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Rodriguez Adrados Francisco - Historia de La Fabula Grecolatina - Vol I PDF
Rodriguez Adrados Francisco - Historia de La Fabula Grecolatina - Vol I PDF
DE LA FABULA
GRECO-LATINA (I)
(I)
p o r F ra n c is c o R o d ríg u e z A d ra d o s
P R O L O G O ............................................................................................. 11
V ISIO N G E N E R A L D E LA FA B U L A
G R E C O -L A T IN A
CAPITULO I
T E R M IN O L O G IA D E LA F A B U L A A N T IG U A
I. T e r m in o l o g ía d e l a f á b u l a g r e c o - l a t in a
1 Cf. L ivio I 11.8, H oracio, Ep. I 13, 9, Séneca Ep. 77, etcétera.
2 Cf. T ácito, Or. 2 y 29.
Term inología de la fábula antigua 19
2. El término αίνος
8 Prog. 8.
9 A vispas 1251.
10 S ófocles, F iloctetes 1380, véase m ás adelante.
Term inología de la fábula antigua 21
que es a la vez «no van a ser dichas (por mí) unas pobres palabras»
y «no te haré un elogio sin valor», pues lo que hace es recom pensarle
con m edio talento de oro.
Α ίν ο ς es, pues, un «relato», pero puede tratarse de un relato
que, a más de su función representativa, n a rra r algo real o ficticio,
tenga una im presiva: aconsejar, elogiar (y, por supuesto, criticar).
En la lírica y la tragedia, así com o en autores helenísticos dependien
tes de esta tradición (A polonio, Calim aco, Teócrito) se m antuvo
ese sentido vago y general de α ίνος, ju n to al uso m ás especializado
de «elogio». Pero hubo una segunda especialización: α ίνο ς se usó
para ciertos tipos de relatos, concretam ente, los que nosotros llam a
mos fábula, proverbio y enigm a, que podían tener (pero no tenían
necesariam ente) funciones adicionales impresivas.
Com o es sabido, α ίνος «fábula» aparece en H esíodo, Op. 202
(fábula del halcón y el ruiseñor), A rquíloco 27 («El águila y la
zorra»), 77 («El m ono y la zorra», se trata del m ono que presum e
de nobleza de origen) y hay un eco en Calim aco 194.6. Se tra ta
siem pre, directa o indirectam ente, de exhortaciones a seguir una
conducta, acom pañadas de critica y sátira para el que no obra
así; pero en todos los casos sobre la base de un «relato» que
m uestra con el símil anim al cóm o transcurren habitualm ente las
cosas en la sociedad hum ana. Los contextos de las fábulas en
H esíodo y A rquíloco son, efectivamente, advertencias a los «reyes»,
a Licam bes, a los nobles de Paros: ciertos com portam ientos arras
tran m alos resultados. Incluso el triunfo del halcón queda situado
en esta perspectiva por los versos que siguen.
Pero lo que nos interesa aquí es esto:
a) N o se distingue entre el rélato en general (histórico, ficticio...)
y el relato fabulístico. De o tra parte, uno y otro, de una
m anera más vaga o más directa, tienden a tener una función
impresiva a más de la representativa.
b) Junto al significado «fábula» surgen otros dos significados
«proverbio» y «enigm a»: evidentem ente, no se distinguía
entre estos géneros y la fábula.
El sentido «proverbio» se halla en Eurípides 508 N .2, Teócrito
XIV 43, Arcesilao 964 P. Es, sencillam ente, un «dicho» repetido,
un π α λα ιό ς α ίνος com o dice Eurípides, un α ίνο ς άνδρών com o
dice A rcesilao; o sim plem ente un giro o frase hecha (Calim aco
178.9). Respecto a la fábula en nuestro sentido hay to d a clase
22 H istoria de la fábula greco-latina
14 Cf. «E l sistem a de H eráclito: estudio a partir del léxico», Em érita 41, 1973,
pp. 1-43.
26 H istoria de !a fábula greco-latina
II. D e f in ic ió n de la fá bu la g r e c o - l a t in a
22 B. E. Perry, Aesopica, U rbana 1952, p. 245 ss.: A esopi quae feruntur sententiae.
36 H istoria de la fábula greco-latina
24 E tym . I 40.
25 T eón, P rogym n. 3 en Spengel, Rh. Gr. II 72 ss.; A fto n io , Progym n. 1, ibid.,
p. 21.
26 Vit. Apoll. V 14.
27 II 29, 1.
28 P rogym n. 1 Rabe.
T erm inología de la fábula antigua 39
pasatiem po : el hecho de que deje algunas fábulas sin epim itio, con
firm a este punto de vista, últim o estadio de una evolución que ale
ja b a al género de su sentido natural. A unque no -para siempre:
otras colecciones, otros autores, m antuvieron el carácter de ejem
plo entre exhortativo y crítico que la fábula ha tenido desde Hesío
do (y aun desde Sum eria) hasta hoy mismo.
térm ino. Pero tam bién existe, a veces, una doble referencia, inicial
y final, al prim er térm ino. Asi, por, ejemplo, en A ftonio, en cuya
colección títulos com o el de 16 «F ábula de los toros, que incita
a la concordia» funciona com o un pro m itío. concluyéndose con
un epim itio: «Así la concordia es salvación para los que la siguen».
En Fedro encontram os fábulas de los tres tipos: con prom itio
(1 3 , 9 etc.); con epim itio (I ÍO, 14, etc.); con prom itio y épim itio
(III 10, IV 5, etc.). Solo secundariam ente, según hemos dicho,
se escribieron fábulas de colección sin prom itio ni epim itio: así
m uchas m as de Babrio y A viano. Y es notable que la tradición que
pesaba sobre la fábula era tan fuerte, que secundariam ente sé añ a
dieron m ás epim itios por obra de redactores anónim os dé edad me
dieval.
N o vam os a tra ta r aquí a fondo el tem a del origen del epim itio
y el proniitip, que ha sido objétp de abundante bibliografía y
sobre el que hem os de insistir a propósito de la colección de D em etrio
(II 6). Pero a Gualquierá lé resultará claro que, cualesquiera hayan
sido las vicisitúdes dé estas partes. de las fábulas de colección,
representan en realidad un últim o resto dé los prim eros térm inos
de la fábula-ejem plo de edad clásica (continuada, por lo dem ás,
en autores de edad posterior). Conviene qué veamos esto Un poco
m ás despacio, p ara luego insistir en Otro pu n to : qué, dentro de
este rasgo general de «segundo térm ino» que tiene la fábula, han
intervenido desde pronto y gradualm ente otras restricciones que
han contribuido á definir el género.
Veamos, para com enzar, el Epodo I de A rquíloco, dirigido contra
Licambes, el noble de Paros que había agraviado al poeta negándole
la boda, antes prom etida, con su hija Ñ eobula. Los elem entos
son:
35 Fr. 37.
48 H istoria de la fábula greco-latina
dom ina sobre la acción o agón; todo lo más, puede decirse que
la situación es agonal. Es el tipo que está ya en Esquilo en «El
águila y la flecha», citada más arriba: herida el águila por la
flecha hecha de sus propias plum as, «cierra» con un lam ento.
Este tipo es m uy frecuente en las colecciones; las más veces nos
presenta un «survenant» ajeno a la situación, que es el que p ro n u n
cia el «cierre». P or poner un solo ejemplo del prim er tip o : en
H. 15 a es la propia zorra la que, al no alcanzar las uvas, com enta
«están verdes». El segundo tipo está representado, por ejem plo,
por H. 40 «El astrólogo» : el astrólogo se cae al pozo po r contem plar
las estrellas y es alguien que pasa quien com enta: « p o r in ten tar
ver las cosas del cielo, no ves las de la tierra».
Estos, repetim os, no son o tra cosa que los tipos centrales,
que hem os de estudiar con m ás detalle, sin dejar de lado tam poco
los m arginales, que testim onian bien persistencia de una tradición
preclásica, bien variaciones postclásicas. T estim onian que tanto
en la form a com o en el contenido las fábulas de las colecciones
continúan, en esencia, a las de fecha clásica.
P ara introducir una form alización que nos va a ser útil en
nuestros análisis form ales y de contenido, podem os presentar los
siguientes sím bolos:
A : protagonista que triunfa en la fábula (A 2 etc. : sus aliados).
B: personaje vencido o, en todo caso, no vencedor (B2 etc.:
otros).
C : «survenant».
( ) : elem ento opcional.
— : separación de acto.
/ : indicación de agón.
B - (C).
A (A 2...) / B (B2...) — (G).
Introduciendo, ahora, abreviaturas com o sit. (situación), acc.
(acción), dir. (directo, discurso), indi, (indirecto, discurso) y m ultipli
cando elem entos, es fácil ver que pueden salir com binaciones m últi
ples. Por ejem plo:
Bsit.— Bacc.— Bdir. (acción de anim al que com enta su propio
fracaso).
T erm inología de la fábula antigua 51
en las cosas en que prim ero fracasam os». Si H. 292 «El león,
Prom eteo y el elefante» cuenta que el león se consuela de tener
m iedo al gallo porque el elefante se lo tiene al m osquito (con
lo cual queda en cierto m odo justificado Prom eteo, creador de
am bos), el epim itio dice m ás tontam ente todavía: «ves cu ánta
fuerza tiene el m osquito que aterra al elefante». M enos entiende
aún la fábula H. 104 «H erm es y la Tierra» el a u to r de su epim itio.
En ella, en efecto, la Tierra se consuela de que los hom bres recién
creados hagan una cueva sacando tierra con el pensam iento de
que «la devolverán llorando», es decir, que m orirán: pues bien,
el epim itio dice que la fábula va dirigida contra «los que fácilm ente
piden prestado, pero sólo con dolor devuelven». Véanse epim itios
absurdos o forzados en H. 5, 47, 57, 142, 182, 188, 207, 231, 277.
Así, la relación entre los dos tipos principales de fábula no
ha dejado de ser confusa; desde el punto de vista de la fábula
agonal, la etiológica aparece a m edio asim ilar. C on m ayor razón
puede decirse esto de algunos géneros m enores frecuentem ente
fabulizados, pero a veces de una m anera insuficiente. Veam os
algunos ejemplos.
Chistes.— H em os dicho que, si bien la fábula contiene chistes,
el chiste en sí, sin o tra pretensión que hacer reír o satirizar en
una situación dada, pero usado sin valor sim bólico, es esópico,
pero no propiam ente fábula. Sin em bargo, los autores de colecciones
se han em peñado a veces en convertir ciertos chistes en fábulas
dándoles carácter sim bólico al hacerlos seguir de un epim itio to ta l
m ente inadecuado.
Así, H. 5 «El deudor» es puro chiste. El deudor va a vender
una cerda p ara pagar la deuda y asegura al com prador que en
los m isterios pare hem bras y en las Panatenaicas m achos; ante
el asom bro de éste, el acreedor rem acha el clavo diciendo que en
las D ionisias p arirá cabritos. A esto sigue un epim itio b astan te ab
surdo: «m uchos, por su codicia, no dudan en d ar testim onio falso».
Pueden encontrarse otros chistes con epim itios forzados en fábulas
com o H. 8 «E sopo en el astillero» (véase arrib a); H. 47 «El niño que
vom itó las entrañas» ; H. 207 «El pajarero y la alondra» ; H. 231 «Las
zorras ju n to al M eandro»; H. 283 «El perro dándose el banquete».
Anécdotas.— Lo m ism o hay que decir de la anécdota en general,
que en realidad incluye la categoría del chiste; las hay hum anas,
divinas, anim ales, con tem as que difieren a veces de los habitualm en
te agonales de la fábula. En H. 57 «L a vieja y el médico» la
T erm inología de la fábula antigua 55
6. Conclusión
I. Ideas generales
1 « N u eva reconstrucción de los epodos de A rqu íloco», E m érita 23, 1955, pp.
1-78; «N ou veau x Fragm ents et interpretations d ’A rchiloque», RPh 30, 1956, pp.
28-36; y nuestra edición en Líricos Griegos I, Barcelona 1956, p. 1 ss.
64 H istoria de la fábula grécó-latina
τα δέ πρόβατα[
«H eracles y Pluto»
έγω γε τούτον έπ ίσ τα μ α ι [ ^ —
1. Fecha de la colección
25 « D ie U eberlieferung des A esoprom ans», B Z 19, 1910, p. 383 ss. Cf. mis
Estudios..., p. 5 ss.
Inventario general de la fábula greco-latina 75
26 Cf. « D e Babrii aetate», L eipziger Studien 2, 1879, p. 127 ss.; art. «Babrios»,
R E I I 2, col. 2655 ss. ; su ed. de Babrio, 1897, p. X X X II ss.
27 Cf. « D a s Problem der aesopischen Fabel», N Jb. 1, 1898, p. 305 ss.; art. «Fabel»
en R E VI col. 1704 ss.; prólogo de su edición, p. V ss., etc.
28 Cf. los textos en los 'T estim on ia de A esopica (núm s. 97, 98, 101, 102, 103).
76 H istoria de la fábula greco-latina
2gÍ Studies in the T ext H isto ry o f the Life and Fables o f A esop, H averford
1936, p. 163 ss., A esopica, p. 296 ss.; por mi m ism o, E studios..., p. 8 ss., por N0j-
gaard, ob. cit., I, p. 480 ss.
inventario general de la fábula greco-laíina 77
bien, añade vocabulario que sólo a partir del año 100 d. C. aproxi
m adam ente vuelve a entrar en la literatura: 12 aticism os y 27 poetis-
mos (aparte, insisto, de los aceptados por las colecciones bizantinas).
Es, pues, una colección redactada en lengua literaria, no popular,
y en una lengua literaria que ha acabado de form arse a partir
del siglo π d. C .; lengua, por o tra parte, un tanto anóm ala, dado
el equilibrio de aticism os y poetismos.
Por o tra parte, la A ugustana presenta num erosas palabras crea
das bien en la época helenística (93), bien en la posterior. Estas
últim as se clasifican entre las que aparecen a p artir del siglo ii
(34 palabras) y las del últim o im perio (siglos iv-v): 16, que dan
la fecha de nuestra redacción.
Pienso que esta datación es definitiva y que, adem ás, da luz
sobre la historia de la colección. Su fondo es la lengua literaria
helenística (sin duda com o continuación de la lengua literaria ática,
del final del aticism o, de D em etrio), pero continuada por una
aportación de fecha posterior. E sta aportación es m ezclada, hay
elem entos cultos y otros que lo son m enos. Y dentro de ella
los térm inos propiam ente tardíos son escasos: la alteración que
sufrió la colección en los siglos iv y v debió de ser pequeña.
Por otro lado, la presencia de un léxico poético im portante, que
al redactar nuestros Estudios nos extrañaba, se explica ah o ra com o
efecto de la existencia de versiones helenísticas en coliam bos que
luego fueron prosificadas.
3. Los argum entos de N ^jgaard y P e rry 33 se basan, de un
lado, en que no tienen en cuenta que esa datación se refiere a
nuestro texto de la A ugustana, no al fondo de la colección; de
otra, a un deficiente conocim iento del problem a lingüístico del
léxico griego de las épocas helenística y rom ana y de los problem as
del léxico en general. Que el léxico no tiene interés para problem as
de datación, que los resultados de mi estadísticas pueden deberse
todos a azares de nuestra docum entación, com o dice N ^jgaard,
son afirm aciones que no necesitan de refutación alguna ante los
conocedores de estos problem as. Que cualquier palabra de nuestra
A ugustana habría podido ser utilizada en el siglo i d. C. y que no
hay datos sobre una posible reelaboración de la m ism a después del
33 Cf. Nçijgaard, ob. cif., 1, p. 137, con mi respuesta en Gnomon 37, 1965,
p. 542 s.; y Perry, «D em etrius o f Phalerum ...» cit., p. 282 s.
80 H istoria de la fábula greco-latina
siglo i d. C., com o dice Perry, son simples afirm aciones que están
en conflicto con los hechos.
F rente a mis afirm aciones, Perry y Nçijgaard concretan m uy
poco. El p rim e ro 34 supone que nuestra A ugustana debe venir
del siglo π d. C. o m ás probablem ente del i; el segundo dice que
es im posible d a ta rla pero que sus procedim ientos estructurales
son anteriores a F e d r o 35. Esto es, pienso, perfectam ente adm isible
para la «antigua A ugustana», antecedente de F ed ro ; si Perry y
N ^jgaard hubieran leído atentam ente mi artículo sobre el
P. Rylands hab rían visto que esto es precisam ente lo que yo había
propuesto en fecha anterior a ellos.
M ás grave es que no distinguen, en la práctica, entre la A ugusta
na y la colección de D em etrio, atribuyendo a am bas prácticam ente
el m ism o carácter. T odo lo m ás, Perry hace un esfuerzo p ara
rescatar para dicha colección algunas fábulas que faltan en la
A ugustana y que aparecen en diversos autores del im perio (P lutarco,
Luciano.,.) o en F ocio: pero siem pre sobre la base de adm itir
im plícitam ente que la A ugustana es la colección de D em etrio salvo
algunas fábulas que se han perdido en el cam ino. L a P arte II del
presente libro, que estudia la historia de la fábula en época helenísti
ca, h ará ver que hay notables diferencias entre la colección de
D em etrio y la A ugustana y que entre am bas fases se inserta u n a
historia com plicada. De todas m aneras, a continuación recogem os
algunas ideas de unos y otros autores sobre las características
literarias de la A ugustana y su posición en la historia de las
colecciones, para com pletar este previo «estado de la cuestión».
