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Asesinatos amparados por una política perversa en Colombia.

El conflicto armado en Colombia ha cobrado la vida de miles de personas, entre


ellos, civiles, militares, campesinos, indígenas, afro e integrantes de grupos armados que
por decisión propia o reclutamiento forzados se vieron inmersos, como también las
consecuencias a lo que una guerra conlleva como el desplazamiento y violación de
derechos humanos. Grupos al margen de la ley como guerrillas, paramilitares, carteles de
narcotráfico y delincuencia común, se tomaron las calles, comunidades, veredas y pueblos
del país, aunado de una política con problemas de corrupción, manchada por dineros del
narcotráfico y desgobierno de las regiones apartadas del país.

Con el transcurso de los años, surge la idea de que para encaminar el país se debía
fortalecer la seguridad, y bajo esta premisa Álvaro Uribe Vélez lograr ganar la presidencia
en el año 2002. De aquí en adelante comienza la guerra por recuperar territorios y combatir
las guerrillas como las FARC, ELN y grupos delincuenciales que se fortalecían con los
dineros del narcotráfico. Esto conllevo a qué en gran medida la seguridad mejorara, las
personas pudieran moverse libremente por los corredores viales del país y se reactivara la
economía. Sin embargo, la aparente colaboración y nexos del gobierno con grupos
paramilitares promovió que se llevaran a cabo masacres y desplazamientos forzados en
aquellos territorios que la guerrilla dejaba, generando una desconfianza y descontento por
parte de la población que se encontraba entre el fuego cruzado de las guerrillas y las
autodefensas.

Si bien, la política de la seguridad democrática promovió un crecimiento económico


del país, aún existían índices de pobreza, delincuencia, miseria y abandono por parte del
estado de los sectores populares por falta de oportunidades a nivel académico y laboral. Sin
embargo existía confianza en el gobierno y las fuerzas militares y por ende muchos jóvenes
veían el florecimiento de nuevas oportunidades para salir adelante y ayudar a sus familias,
pero a veces el destino y la vida juegan circunstancias que jamás se encuentran y dentro de
ésta baraja de posibilidades estaba la muerte. En un juego de perverso y de pesadilla, con
las actuales declaraciones de militares confesos y condenados en la Justicia Especial para la
Paz JEP, se relata una idea perversa y sistemática de convencer a jóvenes para trabajar en
fincas, llevarlos en camiones y en regiones apartadas asesinarlos, vestirlos con camuflado
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y hacerlos pasar por guerrilleros. Familias y comunidades enteras no sabían que había
pasado con estos jóvenes, mientras el presidente Uribe salía en noticias diciendo que éstos
jóvenes no iban a cultivar café, sino que iban a hacer parte de las filas de la guerrilla. En un
plan sistemático por crecer las cifras de muertos en combate y hacerle creer al país que se
estaba ganando la guerra morían jóvenes inocentes en manos de las fuerzas militares, a lo
que se le llaman ejecuciones extrajudiciales que en términos coloquiales son los mal
llamados falsos positivos. Según Rodríguez (s. f) estas ejecuciones se presentan con un
modus operandi caracterizado por la muerte de civiles durante operativos, para
posteriormente presentarlos al público como baja legitimas de guerrilleros o delincuentes
ocurridas en combate.

Hechos como las desapariciones de jóvenes de Soacha y de otras regiones del país
ultimados por fuerzas regulares surge una pregunta ¿Qué clase de locura y maldad se
apoderó de militares y gobierno de turno para cometer este tipo de delitos? ¿Será que en
realidad se trataba de una estrategia perversa por hacerle creer al país que se estaba
ganando la guerra? Según Alston (2010) como se mencionó en Rodríguez (s. f) manifiesta
que existía un: “Sistema oficioso de incentivos ofrecidos a los soldados para que produjeran
bajas y un sistema oficial de incentivos ofrecidos a los civiles para que proporcionaran
información que condujera a la captura o muerte de guerrilleros”

Militares confesos manifiestan que durante este gobierno se les daban días de
permiso y ascensos por la cantidad de bajas que podían demostrar, además de la presión por
los resultados, dado que los oficiales que presentaban menores positivos presentaran eran
retirados del servicio, evidenciándose una retórica de la seguridad en una democracia
cuando las fuerzas militares promueven la protección de los civiles y no su asesinato.
Según Petro (s. f) Este tipo de conducta y desviación de un estado de derecho hacia un
estado totalitario es propio de dictaduras como la Alemania Nazi de Hitler, la unión
soviética de Stalin o las dictaduras del cono sur como Pinochet en Argentina.

Sean las razones que fuesen estas ejecuciones extrajudiciales dejaron una huella
indeleble en las familias de estos jóvenes que aún hoy piden justicia, sin embargo Heyns
(2014), expresa “Las medidas de protección siguen siendo insuficientes e ineficaces; la
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impunidad y la falta de rendición de cuentas en relación a violaciones al derecho a la vida


se mantienen como serios desafíos, al igual que ausencia de reparación para las víctimas”

Ahora bien, con el proceso de paz llevado a cabo en la presidencia de Juan Manuel
Santos y la implementación de la JEP en el gobierno de Gustavo Petro, se han realizado
avances por conocer la verdad tras los hechos cometidos en los años de conflicto en
Colombia. Según Yepes (2023), en el portal Dejusticia menciona el relato del General (r)
Torres Escalante, donde afirma haberse vuelto “el líder de una organización criminal”, en la
que contradictoriamente dice que efectivamente los militares que se prestaban para estos
asesinatos eran premiados, mientras aquellos que no se prestaban para este delito eran
marginados e incluso asesinados para que no los denunciaran.

Si bien es difícil de creer que tanto ministro y presidente mencionan que jamás
dieron esta orden, queda en entredicho ya que, según Yepes (2023), teniendo el control
sobre la fuerza pública y con semejantes números de desapariciones forzadas y asesinatos,
porque nunca se hizo nada por investigar cuando se tenía el mando de las fuerzas, tenían
toda la información de lo que estaba sucediendo y por qué nunca tomaron medidas para
evitar estos crímenes. “Desde el punto de vista del derecho penal internacional y el derecho
internacional humanitario, el caso de los “falsos positivos” en Colombia es una muestra de
la incapacidad del Estado de garantizar el derecho fundamental a la vida, y de castigar a los
responsables de la muerte de inocentes en circunstancias tan degradantes” Rodríguez (s. f)

Claramente existía un interés político por fortalecer una idea de seguridad que solo
beneficiaba a élites y criminales al servicio del estado para despojar de tierras a los
campesinos y tener un control de la población por medio de la propagan de una guerra que
se estaba ganando con la sangre de inocentes y acrecentar su riqueza personal con
territorios de campesinos e indígenas. Si bien, es una época que difícilmente volverá a
ocurrir, es importante rememorar estos acontecimientos para que las futuras generaciones
conozcan la historia de sus abuelos, padres y demás familiares que vivieron en una época
de constante conflicto, para que jamás vuelvan a ocurrir en esta patria llamada Colombia.
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Barbosa, G., & Ciro A. (s.f). Garantía de no repetición: una contribución a la justicia
transicional. Colombia. Universidad del Externado. Tomado de
https://bdigital.uexternado.edu.co/server/api/core/bitstreams/c65a8142-100b-4049-
a122-da5fc8717f19/content

Yepes, R., (2023). Los falsos positivos, la JEP y Uribe. Colombia. Portal Dejustica.
Tomado de https://www.dejusticia.org/column/los-falsos-positivos-la-jep-y-uribe/

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