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específica surge a la existencia con una gran dosis de estabilidad interior. Esta estabilidad es lo
suficientemente grande como para construir una poderosa resistencia al cambio (Griffiths, 1973:
425).
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menos, las condiciones siguientes:
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afecta a las instituciones escolares y a los miembros que las integran. Se trata de una
cuestión previa e indispensable para proyectar y acometer acciones innovadoras con
posibilidades de éxito.
Por otro lado, los subsistemas y unidades integrantes de los sistemas e instituciones
procuran conseguir autonomía y, con el tiempo, a independizarse relativamente. Un claro
ejemplo es el sucesivo desglose de las secciones especializadas de las facultades
universitarias para constituir múltiples facultades independientes.
En ocasiones, incluso a segregarse constituyendo núcleos insularizados, más
cerrados. Tal tendencia en las instituciones escolares y universitarias se manifiesta en la
separación las etapas educativas en los centros públicos, en la cultura diferenciada de los
departamentos didácticos, las cátedras y en el ámbito del aula. La falta de integración
entre las partes de la institución académica, la escasa colaboración entre sus miembros,
obstruye el diagnóstico y resolución compartida de los conflictos, el análisis cooperativo
de las insuficiencias y dificultades, el intercambio de experiencias docentes y las acciones
educativas sinérgicas y concurrentes. Con ello resulta favorecida la continuidad y
restringida la iniciación de innovaciones, haciéndose más lenta la expansión de cualquier
cambio o innovación a lo largo de sus estructuras docentes y los ejes organizativos. Por
el contrario, como ya pusieron de relieve las iniciales investigaciones de Mott y Neff
(1962), en las instituciones con una buena integración interna, comunicación vertical
bidireccional y coordinación horizontal fluida, las innovaciones tendían a difundirse,
aceptarse, iniciarse e implantarse de un modo más rápido y duradero.
Varios analistas de la organización educativa han subrayado la separación e
independencia de las partes de la institución escolar, caracterizándola como una
organización “débilmente enlazada” (loosely coupled system). Paralelamente han puesto
de relieve el típico aislamiento que caracteriza la situación y trabajo de cada docente en
su propia aula, como factores que favorecen la persistencia y restringen la innovación y
el cambio.
Un relevante entramado de fuerzas que gravitan tanto sobre la estabilidad como
sobre el cambio, según los casos, integra la cultura institucional de la escuela, cuya
importancia ha sido progresivamente destacada. Su cambio o modificación, más allá de
un cambio de primer orden, supone un auténtico “metacambio”, en la medida en que se
halla en el fondo, condicionando todos los demás cambios. El cambio de la cultura de la
institución escolar es la madre de todos los demás cambios e innovaciones, pero aquélla
es muy difícil de cambiar:
Los proyectos más difíciles de llevar a cabo en una escuela son aquellos que desafían la
cultura escolar existente, sean métodos utilizados por los profesores en las clases, las demandas
de los estudiantes, la calidad de las relaciones humanas, los modos en que los roles y las
funciones se hallan repartidos, la manera en que se toman las decisiones y se gestiona la escuela.
Tales cambios requieren frecuentemente nuevas estructuras, que pueden presentar considerables
resistencias, por individuos y grupos, que se benefician de las estructuras existentes (Dalin,
1993: 144).
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Otro grupo de fuerzas a las que se vincula tanto la estabilidad y la persistiencia
como el cambio y la innovación son las derivadas de la naturaleza estable o cambiante
del entorno social. Se trata de la tendencia global, de los objetivos supremos para la
comunidad, que pueden ser considerados como meta-objetivos, sea en relación con el
cambio y la modernización, sea como preferencia por la estabilidad y la persistencia de lo
presente. En el entorno próximo y el macrosistema social puede darse, o no, un cultura
general favorable al cambio, que propicie e impulse la adopción e implantación de
innovaciones en las instituciones escolares. Este clima general, favorable a la innovación,
se produce en ciertos momentos o determinadas circunstancias, en ciertas épocas y
determinadas sociedades con preferencia a otras.
