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3/10/2019 Mitos políticos en las sociedades andinas - La identidad regional de los antioqueños: Un mito que se renueva - Institut français

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Institut
français
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andines
Mitos políticos en las sociedades andinas

La identidad
regional de los
antioqueños: Un
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mito que se
renueva
Patricia Londoño Vega
p. 203-230

Texto completo
1 Al cambiar el milenio, el popular eslogan de “Primero
Antioquia” cedió el turno al de “La mejor esquina de América”
que pregona el plan Visión Antioquia siglo , ideado por
decenas de académicos, industriales y organizaciones civiles
con el gobierno local y regional, y avalado por unas 600
asociaciones de todo el departamento. Acatando las lecciones
que dejó la grave crisis social de los años ochenta y noventa,
dicho plan expresa la urgencia de trabajar por una Antioquia
más flexible, plural y abierta, con mayor conciencia del
conjunto social. Lo que no varía es el marcado apego a ser
“pujante”, “la primera”, “la mejor”, característico de tiempo
atrás en esta región.
2 A continuación, partiendo del reciente furor por lo paisa o
antioqueño, trazo a grandes rasgos algunos de los cambios en
la identidad de este grupo colombiano, desde la sociedad
minera colonial pasando por el mundo campesino y
pueblerino enclavado en la zona central montañosa del actual
departamento que alcanzó niveles relativamente eficaces de
integración y cohesión social entre alrededor de 1850 y 1930,
lapso durante el cual se originó el modo de ser que hoy se
identifica como paisa. Desde entonces, algunos de los atributos
de la mencionada identidad han sido exaltados reiteradamente
en diversas coyunturas, como la actual. Tales resurgimientos
suelen mitificar es decir, enfatizar algunos rasgos típicos de lo
paisa en forma aislada y anacrónica, fuera de los contextos que
les dieron origen y sentido, mitificándolos.

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3 La segunda parte presenta varias facetas del modo de ser


antioqueño extraídas de estudios recientes, publicados e
inéditos, referidos al pasado o al presente de la región1.

EVOLUCIÓN DE LA IDENTIDAD
ANTIOQUEÑA

RECIENTE FUROR POR LO PAISA


4 Los indicios son relativamente abundantes. Por ejemplo la
moda que hubo en los años setenta de pegar calcomanías en
los automóviles con el letrero de “Soy federalista, y ¿qué?”. O
la agresividad implícita de la célebre rechifla al presidente de
la república, Alfonso López Michelsen, en julio de 1978
durante la inauguración de los Juegos Centroamericanos y
del Caribe en el Estadio Atanasio Girardot de Medellín,
ceremonia transmitida en directo por radio y televisión a toda
Colombia, comentada en la prensa nacional. La silbatina,
iniciada tan pronto se escucharon las primeras notas del
himno nacional fue interrumpida para cantar con fervor el
himno antioqueño. También cabe mencionar el notorio éxito
de taquilla de País paisa, la obra estrella del grupo de teatro El
Águila Descalza inspirada en autores antioqueños como
Tomás Carrasquilla, Benigno A. Gutiérrez, “Nito” Restrepo y
Agustín Jaramillo Londoño, obra con más de dos mil
presentaciones en Medellín, Bogotá, Pereira y otras ciudades
colombianas, además de Miami y Nueva York.
5 Tal vez la manifestación más elocuente del masivo
resurgimiento de la “antioqueñidad” es la amplia acogida de
las últimas versiones de la cabalgata que desde hace 15 años se
realiza anualmente en Medellín durante la Feria de las Flores
en el mes de agosto. Se dice que las de 1996 y 1999 fueron
récord Guiness, récord que no pude constatar en parte alguna.
Esta cabalgata, la principal entre muchas otras surgidas en los
últimos años, convoca a miles de hombres, mujeres y niños del
valle de Aburrá, de otros municipios antioqueños y aún de
departamentos vecinos2. Los asistentes, todos ellos citadinos y
pueblerinos, lucen sombrero, poncho y carriel, prendas
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propias del campesino paisa o montañero de antes. Los jinetes


desfilan, cabalgan magníficos caballos de paso procedentes de
los lujosos criaderos de las fincas de los ricos, sobre todo de los
nuevos ricos. También desfilan vistosos automóviles ocupados
por reinas de belleza, cantantes y modelos. Los volantes
distribuidos por las empresas privadas y las entidades oficiales
que patrocinan el espectáculo, presenciado por cerca de medio
millón de personas, recomiendan, con sospechosa insistencia,
no excederse en el consumo de alcohol durante la cabalgata.
6 Otro indicio del reciclaje de la identidad antioqueña al iniciar
el nuevo milenio es la campaña Creo en Antioquia lanzada por
iniciativa privada. Según el folleto promocional ilustrado con
uno de esos espantosos arrieros que dibuja Ramón Vásquez y
un verso de Jorge Robledo Ortiz, poeta oficial de la
“antioqueñidad” desde mediados del siglo , dicha campaña
trata de “Recuperar los valores y el liderazgo de nuestra
Antioquia pujante y altanera que... forjó la historia de una
raza triunfadora, recia e indomable” (las negritas son mías).
Recuperación exitosa, a juzgar por el aumento en la exhibición
y venta de sombreros, ponchos y carrieles, en especial durante
la Feria de las Flores y la nueva Feria de la Antioqueñidad —y
el resto del año en elegantes boutiques, como la del Centro
Comercial San Diego—. La fuerza con la que ha pelechado la
nostalgia por lo “propio” también se percibe en la proliferación
de avisos y vallas publicitarias que utilizan vocablos o
imágenes alusivas a lo paisa y en la costumbre que se impuso a
fines de los años noventa en colegios de clase media y alta de
incluir elementos folclóricos regionales en las ceremonias
públicas de fin de año. Los paisas radicados en Estados Unidos
en los últimos decenios, muchos exilados contra su voluntad,
han sido parte activa de este renacimiento. En sitios como
Queens, Nueva York y Miami proliferan las ventas de arepas,
fríjoles y aguardiente, y los jóvenes portan escapularios de la
Virgen del Carmen al lado de los adornos modernos3.
7 Como es apenas obvio, el culto a la antioqueñidad siempre ha
generado expresiones de anti-antioqueñidad. Para muestra
este poema de 1914 escrito por León de Greiff:

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Vano el motivo en el marco de la plaza.


desta prosa: Chismes.
Nada... Catolicismo.
cosas de todo día. Y una total inopia en los cerebros...
Sucesos cual si todo
vanales. de fincara en la riqueza,
Gente necia, en menjurgues bursátiles
local, y chata y roma. y en un mayor volumen de la panza.
Gran tráfico

8 Hoy el listado de las voces disidentes incluye escritores


contemporáneos como Hector Abad Faciolince, Darío
Jaramillo Agudelo en Cartas cruzadas, y la obra de Fernando
Vallejo.

REGIÓN, REGIONALISMO Y “REGIONOLOGÍA” EN


ANTIOQUIA
9 Como en cualquier otra parte, en la definición de la región
antioqueña intervienen datos de una cierta “objetividad”, en
este caso, los otrora ricos aluviones y minas de oro y la
geografía montañosa de la parte central del territorio,
atravesada por las cordilleras central y occidental. Se tiende a
asociar a Antioquia con el paisaje montañoso, algo apenas
lógico pues la zona central montañosa abarca más de la mitad
de la jurisdicción del territorio que nos ocupa, y además desde
hace más de doscientos años concentra la población y los
recursos de Antioquia.
10 En verdad, el territorio antioqueño comprende también valles
y una serie de llanuras bajas de clima cálido ubicadas a lo largo
del río Magdalena, al nordeste entre el río Cauca y el Nechí, en
las selvas del Atrato y en la franja costera del golfo de Urabá.
Algunas de estas zonas albergaban la mayor parte de los
habitantes en los albores de la conquista española y durante
los primeros doscientos años de vida colonial. Para el 2005 sin
embargo, han llegado a ser una problemática periférica, mal
integrada al centro montañoso que acapara el apelativo de
“antioqueño”.

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11 Otro ingrediente básico para perfilar la identidad de una


región es la conciencia de ser región de sus pobladores. En
dicha conciencia confluyen dos elementos estrechamente
relacionados entre sí: primero, un fuerte sentido de ser
diferentes de quienes los rodean, algo que podríamos llamar el
“regionalismo”; segundo, la forma como la región es
interpretada a través del tiempo por estudiosos y observadores
propios y ajenos, en otras palabras la “regionología”. Ambos
sentidos, el regionalismo y la “regionología”, han sido
fecundos en Antioquia.
12 Los viajeros del siglo , propios y forasteros, notaron el
carácter particular de las gentes de la Antioquia de la montaña,
escenario de los principales acontecimientos de esta región en
aquella centuria. Al cambiar al siglo , la idiosincracia
antioqueña era un tema usual entre los autores locales, y entre
los decenios de 1940 y 1980 Antioquia volvió a recibir atención
sistemática, esta vez de parte de geógrafos, historiadores,
economistas, sociólogos y antropólogos colombianos,
norteamericanos y europeos4. Todos buscaban explicar lo que
a su juicio eran los rasgos peculiares del desarrollo de
Antioquia: mineros independientes en vez de cuadrillas de
esclavos; un activo comercio a pequeña, mediana y gran escala
en manos locales; un nutrido transporte a lomo de muías
conducidas por arrieros de acentuada idiosincracia; pequeños
y medianos propietarios produciendo café para exportar, en
vez de arrendatarios atados a las haciendas tan usuales en
otros lugares del país y de América Latina. A los visitantes
también les llamó la atención la vigorosa iniciativa empresarial
y la inclinación de la mayor parte de sus negociantes a la vida
austera. Todas estas razones le merecieron sucesivamente al
pueblo antioqueño los apelativos de judío, protestante y hasta
de “yanquis” de Suramérica.
13 El cuanto al sentido de pertenencia de los moradores de
Antioquia, éste se advierte desde bien temprano en su historia,
ora exaltado por la euforia del éxito económico, o, como
sucede ahora, por una crisis. En todo caso, dicho sentimiento
suele generar interés por buscar raíces en el pasado5. Pasado

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que actúa como un espejito mágico, reflejando lo que cada


época ha querido ver en él: los orígenes de una “raza” especial,
una supuesta habilidad para los negocios, para amasar
fortunas, para grandes “gestas”, para moldear una sociedad
exitosamente cohesionada, o por el contrario, para acunar
codicias e intransigencias que engendran conflictos y
violencias, etc., etc…
14 En los últimos veinte años, la crisis social que ha asolado al
país, con particular saña a Antioquia, ha variado las preguntas
comúnmente formuladas al pasado de esta región. Los
investigadores de ahora se ocupan sobre todo de Medellín y su
área metropolitana donde habita un poco más de la mitad de
la población antioqueña y donde se invierte una proporción
aún mayor de los recursos del departamento, y ya no se
empeñan tanto en explicar el éxito económico sino más bien
en descifrar cuáles factores desencadenaron el cruce de
violencias actuales protagonizadas por narcotraficantes,
sicarios, guerrilleros, paramilitares y delincuentes6. Hoy se
tiende a examinar el pasado para buscarle raíces a los
comportamientos antioqueños que se empiezan a ver como
desventajosos, entre ellos, cierta intransigencia (¿fruto de la
tan mentada “altanería” paisa’?), en otras palabras, una baja
capacidad para “conversar” las diferencias en vez de
resolverlas a la brava.
15 En contraste, hacia mediados del siglo , cuando Virginia
Gutiérrez de Pineda elaboró su célebre tipología de las culturas
regionales en Colombia encontró aún vigentes muchos de los
componentes de lo que ella denominó el “complejo cultural
antioqueño o de la montaña” rasgos claramente discernibles
desde la segunda mitad del siglo . Quizás la tendencia
actual a exaltar, idealizados, algunos de los rasgos de la
identidad vigente en aquellos años se explique por la nostalgia
por una época ‘dorada’ si la contrastamos con las enormes
dificultades que atraviesa Antioquia desde los años ochenta
cuando los graffiti callejeros bautizaron a Medellín, su capital,
“Medallo=Metrallo” por ser cuna de mañosos y sicarios.