34 L. c., p. 288, n. 3.
35 Ob. c it., p. 138.
Inventario general de la fábula greco-latina 81
tienen que ser colocadas, pensam os, dentro de los que llam am os
«géneros antológicos», de fecha helenística: colecciones de epigra
m as, m itos, refranes, etc., etc. Las fábulas en prosa de la A ugustana
tienen que ser interpretadas, de o tra parte, com o prosificaciones
de fábulas en versos coliám bicos o yám bicos que, a su vez, no
hacían o tra cosa que seguir la tradición yám bica (y sin duda
coliám bica tam bién) de la fábula-ejem plo en autores de edad arcaica
y clásica; esa prosificación está en la línea de la tradición de la fábu
la-ejem plo en prosa de los sofistas y socráticos. Es decir: las caracte
rísticas e intención de la colección de D em etrio y de sus co n tin u a
dores, incluida la A ugustana, deben ser objeto de nuevo estudio.
A unque, evidentem ente, hay algún trabajo hecho ya, sobre el que
hemos de d ar idea: a saber, los análisis literarios de N ^jgaard sobre
la A ugustana; y los análisis de N ^jgaard y de mí m ism o sobre la si
tuación de esta colección d entro del conjunto de la tradición de la
fábula antigua. Y sobre su derivación, que he establecido, a p artir
de colecciones de fábulas en verso.
N ^jgaard ha hecho un laudable esfuerzo, creo que por prim era
vez, para establecer las características literarias de las principales
colecciones de fábulas, a saber, la A ugustana, Fedro y Babrio.
L im itándonos a la prim era, su definición de sus características
está lograda fijándose en un tipo principal y dejando de lado
otros que llam aríam os m arginales. N o nos parece adecuado aplicar
al prim ero el calificativo de «fábula» y negárselo a los otros,
pero en todo caso es un avance el establecer que, efectivam ente,
existe un tipo principal de fábulas de la A ugustana con característi
cas bien definibles de contenido y form a.
El am plio estudio de N ^jgaard sobre el análisis estructural
de la A u g u sta n a 41 no puede ser resum ido aquí: solo se puede
recom endar su lectura, aunque haciendo observar que lo que N 0j-
gaard define com o tipo estructural de la A ugustana se refiere,
ciertam ente, a la m ayor parte de sus fábulas, pero no a todas.
Por oposición al cuento m aravilloso, las fábulas de la A ugustana
se fundan en el principio de dos personajes que contrastan. H ay
una acción u nitaria y lineal, con unidad de lugar tam bién, y presen
tada en form a esquem ática que tiende a un fin. T oda fábula contiene
un juego de fuerzas im placable, que culm ina con frecuencia en
la réplica final de uno de los protagonistas; si bien hay fábulas
42 «Phaedrusstudien», H erm es 41, 1906, p. 562 ss., 43, 1908, p. 337 ss. y 46,
1910, p. 376 ss.
84 H istoria de la fábula greco-latina
45 Perry coin cide con esta interpretación mía, cf. «D em etrius o f Phalerum ...»
cit., p. 315 ss.
46 Si realm ente, com o parece, procede del Fedro perdido la versión de R óm ulo
cuyo verso ha sido restituido por Zander, Phaedrus solutus, Lund 1921, p. 63.
O tro problem a es la relación de la version de R óm u lo (o Fedro) con la griega
de P. M ich. 457, cf. G . M. P arassoglou, « A n A esop Fable». Studia P apyrologica
13, 1974, pp. 33-37. N o estudié en dicho trabajo la relación de «E l jabalí, el
caballo y el cazadon> y Fedro IV 4; «E l pastor y las ovejas» no tiene version
en Fedro.
47 Art. cit., p. 373, n. 1.
48 Sobre la posibilidad de que dicha fuente estuviera ya traducida al latín,
véase infra, p. 141.
86 H istoria de la fábula greco-latina
...]ά λ λ ’ £γωγ’ ά π ό π λη κ το ς
έ φ ’ ύ ψ η λ ή ς /δ ρ υ ό ς καθημένη
H. 28 «El m entiroso»
π ένη ς ν ο σ ή σ α ς καί κακώς διακεί μένος (tr. yám b., sobre el m etro
cf. p. 590).
ρ α ΐσ α ι τ ά χ ισ τ ’ αότόν [...
κ ά κεϊνος έξα να σ τά ς [...
...] άπέχετε την εύχήν / ώ δαίμονες [...
94 H istoria de la fábula greco-latina
Η. 40 «El astrólogo»
,]ώ ς ά κ ίν η το ν
ήν τό ξύλον, άναδυντες [...
tf αυ.
αύτοϊς υδραν έπεμψεν [... (mss., υ. ? yε.) \
κ α τη σ θ ΐο ν το [...
inventario general de la fábula greco-latina 95
Η. 91 «Herm es y Tiresias»
διόμνυτα ι τόν ουρανόν < τ ε > καί τήν γή ν (mss. τόν τε ούρανόν)
οτι αν θέλι^ς σύ τούς (έμαυτου) βόας ά πολήμ ψ ομ α ι (mss. σ.θ.).
...]ούτος,
πέπαυσο τήν < σ ή ν > ο ύ σ ία ν δια φ θείρ ω ν
έάν γάρ [...] καί π ένη ς γέντ]
...]ό δ’ ά πα υδή σ α ς
έφ η πρός αύτόν [...
π α ύσ α ί με δάκνων ή [...] φ ιλώ ν, ϊν α (mss. κατα φ ιλώ ν)
γνώ, πότερον έχΟρός ή φ ίλ ο ς κ α θ έσ τη κ α ς
que, dado que muchas de las fábulas de F edro a que hacen referencia
están tam bién en la A ugustana o son próxim as a otras de la
Augustana, la conclusión habría de ser extendida a esta colección:
conclusión evidente, com o se verá en nuestro volum en II. El mismo
estudio de H ausrath «Zur Arbeitsweise des P h aed ru s» 53, aunque
particularm ente confuso, no deja de presentar m ateriales sobre
fábulas de diversos orígenes, cínicos entre otros.
Por otra parte, el redactor de la A ugustana h a tenido que
tener a la vista más de una colección antigua y en ocasiones
no ha reparado en que, al recoger fábulas aquí y allá, a veces
ha tomado dos versiones de la misma fábula: algo de esto ha
sido ya anticipado. Por ejemplo, son sensiblem ente iguales, con
sólo diferencias de redacción, H. 62 «El labrador y la serpiente»
y H. 186 «El cam inante y la serpiente»; H. 71 «La encina y la
caña» y H. 239 «Los árboles y la caña» ; son prácticam ente iguales
en su comienzo, aunque al final divergen, H. 28 «El m entiroso»
y H. 34 «El que prom etió cosas imposibles». Son todas ellas fábulas
de la Augustana, aunque a veces falten en ciertos m anuscritos.
Hay otros casos más. La verdad es que no hay diferencia entre
estos casos y otros en que las dos versiones se hallan en diferentes
recensiones o en diferentes grupos de m anuscritos. Cf., po r ejem plo,
las variantes en H. 39 a (I) y 39 b (la) de «La golondrina y los
pájaros» o en 114 (I) y 114 (Ib) de «L a horm iga y la c ig a rra » 54.
Como ya indiqué en mi artículo, hay toda clase de casos diferentes.
Una fábula H. 101 presenta dos versiones, am bas presentes en
el ms. G, mientras que los dem ás acogen ya una ya otra. Pero
G tiene, de otra parte, una m ism a fábula, H. 23, dos veces y
ambas en la misma versión: en el puesto 23 y en el 239 de las
fábulas de dicho ms. Evidentem ente, el copista, que tenía a la
vista más de un m odelo, pensó en un m om ento dado, erróneam ente,
que no había copiado dicha fábula. Sucede incluso que dos fábulas,
H. 294 y H. 295, están en el solo ms. M b (a m ás de en la recensión
I I I ) : aunque es un ms. de la A ugustana, dudam os si debem os
atribuir la fábula a la colección o no. Y esto porque un ms.
como Pb ( = A), central en la A ugustana, tiene fábulas de II y
III y hay mss. de la A ugustana que acogen la tradición babriana.
Desde siempre ha sido una tradición evidente, que los copistas
58 Cf. p. 309.
59 Sobre esto y lo que sigue cf. art. cit., 37, 1969, p. 292 ss.
Inventario general de la fábula greco-latina 101
IV. L a s c o l e c c io n e s v in d o b o n e n s e y a c c u r s ia n a
64 Cf. R evista de la U niversidad Com plutense de M adrid, 25, 102, 1976, p. 79 ss.
inventario general de la fábula greco-latina 105
69 Corpus, p. XI.
70 Cf. art. cit., p. 295.
71 P. 99 ss.
Inventario general de la fábula greco-latina 107
estilo, en una «época todavía sana», para esta colección hay, com o
decim os, las dos dataciones del siglo ix y del xiv. La prim era
es la que hem os propuesto H ausrath y yo: en verdad, se apoya
sólo en datos negativos. L a segunda es la que ya favoreció Paul
M arc, quien pensó que la colección habría sido redactada p o r
«filólogos hábiles del tipo de M oscópulos y Planudes» y la
que ha sido defendida, sobre todo, p o r Perry. Pero así com o
nuestras razones a favor del siglo ix son, com o queda dicho, sola
m ente negativas, las de Perry a favor del xiv y su candidatura
de Planudes com o autor de la A ccursiana se apoyan en razones
dem asiado deleznables72.
Por o tra parte, en nuestro artículo « L a tradición fabulística
an tig u a...» 73 adujim os a favor de la fecha del siglo ix un argum ento
que puede ser decisivo: si III utilizó, com o parece, una colección
antigua sem iprosificada, la m ism a que conocieron la A ugustana
y la V indobonense, parece extraño que, de haber llegado al siglo xiv,
esta colección no se nos hubiera transm itido a nosotros. Es m ás
verosím il que se perdiera al pasarse los códices antiguos a la
m inúscula en los siglos del ix al xi.
P or lo dem ás, m ás interés que señalar una fecha concreta tiene
el establecer cóm o fue naciendo poco a poco la A ccursiana a
p artir de la Vindobonense. Sucede aquí, com o en el caso de la
A ugustana y, hemos visto, el de la V indobonense, que lo que
hemos venido llam ando colección A ccursiana no es otra cosa que
un conglom erado de recensiones. O btener a p artir de ellas un
texto único, com o hace H ausrath — por no hab lar de C ham bry,
quien, com o dijimos, mezcla a veces II— es tan indefendible com o
la obtención de un texto único de la A ugustana. Nos hallam os
ante el m ism o problem a de siempre. Sólo en raras ocasiones, cuando
la forzada fusión sería dem asiado violenta, se resigna H ausrath
a d ar un texto independiente de la recensión III γ.
Y sin em bargo fue H ausrath, en realidad, quien en el prólogo
de su Corpus — ya que no en su fallido libro Aesop— por prim era
vez dio una idea de la m ultiplicidad de recensiones y elementos
dentro de la A ccursiana. A parte de III δ, que vimos consideraba
com o un descendiente de II, habla de III γ, III β y III a. E sta
72 Cf. sobre tod o esto los Stu dies de Perry, p. 204 ss. y m i crítica en Estudios,
p. 13 ss.
73 P. 289.
108 H istoria de la fábula greco-latina
A hora bien, todo lo dicho hasta aquí sobre fecha, estilo, deriva
ción y form ación de las colecciones bizantinas de fábulas no tiene
interés p ara la historia de la fábula en la A ntigüedad, que es
nuestro tem a. Si fuera acep tad a totalm ente la tesis que yo propuse
en mis Estudios, com o lo es po r varios autores, de que V indobonense
y A ccursiana tienen, en definitiva, por fuente única, la A ugustana,
esa sería una conclusión inesquivable.
N o es así, sin em bargo. N uestro artículo sobre «L a tradición
fabulística griega...» abrió, ya lo hem os indicado, un nuevo punto
de vista sobre estas cuestiones. P unto de vista que hem os de pro fu n
H. 184 I: ο δο ιπ ό ρ ο ς π ο λ λ ή ν δδόν[...
...]παρά τι φρέαρ πεσών έκοιματο (mss. π. π. τ. φ.)
μέλλοντος δ’ αυτοΰ[...
110 H istoria de la fábula greco-latina
···] καταμέμψονται
Parece que hay huellas claras de dos redacciones en verso;
adem ás, las partes en que el verso es m ás difícil de reconstruir
tienen aproxim adam ente la extensión del coliam bo. Se tra taría
de dos redacciones antiguas, a las cuales hay que añadir la de
Babrio 49 que precisam ente presenta un m edio coliam bo τή ς Τ ύ χ η ς
δ’ έπι σ τά σ η ς que ha debido de estar en el m odelo com ún más
antiguo y se h a resuelto en 184 1 com o ή Τ ύχη έπ ισ τα σ α y en
II com o έπ ισ τα σ α δε αύτφ ή Τ ύχη .
H ablando ah o ra en térm inos generales, en mi artículo tantas
veces c ita d o 75 yo hacía constar que en ocasiones es cierta la deriva
ción de II a p artir de I: pueden darse ejemplos num erosos en
que el verso se pierde al pasar de una a o tra colección. Pero
que, de o tra parte, hay ocasiones en que II (y III) contam inan:
tienen ante sí, a m ás de la A ugustana, un m odelo en prosa con
restos m étricos que en ésta no se han conservado.
Esto puede dem ostrarse con ayuda de hechos com o los que
siguen. En la fábula H. 49 encontram os en II restos m étricos ta m
bién presentes en I, pero adem ás otros (que, en ocasiones, se
m antienen en III):
...] ώς δ’ούδέν εύρεΐν
ώ δέσ ποτα Ζεύ [...
V. B a b r io y l a t r a d ic ió n b a b r ia n a
1. Generalidades
2. Babrio
έκ του σ οφ ού γέροντος ή μ ΐν Α ίσ ώ π ο υ
μύθους φ ρ ά σ α ντος τή ς έλευθέρ η ς Μ ο ύ σ η ς
...] ά λ λ ’ έ γ ώ ν έ η μούση
δίδω μι, φαλάρω χ ρ υ σ έφ χ α λ ινώ σ α ς
ιόν μυθίαμβον ώ σπερ 'ίππον ό π λ ίτη ν.
Ύ π ’ έμοϋ δε πρώτου τή ς θ υρ η ς ά ν ο ιχ θ ε ίσ η ς
ε ίσ ή λ θ ο ν ’ά λλοι, καί σ οφ ω τέρ η ς μουσ η ς
γ ρ ίφ ο ις όμ οία ς έκφ έρουσ ι π ο ιή σ ε ις ,
μαθόντες ούδέν πλεΐον ή ’με γιν ώ σ κ ειν.
’Εγώ δέ λευκή μυθιάζομαι ρ ή σ ει,
καί τών ιάμβων τούς όδόντας ού $ήγω ,
ά λ λ ’ ευ πυρώ σας, εύ δέ κέντρα πρηύνας,
έκ δευτέρου σοι τή νδε βίβλον άείδω.
com o de Babrio dos de ellas, con los núm eros 142 y 143, pese
a que em piezan po r letras conservadas por el A too; deja fuera
otras dos, una por estar en trím etros yám bicos (es Ch. 136, de
la Paráfrasis) y la otra, sin duda, por estar el texto m uy m al
conservado.
Quien ha hecho una im portante aportación para interpretar
estos hechos es E. H usselm an84 pese a que tam bién ella piensa
en Babrio com o a u to r de todas estas fábulas. Según ella las fábulas
de M b y G, así com o las de la Paráfrasis Bodleiana, provienen
de una m ism a edición que ofrecía las fábulas en un orden alfabético,
pero diferente del del A too. Es sabido que la alfabetización antigua
sólo es rigurosa en lo que concierne a la prim era letra, no a
las que siguen. H ubo, pues, al m enos, dos ediciones alfabéticas
de fábulas coliám bicas: y en una de ellas aparecen fábulas ajenas
a las del A too. C on esto nos referim os no sólo a las fábulas
de M b y G que em piezan por las letras conservadas en este ms.
(hasta O), sino tam bién a las de la paráfrasis. Pues ya C h a m b ry 85
hizo ver que si bien algunas fábulas de la Paráfrasis proceden
de B abrio, otras son radicalm ente diferentes de la versión de Babrio,
proceden, dice, de otra fuente.
P o r tanto, no tenem os razones p ara d u d a r que algunas de
las fábulas del A too no sean de B abrio, pero en cam bio es claro
que la o tra colección contenía fábulas de Babrio y otras ajenas
a él. En un m om ento dado to d a fábula en coliam bos babrianos
— con acento en la penúltim a— pasó a ser considerada com o
de Babrio. O, al m enos, se consideraron un m aterial hom ogéneo,
susceptible de u n a edición alfabética de conjunto: pues no hay
dato ninguno a favor de que dicha edición llevara el nom bre
de Babrio en su titulación.
Esta opinión, queda confirm ada si se tom a en cuenta que,
de todas m aneras, la reducción de todas las fábulas en coliam bos
a sólo dos recensiones antiguas es una hipótesis dem asiado sim plifi
cada. J. Vaio, en un trabajo aún inédito y que me com unica,
hace ver, en efecto, que hay coincidencia entre A G M b y las
paráfrasis que no responden al esquem a indicado: p o r ejemplo,
A y M b coinciden en los epim itios en prosa, hay errores com unes
a A y otro m anuscrito, tal fábula falta aquí o allá. O sea, ha
84 « A lost m anuscript o f the Fables os Babrius», T A PhA , 66, 1935, pp. 104-126.
85 A esopi fabulae, cit., I, p. 17.
120 H istoria de la fábula greco-latina
86 Cf. D . C. H esseling, J H S 13, 1892-93, p. 292 ss.; van Leeuwen, M nem osyne
22, 1969, p. 223 ss.
Inventario general de la fábula greco-latina 121
el que escinde un m odelo com ún. Tiene relación tam bién con
Pseudo-D ositeo 2 y la edita H ausrath en II, p. 118, con las A nóni
mas.
10 «El lab rad o r y la serpiente» presenta huellas de trím etros
yámbicos, tam poco es de Babrio, pues.