Los individuos, los grupos, las instituciones, los sistemas, para asegurar su
persistencia y continuar cumpliendo sus funciones específicas, necesitan de una
estabilidad, de un estado estable, como ya ha sido indicado. Por supuesto, no se trata de
un estado de reposo absoluto, físico, inerte, como el de un mineral, ni de una situación
estática como la de la máquina fuera de funcionamiento, sino de una estabilidad
cambiante, un equilibrio u homeostasis.
Entre las situaciones extremas, una de un rígido equilibrio estático, que
difícilmente se puede alterar y otra situación de equilibrio inestable, lábil y precario,
propenso a alterarse fácilmente, se halla el equilibrio dinámico. Este tipo de equilibrio
supone el traslado a nuevos niveles de equilibrio, el paso a nuevas posiciones de
compensación, como el nuevo equilibrio que se produce tras una alteración o cambio.
Cabe reparar en la distinción entre equilibrio estacionario y equilibrio dinámico.
Cuando existe un nivel de equilibrio o compensación al que regresa o “retorna” el
sistema, tras una alteración o perturbación, se está ante un equilibrio estacionario.
Cuando el sistema no retorna al estado de equilibrio anterior, sino que, por el contrario,
se traslada a un nuevo nivel de equilibrio y progresa, produciéndose un avance, entonces
se está ante el equilibrio dinámico. Este segundo fenómeno es lo que permite explicar la
compatibilidad entre estabilidad y cambio.
La introducción de una innovación en alguna parte de la institución educativa —a
veces, el mero intento- comporta una alteración que genera cierta situación de
inestabilidad y desequilibrio, según sea la cuantía del cambio. La asimilación e integración
de la innovación comportará el restablecimiento de un nuevo nivel de equilibrio y
estabilidad necesaria. Pero ese nuevo nivel de estabilidad entraña un avance,
incorporando una mejora. Al institucionalizarse la innovación, por convertirse en algo
habitual y ordinario, el sistema recupera el equilibrio y la estabilidad. No debería
sorprenderse Cuban (1992: 216) cuando dice que “es fácil constatar la evidente
contradicción de frecuentes cambios dentro de la inercia en las escuelas públicas”.
Quizás, por no tomar en consideración lo expuesto, le resulta difícil explicar la
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compatibilidad entre estabilidad y cambio en las instituciones escolares, a pesar de sus
prolijas disgresiones y denodados esfuerzos para lograrlo. Acaso valga la pena consignar
que aquellos que han dedicado más esfuerzos al estudio de la innovación educativa
(Miles, Haveclock, Huberman, Fullan, Dalin) no han acometido directamente el análisis
de la estabilidad-cambio, por lo que, a veces, les resulta difícil explicar cuestiones
sustanciales, como las resistencias a la innovación, el éxito de determinados tipos de
innovaciones o el cambio de la cultura institucional de la escuela.
En definitiva, tras las alteraciones provocadas, la innovación se incorpora a las
estructuras y procesos de la institución escolar. Esta progresa a un nuevo nivel de
equilibrio dinámico, habiéndose producido una mejora de sus operaciones, en relación
con el logro de los objetivos específicos.
Las organizaciones educativas necesitan estabilidad o cierta situación de equilibrio
que les permita continuar realizando sus actividades específicas y resolver los problemas
internos. Pero, al mismo tiempo, también necesitan modificar sus estructuras y procesos,
resolver sus dificultades, mejorar la realización de las actividades docentes y adaptarse a
su entorno, evolucionando con los tiempos. En un sentido más amplio, el
restablecimiento del equilibrio ha de ser entendido no sólo como un retorno al equilibrio
interno, sino también como equilibrio respecto al entorno o ecosistema, en virtud de un
mismo tipo de proceso autorregulador.
Para seguir existiendo, mantenerse y cumplir su misión también hay necesidad de
cambio, innovación y mejora. Estabilidad institucional y cambio educativo se hacen
compatibles y complementarios en virtud del equilibrio dinámico, interno y de
relaciones con el entorno.
En su virtud, dentro de ciertos límites, estabilidad y cambio, persistencia e
innovación resultan compatibles y también complementarios. Por ello mismo, como
indican Watzlawick, Weakland y Fisch (1976: 21), “persistencia y cambio han de ser
consideradas conjuntamente, a pesar de su naturaleza aparentemente opuesta”.
