Está en la página 1de 6

EXPOSICIÓN ACERCA DE ALGUNAS DE LAS CONSIDERACIONES MÁS

RELEVANTES EN EL TERCER CAPÍTULO DEL LIBRO CALIBÁN Y LA


BRUJA DE SILVIA FEDERICI, TITULADO EL GRAN CALIBÁN. LA LUCHA
CONTRA EL CUERPO REBELDE

Mateo Calderón David

Resumen:
La presente exposición tiene por cometido exponer algunas de las consideraciones
más relevantes consignadas por la autora italiana Silvia Federici en el tercer capítulo de
su libro Calibán y la bruja, titulado El gran Calibán. La lucha contra el cuerpo rebelde.
En ese sentido, se hace un esbozo de los conceptos y los problemas presentados por la
autora a partir desde siglo XVI, con el fin de defender la tesis fundamental, a saber, que
la primera máquina desarrollada por el capitalismo no fue la máquina de vapor, sino el
cuerpo humano, y que, para llegar a tal desarrollo, se ha visto sometido a una dolorosa
deshumanización.

Conceptos importantes

Cuerpo, capitalismo, proletario, máquina, deshumanización, extrañamiento.

Desarrollo:

La escritora y activista italiana, Silvia Fedeciri, desarrolla una tesis sobre la


configuración del cuerpo en la sociedad occidental bastante sugerente respecto a la
historia común que pone a la máquina de vapor como una precedente fundamental del
posterior desarrollo del capitalismo. Muy contrariamente a esta idea que suele
enseñárseles a los niños y niñas en las escuelas, para Federici es el cuerpo humano la
primera máquina desarrollada por el sistema devastador capitalista.
El ataque inicial contra la concepción del cuerpo se identifica
[…] en el siglo XVI, en las zonas de Europa occidental más afectadas por
la Reforma Protestante y por el surgimiento de una burguesía mercantil, [que es
cuando] se observa la emergencia en todos los campos, tales como: el teatro, la
imaginación política y filosófica de un nuevo concepto de persona. (Federici,
2004, p.180)
Esto toma especial interés si se considera, verbigracia, el conflicto que se produce
entre la Reforma Protestante y la Iglesia católica durante el siglo XVI, donde puede verse
fácilmente un ataque contra el cuerpo en su concepción mística. Este cruce ideológico,
supone un agudo ataque contra la brujería y la visión mágica del mundo, por
considerárselas crímenes. La hoguera, sobre todo en cabeza de Juan Calvino1, se torna en
el instrumento de opresión por antonomasia. Así es como se disgrega el sustrato mágico
que parte de una idea animista de la naturaleza, donde es inadmisible la división entre
materia y espíritu en tanto que ambas se asumen inherentes al mismo organismo viviente.
Bajo esta perspectiva, es que Federici atisba que lo mágico aparece como una forma ilícita
de poder y un instrumento para obtener lo deseado sin trabajar (2004, p195). El cuerpo,
en definitiva, se asume como algo ajeno al espíritu. Las hogueras y la tortura, con todo
esto en mente, se convierten en una forma de disciplina social. Y es así como se empieza
a producir una transformación radical del cuerpo y, por tanto, un nuevo concepto de
persona.
La representación del cuerpo como máquina y espíritu, Silvia Federici la ve muy
bien reflejada en La Tempestad2 de William Shakespeare, donde, por medio de dos de sus
personajes, se evidencia el contraste entre la espiritualidad celestial y la fuerza bruta. Por
un lado, aparece la figura del Calibán, que representa la personificación del proletario
como una especie de monstruo repugnante, vago, primitivo y borracho. Y, por otro lado,
la figura de Ariel que se identifica con lo celestial, lo excelso y pulcro. Lo curioso es que,
en la obra teatral del inglés, también se manifiesta la figura de lo más alto de la clase
social, es decir, una especie de “hombre nuevo” presupuesta en la figura de Próspero. El
enfrentamiento que se engendra entre este y el Calibán, puede asumirse como el
desarrollo tajante de la burguesía occidental. En otras palabras, la derrota inminente del
Calibán ante Próspero no es otra cosa que la disgregación entre la razón y el cuerpo.