En definitiva: el m aestro de Palm ira que dictaba las fábulas
usaba, ya en el siglo iii d. C., una edición m ixta, que m ezclaba
fábulas de Babrio con otras ajenas a él, pero próxim as. El «alfabeti
zado!·», las huellas de cuya edición están en G, M b y las Paráfrasis,
tenía, pues, precedentes antiguos.
En definitiva: para nosotros Babrio es solam ente el Babrio
del A too, aunque es digno de estudio, por supuesto, el problem a
de la tradición babriana en térm inos generales.
Pero conviene em pezar por Babrio propiam ente dicho. La com
paración que hace N çijgaard87 de Babrio con los dem ás fabulistas,
se refiere prácticam ente a él: sólo hay la excepción de B. 141
(una fábula coliám bica de N atalis Comes, que Crusius y Perry
han adm itido com o de Babrio) y la de B. 182 (Paráfrasis). R esum i
mos la tesis de N ^jgaard, que hab rá de ser estudiada m ás despacio
en nuestro volum en II.
Para N ^jgaard Babrio (junto con Pseudo-D ositeo) form a una
línea que se opone a la constituida po r F edro y la A ugustana.
N o hay casos en que Babrio derive de la A ugustana o en que
utilice a Fedro. Por o tra parte, tanto F edro com o Babrio presentan
innovaciones individuales que los alejan del arquetipo, al que la
A ugustana es m ás fiel.
Son conclusiones notables — aunque apoyadas en un m aterial
escaso, la com paración de unas pocas fábulas— y que coinciden
con el hecho de que, en térm inos generales, la A ugustana de
un lado, Babrio y la tradición babriana del o tro, presentan dos
redacciones m étricas independientes, con pocas coincidencias. Ba
brio y sus continuadores han som etido, evidentem ente, a una p ro
funda reelaboración un m odelo antiguo. Los stem m ata de N 0jgaard
hacen ver que ese m odelo antiguo no es exactam ente la A ugustana,
es decir, no es un texto cuyo contenido corresponda a nuestra
A ugustana del siglo v d. C. Es un texto que se relaciona con
el m odelo de A ugustana y Fedro, en general m odificándolo. U na
línea, por tan to , desviada de la otra, pero em parentada con ella
3. La tradición babriana
a) Las paráfrasis.
Llam am os Paráfrasis Bodleiana al conjunto de versiones en
prosa, con restos de versos coliám bicos, que se encuentran en
una serie de mss. m encionados m ás arrib a: los llam ados Ba, Bb,
Be y Bd p o r C ham bry y varios en que las paráfrasis son excepciones
124 H istoria de la fabula greco-iatina
y que contienen sobre todo Fábulas A nónim as. El nom bre viene
dado porque Ba es un ms. de Oxford, el Bodleianus Auct. F 4. 7.
Queda pendiente el problem a de la relación de estas paráfrasis
entre sí, así com o con los dodecasílabos.
Crusius edita las fábulas de la Paráfrasis, en sus diversas versio
nes, dándoles núm eros que siguen a los de Babrio. C on ello parece
indicar que considera que todas derivan de Babrio, com o es el
caso ciertam ente para m uchas. En su p ró lo g o 88 estudia las liberta
des que se tom a la Paráfrasis con el texto de Babrio, pero no
m anifiesta opinión alguna sobre las fábulas de la Paráfrasis que
no encuentran correspondencia en el A too o en Mb.
C ham bry, sin em bargo, no se contentó con esta tácita identifica
ción de la Paráfrasis con B abrio y señaló que en ocasiones es
más que dudosa. E ditó, en consecuencia, la Paráfrasis ju n to con
la Fábulas A nónim as, com o o tra nueva versión de las m ism as
fábulas o com o fábulas independientes. C on esto quiso g uardar
su neutralidad respecto al problem a de fondo.
En la introducción a su e d ic ió n 89 dice, hablando del ms. Ba,
que de sus 148 fábulas sólo 89 tienen argum entos com unes con
Babrio y que aun de ellas hay 11 (los núm eros 19, 21, 28, 29,
30, 33, 34, 36, 64, 65, 101) que difieren tanto de Babrio o po r
el lenguaje o por los detalles del m ism o argum ento, que es im posible
que vengan de él. D e las 78 com unes con Babrio, sólo 20 le
siguen fielmente, las otras son breves sum arios; co n clu y e90 que
no es nada seguro que todas y cada una de las 59 fábulas que
no responden a las del A too vengan de Babrio. E sta conclusión
es inesquivable, así com o la de la independencia, con frecuencia,
de las paráfrasis de los diversos m anuscritos.
Sin em bargo, el tem a de la inserción de la Paráfrasis en la
tradición fabulística no ha sido todavía estudiado a fondo. El
único estudio sobre el tem a es, en realidad, el realizado por mí
en «La tradición fabulística...», estudio que puede dar una idea
previa, aunque ciertam ente sujeta a caución.
La exposición de este trab ajo es m uy com plicada, pues introduce
al lado de las paráfrasis el tem a de los dodecasílabos y el del
propio Babrio. P or o tra parte, no es útil recoger en extenso toda
88 P. X IV ss.
89 A esopi Fabulae cit., I, p. 17.
90 Cf. tam bién Perry, ob. cit., p. LVI.
Inventario general de la fábula greco-latina 125
(que llam am os f) , editadas por C ham bry con el núm ero 9 («El
ruiseñor y la golondrina»).
En esta fábula, a y f dan una versión m uy breve, frente a
la larga y retórica de Babrio. En sus textos hay elementos am étricos
com unes (e: ôtèt τούτο τ&ς έρημ ους οίκώ / f : διά γάρ τούτο τάς
έρήμους ο ίκ ή σ ω ); tam bién hay elem entos m étricos que no son
incom patibles entre sí y que difieren de los elem entos m étricos
de Babrio (B ab.: σ ό σ κ η ν ο ς ή μ ίν καί φ ίλ η κ α το ικ ή σ ε ις .... δμόρο-
φόν μοι δώμα καί σ τ ή γ η ν ο ίκ ει / e: όμόροφ ον .... καί σ ύνοικ ον
ώς αυτή / f : ΐ ν ’ όμ όρ οφ ος ταύτη). Las dos hipótesis posibles son
las siguientes: bien que Babrio haya sido resum ido en o tra versión
coliám bica, luego prosificada y, finalm ente, continuada po r e y
/ ; bien que una fábula coliám bica antigua, breve, haya sido, de
un lado, am pliada retóricam ente por B abrio; de otro, haya sido
prosificada, guardando ciertos restos m étricos, y de aquí vengan
e y f . La decisión entre estas dos hipótesis tiene que hacerse
con un estudio de m ateriales adicionales y a la luz de u n a visión
global de la tradición fabulística.
b) F rente al caso en que la paráfrasis deriva de B abrio hay
el otro : paráfrasis (y dodecasílabos) están em parentados con FA n
más estrecham ente que con Babrio. Así en H. 15 a y sus correspon
dencias en Babrio 19 y e 32 Ch. : e viene de I, pero al final
coincide con Bab. (Ι:6 μ φ α κ έ ς ε ίσ ί / d: ’ό μφαξ ό βότρυς, ού
πέπειρος / e: τ ί κάμνω; .... ’ό ταν πέπειρ οι ώ σι). El problem a
— problem a grave— que se plantea en las fábulas que presentan
este tipo de relación es el de si no hab rá que postular, contrariam en
te, una contam inación de la tradición bab rian a por la de las FAn.
c) Excepcionalm ente, parece encontrarse un caso en que e (la
paráfrasis) es independiente de d (Babrio), pero está próxim a, m ien
tras que FA n pertenece a o tra ram a. Este es el caso, m uy concreta
m ente, de H. 76 «El ciervo y el león» ( = Bab. 43, Ch. 103, cf. p. 30).
Aquí e tiene elem entos m étricos com unes con Bab. y distintos
de los de I, pero presenta tam bién coincidencias con I que, sin
duda, llegaron al m odelo de d y e, pero fueron elim inadas del
prim ero. Así, al χ ο λ ή ς μέν έ'νεκα καί ποδών έλυ π ή θη de Bab.,
sin duda una innovación, responde en I έπί τοίς π ο σ ί σ φ ό δ ρ ’ ’ή χ-
θεΟ’ ώς λεπτοΐς (ο ύσ ι) καί ά σ θ εν έσ ι y en e τούς μέν πόδας
έμέμφετο ώς λεπτούς καί ά σ θενεΐς.
a) En otras ocasiones es im posible juzgar si la relación es
del tipo a), del b) o del c). Así cuando FA n y e divergen en
Inventario general de la fábula greco-latina 127
95 Cf. p. 29.
130 H istoria de la fábula greco-latina
d) El Pseudo-D ositeo.
N o es m ucho lo que puede decirse sobre las fábulas del Pseudo-
D ositeo, editadas com o se sabe po r H ausrath y u n a de las cuales
se hace figurar com o 140 en la edición de Babrio, en gracia a
sus coliam bos. La verdad es que no existe un estudio a fondo,
aunque ya hem os visto que N ^jgaard inserta estas fábulas en
la tradición babriana.
Se tra ta de una pequeña colección de fábulas que form a parte
de los llam ados Hermeneumata del Pseudo-D ositeo, una serie de
textos latinos con traducción literal al griego que, procedentes de
varios m anuscritos, están editados en el Corpus Glossariorum Latino
rum, III, p. 1 ss. (las fábulas en p. 94 ss.). Son glosas, sentencias
y cartas de A driano, las fábulas, el tra tad o de manumissionibus,
la Genealogía de Higino, la narración de bello Troiano, la cotidiana
conuersatio ; quizá, originariam ente, algunas cosas más, todas de
este tipo de literatura popular. U na noticia de la recensión D
atribuye la fecha de la Genealogía de H igino al año 207 d. C.
En las fábulas hay, al contrario, texto griego y traducción latina.
Las fábulas van precedidas de un prefacio que no edita H aus
rath, en que se trata el tem a de su utilidad p ara la vida. Term ina
con un «A hora voy a com enzar (incipiam, ’ά ρξομοα) las fábulas
de Esopo», con insistencia en el tem a de su utilidad, y con un
nuevo fabulam incipiam a ceruo = μΰθον ’ά ρχομαι άπό έλάφου.
Estas 16 fábulas, aparte de la coliám bica que se edita como
de Babrio, han sido siem pre consideradas com o em parentadas con
97 L. c„ p. 42.
132 H isto ria d e la fá b u la g re c o -la tin a
e) Aviano.
Finalm ente (por prescindir de elem entos babrianos en Róm ulo),
hallam os fábulas de tradición babriana en A viano, fabulista latino
que resulta difícil fechar, pero que se coloca en torn o al 400 d. C.
Las fábulas en dísticos elegiacos de A viano lograron gran difu
sión en la E dad M edia la tin a 100. Puede decirse que A viano fue
tan popular en Occidente com o Babrio en O riente: representaron
la tradición poética de las fábulas, m ientras que la prosaica estaba
representada, respectivam ente, por el F edro prosificado y las F á b u
las A nónim as (m ás las paráfrasis). C uriosam ente, A viano deriva,
precisam ente, de Babrio. Y la situación se presenta, a prim era
vista, m ás simple que en los casos que acabam os de estudiar, pues
el mism o fabulista en su prólogo se refiere a los dos libros de Ba
brio: sin duda, a la edición original, no alfabetizada.
D ado que es fácil que la edición alfabética del A too contenga
m uchas cosas que no son Babrio (las fábulas breves), m ientras
que quizá faltan cosas del propio Babrio, el estudio de Aviano
sería una buena ayuda para la reconstrucción del auténtico Babrio.
Este estudio no está hecho, sin em bargo. Solam ente en el art.
de Crusius Avianus, en R E II 2, col. 2373 ss. encontram os algunas
cosas de interés.
Crusius da una relación de las correspondencias de las 42 fábulas
de A viano en la tradición b ab rian a en el A too, en las tablas
de Assendelft, en la Paráfrasis, en el Pseudo-D ositeo. Para él se
tra ta de B abrio, conocido por A viano a través de una paráfrasis
en prosa latina, quizá de Taciano el Joven, paráfrasis que él abrevia:
ésta es su hipótesis. N aturalm ente, deberá ser estudiada y com pro
b ad a: si la hipótesis fuera cierta recuperaríam os algunas fábulas
del Babrio perdido, bien porque su letra inicial correspondiese a la
parte perdida del A too, bien porque el alfabetizador de éste las re
chazara. N aturalm ente, estos datos deben ser com binados con los
procedentes del Pseudo-D ositeo y con todos los demás.
VI. F edro y la t r a d ic ió n f e d r ia n a
1. Fedro
102 Por ejem plo, por H ausrath, «Zur Arbeitsweise des Phaedrus», H erm es 41,
1936, p. 74 ss.
103 Cf. Nçijgaard, ob. cil., II, p. 50 ss. ; Pisi, ob. cit., p. 65 ss.
104 Cf. supra p. 35 y los datos de Thiele I y H ausrath, «Zur A rbeitsw eise...».
In v e n ta rio general d e la fáb u la g re co -latin a 137
2. La tradición fedriana
Según decimos, existen los dos códices. A dem ari y W issem bur
gensis, a partir de los cuales se ha tratad o siem pre de reconstruir
fábulas de Fedro ; y existe una am plia colección m edieval de fábulas,
en parte coincidente con las de los códices m encionados, que es
atribuida en el prólogo a un tal R óm ulo, hijo de Tiberino, que
tradujo las fábulas del griego. N os lim itam os a exponer las tres
hipótesis existentes.
1. Hipótesis de Thiele. R óm ulo contiene, ju n to a paráfrasis
de Fedro, fábulas de tradición independiente. Según él, procederían
de una colección popular independiente de Fedro, el Aesopus latinus.
Pero la verdad es que no hay datos sobre una traducción latina
de Esopo anterior a Fedro y que, de o tra parte, todo R óm ulo
está lleno de reminiscencias fedrianas.
2. Hipótesis de Zander. R óm ulo es fundam entalm ente una serie
de paráfrasis de Fedro, aunque reconoce algunas fábulas de fuente
desconocida y otras derivadas del Pseudo-D ositeo. Algo parecido
propone para los otros códices, que contendrían fábulas de Fedro,
otras de R óm ulo (y, por tanto, fundam entalm ente de Fedro, en
definitiva), y algunas más de fecha desconocida.
3. H ipótesis de N ^ jg a a rd 115. T anto en R óm ulo com o en los
dos códices hay, ju n to a paráfrasis de Fedro, fábulas de una tradi
ción independiente, que proceden de un original griego traducido
al latín en lenguaje form ulario fedriano en fecha posterior a Fedro.
C om o se ve, no hay, en definitiva, ta n ta diferencia entre las
distintas hipótesis: es m ás una diferencia cuantitativa en el núm e
ro de fábulas que se atribuyen a Fedro, que cualitativa, pues se
adm ite la presencia de una tradición independiente más o menos
extensa.
NçJjgaard atribuye m ucha im portancia a esta tradición extraña
no sólo a Fedro, sino a todas las fábulas antiguas conocidas. La
com paración de R óm ulo II 10 «El cam pesino y la serpiente que
trae felicidad» con H. 51, Babrio 167, etc., le lleva a postular
un alejam iento de todas ellas y una proxim idad a la fábula de
Panchatantra III 6. Tam bién en la fábula 34 del cod. Adem ari
(«El caballo, el asno y el hom bre»), com parada con H. 286 (III),
B abrio 7, etc., encuentra rasgos de independencia. Sobre esta base,
d a una serie de reglas para reconocer en R óm ulo y los dos códices
el m aterial procedente de B abrio: en definitiva, se fundan en la
proxim idad de las fábulas en cuestión a la A ugustana y, en m enor
m edida, a Babrio.
H ay que hacer observar que la argum entación de Nçijgaard
se basa, en realidad, sobre dos solas fábulas. Puede m uy bien
tener razón en su idea de que en R óm ulo tenem os huellas im portan-
tes de una tradición griega sólo aquí conservada por una traducción
posterior a F edro; y en la independencia de esa tradición. Pero
la verdad es que haría falta un estudio m ás com pleto de las fábulas
de R óm ulo y dem ás para confirm ar esta hipótesis. Si fuera cierta,
por o tra parte, en realidad no habría tradición fedriana: habría,
de un lado, F edro (conservado en verso o reconstruido a partir
de la prosa); de o tro , una línea distinta de las dos fundam entales
que venim os reconociendo en la fábula griega. A unque, ciertam ente,
h abría que hacer una excepción p ara las fábulas próxim as al Pseudo-
D ositeo, es decir, a la tradición babriana. En sum a: el tem a está,
hoy por hoy, insuficientem ente explorado.
VII. O tras c o l e c c io n e s d e f á b u l a s a n t ig u a s
2. Sintipas
128 Une version syriaque des fables d'E sope, Paris, 1941. N o con ocid a por Perry
hasta el últim o m om ento.
129 Cf. B. Lefèvre, ob. cit., p. III.
In v e n ta rio general d e la fáb u la g re co -latin a 149
VIII. C o n c l u s io n e s
130 B. Kramer y D . H agendorn, K ölner Papyri, II, O pladen 1978, n.° 64.
150 H isto ria d e la fá b u la g re co -latin a
LA FA B U L A G R IE G A H A STA
D E M E T R IO DE FA L E R O
CAPITULO I
LA F A B U L A A N IM A L Y V E G ETA L E N E PO C A C LA SIC A
I. G e n e r a l id a d e s
1 Cf. «El poem a del pulpo y los orígenes de la colección teognídea», Em érita
26, 1958, p. 1 ss.
L a fábula an im a l y vegetal en época clásica 157
A ristófanes, Equ. 864 ss,, símil de Cleón, que hace com o los
pescadores que revuelven el agua para pescar (fabulizada en H. 26).