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DE UN MUNDO MINERO A UNO CAMPESINO Y


PUEBLERINO: ORÍGENES DEL MITO
16 En tiempos precolombinos, parte del actual territorio de
Antioquia albergó una sociedad dedicada a la minería aluvial
del oro, de la sal en menor escala, y a un activo comercio
propiciado por estos dos medios de pago. Desde hace
alrededor de diez mil años hasta el momento de la conquista
española a comienzos del siglo , la ubicación estratégica de
algunos de los valles interandinos del territorio en cuestión,
sirvió de corredores de paso a las sucesivas oleadas de
pobladores que asomaron por las llanuras al norte de la actual
Colombia en su periplo hacia el interior andino del continente
suramericano.
17 La historia prehispánica regional revela que unos seis mil años
atrás los descendientes de los primeros pobladores de estos
territorios desarrollaron la alfarería. Entre esa época y hace
cerca de 3.500 años empezaron a cultivar maíz, raíces y
tubérculos; luego, hace aproximadamente dos mil años,
conocieron la metalurgia, el trabajo de textiles y establecieron
extensas redes de intercambio. Las piezas de oro halladas en el
área junto con los testimonios de los conquistadores sugieren
que las sociedades que encontraron los españoles en esa parte
del actual departamento de Antioquia eran esencialmente
mineras. En el informe del proyecto de rescate arqueológico
efectuado en el sitio donde Empresas Públicas Municipales de
Medellín construyeron la gran central hidroeléctrica de Porce
II, Neyla Castillo afirma que la evolución de la minería en esa
zona continúa ceñida al modelo tecnológico indígena,
involucrando “...un conjunto de conocimientos, creencias,
comportamientos y actitudes construidas en torno al oro, visto
como un regalo de la naturaleza... ”7
18 Las colecciones de orfebrería del Museo del Oro, agrupadas
por morfologías propias de cada sector geográfico, permiten
observar que la orfebrería quimbaya –típica de la actual región
cafetera al sur del departamento-, pero también, hecho menos
conocido, del valle de Magdalena medio ubicado al noreste del
actual departamento así como de la fría meseta al norte de
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Medellín –cabe recordar que el famoso poporo de tres bolas se


encontró en esta última, cerca de Yarumal–, posee
características similares a las descubiertas en Urabá e incluso
en sitios tan remotos como Costa Rica, tal como lo indican
piezas conservadas en el museo del oro de aquel país. Las rutas
de intercambio de la sal y el oro, dos codiciados productos de
la época, atravesaron Antioquia y se extendieron por Centro
América, probablemente cruzando por mar el tapón del
Darién. Estos pobladores, según Castillo, desarrollaron un
“conjunto de conocimientos, creencias, comportamientos y
actitudes construidas en torno al oro...” claramente
distinguible del de las sociedades agrarias vecinas8. La
cerámica homogénea y sin ostentación sugiere que no hubo allí
grandes señores ni una sociedad con relaciones tan verticales
como en regiones vecinas. Quizás esta velada afinidad ayude a
explicar por qué a fines del siglo los españoles crearon una
gobernación “entre los dos ríos” a pesar del reducido territorio
ubicado entre los ríos Cauca y Magdalena, muy diferente a las
extensas gobernaciones limítrofes de Popayán y de Cartagena.
19 En la segunda mitad del Antioquia llegó a ser la principal
región exportadora de oro y plata en la joven república de
Colombia. Adicionalmente, experimentó la más ambiciosa
expansión de la frontera agraria de ese entonces en el país,
gracias a lo cual multiplicó el número de pequeños y medianos
propietarios agrícolas. Los colonos llevaron la cultura
campesina y pueblerina más allá de las fronteras de Antioquia.
Al cambiar el siglo, el oro, el café y la construcción de los
ferrocarriles de Antioquia y Amagá, sostuvieron el dinamismo
económico y cultural. La ampliación de la frontera agrícola
acentuó la vocación andariega, aventurera, poco servil,
independiente, aficionada a los juegos de azar, heredada del
mundo de mineros libres de fines de la época colonial, rasgos
hoy acartonados por un folclor empeñado en seguir
glorificando una supuesta “la raza antioqueña” y otras
babosadas.
20 Cuando las teorías europeas y norteamericanas sobre la
pretendida superioridad de la raza blanca tuvieron eco en

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América Latina entre el cierre del siglo y los años treinta,


prestantes intelectuales antioqueños —como Luis López de
Mesa—, que subvaloraron al indio por considerarlo ejemplo de
degeneración física y moral, fueron refutados por otros
intelectuales locales que salieron en defensa del mensaje, entre
quienes destaca el médico Alfonso Castro9.
21 Otras manifestaciones folclóricas más genuinas retratan la
vida de aquellos colonos decimonónicos. Un buen ejemplo son
las aventuras del pícaro Tío Conejo, deleite de varias
generaciones de todas las edades y condiciones. En palabras de
Euclides Jaramillo Arango, quien a mediados del siglo
recopiló diversas versiones sobre los populares cuentos del tío
Conejo paisa, este personaje al igual que el tipo universal
designado con otros nombres en otras latitudes, era
“malicioso, marrullero, andariego, vivaz, pendenciero,
consumado bromista...”10
22 A la par con los adelantos económicos, la Antioquia de
mediados del siglo y comienzos del vio florecer cientos
de instituciones, grupos y asociaciones voluntarias. Esta rica
sociabilidad, sumada a las peculiaridades del ecosistema, a
una estructura económica relativamente abierta, dinámica, y a
la intensa labor de una iglesia católica en expansión que llegó a
ser familiar y cercana, congregó un creciente número de
antioqueños de diferente origen social alrededor de prácticas y
asociaciones religiosas, el ejercicio de la caridad, a la
preocupación por la educación y la búsqueda del progreso
cultural. Surgieron cientos de asociaciones voluntarias
empeñadas en trabajar directa o indirectamente en pos de la
tan ansiada “civilización”, según cánones vigentes en ese
entonces11.

FISURAS EN EL “MODELO” ANTIOQUEÑO


23 La llegada del siglo coincidió con los primeros síntomas del
creciente desequilibrio entre el progreso de Medellín y los
poblados vecinos en el valle de Aburra –escenario de uno de
los procesos de industrialización más tempranos en
Latinoamérica–, respecto a la mayoría de los municipios de
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Antioquia, cada vez más rezagados. Hacia los años treinta,


cuando el departamento encabezaba el proceso de
modernización del país y los circuitos comerciales y bancarios
conectaban algunas subregiones con el mercado mundial,
surgieron una serie de dificultades en la interacción del centro
con las zonas cálidas periféricas, habitadas por gentes de
colores y culturas distintas las cuales eran percibidas por los
antioqueños de la montaña como inferiores y amenazantes12.
24 Lo encarnizado de la violencia partidista de mediados del siglo
en Antioquia puso en evidencia que efectivamente algo
andaba mal en esta sociedad. Para Mary Roldán, la génesis de
la crisis de lo que algunos han dado en llamar el “modelo” o
“proyecto” antioqueño se remonta a algunos cambios
ocurridos en el decenio de 1930, antes de desatarse la
encarnizada violencia partidista de mediados del siglo .
Entre otros, menciona el creciente flujo de campesinos a
Medellín, a la expansión de la educación y el sufragio, al
crecimiento del empleo en obras públicas, factores que
alteraron el panorama económico, social y político.
25 El ideal forjado en el transcurso del por los antioqueños de
la montaña no era acatado ni en el nordeste, el bajo Cauca, en
Occidente ni en Urabá, territorios con escasa densidad de
población y una tímida presencia institucional del Estado y de
la iglesia católica. Ninguna de dichas zonas tenía la rica vida
asociativa que apuntalaba y le daba estabilidad al corazón
montañoso de Antioquia. Los líderes en ascenso de las zonas
marginales rechazaron lo que consideraban un viejo estilo
restrictivo de los políticos tradicionales. En contravía con la
creencia general, Roldán, basada en una cuidadosa y pionera
revisión de archivos oficiales, encontró que la periferia, y no el
suroeste como tiende a creerse, fue el área más afectada por la
violencia partidista entre Liberales y Conservadores. En la
primera, además del enfrentamiento violento entre
Conservadores y Liberales, la repartición de puestos y
clientelas entre Conservadores ya establecidos y sectores
“advenedizos” desató episodios sangrientos. De manera
desafortunada el gobierno departamental, en vez de reconocer

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el limitado desarrollo democrático en las zonas “excluidas” y


de responder a los primeros brotes de violencia como lo hizo
en Urrao, al occidente o en otras zonas al sur y el suroeste, con
negociaciones cuidadosas sumadas al reemplazo selectivo de
oficiales de policías y de empleados públicos, recurrió a fáciles
soluciones militares y a crudas medidas coercitivas las cuales,
como era de esperarse, resultaron contraproducentes en el
mediano y largo plazo13.
26 A pesar de lo anterior, como bien lo documentó Gutiérrez de
Pineda, a mediados del siglo aún persistían algunos rasgos
del “complejo cultural antioqueño o de la montaña”. Uno era
la arraigada religiosidad propia de esa Antioquia campesina y
pueblerina que se acentuó a partir de mediados del . Hacia
el decenio de 1950 este departamento seguía teniendo el
mayor número de parroquias, de sacerdotes y la mayor
cantidad de vocaciones religiosas femeninas y masculinas en
todo el país, en proporción al número de habitantes14.
27 Los acelerados cambios sociales, demográficos y culturales de
los años sesenta acabaron de socavar la integración social
lograda desde el siglo anterior. Cuando empezaron a llegar a
Medellín oleadas de inmigrantes rurales y pueblerinos, éstos
fundaron juntas cívicas, similares a los convites campesinos,
con el fin de evitar el desalojo de los terrenos que invadieron y
para abastecerse de agua, trazar y abrir las calles, construir
iglesias y centros comunitarios. Durante los años ochenta y
noventa, una vez satisfechas las urgencias iniciales, los niveles
de participación comunitaria decayeron y las juntas locales
pasaron a manos de políticos clientelistas, con la consecuente
decadencia en la calidad de los servicios prestados.
Desgraciadamente, el agravamiento de los problemas
coincidió con el abandono del mayor interés que habían
manifestado los dirigentes regionales entre el cuarto final del
siglo y los años veinte respectó a los intereses públicos. Los
resultados no se hicieron esperar. Para muestra un botón:
después de haber entrado al siglo a la delantera a escala
nacional en algunos indicadores educativos, a comienzos de
los años sesenta las tasas de cobertura escolar en Antioquia

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descendieron hasta nivelarse con las del promedio nacional.


