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MUCffCA

Poesía heroica

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CANCIÓN DE ARMURIS
DIGENÍS AKRITAS
POEMA DE BELISARIO '
PO ESÍA HEROICA BIZANTINA
Director de colección

CARLOS GARCÍA GUAL

© EDITORIAL GREDOS, S. A,

2003
Sánchez Pacheco, 85 - 28002 Madrid
www.editorialgredos.com

Títulos originales: Τό "Άσμα τοΰ 'Αρμαύρη -


Διγενή; 'Ακρίτας - Διήγησις τοΰ Báüorpíou

© Introducción, traducción y notas

ÓSCAR MARTINEZ GARCÍA

Diseño de colección
MANUEL JANEIRO

Depósito Legal: M. 2779-2003


ISBN 84-249-2369-3
Impreso en España. Printed in Spain

Sobre papel Hermes de 90 gramos

Gráficas Cóndor, S. A
Esteban Tetradas, 12 - Polígono Industrial

Leganés (Madrid)
Encuademación Ramos
Poesía heroica bizantina

CANCIÓN DE ARMURIS

DIGENÍS AKRITAS

POEMA DE BELISARIO

IN T R O D U C C IÓ N , TR A D U C C IÓ N Y N O TAS

ÓSCAR MARTÍNEZ GARCÍA

B IB L IO T E C A

UNIVERSAL

CREDOS

cuños
IN TRODUCCIÓN

EL ESPACIO DE LA ÉPICA GRIEGA MEDIEVAL

Cuando a mediados del siglo rv de nuestra era, el emperador


Constantino decide fijar la residencia imperial, una Nueva Roma,
en aquella antigua colonia que los megarenses habían fundado so­
bre el Bosforo hacia el año 652 a.'C., y a la que habían dado el
nombre de Bizancio en honor del jefe de la expedición, Byzas, po­
co se podía imaginar que estaba otorgando carta de naturaleza a
toda una civilización, que si bien era romana en sus orígenes, tam­
bién era oriental por su situación geográfica, cristiana en cuanto a
religión y, sobre todo, griega por lengua, mentalidad y tradición
cultural, lo que la hada muy otra de la que durante tantos siglos
había gravitado en tomo a la eterna ciudad del Lacio. Consumada
la partitio imperii tras la muerte de Teodosio (395 d. G), a la zona
occidental dél Imperio Romano apenas si le quedaban unos pocos
años de existencia real, mientras que a la parte oriental del mismo
todavía le tocaba escribir una página de más de mil años bajo el
epígrafe de Imperio Bizantino. Así las cosas, el marco geográfico al
que nos referimos y cuyas fronteras permanecieron sustancialmen­
te invariables en un primer momento, se extendía por toda la
cuenca oriental del Mediterráneo. Sin embargo, los márgenes de
este territorio al que sus habitantes llamaban Romania, habrían de
fluctuar con el devenir de los tiempos, unas veces para mayor glo­
ria del Imperio y, otras, para su menoscabo. En efecto, la amenaza
8 Poesía heroica bizantina

de sus enemigos (persas, árabes, eslavos, latinos o turcos), simul­


tánea o sucesivamente y en todas sus fronteras, haría que a la pos­
tre el Imperio quedara reducido a la sola expresión de su capital
Constantinopla. En última instancia, a las dos de la mañana del
martes 29 de mayo de 1453, el turco enarbola sobre sus muros el
pabellón de la media luna para convertirla, bajo el nombre de Es­
tambul, en la dueña de un nuevo Imperio.
Los tres poemas épicos que aquí presentamos son testigos de
buena parte de estos mil años de historia: tanto la Canción de Ar­
muris, como la epopeya de Digenís Akritas y el Poema de Belisario
transitan de un modo u otro, directa o indirectamente, por ella, y
nos la dejan consignada en la forma que la propia sensibilidad y la
pulsión particular del pueblo bizantino llegaron a percibirla. Nota­
rio, en verdad, de diversas circunstancias históricas, depositario de
datos referentes a lugares y personas casi siempre maquillados y
pasados por el tamiz de la leyenda, lo que, sin embargo, el épos lo­
gra transmitirnos de manera más fidedigna es el estado de ánimo y
el sentir del pueblo que lo ha forjado. En este sentido, la Canción de
Annuris reflejaría magníficamente el entusiasmo y el optimismo
que trae aparejado consigo el impetuoso despertar de los habitan­
tes de los confines orientales del Imperio a finales del siglo ix. Ya el
cautivador primer verso de la canción («Hoy otro es el cielo, hoy
otro es el día») evoca ese despertar y nos recuerda que nos halla­
mos ante el amanecer mismo de la edad heroica bizantina, época
que ha quedado memorablemente plasmada en el poema de Dige­
nís Akritas. En efecto, en esta verdadera obra maestra de la épica
griega medieval se nos muestra el esplendor sereno y maduro de
esa misma sociedad de periferia en el momento en que, hacia el si­
glo XII, son sus representantes quienes detentan el poder. Final­
mente, cuando estos ecos heroicos ya se han apagado y el Imperio
está a punto de caer en manos enemigas, en Constantinopla al­
guien decide poner por escrito la historia de Belisario. Para aquel
entonces, la figura del glorioso general de Justiniano había entrado
en la leyenda y su funesto destino de algún modo encamaba el
Introducción 9

triste devenir de Bizancio. Ninguna otra obra sino el crepuscular


Poema de Belisario podría perfilar de manera más clara la atmósfera
de pesimismo y profunda decepción del pueblo bizantino ante la
inminencia de la derrota.

ARGUMENTO DE ARMURIS

El pequeño Armuris, hijo de un noble señor asimismo llama­


do Armuris, prisionero desde hace doce años de un Emir de Siria,
sale en busca de su padre llevando consigo la maza y el caballo de
éste. Tras cruzar el río Eufrates, interroga a un sarraceno acerca de
sus mesnadas. Acto seguido, sube a un altozano y después de divi­
sar a los soldados les desafía. Trabado el combate, Armuris provo­
ca entre ellos una gran degollina, pero, entonces, un sarraceno le
tiende una emboscada y le roba el corcel y la maza. El joven le per­
sigue hasta Siria y, tras darle alcance, le corta una mano y le ordena
que acuda, con su caballo y su maza, a difundir la noticia de sus
hazañas. De este modo, el sarraceno manco acierta a pasar por de­
lante de la fortaleza en la que el padre se encuentra cautivo. Éste,
reconociendo el caballo y la maza, cae presa del desconsuelo. Ente­
rado el Emir del motivo de su tristeza, convoca a sus soldados para
que vayan a buscar al muchacho. Pero he aquí que se presenta el
sarraceno manco y relata cumplidamente las proezas del joven. En­
tonces, Armuris escribe a su hijo para pedirle que se muestre pia­
doso con sus enemigos, pero él le contesta que tiene intención de
caer con toda su furia sobre Siria. El Emir, espantado por la ame­
naza, libera a Armuris y le comunica el deseo de casar a su hija con
el valeroso muchacho.
10 Poesía heroica bizantina

ARGUMENTO DE DIGENÍS (VERSIÓN DE GROTTAFERRATA)

Canto I. Durante una batida por la Romania, un Emir ataca el


palacio de un prestigioso general capadocio, y, aprovechando que
el general está en el destierro y que sus cinco hijos se encuentran
combatiendo en las fronteras, rapta a la hija. Advertidos por su
madre, los cinco hermanos acuden al campamento enemigo para
rescatar a su hermana, pero el Emir sólo entregará a la prisionera si
cae derrotado en combate singular. Será Constantino, el más joven
de los hermanos, quien se enfrente al Emir y acabe venciéndole. De
este modo, el Emir les hace entrega de un sello con el que podrán
pasear por el campamento en busca de ella. Sin embargo, al no en­
contrarla, piensan que se halla entre las doncellas que el día ante­
rior han sido degolladas en un arroyo. Así pues, los cinco vuelven
al pabellón del Emir y le ruegan que o bien les devuelva a la her­
mana o bien les quite la vida. Finalmente el Emir acaba por confe­
sarles que la tiene escondida en una estancia de la tienda y que,
enamorado como está, se encuentra dispuesto a abjurar de su fe y
seguirlos a la Romania para casarse con ella.
Canto II. Ya en la Romania, se celebran las bodas y un año más
tarde nace Basilio Digenís («el de Doble Estirpe») Akritas («Guerrero
de Frontera»), el héroe del poema. Sin embargo, poco después, el
Emir recibe una carta en la que su madre le pide que vuelva a Siria,
pues tanto ella como sus hijos y concubinas corren el peligro de ser
ajusticiados por sus compatriotas. De este modo, el Emir decide par­
tir. Pero he aquí que el joven Constantino, alertado por un sueño y,
ante el temor de que su cuñado esté maquinando un plan pernicio­
so, acude con sus hermanos a los aposentos del Emir. Al cabo, el
asunto termina esclareciéndose, por lo que el Emir emprende el ca­
mino hacia Siria en compañía de sus hombres.
Introducción 11

Canto III. Durante el viaje el Emir evoca con sus compañeros


algunos de los peligros que han tenido que afrontar y en particular
les recuerda una situación en la que les libró de la muerte. Luego,
conforme pasan por un desfiladero, se ven asaltados por un león al
que el Emir da muerte. Ya en Siria, la madre le reprocha severa­
mente haber abandonado la fe de Mahoma y haberse casado con
una «romana». Asimismo, le acusa de no haber tenido el temple de
su padre que, viéndose en encrucijadas peores, jamás renunció a
los suyos. El Emir, sin embargo, recitando el credo símbolo de su
nueva fe, acaba convirtiendo al cristianismo tanto a su madre como
a muchos otros parientes. De este modo, regresa en compañía de
todos a la Romania, donde le esperan su mujer y su hijo.
Canto IV. Entre tanto, Digenís crece entregado a sus estudios
y al ejercicio de las armas. A los doce años convence a su padre pa­
ra que le permita acompañarle en una cacería. Una vez allí, no
pierde la oportunidad de demostrar su extraordinario valor y su
fuerza y destreza sobrehumanas. Pasa el tiempo y Digenís, fascina­
do por la aureola de gloria en tomo a la figura de ciertos apelates
(del griego apelátai, una suerte de bandoleros), decide unirse a
ellos. Con este fin, llega a la cueva de los apelates y, tras entrevistar­
se con su jefe, el viejo Filopappo, acepta el desafío que éste le lan­
za. Digenís, tras derrotar a los hombres de Filopappo, desiste en su
empeño de formar parte de su banda. De regreso de una cacería,
pasa por el palacio de un prestigioso general de la estirpe de los
Ducas, padre de una muchacha hermosísima. Y a pesar de que el
general la mantiene al abrigo de miradas ajenas, los dos jóvenes
logran trabar conversación y concertar una cita. Así, Digenís acude
al amanecer y, tras despertar a la niña con el tañido de su cítara, los
dos enamorados deciden huir. Al enterarse, el general y sus hom­
bres salen en su persecución. Se produce, pues, un combate en el
que el héroe acaba con todos sus perseguidores salvo con el padre
y los dos hermanos de la doncella. Entonces, el joven le pide al ge­
neral la mano de su hija, y éste, feliz de ganarse tal yerno, se la
concede. Celebrado el casamiento, el héroe decide marcharse con
12 Poesía heroica bizantina

su joven esposa a las fronteras, donde, según rápidas y marginales


alusiones, habrá de restablecer el orden. El emperador Basilio, vi­
niendo a saber de sus hazañas, acude a visitar al muchacho. Ante
él, Digenís dará nuevas pruebas de su valor domando un caballo
salvaje y matando a un león surgido inopinadamente de un marjal.
El emperador, maravillado, le nombra patricio, le devuelve las pro­
piedades confiscadas a su abuelo y sanciona mediante una bula de
oro el dominio que defacto ya ejercía en las fronteras.
Canto V. Digenís, con hondo arrepentimiento, le intima a un
capadocio las circunstancias que le llevaron a sucumbir al pecado
del adulterio. Así pues, procede a relatarle cómo a los quince años de
edad, en un desierto de Siria vino a toparse con una muchacha que
lloraba desconsolada junto a un manantial. Se trataba de la hija del
emir Haplorrabdés, que, según sus palabras, aprovechando la au­
sencia del padre y la enfermedad de la madre, se había fugado con
un joven prisionero «romano». Sin embargo, mientras ella dormía, el
seductor se había escapado dejándola abandonada. El «romano» re­
sulta ser un joven al que Digenís acababa de salvar la vida. Desde ese
momento, Digenís decide convertirse en su protector y llevarla al
encuentro de su doloso amante. Pero he aquí que en mitad del ca­
mino el héroe, dominado por su espíritu de concupiscencia, posee a
la joven. Después, llegados hasta el lugar donde se encontraba su
seductor, Digenís obliga al muchacho a tomarla como esposa. Fi­
nalmente, bajo el peso de su ignominia, Digenís vuelve con su ama­
da y, avergonzado por la doble ofensa, decide cambiar de morada.
Canto VI. Mientras Digenís trata de conciliar el sueño después
de haber pasado la noche montando guardia, un dragón, bajo la
apariencia de un joven apuesto, se acerca hasta su esposa con la in­
tención de seducirla. Ella grita y Digenís se levanta para hacer fren­
te al dragón. Muerto el monstruo, el héroe regresa a su yacija, pero
cuando apenas ha cerrado los ojos, la niña vuelve a gritar. Esta vez
se trata de un león a quien el joven ha de dar muerte. Acto seguido,
Digenís se pone a tocar la cítara para serenar a su esposa. Atraídos
por la melodía, se acerca una partida de arrogantes apelates que en
Introducción 13

vano intentan raptar a la joven. Al día siguiente se presentan los je­


fes de los bandoleros, Filopappo, Cinnamo y Ioannakis, y desafían
a Digenís. Humillados por la derrota, los tres apelates deciden pe­
dir ayuda a la fiera amazona Maximo. Así pues, marcha contra el
Akrita una nutrida partida de bandoleros, pero el héroe vence a to­
dos e inflige una severa derrota a la propia Maximo. La amazona
pide al Akrita la merced de un segundo enfrentamiento. Vencida
de nuevo, Maximo le ofrece su doncellez, y, a pesar de su oposi­
ción inicial, Digenís acaba por. ceder al deseo. Una vez que se en­
cuentra junto a su esposa, se ve forzado a disipar los justificados
celos de ésta con suaves razones, pero más tarde, aguijado en su
conciencia, sale en busca de la amazona y le da muerte.
Canto VII. Finalmente Digenís decide levantar su morada a
orillas del Eufrates. Allí pasa sus días feliz, compartiendo la vida
con su amada; sólo la falta de hijos se alza como obstáculo para la
felicidad completa. Pero un buen día, muere el Emir y Digenís acu­
de a Capadocia para llevárselo y enterrarlo en una capilla que ha
construido en el palacio. Cinco años más tarde muere la madre.
Canto VIII. En ocasión de un baño, Digenís cae gravemente
enfermo. En una larga conversación con su esposa, el héroe repasa
sus gloriosas hazañas y le recomienda que vuelva a casarse cuando
él falte. Sin embargo, la joven, ruega a Dios que, si su esposo ha de
morir, ella muera con él. Al instante, la muchacha cae exánime en
los brazos del héroe. Los dos son enterrados en lo alto de un cerro
y al sepelio acuden a llorar al gran héroe gentes de ambos lados de
la frontera.

ARGUMENTO DE BELISARIO

Un día, el emperador Justiniano le encomienda a su general


Belisario la tarea de ampliar la ciudad de Constantinopla, prome­
14 Poesía heroica bizantina

tiéndole a cambio grandes riquezas y dignidades. Transcurrido un


año, Belisario tiene cumplido el mandato, lo que suscita tanto la
admiración del pueblo como la inquina de los nobles. De este mo­
do, los príncipes de la corte, con la poderosa familia de los Paleó­
logos a la cabeza, comienzan a intrigar contra él movidos por la
funestísima envidia y le acusan de querer desplazar al soberano del
solio imperial. Persuadido por el testimonio de sus señores, el em­
perador manda aherrojar a Belisario en una torre con los ojos ven­
dados. Pero he aquí que, después de tres años, llegan noticias terri­
bles para la Romania: una armada extranjera amenaza las fronteras
y se está adueñando de castillos y villas. El gran Justiniano arma
una poderosa flota, pero no sabe a quién poner al frente. Convo­
cados los nobles, el emperador les pregunta su parecer, pero ellos
callan, albergando en su interior la esperanza de obtener el mando
ellos mismos. El pueblo, sin embargo, clama el nombre de Belisa­
rio. Por este motivo, tras restituirle su honra, Justiniano nombra a
Belisario comandante en jefe de la escuadra. Arribados a la isla de
Inglaterra, el general manda prender fuego a las naves. Asimismo
manda empalar a un noble que ha osado censurar su resolución.
Tras esforzados combates, los hermanos Alexio y Petralifas logran
tomár la plaza fuerte. Belisario les agasaja con grandes honores y,
reconstruida la flota, emprenden el camino de regreso hacia Cons­
tantinopla llevando cautivo al propio rey de Inglaterra. La armada
es recibida triunfalmente en la ciudad y, desde ese momento, Jus­
tiniano no se separa de su general. Los nobles, por su parte, redo­
blan su inquina y comienzan a lanzar calumnias contra Belisario.
De este modo, el emperador manda cegar a su general, quien, aba­
tido por la envidia, se retira al monasterio del Cristo Pantocrátor.
Todo el pueblo se duele por su suerte. Así, cuando la ciudad se
vuelve a ver amenazada, reclaman a Belisario, pero en esta ocasión,
el gran general nó puede ponerse al frente del ejército. Un anciano
noble apostrofa al emperador, le echa en cara la forma en que ha
humillado a su más fiel servidor, pero también le anuncia que Beli­
sario cuenta con un hijo, Alexio, que bien podría comandar sus
Introducción 15

tropas a modo de tardío desagravio. Con los consejos del padre,


Alexio logra no sólo conjurar la amenaza sino obtener la rendición
incondicional de los enemigos persas. Sin embargo, para Belisario
todo sigue igual. Su desgracia está en boca de todos, y de ello se
alegran los enemigos del Imperio. Un buen día, durante la recep­
ción de una importante embajada, los'embajadores preguntan al
emperador dónde se encuentra ese admirable varón llamado Beli­
sario. En ese momento aparece un mendigo que, ciego y con una
escudilla en la mano, deambula entre los espléndidos emisarios
repitiendo una letanía: «Poned a Belisario un óbolo en su escudi­
lla,/ que la envidia de los romanos me redujo a tal condición. / Po­
ned a Belisario un óbolo en su escudilla,/ a quien el tiempo encum­
bró y la envidia ha cegado». El poema se cierra con las palabras del
poeta augurando el triste final del Imperio.

LA MATERIA AKRÍTICA

Tanto la epopeya de Digenís Akritas como la Canción de Armu­


ris nos sitúan históricamente en ese momento en el que, finalizada
la amenaza persa con la derrota de Cosroes II a manos del empe­
rador Heraclio en el año 627, los árabes dan comienzo a su expan­
sión a costa de los territorios bizantinos de la frontera oriental, Ca­
padocia y Mesopotamia, con lo que se inicia una lucha entre estos
dos mundos que duraría desde el siglo vil hasta el siglo xi. De este
modo, las tropas infieles, que desde un primer momento habían
ocupado Siria, Palestina, Egipto y el norte de África, llegaron a cer­
car la capital en el tránsito del año 717 al 718. Entonces, solamente
el rigor del invierno y el así llamado «fuego griego» pudieron alejar
al árabe de los muros de Constantinopla. El punto de inflexión de
tal coyuntura lo encontramos, más de cien años después, en la to-
16 Poesía heroica bizan tin a

ma de Amono (838), hecho que hubo de conmocionar grande­


mente a la Romanía toda vez que se trataba de la cuna de la casa
reinante, la dinastía Amoriana (820-867), y de la plaza tenida como
más poderosa e irreductible. Sin embargo, Bizancio, abandonando
su situación de defensa, pasó a la ofensiva y en el año 859 el empe­
rador Miguel III (862-867), por mal nombre el Beodo, logró atrave­
sar el Eufrates y, en el 863, derrotar en el Antitauro a las huestes
del Califato, poniendo punto ψ final al dominio de quienes durante
trescientos años, una edad oscura de tres siglos, se habían consti­
tuido en su referente inmediato y en su enemigo a batir, el adversa­
rio frente al que habría cobrado cuerpo el concepto de nación y
nacionalismo bizantinol .
En la base de esta recuperación se encuentra la reestructura­
ción del Imperio en temas2, esto es, circunscripciones administra­
tivas y militares que parecen haber comenzado a surgir a finales
del siglo vii con una voluntad netamente defensiva. Estos distri­
tos se hallaban bajo el mando de generales (o estrategos) que
concentraban en sí tanto el poder civil como el militar y estaban
al mando de un ejército conformado por pujantes propietarios-
soldados siempre prestos a defender el terreno que tenían en po­
sesión, imbuidos como estaban de un sentido de responsabilidad
colectiva y una moral de lucha por el propio suelo y familia 3. Pe­
ro de entre estos tanas, al respecto de una protección efectiva del
Imperio, tenían una relevancia especial aquellos que se encontra­
ban en las fronteras (ákrai). De este modo, los ocupantes de estos
temas fronterizos o akriticos, los a h ita s 4, epígonos de los viejos

1 Cf. A. Bravo García, Bizancio. Perfiles de un Imperto, Madrid, Akal, 1997, pág. 29.
2 Del griego théma (plural, thémata). Para el estudio de su evolución, cf. A. Per­
tusi, «Formation des Thèmes Byzantins», Berichte zum XI. Intemationalen
Byzantinischen Kongress, Munich, 19 7 8 ,1 -4 0 .
3 Cf. A. Bravo Garcia, Bizancio. Perfiles..., pág. 28.
4 Del griego akritas o akritis (plural, akrítai~). El término aparece empleado por
vez primera en el Libro de las ceremonias (cf. 489, 12) de Constantino Porfiro-
génito (944-959).
Introducción 17

milites limitanei romanos, se erigían como el principal baluarte


defensivo del Imperio. En este sentido, bajo el término de akrita,
más que con una suerte de policía fronteriza o un cuerpo especial
creado expresamente para defender el limes del Imperio, nos en­
contraríamos con todo ocupante de los temas periféricos, tanto
soldados y comandantes de tropas como población civil5, hom­
bres probados en lo tocante a la vigilancia del enemigo, hechos a
las emboscadas y a las batidas de castigo. Así pues, a ambos lados
de la doble línea que se trazaba desde el Mar Negro hasta los de­
siertos de Siria nos encontraríamos con un marco que se revelaba
idóneo para la ejecución de hazañas guerreras que no podían
tardar en ser celebradas en poemas heroicos.
Por otra parte, el desarrollo del régimen de tanas, a la postre,
habría resultado en la concentración de grandes tierras y riquezas
en manos de los estrategos, llegando a constituirse una poderosa
aristocracia de frontera que, dada la distancia a la que se encontra­
ban respecto a la capital y debido a la relativa independencia de la
que gozaban, se manejaba a su antojo sin que el poder imperial
pudiera hacerse sentir. De este modo, junto a cantos que glorifica­
ban las gestas de los defensores del Imperio, o imbricados en ellos,
en las regiones orientales también se cantaban las andanzas de
prestigiosos señores locales que, como los Ducas, habrían llegado
incluso a desafiar el poder central.
En este contexto, el Andrónico y el Constantino (o Porfiris o
Jantino) celebrados en una serie de canciones que constituían lo
que hoy llamamos «Ciclo de los Ducas» bien podrían ser la pro­
yección legendaria de dos miembros de este potente linaje. Si

5 Cf. C. Jouanno, Digenis Akritas, le héros des frontières. Une épopée byzantine,
Bélgica, Brepols, 1998, pág. 46; A. P. Kazhdan (ed.), Oxford Dictionary of Byzan­
tium, N.York-Oxford, Oxford University Press, 1991, s.v. «Akritai», pág. 47; A.
Pertusi, «Tra storia e legenda: Akritai e Gházi sulla frontiera orientale di Bisan-
zio», Actes du XlVe Congrès International des Études Byzantines, vol. I, Bucarest,
1971, 237-283; L. Politis, Historia de la literatura griega moderna, [trad. esp. a
cargo de Goyita Núñez], Madrid, Cátedra, 1994, pág. 38.
18 Poesía h eroica bizan tin a

atendemos a la historia, el general Andrónico, tras rebelarse contra


León VI, se fugó con su hijo a territorio árabe; allí sería posterior­
mente encarcelado. Sin embargo, su hijo Constantino 6 lograría es­
capar y, atravesando Siria, acabaría llegando a la Romanía, donde
se convirtió en general de uno de sus temas y luchó contra los ára­
bes. En el año 913, entraría en Constantinopla para ser proclama­
do emperador y caer traicioneramente asesinado poco después.
Pues bien, su fuga de tierras sarracenas bien puede tener su trasun­
to legendario en la Canción de Andrónico, donde un niño criado en
las prisiones de un emir árabe escapa no sin dejar constancia de su
arrojo (se hace coser los párpados y colgarse pesos a los brazos pa­
ra saltar por encima de nueve-caballos y caer sobre el suyo), y parte
en busca de su padre. Cuando finalmente lo encuentra, tras unos
instantes de incertidumbre, el niño refiere su historia y Andrónico
le saluda como hijo suyo1.
Canciones como ésta, u otras, como la Canción de Porfiris8, en
la que un precoz muchachito, al mes de vida, se enamora de la
princesa y desafía al emperador, son buena muestra del tipo de
canciones que probablemente nutrirían el repertorio de esos
«mendigos» de los que, según el obispo Aretas de Cesarea (850-
932), «hoy son una muestra los malditos paflagones —esto es, ha­
bitantes de la zona del Ponto y Capadocia-, que componen ciertos

6 El Constantino Ducas de quien precisamente descendería Digenís; cf. DA, 1


267.
7 Para traducciones al castellano de esta canción, cf. M. Castillo Didier, Poesía
heroica griega: epopeya de Digenís Akritas. Cantares de Armuris y de Andrónico,
Santiago de Chile, Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos «Fotios Ma-
lleros», 1994, págs. 332-337 (con texto griego), y J. M. Egea, Documenta selecta
ad historiam linguae graecae inlustrandam II (Medioaevii), Vitoria-Gasteiz, Uni­
versidad del País Vasco, 1990, págs. 48-54 (con texto griego y comentario lin­
güístico).
8 Cf. J. M. Egea, Documenta selecta..., págs. 69-72; con texto griego, traducción y
comentario lingüístico.
Introducción 19

cantos que contienen las hazañas de ilustres varones y que cantan


casa por casa a cambio de un óbolo» 9.
Cierto es que, como dejó dicho Henri Grégoire10, antes del
periodo amoriano hubo en la Romania grandes caudillos guerre­
ros, emperadores gloriosos y mártires de la fe dignos de ser ensal­
zados en cantos heroicos (¿cómo no pensar en el propio Belisario
o en Heraclio, vencedor de los persas y reconquistador de la Vera
Crux?), sin embargo, la edad épica de Bizancio es la de los siglos ix
y x; las creaciones épicas de los siglos anteriores al ix acabaron
siendo suplantadas por los cantos de las dinastías Amoriana y Ma­
cedónica, esta última la dinastía heroica por excelencia. Es la edad
de unos héroes, como acabamos de ver, a mitad de camino entre la
historia y la leyenda que protagonizarían las canciones populares a
las que se viene dando el nombre de akríticas11: el segundo ciclo
épico de los griegos después del de Homero.
De este tipo de canciones, el 'testimonio más antiguo conser­
vado es la Canción de Armuris. Esta composición, gestada proba­
blemente a comienzos del siglo x, nos ha llegado a través de dos
manuscritos del siglo xv12 que recogen la versión, en su forma ori­

9 Cf. Aretas de Cesarea, Comentario a la «Vida de Apolonio de Tiana» de Filóstra-


to, 93. Aprovechemos también para avanzar que el grueso de dichas canciones,
salvo el caso de Armuris, nos ha llegado a través de cantos orales recogidos no
antes del siglo xix.
10 Cf. H. Grégoire, «Études sur l’épopée byzantine», Revue des Études Grecques
4 6 (1 9 3 3 ), 29^69 (recogido, como muchas de sus esenciales contribuciones, en
Autour de l’épopée byzantine, Londres, Variorum Reprints, 1975).
11 Cf., por ejemplo, J. Mavrogordato, Digenes Abrites, Oxford, Clarendon Press,
1956, págs. XXVI-XXIX. Sin embargo, la etiqueta de canción akritica es lábil (cf.
G. Saunier, «Is There Such Thing as an ‘Akritic Song’? Poblems in the Classifi­
cation of modem Greek Narrative Songs», en R. Beaton y D. Ricks, Digenes
Akrites. New Approaches to Byzantine Heroic Poetiy, Londres, Variorum, 1993,
139-149) y algunos estudiosos recientes, como C. jouanno (Digénis Akritas...,
págs. 103-128), la reservan para las protagonizadas por Digenís, llamando
«cantos populares» al resto.
12 El manuscrito P (en la Biblioteca Pública de San Petersburgo, Ms 2 0 2 ) y el C
(en la Biblioteca del antiguo Palacio Topkapi, en Constantinopla, Ms 35).
20 Poesía heroica bizantina

ginal o muy próxima a la original, la cual se habría fijado por escri­


to en el siglo anterior. Con sus versos decapentasílabos o «políti­
cos» (oscuro término con el que es conocido el metro vernacular
de los bizantinos), con sus elementos lingüísticos estereotipados
(frecuentes repeticiones de versos, hemistiquios o palabras revela­
doras de la dicción formular propia de la poesía oral), con su estilo
paratácüco o con su uso de motivos recurrentes en los demás
poemas del ciclo («la infancia prodigiosa», «el paso del Eufrates» o
«el matrimonio mixto»), se erige como el vestigio más precioso de
la poesía popular griega de época medieval, siendo como es un
«admirable morceau épique» en palabras de Grégoire, «un vrai
chef-d’oeuvre en son genre, d’une magnifique unité, composé avec
beaucop d’art et d’un style très ferme»13. Junto a ella encontraría­
mos otras canciones que, a pesar de haber sido puestas por escrito
en fechas no anteriores al siglo xix, con las transformaciones de
contenido y forma lingüística que ello supone, anclan sus raíces en
el mismo escenario y cantan la gloria de héroes como los antedi­
chos Andrónico y Constantino o Porfiris, así como los hechos pro­
tagonizados por un cierto Digenís o un cierto Akritas (raramente
aparecen juntos los dos nombres), cuyas aventuras abordaban los
temas del rapto de su mujer, su boda, la lucha contra un dragón, la
construcción de su palacio o, sobre todo, la muerte del héroe a
manos de Caronte.
En este contexto, es posible que, como señala Paolo Odori­
co 14, hacia el siglo xi un poeta anónimo, buen conocedor de las le­
yendas, la geografía y los avatares históricos del área que nos con­
cierne, encontrara inspiración en el mismo fondo que subyace en
las canciones populares akríticas, si no en las propias canciones (y
no exclusivamente en las referidas a Digenís), y organizara en tor­

13 Cf. H. Grégoire, «Autour de Digénis Akritas. Les cantilènes et la date de la


recension d’Andros-Trébizonde», Byzantion 7 (1 9 3 2 ), 287-302 (recogido en H.
Grégoire, Autour de...), pág. 292.
14 Cf. P. Odorico, Digenis Akritas. Poema anonímo bizantino, Florencia, Giuntí,
1995, pág. XL1.
Introducción 21

no a la figura de un único héroe, aquel a quien los bizantinos ha­


brían sentido como el guerrero de frontera por antonomasia, Dige-
nís, el formidable Akrita, una composición de mayor aliento, un
verdadero poema épico que ni en el verso (el «político»), ni en el
registro (una lengua de arte pero no culta, sino popular), ni en los
temas y motivos empleados («la infancia prodigiosa», «el paso del
Eufrates», «la rivalidad con el emperador», «el combate singular»...)
se alejaba de las baladas15. Por otra parte, a la idea de que nuestro
poema se forjara mediante la yuxtaposición de distintos episodios,
viene a contribuir el hecho de que en las recensiones que nos han
llegado aparece articulado en dos tramas netamente separadas. Por
un lado tenemos lo que se conoce como Emirlied o «Cantar del
Emir», que narra las aventuras del padre de Digenís, y, por otro,
una suerte de Digenisroman, una «Digenida» propiamente dicha, en
la que se suceden capítulos, a veces tenuemente soldados, sobre
los hechos de juventud, amoríos, hazañas y muerte del héroe16.
Ahora bien, el poema, lo acabamos de insinuar, tal y como fue
concebido originalmente ya no existe. Mientras que en el caso de la
Canción de Armuris no nos encontrábamos ante una refundición
del cantar, la epopeya de Digenís Akritas presenta una situación
bien distinta, puesto que lo que se conserva no es la hipotética
Akriteida original sino versiones diferentes entre sí en virtud del
criterio de los diascevastas (literalmente, «adaptadores») que, en
una práctica nada ajena a los usos bizantinos, decidieron reescribir
el texto. De este modo, nos han llegado cinco manuscritos en verso

15 Conviene aquí recordar cuál es el estado de la vieja cuestión sobre la rela­


ción entre el poema de Digenís y las baladas que protagoniza: las canciones, en
la forma que hoy nos han llegado por transmisión oral, son, obviamente, pos­
teriores al poema y, aunque sí pueden haberlo tenido presente, es improbable
que deriven enteramente de él. Del mismo modo, si las canciones no son nece­
sariamente la fuente de la epopeya, al menos baladas y poema participarían de
un fondo común; cf. C. Jouanno, Digénis Akritas..:, pág. 109.
16 Cf. H.-G. Beck, «Formprobleme des Akritas-Epos», Beitrñge zur Südostenropa
Forschung, Munich, 1 9 6 6 ,1 3 7 -1 4 6 , recogido en Ideen und Realitaten in Byzanz,
Londres, Variorum Reprints, 1972.
22 Poesía heroica b izan tin a

más una versión en prosa, así como tres versiones eslavas y frag­
mentos de una cuarta; diversas entre sí en cuanto a longitud y dis­
tribución de los cantos del poema, pero fundamentalmente iguales
en lo tocante al contenido, aunque no todos los episodios aparez­
can en todas las recensiones.
He aquí, pues, que en el siglo jai se produjo la primera reela­
boración del poema en un lenguaje resueltamente popular. Tradi­
cionalmente tenida como más proxima al original, recibe el nom­
bre de E por haber sido hallada en un manuscrito del siglo xv
conservado en la Real Biblioteca de El Escorial17. Dicha versión no
debía de alejarse mucho del poema genuino y, además de conser­
var la estructura original, no habría echado en el olvido los particu­
lares (sucesos o nombres de lugar y de persona) que allí se conci­
taban. No obstante, por más que sea difícil evaluar cuáles y en qué
medida, a la base original debieron de incorporarse nuevos ele­
mentos. Estos elementos bien podrían responder a situaciones que
no existían en el momento de la primera redacción pero que a la
hora de la segunda eran toda una realidad; por ejemplo, la notoria
presencia de los turcos, que a esas alturas, tras la humillante derro­
ta bizantina ante las tropas de la media luna en la batalla de Man-
tzikert (1071), se habían erigido como una verdadera amenaza.
Ahora bien, para calibrar en toda su extensión lo que en el
contexto cultural bizantino significaba la reelaboración de una
obra, tendríamos que acercamos a una recreación posterior del
poema. En efecto, la resonancia que para aquel entonces habían
adquirido las hazañas del héroe vendría a traducirse en el hecho de
que, no muy lejos en el tiempo, otro redactor diera en producir la

17 Escorialensis [H-TV-22; descubierto en el año 1904 por Karl Krumbacher. Pa­


ra una traducción al español acompañada del texto griego, cf. M. Castillo Di­
dier, Poesía heroica griega... Conocemos también dos traducciones de esta re­
censión al inglés: E. Jeffreys, Digenis Akritis. The Grottaferrata and Escoria!
Versions, Cambridge, Cambridge University Press, 1998; y D. Ricks, Byzantine
Heroic Poetry, Bristol, Bristol Classical Press, 1990.
Introducción 23

versión que recibe el nombre de G 18. Más extensa que su «rival» E


(3749 versos frente a 1867) y más compleja sintácticamente ha­
blando, se estructura en ocho cantos de desigual extensión y se de­
fine por su carácter «docto», su lenguaje arcaizante y, sobre todo,
por el intenso espíritu novelesco que atraviesa la base épica. Esto
último es debido a que nuestro texto bebe del gusto por la peripe­
cia de la novela helenística, que en la Bizancio del siglo xii y bajo la
reorientación cultural que se produjo en la época de los Comnenos
(1081-1204), habría encontrado una segunda juventud. Hasta tal
punto es así que a la hora de catalogar la pieza hay quienes la con­
sideran no ya un poema sino una novela, épica, eso sí, y siempre
que se ponga el acento —nos recuerda Valero Garrido19— antes en
el adjetivo que en el sustantivo. Una epopeya, en todo caso, que
prepara el camino a las novelas de nuevo cuño de la época griega
medieval, como la de Beltandro y Crisanza, en la que el héroe pare­
ce forjado a imagen y semejanza dé Digenís.
Sea como sea, hay motivos para la incerüdumbre20: empe­
zando por el predominio del sentimiento amoroso y pasando por
el empleo de motivos característicos de la novela griega («la falsa
muerte de la persona amada», «la doncella travestida», «el sueño
revelador», «las misivas»...) así como de sus técnicas narrativas (la
ékphrasis o descripción ya sea de personajes, de tiempo, de situa­
ciones o de lugar) o el gusto por lo patético (los intentos de sui­
cidio, los conflictos interiores, los llantos y los suspiros, el dolor
por la separación del ser amado,...), el genio de lo novelesco se ha

18 Descubierta en 1876, se conserva en un códice del siglo xiv en la abadía de


Grottaferrata: Cryptoferratensis Z-O-44. En español tenemos la traducción,
acompañada de texto griego, de Juan Valero Garrido (Basilio Digenís Akritas,
Barcelona, Bosch, 1981).
19 Cf. J. Valero Garrido, Basilio Digenís..., pág. 13.
20 Cf. C. Jouanno, «La rédaction G. Un texte au statut incertain: Épopée?
Roman? Récit hagiographique? Histoire utile à l'âme», Digénis Akritas..., págs.
129-186. Por su parte, R. Beaton habla de proto-romance; cf. R. Beaton, The me­
dieval Greek romance, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, págs. 29-
48.
24 Poesía heroica bizan tin a

enseñoreado del genuino carácter épico del poema hasta casi so­
focarlo.
A esta circunstancia no han sido ajenos ni el adaptador ni el
nuevo espacio social y cultural en el que tiene lugar la nueva reela­
boración de la vieja materia épica. Paolo Odorico ha planteado la
situación con agudas razones y magistral nitidez: «Su objetivo [el
del diascevasta] es el de transformar una obra con características
demasiado particulares y demasiado ligadas a la realidad histórica
periférica en una lectura adaptada a los ambientes literarios de cor­
te (...). Quiere adaptar a los ambientes educados en los que vive
una historia que posee características no bien aceptadas por la
buena sociedad de la época. Así, la lengua demasiado popular debe
ser revisada y refinada, la narración, donde se pueda, embellecida
con citas, referencias, alusiones al patrimonio literario de los bizan­
tinos (...). El resultado es un texto que de épico tiene la raíz, de no­
velesco la reelaboración final». O bien: «Producto inicial de una so­
ciedad periférica, que probablemente en tomo al siglo xi trasmite
en forma literaria una tradición más antigua, cuyos núcleos se si­
túan entre los siglos ix y x, el poema conoce una vasta fortuna. Es,
por tanto, reelaborado en una forma más docta, más acorde a gus­
tos menos ‘provinciales’ y más cultivados, fundiendo sus caracteres
originales con los de una larga tradición que ahonda sus raíces en
la antigüedad: la tradición de la novela»21.
Tras estas dos, con mucho las más importantes, y con la histo­
ria ya circulando en versiones eslavas, todavía tres siglos más tarde
otro redactor habría de gestar sobre la base de E y G una tercera
versión hoy perdida a la que llamamos Z. No obstante, al contar
con su «descendiente» directa, T 22, y con una transposición popu­

21 Cf. P. Odorico, Digenis Akritas..., págs. XXXV y XXXVII, y pág. XXIV respec­
tivamente.
22 Conservada en un manuscrito encontrado en 1868 en un monasterio cer­
cano a Trebizonda y perdido posteriormente. Sin embargo, conservamos la
versión merced a la edición de Constantino Sathas y Émile Legrand; cf. C. Sa-
thas, É. Legrand, Les exploits de Digénis Akritas, París, 1875.
Introducción 25

lar de esta última, A23, se ha podido proceder a su reconstruc­


ción24, gracias a lo cual es posible subsanar la laguna o la falta de
algún episodio de que, como se podrá comprobar, adolece G. So­
bre A aún cabría reseñar que se encuentra colmada de adiciones
superfluas tales como la dotación de nombre a algunos personajes
anónimos del poema o la incorporación de una suerte de «arqueo­
logía» en la que se narra la infancia de la madre de Digenís. Por úl­
timo, y sólo por no dejar incompleto el cuadro de las versiones,
consignaremos también la existencia de una redacción P, la única
en prosa, y otra denominada O 25, la única rimada.
- Que a lo largo de los siglos se haya sentido la turgencia de reto­
mar una y otra vez esta materia heroica da muestra del gran predi­
camento del que ha gozado el héroe akrita entre el pueblo griego. Ya
no hablamos de las versiones que acabamos de repasar, ni de los
ecos que del poema se perciben en las novelas de los siglos xiv y xv,
como Beltandro y Crisanza, la Aquileida o la Crónica de Morea, ni de
que en los poemas llamados Prodrómicos se celebre al glorioso em­
perador Manuel Comneno como «el nuevo Akritas». Hablamos, más
bien, de las baladas que todavía hoy nos llegan transmitidas por tra­
dición oral, como las que en Chipre y Cárpatos nos vuelven a contar
la gesta de Armuris o el sinnúmero de canciones que aún celebran
las hazañas de Digenís desde Capadocia hasta el Mar Jónico y desde
Macedonia hasta el Mar Negro. Hablamos también de que, al mar­
gen de la poesía popular, el nombre de Akritas y Digenís ha tenido
cabida en esa reflexión sobre las fronteras que es la Odisea de Ka-
zantzakis, quien al final de sus días habría llegado a albergar la idea

23 Conservada en un manuscrito hallado en Andros en el año 1878, hoy se en­


cuentra en Atenas: Biblioteca Nacional, Ms 1074.
24 Cf. E. Trapp, Digenes Akrites, synoptische Ausgabe der áltesten Versionen, Vie-
na, Bôhlaus, 1971.
25 Conservadas en sendos códices del siglo xvn, una debe el nombre a su pri­
mer editor, D. P. Paschalis, y otra al lugar en el que se encuentra, la Bodleian
Library de Oxford: Lincoln College graecus 24.
26 Poesía heroica bizantina

de crear su propio Akritas26, o en los acentos líricos de Elytis (Canto


heroico y fúnebre -por un lugarteniente caído en Albania, 1943) y Ritzos
(Grecidad, 1945-1947, con el escenario de una Atenas asediada por
las fuerzas enemigas)27. Sin embargo, en su apego al ámbito que ha
defendido o quizá porque los símbolos no se puedan prestar y Di-
genís lo fue y lo sigue siendo, la fortuna literaria del Akrita apenas si
ha trascendido el territorio en que se foijó. Bien es cierto que al otro
lado del limes, en las epopeyas de Sayyid Battal y Delhemma (siglo xn)
o la de Melik Danismend (siglo xiv), contrapunto musulmán de los
héroes de frontera28, se vislumbra las trazas de nuestro héroe bajo la
figura de un cierto Aklatis o un tal Akrates. También es verdad que
en el anónimo holandés de 1270, Sobre la vida de Nuestro Señor, apa­
rece nombrado Digenís («quien a su cuerpo dio tormento por mor
de una joven mujer») entre héroes de la envergadura legendaria de
Orlando, Alejandro y Gauvain29. Sumemos a su favor las tempranas
versiones eslavas de las hazañas de Devgenig o demos también por
bueno, aunque no sea probable, que el Arcita, el guerrero de Marte
que se bate en justa con el guerrero Venus en la Teseida de Boccaccio
(y, por ende, en el Cuento del caballero de Chaucer, basado en la Te­
seida), con su palacio y su jardín, y con su temprana y galante muer­
te, sea un trasunto de nuestro Akrita. Con todo, su fortuna literaria
fuera de sus propios confines jamás podría entrar en competencia
con la de un Alejandro o, si se quiere, un Belisario, héroes, como ve­
remos en el caso de este último, mucho más ecuménicos y universa­
les. Últimamente, totalmente perdido y desubicado, ha podido dejar

26 Cf. C. Jouanno, Digénis Akritas..., pág. 29.


27 Cf. C. Jouanno, Digénis Akritas..., pág. 30.
28 Los árabes opondrían su propio sistema dedefensa, como atestigua el he­
cho de que en el poema de Digenís tambiénse le aplique el apelativo de akrita
a un soldado sarraceno (DA 1 155).
29 Cf. C. Jouanno, Digénis Akritas..., pág. 22.
Introducción 21

sus huellas en The Twybom Affair (1979), del nobel de literatura Pa­
trick White30.