Un caso especial es el de la Batracomiomaquia, el poem a épico
burlesco que suele atribuirse al siglo vu a. C. y que posiblemente
sea más reciente. Es claro que se trata de una fábula desarrollada,
la de las ranas y los ratones. La única du d a es si la versión
posterior de esta fábula (en Vita Aesopi G 133) ha sido extraída
de la Batracomiomaquia o de la fábula de que ésta deriva.
II. L a f á b u la a n im a l y v e g e t a l e n é p o c a c lá s ic a
1. En las fuentes
a) Presentación de la fábula
Es claro que esta fábula, que tenía ya una form a poética fija,
había que adaptarla a un «prim er término» en que alguien critica
a o tra persona cuando él podría ser objeto de la m ism a crítica:
cuando tiene el tejado de vidrio, diríam os. Pero ese prim er térm ino
podía variar, dependía de las ocasiones.
N os hallamos, pues, en este caso ante una fábula sin prim er
térm ino: había que aplicarle un prim er térm ino para poder contarla.
2 C a m . Corn. 9.
La fab u la a n im a l y vegetal en época clásica 159
Este no era el caso, en cam bio, cuando una fábula era «epizada» :
caso de la Batracomiomaquia. O inspiraba una com edia, caso de
la Paz, inspirada evidentem ente en el vuelo del escarabajo para
seguir al águila a las rodillas de Zeus.
F uera de estos casos, siem pre encontram os las fábulas de edad
clásica con un prim er térm ino, explícito o im plícito: quiero decir,
con un prim er térm ino concreto, no uno genérico solam ente.
N aturalm ente, dado que el «prim er térm ino» puede variar, nada
tendría de extraño que una m ism a fábula se nos apareciera con
m ás de uno. Así, en el Epodo IV de A rquíloco, «El león y la
zorra» se refiere a la N eóbula prostituida que «devora» a sus
am antes, m ientras que en Platón, Alcibiades I, 122e se refiere al
oro que entra en Lacedem onia y no sale de allí. Claro está, a
veces puede haber referencia bien a un «prim er térm ino» bien
a la fábula en sí y de por sí. Así en Avispas 1445 ss. Bdelicleón
cuenta la fábula de «El águila y el escarabajo» en relación con
las personas que le citan a juicio: es una narración de «segundo
grado», Bdelicleón cuenta que Esopo narró la fábula en una situa
ción de apuro com o la suya. Pues bien, en Paz 129 ss. Trigeo
alude a la fábula para justificar su conducta cuando va a volar
junto a los dioses en un escarabajo. O piénsese en «El águila
y la zorra», que en el Epodo I de A rquíloco es una am enaza
co n tra Licam bes, m ientras que en Aves 651 ss. da un paralelo
a la sociedad de Pisterero y las aves.
Veamos ahora ya los dos tipos de presentación en que aparece
la fábula-ejem plo en los autores clásicos. Es decir, allí donde se
utiliza de la m anera tradicional y no se reduce todo a una simple
alusión a la existencia de una fábula. H ay una presentación directa
o de prim er grado y una indirecta o de segundo.
La prim era es la habitual. En una situación dada, tras un
prim er térm ino expresam ente aludido, se introduce la fábula, que
nos vuelve a conducir, explícita o im plícitam ente, al prim er térm ino.
A rquíloco ataca al perjuro Licam bes y continúa: «Es una fábula
divulgada entre los hom bres...», n arrando la del águila y la zorra;
la conclusión es «así te podría alcanzar el castigo». Tam bién puede
suceder la situación inversa, que alguien conteste con una fábula.
Así en H eródoto I 141 los jonios y eolios, una vez que los lidios
han sido derrotados por Ciro, piden la am istad de éste. Y Ciro
les cuenta la fábula del flautista fracasado en hacer salir a los
peces del m ar al son de su flauta, el cual, cuando al fin los
160 H isto ria d e la fáb u la g re co -latin a
4 P o lítica 1284 a.
5 Cf. sobre este tema N ^jgaard, ob. cit., I, p. 475 ss.
162 H isto ria d e la fá b u la g re co -latin a
ción. E sta es, ciertam ente, una fábula no anim alística, com o otra
tam bién etiológica atribuida a Esopo por A ristóteles, M ete. 356 b.
Pero hay al.menos una fábula anim alística de tipo etiológico explíci
tam ente atribuida a Esopo: la relativa al origen de la prom inencia
que presenta la cabeza de la alondra (A ristófanes, Aves 471 ss.).
Y existen otras de época clásica, aunque no se atribuyan directam en
te a Esopo: la de por qué crece el pico del águila (Aristóteles,
H A 619 a 16 ss.) y la ya aludida del origen de las cigarras y del
hecho de que pasen la vida cantando sin com er ni beber (Platón,
Phdr. 258 e). En las colecciones hay m uchas m ás fábulas parecidas,
o provenientes de época clásica o im itadas.
Lo que m ás llam a la atención en la fábula etiológica es que
puede referirse a un solo personaje. Sus rasgos físicos extraños
o su conducta tam bién extraña se explican sim plem ente por algo
que realizó en fecha rem ota; o, tam bién, p o r un don o un castigo
de un dios, Zeus norm alm ente. En definitiva, no existe necesaria
m ente un agón o enfrentam iento, aunque en las Colecciones sobre
todo estas fábulas tienden a contam inarse con las de tipo agonal:
hay una petición a Zeus o una rebeldía contra él y un castigo.
Junto a esta posibilidad del personaje único y de falta de
agón, otro rasgo de las fábulas etiológicas es que representan una
explicación de la realidad, no ejemplifican una conducta que hay
que seguir. En todo caso, la aproxim ación de este tipo al parenético
es secundaria: si Zeus dotó al hom bre de respeto y justicia, según
el m ito de Prom eteo en el Protágoras, esto justifica su carácter
racional y, en cierto m odo, recom ienda un com portam iento racional
y justo. Si (en fábulas de las Colecciones) ciertos anim ales fueron
dotados de una determ inada naturaleza, de la que en vano intenta
ron salirse, se deduce que hay que seguir la propia naturaleza.
Así en el caso, por ejemplo, de H. 50, «La com adreja y A frodita»:
si la com adreja enam orada y convertida por A frodita en mujer
no puede evitar la tentación de perseguir a un ratón, de resultas
de lo cual es devuelta a su ser de com adreja, la conclusión parenética
es obvia. Pero es éste, insistimos, un tipo secundario.
De todas m aneras, el tem a de que los anim ales tienen una
naturaleza fijada de una vez para siem pre, es uno de los rasgos
que enlazan la fábula etiológica con las demás. O tro rasgo es,
sin duda, el carácter «cómico» de am bas: la fábula etiológica
se refiere a particularidades físicas o de carácter de tipo, en cierto
m odo, extravagante y risible. Por otro lado, el carácter explicativo
164 H isto ria de la fáb u la g re co -latin a
9 Cf. m is artículos «E! tema del águila de la épica acadia a Esquilo», Em érita
32, 1964, pp. 267-82; y «El tema del león en el Agam enón de Esquilo», Emerita
33, 1965, pp. 1-5.
10 TD 276 ss.
11 Cf. «E l tema del águila...» cit. así com o más bibliografía sobre esta fábula
(en C. G arcía G ual, «La fábula esópica: estructura e id eología de un género
popular». Estudios ofrecidos a Emilio Atareos Llorctch, I, O viedo Í977, p. 319 n. 26.
172 H isto ria d e la fab u la g re co -latin a
12 Sobre los rasgos del m on o en época clásica, cf. C. G arcía G ual, «Sobre
π ιδ η κ ίζω , hacer el m on o», Em érita 40, 1972, pp. 453-460.
13 Sobre estos rasgos de la zorra y su significado dentro de ia sociedad que
refleja la fábula, cf. C. G arcía G ual, «E l prestigio del zorro», E m erita 38, 1970,
pp. 417-31.
L a fábula a n im a l y vegetal en época clásica 173
e) La intención de la fábula
Los epim itios son, respectivam ente: «Asi tam bién m irad voso
tros, dijo, no sea que por querer vengaros de vuestros enemigos
os ocurra lo que al caballo, porque el freno ya lo tenéis con
haber escogido un general con plenos poderes; si le concedéis
una escolta y le dejáis que se m onte encim a, os habréis convertido
en esclavos de Fálaris»; y «Así, pues, dijo, oh samios, éste ya
no os hará más daño, porque es rico; si lo m atarais, vendrán
otros, pobres, que os gastarán el resto y os robarán». O tras veces,
com o queda dicho, no hay epim itio propiam ente dicho, sino n a rra
ción de lo que sucede en el prim er térm ino de resultas de la
narración de la fábula: los jonios se ponen a fortificar sus ciudades
tras la advertencia que contenía la fábula del pescador y los peces,
las ovejas consienten en que el perro sea honrado por encim a
de ellas.
O tras veces es la víctim a la que introduce el «cierre», lam entán
dose de las consecuencias que le ha atraído su conducta. Así
el águila m uerta «por sus propias plumas» o (en la A ugustana)
el labrador m ordido por la serpiente. Tam bién, igualm ente en
la A ugustana (H. 122), en «El jardinero y el perro», aludida por
M enandro 1S.
Son, pues, m uchas las m aneras de expresar lo mismo y se
puede variar entre el lenguaje representativo (m áxim a, exposición
de una verdad), el im presivo (advertencia, consejo) y el expresivo
(sátira, lam entación). Pero en el fondo siem pre es lo m ism o: la
fábula se cuenta «contra», disuadiendo, criticando. Y el vencido,
sea débil o fuerte, queda satirizado, su actuación fracasada le
sume en el ridículo porque, en palabras de Hesíodo, es un insensato
(’ά φρων). C laro está, este ridículo no es sólo de palabras, tam bién
de acción, así cuando el m ono cae en la tram pa y deja expuesto
su trasero.
Solam ente en la fábula de situación, así en la del pulpo, parece
perderse esta característica central de la fábula. El pescador, al
ver el pulpo y las dificultades resultantes de pescarlo y de no
pescarlo, se lam enta. Es com o en «El águila y la flecha», pero
aquí no hay, ni de lejos, una conducta anterior que sea criticable:
sólo la dureza de la realidad. E sta es una evolución que fructifica
luego en fábulas de las Colecciones.
N o hay que olvidar, de o tra parte, que ju n to a todas estas
cuernos para luchar con las com adrejas y son vencidos por
su causa. El águila huye de las bolas asquerosas del escarabajo,
el león tiene que acudir a los trucos de la zorra para procurarse
com ida. El camello baila ridiculam ente y el m ono cree que es
un rey de verdad porque ha triunfado en el baile, m ientras que
en o tra fábula se jacta de nobles antepasados: todo acaba en
ridículo. Com o es ridículo que la m uía se acuerde de su m adre
la yegua y no de su padre el asno, que las avispas y perdices
quieran hacer el papel de los bueyes, que la zorra que se ha
quedado sin rabo quiera convencer a las dem ás a cortárselo, que
la zarza intente m ediar entre el laurel y el olivo, que el cuervo
pretenda cantar, que las ovejas pretendan ser iguales al perro
o las liebres a los leones, que la serpiente dé consejos al cangrejo.
O tras veces es cóm ica la propia lucha, así la de ranas y ratones
en la parodia que es la Batracomiomaquia.
Este ridículo de las situaciones es acentuado, con frecuencia,
en el «cierre» final, que contiene burla y escarnio; a veces sólo
aquí y no en la situación encontram os el elem ento cóm ico, caso
de «El pescador y los peces» con la supuesta «danza» de estos
y en «Esopo y el perro». Y a hemos aludido a los sarcasm os
finales d e.m uchas fábulas, sarcasm os unidos a veces a am enazas
o a consejos disuasorios.
Es el personaje poderoso, aunque m enos de lo que él se figura,
el que suele caer en ese ridículo y experim entar la derrota, igual
que en la com edia. Así sobre todo el águila de «El águila y
la zorra» y «El águila y el escarabajo» (donde hay, de paso,
una cierta ironía sobre el propio Zeus). Y el león que es burlado
por la zorra o que sólo con ayuda de ésta logra com erse al ciervo.
Son ejemplos no tan to de m aldad (aunque en «El águila y la
zorra» hay una veta m oralizante) com o de falta de inteligencia.
Al lado están los supuestos fuertes del tipo del m ono, que quedan
descubiertos com o lo que son en realidad; en esta categoría se
puede incluir al caballo de Estesícoro. Y los supuestos «listos»
com o la m uía, las avispas y perdices, la zorra sin rabo, el cuervo,
las ovejas, las liebres. Pero tam bién hay burla para la víctim a
que debe su desgracia a la propia tontería, así el ciervo devorado
por el león.
L a debilidad y tontería hum anas son objeto de risa en la com e
dia; en la fábula tam bién, representada por diversos anim ales. Pero,
a la vez, la com edia presenta el tipo del héroe cóm ico : ese personaje
La fábula a n im a l y vegetal en época clásica 179
con el hom bre, sobre todo. Pero dom ina la visión voluntariam ente
cóm ica. Es este rasgo, pensam os, el que principalm ente ha contribui
do a hacer entrar estas narraciones dentro del género fábula, del
que en otros aspectos están m uy lejos. Por o tra parte, este predom i
nio de la com icidad es el que ha unido a la fábula anim alística
con diversas anécdotas y m otivos y la ha aislado, en cam bio,
del m ito en general, que tendía a ser clasificado com o trágico.
Así, en definitiva, la creación del concepto de la fábula — no
sólo la anim alística— en el siglo v, com o parte de un antiguo
com plejo m ás am plio, sería, en cierto m odo, un reflejo de la misma
tendencia que operó en la diferenciación de los géneros dram áticos
en com edia y tragedia, de la cual me he ocupado detenidam ente
en mi obra sobre el te m a 19.
19 Fiesta, Com edia y Tragedia, B arcelona 1972 (trad, inglesa Festiva!, C om edy
and T ragedy, Leiden, 1975).
182 H isto ria de la fáb u la g re co -latin a
tas) que fabulizan, de las que hem os de dar una relación en nuestro
cap. II 4.
Las fábulas con contenido cínico o estoico deben ser, evidente
m ente, elim inadas. Pero aquí el proceso no es m ecánico, hay casos
m uy dudosos. Prim ero, porque tem as com o el de la φ υ σ ις o
naturaleza es com ún a la antigua fábula y a estas filosofías : precisa
m ente por causa de estos elem entos com unes fue ad o p tad a la
fábula po r el cinism o; otros tem as son, ciertam ente, más diferencia
les. En segundo lugar, porque u n a fábula antigua puede estar
m odificada en las colecciones: baste pensar que en Η. 1 «El águila
y la zorra» no aparece Zeus y la zorra acaba devorando a las
crías del águila; que en H. 4 «El ruiseñor y el halcón» am bos
anim ales aplican la astucia; que en H. 83 «L a zorra y el m ono»
es el alm a del m ono lo que es som etido a crítica.
Así, parecen fácilm ente eliminables para época clásica fábulas
com o H. 82 «Las m oscas», fábula «de situación» con un solo per
sonaje, las m oscas que, cogidas en la miel, se lam entan de m orir
por un pequeño placer: tem a cínico; algo parecido puede decirse
de H. 80: el capitán del barco, que se ha salvado en la tem pestad,
habla de la τύχη que o tra vez puede hundirlo. En H. 9 «L a zorra
y el m acho cabrío» (que es dejado por la prim era en el pozo
después que la ayudó a salir), los toques cínicos relativos a la
fo rtuna (σ υντυχία ), el apetito causante de la ruina (έπιθυμ ία ) y
la falta de inteligencia o φρένες del m acho cabrío, podrían conside
rarse secundarios. Pero la estructura es m uy com pleja, en tres
actos, algo sin ejem plo en el tipo com ún de fábula (el de H eródoto,
A ristófanes, Jenofonte, A ristóteles) que pasa a las colecciones;
y el carácter claram ente m alvado de la zorra es sin ejem plo en
fecha anterior.
Ejem plos com o estos y otros m uchos m ás son, probablem ente,
tardíos. Igual otros que ofrecen fábulas derivadas de las fábulas
que sabem os que son clásicas. Así, de «El león y la zorra» sin
duda procede la fábula H. 10, que cuenta que la zorra, cuando
vio por prim era vez al león, se asustó, pero luego se acostum bró
y llegó a hablarle: fábula nada agonal, en realidad de situación
con un solo personaje y cuyo tem a «a todo se acostum bra uno»
no tiene relación con la fábula antigua. Lo curioso es que de
aquí deriva una fábula m ás, esta ya cláram ente cínica, la del
rico y el cu rtidor (H. 221, el rico se acostum bra al m al olor).
Los fabulistas obtienen nuevos matices del tem a del león enfer-
La fáb u la an im a l y vegetal en época clásica 183
4. T i p o «El c u e r v o y la z or r a» .
C o m o a c a b a r n o s d e decir, d e r i v a del a n t e r i o r : a l guien se j a c t a
de lo q u e n o t iene y es r e p l i c a d o c o n s a r c a s m o ; p e r o n o está
present e el t e m a del r ey o p o d e r o s o . E n r e al id ad , el t i p o es tá
ejempl ifi cado c o n la s e g u n d a f á b u l a d e la z o r r a y el m o n o e n
A r q u í l oc o , la del E podo VII : la z o r r a repli ca s a r c á s t i c a m e n t e al
m o n o q u e se j a c t a d e sus a n t e p a s a d o s . T e m a e s t r i c t a m e n t e i m i t a d o
en H. 75 «El delfín y el m o n o » , véase m á s a ba j o.
O t r a s veces el t e m a se refiere al débil j a c t a n c i o s o v e nc i d o p o r
el fuerte: es u n a v a r i a n t e d e 5. t i po d e « E l h a l c ó n y el r u i se ño r» .
O no e n t r a en j u e g o el t e m a del p o d e r en a b s o l u t o .