Desde entonces y en los veinte años siguientes, la cobertura y
más aún, la calidad de la instrucción pública continuó
decayendo ostensiblemente, factor que unido a los altos
índices de desempleo propició una sociedad con preocupantes
niveles de homicidios, prostitución, robos, y otros problemas.
28 A diferencia de la primera tanda de inmigrantes campesinos y
pueblerinos que habían llegado a Medellín en los primeros
decenios del siglo , la segunda oleada de mediados del ,
más que oleada fue una avalancha, desatada no tanto por las
oportunidades económicas de Medellín y los municipios
vecinos, puesto que la industria antioqueña atravesaba uno de
sus peores ciclos recesivos, sino por el desarraigo de miles de
hombres, mujeres y niños de su lugar de origen contra su
voluntad para esquivar la violencia partidista que asoló
pueblos y veredas.
29 El boom de la construcción procuró un mediano respiro a la
economía urbana, pero durante la siguiente recaída, fechada
entre 1974 y 1979, el desempleo en Medellín sobrepasó el de
las demás grandes ciudades en Colombia. En este punto el
impacto de la crisis económica fue atenuado por la bonanza
cafetalera, el auge de las exportaciones de bananos, flores, oro
y por el incipiente tráfico de cocaína. Un factor adicional en la
crisis social fue el hecho de que en Medellín, a una escala aún
mayor que en otras capitales colombianas, las mujeres
ingresaron masivamente al mercado laboral, fenómeno que al
parecer ayudó a socavar el papel de la vida familiar en la
cultura tradicional antioqueña15.

ANTES Y DESPUÉS DE LA COCAÍNA


30 Hacia el decenio de 1980 el desempleo en el área
metropolitana de Medellín llegó a ser peor que en las demás
ciudades del país y a comienzos de los noventa, la baja calidad
de la educación pública no hizo sino ahondar las distancias
sociales. En este punto, la crisis fue bruscamente catalizada
por el narcotráfico. En el valle de Aburrá llegó a ser
particularmente notoria la presencia de los narcotraficantes,
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aliados con bandas delincuentes para reclutar sicarios,


traquetos y mulas —asesinos a sueldo, vigilantes armados y
portadores de la droga—, oficios afines a una vieja tradición
del contrabando. En palabras de Mary Roldán, la historia
reciente de Antioquia y Medellín se dividió en “antes” y
“después” del tráfico de cocaína, un lucrativo negocio que
“trastornó las tradiciones, y alteró los comportamientos, la
moralidad, el pensamiento y las expectativas”16.
31 Según Héctor Abad Faciolince, después de “Más de 20 años
conviviendo (conmuriendo) con estos empresarios del crimen
[que] nos deja obsesionados y maltrechos...”, recoge una
apreciación que muchos comparten: los capos antioqueños
“...cumplen como ninguno el precepto paisa de conseguir plata
honradamente, si se puede, y si no como sea a toda costa”.
Abad los compara a
Un ganadero antioqueño con una ética nazi y una estética de
nuevo rico gringo. El escapulario del ganadero se convierte en
cadena de oro con la imagen del Divino niño; también del
ganadero conserva los caballos de paso y la pasión por
acumular tierras en papeles que los testaferros firman ante el
catastro. Recibe del gringo nuevo rico el gusto por todo cuanto
sea grande, ruidoso y estridente; toda una carga de ostentación
de la que el austero campesino carecía. Del nazi tiene los
hígados para matar sin ningún remordimiento17.

32 En un número especial de la revista La Hoja de Medellín


(1995) dedicado al modo de ser antioqueño, Alberto Sierra
opina que los mafiosos “...son un buen ejemplo de lo que es la
raza antioqueña”, pues muestran hasta dónde se podía llegar
“siendo emprendedores”. Y agrega “La antioqueñidad no deja
ver otra cosa... No hay monumentos a la raza en ninguna otra
parte sino aquí... no hay raza costeña ni raza santandereana
tampoco... La antioqueñidad es una enfermedad, que le da a
toda la gente que nace por estos lados”.
33 Como si fuera poco, la crisis social que destapó y empeoró el
narcotráfico empató con la guerra entre prósperos grupos
guerrilleros contra otros de justicia privada o paramilitar,
guerra que sigue afectando al país y con particular intensidad a

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la región de Antioquia, uno de los principales nichos de la


guerrilla en Colombia desde los años sesenta18. Entre 1987 y
1995 la intensidad del conflicto armado se duplicó en el
Departamento de Antioquia, en parte debido a los grupos de
justicia privada formados desde comienzos de los ochenta en
esta región.

“SER ANTIOQUEÑO PARA ELLOS ES MÁS QUE SER


COLOMBIANO”
34 Una célebre anécdota —narrada a Roberto Luis Jaramillo por
los descendientes de Fernando Restrepo Soto (1819-1899),
sobrino del prócer José Manuel Restrepo– ilustra el
pragmatismo político de los antioqueños decimonónicos. Don
Fernando, un rico minero y comerciante de Medellín,
fundador de la rica sociedad “Restrepo e Hijos”, enfiló un día a
sus hijos varones y les dijo, por turnos: “Usted será liberal, Ud.
conservador, Ud. liberal, Ud. conservador...”. A Jorge y a
Ricardo les tocó ser liberales, Guillermo iba a ser conservador,
pero como este se negó, le tocó ser godo a Camilo C, quien
luego terminó siendo un destacado ingeniero en la
construcción del Ferrocarril de Amagá. Tal actitud le procuró a
don Fernando una especie de seguro en tiempos de guerras
civiles, pues siempre tenía por lo menos la mitad de su familia
en el gobierno, algo muy conveniente para la prosperidad de
los negocios.
35 El espíritu pragmático, visible en posturas y formas de hacer
política, pelechó también en los negocios, e incluso en el tipo
de instrucción y capacitación preferido por los antioqueños;
esto, sumado a la acentuada religiosidad, moldearon la
mentalidad preponderante en esta región desde mediados del
siglo hasta mediados del .
36 Los antioqueños de hace cien años establecieron un estrecho
intercambio con el extranjero, en lo económico y también en el
plano cultural, hecho menos estudiado. Las referencias e
influjos foráneos tuvieron un papel significativo en la
identidad regional.

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37 En cambio los nexos región antioqueña / nación eran más


débiles en ese entonces, y encontraron una serie de
dificultades. Con razón James Parsons observó que “ser
antioqueño para ellos es más que ser colombiano”. Por su
parte, Mesa Bernal comentó que “El paisa se sentía poco unido
a la nación”19; en lo que va a coincidir Alejandro Restrepo:
Los antioqueños nos sentimos antes que colombianos,
antioqueños. Para nosotros la prioridad es Antioquia y,
después Colombia. Incluso es normal entre nosotros mirar a
Colombia como otro país cuya capital es Bogotá ¡Los
antioqueños siempre vemos a nuestro territorio como un país
que limita con otro llamado Colombia!20

38 En la segunda mitad del siglo la prensa bogotana y la


costeña criticaron a los antioqueños por “usureros y semitas”.
De otro lado, algunos antioqueños de la época se quejaron de
lo mal que los trataban en la capital, donde se referían a ellos
como “maiceros, barbudos, israelitas”. Rafael Uribe Uribe le
escribió a un amigo: “¿Creerá usted que uno de los mayores
obstáculos con que tropiezo en mi camino es mi calidad de
antioqueño?” Otros paisanos comentaron que no eran bien
vistos en la costa, en los Santanderes ni en el Cauca. En 1934
Isch Irvi escribió que “El antioqueño se considera el
prohombre en Colombia, mira con cierto desprecio a sus
compatriotas de otros departamentos, defecto que le trae como
lógica consecuencia el que sea pagado en la misma forma...”21
39 Hasta muy entrado el siglo , Antioquia era una remota
región, lejos de las rutas de acceso a otros lugares importantes.
El que quisiera llegar allí tenía que estar determinado a
hacerlo, pues el viaje implicaba vencer formidables obstáculos.
Para ir al centro de Antioquia, donde transcurría el grueso de
la actividad económica jalonada por la minería y el comercio
del oro y la plata, se debía tomar el río Magdalena y luego
remontar la cordillera central. Paradójicamente, a pesar de lo
apartada, entre mediados del siglo y primeros decenios del
, merced a las exportaciones de oro, y desde el último cuarto
del siglo del café en grano, Antioquia estuvo estrechamente
vinculada al comercio internacional, en pequeña escala para
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estándares de la economía mundial, pero significativa para la


región y el país. La exclusión antioqueña de lo bogotano tenía
pues una raíz pragmática: geográficamente la capital del país
quedaba en la trastienda en relación a los circuitos comerciales
de los antioqueños, quienes desde comienzos de la era
republicana participaron en el mercado de ideas y mercancías
del Caribe y el Atlántico norte. Hasta cierto punto, para un
comerciante antioqueño Bogotá representaba una
complicación innecesaria, que adicionalmente drenaba
recursos a la provincia. Bogotá era prescindible. El mundo no.
El mundo era el mercado para el oro, el café, los textiles, y más
recientemente, para la cocaína22.
40 Resulta elocuente ver los reiterados clamores por la
descentralización surgidos en Antioquia en 1903, 1924, 1929,
1938, 1963 y 196 823. Jorge Restrepo Uribe recopila estos
movimientos en República de Antioquia, libro donde declara:
“...nos declaramos partidarios de que Antioquia pida su
independencia, con otros departamentos que quieran
acompañarla, pues es evidente la inconformidad existente en
la mayor parte del país, con el régimen centralista que rige
actualmente”24. Restrepo Uribe, un prestigioso ingeniero
presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas, alcalde,
representante a la Cámara, aficionado a la historia y primer
gerente del Instituto para el Desarrollo de Anüoquia –idea–,
columnista de E/ Colombiano en los años sesenta y setenta –
cuando este diario era dirigido por Juan Zuleta Ferrer, otro
partidario de la descentralización– participó en la campaña,
inicialmente descentralista y luego abiertamente federalista,
en pro de la República de Antioquia. En la obra mencionada,
así como en Antioquia olvidada, marginada y resentida,
(1965) y en Antioquia olvidada en el presupuesto nacional
(1964), Restrepo Uribe sostiene que a este departamento se le
aplicaba la ley del embudo: no había proporción en lo que
tributaba al gobierno central y lo que recibía a cambio.
41 En verdad, en Antioquia existía una velada actitud que
podríamos caricaturizar con la frase: “No se metan conmigo.
Yo estoy acá muy ocupado sacando oro, me va bien en los

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negocios, hay mucho por hacer, déjenme tranquilo”.


Desdichadamente, de tal postura a incurrir en la tan mentada
“altanería” hay sólo un paso... paso que muchos antioqueños
han dado cuando las circunstancias los han alentado. Se
podría especular hasta qué punto el modo de vida tan
homogéneo logrado en el centro de su territorio entre
mediados del siglo y el XX generó cierta incapacidad para
aceptar las diferencias, incapacidad expresada como hostilidad
hacia aquellos compatriotas que no compartían los rasgos de
la cultura paisa.

OTRAS FACETAS DE LA IDENTIDAD


ANTIOQUEÑA
42 En esta segunda parte comento varios estudios recientes los
cuales a pesar de referirse a temas aparentemente desligados,
tienen en común el aludir a diversos aspectos de la identidad
antioqueña desde las nuevas perspectivas o miradas motivadas
por los profundos cambios ocurridos en Antioquia desde el
cuarto final del siglo con las que hoy se examina el pasado
de la región. En los textos reseñados a continuación salen a
relucir nuevos enfoques de viejos temas como la herencia judía
en la cultura antioqueña, o del contrabando con Jamaica visto
como una temprana escuela de negocios internacionales; la
interacción, selectiva, y no exenta de conflictos con el puñado
de extranjeros en su mayoría europeos que visitaron o se
radicaron en la región; los esfuerzos adelantados incluso de
parte del vecino y rival estado del Cauca por atraer colonos
antioqueños; la tanda de montañeros antioqueños que
llegaron a Urabá en la primera mitad del siglo
excesivamente “seguros y orgullosos de sí y de sus logros”.
Otros autores documentan la sorprendente respuesta
antioqueña a otra forma de colonización, la “colonización de
las conciencias” o expansión misionera de la primera mitad del
. Dicho fenómeno, ligado a la dinámica importación y
exportación de congregaciones religiosas liderada por esta
región, fue otro activo vaso comunicante de la influencia
europea a la que estuvieron expuestos numerosos antioqueños
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de todas las edades y condiciones. Otro explora el peso de los


mariachis, la música de despecho y los narcocorridos en la
actual geografía musical antioqueña. En suma, el conjunto
ayuda a cotejar algunas impresiones de la presente racha de
valoración de lo paisa con anteriores manifestaciones del
fenómeno.

REFUGIO DE UNA SEGUNDA TANDA DE


“FORAJIDOS” (CONVERSOS CONOCIDOS), SIGLO

43 En 1988 Daniel Mesa Bernal publicó Polémica sobre el origen


del pueblo antioqueñtr25 y en 1996 se conoció su obra
póstuma, De los judíos en la historia de Colombia: la azarosa
y apasionante historia de los inmigrantes hebreos desde los
tiempos de la Conquista hasta la colonización antioqueña26,
un par de libros escritos con disciplina de ingeniero,
respaldados en una amplia documentación. Su autor intenta
mostrar que dada la escala demográfica de esta provincia y su
marcado aislamiento, la influencia en la esfera cultural de las
significativas oleadas de inmigraciones judías a Antioquia en
tiempos coloniales logró magnificar su impacto27.
44 La referencia conocida más temprana acerca de los
antioqueños como judíos data de 1808, en vísperas de la
independencia, cuando los comerciantes antioqueños
empezaron a sobresalir fuera de la provincia, alusión reforzada
en el decenio de 1840 a raíz del éxito comercial de los
Montoyas, los Arrublas y los Aranzazus en círculos capitalinos.
De ahí en adelante destacados escritores regionales y
nacionales tocaron el tema. Entre ellos Gregorio Gutiérrez
González, quien en 1851 en el verso Felipe menciona la tierra
encantada donde vive una raza infame, maldita por Dios, una
raza de mercaderes que especulan con todo y sobre todo. En
1875 el bogotano José María Samper extendió el mito judío al
terreno político al afirmar que el gobernador de Antioquia era
respaldado por políticos judíos28.
45 Cartagena de Indias, a pesar de las disposiciones reales, fue un
importante centro de conversos expulsados de España en
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1492. Algunos de ellos continuaron rumbo a Antioquia


camuflados tras apellidos vascos y catalanes. Una segunda
tanda de conversos o “forajidos” como se los llamaba —no en
el sentido de facinerosos sino de quien vive alejado de su casa,
comarca o país— encontró atractiva la provincia de Antioquia
por ser remota y aislada, por carecer de obispos y religiosos
que los pudieran delatar, y por la abundancia de oro que les
permitía dedicarse a lo que mejor sabían hacer, comerciar. La
gobernación del lusitano Gaspar de Rodas les brindó la ventaja
adicional de su acogida. La inmigración judía continuó
durante el siglo , en especial a comienzos del una vez
cedió la persecución contra los conversos y decayó la
Inquisición de Cartagena29.
46 Mesa Bernal desiste de indagar por el origen judío de los
antioqueños en el sentido biológico de “raza”, dada la extensa
mezcla racial del pueblo judío y en vista de lo imposible de
rastrear sus verdaderos apellidos, pues solían cambiarlos para
eludir la Inquisición. Como es tan difícil probar con evidencias
directas el establecimiento de estos conversos en las montañas
de Antioquia, el autor orientó su pesquisa hacia indicios
culturales en conductas colectivas. Encontró, por ejemplo que
vocablos como “pertugués” (sic) y “marrano” fueron insultos
populares en la región durante la colonia temprana. Menciona
giros gramaticales y expresiones ladinas muy usados en
Antioquia: la ye en vez de la Ll, el peculiar uso del vos, la
frecuencia de nombres y vocablos bíblicos y orientales. Tomás
Carrasquilla también percibió esta “chifladura por los nombres
bíblicos”30.
47 El ex presidente Belisario Betancur en su discurso al ingresar
como miembro honorario a la Academia Colombiana el 11 de
octubre de 1991, titulado “El lenguaje como expresión de la
historia de Antioquia”, recuerda que al viajar por Estambul y
Tierra Santa le impresionó la semejanza entre el castellano
levantino y el de los campesinos de Antioquia, Caldas,
Risaralda, Quindío, norte del Valle del Cauca, norte del Tolima
y oriente del Chocó. Atribuye la permanencia de arcaicas
expresiones lingüísticas que identifican al antioqueño como las

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eses silbantes, voseo corriente –distinto del vos mayestático–,


uso y abuso del pues, el Avemaría, frecuentes diminutivos,
exageraciones, etc., al hecho de que en Antioquia:
No encontraron aquellos fundadores, poblaciones indígenas
abundantes que hicieran el mestizaje de sus dialectos con la
lengua imperial. Quedaron alejados de la corte virreinal, del
mar de Cartagena de Indias y de la gobernación de Popayán; y
así encerrados en sus cordilleras y en sus quehaceres mineros,
conservaron como en una alacena bien cerrada, las voces y su
trama sintáctica, tal como las habían recibido...

48 Cita el conocido verso de la “Memoria científica del cultivo del


maíz en Antioquia” de Gregorio Gutiérrez González, uno de los
más populares poetas colombianos del siglo pasado: “como
sólo para Antioquia escribo, yo no escribo español sino
antioqueño”31.
49 Volviendo a Mesa Bernal, él ve otras huellas de la cultura judía
en la creencia de que el bienestar terreno es un premio divino
por el buen comportamiento, en lo inclinados que eran los
pobladores de aquella apartada provincia a la agresividad, por
sus maneras democráticas, una cierta incongruencia entre las
convicciones y los actos, los matrimonios a temprana edad, la
férrea unidad familiar, la alta natalidad, la propensión al
ahorro, el buen sentido práctico y comercial, la afición al
dinero y al riesgo calculado, el espíritu de asociación, y su
movilidad geográfica. Menciona incluso las espléndidas
albercas o baños de inmersión al aire libre que solían tener
hasta comienzos del siglo las casas de las familias
acomodadas de Medellín.
50 Simón Guberek, un judío polaco que emigró a Colombia y en
1921 hizo un viaje de negocios a Antioquia que consignó en su
autobiografía Yo vi crecer un país, coincide en este punto,
...no sé por qué me traslada a las calles judías de Varsovia, a
Zelechow... todo en estos mortales me llama al recuerdo. Y de
las mujeres ni hablar. Veo pasar Rébecas, Saras, Déboras, Lías,
Esteres, como están en las páginas de la Biblia, ahora con
apellidos Gómez, Pérez, López, Vélez, González... Nada tengo
yo que ver con ese viejo debate entablado en Colombia sobre el

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origen de los antioqueños. Ni me importan estas endiabladas


investigaciones científicas. Pero... a unidad familiar, fuerte
como en ninguna otra parte del país, y la velada hogareña, que
principia a las ocho y reúne la tribu en torno al “patriarca” ¿no
nos hace acaso soñar con las costumbres de los hogares judíos,
viejas de siglos?32

EL CONTRABANDO CON JAMAICA, UNA


TEMPRANA ESCUELA DE NEGOCIOS
INTERNACIONALES
51 Luis Fernando Molina en su breve texto “La escuela. Los
colombianos aprendieron en la isla de Jamaica a ser
negociantes” llama la atención sobre la geografía de lo ilegal en
la que se movieron algunos de los principales comerciantes
antioqueños durante el ocaso del régimen colonial y en los
primeros años de la república. Gracias a la disponibilidad de
oro procedente de las minas y aluviones de la provincia de
Antioquia aprovecharon el floreciente contrabando británico y
el aumento de las libertades comerciales otorgado a las
colonias españolas desde 1808, estimulado en los años
siguientes por el descontrol aduanero creado a raíz de la
guerra de independencia. Los antioqueños viajaban a Jamaica
cargando pequeñas bolsas con oro en polvo. Después de un
trayecto inicial a lomo de mula hasta el río Magdalena, seguían
por champaña hasta Cartagena, donde se embarcaban
supuestamente rumbo a “Cuba”. Según el argot de los
contrabandistas las Antillas eran “los Santos Lugares” y “pasar
a Jerusalén” significaba embarcarse para jamaica. El viaje de
ida, la estadía y el regreso podía tardar hasta seis meses en
medio del riesgo de naufragios, fiebres tropicales, pesquisas en
las aduanas y asaltos de piratas. Una vez en la isla, se surtían
en almacenes de Kingston y Spanish Town, propiedad de
comerciantes y prestamistas judíos que se surtían con
mercancías de China, India y Manchester. Otra ruta usada por
los contrabandistas antioqueños era el río Atrato, en aquel
entonces surcado por barcos holandeses, ingleses y escoceses
con mercancías procedentes de Jamaica y de Curazao33.

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ACEPTACIÓN SELECTIVA DE INMIGRANTES


EXTRANJEROS
52 Alentados sobre todo por las minas de oro, y desde fines del
siglo por otras oportunidades económicas, el número de
forasteros llegados a Antioquia aumentó en términos
absolutos y relativos en el transcurso del y primeros
decenios del . Predominaron sucesivamente los ingleses,
alemanes, franceses, norteamericanos, y los españoles. Dado
su nivel educativo y técnico, muchos de estos extranjeros
introdujeron importantes adelantos en la minería, la banca, las
industrias, los deportes y la educación.
53 La tesis de maestría “Tres momentos de la presencia
extranjera en Antioquia 1820-1920”, presentada por Rodrigo
García Estrada, ofrece una visión global de la significativa
proporción del total de extranjeros radicados en Colombia que
logró atraer Antioquia, y muestra que la élite antioqueña
“...siempre exigió a los extranjeros, la conversión al
catolicismo y la no intromisión en política, como visa para su
integración”34. La recepción fue más favorable con los
ingenieros, comerciantes y agentes de casas europeas y
norteamericanas, en especial si eran católicos. Ahora García
está indagando sobre los conflictos y problemas de adaptación
que tuvieron los extranjeros asentados en Antioquia entre
1820 y 1920, línea de trabajo explorada años atrás por
Fernando Molina y Ociel Castaño en su monografía de grado
(inédita) sobre la mina de El Zancudo y la Hacienda de
Fundición de Sitio Viejo. Éstos últimos, con base en los
procesos por alcoholismo, riñas e incumplimiento de contrato
que reposan en el archivo municipal de Titiribí y otros
documentos de primera mano, sacaron a relucir las difíciles
condiciones laborales y el rechazo cultural que tuvieron que
soportar muchos técnicos y obreros rasos alemanes traídos
para estas ricas minas del suroeste de Antioquia, fenómeno
pasado por alto en la historiografía regional.

EL RIVAL ESTADO DEL CAUCA TAMBIÉN PROCURÓ


ATRAER COLONOS ANTIOQUEÑOS
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54 Nancy Applebaum documenta el esfuerzo emprendido a fines


del siglo por dirigentes y élites caucanas y antioqueñas por
atraer inmigrantes antioqueños que pudieran “blanquear” la
zona de Riosucio en el vecino y rival estado del Cauca35. Un
esfuerzo curioso considerando la vieja rivalidad entre los
antioqueños, de mayoría conservadora, quienes temieron y
odiaron a sus vecinos caucanos, a quienes indistintamente
tildaban de “negros”. Vale recordar que en las guerras civiles
de la segunda mitad del las tropas liberales caucanas
entraron triunfantes dos veces a Antioquia, y durante la
ocupación hubo quienes persiguieron al clero y cometieron el
sacrilegio de instalar cuarteles y pesebreras en varios templos
de Medellín y Marinilla.
55 El punto que me interesa resaltar del citado trabajo de
Applebaum es cómo una identidad tan fuerte como la
antioqueña puede llegar incluso a borrar identidades previas
que no le acomodan. Así, varios “empresarios de la tierra”
oriundos del Cauca, entre ellos Ramón Palau llegado a
Riosucio en 1873, quienes lograron que dicho estado aceptara
repartir el resguardo indígena que existía en la región
apelando a la imagen positiva que los funcionarios y dirigentes
tenían de los colonos antioqueños por haberles domesticado
un territorio salvaje. Tanto que al cerrar el siglo , la
memoria colectiva tendía a afirmar que esas tierras “siempre
habían sido antioqueñas”, olvidando que en realidad antes
pertenecían al viejo estado del Cauca.

UNA “IDENTIDAD EXCESIVAMENTE ASUMIDA”: LOS


ANTIOQUEÑOS EN URABÁ, 1900-1950
56 La expresión proviene del libro de Claudia Steiner,
Imaginación y poder: el encuentro del interior con la costa en
Urabá, 1900-1960, donde desnuda la actitud de preeminencia
cultural y el tradicionalismo de los funcionarios y colonos
antioqueños quienes se exacerbaron al ejercer el papel de
colonos en esta frontera, la cual había estado previamente
ocupada por negros emigrados del Chocó, indígenas emberá,
catíos, campesinos, ganaderos y comerciantes procedentes de
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la costa y del Sinú, además de algunos empresarios alemanes y


un puñado de inmigrantes sirio-libaneseses36. Según Steiner,
el colono de la montaña llegó pisando duro, “seguro y
orgulloso de sí y de sus logros”, dispuesto a antioqueñizar la
región costera de Urabá, anexada al territorio antioqueño en
1905. Sus líderes se propusieron “desarrollar y modernizar la
fértil esquina noroccidental de Antioquia que conecta este
departamento, antiguamente sin litoral, con el mar Caribe
convencidos de estar fomentando “...un movimiento
civilizador en contra de la barbarie de los habitantes que ya
ocupaban la región”37.
57 Steiner repasa los fallidos intentos previos del gobierno
antioqueño para promover la colonización a esta “tierra
prometida”, y su vana ilusión de crear allí una gran urbe, la
flamante Ciudad Reyes, así como un ferrocarril que conectara
Medellín con el Darién. En la práctica, el grueso de los
inmigrantes del interior antioqueño tardó en llegar hasta
después de terminada la llamada “carretera al mar” (Medellín-
Turbo), cuya construcción tomó de 1926 a 1954.
58 Los primeros antioqueños en llegar fueron unos cuantos
quijotes empeñados en abrir el ferrocarril o una carretera que
comunicara el interior con la costa. En esta etapa, la remota e
inhóspita región albergó contrabandistas favorecidos por la
proximidad del golfo con Panamá, y sirvió de refugio a
prófugos, disidentes y guerrilleros liberales. Entre otros,
Steiner menciona al “Cojo” Gómez y al “Ronco” Jaramillo con
sus cuadrillas de contrabandistas de los años treinta, al
empresario antioqueño Eusebio Campillo, apodado “Rey de la
Tagua” por déspota y arrogante. Los funcionarios del interior
quisieron instaurar una moral, disciplina, y, en general, unos
valores propios de la montaña, con la idea de sacar de la vida
bárbara que llevaba la gente de la zona, sin importar que su
cultura estuviera más emparentada con el caribe y el Chocó
que con el interior andino38.
59 Bajo una supuesta superioridad moral, los maestros,
funcionarios, los misioneros españoles y antioqueños
fiscalizaron comportamientos como el concubinato y se

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inmiscuyeron en las costumbres de la sociedad “bárbara y


caótica”, “inmoral” de Urabá, para imponer conductas más
atines a las de la “sociedad católica, tradicional y blanca” de los
antioqueños de la montaña. Con razón el prefecto de Urabá le
escribió al secretario de gobierno de Antioquia en 1911 que los
habitantes de la región los miraban con “un sentimiento,
mezcla de odio y de terror”. El encuentro, o mejor dicho el
desencuentro, fue dramático y repercutió en el desarrollo
posterior de la zona, hasta hace poco bastante conflictiva.
60 El antioqueño miró con desdén a los cientos de negros
caucanos, ribereños y mineros de vida errante poco sujeta a
autoridades que llegaron entre 1880 y 1950 a trabajar en las
minas de oro de los ríos Porce y Nechí, que no compartían las
aspiraciones de progreso material, familia monogámica,
religiosidad, rígida moralidad y austeridad propia de las
montañas. No pudieron entender que estas gentes negras
tenían un modo de ser distinto: vivían con privaciones pero
cuando podían, se divertían con derroche39.

COLONIZACIÓN DE LAS CONCIENCIAS: ANTIOQUIA


EN EXPANSIÓN MISIONERA DEL SIGLO
61 Si bien la colonización antioqueña de Urabá avanzó con
lentitud, la antecedió otra empresa más sutil orientada, en
palabras de Aída Gálvez, a “colonizar las conciencias” de la
gente indígena y negra de esa región, labor en buena medida
asumida por misioneros v misioneras antioqueños y españoles
que se pusieron a propagar las “buenas costumbres” en la
zona.
62 Estas misiones formaron parte del resurgimiento misionero
visible en la Colombia de la primera mitad del siglo , una
tardía manifestación del auge experimentado medio siglo
antes en varios países católicos y protestantes de Occidente. Lo
sorprendente del caso antioqueño fue la entusiasta respuesta
de vanas generaciones de jovencitos y jovencitas en la aventura
misional. La rica cosecha de vocaciones regionales fortaleció a
las comunidades españolas presentes en Urabá, y animó la

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fundación entre 1917 y 1950 de cuatro nuevas congregaciones


misioneras de origen local40.
63 Existen varios estudios acerca de la vida y obras de Laura
Montoya Upegui y Miguel Ángel Builes, las figuras
antioqueñas más descollantes en este campo en Antioquia. La
primera, hoy beatificada, era una joven maestra nacida en el
suroeste de Antioquia quien fundó en 1914 la primera
comunidad misionera femenina de origen colombiano, la
Congregación de Hermanas Misioneras de María
Inmaculada y Santa Catalina de Siena. Inicialmente, la joven
Laura, acompañada de otro puñado de jovencitas, en calidad
de postulantas, catequizaron a los indígenas emberá en
Dabeiba y Turbo. Diez años después, a raíz de diferencias con
el Carmelita Descalzo que se desempeñaba como Prefecto
Apostólico se vieron obligadas a dejar la región de Urabá. Para
entonces las Lauritas atendían centros misioneros en una
docena de poblaciones de la zona. En los años siguientes
laboraron en la Diócesis de Santa Rosa de Osos, en Ituango y
en Peque. En 1927 trasladaron su casa generalísima a Santa
Fe de Antioquia y expandieron su acción a la región del Sarare,
fronteriza con Venezuela. El ímpetu inicial perduró al punto
que actualmente actúan en 17 países de América Latina,
Europa y África.
64 En 1914, un par de años antes de que Laura Montoya abriera
su primera escuela en Dabeiba, un grupo de misioneros del
País Vasco y de Navarra pertenecientes a la congregación
española de los Carmelitas Descalzos se radicó en Dabeiba,
Paravandocito y Urabá. En 1918 el gobierno nacional encargó a
los carmelitas de dirigir la Prefectura Apostólica de Urabá,
cargo que ocuparon hasta 1941. Se trataba de 35 mil
kilómetros cuadrados de selvas y pantanos cruzados por
infinidad de ríos, donde residían cerca de 400 indios catíos,
otros tantos cunas y unos 25 mil negros41. Para los misioneros
españoles como Pablo del Santísimo Sacramento fue duro
habituarse a Urabá, zona donde en sus palabras “no hay
invierno, ni otoño ni primavera. No hay más que sol y agua...
pero siempre mucho calor, mucho calor”. Los frailes se

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movilizaban en lanchas de motor y a vela, por ríos o por el


golfo, a caballo a pie, expuestos a las fieras, culebras e insectos,
y al flagelo del paludismo y otras enfermedades tropicales para
las cuales sus organismos forasteros no habían desarrollado
defensas inmunológicas42.
65 Durante los 23 años que duró la estadía de los carmelitas en la
prefectura apostólica de Urabá lograron imponer la costumbre
del matrimonio católico a una parte de los indígenas cuna y
emberá y a grupos aislados de gentes negras ribereñas43. Ello
los llevó a trazar acueductos, alcantarillados y caminos y a
producir estudios etnográficos, entre los que descolla la
extensa y certera obra escrita que dejó Fray Severino de Santa
Teresa, un observador sistemático de las creencias, la música y
la gramática de los cuna. Adicionalmente, los carmelitas
propagaron nuevas devociones y hábitos de vida propias de la
“civilización cristiana”, según los cánones vigentes en ese
tiempo: mejoraron el uso del español, dieron a conocer la
bandera y demás símbolos patrios, impusieron prendas de la
vestimenta occidental, modificaron los hábitos de aseo e
higiene, enseñaron costura, caligrafía, canto e introdujeron
novedades en el universo culinario y propagaron el culto a la
Virgen del Carmen mediante vistosas procesiones en su honor.
66 Las Carmelitas Descalzas Misioneras, otra congregación
española, fueron invitadas a Antioquia en 1926 para ayudar en
las tareas domésticas a los padres Carmelitas Descalzos en
Urabá, oficio que las Lauritas fueron reacias a aceptar. Las
Carmelitas asumieron las escuelas que dejaron vacantes las
Lauritas, y en 1935, en vista de las frecuentes solicitudes de
admisión de parte de jovencitas en pueblos vecinos, fundaron
un convento y colegios en las inmediaciones de Frontino.
67 Miguel Ángel Builes, el obispo de la Diócesis de Santa Rosa de
Osos, aparte de su consabido radicalismo ultramontano, fue
un activo misionero desde su juventud, cuando hizo correrías
por el bajo Cauca. En 1927, recién nombrado obispo, fundó el
Seminario de Misiones de Yarumal. Los egresados, conocidos
como los Padres Javieres, rápidamente aumentaron en
número y se dispersaron por todo el país en los años cuarenta,

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cuando se establecieron por lo menos en 24 apartadas


poblaciones de varias diócesis y prefecturas, por lo regular en
zonas cálidas de difícil acceso –las sabanas de Bolívar, las
estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, los Llanos
Orientales y la Orinoquia- Dos años después, en 1929, Builes
fundó en Yarumal las Misioneras de Santa Teresita del Niño
Jesús, quienes iniciaron labores en el nordeste antioqueño, por
los lados de Henchí y el bajo Cauca.

