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1. Genocidio de la Juventud negra – deconstruyendo mitos.

A carne
(Seu Jorge, Marcelo Yuca e Wilson Capellette)
A carne mais barata do mercado é a carne negra
Que vai de graça pro presídio
E para debaixo do plástico
Que vai de graça pro subemprego
E pros hospitais psiquiátricos
A carne mais barata do mercado é a carne negra
Que fez e faz história
Segurando esse país no braço, meu irmão.
O gado aqui não se sente revoltado
Porque o revólver já está engatilhado
E o vingador é lento, mas muito bem intencionado
Esse país vai deixando todo mundo preto
E o cabelo esticado
E mesmo assim, ainda guardo o direito
De algum antepassado da cor
Brigar por justiça e por respeito
De algum antepassado da cor
Brigar bravamente justiça e por respeito

La “guerra social“1 vivida hoy en Brasil contradice el mito2 fundador de Brasil – el de la


no violencia, de un país ordenado y pacífico. En total, 50,806 personas fueron victimas
de homicidios dolosos en Brasil en 2013, eso significa que 5.8 personas asesinadas cada
hora. Estos datos confirman la historia de la nación brasileña, un país de cuño
autoritario, racista, excluyente y de masacres sistemáticos, modelados en relaciones de
poder sistemáticamente injustas, de carácter patrimonialista, practicadas por una elite
terrateniente y asociada al poder político vigente y una política que sigue la misma
lógica de guerra contra los jóvenes negros y pobres. La violencia siempre fue un recurso
utilizado en las relaciones de dominación y de mando – sea en las haciendas, en la vida
doméstica, sea en el plano de la vida política. El exterminio en Brasil se da,
sistemáticamente, como un proceso de aniquilamiento, de exclusión y eliminación de
grupos socio-económicos y culturales considerados “marginales“, “superfluos“ y
“peligrosos“, constituyéndose, en última instancia, en una forma de control poblacional
y social.

En ciclo extractivista brasileño, fue un moinho para gastar indígenas; en la época


minera , en el ciclo de la caña-de-azúcar fue un moinho para gastar africanos; en la
nueva agricultura, fue un moinho de gastar inmigrantes europeos que vinieron a Brasil.

1
Fórum Brasileiro de Segurança Pública (FBSP) divulgó que en 2012 ocurrieron más de 50 mil
asesinatos en el país, lo que nos colocaría en la séptima nación más violenta del mundo (FBSP, 2013, p.
16).
2
El mito que , en su sentido antropológico, se presenta como una narrativa en el sentido de una “solución
imaginaria para tensiones, conflictos y contradicciones que no encuentran caminos para ser resueltos al
nivel de la realidad“; ya en su sentido psicoanalítico, el mito es considerado como “impulso a la
repetición de algo imaginario, que bloquea la percepción de la realidad e impide lidiar con ella“(CHAUI,
2000, p. 8-9).

1
El neoliberalismo, a su vez, es un moinho de gastar juventud de la población brasileña,
en especial la negra. Un sistema que potencializó la política de guerra contra las drogas
y en consecuencia la criminalización de los jóvenes habitantes de los territorios
empobrecidos, precisamente por la lógica de este mismo sistema.

En la realidad brasileña el exterminio es legitimado por la idea de la limpieza social


(higienización) y de la población superflua, aquella que no contribuye con la
acumulación del capital. La historia de Brasil está marcada por profundas desigualdades
sociales, cuyo modelo de colonización fue pautado en la gran propiedad de tierra y
explotación de negros e indios esclavizados. Además , el control social por parte del
Estado y de las elites dominantes se realiza a través de la violencia como instrumento de
ejercicio de poder (Furtado, 1974; Fernandes, 1975; Prado Junior, 1994; Holanda, 1995;
Ribeiro, 1996; Nunes, 1997; Freyre, 1997). Estas características inciden en la sociedad
brasileña contemporánea, en la que se observa la profundización de la concentración de
la riqueza; la permanencia de la opresión racial; la contínua explotación de la clase
trabajadora; y una estructura de poder altamente coercitivo.