Este t ema d e la j a c t a n c i a r e f u t a d a s a r c á s t i c a m e n t e es f re c ue n te
en la f ábul a clásica. A d e m á s d e la d e la z o r r a y el m o n o y la
del c ue rvo y la z o r r a ( q u e p a r ec e t e s t i m o n i a d a a r q u e o l ó g i c a m e n t e
p ar a di ch a fecha), r e c o r d a m o s la d e la s e r p i en t e y el c a n g r e j o
(éste critica en la p r i m e r a u n d e fe c t o q u e es t a m b i é n s uyo) , los
rat ones y las c o m a d r e j a s (los p r i m e r o s s o n v e nc i do s p o r p o n e r s e
un casco c o n c u e r n o s ) , el p e r r o y E s o p o (el p r i m e r o p ro fi er e
a me n a z a s v anas ), la m u í a (se j a c t a d e s u m a d r e la y e g u a y se
olvida d e su p a d r e el as n o ) . E m p a r e n t a d o c o n este terna, c o n t i n u a
ción de él en r e a l i da d , es el' d e las falsas y a b s u r d a s p r et e n s i o n e s
de algunos a n i m a l e s ; f á b ul a d e las ovej as y el p e r r o ( p r e t e n d e n
recibir igual t r at o) , las liebres y los l eones (las p r i m e r a s p r e t e n d e n
a su vez u n a i g u a l d a d i mp os i b l e) , las avi s pas, las pe rd ic es y el
L;i l ï ibul a a n i m a l y veget al en é p o c a cl ási ca 19)
l a b r a d o r (el b u e y h a c e m e j o r y m á s b a r a t o lo q u e est os a n i ma l e s
ofrecen).
N ó t e s e q u e s i e m p r e h a y la c o n s t a n t e d e la c rít ic a del que
n o se c o n t e n t a c o n su n a t u r a l e z a , c o m o t a m b i é n s u c ed e en el
t i po 3 y e n el 1 : se t r a t a s i e m p r e de a n i m a l e s c u y o p u e s t o en
la s o c i e d a d o c u y a s p r e t e n si o ne s e st án p o r e n c i m a d e su v e r d a d e r a
n a t u r a l e z a . P e r o t a m b i é n el t e m a del d o m i n i o del fuerte, en 2
y en 5, se refiere a la n a t u r a l e z a : es t o n t o q u e el débil p r e t e n d a
q u e sea i g n o r a d a .
V e a m o s a l g u n o s e j e mp lo s en las C o l ec ci on es . U n p r i m e r g r u p o
está f o r m a d o p o r el a n i m a l q u e se j a c t a t o n t a y f a l s a m e n t e y
es m u e r t o o bien es o b j e t o d e s a r c a s m o :
H. 75: «El delfín y el m o n o » . El delfín salva al m o n o , que
h a n a u f r a g a d o . Este, s o b r e el l o m o del delfín, dice ser un ate ni en se
d e f ami li a n o b l e ; y a u n a p r e g u n t a del delfín a f i r m a q u e el Píreo
es m u y a m i g o d e su familia. El delfín le d e j a q u e se ah og u e .
H. 159: « E l l o b o y el c ab al l o ». El l o b o regala al c a b a l l o la
c e b a d a q u e él n a t u r a l m e n t e no p u e d e c o m e r . El c a b a l l o se b u r l a :
si el l pbo g u s t a r a d e esa c o m i d a , n o p re fe ri rí a los o í d o s (es decir,
o í r al c a b a l l o c o m e r ) al vientre.
H. 287 ( = B a b r i o 120. A f t o n i o 24. A v i a n o 6. T e m i s t i o en
R h M 32, p. 458): « El g u s a n o y la z o r r a » . Al g u s a n o , q u e p r e s u m e
d e m é d i c o , le d ice la z o r r a q u e c ó m o no es c a p a z d e c u r a r su
p r o p i a coj era.
A v i a n o 38: « El pez de río y la l a m p r e a m a r i n a » . El pez de
río, q u e h a i do a p a r a r al m a r , se j a c t a a n t e los peces m a r i n o s
de su n o b l e z a . L a l a m p r e a le dice q u e si a a m b o s los p e s c ar a n
y v e n d i e r a n , se vería q u e a ella la c o m p r a r í a c a r a un h o m b r e
nobl e, a él u n o del vu lg o p o r u n a s m o n e d a s d e c o b re . A q u í e nt ra
ya, c o m o se ve. el t e m a del agón.
Par. Bodl, 148 Cr. : « L a g o l o n d r i n a j a c t a n c i o s a y la cornej a».
La g o l o n d r i n a se j a c t a d e sí m i s m a y d e sus a n t e p a s a d o s . La
c o r n e j a r e s p o n d e : « ¿ Q u é h a b r í a s d i c h o si t uvi er as l en g ua , tú que
así h a b l a s c o n la l engua c o r t a d a ? »
A c o n t i n u a c i ó n p r e s e n t a m o s e j em pl os d e la serie en q u e intervi e
ne m á s c l a r a m e n t e el m o t i v o a g o n a l : h a y u n e n f r e n t a m i e n t o en
q u e el débil se c ree fuerte, d e d o n d e r e sul t a su m u e r t e o su ri dícul o:
H. 84: « E l a s n o , el gallo y el león». El león h u y e del c a n t o
del gallo ( m o t i v o t r ad i c i o n a l , cf. u n a d e r i v a c i ó n en A .P . VI 217);
el a s no , e n t o n c es , sale c o n f i a d o a su e n c u e n t r o y es d e v o r a d o .
192 H i s t o r i a d e la f á b u l a g r e c o - l a t i n a
H. 135: « E l p e r r o y la z o r r a » . E l p e r r o p er s ig ue al león, p e r o
éste se vuelve y ruge, c o n lo q u e el p e r r o huye. L a z o r r a d ic e :
« M a l a c a b ez a, tú pe r se gu í a s a u n león, del c u a l ni s i q u i e r a el
r u gi do s o p o r t a s t e » . Es u n a v a r i a c i ó n del t e m a del león p e r s e g u i d o
p o r los p e r ro s en símiles h o m é r i c o s .
H. 140 ( = B a b r i o 84, R ó m u l o I V 8): « E l m o s q u i t o y el
to ro ». El m o s q u i t o , q u e h a e s t a d o p o s a d o en el c u e r n o del t o r o ,
le p r e g u n t a si q ui e re q u e se v a y a ya. R e s p u e s t a del t o r o : « N i
m e ent eré d e c u a n d o viniste, ni m e d a r é c u e n t a c u a n d o te vayas ».
N ó t e s e q ue h a y u n a f á b u l a b a b i l o n i a m u y s e m e j a n t e , la de l e lef ant e
y el m o s q u i t o 20, lo q u e p a r e c e p r o b a r la a n t i g ü e d a d d e ésta.
H. 149 ( = B a b r i o 113): « E l león y el l a b r a d o r » . P a r a c a z a r
al león, el l a b r a d o r le e n c i e rr a en su est ab lo, p er o ti ene q u e s o l t a r l o
c u a n d o se p o n e a d e v o r a r los b ueyes . Su m u j e r cr i ti ca : « H a s
sufri do lo j u s t o , pues ¿ p o r q u é qui si st e e n c e r r a r a un a n i m a l al
que de b ía s t e m e r de lejos?» H a y c o n t a m i n a c i ó n c o n el t e m a d e
« h e sufri do lo j u s t o » , cf. ti po 8.
H. 151 ( = B a b r i o 82): « E l león a s u s t a d o del r a t ó n » . U n r a t ó n
se pasea p o r la b o c a d e u n l eón d o r m i d o y la z o r r a i n cr e p a
al p r i m e r o de t e m e r a un r a t ó n . R e s p o n d e el l eó n: « N o m e a su s té
del r a t ó n , sino q u e es to y i n d i g n a d o p o r su a u d ac i a ».
Sintipas 38: « U n p e r r o q u e p er s eg u ía a u n lob o ». « N o te
t e m o a ti, sino a t u a m o » , d ice un l o b o q u e p a r e c í a h u i r d e
un perro, el c ua l e s t a b a m u y o r g u l l o s o d e h a b e r p u e s t o en f uga
al lobo.
U n a v a r i an te es el t e m a de q u e n o ha y q u e j a c t a r s e d e m a s i a d o
p r o n t o del t r i u nf o :
H. 266 ( = A f t o n i o 12, S i n t i p as 7): « D o s gallos y un águi l a».
Lu c ha de gallos: m i e n t r a s el v e n c e d o r se j a c t a , es a r r e b a t a d o p o r
el águila y el o t r o c u b r e a las gallinas.
H. 267 (de A q u i l e s T a c i o II 22, cf. B a b r i o 112 « E l ratón
y el to ro », que se c o m b i n a c o n 140 «El m o s q u i t o y el tor o»
y 155 «El r a t ó n y el l eón») : « E l m o s q u i t o y el león». C o m o
h e mo s visto m á s a r r i b a , se c o m b i n a el t e m a del fuerte v e n c id o
p o r el débil c o n el d e la m u e r t e del j a c t a n c i o s o : el m o s q u i t o ,
v en ce do r del león, es a t r a p a d o p o r la a r a ñ a m i e n t r a s se j a c t a .
Sintipas 30 (cf. H. 272): « E l o n a g r o y el a s n o» . El o n a g r o
8. Fábulas etiológicas.
Para term inar, recordem os que existe el tipo etiológico, en
el que predom ina el relato puro y simple, sin discursos, aunque
en alguna ocasión se contam ina con un debate. He aquí algunos
ejemplos :
Aftonio 3 «Los cisnes y los m ilanos». Los m ilanos cantaban
antiguam ente, igual que los cisnes. Pero al querer im itar el relincho
de los caballos, perdieron el don del canto.
H. 175 «La horm iga». L a horm iga era un hom bre codicioso
a quien Zeus transform ó en horm iga.
Fedro IV 16 «Prom eteo ebrio». Explicación del origen de los
afem inados y lesbianas por un descuido de Prom eteo, borracho,
cuando fabricó a los prim eros hom bres.
Fedro, App. 5-6 «Prom eteo y la m entira». Explicación de po r
qué la verdad es lenta, pero la m entira no tiene pies.
Es fácil ver que en estos ejemplos y en otros m ás que puedan
darse se conservan los mismos tem as de la época clásica: explicación
de singularidades y anom alías en los anim ales, e igual en los
hom bres, procedentes de su creación p o r Zeus y Prom eteo.
3. Conclusiones
I. G e n e r a l id a d e s
1 Cf. O rígenes de la lírica griega, M adrid 1975, p. 190 ss. T am bién «L a lírica
arcaica y el O riente», en A ssim ilation e t résistence à la culture gréco-rom aine dans
le m onde ancien, Paris 1976, p. 251 ss.
2 Cf. supra, p. 171.
La fábula anim al y vegetal en su contexto original 203
anim ales en tantas religiones, sin duda por sus capacidades físicas
superiores con frecuencia a las del hom bre, por su carácter entre
próxim o y rem oto y m isterio so 3. Por o tra parte, la intervención
de anim ales y plantas en los sistem as totém icos de tantos pueblos
tiene un segundo fundam ento, bien captado por L évi-Strauss4 :
el anim al y la planta son la form a en que más directam ente se
capta la discontinuidad últim a de lo real. A parecen con caracteres
fijos que actúan com o m odelos o puntos de partida p ara una
com prensión global del m undo. A hora bien, este papel de elem ento
de naturaleza fija es característico del anim al y la planta en la
fábula griega.
1. Presagios.
3 Cf. algunos datos en N ^jgaard, ob. cit., I, p. 243 ss.; Josifovic, art. cit.,
col. 25 ss.
4 E l pensam iento salvaje, trad, esp., M éxico 1964, p. 60 ss., 198 ss.
La fábula anim al y vegetal en su contexto original 205
impiedades de que ésta irá acom pañada; las dos águilas son A gam e
nón y M enelao y el dram a anim al m ucho m ás com plejo y m atizado
que los de H o m e ro 7.
En este pasaje encontram os, efectivam ente:
104-106: prólogo («Tengo vigor para cantar...»).
109-111: prim er térm ino (expedición contra Troya).
112-121: segundo térm ino (visión de las águilas, con refrán
lírico).
122-139: vuelta al prim er térm ino (interpretación del adivino,
con refrán lírico).
El detalle es m ás com plicado, ciertos elementos están fundidos:
pero el esquem a es idéntico al de la interpretación de la acción
m ediante el m ito, el símil o la fábula en tantos pasajes: en el
comienzo de Trabajos y Días, en símiles hom éricos, en fábulas
como la del pescador y los peces en H eródoto y tantas más.
La diferencia es que el d ram a anim al no se da com o ejemplo
o símil, sino que es presentado com o acaeciendo realm ente.
A hora bien, puesto que el presagio requiere una interpretación,
hay transición con el enigm a: nada extraño, el epim itio de la
fábula es, en el fondo, una interpretación de la relación de la
misma con la realidad.
Así, en el mism o H om ero presagios com o los relatados producen
a veces un estado de perplejidad. En la visión del águila y el
pato en la Odisea, Pisistrato pregunta a M enelao sobre su significa
do, que sólo H elena sabe descifrar. En la visión de Penélope,
es el águila m ism a la que ha de revelar el significado oculto del
sueño. N aturalm ente, todo esto está en relación con el significado
ambiguo de los oráculos, tem a bien conocido. N o lo es tanto
que algunos oráculos han pasado a convertirse en fábulas. Así
la fábula H. 214 (cf. tam bién Babrio 109) «El que recibió un
depósito y el juram ento» es u n a fabulización de un oráculo en
H eródoto VI 86; y el tem a enigm ático de los sueños falsos y
verdaderos en Eurípides I.T . 1259 ss. se ha convertido en una
fábula en Vita Aesopi G 33.
Pero esto nos saca del dom inio de lo anim alístico. En éste,
volviendo a los enigm as, podem os hacer alusión, entre otros lugares,
al m gón de enigmas» entre el m orcillero y Cleón en los Caballeros
2. Símiles
8 Fr. 163. Cf. «O rigen del tema de la nave del Estado en un papiro de A rquíloco»,
A egyptus 35, 1955, pp. 206-211.
208 H istoria de la fábula greco-latina
tam bién los símiles hom éricos son el fondo de fábulas de época
clásica y de las colecciones. Sin entrar en una enum eración exhausti
va, pues tam poco ha sido exhaustiva nuestra enum eración de sími
les, citem os algunas fábulas. Lo m ás característico es que el tema
fundam ental se m antiene, aunque a veces se cam bien los anim ales;
pero que las historias se varían de m aneras m últiples, con frecuencia
con elem entos «cómicos». Esto parece indicar que aunque los pun
tos de partid a son hom éricos y anteriores, el desarrollo de la
fábula com o género especializado es posterior. C onclusión que
coincide con la obtenida cuando hicimos ver que la diferenciación
de fábula y m ito se realiza en form a progresiva a p artir de Hesíodo.
R esulta fácil hacerse una idea de las alteraciones que han sufrido
tem as com o el del león y el to ro o el león (o el lobo) y las
ovejas y pastores o el águila y su presa o el h om bre y la serpiente,
entre otros varios.
En H. 148 el león tra ta de m atar al toro con engaños y fracasa
(en cam bio tiene éxito en Babrio 44). El tem a del león que captura
al ciervo que tra ta b a de ocultarse ha d ado, de un lado, H. 79,
donde el león deja paso a los cazadores, de otro, variantes diversas
en H. 78 y H. 77. En cuanto al tem a del león y las ovejas, perros
o pastores, se reencuentra en fábulas com o H. 149 «El león y
el labrador» (encerrado en el establo, el león devora al ganado),
Ad. 35 «El león y el pastor»; en vez de las ovejas pueden entrar
las liebres (fábula de Antístenes ya citada) o el cervato (Babrio
90). O tras derivaciones m ás son los tem as del reino del león y
la societas leonina y tem as cómicos en que intervienen la zorra
y el m ono.
Es el lobo, por lo dem ás ya presente en H om ero, quien ha
heredado buena parte de los antiguos tem as del león; ya lo vimos
a propósito del símil del león en el Agamenón (cf. II 1, p. 156).
Aquí las variantes son m uchas: intervienen ya las ovejas, ya el
cordero o cabrito, ya los pastores, ya los perros. Sucede bien
que el lobo im pone su fuerza, com o en la fábula clásica de «El
lobo y el cordero» (H. 160), bien que lo hace con engaños (por
ejem plo, haciendo que le entreguen los perros, H. 158), bien que
es burlado (p o r ejemplo, convirtiéndose en flautista a petición
del cabrito en H. 99). U na vez m ás, la introducción de temas
cóm icos y del triunfo del débil astuto es posterior a H om ero,
pero opera sobre la m ism a base.
Podríam os hablar igual de variantes del tem a de la serpiente:
212 H istoria de la fábula greco-latina
con los zánganos de la colm ena, que aparece en Teogonia 595 ss.
y se repite en Trabajos y Días 304 ss. referido a los holgazanes
en general. No hay en H om ero un símil com parable, destinado
a hacer una crítica: el de Ayax retrocediendo lentam ente como
el asno ante los palos es, por el contrario, elogioso, aunque en
fecha posterior se haya desarrollado el tem a crítico de la ’ά νοια
o insensatez del asno.
