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Diferencias de Comite
Diferencias de Comite
POLÍTICAS.
CURSO:
DERECHO PERSONAS
TEMA:
ALUMNO:
CICLO:
II – D
PUCALLPA- PERÚ.
AÑO: 2018
I. LA ASOCIACION
Características de la asociación.
La asociación se encuentra definida por el art. 80 del Código civil como una
organización estable de personas naturales o jurídicas, o de ambas, que a
través de una actividad común persiguen un fin no lucrativo.
Comencemos por decir que todas las personas jurídicas del derecho
civil carecen de fines lucrativos.
Dada la gravitación que tiene este órgano en las funciones contraloras que
ejerce, el legislador no considera conveniente la creación de un organismo
estatal administrativo que se ocupe de su supervigilancia (16), como ocurre, en
cambio, con las fundaciones. Ello, sin embargo, no elimina la posible ingerencia
del Estado cuando los fines o las actividades de la asociación son contrarios al
orden público o a las buenas costumbres, en cuyo caso el Ministerio Público
puede solicitar su disolución (art. 96).
Nada impide, tampoco, que en el estatuto se prevean otros órganos como, por
ejemplo, una gerencia o varias, así como comisiones especiales.
Para ser asociado, el interesado debe ser admitido por el órgano al cual el
estatuto haya atribuido la responsabilidad de evaluar, calificar y afiliar a
terceros que se integran en un momento posterior a la constitución de la
asociación.
Como ya se ha anotado, los aportes de los asociados pasan a ser parte del
patrimonio de la asociación y no son pasibles de restitución, ni aun en caso de
disolución.
Lo cierto es, sin embargo, que ninguna organización puede sobrevivir ni menos
cumplir con sus fines si carece de medios. Se limitará a languidecer hasta que
se disuelva.
II. LA FUNDACION(20)
5. Concepto y características
Frente a la laxa y escueta definición del art. 64 del Código Civil de 1936 que la
concebía como un patrimonio afectado a un fin especial se erige una nueva
definición que contempla una serie de modificaciones y que, a la postre,
rescata la verdadera naturaleza y propósitos de las fundaciones.
El art. 99 del Código precisa, sin lugar a dudas, que el fin debe ser de interés
social, proscribiendo, en consecuencia, la consecución de objetivos
individuales o familiares, para los cuales el ordenamiento arbitra otros medios
(p. ej. fideicomiso). Ese, por lo demás, fue el sentido de creación de una figura
como la fundación en la historia(32).
En cuanto a la forma que debe seguirse, para que ella sea persona jurídica
debe la constitución ser otorgada por escritura pública o por testamento e
inscribirse en el registro. No interesa qué clase de testamento sea.
En cuanto a las diferencias entre el acto de constitución de una fundación
y la donación, Cocca ha sentado algunas muy agudas distinciones(48) que
reseñamos seguidamente.
7. Organos de la fundación
Por otro lado, nada impide que la fundación cuente con otros órganos, como
puede ser una gerencia.
A este respecto, debe señalarse que desde octubre de 1955 nuestra legislación
contempla la presencia del ahora denominado Consejo de Supervigilancia de
Fundaciones, CSF: Esta instancia, actualmente dependiente del Ministerio de
Justicia(55), se encarga de las funciones establecidas tanto en el Código civil
como en los Reglamentos aprobados por Decretos Supremos Nºs 00394JUS y
00494JUS.
Lo fundamental de las atribuciones asignadas al CSF radica en velar por la
adecuada aplicación de los recursos de la fundación a sus fines institucionales.
Para que se disuelva una fundación es indispensable que ella no pueda cumplir
sus fines. Lo contrario sería atentar contra la estabilidad de las funciones de
interés social que aporta a la colectividad.
La disolución, además, es necesariamente judicial y sólo es conocida por el
Poder Judicial a instancia del CSF (art. 109 del Código civil). En no pocos
casos la solicitud del CSF es consecuencia del pedido de los administradores.
Para saber si tiene o no sustento, el CSF debe ordenar una auditoría o bien
realizar las indagaciones que corresponda.
III. EL COMITE
El Código de 1984 concibe de una manera más amplia al comité, sobre todo
porque le acuerda la posibilidad de adquirir personalidad jurídica. Es más,
prevé un régimen especial para los comités no inscritos.
Por ello, para facilitar el recurso a este expediente, el legislador ha sido flexible
en su forma de constitución, pues puede ser creado por medio de un
documento privado con la firma legalizada por notario, que es suficiente para
su inscripción en el registro. Nada impide que sus fundadores opten por
instrumentar el acto en escritura pública; sin embargo, ello desvirtúa la
concesión de la ley.
No obstante, puede ocurrir que, después de haber pagado las deudas sociales
y aplicado los recursos entregados por los erogantes, de la liquidación
realizada resulte un remanente. En estos raros casos, y en la medida que el
Ministerio Público no objete los balances, el haber neto se adjudica a los
erogantes, es decir, se distribuye entre quienes contribuyeron a la formación
del fondo de fin altruista. Dado que ello no es usualmente posible, el art. 122
del Código civil establece que dicho haber neto resultante de la liquidación ha
de ser entregado a la Beneficencia del lugar en el cual tuvo su sede el comité.