ARMURIS Y DIGENÍS EN EL AMBITO DE LA FRONTERA

Arriba hacíamos referencia a la tremenda impresión que en­


tre los bizantinos había causado la caída de Amorío, en Frigia, a
maños de los sarracenos. De hecho, a decir de Grégoire31, jamás
la lucha entre la cristiandad bizantina y el Islam había conocido
tal grado de ferocidad y fanatismo, de exaltación patriótica y re­
ligiosa como en los años treinta y cuarenta del siglo ix: la expe­
dición de Teófilo contra Zapetra, su toma y su saqueo; la furiosa
respuesta del Califa Mutasim invadiendo la Romania y sojuz­
gando Ancira y, sobre todo, Amono, cuyos habitantes fueron
hechos prisioneros (de entre ellos, cuarenta y dos de los más
principales, los cuarenta y dos mártires recordados en diversos
escritos hagiográficos, habrían de ser degollados); las infructuo­
sas embajadas de rescate y los intercambios de prisioneros...
Pues bien, esta atmósfera es la que viene dibujada en el que, de­
cíamos, constituía el monumento más antiguo de canción de
frontera que conservamos, la Canción de Armuris.
Dejando al margen cualquier disquisición acerca de la per­
sonalidad histórica que se esconde bajo el nombre del héroe (se
habla de Orestes Carsianita, bravo general del tema de Mesopo-

30 Nótese que Twybom es la forma en la que Mavrogordato (cf. Digenes Akrí-


tes..., pág. III, por ejemplo) da en traducir «Digenís». No se trata de una novela
histórica. Ambientada en la Francia, el Londres y las tierras de nadie australia­
nas de la primera mitad del siglo xx, y con tenues evocaciones de algunos ele­
mentos de la epopeya, abordaría el tema de la búsqueda de la propia identi­
dad.
31 Cf. H. Grégoire, «Autour de Digénis Akritas...», pág. 292.
28 Poesía heroica bizan tin a

tamia, o del propio emperador Miguel III), e incluso si prescin­


dimos de la posibilidad de que exista una relación etimológica
entre el nombre del héroe y la plaza de Amorío, lo que está claro
es que Armuris es la encamación del espíritu de revancha, el ven­
gador mismo de la generación derrotada en Amorío. Armuris es,
en suma, el hijo de los más de cinco mil griegos a los que los ára­
bes hicieron cautivos en el saco de la ciudad, y de ahí la rabia en
absoluto contenida que rezuma esta pieza de apenas doscientos
versos. En el cantar se respira el entusiasmo de un pueblo que in­
tuye que algo glorioso está a punto de acontecer («Hoy otro es el
cielo, hoy otro es el día»; CA, 1) y que, lejos de quedarse aguar­
dando, va a partir en su busca («hoy los jóvenes señores saldrán
a cabalgar»; CA, 2). Se respira el entusiasmo de un chiquillo de
doce años, los mismos que no ve a su padre, que con lágrimas en
los ojos le ruega a su madre que le deje salir a cabalgar con los
demás infanzones, ansioso como está por rescatar a su progenitor
(«para que vuelvas a ver a mi padre, madre, tengo que cabalgar»;
CA, 6), un noble señor también llamado Armuris que se encuen­
tra aherrojado en las cárceles de un Emir de la Siria. Con este
afán parte de su hogar el joven Armurópulo para llevar a cabo él
solo la proeza de atravesar el Eufrates, exterminar el ejército sa­
rraceno, llegar a la Puerta de Siria en pos del único superviviente
árabe y lograr que el Emir libere a su padre. Recordemos que son
los tiempos en que toda Babilonia y la Capadocia entera estaban
en manos Ínfleles (CA, 117-125), los tiempos en que el paso del
Eufrates era una quimera o un verdadero milagro. Y es precisa­
mente la intervención milagrosa de un ángel de Dios (no pase­
mos por alto el hecho de que el enfrentamiento se presenta esen­
cialmente en términos de cristianos y musulmanes) la que le
permite al pequeño Armuris atravesar la corriente (CA, 31-53)32.
No en vano era ésta una hazaña que, históricamente hablando, o

32 El paso del Eufrates por parte del héroe constituye un episodio capital de
los poemas de frontera; cf. también DA, V I570-583.
Introducción 29

bien estaba aún por llevarse a cabo (Teófilo sólo había llegado a
sus márgenes) o bien se acaba de realizar (Miguel III lo cruzó en
el año 859). Esto es, el paso del Eufrates como preludio de la de­
rrota del ejercito de Omar-al-Aqta, a la sazón dicho el Manco
(oportunamente manco, como el soldado sarraceno de esta can­
ción; CA, 98); derrota que tan honda huella dejó entre los mu­
sulmanes y que habría de reflejarse en el famoso «Ciclo de Ornar»
de Las mil y una noches o en la epopeya musulmana de Sayyid
Batial.
Con todo, la Canción de Armuris deja las puertas abiertas si no
a una reconciliación, sí a la posibilidad de convivencia entre grie­
gos y árabes, entre cristianos y musulmanes. Al menos eso es lo
que se desprende de los últimos versos del poema: «¡Marcha, mar­
cha, mi Armuris, regresa a tu patria/y cría a tu niño, que lo quiero
tomar como yerno;/no para mi sobrina, ni para la prima tampo­
co,/sino sólo para mi hija, que es mi luz y mis ojos!» (CA, 194-
197). Sea como sea, éste no es el escenario en el que debemos en­
marcar nuestra canción. El de la concordia y el entendimiento con
el árabe es el espacio de Digenis Akritas, la epopeya de otro héroe
formidable, aquel que en el imaginario colectivo habría recobrado
los territorios de la Romanía y habría impuesto su dominio sobre
las fronteras.
Tras la reconquista de los territorios caídos en poder de los
árabes y bajo el nuevo mando de la esplendorosa dinastía Mace­
dónica (867-1057), se inició en las fronteras orientales un perio­
do de convivencia pacífica entre ambos pueblos que viene a en­
cuadrarse en la época de Romano Lecapeno (920-944) y el gran
Basilio II Bulgaróctono (976-1025). Se puede decir que la atmósfe­
ra de rabia contra el sarraceno que refleja la Canción de Armuris
ha trocado en otra de serena convivencia en la epopeya de Dige­
nis, una concordia que desde el propio nombre del protagonista
(Digenís significa «el de Doble Estirpe», y eso es así en tanto que
hijo de un Emir de Siria y de la bella hija de un poderoso general
bizantino) se pone bien de manifiesto y que el poema no duda en
30 Poesía heroica bizan tin a

celebrar: «Mas de la guerra en su conjunto o de su fragor, / jamás


se volvió a saber en los días del héroe, / sino que en todas partes
reinó la paz y una gran calma / y todos los hombres daban conti­
nuamente gracias a Dios» (DA, VII 221-223). O, por decirlo con
razones más breves, «la reconciliación y la paz que en el Cantar
de Armuris están en el futuro -van a llegar—, en el poema de Di-
yenís son ya un presente» 33.
Bien es cierto que todavía en la primera parte de las dos en las
que, según dijimos, se viene dividiendo el poema, el «Cantar del
Emir» o Emirlied34, resuenan los ecos metálicos del enfrentamiento
y se deja constancia de los últimos esfuerzos del Califato por ense­
ñorearse del altiplano anatólico. De este modo, en el «Cantar del
Emir» existen pasajes (DA, I 50-54; 272-273) que dan testimonio
tanto de las frecuentes razzias de los sarracenos en territorio ene­
migo, como del estado de «al arma» permanente de la población de
los temas fronterizos, con sus habitantes, generales a la cabeza,
movilizados en los confines del Imperio para prevenir las batidas
del enemigo e incluso llevar' a cabo sus propias expediciones, esto
es, ejecutando misiones que cuadran a los akritas que arriba pre­
sentábamos: «[el Emir] Ocupado que hubo las comarcas del país
de Heracles, / asoló muchas ciudades, dejándolas yermas, / y tomó
cautiva una multitud de gente sin cuento, / pues aquellas tierras se
hallaban desguarnecidas / por encontrarse sus guardianes en las
fronteras» (DA, 1 50-54).
Pese a todo, el conflicto se circunscribe únicamente a esa pri­
mera parte, o, si se quiere, sólo al primer canto del poema, porque
desde el momento en que un emir de Siria concede su conversión
al cristianismo por amor a una encantadora «romana», hija y her­
mana de poderosos generales bizantinos, y engendra al no menos

33 Cf. M. Castillo Didier, Poesía heroica griega..., pág. 21.


' 34 En la versión G, el Emirlied comprende los tres primeros y el Digenisroman
los cinco restantes.
Introducción 31

poderoso Digenís, la situación de guerra sólo aparecerá como telón


de fondo. Tanto es así que, en la «Digenida», las hazañas a las que
el héroe debe su sobrenombre no constituyen la trama del poema,
sino que se encuentran consignadas en notas marginales, a veces
en pasajes de transición de un episodio a otro. De este modo, aun­
que no se nos deje de recordar que ha eliminado a todos los ene­
migos, que ha recuperado todos los territorios para la Romania y
que ha sometido las fronteras (DA, I 3-12; IV 53, 968-970, 1051;
VII 1-7, 202-204; VIII 225-227), en ningún momento, salvo en el
caso de una banda de ladrones (DA, V 177-190) y un salteador de
caminos (DA, V 215-217), mueve combate contra los sarracenos y
sólo en teoría los árabes son sus enemigos. El conflicto queda,
pues, como un viejo souvenir del mediados del ix, y es que el esce­
nario en el que Digenís se mueve es el de «una sociedad mixta,
medio árabe y medio griega, sustancialmente cristiana que hace
prosélitos entre los propios musulmanes, situada en una zona no
precisada a lo largo del Eufrates»35.
Pero el ambiente de las fronteras árabo-bizanünas en la época
que nos atañe también se caracteriza por una realidad que se mani­
fiesta de forma conspicua a lo largo de todo el poema. Esa realidad,
lo dijimos arriba, no es otra que la independencia y el aire de po­
der omnímodo con que se conducen los nobles del cantar. En efec­
to, decíamos que el desarrollo del régimen de tanas a la postre su­
puso la concentración de grandes tierras y riquezas en manos de
los generales, con lo que se llegó a constituir una poderosa aristo­
cracia periférica que, dada la relativa independencia en la que se
encontraban con respecto a Constantinopla, actuaba con ínfulas
cuasi imperiales. Si prestamos atención a la descripción del palacio
del general Ducas, el futuro suegro del Akrita (DA, IV 267-268), o a

35 Cf. A. Pertusi, «La poesía épica bizantina e la sua formazione: problemi sul
fondo storico e la struttura letteraria del ‘Digenis Akritas’», en Atü del convegno
internationale sul tema: la poesía epica e la sua formatione (Roma, 28 marzo-3
apríle 1969), Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, 1 9 7 0 ,4 8 1 -5 4 4 , pág. 499.
32 Poesía heroica bizantina

la dote de su hija (DA, IV 705-719) podremos intuir que el patri­


monio de esta clase latifundista debía de ser de unas proporciones
descomunales. Si reparamos en que el general, a tenor de lo que
leemos en el canto IV, contaba con un poderoso ejército o que el
castigo de ceguera que aplicaba a los galanes de su hija estaba en
principio reservado a cuantos atentaran contra el poder imperial,
apreciaremos con mayor claridad las licencias que podían llegar a
tomarse.
A este respecto, la época en la que se gesta el poema, la mace­
dónica, es la más crítica en lo que toca a las tensiones entre Cons­
tantinopla y la periferia. Por una parte, el abuelo de Digenís es un
estratego rebelde desterrado por el emperador (DA, I 63; 270-271)
y desposeído de sus bienes (DA, IV 1050). Por otra, y a juzgar por
las versiones eslavas en las que el héroe mata al emperador y ocu­
pa su trono, el episodio de la entrevista entre Digenís y su sobera­
no (DA, IV 1012-1086) probablemente observara un desenlace
mucho más dramático en la redacción genuina que en la redacción
G, y es que para la fecha en que se escriben E y G, sobre el trono
de la capital se sientan los valedores de la aristocracia periférica,
los Comneno. Bajo esa perspectiva, se comprende que se haya
querido poner sordina, cuando no eliminarla (en E no queda ras­
tro del episodio), a la tensión indisimulada que se debía de palpar
en su redacción primera. Con todo, como magníficamente ha sabi­
do reseñar Corinne Jouanno36, no podemos dejar de observar una
fuerte tendencia por parte del poeta a presentar al protagonista ba­
jo las trazas de un basileús: el propio nombre de Basilio, su vesti­
menta rica en púrpura, las grandiosas ceremonias de recibimiento
que le dispensan, su fastuosa mansión decorada con las figuras de
Alejandro, el kosmokrâtôr por excelencia, su tumba de pórfido... Pe­
ro es que además —sigue observando Jouanno-, en el caso particu­
lar del encuentro entre Digenís y el emperador, el héroe muestra

36 Cf. C. Jouanno, «Pouvoir impérial et aristocratie provinciale», Digénis Akri­


tas..., págs. 57-65.
Introducción 33

una actitud netamente recelosa y desconfiada hacia su soberano a


pesar de la pose aparentemente sumisa con que se presenta ante
él. Nuestro héroe le trata con un claro aire de superioridad, supe­
rioridad que se manifiesta tanto en el plano material, al rechazar
Digenís los presentes y las dispensas que le ofrece, como en el pla­
no moral. En efecto, Digenís no sólo rechaza los presentes y las
dispensas que el emperador le ofrece, sino que, además, se permite
recordarle los deberes de su cargo (DA, IV 1028-1046). Finalmen­
te, ante el inopinado ataque de un león, el héroe acabará efectuan­
do un alarde de coraje y bravura ante los aterrados ojos de un em­
perador casi reducido a la caricatura.
Llevando a cabo una composición de lugar, las conclusiones
probablemente deban ir encaminadas en esta dirección: en un
momento dado, aparece un héroe que es sentido como la perso­
nificación del espíritu de un colectivo habituado a vivir peligro­
samente en el ámbito de la frontera, los akritas. Ese guerrero, na­
cido en la edad épica de Bizancio, la de la dinastía Amoriana y
Macedónica, no se distanciaría mucho del Armuris de nuestra
canción; se trataría de un soldado valiente y ardido, capaz de ba­
tirse contra miles de hombres por defender el limes de la Roma­
nía, pero capaz a su vez de oponerse a su emperador. Con el de­
venir de los tiempos, cuando la dinastía valedora de los intereses
de los señores de la periferia se ha alzado con el poder, ese héroe
épico volverá a ser elegido como símbolo del nuevo espíritu, de
las preferencias y los valores de la clase dominante. Nuestro hé­
roe ha adquirido una nueva condición social: se ha convertido en
un noble de fronteras orgulloso de su independencia y de su li­
bertad y ajeno a cualquier obligación para con su emperador. Las
virtudes de esta clase, y.no la de viejos akritas como sus tíos (DA,
I 64, 272-275), van a ser las que encame de ahí en adelante. Con
los árabes fuera de la escena, las batallas que libra Digenís las li­
bra contra adversarios de otro calado (quiénes sean éstos lo ve­
remos ahora), y las causas que le mueven a ellas ya no responden
a un interés colectivo sino a otros tan particulares como su pro-
34 Poesía heroica bizan tin a

pió prestigio y el amor. «Es por su gloria personal —apunta Try-


panis 37— y no ad maiorem gloriam del helenismo o del cristianis­
mo ortodoxo por lo que el Emir .y Digenís combaten»: la originaria
figura del akrita ha dejado su puesto a un noble señor de perife­
ria que desciende de una familia de estrategos, vive en un sun­
tuoso palacio, desposa a una rica joven perteneciente a una pode­
rosa familia del lugar, y se dedica a «mantener el orden» bajo el
control suyo y de sus tropas38. Sus enemigos naturales son, por
tanto, aquellos que estén en disposición de amenazar sus intere­
ses, y, en este poema, dicho papel lo asumen los apelates39.
El término apelate designa en las fuentes bizantinas una cate­
goría de soldados más o menos regulares y más o menos institu­
cionalizados que, dado su conocimiento del terreno, podían ser
utilizados en operaciones bélicas como grupo de apoyo de las tro­
pas expedicionarias bizantinas y a los que, incluso, no les sería aje­
no el mantenimiento del orden en la frontera (DA, VI 397-398).
Pero a lo que tampoco son ajenos es a los actos de bandidaje y al
rapto de doncellas, lo que en el poema parece ser su ocupación
principal toda vez que el conflicto con Digenís gira en tomo al in­
tento de rapto de su esposa por parte de ellos (DA, VI)40. Esto es,
los apelates vendrían a ser una suerte de soldados irregulares que
se moverían en el ámbito de las fronteras y complementarían sus
actividades militares con actos de saqueo y bandidaje41. O, si se
quiere, bandoleros raptores de mujeres y ocasionales servidores
del Imperio, que es la imagen que prima en nuestra narración. Sea

37 Cf. K. A. Trypanis, La poesía bizantina. Dalla fondazione di Costantinopoli alia


fine della Turcocrazia, trad, it., Milán, Guerini e associati, 1990, pág. 143.
38 Cf. P. Odorico, Digenis Akritas..., pág. XL11I.
39 Del griego apelátes (plural, apelátai).
40 Las tareas del apelate aparecen perfectamente definidas en un episodio de la
versión Z (Z 1582-1592; episodio que no aparece en G pero que, sin embargo,
hemos decidido incorporar en el lugar adecuado del canto TV), y entre ellas es­
tá la de raptar novias.
41 A. P. Kazhdan (ed.), Oxford Dictionary..., s.v. «Apelatai», pág. 127.
Introducción 35

como sea, apelates y akritas pertenecen a un mismo ámbito; Dige­


nís es, si no un fuera de la ley, sí un raptor de mujeres, lleva una
vida prácticamente nómada y su arma predilecta es la maza, que en
griego llegó a tomar el significativo nombre de apelatikí. Sus en­
frentamientos, en suma, aparecen como combates entre «frères en­
nemis» 42. No perdamos tampoco de vista el más que posible halo
«romántico» que estos bandoleros debían de desprender, pues a
pesar del prisma tan negativo bajo el que son mirados en nuestra
epopeya, sin duda debieron de. existir composiciones que celebra­
ran sus hazañas. Así, cuando a principios del canto IV, para ensal­
zar las gestas del héroe se desmerecen las de Sansón, Aquiles y Ale­
jandro, entre ellos aparecen encuadrados los jefes de los apelates
(¡!): «Los del viejo Filopappo, Cinnamo y Ioannakis,/no son he­
chos en absoluto dignos de reseñara (DA, IV 33-34). El cuadro de
los caudillos apelates se acabaría de completar con la figura de la
temible amazona Maximo, con la que el héroe mantendrá un me­
morable combate singular, saldado, sin embargo, con un truculen­
to desenlace, y su lugarteniente Melimitzes. Serían aquellos héroes
tal vez proyecciones legendarias de célebres personajes ya gastados
de viejos (para algunos se postulan figuras prebizantinas)43, cuyas
hazañas y prestigio habrían menguado considerablemente ante la

42 C. Jouanno, Digénis Akritas..., pág. 53.


43 Se ha querido ver en Filopappo la figura de Antíoco Filopappo (s. π d. C.), el
último rey de Comagena, quien acabaría exiliado en Atenas y honrado con una
tumba que asomaba a la Acrópolis. Cinnamo y Ioannakis tampoco abandonan
el terreno de lo puramente conjetural: Cinnamo podría remontarse al Cima-
mus que, según Flavio Josefo (cf. Antigüedades Judías, XX 3 ,1 -2 ), tras ser coro­
nado rey de los partos en el siglo i d. C. entregó el trono al soberano legítimo,
Artabán III. Quizá bajo el personaje de Ioannakis se oculte el mismísimo Juan
de Capadocia, famoso colaborador de Justiniano acusado de conspirar contra
él. Cf. H. Grégoire, «Digénis. Notes complémentaires», Byzantion 7 (1 932),
3 17-320 y «L’âge héroïque de Byzance», en Mélanges offerts à M. Jorga par ses
amis de France et des pays de langue française, Paris, Librairie Universitaire J.
Gamber, 1933, págs. 383-397 (recogidos en H. Grégoire, Autour de...).
36 Poesía heroica bizan tin a

pujanza irresistible de los héroes de nuevo cuño del ciclo akrítico,


cuales el bravo Armuris o el formidable Digenís.

EL VIAJE A LA LEYENDA DE BELISARIO

El de Belisario es otro espacio; otro es su mundo, otra es su


época y otros son sus enemigos. Un espacio que probablemente se
compadezca más con la idea que nos hemos forjado de Bizancio: el
de la gran Capital con sus pomposas y grandilocuentes ceremo­
nias, con sus intrigas cortesanas o, sobre todo, con sus colosales y
magníficas figuras históricas, personajes que como Justiniano, Beli­
sario o la propia estirpe de los Paleólogos son capaces por sí mis­
mos de prestar sus nombres a los libros de Historia.
Para 1395, fecha en que debió de cobrar cuerpo la redacción
original a la que se remonta nuestro Poema de Belisario, hacía ya
tiempo que los turcos en Asia Menor o los cruzados en Siria y los
italianos por todos sitios habían comprimido y colonizado el espa­
cio griego44. Constantinopla había caído por primera vez en ma­
nos ajenas, las de los latinos (1204), y el Imperio había acabado
fracturándose en cuatro partes: el Imperio Latino, el de Nicea, una
suerte de exilio desde el que se reconquistará la capital, el Despo­
tado del Epiro y el Imperio de Trebizonda, que se mantendría in­
dependiente e incluso sobreviría en unos ,ocho años al bizantino.
Desde ese momento, el resto no podía ser sino agonía y, por más
que Miguel VIII Paleólogo (1261-1282) llegara a recuperar la capi­
tal y a arruinar en las «vísperas sicilianas» los proyectos bélicos de

44 Cf. R. Fossier en su prólogo a E. Platagean, A. Ducellier, C. Asdracha, R.


Mantran, Historia de Bizancio, [trad. esp. a cargo de Rafael Santamaría y Manuel
Sánchez], Barcelona, Crítica, 2001, pág. 8.
Introducción 37

Carlos de Anjou, a la postrer dinastía de los Paleólogos (1261-


1453) sólo le quedaba bandear las revueltas internas y postergar lo
que ya era inevitable: el advenimiento de la turcocracia.
En este clima de depresión, un poeta anónimo vuelve sus ojos
a una época dorada, ya lejana, en la que Constantinopla era el
inexpugnable y rutilante centro del mundo, pero en la que, sin
embargo, ya se habría hecho sentir el efecto ponzoñoso de la envi­
dia (phthónos); el mal que, a juicio del poeta, tenía corroído al Im­
perio y por el cual Constantinopla acabaría sucumbiendo. Así
pues, con el objeto de mostrar cómo la envidia, la inquina y las ma­
ledicencias de los viles logran abatir a todo aquel que se prueba
hombre honesto y valeroso, acude a la leyenda que el imaginario
colectivo había ido forjando en tomo a la figura de Belisario. Según
la leyenda, el glorioso general de Justiniano habría terminado sus
días ciego y mendicante después de haber gozado de la más alta
reputación y las más merecidas estimas: de alguna manera, en Beli­
sario tomaba cuerpo el devenir de la propia Bizancio, que, después
de haber disfrutado del mayor esplendor, se veía ahora reducida a
una condición miserable.
De este modo, nos trasladamos a la época de Justiniano I el
Grande (527-565), emperador que ha dado su nombre a todo un
siglo. Hombre de aire circunspecto, su infinita capacidad de tra­
bajo resultaba proverbial. Capacidad que bien pudo traducirse en
la cantidad de construcciones que diseminó por toda la ciudad
bajo su imperio (más de treinta iglesias en la capital entre las que
brilla con luz propia la de Santa Sofía), en esa descomunal em­
presa de codificación del derecho que es el Corpus luris Civilis o
en la reconquista de Italia y del sureste de la Península Ibérica y
el norte de África, con lo que se llegaría a albergar el sueño de re­
cuperar el antiguo Imperio de Occidente. Pero en este periodo
tampoco faltaron los capítulos oscuros (algunos muy turbios,
como los aireados desde el resentimiento por Procopio de Cesa-
rea en su Historia secreta)·, la revuelta social de Nika (532), por
ejemplo, en la que el pueblo entero al grito de nika (transposi­
38 Poesía heroica bizan tin a

ción griega de la voz latina vincas, «vence») se entregó al saqueo


de la capital. Compartiendo luces y sombras, a su lado siempre
estuvieron sus colaboradores: su propia esposa, la emperatriz
Teodora, el militar y diplomático Narses, el controvertido y pode­
roso prefecto del pretorio Juan de Capadocia o, por supuesto, el
gran general Belisario.
La biografía de este último, según nos la ha hecho llegar prin­
cipalmente su consejero Procopio de Cesarea en los apuntes que se
desprenden de la Historia de las guerras45, es transparente: nacido
en Germania en tomo al año 505, entró al servicio de Justiniano
antes de que éste accediera al trono. En el año 530 venció (par­
cialmente) a los persas en Dara y en el 532 aplacó la revuelta de
Nika. Poco después comandó la expedición que acabó con el reino
de los vándalos (534), al norte de Africa. Más tarde ocupó Sicilia
para entrar de inmediato en Roma (536) y librar a la mayor parte
de Italia del dominio ostrogodo (la derrota definitiva de éstos vino
de manos de Narses). Todavía tendría tiempo de coronar una ca­
rrera jalonada de éxitos al vencer a los búlgaros en el año 559. Sin
embargo, en el año 562 cayó en desgracia ante el emperador, quien
le despojó de su dignidad de comes domesticorum, si bien se la vol­
vió a reintegrar un año después. En el año 565 moría el general
cuyas hazañas llegaron a figurar en mosaicos sobre alguna de las
muchas puertas con las que contaban los largos muros de Cons­
tantinopla. Y es que no podía ser de otra manera: ¿cómo no iban a
ser cantadas y representadas por doquier las hazañas de un gene­
ral no emperador que había hecho claudicar al propio rey de Persia
y había conducido prisionero hasta Constantinopla al rey Gelimer?
¿Cómo no iba a ser celebrado un general tan amado por el pueblo?

45 Se compone de ocho libros, de los cuales los dos primeros están dedicados
a los enfrentamientos entre persas y bizantinos (Guerras persas) entre los años
5 2 7 y 5 49. El III y IV están dedicados a las Guerras vándalas de África entre el
5 3 2 y el 548. El resto (Guerras góticas) versa sobre la campaña contra los os­
trogodos en tierras italianas.
Introducción 39

De este modo, muy pronto su figura iría adquiriendo unos


matices que le hacían trascender su dimensión histórica, y ya a
mediados del siglo vn habría llegado a Occidente, de manos de
Fredegario Escolástico (cf. Chronographia, II 62), una historia fan­
tástica, según la cual Justiniano y Belisario habrían desposado a
«duas germanas de lopanar electas ex genera Amazonas», o, lo
que es lo mismo, dos hermanas amazonas de lupanar (¿la empe­
ratriz Teodora y Antonina?).
Sin embargo, su transfiguración de personaje rigurosamente
histórico a personaje de leyenda pasa por ver al glorioso condotie­
ro bizantino cegado por un emperador al que siempre fue leal. Lo
extraño es que, salvo los momentos puntuales en los que el empe­
rador se malquistó con su general, ningún episodio de su biografía
parece justificar los tintes trágicos de ceguera y mendicidad que le
han hecho adquirir su consistencia épica. No obstante, el tema de
la envidia, eje de nuestro poema, sí'parece atisbarse desde los pri­
meros testimonios sobre su persona46. En este sentido, Procopio
apunta que los éxitos de Belisario en sus guerras contra vándalos y
ostrogodos habían suscitado los celos y las consiguientes calum­
nias de ciertos nobles de la corte47, si bien añade que el emperador
no las había tomado en consideración. Para Agatías de Mirina
(536-582), sin embargo, estas calumnias le habrían valido para no
recibir honor ni reconocimiento alguno por la derrota que había
infligido a los hunos en el año 558, cuando éstos se cernían ame­
nazantes sobre la ciudad48. Juan Malalas (491-578) aún tiene que
colocar un tercer hito en lo que toca a los particulares de la caída

46 Vaya por delante que las líneas que siguen en tom o a la gestación de la le­
yenda de Belisario son absolutamente deudoras del magnífico estudio de Enro­
ca Follieri, «11 poema bizantino di Belisario», en Atti del convegno intemazíonale
sul tema: la poesía epica e la suaformazione (Roma, 28 marzo-3 apríle 1969), Ro­
ma, Accademia Nazionale dei Lincei, 1 9 7 0 ,5 8 3 -6 5 1 .
47 Cf. Procopio de Cesarea, Guerras vándalas, I I 8 ,1 -1 5 , y Guerras góticas, I I 30,
1- 2 .
48 Cf. Agatías de Mirina, Historiarum libri quinque, V 20.
40 Poesía heroica bizan tin a

en desgracia de Belisario49. Según Malalas, a resultas de las acusa­


ciones que contra él vertieron los implicados en una conjura con­
tra Justiniano (563), Belisario fue privado de su guardia de honor y
confinado en su palacio hasta que al año siguiente le rehabilitaron
en sus cargos y honores50. Pero para enturbiar el final feliz de la
realidad y abrir la puerta a la leyenda, en una famosa crónica uni­
versal conocida como Epítome del 948 leemos: «Habiendo sido acu­
sado de conspirar contra el emperador Justiniano, muere de aflic­
ción, desposeído de todos sus bienes»51.
El contenido de esta crónica, en lo que atañe a Belisario, abor­
da su victoria en la guerra contra los vándalos, la captura del rey
vándalo Gelimer y su recibimiento como prisionero en Constanti­
nopla, la acuñación de una moneda en la que se podría leer «Beli­
sario, la gloria de los romanos», la envidia de los nobles, causa de
la pérdida del favor imperial, la reaparición de Belisario ante una
embajada persa cuyos miembros habrían de aconsejar a su rey
Cosroes que alcanzara un entendimiento con Bizancio y, por últi­
mo, la definitiva pérdida del favor de Justiniano y la aflicción que le
conduciría a la muerte. Sin embargo, al Epítome le faltan todavía
dos pinceladas para que la leyenda quede definitivamente configu­

49 Cf. J. Malalas, Chronographia, XV III1-5.


50 La noticia de Malalas acerca de su confinamiento nos ha llegado a través de
Teófanes el Confesor, Teófanes, Chronographia, 1 15-18.
51 El epítome se conserva en numerosos manuscritos, unos anónimos y otros
atribuidos a diferentes compiladores, entre los cuales León Gramático; cf. León
Gramático, Chronographia, ed. I. Bekker, Bonn, 1842, pág. 132, lín. 1-3 (E. Fo-
llieri reproduce el pasaje pertinente en «11 poema bizantino di Belisario...»,
págs. 614-615). Del Epítome también se hacen eco Jorge Cedreno (Historiarum
compendium) y, sobre todo, Constantino Manasses (Breviarum historiae metri­
cum, w . 3229-3259), que se despacha con una furibunda invectiva contra la
envidia: «¡Envidia, fiera cruel, ladrona, asesina, hostigadora,/escorpión de mil
aguijones, tigre devorador de hom bres,/...».
Introducción 41

rada. Para ello hay que esperar a las Chiliades 52 de Juan Tzetzes (c.
1110 -1180 ):
¡He aquí a Belisario, el gran adalid,
que, siendo general en tiempos de Justiniano,
desplegó sus victorias por las cuatro partes del mundo!
Luego, cegado por la envidia - ¡ a h inestable fortu na!-,
sosteniendo una escudilla de madera, voceaba en el Milio 53:
«¡Dad un óbolo al general Belisario,
a quien la fortuna ensalzó y la envidia ha cegado!».

Junto al testimonio de Tzetzes --nos recuerda Follieri54— ten­


dríamos que situar las noticias que nos llegan a través de la llamada
«recensión topográfica C» de la Patria u Orígenes de Constantinopla:
«El cual [Justiniano], finalmente, sintiendo envidia del mencionado
general Belisario, le arrancó los ojos y ordenó que se sentara en las
inmediaciones de Lauso y que le dieran un recipiente de barro pa­
ra que los que por allí pasaran le echaran un óbolo». Así pues, en el
siglo xn, Belisario, ciego y con una escudilla en la mano, ya ha ad­
quirido la dimensión épica que observamos en nuestro poema.
Sin embargo, al Belisario histórico su emperador nunca le po­
dría haber arrancado los ojos como castigo si tenemos en cuenta
que dicha pena, tomada probablemente de Persia y entendida co­
mo sustitutivo piadoso de la pena capital para quienes atentaran
contra el Imperio, sólo se comenzó a emplear a principios del siglo

52 Cf. J. Tzetzes, Historiarum variarum Chiliades, III 342-348 (historia 88, Sobre
el general Belisario').
53 Piedra miliaria situada en el corazón de la ciudad desde la que se medían
todas las distancias dentro del Imperio. No obstante, Tzetzes reconoce la exis­
tencia de otras versiones según las cuales Belisario recobró toda su gloria.
54 Cf. E. Follieri, «II poema bizantino di Belisario...», pág. 600. Sobre la plasma-
ción de la leyenda en la Patria, nos advierte que puede deberse a una interpo­
lación posterior, ya que los manuscritos que conservan dicha recensión son
posteriores al siglo xv.
42 Poesía heroica bizan tin a

vm55. Muchos fueron los emperadores que a partir de entonces la


aplicaron (Basilio II Bulgaróctono a la cabeza) y muchos los nota­
bles del Imperio que la sufrieron, de entre los cuales conviene que
centremos nuestra atención en dos, los generales Simbacio y Pega-
nes, que, descontentos con Basilio I, se atrevieron a medirse con él.
Capturados, recibieron el ejemplar castigo que ciertas crónicas, en­
tre ellas el mencionado Epítome del 948, no dejaron de reflejar: Pe-
ganes fue cegado y puesto en el Milio con un cuenco donde recibir
las limosnas de los viandantes. Por su parte, Simbacio, privado de
un ojo y de su mano diestra, fue llevado a mendigar al Lauso. Tres
días después fueron conducidos a sus casas, donde les sometieron
a una estrecha vigilancia. Se trata, como se puede apreciar, de es­
cenas y escenarios que ya nos han aparecido en el testimonio de
Tzetzes y en el de los Orígenes.
La situación, pues, parece ser la siguiente: sobre la base de las
andanzas de Belisario, se habrían incorporado otros episodios aje­
nos a él, como el de la ceguera y la mendicidad o como el de la
ampliación de la ciudad, hecho con el que comienza el Poema de
Belisario y que el Belisario histórico nunca protagonizó, pues de ser
así, habría quedado consignado en el tratado Sobre los edificios re­
dactado por el mismísimo Procopio.
A estos efectos, el Epítome (ya va dejando de ser casualidad)
nos habla de que «Ciro, eparco de la Ciudad, varón sapientísimo y
capaz, construyó los muros de la misma; hecho que maravilló al
pueblo por la belleza y la celeridad con que lo ejecutó, haciendo
que en el Hipódromo y en presencia del emperador se coreara el
grito de ‘Constantino fímdó, Ciro restauró’. Alcanzado por la envi-

55 Cf. E. Follieri, «II poema bizantino di Belisario...», pág. 601, remitiéndonos a


B. Knôs, «La légende de Bélisaire dans les pays grecs», Eranos 5 8 (1 9 6 0 ), 237-
280.
Introducción 43

dia, fue acusado de pagano y, desposeído de sus bienes y tonsura­


do, fue designado obispo de Esmima» 56.
Como se puede observar, en el Epítome se encuentran todos
los elementos de la leyenda, por lo que habría que colocar en él su
punto de partida. Enrica Follieri nos traza el camino seguido por la
persona que la gestó: «La tradición le confiaba en Belisario la figura
de un gran y popular general, cuya vida había estado marcada por
alternantes circunstancias. Él extrae la historia de una de las cróni­
cas más difundidas en el mundo bizantino entre los siglos x y xvi,
el llamado Epítome del 948. Del Belisario histórico encontramos ci­
tadas sólo la expedición marina contra los vándalos, coronada por
el triunfo constantinopolitano, y la expedición terrestre contra
Cosroes, finalizada con un feliz acuerdo diplomático. Pero los lan­
ces de Belisario son enriquecidos con episodios extractados siem­
pre de la misma fuente, si bien pertenecientes a otros personajes:
Ciro, víctima también él de la envidia, Simbacio y Peganes, lacri­
mosos ejemplos de humana abyección»57. En consecuencia, el Epí­
tome, que en el siglo xn había servido a Tzetzes para crear los ver­
sos que arriba leíamos, también habrá de servir para que un poeta
anónimo forje hacia el año 1395 un poema más ambicioso en tor­
no al destino funesto del gran general de Justiniano, un Poema de
Belisario.
C om o en el caso de Digenís, tampoco ha sobrevivido la redac­
ción original, sino cuatro refundiciones de aquélla, de entre las
cuales, la más antigua (c. 1450) es la Diégesis (Diêgësis horaiotâtê
toû thaumastoû ekeinou andrôs toit ¡egoménou Belisaríou o bien Na­
rración hermosísima sobre aquel admirable varón llamado Belisa-

56 Cf. Epítome del 948 según la ya citada compilación de León Gramático,


Chronographia, ed. I. Bekker, pág. 110, llns. 16-23, reproducidas en E. Follieri,
«11 poema bizantino di Belisario...», pág. 605, n. 78.
57 Cf. E. Follieri, «U poema bizantino di Belisario...», pág. 606.
44 Poesía heroica bizantina

rio) 58. Una composición en la que el poeta ha reelaborado a fondo


el material de las crónicas.
Así es. En el Poema de Belisario, la expedición contra los ván­
dalos, el botín obtenido, la captura de Gelimer y el consiguiente
recibimiento triunfal en la ciudad, se convierten en el asalto a la fa­
bulosa plaza fuerte de Inglaterra y el traslado de su temible rey a
Constantinopla (PB, 157-306). Del mismo modo, el episodio en
que el hijo de Belisario, Alexio, acude contra los persas no es sino
el trasunto de la exitosa embajada del general ante Cosroes. Fijé­
monos, a propósito de este suceso, que el poeta ha dejado ciego a
Belisario antes de tiempo. En efecto, tan grande es el deseo de in­
troducir en la historia el elemento patético (ya lo había intentado
haciendo que el rey le tapara la vista con una venda dorada: PB, 62,
130,151), que cuando quiere dar réplica a la histórica embajada, el
héroe ya ha sido cegado (PB, 345), por lo que se tiene que recurrir
al malhadado expediente de inventar para Belisario un hijo que
nunca tuvo (PB, 418-468)59. Finalmente, por lo que se refiere al
episodio de la ampliación de Constantinopla o a los particulares
sobre su mendicidad y su ceguera, ya dijimos cómo los avatares de
Ciro, Simbacio y Peganes habían sido incorporados al bíos de Beli­
sario ya en el siglo xn (cf. el pasaje antes citado de las Chiliades de

58 Esta composición consta de 5 7 6 versos atravesados por un aire ciertamente


popular en lo tocante a su factura (repetición de epítetos, de giros adverbiales,
de fórmulas de transición e incluso de escenas que aparecen duplicadas hasta
la saciedad ...). Se conserva en dos manuscritos, uno vienés (Vindob. theol. gr.
244; c. 1516-1520) y otro napolitano (Borb. gr. Ill B 2 7 ; c. 1462-1472). Junto a
ésta existen tres más, a saber: una de apenas 392, otra de 840 versos debida al
poeta rodio Emanuel Georgilas y una cuarta conocida con el nombre de Rima­
da debido a la rima con que encadena sus 1.000 versos; cf. W. F. Bakker, A F.
van Gemert, Istoría toú Belisaríou. Kritikê ékdosé ton tessáron diaskeuôn mt eisa-
gôgê, schólia kai glossario, Atenas, Morphótikó ídryma Ethnikés Trápezés, 1988.
59 Bajo el nombre del hijo de Belisario se quieren ver dos figuras de gran as­
cendiente: Alexio Estrategópulo («Hijo del general», precisamente), nombrado
césar por Miguel VIII Paleólogo, o el general Alexio Filantropeno, quien ade­
más ha sido postulado como prototipo de Belisario.
Introducción 45

Tzetzes o el de la citada Patria). En suma, sólo en la leyenda, Beli­


sario procedería de humildísima estirpe (PB, 29), habría ampliado
Constantinopla, dirigido una expedición contra Inglaterra, quema­
do sus naves, tenido un hijo varón y, por último, habría sido cega­
do por su emperador, para acabar sus días mendigando en la que
entonces era la ciudad más fabulosa del mundo.
Pero para dar por finalizado este repaso al proceso de gesta­
ción de la leyenda de Belisario querríamos recurrir por última vez a
las felices palabras de Enrica Follieri, que además de servir para
homenajearla nos ayudan a enlazar con los apuntes que queremos
dejar acerca de la fortuna de su historia en Occidente: «En esta le­
yenda, en la que lo verdadero se mezcla con lo falso, se encuentran
muchos de los motivos que han conmovido y siempre conmoverán
el corazón humano: el tema de la grandeza caída, y humillada, el
tema de la fidelidad recompensada con ingratitud, el tema del per­
nicioso poder de la calumnia y de la envidia contra la honestidad y
el valor. Todo lo cual explica el éxito que la leyenda tuvo en Occi­
dente, a partir de la primera noticia que de ella dio, al inicio del si­
glo XVI, Rafael Maffei, el Volterrano» 60.
No es de extrañar, pues, que Belisario, encerrando en su per­
sona temas tan universales, haya podido erigirse en una figura con
nombre propio en el ámbito de la literatura occidental61, empe­
zando por Dante, que ya le menciona en su Commedia (Par. VI 25:
«Y al Belisario mío confié las armas»), Y es que gracias a la multitud
de matices que su doble naturaleza (histórica y legendaria) des-

60 Cf. E. Follieri, «11 poema bizantino di Belisario...», págs. 583-584. Por su par­
te, Volaterranus es el primer traductor al latín de la Guerra persa (1 5 0 9 ), antes
que él, en 1470, Leonardo Bruni.había trasladado la Guerra gótica; cf. la intro­
ducción de F. A. García Romero a su traducción de Procopio de Cesarea, Histo­
ria de las guerras. Libros I-íí. Guerra persa, Madrid, Gredos, 2000, pág. 22.
61 A tal efecto me remito a J. Valero Garrido, Poema e historia de Belisario...,
págs. 107-118, y a C. García Gual, «Esplendor y ocaso de un gran estratego bi­
zantino», en R. Graves, El conde Belisario, [trad. esp. a cargo de Arturo Casals],
Barcelona, Círculo de Lectores, 2000, págs. 5-16.
46 Poesía heroica bizantina

prende, su personaje se ha podido adaptar proteicamente a las pre­


tensiones y a las circunstancias, personales incluso, de los distintos
autores que se han acercado a la. historia de su infortunio, inde­
pendientemente del género o de la época en la que lo hayan hecho.
Así, desde la epopeya nacional Vitalia liberata dai Goti de Gian-
giorgio Trissino (1547-1548) hasta El Conde Belisario de Robert
Graves (1938), por marcar una frontera cronológica, Belisario ha
pisado por igual tanto los escenarios de la poesía como los del tea­
tro, la novela o, incluso, la ópera. Si empezamos por la poesía, y
concretamente por España, veremos a Lope de Vega (El despertar a
quien duerme) y a Quevedo (A Belisario, Túmulo a Belisario, ya ciego)
cantando una gloria humillada unas veces por la iniquidad de la
fortuna, otras por la injusticia del poderoso, cuestión esta última
que a Quevedo no le debía de quedar lejos si tenemos en cuenta
que él mismo la había sufrido en sus propias carnes cuando perdió
el favor de la corte. Desde una vivencia similar a la de Quevedo, el
poeta romántico Longfellow —cuenta Valero Garrido 62— escribiría:
«I am poor, and old and blind; / The sun bums me, and the wind/
Blows through the city gate, / And covers me with dust (...)», para
acabar «(...) I still / Am Belisarius!».
Sin embargo, el acento altamente trágico de su figura hará que
sea en el teatro donde con más frecuencia se recurra a su tema. Pa­
ra el jesuíta Jakob Bidermann (1607) es la propia ceguera de un
ensoberbecido Belisario la que, al enfrentarse al representante de
Dios en la tierra, le precipita en su desgracia. Poco más tarde, a par­
tir de Scipio Francucci Aretino (1620), el héroe empezará a despo­
jarse de sus visos históricos para poner sobre la escena sus aspec­
tos más truculentos y patéticos. Así procede Mira de Amescua en
su Ejemplo mayor de la desdicha, y capitán Belisario (1625), donde la
intriga amorosa, culpable de la desgracia del héroe, se constituye
en el verdadero eje dramático de la obra. Éste será también el pro­
ceder de Jean de Routrou (Bélisaire, 1645) y Cario Goldoni (La glo­

61 Cf. J. Valero Garrido, Poema e historia de Belisario..., pág. 117.


Introducción 47

riosa cecità del gran Belisario, 1734), pero no el de H. Shirley, que


en The Martired Soldier (1638) convierte a nuestro general en un
mártir de la fe. Finalmente, en 1823, Eduard von Schenk, de acuer­
do con los tiempos, retoma la vieja trama para elaborar una trage­
dia romántica que servirá de libreto para la ópera de Donizetti
(1835). No era la primera vez: con anterioridad Philidor ya había
puesto música a un libreto basado en una novela de Jean François
Marmontel (Bélisaire, 1767).
En el terreno de la novela acabamos de mencionar el Bélisaire
de Marmontel, obra de tonos moralizantes que nos presenta a un
Belisario ciego que adoctrina, sin saber de quién se trata, a su em­
perador. Las enseñanzas —apunta Valero Garrido63 —rezuman un
aire ilustrado de liberalidad y tolerancia muy apropiado para las
fechas en que se escribió la novela. Ya en el siglo xx Belisario rea­
parece en el marco de la novela histórica: primero M. Pratesi
(1921), pero, sobre todo, Robert Graves con su Count Belisarius
(1938). Para su elaboración, Graves ha tenido muy cerca a Proco-
pio, pero no sólo al Procopio consejero de Belisario que escribió la
Historia de las guerras, sino también al resentido autor de la Historia
secreta. Ante la dialéctica Justmiano-Belisario, Graves ha resuelto
dibujar al emperador con unos rasgos ciertamente sombríos, mien­
tras que el perfil del general a sido trazado bajo la imagen de la vir­
tud: el resultado es un Belisario diluido en su nobleza. Finalmente,
a título de curiosidad, pero también para dejar constancia de la ca­
pacidad de adaptación de un mito literario al signo de los tiempos,
querríamos añadir la noticia de la reciente entrada de Belisario en
el género de la ciencia-ficción a través de una saga iniciada en 1998
por Eric Flint y David Drake. Así pues, a An Oblique Approach se le
han venido sumando los títulos de In the Heart o j Darkness (1998),
Destiny’s Shield (2000), Fortune’s Stroke (2000) y The Tide o f Victory
(2001). La nota del editor expone bien a las claras las nuevas bata­
llas que aún tendrá que arrostrar Belisario: «En la zona norte de la

63 Cf. J. Valero Garrido, Poema e historia de Belisario..., pág. 114.


48 Poesía heroica bizantina

India, los Malwa han creado un imperio de incomparable maldad.


Guiados o poseídos por una inteligencia venida de más allá del
tiempo, con nuevo armamento, vieja deslealtad y una implacable
voluntad de poder, los Malwa arrasarán la tierra entera. Sólo tres
cosas se alzan ante los Malwa y su plan de dominio eterno: el im­
perio de Roma en Oriente, Bizancio, un cristal con visión y un
hombre llamado Belisario, el más grande general que la Tierra haya
jamás conocido».

SOBRE LA PRESENTE TRADUCCIÓN

Nuestra traducción está en prosa, pero tratándose de poesía


épica, hemos preferido disponerla de modo que a cada verso del
original le corresponda una línea de la traducción. De esta forma se
pone de manifiesto el rasgo más característico de la poesía heroica,
la dicción formular, esto es, la repetición de expresiones ñjas de
longitud variable en las mismas condiciones métricas (epítetos,
fórmulas de transición, construcciones adverbiales...), rasgo que di­
fícilmente puede ser apreciado si la disposición es la de la prosa
continua. Nuestro objetivo, en todo caso, ha sido el de representar
fielmente el texto original y de ahí que hayamos intentado ceñimos
a él lo más ajustadamente posible, pero no hasta el punto de forzar
nuestro idioma y privarlo de cierta fluidez y soltura. En este senti­
do, no ha sido posible mantener rigurosamente la correspondencia
automática entre una palabra griega y otra castellana, toda vez que,
como es sabido, los campos semánticos de las dos lenguas no
coinciden exactamente. En cuanto a la sintaxis de los poemas, al
consistir ésta fundamentalmente en oraciones participiales y en la
relación casi exclusivamente paratáctica de sus versos, tampoco
nos ha parecido conveniente respetarla sistemáticamente; con to-
Introducción 49

do, y en aras de conservar el tenor épico de los poemas, no hemos


renunciado por entero a rendirla tal cual, incluso en sus monoto­
nías.
En cuanto a la transcripción de los nombres propios, hemos
decidido acudir al estudio de Manuel Fernández Galiano64, pero
sin perder de vista las observaciones dej. M. Egea65 con respecto a
la transcripción de nombres de época postclásica. Precisamente a
él hemos acudido en el caso particular de Digenís Akritas: «La
transcripción, necesariamente, será el resultado de una conven­
ción, aceptada por todos, y que no deberá ser opaca, es decir, que
al conocedor del griego le oculte lo menos posible el nombre ori­
ginario»66. Sépase, no obstante, que, a efectos de escritura o de
pronunciación, personas muy autorizadas prefieren transcribir en
castellano «Diyenís Acrita(s)».
Por su parte, las notas que acompañan al texto han sido re­
dactadas con el objeto de contextualizar el contenido dentro de las
coordenadas históricas, sociales y culturales en las que se encua­
dran los poemas. En alguna ocasión las hemos utilizado para justi­
ficar bien la elección de una lectura determinada, bien la de una
traducción concreta. En el caso particular de Digenís Akritas, hemos
querido, además, reseñar algunas de las múltiples referencias lite­
rarias de las que se encuentra cuajada la obra; con ello intentamos
mostrar cuál es la ubicación de nuestro texto dentro del espacio li­
terario bizantino.
Por último, quisiéramos dejar consignadas las ediciones sobre
las que hemos basado nuestra traducción. Para la Canción de Armu-
ris nos hemos basado en la edición de St. Álexiou, Basíleios Digenes
Akritës kai td Asma toú Annoúre, Atenas, Hermés, 1985. En el caso
de Digenís Akritas, hemos acudido a la de E. Jeffreys, Digenis Akritis.

64 Cf. M. Fernández Galiano, La transcripción castellana de los nombres propios


griegos, Madrid, Sociedad Española de Estudios Clásicos, 1961 (=1969).
65 Cf. J. M. Egea, «Notas para la transcripción de nombres propios griegos de
época postclásica y moderna», Veleia 8-9 (1991-92), 467-482, pág. 470.
65 Cf. J. M. Egea, «Notas para la transcripción...», pág. 470.
50 Poesía heroica bizantina

The Grottaferrata and Escorial Versions, Cambridge, Cambridge Uni­


versity Press, 1998. Por lo que respecta al Poema de Belisario, nos
hemos basado en el texto establecido por W. F. Bakker y A F. van
Gemert (Istoria toú Belisaríou, Atenas, Morphótikó ídryma Ethnikes
Trápezés, 1988).
No obstante, a la hora de elaborar nuestra versión hemos te­
nido presentes otras ediciones, de las que ahora ofrezco una rela­
ción. Entre las ediciones de Digenís Akritas (Grottaferrata), cabe
destacar la de J. Mavrogordato, Digenes Akrites, Edited with an In­
troduction, Translation and Commentary, Oxford, Clarendon Press,
1956 (= 1963, 1999), o la edición sinóptica de E. Trapp, Digenes
Akrites, synoptische Ausgabe der áltesten Versionen, Viena, Bóhlaus,
1971. Para otras ediciones del Poema de Belisario tendríamos que
dirigimos al tantas veces citado estudio de E. Follieri, «II poema bi­
zantino di Belisario», en Atti del convegno internationale suí tema: la
poesía épica e la sua formazione (Roma, 28 marzo-3 aprile 1969),
Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, 1970, págs. 620-651.
Por lo que respecta a las traducciones, quisiera señalar que en
castellano conocemos dos versiones de la Canción de Armuris: una
a cargo de M. Castillo Didier (Poesía heroica griega: epopeya de Di-
yenís Akritas. Cantares de Armuris y de Andrónico, Santiago de Chile,
Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos «Fotios Malleros»,
1994, págs.314-337; con texto griego) y otra a cargo de J. M. Egea
(Documenta selecta ad historiam linguae graecae inlustrandam 21 [Me-
dioaevii], Vitoria-Gasteiz, Universidad del País Vasco, 1990, págs.
55-68; también con texto griego y comentario lingüístico). Que nos
conste, en francés tenemos la versión de H. Grégoire (Chant dAr-
mouris, en «Études sur l’épopée byzantine», Revue des Études Grec­
ques 46 (1933), 29-69, págs. 39-44; recogido en Autour de...'), en in­
glés la de R. Beaton (The song o f Armouris, en Folk Poetry o f Modem
Greek, Cambridge, Cambridge University Press, pág. 82 y sigs:) y
en italiano la de S. Impellizeri (Il «Digenís Akritas». L ’epopea di Bi-
sanzio, Florencia, Sansoni, 1940, págs. 33-36). En cuanto al poema
de Digenís Akritas, aparte de las traducciones inglesas que acom­
Introducción 51

pañan a las ediciones ya mencionadas de E. Jeffreys y J. Mavrogor-


dato, nos hemos acercado a las italianas de P. Odorico (Digenis
Akritas. Poema anonimo bizantino, Florencia, Giunti, 1995; con tex­
to griego según la recensión de Trapp) y S. Impellizzeri (II «Digenis
Akritas»...), a la francesa de C. Jouanno (Digénis Akritas, le héros des
frontières. Une épopée byzantine, Bélgica, Brepols, 1998) y, por su­
puesto, a la benemérita traducción de J. Valero Garrido (Basilio Di­
genís Akritas, Barcelona, Bosch, 1981; acompañada del texto griego
establecido por Mavrogordato). En lo que toca al Poema de Belisa­
rio, hemos tenido presentes la traducción de E. Follieri («11 poema
bizantino di Belisario...») y la castellana de J. Valero Garrido (Poe­
ma e historia de Belisario, Barcelona, Bosch, 1983, págs. 130-165;
acompañada del texto griego).
CRONOLOGÍA

527-565 Marco histórico de Belisario. Corpus luris Civilis (528-


535). Historia de las guerras de Procopio de Cesarea
(545-554). Justiniano, emperador (527-565). Belisa­
rio derrota a los persas en Dara (530). Revuelta de
Nika, reprimida por Belisario (532). Belisario acaba
con el reino vándalo .,(534). Conquista de Italia por
los bizantinos. Muerte de Justiniano y de Belisario
(565).
622 Hégira de Mahoma.
627 Derrota de Cosroes II. Fin del Imperio Persa.
634 Los árabes en Iraq y Siria,
c. 650 El Corán.
c. 660 Crónica de Fredegario: las noticias legendarias sobre
Belisario llegan a Occidente.
717-718 Sitio de Constantinopla por los árabes.
717-867 'Dinastía Isáurica y Amoriana: crisis iconoclasta.
800 Coronación de Carlomagno.
838 Toma de Amorío por los árabes.
842-867 Marco histórico de Armuris. Miguel III: reacción bi­
zantina.
867-1056 Marco histórico de Digenís. Dinastía Macedónica, ins­
taurada por Basilio I: época de esplendor, «renacimien­
to» macedónico. Campañas victoriosas contra los ára­
bes.
987 Sublevaciones de los grandes terratenientes.
54 Poesía heroica bizantina

s. X Canción de Armuris. Canciones akríticas. Las mil y una


noches.
s. XI Digenís Akritas (arquetipo).
1071 Derrota griega en Mantzikert ante los turcos.
s. XII Digenís Akritas (E y G). Chiliades de Juan Tzetzes: la
leyenda de Belisario aparece configurada con todos
sus elementos. La Alexíada de Ana Comneno. Cantar
de Roldán (c. 1100). Mío Cid (c. 1140). Tristan e Iseo
(c. 1150). Cantar de los Nibelungos (c. 1160). Roman
de Troie de Benoit (c. 1165). El caballero de la carreta
(1180) y El cuento del Grial (c. 1190) de Chrétien de
Troyes. Dinastía Comnena (1081-1204): la aristocra­
cia latifundista está en el poder. Reorientación cultu­
ral.
1204 Constantinople en manos de los Cruzados.
1259-1453 Dinastía Paleóloga: Miguel Paleólogo recupera Cons-
tantinopla (1261). Crisis definitiva del Imperio.
1310-1360 Divina Comedia de Dante (c. 1310). El Conde Lucanor
de donjuán Manuel (1335). Libro de Buen Amor del
Arcipreste de Hita (c. 1345). Teseida (c. 1340) y De­
cameron (1353) de Boccaccio. Cuentos de Canterbury
de Chaucer. Los turcos en Asia Menor (1337).
1359 Los turcos amenazan Constantinopla.
1378 Gran Cisma de Occidente.
1383 Los turcos se apoderan de Tesalónica.
c. 1395 Belisariada: hipotético poema sobre la leyenda de Be­
lisario. Crónica de Morea: visión franca de la toma de
Constantinopla.
c. 1450 Poema de Belisario.
1453 Biblia de Gutenberg: invención de la imprenta. Cons­
tantinopla cae en manos de los turcos (¿fin de la
Edad Media?).
BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA

Para las cuestiones referentes a los tres poemas, remitimos di­


rectamente tanto a los estudios específicos a los que continuamente
hemos aludido a lo largo de estas páginas, como a las ediciones y
traducciones que acabamos de mencionar en el apartado anterior.
Con independencia de que allí estén amplia y excelentemente trata­
dos los problemas que nuestras composiciones suscitan, quien quie­
ra profundizar en el tema encontrará en ellos un nutrido cuerpo de
referencias bibliográficas. Sin embargo, al margen de estos estudios,
hemos querido presentar aquí una muy sucinta nota bibliográfica en
la que indicamos algunas obras de carácter general que pueden re­
sultar de utilidad a todo aquel que quiera acercarse a las complejas
coordenadas de la civilización bizantina1. Procuraremos ceñimos a
las más modernas y accesibles.
Como obra de carácter general, cabe destacar el diccionario
elaborado bajo la dirección de A P. Kazhdan: The Oxford Dictionary
o f Byzantium, 3 vols., Nueva York-Oxford, Oxford University Press,
1991.
Por lo que respecta a la historia y civilización bizantinas, men­
cionaremos los recientes estudios de A Bravo García, Bizancio.
Perfiles de un Imperio, Madrid, Akal, 1997; R. Browning, The Byzan­
tine Empire, Washington, Catholic University of America Press,

1 A estos efectos, cf. la obra de A Bravo, J. Signes, E. Rubio, El Imperto bizanti­


no. Historía y civilización. Coordenadas bibliográficas, Madrid, Ediciones Clási­
cas, 1997.
56 Poesía heroica bizantina

1992; E. Cabrera, Historia áe Bizancio, Barcelona, Ariel, 1998; S.


Claramunt, Las claves del Imperio bizantino. 395-1453, Barcelona,
Planeta, 1992; F. Conea et alii, Bisanzio. Storia e civiltà, Milán, LEL,
1994; J. Faci Lacasta, Introducción al mundo bizantino, Madrid, Sín­
tesis, 1996; J. M. Hussey (éd.), The Cambridge Medieval History IV.
The Byzantine Empire I. Byzantium and its Neighbours, Cambridge,
Cambridge University Press, 1966; A E. Laiou et alii, Byzantium. A
World Civilization, Washington, Bumbarton Oaks Research Library
and Collection, 1992; J. J. Norwich, Breve historia de Bizancio, Ma­
drid, Cátedra, 2000; E. Platagean et alii, Historia de Bizancio, trad,
esp., Barcelona, Crítica, 2001 y W. Treadgold, A Concise History of
Byzantium, N. York, Palgrave, 2001. Sin duda, estas obras remitirán
a los clásicos estudios de Lemerle, Maier, Ostrogorsky, Runciman
o Vasiliev, todos traducidos excelentemente al español.
En cuanto a la época particular en la que han sido gestados
nuestros poemas: M. Angold (éd.), The byzantine Aristocracy, IX to
XIII Centuries, Oxford, British Archaeological Reports, 1984, o A P.
Kahzdan, A W. Epstein, Change in Bizantine Culture in the Eleventh
and Twelfth Centuries, Berkeley-Los Angeles-Londres, University of
California Press, 1985, en lo tocante a Armuris y Digenís; y D. Nicol,
The Last Centuries o f Byzantium, 1261-1453, Cambridge, Cambridge
University Press, 1993, para Belisario.
Mención especial merece el estudio que una serie de especia­
listas, con G. Cavallo a la cabeza, han dedicado a la figura del
hombre bizantino: G. Cavallo et alii, El hombre bizantino, trad, esp.,
Madrid, Alianza, 1992.
En lo tocante a la literatura, se puede acudir a las siguientes
obras2, unas más generales, otras más centradas en la época que
nos ocupa, todas valiosas: J. Alsina, C. Miralles, La literatura griega
medieval y moderna, Barcelona, Credsa, 1966; R. Beaton, The medie­
val Greek romance, Cambridge, Cambridge University Press, 1989;

■2 Cf. E. Maltese, «La letteratura bizantina», en M. Fantuzzi (ed.), Letteratura


greca antica, bizantina e neoellenica [guía bibliográfica], Milán, Garzantí, 1989.
Bibliografía seleccionada 57

R. Beaton, D. Ricks (eds.), Digenes Abites. New Approaches to By­


zantine Heroic Poetry, Londres, Variorum, 1993; H.-G. Beck, Ges-
chichte der byzantinischen Volksliteratur, Munich, 1971; H. Grégoire,
Autour de l’épopée byzantine, Londres, Variorum Reprints, 1975;
E. M. y M. J. Jeffreys, Popular Literature in Late Byzantium, Londres,
Variorum Reprints, 1983; S. Impellizeri, La letteratura bizantina da
Constantino a Fozio, Milán, Rizzoli, 1993; A P. Kazhdan, Studies of
Byzantine Literature o f the eleventh and twelfth Centuries, Cambridge,
Cambridge University Press, 1984; K. A Trypanis, La poesía bizan­
tina. Dalla fondazione di Costantinopoli alla fine della Turcocrazia,
[trad. it. de las págs. 379-602, 746-779 de K. A Trypanis, Greek
Poetry. From Homer to Seferis, Londres, Faber & Faber, 1981], Mi­
lán, Guerini e associati, 1990. En este grupo, no puede faltar la par­
te correspondiente a Bizancio de las tantas veces mencionadas Atti
del convegno intemazionale sul tema: la poesía épica e la sua forma-
zione (Roma, 28 marzo-3 aprile 1969), Roma, Accademia Nazionale
dei Lincei, 1970.
También los manuales dedicados a la literatura griega moder­
na se reserva un espacio a la época que nos concierne; cf. B. Knos,
L’histoire de la littérature néo-grecque. La période jusqu’en 1821, Esto-
colmo-Gôteborg-Uppsala, Almqvist & Wiksell, 1962, o L. Politis,
Historia de la literatura griega moderna, trad, esp., Madrid, Cátedra,
1994.
Finalmente, para observar la literatura bizantina a través de
sus textos, podemos acudir a las siguientes antologías: U. Albini,
E. Maltese, Bisanzio nella sua letteratura, Milán, Garzanti, 1984;
B, Baldwin, An anthology o f Bizantine poetry, Amsterdam, J. C. Gie-
ben, 1985; D. R. Dudley (ed.), The Penguin companion to literature.
IV. Classical and Byzantine, Hardmondsworth, Penguin, 1969; J. M.
Egea, Documenta selecta ad historiam linguae graecae inlustrandam II
(Medioaevii), Vitoria-Gasteiz, Universidad del Pais Vasco, 1990; J.
A Moreno Jurado, Antología de la poesía griega (desde el siglo xi
hasta nuestros días), Madrid, Ediciones Clásicas, 1997.
CANCIÓN DE ARMURIS
Hoy otro es el cielo, hoy otro es el día,
hoy los jóvenes señores saldrán a cabalgar,
el único que no cabalga es el hijo del caudillo Armuris.
Mas he aquí que el n iño1 hasta su madre se llega:
«Atiende tú a mis hermanos, que yo, [madre, tengo que
[cabalgar]2;
para que vuelvas a ver a mi padre, madre, tengo que cabalgar».
Y, entonces, su madre contéstale a Armuris:
«Tú eres un niño chico, y el caballo no te conviene,
pero si tu voluntad, mi buen hijo, es salir a cabalgar,
arriba tienes colgada la lanza de tu padre,
la que tu padre ganó en Babilonia3,
de punta a punta cubierta de oro, guarnecida con perlas:
si una vez la blandes, si la blandes dos,
si la blandes tres veces, entonces podrás cabalgar».

1 El de la infancia prodigiosa es un motivo recurrente en esta suerte de can­


ciones heroicas. En este sentido cabe destacar, aparte de Armuris, a héroes co­
mo el propio Digenís o los protagonistas del «Ciclo de los Ducas», sobre todo
el excesivo y precoz Porfiris que, con un día de vida, se come nueve hornadas
de pan y un saco de habas, y, con .un mes de vida, desafia al emperador, cf. In­
troducción, pág. 18.
2 Para la disposición de los versos, para los añadidos y las supresiones, remi­
timos a la edición crítica de St. Alexiou, Basíkios Digenès Akrites hai to Ásma toú
Armoúre, Atenas, Hermés, 1985, págs. 171-178.
3 Bagdad.
62 Poesía heroica bizantina

15 Y h e aq u í q u e el ch iquillo, el p e q u e ñ o A rm u ró p u lo 4,
su b ió llo ra n d o escalera s arriba, m a s rie n d o bajó;
p u e s an te s d e asirla y a se v e asid a, a n tes d e sa cu d irla se ve
y e n su b ra z o la to m a , la s a c u d e y la b lan d e. [sa cu d id a
E n to n c e s el n iñ o , h a s ta su m a d re se llega o tra vez:
20 «¿D eseas, m a d re m ía, d eseas q u e la q u ieb re a n te ti.?»
Y h e aq u í q u e la m a d re c o n v o c a a lo s n o b le s se ñ o re s:
«V enid, c o n te m p la d , n o b le s se ñ o re s; ap arejad el co rce l;
v o lv ed a en jaezar, n o b le s cau d illo s, la n e g ra m o n tu ra d e su
q u e d o c e a ñ o s lleva sin a c e rca rs e al ag u a, [p ad re,
25 q u e d o c e a ñ o s lleva sin s e r cab alg ad a,
ro y é n d o s e las h e rra d u ra s a m a rra d a a la estaca».
H a sta allí a c u d e n lo s se ñ o re s a en jaezar el co rce l,
y, a y u d á n d o se d e su s b ra z o s, h a lló se e n la g ru p a.
E n lo q u e dijo «h asta p ro n to » , se alejó trein ta m illas,
30 y e n lo q u e ellos co n te s ta ro n , re c o rrió s e se n ta y cin co .
Se p a se a arrib a y abajo, p o r la orilla d el E u frates,
re m o n tá n d o la d e u n la d o a o tro , p e ro v a d o n o e n cu e n tra .
E n fren te su y a se alza u n s a rra c e n o q u e se b u rla d e él:
«L o s s a rra c e n o s tien e n co rc e le s q u e a p re m ia n al v ien to ,
35 q u e c a p tu ra n al vu elo a la p e rd iz y a la p a lo m a
y d a n a lca n ce a la lieb re q u e su b e co rrie n d o m o n te arrib a:
las a tra p a n , ju e g a n c o n ellas y la s su eltan d e n u e v o ,
y, cu a n d o se les v u elve a an to jar, g a lo p an y les d a n caza.
Sin e m b a rg o , s o n in c a p a c e s d e a tra v e sa r el río E u frates;
40 ¿y tú, c o n e se ja m e lg o , p re n te n d e s cru zarlo ?»
C u a n d o el jo v e n lo o y ó , sintió u n a ra b ia in m e n sa
y p ic ó esp u elas a su m o n tu ra p o r g a n a r la o tra orilla.
P e ro el E u fra te s ib a c re cid o , c o rría cu b ie rto d e lo d o ,
44 fo rm a n d o p e sa d a s olas y d e s b o rd a n d o su ca u ce .
46 M as d e u n g o lp e d e esp u e la s saltó h a c ia a d e la n te

4 En el poema, al joven héroe se le dan los nombres de Arestis, de Armuris y


de Armurópulo (literalmente, «Hijo de Armuris»),
C anción de Armuris 63

y lanzó un penetrante alarido con todas sus fuerzas:


«Te doy las gracias, Buen Dios, y te las doy mil veces,
pues Tú me concediste el coraje que el Eufrates me arrebata».
Entonces, una voz angelical bajó de lo alto del cielo:
«Clava tu lanza en la raíz de una palmera
y reata tus ropas al pomo de tu süla,
aguija tu negro corcel y cruza a la otra orilla» 5.
Picó, pues, espuelas a su caballo y ganó la otra orilla.
Y sin dejar que se secaran sus ropas, el joven
espoleó su montura y se llegó ante el sarraceno,
a quien propinó un puñetazo y le desencajó la mandíbula:
«Habla maldito sarraceno, ¿dónde están las mesnadas?»
«¡Por Alá, qué insensato es el modo en que los bravos
[preguntan,
primero te dan de puñadas y después te interrogan!
¡Mas, por el dulce Sol soberano, por su dulce madre!,
que ayer nos juntamos en tomo a los cien millares,
todos ardidos y excelentes, pertrechados de escudos verdes6,
y muchos eran de esos que no tienen miedo a mil hombres,
ni a mil ni a diez mil, ni a cuantos quiera que encuentren».
Picó espuelas a su montura y subió a la cima de un cerro,
y, divisado que hubo las huestes, las juzgó incalculables.
Por su parte, el muchacho cavilaba y para sí se decía:
«Si los ataco y no tienen armas, siempre blasonarán
de que los hallé desarmados y por eso gané la liza».
Y, acto seguido, lanzó un penetrante alarido con todas sus
[fuerzas:

5 El motivo del paso del Éufrates es un lugar común que, sin ir más lejos, tam­
bién aparece en el poema de Digenís Akritas (DA VI, 572-578). Aunque allí está
narrado de forma más sucinta, aparecen los mismos elementos, salvo el de la in­
tervención del ángel, que leemos aquí; el rio desbordado, el golpe de espuelas y
el hecho de que el enemigo espera al héroe de pie y bien asentado en tierra firme.
6 El verde o, más bien, el verde azulado, era el color de la tribu de Mahoma
(Quraysh) y, por tanto, el color característico de los musulmanes.
64 Poesía heroica bizantina

«¡A rm aos, p e rro s sa rra ce n o s, p o n e o s las c o ra z a s;


p o n e o s las co razas, su cio s p e rro s, sin m á s tard ar!
¡Y n o d u d éis n i u n m o m e n to d e q u e A rm u ris cru z ó el río ;
75 A rm u ris, A rm u ró p u lo , el v a le ro so A restis!»
¡M as, p o r el d u lce Sol so b e ra n o , p o r su d u lce m a d re !,
cu a n ta s estrellas h ay en el firm am en to y h o ja s h a y e n los
tan tas sillas ca y e ro n so b re lo s n e g ro s co rce le s. [árb oles,
Así, ap re sta d a s las b rid as, d e u n b rin co se e c h a ro n a cab alg ar.
80 P o r su p a rte , el chiq u illo tam b ién se h ab ía p re p a ra d o ,
y, s a ca n d o su p re cio sa e sp a d a d e la fu n da d e plata,
la n z ó la al cielo y e n la m a n o la re co g ió .
P icó esp u elas a su n e g ra m o n tu ra y m a r c h ó c o n tra ellos:
«¡R en iegu e y o d e m i estirp e, si o s p o n g o en el olvido!»
85 T ra b ó , e n to n ce s, co m b a te c o n arro jo y b rav u ra.
L a n z a b a tajos a am b o s co s ta d o s y p o r el c e n tro ab ría b re ch a .
¡M as, p o r el d u lce Sol so b e ra n o , p o r su d u lce m a d re ;
q u e el d ía e n te ro se estu v o tirán d o les tajos río arrib a,
q u e la n o c h e en te ra se estu v o tirán d o les tajos río abajo!
90 U n a y o tra v e z em b estía y n o p e rd o n a b a a n in g u n o .
E c h ó p ie a tierra el m u c h a c h o p o r q u e re c o b ra ra el aliento,
m a s h e aq u í q u e u n p e rro , u n su cio p e rro s a rra ce n o ,
le ap arejó u n a a ñ ag az a y le ro b ó su n e g ro c o rce l,
le arre b ató su n e g ra m o n tu ra , le a rreb ató su m aza.
95 ¡M as, p o r el d u lce Sol so b e ra n o , p o r su d u lce m a d re ;
c u a re n ta m illas fue p ersig u ién d o le, a p ie y c o n co ra z a ,
96a y aú n o tra s c u a re n ta y c u a tro , a p ie y c o n su s g reb as
h a sta q u e al fin le dio a lca n ce allá p o r la P u e rta d e Siria ! 7
E n to n c e s , d esen v ain ad o q u e h u b o su e sp ad a, tajóle la m a n o 8:
«¡Ve, s a rra ce n o m ald ito , y d a e ste re ca d o !»
loo H e aq u í q u e su p a d re , s e n ta d o a la p u e rta d e la p risió n ,
r e c o n o c ió su n eg ro c o rc e l y la m a z a d e su hijo,

7 Desfiladero a la entrada de Siria en el camino a Bagdad.


8 Se trata del castigo que se aplica a los ladrones de cabalgaduras.
C anción de Arm uris 65

m a s c o m o n o viera jin ete n in g u n o , tu rb ó sele el alm a


y la n zó u n g em id o tan h o n d o q u e tem bló la to rre en tera.
E n to n ce s , el E m ir a su s cau d illo s les dijo:
«Id a ver, m is se ñ o re s, q u é es lo q u e tiene q u e tan to su sp ira; 105
si su alm u e rzo e stá m alo, q ue c o m a del m ío;
si su vin o e stá ra n cio , q u e b e b a d el m ío;
si h ie d e su celd a, q ue la p e rfu m e n d e alm izcle;
y si le s o n p e sa d o s lo s h ierro s, q u e se lo s h a g a n m á s leves».
Y, p o r su p a rte , m i A rm u ris a los cau d illo s les re sp o n d ió : 110
«N i m i a lm u erzo está m a lo p a ra q u e co m a d el suyo;
n i m i vin o está ra n c io p ara q u e b eb a d el su yo;
n i h ie d e m i c e ld a p a ra q u e la p e rfu m e n d e alm izcle; 112a
n i m e s o n p e sa d o s lo s h ie rro s p a ra q u e m e lo s h a g a n m á s
[leves.
O c u rre m á s b ien q u e re c o n o c í m i caballo y la m a z a d e m i hijo,
m a s c o m o n o vi jin e te n in g u n o , tu rb ó se m e el alm a». 115
E l E m ir, a su v ez, co n té sta le a A rm uris:
«T en calm a, m i A rm u ris, ten u n p o c o la calm a.
R e su e n e n g rav es las tro m p a s, re s u e n e n las g ra n d e s tro m p e ta s,
y q u e se re ú n a B ab ilon ia y la C a p a d o cia e n te r a 9,
q u e d o n d e q u iera q u e an d e tu M jito, h a b rá n de traértelo a ta d o : 120
h a b rá n de traerlo a n te ti atad o y b ien atad o.
A g u ard a, p u es, m i A rm u ris, ag u a rd a aú n o tro p o co ».
R e so n a ro n g rav es las tro m p a s, re s o n a ro n las g ran d es
[tro m p e ta s
p a ra q u e se re u n ie ra B abilon ia y la C a p a d o cia en tera,
m a s n in g u n o se p re se n tó , sin o q u e so la m e n te fue el m a n c o . 125
E l E m ir, p o r su p a rte , al m a n c o le espeta:
«H abla, s a rra ce n o m ald ito , ¿d ó n d e están las m esn ad as?»
E n to n c e s , el s a rra ce n o al E m ir le re sp o n d e :
«A guarda, m i se ñ o r, ag u ard a a ú n o tro p o c o ,

9 Nótese cómo la importante región bizantina de Capadocia está, en la época


en la que está ambientado el poema, en manos árabes.
66 Poesía heroica bizantina

130 q u e co b re n lu z m is o jo s y to m e aliento m i alm a


y m e a cu d a la san g re a m i b ra z o san o ,
q u e e n to n ce s te e x p lica ré d ó n d e e stá n las m e sn a d a s.
M as, p o r la v erd ad , cau d illo s, q u e os lo c o n ta ré to d o e n te ro :
ay er n o s ju n ta m o s en to m o a lo s cie n m illares,
135 to d o s ard id o s y ex ce le n te s, p e rtre ch a d o s d e e s c u d o s v erd es,
y m u c h o s e ra n d e e so s q u e n o tie n e n m ie d o a m il h o m b re s ,
n i a m il n i a d iez m il, n i a cu a n to s q u iera q u e e n cu e n tre n .
Y e n esto q u e ap areció u n n iñ o ch ico s o b re la cim a d e u n ce rro
y, a cto seg u id o , lan zó u n p e n e tra n te alarid o c o n to d a s su s
140 ‘¡A rm aos, p e rro s sa rra c e n o s, p o n e o s las co ra z a s; [fuerzas:
y n o d u d éis n i u n m o m e n to d e q u e A rm u ris c ru z ó el río ,
A rm u ris, A rm u ró p u lo , el hijo d e A rm u ris, A restis!’
¡M as, p o r el d u lce Sol so b e ra n o , p o r su d u lce m a d re !,
cu a n ta s estrellas h ay en el firm am en to y h o ja s h a y e n lo s
145 tan tas sillas ca y e ro n so b re lo s n e g ro s co rce le s. [árb oles,
Así, ap re sta d a s las b rid as, d e u n b rin co se e c h a ro n a cab alg ar.
147 E n to n c e s el ch iq u illo, e n to n c e s el hijo d e A rm u ris,
149 s a ca n d o su p re cio sa e sp a d a d e la fu n d a d e p lata,
150 lan zó la al cielo y en la m a n o la re co g ió .
P icó esp u elas a su n e g ra m o n tu ra y m a rc h ó c o n tra ellos:
‘¡R en iegu e y o d e m i estirp e, si o s p o n g o e n el o lv id o !’
L a n z a b a tajos a am b o s c o sta d o s y p o r el c e n tro ab ría b re ch a .
¡M as, p o r el d u lce Sol s o b e ra n o , p o r su d u lce m a d re ;
155 q u e el d ía e n te ro se estu v o tirá n d o n o s tajos río arriba,
q u e la n o c h e en te ra se estu v o tirá n d o n o s tajos río abajo!
U n a y o tra v e z em b estía, y n o p e rd o n a b a a n in g u n o .
E c h ó p ie a tierra el m u c h a c h o p o r q u e re c o b ra r a el aliento,
y y o , b rav o y astu to d e m í, le ap arejé u n a añ ag aza,
160 le ap arejé u n a a ñ ag az a y le ro b é su n e g ro co rce l,
160a le arre b a té su n e g ra m o n tu ra , le a rreb até su m az a .
¡M as, p o r el d u lce Sol so b e ra n o , p o r su d u lce m a d re ;
q u e c u a re n ta m illas m e fue p ersig u ien d o , a p ie y c o n s u s g reb as,
y a ú n o tra s cu a re n ta y c u a tro , a p ie y c o n c o ra z a
C anción de Armuris 67

h a s ta q u e al fin m e dio alca n ce allá p o r la P u e rta de Siria!


E n to n c e s , d esen v ain ad o q u e h u b o su e sp ad a, tajó m e la m a n o : 105
‘¡Ve, sa rra ce n o m ald ito , y d a e ste re c a d o !’»
Y h e aq u í q u e el E m ir a A rm u ris le esp eta:
«¿B ravas so n , m i A rm u ris, las e m p resas q u e tu hijo aco m e te ?»
Y , e n to n ce s, m i A rm u ris escrib e u n h e rm o s o billete
y lo en vía p o r m ed io d e u n p ajarillo, de u n a h e rm o s a 170
«D ile al hijo d e p e rra , al fruto d e la ig n o m in ia, [g o lo n d rin a:
q u e allí d o n d e e n cu e n tre u n sa rra ce n o se a p iad e de él,
n o sea q u e caig a e n m a n o s d e algu ien y m ise rico rd ia n o
[o b te n g a » 10.
Y el ch iq u illo, en resp u e sta , le escrib e u n h e rm o s o b illete
y lo envía p o r m e d io de u n p ajarillo, d e u n a h e rm o s a 175
[g o lo n d rin a:
«D ecidle al s e ñ o r m ío , d ecid le a m i d u lce p a d re
q u e m ie n tra s co n te m p le m i h o g a r atra n ca d o c o n d o b le ce rro jo ,
m ie n tra s co n te m p le a m i m a d re vestid a d e n eg ro ,
m ie n tra s co n te m p le a m is h e rm a n o s v estid o s d e n e g ro ,
allí d o n d e e n cu e n tre u n sa rra ce n o , m e h a b ré d e b eb er s u iso
Q u e si e x c ita n m i furia, ca e ré so b re Siria, [san gre.
y las callejas an g o sta s de Siria las llen aré d e cab ezas,
y lo s a rro y o s s e c o s d e Siria lo s llen aré c o n su san gre».
C u an d o el E m ir lo e scu c h ó , le en tró u n g ra n esp a n to ,
y, e n to n ce s, u n a v e z m á s e sp e tó a su s cau dillos: 185
« ¡M arch ad , m a rch a d , m is se ñ o re s, id a so lta r a A rm uris,
g u iad le h a s ta el b a ñ o p a ra q u e se lave y m u d e su s ro p a s

10 El contenido de la carta no va dirigido directamente al destinatario, sino que


en ella se pide que se le comunique al receptor el mensaje de la misiva; puede
que el que la reciba no sea el destinatario o puede que éste no sepa leer (cf. M.
Castillo Didier, Poesía heroica griega: epopeya de Diyenís Akritas. Cantares de Ar­
muris y de Andrónico, Santiago de Chile, Centro de Estudios Bizantinos y
Neohelénicos «Fotios Malleros», 1994, pág. 327, nota ad h e ) . La situación es
más clara unos versos más abajo, donde es el Emir el que «escucha» la carta
que Armuris le envía a su padre.
68 Poesía heroica bizantina

y lu ego traed le a m i m e s a p a ra q u e a lm u e rce co n m ig o !»


Y allá q u e fu eron lo s cau d illo s a so lta r a A rm u ris:
190 le lib ra ro n d e lo s h ie rro s y d e lo s p e sa d o s grilletes,
le g u ia ro n al b a ñ o , d o n d e se lavó y m u d ó s e las ro p a s ,
le co n d u je ro n a n te el E m ir y se se n tó c o n él a la m e sa .
Y e n to n ce s, u n a v e z m á s, el E m ir le h a b ló a A rm u ris:
«¡M arch a, m a rch a , m i A rm u ris, re g re sa a tu p a tria
195 y cría a tu n iñ o , q u e lo q u iero to m a r c o m o y e rn o ;
n o p a ra m i so b rin a, n i p a ra su p rim a ta m p o co ,
só lo p a ra m i hija, q u e es m i lu z y m is o jo s ! » 11

11 Los manuscritos aún ofrecen unos versos más, resultado de una interpola­
ción posterior: «...y enséñale a tu hijo que allí donde encuentre a un sarraceno,
se apiade de él, y si obtiene un botín, que juntos lo compartan y se quieran».
DIGENÍS AKRITAS
(VERSIÓN DE GROTTAFERRATA)
CANTO I

O BASILIO DIGENÍS AKRITAS

¡H e aq u í las alab an zas y las triunfales h a z a ñ a s 1


d el tres v e ce s feliz Basilio A kritas,
d el m á s v a le ro so y m á s n o b le,
q u e c o m o u n d o n d e D ios recib ió su fuerza,
q u ien h a av asallad o to d a Siria,
B ab ilon ia y C a rsia n a en tera,
y q u e so m e tió tam b ién A rm en ia y C ap ad o cia,
y ta m b ié n A m o n o ju n to a Ico n io 2,

1 El proemio que encabeza la obra, una tirada de veintinueve dodecasílabos o


trímetros bizantinos (frente a los versos de quince sílabas o «políticos» em­
pleados en el resto del poema), es un añadido de época posterior y actúa como
una suerte de programa de lo que viene a continuación, si bien la mayoría de
las materias que aquí se anuncian no serán desarrolladas. Por otra parte, la
edición que seguimos (E. Jeffreys, Digenis Akritis. The Grottajerrata and Escorial
versions, Cambridge, Cambridge University Press, 1 9 98) ofrece una lectura pa­
ra este primer verso distinta a la que mantiene, por ejemplo, J. Mavrogordato
(cf. Digenes Akrites, Oxford, Clarendon Press, 1956; con reediciones de 1963 y
1999): épainoi kai trópaia enkómión te («alabanzas, triunfos y loas»).
2 Las dos ciudades más importantes del tema de los anatólicos (para el concepto
de tana, cf. Introducción). La caída de Amorío, cuna de la dinastía imperial, a
manos del califa Mutasim en el año 838, así como la matanza de numerosos ofi­
ciales que renunciaron a abjurar de su fe, provocó la reacción bizantina que refle­
ja la Canción de Armuris. Iconio (actual Konya), por su parte, también fue el esce­
nario de numerosas batidas por parte de los musulmanes, primero, y de los
turcos después. Caída en manos de los turcos selyúcidas en el año 1084, fue
convertida en su capital.
72 Poesía heroica bizantina

y aú n la m u y ilu stre y alta fortaleza,


10 p o d e ro s a y b ien m u rad a ,
a A n cira m e refiero, y tam b ién to d a E s m im a ;
d e q u ien h a so ju zg ad o las re g io n e s ju n to al m ar!
Al p u n to , p u e s, te m o stra ré su s re cie n te s h a z a ñ a s,
las q u e él o b ró en la p re s e n te ed ad:
15 c ó m o a p u jan tes y valio so s co m b a tie n te s
ab atió, y a to d a su erte d e fieras,
asistid o d e la g racia au x ilia d o ra d e D ios
y d e Su M a d re in ven cib le,
y d e lo s án geles c o n lo s arcán g eles,
20 d e lo s v icto rio so s y g ra n d e s m ártires,
y d e lo s T e o d o r o s g lo rio sísim o s3,
el g en eral y, ju n to a él, el so ld ad o ,
d el n o b le Jo rg e , d e m u c h a s v icto rias,
d el o b ra d o r d e m ilag ro s y m á rtir d e m ártires,
25 el ilu stre D em etrio , g u a rd iá n
del h o n o r y d el n o m b re d e Basilio,
v e n c e d o r d e su s en em ig o s,
lo s a g a re n o s y lo s ism aelitas,
y lo s b á rb a ro s escitas ra b io so s c o m o p e r r o s 4.

3 Estos dos Teodoros, escindidos probablemente a partir de una sola figura,


son santos militares, general (stratélátés) el uno, soldado del rango más bajo
(tirón), el otro, justo como se refiere en el verso siguiente. De este último se sa­
be que murió en el año 3 0 3 d. C., y hasta el siglo ix no se atestigua la presencia
de un segundo Teodoro. Los Teodoros, Jorge, Demetrio y los aquí no mencio­
nados Procopio y Mercurio, son los santos de culto más difundido entre los
soldados, con los cuales, codo con codo, se les podía ver guerreando; cf. P.
Schreiner, «El soldado», en G. Cavallo (ed.), El hombre bizantino, trad, esp.,
Madrid, Alianza, 1992, págs. 120-121. Asimismo, cf. H. Delehaye, Les légendes
grecques des saints militaires, Paris, 1909. Precisamente son estos cuatro santos
los que asistirán al Akrita más adelante (cf. V I700-701).
4 Los agarenos y los ismaelitas son los árabes, quienes, para los bizantinos, descen­
derían de Ismael, el hijo que le dio a Abraham su esclava egipcia Agar (cf. Génesis
16). Por otra parte, con el apelativo arcaizante de escitas se nos estaría hablando de
«pueblos de jinetes», como los hunos, los húngaros, los ávaros o los búlgaros.
D igenís A k ritas 73

H ab ía u n E m ir, d e los n o b le s c o n m u c h o el m á s rico ^ 30


q u e p articip ab a d e sen sate z y v a lo r en e x tre m o ,
n o n e g ro c o m o los etíopes, sin o ru b icu n d o y lo zan o ;
a p en as le d esp u n ta b a, en so rtijad a, su m u y h e rm o s a b arb a.
T e n ía u n a s cejas h e rm o sa s, c o m o tren zad as,
y u n a m ira d a b rillan te, g o z o sa , h e n ch id a d e a m o ro so an h elo , 35
q u e c o m o u n a r o s a b ro ta b a e n m itad d e su r o s t r o 6.
E ra a rro g a n te c o m o u n esp ig ad o cip rés,
cu alq u iera al v erlo lo co m p a ra ría a u n a im ag en p in tad a.
Ju n to a esto p o se ía u n a fu erza im batible:
c a d a 'd ía se ejercitab a en lu ch a s c o n tra las fieras 40
p o r te n ta r su co ra je y a so m b ra r c o n su valor,
c o m o u n p ro d ig io ap arecía a c u a n to s lo co n te m p la b a n .
E je m p lo fo rm id ab le su p u so p a ra los jó v e n e s su gloria.
E n sa lz a d o p o r su riq u e z a y la m ajestad de su valor,
c o m e n z ó a re c lu ta r tu rco s y d ilem itas, 45
árab es e sco g id o s y tro g lo d itas d e infantería.
C o n ta b a tam b ién c o n u n a c o m p a ñ ía d e m il g u lam ios,
alistad os to d o s y m e re cid a m e n te a s o ld a d o s 1.

5 Éste es, en buena sustancia, el verdadero comienzo de nuestro poema. No


obstante, lo que viene a continuación no es la narración de las aventuras del
héroe que da nombre a la obra, sino que se trata de una suerte de Emirlied o
«Cantar del Emir» en el que se nos relata las aventuras del padre del Akrita.
6 Esta descripción del Emir atiende a los cánones estéticos de los héroes de las
novelas eróticas griegas: jóvenes, lozanos, de pobladas cejas y de bocas y meji­
llas rozagantes (cf. Aquiles Tacio, Leucipa y Clitofonte, I 4, 3; 1 19, 1; V 11, 5;
Heliodoro, Etiópicas, VII 10, 4). Al respecto, véase R. Beaton, The medieval
Greek romance, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, págs. 166-172.
7 Se trata de pueblos que nutrían de mercenarios a los ejércitos árabes. Los di­
lemitas procedían de Hircania, junto al Mar Caspio. Por su parte, los troglodi­
tas son un pueblo de Etiopía, mas aquí, el término parece aplicarse por exten­
sión a los soldados etíopes de infantería (cf. C. Jouanno, Digénis Akritas, le
héros des frontières. Une épopée byzantine, Bélgica, Brepols, 1998, pág. 33). Fi­
nalmente, el término «gulamio» (cf. árabe ghulam, turco oghlan) parece estar re­
lacionado con los agulans de ciertos cantares de gesta occidentales (cf. H. Gré­
goire, «L’épopée byzantine et ses rapports avec l’épopée turque et l’épopée
74 Poesía heroica bizantina

A len tan d o furia vin o a ca e r so b re la R o m a n ía 8.


O cu p a d o q u e h u b o las c o m a rc a s d el p aís d e H e r a c le s 9,
aso ló m u c h a s ciu d ad es, d e já n d o la s y erm as,
y to m ó cau tiv a u n a m u ltitu d d e g e n te sin c u e n to ,
p u e s aq u ellas tierras se h alla b a n d e sg u arn e cid a s
p o r e n c o n tra rs e su s g u a rd ia n e s e n las fro n teras,
y c o m o vio q u e p o d ía o b ra r en franq u ía,
tras c ru z a r C arsian a, a lca n z ó C a p a d o d a 10
y asaltó c o n g ra n v io len cia el p alacio d el g en eral.
L o e n to n c e s a co n te cid o , ¿q u ién vald ría a co n ta rlo ?
P u e s d io m u e rte a cu a n to s allí se e n co n tra b a n ,
ro b ó m u c h a s riq u ezas, sa q u e ó el p alacio
y se llevó cau tiv a a u n a m u c h a c h a h e rm o s a en e x tre m o ,
a la hija d el g en eral, q u e re su lta b a s e r aú n d o n cella.
Se h allab a e n to n ce s el g e n e ra l e n el d estierro
y lo s h e rm a n o s d e la m u c h a c h a e n las fro n teras.
Su m a d re , q u e h ab ía e sca p a d o a las m a n o s p ag an as,
al p u n to escrib ió a su s h ijo s to d o lo su ce d id o :
el asalto d e lo s gen tiles, el ra p to d e su n iñ a,
la s e p a ra ció n d e su m u y a m a d a hija, el cú m u lo d e d esg racias.
Y , e n tre g em id o s, al escrito añ ad ió tam b ién lo sigu ien te:
«H ijos m ío s ta n a ñ o ra d o s, ap iad ao s d e v u e stra m a d re ,
q u e tien e el alm a afligida y se q u iere m o rir.
A c o rd a o s d el cariñ o d e v u e stra p ro p ia h e rm a n a
y c o rr e d a lib ra m o s a am b as, h e rm a n a y m a d re ,

romane», Bulletin de la Classe des Lettres et des Sciences morales et politiques de


l'Académie Royale de Belgique 17 (1 9 3 1 ), 463-493, pág. 4 82, recogido en Autour
de l'épopée byzantine, Londres, Variorum Reprints, 1975); no obstante, aquí pa­
rece ser tomado como el nombre de un pueblo.
8 Nombre que los bizantinos daban a todo el ámbito de su Imperio. En conse­
cuencia, sus habitantes son rhômaîoi, esto es, «romanos».
9 Heraclea de Capadocia (actual Eregli), la cual estuvo bajo el poder de los
árabes en diversas ocasiones durante el siglo xn. Se encuentra cerca de Iconio.
10 Se trata de dos de los temas más importantes de la frontera oriental.
Digenís A kritas 75

a ella d e la esclav itu d am a rg a y a m í d e la m u erte.


D e m o s la e x iste n cia en te ra p o r n u e stro se r m á s q u erid o. 75
N o an te p o n g á is v u e stra vid a a la suya;
d e v u e stra p ro p ia h e rm a n a , h ijo s m ío s, co m p a d e ce o s:
p a rtid , p u e s, c o n p re m u ra a su re sca te ,
d e lo co n tra rio , m u e rta v eréis a u n a m a d re p o r m o r d e su hija
y recib iréis m i m a ld ició n y la m a ld ició n p a te rn a 80
si n o h a cé is e sto co n fo rm e o s h e m an d a d o » .
T ra s e s c u c h a r su s p ala b ra s s e la m e n ta ro n p ro fu n d a m e n te ,
y, a n e g a d o s c o m o e sta b a n lo s cin c o e n lágrim as,
u n o s a o tro s se u rg ie ro n a p a rtir sin d e m o ra :
« P a rta m o s —d e cía n —, p o r ella su fram o s d egüello». 85
Al p u n to m o n ta r o n a cab allo y e m p re n d ie ro n la ca rre ra
c o n u n p u ñ a d o d e so ld a d o s q u e les e sco ltab an ,
y sin p e rd e r u n in stan te, sin c o lm a r el su eñ o ,
e n p o c o s días a lca n z a ro n lo s reales d el en em ig o ,
e n la terrib le g a rg a n ta q u e lla m a n D ificil11. 90
D e s m o n ta ro n e n la d istan cia, d o n d e e n c o n tra ro n a lo s
Así, tras en viar u n ru eg o p o r escrito , [cen tin elas,
fu e ro n co n d u c id o s a n te el E m ir p o r e x p re so m a n d a to su yo.
Se h allab a, el E m ir, se n ta d o s o b re u n elevad o tro n o ,
ta c h o n a d o e n o ro , m a je stu o so , e n el e x te rio r d e la tien d a; 95
e n to m o su y o se ap o stab a u n a m u ltitu d d e h o m b re s a rm a d o s.
C u a n d o estu v ie ro n ce rca , é ste p u d o e s cu c h a r su s p alab ras,
p u e s h a b ié n d o se p o stra d o a n te él h a sta to c a r p o r tres v e ce s
[el suelo,
e n tre lágrim as, p ro c la m a ro n a n te el E m ir lo siguiente:
«¡E m ir, siervo d e D ios y p rim e ro d e Siria, 100
q u e te sea d a d o llegar a P a n o rm o y co n te m p la r su m ezq u ita,
y p u e d a s p o stra rte , E m ir, a n te la R o ca C o lg an te
y m e re z ca s a b ra z a r el tú m u lo d el P rofeta

11 Debe tratarse de las Puertas Cilicias, en el Tauro, que comunican Capadocia


con Siria.
76 Poesía heroica bizantina

y e scu ch a r, d e este m o d o , la p leg aria s a g ra d a ! 12


ios H e aq u í q ue ra p ta ste a u n a d u lce m u c h a ch a , h e rm a n a n u e stra :
v é n d e n o sla , siervo d el Altísim o,
q u e p o r ella te d a re m o s cu a n to d in ero n o s p id as.
N u e stro p a d re n o deja d e llorarla, p u e sto q u e n o tien e o tra hija,
y n u e stra m a d re se q u iere m o rir al n o p o d e r co n tem p la rla;
no m ie n tra s q u e n o s o tro s , p re so s d e u n a a ñ o ra n z a infinita p o r ella,
h e m o s ju ra d o c o n lo s m á s e s tre m e ce d o re s ju ra m e n to s
q u e h a b re m o s de se r d eg o llad o s si n o la llev am o s d e vu elta».
C u a n d o e s cu ch ó su s p alab ras, el E m ir a d m iró su co raje,
y, p o r sa b e r firm em en te si e n efecto e ra n v alien tes
115 —c o n o c ía a la p e rfe cció n la le n g u a d e lo s ro m a n o s —13,
les co n te stó g en tilm en te d icién d o les lo q u e sigue:
«¡Si d eseáis re s c a ta r a v u e stra h e rm a n a
e sco g e d d e en tre v o so tro s a q u ien ten gáis p o r m á s b rav o ,
d ejad q u e él y y o m o n te m o s a cab allo,
no y d ejad q u e lo s d o s n o s b a ta m o s en d uelo!
Si so y yo q u ien sale triu nfante, o s h a ré m is esclav o s;
p e ro si él m e v en ciera, lejos d e to d o p re te x to
lib raréis a v u e stra h e rm a n a sin q u e sufráis m e n o s ca b o ,
así c o m o a lo s o tro s cau tiv o s q u e a m i lad o se e n cu e n tra n .
125 D e n in g ú n o tro m o d o m e co n v e n ce ré is d e q u e o s rin d a a
[v u estra h e rm a n a ,
n i au n q u e m e dierais las riq u ezas d e la R o m a n ia en tera.
M a rch a d y so p e sa d q u é o s con vien e».

12 Son los tres lugares santos del Islam: La Meca, Jerusalén y Medina. Panor­
mo, sobre el Mar Rojo, evocaría La Meca, toda vez que es un lugar de paso para
llegar a su mezquita, la Kaaba. Por su parte, la mención de la Roca Colgante
hace referencia al sitio desde el que Mahoma accedió al cielo, Jerusalén. Final­
mente, la tumba del profeta se encuentra en Medina. Así pues, los hermanos le
desean al Emir que cumpla con bien su peregrinaje cuando haya de llevarlo a
cabo (cf. P. Odorico, Digenis Akritas. Poema anonimo bizantino, Florencia, Giun-
■ ti, 1995, cf. nota ad loe.).
13 Esto es, la lengua griega, no el latín.
Digenís A k ritas

Al p u n to , lo s cin co p a rtie ro n felizm ente e sp e ra n z a d o s,


y, p a ra n o p o rfiar so b re q uién lu charía,
ju z g a ro n ech a rlo a su ertes, z a n ja n d o así la disp u ta. 130
L a su e rte re ca y ó so b re el m e n o r, el p e q u e ñ o C o n s ta n tin o 14,
q u e re su lta b a se r m ellizo d e su h e rm a n a .
E n tre ta n to , el m a y o r, m e d ia n te co n se jo s, le p re p a ra b a p a ra el
[co m b ate:
«S o b re to d o , h e rm a n o —le aren g ab a—, q ue n o te a rre d re n lo s
[gritos,
q u e n o te a c o b a rd e n n i u n p o c o , n i te dejes a m e d re n ta r p o r 135
[los golp es,
y c u a n d o v e a s d e sn u d a la e sp a d a n o te d es a la fuga,
y a u n cu a n d o te o c u rra algo p e o r n o te b atas e n retirad a:
n o ten gas en m a y o r co n sid eració n tu ju v en tu d que la m ald ició n
[de tu m a d re ,
p u e s fo rtalecid o p o r su s plegarias', aca b a rá s d e rro ta n d o a tu
[ad versario,
y a q u e D ios n o v a a co n se n tir q u e n o s co n v irta m o s en e sclav o s. 140
P a rte an im o so , criatu ra, y a n tes q u e n a d a n o te am ilan es».
Y p u e sto s e n p ie en d ire cc ió n a O rien te in v o ca b a n a D ios:
«N o p erm itas, S eñ o r, q ue n o s co n v irta m o s en esclavos».
T ra s d arle u n ab razo lo e sco lta ro n d icién d ole:
«¡V en ga la p leg aria d e n u e s tro s p a d re s e n tu au xilio!» 145
Y él, a lo m o s d e u n so b erb io caballo n e g ro ,
u n a v ez que· se h u b o ceñ id o la e sp ad a, to m ó la lanza,
y co n d u jo la m a z a h a sta su ta la b a rte 15.
T ra s p ro te g e rse p o r to d o s lo s sitios c o n la señ al de la cru z,
d io esp u elas a su cab allo y salió a la llan u ra. 150
B lan dió p rim e ro la e sp ad a y c o n la lan za h izo lo p ro p io ,

14 No perdamos de vista las resonancias heroicas que el nombre debía ence­


rrar (cf. Introducción, págs. 17-18).
15 Como tendremos ocasión de comprobar más adelante, la maza es el arma
predilecta de los apelátai y del Akrita.
78 Poesía heroica bizantina

m ie n tra s ta n to , alg u n o s s a rra c e n o s así d e n o sta b a n al jo v e n :


«M irad al q u e h a n id o a e s c o g e r p a ra b atirse en d uelo
c o n tra q u ien h a o b ten id o ta m a ñ o s triu nfos en Siria».
155 P e ro u n o d e ellos, u n d ilem ita g u a rd iá n de las fro n teras,
c o n so sieg o , e x p u so al E m ir lo siguiente:
«Ya v es c u á n d iestra es su esp u ela,
la p a ra d a d e su e sp ad a y el v o lte o d e su lan za;
to d o eso d elata su d e s tre z a y s u v alo r.
160 G u árd ate, p u e s, d e ir a su e n cu e n tro sin p re ca u ció n » .
Salió e n to n ce s el E m ir a lo m o s d e su co rce l.
R esu ltab a so b erb io y p a v o ro so a la vista,
so b re su s a rm a s re v e rb e ra b a n lo s ra y o s d el sol;
e n a rb o la b a u n a lan za a z u l 16 y d o rad a.
165 Y to d o s se arrim a b a n a p re se n c ia r el c o m b a te .
E l c o rc e l ca ra co le a b a c o n d o n aire, c a u sa n d o en to d o s u n g ra n
[a so m b ro ,
p u e s a g ru p a b a su s cu a tro u ñ a s en u n m ism o p u n to ,
c o m o a tra p a d o en u n a lazad a, y allí se ten ía quieto
h a s ta q u e a rra n ca b a c o n u n tro te m a n te n id o y sutil,
170 d e m o d o q u e, an tes q u e h o llar, p a re cía q u e so b re v o la ra el
[su elo.
E l E m ir, so n rie n te c o m o estab a, c u a n d o se d io la señ al,
aguijó d e re p e n te su m o n tu ra y p artió al llano,
ch illan d o c o m o u n águila, silb an d o c o m o u n a serp ien te,
y ru g ie n d o c o m o u n leó n , c o n la in te n c ió n d e d e v o ra r al jo v e n .
175 M as h e aq u í q u e éste lo recib ió c o n ra p id e z y p re stez a,
c h o c a ro n su s lan zas y las d o s se q u e b ra ro n
sin q u e n in g u n o p u d ie ra d e s a rz o n a r al co n tra rio .
D esen v ain aro n , p u es, las e sp a d a s, la n z á ro n se tajos,
y así se e stu v iero n b atie n d o d u ra n te h o ra s y h o ra s :
180 lo s m o n te s re tu m b a b a n y lo s c e rro s p a re c ía n a lb e rg a r tru e n o s,

' 16 El color verde azulado es el color de los musulmanes; cf. CA, 63 y nota aá
loe.
Digenís A kritas 79

la sa n g re c o m a e m p a p a n d o to d a aquella tierra,
lo s cab allos se en cab ritab a n y el e sp an to h acía p re sa en to d o s.
Se h allab an p lag ad o s d e h e rid a s, p e ro n in g u n o se alzab a c o n la
P e ro cu a n d o lo s sa rra ce n o s v ie ro n lo in e sp e ra d o , [victoria,
s e a d m ira ro n d el arro jo d el jo v e n , 185
d e su em p u je in finito y su n o b le coraje,
y, to d o s a u n tiem p o , le g rita ro n a su E m ir:
« C o n cie rta u n a tregu a, ce d e e n la liza,
el ro m a n o es p o d e ro s o , p ro c u ra q u e n o te inflija q u e b ra n to » .
E n ese in sta n te , el E m ir se b atió en re tira d a ; 190
él, q u e ta n to se h ab ía ja c ta d o , caía se v e ra m e n te v e n cid o ,
p u e s e n n a d a a p ro v e ch a n in g u n a clase d e v an agloria.
E n to n c e s , a rro jó a lo lejos su e sp ad a, alzó al cielo su s m a n o s ,
cru z ó lo s d e d o s, seg ú n en ellos es c o s tu m b r e 17,
y al m u c h a c h o le dirigió las sigu ien tes p alab ras: 195
«¡T en te, b u e n jo v e n , q u e tu ya es la v icto ria.
L lé v ate a tu h e rm a n a y al re s to de lo s cau tivos!»
D isolvien d o el co rro , se re tira ro n a la tienda.
¡E ra d ign a d e v e r la alegría q u e e m b arg ab a a lo s h e rm a n o s!
A lzan d o su s m a n o s al cielo glorificab an al S eñ or, 200
d icien d o a c o ro : «¡A Ti, D ios ú n ico , c o rre s p o n d e la gloria,
p u e s q u ien e n T i cifra su e sp e ra n z a n o se v e rá d efrau d ad o !»
Y a su h e rm a n o ab razab an c o n g ra n d e co n te n to ;
u n o s le b e sa b a n las m a n o s, o tro s la cab eza.
L u e g o , to d o s al E m ir le e x te n d ie ro n ca lu ro sa m e n te este ru e g o : 205
«D evu élven os, E m ir, a n u e s tra h e rm a n a , tal y c o m o n o s
[p ro m etiste,
y co n su e la n u e s tro co ra z ó n , q u e ab ru m a d o está p o r la p en a».
A lo q u e el E m ir re sp o n d ió m en d a z m e n te :

17 En este mismo punto, la versión de El Escorial (E 53) nos dice que el Emir le
muestra un dedo doblado, gesto que indica que el combatiente se da por ven­
cido (cf. Miguel Castillo Didier, Poesía heroica griega: Epopeya de Diyenís Akri­
tas. Cantares de Armuris y de Andrónico, Santiago de CMe, Centro de Estudios
Bizantinos y Neohelénicos «Fotios Malleros», 1994, pág. 177, nota ad loe.').
80 Poesía heroica bizantina

210 «T o m ad m i sello, re co rre d los p ab ello n es,


p re g u n ta d p o r to d as p a rte s, reg istrad el c a m p a m e n to ,
y cu a n d o h ayáis re co n o c id o a v u e stra h e rm a n a , co g e d la y
E llo s re cib ie ro n el sello c o n g ra n alegría [m a rch a o s» ,
y, ajen o s al e n g añ o , e m p re n d ie ro n c o n celo su b ú sq u ed a.
D esp u és d e r e c o r re r to d o s lo s sitios sin q ue e n c o n tra ra n n a d a ,
215 re g re sa b a n y a an te el E m ir co m p le ta m e n te a p e n a d o s,
cu a n d o p o r el cam in o se to p a ro n c o n u n ca m p e sin o sa rra ce n o
q u e se dirigió a ellos p o r m e d io d e su trujim án :
«D ecid m e, jó v e n e s, ¿a q u ién b u scáis? ¿P o r q u ién o s lam en táis?»
A l o q u e, e n tre so llo zo s, ellos c o n te sta ro n :
220 «C au tiva to m asteis a u n a m u c h a c h a q u e es n u e s tra h e rm a n a ,
y c o m o n o la e n c o n tra m o s y a n o q u e re m o s seg u ir c o n vida».
C o m p u n g id o , el sa rra c e n o les refirió e sta n o ticia:
«A travesan d o p o r la q u eb rad a, h allaréis u n arro y o
en el q u e ayer p a sa m o s a cu ch illo a algu n as h e rm o s a s d o n ce lla s
225 p o rq u e n o co n v in iero n en aq uello a lo q u e las u rg íam o s».
E n to n c e s , esp o le a ro n lo s cab allo s y p a rtie ro n h a cia el re g a to .
Allí e n c o n tra ro n a m u c h a s jó v e n e s d eg o llad as, b a ñ a d a s en
a u n a s les faltab an las m a n o s, cab ezas y p ies, [san g re;
o tra s ap a re cía n co m p le ta m e n te d e sm e m b ra d a s y c o n las
[e n tra ñ a s sa ca d a s;
230 re su lta b a d el to d o im p o sib le q u e algu ien las p u d ie ra re c o n o c e r.
C u a n d o c o n te m p la ro n esta visión, e n ellos p re n d ió el
[d e sco n su e lo ,
co g ie ro n p o lv o de la tierra y se lo e ch a ro n so b re su s cab ezas.
P lan to s y la m e n to s su rg ían d e su s co ra z o n e s:
«¿P o r q u é m a n o h e m o s d e co n tris ta m o s , q u é ro s tro v a m o s a
[llorar?
235 ¿C óm o re co n o ce r m iem b ro alguno que en tregar a n u estra m ad re?
¡B ellísim a h e rm a n a ! ¿P o r q u é te h a n d eg o llad o in icu a m e n te ?
¡D u lcísim a alm a n u estra ! ¿P o r q u é te h a su ce d id o esto a ti?
¿ P o r q u é en la flor d e la vid a tra n sp u so tu lu z p riv á n d o n o sla
[a n o s o tro s ?
Digenís A kritas 81

¿Cómo fuiste despedazada miembro a miembro a manos de


[bárbaros?
¿Por qué no se entumeció la mano del despiadado asesino 240
que no se compadeció de tu tierno talle
ni tuvo clemencia de tu voz encantadora?
¡Alma en verdad noble, pues antes que el ultraje
preferiste la muerte y el degüello funesto!
¡Bellísima hermana, corazón y alma nuestros! 245
¿Cómo vamos a distinguirte del resto de los cuerpos?
¿Tendremos acaso ese pequeño consuelo?
¡Hora maldita y día insidioso;
ojalá nunca hubieras visto el sol ni para ti hubiera amanecido
[su luz!
¡Ojalá Dios te hubiera cubierto de tinieblas cuando a nuestra 250
[hermana,
sin piedad ni motivo, la descuartizaron sus asesinos!
¿Qué noticia habremos de dar a nuestra desconsolada madre?
¡Oh Sol! ¿Por qué sentiste celos de nuestra hermosa hermana?
¡Injustamente la has matado porque a ti te eclipsaba!»
Mas como no fueron capaces de hallar a su hermana, 255
cavaron una tumba común y enterraron a todas
y, al punto, entre llantos, regresaron ante el Emir,
vertiendo fervientes lágrimas, brotadas del fondo del corazón:
«¡Emir, devuélvenos a nuestra hermana o bien danos la muerte,
pues ninguno de nosotros volverá a palacio sin ella; 260
antes bien, todos seremos degollados por su causa!»18

18 Muy diferente es la reacción de los cinco hermanos en la versión E: «y don­


de el emir volvieron — con corazón dolorido./ Y sus vainas las soltaron, — saca­
ron los cinco espadas,/ y en la cara al Emir — de esta manera le hablan:/ ‘Oh
Emir, primer Emir, — y (tú) perro de la Siria,/ tú raptaste a nuestra hermana, —
no nos la vas a quitar./ Nos muestras a nuestra hermana, — o te matamos a ti’».
(cf. E 126—131; traducción de Miguel Castillo Didier, Poesía heroica griega...,
pág. 181). Nótese, por otra parte, la inconsecuencia narrativa: los hermanos le
piden al Emir que les devuelva a su hermana cuando en el verso anterior la
82 Poesía heroica bizantina

Tras escuchar sus palabras y contemplar su quebranto, el Emir


comenzó a interrogarles: «¿De quién sois y de dónde venís?
¿Cuál es vuestro linaje? ¿Qué región habitáis?»
265 «Venimos de la región anatólica y procedemos de nobles
[romanos19;
nuestro padre desciende de los Cinnamades20,
y nuestra madre es una Ducas, estirpe de Constantino21:
entre tíos y primos suman doce generales;
tales son nuestros deudos y los de nuestra hermana.
270 Nuestro padre se halla en el destierro en virtud del castigo
que le han procurado ciertos calumniadores22.
Ninguno nos encontrábamos presentes en el momento de tu
ya que estábamos de generales en las fronteras, [incursión,
que, de haber estado allí, nada de esto habría sucedido,
275 p u e s ja m á s h u b ieras asaltad o n u e stro p alacio .
Pero como no estábamos, bien te puedes jactar.
Ahora bien, ¡Altísimo Emir y primero de Siria!

daban por m u era. Estas inconsecuencias no son infrecuentes en la poesía


formular.
19 Literalmente, tema. El théma Anatolikón (donde, en su momento, estuvieron
acantonados los soldados de la zona anatólica u oriental) está considerado
como uno de los más antiguos, pues no en vano el de Capadocia formó parte
de él hasta el siglo ix. Contenía las ciudades de Amorío e Iconio y se extendía
por el corazón de la actual Turquía.
20 Más bien «Cinnamos», familia anatolia que alcanzó cierta relevancia en los
siglos xi y xn. El poeta puede haber transformado el nombre para evitar la
coincidencia con el de un enemigo de Digenís.
21 La de los Ducas es una poderosa familia bizantina que llegaría a conformar su
propia dinastía imperial entre los años 1059 y 1081; cf. D. I. Polemis, The Dukai:
A contribution to Byzantine Prosopography, Londres, 1968. Por' su parte, Constan­
tino Ducas fue el famoso hijo del no menos legendario Andrónico Ducas, quizá
los personajes glorificados en el Cantar del hijo de Andrónico (cf. Introducción,
págs. 17-18).
22 Prefiérase timórían («castigo») a tina morían («cierta locura»). La versión de
El Escorial es más explícita y habla de un acto de insurrección (cf. E 140). Res­
pecto a los calumniadores o sicofantas, el Poema de Belisario da buena muestra
de su forma de proceder.
Digenís A kritas 83

¡Que dado te sea acudir a postrarte en Bagdad! Dinos quién


[eres tú.
Y sabe que si nuestros parientes regresan de campaña
y se traen a n u e s tro p a d re d e v u elta d el d estierro , 280
te h a b re m o s d e b u sc a r d o n d e q u iera q u e estés,
p u e s n o v a m o s a p erm itir q u e q u ed e im p u n e tal d esafu ero».
A lo que el Emir contestó: «Yo, bravos jóvenes,
hijo soy de Crisoberges, Pantia es mi madre,
mi abuelo era Ambrón y tío mío era Caroes 23. 285
Mi padre murió cuando yo aún era niño
y fui encomendado por mi madre a mis parientes árabes,
los cuales me educaron en el amor a Mahoma.
Viendo que la fortuna me sonreía en todas las batallas,
dueño me hicieron de Siria entera 290
y me entregaron tres mil lanceros escogidos.
Sometí toda Siria y me apoderé de Kufah24,
y —blasonaré un poco ante vosotros sin faltar a la verdad-
inmediatamente después arrasé Heraclea,
y, tras conquistar desde Amorío hasta Iconio, 295
sometí a multitud de bandidos y todo tipo de fieras.
Ni generales ni ejércitos pudieron resistir mi embate,

23 Se quiere ver en los nombres de Crisoberges, Ambrón y Caroes todo un


fondo histórico relacionado con los herejes paulicianos; a saber: a principios
del siglo IX un buen número de ellos buscaron refugio junto a Ornar (¿Am­
brón?), el emir de Melitene. Recrudecida la persecución de los herejes, Carbeas
(¿Caroes?) acaba pasando a tierras árabes y funda Tefriqué, base de operacio­
nes de un pequeño estado pauliciano. En el año 8 6 3 Crisoqueir (¿Crisober­
ges?), sobrino y yerno de Carbeas, le sucede a la cabeza de los paulicianos. Es­
tos personajes históricos podrían haber sido emparentados y convertidos en
árabes por el autor de nuestro poema (téngase en cuenta que los musulmanes
eran considerados herejes, no practicantes de una religión distinta); cf. E. Jef­
freys, Digenis Akritis..., págs. XXXTV-XXXV, y Jouanno, Digenís Akritas..., págs.
39-42; desde ambas obras se nos remite a P. Lemerle, «L’histoire des Pauliciens
d’après les sources grecques», en Travaux et Mémoires 5 (1 973), 1-144.
24 En la zona meridional de Mesopotamia.
84 Poesía heroica bizan tin a

mas he aquí que una mujer me venció, la más hermosa con


Su belleza me abrasa, sus lágrimas me consumen, [mucho.
300 sus suspiros me inflaman, y no sé qué hacer.
Por ella os he puesto a prueba, para conoceros certeramente,
pues no cesa jamás de llorar por vosotros.
Por completo me confieso y os hablo con total sinceridad:
si no os supone baldón tenerme por cuñado,
305 por el amor de la encantadora beldad de vuestra hermana,
me haré cristiano y marcharé a la Romania.
Y sabed con certeza, ¡por el gran Profeta!,
que jamás me dio beso alguno, ni llegamos a trabar
[conversación.
Vamos, pues, a mi tienda y ved allí a la que buscáis».
310 Aquéllos, así como lo oyeron, impelidos por el gozo,
descorrieron el cortinaje del pabellón y pasaron a su interior.
Encontraron un lecho guarnecido de oro, pero la niña yacía en
[el suelo.
Así tendida, por Cristo, refulgía como los rayos del sol,
mas tenía los ojos arrasados en lágrimas.
315 Nada más verla, los hermanos la alzaron con tiento,
y, llenos de estupor, la besaban todos y cada uno,
pues cuando, perdida la esperanza, sobreviene un gozo
[imprevisto,
los que lo obtienen de forma tan inesperada se alegran
[muchísimo.
Y a la zozobra, los lloros y los quebrantos que habían
[e x p e rim e n ta d o
320 se les u n ió la e x tra o rd in a ria alegría q u e se n tía n en ese
[momento.
De modo que mientras la abrazaban llenos de felicidad,
vertían lágrimas y proferían gemidos:
«¡Estás viva —decían—, hermana, estás viva, corazón y alma
[nuestros!
Digenís A kritas 85

Nosotros te creíamos muerta, cortada en pedazos por una


[esp ad a,
p e ro tu b eld ad te h a m an ten id o c o n vida, queridísim a h e rm a n a , 325
p u es la b elleza in clu so a los b an d id o s atem p era el ánim o
y lo s en e m ig o s se m u e stra n cle m e n te s a n te la ju v e n tu d y la
[hermosura».
Y acto seguido, al Emir le prometieron bajo juramento
que le tomarían como cuñado si marchaba con ellos a la
[Romania.
Entonces sonaron las trompetas y al punto emprendieron el 330
[regreso,
y to d o s m an ifestab an su a s o m b ro d icié n d o se u n o s a o tro s:
«¡Qué prodigio este que acabamos de contemplar, la fuerza
[de los rom anos25,
q u e lib eran cau tiv o s y d eb elan m esn ad as,
que hacen renegar de la fe y no temen a la muerte!»
Así, gran resonancia alcanzó en el mundo entero 335
que una noble muchacha, por su tierna hermosura,
llegó a derrotar a los gloriosos ejércitos de Siria.

25 Frente a la lectura que ofrece G, dÿnamis ton Rhômaiân («la fuerza de los
romanos»), tenemos aquella de la que queremos dejar constancia y que reza
así: dÿnamin ton erótdn («la fuerza de las pasiones»). Es la que presentan TI 26
y A 564 o en última instancia la versión Z527, según el texto establecido por E.
Trapp sobre la base de A y T (cf. E. Trapp, Digenes Akrites, synoptische Ausgabe
der dltesten Versionen, Viena, Bóhlaus, 1971).
CANTO II
O DEL NACIMIENTO DEL AKRITA

Después que juraron tomarle como cuñado,


reunió enseguida el Emir a sus hombres de confianza
y, por mor de su amada, tomó a la Romania.
Conforme pasaba por tierras romanas,
iba liberando a todos cuantos había tomado como cautivos,
y a cada uno le daba los víveres necesarios para el camino.
Los hermanos de la muchacha refirieron por escrito todo a su
[madre:
el encuentro con la hermana, el enamoramiento del Emir,
y cómo éste había renegado de su fe, su familia y su patria;
a lo que añadían: «Queridísima madre, destierra tu pesar,
que por cuñado tendremos a un hombre gallardo y lozano.
Tú ten preparado todo lo necesario para el casamiento».
Tras oír esto, daba gracias a Dios,
diciendo: «Gloria, Cristo mío, a tu bondad;
gloria a tu poder, esperanza de quienes desesperan,
pues logras cuanto te propones y nada te es irriposible;
a este enemigo, manso lo has vuelto,
y a mi niña, de la muerte la has librado.
¡Ay, hija querida, luz de mis ojos!
¿Cuándo te voy a ver viva, cuándo voy a escuchar tu voz?
Ve, pues, que lo necesario para tu boda estoy aprestando.
¿Acaso hará el novio justicia a tu belleza?
Digenís A kritas 87

¿Habrá de tener el temple de los nobles romanos?


Temo, mi hermosa criatura, que despiadado resulte,
c o lérico cu a l p a g a n o , y e n to n c e s m á s m e vald ría n o seg u ir 25
[viva».
Esto era lo que gozosamente cantaba la esposa del general.
Por su parte, el Emir, y, con él, los hermanos de la muchacha,
emprendían alegres el fatigoso camino,
y cuando ya estaban cerca de su palacio,
u n a g ra n co m itiv a d e fam iliares les salió al e n cu e n tro , 30
y lu eg o salió la e sp o sa d el g e n e ra l c o n g ra n m ajestad .
Mas el gozo infinito que entonces aconteció,
¿quién lo podría expresar cabalmente, o imaginarlo siquiera?
Pues los hijos abrazaban amorosamente a la madre
y la m a d re se g o z a b a sin ce ra m e n te p o r su s hijos; 35
y cu a n d o vio q u e su y e rn o era re a lm e n te ap u esto ,
con todo su corazón dio gracias al cielo,
diciendo: «Señor Cristo, quien en Ti espera
ja m á s se v e rá d efrau d ad o e n su s an helos».
En cuanto arribaron a palacio, celebraron el casamiento, 40
y administraron a su cuñado el sagrado bautismo,
con lo que la común alegría se hizo aún más grande.
Se alegraba el Emir de haber obtenido a su amada,
pues no hay gozo más grande que la pasión amorosa,
q u e c u a n to m á s se ab rasa el a m a n te p o r su fracaso , 45
tanto más se deleita al lograr a su amor.
Y he aquí que, tras de su unión, concibió la muchacha
y vino a alumbrar a Basilio Digenís Akritas1.
De este modo, el amor del Emir aumentó más si cabe.
Pero la madre de éste le envió un escrito de Siria, 50
cargado de lamentos, de denuesto y reproche:
«Queridísimo hijo, ¿cómo has podido olvidar a tu madre? 53

1 Literalmente, Basilio, el de Doble Estirpe, el Guardián de la Frontera.


88 Poesía heroica bizantina

52 Me has cegado los ojos y apagado mi luz2;


¿por qué has renegado de tu familia, de tu fe y de tu patria,
55 y te has convertido en el oprobio de Siria entera?
Abominables ya somos a los ojos de cualquier persona,
cual renegados de nuestra fe y de la ley transgresores,
por no haber observado rectamente las palabras del Profeta.
¿Qué te ha ocurrido, hijo mío? ¿Por qué pusiste en el olvido
[todo esto?
60 ¿Cómo es que ya no recuerdas las hazañas de tu padre?
¿Cuántos romanos pasó a cuchillo? ¿A cuántos esclavizó?
¿Acaso no llenó las cárceles de generales y gobernadores?3
¿Es que no arrasó una gran cantidad de comarcas de la
[Romania
llevándose cautivas a un sinnúmero de nobles y hermosas
[doncellas?
65 ¿Acaso, al igual que tú, no se vio en la encrucijada de la
Cuando las huestes romanas lo sitiaron, [traición?
sus generales le prometieron con juramentos estremecedores
que sería honrado por el Emperador a título de patricio
y se convertiría en primer caballero, si rendía su espada4.
70 Mas él, por observar los mandatos del Profeta,
desdeñó la gloria y no reparó en las riquezas:

2 Trapp cambia el orden de los versos apoyándose en Z596-8.


3 «Gobernadores» o bien «toparcas». Término con el' que se designa a una
suerte de magistrados locales bizantinos que gozaron de cierta independencia
respecto al imperio entre los siglos x y xin.
4 Si bien en el siglo x el título de patricio no se encontraba, a diferencia de cuatro
siglos antes, en la cúspide de la jerarquía bizantina, aún gozaba de un gran presti­
gio. En cuanto al «primer caballero», protôstrâtôr, diremos que, en un primer mo­
mento, era el oficial encargado de acompañar al emperador cuando salía a caballo;
tal dignidad alcanzó una grandísima reputación, toda vez que la llegaron a ostentar
personajes que, como Basilio I, acabarían siendo emperadores; cf. C. Jouanno, Di-
génis Akritas..., pág. 44.
Digenís A k ritas 89

m ie m b ro a m ie m b ro lo d e scu a rtiz a ro n y le a rre b a ta ro n su


[e s p a d a 3.
E n cam b io tú, libre d e ap rem io , to d o a u n tiem p o lo h as
[d esp reciad o :
tu fe y tu fam ilia, e in clu so a m í, q u e so y tu m ad re.
M i h e rm a n o y tío tuyo, M u rses C aro es, 75
co n d u jo su s tro p a s p o r la c o s ta h a sta E s m im a ,
y asoló A n cira y la ciu d ad d e A bido,
A friqué, T a ra n ta y las Seis A ldeas,
y, e n se ñ o re a d o d e to d as, to m ó a Siria.
P e ro tú, el m á s d e sd ich a d o , o rg an izaste u n a e x p e d ició n , 80
y cu a n d o p o d ría s h a b e r sid o a cla m a d o p o r Siria en tera,
re n u n cias a to d o p o r el a m o r d e u n a c o m e d o ra d e cerd o ;
y a h o ra h a s p a sa d o a ser m a ld e cid o en ca d a m ezq u ita.
M as, si p ro n to n o te re tra c ta s y vuelves a Siria,
lo s em ires tien en resu elto c o rta rm e la c a b e z a 6, 85
d eg o llar a tu s h ijos p o r te n e r co m o p a d re a u n traid o r
y e n tre g a r a o tro s h o m b re s a tu s e n ca n ta d o ra s m u jeres,
q u e tam b ién su sp iran p o r ti. y y a n o re siste n la espera.
¡D u lcísim o hijo m ío , ten p ie d a d d e tu m a d re ,
n o c o n d u z c a s m i vejez a la m u e rte en vu elta en tristeza, 90
y n o p erm itas q u e tus hijos in ju stam en te su fran degüello,
n i ig n o res las lág rim as d e tus d u lces co m p a ñ e ra s,
y q ue el A ltísim o n o v en g a a a rra n ca rte del m u n d o !
H e ah í q ue. te envío, c o m o ves, e x ce le n te s m o n tu ra s,

5 El padre del Emir es Crisoberges. Aquí se le atribuye una muerte pareja a la


que recibió Omar (¿nuestro Ambrón, el abuelo del Emir?). Estamos, por tanto,
en un pasaje sobre el que se vuelve a cernir la sombra de los paulicianos, má­
xime si tenemos en cuenta que las ciudades que a continuación se citan, Ancira
(actual Ankara), Afriqué (que no es sino Tefriqué, la actual Divrigi) y Taranta,
son emplazamientos fuertemente asociados a estos rebeldes (cf. nota a 1 284-
285).
6 Nuestra traducción da cuenta de la expresión eme ri apotamésoun, aunque,
quizá, lo que los emires han resuelto sea ahogarla (emè nà potamésoun); cf. J.
Mavrogordato, Digenes Akrítes..., pág. 28.
90 Poesía heroica bizantina

95 cab alg a tú a la b aya, y q u e a u n co sta d o ca m in e la n eg ra,


q u e o s siga la to rd a y asi n ad ie te d a rá alcan ce.
T rá e te tam b ién a la ro m a n a , si p o r su ca u s a e stás triste.
P e ro s i m e d e so b e d e ce s... ¡Q u e seas m ald ito !»
D e este m o d o , co n fiad a la ca rta a u n a p a rtid a d e árab es
100 c o n g ra n p re ste z a lleg a ro n a la R o m an ia. [e sco g id o s,
H ab ía u n c a s e ró n a p a rta d o , e n cierto p a ra je lla m a d o R o ca
allí se a s e n ta ro n p o r n o h a c e rs e ver. [C avad a;
S ólo al E m ir se m a n ife sta ro n a trav és d e u n co rre o :
«E sta n o c h e h ay claro d e lu n a; p o n g á m o n o s e n ca m in o si así lo
[d isp o n es».
ios E n c u a n to el E m ir leyó la ca rta d e su p ro g e n ito ra ,
se co n m o v ió p ro fu n d a m e n te , cu al u n hijo p o r s u m a d re ,
y sin tió co m p a sió n p o r su s p ro p io s re to ñ o s y p o r las m a d re s
[d e ésto s;
los ce lo s lo co n su m ía n d e só lo p e n s a r q u e a b ra z a ra n a o tro s
—p u e s n u n c a u n a m o r a n te rio r s e v e d e ste rra d o ,
no p o r m á s q u e el q u e sen tía p o r la m u c h a c h a h u b ie ra eclip sad o a
[aq u el o tro ,
to d a v e z q u e el d o lo r m á s in te n so a p a g a al m á s débil—
D e m o d o q u e así se q u e d ó , su m id o en la d u d a d e c ó m o actu ar.
A cto seg u id o , e n tró e n la a lco b a y le dijo a su am ad a:
«Q u iero co n fiarte u n se cre to ,
115 m a s te m o , m i d u lce criatu ra, q u e n o te v ay a a ag rad ar:
h e aq u í q u e h a llegad o el m o m e n to d e sa b e r c o n certe z a
si el a m o r q u e sien tes p o r m í es el m á s p u ro ».
Y , al o ír esto , a ella se le d e sg a rró el co ra z ó n ,
y gim ien do h o n d a m e n te , le re sp o n d ió c o n estas razo n es:
120 «D u lcísim o e sp o so , m i d u e ñ o y p ro te c to r,
ja m á s te h e escu ch a d o p alab ra alg u n a q u e n o fu era d e m i agrad o:
¿q u é av atar m e h a b ría d e a p a rta r d e tu a m o r?
A u n si fu era p re ciso q u e y o m u rie ra , n o re n u n cia ría a ti,
p u e s la ad v ersid ad p o n e a p ru e b a lo s sen tim ien to s».
125 «N ad a d e m u e rte , q u erid ísim a m ía —re p u so el E m ir—,
Digenís A kritas 91

y ojalá n o su ce d a , m i alm a, lo q u e p re su m e s y p ien sas.


H e recib id o u n a ca rta d e m i m a d re , p ro ce d e n te d e Siria:
p o r m i cu lp a c o rr e p eligro y d eseo acu d ir e n su b u sca.
Si tú, alm a q u erid a, a cce d e s a a c o m p a ñ a rm e ,
p u e s n o q u iero a p a rta rm e d e ti n i u n solo in sta n te , 130
e s ta re m o s d e v u e lta c o n la m a y o r rap id ez».
«C o n su m o p lacer, m i tierno e sp o so 7 -c o n te s t ó la m u c h a c h a -
n o te aflijas p o r eso , q u e iré d o n d e quiera m e ord en es».
M as h e aq u í q u e D ios, o b ra n d o u n p ro d ig io in au d ito ,
sa c ó a la lu z el a cu e rd o s e c re to p o r m e d io d el su e ñ o 135
q u e vin o a te n e r el h e rm a n o p e q u e ñ o d e la m u ch a ch a .
É s te , tras d e sp e rta rse , re u n ió a su s h e rm a n o s
y le s c o n tó el su e ñ o q u e h a b ía ten id o d u ra n te la n o c h e :
« S en tad o m e h allab a —d ecía— e n lo alto d el p alacio ,
cu a n d o o b se rv é u n a b a n d a d a d e aves ra p a c e s p o r cim a la R o ca m o

y u n h a lc ó n a la caza, sa ñ u d o , d e u n a p a lo m a , [C avada,
d e su e rte q u e cu a n d o , e n su p o s, estab a a p u n to d e ca p tu ra rla ,
las d o s aves e n tra ro n en lo s a p o se n to s
e n los q u e n u e stro cu ñ a d o con vive c o n n u e stra h e rm a n a .
Al in sta n te salté d e m i lech o y co rrí a atrap arla; 145
m i alm a se h allab a agitad a y e n ese m o m e n to m e d esp erté».
E n to n c e s , el h e rm a n ó m a y o r in te rp re tó la visión:
«L as aves d e p re sa , seg ú n se dice, so n saltead o res,
y el h a lc ó n q u e viste, m u c h o m e tem o q u e se a n u e s tro cu ñ a d o ,
q u e a la p a lo m a , n u e stra h e rm a n a , v a y a a h a c e r algú n daño. 150
A cu d am o s, n o o b stan te, al lu g ar q ue co n tem p laste en tu s su eñ o s,
allí d o n d e v iste q u e v o la b a n las aves ra p a ce s» .
Al p u n to to m a ro n las rie n d a s y p a rtie ro n h a cia la R o ca.
Allí e n c o n tra ro n al g ru p o d e árab es c o n su s m o n tu ra s;

7 Con «mi tierno esposo» tratamos de traducir el apelativo kÿrka, término de


oscuro significado aunque de claro carácter afectivo. Se ha venido poniendo en
relación con el moderno fjoúrfeos 0<pavo»), con el homérico kírkos («gavilán»),
o con kÿr («señor»), del cual sería una forma hipocorística. El término volverá a
aparecer en I I 132, IV 4 3 9 y V I 105 y Z 3736).
92 Poesía heroica bizan tin a

155 al verlo s, se so b resalta ro n , a s o m b ra d o s p o r la visión.


«Sed b ien v en id o s —d ijeron — c o m p a ñ e ro s de n u e s tro c u ñ a d o ,
¿ c ó m o es q u e h ab éis a ca m p a d o tan lejos d e n u e s tro p alacio ?»
M as ellos, in ca p a ce s d e o b jetar n a d a , a c a b a ro n p o r co n fesar,
re v e la n d o to d o fielm en te, sin o m itir n i u n so lo d etalle
160 —p u e s el te m o r re p e n tin o a rra n c a v erd ad es,
m ie n tra s q u e lo q u e se in tu y e p e rm ite e sb o z a r la s d iscu lp as—.
In m ed iatam en te d esp u és d e p ren d erlo s, fu ero n a p o r su cu ñ ad o ,
y lo lle n a ro n d e injurias, co n v e n cid o s d e q ue tra m a b a algo
so b re to d o el m e n o r, q u e era el m á s im p u lsivo: [infam e,
165 «¡É sta s e ra n tu s in ten cio n e s —d e cía —, n o m e lo n ieg u es,
p e ro sab e u n a c o sa , sa rra ce n o : n o v o lv e rá s a v e r Siria;
y ya q u e h a s d em o stra d o se r u n m a lh e ch o r y u n en em igo,
d ev u élv en o s a n u e stra h e rm a n a y re n u n c ia a tu hijo,
y, co g ien d o lo q u e traías, m á rch a te d e d o n d e h a s v en id o a p arar!»
170 E l E m ir, e s cu ch a n d o e stas a cu sa cio n e s y v ie n d o las p ru e b a s,
g u a rd a b a ab so lu to silen cio, in ca p a z d e d a r rép lica,
h allán d ose co m o estaba, cubierto d e desdoro, de m ied o y zozob ra;
d esh o n rad o an te aquella d en u n cia, tem ero so d e su co n d ició n de
[e x tra n je ro 8
y tu rb ad o a n te la id ea d e te n e r q u e se p a ra rse d e su am ad a.
175 Así, sin sab er y a q u é h a ce r, se llegó a la m u c h a ch a ,
p u e s ella e ra la ú n ica en q u ien e sp e ra b a e n c o n tra r co n su e lo ,
ig n o ran te de lo q u e D ios había revelad o p o r m ed io d e u n su eñ o .
«¿P o r q u é m e h a s h e c h o esto ? —e x cla m a b a e n tre lá g rim a s—.
¿ E n esto co n siste tu a m o r? ¿E s e sto lo q u e m e p ro m e tiste ?
180 ¿A caso n o te co n fié to d a s m is in te n cio n e s?
¿Y n o co n v in iste g u sto s a m e n te en a co m p a ñ a rm e ?
¿E s q u e e n to n ce s te h e o b lig ad o , a ca so te h e fo rz a d o ?
M ás b ien era s tú q u ien m e o b ligab as a llev arte co n m ig o

8 A pesar de estar totalmente integrado, el Emir, como extranjero, estaba so­


cialmente un punto por detrás del resto de la gente de su entorno, y estaba
obligado a una cierta sumisión.
Digenis A kritas 93

p a ra q u e d isfru táram o s de u n viaje y re to m á ra m o s luego.


M as h e ah í q u e, sin te m o r d e D ios en tus ojos, 185
c o n m in a s a tu s h e rm a n o s a q u e m e d e n m u erte.
¿N o re c u e rd a s c ó m o te h e tra ta d o d e sd e el p rin cip io ?
T e to m é cau tiva, p e ro c o m o m i se ñ o ra te h o n ré ;
q uise h a ce rte m i esclava y, en cam b io, tú m e h a s h e ch o tu siervo.
P o r ti h e re n u n c ia d o a m is p a d re s y a m i fe, 190
y p o r tu a m o r h e v en id o a la R o m an ia.
E n cam b io , tú , m u c h a c h a , in v o ca s m i m u e rte e n re sp u e sta .
G u á rd ate, h e rm o s a n iñ a, d e tra icio n a r los v o to s q u e m e d ia n
[en tre n o s o tro s ;
n o re n ie g u e s d el a m o r q u e fruto d el d eseo n o s p ro fe sa m o s.
M as si c o n a p re m io s tu s h e rm a n o s m e ob ligan , 195
sin d u d a d e sn u d a ré m i e sp a d a y m e d eg o llaré a m í m ism o ,
c o n lo q u e D io s h a b rá d e ju z g a r en tre am b o s;
y to d a s las jó v e n e s d e la n o b le z a té co lm a rá n d e d e n u esto s
p o r n o h a b e r sab id o g u a rd a r el se cre to d e tu m a rid o
y p o r h a b e rlo e n treg ad o a la m u e rte c o m o D alila a S a n s ó n » 9. 200
E so es lo q u e c o n g ran d e sco n s u e lo le dijo el E m ir a la n iñ a,
e n la so sp e c h a d e q u e ella h a b ía rev elad o su p lan,
p u e s el a m o r u ltrajad o d a p ie a e sto s re p ro c h e s .
M as la m u c h a c h a , co n fo rm e lo o yó, n o a ce rtó a h ablar,
era in ca p a z d e p ro ferir n i u n a so la palab ra, 205
y ab atid a se tu vo d u ra n te h o ra s y h o ra s
—p u e s el q u e es cu lp ab le en se g u id a tiene a p re sta d a u n a e x c u s a ,
p e ro el q u e n o lo es g u a rd a silen cio al n o sa b e r qué d ecir—.
V o lv ien d o e n to n c e s en sí p o c o a p o co ,
e x c la m ó e n tre lágrim as: «¿P o r q u é m e in su ltas e n v an o ? 210

9 La causa de la perdición de Sansón fue, como se sabe, las confidencias que le hizo
a Dalila (Jueces 16,15-21). No obstante, Sansón ya había estado casado con una ex­
tranjera que declararía a los suyos la solución de un enigma que éste les había plan­
teado (Jueces 14,12-20). No es la última vez en la que van a aparecer este u otros
episodios de la Biblia (cf. IV 24-5 y V II63-70); no en vano, el imaginario bizantino
se nutría de estas escenas tanto o más que de las de la mitología griega.
94 Poesía heroica bizantina

¿ P o r q u é, e sp o so m ío , acu sas a q u ien ta n to te am a?


N o está d e m í, ja m á s lo estaría, re v elar tu s design ios;
y si y o h e o b ra d o tal co sa , q u e m e trag u e viva la tierra,
y, p a ra cu a n to s h a y en el m u n d o , q u e sea yo el p arad ig m a
215 d e la m u jer q u e dio a c o n o c e r las co n fid en cias d e su m arid o ».
M as al v e r q u e el llan to d el E m ir a u m e n ta b a
y q u e se e n c o n tra b a a p u n to d e e n lo q u e ce r p o r la aflicción
—p u e s el e x c e s o d e an g u stia e n g e n d ra lo cu ra ,
y d e ah í q u e m u c h o s d e n e n a c o m e te r tro p elías—,
220 tem ió q u e se q u itara la v id a c o n su cu ch illo.
A sí p u e s, a rra n c á n d o s e los cab ello s, se dirigió a su s h e rm a n o s:
«¡D u lcísim o s h e rm a n o s ! ¿ P o r q u é ap rem iáis sin m o tiv o
a q u ien d e n a d a es cu lp ab le? ¡Ahí veis c ó m o m u e re !
¡Ahí veis c ó m o se v a a su icid ar p re s a d el d esvarío!
225 ¡P or Dios, h erm an o s m íos, n o agraviem os m á s a n u estro huésp ed ;
él, q u e p o r m i cu lp a h a re n e g a d o d e su fe y su fam ilia,
q u e ja m á s h a co n sp ira d o c o n tra v o so tro s !
A h o ra, te m e ro so d e la m a ld ició n d e su m a d re ,
a p u n to está d e p a rtir h a cia Siria p a ra re e n c o n tra rs e c o n ella.
230 M e con fió su d eseo y m e m o s tró tam b ién u n a ca rta .
¿Acaso vo so tro s, p o r m iedo a las im p recacio n es d e n u estra m ad re,
n o o s atrev isteis a m a rc h a r en so litario c o n tra m iles d e h o m b re s
y a tra b a r co m b a te en u n desfiladero p o r m i cau sa,
n o p o r te m o r a la m u e rte , sin o a la m a ld ició n m a te rn a ?
235 P u e s él tam b ién te m e eso , y su d e se o es m a rch a r» .
T ales fu ero n las ra z o n e s q u e la m u c h a c h a les refirió a su s
[h e rm a n o s,
al tiem p o q u e vertía cálid as lág rim as y se m e sa b a el cab ello;
y ellos, q u e n o so p o rta b a n v e r llo ra r a su h e rm a n a ,
m ie n tra s la co lm a b a n d e a b ra z o s c la m a ro n to d o s a u n tiem p o :
240 «¡Y a q u e eres el alm a y la alegría d e to d o s n o s o tro s ,
y c o m o es tu v o lu n ta d a co m p a ñ a r a n u e stro c u ñ a d o ,
q u e p o n g a a D ios p o r testigo d e su p ro n to re g re so ,
q u e n o s o tro s ro g a re m o s p o r q u e ten g a u n g ra to viaje!»
Digenís A kritas 95

Y al punto todos se encaminaron hacia el cuñado


y le pidieron disculpas por los denuestos vertidos anteriormente: 245
«No nos tomes en cuenta, cuñado, nuestras vanas ofensas;
la culpa no es nuestra, sino de tu decisión
de mantenemos al margen de cuanto planeabas hacer».
Y él, fundiéndose con ellos en un abrazo, les concedió su
[p e rd ó n ;
y, de pie, mirando hacia Oriente y con los brazos alzados al cielo, 250
proclamó: «¡Oh Cristo, Hijo y Verbo de Dios!
Tú que me has conducido a la luz de la revelación
y me has redimido de las tinieblas y del vano extravío,
Tú que conoces los arcanos y las razones del corazón,
¡si alg u n a v e z p u sie ra en el o lvid o a m í q u erid ísim a e s p o sa 255
o a esa tierna flor que es mi amado retoño
y no volviera con presteza de con mi madre,
que me convierta en pasto de las fieras y las aves del monte
y que no se me vuelva a contar entre las filas de los cristianos!»
Desde ese momento comenzó a preparar el viaje. 260
Cuando a los quince días tuvo todo dispuesto,
todos supieron de su partida,
y se congregó una gran multitud de familiares y amigos.
El amor que ambos se profesaban era digno de ver,
pues el Emir, tomando de la mano a la muchacha, 265
a solas entró con ella en sus aposentos
y las lágrimas les brotaron como lluvia del corazón.
Sus suspiros se alzaban en un eco alternante:
«Dame tu palabra, mi dueña, y dame tu anillo,
déjame que lo lleve, gentil esposa, hasta que me halle de vuelta»10. 270
La muchacha, entre lloros, le respondía al Emir:
«Mira, mi áureo señor, no vayas a romper nuestros votos,
que Dios te hará rendir cuentas si abrazas a otra,

10 Nueva inconsecuencia narrativa: unos versos más arriba los dos habían
acordado marchar juntos a Siria.
96 Poesía heroica bizantina

pues Dios es un juez justo que paga ecuánimemente».


275 «Si o b ro d e esa m an e ra , am ad a m ía —rep u so el E m i r -
si traicio n o el a m o r q u e fruto d el d e se o n o s p ro fe sa m o s,
o aflijo el c o ra z ó n d e la m e jo r y m á s n o b le e sp o sa ,
q u e ab ierta la tierra m e atra p e y m e trag u e el in fiern o n ,
y n o v u elv a m á s a g o z a rm e en tu piel p e rfu m a d a d e alm izcle».
280 E n la z a d o s d u lcem en te , se b e sa b a n c o n u n a m o r in saciab le
y ap lazab an m o ro s a m e n te el m o m e n to d e la d esp ed id a.
A n eg ad o s, c o m o se h allab an , e n u n to rre n te d e lág rim as,
a p e n a s si e n c o n tra b a n fu erzas p a ra sep ararse,
y n o m o s tra b a n re c a to algu n o a n te la m u ltitu d q u e allí se re u n ía
285 —q u e la n atu ra le z a d el a m o r es p ro ca z ,
cu a n to s h a n ap ren d id o a am ar, eso b ien lo sab en —
D esp u és, to m a n d o a su hijo en su s b ra z o s,
e n tre lágrim as se dirigió a los p re se n te s c o n e stas p alab ras:
«¿C o n sen tirá D ios en h a c e rm e d ign o d e verte,
290 m i n iñ o d u lcísim o , a cab allo d e la n te d e m í?
¿A caso p o d ré a d iestra rte en la lan za, hijo d e d o b le linaje,
d e m o d o q u e se gloríen d e ti to d o s tu s d eu d o s?»
Y to d o s lo s q u e co n te m p la b a n al E m ir ro m p ie ro n a llo rar.
E n e se m o m e n to , a lo m o s de ra u d o s cab allo s y p o r d e m á s
295 su s h o m b re s a b a n d o n a ro n el p alacio . [so b erb io s,
F in a lm e n te p a rtió el E m ir, so b re u n c o rc e l cab allero .
G ran d e era la m u ltitu d d e fam iliares y am igos,
lo s cu a le s lo e s co lta ro n p o r esp acio d e tres m illa s 12. ·
E n to n c e s , tras re p a rtir a b ra z o s e n tre to d o s, les h iz o vo lv erse,
300 y él e m p re n d ió el cam in o ju n to a su s co m p a ñ e ro s .

11 Literalmente, el Hades, que, en la literatura bizantina, equivale tanto al infierno


cristiano, como a la propia personificación de la Muerte, aunque con una ligera
tendencia a entenderlo más bien en sentido local. En el siglo xn, el viejo barquero
Caronte se ha convertido en una personificación más concreta de la Muerte.
12 Estas tres millas, cuasi proverbiales a lo largo del poema (cf. IV 800, V 100),
. parecen haber servido de linea de demarcación donde colocar los últimos
puestos militares de una población.
CANTO III

O EL REGRESO DE SIRIA JUNTO A SU MADRE

He aquí que todo enamorado es esclavo del amor;


pues juez es este que da tormento a los corazones
de quienes no recorren con cautela sus caminos;
lanza certero sus dardos, atraviesa los corazones
y en tomo se cierne para inflamar con su fuego la razón.
Quienquiera que para sí lo consigue, ya zafarse no puede,
por grande que sea su fama o aunque sea el más rico,
pues de un solo salto lo atrapa rápidamente..
En tal circunstancia se hallaba nuestro maravilloso Emir,
que había despreciado la gloria y un inmenso poder,
y había olvidado a su gente, a sus padres y su patria;
incluso había renegado de su fe por el amor de una muchacha,
hermosa en verdad y muy noble sin duda.
Así, quien otrora fuera enemigo, esclavo se veía de la pasión,
habitando en la Romania a causa de su enamorada.
Hasta que recibió una carta de Siria de parte de su madre
y resolvió volver, temeroso como estaba de sus maldiciones
—pues del todo es razonable no mover a ira a los padres—
Llegados a un acuerdo y mediando entre ellos un juramento,
le acompañaron todos en su partida con gran alegría,
y él, por consolar a la niña, dio comienzo a una canción:
«¡Compañeros, sed valerosos; corceles, no desmayéis,
galopad veloces de día y permaneced la noche en vela;
98 Poesía heroica bizan tin a

las lluvias, las nieves y las heladas, en nada tengáis,


para que no me demore ni un solo instante en la hora fijada
no sea que se me reprenda a la vuelta y ya de nada me sirva vivir!»
«Hasta pronto, parientes y amigos», dijo por fin,
y después de repartir abrazos entre todos, les rogó que rezaran;
cosa que, de inmediato, hicieron todos a un tiempo:
«¡Que Dios bondadoso te conceda un buen viaje
y que nos conceda el privilegio de volverte a ver pronto!»
Y desde allí regresaron todos a palacio,
sombríos y tristes, como si hubieran sufrido una desgracia
—que no otra cosa es una despedida para aquellos que aman,
pues prende fuego en las almas y abate los corazones
y la razón se confunde ante la separación absoluta—.
Con denuedo emprendió el Emir su viaje,
y cada día enviaba una carta a su amada:
«No estés triste, por favor te lo ruego; mejor es que reces».
Y a sus hombres les imploraba anhelante:
«Nobles compañeros, mis hermanos y amigos,
velad por mí y soportad mis fatigas,
ya que hicisteis un pacto y muchas promesas
en las que asegurabais que estaríais dispuestos a morir por mí.
Mas no se trata de muerte, sino de lances de amor;
pues el alma se me inflama y se me abrasa el corazón
de solo pensar en la inmensa distancia del camino.
¿Cuándo franquearemos las temibles llanuras, compañeros,
las pavorosas colinas y las terribles gargantas,
y cuándo divisaré Rahab1 y cuándo veré a mi madre?
¿Cuándo volveré a atravesar todo esto de nuevo
para llegar a las tierras de la hermosa Romania
y así contemplar a mi encantadora perdiz

1 Rahab es el nombre árabe para lo que se viene identificando con la ciudad de


Edesa (Urfa, en Siria), en el margen izquierdo del Eufrates y a la altura del na­
cimiento del Tigris.
Digenís A kritas 99

y a esa noble flor que es mi hijo hermosísimo?


¿Quién me pudiera dar alas para volar, amada mía, 55
y solazarme en tus brazos un solo instante? 2
¿Y tú, cuántas noches pasas en vela por mí suspirando,
oteando los caminos día tras día?
—pues en los enamorados afloran cuidados sin cuento,
y d esv elo s p e rp e tu o s y p elig ro s y m i e d o s - 60
Mas, jóvenes bravos, mis nobles compañeros,
sacudios el sueño y todo abandono
para que con presteza alcancemos la fortaleza de Rahab;
que, después de hacer eso, volveremos grupas hacia la Romania,
d o n d e ta n ta s v e ce s o s h e p u e sto a salvo d e los p elig ros. 65
Mas, dejando de lado muchos de ellos, un solo caso os haré
[recordar,
aquél recientemente acaecido allá en Melocopia3,
cuando los generales nos cercaron· en grupo
y en derredor apostaron sus tropas cual una muralla.
Entonces sucumbisteis al desmayo ante la inminencia de la 70
[muerte,
encerrados que estábamos todos, como en el interior de una
[tu m b a.
Ninguno albergabais esperanzas de escapar de allí con vida.
Mas he aquí que alcé yo mi grito guerrero e irrumpí
[entremedias de ellos:
a cuántos mandé a los infiernos, bien lo sabéis;
venciendo a todos yo solo y haciéndolos huir. 75
Y así, libres de daño, quedamos a salvo con nuestro botín.
Ahora no se trata de guerra, sino de lances de amor,
y en ellos yo os ruego que vengáis en mi auxilio».

2 Cf. Salmos 54, 7: «¡Quién me diera plumaje de paloma/ para poder volar y
hallar reposo!». Se trata de un lugar común en la epistolografia tardoantigua
(cf. E. Jeffreys, Digenis Akritis..., pág. 47, nota ad loe).
3 En Capadocia, cerca de Nacianzo.
100 Poesía heroica bizantina

S ob re estas y otras m u ch a s ra z o n e s c o n ellos departía


80 el E m ir, c o n el c o ra z ó n a p e n a d o , a lo larg o d el cam in o
—p u e s tan to in flam a el a m o r a su s sú b d ito s
q u e m ie n tra s q u e to d o lo d e m á s a b o rre c e n , a él lo v e n e ra n —,
Y tras h a b e rlo e scu ch a d o , al in sta n te le d ijero n su s h o m b re s:
«D o n d e q u ieras, señ o r, se m o n ta rá n lo s reales,
85 p u e s n o e n c o n tra rá s en n o s o tro s p áb u lo p a ra el d esalien to ».
¡D igno era d e v e r u n p ro d ig io ta n so b re c o g e d o r —m a s a
[nadie extrañaba,
pues el amor les servía de baluarte y apoyo en cada ocasión—,
ya que cubrían tres jomadas al día!
Y cu a n d o llegab a a lo s d esfilad ero s in h ó sp ito s,
90 lo s atrav esab a d an d o vu eltas en re d o r d e su s h o m b re s , v elan d o
[p o r ellos.
H e aq u í q u e cu a n d o fra n q u e a b a n u n a g a rg a n ta e sp a n to sa ,
se to p a ro n c o n u n fiero le ó n q u e h ab ía h e c h o p re sa e n u n a
E n el m ism o m o m e n to q u e su s h o m b re s lo v iero n , [co rza,
co rrie ro n to d o s v elo ce s h a s ta lo alto d e u n ce rro ;
95 mas el Emir, triste como estaba, le dijo al león:
«¿C ó m o h a s ten id o la au d acia, fero císim a fiera,
d e in te rru m p ir el ca m in o d e u n a m o r a p a sio n a d o ?
¡Pero yo te daré la recompensa que te mereces!»
Y le d e sca rg ó d e llen o su m a z a e n m ita d d e lo s lo m o s,
loo c o n lo q u e, al in stan te , el an im al q u e d ó ab atid o y y e rto en el
A cto seg u id o les dio e sta o rd e n a su s c o m p a ñ e ro s : [su elo.
«A rran cad le to d o s lo s co lm illo s a la fiera,
y a rra n ca d le tam b ién las g a rras d e su m a n o d e re ch a ,
p a ra q u e cu a n d o , c o n la ay u d a d e D ios, d e v u e lta esté e n la
[Romania,
105 se las e n tre g u e m o s, o s d igo, a m i h e rm o sísim o hijo,
a D igenís d e C a p a d o cia , el v a le ro so A k rita»4.
Y reemprendió ardidamente el camino.

4 Las garras y los dientes servirían como amuleto.


Digenís A kritas 101

M u tu a m e n te se u rg ían a av a n z a r co n d en u ed o
y n ad ie flaqueaba en su em p resa, n in gu n o al su eñ o cedía,
p u e s e n tre ello s rein ab a el d e se o d e so b re p u ja rse u n o s a o tro s. 110
Y c u a n d o estu v ie ro n c e rc a d el alcázar de R ahab,
el E m ir o rd e n ó q u e fijaran fu era los p ab ello n es
y q u e d o s d e su s h o m b re s salieran h acia el castillo,
p a ra c o m u n ic a r a su m a d re la n o ticia de su llegada.
Al p o c o d e h a b e r p artid o , y a lo h ab ían h e ch o . 115
Su m a d re , e n cu a n to oyó tales n uevas,
a p u n to estu v o d e e ch a rse a b ailar p resa d e la alegría,
al igu al q u e su s fam iliares cu a n d o tu vieron co n o cim ien to de ello,
y to d o s ju n to s saliero n a su e n cu e n tro .
C u an d o se e n co n tra b a n y a c e rc a d e d o n d e estab an las tien d as, 120
se ad elan tó el E m ir a pie, ca lz a n d o m agn íficas b o tas,
y e n cu a n to lo re c o n o c ie ro n , d e sca b a lg a ro n d e su s m o n tu ra s,
y, h e n ch id o s d e co n te n to , al b o rd e d el llanto
—p u e s el g o zo su scita las lá g rim as cu a n d o n o s llega d e g o lp e —,
lo c o lm a ro n d e ab ra z o s co m p a rtie n d o su cariñ o . 125
D e u n lad o su s d eu d o s, d e o tro su m ad re,
y ta m b ién su s m u jeres ju n to a su s hijos,
le d a b a n s in ce ro s ab razo s y lo b e sa b a n d e fo rm a in saciab le;
p o r n a d a d el m u n d o q u ería n a p a rta rse d e él.
M as lleg ad o s a la tiend a, al p u n to to m a ro n asien to, 130
y c o n estas p alab ras co m e n z ó a h ab lar la m a d re del E m ir:
«M i d u lcísim o h ijo, lu z de m is ojos,
co n su e lo d el alm a m ía, y a e n la vejez,
m i d u lce c o n te n to y la alegría d e m i c o ra z ó n ,
d im e, hijo, ¿ p o r q u é te d e m o ra ste tan to en la R o m an ia? 135
Q u e al n o p o d e r v erte, yo n o q u ería c o n te m p la r la luz,
n i v e r el brillo d el sol, n i seg u ir c o n vid a e n el m u n d o .
¿A caso su c e d e n e n la R o m an ia m ilag ro s ta n a s o m b ro so s
c o m o lo s q u e a co n te ce n , hijo m ío , an te la tu m b a d el P rofeta,
h a sta la q u e tú m e a c o m p a ñ a s te p a ra q ue elevara m is re z o s? 140
¿H as visto alg ú n p ro d ig io in au d ito tal q ue, h e c h a la n o ch e ,
102 Poesía heroica bizan tin a

sin una gota de luz, un haz luminoso bajara del cielo


y con un resplandor inefable iluminara el palacio entero?5
¿Has visto, acaso, leones y osos, y lobos entre los rebaños,
145 y toda suerte de animales que pastaran en mutua compañía
y que, sin atacarse en absoluto unos a otros,
aguardaran todos a que la plegaria llegara a su fin
para, tras prosternarse, marcharse enseguida?6
¿Has visto algo más asombroso que esto en la Romania?
150 ¿No se encuentra entre nosotros el paño de Naamán,
rey que fuera de los asirios,
por cuyo cúmulo de virtudes fue considerado capaz de obrar
¿Cómo puedes renegar de todo esto [milagros? 7
y despreciar el poder y la mayor de las glorias?
155 Cuando todos pensaban que te enseñorearías de Egipto,
tú te has alzado como obstáculo de tu propia fortuna
al renunciar a todo por culpa de una sola romana».
Otras tantas cosas aún deseaba añadir,
cuando el joven, interrumpiendo a su madre, le habló de este
[modo:

5 En este milagro aparecen confundidas nociones musulmanas y cristianas: por


una parte, los musulmanes que peregrinaban a La Meca decían que sobre la tum­
ba de Mahoma se podía ver una luz que subía hasta el Paraíso; por otra parte, la
escena aquí descrita se compadece más con la idea de que, en Jerusalén, la noche
del Sábado Santo, una luz prodigiosa invadía la iglesia en el momento de la resu­
rrección de Cristo; cf. P. Odorico, Digenis Akritas..., pág. 49, nota ad loe
6 Por lo que respecta a este otro milagro, tengamos en cuenta que la Kaaba era
un lugar de asilo incluso para los animales. Aunque puede que, en su defecto,
nos encontremos ante una evocación de Isaías 11, 6-7: «Morará el lobo con el
cordero,/ el leopardo con el cabrito se echaráy el ternero y el cachorro del león
se cebarán juntos (...)».
7 En este último milagro también parecen solaparse dos historias: por un lado
tenemos el mandílin, reliquia que fue llevada a Constantinopla en el año 944,
una suerte de pañuelo con el rostro de Cristo impregnado, gracias al cual Ab-
gar, rey de Edesa, aquejado de una enfermedad incurable, habría sanado mila­
grosamente. Por otra parte, tendríamos la historia de Naamán (cf. 2Reyes 5),
quien, atendiendo las instrucciones del profeta Elíseo, curó su lepra sumer­
giéndose siete veces en las aguas del Jordán.
Digenís A kritas 103

«Madre, todo eso bien grabado lo tengo en la mente, 160


y mientras no participé de la luz, adoraba con sinceridad
co s a s re a lm e n te d ign as d e las tinieblas y d e la p e rd ició n absoluta;
m a s cu a n d o D ios, q u e está e n las A lturas
—É l, q u e v o lu n ta ria m e n te s o p o rtó p o r m í la p o b re z a
y q u iso a su m ir m is flaqu ezas—, ju z g ó c o n v e n ie n te 165
a rra n c a rm e d e la s fau ces d e la a rte ra B estia
y h a c e rm e m e r e c e d o r d el ag u a d e la re g e n e ra ció n ,
a esas c o s a s y o re n u n cié p o r tra ta rse d e in v e n cio n e s y fáb u las
y p o rq u e a lb e rg a b a n el fu ego etern o .
P u e s q u ien es tal re v e re n cia n , re cib e n sie m p re su castig o . lío
Y o c re o e n D ios, P a d re d e to d a s las c o s a s 8,
C re a d o r d el d é lo y d e la tierra y d e to d o lo invisible,
y e n C risto S eñ o r, H ijo y V e rb o d e D ios,
e n g e n d ra d o p o r el P a d re a n tes d e to d o s lo s siglos,
lu z d e lu z, D ios g ra n d e y v e rd a d e ro , 175
q u e bajó a la tierra p o r n o s o tro s lo s h o m b re s
y n a d ó d e Su M ad re, la V irg en M aría,
q u e p a d e ció la c ru z p o r n u e s tra s a lv a d ó n
y e n la tu m b a q u e tú tam b ién h o n ra s fue sep u ltad o 9,
p a ra r e s u d ta r al te rce r día d e e n tre lo s m u e rto s , I80
se g ú n n o s e n se ñ a n las S ag rad as E scritu ra s,
q u ien s e h alla se n ta d o a la d ie stra d el P ad re,
c u y o re in a d o n o te n d rá ja m á s fin;
a sí c o m o e n el E sp íritu S an to, q u e a to d o d a vid a,
a n te q u ien , ju n to al P a d re y al H ijo y V erb o , y o m e a rrod illo , 185
a ce p ta n d o el b a u tism o p a ra el p e rd ó n d e m is p e ca d o s,
y a g u a rd o la re s u rre c c ió n d e to d o s lo s m u e rto s ,
y el p a g o d e c a d a u n o p o r su s ofen sas,

8 Lo que tenemos en este verso y los siguientes es la transposición en verso del


Credo de Nicea, el acta de fe que, en el momento de su bautismo, pronunciaba
quien se convertía al cristianismo.
9 Jerusalén, lugar santo también para los musulmanes.
104 Poesía heroica bizantina

y la salv ació n d e los ju s to s , c o m o fue rev elad o ,


190 y la vid a e te rn a en los siglos p o r venir.
P u e s q u ien cre e en esta Santísim a T rin id ad
y re cib e b a u tism o en el n o m b re d el P a d re E te rn o
y d el H ijo p o r É l e n g e n d ra d o en é p o ca in te m p o ra l
y d el E sp íritu S an to, q u e a to d o d a vida,
195 n o m o rirá n u n ca , sino q u e vivirá p o r siem p re.
P e ro q u ien ig n o ra estas co sa s, d u lcísim a m a d re ,
e n u n a g e h e n n a d e fu ego p e n a rá ete rn a m e n te ,
y allí s e rá el llan to y el cru jir d e d ie n te s » 10.
E l E m ir, tras p ro n u n cia r e sta o ració n , ab rien d o así el ca m in o
200 a u n a fe in m a cu la d a , h a b ló d e e ste m o d o a su m ad re :
«M ad re, y o p a rto d e n u e v o h a cia la R o m an ia,
re a firm a n d o m i fe en la Santísim a T rin id ad ,
p u e s n o v ale el m u n d o lo q u e u n a so la alm a,
y a q u e si o b te n e m o s to d a s las c o s a s a c o s ta d el alm a,
205 n o h a b rá p ro v e ch o n in g u n o en la h o ra p re cisa
e n la q u e D ios d escien d a d el cielo p a ra ju z g a r a lo s h o m b re s
y d isp o n g a q u e ca d a cu a l rin d a cu e n ta d e sí;
la h o ra e n la q u e o ig am o s la v o z q u e n o s o rd e n e m a rch a r
h a cia el fuego e x te rio r y m ald ito ,
210 p a ra p e rm a n e c e r p o r lo s siglos ju n to al M aligno,
p o r h a b e r d e so b e d e cid o Sus m a n d a m ie n to s.
Mas quienes creen en Cristo, como es de justicia,
y observan Sus sagrados preceptos,
refulgirán como el sol en la hora precisa,
215 y o irá n la v o z d e su b u e n am o:
‘V en id a h e re d a r, b e n d ito s d el P ad re,
el re in o celestial q u e o s ten ía p re v isto ’,

10 En cuanto a estos dos últimos versos, cf. Mateo 13, 50. Por otra parte,
Gehenna («valle de Hinnom», en Jerusalén) es el lugar donde se le rendía culto
al terrible dios fenicio Molok, al que se sacrificaban niños arrojándolos al fue-
' go. De ahí que con el término «gehenna» se pasara a designar el lugar de re­
probación donde los pecadores sufren el fuego eterno, el infierno.
Digenís A k ritas 105

y é sto s e n tra rá n en la vida etern a;


p u e s es u n ju e z ju sto q u e p a g a e cu án im em en te.
P e ro si tu d eseo , m ad re, es h a c e rte m e re c e d o ra d e vid a, 220
y p o n e rte a salvo d el fuego y las tinieblas etern as,
a p á rtate d el v a n o extrav ío y d e las fábulas forjadas,
y r e c o n o c e a D ios en Sus T re s P erso n as,
fu n d id as sin m e z cla en u n a so la su stan cia.
Mas confía en tu hijo y vente conmigo, 225
que yo seré tu padre en el Espíritu Santo,
y cuando tomes bautismo, te apadrinaré en tu regeneración».
Guales las del Emir, así fueron las palabras de su madre,
que no obvió el excelente consejo de su hijo,
sin o q u e, al igu al q u e la tierra fértil tras a c o g e r la s im ie n te n , 230
al in sta n te dio fruto, p u es se e x p re só de la sigu ien te m a n e ra :
«Hijo, gracias a ti creo en Dios Trino,
y contigo en buena hora me partiré a la Romania,
una vez que sea bautizada para la remisión de mis muchos
[p e ca d o s
y d esp u és d e a g ra d e ce r el h a b e r recib id o la lu z a través d e ti. 235
A sim ism o, lo s fam iliares allí p re se n te s
y el re sto d e la g ran com itiv a q u e la h ab ía a co m p a ñ a d o ,
c o n u n cla m o r u n á n im e p ro fe sa b a n en C risto :
«¡Todos marcharemos con vosotros a la Romania,
p a ra o b te n e r m e d ia n te el b au tism o la vid a etern a!» 240
Y el E m ir, m aravillad o a n te la d isp o sició n d e aq uéllos,
d ecía: «G loria a Ti, D ios ú n ico y b o n d a d o so ,
q u e e n ab so lu to d eseas la d e s tru c c ió n d el q u e y erra,
sin o q u e, p ia d o so , ag u ard as su re g re so h a sta Ti,
p a ra h a c e r a to d o s p artícip es d e tu reino». 245
D esp u és de q u e to m a ro n co n sig o riqu ezas sin cu en to,
se p a rtie ro n to d o s a u n tiem p o h a cia la R o m an ía.
Y cuando alcanzaron la tierra de Capadocia,

11 Cf. Marcos 4, 20.


106 Poesía heroica bizan tin a

el Emir solicitó un consejo a sus hombres:


250 «Me ha venido este pensamiento, mis bravos guerreros:
adelantarme yo mismo y presentarles en persona mis respetos,
pues, si otro se adelantara, con toda seguridad mi amada
me tildaría de perezoso e indolente».
A lo que ellos repusieron que lo correcto sería hacer eso,
255 p u e s ju s to es co lm a r el d e se o a m o ro so .
Y aquél, tras juzgar conveniente su propósito,
al punto trocó su uniforme por uno romano:
un tabardo admirable, recamado en oro,
de triple seda purpúrea, resplandeciente y engalanado de grifos,
260 y un blanco y precioso turbante con letras de oro bordadas en él12.
Marchaba a lomos de una muía baya, estrellada.
Había tomado consigo a tres de sus hombres,
y, como reza el dicho, llegó volando a palacio,
donde, sin más dilación, alzó su voz henchida de gozo:
265 «¡Dulcísima paloma mía, recibe a tu halcón
y dale solaz tras su peregrinaje!»
Al oír este grito, las sirvientas se asomaron,
y cuando vieron al Emir, le dijeron a su señora:
«¡Alégrate, señora, alégrate, que nuestro señor ha llegado!»
270 Mas como ella juzgara que no podía ser cierto
—pues a quien de repente se le presenta aquello que ansiaba,
de la gran alegría, se piensa que lo que tiene delante es un sueño—,
les respondió a sus criadas: «¡Estáis viendo visiones!»,
pero cuando iba a añadir otras cosas de este jaez,
275 d e p ro n to vio q u e el jo v e n se le a p ro x im a b a ,

12 El epiloúrikon es una suerte de tabardo o sobreveste que recubría la coraza,


si bien se podía llevar sin ella; la vestían los altos funcionarios bizantinos.
Además, el color violeta de su púrpura de triple seda con adornos de grifos y el
turbante, chrysógrammon («con letras de oro») o chrysógammon («con gammas
de oro»; símbolo de la santísima Trinidad), nos evocan los ropajes imperiales.
Respecto a la simbología de grifo, monstruo mitad águila y mitad león, cabe
señalar que en la Edad Media gozó de una doble naturaleza, representando ora
a Cristo, ora al demonio.
Di g e n i s A k r i t a s 107

y, presa de la emoción, se quedó sin aliento.


Le rodeó el cuello con sus brazos
y, queda, se le estuvo abrazada sin que le brotaran las lágrimas.
De la misma manera también el Emir permaneció como
[transportado;
ciñendo a la joven, la estrechaba contra su pecho,
y enlazados se estuvieron durante horas y horas.
Y de no ser porque la esposa del general les echó agua encima,
no hubieran tardado en caer al suelo desvanecidos13
—pues el amor desmedido genera esta suerte de cosas,
y la alegría excesiva conduce a la muerte,
cosa que a punto estuvieron de comprobar—
Apenas si eran capaces de separarlos,
pues el Emir besaba los ojos de la muchacha,
la abrazaba y le preguntaba apasionadamente:
«¿Cómo te encuentras, mi dulce luz, mi encantador cervatillo14?
¿Cómo te encuentras, mi alma querida y mi consuelo,
mi delicada paloma, mi árbol frondoso,
con su flor, nuestro retoño amadísimo?»
Y la muchacha, renovando cariñosamente su amor,
le susurró al Emir estas dulces palabras:
«Sé bienvenido, mi esperanza y mi soplo de vida,
mi sustento mayor, contento de mi alma.
Lo nuestro ha ido bien con la asistencia de Dios,
que nos ha concedido la merced de volver a vemos.
Mas dime ahora tú, mi señor, ¿a ti cómo te ha ido?»

13 La versión E, además de prescindir de este cliché tan querido de las novelas


populares bizantinas, se muestra más atrevida en este pasaje; Miguel Castillo
Didier lo traduce de forma encantadora: «Y entonces cuando supieron — los
hermanos de la esposa/ irrumpieron de repente — en el aposento de ellos/ y a
su cuñado encontraron —junto con la hermana suya/ y hadan lo que sabéis, —
lo que los amantes hacen» (E 586-90; cf. M. Castillo Didier, Poesía heroica grie­
ga..., pág. 215).
14 El cariñoso apelativo damálin significa literalmente «ternera» o «becerra».
108 Poesía heroica bizantina

«Muy bien —repuso—por la gracia de Cristo,


que ha iluminado el corazón de mi madre y de mis parientes
y los ha conducido a la luz de Su revelación.
Los verás dentro de poco pues vienen hacia aquí».
305 Acto seguido, tomó a su hijo entre sus brazos
y, desde lo más profundo de su corazón, pronunció estas
[palabras:
«¿Cuándo, mi hermoso halcón, desplegarás tus alas,
cuándo cazarás tu perdiz y someterás a los bandidos?»lD
Eso es lo que le dijo el Emir a su niño.
310 Una vez que todos supieron de su llegada,
corrieron a palacio para darle la bienvenida,
y estalló una gran alegría, imposible de describir.
Así, organizándose en grupos, celebraron un baile.
Mas a este contento vino a añadirse uno nuevo,
315 p u e s alguien se p re se n tó a n u n cia n d o la v e n id a d e la m a d re .
Era digno de ver cómo mujeres y hombres, todos a un tiempo,
salían en su busca junto a la esposa del general;
eran tantos que tratar de contarlos no resultaba fácil tarea
—un prodigio, en verdad, inaudito, fruto de un amor sincero.
320 ¿Quién no se emocionaría ante un hecho tal? ¿Quién no se
[maravillaría
al cobrar cumplida conciencia del poder del amor;
de cómo aunó dos razas distintas en una única fe?—.
En cuanto estuvieron cerca de ellos, descabalgaron de sus
[monturas
para saber de ellos por medio de atentas preguntas.
325 La nuera besaba a la suegra y al resto de los familiares,
y ésta hacía lo propio con los parientes de aquélla.
Los caballos relinchaban, complacidos ante la presencia de otros;
y la alegría que a todos embargaba cada vez era más grande.

15 La expresión ha de entenderse también figuradamente, pues con el término


«perdiz» se suele hacer referencia a la doncella amada (cf. III53; IV 587). '
Digenís A kritas 109

Tras arribar a palacio, al punto celebraron otro convite,


y el Emir dio el bautismo a su madre, 330
siendo él en persona tanto el padrino de su regeneración
como el de todos los familiares que lo habían acompañado.
Así pues, se erigió en padre de todos en el Espíritu Santo.
Y el júbilo general se hizo mayor todavía,
p u e s el hijo se aleg rab a d e q u e su m a d re h u b ie ra a b razad o su fe 335
y la m a d re e stab a c o n te n ta p o r su q u erid ísim o hijo.
Entonces el Emir dividió una parte del palacio
de modo que sus parientes tuvieran donde aposentarse.
Entre tanto, el niño crecía, Digenís el Akrita,
quien había recibido de Dios el don de una extraordinaria 340
[b ravu ra,
de modo que cuantos lo contemplaban quedaban fuera de sí,
y se maravillaban de su inteligencia y su noble coraje,
mientras que su fama ya se extendía por el mundo entero.
CANTO IV

Aquí dan comienzo las hazañas del Akrita;


y de cómo raptó a aquella hermosa muchacha
y acerca de su casamiento versa el cuarto canto1.

Al punto os recordaré en qué consiste el deseo,


pues es éste raíz y principio del amor,
del cual nace el afecto y después la pasión,
la cual, conforme va creciendo poco a poco, da frutos tales:
inquietudes perpetuas, cavilaciones y desvelos,
innumerables peligros y el alejamiento de los padres.
Pues la juventud, cuando se encuentra en sazón, descuaja los
[corazones
y se atreve después con toda empresa nunca antes acometida;
como hacerse a la mar o no arredrarse jamás ante el fuego.
A los dragones, a los leones y al resto de fieras
la razón, fortalecida, no los toma en consideración,
y a los audaces bandidos los tiene en menos de nada.
Cree que las noches son días y los desfiladeros llanuras,
que la vigilia es descanso y cortas las largas distancias.
Muchos también reniegan de su fe por causa de la pasión,
mas que ninguno de vosotros considere esto increíble,
pues os voy a presentar a un testigo encomiable,

1 En efecto, después del llamado «Cantar del Emir», comienza la «Digenida»,


es decir, el poema de Digenís propiamente dicho.
Digenís A kritas 111

a un Emir del más noble linaje y primero de Siria,


poseedor de una encantadora belleza y de un fiero coraje,
así como de una asombrosa estatura y una fuerza descomunal.
Tan es así que se le consideraría un segundo Sansón,
ya que éste mostró su excelencia al desgarrar un león con sus 25
pero aquél mató una cantidad infinita de ellos. [manos 2,
Cesad de escribir sobre Homero y sobre las historias de
[Aquiles,
e, igualmente, de aquéllas de Héctor, que todas son falsas3.
Alejandro de Macedonia, brioso en su temple4,
con la ayuda de Dios llegó a ser dueño del mundo, 30
pero el Emir, con la firmeza de su espíritu, reconoció a Dios,
y con ello se hizo poseedor de bravura y coraje.
Los del viejo Filopappo, Cinnamo y Ioannakis5,
no son hechos en absoluto dignos de reseñar,
p u e s ellos se v an ag lo riab a n sin h a b e r h e c h o n ad a. 35
Por el contrario, los del Emir, verdaderos son todos, y de ellos
Su abuelo era Ambrón, y tío suyo Caroes, [hay testimonio.

2 Por segunda vez se vuelve a comparar al Emir con Sansón (cf. II 200); ahora
para recordar que el héroe bíblico despedazó un cachorro de león que le asaltó
en los viñedos de Timná, y del que, días después, recogió la miel que se había
formado en su cadáver (cf.Jueces 14, 5-11).
3 Homero seguía ejerciendo su influencia, no sólo como cantera de personajes
heroicos (pero mirados bajo otros prismas o reducidos a arquetipos), sino
también en lo que se refiere a la imitación de su estilo, sus figuras y su vocabu­
lario. No obstante, no faltaron voces que se alzaran contra su poesía. Como es
sabido, Aquiles es el más grande de los guerreros que asediaron Troya, y el que
dio muerte al principal baluarte de la ciudad, Héctor.
4 La enorme figura de Alejandro de Macedonia estaba muy presente en el ima­
ginario bizantino, no sólo a través de la popular Vida de Alejandro, sino tam­
bién por medio de las noticas veterotestamentarias (cf. IMacabeos 1 ,1-9; 6-2) y
de las crónicas sobre su persona. Por otra parte, hay muchas circunstancias
que conectan a nuestro héroe con Alejandro, a saber: su vinculación a dos
mundos ya desde sus nacimientos, sus hazañas de juventud, su enfrentamien­
to con una amazona y su temprana muerte después de tomar un baño.
5 Cf. Introducción, pág. 35.
122 Poesía heroica bizantina

quienes le dotaron de tres mil excelentes lanceros;


sojuzgó Siria entera, sometió Kufah,
para llegarse después a las tierras de la Romania,
donde saqueó muchas fortalezas en el país de Heracles,
y asoló Carsiana y también Capadocia.
A los Ducas les arrebató a su noble y dulce hija
y, debido a su admirable belleza y a su tierno talle,
renunció a todo, a su fe y a su gloria,
y por ella se hizo cristiano ortodoxo.
Así, quien en tiempos fuera enemigo, esclavo se vio de los
[romanos.
He aquí que de ellos nació un hijo realmente hermoso,
que recibió el nombre de Basilio en el momento de su
[nacimiento,
pero Digenís también es llamado por mor de sus padres,
pues por su padre es gentil y por su madre romano.
Llegó a ser temible, como demostrará este canto,
y recibió el sobrenombre de Akritas por haber sometido las
[fronteras.
Por la línea de los Cinnamades, su abuelo era Antacino,
el cual murió en el destierro al que le confinó el Emperador
Basilio el Bienaventurado, el gran Akrita6.
Sus posesiones fueron inmensas, y su fama sin par,
y, como general, había gozado de gran reputación entre todos.
Su abuela, la esposa del general, era una noble Ducas.
Asimismo tenía por tíos a los admirables hermanos de su madre,
quienes por su hermana se batieron en duelo contra
el formidable Emir, que acabaría siendo su padre.
Brote era, pues, de una rama de nobles romanos,

6 Hay quienes identifican a este Basilio con Basilio I, que fue emperador entre los
años 867 y 886 (cf. H. Grégoire, «Le tombeau et la date de Digénis Akritas»,
Byzanüon 6 (1 931), 4 8 8 4 8 9 , recogido en Autour de...). J. Mavrogordato, en cam-
- bio, piensa que se trata de Basilio II Bulgaróctono (cf. Digenes Akrítes..., pág.
LXXX1I).
Digenis A kritas 113

y llegó a ser célebre por sus hazañas.


Hazañas que habremos de referir de aquí en adelante. 65
He aquí que nuestro admirable Basilio Akritas
desde niño fue confiado por su padre a un tutor,
y durante tres años enteros se dedicó a sus estudios 7,
en los que, por su viveza de espíritu, adquirió multitud de
[conocimientos.
A partir de entonces, como ansiaba montar a caballo y cazar, 70
se consagró cada día a esas tareas junto a su padre.
Hasta que, por fin, un día le dijo:
«Padre y señor, mi alma arde en deseos
de medirse en combate contra las fieras;
si amas verdaderamente a tu hijo Basilio, 75
partámonos al lugar donde ellas se encuentran
y comprenderás cabalmente la razón de mi constante
[desasosiego».
Y el padre, al escuchar de su queridísimo hijo tales razones,
se sintió orgulloso en su espíritu y contento en su corazón,
y con gran alegría lo colmó de besos: so
«Amadísimo hijo, mi alma y mi corazón,
admirables son tus palabras, y agradable tu disposición;
sólo que aún no ha llegado el momento de que te batas con fieras,
pues luchar contra ellas es lo más peligroso,
y tú aú n tien es d o c e añ o s y n o h a s en trad o en la m o c e d a d ; 85
a ú n n o estás-en sa z ó n d e co m b a tir a las b estias.
Quítate, hijo dulcísimo, esa idea de la cabeza,
no sea que recojas tus bellas rosas antes de tiempo,
que cuando, quiéralo Dios, te hagas un hombre,

7 Estas grámmata no Man más allá del aprendizaje, en primer lugar, del nom­
bre y de la forma de las letras, así como ae la escritura y memorización de má­
ximas edificantes. En una segunda etapa se adquirirían nociones básicas de
gramática y se abordaría la lectura, con su correspondiente memorización y
comentario, de breves fragmentos poéticos, normalmente de Homero. A los ca­
torce años recibirían lecciones de retórica (cf. R. Browning, «El profesor», en G.
Cavallo (ed.), El hombre bizantino..., págs. 125-152).
114 Poesía heroica bizantina

90 e n to n c e s fu era d e d iscu sió n e sta rá q u e te en fren tes a ellas».


M as h e aq u í q u e cu a n d o lo e scu c h ó el n o b le n iñ o ,
se estrem eció h o n d a m e n te y q u ed ó h erid o en su co ra z ó n ;
y c o n lág rim as e n lo s o jo s le dijo a su p a d re :
«P ad re, si h e d e m o s tra r m i b ra v u ra cu a n d o se a m a y o r,
95 ¿q u é p ro v e ch o sa ca ré d e ello? ¡E so es lo q u e h a c e n to d o s!
¡A h o ra es cu a n d o q u iero s e r ce le b ra d o p a ra d a r lu stre a m i
P o r lo d e m á s, m i b ie n h e ch o r, te g aran tizo [linaje!
q u e e n m í te n d rá s u n g ra n serv id o r, el m á s v a le ro so ,
tu aliado y tu au xilio e n to d a s la s gu erras»,
loo Y el p a d re , an te el en tu sia sm o d el jo v e n , a ca b ó c o n sin tie n d o
—p u e s la n o b le z a d e tem p le se rev ela d e sd e la in fan cia—
A l d ía sig u ien te, to m a n d o co n sig o al h e rm a n o d e s u m u jer,
el q u e h a b ía n a cid o el ú ltim o , el áu reo C o n sta n tin o ,
y tam b ién a su hijo, el n o b le A krita,
ios así c o m o a u n p u ñ a d o d e ca b a lle ro s e sco g id o s d e e n tre su s
[h o m b re s,
se p a rtie ro n al p u n to h a cia el b o s q u e atra v e sa n d o u n m arjal.
E n la d istan cia av istaro n u n o s fe ro císim o s o so s:
se tratab a d e u n m a c h o , u n a h e m b ra y d e su s d o s o se z n o s.
Su tío le d io u n a v o z : « ¡H o ra es, Basilio, d e v e rte a ctu a r;
no m a s lleva ta n só lo u n a m a z a , n o co ja s la e sp ad a,
q u e e n n a d a es lo ab le c o m b a tir a lo s o s o s c o n ellas!»
Y era u n e x tra ñ o p rod igio, e stre m e ce d o r a la vista d e q uienes
p u e s el n iñ o , e n cu a n to e s c u c h ó la v o z d e su tío, [m irab an ,
al in sta n te e ch ó p ie a tierra y se aflojó el cin tu ró n ,
115 se d esp o jó d el tab ard o —h a cía m u c h o ca lo r—,
se aju stó , ce ñ id o , el fald ó n c o n el cin to ,
y d e sp u é s d e ca la rse u n p e q u e ñ o g o rro en la testa,
c o m o u n re lá m p a g o se d esh izo d e la co ra z a .
N a d a llevaba, sin o u n sim p le b a stó n ,
120 m a s ten ía g ra n fu erza, y u n a v e lo cid a d e n c o n so n a n cia ;
y cu a n d o se e n c o n tra b a y a c e rc a d e d o n d e e sta b a n lo s o so s,
la h e m b ra salió a su en cu e n tro p o r d efen d er c o n celo a su s crías,
y c o n u n v io len to ru g id o se la n z ó c o n tra él.
Digenís A kritas 115

M as él, in e x p e rto c o m o era e n b atirse c o n fieras,


n o se giró h a cia atrás p a ra ase sta rle u n m a z a z o , 125
sin o q u e re su e lta m e n te se ab alan zó so b re ella y la asió p o r el
[m edio:
h a s ta q u e, o p rim ié n d o la c o n su s b razo s, la asfixió al in sta n te
y el an im al e scu p ió las en tra ñ a s p o r la b o ca .
E n tre ta n to , el m a c h o h ab ía h u id o h a cia el in te rio r d el m arjal,
p o r lo q u e su tío le v o ce ó : «¡M ira, h ijo, n o se te e scap e!» 130
A sí p u e s, so ltó su m aza c o n g ra n rap id ez,
y, v o la n d o c o m o si d e u n águila se tratara, dio a lca n ce a la fiera.
E l o so se rev o lv ió c o n tra él y, ab rien d o su s g ra n d e s fau ces,
se p re cip itó so b re la cab ez a d el jo v e n c o n la in te n ció n d e
[arra n cá rse la ;
p e ro el m u c h a c h o lo asió c o n p re ste z a p o r las m a n d íb u la s 135
y, s a cu d ié n d o se a la bestia, la arro jó c o n tra el su elo y la m a tó :
le e stran g u ló la g a rg a n ta y le ro m p ió el esp in azo ,
y al in sta n te e x h a ló su ú ltim o aliento a m a n o s d el jo v e n .
A lertad o p o r lo s b ra m id o s d e lo s o so s y el b a tir d e su s p a ta s,
u n v e n a d o saltó e n m ed io d el p an tan al. 140
E l E m ir g ritó : «¡C ó g elo , hijo, en fren te d e ti!»
Y e n c u a n to e scu ch ó a su p a d re salió c o m o u n le o p a rd o
y en u n a s p o c a s z a n ca d a s d io a lca n ce a la co rz a ;
la p re n d ió p o r las p a ta s traseras,
y, tras d errib arla, la p artió e n d o s m itad es. 145
¡Q u ién n o se h a b rá d e ad m ira r d e la g ra n d e z a d e lo s d o n e s d e
¡Q u ién n o h a b rá d e e x a lta r su in co m p a ra b le p o d e r! [Dios!
¡A cción en v e rd a d in au d ita, h e c h o q u e co n fu n d e el espíritu!
¡D e q u é fo rm a, sin cab allo, el m u c h a c h o dio a lca n ce a la cierva!
¡C ó m o d io m u e rte a lo s o s o s c o n las m a n o s d e sn u d a s! 150
Se trata, e n v e rd a d , d e u n d o n d e D ios y d e la d iestra del
¡O h p ies h e rm o sísim o s, rivales d e las alas, [Altísim o,
c a p a ce s d e v e n c e r in creíb le m e n te en v e lo cid a d a u n a g a ce la
y d e d o b leg ar la fu erza d e las fieras m á s e sp a n to sa s!
Al v e r estas c o s a s lo s q u e se h allab an p re se n te s, 155
116 Poesía heroica bizantina

conmocionados ante el prodigio, se decían unos a otros:


«¡Madre de Dios, qué espectáculo nos ha dado a presenciar este
No es un ser de los que existen en este mundo: [joven!
Dios lo ha enviado para mostrárselo a los valientes,
160 p a ra q u e v e a n c ó m o d isfruta, c ó m o co m b a te y c ó m o co rre » .
Pero he aquí que, mientras hablaban su padre y su tío,
un león gigantesco surgió del juncar,
y al punto se volvieron para mirar a su pequeño compañero
y lo vieron en el marjal arrastrando a las bestias.
165 Con la diestra arrastraba a los osos que había matado,
mientras que con la mano izquierda iba tirando de la cierva.
Su tío le gritó: «¡Ven aquí, hijo!
¡Deja esas fieras muertas, que aquí tenemos otras vivas,
ante las cuales se ponen a prueba los hijos de los nobles!»
170 Y el niño le respondió con estas razones:
«Si es voluntad de Dios, que todo dispone,
si cuento con la bendición de mi padre y de mi hermosa madre,
a ése de ahí, como a estos dos osos, también verás muerto».
Y, con el fin de abatirlo, se lanzó sobre el león sin cuchillo.
175 Pero su tío le dijo: «¡Coge tu espada,
que éste no es un ciervo que puedas partir en dos!»
Y al punto el joven profirió esta respuesta:
«Para Dios no es imposible, mi tío y señor,
entregarlo, como hizo con aquél, a mis manos».
180 Y, empuñando la espada, se fue hacia la fiera,
mas, cuando se hallaba a su lado, el león pegó un brinco,
y golpeándose los lomos conforme movía la cola
en medio de feroces rugidos, se lanzó contra el joven.
Por su parte, el muchacho, manteniendo su espada en lo alto,
185 le golpeó de lleno en mitad de la testa,
y de arriba abajo se le abrió la cabeza hasta la paletilla.
Y a su tío le dirigió Digenís estas palabras:
. «¿Ves, mi áureo señor, la grandeza de Dios?
¿No yace mudo y muerto como los osos?»
Digenís A kritas 117

Su p a d re y su tío lo c o lm a ro n de b eso s 190


en su s m a n o s y en su s b ra z o s, y en su s o jo s y p e ch o ,
y, alegres lo s d o s, le h a b la ro n d e esta guisa:
«Quienquiera que contemple tu apuesta figura y tu belleza,
queridísimo hijo, no podrá, en verdad, albergar duda alguna,
sino que con toda firmeza admitirá tus hazañas». 195
E n efecto , el jo v e n g o z a b a d e u n g allard o sem b lan te,
d e cab ello s ru b io s y rizad o s, de ojos h e rm o s o s .
E l ro s tro , b la n co y ro s a d o ; su s cejas, n eg rísim as;
y su p e ch o , c o m o el cristal, ten ía u n a b ra z a de a n ch u ra.
Su p a d re , al m irarlo , se h e n ch ía de orgu llo, 200
y llen o d e c o n te n to le d ecía c o n g ran p lacer:
«El calor es intenso, ya es mediodía,
y a estas altu ras las fieras se o cu lta n e n el m arjal;
m a rc h e m o s tam b ién n o s o tro s allí q u e h ay ag u a fresca,
p a ra q u e lim p ies tu ca ra d e to d o él s u d o r 205
y p a ra q u e te m u d e s d e ro p a , p u e s ésa e stá m a n ch a d a
d e lo s e sp u m a ra jo s d e las b estias y la san g re d el león .
Y o , tres v e ce s feliz c o m o s o y p o r ten erte c o m o hijo,
te lav aré lo s p ies c o n m is p ro p ia s m a n o s.
A p a rtir d e ah o ra , d e ste rra ré to d a in q u ietu d d e m i alm a, 210
y a n d a ré sin cu id a d o d e d ó n d e te envío,
y a se a a in co n ta b le s co rre ría s o c o n tra las g u arn icio n es
[enem igas».
Al punto marcharon todos hacia un manantial.
El agua estaba estupenda, fría como la nieve,
y, s e n ta d o s alred ed o r, le lav ab an u n o s las m a n o s, 215
o tro s la c a ra y, asim ism o, lo s pies.
E l agu a m a n a b a d el v en ero y ellos b eb ían a n sio so s
p e n sa n d o q u e d e esa fo rm a tam b ién lleg arían a se r valientes.
A cto seg u id o , el m u c h a c h o cam b ió su s v estid o s
y se p u so u n a fina p re n d a c o n la q u e se e n co n tra b a m á s fresco . 220
P o r en cim a se ech ó u n a esca rla ta c o n rib etes d e o ro
y p erlas en g a rz a d a s en ellos.
118 Poesía heroica bizantina

El cuello, guarnecido de ambar gris y de almizcle,


y en lugar de botones tenía hermosas perlas.
225 Los ojales estaban cosidos con oro puro,
llevaba espléndidas calzas, engalanadas con grifos;
las espuelas engastadas con piedras preciosas,
y sobre las filigranas de oro figuraban rubíes.
Mas he ahí que todo el afán del noble muchacho
230 era regresar con su madre para que no se afligiera por él,
por lo que forzó a todos a montar a caballo.
Ensilló otra montura, blanca como una paloma,
enjaezadas sus crines con piedras preciosas
y cascabeles de oro entre las gemas,
235 y tan tas so n ajas elev ab an u n tintin eo
agradable y maravilloso que a todos arrebataba.
Sobre la grupa llevaba un paño de seda verde y rosado
que recubría la silla para que no se llenara de polvo.
Bridas y silla remachadas con clavos de oro,
240 la e n te ra la b o r g u a rn e cid a c o n p erlas.
El caballo se mostraba fogoso y ansioso por caracolear,
y el niño diestro en su doma.
Cuantos miraban, se maravillaban del joven aquel,
de cómo el caballo hacía tomos a voluntad del muchacho,
245 y d e la fo rm a en q u e é ste se su jetab a a la silla, c o m o u n a
[manzana al árbol.
Se dieron prisa, por tanto, en partirse a palacio;
sus compañeros marchaban en formación por delante,
por detrás le seguían su tío y su padre,
y en medio iba el joven, luciendo como el sol.
250 Enarbolaba una lanza en su mano derecha,
árabe y verde, y acabada en un dorado pendón.
Era encantador a la vista, y de trato delicioso,
almizcle en su mirada, enteramente embriagador8.

8 En este preciso punto, en el que, después de la cacería, el héroe emprende el


camino de regreso a casa, la versión G pasa sin solución de continuidad ál lia-
Digenís A kritas 119

Cuando llegaron juntos y entraron en palacio, Z1539


comieron, bebieron y se deleitaron día tras día. Z1540
Mas he aquí que su padre, el Emir, desde aquellos tiempos,
conforme los años discurrían con el sol alrededor del
[firmamento,
vivía reflexionando acerca de los caminos del Señor,
y encontraba cada día gran solaz en compañía de su esposa,
y también de su hijo y todos sus amigos; Z1545
hasta que llegó al umbral de la vejez
y decidió dejar para su hijo todos los hechos audaces.
Así, cuando el noble y hermoso Digenís
alcanzó la plenitud de su mocedad
y pasó a ser contado entre los hombres como un cumplido varón, Z1550
entonces, un día, saltó a lomos de su caballo y se echó a
Tomando la lanza y la maza que poseía, [cabalgar.
convocó a su gente y la llevó consigo,
y, mientras cubrían la etapa con fatiga,
oyó hablar de ciertos bandoleros9, audaces en demasía, Z1555
que dominaban los desfiladeros y acometían bravas empresas,
y se apoderó de él un enorme deseo por conocerlos.
Así, partiéndose a solas, halló un carrizal
en cuyo interior se encontraba un pavoroso león, despellejado
a manos de Ioannakis, aquel formidable héroe. Z1560
Cuando Digenís Akritas vio al león,
exhaló un suspiro desde el fondo del alma y se expresó de este
«¿Cuándo veréis, ojos míos, a esos valientes?» [modo:
Mas he aquí que se topó con el azacán de los bandidos
y comenzó a interrogarle acerca de ellos. Z1565

mado episodio del cortejo. Estemos o no ante una laguna, entre ambas escenas
se ha venido introduciendo el pasaje correspondiente de la versión Z (w .
1539-1629; 1637-1645; según el texto establecido por Trapp). Aunque en un
encuentro posterior ni el Akrita ni los apelátai parecen guardar memoria de lo
aquí acontecido, hemos querido reflejar el episodio.
9 Hemos adoptado la traducción de «bandolero» para apelate.
120 Poesía heroica bizantina

Al punto a Digenís le contestó el aguador:


«¿Qué quieres de los bandoleros, buen joven?»
Y él a su vez le respondió al aguador:
«Pretendo llegar a ser uno de ellos».
Z1570 Entonces el azacán se hizo seguir de Digenís y marcharon
al interior de la temible y misteriosa guarida de los bandidos.
Allí encontró a Filopappo recostado en un lecho;
por todas partes, en revoltijo, había pellejos de muchas ñeras.
El joven Basilio Akritas le hizo una reverencia,
Z1575 se arrodilló ante él y le presentó sus respetos,
y el viejo Filopappo le respondió de esta guisa:
«¡Se bienvenido, joven; a no ser que seas un traidor!»
A lo que Basilio replicó de este modo:
Z1580 «No soy un traidor, antes bien, pretendo llegar a ser,
precisamente con vosotros y en este campamento, un
[bandolero».
El anciano, cuando lo oyó, se disculpó de esta forma:
«Si tienes a gala, jovencito, llegar a ser bandolero,
toma esa maza y bájate a montar guardia:
si eres capaz de ayunar durante quince días,
Z1585 l o g r a r q u e el s u e ñ o n o h a g a p r e s a e n lo s p á r p a d o s d e tu s o jo s,
y, d e s p u é s d e e s to , s a lir a m a t a r le o n e s
y t r a e m o s a q u í la s p ie le s d e to d o s ;
si e r e s c a p a z d e b a ja r a h a c e r g u a r d ia d e n u e v o ,
y si, c u a n d o p a s e n p rín c ip e s c o n u n g r a n s é q u ito ,
Z1590 e s c o lta n d o a la n o v ia y al n o v io , p u e d e s a r r o ja r te e n m ita d
y a p o d e r a r te d e la r e c i é n d e s p o s a d a p a r a tra e r la h a s ta aq u í,
e n to n c e s , te n la c e r te z a a b s o lu ta d e q u e te c o n v e r tir á s e n
[bandolero».
Digenís, conforme terminó de escucharle, esto fue lo que le
[contestó:
«¡No me vengas con ésas, anciano, que eso ya lo hacía de chico!
Z1595 ■ Sólo te digo una cosa, audaz Filopappo:
a tr a p a r ía u n a lie b re q u e fu e ra c o r r i e n d o m o n t e a rrib a ,
D igenís A kritas 121

y, con tal de estirarme, cogería una perdiz que volara a ras del
[suelo»10.
Entonces Filopappo ordenó a sus bandoleros
que acercaran un taburete de plata para que se sentara el Akrita.
Ante él dispusieron una espléndida mesa Z1600
y todos comieron y bebieron plácidamente.
Acto seguido, cada uno de ellos comenzó a contar
que era capaz de enfrentarse a un gran número de valientes.
Filopappo, después de escucharlos, le preguntó al Akrita:
«¿Y tú, buen joven, a cuántos eres capaz de tumbar?» Z1605
A lo que Basilio, al punto, le respondió de esta forma:
«Venid, muchachos, cojamos las clavas
y marchemos todos a la explanada,
para que cada cual enfrente su maza a las del resto,
de suerte que el que venza obtenga en galardón la maza del Z1610
[otro».
Entonces aquéllos cogieron sus clavas;
el formidable Cinnamo junto a Ioannakis,
y, con éstos, Digenís, en compañía de muchos otros.
Todos bajaron a la explanada
y cada cual chocó su maza con otro. Z1615
En ese momento, nuestro formidable Basilio Digenís
echó mano a su maza y se situó en el medio;
a unos golpeaba con la clava, pero a otros con los puños
hasta que empezaron a flojear los brazos de todos aquellos
[valientes.
Y cuando Digenís recogió las mazas, Z1620
se fue hacia el anciano para decirle estas cosas:
«Toma las mazas de todos tus bandoleros, Filopappo;
y si no te basta con esto, te haré a ti lo mismo».
Tras ejecutar esta hazaña, el formidable Akrita
regresó al sendero donde se hallaba su gente Z1625

10 Cf. CA, 35-36, para dos versos prácticamente idénticos.


122 Poesía heroica bizantina

y, acto seguido, partieron todos hacia palacio.


Digenis se estuvo contento durante todos sus días,
el asombroso Basilio, gloria de los valientes,
Z1629 y a n te él t o d o s s e e s t r e m e c ía n a c o n s e c u e n c ia d e s u s c o m b a te s .

Z1637 Por lo demás, preciado amigo, te referiré también esto:


en aquella sazón el gallardo Ducas,
formidable general de buena parte de la Romania,
Z1640 tenía una hija preciosa llamada Eudoda u ,
cuyo nombre oía el Akrita en cada ocasión,
pues su belleza era inmensa y su linaje ilustrísimo.
Un día saltó a lomos de su caballo y se echó a cabalgar,
tomó consigo a sus hombres y los llevó de caza.
Z1645 Acabada la cacería, volvieron a palacio.

G254 Mas he aquí que el palacio del general se hallaba en el


255 y cuando estuvo cerca, entonó esta canción: [camino
«Cuando un joven valiente se enamora de una muchacha
[hermosísima,
cuando pasa a su lado y contempla su belleza,
su corazón se ve domeñado y ya no desea seguir vivo en el
[mundo».
Los que se encontraban en palacio, al escuchar el dulce son,
260 se quedaron transportados, como el famoso Ulises cuando,
a bordo de su barco, escuchó el canto de las Sirenas n .
Tampoco la muchacha hizo oídos sordos al joven,
bella como era, famosa y de gran renombre,
de inconcebible hermosura y linaje ilustrísimo.

11 Ése es el nombre de la futura esposa del Akrita según la versión T (cf.


T 1 1 0 3 ) y A (cf. A 2045), mientras que en la que nosotros seguimos se la llama
simplemente kôrê, «la Muchacha» por antonomasia. No en vano la edad míni­
ma para el matrimonio de una joven eran los doce años; cf. A-M. Talbot, «La
mujer», en G. Cavallo (ed.), El hombre bizantino..., pág. 160.
12 Cf. Odisea XII 37-200.
Digenís A b ritas 123

Sus bienes, sus posesiones y demás riquezas 265


imposibles eran de enumerar o de imaginar siquiera.
Su sola mansión, nadie sería capaz de ensalzarla,
pues toda ella era de mármol y oro, por entero cubierta de
[mosaicos.
Los aposentos privados en que moraba la joven,
to d o d e o ro p o r fu era y ta ra c e a d o s c o m p le ta m e n te d e p ie d ra s, 270
re cib ía n el n o m b re d e « cá m a ra d e la d o n cella».
Así pues, cuando nuestra rica y encantadora muchacha
vio al joven, tal como estoy refiriendo,
se le in flam ó el c o ra z ó n y y a n o q u ería seg u ir viva e n el m u n d o ;
el d o lo r p re n d ió e n ella, c o m o es n atu ral, 275
p u e s la b e llez a h ie re m á s h o n d a m e n te q u e u n d a rd o
y a través d e lo s o jo s p e n e tra h a s ta el alm a.
Quería apartar sus ojos del joven,
mas como, a su vez, no deseaba alejarse de su hermosura,
hasta él arrastró una mirada claramente vencida. 280
Entonces, a su nodriza le dijo quedamente al oído:
«Asómate, aya, y mira qué joven tan gallardo;
admira su asombrosa figura y su porte increíble.
Ojalá mi señor padre quisiera tomarle por yerno,
pues ganaría, créeme, un yerno como otro no hay». 285
Ella permaneció contemplando al joven desde la ventana,
y el joven, en su ignorancia, lanzó esta pregunta:
«¿De quién es esta gran y majestuosa morada?
¿No pertenece a ese célebre general del que tanto se habla?
¿Habita aquí, acaso, esa joven muchacha tan afamada?» 290
«Así es, dulcísimo hijo —respondió su padre—
y por su causa han perdido la vida muchos nobles romanos».
«¿Y cómo es, padre, que murieron?», preguntó de nuevo el
«Planearon, hijo, raptar a la joven, [muchacho,
por mor de la encantadora hermosura que, dicen, posee. 295
En cuanto el general, el padre de la muchacha, supo quiénes
[eran,
124 Poesía heroica bizantina

les ten d ió u n a e m b o sca d a y acab ó c a p tu ra n d o a to d o s ellos:


a u n o s lo s d ecap itó , y a o tro s lo s dejó c ie g o s 13;
p u e s es in m e n so su p o d e r y su fam a e n e sta reg ió n ».
300 D igenís, e x h a la n d o u n su sp iro , le dijo a su p a d re :
«R eza, p ad re, p o r q u e n o m e v e n g a la te n ta ció n d e rap tarla,
q u e a m í n u n c a m e h a n a rre d ra d o las e m b o sca d a s.
P e ro só lo te ru eg o u n a c o s a , si te p a re c e ra z o n a b le:
q u e co n v e n z a s al g en e ra l p a ra q u e e m p a re n te m o s,
305 d e su e rte q u e si se avien e a to m a rm e p o r y e rn o ,
lo te n d ré y o p o r su eg ro d e a cu e rd o c o n su p ro p ia v o lu n ta d .
E n ca so co n tra rio , p ad re , y a sa b rá s e n q u é a ca b a esto».
«M u ch as v e ce s se lo h e d e cla ra d o , d u lcísim o hijo,
m a s n o se deja c o n v e n c e r p a ra q u e d é su co n se n tim ie n to » .
310 M ien tras tales co s a s le d ecía el p a d re a su hijo,
el jo v e n o b serv ó a la m u c h a c h a a trav és d el v a n o d e la v en tan a,
y, d eten ien d o su m irad a en ella, n o siguió h acia adelante,
p u e s el e s tu p o r se h ab ía ad u e ñ a d o d e él y se le h a b ía tu rb a d o el
[co ra z ó n .
A rreó su m o n tu ra y, a p ro x im á n d o s e a la d on cella,
315 d u lce m e n te le h ab ló estas ra z o n e s:
«M u ch ach a, h a z m e sab er si m e tienes en tu p en sam ien to
y si d eseas v iv am en te q u e te to m e p o r esp o sa.
P e ro si tu m e n te an d a p u e sta en o tra p a rte , n o te su p licaré
[m ás».
M as h e aquí q u e la n iñ a le hizo u n ru eg o a su n o d riza:
320 «Baja, m i b u e n aya, y dile esto al m u c h a c h o :
‘T e p ro m e to p o r D ios q u e m e h as llegado al alm a,
p e ro d e s c o n o z c o , jo v e n , d e q u é fam ilia p ro ce d e s.
Si eres Basilio D igenís el Akrita,
p e rte n e ce s, e n to n ce s, a u n a d e las m á s n o b le s y ricas,
325 y eres p a rie n te n u e stro p o r la lín ea d e lo s D u cas.
P e ro m i p a d re , el g en eral, h a o rd e n a d o m o n ta r g u ard ia p o r ti.,

13 Cf. Poem a d e Belisario.


Digenís A kritas 125

p u e s h a oíd o h a b la r m u c h o d e tu s h azañ as.


Así q u e ten cu id a d o , jo v e n , y n o co rra s riesg o s p o r m í,
n o v ay as a ser d esp o jad o d e tu tern ísim a ju v en tu d ,
p o rq u e m i d e sp iad ad o p a d re n o v a a te n e r cle m e n cia co n tig o ’». 330
A su v e z el m u c h a c h o re p u s o a la jo v en :
«A sóm ate, lu z d e m is o jo s, p a ra q u e p u e d a a d m ira r tu b elleza,
p a ra q u e e m b a rg u e m i c o ra z ó n tu a m o r infinito,
j o v e n soy, c o m o ves, y n o sé q u é es la p asión ,
y m e n o s aú n c o n o z c o lo s se n d e ro s d el a m o r. 335
P e ro si el d eseo d e ti p e n e tra en m i alm a,
y a p u e d e n tu p ad re, el g en eral, y su s d e u d o s
y cu a n to s tien e a su lad o co n v e rtirse en flechas
o re sp la n d e cie n te s esp ad a s, q u e n o p o d rá n h e rirm e jam ás».
N o se v eía q u e la co n v e rsa ció n llegara a su fin. 340
E n tre tan to , la p a sió n les in citab a a a ctu a r lice n cio sa m e n te ,
p u e s la p asió n , so b e ra n a q u e es, so m e te lo s p e n sa m ie n to s,
su b y u g a la ra z ó n , c o m o el co c h e ro al caballo,
y p o r eso q u ien la p a d e ce n o g u a rd a el d e co ro ;
n o sien te v e rg ü e n z a an te su s p a rie n te s n i se co n ste rn a an te su s 345
[vecinos,
sin o q ue, esclav o d el a m o r, se to m a del to d o d e sv e rg o n z a d o .
E s o es lo q u e e n ese m o m e n to sen tía la jo v e n d on cella,
cu a n d o , lev em en te, se a so m ó a través del q u icio d e o ro :
la h e rm o s u ra d e su s faccio n e s d e slu m b ró lo s o jo s d el h é ro e ,
q u ien n o p u d o co n te m p la r n ítid am en te a la hija d el sol, 350
p u e s u n re s p la n d o r p a re cía n a c e rle e n m itad d e su r o s t r o 14.
E n v e rd a d la m u c h a c h a se asem ejab a a u n a im ag en p in tad a:
la m irad a, b rillan te y seren a; su cabello, ru b io y riz a d o ;
su s n eg rísim as cejas, d e u n n e g ro sin m ezcla;
c o m o la n iev e su tez, co lo re a d a en las m ejillas 355

14 Que el rostro de la joven hermosa lance destellos como el sol constituye un


lugar común novelístico; cf., por ejemplo, Caritón de Afrodisias, Quereos y Calí-
rroe, IV 1, 9. Por otra parte, el apelativo de «hija del sol» es frecuente, no sólo
aquí (IV 635, 8 0 7 y V I 134), sino en toda la literatura popular bizantina.
126 Poesía heroica bizantina

c o m o las p ú rp u ra s exq u isitas q u e tan to estim a n los


[e m p e ra d o re s.
D e m o d o q u e, así co n te m p lá n d o la , n u e stro fo rm id ab le jo v e n
resu ltó h e rid o al in sta n te e n el alm a, ab atid o e n su co ra z ó n ,
y, su frien d o u n d o lo r infinito, q u ieto se tuvo en s u to rm e n to .
360 M as h e aq u í q u e la n o b le d o n ce lla , v ién d o lo d e e sta guisa,
n o p erm itió q u e p e rm a n e cie ra afligido d u ra n te m á s tiem p o ,
sin o q u e rá p id a m e n te le h izo p a rtícip e d e su a m o r,
q u e re b o s a b a u n a in m e n s a aleg ría y se m e z c la b a c o n el p la ce r.
C o n fián d o le su anillo, le dijo:
365 «A h ora, am ig o , m a rc h a c o n te n to y n o m e p o n g a s e n el olvido».
Y él, aco g ie n d o el anillo e n su p ro p io re g a z o ,
al p u n to le dijo e n re sp u e sta : « E sp é ra m e m a ñ a n a » .
E n te ra m e n te h en ch id o d e g o zo se p u so en cam in o c o n to d o s
[su s h o m b re s,
y n a d a m á s arrib ar a p alacio c o m e n z a ro n su s in q u ietu d es,
370 y a D ios su p licab a c o n to d o su c o ra z ó n , d icien d o :
« S eñ o r D ios, atien d e m i ru e g o :
h a z q u e el so l se p o n g a y q u e salga la lu n a
p a ra q u e se a m i aliad a e n e s ta e m p re sa ,
p u e sto q u e co m p le ta m e n te a so la s d e se o e m p re n d e r el
375 Y e n p riv ad o le dijo a su cab allerizo m a y o r: [c a m in o » 15.
«¡Q u ítale lo s a rre o s a esa m o n tu ra y en ja é z a m e al n e g ro ;
cíñ ele d o s cin ch a s y d o b le g a m a rra ,
cu e lg a a la silla m i m ag n ífica e sp a d a y m i m a z a
y c o ló ca le u n fren o p e s a d o p a ra q u e g ire c o n ra p id e z !»
380 L la m a d o p a ra la ce n a , n o p ro b ó b o ca d o ,
y n i siq u iera q u iso g u s ta r la b ebida,

15 Ir o no acompañado puede marcar la frontera entre la fuga y el rapto, seve­


ramente castigado, este último, por la legislación bizantina, cf. C. Jouanno, Di-
génis Ahritas..., pág. 233, que nos remite a Laiou, «Sex, Consent and Coercion
in Byzantium», en A Laiou (éd.), Consent and Coercion to Sex and Marriage in
Ancient and Medieval Societies, Washington, Bumbarton Oaks, 1993, págs. 109-
221 .
Digenís A kritas 127

p u e s en su m e n te d ab a v u eltas a la m u ch a ch a , re c re a n d o su
U n a s v e ce s , en su d esaso sie g o , n o la d eseab a, [belleza,
o tra s, se im ag in ab a q u e su s e sp e ra n z a s e ra n fu n dad as,
y a to d o s les d ab a la im p re sió n d e e star su m id o en u n su e ñ o . 385
T a m b ié n su m a d re lo co n te m p la b a ex tra ñ a d a:
« ¿Q u é te su ce d e , hijo m ío , p a ra e n triste ce r d e e ste m o d o m i
[alm a?
¿A caso h a s ten id o u n e n cu e n tro c o n u n a fiera y el m ie d o te h a
[tu rb a d o ?
¿A caso te h a h e ch iz a d o u n d e m o n io al co m p ro b a r tu b rav u ra ?
C u é n ta m e lo sin tard an za; n o aflijas m á s m i esp íritu , 390
p u e s q u ien e s c o n d e su en ferm ed ad , a ca b a co n su m id o p o r ella».
«N i c o n u n a fiera m e h e tro p ezad o —resp o n d ió el jo v en —
n i z o z o b ra alg u n a tu rb a m i alm a,
y , si es q u e alg u ien m e h a h e ch iz a d o , m a ld íce m e a m í, n o a ella,
p u e s n o h a o b ra d o m a l algu n o y a q u e m e e n cu e n tro 395
[p erfectam en te».
A cto seg u id o , se lev an tó y se fu e d ire cta m e n te a su s a p o se n to s,
y , d e sp o já n d o se d e su s b o ta s, co g ió su cítara
y al p rin cip io se p u so a ta ñ e r su s c u e rd a s c o n las m a n o s
[d e sn u d a s
—n o e n v a n o h a b ía sid o b ie n in stru id o e n lo to c a n te a la
y, tras h a b e rla afinad o, la to c ó s u s u rra n d o 16: [m ú sica —, 400
«Q u ien tiene c e rc a a su am o r, n o se ve privado del su eñ o ,
m a s q u ien a m a en la d istan cia, n o m a lg asta las n o ch e s.
Y o , q u e am o a lo lejos, c o n p re m u ra m e h e d e p artir,
p a ra n o afligir m á s m i alm a, q u e p o r m í p e rm a n e c e en vela».
Y e n c u a n to el so l se p u so y ap areció la lu n a, 405
p a rtió solitario a cab allo, llev an d o su cítara.
B rio so era el n e g ro co rce l, la lu n a d ab a la lu z d el día.

16 Toma la cítara y la templa con las manos desnudas, psilats chersí, esto es, sin
púa o plectro (cf. Aquiles Tacio, Leurípa y Clitofonte, I 5, 4 ), o bien, sin acom­
pañamiento de voz (cf. el psiloís lógois de Platón, Banquete, 215c).
128 Poesía heroica bizan tin a

Al alba, alcan zó los a p o se n to s d e la m u ch a ch a .


M as h e aquí q u e ella, co m o había p asad o la n o c h e esp eran d o
[d esp ierta,
410 c o n el a m a n e ce r le h ab ían flaq u ead o las fu erzas y h ab ía ced id o
E n to n c e s , el n o b le m u c h a ch o , al n o verla, [al su eñ o ,
se sin tió m u y triste y p ro fu n d a m e n te tu rb ad o :
fem en tid as ra z o n e s g o lp e a b a n su co ra z ó n ,
in so p o rta b le e ra el p e sa r q u e sufría y su d o lo r in so n d ab le,
415 y se d ecía a sí m ism o : «¿Es, tal vez, q u e se h a arrep en tid o ?
¿T em e a ca so q u e su s p a d re s la d e scu b ra n ?
A n te eso , ¿q u é co n sejo h e de to m a r? ¿C ó m o sa b e r la v erd ad ?
M i m e n te se e n cu e n tra su m id a e n g ra n co n fu sió n , n o sé c ó m o
p u e s, si la llam o , h a b rá q uien m e oiga gritar, [o b rar,
420 lo s ce n tin elas sald rán y m e e n c o n tra rá n aquí.
S eré d escu b ierto an tes d e llevar a cab o el em p e ñ o d e co n se g u ir
[a m i am ad a,
d e m a n e ra q u e n o m e re su lta rá fácil v o lv e r a v e r a m i a m o r;
e n to n ce s, ¿q u é p ro v e ch o o b te n d ré d e seg u ir c o n v id a en el
[m u n d o ?»
M ien tras q u e se d ecía e stas co sa s, v io le n ta m e n te ab atid o,
425 ju z g ó co n v e n ie n te em p e z a r a to ca r la cítara,
p a ra c o m p ro b a r d e ese m o d o aquello q u e se tem ía:
«P ara p ro b a r a la m u c h a c h a —se dijo—, sa lv a g u a rd á n d o m e yo,
p o n d ré e n tre n o s o tro s a esta cítara c o m o aliada,
y se cu m p lirá la v o lu n ta d d e D io s c o n ce rte z a »17.
430 Así, tras te m p la r su in stru m e n to , lo p u lsó c o n la p ú a
y ejecu tó u n aire d ulcísim o al tiem p o q u e su su rrab a:
«¿C ó m o en tre g a ste al olvido, c o ra z ó n , n u e s tro jo v e n a m o r
y tiern a y p lá cid a m e n te d o rm iste , libre d e to d o p e sa r?
D esp ierta, ro s a to d o te rn u ra , m a n z a n a o lo ro sa:

17 En las canciones ákrítícas en las que Digenís rapta a una doncella, siempre
■ lleva consigo un laúd mágico como elemento fundamental para llevar a cabo la
empresa.
Digenís A britas 129

h a salido y a el lu ce ro del alba, m a rc h é m o n o s d e aquí». 435


Y la m u c h a c h a , al oír el d u lce s o n de la cítara
saltó d e la c a m a , se ciñ ó el cin tu ró n
y, a so m á n d o s e p o r el v an o , le dijo al jo v e n m u ch a c h o :
«T e re p ro c h o , m i a m o r, q u e h a y a s ta rd a d o ta n t o 18,
y sie m p re lo h a ré si te m u e s tra s ta rd o e in d o len te; 440
e n cu a n to a la cítara q ue acab as d e tañer, n o p a re ce s sab er d ó n d e
[estás,
m i b u e n am igo, p o rq u e si m i se ñ o r p a d re te d e scu b re , te h a b rá
y m o rirá s p o r m i cau sa, ¡fatal in ju sticia! [d e castig ar,
D ios, q u e c o n o c e to d o s lo s se cre to s , sabe
q u e e n m i c o ra z ó n h a arraig ad o el a m o r h a cia ti, 445
y sen tiría tu fracaso c o m o u n a d esgracia.
P o n te a salvo, m i alm a, an tes d e q u e llegue la m a ñ a n a ,
y a c u é rd a te sie m p re d e m í, q u e tan to te quiero,
p u e s n o h e d e m a r c h a r co n tig o , a p u e sto jo v en .
Sé q u e te in flam a la p a sió n y u n a m o r e x tra o rd in a rio , 450
y q u e la ra z ó n te em p u ja a m o rir p o r m í,
m a s si m e h a c e s e rra r y m e m a rc h o con tigo,
si d e ello se ap e rcib e n m is h e rm a n o s y d eu d o s,
y, en c o m p a ñ ía d e lo s su y o s, te d a a lca n ce m i p ad re,
¿ c ó m o p o d rá s a rra n ca rm e d e ellos y salvar tú la vida?» 455
A p en ad o , el fo rm id ab le m u c h a c h o , le re p u so a la jo v e n :
«A labo tu s re p a ro s , n o b le d o n ce lla ,
p u e s c o n te m p la n d o lo ad v e rso d e la situ ació n v en id era,
c o n sab ias ra z o n e s h a s aca b a d o e sco g ien d o -lo m á s p ro v e c h o s o .
M as h e aq u í q u e d e m is h e c h o s n a d a c o n o c e s, 460
p u e s si tu vieras co n o cim ie n to d e m is h a z a ñ a s,
ja m á s d irías q u e tu s h e rm a n o s y d eu d o s
m e atrap arían y m e ab atirían , n i q u e p o r m í h ab rías tú d e sufrir.
P e ro te n p o r cierto y seg u ro u n a co sa , alm a m ía:

18 Se dirige a él con el mismo apelativo de I I 132, kÿrka; cf. nota a d loe.


130 Poesía heroica bizantina

465 q u e e sto y e m p e ñ a d o en d e rro ta r ejército s y o so lo ,


e n v e n ce r e scu a d ro n e s y d o m e ñ a r su p o d e r.
Y p o r lo q u e re s p e c ta a tu p a d re y su s h o m b re s,
así c o m o a tu s h e rm a n o s y su s p a rie n te s,
lo s ten g o p o r n iñ o s d e p e ch o , en ab so lu to a te n e r e n cu en ta.
470 S o lam e n te u n a co s a d e se o sa b e r d e tu s lab ios:
si a rd e s e n d e se o s d e a co m p a ñ a rm e .
E n tal c a so , d eb eríam o s a b a n d o n a r lo s e stre c h o s ca m in o s an tes
[d el alba,
p u e s las v e re d a s y las se n d a s a n g o sta s g u ía n a lo s v alien tes
[h a cia la m u e rte ,
p e ro e n los llanos, h asta lo s co b a rd e s se vu elven au d aces.
475 M as si tal v e z h a s m u d a d o d e p a re c e r y h a s elegido a o tro
y p o r eso arg u y es tales p re te x to s ,
¡te ju ro , p o r lo s sa n to s T e o d o ro s , m á rtire s d e C risto ,
q u e n in g ú n o tro , m ien tras yo siga c o n vida, se rá llam ad o esp o so
[tuyo!»
E n re sp u e sta , la q u e era b ella c o m o el s o l le dijo al
[m u ch a ch o :
480 «E res, am a d o m ío , u n c o m p le to n o v a to en cu e stio n e s d e a m o r
y d e afecto s, p o r tratarse , se g ú n m e dijiste, d e tu p rim e ra
[exp erien cia.
A h o ra su fres p o r m i cu lp a y q u izá e stés d icien d o v e rd a d ,
y eso lo su p o n g o p o rq u e y o e x p e rim e n to lo m ism o .
P e ro , a p e sa r d e q u e sea in d e c o ro so re v elarte lo q u e m e su ced e ,
485 sin e m b a rg o te lo co n ta ré to d o , p re s a c o m o e sto y d el d eseo.
A m í m e h a n p re te n d id o m u c h o s n o b le s se ñ o re s y p ro c e re s
y tam b ién fam iliares e h ijos d e reyes,
g e n te q u e c o n ta b a c o n ro p a s y c o rte jo s reales.
D e se o so s to d o s d e ad m ira r m is fa ccio n e s,
490 se p a se a b a n d e co n tin u o p o r d e la n te d e este p alacio ,
m a s n in g u n o e n a b so lu to co lm a b a las a sp ira cio n e s d e m i p a d re ;
, n a d ie e ra co n sid e ra d o d ign o d e c o n te m p la r n i siq u iera m i
[so m b ra.
Digenís A britas 131

N in g u n o ja m á s h a e scu ch a d o m i vo z, n i aten d id o a m i
[co n v e rsa ció n ,
n i al r o m p e r d e m i risa, n i al so n id o d e m is p aso s.
Ja m á s h e a s o m a d o m i ca b e z a p o r el v an o d e la v e n ta n a , 495
m e h e m a n te n id o al ab rigo d e las m ira d a s ajenas.
Y salvo m is fam iliares y m is allegados,
n u n c a n a d ie h a co n te m p la d o las faccio n es d e m i ro s tro ,
p o r g u a rd a r c o n e sm e ro el re c a to q ue c u a d ra a u n a d o n cella.
M as a h o ra h e re b a sa d o lo s lím ites y m e h allo fu era d e ellos; 500
m e h e co n v e rtid o e n u n a d e sv e rg o n z a d a p o r ca u sa d e tu am o r.
Y o , q u e ja m á s h e sid o co n te m p la d a p o r u n e x tra ñ o ,
co n v e rso a h o ra co n tig o sin n in g ú n tipo d e p u d o r,
y la libre c o n cie n cia d e m i d o n cellez
la v eo esclav izad a y to m a d a en im p u d icia. 505
D e sd e el in sta n te en q u e c o n te m p lé tu ro s tro , jo v en ,
u n a su e rte d e fu ego ab rasó m i alrna seren a,
y m u d ó a u n tiem p o m i r a z ó n y m i tem p le,
a d e m á s d e esclav izar m i v o lu n ta d y c o n v e rtirm e e n u n a
[d esv erg o n zad a,
só lo p o r ti, a m a d o m ío, p o r ti y p o r tu am o r. 510
Y o y a h e su cu m b id o y m i d e se o es p a rtirm e co n tig o .
P o r ti re n u n c io a m is p arie n te s y m e veo p riv ad a d e m is p a d re s,
a p a rta d a d e m is h e rm a n o s y d e riq u ezas sin cu e n to ,
p o r m a rc h a rm e co n tig o a d o n d e tú m e o rd en e s;
m a s n o sin to m a r a D ios p o r testigo, A q u el q u e a to d o s au xilia, 515
v in d ica d o r su p re m o , d e q u e n o m e to rce rá s d el re c to ca m in o .
T a m b ién a ti te in flam a el a m o r, el a m o r te esp o lea
y la ra z ó n te p e rsu a d e a q ue m u e ra s p o r m í,
lo cu a l su p lico n o llegar a v e r n i a e s c u c h a r c o n m is oídos».
Y cu a n d o la h e rm o s a m u c h a c h a a ca b ó d e d ecir e stas co sa s, 520
se le cu b rie ro n lo s ojos d e lág rim as y lan zó h o n d o s su sp iro s;
se re p ro c h a b a a sí m ism a su g ra n d esv erg ü en za,
y au n q u e in te n ta b a c o n to d a s su s fu erzas m u d a r su p ro p ó sito ,
el d eseo in finito d e su s e n tra ñ a s se lo im p ed ía.
132 Poesía heroica bizantina

525 T al es el p o d e r d el a m o r, de los d e se o s y afecto s,


q u e si h ay alguien q u e defiende c o n celo su p ro p io deber,
a p e s a r d e c o n ta r c o n u n a m e n te seren a, la p a s ió n le p re se n ta
[batalla.
H e ah í la ra z ó n d e p o r q u é el e n a m o ra d o n o g u a rd a d e c o ro ,
n o sien te v e rg ü e n z a an te su s p a rie n te s n i se c o n s te rn a an te su s
[vecin os,
530 sin o q u e, esclavo d el a m o r, se to m a d el to d o d e sv e rg o n z a d o .
C o sa s to d as q u e e n su s ca rn e s su frían lo s h e rm o sísim o s
[jóvenes.
E n ese m o m e n to , n u e stro fo rm id ab le h é ro e , al v e r llo ra r a la
[joven
n o p u d o c o n te n e r ta m p o c o las lág rim as y le dirigió estas
« H e rm o sa m u ch a ch a , c o m p re n d o tu situ ació n : [razo n es:
535 y sé d e las infinitas riq u ezas q u e tu p a d re a te so ra
y p o r las cu ales ta n to s n o b le s d e se a ría n d e s p o sa rs e co n tig o
(d e to d o eso e sto y al co rrie n te p o r in fo rm a cio n e s m u y fieles),
p e ro y o , q u erid ísim a alm a, n o p ersig o riq u ezas,
n o an sio te so ro s, n i asp iro a la g lo r ia 19,
540 p u e s to d o eso lo co n sid e ro p aja si a ca m b io g o z o d e tu b elleza.
D e sd e q u e se c ru z a ro n n u e s tra s m ira d a s, n iñ a d e o jo s n e g ro s,
n o te h a s a p a rta d o d e m i alm a n i u n so lo in sta n te ,
p u e s te h as arraigad o en su in terio r y te h a s en trev erad o c o n ella,
y te e n su e ñ o sin p a u sa y te co n te m p lo au n q u e n o estés.
545 N u n c a an tes m e h ab ía e n a m o ra d o d e n in g u n a cla se d e belleza,
n i ja m á s h ab ía co n o c id o lo s se n d e ro s d el am o r.
V en , p u e s, m i d u lce luz, a co m p a ñ a a tu e n a m o ra d o
y d eja q u e a so m e el a m o r q u e alb erg as d e n tro d e ti,
q u e la d e m o stra ció n m á s cie rta d e sc a n sa so b re lo s h e c h o s ,

19 No aspira a una gloria mundana que le venga por cuenta de su posición so­
cial, pero, como todo héroe, sí que persigue el reconocimiento de su excelencia
en el campo de batalla.
Digenís A kritas 133

y c o m p a rta m o s a leg rem en te n u e stra s vid as c o n el 550


[co n se n tim ie n to d e D ios.
T a m b ién tu s p a d re s se aleg rarán p o r ello
cu a n d o co b re n co n cien cia del yern o q u e h a n co n seg u id o ,
y y a n ad ie te h a rá rep ro ch e s, sino que, antes bien, te ten d rán p o r
[d ich osa».
E sa s y m u c h a s o tras ra z o n e s e x p u so el m u ch a c h o
p a ra lu ego añ ad ir: «E n ti. re sid e m i e n te ro p rin cip io y m i fin, 555
in iciad o cu a n d o D ios lo d e cid a h a sta m i h o ra p o stre ra .
Si alg u n a v e z d o y e n c a u sa rte p esar, alm a m ía,
si n o co n se rv o sin m á cu la el a m o r q u e m e tienes
y el afecto m á s p u ro h a sta la h o ra d e m i m u e rte ,
q u e n o m u e ra cristian o , q u e ja m á s c o n o z c a b o n a n z a 560
y q u e n o m e a p ro v e ch e n las p legarias q u e p o r m í v ie rte n m is
[p ad res.
O jalá, n o b le criatu ra, q u e m a n te n g a s id é n tico s vo to s».
L a m u c h a c h a , c o n esas p a la b ra s aú n re s o n á n d o le e n los
[oídos, re sp o n d ió :
«A u n q ue e n tre g a rm e a ti. sea u n g ra n extrav ío
—p u e s al v e rd a d e ro d e co ro se le llam a n o b le z a , 565
m a s y o la h e tra icio n a d o p o r p a d e ce r n o sé q u é su frim ien to —,
sin em b arg o , e s ta re p e n tin a p asió n , este afecto sin cero
m e h a llevado a p referir tu h e rm o sísim o am or».
A cto seg u id o , la n iñ a p ro n u n c ió su v o to d e am o r:
«A trás dejo a m is p ad res, m is h e rm a n o s y h o g a r 570
y p o r v o lu n ta d d e D ios, jo v e n valiente, d ep o sito en ti. m i
[con fianza.
P o n m e a D ios p o r testigo d e q u e n o m e h a b rá s d e c a u sa r
[p esares,
y d e q u e m e co n v ertirás en tu legítim a esp o sa h asta el fin de m is
[días
—p u e s m u c h o s s o n los am a n te s q u e su s p ro m e sa s tra icio n a n ,
lo s m ism o s q u e p o c o an tes se m o s tra b a n tiern o s c o n s u s 575
[e n a m o ra d a s—».
134 Poesía heroica bizantina

E l jo v e n se ad m iró al oír esto ; se so rp re n d ía


d e la se n sa te z d e la d on cella, y, a su vez, le h izo este ju ra m e n to :
«P o r el P a d re y el H ijo y el E sp íritu S an to,
ja m á s te d a ré m o tiv o s d e tristeza, n o b ilísim a criatu ra,
580 a n tes b ie n te h a ré d u e ñ a y se ñ o ra d e c u a n to p o s e o ,
e sp o sa y co m p a ñ e ra m ía h a sta el fin d e m is días,
si es q u e m a n tie n e s p u ro tu a m o r h a cia m í
tal y c o m o a n tes te dije, m i alm a ad o rad a».
Y u n a v e z q u e q u e d a ro n lig ad o s p o r só lid o s ju ra m e n to s ,
585 la m u c h a c h a se d eslizó a trav és d e la v e n ta n a d o ra d a
y el jo v e n la re co g ió irg u ié n d o se so b re s u cab allo:
e ch ó a v o la r la p erd iz, el h a lcó n la a tra p ó ,
y , c o m o cab ía e sp erar, se b e s a ro n tiern am en te.
L lo ra b a n lo s d o s, to m a d o s d e u n a alegría in d ecib le,
590 pues de repente se hallaban sumidos en un gozo inmenso
y vertían cálidas lágrimas urgidos por el contento.
P e ro h e aq u í q u e el jo v en , llevado p o r el g o zo y p o r su coraje,
se p a ró an te la ca sa y e x c la m ó a v o z e n grito:
« ¡B en d ícen o s, su e g ro y se ñ o r, a m í y a tu hija,
595 y d a g racias a D ios p o r h a b e r o b ten id o tal y e rn o !»
Y e n cu a n to lo s cen tin elas d el g e n e ra l o y e ro n su grito,
o rd e n a ro n a to d o s q u e m o n ta ra n e n su s cab allo s,
y a p en as el g e n e ra l lo s h u b o e scu ch a d o ,
q u e d ó fu era d e sí, sin sa b e r c ó m o o b rar,
600 y d e sd e su c o ra z ó n le b ro tó u n h o n d o g e m id o : « ¡H e p e rd id o a
a n te m is o jo s m e h a n ro b a d o a m i ú n ic a hija!» [m i luz,
Al o ír tales n u ev as, la e sp o sa d el g e n e ra l ro m p ió a llo rar:
«¡M e h a d esap arecid o m i ú n ica hija, se la llevan rap tad a!»
L o s h e rm a n o s , p o r su p a rte , g rita b a n c o n g ra n d e sco n s u e lo :
605 «¿Q u ién se h a atrev id o a o b ra r tal d esafu ero ?
¿Q u ién n o s h a a rra n c a d o a n u e s tra h e rm a n a p o r la fuerza?»
L a s sirvien tas llo ra b a n p ro rru m p ie n d o e n g e m id o s,
y p o r to d a s p a rte s se e x te n d ía u n irrefren ab le la m e n to .
U n g ra n ejército a rm a d o se p a rtió e n p o s d el jo v e n ;
Digenís A kritas 135

m a rch a b a d etrás el g en eral en co m p añ ía de su s dos hijos. 6io


N i siq u iera su e sp o sa p e rm a n e ció en el p alacio ,
p u e s n o p o d ía s o p o rta r la p é rd id a d e su hija,
y to m a n d o co n sig o a u n g ra n n ú m e ro d e criad as,
c u a l se e n co n tra b a , les siguió a p ie, d e sco n s o la d a y c o n los
[cab ellos rev u elto s:
«¡Q u erid ísim a alm a —ch illab a—, a d ó n d e te e n ca m in a s!» 6i5
N o h u b o n ad ie, n i jo v e n n i viejo, q u e p e rm a n e cie ra e n
[palacio,
q u e n o saliera a cab allo a d a r c a z a al m u c h a ch o ,
c o n s te rn a d o s c o m o estab a n p o r el ra p to d e la d o n cella,
d e su e rte q u e n a d ie p o d ría c o n ta r c o n e x a ctitu d cu á n to s iban.
C u a n d o a p e n a s co m e n z a b a a ra y a r la lu z d el día, 620
les d ie ro n a lc a n c e e n lo s llan o s so m b río s.
D ivisán d olos a lo lejos la e n c a n ta d o ra m u c h a ch a
—p u e s ib a m ira n d o a su esp a ld a y escu d riñ a n d o a te n ta m e n te ,
echada, como estaba, en brazos de su amado—,
dijo al m u c h a c h o m ie n tra s se su jetab a a él c o n fuerza: 625
« ¡L u ch a , m i alm a, p o r q u e n o n o s s e p a re n
y m u e stra to d o tu b río fu stig an d o al n e g ro co rcel,
p u e s h e aq u í q u e n u e stro s p e rse g u id o re s e s tá n a p u n to de
• [d a m o s alcan ce!»
M as el form id ab le m u c h a ch o , cu an d o e scu ch ó estas p alab ras,
al p u n to se a p a rtó d el ca m in o re b o s a n d o co raje, 630
y allí d on d e· e n c o n tró u n á rb o l ah o rq u illad o e n d o s ra m a s,
s e n tó a la m u c h a c h a en m e d io d e ellas:
« ¡P e rm a n e ce aq u í sen tad a , n iñ a h erm o sísim a, y c o n te m p la a tu
Y rá p id a m e n te se arm ó p a ra la batalla. [am ad o !»
E n ese m o m e n to , la hija d el s o l le dijo a su jo v e n am igo:
«¡T en cu id a d o c o n m is h e rm a n o s , n o les v ay as a h a c e r a lg ú n 635
[m al!»
Y a cu a n to s allí e sta b a n p re s e n te s les p a re cía u n h e c h o
[e x tra o rd in a rio
q u e u n so lo h o m b re se atrev iera a acu d ir c o n tra m iles.
136 Poesía heroica bizantina

M as e n b rev e tiem p o y a h ab ía m a ta d o a u n sin n ú m e ro de


[g u errero s,
640 jin e te s b ien p e rtre c h a d o s y ad ie stra d o s en el co m b a te ,
a q u ien es h ab ía co m e n z a d o p o r ad vertirles q u e se b a tie ra n en
[retirad a
y q u e n o tra ta ra n d e p o n e r a p ru e b a su valor.
P e ro ellos, a n te la id ea d e s e r h u m illa d o s p o r u n so lo h o m b re ,
p referían m o rir a se r p u e s to s en fuga p o r él.
645 E l jo v e n arreó su m o n tu ra , d esn u d ó su esp ad a y su m aza,
y an te s d e q u e llegara el g e n e ra l y a n o q u e d a b a en p ie n in g u n o .
A cab ad o el c o m b a te , h e n c h id o d e org u llo , el m u c h a ch o
se v olvió h a cia la d o n ce lla v icto rio so y co n te n to ,
y a p e á n d o se d e su cab allo , la co lm ó d e m iles d e b e so s:
650 « ¡E n m í tienes, e n ca n ta d o ra m u ch a c h a , la p ru e b a d e m is
[h azañ as!»
Y la jo v e n , a d m ira n d o ca d a v ez m á s al m u c h a c h o ,
aco g ió c o n d u lzu ra su s b e so s s o n o ro s
y le dirigió se re n a m e n te estas p alab ras:
«N o ca u se s d añ o , alm a m ía, a m is h e rm a n o s ,
655 p u e s p re cisa m e n te aq u ello s q u e av a n z a n h a cia n o s o tro s
s o n ellos, a ju z g a r p o r su s m o n tu ra s,
y el te rce ro q u e les v a a co m p a ñ a n d o es, sin d u d a , m i p ad re.
C o n c é d e m e la g racia d e su salv ació n y m a n te n lo s sin d añ o ».
«Se h a rá co m o p id es —rep licó el jo v e n a la m u ch a ch a —
660 si es q u e n o su ce d e n a d a in e sp e ra d o ;
p u e s q u ien se ap iad a d e su ad v ersario a la h o ra de co m b atir,
m u c h a s v e ce s p o r él aca b a ab atid o sin co m p a sió n » .
D ich o lo cu al, su b ió a lo m o s d e su cab allo
y se lan zó c o n d e n u e d o c o n tra el g e n e ra l y su g u ard ia.
665 L o s h e rm a n o s d e la d o n ce lla , re z u m a n te s d e ard o r,
in citab an a su s h o m b re s a a ca b a r c o n el jo v e n ,
e n la e sp e ra d e q u e su m u e rte lleg ara a m a n o s d e o tro s.
. M as el jo v e n , a ten d ie n d o al ru e g o d e su e n a m o ra d a ,
lo s ata có c o n d estre z a y se d esh izo d e to d o s.
Digenís A kritas 137

E n ese m o m e n to , los h e rm a n o s lo em b istiero n c o n furia, 670


p e ro él d escrib ió u n círcu lo en to m o suyo y les d errib ó de su s
[m o n tu ra s
p o n ie n d o b u e n cu id ad o e n n o ca u sa rle s d a ñ o n i abrirles h erid a
[alguna.
E n to n c e s se v olvió h a cia el g e n e ra l y, d e sca b a lg a n d o a lo lejos,
e s tre ch ó le las m a n o s y, ro d illa al suelo,
le dirigió u n a s p alab ras c o n aire co n fiad o : 675
« ¡P e rd ó n a m e , m i se ñ o r, y e n n a d a m e cu lp es,
tu g e n te es d e sm a ñ a d a en la p a ra d a y el golp e,
y p o r eso la m a y o ría se h a p a rtid o al infierno,
p u e s n o m e c u e n to yo e n tre lo s in n o b le s y lo s co b a rd e s,
y si e n algu n a o ca sió n m e o rd e n a s p o n e rm e a tu servicio, 680
co m p ro b a rá s e n to n ce s fielm en te a q uién h a s to m a d o p o r y ern o ;
y si m e lleg aras a c o n o c e r ca b a lm e n te p o r m o r d e m is h e c h o s,
te felicitarías m u c h a s v e ce s p o r tu b u e n a estrella!»
E n ese in stan te, el gen eral, alzando su s b razo s al cielo
y d irig ien d o su m ira d a a O rien te, dio g racias a D ios 685
d icien d o : «¡G loria a Ti, D ios, q u e p ro p icia m e n te
g o b iern as n u e s tra v id a c o n u n a sab id u ría in d ecib le;
p u e s u n y e rn o m e h a s co n c e d id o cu al y o d eseab a:
g allard o y n o b le , tem p lad o y valiente,
u n y e rn o c o m o ja m á s n ad ie h a ten id o en el m u n d o !» 690
Y tras d a r g ra cia s al cielo c o n to d a su alm a,
le dirigió al m u c h a c h o estas afables p alab ras:
«¡Á ureo y ern o m ío , antes q u e n a d a d em o s g racias a Dios,
q u ien c o n tien to g o b iern a c u a n to n o s atañ e,
y re cib e a q u ien an siab as te n e r, jo v e n g allard o , 695
p u e s si n o fu era p o r el a m o r infinito q ue sien tes p o r ella,
n o te h ab rías av en tu rad o a m a r c h a r c o n tra m iles d e h o m b re s tú
V en , p o r ta n to , m a rc h e m o s a m i p alacio [solo!
—n o p ien ses q u e p o r n u e s tra p a rte v as a sufrir d a ñ o alg u n o —
a fin d e p a s a r a u n co n tra to p o r escrito 700
lo s a cu e rd o s d el ca sa m ie n to en p re se n cia d e tu p ad re,
138 Poesía heroica bizantina

d e su e rte q ue, avisad o d e in m ed iato , se re ú n a c o n n o s o tro s


p a ra q u e p u e d a s recib ir la d o te d e m i hija.
H a ré q u e tu s b o d a s a lca n ce n g ra n re s o n a n c ia e n tre to d a s las
705 y d e sd e este m ism ísim o día p o d rá s re c o g e r la d o te : [gen tes,
¡vein te ce n te n a rio s e n an tigu as p ie z a s d e o r o 20
q u e a p a rté p a ra la o ca s ió n y co n se rv é p o r se p a ra d o
e n n o m b re d e m i q u erid ísim a hija; a d e m á s, u n a vajilla d e p lata,
cu a n tio sa s v estid u ras p o r u n v a lo r d e q u in ien tas libras,
710 h a s ta trein ta y seis p o se sio n e s d e re n ta ,
716 in clu id as las b estias y el p e rso n a l q u e allí se e n cu e n tra n :
cu a tro c ie n to s cab allo s d e p u r a ra z a , o c h e n ta e scu d e ro s ,
c a to r c e c o c in e ro s y o tro s ta n to s p a n a d e ro s,
719 a p a rte d e cien to cin cu e n ta m o z o s p a ra d iv ersas tareas,
711 s e te n ta sirvien tas ad em á s d e la ca sa m a te rn a ,
a saz ilu stre y p o r d em á s valiosa,
así c o m o las esp lén d id a s p re se a s d e su m a d re :
su co ro n a , m agn ífica y ad m ira b le m e n te lab rad a,
715 fab rica d a d e o ro y d e p ie d ra s p r e c io s a s !21
720 ¡T e c o n c e d e ré a d e m á s p re fe re n cia s o b re m is o tro s d o s h ijos
así c o m o m u c h a s e in m e n sa s riq u e z a s y n o p o c a s p o se sio n e s,
y a éstas añ ad iré otras m u ch a s, ap arte d e las re cié n m en cio n ad as,
an tes d e q u e ten ga lugar, hijo m ío, la ce re m o n ia sagrad a!
H a ré q u e tu s b o d a s a lc a n c e n g ra n re s o n a n c ia e n tre to d a s las
[g en tes,
725 y lo s jó v e n e s ja m á s te zah erirán al grito d e la d r ó n d e d o n cellas’,

20 La suma es desorbitada, pues se trataría de 640 kilogramos de oro si tenemos en


cuenta que cada centenario viene a ser 100 libras de oro, siendo de 3 2 4 gramos el
peso de cada libra; cf. P. Odorico, Digenis Akritas..., pág. 104, nota ad loe Odorico
propone, por tanto, que tomemos «centenario» como equivalente de «libra». Asi­
mismo, nos informa de que en aquel entonces el sueldo de un alto funcionario de
la corte era el equivalente a una libra de oro al año (720 nomismata). Así que, con
todo, la cantidad de la dote, sólo en monedas, ya es excepcional
21 Esta es la disposición de los versos propuesta por Trapp, basándose en
Z 2081-4.
Digenís A kritas 139

n i te re p ro c h a rá n h a b e r ra p ta d o a u n a m u ch a c h a m e n g u a d a de
[bienes,
lo q u e co n stitu y e u n o p ro b io p a ra la g e n te d e bien.
¿C ó m o v as a p o d e r evitar c o n facilidad e sto ú ltim o,
si a h o ra n o n o s a c o m p a ñ a s d e v u elta a p alacio
p a ra q u e m i e sp o sa e n cu e n tre co n su e lo 730
—p u e s p o r c o m p le to ig n o ra q u ién eres re a lm e n te —,
y e n su aleg ría e n sa lce a q u ien tan to b ien le p ro p icia?
O b e d é ce m e , p u e s, m i b u e n y e rn o , y v e n te co n m ig o ».
E s ta s e ra n las c o sa s q u e el g e n e ra l d ecía p a ra h a la g a r al
c o n lo q u e, al p u n to , le re p u so el jo v e n : [m u c h a c h o , 735
«Sin d u d a, a te n d e r tu e x c e le n te co n sejo ,
m i su eg ro y se ñ o r, m e p a re c e lo m á s ju sto ;
m a s tem o q u e d e esto m e v ay a a d erivar alg ú n peligro
y h ay a d e p a g a r v e rg o n z o sa m e n te c o n u n a m u e rte p e n o sa
el h a b e rm e en fren tad o a ti y h a b e r sido tu p érfido en em ig o . 740
M i d iscern im ien to m e a co n se ja a ctu a r d el m o d o co n tra rio ,
y m e so n ro ja ría al m ira r a la ca ra a tu esp o sa,
p u e s yo , m i su e g ro y señ o r, alb ergab a el d e se o
d e d e sp o sa r a tu h ija p o r m o r d e su belleza,
n o a ca u sa d e su riq u eza n i d e su s p o se sio n e s. 745
T o d o eso se lo reg alo a lo s h e rm a n o s d e m i m u jer,
y a q u e a n te p o n g o su h e rm o s u ra a su cu a n tio sa d ote.
D ios es q u ien o to rg a p a re ja m e n te riq u e z a y p o b reza,
q u ien h u m illa y en salza, q u ien d errib a y levanta.
P e ro en c u a n to al h e ch o d e re g re sa r n o te d e so b e d e ce ré , 750
p e rm íte m e ta n só lo q u e p rim e ro a cu d a al la d o de m i m a d re
p a ra q u e m i p a d re v e a a q u ien h a b rá d e ser su n u e ra
y así p u e d a ala b a r a D ios; q u e y o e staré d e v u elta en seg u id a.
M as n o te aflijas p o r esto , a n te s ru e g a p o r n o so tro s ,
p u e s h ijos tu y o s so m o s y e scla v o s d e tu alm a». 755
E l g en e ral, a d m irad o d el e n ten d im ien to d el jo v en ,
le dijo a su v ez: «¡D ios te b en d ig a, hijo m ío ,
y q u e te c o n ce d a la d ich a p a ra to d o s los añ o s d e tu vida!»
140 Poesía heroica bizantina

D esp u és de ab razarlo , m o n tó en su caballo.


760 M a rch ó el jo v e n h a cia la n iña, y el g e n e ra l a p alacio ,
a c o m p a ñ a d o d e su s hijos, q u e to m a b a n d e su d e rro ta
fu ertem en te im p re sio n a d o s p o r el co ra je d el jo v e n .
Y aq u el m u c h a c h o e n v e rd a d e x tra o rd in a rio ,
al lleg ar al lu g ar d o n d e se h allab a la n iñ a,
765 la llam ó d icien d o : «Ven, lu z d ulcísim a,
v en , m i m á s d u lce flor, m i ro s a p erfu m ad a,
a cu d e , te rn e ra a la q u e el a m o r h a u n c id o su y u g o ,
re c o r ra m o s n u e stro ca m in o , q u e y a n a d ie lo im p id e,
q u e y a n ad ie, e n ca n ta d o ra m u c h a c h a , e sto rb a n u e s tra m a rch a .
770 Sólo tu p a d re y tu s h e rm a n o s sa lv a ro n la vida,
p u e s n o h e q u erid o q u e b ra n ta r tu m a n d a to » .
A co n tin u a ció n , la m u c h a c h a bajó d el árb ol,
co lm a d a e n o rm e m e n te d e g o zo y d e u n g ra n p lacer,
y ca m in a n d o c o n calm a se vin o ju n to a su jo v e n am igo
775 y cu a n d o e stu v iero n m u y c e rc a le p re g u n tó a m o ro s a m e n te :
« ¿E n v e rd a d , alm a m ía, n o te h a a ca e cid o n in g ú n m al?
C u é n ta m e ah o ra m ism o q u é les h a su ce d id o a m is h e rm a n o s» .
«P ierd e cu id ad o , alm a q u erid a —re p u so el jo v e n —,
q u e, ap a rte d e lo s e n co m ia b le s so ld a d o s d e tu p a d re ,
780 n a d ie h a su frido d añ o alg u n o , n i m u c h o n i p o co » .
E , in clin á n d o se , la alzó h a sta la g ru p a d el cab allo
y le h izo sitio en su p ro p ia m o n tu ra .
Así, tras h a b e rse sacia d o d u lce m e n te d e c a s to s b e so s,
c o n g ra n p la ce r re a n u d a ro n c o n te n to s su m a rch a .
785 E n cu a n to lo s ce n tin e la s d e su p a d r e 22 lo av istaro n
llevan d o e n tre su s b ra z o s a u n a m u c h a c h a b ella c o m o u n a ro sa ,
c o rrie ro n c o n p re m u ra a d a r cu e n ta d e las b u e n a s n o ticia s,
y cu a n d o su p a d re co b ró cu m p lid o c o n o cim ie n to d e su llegada,
m o n tó en seg u id a a cab allo y salió llen o d e co n te n to .

22 Del Emir.
Digenís A britas 141

L o s cin co h e rm a n o s d e su m u je r c o n tres m il de su s h o m b re s 790


en ja e z a ro n d o c e alb ard as d e a m u jerieg as c o n sus b rid as
[co rre sp o n d ie n te s,
d o s d e ellas e sta b a n cu ajad a s d e p erlas,
y las re sta n te s e ra n to d as d e o ro c o n m o tiv o s an im ales.
T o d a s las sillas ib a n cu b ie rta s d e g u ald rap as m agn íficas,
y n o h ab ía cab allo q u e n o c o n ta ra c o n c o b e rto re s d e p ú r p u ra 795
c o n q u e en v o lv erse, a d e m á s d e ca n tid a d e s in g e n te s d e o ro .
T ra s ellos, las tro m p etas y los cu e rn o s d e graves acen to s,
lo s ta m b o re s y o tro s in stru m e n to s re tu m b a b a n
[a tro n a d o ra m e n te ,
y el frag o r q u e se elevab a e n ese m o m e n to re su lta b a
[im p resio n an te.
C u a n d o y a se h allab an a u n a d istan cia d e tres m illas d e l p alacio , 800
la e n c a n ta d o ra d o n cella lo s vio a lo lejos
y se e ch ó a tem b lar al n o re c o n o c e r q u ién es eran.
Así p u e s, tu rb a d a c o m o estab a, le dijo al m u c h a c h o :
«¡A quéllos n o s v a n a sep a ra r, si se trata d e e x tra ñ o s!»
«N o ten g as m ied o , d u lce lu z m ía —re p u s o el m u c h a c h o —, 805
ése es tu su e g ro , q u e p o r ti se afana d e e sta m an era».
P ero la hija d el sol le volvió a insistir a su jo v e n am igo:
«M e sien to av erg o n zad a, alm a m ía, d e e n c o n tra rm e aq u í sola;
si h u b ieras re g re sa d o co n m ig o , aten to a la v o lu n ta d d e m i
[p ad re,
a h o ra ten d ría aq u í m is d o n ce lla s y m i p ro p ia com itiva, 810
y tu p a d re sab ría d e q u ién es hija esta q u e traes co n tig o .
M as c o m o h a s sid o tú el q u e d ecid ió esto , a ti te to ca
[d isc u lp a rte » 23.
«N o ten g as p e sa r, n o b le m u c h a ch a , p o r h alla rte aq u í sin tu
[séq u ito,
p u e s to d o s sa b e n q uién ere s au n q u e estés sola,

23 La niña preferiría haber sido presentada como esposa legítima antes que en
calidad de raptada.
142 Poesía heroica bizantina

815 y n a d a h ay q ue re p ro c h a rte al re sp e cto » .


C u a n d o estu v iero n u n o ju n to al o tro , se sa lu d a ro n
el jo v e n e ch ó p ie a tierra c o n su a m a d a , [e n tra m b o s;
y el g en eral, h a cie n d o lo m ism o , se fundió e n u n a b ra z o c o n
«¡D ios te b en d iga, hijo m ío —d ecía—, [ellos.
820 y te h ag a vivir m u c h o s a ñ o s sin q u e te falte n i p a z n i riq u ezas,
y q u e o s señ ale h e re d e ro s d e su rein o!»
E n to n c e s se n ta ro n a la jo v e n en u n a silla lab rad a,
y le c iñ e ro n u n a p re cio sa c o r o n a 24,
y ca d a u n o d e los p arie n te s q u e allí se e n c o n tra b a n
825 le ofreció u n p re se n te d e in calcu lab le v alo r.
D esp u és d e ataviar al m u c h a c h o c o m o le c o rre sp o n d ía ,
h icie ro n so n a r lo s cu e rn o s y e m p re n d ie ro n la v u elta.
L as tro m p a s re so n a b a n , re tu m b a b a n lo s tam b o res,
tañ ían su s in stru m e n to s elevan d o ca d a u n o su so n ;
830 em itían su eco las cítaras y to d o tipo de p iezas m u sicales.
E n m ed io d e ca n to s, re g re s a ro n e n b rev e tiem p o a p alacio .
L a d e sb o rd a n te alegría q u e en ese m o m e n to allí a co n te ció ,
¿q u ién la p o d ría e x p re s a r, q u ién sería ca p a z d e n a rra rla ?
P arecía q u e in clu so la tierra so b re la q u e m a rc h a b a n
835 se co m p la cie ra d e ten erles a to d o s ca m in á n d o le en cim a,
y cu a n to s p articip ab a n d e aq u el a lb o ro zo
se e n c o n tra b a n fu era d e sí d eb id o al co n te n to ;
lo s ce rro s b rin cab a n , b ailab an las ro c a s ,
b orb o llab an los ríos, los árb oles se m o stra b a n exu ltan tes,
840 y el aire b rillab a b ajo el efecto d e to d a esa alegría.
C u an d o y a e sta b a n a p u n to d e llegar a p alacio ,
u n a in m e n sa m u ltitu d d e m u jeres les salió al p aso .
L a esp o sa d el g en eral25 acu d ió al e n cu e n tro d e lo s jó v e n e s,
y c o n ella ib a tam b ién la e n c a n ta d o ra m a d re d el A krita,

24 Una corona de matrimonio.


25 En esta ocasión se trata de la abuela del Akrita, no de la madre de la niña.
Digenís A britas 143

a c o m p a ñ a d a d e su s e sm era d a s y esp lén d id am en te a cicalad as


u n a s lu cían flores, ro s a s y ra m o s de m irto , [d o n cellas:
y p e rfu m a b a n el aire c o n a ro m a s de in cien so .
O tra s b atían u n cím b alo m ie n tra s e n to n a b a n
u n ca n to d u lcísim o en h o n o r d el m u ch a c h o ,
e n el d e la n iñ a q u e lo a co m p a ñ a b a y en el d e los p a d re s de
E l su elo se h allab a cu b ierto d e m irto y lau rel, [am b os,
d e ro s a s , n a rc is o s y o tras flores d e in m e n sa fragancia.
L a su e g ra a b ra z ó a la novia,
y le o freció d e to d o c o ra z ó n su s m á s e sco g id a s lab o res;
el p la c e r era in finito, e in m e n so su deleite.
U n a v e z lleg ad o s a p alacio , el E m ir, sin h a c e rse esp erar,
c o n v o c ó a su s cu ñ a d o s y a u n ejército n o p e q u e ñ o
y en vió u n a p a rtid a d e h o m b re s a rm a d o s
p a ra in v itar al g en eral a asistir al casam ien to :
« D isp on te, c o n su e g ro , a a cu d ir a las b o d a s
q u e D ios h a p ro c u ra d o al m a rg e n d e n u e stra in ten ció n ».
E n te ra d o d e ello, co n d u c ié n d o s e c o n to tal diligencia,
to m ó co n sig o cu a n to era p re ciso p a ra h o n ra r a su s seres
se h izo e s c o lta r p o r u n a m u ltitu d im p en sab le, [am ad o s;
y al d ía sig u ien te se p u so e n ca m in o en co m p a ñ ía d e su esp o sa,
p u e s n a d a ten ían q ue ob jetar n i n ad a q u e p o n e r en d ud a,
u n a v e z co b ra d o co n o cim ie n to d el y e rn o q u e les h ab ía to ca d o .
P o r lo d em ás, c o n el án im o b ie n d isp u esto y la m a y o r alegría,
h a cía n ca m in o e n to n a n d o c a n cio n e s de b o d a.
T a m b ié n lo s h e rm a n o s d e la n iñ a p a rticip a b a n en la com itiva.
C u a n d o el p a d re d el jo v e n se en teró d e la llegad a d el co rtejo ,
salió c o n su g e n te p a ra d arles la bien venida.
M as c o m o el ilu stre v a ró n h iz o in te n ció n d e d e sca b a lg a r de su
[m o n tu ra ,
el g en eral le solicitó c o n u n ru e g o q u e se a b stu v ie ra 26.
Y tras d arse, se g ú n p ro ce d ía , u n fu erte ab razo ,

26 El Emir reconoce la superioridad social del poderoso general Ducas.


144 Poesía heroica bizan tin a

se e n ca m in a ro n ap risa a p alacio , cu a n d o , sin a p en as d a r u n o s


[p aso s,
se p resen tó a p ie an te ellos u n a m u ch e d u m b re in co n tab le
ju n to a la q u e m arch ab a o tra tan ta can tid ad d e sirvientas.
Una vez que alcanzaron los aledaños de la casa
880 con el orden debido, se sumaron a ellos los portadores de
de agua de rosa y de toda suerte de esencias. [incienso,
Al cuidado de aquello se encontraba la encantadora madre del
[joven.
¿Qué mente podría narrar fielmente lo que a continuación
La maravillosa bienvenida del Emir, [sucedió?
885 las amables atenciones de su esposa,
el b ie n ap arejad o b a n q u e te c o n su d isp o sició n a rm o n io sa ,
el e x u b e ra n te y su rtid o e sp e ctá cu lo d e su s m a n jares
y el desfile in co n tab le d e to d a su erte d e piezas d e caza.
Las representaciones de los mimos, los aires de las flautistas,
890 el cim b rear de las bailarinas y el m o v im ien to d e su s pies,
el p la ce r d e las d an za s y las e x ó tica s m elo d ías,
d e m o d o q u e ca d a d etalle su p e ra b a e n b elleza y e n ca n to al
[p re ce d e n te .
Cuando llegó el nuevo día, quedaron fijados los términos de
[la d ote.
Mas es imposible evocar palabra a palabra el contenido
895 de lo que ambos acordaron en favor de sus hijos.
En cuanto a las posesiones que bien se podrían enumerar,
n o sería a d e cu a d o d ejar d e d etallar p o r su n o m b re
tanto el número de los animales como el del resto de bienes.
El general les concedió doce caballos negros,
900 d o c e e sp lén d id o s p alafren es h e rm o s o s e n e x tre m o ,
d o c e acém ilas e sco g id a s c o n su s alb ard as y b rid as
d e p lata, b ien rep u jad a s, la b o r ad m irab le,
d o c e jó v e n e s sirvien tes, e s c u d e ro s ce ñ id o s c o n c in to s d e o ro ,
d o c e le o p a rd o s sab ia m e n te a d ie stra d o s p a ra la caza,
Digenís A kritas 145

d o c e gav ilan es d e nivea b la n cu ra traíd o s d e A b a sg ia 27, 905


d o c e h a lc o n e ro s ju n to a o tro s tan to s h a lco n e s,
d o s im ág en es e sm altad as d e lo s sa n to s T e o d o ro s,
u n a tien d a re c a m a d a d e o ro , bella y esp acio sa,
q u e llevaba g rab ad as las variegad as figuras d e diversos an im ales,
y co n ta b a c o n c o rd o n e s d e se d a y b a rra s d e plata; 910
d o s lan zas d e c o rte aráb igo fab ricad as d e m a d e ra v erd e,
así c o m o la ce le b ra d a e sp a d a d e C o s ro e s 28.
Tales fueron los dones que el general concedió
a su yerno Digenís. Por su parte, el Emir
le o freció a la n o v ia u n valio sísim o reg alo d e b o d a s 29, 915
y lo p ro p io h izo la esp o sa d el gen eral, la ab u ela d el A krita.
L o s cin c o h e rm a n o s d e su m u je r y el re sto d e su s p arien tes
le re g a la ro n p e rla s sin cu e n to , o ro y b rillantes,
y u n sin n ú m e ro d e p a ñ o s p re c io s o s y p ú rp u ra s.
A sim ism o su su e g ra le o freció a D igenís c o m o p re se n te 920
u n trip le p a ñ o d e sed a v e rd e brillan te y v a lio so s cin to s,
c u a tro tu rb an tes b la n co s c o n in scrip cio n e s d o ra d a s
y u n caftán tejid o c o n o ro y c o n grifos e sta m p a d o s a su s
E l h e rm a n o m a y o r le co n ce d ió diez jó v e n e s [esp ald as,
e u n u co s d e b ella a p o stu ra y h e rm o s o s cab ello s 30, 925
atav iad os c o n u n vestid o p e rs a h e c h o d e se d a
y c o n ca d e n a s d e o ro en to m o a su cu ello.
Su o tro cu ñ a d o le hizo en treg a d e u n escu d o y u n a lanza,
y lo s p a rie n te s re sta n te s le o fre cie ro n o tro s m u c h o s p rese n te s,
ta n to s q u e el g é n e ro de su s re g a lo s n o se p o d ría e n u m e ra r c o n 930
T re s m e se s d u r a ro n las b o d a s [detalle.

27 Al noreste del Mar Negro.


28 Presumiblemente se trata de Cosroes II, el último gran soberano sasánida,
destronado a consecuencia de su derrota en Ninive en el año 627 a manos de
Heraclio. Esta derrota venia a poner fin a la histórica pujanza del Imperio Persa.
29 Con este regalo de bodas, theóretron, se pretendía compensar a la novia por
la pérdida de su virginidad; por lo tanto, aunque sólo lo recibía en su primer
matrimonio, no tenia que devolverlo en caso de una nueva boda.
30 Los eunucos conformaban un núcleo de bastante influencia en Bizancio.
146 Poesía heroica bizantina

sin q u e aq u ella co m ú n alegría viera su térm in o ;


m a s cu a n d o la celeb ra ció n d e tres m e se s to có a su fin,
el g en eral, h a cié n d o s e a c o m p a ñ a r d e su n u e v a fam ilia
935 y d e su p ro p io y ern o , m a rc h ó a su p alacio
donde tuvieron lugar nuevas bodas, más espléndidas que las
[anteriores.
El general se alegraba al contemplar la contenida
actitud del muchacho y su prudente valor,
la gentileza de su carácter y su total compostura.
940 La esposa del general se solazaba de ver su belleza
y su dignísima y singular prestancia.
Los hermanos de su mujer lo frecuentaban
para blasonar a todas horas de sus propias hazañas.
Gloria al Bien Único que las acciones corona;
945 p u es, n o e n v a n o , en la eje cu ció n d e las g ra n d e s e m p re sa s,
Dios contribuye, ¡que eso nadie lo ponga en duda!
En consecuencia, habremos de dar gracias a Dios,
pues Él es el dispensador de todos los bienes.
De este modo, tras de haber pasado allí muchos días,
950 el Emir regresó a su palacio
en compañía de Digenís y de su amada,
lo que propició una vez más un grandioso recibimiento.
Así pues, el joven que tan notable se había probado,
ya era celebrado por sus hazañas
955 y era famoso prácticamente en todo el mundo.
Decidió, entonces, pasar sus días a solas en las fronteras,
tomando consigo a la muchacha y a sus propios sirvientes,
pues sentía un afán insondable de vivir en soledad
y de vagar en solitario sin la compañía de ningún otro.
960 Allí a donde iban llevaban su propio pabellón,
en el que su joven esposa y él mismo convivían a solas.
Las dos doncellas contaban con una tienda distinta,
y aún había una más para los formidables guerreros del Akrita,
si bien distaban un gran intervalo unas de otras.
Digenís A britas 147

Mas he aquí que algunos bandoleros, cuando supieron de 965


tramaron raptar a la joven, [esto,
mas Digenís los redujo y a todos les dio muerte
dejando conmocionada a Babilonia entera,
así como a Tarso y también a Bagdad, a los mauroquionitas
y a muchas otras comarcas pobladas por los terribles etíopes31. 970
Una vez que sus grandes empresas llegaron a oídos del
[emperador
que a la sazón ejercía su reinado sobre los romanos,
Basilio el Bienaventurado, el gran campeón32,
quien enterrara consigo la gloria de su Imperio
—se d ab a la c ircu n sta n cia d e q u e estab a e n c a m p a ñ a c o n tra lo s 975
[persas33
por aquellas regiones en las que el joven moraba—,
y hubo conocido sus correrías, se quedó grandemente
[impresionado.
De suerte que le entró un gran deseo de ver al muchacho
y le envió una misiva cuyo contenido era el siguiente:
«Hijo mío, mi Imperial Majestad ha venido a saber 980
de tus hazañas y se felicita por ellas,
y da gracias a Dios, quien te ha servido de auxilio.
Estamos deseosos de verte en persona
y de hacerte entrega de una recompensa digna de tus acciones.
Ven, pues, alegre a nuestro encuentro sin albergar sospecha 985
[alguna,

31 Tarso y el Monte Negro, habitado por los mauroquionitas, están en el Tau­


ro. Por otra parte, con la voz «etíopes» se quiere hacer referencia a los árabes
del norte de África.
32 Cf. IV 5 6 y nota ad loe.
33 Se trata de un término anacrónico para designar a los turcos; ya en el canto I
70 el poeta ha empleado el término de «escitas» para hablar de pueblos como
los húngaros o los ávaros. C. Jouanno apunta que los bizantinos sienten predi­
lección por el recurso de las voces anacrónicas (cf. Jouanno, Digénis Akrttas...,
pág. 251, nota ad loe).
148 Poesía heroica bizantina

y n o re ce le s q u e d e n u e s tra p a rte v ay as a sufrir n in g ú n d añ o » 34.


El joven, recibida la embajada, le envió esta otra en respuesta:
«Yo soy el más humilde siervo de tu poder,
si bien permanezco al margen de todos sus bienes.
990 ¿Cuál es esa hazaña mía que tanto admiras, mi señor,
siendo yo tan insignificante, tan mezquino y pusilánime?
Sin embargo, para quien confia en Dios todo es posible.
Mas como es voluntad tuya entrevistarte con tu servidor,
acude junto al río Eufrates con un reducido grupo de hombres,
995 y allí me podrás ver, santo señor, en el momento que quieras.
Y no pienses que es por desobediencia por lo que rehúso
[acudir hasta ti.,
se trata, antes bien, de que tienes bajo tus órdenes a soldados
y si algunos vinieran a decir lo que no deben, [inexpertos,
con toda seguridad te dejaría privado de ellos,
íooo pues tales son las cosas, señor, que suelen acontecer a los
[jóvenes».
El emperador repasó la misiva palabra a palabra
y se maravilló de la humildad del lenguaje del joven
y se alegró al comprobar la alteza de su valor.
Y tan fuerte como era el deseo que tenía de ver al muchacho,
1005 to m ó co n sig o u n c e n te n a r d e so ld a d o s
y bastantes lanceros y puso rumbo hacia el Eufrates
después de advertirles que tuvieran buen tiento de no proferir
en presencia del Akrita ninguna palabra injuriosa.
Así, quienes a ese respecto habían sido apostados para montar
íoio no tardaron en anunciar la inminente llegada [guardia,
del emperador ante Digenís, el formidable Akrita.
Digenís se presentó ante el emperador completamente solo,
e inclinando su cabeza hacia el suelo,

34 En esta carta se imita el estilo de la cancillería imperial. Por otra parte,


' obsérvese la naturalidad con que el emperador asume el recelo del héroe (cf.
Introducción, págs. 31-32).
Digenís A kritas 149

le dijo: «Salve, oh tú, cuyo imperio has recibido de manos de


[Dios35,
que te has erigido en señor de todos los pueblos a causa de su 1015
[impiedad.
¿Cuál es el motivo por el que el señor de la tierra entera
se haya llegado ante mí, que en nada me tengo?»
El emperador, nada más verlo, maravillado de su prestancia,
dejó por completo de lado la dignidad de su imperio,
se alzó ligeramente del trono y lo abrazó complacido 1020
y, besándolo con júbilo y sin dejar de admirar su porte
y el grandioso empaque de su imponente hermosura,
le contestó: «Hijo mío, llevas contigo la prueba de tus hazañas,
pues la compostura de tu belleza denota tu hombría.
¡Ojalá la Romania contara con otros cuatro varones como tú! 1025
Habla, pues, hijo mío, con total libertad
y toma de mi Majestad lo que más desees».
«Consérvalo todo, señor —repuso el muchacho—,
que tu sola estima ya me es suficiente,
pues dar es más justo que recibir 1030
y sólo en tu ejército ya tienes indecibles dispendios.
Lo que al poder de tu gloria yo le ruego y suplico,
es que ames a tus súbditos, es que compadezcas a los
[menesterosos,
que protejas a los oprimidos de aquellos que obran iniquidades,
que otorgues el perdón a cuantos pecan en contra de su 1035
[voluntad,
que no prestes oídos a las calumnias ni escojas lo injusto,
que disperses a los herejes y des sustento a quienes siguen la
[recta doctrina36,
porque éstas, señor, son las armas de la justicia,

35 En este verso y, como se ha visto, en otros anteriores, queda patente el ca­


rácter teocrático de la soberanía bizantina.
36 Literalmente «a los ortodoxos».
150 Poesía heroica bizan tin a

gracias a las cuales podrás derrotar a todos tus enemigos:


1040 el acto de gobernar y reinar no estriba en la fuerza,
pues se trata simplemente de un don de Dios y de su Altísima
[Diestra.
En cuanto a mí, que en nada me tengo, lo que puedo ofrecer a
es el tributo que en tiempo rendías a Iconio 37, [tu poder
del que recibirás otro tanto por más que no quieran,
1045 librándote así, mi señor, de esa preocupación
hasta que mi alma venga a escapar de su envoltura camal».
El emperador quedó complacido al escuchar estas palabras
y dijo a su vez: «¡Oh joven admirable y extraordinario!
Desde ahora mi majestad te tendrá en la consideración de
[patricio,
1050 y te otorgará asimismo todos los bienes que pertenecieron a tu
[abuelo38,
además te confiero autoridad para gobernar las fronteras.
Todo esto te lo sancionaré mediante una bula de oro 39
y te proporcionaré ropajes reales de cuantioso valor».
Cuando el emperador hubo dicho esto, el joven dispuso
1055 que uno de sus salvajes e indómitos caballos [enseguida
fuera llevado ante ellos amarrado a unas cadenas de hierro,
y dio órdenes a sus mozos de que lo soltaran: «¡Dejad que
[galope!»
Y ajustándose firmemente los pliegues de su túnica al cinturón
comenzó a correr en pos suya con la intención de alcanzarle.
1060 Finalmente, a una corta distancia, lo prendió por las crines
y volcó hacia atrás a aquella bestia enorme y salvaje
que coceaba y relinchaba haciendo esfuerzos por escapar.

37 La noticia se remonta a una fecha posterior a 1084, cuando Iconio estaba en


poder de los turcos selyúcidas y era la capital del sultanato.
38 Su abuelo, si recordamos el canto I, había sido condenado al destierro, lo
que suponía la confiscación de sus bienes.
39 La prerrogativa de sellar los documentos con el chrysóboullon o «bula de
oro» era exclusiva del emperador.
D ig en is A k rita s 151

Así, cuando el valiente muchacho llegó ante el emperador,


derribó al caballo contra el suelo y lo dejó tendido sobre la tierra
y todos se quedaron pasmados ante el inaudito espectáculo. 1065
Mas cuando ya se disponía a marcharse, surgió del bosque un
[león
que conforme avanzaba iba sembrando el terror entre los
[presentes
—ciertamente en aquellos parajes moraban muchos leones-,
e incluso el propio emperador se había preparado para darse a
[la fuga.
Pero el muchacho enseguida se fue corriendo contra el león, 1070
lo agarró por una de las patas traseras,
lo volteó con violencia y lo estrelló contra el suelo
para exhibirlo muerto ante todos los que le contemplaban.
Acto seguido, asiéndolo con una mano como si se tratara de una
[liebre,
lo llevó a presencia del emperador y le dijo: «¡Acepta la presa 1075
que tu servidor ha cazado para ti, mi señor!»
Y todos se quedaron sobrecogidos y temblorosos
cuando cobraron conciencia de su fuerza sobrehumana.
El emperador alzó sus brazos al cielo
y exclamó: «¡Gloria a Ti, Señor, Hacedor de todas las cosas, 1080
pues me has juzgado digno de contemplar a un hombre tal,
al más poderoso de entre todos los de la generación presente».
Y después de ordenar que despellejaran la piel del león,
le hizo una gran cantidad de promesas al formidable muchacho,
y, fundiéndose en un abrazo, se partieron sin más tardar; 1085
el emperador para su ejército, el joven en dirección a su esposa.
A partir de ese momento, la palabra del emperador cobró
[validez ante todos,
pues le concedió al muchacho el nombre de Basilio Akritas
y por mor de la bula de oro le asignó el poder de comandar las
[fronteras.
15 2 Poesía heroica bizantina

1090 E n cu a n to a n o s o tro s , d e te n g a m o s la n a rra c ió n e n este


[p u n to
y g u a rd e m o s la co n tin u a c ió n p a ra el c a n to sigu ien te,
p u e s, c o m o afirm a el T e ó lo g o , la p rolijid ad en el d iscu rso
re su lta en em ig a d e la a te n ció n en to d o m o m e n to 40.

40 Se trata de Gregorio Nacianceno (circa .329-390), «el Teólogo» por antono­


masia. Odorico nos informa de que precisamente esta afirmación se remonta a
su Oratio in Sanctum Baptisma I; cf. P. Odorico, Digenis Abritas..., pág. 127, nota
ad loc. Esta sentencia contrasta con la verbosidad de estilo que le atribuyen los
estudiosos.
CANTO V

En verdad, toda juventud es vanidad,


toda vez que tiende a los placeres desordenados. „
Mas quien gobierna sin yerro sus riendas,
permanece por siempre indoblegable a las pasiones
y es saludado como heredero de la vida eterna
en lugar de obtener un efímero placer vergonzoso e impuro.
Pues es imposible que alcance la eternidad quien es disoluto;
y del mismo modo que resulta imposible apagar con aceite un
[incendio,
tampoco le resulta posible al licencioso esquivar el pecado,
con el cual se alimenta la llama de todos los intemperantes.
Así pues, también nuestro formidable y noble Akrita,
que había sido agraciado con todos los dones de Dios,
un tanto envanecido por su juventud,
fue a sucumbir por descuido al pecado del adulterio.
Pero más tarde acabó arrepentido de ello,
y a cuantos trataban con él les confesaba su yerro,
no por jactancia, sino por hacer penitencia.
En efecto, encontrándose un día con un capadocio,
le quiso intimar la vileza de su pecado,
y, expresándose con gran humildad, le relató lo siguiente:
«Cuando por propia voluntad abandoné la compañía de mi padre
y decidí morar a solas en las fronteras,
se apoderó de mí el deseo de viajar Siria adentro:
154 Poesía heroica bizantina

contaba yo por aquel entonces con quince años de edad.


25 Así, tras haber alcanzado los baldíos campos de Arabia,
recorrí el camino en solitario, como en mí era costumbre,
a lomos de mi corcel y blandiendo una lanza,
muerto de sed —pues era sofocante el calor que hacía—,
y mirando donde quiera pudiese haber agua.
30 He aquí que a lo lejos divisé un árbol junto a un frondoso
[marjal,
y arreé m i montura en la idea de que allí encontraría agua.
No me equivocaba ni un ápice: se trataba de una palmera
de cuya raíz manaba un maravilloso venero.
Mas, conforme me acercaba a ella, escuché unos lamentos,
35 g e m id o s d e llan to a co m p a ñ a d o s d e u n río d e lág rim as:
q u ien así so llo zab a era u n a d o n ce lla h e rm o s a en e x tre m o .
Pensé, pues, que lo que tenía ante mis ojos era una aparición,
por lo que se me erizaron los cabellos y, estremecido de terror,
me hice la señal del arma que a todas horas me protege1.
40 No en vano se trataba de un paraje desierto, impracticable y
[boscoso.
En cuanto la muchacha me vio, se alzó de repente,
se compuso las ropas con el conveniente recato
y se enjugó la lluvia de sus ojos con su pañuelo de lino,
de modo que, llena de gozo, me comenzó a relatar lo siguiente:
45 ‘¿De dónde has salido, joven hermoso, y a dónde te encaminas
[tan solo?
¿No será por amor por lo que también tú andas vagando por
[estos parajes?
Pero ya que, según parece, Dios te ha guiado hasta aquí
para rescatar del desierto a esta desdichada,
concédete aquí, mi señor, un pequeño reposo

1 Se hizo la señal de la cruz. No en vano, el desierto es un lugar en el que se


concitan los espíritus malignos, un lugar, como se verá a lo largo del canto, de
peligrosas tentaciones y de pruebas.
Digenis A kritas 155

d e m a n e ra q u e p u e d a s e sc u c h a r co n to d o d etalle m i d e sv e n tu ra 50
y p u e d a e n c o n tra r algú n co n su e lo a m is p e n a s,
pues con palabras es como se destierra la tristeza del alma’.
Cuando acabé de escucharla, me llené de contento
y comprendí que aquella aparición era real.
Así, en medio de una inmensa alegría, descabalgué sin demora, 55
pues su inefable belleza me había tocado el alma;
tanto era así que la creí una réplica de mi amada.
Amarré mi corcel a una rama del árbol,
clavé mi lanza entre medias de sus raíces 2
y, después de tomar un poco de agua, le hablé de este modo: 60
‘Antes que nada, muchacha, dime cómo es que te encuentras aquí
y cuál es el motivo por el que habitas en este páramo,
que, después, tú también sabrás quién soy yo’.
Entonces los dos tomamos asiento en un discreto escabel
y comenzó a relatarme estas cosas,’,tras lanzar un hondo 65
[su sp iro:
‘Resulta,-mi joven amigo, que mi patria es Meferqué,
y sin duda has oído hablar de Haplorrabdés, el Emir de todos:
él es mi padre, y mi madre es Melantia3.
Mas para desgracia mía, me enamoré de un romano
al q u e m i p a d re h ab ía ten id o d u ra n te tres a ñ o s cau tiv o 70
y decía ser hijo de un glorioso general.
Pues bien, yo le libré de sus cadenas y le saqué de su celda,
le regalé los mejores caballos de mi padre
e hice de él un más que notable caudillo de Siria.

2 Cf. CA, 50, para un verso similar.


3 Meferqué es Martirópolis o bien Mayâfâraqqîn, a caballo entre Armenia y
Mesopotamia, cerca del nacimientó del Eufrates; ciudad fronteriza, por tanto, y
escenario de muchas batallas entre los siglos x y xi. Como vimos en el caso de
los abuelos paternos de Digenís, Crisoberges y Pantia (cf. I 284), o incluso en
el de sus propios padres, tenemos otro caso de matrimonio entre un árabe y
una griega. En el llamado «Ciclo de Oman» de Las mil y una noches, observamos
el mismo motivo; allí, la concubina de Ornar se llama Sofia.
156 Poesía heroica bizan tin a

75 Todo con el consentimiento de mi madre, ya que mi padre se


[hallaba ausente,
afanado como estaba continuamente en sus guerras.
Por su parte, él parecía profesarmé un gran amor
e incluso parecía morir si se estaba una hora sin verme,
pero era un embaucador, como al final me acabó demostrando.
80 En efecto, un buen día, mientras cavilaba la huida,
pues estaba deseoso de partirse a la Romania,
me confió su intención, así como el miedo que tenía
de que mi padre regresara en un momento dado.
De suerte que me obligó a emprender el camino con él
85 no sin antes prometerme con los juramentos más
[estremecedores
que jamás me repudiaría, sino que me tomaría como esposa.
Y yo, confiada en sus votos, resolví fugarme con él.
Entonces, entre los dos tratamos de encontrar la sazón
de hacemos con el dinero de mis progenitores.
90 Y he aquí que por un amargo y endemoniado azar
mi madre sufrió una enfermedad que la llevó a las puertas de la
[muerte.
Mientras tanto, todos cuantos había en la casa, entre lamentos,
se apresuraban gimiendo adonde les convocaba la parca.
Y yo, desgraciada de mí, encontré ahí la ocasión
95 d e ro b a r m u ch a s riq u ezas y p a rtirm e c o n aq uel im p o sto r.
La noche con sus favores hacía propicia la empresa,
pues era noche cerrada y carecía de luna.
Así pues, los dos nos montamos sobre unos caballos que
[habíamos
aparejado previamente e iniciamos la carrera con denuedo,
loo Mucho fue el miedo que pasamos hasta que no estuvimos a tres
[millas,
mas, alcanzado ese límite sin ser advertidos por nadie,
recorrimos el camino restante, sin temor pero trabajosamente.
Parábamos a probar bocado cuando la circunstancia lo requería,
Digenís A kritas 157

n o s sa ciá b a m o s de su eñ o y n o s e n tre g á b a m o s al p lacer.


M e ru b o riz o al c o n ta r m is in iciacio n es en el a m o r 105
y las ca riñ o sa s m u e stra s d e afecto q ue re cib í d e su p a rte :
m e llam a b a ‘m i alm a’ y m e d ecía ‘lu z d e m is o jo s’,
p ara, al m o m e n to , d arm e el n o m b re de ‘esp o sa’ y de ‘am ad ísim a’,
m ie n tra s q u e m e b e sab a in sa cia b le m e n te y m e to m a b a e n su s
[b razo s.
D u ra n te to d o el ca m in o n o s estu v im o s g o z a n d o el u n o d el 110
h a s ta q u e lleg am o s a esta fu en te q ue ves. [o tro ,
A quí estu vim o s acam p ad o s tres días c o n su s tres n o ch es,
e n lo s q u e d im o s cu e n ta in saciab le de in te rca m b io s d e a m o r.
M as h e ah í q u e el p la n q u e m e n d a z m e n te e sco n d ía e n su
e m p e z ó a h a c e rlo p a te n te e se fingidor re d o m a d o . [in terior, 115
A sí p u es, d u ra n te la te rc e ra n o c h e en q u e d o rm ía m o s ju n to s ,
se lev an tó d e n u e s tra yacija a h u rtad illas, ensilló los cab allo s
y se llevó to d o el o ro y lo s ap arejo s m á s valio so s.
C o m o q u ie ra q u e, d e sp e rta d a d el su eñ o , m e d iese cu e n ta de
m e p re p a ré rá p id a m e n te p a ra el ca m in o , [aq u ello 120
m u d á n d o m e d e ro p a p a ra te n e r el a sp e cto d e u n jo v en ,
p u e s d e e sa g u isa e ra c o m o h a b ía salido d e m i p a tria 4.
P e ro él, a lo m o s d e su p ro p io caballo,
y a h ab ía e m p re n d id o la c a rre ra y tiraba c o n su m a n o d el o tro .
E n cu a n to c o b ré co n cie n cia d e este h e ch o so rp resiv o e 125
a p ie c o m o estab a, c o rrí en p o s suya, g ritan d o : [in esp erad o ,
‘¿T e v as, a m o r m ío , y m e d ejas so la y o n o sé d ó n d e?
¿Ya h a s p u e sto e n el olvido to d a la g e n e ro sid a d q u e te h e
[d e m o stra d o ?
¿Ya n o te a cu e rd a s d e los e x ce p cio n a le s ju ra m e n to s del
[p rin cip io ?’

4 El motivo de la doncella travestida, de gran ascendiente en la novela tardoan-


tigua, conformó en época bizantina un verdadero ciclo literario de leyendas
hagiográficas: novelas y vidas de santos, dos de las fuentes de las que bebe
nuestro poeta. Por otra parte, que una mujer vistiera ropas de hombre consti­
tuía un hecho que iba en contra del código moral.
158 Poesía heroica bizan tin a

130 Mas como no regresaba, yo le gritaba con más fuerza aún:


‘¡Ten compasión, apiádate de mí, ven a salvar a esta desdichada,
no permitas que en estos parajes me devoren las fieras!’
Muchas otras súplicas le hacía en medio del llanto,
pero él ya había desaparecido sin decir ni una sola palabra,
135 y c o m o y o y a sen tía m is p ies a b so lu ta m e n te ag o ta d o s,
todo repletos de llagas de tanto tropezarme con los guijarros,
me derrumbé donde estaba y me quedé tendida como un
[muerto.
A duras penas me fui recuperando con el paso del día
y regresé a la fuente renqueando con un grandísimo esfuerzo.
140 Y heme aquí, totalmente sola y sin ninguna esperanza,
sin atreverme a regresar con mis padres
por vergüenza de mis vecinos y de las muchachas de mi edad.
Desconozco dónde pueda encontrar al que me ha descarriado,
y por eso te ruego que pongas un cuchillo en mis manos
145 para degollarme por haber obrado tan insensatamente,
pues no tiene sentido que siga con vida después de haberlo
[perdido todo.
¡Ay de mí, qué triste destino! ¡Qué desgracia tan grande!
Me he hecho extraña a mi gente y he abandonado a mis padres
por ganarme un amante del que ahora me veo privada’.
150 Tales razones pronunció la muchacha entre grandes
arrancándose los cabellos y golpeándose el rostro. [lamentos,
Yo, por mi parte, trataba de contener su llanto como podía
y le apartaba calmadamente las manos de sus trenzas
y la animaba a que conservara esperanzas más provechosas.
155 Luego le pregunté con el fin de saberlo: ‘¿Cuántos días hace
que ese impostor te abandonó a tu suerte en este lugar?’
Y ella a su vez contestó entre suspiros: ‘Contando el de hoy,
hace diez días que llevo en este desierto,
sin ver, aparte de tí, la figura de ningún otro hombre,
160 salvo, y eso fue ayer, a cierto viejo
que decía que un hijo suyo había sido capturado
Digenís A kritas 159

por los árabes no hacía mucho; le habían hecho prisionero


y por eso se dirigía con prisas a Arabia para rescatarlo.
Mas una vez que hubo escuchado mis desventuras, me contó
cinco días atrás, en Blattolibadi5, [que 165
a un rubio muchacho, de barba incipiente y gran estatura,
a lomos de un palafrén y tirando de las riendas de otro,
Musur le había asaltado a golpe de espada6,
y de no ser porque el joven Akrita se encontraba por allí,
hubiera matado al muchacho en ese mismo momento. 170
Yo sostengo que con toda certeza se trataba de mi seductor,
pues tales indicios no dejan lugar a dudas.
¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Suerte funesta y tristísima!
¡Que tan de repente he perdido tamaño tesoro,
q u e h e p e rd id o m i d u lce h e rm o s u ra a n tes d e h a b e rla g u sta d o 175
y, c o m o u n arb u sto ap en as b ro ta d o , y a m e e n cu e n tro m a rc h ita !’
Tales cosas decía la muchacha mientras lloraba
[desconsoladamente,
cuando de repente surgió del maijal un grupo de árabes;
más de cien eran, y todos armados con lanzas,
y cayeron sobre mí como los buitres sobre la carroña. iso
Mi corcel, tremendamente espantado, arrancó de cuajo la rama,
mas pude atraparlo cuando ya había salido al galope
y, lanza en mano, monté sobre él a toda prisa
y cargué contra ellos dando muerte a un gran número.
He aquí que, reconociéndome algunos, se dijeron unos a otros: 185
‘¡En verdad, tal coraje y tamaña bravura
ponen de manifiesto al Akrita; démonos todos por muertos!’

5 Literalmente, «El Cenagal». Cerca de Tarso, en el área de la actual Adana.


6 Nada se sabe de este Musur, pero sin duda debía de ser, como bien apunta
Jouanno (cf. Digénis Akritas..., pág. 259), un héroe bastante familiar al audito­
rio a tenor de su presentación. Ocurre en estos casos que el solo nombre de un
personaje puede evocar multitud de hechos de los que él es protagonista, por
ejemplo la única mención de Edipo en la Ilíada (cf. XXIÏI, 679: «quien en una
ocasión fuera a Tebas tras la caída de Edipo») evoca todo un ciclo épico.
160 Poesía heroica bizantina

Y co n fo rm e e scu ch a ro n esto , h u y e ro n h a cia el p a n ta n o ,


a rro ja n d o su s lan zas y, alg u n o s, h a sta su s e scu d o s ,
190 sin d e te n e rse a e sp e ra r n i u n so lo in stan te.
Y así c o m o vi q u e m e h ab ía q u e d a d o solo,
re g re sé a la fu en te d o n d e se e n c o n tra b a la n iñ a.
Ella, en tan to, se había e n ca ra m a d o a u n árb o l ce rca n o
d esd e d o n d e h ab ía ob serv ad o to d o lo d ich o y to d o lo a co n tecid o ,
195 y a h o ra q u e m e v eía a ce rc a rm e a so la s h a s ta ella,
se b ajó d el árb o l y vin o c o rrie n d o a m i e n cu e n tro
y m e lan zó esta sú plica, d icié n d o m e e n tre lág rim as lo sigu ien te:
‘M i se ñ o r y g a ra n te d e m i salv ació n ,
si e n v e rd a d tú eres el fa m o so A krita,
200 el q u e h a lib rad o a m i a m a d o d e la m u e rte ,
aq u el cu yo n o m b re se b asta p a ra a te rra r a lo s árab es,
te ru e g o m e d igas sin o cu lta rm e n i u n so lo d etalle,
si la e sp ad a d e M u su r llevaba co n sig o la m u e rte ’.
Y y o , in v ad id o p o r la s o rp re sa y p re so d e e stu p e fa cció n
205 al co n te m p la r el g ra n a m o r q u e la m u c h a c h a le p ro fe sa b a al
q u e le h ab ía p ro c u ra d o d e sg ra cia s in co m p a ra b le s, [joven
tales c o m o la d e a p arta rla d e su s p a d re s, el ro b o d e su s riq u e z a s
y el terrib le ab a n d o n o en m ita d d e u n d esierto in accesib le,
en el q u e n o cab ía esp e ra r o tra c o s a q u e m o rir in ju sta m e n te ,
210 co m p re n d í e n to n ce s p o r v e z p rim e ra q ue el a m o r d e m u je r
es, c o n m u c h o , m á s ard ie n te q u e el d e lo s h o m b re s,
y q u e u n a u n ió n p ro h ib id a e ilícita lo c o rro m p e m á s tod avía.
Así p u es, y o le co n te sté : ‘D eja y a d e llo rar, m u c h a ch a ,
y deja ya de d o lerte p o r el jo v e n q u e g racias a m í se salvó.
215 Q u e so y y o q u ien d io m u e rte a M u su r ju sta m e n te ,
el b an d id o y sa lte a d o r d e c a m in o s q u e ejercía tal d o m in io so b re
q u e n a d ie se atrevía a c ru z a r p o r allí. [las ru ta s
Soy y o q u ien libré d e él y d e la m u e rte
al jo v e n que, n o co m p ren d o p o r qué, am as y llevas en el re cu erd o ,
220 ese in co n sta n te m o zu elo al q u e das el n o m b re d e am ad o.
¡A h ora, án im o , q u e y o te llevaré ju n to a él
D ig en ís A k r i t a s 161

y h a ré q u e te to m e p o r esp o sa,
to d a v ez q u e ren ieg u es d e la fe d e los v e rg o n z a n te s e tío p e s!’
Y ella, al escuchar estas cosas, transportada de gozo,
repuso: ‘Mi señor, mi más grande campeón, 225
yo ya he participado del santo bautismo
a instancias suyas, antes de tener tratos con aquel varón,
ya que en nada me era posible, rendida como estaba al deseo,
no llevar a cabo lo que él me decía.
É l, p o r cu y a cu lp a n o to m é e n cu e n ta n i a m is p a d re s n i a m is 230
[allegados’.
Conforme oía estas cosas de labios de la muchacha, mi buen
fue penetrando en mi corazón una suerte de llama [amigo,
que me incitaba al amor y a una unión ilícita.
Al principio traté de apartar esta irreprimible intención,
y deseaba en lo posible escapar al pecado, 235
pero resulta del todo imposible que el fuego se contenga ante el
Así pues, aupándola a la grupa de mi caballo, [pasto,
emprendimos la ruta en dirección a Calcurgía
—lugar éste emplazado cerca de Siria—,
No sabía qué me ocurría, pues todo yo era fuego, 240
y en mi interior la pasión aumentaba hasta el extremo.
Entonces, echando pie a tierra para satisfacer nuestras
[necesidades
—en su hermosura mis ojos, en su contacto mis manos,
mi boca para sus besos y para sus palabras mi o íd o -
c o m e n c é a efectu ar to d a su e rte d e a cto s ilícitos, 245
y sucedió todo lo que yo deseaba,
y el viaje quedó mancillado por aquella acción inmoral,
merced a la intervención de Satanás y a la negligencia de mi
[espíritu,
por más que la muchacha se resistiera a mi acometida,
rogando por Dios y por el alma de sus padres. 250
Sin embargo, el Adversario, el Príncipe de las Tinieblas,
el enemigo y rival de nuestra estirpe mortal,
162 P o esía h e r o i c a b i z a n t i n a

lo aprestó todo de un modo tal que hizo olvidarme del


y de la retribución del día terrible [mismísimo Dios
255 en que todas las culpas ocultas serán desveladas
en presencia de los ángeles y de todos los hom bres7.
Una vez que llegué a Calcurgía,
encontramos allí al joven que la había seducido:
resultaba ser hijo del general Antíoco,
260 q u ien fu era h a c e tiem p o p a sa d o a cu ch illo p o r lo s p e rs a s allá
[enZigo8.
Así es: cuando yo le arranqué de las garras de Musur,
no le consentí que siguiera su camino delante de mí,
sino que le presenté ante todos como un gran delincuente9
y se lo entregué a los amigos que por allí tengo
265 para que pasara unos días con ellos hasta que yo estuviera de
‘¡Si estás planeando repudiar a la muchacha, [regreso:
te juro por Cristo, mi salvador, que no seguirás con vida!’
Y después de recomendarle que no agraviara ni maltratara a
[la joven,
lo dejé allí n o sin an tes h a ce rle n u m e ro sa s a d v e rten cia s
270 y aco n se ja rle u n a v ez m á s q u e n o la u ltrajara,
sino que la tomara como legítima esposa como había prometido.

7 El poeta no ha pasado por alto el material hagiográfico con que contaba,


pues para la elaboración de este episodio que, por cierto, no aparece en E, pa­
rece haberse basado en la Vida de San Lázaro de Galesión: en ocasión de un
viaje, se encontró con una muchacha que había sido abandonada por unos des­
almados. Ésta solicita al santo que la acompañe de regreso a su hogar, pero he
aquí que el demonio intenta insuflar en el monje el «espíritu de fornicación»;
inútil intento, el santo salva su virtud y devuelve a la muchacha a sus padres.
Digenís, a diferencia del santo, cae derrotado ante el diablo. Para un comenta­
rio sobre la presencia de vidas de santos en el poema, cf. C. Jouanno, Digenis
Akritas..., págs. 156-167; para el elenco completo de éstas y otras fuentes y re­
ferencias literarias, cf. E. Jeffreys, Digenis Akritis..., págs. XLI-XLIX.
8 Anacronismo para designar el Antitauro. Los persas, una vez más, son los
turcos.
' 9 Otra incongruencia narrativa: Digenís aún no había tenido ocasión de saber
que el joven había abandonado a su prometida.
D i g e n í s A b rita s 163

A cto seg u id o , re la té a to d o s c ó m o h ab ía e n co n tra d o a la


y d e q u é m a n e ra la re sca té d e los árab es; [m u ch a ch a
m a s lo q u e n o e ra co n v en ie n te n a rra r lo o m ití del relato
p a ra q u e el jo v e n n o se to m a ra a p e ch o m i re p re n sib le . 275
U n a v e z q u e les d evolví a lo s d o s el d in ero [ignom in ia,
q u e la jo v e n h a b ía ro b a d o a su s p ad res,
a sí c o m o su s cab allo s, h ic e q u e se m a rch a ra n ,
ad v irtien d o u n a v e z m á s al m u c h a c h o d elan te d e to d o s
q u e ja m á s v o lv iera a d e sh o n ra r a la jo v e n . 280
Y o , p o r m i p a rte , volví al p o c o tiem p o ju n to a m i h e rm o s a
—c o rría y a m e d ia d o s d e abril—, [am ad a
a cu e sta s c o n u n a co n cie n c ia d elato ra de m i p e ca d o ,
sin d ejar d e m a rtiriz a rm e p o r aquella a c c ió n afren tosa.
C u a n d o v olví a v e r a m i so l, cu a n d o v i el alm a m ía, 285
a v e rg o n z a d o c o m o estab a p o r h a b e rla ofen d id o tan
[terrib lem en te,
n o ta rd é e n d ecid ir q u e ca m b iá ra m o s d e m o ra d a
—p u e s m i e s p o s a ten ía co n o cim ie n to d e m i ilícita u n ió n —;
c o s a q u e h icim o s p a rtié n d o n o s d e aq uel lugar».
CANTO VI

He aquí el canto sexto, prolijo en hazañas,


que narra los hechos asombrosos de Digenís Akritas
tal y como él mismo se los relató a sus amigos.
«Si alguien tuviera a bien designar cuál es el rey de los meses,
reinaría mayo sobre todos los otros1,
por ser este mes el más precioso ornamento de la tierra entera:
el ojo de todas las plantas y el esplendor de las flores,
el rojear de los prados y su reluciente belleza.
Prodigiosamente nos inspira pasiones y nos induce al favor de
[Afrodita.
Es él quien pone a la tierra en disposición de imitar al cielo,
al dotarla con el fulgor de los brotes de las rosas y los narcisos.
En este mes admirable y de tan grande dulzura,
resolví cambiar de morada a solas con mi bella esposa,
la hija encantadora del general Ducas.
Y así fue como llegamos a una maravillosa pradera,
en la que fijamos la tienda y nuestro propio lecho,
disponiendo en tomo de ella toda suerte de plantas.
Los juncos germinaban apuntando hacia el cielo,
y en medio del prado brotaba un riachuelo de agua fresca

1 Para el encomio del mes de mayo, cf. Aquiles Tacio, Leutipa y Clitofonte, II 1,
2. El motivo, que ha alcanzado gran fortuna en todo el medioevo europeo, se
refleja también en nuestro Romance del prisionero.
Digenís A kritas 165

q u e d iscu rría atrav esan d o d e p a rte a p a rte el vergel. 20


N u m e ro sa s esp ecies d e aves p o b la b a n la floresta:
faisanes a m a n sa d o s, p ap a g a y o s y cisnes.
L o s p a p a g a y o s ca n tu rre a b a n su sp e n d id o s so b re las ra m a s,
y e n el ag u a lo s cisn es b u sc a b a n su sten to .
L o s faisanes exh ib ían su s p lu m a s p a seán d o se p o r en tre las flores, 25
riv alizan d o c o n ellas p o r el c o lo r de su s p é ta lo s 2.
L u e g o , las aves re sta n te s, p o se e d o ra s de libres alas,
ju g u e te a b a n saltan d o d e ra m a en ra m a e n tre lo s árb oles.
Y la ru tilan te h e rm o s u ra de la n o b le m u c h a c h a
re sp la n d e cía m á s q u e la d el faisán y cu alq u iera d e las p la n ta s, 30
p u e s su faz d a b a ré p lica a la tez d el n a rciso ,
su s m ejillas ro m p ía n c o m o u n a ro s a florida
y su s lab io s e v o ca b a n al b o tó n d e ro sa s a p en as b ro ta d o
cu a n d o co m ie n z a a d im a n a r d e su cáliz.
Sus riz o s le ca ía n h a sta la a ltu ra d e su s g ra cio sa s cejas, 35
d e stellan d o e n ca n ta d o re s reflejo s de o ro ,
c o n lo q u e su e n can to in d ecib le ven ía a cu n d ir p o r to d o el lugar.
A lre d e d o r d e su lech o re z u m a b a n to d a su e rte d e esen cias:
alm izcle, á m b a r y n u e z m o s c a d a , ca n fo ra y canela.
E l p la ce r era in m e n so y el p e rfu m e h e ch iz a n te , 40
¡ta n ta e ra la d elicia q u e e n ce rra b a aquel p araíso !
M as cu a n d o ra y a b a la m ita d d el día, d i e n e n tre g a rm e al
[su eñ o;
m ien tras tan to , la n ob le m u ch a c h a m e ro ciab a c o n agu a d e ro sa s
y lo s ru ise ñ o re s y el re sto d e las aves e n to n a b a n su am ab le
[can to.

2 La palabra aquí empleada, ptéryx, puede designar tanto las alas, las plumas o
los penachos de los animales como las hojas y los pétalos de las flores, por lo
que en griego tenemos un juego de palabras que sólo muy forzadamente po­
dríamos haber recreado en la traducción. El verso también se podría interpre­
tar en el sentido que entiende, por ejemplo, Valero Garrido, a saber: «reflejaban
el color de las flores en sus alas».
166 Poesía heroica bizan tin a

Entonces, la joven, sedienta como estaba, se acercó al manantial


y cuando con más agrado se estaba refrescando los pies,
un dragón, bajo las trazas de un joven apuesto,
se acercó hasta ella con la intención de seducirla;
pero la niña, que en modo alguno ignoraba de quién se trataba,
[le dijo:
‘¡Contente, dragón, de hacer lo que estás cavilando, que a mí no
[me engañas!
Mi amor ha estado velando durante la noche y acaba de echarse
[a dormir
(‘se trata de un dragón —se decía para sus adentros—,
pues por aquí no he contemplado jamás parejo semblante’)
y si se despierta y te encuentra aquí, te va a infligir un gran
[quebranto’.
Mas él se abalanzó sobre ella e intentó forzarla
[impúdicamente,
y, al instante, la niña me llamó de un chillido:
‘¡Despierta, mi señor, y rescata a tu amada!’
Y su grito encontró eco en mi corazón.
Me incorporé con premura y vi cómo la estaba atormentando
—el manantial estaba precisamente enfrente de mí—
y para cuando quise desenvainar la espada, ya me encontraba
[en la fuente;
no en vano mis pies habían corrido con la rapidez de las alas.
Pero he ahí que cuando lo tuve a mi alcance, me mostró un
[semblante
estremecedor, gigantesco y monstruoso a los ojos de un hombre:
tres cabezas en verdad descomunales que escupían fuego,
y cada una de ellas lanzaba tina relampagueante llamarada;
cuando se movía de sitio, generaba el estruendo de un trueno,
de manera que la tierra y todos los árboles parecían
[estremecerse.
Hinchando su cuerpo, agrupaba sus tres cabezas en un solo
y desinflándose por detrás, afilaba su cola, [punto,
D igenís A kritas 167

para luego, tras recogerse sobre sí mismo y desplegarse de nuevo,


lanzar contra mí toda su embestida.
M as y o , sin to m a r en co n sid e ra ció n tal alarde,
a lcé al aire m i e sp a d a c o n to d a s m is fu erzas
y la ab atí s o b re las cab eza s d e la b estia terrib le, 75
ta já n d o selas to d a s a u n tiem p o , c o n lo q u e cay ó d e sp lo m a d a
[so b re la tierra,
ag itan d o su c o la arrib a y ab ajo e n su s ú ltim o s e ste rto re s.
Limpié mi espada y me la eché al talabarte;
lla m é a m is sirvien tes, q u e s e e n c o n tra b a n a u n tre ch o
y le s o rd e n é q u e s e llev aran e n seg u id a al d ra g ó n . 80
Apenas hube dado la orden, la tuvieron cumplida.
Así pues, mis criados se fueron corriendo a sus pabellones
y yo a mi lecho para continuar durmiendo, [privados,
pues el agradable sueño, que ya había gustado, me reclamaba de
[nuevo
( d e h e c h o a n te s m e h a b ía d esv elad o sin e sta r d e l to d o s a c ia d o ), es
P o r su p a rte , la n iñ a, m o v id a a u n a risa in co n te n ib le
c a d a v e z q u e se le ven ía a la m e m o ria la a p a rició n d el d ra g ó n
y la a b ru p ta m u e rte d e aq uella b estia d e sco m u n a l,
s e a c e rc ó h a s ta u n á rb o l p a ra n o d e sp e rta rm e
y p a ra e n c o n tra r u n p o c o d e alivio d e sp u é s d el m ied o q u e 90
[había pasado.
M as h e ah í q u e d e la e sp e su ra su rg ió u n e sp a n to so leó n ,
d isp u esto ta m b ié n a a ta ca r a la m u ch a ch a .
E lla lan zó u n g rito lla m á n d o m e en s u s o co rro ,
y , n a d a m á s e scu ch a rla , m e lev an té d e m i cam a.
Así, e n c u a n to vi al le ó n m e e c h é al fren te d e u n ágil b rin co 95
y a rre m e tí c o n tra él m a z a e n m a n o ,
la d e s c a rg u é s o b re su c a b e z a y m u rió al in sta n te .
U n a v e z q u e, igu al q u e el d ra g ó n , fue alejado d e allí,
la n iñ a, im p lo rá n d o m e p o r su v id a, m e so licitó lo sigu ien te:
‘A tién d em e, m i se ñ o r, y p ro c ú ra m e e ste favor. 100
E m p u ñ a a h o ra la cítara y táñ ela u n ra to ,
168 Poesía heroica bizantina

p a ra aliviar d e este m o d o a m i alm a del m ie d o q ue la fiera m e


C o m o n o m e era p o sib le d e so ír a la jo v e n , [produjo*,
c o m e n c é a p u lsarla y ella dio in icio a u n a ca n ció n :
ios ‘G racias al a m o r, q u e m e co n ce d ió u n d u lce a m a n te ;
feliz so y d e se r su rein a y d e n a d a sien to y a tem o r.
Es mi lirio floreciente, mi olorosa manzana,
y como una rosa embriagadora hechiza mi corazón’.
Conforme la niña mencionaba esa flor en su canto,
lio me pareció que la llevara sobre sus labios,
pues en verdad se asemejaban a una rosa recién florecida.
L o s a c o rd e s d e la cíta ra y la v o z d e la m u ch a c h a
em itían u n d u lce s o n q u e d evolvían e n e co te s m o n te s,
d e su e rte tal q u e en la d istan cia se p o d ía o ír la ca n ció n ,
li s D e ello tu vim os co n s ta n c ia p o r el m o tiv o q u e sigue:
re su lta q u e, p o r azar, e n ese p re ciso m o m e n to u n o s so ld a d o s
cru z a b a n p o r la ru ta q u e re cib e el n o m b re d e T r o s is 3,
e n la q u e m u c h o s g u e rre ro s h a b ía n su frido g rav es h e rid a s,
c o m o es ev id en te a ju z g a r p o r el n o m b re q u e el lu g a r recib ió .
120 S eg ú n v in e a sa b e r lu ego p o r b o c a d e ellos m ism o s , se tratab a
ad m irab le Io an n ak is, el jo v e n b a n d o le ro , [del
d el viejo F ilo p a p p o y d e C in n a m o , q u e ib a en te rc e r lu g a r4.
Y comoquiera que, al pasar por el camino, dieron en oír
[n u e stro s c a n to s
(s e e n co n tra ría n , e n m i op in ió n , a u n a m illa d e d istan cia d e
[nosotros),
125 se d esviaron de su ru ta p a ra a ce rca rse a d o n d e estáb am os.
Cuando vieron sola a la excelsa muchacha,
co m o si d e u n d ard o se tratase, fu e ro n h e rid o s e n el alm a p o r
[su h e rm o s u ra ,

3 O bien «la Herida» (Trosis). Probablemente la actual Trusch de Turquía, al


norte de Siria y en el margen derecho del Eufrates.
' 4 Según se desprende de sus palabras, no parece que Digenís tenga conciencia
de un encuentro anterior con ellos (cf. Z 1539-1645).
Digenís A kritas 169

y se vieron todos movidos a una pasión infinita.