A p artir de H esíodo, en la lírica y el teatro aparecen una
y o tra vez símiles de tipo crítico y «cómico» en general. Hay
que dividirlos en dos grupos: los de tipo agonal y similares y
los de tipo eteológico. C orresponden, naturalm ente, a los dos tipos
de fábulas a que hemos hecho referencia: no nos interesa en este
m om ento si los símiles derivan de fábulas o la situación es la
inversa. El caso es que unos y otros existen. Com enzam os por
los símiles etiológicos, m enos num erosos.
a) Símiles etiológicos
La indicación de que una persona procede de tal anim al es
una form a de expresar que tiene igual naturaleza: en su origen
está, pues, un símil. N o se tra ta solo de anim ales, pues ya H om ero
habla del que no ha nacido «ni de la encina ni de la piedra»
( Od. X IX 163) y luego se habla del m ar y de la tierra. Pero
fundam entalm ente, en un pasaje de Sem ónides bien conocido (el 8)
y en otro de Focílides (el 2), se tra ta de anim ales. Y haciendo
otra excepción, la de la m ujer nacida de la abeja, el nacim iento
de los distintos tipos de mujeres de la puerca, la zorra, la perra,
el asno, el m ono y el jabalí responde a circunstancias de carácter
de estas m ujeres que son juzgadas desfavorablem ente. F undam ental
m ente, los pasajes que com entam os son sátiras contra las m ujeres;
y tanto ellos en conjunto com o este m otivo del símil m ujer-anim al
que deriva en una consideración etiológica, proceden en última
instancia de festivales en que hom bres y m ujeres se enfrentaban
satirizándose recíprocam ente11. Su carácter popular y «cómico»
es, pues, evidente.
En estos poemas encontram os los anim ales com o prototipos
11 Cf. Orígenes de ta L írica grieg a , M adrid, 1975, p. 215, así com o la bibliografía
allí citada: M ercedes V ílchez, «Sobre el enfrentam iento hom bre /m ujer de los rituales
a la literatura», E m erita 42, 1974, p, 375 ss, y M anuel R abanal, «El ‘Y am b o’ de
las m ujeres, de Sem ónides de A m orgos», Durius 1, 1975, pp. 9-12.
214 H istoria de la fábula greco-latina
3. El enigma
o avarienta la horm iga (H. 175), por qué algunos hom bres son
hom osexuales (Fedro IV 16), etc., etc.
A hora bien, hem os visto que estos tem as son antiguos: A ristófa
nes explica por una fábula de este tipo la prom inencia en la
cabeza de la alondra, por ejemplo. Y fábulas inventadas por P latón
siguen el esquem a: la que explica por qué el placer y el dolor
van siempre unidos (Fedón 60 b) o el por qué de las características
de Eros en los varios m itos del Banquete (sobre todo el de A ristófa
nes y el de Sócrates).
La conciencia de la relación de fábula y enigm a no se perdió
nunca. Está bien clara en la presentación de Esopo, en la Vida,
com o gran resolvedor de enigm as. Y en el térm ino λ ό σ ις «solución»
que m anuscritos medievales aplican a los epim itios de las fábulas.
4. Proverbio
15 Inst. Or. V 11, 20. M ás datos en Josifovié, art. cit., col. 351.
16 V éa se N^jgaard, ob. cit., I, p. 435 ss., quien niega que la fábula griega
pueda venir del proverbio, al m en os de proverbios griegos, que suelen tener carácter
diferente.
17 Editados por Perry, Aesopica, pp. 241 ss., 265 ss.
La fábula anim al y vegetal en su contexto original 219
com unes, com o hem os ap u n tad o ; y que, de o tra parte, la com unidad
se extienda a la totalidad de la literatura fabulística, no sólo a
la de tipo anim alístico.
5. Lírica y comedia
19 Cf. Fiesta, com edia y trqgedia cit., pp. 94 ss., 371 ss.
20 Cf. «E l.B an quete platónico y la teoría del teatro», E m erita 37, 1969, p. 1 ss.
21 Cf. Orígenes de la L írica griega cit., p. 78 s.; «La canción rodia de la
golondrina y la cerám ica de Tera», E m erita 42, 1974, pp. 47-68.
La fábula anim al y vegetal en su contexto original 225
car el vino del ceram ista Oltos, testim onia que ya en esta fecha
estos coros cantaban: contiene el com ienzo de un verso anapéstico,
έπί δελφ ίνος «sobre un delfín». En este caso, com o en otros,
los delfines iban cabalgados po r hom bres, y el carácter sagrado,
divino, del anim al, es tan seguro por m últiples datos com o en
el caso de la golondrina. Pero aquí se trata de pura hím nica,
la distancia respecto a la literatura anim alística es m ayor.
Esta distancia se acorta, en cam bio, cuando pasam os a los
coros de sátiros en sus derivaciones literarias del dram a satírico
y la com edia, que son esencialm ente agonales com o sus precedentes
en las danzas de sátiros conocidas sobre todo por la cerámica.
En ellas los sátiros ya se enfrentan a las ninfas, ya intervienen
en acciones agonales entre divinidades: véase el apartado siguiente.
El hecho es que de estas danzas de sátiros nace el dram a
satírico, en que el coro de sátiros interviene en una acción que
se desarrolla entre héroes, dioses y personajes míticos diversos
del pasado. En com edias com o Los sátiros de Frínico (y otras
de igual título) y el Dionisalejcindro de C ratino, sucedía lo mismo.
N osotros pensam os que la afirm ación de la Suda, en el art.
«Arión» de que este poeta fue quien prim ero, en el siglo vil
a. C., «introdujo sátiros que hablaban en verso», debe referirse
al origen del dram a satírico a partir de las viejas danzas de sátiros
con contenido m ítico, no a la creación de una supuesta pre-tragedia
con coro de sátiros según la teoría de W ilam ow itz26. Por supuesto,
los sátiros aparecen en la cerám ica en cerem onias no agonales :
cavando para que salga fuera de la tierra una diosa o acom pañan
do la llegada del falo, por ejem plo27. Pero es su intervención en
danzas agonales, por ejemplo, la que les enfrenta a las ninfas
o la que les hace cap tu rar a Hefesto y llevarlo borracho al Olim
p o 28, lo que justifica el desarrollo de un género literario com o
el dram a satírico (y la com edia de sátiros).
N uestro conocim iento del dram a satírico es escaso, pero aun
así resulta típico un esquem a de acción en que el coro de sátiros
ayuda al héroe a la liberación de un personaje perseguido o a
su propia liberación; ayuda, por otra parte, propia de estos seres
jactanciosos y cobardes, que huyen al prim er peligro y luego se
29 Cf. «I cori dei “D ictyulci” e della "Pace” e i loro precedenti rituali», Dioniso
45, 1971, pp. 289-301.
30 Cf. «L a C irce de E sq uilo», Em erita 33, 1965, pp. 229-242.
31 Cf. Fiesta, p. 93.
228 H istoria de la fábula greco-latina
1. Generalidades
34 Sobre los anim ales, véase Keller, A n tike Tierwelt, así co m o los artículos
respectivos en R E ; sobre las plantas J. Murr, D ie Pflanzenwelt in der Griech. M yth olo
gie, G roningen 1969; I. Chirassi, Elem enti di culture precereali nei m iti e riti greci,
R om a 1968.
D e la relación de algunos anim ales de la fábula griega y algunos temas fabulísticos
relacionados con ellos con ritos y m itos se ocupa, en térm inos generales sobre
to d o , M ariarosaria Pugliarello, L e origini della fa vo listica classica, Brescia 1973.
35 C f., por ejem plo, Josifovié, art. cit., col. 25 s.
234 H istoria de la fábula greco-latina
43 Orígenes, p. 19 ss.
44 Cf. Fiesta, p. 436 s.
45 Cf. Orígenes, p. 100.
46 Cf. «I cori...» cit., p. 293.
La fábula animal y vegetal en su contexto original 239
47 V éase Fiesta, lugares citados y pp. 377, 431, etc.; K . Latte, D e saltationibus
Graecorum, G iessen, 2.a ed., 1957, p. 23 ss.; L. B. Lawler, The dance in ancient
Greece, Londres 1964, p. 58 ss.; G . M . Sifakis, P arabasis and the anim al Choruses,
Londres 1971, p. 73 ss.; Orígenes, lugares citados; y T. B. L. W ebster, The Greek
Chorus, Londres 1970, passim.
240 H istoria de la fabula greco-latina
IV. T em a s a n im a l ís t ic o s no l it e r a r io s n i r e l ig io s o s
V. D e l o s m o t iv o s a n im a l e s a la fábu la a n im a l
I. La fábu la en la l it e r a t u r a g r ie g a
1. Generalidades
naturalm ente, una anécdota hum ana, incluso histórica, puede consi
derarse com o fábula: y así ocurre de A rquíloco y A ristófanes
a las Colecciones.
La fábula, en definitiva, se ha convertido en una co n trap artid a
del m ito : sirve com o él para am enazar, disuadir, criticar, explicar,
pero fundam entalm ente dentro del dom inio indicado. La fábula
se opone al m ito, en cierto m odo, com o el yam bo a la lírica
hím nica, encom iástica, etc.; com o la com edia a la tragedia; com o
ciertos tipos de fiesta, en que dom inan la licencia y la sátira, a otras
de tipo solemne o lu c tu o so 1 ; com o los personajes de la épica, cier
ta lírica y la tragedia que incluyen rasgos cóm icos, com o Odiseo
y Heracles, así com o los héroes de la com edia, a los personajes
heroicos.
H ubo, efectivamente, en un cierto m om ento una tendencia a
disociar elem entos que, en gracia a la sim plicidad, llam arem os
trágicos y cómicos y que en fecha anterior estaban integrados.
Pero ni en la fiesta ni en la literatura se llegó nunca a una
escisión radical. Sobre los elem entos «cómicos» que perm anecen
en la tragedia puede verse con provecho el libro de M ercedes
Vílchez sobre E l engaño en el teatro griego (Barcelona 1976). En
cuanto a la lírica, tanto en mis Orígenes de la Lírica griega com o
en mi Visión del mundo en la Lírica griega (en prensa) he hecho ver
la mezcla de m otivos que todavía existe. En un yam bógrafo com o
A rquíloco se encuentran elem entos trágicos en poem as com o el
consolatorio dirigido a Pericles o en fragm entos com o los relativos
al poderío divino y a la lim itación del poder hum ano (frs, 207 y
211). Inversam ente, en A lem án, Safo, etc., se encuentran elem entos
satíricos. En la elegía conviven am bos: piénsese, de un lado, en ele
gías de Solón com o la dirigida a las M usas, y de otro, en las de A r
quíloco com o el pasaje del escudo perdido o el de Pasifila.
Esto mism o sucede en la fábula: a sus elem entos trágicos hemos
aludido en p. 176 ss. Volvemos a referirnos a ellos para que
no extrañe su presencia en un am biente festivo y literario predom i
nantem ente de otro carácter com o el que vam os a describir a
continuación.
3 Cf. G. A. Gerhard, Phoinix von Kolophon, Leipzig-Berlin 1909, pp. 247 ss.,
267,
F á b u la y géneros yám bicos 257
4 «E l Banquete platónico y la teoría del teatro», E m erita 37, 1969, pp. 1-28.
5 Cf. Perry, A esopica cit., pp. 223 y 226.
258 H istoria de la fábula greco-latina
II. La f á b u l a d e n t r o d e l o s t e m a s y t ip o s d e l a p o e s ía y á m b ic a
12 S ym p. 203 b ss.
264 H istoria de la fábula greco-latina
15 Cf. Lévi-Strauss, E l pensam iento salvaje, trad, esp., M éxico 1964, p. 198
siguientes. Y a antes había hablado de esto Lévy-Bruhl, en L es fon ction s m entales
dans les sociétés inférieures, cf. Josifovió, col. 25.
Fábula y géneros yám bicos 267
16 Cf. M ercedes V ílchez, «Sob re el enfrentam iento hom bre/m ujer de los rituales
a la literatura», E m erita 42, 1974, pp. 375-407.
17 Cf. p. 187 ss.
18 Cf. pp. 90 ss., 93 ss., 343 ss.
19 Cf. supra, p. 245 ss., y Plebe, ob. cit., p. 1Ö8 s s .; O rígenes, p. 101 ss.
20 Cf. pp. 398 ss., 447 ss.
Fábula y géneros yám bicos 269
o dioses, las cosas suceden igual. Son tem as com parables a los
de la zorra en A rquíloco y algunos son ya de A rquíloco o en
todo caso antiguos: en Sófocles está ya, por ejem plo, el m odelo
de «L a caña y la encina», que hemos citado, y el de «El Sol
y Boreas» (epigram a en Ateneo 604 F). Veam os, pues, tras estos
precedentes, el origen festivo de los personajes yámbicos y cómicos
y su trasvase a la literatura. Los anim ales de tipo «cómico» o
proceden de cornos anim alísticos com o los que ya hemos estudiado,
o, si solo en una fase ya literaria se añadieron, fueron conform ados
de acuerdo con los rasgos de los dem ás personajes de estos cornos:
del desfile festivo, en parte al m enos m im ético, que es esencial
en la fiesta y al cual ya se ha aludido, desfile unido o no a
un ritual de agón. En qué m edida los anim ales de la fábula y
los personajes cómicos en general estaban ya conform ados perfecta
m ente en la fiesta o debieron los más de sus rasgos a una fase
ya literaria que incluye el presagio, el símil, el proverbio, es lo que
no resulta fácil de decir.
Es m uy interesante, para la continuación de nuestra exposición,
destacar algunos rasgos, unos absolutos, otros frecuentes, de los
cornos que intervenían en las festividades griegas:
a) Son hom ogéneos: de jóvenes o viejos o viejas o doncellas,
o de fieles de tal dios o seguidores de tal héroe, o de m iem bros
de tal trib u o ciudad. Ello quiere decir que son siem pre representati
vos.
b) A unque, debido a este carácter y a aparecer anualm ente,
hay siem pre, en cierto sentido, una mimesis, otras veces la hay
m ucho más claram ente, lleven o no m áscara o disfraz los m iem bros
del como. Por ejemplo, pueden ser bacantes o ninfas o sátiros
o curetes; o llevar cuernos de ciervo (los bucoliastas de Siracusa)
o de carnero (los estafilodrom os de las C arneas de Esparta), po r
ejem plo, que indican su adscripción original al círculo de ciertas
divinidades teriom órficas. C on esto va en conexión de posibilidad
de que el jefe del como se presente com o la divinidad o héroe
a quien rodea su cortejo divino o de fieles: D ioniso, A rtem is,
el dios C arno o carnero, etc., etc.
c) De aquí se deduce que, com o ya sabem os, los m iem bros
de los cornos son concebidos, con frecuencia, com o divinos o anim a
les, lo que para una fase prim itiva de la religión viene a ser
lo mismo. Suelen ser violentos y agresivos, horribles y risibles
al tiem po: esto es claro en el caso de los sátiros y otros seres
272 H istoria de la fábula greco-latina
25 Cf. H. C. W hitm ann, A ristophanes and the Com ic H ero, Cam bridge M ass.,
1964; m i Fiesta, p. 89 ss. ; M ercedes V ílchez, E l engaño en e l teatro griego, Barcelona,
Planeta, 1975.
Fábula y géneros yám bicos 277
bien tem a de relatos, que tuvieran claram ente los rasgos de carácter
y biográficos de que estam os hablando. U no de ellos puede ser
el héroe (o antihéroe, por m ejor decir) M argites de un poema
(mezcla de hexám etros y trím etros yámbicos) del siglo vn (?): el
personaje del to nto o payaso, en realidad una m itad, diríam os,
del héroe cóm ico o el bufón carnavalesco (su m ujer hace, inversa
m ente, el papel del «listo», logrando con su ingenio que él se
acueste con ella). O tra imagen está en los protagonistas de la
Batracomiomaquia, el poem a épico burlesco (¿del siglo vn?) que
describe la gran batalla de las ranas y los ratones.
Pero fueron los cómicos quienes principalm ente se dedicaron
a crear, a acuñar, estos personajes prototípicos que, partiendo
de una situación de miserias y llenos ellos mism os de toda clase
de lacras, logran con su ingenio y su trapacería triunfar de un
poderoso enemigo, hacerse con el poder y constituirse en salvadores.
H em os hablado ya en II 2 de estos «salvadores» de la com edia
y del dram a satírico y no hemos dejado de com parar su acción
con la de ciertos anim ales de la fábula. Y ello lo m ism o si presentan
rasgos anim alísticos que si no los presentan.
Sobre esto hemos hablado más arriba así com o sobre la presenta
ción del propio A ristófanes: el poeta que con su ingenio y su
valor se atreve a oponerse a Cleón y a todos los belicitistas de
A tenas, a defender al pueblo diciendo su descarnada verdad.
N o es necesario insistir en hasta qué punto los rasgos de todos
estos personajes, bien de ficción, bien poetas interpretados por
sí m ism os, coinciden con los de los «héroes cómicos» de la fábula,
que hem os estudiado en II 1 y a los que hem os vuelto a aludir
al com ienzo del apartado precedente. El tem a de la lucha entre
el fuerte b ru tal y el débil ingenioso, el de la conquista del poder
y la salvación, el de la sátira y el escarnio, son los tem as centrales
de la fábula, ya lo sabemos. Después de leer las páginas anteriores
se com prenderá m ejor, pensam os, la razón por la cual hemos
calificado a la fábula de «género cómico» o «yám bico», aunque
en ella queden a veces determ inados rasgos «trágicos», procedentes
de una fecha anterior a la definición del género. Y se com prenderá
m ejor todo lo que hemos dicho sobre el origen de la fábula en
la fiesta agraria, en Conexión con otros elem entos de la misma
de igual carácter o de carácter parecido.
286 H istoria de la fábula greco-latina
III. E so p o y l a f á b u la g r ie g a
a p artir del siglo v a . C., pasajes recogidos por Perry en sus Aesopi-
ca, p. 215 ss. T estim onian que ya en el siglo v existía una leyenda
de Esopo, no una vida escrita. H eródoto II 134 coloca a Esopo,
esclavo, en la isla de Samos en la época de Safo: le califica de
λ ο γο π ο ιό ς « a u to r de fábulas o historias» y habla de su m uerte
por los delfios y la expiación que estos hubieron de pagar; nada
dice de su patria de origen.