La misma solución ha de aplicarse si el comité se disuelve y liquida por no
poder satisfacer sus propósitos, según se desprende del art. 121 del
mencionado Código.
La asamblea del comité no goza de las mismas libertades de las que puede
gozar la asamblea de una asociación. La limitación más importante que colorea
y condiciona sus decisiones es que sus integrantes no tienen, en conjunto, la
capacidad para transformar al comité con el objeto que persiga otros fines
diversos a los propuestos (una vez realizada la colecta o la obra prevista), dado
que los erogantes o contribuyentes han destinado parte de su patrimonio al
comité, salvo que sea imposible que se pueda alcanzar el objetivo. Y es que,
como bien ha sido señalado, el comité, a través de sus administradores, se
convierte en una suerte de gestor de los fondos recibidos del público para su
aplicación al fin anunciado(63). De modo que aunque esta obligación recaiga
fundamentalmente en los administradores, ello impide a la asamblea tomar
decisiones que alteren el sentido de su creación.
En la acertada concepción originaria del Código civil, de la lectura del art. 121
se desprendía que la asamblea general del comité carecía de la facultad de
aprobar las cuentas y balance por la labor realizada por los
administradores(64). Para ello, debían, según dicha norma rendir cuentas
judicialmente. Era evidente que se requería de la intervención de un tercero
(distinto a los promotores y gestores del comité, así como de los beneficiarios)
que se encargase de velar por la exacta y fiel asignación de los recursos a los
fines publicitados(65), con conocimiento del Ministerio Público.
El nuevo texto del art. 121 eliminó la rendición judicial de las cuentas e
introdujo implícitamente la facultad de la asamblea del comité para aprobar sus
resultados. El único paliativo a esta inaceptable solución fue conceder (también
implícitamente, en una serie de errores evidentes de técnica legislativa) al
Ministerio Público la posibilidad de aprobar, con su silencio, las cuentas del
comité y, en caso contrario, solicitar la desaprobación judicial de aquéllas, tal
como fluye del también reformado (por obra del Código Procesal civil) art. 122
del Código civil.
Entre los hombres de derecho sabemos, por duro que parezca, que la
intervención del Ministerio Público en estos menesteres es mínima, por no decir
nula. De modo que esperar la posible acción del Ministerio Público para
solicitar la desaprobación judicial de las cuentas del comité se ha convertido en
una vana seguridad. El silencio de este ente después de treinta días de que el
comité le hubiere presentado las cuentas se convertirá en una aprobación
inatacable.
A ello se debe añadir que, como luego veremos, en los hechos la mayoría de
los comités que se conocen públicamente son comités no inscritos, respecto de
los cuales no se sabe de acción alguna del Ministerio Público.
Una muestra del claro acercamiento del Código de 1984 hacia la experiencia
jurídica se da con la novedosa regulación de las asociaciones, fundaciones y
comités no inscritos. La observación de la realidad no podía tener otro
resultado que el de dispensar a estas organizaciones un tratamiento especial.
Es cierto que en ellas la carencia del dato registral impide alcanzar el ropaje
dado por la personalidad jurídica. No son, por ello, personas jurídicas. Sin
embargo actúan como tales. A diferencia del Código de 1936, cuyos autores
evadieron conscientemente el tema, la norma vigente contiene un somero
tratamiento de sumo interés para el estudioso.
La norma en cuestión no debe dar a pensar que sólo bastan los acuerdos de
los asociados para establecer el régimen de administración y su estructura
interna. La referencia a los “acuerdos” es una forma de dar fuerza al deseo y
compromiso que deriva de haber dado nacimiento a la asociación. Los
“acuerdos”, además, no son cualquier convenio o pacto. Ellos deben ser
entendidos como los pactos o decisiones adoptados por los asociados reunidos
en asamblea, ya que el hecho de carecer de la condición de persona jurídica
no los exime de observar las normas sobre la organización (y órganos) que
debe tener una asociación.
En todo caso, la expresión “acuerdos” puede comprender otras decisiones que
no hayan pasado por el tamiz de una reunión asamblearia, pero en esa
hipótesis será necesario analizar sus alcances y los compromisos que pueden
implicar para quienes no participan de él pero que integran la asociación, lo que
sin duda resulta altamente delicado.
La responsabilidad antes que solidaria es, en rigor, subsidiaria (pero que entra,
de todos modos, en el esquema de la solidaridad(72)), pues si el fondo común
basta para pagar las deudas sociales, el patrimonio de los gestores no es
atacado.
A tal grado llega el recurso al comité que no llega a ser persona jurídica, que
bien puede decirse que es una práctica que existe desde siempre, y a la cual el
legislador de 1984, afortunada e imaginativamente, quiso adherir a través de un
trato particular.
El art. 130 del Código civil tiene alcances similares a los establecidos por el art.
124 para la asociación y por ello remitimos a lo dicho al respecto.
Finalmente, debemos señalar una razón adicional por la que rechazamos los
cambios que el Código Procesal civil introdujo en el comité persona jurídica al
modificar los arts. 121 y 122 del Código civil.
NOTAS: