armenia.

Con base en la experiencia de los Juicios por la Verdad iniciados en esos años por los
casos de violaciones a los derechos humanos cometidos durante el terrorismo de Estado,
se buscaba luchar contra la impunidad en el caso armenio a través de un proceso judicial
que estableciera la verdad sobre lo acontecido, aunque la condena a los responsables no
fuera posible.

A la denuncia inicialmente presentada por una familia, se sumaron varias instituciones de


la colectividad armenia de Buenos Aires.

Durante varios años, se logró obtener valiosa documentación estatal clasificada además de
cartas diplomáticas, relatos de testigos de Estados Unidos, Francia, Alemania, Inglaterra,
Santa Sede, Bélgica, Armenia y Jerusalén. Se sumaron como prueba documental para la
causa las noticias que diversos diarios internacionales (como New York Times, Washington
Post, Chicago Tribune, The Guardian) y nacionales (La Prensa y La Nación) publicaban
sobre las “masacres” contra los armenios que se estaban sucediendo, aún no existía la
categoría jurídica de genocidio y los crímenes masivos eran descriptos de aquel modo.

Además, el Tribunal citó a prestar declaración testimonial a diversos integrantes de la


comunidad armenia; en su mayoría, sobrevivientes e hijos de sobrevivientes que habían
llegado al país en la primera mitad del siglo XX.

Otro hecho a destacar ocurrió durante la presidencia de Néstor Kirchner: el 13 de


diciembre de 2006, el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación sancionaron la
Ley N° 26.199 declarando el 24 de abril “Día de acción por la tolerancia y el respeto
entre los pueblos”, en conmemoración del genocidio sufrido por el pueblo armenio. Esta
ley fue publicada en el Boletín Oficial el 15 de enero de 2007.

¿Y qué se recuerda el 24 de abril? La fecha evoca el genocidio armenio a partir de


recordar que la noche del 23 de abril de 1915 y la madrugada del día 24, cientos de
escritores, artistas, eclesiásticos, maestros, profesionales y miembros influyentes de la
comunidad armenia en el Imperio Otomano fueron arrestados, deportados al interior de
Anatolia y posteriormente asesinados. Si bien el exterminio de los/as armenios/as
comenzó con anterioridad, el 24 de abril se considera como la fecha conmemorativa del
genocidio armenio y resume simbólicamente todos aquellos crímenes cometidos por el
Imperio Otomano en perjuicio de este pueblo.

Finalmente, el año 2011, el tribunal resolvió que se cometió GENOCIDIO contra el


pueblo armenio y puntualmente contra la familia Hairabedian que había iniciado la
causa. Argentina es el único país que ha llevado adelante un proceso judicial por el caso
armenio. La lucha de los organismos de derechos humanos durante y después de la
última dictadura, demandando memoria, verdad y justicia por los desaparecidos y
desaparecidas no solo impulsó la sanción de normativa sino también generó una cultura
y prácticas institucionales que logran dar cuenta a la sociedad el valor que tiene para
una democracia el respeto por los derechos humanos.

En nuestro próximo encuentro abordaremos el Holocausto que como ya veremos se


trata de un genocidio paradigmático y retomaremos algunos temas abordados en esta
clase.

Para sintetizar: en esta clase hemos intentado conocer quiénes fueron los y las
armenios/as, cómo se desarrolló el genocidio que los y las tuvo como víctimas, cómo
son los procesos de memoria que luchan contra el negacionismo. Como vimos en el
fragmento del film que inicia esta clase, el recuerdo de este genocidio nos interpela en
tiempo presente, nos invita a preguntarnos cuáles son las consecuencias de la
intolerancia y la discriminación; nos convoca a reflexionar sobre el significado del
respeto entre los pueblos y las personas; y sobre la importancia de una memoria activa y
permanente contra la injusticia y la impunidad.
Disponible en: https://youtu.be/roxQvoFHStM
Actividad de la clase

La semana próxima tendrá lugar la videoconferencia: "El genocidio de los pueblos


indígenas en Argentina", a cargo de Mariano Nagy.

Tal como se plantea en la clase 1 y como fue analizado en la clase 2 en relación con el
genocidio armenio, se entiende a las prácticas sociales genocidas como constitutivas
de los Estados Nación.

En la videoconferencia nos dedicaremos a pensar en las prácticas sociales genocidas a


la luz de nuestra propia historia como país.

Las y los invitamos a dejar sus preguntas para el expositor en el siguiente padlet:

https://padlet.com/beatrizaq/48gllmhfwnx7ehhf

Bibliografía

 Dadrian, V. (2004). Los factores comunes en dos genocidios descomunales. Una reseña de
los casos armenio y judío. Buenos Aires, Fundación B. Arzoumanian.
 Feierstein D. (2000). Seis estudios sobre genocidio: Análisis de relaciones sociales, otredad,
exterminio. Buenos Aires, Editorial EUDEBA.
 Piralian, H. (2000). Genocidio y transmisión. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Materiales Educativos
 El genocidio Armenio: preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza
http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL005431.pdf
 Especial 24 de abril
https://www.educ.ar/recursos/103448/genocidio-armenio-una-herida-que-no-cierra
https://www.educ.ar/recursos/103461

Créditos

Autor/es: Programa Educación y Memoria


Cómo citar este texto:

Programa Educación y Memoria (2021). Clase 2. El caso armenio. Oferta académica.


Holocausto y genocidios del siglo XX: reflexiones para su enseñanza. Buenos Aires:
Ministerio de Educación de la Nación.

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