LAS CONGREGACIONES RELIGIOSAS: OTRO VASO


COMUNICANTE CON LA CULTURA EUROPEA
68 Los resurgimientos católicos ocurridos en varios países
europeos a lo largo del siglo y principios del fomentaron
entre otras, la proliferación de asociaciones V devociones,
algunas de las cuales, como el culto al Sagrado Corazón de
Jesús, tuvieron proyección internacional. También alentaron
la expansión de las congregaciones religiosas44.
69 En Antioquia, entre 1850 y 1930, años para los que dispongo
de datos más completos, una parte sustancial de la creciente
presencia institucional de la Iglesia estuvo a cargo en total de
22 comunidades religiosas femeninas y 12 masculinas, en su
mayoría de Francia, España e Italia, 1 de Guatemala, y 5 de
origen colombiano, cuatro de ellas de origen antioqueño. En
este lapso Antioquia pasó de ser una de las regiones de
Colombia con el más bajo número de religiosos y religiosas a
estar en condiciones de proveer no sólo sus propias
necesidades en términos de vocaciones sino que, hasta
alrededor del decenio de 1960, “exportó” excedentes a otras
partes del país e incluso a otros países.
70 En el lapso mencionado, dichas congregaciones, familiarizadas
con métodos misioneros, pedagógicos y de asistencia social, se
asentaron en Medellín y en medio centenar de poblaciones del
departamento. Las complejas gestiones para traerlas a
Antioquia, que en algunos casos tardaron años, así como las
calurosas y multitudinarias bienvenidas de que fueron objeto
al llegar, demuestran la enorme expectativa que generaron. La
positiva actitud local hacia la religión animó a los laicos y a las
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autoridades, tanto liberales como conservadoras, a respaldar


las actividades emprendidas por monjas y religiosos. Y a su
vez, el ambiente religioso y el trato frecuente con sacerdotes,
religiosas y confesores alentaron las vocaciones.
71 Curiosamente, con contadas excepciones, los estudios sobre la
recepción y circulación de ideas, ideologías, instituciones,
nociones de economía, adelantos técnicos y científicos, modas
y modales provenientes de Europa y de Estados Unidos, sobre
todo de tradiciones inglesas y francesas, así como los estudios
sobre historia de la religión o de los extranjeros en Antioquia,
tienden a ignorar el significativo canal de influjos foráneos en
la cultura, de doble vía, abierto por las congregaciones
religiosas femeninas y masculinas, en su mayoría de origen
europeo45. Dicho influjo es otra de las herencias de la llamada
“romanización” de la Iglesia, uno de cuyos elementos, aparte
del rol más prominente del Papa fue inculcarle a esta
institución una perspectiva internacional. Además del
Vaticano, ello implicó estrechar lazos también con
instituciones católicas de vanadas orientaciones surgidas en
Francia, Italia, Bélgica, Irlanda, y aún en América.
72 En particular los jesuitas dejaron una honda huella en el
comportamiento de muchos antioqueños desde mediados del
siglo , influencia que aun aguarda un estudio sistemático.
Doris Wise en el prólogo de su Antología del pensamiento de
Mariano Ospina Rodríguez menciona la injerencia de la
Compañía de Jesús en lo que ella denomina el “proyecto
antioqueño”46. Más detalles ofrece la tesis inédita presentada
en 2001 por Piedad Gil Restrepo a la Maestría en Historia de
la Universidad Nacional (Medellín): “Enriqueta Vásquez de
Ospina: biografía de una matrona antioqueña, 1832-86”. Al
revisar los valiosos archivos conservados en la Fundación
Antioqueña para los Estudios Sociales, FAES, sobre la vida de
este personaje, esposa de Mariano Ospina Rodríguez, la autora
pudo corroborar lo cercanos que fueron los jesuitas en la vida
diaria de Enriqueta, en calidad de amigos, confesores,
consejeros espirituales, educadores y directores de cofradías a
las que ella perteneció. Las largas y frecuentes cartas entre

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Enriqueta y varios sacerdotes jesuitas aluden a la vida


cotidiana de esta pareja, la crianza de su prole y los hijos de los
dos matrimonios anteriores de Mariano, el trato con la extensa
parentela y la servidumbre, los altibajos en los negocios y en la
política, y por supuesto, sobre la valiosa ayuda logística que la
Compañía de Jesús le brindó a los Ospina Vásquez durante los
años de exilio en Guatemala (1863-1871). Los jesuitas le
enseñaron a Enriqueta y familia a aprovechar el tiempo, a
valorar la constancia, la disciplina, la caridad, la fe en la divina
Providencia, y a la constante revisión de vida, hábitos que,
entre otras cosas, alentaron el registro minucioso de la vida de
esta matrona que hoy deleita a los historiadores.
73 Varias generaciones de niños y jovencitos antioqueños de sexo
masculino y femenino se familiarizaron con aspectos de la
cultura francesa a través de la educación, pues varias de las
más activas congregaciones dedicadas a la enseñanza
provenían de Francia: las Hermanas de la Presentación, del
Buen Pastor, de la Enseñanza, las Vicentinas, las Hijas de la
Sabiduría, y las Madres de la Sociedad del Sagrado Corazón,
así como los Eudistas, los Hermanos Cristianos, y los
Mariscas. Los alumnos del Colegio de San José de Medellín,
por ejemplo, donde una parte de los religiosos eran franceses,
recibían parte de su instrucción en francés, usaban textos en
francés y podían sostener una conversación en esta lengua. En
los eventos culturales de este plantel los alumnos entonaban
La Marsellesa. La cultura francesa también se filtró a través de
los modales aprendidos en el Colegio de San José, en el énfasis
que se le daba a la buena escritura, aunque las técnicas de
caligrafía fueran inglesas. Este colegio también fomentó la
afición a la lectura y la cuidadosa redacción. Posiblemente
ocurrió algo similar en la docena de colegios Lasallistas
abiertos en pueblos de Antioquia antes de 195047.

“...SI NO ME QUERÉS TE CORTO LA CARA CON


UNA CUCHILLA DE ESAS DE AJEITAR”:
GEOGRAFÍA DE LA MÚSICA DE DESPECHO

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74 Durante el seminario mencionado atrás sobre región y


regionalismo en Oxford, Eduardo Posada Carbó abrió su
ponencia “Región y regionalismo en la nación: la costa caribe
de Colombia” con una anécdota ilustrativa del abismo cultural
que existía entre el interior y la costa48. Trae a colación la
“tempestad de protestas” suscitadas por la publicación en 1947
de una carta en la revista Semana, donde el antioqueño Fabio
Londoño Cárdenas reducía al porro a una expresión de
“salvajismo y brutalidad de costeños y caribes, pueblos
salvajes y estancados”. Las protestas de los lectores indignados
no hicieron retractar a Londoño quien insirió en que “esos
aires imitan muy bien la bullaranga que hacen en el monte...
una manada de micos...”.
75 En la pasada conferencia de Latin American Studies
Asociation –LASA– reunida en septiembre de 2001 en
Washington D.C., María Teresa Vélez en su ponencia “Camelia
la Tejana en Colombia: Narcocorridos o baladas para héroes
ilegales”, busca raíces del culto actual de los antioqueños por
la música de despecho en la vieja afición por las rancheras
mexicanas y los corridos que arraigaron a comienzos del siglo
al lado de pasillos, boleros y tangos entre sectores
populares en Antioquia. En esa época se conocía como música
de carrilera porque se escuchaba en la radio o en las
estaciones del tren por ser éste uno de los primeros lugares de
los pueblos en contar con servicio de electricidad49.
76 La llegada masiva de campesinos a Medellín en el decenio de
1960 acentuó el gusto por estos géneros. Las Hermanitas
Calle, de Bolívar, un pueblo situado en una zona de
colonización al suroeste de Antioquia, cuentan que iniciaron
su carrera artística en 1968 y se volvieron famosas con su
canción La Cuchilla, “...si no me querés te corto la cara con
una cuchilla de esas de ajeitar” que llegó a ser una especie de
himno nacional de la música de carrilera en Colombia y entre
la colonia colombiana en Estados Unidos. Desde entonces
estas hermanas han grabado setenta y seis discos de larga
duración, han ganado seis discos de oro y uno de platino. A
mediados de los setenta regresaron a Antioquia, pues según

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respondieron en una entrevista hecha en 1995 por la revista


Número, “allí es donde más se escucha este tipo de música”50.
77 La popularidad de los mariachis, corridos y rancheras,
retomando a Vélez, resurgió aún con más fuerza a partir del
decenio de 1980 a medida que el país se volvió un centro
importante del narcotráfico. Al capo antioqueño Pablo Escobar
le encantaba esta música. Posó disfrazado de charro mexicano
en la foto escogida para la carátula de una biografía suya
redactada por su hermano. El Osito, preso en Envigado. El
Mexicano, apodo del boyacense José Gonzalo Rodríguez
Gacha, encargado del ala militar del cartel de Medellín,
acostumbraba encargar la composición de narcocorridos para
las fiestas. Al cambiar el milenio, el gusto pollo mexicano ha
calado a tal punto en la sociedad antioqueña en general que
uno de los regalos que piden hoy las jovencitas de familias
acomodadas al cumplir 15 años es una serenata con mariachis.
78 “Su música de despecho es todo un éxito, señores y señoras,
damas y caballeros, con ustedes Darío Gómez, el ídolo del
pueblo”. Con estas palabras presentó La Hoja de Medellín en
febrero de 1993 a este campesino de San Jerónimo, un pueblo
cerca de Santa Fe de Antioquia, que antes recogía café, vendía
quesitos y legumbres en el centro de Medellín, y luego, a pesar
de ser “un cantante sin muchas condiciones vocales” se dedicó
a la música guasca. Para la fecha, a la edad de 54 años llevaba
casi un decenio triunfando, sobre todo desde cuando su
ranchera “Nadie es eterno en el mundo” fue usada en el
funeral de Pablo Escobar. En el tradicional cementerio de San
Pedro con sus 150 años de antigüedad, al lado de los bellos
mausoleos de mármol de los notables locales de antes
empezaron a aparecer las extravagantes tumbas de mafiosos y
sicarios como la de Tysson, dotadas con costosos equipos de
sonido que tocan rancheras y canciones como las de Darío
Gómez para la posteridad.
79 El éxito de Gómez ha sido tal que creó su propio exitoso sello
discográfico, manejado con ayuda de su familia. Se presenta en
conciertos con lleno total bien sea en Colombia o en el
extranjero. La Hoja lo tilda de fenómeno: en sus conciertos las

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admiradoras le rasgan el pantalón, le arrancan la camisa y


hasta lo han despojado de los cordones de sus zapatos. En
1992, salió una biografía suya titulada El ídolo del pueblo. Ese
año tuvo 82 presentaciones en todo el país. Para 1995 había
grabado 17 discos de larga duración y había ganado cuatro
discos de oro, y dos años después figuró en la lista de las 50
personas más destacadas de Antioquia elaborada por La Hoja
de Medellín al festejar su medio centenar de ediciones“51.
80 Más recientemente ha surgido otro género afín a la música de
despecho: los narcocorridos que ahora se escuchan y bailan en
barrios populares de Medellín y en periferias de Antioquia
como el Magdalena medio. Sus letras evocan lo que Vélez
llama la geografía de la música de los ilegales, es decir,
escenarios como Vichada, Meta, Vaupés, Amazonas, Caquetá,
Putumayo donde transcurren las aventuras y desventuras de
los involucrados en el tráfico de la droga, entre quienes han
descollado los antioqueños.