Dentro de la estabilidad y la persistencia, en los sistemas e instituciones escolares
también se producen, de una manera constante, sutiles modificaciones o leves cambios,
aunque resultan difícilmente perceptibles. Unas veces consisten en la resolución de
pequeñas dificultades y ligeros conflictos; otras veces se producen para realizar ligeros
ajustes en el funcionamiento ordinario. En otras ocasiones, se llevan a cabo cambios
mayores e innovaciones significativas, dirigidas a resolver determinados problemas o
enderezadas a lograr un mejoramiento global o específico en la institución escolar.
Por una parte, la institución escolar tiene que mantener la estabilidad para seguir
siendo lo que es, para seguir funcionando adecuadamente, para realizar sus operaciones
ordinarias y lograr sus objetivos específicos. Por otra parte, tiene que dar solución a sus
problemas internos y responder a las demandas externas. Para lo uno y lo otro, tiene que
modificar estructuras y procesos organizativos y variar la forma de realización de sus
operaciones didácticas, buscando distintos y mejores modos de hacer, mediante cambios
innovadores. Por consiguiente, “existe un principio de organización que responde a dos
imperativos aparentemente contradictorios, aunque, en realidad, dialécticamente
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complementarios: el de asegurar la coherencia del sistema y el de permitir su evolución,
según un proceso autorregulador”, como señala Belbenoit (1976: 187).
En los sistemas sociales, como la institución escolar, la estabilidad no puede ser
considerada como una estabilidad rígida e inmutable, ni su equilibrio como un equilibrio
estacionario, sino como un equilibrio dinámico, como un equilibrio oscilante, que
evoluciona e implica mejora.
Aunque no consiga explicarlo, sí hace Larry Cuban (1922: 217) una brillante
descripción cuando afirma que “no es un juego de palabras hablar de formas estables de
cambio o de persistencia dentro del cambio” (1992: 217).
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incluso cambios de personas. Una reducción del número de profesores se puede
compensar con un aumento del número de horas lectivas de los restantes o mediante un
incremento del número de alumnos por clase, continuando la institución escolar con la
realización de sus actividades específicas. El descenso de la vivencia vocacional de los
docentes, en comparación con la de sus predecesores, señalada reiteradamente, resulta
compensada por una mejor preparación profesional y la mayor calidad de los recursos
materiales didácticos disponibles, con lo que se mantiene el nivel de aprendizaje de los
alumnos.
El concepto de “equivalentes funcionales” adquiere también un relieve especial. En
un sistema existe más de una combinación de los valores de determinados elementos o
partes del sistema que conducen a la misma cualidad o tienen las mismas consecuencias,
manteniéndose la propiedad nuclear o conjunto de propiedades sustanciales
representadas por G. Las variaciones de unas coordenadas de estado, compensadas por
los distintos valores que van tomando otras, permite, hasta ciertos límites, la
conservación, estabilidad y mantenimiento del sistema, al tiempo que el cambio resulta
posible, en virtud de dichas variaciones. Esto es, hay más de un estado del sistema que
implica la conservación de G, como la propiedad básica y esencial del sistema, por lo que
el sistema conserva su estabilidad y persiste en el cumplimiento de sus fines.
La conservación de G equivale a un estado estable o estado de equilibrio. Ha de
entenderse que se trata de un “equilibrio dinámico” o sucesión de estados estables. Más
específicamente, G puede ser un estado estable, un ciclo de variaciones, una serie de
estados o incluso una tasa constante de cambio.
Pero existen unos límites de variación, sobrepasados los cuales resulta imposible la
compensación, por lo que G dejaría de conservarse, llegando incluso a desaparecer el
sistema o la institución como tal. Hay, pues, un margen de variación posible para cada
factor o coordenada de estado, que puede ser compensado por variaciones en otras.
Cuando las variaciones de las coordenadas de estado son numerosas o intensas,
acercándose a sus límites máximos de variación, acompañadas de variaciones
compensadoras equivalentes, aparecen “momentos críticos” en que el cambio y la
innovación resultan propicios. La estabilidad del sistema pierde rigidez, haciéndose
menos estable y más flexible.
