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LOS PROCESOS CONTRA OSCAR WILDE Y SU CARÁCTER

AUTOBIOGRÁFICO
Hacia una Inserción de las Actas Judiciales Como Parte del Corpus Autobiográfico

Presentado por: Andrés Ricardo Castro Hurtado


Matrícula: 210382642
Profesor: Dr. Ana Rosa Domenella
Materia: Problemas Literarios II

En el prefacio de El retrato de Dorian Gray, en 1891, Oscar Wilde postula diversas

afirmaciones sobre el rol del artista en respuesta a ciertas críticas recibidas posteriores a

su publicación en Lippincott's Monthly Magazine, en 1890, con el fin de ejercer

dirección sobre el tipo de lectura que se debe hacer sobre tal obra. Una especialmente

versa, en tiempos en que los autores se han convertido en más que figuras públicas,

sobre la no presencia del escritor en su obra: “Mostrar el arte, ocultando al artista: tal

es el fin del arte”.1

Pero el desarrollo de la modernidad, el propio Wilde y tres juicios se encargarían de

llevarle la contraria a la afirmación del escritor irlandés, pues en el marco de la moral y

el orden victoriano el espacio de separación entre vida y obra se volvía bastante acuoso

y prácticamente exigía, en los tribunales, la presencia extraliteraria de Wilde en defensa

de su novela, ontológicamente literaria, en el árido espacio de la vida real. Sus enemigos

asimilaban la lectura de El retrato de Dorian Gray y de Frases y filosofías al servicio

de la juventud en clave autobiográfica mientras que para el escritor era más fácil acuñar

la frase muere joven y deja obra. Obra que debía hablar por si misma en las esferas

artísticas. Obra que quizá jamás provocaría la autodefensa literaria de Wilde en una

posible autobiografía, pero que, dadas las circunstancias, tuvo que ser defendida en una

corte y posteriormente, un siglo y un año después para ser más exactos, tal defensa ser

1
Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, Editorial Norma, Bogotá, 2001, p. 9.
publicada en Los procesos contra Oscar Wilde2, para que los interesados en el autor

lean como una autobiografía aquello que debió morir al ser escuchado.

Los procesos contra Oscar Wilde quizás es más que una autobiografía común y

corriente. Porque si un autor al escribir su relato autobiográfico dialoga si y solamente sí

consigo mismo, encontramos que -según Paul de Man, citado por Nora Catelli- el sujeto

enunciado allí es revelado “tan sólo como retórica, como una figura, una emergencia de

la postulación de la identidad entre dos sujetos: un autor que es una firma y que se

declara a la vez (en tanto que narrador y segundo sujeto) objeto de su propia

comprensión”.3 De tal manera que aquello donde se pretende encontrar verdad se

encuentra mediado por el lenguaje y sus estrategias retóricas, arropando en él un halo de

tenue sospecha sobre la veracidad de todo lo dicho. Mientras que las actas del proceso

contra Oscar Wilde, al no ser concebidos dentro del espectro de lo literario, llevan sobre

sí una menos sospechosa carga de mentiras en relación al marco jurídico en la que se

pretende hacer cumplir la ley. Con lo cual, al pasar al plano de lo literario, tales actas

serán apreciadas por quienes leen las palabras enunciadas por el propio Wilde como

confesiones que resuenan con tintes autobiográficos.

Pero ubiquemos dicho texto. Los procesos contra Oscar Wilde presentan la

transcripción de los tres juicios que enfrenta el escritor cuando primero demandó al

padre de Alfred Douglas, el Márquez de Queensberry, por difamación, en 1895, y que

posteriormente giraría radicalmente dando lugar a dos juicios más en su contra, acusado

de graves indecencias y conspiración para cometerlas. Cargos que, como es sabido, lo

llevarían a la cárcel. El libro tiene una introducción general que narra el arco del

proceso desde la demanda de Wilde hasta la declaración de su culpabilidad, el perfil de

los participantes (abogados, demandado y demandante, testigos, jueces y fiscales, entre

2
Ulises Petit de Murat trad., Los proceso contra Oscar Wilde, Editorial Valdemar, Madrid, 1996.
3
Nora Catelli, En la era de la intimidad. Seguido de: El espacio autobiográfico, Beatriz Viterbo editora,
Rosario, 2007, P. 225-226.
otros) y notas de los autores en cada proceso en los que, basados en la biografía de

Wilde de Hesketh Pearson, contextualizan la situación. En un principio, el juicio versa

sobre la obra de Wilde y su supuesta inducción a la inmoralidad, después sobre los

hechos que se le acusan en los que se señalan distintos momentos de la vida de Wilde.