PARA TERMINAR
81 La muestra más reciente de exacerbación de la
“antioqueñidad” o lo paisa, con sus contradictorios signos, es
fiel reflejo de la Antioquia actual con sus grandes problemas y
mega-proyectos. Hoy esta sociedad se encuentra escindida, y
se ve avocada a encontrar nuevos consensos. Entre los
discursos que se divulgan por iniciativa pública y privada se
empieza a reconocer que durante el último medio siglo ésta
pasó de ser una sociedad relativamente integrada a una
sociedad más bien cerrada, que alberga unas distancias
sociales cada vez más hondas e insalvables, factores que la
dejan mal librada a la hora de resolver conflictos de la
magnitud de los que actualmente enfrenta Colombia,
agravados por fenómenos como el narcotráfico y la guerrilla
que en algunos aspectos responden a dinámicas que
trascienden la región e incluso el país.
82 En tales circunstancias, algunos de los mecanismos de control
social que resultaron eficaces ayer, como la marcada
religiosidad por ejemplo, no cumplen hoy la misma función
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pues están fuera del contexto que les dio sentido. De ahí que el
resurgimiento puramente formal engendre remedos
caricaturescos como los que describe magistral y crudamente
Fernando Vallejo en la novela Virgen de los sicarios (1998)
que transcurre en el Medellín del cartel de Escobar.
83 Las “virtudes” o destrezas de los paisas andariegos,
rebuscadores, amigos del dinero fácil, del riesgo, de burlar la
ley, el empuje o “berraquera” encajaron bien con las
oportunidades económicas que desde hace cerca de treinta
años brinda el floreciente tráfico internacional de cocaína y
otras drogas ilícitas. Es innegable que uno de los frutos de
Antioquia es Pablo Escobar, el capo cuyo nombre no requiere
presentación pues le dio la vuelta al mundo en los años
ochenta.
84 La explosión de 30 kilos de dinamita ocurrida a las 10 pm en
mayo de 2001, un jueves, la noche más concurrida de la
semana, en el parque Lleras situado en pleno corazón de la
llamada “zona rosa” de Medellín, al parecer por un ajuste de
cuentas entre una banda y las autodefensas, dejó un saldo de 8
muertos, 145 heridos. Una semana más tarde, el periódico El
Colombiano publicó este aviso: “Los restaurantes, bares y
discotecas de la zona rosa están en promoción del 50% desde
anoche”, y la alcaldía siguió adelante con el Festival de la
Noche que venía planeando desde antes, un carnaval con
epicentro en el parque Lleras. La masiva afluencia a la misa
oficiada en el lugar donde cayeron las víctimas, seguida de un
desfile con las candidatas a Miss Antioquia, y la presentación
de conjuntos de salsa, merengue y vallenato, musica andina y
trova cubana fue alabada por los medios, aunque no faltaron
voces que expresaron su desagrado frente a lo que vieron como
una actitud prepotente, desafiante.
85 A pesar de la aspiración de quienes suscriben la Visión
Antioquia siglo de una sociedad más abierta y tolerante,
preocupa ver los pasacalles y avisos con el eslogan “los buenos
somos más” que inundaban en ese entonces las calles, parques
y vallas de Medellín, sobre todo después de una bomba o
atentado violento. Ignoro si esta campaña fue ideada en

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Antioquia o en otra parte del país, en todo caso, su amplia


acogida en Medellín hace pensar lo lejos que estamos de
superar los peligros de ejercer una “identidad excesivamente
asumida”.
86 En Antioquia, como en cualquier otro lugar en cualquier
época, los rasgos de la identidad cultural son el resultado de la
peculiar confluencia de múltiples factores. Cuando algunos de
ellos se exaltan desfasados de su contexto tienden a
distorsionarse, es decir, se mitifican y pueden azuzar un
sentido de identidad sobredimensionado. Al igual que en el
caso de un individuo con un orgullo desmedido de sí mismo, el
regionalismo (o el nacionalismo), cuando se exacerba, se
vuelve un cuchillo de doble filo: puede servir de acicate para
alcanzar grandes logros, pero también puede ahondar
distancias y por ende fomentar roces, e incluso violencias.

Notas
1. Presenté una versión preliminar de esta ponencia con el título de
“Nuevas facetas de la identidad regional antioqueña y de sus vínculos con
la nación y con el mundo, ca. 1860-1930”, en el seminario “Regions and
Regionalisms in Latin America: México and the Andes”, organizado por
Alan Knight en el Centro Latino Americano de la Universidad de Oxford el
19 de mayo de 2000.
Agradezco a Darío Jaramillo Agudelo y a Neyla Castillo por compartir
conmigo sus impresiones sobre el tema; a Juan Felipe Córdoba, Patricia
Castro, Rodrigo García y Orián Jiménez, por dejarme consultar sus
monografías inéditas; y a Luciano López, alumno del pregrado en Historia
de la Universidad de Antioquia por ayudarme a reunir los datos.
2. En el 2002, Envigado, por citar un ejemplo, iba en la cuarta versión de la
Cabalgata del Carriel, organizada por los Rotarlos. Es tal el apogeo de las
cabalgatas, que figuran reglamentadas en el nuevo código de “convivencia
ciudadana” anunciado para el área metropolitana de Medellín.
3. Mary Roldan, “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la
globalización”, Museo, memoria y nación. Misión de los museos
nacionales para los ciudadanos del futuro, Memorias del Simposio
Internacional y IV Cátedra anual de historia Ernesto Restrepo Tirado,
Bogotá, Museo Nacional de Colombia, 2000, pp. 99-119.
4. Entre estos autores figuran: James Parsons, La colonización antioqueña
del Occidente colombiano, primera edición en español, Bogotá, 1950
(publicada originalmente en inglés por University of California Press,
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Berkeley y Los Angeles, 1949); Everett Hagen On the Theory of Social


Change: How Economic Growth Begins, Illinois, 1962; Luis H. Fajardo en
su lúcido estudio sobre La ética protestante de los Antioqueños,
presentado a la Universidad de Yale, publicado en Cali en 1966; Ann
Twinam, “From Jew to Basque. Ethnic Myths and Antioqueño
Entrepreneurship”, Journal of Inleramerican Studies and World Affairs
22/1, febrero, 1980, pp. 81-107.
5. En 1987, cuando la diversidad regional empezaba a ser considerada
signo de adelanto cultural, J. O. Melo editó la obra colectiva Historia de
Antioquia, que inicialmente circuló en fascículos semanales del diario El
Colombiano con un tiraje cercano a los 100.000 ejemplares y un año
después en un libro que agotó la edición. En 1996 Melo reunió a otro grupo
de especialistas en los dos volúmenes de Historia de Medellín. Ambos
proyectos fueron auspiciados por Suramericana de Seguros, una de las
empresas del conglomerado industrial y financiero más neo de la región,
conocido como el “sindicato antioqueño”
6. Patricia Londoño, “Bibliografía sobre Medellín producida en los últimos
cinco años, 1988-93”, Estudios Sociales 7, Medellín, junio 1994, pp. 175-
192.
7. Neyla Castillo Espitia, Los antiguos pobladores del valle medio del rio
Porce. Aproximación inicial desde el estudio arqueológico del proyecto
Porte II, Medellín, Empresas públicas de Medellín y Universidad de
Antioquia, 1998, pp. 94-97.
8. Idem.
9. Aline Helg, “Los intelectuales y la cuestión racial en el decenio de 1920:
Colombia entre México y Argentina”, Estudios Sociales, N° 4, Medellín,
marzo 1989, pp. 39-53.
10. Euclides Jaramillo Arango, Los cuentos del picaro Tío Conejo, 3era.
ed., Pereira, Universidad del Quindío, 1941, p. 5. Vale mencionar el artículo
“Forasteros y transeúntes en América, siglo . El caso de Francisco
Fernández de la Fuente” donde Juan Carlos Jurado describe varios ‘vagos’
españoles que hicieron escala en la Provincia de Antioquia al cerrar el siglo
: desheredados que huían de sus obligaciones y deberes en la
metrópoli, y como don Francisco Fernández de la Fuente, dedicados a las
apuestas ilícitas en juegos de naipes y dados, Revista de Indias, Vol. lx, N°
220, septiembre-diciembre, 2000, pp. 651-662.
11. Patricia Londoño Vega, Religion, Culture and Religion in Colombia:
Antiqouia and Medellín, 1850-1930, Oxford, Oxford University Press, 2002
(versión en español en Colección Continente Americano del Fondo de
Cultura Económica, filial Colombia, 2004).

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12. M. M. Botero, “El desarrollo del sector exportador en Antioquia, 1850-


1890”, Tesis de maestría, Departamento de Historia, Universidad Nacional,
Bogotá, 1994.
13. Véase Mary Roldán, A sangre y fuego: La violencia en Antioquia.
Colombia 1946-1953, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e
Historia /Fundación para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología, 2003,
sobre todo la Introducción y el capítulo 2, y también su artículo “Violencia,
colonización y la geografía de la diferencia cultural en Colombia”, Análisis
Político, 35, Bogotá, septiembre-diciembre 1998, pp. 3-23.
14. “...a pesar de todo, Antioquia sigue siendo la mata de los curas en
Colombia”, La Hoja de Medellín, N° 7, Medellín, marzo de 1993, pp. 28-31.
En 1991 se ordenaron apenas 7 sacerdotes diocesanos en Antioquia de los
280 ordenados en Colombia. Al año siguiente se ordenaron en Antioquia
83 de los 312 sacerdotes en todo el país. En 1993 aproximadamente el 30%
de los seminaristas y de los sacerdotes del país corresponden a Antioquia.
15. Darío Jaramillo Agudelo, “Algunos comentarios sobre la cultura
antioqueña” Ponencia (inédita), Simposio Mundo Rural Colombiano,
Fundación Antioqueña para los estudios Sociales, FAES, Medellín, 1981, 5.
16. Mary Roldán, “Cocaíne and the “Miracle” of Modernity in Medellin”, en
Cocaine: From “Miracle” to “Menace”, ed. por P. Gootenberg, Londres,
1999.
17. “Mafioso” para la revista ha Hoja de Medellín, N° 31, Medellín, mayo de
1995, pp. 10.
18. Clara Inés García, “Antioquia en el marco de la guerra y la paz.
Transformaciones: de la lógica de los actores armados”. Controversia 172,
CINEP, Bogotá, junio 1998, p. 73.
19. Mesa Bernal, De los judíos en la historia de Colombia, p. 141.
20. Ibidem, p. 95.
21. Ibidem, pp. 99-104.
22. El plan desarrollo Visión Antioquia siglo se propone coordinar
esfuerzos para proyectar la región v conectarla mejor con “la aldea global”.
El plan resalta la conexión de Antioquia con el mundo a través del cultivo
del café, el banano de Urabá, los invernaderos con cultivos de flores en
oriente, las setas exportadas a Sur América, Holanda y Estados Unidos.
Menciona también las clínicas y hospitales de Medellín que venden
servicios de cirugías de alta complejidad a pacientes de Centro América y
del Caribe. Remata con un inventario de grandes obras para fortalecer
estos intercambios, tales como la hidroléctrica de Ituango / Pescadero para
exportar energía a Venezuela y Centro América, el puerto en Urabá, y la