Pero, superados ciertos márgenes, la cantidad e intensidad de las turbulencias,
producidas por los cambios internos, los cambios en el entorno o en ambos, puede
entrañar dificultades para el cumplimiento de sus fines, peligrando incluso la propia
persistencia o continuidad del sistema o institución, salvo que existan unos mecanismos
específicos para compensar dichas variaciones. El descenso del número de alumnos en
un centro educativo es tolerable hasta cierto límite, a partir del cual su continuidad se ve
amenazada. Pueden realizarse ciertos cambios para compensar la situación, recuperando
alumnos. Puede ser mediante la implantación del servicio de transporte y comedor
escolar, incorporando alumnos de otras etapas educativas, realizando acciones
publicitarias, estableciendo actividades extraescolares más interesantes, mejorando
ostensiblemente la calidad de la enseñanza, estableciendo grupos móviles de
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diversificación curricular, adquiriendo la condición de centro de integración de alumnos
con necesidades educativas especiales, que permite una inferior ratio profesor/alumnos.
El análisis de los márgenes o límites del sistema conduce a una conceptualización
de la estabilidad que permite, dentro de ciertos márgenes, la predicción del cambios e
innovación. Como manifiesta Cancian (1968: 115), “una explicación suficiente de la
estabilidad implicará siempre ciertas predicciones acerca del cambio; si se especificasen
las condiciones del equilibrio, podría predecirse que, cuando no se cumplan esas
condiciones, ocurrirá el cambio”.
Dentro de un sistema total, cada uno de los subsistemas puede tratarse como una
coordenada de estado respecto de aquél. En la institución escolar pueden considerarse
como tales, el subsistema de gestión, el subsistema de orientación o las etapas educativas
y ciclos en que se estructura. Así mismo, cada uno de dichos subsistemas puede
considerarse como un microsistema, con su propia estabilidad potencial, sus variaciones
y sus propios márgenes de cambio. Los cambios innovadores pueden producirse en un
subsistema de la institución escolar. En el subsistema de orientación educativa pueden
producirse cambios, dentro los márgenes requeridos por su propia estabilidad interna,
superados los cuales dejaría de existir. Esto es, cada subsistema posee su propia G1 que
se mantiene, aunque en ciertas circunstancias puede dejar de existir. Por consiguiente, lo
que constituye una G1 para un subsistema no es más que un factor o coordenada de
estado para el sistema total. El subsistema, en algunos casos, puede llegar incluso a
desaparecer, representando sólo una variación con referencia al sistema total. Como
señala Parsons (1958: 199), “el cambio estructural en los subsistemas (coordenadas de
estado) es una parte ineludible del proceso equilibrador en el sistema general”.
En un sistema o institución escolar se distinguen dos tipos básicos de cambios o
innovaciones: cambios en el sistema y cambios del sistema. Cambio en o dentro del
sistema es aquel que se produce en alguno de sus subsistemas, partes o componentes,
como son los cambios que ocurren en un ciclo escolar, departamento didáctico, aula, etc.
Cambio del sistema es el cambio del propio sistema, considerado como un todo, que
afecta a su estructura sustancial, funcionamiento básico y fines propios. Esta distinción
ha sido utilizada con fecundidad por Parsons y Smelser en la explicación de la estabilidad
y el cambio, aplicable a la innovación educativa. Watzlawick, Weakland y Fisch (1974:
31) se limitan a denominar a cada uno de ellos cambio-1 y cambio-2. Siguendo a estos
autores Cuban (1992) establece dos categoría de cambio, que denomina cambios de
primer orden y cambios de segundo orden.
Los cambios de primer orden son los cambios en o dentro del sistema. Estos
cambios no alteran la estructura sustancial y funcionamiento básico del mismo, aunque se
produzcan cambios significativos en uno de sus subsistemas, partes, componentes o
facetas de la institución escolar.
El cambio de segundo orden es el cambio del sistema mismo, que altera su
estructura y funcionamiento básico. Ciertas coordenadas de estado desbordan sus
márgenes de variación y límites de compensación, llegando a desaparecer. Un cambio de
este tipo es el representado por un cambio radical en la cultura institucional de la escuela.