Sentado allí en el banquillo de acusador o acusado, es el relato de Wilde contado por

Wilde el que más espacio ocupa, aunque también se encuentran las declaraciones de sus

conocidos, ya sea de la gran mayoría testimoniando en su contra o de sus abogados

defendiéndolo. Así, tenemos que todo el libro gira alrededor de una misma materia, un

“yo” claramente identificable con el nombre de Oscar Fingel O´Flahertie Wills Wilde:

su obra, sus pensamientos, sus sentimientos, sus acciones.

Lo primero para pensar que dicha obra sea leída como material autobiográfico es que su

publicación se da dentro de lo que Bourdieu llama el Campo Intelectual, o sea un

“sistema cada vez más complejo y más independiente de las influencias externas […]

como campo de relaciones dominadas por una lógica específica, la de la competencia

por la legitimidad cultural”.4 Este sistema con una lógica específica está dotado de una

relativa autonomía en la que “se multiplican y se diferencian las instancias de

consagración intelectual y artística tales como las academias y los salones […] y

también las instancias de consagración y difusión cultural, tales como las casas editoras,

los teatros, las asociaciones culturales y científicas, a medida, asimismo, que el público

se extiende y se diversifica”.5 Identifica Bourdieu que es en el siglo XVIII el momento

en que se empieza a gestar la autonomía del campo intelectual. Siglo también

paradigmático para la autobiografía, pues Jean-Jacques Rousseau publica sus

Confesiones, las cuales serían el modelo del género en la modernidad. De esto se podría

inferir que entre la autonomía del campo intelectual, totalmente fortalecido por la

4
Pierre Bourdieu, “Campo intelectual y proyecto creador” (1966), en “Campo de poder, campo
intelectual”, editorial Montressor, Buenos Aíres, 2002, P. 11.
5
Ibid. P. 11
ascensión de la burguesía después del derrocamiento de las monarquías europeas, y la

diversidad de públicos que acogen a los autores que escriben sus autobiografías hay una

estrecha relación. Sin embargo, apuntamos a señalar que el campo intelectual, así como

diversifica las estancias de consagración y difusión cultural y extiende y diversificas los

públicos, también tiende a diversificar los productos culturales que participan en el

campo y eso explicaría una de las razones cruciales por las cuales diversos editores6

encontrarían atractivo publicar los procesos contra Wilde, no solamente porque

reconozcan su interés para investigaciones de índole histórica si no porque también

reconocen su potencial en el campo literario como un documento particular que da luces

sobre su vida y su obra.7

Con un público interesado en leer uno de los momentos más cruciales de la vida de su,

quizá, autor preferido intentaremos describir que lo atractivo en la lectura de un juicio,

que evidentemente no es un juicio cualquiera, es su componente autobiográfico.

Plantean Del Prado, Bravo y Picazo en Autobiografía y modernidad literaria que “es

curioso observar cómo es el espacio de la modernidad y su arquitectura conceptual la

que por un lado lo han encumbrado [al autor] y por otro destruido”.8 Afirman que hay

un doble motor óntico y epistemológico en el autor con el que “han ido surgiendo cuatro

fuerzas epistemológicas que se han encargado de desintegrar, desde sus propios

presupuestos –historicidad e inmanencia- el alcance de la autoría y, lógicamente, de su

autoría”.9 Cada una de estas cuatro fuerzas se asientan en a)una epistemología

historicista (autor como cadena genética en que es efecto de elementos anteriores a él);

6
Bibliografía sobre Oscar Wilde en http://www.nndb.com/people/459/000022393/bibliography/,
consultado en marzo de 2011.
7
En http://law2.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/ftrials.htm se encuentran distintos juicios reconocidos
por sus hechos o por los personajes públicos a los que implica, incluido el de Wilde. También está el de
Sócrates, pero no hay nada de otro reconocido juicio que implicó vida y obra del autor, el que se llevó a
cabo a Flaubert tras la publicación de Madame Bovary.
8
Javier del Prado Biezma et al., Autobiografía y modernidad literaria, ediciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha, Cuenca, 1994, P. 192.
9
Ibid.
b)una epistemología materialista (el autor “trabajó un texto” y éste es independiente a él

pues es un producto para la consumición); c)una epistemología estructuralista; d)una

epistemología demagógica (que suprime de la conciencia estructurante la necesidad del

método, proponiendo la arbitrariedad emocional).10 Es en la epistemología

estructuralista donde nuestro lector se hace importante para nuestra hipótesis:

…al concederle al espíritu, como conciencia estructurante, el papel principal del


conocimiento, consigue que el objeto literario (objeto para la lectura) se convierta de
nuevo en sujeto; pero no desde la perspectiva del creador, si no desde el que lo mira. El
objeto en sí ya no es ni siquiera un objeto; es caos que hay que organizar y al que tiene
que dar sentido la mirada estructurante. En el peor de los casos, el objeto-caos se diluirá
en subjetividad, y en el mejor cobrará una nueva existencia- forma, dirección y sentido,
en el método que lo recrea.11

En resumen, durante el siglo XIX y el XX definiríamos, de la mano de Del Prado,

Bravo y Picazo, a la escritura como práctica ontológica inscrita en la realidad- lengua y

cosmogonía de un determinado momento histórico (lo que para este caso sería desde la

toma de nota del primer día del proceso contra Queensberry, el 3 de abril de 1985, hasta

la declaración de culpabilidad de Wilde, el viernes 24 de mayo del mismo año); y a la

lectura la definiríamos como práctica ontológica inscrita en el texto.

El lector de Los procesos contra Oscar Wilde, plenamente enmarcado en la

modernidad, efectivamente aborda el texto con una postura epistemológicamente

estructuralista, de manera paradójica, en busca de un autor. Su horizonte de expectativa,

como propone H. R. Jausse y entendido como “un sistema de relación objetivable de las

expectativas que nace para cada obra de la comprensión previa del género, la forma y la

temática de obras anteriormente conocidas y de la oposición entre lenguaje poético y

lenguaje práctico en el momento histórico de su aparición”,12 está motivado por su

previo conocimiento a la obra de Wilde, por la curiosidad que genera su postura de

10
Ibid. Pp. 192-193.
11
Ibid. p. 193.
12
Hans Robert Jausse, La historia de la literatura como provocación de la ciencia literaria (1967), en La
historia de la literatura como provocación, Editorial Península, Barcelona, 2000, P. 163.
dandy intelectual que –de la misma manera que en sus obras- desafía a su sociedad y

por el interés de conocer algo más de su autor en la particular espontaneidad de los

careos judiciales. ¿De qué otra manera un texto muerto y archivado, copiado in situ, en

apariencia no estético, revive y produce efecto? Pues entendiendo que al publicarse Los

procesos contra Oscar Wilde se convierten y viven como una obra que exige “una

interpretación y actúa a través de muchos significados”.13 En este caso, el objeto libro

que venimos estudiando efectivamente no tiene un autor claro y definido, dada su

coralidad y para satisfacción de los estructuralista14; autor que, sea dicho, no hace falta

para que el lector pueda llenar de significados a la obra.

Y sin embargo, no es difícil sentir que dada la composición oral del juicio estamos ante

un texto sobre Wilde relatado por Wilde. Así, la búsqueda que hace el lector en Los

procesos contra Oscar Wilde está marcada por lo que Del Prado, Bravo y Picazo y Nora

Catelli llaman el espacio autobiográfico, clara escisión del pacto autobiográfico de

Philippe Lejeune. Con ellos podemos decir que dichas actas traen una fuerte presencia

de un yo “más secreto y más efectivo” en lo que denominan como espacio

autobiográfico, en donde se pueden encontrar marcas del yo-autor en un texto en el

campo estructural, el campo temático, el campo intertextual y en el campo enunciativo,

sin la necesidad de que éste esté escrito en primera o tercera persona.15

En tres de los cuatro niveles del texto anteriormente mencionados encontramos la

presencia del autor Oscar Wilde. En el nivel textual del campo temático, comprendido

como un “elemento material en el que cuaja, metafóricamente, la ensoñación del yo,

respecto a algún concepto a alguna realidad básica”,16 que es constante en todos los

textos del autor y que se puede considerar matriz o clave de su universo imaginario,

13
K. Kosik citado por Jausse. Ibid., p. 153.
14
Sobre la autoría de Los procesos contra Oscar Wilde nos referiremos más adelante.
15
Del Prado Op. Cit., p. 208.
16
Ibid., p. 208. Los autores precisan que el concepto de tema lo emplean en el sentido y contexto de la
obra de Bachelard.
encontramos que en Los procesos contra Oscar Wilde el autor está obligado a

reflexionar sobre los temas de su obra, especialmente el de la relación del artista con su

sociedad:

El señor Carson [abogado de la fiscalía]: ¿Digo bien al decir que usted no cree en las
consecuencias que puedan crear la moralidad o inmoralidad [en el público]?
Wilde: Naturalmente, no creo.
En lo que concierne a sus obras, ¿asume usted la pose de no estar preocupado por la
moralidad o inmoralidad?
No sé si usted está usando la palabra “pose” en un sentido particular.
Esta es, en todo caso, una de sus palabras favoritas, ¿no es así?
No asumo ninguna pose en este asunto. Al escribir una obra de arte o un libro estoy
pensando exclusivamente en la literatura, esto es, en el arte. No estoy haciendo ni el
bien ni el mal, estoy tratando de hacer algo que tenga alguna calidad de lo bello.
Escúcheme bien, señor. Esta es una de las Frases y filosofías para el uso de los
jóvenes que usted ha aportado al público: “El mal es un mito inventado por la gente
buena para dar razón de la curiosa atracción que pueden ejercer ciertas personas”.
¿Cree que esto es verdadero?
Rara vez pienso que algo de lo que escribo sea verdadero.
¿Dijo usted “rara vez”?
Sí, dije “rara vez”. Pude haber dicho “nunca”. Las cosas que escribo “nunca” son
verdaderas en el sentido habitual del término “verdadero”.17

En el nivel textual del campo intertextual, el cual “remite, desde la materia anecdótica

misma, a sus lecturas preferidas”18, encontramos que gracias al interrogatorio hay

diversos momentos en los que Wilde evidencia su formación y parte del origen de sus

lecturas:

Gill [abogado acusador]:¿Cuál es el amor «que no osa decir su nombre»?


Wilde: amor que no osa decir su nombre, en este siglo, es el amor de un hombre maduro
y uno joven, como el que existía entre David y Jonathan, tal como aquel que Platón usó
como la verdadera base de su filosofía, y tal como se encuentra en los sonetos de
Miguel Ángel y Shakespeare. Es un efecto hondo y espiritual, tan puro como perfecto.
Inspira y colma grandes obras de arte, como lo son las de Shakespeare y Miguel Ángel,
y las dos cartas mías, tal como son.19

En el nivel textual del campo enunciativo, entendido como “una «sequedad» sintáctica
[…] la prosodia cortante y precisa”,20 lo entenderemos como lo plantea Bajtín:

…el enunciado, su estilo y su composición se determinan por el aspecto temático (de


objeto y de sentido) y por el aspecto expresivo, o sea por la actitud valorativa del
hablante hacia el momento temático. La estilística no comprende ningún otro aspecto,
sino que sólo considera los siguientes factores que determinan el estilo de un enunciado:
17
Valdemar, Op. Cit., p. 49.
18
Del Prado, Op. Cit., P. 208.
19
Valdemar, Op. Cit., p. 220.
20
Del Prado, Op. Cit., p. 209.
el sistema de la lengua, el objeto del discurso y el hablante mismo y su actitud
valorativa hacia el objeto. La selección de los recursos lingüísticos se determina, según
la concepción habitual de la estilística, únicamente por consideraciones acerca del
objeto y sentido y de la expresividad.21

Esto nos permite señalar nuevamente que dentro del marco jurídico, las actas recogen lo

dicho literalmente en el juicio y operan como certificado oficial de los puntos que se

discuten, bajo la presunción de que quienes participan del juicio juran decir la verdad.

En esto, es más que tácito recordar que, como aclara Bajtín, los enunciados tienen autor

y que el carácter dialógico del juicio sitúa a Wilde enunciando en primera persona tal y

como aparece textualmente recogido en el libro. Asumamos entonces que Los procesos

contra Oscar Wilde en estos puntos cumplen las condiciones del espacio autobiográfico

y que los lectores que buscan en este libro una autobiografía la encuentran gracias a las

presencias del yo-autor de Wilde esparcida en los diversos niveles del texto. También

hemos señalado aquí el papel que juegan los editores para hacer participar al libro

dentro del campo intelectual planteado por Bourdieu. Así, en la tríada de significación

de la obra, a saber autor-texto-lector, los editores también participan como “autores” si

aceptamos su participación en el campo estructural del libro. Para este caso, los editores

de Valdemar organizan dialécticamente el material de las actas, sin olvidar que lo hacen

en torno y con la mediación de la relevante figura de Oscar Wilde como bandera.