N o hay acuerdo to tal en los detalles, de todas m aneras. Era
tracio según E ugatón o Eugaión de Sam os, histo riad o r del siglo v,
anterior a la guerra del Peloponeso, de quien se piensa proceden
el pasaje esópico de H eródoto y otras historias sobre E sopo en
Sam os, com o su actuación en la A sam blea defendiendo con una
fábula a un dem agogo según cuenta A ristóteles en su Retórica
II 2 0 33. Esta referencia, así com o o tra de A ristóteles (fr. 573 R.)
proceden de su Constitución de Sam os: o tra, 487 R. (sobre la
m uerte de Esopo en Delfos), viene de su Constitución de Delfos.
Si todo esto procede de Eugaión, en él aparece un Esopo tracio
(frente al Esopo frigio de F edro, la Vida, G elio, L uciano, la Suda...)
que habría vivido a fines del siglo vil y com ienzos del vi en Samos
(hay discrepancias de fechas en H erm ipo, H eráclides, Istro, etc.),
hab ría sido sucesivam ente esclavo y hom bre político p ara ser luego
asesinado por los delfios, a quienes habría castigado por ello el
dios A polo. T odo esto concuerda m ás o m enos con los datos
de A ristófanes, Avispas 1446 ss. y con la presentación de Esopo
com o feo y jo ro b ad o , conversando con la zorra, en un vaso ático
del siglo V 3 4 . Es, evidentem ente, lo que se decía de Esopo en
el siglo v: era el personaje oriental y decíasé que contaba fábulas
para defenderse de los delfios (según A ristófanes) o ante la A sam
blea de los samios (según A ristóteles) o en ocasiones diversas;
y cuyo nom bre estaba unido, al tiem po, a una historia de asesinato
sacrilego y de expiación en Delfos. P latón el cóm ico, un contem po
ráneo de A ristófanes, añadía que su alm a volvió a la tie rra 35.
Por o tra parte, para H eródoto, Esopo sería exclavo de ladm ón
y com pañero de esclavitud de la hetera R odopis, am ante del herm a
33 Sobre este tem a, cf. Perry, A esopica, p. 216; La Penna, «E l rom enzo di
E sop o», A thenaeum 50, 1962, p. 264.
34 R ecogid o por K. Schefold, D ie Bildnisse der antiken D ichter, Redner und
D enker, Basilea 1943, 57, 4.
35 Cf. Sch. A ristófanes, A ves 471.
288 H istoria de la fábula greco-latina
expulsado, tenía tam bién él una intervención de tipo cóm ico, con
tando fábulas o proverbios o chistes alusivos a su caso, atacando
y satirizando: igual que A hikar, igual que personajes carnavalescos
com parables com o el Carnaval, el Peropalo, etc.; y, en Grecia,
los personajes de la com edia y los propios poetas yámbicos y
cómicos, de los que hemos hablado en el ap artad o anterior.
Es esta una hipótesis que puede fortificarse aludiendo a una
serie de elem entos de la Vida de Esopo que no aparecen en la
leyenda del siglo v, pero que sin· duda rem ontan a esa fecha porque
ni son de origen oriental ni proceden del am biente de la época
helenística y rom ana.
Si en las fiestas en que el fárm aco es expulsado sigue luego,
habitualm ente, según hemos dicho, la llegada del principio renova
do r y divino, com o eiresione, golondrina, dios D ioniso, etc., en
la Vida de Esopo aparecen igualm ente, referidos a su héroe, estos
dos m om entos de la vida agraria. Esopo, es, ciertam ente, el fárm aco
denigrado al que se está a punto de m atar una y o tra vez; es
un esclavo feo y desgraciado, cojo, jo ro b ad o , m udo. N os recuerda
la descripción, en el poeta Asió, en el siglo vi a. C., del mendigo,
esclavo, cojo y m arcado a fuego, que se presenta en la boda
de M eles, padre de H om ero; el tem a es antiguo para Esopo:
estaba ya en un vaso del siglo v, recordam os. Es incluso simbólico
el tem a de los higos que supuestam ente se ha com ido : precisam ente
los fárm acos eran adornados de collares de higos, se les daban
a com er higos, eran llam ados κ ρ α δ η σ ίτη ς y σ όβ α κ χος «el hom bre
del higo». El fárm aco era una encarnación de la higuera y Esopo
ha heredado huellas de esto.
Pero, al propio tiem po, Esopo es el salvador de su am o Janto
y el que le provee de alimentos. T rabaja en el cam po, se procura
verduras gratis con su ingenio, surte la despensa. Este es el aspecto
beneficioso del fárm aco. A él responde el triunfo de Esopo sobre
su dueño, su calidad de verdadero am o, el trastrueque de situacio
nes. Y tam bién su carácter de adivino y hom bre protegido por
los dioses. Y su carácter fálico, con su posesión de la m ujer del
am o; ésta le recibe com o a un enviado de A frodita. Es el tema
del dios que llega y se une a la m ujer del país, tem a de las
Leneas y del que hay ecos en la canción de la golondrina.
La com paración por Esopo del acto sexual con la recogida
de frutos acentúa su carácter diríam os que agrario, de partícipe
en el ciclo ritual de fecundidad: en la Vida W (75) la mujer
294 H istoria de la fábula greco-latina
IV. C o n c l u s ió n
I. La fábula o r ie n t a l
8 Cf. O rígenes de la lírica griega, M adrid 1975, p. 190 ss.; «La lírica griega
y el O riente», Travaux du VIe Congrès Internationei cf E tudes Classiques, París 1976,
p. 251 ss.
308 H istoria de la fábula greco-lati
10 N . S. Kramer, From the Tablets o f Sum er. Indian H ills, C olorado 1956,
reeditado en 1968; contien e datos de las colecciones 1 y 2. C ito por la trad. esp. (arri
ba, en n. 9).
11 F. I. G ord on, Sumerian Proverbs, The U niversity M useum , The U niversity o f
P ennsylvania, 1959, 2 .a ed., N u eva Y ork 1968. Cf. del m ism o autor: «Sum erian Pro
verbs: C ollection Four», J A O S 77, 1957, pp. 67-79 y «Sum erian A nim al Proverbs
and F ables: C ollection Five», J C S 12, 1958, pp. 1-21 y 43-75. Tam bién «A n im ais as
represented in the Sum erian Proverbs and F ables: A Prelim inary Study», pp. 226-249.
12 Cf. la traducción de R .' H. Charles, The A pocrypha and Pseudoepigrapha
o f the O ld T estam ent, II, O xford 1913 [1971], p. 728 ss.
13 Ob. cit., I, p. 433 ss.
14 P. X X V III ss.
310 H istoria de la fábula greco-latina
a) Proverbios
G ordon, «N ew Look...» reseña 24 colecciones de proverbios,
las más inéditas o incom pletam ente editadas. El aum ento de m ate
rial es inm enso desde los tiem pos de Ebeling, que sólo conocía
15 « N e w L o o k ...» , p. 124.
16 H esiod, W orks and D ays, O xford 1978, p. 3 ss. Tam bién d ebe verse, sobre
los proverbios sum erios, el nuevo libro de B. A lster, Studies in Sum erian P roverbs,
C openhaguen 1975.
E lem entos orientales en la fábula griega 311
Todo esto, sin co n tar con las fábulas anim alisticas propiam ente
dichas y las anécdotas, entre las que hay algunas que podríam os
calificar más bien de novelitas y cuentos, com o «El viejo y la
joven», «Los tres boyeros de Adab» y «L a esclava p erezo sa» 19.
En cuanto a la extensión, oscila entre una línea, dos (lo más
frecuente) y un núm ero m ayor, en ocasiones bastante am plio. Quiere
esto decir que tan to en el sector no anim alístico com o en el anim alís-
tico hay todas las transiciones que conocem os en la literatura
griega entre la m áxim a, la injuria, la burla, el ataque, etc., etc.
Com o en Grecia, fábula anim alística y anécdota hum ana no son
o tra cosa que un elem ento más de las colecciones.
Instrucciones
Com o ejem plo citam os las Instrucciones de Suruppak, de las
que antes había un m ínim o fragm ento y que ahora han sido publica
das por B. Alster. O cupan unas 285 líneas cuyos fragm entos m ás
antiguos d a ta n de hacia el 2500 a. C. y otros de hacia el 1800:
son los consejos dados por el sabio o rey Suruppak a su hijo
Ziusudra, que iba a ser el único superviviente del diluvio. Son
consejos negativos y positivos, proverbios, etc., entre ellos una
especie de fábula:
Cuando un hombre puso sobre sus hombros un gran buey
no pudo cruzar el río.
Cuando has vivido al lado de los poderosos de la ciudad,
hijo mío, líbrate de ellos'.
19 Cf. B. A lste r, ob. cit., pp. 90, 94, 117.
E lem entos orientales en la fábula griega 313
Lamentaciones
El ejem plo m ás notable es el Lamento del justo que sufre, com pa
rable al libro de Job: el justo es al fin liberado de sus sufrimientos.
Diálogos
Pueden presentar en esta form a los tem as ya conocidos. Así,
el titulado E l padre y su hijo de malas costumbres viene a equivaler
a una «instrucción» ; la Teodicea Babilonia, diálogo del hom bre que
se lam enta de las injusticias del m undo y el amigo que le instruye
y consuela, m ezcla tem as de lam entación y de instrucción. En cam
bio, es satírico, parece, el Diálogo del pesimismo, entre un rey y su
esclavo. Estas obras aparecen en la colección de L am bert. Y en el
artículo de G ordon hallam os nuevo m aterial sum erio más o menos
com parable : la disputa de El supervisor y el escriba y otras varias
disputas de am biente escolar tam bién.
Biografías
N os referim os al Ahikar, cuyo argum ento ya hem os expuesto.
En el m arco de la biografía del secretario de Sennaquerib aparecen
instrucciones a su hijo, lam entaciones por la adversa suerte, repro
ches al hijo. Pero no sólo esto: la parte en que A hikar responde
al rey de Egipto equivale a una instrucción del segundo por parte
314 H istoria de la fábula greco-latina
del prim ero y el papel del secretario cerca del rey de A siría im plica
una relación del m ism o tipo. Hay, pues, en el Ahikar elem entos
varios que han confluido: el tem a del padre y el hijo y el del
secretario o consejero y el rey, el de la instrucción, el ataque
y la lam entación. P or o tra parte, hay que hacer constar que el
tem a del diálogo entre el rey que hace preguntas y el sabio visir
que responde es m uy antiguo, sum erio: se encuentra en La joven
y el viejo y Los tres boyeros de Adab, que citam os m ás arriba.
En todos estos escritos volvem os a encontrarnos, entre o tro,
con el m aterial anim alístico, bien en form a de símil, de proverbio
o de fábula. Así, en la Teodicea Babilonia hay ejemplos anim ales
que dem uestran que los m alos (el león, el nuevo rico...) quedan
im punes, pero el otro interlocutor contesta m ostrando cóm o son
castigados: la flecha alcanzará al asno salvaje que pisotea los
sem brados, la tram p a aguarda al león devorador del ganado, el
rey castigará al nuevo rico (59. ss.) Se tra ta de proverbios que
explican el futuro y, al tiem po, se inicia el procedim iento literario
de discutir con ejem plos y fábulas, m enos frecuente en G recia
que en la India y nuestra Edad M edia. En la m ism a obra, se
m ezclan ejemplos hum anos: «El príncipe es vestido de..., el hijo
del p o b re es robado...» (181 ss.), pero se contesta con otros c o n tra
puestos (235 ss.); y se encuentra tam bién símiles anim ales: «El
prim ogénito sigue su cam ino com o un león, el segundo se contenta
con ser un m ulero...» (247 ss.). O tras veces, el proverbio y su
aplicación hum ana se siguen com o la fábula y el epim itio: «El
prim er ternero es pequeño, el siguiente doble de grande. El prim er
hijo es débil, el segundo es un heroico guerrero» ' (260 ss.) Ni
faltan en esta o b ra elem entos etiológicos que recuerden fábulas
griegas: así cuando (276 ss.) se cuenta la creación del hom bre
y cóm o fue d o tad o de m entiras.
N aturalm ente, el núm ero y características de los elem entos ani-
m alísticos varía de obra a obra, pero lo que nos interesa aquí
es n o tar que son consustanciales con este género de literatu ra
y que es la presencia del «m arco» lo que esencialm ente le diferencia
del anterior. Q uerría insistir, sin em bargo, en su frecuencia en
el Ahikar, cuyo papel com o m odelo (junto con otras obras sim ilares)
de la Vida de Esopo griega hem os visto que es im portante, m ientras
que hemos de ver que en form a paralela sirve de m odelo igualm ente
a colecciones indias de fábulas com o el Pañcatantra. Es esencial,
por ello, ver el papel de la fábula en esta obra. Pero no sin
E lem entos orientales en la fábula griega 315
c) Debates
20 Pueden verse co m o ejem plo la disputa del verano y el invierno, com en tad a
y traducida por Kramer, ob. cit., p. 195 ss. y la de «E l ganado y el grano», en igual
obra, p. 164 ss.
E lem entos orientales en la fábula griega 319
El buey y el caballo.
El asno de montar y (?).
El trigo y la diosa Nisaba.
La Zorra, el Perro, el Lobo y el León.
Estas disputas — transm itidas ya en sum erio, ya en acadio,
ya en textos bilingües— desarrollan norm alm ente el tem a de cuál
de los dos contendientes es superior: igual que en la continuación
del género en la fábula greco-latina. N o así en el caso de «El
trigo y la diosa N isaba», en que el prim ero acusa a esta diosa
subterránea y agraria en form a poco clara (quizá en conexión
con el tem a de que la vegetación se agosta cada otoño). Ni tam poco
en el caso de «L a Z orra, el Perro, el L obo y el León», verdade
ra serie difícil de reconstruir en su conjunto y que se ha llega
do a calificar de «épica anim al». Contiene, en realidad, temas
de fábulas que hallan su continuación tan to en G recia com o en
la India. El interés fundam ental está en que el debate relativo
a las actividades de estos anim ales está en un contexto m itológico :
la zorra se queja a Enlil de una sequía, term ina venerando a
este dios al final de la obra; y hay una escena de juicio (quizá
dos) entre el lobo y la zorra ante Samas. E sta im portante obra
procede de la prim era época babilónica (hacia el 1700), pero está
testim oniada hasta época neobabilónia, contem poránea ya de Ar-
quíloco.
4. Epica
21 Cf. R. J. W illiam s, «The literary H istory o f a M esop otam ian F able», The
Phoenix 10, 1956, p. 70 ss.; I. Trencsény-W aldapfel, «E ine A esop isch e F abel und
ihre orientalische Parallelen», A cta Antiqua, Budapest, 9, 1959, p. 317 ss. : A . La
Penna, «Letterature esópica e letteratura asirio-babilonese», R F IC 92, 1964,
pp. 24-39; y m i trabajo «E l tema del águila de la épica acadia a Esquilo», Em érita
32, 1964, pp. 267-282.
320 H istoria de la fábula greco-latina
prim era por el dios Sam as, fuera im itada en G recia (y, veremos,·
en la India). Reservam os el detalle para m ás adelante.
28 «The H indu beast F able in the light o f recent Studies», A JP h 36, 1915,
pp. 44-69 y 253-279.
29 Cf. p. 143 ss.
Elem entos orientales en la fábula griega 325
cha de ésta. Y tam bién, a juzgar por los elem entos com unes, los
p rototipo s de las otras recensiones, aunque no, por supuesto, sus
reelaboraciones y am pliaciones medievales.
Tenem os, pues, un texto m ás o m enos alterado de una recensión
de época helenística y derivaciones de otras de la época gupta,
hacia el 500 d. C. Lo notable es que, aunque no sea exactam ente
posible reconstruir el arquetipo de que todas estas líneas proceden,
las diferencias en cuanto a las fábulas recogidas son m uy pequeñas.
O sea, que el fondo fabulístico del Tanträkhyäyika, sea cualquiera
su origen, sin duda, m ixto (m esopotám ico, indio, griego), no aum en
tó apenas en la A ntigüedad. Y si fue influido por la fábula griega,
esta influencia se ejerció de una vez, en el prim er m om ento, no
se renovó luego o apenas se renovó. Salvo, naturalm ente, que
adm itam os que las nuevas fábulas que se incorporan en el Pañcatan
tra en la Edad M edia, a saber, en los siglos del x al x n para
el textus simplicior y en 1199 exactam ente para el ornatior de
P ürnabhadra, proceden de una tradición p opular cuyas fuentes
hay a su vez que rastrear y que no hay razón, a priori, para
excluir que puedan ser, entre otras, griegas. Pero esto no nos
concierne en este m om ento: sólo hay que recoger que en cualquier
estudio hay que separar, com o un principio m etodológico, las
fábulas de las recensiones antiguas (entre las que hay diferencias
m enores) y las de las recensiones medievales am pliadas.
A hora bien, volviendo al Pañcatantra original debem os hacer
observar que H ertel, en su libro de 1914, m odificó su propuesta
anterior adelantando el origen de la obra a fines del siglo iv o
com ienzos del m 30. H em os de d ar argum entos co n tra esta fecha
tan tem prana desde el punto de vista de las relaciones con la
fábula griega. Pero aquí adelantam os algunas explicaciones. Consis
ten, en resum en, en que después del trabajo de O. Stein se tiende
a negar que K autilya, el m inistro de C andragupta (de personalidad
por lo dem ás dudosa), sea el a u to r del Arthasüstra o m anual
de política que ha llegado a nosotros y cuyas citas en el Tanträkhyä
yika (y, supuestam ente, en el Pañcatantra original) consideraba
H ertel com o prueba de que esta obra estaba a poca distancia
en el tiem po del libro de K autilya. De o tra parte, Geib ha hecho
verosímil que los cinco versos que son com unes al Pañcatantra
y a nuestro Artha'sästra son en el prim ero interpolaciones y proce
den en am bos de una tercera fuente. Insist*; tam bién él en que
nuestro Arthasästra, conocido por el Pañcatantra a juzgar por
citas en prosa, no es de K autilya, sino posterior, aunque conoce
la obra de éste.