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Incluso puede desaparecer G, con lo que el sistema deja de ser lo que era. Por ejemplo,
en determinadas circunstancias, las variaciones de algunas coordenadas de estado son tan
vigorosas que un centro de enseñanza básica se convierte en un conservatorio de música
o en una casa de cultura. El número de alumnos, sean niños, adolescentes o adultos, el
aprovechamiento académico de los estudiantes, el tipo de actividades, pueden
considerarse coordenadas de estado.
Cabe subrayar que también en un subsistema pueden producirse cambio-1 o
cambio-2. El cambio básico de un subsistema específico puede tratarse, en una
perspectiva más amplia, como un cambio en o dentro del sistema total. Es cambio en el
sistema, en cuanto que producido por el cambio de uno de sus subsistemas componentes,
que actúa como una coordenada de estado del sistema. Por ejemplo, en un centro de
formación profesional, el ciclo formativo de la especialidad de Automoción es sustituido
por un ciclo de la especialidad de Electrónica. El cambio de un subsistema de la
institución de formación profesional representa únicamente un cambio en o dentro de la
institución escolar. En este caso, tal institución escolar, como sistema, continúa siendo lo
que era: centro de formación profesional. Pero, en lo que concierne al subsistema, ha
experimentado un cambio sustancial: ha sido un cambio de dicho subsistema de
especialización profesional.
Un cambio educativo, en o dentro, de una institución escolar, puede explicarse
como cambio de uno de sus subsistemas o alguna de sus partes, persistiendo el sistema o
institución como tal en la realización de sus operaciones propias y en el logro de sus
objetivos específicos.
De ello se desprende la compatibilidad entre el cambio y la estabilidad en el ámbito
del sistema o la institución escolar, lo que encierra una relevancia especial para el
entendimiento de la innovación educativa.
En consecuencia, pueden hacerse predicciones sobre el cambio, como las
siguientes:
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cantidad de dicho cambio (en cuanto a límites de compensación funcional), podrían
realizarse predicciones en términos de sistema simple, como función (si x, entonces y).
En alguna circunstancias y para determinados aspectos, podrían hacerse pronósticos en
términos de sistema determinista (si x acontece en un momento dado, ocurrirá y en un
momento futuro).
La clave se encuentra en la información disponible sobre las variaciones o cambios
iniciales en una variable o coordenada de estado del sistema, que genera cambios
compensatorios en las demás variables. El problema radica en la carencia de la
información necesaria, con lo que surge la cuestión de la racionalidad limitada. La
naturaleza de las instituciones escolares, caracterizadas como sistemas débilmente
articulados, con tenues relaciones entre sus partes y leve cooperación entre sus
miembros, constituye una notable limitación.
Una explicación que armoniza persistencia y cambio, análoga a la de Cancian, es la
desarrollada por Watzlawick, Weakland y Fisch (1976), basada en la teoría de los grupos
y la teoría de los tipos lógicos, así como la teoría de Lewin, que se expone a
continuación.
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cambio de su dirección, bien por la adición de una nueva fuerza.
En un equipo de trabajo, su dinámica o locomoción, así como su productividad o
nivel de realización fluctúan, dentro de unos estrechos límites, hacia arriba o hacia abajo.
Este patrón o pauta persistente, aunque oscilante, es un estado de equilibrio cuasi-
estacionario.
¿Por qué persiste esta pauta? Porque determinadas fuerzas que tienden a impulsar
el nivel son equivalentes a las fuerzas que tienden a restringirlo. Según este modelo de
cambio, el proceso de innovación, en el sentido de avance o progreso hacia mejores
niveles, se iniciará cuando tenga lugar uno o más de los hechos siguientes:
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Figura 4.1. Nivel de equilibrio de fuerzas impulsoras y restrictoras.
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innovar, el conocimiento y las capacidades específicas son condición necesaria pero no
suficiente.
Además, es importante la cooperación de los colegas, un clima escolar adecuado y
el compromiso profesional de usar los saberes y competencias adquiridas para implantar
y mantener la innovación (Duffy y Roehler, 1986; Porter, 1986; Stein y Wang, 1988).