Esa situación es agravada con el fin del walfare state, que apunta para el declino de un
modelo de protección social y sus formas institucionales; tal como la reducción de la
capacidad de oferta de empleo al mismo tiempo en que se apuntalan los procesos de
desregulación del trabajo y su consecuente descalificación. Se configura el
debilitamiento de la histórica alianza entre la economía de mercado, el Estado de
bienestar social y la democracia. Las políticas sociales sufren el proceso de
mercantilización, distanciándose por lo tanto, de la perspectiva de protección social
(CASTRO, 2010). En esa lógica, lo que impera es el mérito individual y se deconstruye
la noción de universalidad de los derechos. Estos factores expresan un escenario social
con inmensos desafíos, entre los cuales la producción de una miseria estructural que ha
encontrado, a su vez, como respuesta una creciente política de criminalización. Esa
realidad tiende a combinar altos índices económicos con elevados índices de
marginalización de individuos de las actividades productivas organizadas,
excluyéndolos, o mejor, incluyéndolos de forma marginal en la vida en sociedad, lo que
converge simultáneamente con la desestructuración de lazos comunitarios. El resultado
es que la dimensión del otro desaparece: la perspectiva de una vida en comunidad y de
los propósitos humanos se deterioran en el conjunto de la vida social. En Brasil, donde,
el Estado social no se consolidó en su plenitud, las pocas garantías conquistadas
sucumben ante el “Estado Punitivo“, cuya asistencia social da lugar a la actuación
policial y carcelaria. La estructura violenta del capitalismo se configura como un Estado
Punitivo y controlado, que prioriza los mecanismo represivos y exacerba las formas de
vigilancia social de las poblaciones empobrecidas. Un país que presenta el cuarto peor
índice de desigualdad social del mundo, que en contrapartida los costos asociados a la
violencia en Brasil llegan a R$ 258 billones en el año pasado – casi 60% del PIB, que es
la suma de todas las riquezas que el país produce en un año, apunta para más un dato
que caracteriza la guerra social del país. Otro hecho alarmante que caracteriza la guerra
social brasileña es que uno de los grandes homicidas es el propio Estado 3. Estos datos
3
El Anuária da Segurança Pública de 2013 divulgó que , en Brasil, al menos cinco personas mueren
victimas de la violencia policial por día. Lo que hace de la policía brasileña una corporación 4.6 veces
mas asesina que la policía de los Estados Unidos y 14% mas asesina que la policía de México. No en
vano, el Índice de confiança na justiça ( ICJBrasil da FGV) registró, en el primer semestre de 2013, que
solamente 31% de los entrevistados confiaban en tal institución (Cunha, Bueno, Oliveira, Sampaio,
Ramos & Macedo, 2013, p. 18). La investigación de Waiselfisz reveló también que el índice de
investigación efectiva y elucidación de asesinatos en Brasil varia entre 5% y 8% de las indagatorias

2
apuntan para una gran brecha entre los derechos políticos y civiles, que se manifiesta
sobretodo a través del conflicto entre las exigencias de la democracia política y social.
SADORNO señala algunas: En primer lugar, la permanencia del autoritarismo que
resiste al proceso de democratización; un segundo elemento puede ser encontrado en el
perfil de la clase política brasileña , donde permanece el privilegio de los hacen las leyes
, pero hacen también las ejecuciones; finalmente, la indiferenciación entre los intereses
públicos y privados responsable por el surgimiento de múltiples ejes de poder y por la
inoperancia del poder público.

De cara a esta realidad se observa el recrudecimiento de la tendencia totalitaria en virtud


de la vigorización de la contradicción del desarrollo tecnológico anclado a la
reproducción de la miseria y de las desigualdades sociales y de una creciente política de
criminalización de las parcelas mas pobres de la población. Las ofertas del Estado para
los jóvenes que viven en las periferias y los cerros de las grandes ciudades, poblaciones
consideradas amenazas al orden instituido de la sociedad burguesa, son el
encarcelamiento y la ejecución sumaria, realizada en la mayoría de las veces por agentes
de Seguridad Publica del Estado. El modelo de guerra aplicado a la Seguridad Pública
significa una verdadera dictadura contra los pobres que cotidianamente sufren la
militarización en su vida social con una permanente suspensión de todas las garantías
constitucionales. Se instituyen normas para el desarrollo equilibrado de una sociedad ,
que cristalizadas, impiden el surgimiento de lo nuevo y, en consecuencia determinan lo
diferente como desviado. Lo diferente es etiquetado como anormal, y todas las
disposiciones son tomadas para refutar estas prácticas, inclusive con la utilización de la
violencia. De esta forma, cualquier actitud que perturbe la conservación del orden
establecido debe ser extirpada, para lo cual se tiene al poder, aplicado de modo
autoritario, y los efectos de los textos legales. Así, el poder, entendido como la
capacidad de imponer determinada voluntad con relación a la violencia, es forma de
imposición, por la fuerza material, de esa voluntad. Sin embargo, el fracaso de las
políticas públicas que deberían ser ejecutadas por el Estado, no es considerado como
promotor de violencia. Al buscar hegemonía, el Estado recurre a prácticas represivas,
siempre justificadas por la necesidad de impedir el desequilibrio, la desarmonía en las
funciones de la sociedad. Así, refuerza el ejercicio de la violencia de los grupos
dominantes, e se instituye el monopolio de la violencia en manos del Estado, que
determina sus reglas y valores. Los agentes del Estado recurren a la fuerza legitima del
Estado para hostilizar, aterrorizar y muchas veces exterminar a lo diferente. Las muertes
en masa de los jóvenes pobres y negros, acogidas con complacencia por el Estado y por
la sociedad civil, demuestran el carácter evidente de la instrumentalización del sistema
penal en la producción del exterminio físico y moral de esta parte de la población.