O sea: no hay argum entos, desde el punto de vista de la filología
india, que adelanten la fecha del Pañcatantra original. Puede pen
sarse, incluso, con E d g e rto n 31, que su paisaje cultural y espiri
tual parece referirlo a la época del helenismo. Sobre esta base,
es la com paración del Pañcatantra con las fábulas griegas que, cree
m os, tom a en préstam o, la que es susceptible de precisar m ejor
su fecha, dado que hem os alcanzado en este libro ciertas conclusio
nes sobre la cronología de las colecciones de fábulas griegas. A plaza
m os, pues, el tem a p ara P arte III, cap. 5.
Pero hem os de ocuparnos aquí brevem ente del problem a de
las fábulas que figuraban en cada recensión. Pues es evidente
que las fábulas que penetran en las colecciones en fecha reciente
deben ser consideradas con especial cuidado a la h o ra de determ inar
los elem entos arcaicos de la fábula india (y, tam bién, los elem entos
griegos). R esulta prudente com enzar esta investigación con el m ate
rial m ás antiguo.
Este m aterial ya hem os dicho que es m uy uniforme. U n estudio
del libro de H ertel, de los trabajos de E dgerton y, sobre todo,
de los cuadros de la distribución de las fábulas en las diferentes
recensiones que d a el propio H ertel en otro tra b a jo 32 hace ver que
son aproxim adam ente las m ism as las fábulas del Tanträkhyäyika,
el grupo n-w (con la excepción que se dirá), la versión pahleví
y los derivados del Brhatkathä. En cam bio, tanto en el textus
simplicior com o en el ornatior com o, añadim os, en el Hitopädesa,
colección m uy reelaborada en fecha m edieval (entre 800 y 1373),
por más que derive del grupo n-w (concretam ente del Pañcatantra
del Sur), aparecen num erosísim as fábulas nuevas. Los autores han
31 The P añcatantra cit., p. 7, afirm a que la obra difícilm ente puede ser anterior
al siglo ii a. C. (se apoya en la frecuente presencia de la palabra greco latina diñara).
32 « D a s Südliche P añcatantra. U ebersicht über den Inhalt der älteren Pañcatan-
tra-R ecensionen bis a u f Pürnabhadra», Z D M G 58, 1904, p. 1 ss. Es lástim a que
la tradición pahleví esté representada só lo por la versión siriaca. Igual en el cuadro
de su libro T anträkh yäyika de 1909, «E inleitung», p. 100 ss., con m ucho detalle
sobre la tradición antigua.
E lem entos orientales en la fábula griega 327
35 P. 95 ss.
Elem entos orientales en la fábula griega 329
42 Cf. sobre tod o esto supra, p. 721 ss. Se im pone, en definitiva, basar la com pa
ración en el T anträkhyäyika, pero con reservas en el caso de algunas fábulas y
añadiendo raram ente, al m enos en form a tentativa, algunas de las recensiones
antiguas. En una segunda fase se puede acudir a fábulas añadidas en las recensiones
medievales.
N uestro m odo de proceder, en adelante, será el siguiente. Cuando una fábula
está en el T anträkh yäyika la citam os por libro y núm ero, añadiendo la página
en la traducción de H ertel (p. ... H .); cuando falta aquí y está en el textus ornatior,
la citam os por la traducción de Ryder, com o m ás arriba (p. ... R .); eventualm ente,
en fábulas que faltan tam bién aquí, utilizam os la traducción del H itopadesa de
J. A lem any (M adrid 1895) y la traducción de S. R ice, P ie ancient indian Fables
and Stories, Londres 1924, que añade m aterial diverso, a vecss de origen difícil
de desentrañar.
336 H istoria de la fabula greco-latina
Me refiero, antes que nada, al tem a del reinado del león sobre
los animales, acom pañado de su servidor la zorra (en la India
el chacal). Es claro que el león es, en la fábula griega, un anim al
traído desde fuera, m ientras que es original en la fábula m esopotá-
mica y en la egipcia. En la India aparece el tem a del reinado
del león, acom pañado de su corte de anim ales, entre los que destaca
como decimos el chacal, pero tam bién están el m ono, el asno,
el camello, etc. Pues bien, este reinado hay que reconocerlo ya
en A rquíloco, sobre todo en la fábula en que atrae al ciervo
a la cueva {Epodo III); está implicado tam bién por «L a zorra
y el león» (Epodo IV) y por el papel de la zorra ju n to al falso
rey, el m ono, en los Epodos VI y VII. En el prim ero, de o tra
parte, aparece el tem a de la elección del rey de los anim ales.
Por lo demás, en las fábulas griegas de colección el tem a del
león y su corte, de sus m inistros la zorra y el m ono, está m ucho
más desarrollado.
Se trata, con toda evidencia, de un tem a m esopotám ico. El
león presidiendo com o rey a los anim ales aparece ya en u n a lira
de la prim era dinastía de U r, hacia el 2500, y en un sello poco
m ás tardío, los anim ales tocan m úsica para el león, sentado en
un tro n o 43. Parece claro, pues, que de aquí deriva el tem a del
reinado del león tanto en la fábula griega com o en la india, en
la que organiza todo el libro I del Pañcatantra. E stán el león
y sus dos servidores los chacales; un solo chacal servidor en otros
lugares y aparece en otras ocasiones más.
En nuestros testim onios escritos de fábulas m esopotám icas no
aparece, ciertam ente, la zorra al servicio del león de u n a m anera
absolutam ente clara.
En los proverbios de la colección 2 aparece sim plem eente com o
un anim al jactancioso y cobarde, que abusa cuando puede (prover
bios 2, 64 ss., por ejemplo, 66: «La zorra llevaba un palo: ¿a
quién pego? — L a zorra llevaba un docum ento legal: ¿a quién
pongo pleito?»). A hora bien, en la «disputa» del león, el perro,
el lobo y la zorra, en la m edida en que su estado fragm entario
permite reconocerlo, el león es el anim al de poder indiscutido
y la zorra se las arregla para salir astutam ente de apuros (cf.
infra, p. 373). U n papel sem ejante hace respecto al lobo en Pop.
Sayings, 44 ss. (en Lam bert). Es ya, en cierto m odo, la m ism a zorra
que en la fábula griega se burla del m ono y realiza tantas acciones
astutas, en la india indispone al león con el to ro o hace que devore
al camello y el asno, etc. Por otra parte, cf. infra, p. 346 sobre el
papel de servidor de la zorra (o chacal) en Egipto.
En definitiva, el tem a del reinado del león deriva de su papel
com o sím bolo regio y com o guardián de tum bas y palacios reales
en M esopotam ia y tam bién en A natolia y Egipto e incluso en
G recia. En cuanto al papel de servicio del chacal o la zorra,
procede del hábito de estos anim ales de seguir al león para devorar
los restos de sus víctimas.
Pasemos ahora a hablar de otro tem a com pletam ente distinto:
el del águila y la serpiente, presente en G recia en presagios y
símiles, desde H om ero, pero sustituido a veces a p artir de A rquíloco,
en la fábula, por el del águila y la z o rra; aunque recordam os
que el tem a del enfrentam iento del águila y la serpiente se encuentra
tam bién en fábulas griegas, a p artir de Estesícoro.
H em os señalado m ás arriba que la fábula arquilóquea del águila
y la zorra es una derivación del m ito-fábula del águila y la serpiente
en el Et ana acadio; y hemos dedicado un estudio detallado, citado
arriba, al tema. La serpiente es en la fábula griega un anim al
m alvado y es sustituido por la zorra. Pues bien, en la India hay
huellas claras de una versión de la fábula en que interviene la
serpiente y que, por tanto, es de origen m esopotám ico.
C iertam ente, el tem a no es exactam ente igual. En la fábula
acadia, el águila vive en un árbol y la serpiente al pie del mismo,
siendo el águila la traidora, que devora las crías {le la serpiente.
El dios Sam as ayuda a la serpiente a vengarse: es, aproxim adam en
te, igual que en la fábula de A rquíloco, solo que la serpiente
es sustituida por la zorra y Sam as por Zeus. Pues bien, en el
Pañcatantra son las cornejas (I 4, p. 22 ss. H.) las que viven en
el árbol y la serpiente a su pie, tam bién en am istad, pero es
la segunda la traid o ra; e interviene el chacal para aconsejar a
la corneja la treta m ediante la cual un rey hace m orir a la serpiente.
El tem a se duplica prácticam ente en I 16, p. 53 ss. H., con las
garzas, la serpiente y el cangrejo com o protagonistas. El tema
ha cam biado al hacer la serpiente — com o tantas veces— el papel
del m alo (tam bién A rquíloco evitó la serpiente buena, sustituyéndo
la por la zorra), al ser sustituida el águila por otra ave y al
entrar en juego el chacal en un papel idéntico al que representa
338 H istoria de la fábula greco-latina
Tem a del anim al que supuestam ente necesita com erse a otro
para sanar. Esto es lo que la zorra logra que haga el león enferm o
con el lobo en H. 269, lo que la m ujer del cocodrilo pretende
hacer con el m ono en Pañcatantra IV 1, p. 140 ss. H.
Tem a del rey de los anim ales. A dem ás del reinado del león,
en la fábula griega se habla en térm inos generales de la elección
del rey de los anim ales (en A rquíloco VI), del reinado del grajo
(H. 123), del cuervo (H. 126), del rey de las ranas (H. 44), etc.
En el Pañcatantra, a su vez, se nos habla de los reyes de los
elefantes, los cisnes, las ranas, etc. y, sobre to do, se describe (III 2,
página 110 ss.) la elección del rey de las aves (com o en H. 123), que
originó la enem istad de cornejas y lechuzas.
P odrían añadirse otros tem as más. A veces sospecham os que
algunos del Pañcatantra derivan de algunos de los anteriores, así
cuando es la liebre y no el chacal el que acaba con el león d evorador
de anim ales (I 6, p. 24 ss.). A unque véase p. 364 sobre el papel
del chacal desem peñado por la cab ra desde fecha sum eria.
Tem a del león que, tontam ente, tem e el ruido producido po r
un anim al m enor: el de la ran a (H. 146), el del gallo (H. 84,
etcétera). En Pañcatantra (I m arco, p. 5 ss. H .) tem e el m ugido del
toro.
Tem a del ave que avisa a los pájaros que no dejen crecer
el m uérdago, con el que serán cazados, com o ocurre en P. Ryl.
(confróntese mi art. cit.). En el Pañcatantra III, 11, p. 138 ss. H.
se tra ta de una plan ta trepadora, por la que sube al árbol el caza
dor y pone una tram p a, en que caen los pájaros. El ave consejera
es ahora una oca o cisne en vez de una lechuza.
A estas fábulas o tem as fabulísticos hay que añadir otros no
presentes en el Tenträkhyäyika:
Tenia del brahm án y la serpiente, irreconciliables porque ésta
m ató al hijo del prim ero. Cf. supra (p. 331 R.).
«El perro que llevaba carne», cf. supra (p. 413 R.).
Tem a del m osquito vencedor del elefante: cf. H. 292 y Pañcatan
tra, p. 153 R. E n H. 267 el m osquito vence al león.
Tem a de la serpiente que guardaba un tesoro, criticada o m uerta :
confróntese F edro IV 21 y Pañcatantra, p. 347 ss. R.
Tem a del lobezno criado con los perros y que luego revela
su verdadera naturaleza (H. 276). Es estrictam ente com parable con
la fábula del pequeño chacal criado con los cachorros de león
en Pañcatantra 404 ss. R. El tem a del cachorro de león que luego
Elem entos orientales en la fábula griega 343
4. La fábula egipcia
47 Cf. E. Brunner-Traut, ob. cit., p. 40 ss. Por lo dem ás, la form a fahulistica
es la habitual en estos casos: un diálogo en que cada una de las partes dem uestra
su excelencia.
Elem entos orientales en la fábula griega 345
48 Sobre esta fábula y las c ite rio r es cf. E. Brunner-Traut, ob. cit., p. 34 ss.
49 Cf. ob. cit., p. 29 ss.
346 H istoria de la fábula greco-latina
54 Volkasm ärchen, Sage und N ovelle bei H erodot und seine Z eitgenossen 1921,
2 .a ed. G otin ga 1969.
55 Ob. cit., p. 21.
352 H istoria de la fábula greco-latina
3. F ábulas agonales.
H ay toda una gradación, de las m enos complejas a las más
com plejas. Existe, po r ejem plo, u n a acción agonal sin discursos
en una fábula com o
Pop. Sayings 32: Una mangosta, perseguida por un perro, se metió
en una tubería de riego. El perro fue a entrar
y quedó atrapado, dejando que se escapara la man
gosta.
U na fábula cóm o ésta, que igual podríam os calificar de relato
de tipo d) contiene A /B sit.— Bacc./Aacc. (la m angosta se salva).
Pueden ponerse m ás ejem plos de este tipo (por ejem plo, Pop.
Sayings III 21 «L a zorra y el perro», Ahikar VIII 11 «E l buey
y el león», 33 «El topo y el águila»), pero es m ucho más frecuente
otro en que interviene un «cierre» final. Algunos ejemplos son
difícilm ente distinguibles del tipo de «situación», si no es que
aquí está m ás clara la existencia de un agón :
Gordon (1958) 5.42: El asno nadaba y el perro le miraba
y decía: «¿Cuándo va a salir para que
yo me lo coma?».
Gordon, «New Look...», p. 139: El carnicero mata al cerdo diciendo,
«¿Por qué gritas? Este es el camino
por el que tu padre y tu abuelo camina
ron, ahora vas tú por él y ¡todavía
gritas!».
La form ulación es Bsit.— Adir, o, quizá, A /Bsit.— A dir. Sin
duda, igual en Ahikar V III 3 «El escorpión y la roca», difícil de re
construir (quizá relacionado con H 95 «La serpiente y la lima»). En
cam bio, hallam os A /Bsit.— Bdir, en
Pop. Sayings 19: Un ratón, huyendo de una mangosta, entró en
la cueva de una serpiente. Dijo: «Me ha enviado
un encantador de serpientes, ¡Salud!».
a los debates m esopotám icos que hem os enum erado y que pertene
cen a un género que hem os visto está representado tam bién en
E gipto y en otras literaturas de O riente; en G recia igualm ente.
C ierto que en las colecciones de fábulas griegas los debates tienden
a reducirse a esquem as con dos discursos solam ente.
E n la serie de «disputas», varias recogidas por L am bert y cuya
relación dim os m ás arriba, p. 318, hay que distinguir entre los
enfrentam ientos simples y el de cuatro anim ales en «L a zorra,
el perro, el lobo y el león», com o dijim os ya. T am bién indicam os
que las prim eras constaban de un «m arco» m ítico que, en los
casos en que la «disputa» se conserva m ás com pleja, incluye una
acción inicial que d a origen al debate y una final que lo resuelve
en un sentido u otro. Así, la disputa entre N isaba y el trigo
concluye con el triunfo de esta diosa (¿m ediante un juicio?) y
un him no en su honor. En cuanto a las disputas propiam ente
dichas, lo habitual es que consten de un diálogo com plejo en
que cada personaje d a razones a favor de su preem inencia o poder:
pero tam bién puede_ tratarse de una simple disputa, así en «N isaba
y el trigo» y en «L a zorra, el perro, el lobo y el león». Hay,
así, una transición hacia la fábula agonal.
A hora bien, el debate sobre la superioridad de los dos conten
dientes es antiguo, porque se encuentra en las dos fábulas egipcias
que ya hem os señalado, la del cuerpo y la cabeza (hacia 1100)
y la del sicom oro y el árbol moringa (siglo x i i i ) . El estado fragm enta
rio de estos p a p iro s65 no perm ite decidir si había una o varias
intervenciones de cada personaje, pero sí deja ver en la prim era
fábula la existencia de un «m arco»: el pleito se debate ante el
tribunal de los 30, el dios debe descubrir quién tiene la razón
y quién h a com etido falta. Podía, en todo caso, haber varias.
Y podían introducirse varios personajes: así en la fábula sum eria
de la zorra y, tam bién, en la contenida en Jueces IX 8, relativa
al reino de las plantas, que pasó a G recia (H. 293).
L a fábula griega y rom ana, en todo caso, ha tendido a elim inar
el m arco m ítico, reduciéndolo a la sola m ención de la discordia
o debate, y a reducir éste o dos discursos, sean extensos com o
en el debate de Calim aco {Yambo IY) entre el laurel y el olivo,
sean reducidos, com o casi siem pre. Pero hay algunas otras cosas
que deben m encionarse. L a intervención de un m ediador o juez
66 Cf. B. A lster, ob. cit., pp. 90, 94, 117; aquí se encuentra una traducción
de «El viejo y la joven», m ientras que se puede ver una de «L os tres boyeros»
en F alkenstein, IF 60, 1950, p. 114 ss. y otra de «E l pobre de Nippur» en G urney,
An. Sí. 5, 1956, p. 145 ss.·
67 Ob. cit., p. 188. Sobre la caracterización de los anim ales en la literatura sum e-
ria en general, cf. el artículo de G ord on «A n im ais...», citado m ás arriba.
Elem entos orientales en la fábula griega 369
Por supuesto, según hemos dicho, ciertos' anim ales son propios
de la fábula de determ inados lugares, aunque luego se hayan exten
dido desde allí. Así, han entrado en la fábula griega el león,
el elefante, el m ono, el gato y, quizá, el escarabajo (de Egipto).
Pero algunos no han llegado a e n trar porque sólo en la India,
por ejem plo, se han introducido en la fábula: así el tigre. O han
entrado, sin duda, en fecha reciente, así el cocodrilo. Las plantas
se han ad aptado tam bién al am biente botánico griego, com o se
ve com parando las «disputas» m esopotám icas y egipcias con las
de G recia, en que sólo intervienen plantas indígenas.
b) Temas fabulísticos