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ferrovía desde Urabá hasta el Pacífico chocoano. Véase la separata:


“Antioquia. Los paisas hacia el 2000”, Semana, diciembre, 1999.
23. 1903: Liga Patriótica encabezada por Fidel Cano y Marceliano Vélez;
1924 Liga Patriótica por Colombia y por Antioquia, presidida por Carlos E.
Restrepo; 1929 Comité Cívico Nacional, con colaboración del gobernador,
Camilo C. Restrepo, Gonzalo Mejía, Fernando Gómez Martínez y Ricardo
Olano, este último, promotor de la carretera al mar; 1938, Junta
descentralizadora; 1963, Junta Patriótica de Antioquia, Presidida por
Alberto Jaramillo Sánchez; 1968, Comisión Cívica, Decretada por el
gobernador; 1968, Junta Pro defensa de los Intereses de Antioquia,
Presidida por Samuel Syro.
En febrero de 2000 el Grupo de Estudios Constitucionales del Colegio de
Altos Estudios de Quirama, con sede en Rionegro, Antioquia, después de
años de trabajo publicó el libro Anteproyecto de Constitución Federal para
Colombia. Simultáneamente un representante conservador antioqueño y
un senador liberal risaraldense presentaron un proyecto de acto legislativo
para convertir a Colombia en una república federal. Semana, Bogotá, abril
24, 2000, pp. 30-31.
24. Medellín, Editorial Bedout, 1962.
25. Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1988.
26. Bogotá, Editorial Planeta, tercera edición, 1997 (edición original, 1996).
27. Según el artículo “Strong Amerind/White Sex Bias and a possible
Sephardic Contribution among the Founders of a Population in Northwest
Colombia” escrito por un grupo interdisciplinario en medicina, genética e
historia del Imperial College (Londres) y de la Universidad de Antioquia
(Medellín), las evidencias genéticas corroboran el relativo aislamiento en
que creció desde el siglo hasta mediados del la población asentada
en lo que actualmente es el departamento de Antioquia. Tal característica
hace que hoy resulte útil a los investigadores interesados en realizar los
seguimientos o mapeos genéticos (genetic mapping of complex traits) a los
que recurre la medicina moderna para identificar genes involucrados en
enfermedades hereditarias, como el Alzheimer temprano y el Parkinson
juvenil. Véase American Journal of Human Genetics, N° 67, noviembre
2000).
28. Twinam, “From Jew to Basque. Ethnic Myths and Antioqueño
Entrepreneurship”, Journal of Interamerican Studies and World Affairs
22/1, febrero, 1980, pp. 81 -107.
29. Mesa Bernal, De los judios en la historia de Colombia, pp. 116-136.
30. “Es difícil que se encuentre otra región con tantos nombres bíblicos y
orientales como la Montaña. Allí han sido frecuentes en los patronímicos y
en los topónimos, o para denominar fincas campestres o haciendas

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agrícolas. Personajes, entre ellos, Marco Fidel Suárez. Eduardo Zuleta y


Eduardo Santa, han escrito sobre el tema. Véase Mesa Bernal, De los judíos
en la historia de Colombia, pp. 201-213.
31. Véase Boletín de la Academia Colombiana, Tomo , N° 174, Bogotá,
octubre-noviembre 1991, pp. 5-29.
32. Bogotá, Fundación Guberek, Vol. 2, pp. 150-151.
33. Luis Fernando Molina Londoño, “La escuela. Los colombianos
aprendieron en la isla de Jamaica a ser negociantes”, La Nota Económica,
68, Bogotá, agosto-septiembre, 2001, pp. 86-87.
34. Tesis de grado, Magister en Historia de Colombia, Universidad
Nacional de Colombia (sede Medellín), 2001, p. 393.
35. “Whitening the Region: Caucano Mediation and “Antioqueño
Colonization” in Nineteenth-Century Colombia”, Hispanic American
Historica! Review, 79, 4 de noviembre, 1999, pp. 631-655.
36. Medellín, Colección Clío, Editorial Universidad de Antioquia, 2000.
37. Claudia Steiner, Imaginación y poder: el encuentro del interior con la
costa en Urabá. 1900-1960, p. .
38. En 1969, Pablo Escobar, más tarde |efe del Cartel de Medellín, perdió
por segunda vez el sexto de bachillerato. Decidió sacarle partido a una
rentable actividad que había descubierto meses atrás profanando tumbas
en Envigado: exportar lápidas de contrabando a Panamá. En Turbo se
asoció con James Maya Espinosa, dueño de un pequeño barco que usaba
para traer cigarrillos, electrodomésticos y ropa americana de contrabando
desde Panamá. De regreso surcaba el golfo de Urabá cargado de loza, telas
y lápidas. (Luis Cañón M., El patrón: vida y muerte de Pablo Escobar,
Planeta, Bogotá, 1994, pp. 51-52.
39. Peter Wade en Gente negra, nación mestiza: dinámicas de las
identidades raciales en Colombia, Bogotá, 1997 documenta la conflictiva
relación de los antioqueños en la segunda mitad del siglo con los
chocoanos emigrados a Medellín. La tesis de maestría en Historia de Orián
Jiménez “El Chocó: vida negra, vida libre y vida parda, siglos y ”,
presentada en mayo, 2000 a la Universidad Nacional, sede Medellín,
muestra que los antioqueños emprendieron una conquista tardía de
extensos territorios en el Chocó. Fundaron una serie de pueblos de indios a
lo largo del río Atrato, introdujeron cuadrillas de esclavos a la región y
redujeron a la fuerza a los pobladores de la región. Mantuvieron una
preeminencia en la minería y el comercio en esta parte del Chocó que se
prolongó hasta el siglo .
40. Gwen Dagny, Jensen de Rosenberg, “Laura Montoya Upeguí, mujer,
maestra, misionera”, monografía de grado, Departamento de Antropología,

https://books.openedition.org/ifea/5201?lang=es 40/42
3/10/2019 Mitos políticos en las sociedades andinas - La identidad regional de los antioqueños: Un mito que se renueva - Institut français d’études …

Universidad de Los Andes, Bogotá, 1997; María Patricia Castro Hernández,


“Las comunidades religiosas femeninas en Antioquia, 1876-1940”, tesis de
Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Medellín,
2001;Juan Felipe Córdoba Restrepo, “Las comunidades religiosas
masculinas en Antioquia 1885-1950”, tesis de Maestría en Historia,
Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2001; Patricia Londoño
Vega, Religion, Culture and Religion in Colombia: Antiqouia and
Medellín, 1850-1930, Oxford, Oxford University Press, 2002.
41. Severino de Santa Teresa, Creencias, ritos y costumbres de ¡os indios
catíos de la Prefectura Apostólica de Viraba, Bogotá, 1924.
42. Aída Gálvez Abadía, “Medio ambiente y padecimiento: Los misioneros
españoles en la selva del Urabá colombiano, 1918-1945”, Quinto Congreso
de Geografía América Latina/ España, Sevilla, Universidad de Sevilla, 11-
13 de noviembre de 1999.
43. Aída Gálvez Abadía, “La imposición del matrimonio católico en la
Prefectura Apostólica de Urabá, Colombia, 1918-1941”, trabajo presentado
al Doctorado en Antropología de la Medicina, Tarragona, Departamento de
Antropología Social y Filosofía, Universitat Rovira i Virgili, 1999.
44. Veáse Cecilia Henríquez, Imperio y ocaso del Sagrado Corazón de
Jesús en Colombia. Un estudio histórico simbólico, Bogotá, Cinep, 1997.
45. Veáse por ejemplo, el conocido texto de Jaime Jaramillo Unbe, El
pensamiento colombiano en el siglo , Bogotá, 1964; y los escritos más
recientes de Frédéric Martínez: “Representación de Europa y discurso
nacionalista en los relatos de via)es colombianos, 1850-1900”, en Wars.
Parties and Nationalism: Essays on the Politics and Society of Nineteenth-
Century Eatin America. editado por Eduardo Posada, Carbó. Institute of
Latín American Studies, Universidad de Londres, 1995, pp. 55-70 y “En los
orígenes del nacionalismo colombiano: europeísmo e ideología nacional en
Samper, Núñez y Holguín (1861-1894) en Boletín Cultural y Bibliográfico,
Vol. , N° 39, Banco de la República, Bogotá, 1995 (editado en 1996),
pp. 27-60. Martínez dedica una sección del capítulo 9 de El nacionalismo
cosmopolita: La referencia europea en la construcción nacional en
Colombia, 1845-1900 a las importación de las congregaciones religiosas
europeas (Bogotá, Banco de la República/ Instituto Francés de Estudios
Andinos, 2001).
46. 2 Vol., Bogotá, Banco de la República, 1990.
47. Aline Helg, La educación en Colombia 1918-1957: una historia social,
económica y política. Cerec, 82.
48. Véase nota número 1 del presente artículo.
49. Presentada en el panel “Latinoamérica ilegal: piratas, rebeldes y
narcocorridos”. Ver “Narcorridos: baladas para héroes ilegales. Camelia la
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3/10/2019 Mitos políticos en las sociedades andinas - La identidad regional de los antioqueños: Un mito que se renueva - Institut français d’études …

tejana en Colombia”, en Revista Universidad de Antioquia, N° 271, enero-


marzo 2003, pp. 84-91.
50. Heiner Castañeda, “Las musas del despecho”, Número 6, Bogotá, mayo
1995, pp. 36-37.
51. “Los 50 de Antioquia, la hoja escoge, al llegar a su medio centenar de
ediciones las 50 personas de Antioquia que más la representan en este
instante”, en La Hoja de Medellín, N°50, Medellín, febrero de 1997, p. 15.

Autor

Patricia Londoño Vega

Departamento de Historia,
Universidad de Antioquia
(Colombia)
© Institut français d’études andines, 2006

Condiciones de uso: http://www.openedition.org/6540

Referencia electrónica del capítulo


LONDOÑO VEGA, Patricia. La identidad regional de los antioqueños: Un
mito que se renueva In: Mitos políticos en las sociedades andinas:
Orígenes, invenciones, ficciones [en línea]. Caracas: Institut français
d’études andines, 2006 (generado el 04 octobre 2019). Disponible en
Internet: <http://books.openedition.org/ifea/5201>. ISBN:
9782821844179. DOI: 10.4000/books.ifea.5201.

Referencia electrónica del libro


CARRERA DAMAS, Germán (dir.) ; et al. Mitos políticos en las sociedades
andinas: Orígenes, invenciones, ficciones. Nueva edición [en línea].
Caracas: Institut français d’études andines, 2006 (generado el 04 octobre
2019). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/5173>.
ISBN: 9782821844179. DOI: 10.4000/books.ifea.5173.
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