1
Teólogo francés (1509-1564), considerado como uno de los autores y gestores de la Reforma Protestante,
junto con Martín Lutero.
2
Obra de teatro inglesa del año 1611.
A partir de esta representación del cuerpo que muestra Federici, es que se
comprende con mucha más claridad la reforma social que se emprende en la época, donde
la burguesía intenta moldear un nuevo tipo de individuo que no comprenda el cuerpo
atado a la razón. El pensamiento de Max Weber (1958) concuerda con esta idea de
Federici, pues para él
la reforma del cuerpo está en el corazón de la ética burguesa porque el
capitalismo hace de la adquisición «el objetivo final de la vida», en lugar de
tratarla como medio para satisfacer nuestras necesidades; por lo tanto, necesita
que perdamos el derecho a cualquier forma espontánea de disfrutar de la vida.
(p.53)
El individuo, entonces, se enajena de sí mismo; dirige toda su actividad hacia
factores exógenos netamente productivos. El trabajo bajo la idea capitalista asume el
primer plano de la vida, y lo que otrora era el “estado natural” del ser humano, es superado
por la fuerza de la muerte y el miedo que genera el Estado. El capitalismo resulta tan
impositivo y feroz con respecto al individuo que, incluso, extiende el día de trabajo más
allá de los límites definidos por la luz solar, los ciclos estacionales y el cuerpo mismo
(Federici, 2004, p.180). De hecho, nótese que para el siglo XVI, el cuerpo del proletario
toma el primer plano de las políticas sociales, justamente porque aparece como el medio
de producción primario: el sujeto disciplinado se torna en la máquina, por antonomasia,
del trabajo.
Para Foucault (1973), es precisamente ese disciplinamiento del cuerpo lo que
permite el desarrollo del capitalismo. No en balde, como bien lo desarrolla Federici, el
Estado y la Iglesia direccionan todas sus fuerzas brutales hacia la transformación de las
potencias del individuo en fuerza de trabajo. Con esta imposición en su mente, el ser
humano se asume a sí mismo en un extrañamiento donde, en palabras de Marx (1961)
“sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando
no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo” (p.72).
Ahora bien, aunque el Estado y la burguesía logran un inmenso control social entre
los siglos XVI y XVII, aún se encuentran frente a ciertos malestares generados en el
proletariado, precisamente por el extrañamiento. Muchos individuos se rehúsan a hacer
parte de lo más bajo de la sociedad, y rechazan, por ello mismo, el tener que disponer de
su fuerza para sobrevivir. Todo esto, según Hill (1975), citada por Federici, engendra “un
odio hacia el trabajo asalariado tan intenso, que muchos proletarios preferían arriesgarse
a terminar en la horca que subordinarse a las nuevas condiciones de trabajo” (p.219). Esta
disociación con respecto al cuerpo, además de representar un ataque contra la burguesía,
lleva a que muchas personas prefieran empeñar su vida a la criminalidad, la vagancia y la
pobreza, antes de poner su cuerpo dentro del sistema. Este sentido de disociación,
evidentemente, no es bien recibido ni por el Estado ni mucho menos por la burguesía. La
respuesta bruta, entonces, no se hace esperar.
[…] la respuesta de la burguesía fue la multiplicación de las ejecuciones;
la construcción de un verdadero régimen de terror, implementado a través de la
intensificación de las penas (en particular las que castigaban los crímenes contra
la propiedad); y la introducción de «leyes sangrientas» contra los vagabundos con
la intención de fijar a los trabajadores a los trabajos que se les había impuesto, de
la misma manera que, en su momento, los siervos estuvieron fijados a la tierra
(Federici, 2004, p. 184).
El siglo XVI, con esto, se torna en una verdadera época de terror. Federici también
dice que únicamente en Inglaterra, más de setenta mil personas fueron colgadas por
Enrique VIII durante los treinta y ocho años de su reinado. Así, el cuerpo se ata
rotundamente a un proceso de ingeniería social donde no otra alternativa que poner el
cuerpo, como máquina, a la disposición del sistema capitalista.
Claro que lo que se ha dicho hasta aquí no lo explica todo, Federici divisa en los
postulados filosóficos Descartes y Hobbes, aun con sus aparentes distanciamientos de los
asuntos capitalistas, “la primera conceptualización de la transformación del cuerpo en una
máquina de trabajo” (Federici, 2004, p.192). Descartes, verbigracia, vislumbra una
divisoria ontológica entre un dominio considerado puramente mental y otro puramente
físico. Es decir, el francés separa la mente del cuerpo. A su parecer, “El cuerpo es
puramente una colección de miembros” (Descartes, 1973, p.152). Considerando su
pensamiento, el cuerpo no es más que un engranaje de piezas como cualquier otra
máquina. Resulta de esto, pues, que el cuerpo puede ser autodisciplinado y autocontrolado
y, asimismo, adaptable a cualquier entorno de trabajo. Las aseveraciones cartesianas,
indiscutiblemente le asientan bien al capitalismo, pues en palabras de Munford, (1962
p.32), dentro del sistema los brazos son considerados como palancas, el corazón como
una bomba, los pulmones como fuelles, los ojos como lentes, el puño como un martillo.
En Hobbes, no se da la idea cartesiana del autodisciplinamiento y el autocontrol,
sino que el individuo debe ser controlado por la autoridad absoluta del Estado. Su
argumento radica en la necesidad de un poder absoluto que garantice, a través del miedo
y del castigo, la supervivencia del individuo en la sociedad (Federici, 2004, p.192). Bajo
esta premisa el individuo debe servir por imposición al sistema. Si bien son aparentemente
contrapuestas las ideas de Descartes con respecto a las de Hobbes, ambos ponen
elementos suficientes para que se dé el maltrato del cuerpo humano al servicio del
capitalismo.
Es tan fuerte el poder del sistema capitalista en occidente y tan evidente la opresión
que se ejerce contra el cuerpo, que incluso siglos más tarde, ya no importa si quiera que
se crea en la magia (creencia que, como se ha visto, es perseguida en el siglo XVI y XVII),
precisamente porque no representa ningún peligro. Las predicciones y los resultados son
controlados enteramente por el punto de vista del capitalismo; son los expertos de la
industria los que asumen el puesto de lo que antes fue la magia. Así es como se ha
maltratado el cuerpo, como se ha homogenizado el comportamiento social, y se ha
construido el prototipo de persona-máquina que le sirva al sistema. En definitiva, así se
da el nacimiento del individuo en la sociedad capitalista.