El concepto de Estado Penal4, el encarcelamiento en masa5es el núcleo de la actual fase


de la reproducción capitalista, en la medida en que la represión estatal a los pobres viene
creciendo así como se amplían la negación al acceso a los derechos sociales
históricamente conquistados. En el Estado Penal o se elimina o se encarcela, la
eliminación ocurre por diferentes vías, por los agentes del Estado, cuando ocurren
(Waiselfisz, 2013b, p. 95). Así , una mezcla explosiva es cocinada a fuego lento: eficacia para encarcelar ,
precariedad para investigar.
4
Un vínculo cada vez más fuerte entre las renovadas políticas de bien-estar y penal, existen los medios
para constatar que el explosivo crecimiento del alcance y de la intensidad del castigo.
5
En el sector mas bajo de la escala social, el encarcelamiento sirve para neutralizar y contener
físicamente a las fracciones excedentes de la clase obrera, evidentemente los miembros desposeídos de
los grupos estigmatizados.

3
incursiones en los territorios empobrecidos de las ciudades brasileñas, siempre bajo la
lógica de las operaciones de represión/ “combate“ al tráfico de drogas. El enemigo en
estas incursiones se vuelve la población que vive en la localidad, la estigmatización
territorial, expande la lógica de la criminalización , de esta forma todos la viven
convirtiéndose en sospechosos potenciales y son criminalizados. O aún son eliminados,
por los agentes no oficiales de control social, se trata de los grupo de exterminio, las
milicias, responsables por innumerables masacres que ocurrieron y ocurren en la
historia reciente del país.

Los jóvenes que viven en las favelas son eliminados también en la guerra al interior del
mismo tráfico, por la disputa letal por el dominio de territorios de venta de drogas. Es
importante resaltar que estar o no involucrados en el tráfico no determina esta
eliminación , todo joven que vive en estos territorios es susceptible de recibir una “bala
perdida“ o de ser muerto con la justificación de un “auto de resistencia“. Toda juventud
de esta forma esta criminalizada. La violencia Estatal contra negros y pobres se
relaciona con las necesidades de control de aquellos que representan una amenaza real o
simbólica al acumulo de riquezas de la clase dominante. La criminalización de la
juventud pobre, negra y empobrecida es una forma de control social y de justificar la
violencia, principalmente del Estado, y de eximirse de la responsabilidad de esta
realidad por parte de los detentores del poder. Dentro de esta lógica represiva, los
excluidos pasan a ser designados por los discursos oficiales y los medios de
comunicación como un enemigo interior del Estado contemporáneo y por eso pasan a
ser vigilados , castigados y extirpados de la convivencia social. El miedo es utilizado
como mecanismo para justificar, legitimar actitudes de las clases privilegiadas y para
disciplinar y controlar a las clases subalternas.

En la sociedad brasileña el miedo es una forma de legitimar la violencia contra


cualquier manifestación que desestabilice el status quo. Los indios, que por no aceptar
la explotación de los blancos, eran etiquetados como criaturas peligrosas y así debían
ser exterminados; los negros rebeldes, que se organizaban para luchar por la libertad se
convirtieron en el objeto del prejuicio, del miedo y en consecuencia de los nuevos
métodos de castigo. Con el fin de la esclavitud y la consolidación de la sociedad
capitalista la policía surge como mecanismo para garantizar el orden vigente (el nuevo
orden del trabajo) y el enemigo (temible) se vuelve, el vadio y el vagabundo. Los
mecanismo de represión , coerción se convirtieron más eficaces para posibilitar el
desarrollo del país. Hoy, con el aumento del desempleo, no es posible caracterizar el
vadiagem como crimen, la respuesta encontrada para garantizar el control de la
población a través del miedo fue criminalizar al pobre, que vive en la favela , asociando
violencia y pobreza.

Sin embargo, se debe ser cauteloso sobre eso, porque asociar pobreza a la criminalidad
es contaminarse con determinada concepción ideológica, para la cual la población es
siempre considerada como “ clase peligrosa“ y responsable por los actos de
transgresión. Bajo esta lógica, la conservación del orden exige que se alejen cada vez
mas a los ya excluidos socialmente. La policía, detentora legal del uso de la violencia ,
garantiza esta “exclusión“.

El empeño de los medios de comunicación de hacer noticia espectacular las situaciones


relacionadas con el crimen: transforman a la violencia en una atracción privilegiada,
exaltando los crímenes más violentos y presentándolos como mercancías privilegiadas ,

4
lo que justifica la espectacularización del crimen , superando , no extrañamente, la
frontera de lo que es susceptible de constatación empírica ( Albrecht, 2000). Ocurre los
datos de la realidad son escamoteados, promoviendo la violencia como un producto
rentable y agudizando la sensación de miedo y el resultado es casi una exigencia
popular para el recrudecimiento de la intervención punitiva. El sensacionalismo y lo que
es espectacular se convierten en ingredientes imprescindibles para la efectivización de
esa cultura. Así, el miedo tiende a estar en la génesis de procesos de estigmatización de
grupos que buscan legitimar la perpetuación de las desigualdades, la elaboración de
políticas institucionales de exclusión y hasta el genocidio.

La propuesta de este trabajo es buscar contraponer al discurso hegemónico y


“espectacularizar“ la construcción del discurso legitimador de la violencia contra la
juventud y de la criminalización de la juventud. Se Contrapone a la espectacularización
de la violencia en los medios de comunicación que por medio de imágenes aterradoras y
de notas que describen hechos puntuales y con poca contextualización, distorsiona la
realidad y apunta el “dedo“ criminalizador para una población ya tan estigmatizada,
realimentando la violencia y el miedo. Así , a partir de una amalgama de escenas que
apuntan para una realidad que el estatus qou busca escamotear, será presentado algunos
indicios de la construcción de estos estigmas, que marcaron los cuerpos y las mentes
jóvenes, pobres, en su mayoría negra. De esta forma, entra en escena: el número de
muertes que evidencian el genocidio de la juventud negra; el histórico de las
discriminaciones y racismo en Brasil y la desconstrucción del mito de la democracia
racial; a la violencia legitimada del Estado, que mata como forma de violencia legitima
del Estado; las masacres, que muestran que la línea divisora entre la ley y fuera de ella,
está cada vez mas tenue en una sociedad donde el sistema de Estado de derecho es
vigente; el encarcelamiento en masa, hoy Brasil es el tercer país que más encarcela en el
mundo, que saca de la circulación innumerables jóvenes y al final entra en escena el
gran villano de la actualidad, el símbolo del mal, el pequeño traficante de los territorios
empobrecidos, cuya vida es descartable y al mismo tiempo imprescindible para este que
es una de las industrias mas lucrativas de la humanidad – el tráfico de drogas. Pero aún
el espectáculo no acaba, cuando la audiencia inmovilizada por tanto terror y barbarie se
enfría , aparece en escena otros actores, los mejores, los jóvenes, pero ahora no ya no
estigmatizados por los medios de comunicación hegemónicos, y si buscando formas de
liberarse de las amarras. Qué eco hacen las voces de estos jóvenes!!!!

Escena 1.

Negros mueren por ser negros.

La violencia en Brasil mata más o igual que en países con guerra civil. Son los grupos
estigmatizados, oprimidos, marginalizados y discriminados las principales víctimas de
la violencia que azota a la sociedad brasileña, afirman los estudiosos del asunto
Machado e Noronha (2002), Bento e Beghin (2005), Waiselfisz (2013b). La muerte
prematura de la juventud negra como resultado de causas externas es la cara más visible
y más cruel del racismo.

Según el informe Mapa da Violência 2014 (WAISELFISZ, 20014), en promedio, 100


de cada 100 mil jóvenes con edad entre 19 y 25 años muere de forma violenta en Brasil
en 2012, considerando como muerte violenta a la resultante de homicidios, suicidios o
accidentes de transporte. De acuerdo con el estudio, en 2012 ocurrieron mas de 56 mil

5
homicidios – 41, 127 de la víctimas eran negros ( de acuerdo con la clasificación del
IBGE, “negros“ es la suma negros y morenos (pardos)). Ese total representa 154
víctimas diarias, número que equivale 1.4 masacres del Carandiru diarios en aquel año
que alcanza niveles de epidemia. La principal víctima de homicidio en Brasil es el joven
negro y ese cuadro se viene acentuando. Entre 2002 y 2012 la tasa de homicidios de
blancos disminuyó 24%, mientras que los homicidios de negros aumentaron 7.8%. Con
esto, la tasa de victimización negra ( cuantos más negros mueren victimas de homicidio
en proporción a las muertes de blancos en la misma condición) prácticamente se
duplica, pasando de 73 a 146%.