Para corroborar lo anterior y sumar al carácter autobiográfico de Los procesos contra

Oscar Wilde también apelaremos a Lejeune y su definición de autobiografía citada por

Del Prado, Bravo y Picazo:

«Relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia,
cuando pone el acento en su vida individual, concretamente en la historia de su
personalidad» […] afirma que para que haya autobiografía, es preciso que exista
identidad entre el autor, el narrador y el personaje principal, para terminar expresando, a
modo de corolario, que: «El pacto autobiográfico es la afirmación en el texto de esa
identidad que remite en última instancia al nombre del autor en la cubierta del libro»
[…] De donde se deduce, al mismo tiempo la extraordinaria importancia que le concede

21
Mijail Bajtín M, El problema de los géneros discursivos, en Estética de la creación verbal, editorial S
XXI, México, 1990, p. 280-281.
Lejeune a la figura del lector, como pieza clave en este proceso de escritura.22

Nos recuerdan Del Prado, Bravo y Picazo que Lejeune en 1975 amplía y matiza sus

opiniones iniciales, pues “las reglas del contrato, tributarias como tantas cosas de la

Historia, no son siempre explícitas ni fijas”,23 lo que abre una rendija dentro del marco

teórico de Lejeune para lo que entre lo que ya hemos expuesto. Además, Del Prado,

Bravo y Picazo proponen también a los editores como actores de este proceso:

“siendo siempre incuestionable la condición de un pacto autobiográfico entre el autor y


el lector para determinar una autobiografía. Puede darse, sin embargo, situaciones en las
que el contrato ofrecido por el autor no llegue a ser aceptado de igual modo por todos
los lectores, como consecuencia o bien de la intervención indirecta del editor que
presenta el texto como perteneciente a otro espacio de escritura…”

Si bien nos los presentan como actores que pueden sacar a cualquier texto del espacio

autobiográfico, también se puede inferir que suceda al contrario, como en el caso de la

editorial Valdemar y Los procesos contra Oscar Wilde, quienes con este libro, como

dice en la contraportada, ofrecen la transcripción de los procesos en los que el arte y el

ingenio del escritor se enfrentan en los tribunales a la moral y el orden victorianos. Y

aclaran:

Oscar Wilde amaba hasta el delirio al Oscar Wilde joven, brillante, ávido de todo lo que
alimenta al mundo. Cuando comenzó a dejar de serlo, tuvo que matarlo. Se valió de los
otros, de los que, para su eterna vergüenza, le situaron en lo más espeso del desprecio y
el insulto. De cómo sucedió esto, hablan, horrible, minuciosamente, las páginas que
siguen.24

Y sin ser un libro que Oscar Wilde se propuso escribir, queda plasmado como una

propuesta autobiográfica, pues al estar Wilde obligado a declarar sobre su actuar, pensar

y sentir emerge como un yo verdadero, tal y como plantea Leonor Arfuch: “aquel que

expresa pensamientos, reacciones afectivas, rasgos de carácter, se conformará no ya en

22
Del Prado, Op. Cit., Pp. 212-213.
23
Ibid., p. 214
24
Ulises Petit de Murat, en el prologo de Los procesos contra Oscar Wilde, p. 13.
el abismo de una singularidad que la sociedad vendría a avasallar, si no justamente en

esa trama de relaciones sociales de la cual emerge y en la que se inscribe”.25

BIBLIOGRAFÍA CITADA Y REVISADA

-ARFUCH, Leonor El espacio biográfico, dilemas de la subjetividad contemporánea,


FCE, Buenos Aires, 2010.
- BAJTÍN, Mijail, Estética de la creación verbal, editorial S XXI, México, 1990.
25
Leonor Arfuch, El espacio biográfico, dilemas de la subjetividad contemporánea, FCE, Buenos Aires,
2010, P. 74.
- BOURDIEU, Pierre “Campo intelectual y proyecto creador” (1966), en
“Campo de poder, campo intelectual”, editorial Montressor, Buenos Aíres, 2002.
-CATELLI, Nora En la era de la intimidad. Seguido de: El espacio autobiográfico,
Beatriz Viterbo editora, Rosario, 2007.
-DEL PRADO Biezma, Javier et al., Autobiografía y modernidad literaria, ediciones de
la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 1994.
-JAUSSE, Hans Robert La historia de la literatura como provocación de la ciencia
literaria (1967), en La historia de la literatura como provocación, Editorial Península,
Barcelona, 2000.
-LEJEUNE, Phillipe, El pacto autobiográfico, La autobiografía y sus prioblemas
teóricos, Antrhopos.
-LOUREIRO, Angel, Problemas teóricos de la autobiografía, en
http://www.bibliologia.info/archivos/loureiro.pdf
-DE MURAT, Ulises Petit trad., Los proceso contra Oscar Wilde, Editorial Valdemar,
Madrid, 1996.
-http://www.nndb.com/people/459/000022393/bibliography/
-http://law2.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/ftrials.htm

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