Preguntas al respecto:
Es bastante claro el desarrollo de la concepción del cuerpo en la sociedad capitalista
occidental que presenta Silvia Federici, pero también es cierto que el cuerpo no es algo
que sea enteramente occidental. Por ello surgen estas preguntas, aunque el texto
evidentemente no las responda:
1. ¿Cómo el capitalismo ha afectado el cuerpo en la sociedad Oriental?
2. ¿Cómo se da el encuentro entre el cuerpo occidental maltratado con las ideas del
cuerpo que tenían las civilizaciones prehispánicas a la llegada de los invasores
europeos a Abya Yala?

BIBLIOGRAFÍA

Descartes. (1973). Philosophical Works of Descartes. vols. 1 y 2 (traducido del francés).


Cambridge: Cambridge University Press.

Federici, S. (2004). “El gran Caliban. La lucha contra el cuerpo rebelde” en: Calibán y la
bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de Sueños.
Foucault, M. (1973) [1961], Madness and Civilization. A History of Insanity in the Age
of Reason (traducido del francés), Nueva York, Random House [ed. cast.: Historia
de la locura en la época clásica]. México: FCE.
Hill, C. (1975). Change and Continuity in I7th-Century England, Cambridge (MA):
Harvard University Press.

Marx, K. (1961). Economic and Phihsophical Manuscripts of 1844, Moscú, Foreign


Languages Publishing House [ed. cast.: Manuscritos de economía y filosofía].
Madrid: Alianza.

Mumford, L. (1962). Technics and Civilization, Nueva York, Harcourt Brace y World
Inc. [ed. Cast.]: Técnica y civilización, Madrid: Alianza.

Weber, Max (1958) [1920], The Protestant Ethics and the Spirit of Capitalism, Nueva
York, Charles Scribners Sons [ed. cast.: La ética protestante y el espíritu del
capitalism]. Madrid: Alianza.

También podría gustarte