Esos datos hacen explicito lo que podemos definir de genocidio6 de la Juventud Negra.
A lo largo de esa década, murieron en total 556 mil personas víctimas de homicidio,
número que excede al número de muertes de la mayoría de conflictos armadas
registrados en el mundo. Comparando 100 países que registran tasa de homicidios, entre
2008 y 2012, para cada grupo de 100 mil habitantes, el estudio concluye que Brasil
ocupa el séptimo lugar en el ranking de los analizados. El artífice mas contundente es el
agente del Estado. En Brasil, por lo tanto, la forma militarizada de la vida social se
traduce en un exterminio ejecutado en nombre de la ley y el Orden los números de
muertos pueden ser comparados con países expresamente en guerra.

Se trata de una situación de exterminio de esta parte de la población causada por dos
tipos de racismos arraigados en nuestra cultura: institucional y estructural. El racismo
institucional se expresa de manera en que los autos de resistencia ( o resistencia seguida
de muerte, en enfrentamiento, en legitima defensa). Se contrasta una política de
segregación que es efectivizada por agentes del Estado que actúan dentro de los
aparatos de seguridad. Una culpabilización institucional, no legalmente reconocida,
pero que sirve a la selectividad de la mortalidad por cuestiones de color. El racismo
estructural es expresado en la opinión pública y por eso es alimentado en gran parte por
los medios de comunicación tradicionales.

¿Qué demuestran estas muertes? Importante pensar que los jóvenes aparecen como
retrato proyectivo de la sociedad, condensando angustias, miedos, así como esperanza
en relación a las tendencias sociales percibidas en el presente y a los rumbos que esas
tendencias imprimen para la conformación social futura. La sociabilidad del joven pasa
a ser totalmente relacionada a la contemporaneidad. Es importante comprender a la
juventud en su contexto histórico y social. Estamos delante de múltiples juventudes,
que expresan realidades y dinámicas múltiples y diferenciadas. La juventud es una
categoría relacional fundada en representaciones sociales. De esta forma , al buscar
discutir la cuestión de la juventud en las manifestaciones se debe observar la
complejidad y la diversidad que compone esta categoría. La “juventud“, por sus
características, su perplejidad y ambivalencia, que alterna dudas y la construcción de
certezas, manifiesta momentos de desequilibrio y descontento, y así surge como
categoría propicia para simbolizar los dilemas contemporáneos. En los jóvenes , el
deseo de experimentar lo nuevo está acompañado por incertezas, por la avidez de
conocimientos, por espanto e indefiniciones cotidianas de una realidad que,

6
“Genocidio“ significa “ eliminación de un pueblo“ , de un determinado tipo de gente. Así, se entiende
aún que este proceso de criminalización resulta en dos formas históricas y flagrantes de genocidio en
Brasil: la ejecución sumaria, emprendida por la policía y el encarcelamiento masivo de negros,
transformados, en las prisiones, en meros “objetos“, pagando no pocas veces con la vida por las
infracciones cometidas ( o sin haberlas cometido).

6
simultáneamente, atrae y atemoriza. Los jóvenes pasan a ser asociados a la rebeldía ,
condición que es incitada cuando algunos grupos de jóvenes expresan actitudes que
pueden resignificar normas y patrones sociales vigentes. El joven, en si mismo, aparece
como retrato proyectivo de la sociedad, condensando angustias, miedos, así como
esperanzas en relación a las tendencias sociales percibidas en el presente, y a los rumbos
que esas tendencias imprimen a la conformación social futura. La sociabilidad del
joven está totalmente relacionada a lo contemporáneo (Feffermann, 2006). La juventud
cataliza las tenciones sociales como también las exterioriza, volviéndose vitrina de los
conflictos sociales. Y la violencia puede corresponder , bajo formas diversas, a
esfuerzos de afirmación y de participación en un mundo contradictorio, búsqueda de
pertenencia y reconocimiento. La sociedad escoge un protagonista de la violencia
actual, victima y actor – la juventud - que entonces corporifica el estigma de
responsable por el “peligro generalizado“.

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