Marchaban en un número de cuarenta y cinco,
y al reparar en que yo estaba solo, quisieron zaherirme con d o

[amenazas:
‘¡Deja a la muchacha —dijeron—y procura salvarte tú;
•en caso contrario, obtendrás la muerte por tu desobediencia!’
¡A fe que aún no sabían quién era yo!
De repente, la hija del sol, al verlos a todos
ta n b ien p e rtre c h a d o s y a lo m o s d e su s cab allo s, 135
se crey ó su s p alab ras y cayó p re sa de u n in m e n so p a v o r.
Se cubrió el rostro con su velo
y se marchó corriendo a la tienda completamente aterrorizada.
Yo le pregunté: ‘¿Por qué no hablas, amada mía?’
‘Porque se me ha muerto la voz antes que el alma —me contestó—; 140
mira que si nos separan, no podré soportar la vida’.
‘Deja de pensar tales cosas, alma mía —repuse—;
que a quienes Dios ha unido no los habrá de separar el
[hombre’5.
Al punto empuñé mi maza, embracé mi broquel,
y caí sobre ellos como el águila cae sobre las perdices desde lo 145
y a cuantos mi maza alcanzó a golpear, [alto,
no quedó en ellos el menor rastro de vida.
Asimismo, capturé a todos aquellos que hacían por escapar,
pues jamás me venció un caballo en la carrera
(y no cuento esto en tono de vanagloria, 150
sino para que cobréis cumplido conocimiento de los dones del
[Creador).
Hubo, no obstante, quienes lograron esquivarme celándose en
[el m arjal;
pero, poco antes de entregarlos a todos a la muerte,
capturé vivo a uno solo para saber de su boca
q u ién es e ra n aq u ello s lo c o s , aquella g e n te sin seso . 155

5 Cf. Mateo 19, 6.


170 Poesía heroica bizantina

Hirviendo de furor, no le respeté la vida a ninguno.


Y después de que hube arrojado espada y broquel,
me despojé del brazal y regresé junto a mi joven esposa.
La niña, cuando vio que yo era el único que había sobrevivido,
160 salió a mi encuentro exultante de gozo,
y con sus propias manos me roció con agua de rosas,
mientras besaba mi mano derecha y rogaba por mi vida.
Y yo, queriendo censurar sus temores,
le mezclaba con arte palabras de amor:
165 ¿Acaso hago yo como tú? ¿Muero antes de sufrir mal alguno?’
Comprendiendo a qué me refería, me sonrió dulcemente
y me dijo: ‘De repente, vi tal cantidad de jinetes,
todos bien pertrechados, y a ti. a pie y tan solo,
que por eso, mi señor, me entró miedo’.
170 Y entre miles de besos marchamos al interior de la tienda.
Al día siguiente me dirigí al río para lavarme
y mudarme las ropas, que estaban sucias de sangre,
por lo que le pedí a la muchacha que me trajera otras.
Cuando llegué junto al agua,
175 m e s e n té a la so m b ra d e u n á rb o l a e sp e ra r a la n iñ a.
Mas he ahí que aparecieron tres bizarros jinetes;
iban revestidos todos de elegantes ropajes,
y, marchando por la orilla del rio, se acercaban hacia mí,
pues me habían visto sentado al pie del árbol.
180 Cuando llegaron a mi altura, me saludaron los tres,
pero yo no me alcé, sino que seguí sentado.
‘Hermano, ¿no habrás visto pasar por aquí a unos soldados?’
A lo que yo respondí sin albergar ningún iniedo:
‘Sí, hermanos —les dije—, los vi en el día de ayer;
185 n o e n v a n o q u erían ra p ta r a m i e sp o sa ,
y, por el Verbo de Dios, que no llegué ni a montar a caballo.
Pero lo que les aconteció, lo vais a saber enseguida’.
Y ellos, al escuchar esto, se miraron entre sí
y empezaron a mascullar, sin mover apenas los labios:
Dig e n is A k r i t a s 171

‘¿No es éste al que llaman Basilio el Akrita? 190


Mas eso lo sabremos en cuanto le pongamos a prueba’.
P o r fin el cab ecilla m e dijo: ‘¿C ó m o p o d ría m o s c re e r
q u e tú so lo , d e sa rm a d o y a p ie, seg ú n cu e n ta s,
te h a s atrev id o a en tab lar c o m b a te c o n ellos?
A to d o s lo s te n e m o s p o r g u e rre ro s p ro b a d o s e n lo q u e to c a a su 195
[h o m b ría;
¡p e ro si e stás d icien d o v e rd a d , d e m u é stra lo c o n lo s h e c h o s :
desafia a u n o d e n o s o tro s tres, al q u e tú q uieras,
y b á te te e n d u elo c o n él, q u e así to d o s lo c o m p ro b a re m o s !’
Y y o , so n rié n d o m e , les co n te s té d e e sta guisa:
‘¡D e sm o n ta d , si o s a p etece , y v e n id lo s tre s c o n tra m í, 200
y si, p o r c a so , n o o s su p o n e b a ld ó n , v e n id in clu so a cab allo ,
y a sí sab réis q u ién so y yo a p a rtir de m is h e c h o s !
¡M as si o s p a re ce , d e m o s co m ie n z o al c o m b a te a h o ra m is m o !’
Al in sta n te m e in c o rp o ré y a g a rré m i m a z a
y m i b ro q u el, p u e s lo s llevaba co n m ig o , 205
y, e ch á n d o m e u n p o c o al frente, les espeté: ‘¡A v u estras ó rd e n e s!’
A lo q u e el jefe co n te stó : ‘N o v a m o s a o b ra r c o m o d ices.
N o te n e m o s p o r co stu m b re a cu d ir tres c o n tra u n o ;
n o s o tro s te n e m o s a rre sto s p a ra e sp a n ta r c a d a u n o a m illares.
N o e n v a n o y o , a q u ien estás escu ch an d o , so y F ilo p ap p o , 210
é ste es Io an n ak is, y el te rce ro C in n a m o 6,
y p a ra lo s tre s sería u n in m e n so d e sd o ro lu c h a r a la v e z c o n tra
[un solo hombre.
¡Pero, ea, escoge de entre nosotros a uno, al que tú ordenes!’
‘E s tá b ie n —co n te s té —, ¡q u e v en g a, p u e s, el p rim e ro !’
A l in sta n te F ilo p a p p o d e s m o n tó d el cab allo, 215
y b lan d ien d o a u n tiem p o s u e sp a d a y su e scu d o

6 Se trata, a todas luces, de una nueva inconsecuencia: según leíamos arriba,


los tres caudillos iban con el resto de la cuadrilla por la que ahora preguntan.
172 Poesía h eroica bizan tin a

se vin o d ecid id am en te h acia m í cre y é n d o se q u e m e ech aría a


[tem b lar.
A d ecir v e rd a d , p o seía u n a a co m e tid a a saz v alero sa,
d e m o d o q u e, tras d e a se sta rm e u n fero z tajo so b re el e scu d o ,
220 m e q u e d é ú n ica m e n te c o n su e m b ra z a d u ra en la m a n o .
Por su parte, los dos que nos miraban allí enfrente, gritaron:
‘¡Sacúdele otro más, viejo Filopappo!’
P e ro cu a n d o se d isp o n ía a alzar d e n u e v o la e sp ad a,
le d e sca rg u é y o m i m a z a so b re su testa,
225 y d e n o se r p o rq u e el e scu d o se la cu b ría p o r co m p le to ,
n o le h a b ría q u ed ad o en ella n i u n h u e so san o .
E l viejo, atu rd id o y tem b lan d o v io le n ta m e n te ,
se d e rru m b ó so b re el su elo, b ra m a n d o c o m o u n b uey.
Y lo s o tro s d o s, al v e r esto , tal c o m o estab an ,
230 saliero n a g alo p e p a ra ca rg a r c o n tra m í d e im p ro v iso ,
sin se n tir y a v e rg ü e n z a n in g u n a d e lo q u e a n tes alard eab an .
E n cu an to re p a ré e n su em b estida, a rra n q u é el escu d o
d e las m a n o s d el viejo y m e e c h é a c o rre r c o n tra ellos.
Y en ese m o m e n to se trabó u n c o m b a te y u n a lu ch a en carn izad a,
235 en la q u e C in n a m o p o rfiab a p o r c o lo c a rs e a m i esp ald a,
m ie n tra s Ioan n ak is m e em b estía d e fren te y c o n rap id ez.
F u e e n to n ce s cu a n d o vi q u e se tratab a e n v e rd a d d e g u e rre ro s
[p ro b a d o s,
p e ro n in g u n o d e ellos era lo b a sta n te p o d e ro s o c o m o p a ra
A sí p u es, cu a n d o em p e cé a v o lte a r m i m az a , [v en cerm e.
240 h u y e ro n am b o s d e m í, c o m o si se e n co n tra ra n an te u n león ,
y m e m ira b a n a lo lejos, cu a l si fu e ra n c o rd e ro s ,
p a ra re g re sa r d e n u ev o , la d ra n d o c o m o p e rro s.
Y p u e sto q u e d e esta g u isa n o s e stu v im o s n o p o c o tiem p o ,
acab ó p o r acu d ir la m u ch a c h a , q ue, sin e m b a rg o , se p a ró en la
[d istan cia,
245 in te n cio n a d a m e n te en fren te d e m í p a ra q u e la tu viera a la vista.
A l re p a ra r en q ue aquéllos m e ten ían ro d e a d o co m o d o s lebreles,
m e lan zó u n grito d e á n im o , d icién d o m e:
Digenís A kritas 173

‘¡Demuéstrales tu valor, amado mío!’7 Y al punto, gracias a sus


[p alab ras,
cobré nuevos bríos y le descargué un golpe a Ioannakis
sobre su brazo derecho, por encima del codo. 250
Los huesos se le quebraron y todo el brazo quedó deslabonado,
por lo que su espada cayó al suelo instantáneamente.
Así, cuando se encontraba cerca de mí, se desplomó del caballo
y, transido de dolor, fue a apoyarse a una roca.
Por su parte, a Cinnamo le-vinieron las ganas de obrar 255
[proezas él solo,
por lo que empezó a aguijar su montura arriba y abajo,
confiado el miserable en que podría espantar al león 8.
Entonces, según vino a mi encuentro a lomos de su caballo,
le asesté un mazazo en mitad de la grupa,
y la san g re n o ta rd ó en p o n e rse a m a n a r a b o rb o to n e s d e ese 260
así c o m o d e su s sien es y su s h o cic o s . [lugar,
Así pues, el corcel se trabó y arrastró a Cinnamo en su caída.
El miedo se había apoderado de él, el espanto lo atenazaba,
pues se pensaba que lo iba a rematar mientras yacía en tierra.
Y he aquí que le dije: ‘¿Por qué tiemblas Cinnamo? 265
Jamás acostumbro a herir a un guerrero caído;
pero si quieres, levántate y recoge tus armas,
para que podamos batimos cara a cara como cuadra a los
que ensañarse con un muerto es de cobardes’. [valientes;
Mas él, con sus gestos, daba a entender que se rendía, 270
pues, aterrado como estaba, no era capaz de proferir ni una sola
Dejándole allí, me di media vuelta [palabra,
y vi que Filopappo volvía en sí
y meneaba la cabeza mientras decía:

7 Son las mismas palabras con las que Cariclea da ánimos a Teógenes en He­
liodoro, Etiópicas, V 32, 5-6.
8 Se trata del Akrita, pero, para entender toda la dimensión de la frase, tenga­
mos en cuenta que en E 1 3 6 2 ,1379 y 1417, Cinnamo también es llamado León.
Parece, pues, que se quiere dejar claro quién es el verdadero león.
174 Poesía heroica bizan tin a

275 ‘¡Por Dios, Creador del cielo y de la tierra,


que te ha agraciado con todos los dones,
depon el combate y hagamos las paces,
que seremos tus siervos si así nos lo ordenas;
prestos a recibir tus mandatos y a darles cumplimiento sin
[re z o n g a r!’
280 Al escuchar sus conciliadoras razones, me apiadé de ellos
—pues las palabras humildes atemperan el ánimo—,
y le dirigí una sonrisa, mientras le decía burlonamente:
‘Filopappo, te acabas de despertar y aún estás viendo visiones.
Pero ya que has encauzado tu vejez por el camino del
[a rre p e n tim ie n to ,
285 lev án tate, co g e a tu s h o m b re s y m á rc h a te a d o n d e q u ieras,
que tus propios ojos son testigos de lo que aquí ha tenido lugar.
Y, créeme, aquellos que andáis buscando, no acudirán a tu
Yo no aspiro a mandar, sino a vivir en soledad, [llamada,
puesto que también soy el único hijo que le ha nacido a mis
[padres.
290 Quede para vosotros eso de gobernar y colaborar unos con
[o tro s
en la medida que os sea posible, así como eso de acometer
[correrías.
Incluso si en otra ocasión queréis volver a enfrentaros conmigo,
reclutad de nuevo otra cuadrilla de bandoleros
que no hayan tentado mi fuerza y que no me conozcan,
295 pues los que ya la hayan probado, no se unirán a vosotros’.
Filopappo acogió la resolución con alegría,
y les dio una voz a sus hombres para anunciarles que podían ir
[libres,
no en vano ninguno albergaba esperanzas de seguir con vida,
sino que ya tenían el alma a las puertas de la muerte.
300 Sólo la recobraron cuando escucharon aquel grito,
y por fin abrieron la boca para mostrar su más profundo
[agradecimiento:
D ig e n ís A k r i t a s 175

‘¡E n v e rd a d , h e m o s p re se n cia d o a ccio n e s q u e su p e ra n su fam a


y tu m ise rico rd ia so b re h u m a n a es la m á s g ra n d e [—d e cía n —,
q u e p erso n a alguna haya d em o strad o en la ed ad presente!
¡Q u e D ios te c o n c e d a a ca m b io , p o r m o r d e la b o n d a d d e tu 305
[espíritu,
d o n e s to d av ía m á s g ran d e s así c o m o q u e p u e d a s vivir c o n tu
[esp o sa
d isfru tán d oos m u tu a m e n te d u ran te u n n ú m e ro infinito d e a ñ o s !’
L u e g o , to m a n d o en tre m is b ra z o s a la h e rm o sísim a
[m u ch a ch a ,
n o s.fu im o s a se n ta r a lo lejos bajo la so m b ra d e u n árbol,
e n la h o r a e n la q u e el so l atrav iesa p o r m ita d d el cielo. 310
P e ro aq u ello s tres fu ero n a re u n irse e n u n m ism o lu gar,
y sin salir d e su a so m b ro se d e cía n e n tre sí d o s d e ellos,
lo s d o s q u e e n ed ad y e n ra cio cin io an d a b a n m e n o s m a d u ro s :
‘E n v e rd a d , lo q u e a ca b a m o s d e v e r es p o r d e m á s in au d ito y
[e x tra ñ o :
q u e u n h o m b re d e sa rm a d o y a pie, p ro v isto d e u n a m a z a ta n 315
a n o s o tro s , q u e íb a m o s co m p le ta m e n te a rm a d o s [sólo,
y h e m o s v e n cid o a m illares d e h o m b re s y so ju zg ad o ciu d ad es,
n o s h a y a d e rro ta d o co m p le ta m e n te , c o m o a u n o s n o v a to s,
c o lm á n d o n o s d e o p ro b io , d e co b a rd ía y d e esp an to .
N o cab e d u d a de q u e se trata d e u n m ago o de u n genio d el lugar, 320
p u e s en c o s a d e n a d a ten ía lo s tajos de n u e stra s e sp ad as
y la furia q u e g u a rd a b a e n su m a z a re su lta b a in co n ten ib le.
Si se tra ta ra d e u n h o m b re d e lo s q u e h a y en el m u n d o ,
te n d ría cu e rp o y alm a, sen tiría m ie d o a la m u e rte
y n o h a b ría h e c h o fren te a la s e sp a d a s c o m o si n o tu viera ca rn e . 325
P e ro sin d u d a se tratab a d e u n gen io d el lu gar,
y trabó b atalla c o n tra n o s o tro s p o r m ed io d e u n a ilusión.
Si n o , m ira d tam b ién la b elleza infinita d e la m u c h a c h a q u e se
[n o s ap areció ,
q u e d im a n a b a a lo lejos u n fulgor m á s b rillan te q u e lo s ra y o s
[del sol
176 Poesía heroica bizantina

330 y fue to m a d a p o r n o s o tro s c o m o u n a e statu a c o n v id a’.


Estas y otras necedades de ese jaez se estaban diciendo,
cuando el anciano Fñopappo les soltó un sermón propio de un
‘Todo eso, hijos míos, son consuelos [viejo:
para excusar la derrota, alivios del alma.
335 Lo que yo vi en realidad fue a un varón bien probado,
a quien Cristo ha colmado con todas sus gracias:
belleza, bravura, sensatez y un inmenso coraje,
virtudes a las que hay que sumar una rapidez infinita.
Pero a nosotros sólo nos queda el consuelo
340 de que allí no había nadie que presenciara el combate;
mas el nombre que nos habíamos ganado, la gran fama de
[nuestro valor,
ahora lo hemos perdido, al caer derrotados ante un solo
Pero si queréis un consejo, hijos míos, [hombre,
no nos demoremos ni un solo instante en vengar este ultraje,
345 m ejo r d é m o n o s p risa e n e n co n tra r to d a su erte d e aliados,
q u e p o r m á s q u e se ja c ta b a , n o h a a ca b a d o c o n to d o s.
Si Dios quiere, nos reuniremos en un punto
para ir sobre él inesperadamente durante la noche,
que si nos apoderamos de él, pondremos fin al tormento
350 que en nuestras almas ha sembrado tan esforzado guerrero.
En cuanto a la muchacha, Ioannakis, llevará tu nombre.
Supongo que resulta imposible expresar su belleza,
pues, en verdad, entre los hombres jamás
nadie ha contemplado tal hermosura, al menos en mi opinión,
355 y eso que ya tengo cincuenta y dos años
y he recorrido muchas ciudades y no pocos países,
pero todas las mujeres ceden ante ella, cual un coro de estrellas
cuando el sol despliega sus rayos.
¡Pero, ánimo, hermosísimo hijo, que desde este instante ella te
[pertenece!’
360 Tales cosas dejó dichas el viejo, y parecía hablar cabalmente.
Subieron hasta una almenara para convocar una junta,
Di gen is A k r i t a s 177

y hasta bien entrada la noche mantuvieron la lumbre


[encendida9,
mas no hizo acto de presencia ni uno solo de los que se
[esperaban.
Entonces, los acompañantes de Filopappo comenzaron a
[protestar:
‘¿Por qué, valeroso viejo, nos impones tantos pesares? 365
¿Acaso no has encontrado la prueba de nuestro coraje
en las hazañas que tan bien conoces y en las grandes victorias
que obtuvimos por medio de esforzados combates?
¿Acaso no nos has venido admirando como a gente invencible?
¿Es que no has asistido a nuestras extraordinarias proezas? 370
¡Pero él nos ha derrotado como a unos principiantes en
[asuntos de guerra!
¿Y todavía pones en duda que aquéllos murieran a manos de él?
Si lo tienes a bien, atiende el consejo de tus hijos:
dejémonos de tantas y tan vanas fatigas,
y vete a por Maximo, que es de los nuestros, 375
y pídele que, por favor, acuda en nuestro auxilio,
pues, como bien sabes, cuenta con una cuadrilla excelente.
Ahora bien, de lo que nos ha acontecido, no le menciones ni
[una palabra,
pues si llegara a enterarse, no se avendría a acompañarte.
Condúcete cual hombre prudente y discreto al realizar tu 380
[embajada
para que puedas acabar implicándola en nuestro plan.
Si esto sucede, la victoria ya es nuestra.
Nosotros nos uniremos a ti en cuanto nos hagas señales con la
[antorcha1.
Al viejo le complació gratamente tal acuerdo
y al punto montó sobre su caballo y salió en busca de Maximo. 385

9 Se trata de un antiquísimo sistema de información basado en hogueras y vi­


gías; cf. Esquilo, Agamenón, 1 sigs.
178 Poesía heroica bizan tin a

Se trataba de una descendiente de las amazonas, las mujeres


que el rey Alejandro se trajo de la tierra de los brahmanes10.
Había recibido de sus ancestros una fuerza descomunal,
y siempre consideraba la guerra su vida y su placer.
390 Una vez que Filopappo estuvo ante ella, según se había
[acordado,
la abrazó amistosamente y le preguntó: ‘¿Cómo te va?’
A lo que ella le contestó: ‘Bien, gracias a Dios.
¿Y tú, el más bravo de todos? ¿Cómo estáis tú y tus muchachos?
¿Cómo es que has venido a visitamos sin ellos?’
395 A su vez el anciano, ocultando la verdad, le dijo:
‘Los muchachos, mi dueña, Ioannakis y Cinnamo,
se encuentran bien gracias a Dios; y se han ido a montar guardia
impacientes como están por eliminar enteramente a ciertos
[revoltosos11.
Pero yo me he separado de ellos para encontrar tranquilidad,
400 o más bien, con el favor de Dios y a su voluntad plegado,
para hallar ese buen don que no tiene precio,
toda vez que jamás he gozado de una completa serenidad u .
Así es, desde que me separé de mis queridos muchachos,
he recorrido yo solo, a lomos de mi caballo, los ribazos cabe el
405 y he acechado los vados, en busca de mis enemigos. [río13

10 Esto es, de la India. Los brahmanes son los «hombres desnudos acostum­
brados a filosofar» con los que Alejandro se entrevistó según avanzaba en sus
conquistas (cf. Vida de Alejandro, III 5-6). Por otra parte, las amazonas son un
pueblo de guerreras que según una etimología popular (a-mazos, «sin pecho»)
se quemaban o cortaban un seno para manejar con eficacia el arco. Las noticias
del encuentro de Alejandro con la reina de ellas, Talestris, llegan hasta nuestro
Libro de Alexandre (w . 1886-1892).
11 En cuanto a la doble naturaleza del apelate, bandolero, por un lado, y sol­
dado irregular al servicio del Imperio, por otro, cf. Introducción, págs. 34-35.
12 Ese «buen don que no tiene precio» es la salud del alma. El pasaje, pues, ha
de entenderse dentro de las coordenadas religiosas de los bizantinos en las
que la idea del aislamiento monacal es una constante; cf. P. Odorico, Digenis
■Akritas..., pág. 166-167, nota ad loe.
13 A saber, el río Éufrates.
Di g e n i s A k r i t a s 179

Y cuando he llegado al camino que recibe el nombre de Trosis,


a mi izquierda, en mitad de un prado frondoso,
me he venido a topar con una fierecilla más preciosa que el oro,
una muchachita como mis ojos no habían contemplado jamás.
Poseía en su belleza un resplandor inexplicable, 410
indecible era el encanto que de sus ojos se desprendía,
su talle parecía un retoño agradable a la vista,
capaz de hechizar el alma de todos, cual una pintura provista
[de vida H.
Se trataba, según he llegado a saber, de la hija de Ducas,
con quien tenía en mente unir a nuestro áureo Ioannakis15. 415
Y no sé de qué modo, pero el caso es que otro se nos ha
[adelantado,
y ahora mismo anda recreándose con ella en el prado.
Si verdaderamente aprecias a tu queridísimo deudo,
lleva a cabo estas fatigas por él, asume estos desvelos
y confirma con hechos tu afecto, dueña mía. 420
Pues quien comparte de corazón las tribulaciones de los seres
[queridos,
ése sí que es un amigo de verdad y un buen pariente’.
El viejo Filopappo, habiendo expresado tales razones,
logró convencer por completo a Maximo,
pues, no en vano, la mente de una mujer es fácil de embaucar. 425
Ella en modo alguno indagó en manos de quién estaba la joven,
sino que, con gran entusiasmo, llamó a Melimitzes en ese preciso
[instante,

14 Como en VI 330, el poeta vuelve emplear términos propios de la crítica de


arte de los siglos xi y xn para describir a la encantadora esposa de Digenís; cf.
E. Jeffreys, Digenis Afcritis..., pág. 171, nota ad loe.
15 Son numerosas las canciones akríticas recogidas en nuestros dias (cf. Intro­
ducción, págs. 19-21) que hablan del rapto por parte de Digenís de una joven
prometida a un cierto Yannis. En el caso de que esas canciones hubieran dis­
currido paralelamente a nuestro poema, el poeta podría estar haciendo un gui­
ño a su público.
180 Poesía heroica bizantina

a quien tenía por lugarteniente y como capitán de todos los


Dirigiéndole una sonrisa, le dijo en tono burlón: [otros.
430 ‘¿Sabes que el viejo Filopappo, este admirable varón,
se h a to p a d o h a c e n a d a c o n u n a h e rm o sísim a p ie za allá e n las
y se h a d ig n ad o a q u e le a c o m p a ñ e m o s [fro n teras
p a ra q u e co m p a rta m o s c o n él el g o z o y su s co n sig u ie n te s
[deleites?
¡Pero, venga, sal a toda prisa y vete a buscar a los bandoleros,
435 y e s c o g e d e e n tre to d o s a cien p ro b a d o s g u e rre ro s,
d u e ñ o s d e b rio sas m o n tu ra s y de las a rm a s m á s recia s,
p a ra p o d e r a p re sa r fácilm en te a q u ien q u iera n o s e n c o n tre m o s ’.
Como no se atrevía a desobedecer el mandato de su señora,
esa misma tarde ya estaba en las almenaras,
440 y cu a n d o h u b o re u n id o m e d ia n te señ ales d e a n to rc h a u n
d e e sco g id o s so ld a d o s, m á s de m il, [sin n ú m e ro
ap artó a lo s cien m á s ag u errid o s,
y, haciéndose acompañar por ellos, se dirigió al encuentro de su
[señora.
Ella, tras distribuir convenientemente todos los aperos
[necesarios,
445 les o rd e n ó q u e al d ía sigu ien te salieran en arm as,
y, en co m p a ñ ía d e ellos, m a rc h ó c o n tra m í c o n u n afán
[desmedido.
Filopappo, por expreso deseo suyo, iba capitaneando la tropa.
Una vez que estuvieron en la cima del cerro,
el viejo le hizo a sus hombres la señal convenida:
450 por la noche, encendió la antorcha para las gentes de Ioannakis,
quienes, con el día, se sumaron a la partida
y fueron recibidos de muy buen grado por parte de Maximo.
De hecho, como familiares cercanos y aliados que eran,
Maximo los acogió con entera satisfacción.
455 Cuando llegaron junto a las márgenes del río,
■Filopappo comenzó a arengar a sus hombres con tales razones:
‘¡Mi señora! ¡Vosotros, guerreros!
Digenis A britas 181

¡El lugar donde encontré a la muchacha no es nada propicio;


así que no es cuestión de ir todos juntos armando alboroto
y poniendo sobre aviso al que la protege, 460
pues lograrían esconderse en el bosque antes de acercamos;
en tal caso, no podríamos capturar nuestra presa de ninguna
[manera
y los esfuerzos de todos nosotros habrían sido en vano!
Pero, si os parece, vayamos tan sólo dos, tres a lo sumo,
a espiar a escondidas el lugar donde se encuentra la muchacha. 465
Dos se quedarán acechándola,
mientras que el tercero vendrá a avisaros para que le acompañéis
y así no corráis el peligro de perderos’.
Dicho esto, Maximo contestó al anciano:
‘¡Viejo astuto, a ti te confío el mando; 470
procede, pues, como a ti. te apetezca, que todos te obedeceremos!’
Al punto, Filopappo, tomando a Melimitzes
y a Cinnamo consigo, vadeó el río
no sin antes haber ordenado al resto que aguardaran allí
hasta que les enviaran la señal convenida. 475
Mas he aquí que, en esos momentos, me encontraba en una
[atalaya.
Sentado sobre una roca y sujetando al caballo por las riendas,
acechaba atentamente la llegada de éstos.
Cuando me hubo avistado, Filopappo le dijo a Melimitzes:
‘¿Ves a aquel hombre? —y me señalaba con la m an o - 480
Ese que está sentado sobre una roca en lo alto del cerro.
Pues que sepas que ese es el que tiene en su poder a la
No andemos, pues, a su encuentro de cara; [muchacha,
tratemos de averiguar, antes bien, dónde guarda a la joven
para luego hacérselo saber a los nuestros, conforme se ha 485
Que, aunque esté solo, es por demás denodado. [acordado.
Bien sé de qué clase de hombre se trata en lo tocante al valor,
y os aconsejo que en modo alguno os presentéis a solas ante él’.
Cinnamo se mostraba igualmente de acuerdo con lo dicho,
182 Poesía heroica bizantina

490 pero Melimitzes, que no compartía en absoluto su parecer,


repuso lo siguiente: Έ η este momento me resulta imposible
[reconoceros.
Yo jamás he necesitado ayuda para marchar contra mil
y vosotros me decís que esperemos a la tropa para ir contra uno.
A buen seguro que si esto llegara a oídos de mi señora,
495 m e ta ch a ría d e p u silán im e p o r a rru g a rm e a n te u n so lo h o m b re ;
y p re fiero n o seg u ir vivo si te n g o q u e o ír c ó m o m e llam a
[c o b a rd e ’.
Y tras d e cir esto , m a rc h ó c o n tra m i ard id a m en te ,
h a c ie n d o ca s o o m iso d e la s a d v e rte n cia s d el viejo,
p u e s , n o e n v a n o , la b á rb a ra es u n a ra z a p o r e n te ro r e c e l o s a 16.
500 Y en c u a n to v i q u e m e a ta ca b a y q u e lo s o tro s lo seg u ían
—lo a c o m p a ñ a b a n p a ra v e r e n q u é a ca b a b a t o d o -
salté a la g ru p a d e m i cab allo y les salí al p a so .
Melimitzes, que venia al frente de ellos,
te rció su p ica c o n la in te n ció n d e a se sta rm e u n lan zazo ,
505 y, esq u iván d ole c o n d estreza co n fo rm e p asab a a m i lad o,
le a lca n cé c o n m i m a z a y fu e a d a r c o n tra el su elo.
Me detuve a contemplar si podía levantarse,
y comoquiera que por un instante distraje en él mi atención,
no reparé en que Füopappo se me llegaba por un costado
510 y hería a mi caballo de una lanzada en el cuadril
—la foresta era frondosa y espesa—
Espantado como estaba mi caballo y lleno de dolor,
volví grupas y pude ver cómo el viejo se daba a la fuga:
‘¿Por qué huyes de mí? —le espeté—
515 ¡Muéstrate ante mí a cara descubierta, si es que eres un
[g u e rre ro ,
e n v e z d e m o rd e rm e a e s co n d id a s c o m o u n p errillo ra b io s o !’

16 Melimitzes debe de ser de origen árabe (su nombre podría ser hipocorístico
del nombre árabe Melem), o, en todo caso, turco. Para su persona se ha postu­
lado la figura de un príncipe armenio llamado Melias/Mehl.
Digenís A kritas 183

M as h e ah í q u e im p rim ió to d av ía m á s b río a su h u id a
y atrav esó el río e n co m p a ñ ía de C in n am o .
Y o les p e rse g u í h a s ta la orilla,
p e r o c o m o v ie r a al o tr o la d o u n e jé rc ito , to d o s b ie n p e r tr e c h a d o s , 520
n o j u z g u é o p o r t u n o m a r c h a r c o n t r a e llo s d e s p r o v is to d e a r m a s ,
p r in c ip a lm e n te p o r q u e m i c a b a llo flo jeab a p o r m o r d e s u h e rid a .
D e m o d o q u e, al p u n to , m e v o lv í c o n p re m u ra ju n to a m i jo v e n
[esp o sa,
y tras d e c o g e r las a rm a s y ca m b ia r a d em ás d e m o n tu ra ,
le dije a m i e n c a n ta d o ra m u jer: ‘V en ap risa, lu z m ía, 525
v e n q u e te c o n d u z c a a la g ru ta q u e h a y e n el ce rro .
D e sd e a h í v e rá s p e re c e r a n u e s tro s en em ig o s;
así sab rás q u é su e rte d e v e n g a d o r h a p u e sto D io s a tu serv icio
y p o d r á s g lo rificar u n a v e z m á s Su san tísim o p o d e r’.
E lla, sin m á s tard ar, m o n tó a lo m o s d e su p ro p io cab allo , 530
p u e s y o y a ten ía p re p a ra d a s las p ro v isio n es.
Así, u n a v e z q u e a lca n z a m o s el lu g a r referid o ,
la d ejé e n u n m ira d e ro d el m o n te
d o n d e h a b ía u n ab rigo n a tu ra l q u e h a cía la s v e ce s d e cob ijo,
cu b ie rto d e árb o le s y m u y difícil d e h allar. 535
D e sd e él se p o d ía c o n te m p la r lo q ue p a sa b a a lo lejos
sin q u e p u d ie ra s e r v isto p o r n a d ie q uien allí s e celara.
C o m o ib a d icien d o , cu a n d o h u b e e sco n d id o a la n iñ a e n ese
[lu g a r,
le p ed í q u e n o se atem o rizara an te los su ce so s q u e se avecin ab an,
y q u e, so b re to d o , n o g ritara e n el cu rso d e la refriega: 540
‘P a ra q u e tu v o z n o les sirva d e guía
y su b an a p o r ti m ien tras m e e n cu e n tro afan ad o en la liza
y d e ello m e so b re v e n g a u n p elig ro ev id en te’.
M e a p re su ré h a cia el río e n la d ire cció n q u e h ab ía v isto a la
[tropa
y fui re m o n ta n d o su s m á rg e n e s p a ra e n c o n tra r u n v a d o . 545
F u e e n to n ce s cu a n d o re p a ré en q u e M a x im o esta b a se p a ra d a
[d el re sto ,
284 Poesía heroica bizantina

a c o m p a ñ a d a d e lo s cu a tro b a n d o le ro s m á s esfo rzad o s:


el viejo F ilo p a p p o , C in n a m o y Io an n ak is,
y el p ro b a d o L e a n d ro , in m e n so e n b ravu ra.
550 B ajab an p o r la orilla d el río fu stigan d o su s m o n tu ra s,
d o s a u n c o sta d o y d o s al o tro , y, e n el m e d io , M axim o ,
a la g ru p a d e u n c o rce l b la n co c o m o la lech e,
c o n su crin era, su cola, su s flecos y su s orejas,
así c o m o su s c u a tro p e z u ñ a s, tin ta d o s d e u n c o lo r b erm ejo ,
555 m ie n tr a s q u e la s illa y la s b rid a s ib a n to d o g u a r n e c id a s d e o r o ;
s u lo r ig a r e s p la n d e c ía , r e m a ta d a c o m o e s ta b a e n r ib e te s d o ra d o s .
V o lv ién d o se al viejo, le p re g u n tó c o n cu rio sid ad :
‘D im e, F ilo p a p p o , ¿q u ién es el q u e tien e a la jo v e n ? ’
‘É s e e s’, co n te stó se ñ a lá n d o m e c o n la m a n o .
560 A n te lo cu al, ella in sistió: ‘¿Y d ó n d e se e n c u e n tra n su s
[h o m b re s?’
‘É se , m i d u eñ a, n o p re cisa d e ay u d a —volvió a re s p o n d e r—,
sin o q u e, fiado e n su arro jo infinito,
r e c o r r e lo s ca m in o s sie m p re en so litario y d e ello se g lo ría’.
‘¡Viejo, m ald ito seas tres v eces! —le re s p o n d ió —
565 ¿N o s estás p ro c u ra n d o tan tas fatigas a m í y a m i tro p a p o r u n
[solo h o m b re ?
A cu d iré a so las c o n tra él, a la rd e a n d o c o n la ay u d a d e D ios,
y le a rra n ca ré la cab ez a sin n e ce sid a d d e v o s o tr o s ’.
D ich o lo cu al, to m ó im p u lso c o n to d a su furia p a ra atrav esar
[el r í o 17.
M as h e ah í q u e yo le grité: ‘¡N o c ru c e s, M axim o !
570 ¡E s a lo s h o m b re s a q u ien es les c o rre s p o n d e ir al e n c u e n tro d e
[las m u je re s;
p o r lo tan to , c o m o es d e ju sticia, a cu d iré y o a p o r ti!’
Y al p u n to aguijé m i cab allo a g o lp e d e e sp u elas
y m e arrojé al río p o r d o n d e n o h a b ía v a d o ;

17 El motivo del paso del Eufrates también aparece en la Canción deArmuris; cf.
CA, 31-53.
Digenís Ahritas 185

el río ib a cre cid o y m i m o n tu ra e ch ó a n ad ar.


M ás allá, el ag u a se h ab ía d e sb o rd a d o 575
d a n d o lu g ar a u n m in ú scu lo lég am o y a u n tu p id o p astizal
so b re el q u e M axim o se erguía, firm e y bien p ertrech ad a,
a la e sp e ra d e q u e yo lan zase m i ataque.
E n tre tan to, alg u n o s d e su s aco m p a ñ a n te s co rrían h acia u n vad o,
m ie n tra s q u e el re sto se celab a p a ra p re p a ra rm e u n a 580
[e m b o sca d a . .
C u a n d o n o té q u e el cab allo h a cía suelo,
lo e sp o leé c o n b río y, d esen v ain an d o m i esp ad a,
m e la n cé d ie stra m e n te y c o n to d a m i furia c o n tra M axim o .
M as ella, p re p a ra d a co m o e stab a, co rrió a m i e n cu e n tro
y m e a s e s tó u n a la n z a d a q u e a ra ñ ó m i c o r a z a . 585
Sin re su lta r h e rid o en a b so lu to , q u eb ré su lan za
y sa cu d ie n d o d e n u ev o m i esp a d a , co n fo rm e la esq uivaba,
tajé la ca b e z a d e su c o rce l e n ese m ism o in sta n te ,
y, so b re el su elo , y a m u e rto , ca y ó d erru m b a d o v io le n ta m e n te .
E lla re tro ce d ió , p re sa c o m o estab a d e e sp a n to , 590
y se p o stró a m is pies, su p licán d o m e: ‘-Joven, n o m e des m u erte!
H e sido en g a ñ a d a , c o m o m u je r q u e soy, p e rsu a d id a p o r
[F ilo p a p p o ’.
Y yo , en co n sid e ra ció n h a c ia ella y aten d ien d o a su s ru e g o s,
a b lan d ad o a n te la in creíb le b elleza q ue p o seía,
la dejé e n ese lu g ar y m e dirigí c o n tra el re sto . 595
M e d a v e rg ü e n z a c o n ta r d e q u é m a n e ra p u d e c o n to d o s,
n o sea, am ig o s, q u e m e vayáis a to m a r p o r u n fan farrón ,
p u e s el q u e d a e n relatar su s p ro p ia s h a z a ñ a s
es ta ch a d o d e ja c ta n c io s o p o r p a rte d e su s o yen tes.
P e ro yo n o os e x p o n g o estas co sa s c o n la in ten ció n de g lo riarm e; 600
n o , p o r A quel q u e in fu n de v ig o r y co n o cim ien to en los h o m b re s
—p u es É l es el ú n ico q u e p ro c u ra lo s b ien es—.
P o r este m o tiv o , to d o v a a s e r co n ta d o tal y c o m o su ced ió ,
c o n el fin d e o b te n e r el p e rd ó n d e m a n o s d e q u ien es m e
[escu ch áis.
186 Poesía heroica bizantina

605 R esu lta q u e d e n u ev o fui a c a e r e n el p o z o d el ad u lterio ,


p o r cu lp a d e la lev ed ad d e m i m e n te y d e la in cu ria d e m i alm a;
p e ro e sto lo e scla re ce rá c o n m a y o r d etalle m i re la to ,
q u e n o es sin o c o m o o s lo v o y a n a rra r a co n tin u a ció n .
C u a n d o M a x im o p e rd ió su cab allo ,
610 se q u ed ó ab an d o n ad a so b re el pastizal, c o m o dije an terio rm en te,
y y o salí a la ca rre ra c o n tra el re s to d isp u e sto a tra b a r c o m b a te .
M as c o m o a n te s n o h ab ían te n ta d o m i fu erza, v in ie ro n p o r m í,
y cu a n d o v ie ro n q u e to d o s lo s q u e se h a b ía n b a tid o co n m ig o
y a cía n d errib ad o s so b re el suelo, d e sa rz o n a d o s d e su s m o n tu ra s,
615 c o b ra ro n c o n cie n cia d e q u ién e ra y o a ju z g a r p o r m is h e c h o s,
y tu v iero n la c e rte z a d e q u e só lo e n la fuga e n c o n tra ría n la
[salvación ;
m a s, d e to d o s ellos, ta n só lo u n o s p o c o s lo g ra ro n h u ir.
F in alizad o el co m b a te , volví so b re m is p a so s
y d e re p e n te vi q u e lo s c u a tro b a n d o le ro s,
620 F ilo p a p p o y L e a n d ro , C in n a m o y Io an n ató s,
salían d e la e sp e su ra y se v e n ía n c o n tra m í.
M ien tras L e a n d ro y C in n a m o av a n z a b a n d e fren te,
el viejo y el re s to d e su s a c o m p a ñ a n te s m e a ta c a ro n p o r la
[e s p a ld a 18,
c o n la e sp e ra n z a d e d a rm e m u e rte si c o n se g u ía n a co rra la rm e .
625 V a n a m e n te se afan ab an e n a q u e l in ú til e m p e ñ o .
A sí es, al v e r q u e lo s q u e ten ía d e la n te agu ijab an
[im p e tu o sa m e n te su m o n tu ra ,
m e la n cé v elo zm en te h a d a ellos d e sp re o cu p a d o d el resto .
Y L e a n d ro , q u e n o había ten tad o m i fuerza, m e em bistió;
m a s y o le d e sca rg u é tin g o lp e y ca y ó c o n su cab allo p o r tierra.
630 P re se n cia d o lo cu a l, C in n a m o s e revolvió sin ta rd a n z a
y lo s re sta n te s, ciñ é n d o s e las e sp a d a s a l h o m b ro ,
m e a ta c a ro n p o r lo s flan co s c o n e l fin d e a s e s ta rm e u n lan zazo .

18 Se puede entender que iban acompañados de escuderos.


Digenis A britas 187

P e ro h e ah í q u e h a cie n d o g ira r v e lo z m e n te m i e sp a d a c o n tra


q u e b r é al in s ta n te las la n z a s d e a m b o s [ello s
y se d ie ro n a la fu ga p ica n d o esp u elas a su s cab allo s, 635
sin n i siq u iera a trev erse a m ira r h a cia atrás.
Al v e rlo s e n tales a p u ro s, les g rité e n tre riso ta d a s:
‘¡R e to m a d ! ¿N o o s d a v e rg ü e n z a a m e d re n ta ro s an te u n so lo
Y ellos im p rim ie ro n a ú n m a y o r b río a su h u id a . [h o m b re ?’
Y o, co m p ad ecién d o m e d e su desventura, n o salí e n p o s d e ellos 640
—p u e s sie m p re h e ten id o p ie d a d c o n lo s q u e h u y en :
v e n c e r, q u e n o h u m illa r; a m a r a lo s en em ig o s—.
A sí p u e s, v o lv í s o b re m is p a so s, ca m in a n d o tran q u ilam en te,
y c u a n d o estu v e al lad o d e M axim o , le h ab lé lo siguiente:
‘¡T ú , q u e fiad a e n tu fu erza te h a s ja c ta d o d e sm e s u ra d a m e n te , 645
m á rch a te , re ú n e a lo s q u e se h a n salvad o m e d ia n te su re tira d a
y lleva a ca b o tu s p u jan tes h a z a ñ a s c o n e s o s c o n lo s q u e tien es
co stu m b re, allí d o n d e tú sabes p o r prop ia y cu m p lid a experiencia.
A p ren d e, p u e s, d e lo q u e te h a su ce d id o y n o se a s a rro g a n te ,
p o rq u e D ios h a c e fren te a c u a n to s se m u e stra n so b e rb io s!’ 650
M as ella, v in ien d o a m i e n cu e n tro ,
ju n tó co n v e n ie n te m e n te las m a n o s
e, in clin a n d o d e c o ro s a m e n te la ca b e z a h a s ta e l su elo,
dijo: ‘¡T ú , el m á s n o b le d e to d o s lo s h o m b re s ; a ca b o de
tu in c o m p a ra b le p o d e r y tu cle m e n cia , [c o m p ro b a r 655
u n a clem en cia c o m o la q u e ja m á s tuvo n in g u n o de lo s h é ro e s de
[a n ta ñ o ;
p u e s u n a v e z q u e m e d errib aste, p u d iste h a b e rm e m a ta d o ,
p e ro m e p e rd o n a ste , ad m irab le y g ra n d io so c o m o e re s e n tu
¡Q u e el S e ñ o r te p ro teja, n o b le g u e rre ro , [h o m b ría d e bien !
m ag n ífico d u e ñ o m ío , a ti y a tu am ad a, 660
d u ra n te m u c h o s y felices a ñ o s d e fam a y salu d !
¡M u ch o s y v a le ro so s so ld a d o s h e co n te m p la d o ,
g u e rre ro s g lo rio so s y e sfo rz a d o s e n la batalla,
p e r o a a lg u ie n m á s p o d e r o s o q u e tú e n s u s p r o e z a s ,
j a m á s lo v i e n t o d a m i v id a !’ 665
188 Poesía heroica bizantina

L u e g o , a b razad a a m is p iern as, cu b rió m e d e b e so s


la m a n o d e re ch a al tiem p o q u e m e d ecía d u lce m e n te :
‘¡A labado sea tu p a d re y la m a d re q u e te dio a luz,
así c o m o los p e ch o s c o n los q ue tu b end ita m a d re te crió!
670 P u e s ja m á s h e co n te m p la d o o tro h o m b re c o m o tú.
P o r esto , m i se ñ o r, te p id o q u e p o r favor m e satisfagas
a ú n o tro ru e g o , d e m o d o q ue p o r él sep as
c o n m a y o r e x a ctitu d cu ál es m i e x p e rie n cia en el co m b a te :
co n c é d e m e q u e p a rta a lo m o s d e m i cab allo
675 y q u e v u elva m a ñ a n a a este m ism o lu g ar
p a r a b a t i m o s e n d u e lo s in q u e n a d ie lo p r e s e n c ie ,
d e s u e r t e q u e ta m b ié n tú , b u e n a m ig o , c o n o z c a s m i v a le n tía ’.
A lo q u e y o co n te s té : ‘C o n m u c h o g u sto , M a x im o.
M a rch a a d o n d e d esees, q u e aq u í m e e n co n tra rá s.
680 T ráete, si q u ieres, al re sto d e tu s b a n d o le ro s,
p o n a to d o s a p ru e b a y así av erig u arás q u ién es s o n lo s m e jo re s’.
E n to n c e s , atra p a n d o u n o d e lo s cab allo s q u e a n d a b a n
[erran tes
y p e rte n e cía n a lo s g u e rre ro s ca íd o s c o n ellos en la b atalla,
lo co n d u je an te ella y o rd e n é q u e m o n ta ra .
685 D e h e c h o , cu a n d o su s h o m b re s v ie ro n q u e h ab ía
[d e sa rz o n a d o a la jo v e n ,
cu a l águilas, se ce rn ie ro n a p re su ra d a m e n te a m i alred ed o r:
u n o s , e sp a d a e n m a n o , m e g o lp e a b a n sa ñ u d a m e n te ,
m ien tras q u e o tro s m e alan ceab an c o n to d as su s fuerzas;
y aú n h ab ía q u ien es tra ta b a n d e h e rirm e c o n su s saetas.
690 ¿Q u ién v in o, e n to n ce s, en m i ay u d a? ¿Q u ién fue m i p ro te c to r y
N o fu e o tro q u e D ios, ju e z g ra n d e y ecu á n im e . [gu ard ián ?
F u e É l q u ien m e en vió su au xilio d e sd e las altu ras
y q u ien m e g u a rd ó in c ó lu m e c o n tra to d a esp eran za.
E n c e rra d o c o m o estab a e n m e d io d e ta n to s en em ig o s,
695 g o lp e a d o p o r to d a s p a r te s , m e a v e r g o n c é a n te la id e a d e h u ir ;
n o e n v a n o c o n t a b a c o n a r m a s e x c e le n te s y p e r f e c ta m e n te
[acab ad as.
D ig e n ís A k r i t a s 189

Así, g racias a D ios, m e m a n tu v e sin m e n o sc a b o en la b atalla.


M as h e aq u í q u e la au d acia d e aq uéllos n o d u ró m u ch o ,
sin o q u e se ap ag ó sú b ita m e n te y, c o n la ayu da de D ios
y el au xilio d e lo s sa n to s m á rtire s T e o d o ro s, 700
d e J o r g e y D em etrio , les p u s e a to d o s en fu g a 19.
P e ro c o n tra ellos n o em p le é n i m i lan za n i m i arco ,
sin o q u e d e sn u d é m i e sp ad a y, tiran d o tajos, m e fui p o r ellos,
y a cu a n to s m e ib a e n co n tra n d o les c o rta b a e n p e d a z o s,
y la tie rr a le s a c o g ía y a d e s p r o v is to s d e a lm a . 705
H u b o q u ien es tra ta ro n d e h u ir, m a s y o les d etu ve,
e i n c a p a c e s d e l to d o d e a r r o s t r a r m i a c o m e tid a ,
d e sca b a lg a b a n d e su s m o n tu ra s y arro ja b a n su s arm as
y, d e rro ta d o s, em p re n d ía n la huida, p re s o s del p án ico .
D e este m o d o , m u c h o s d e su s cab allo s q u e d a ro n p o r allí, 710
y, c o m o y a m e n cio n é , en tre g u é u n o d e ellos a M axim o .
E n ese m o m e n to , yo c ru c é el río y ella volvió c o n lo s suyos,
m o s trá n d o m e m u c h a g ratitu d , se g ú n p arecía.
U n a v e z q u e llegu é a m i tiend a, m e d e sp o jé de las arm as
y m e vestí, u n a tú n ica ad m ira b le y m u y fina 715
y m e calé u n p e q u e ñ o g o rro ro jo d e p iel rizo sa.
A cto seg u id o en sillé u n estrellad o co rce l alazán,
d u e ñ o d e u n b rio so te m p e ra m e n to e n la liza.
U n a v ez q u e h u b e co g id o la e sp ad a, m i e sc u d o y m i la n z a azul,
y a c a íd a la ta r d e , v o lv í a c r u z a r e l río . 720
P o r ese m o tiv o ap lacé m i re g re s o ju n to a m i esp o sa,
p e ro , n o o b sta n te , le en vié a su s d o s d o n cellas,
p u e s te n ía m o s u n b u e n n ú m e ro d e p e rso n a s a n u e stro servicio
(s u m o ra d a se hallab a a cierta distan cia d e n u e stra tienda,
m a s n o t o d o s j u n t o s , s in o q u e lo s h o m b r e s e s ta b a n a p a rte , 725
y las m u jeres, ig u alm en te, o cu p a b a n su s p ro p io s p a b e llo n e s).
P o r lo ta n to , d esp u és d e atrav esar, c o m o o s dije, el río
[E u fra te s ,

19 Cf I 21 y nota a d loe.
190 Poesía heroica bizantina

y d e s p u é s d e tu m b a r m e s o b r e la e n c a n t a d o r a p r a d e r a ,
c o n c e d í d e s c a n s o a l c a b a llo y p a s é allí l a n o c h e .
730 M e lev an té c o n el alba y m o n té a lo m o s d e m i co rce l,
p u s e ru m b o a la llan u ra y m e q u e d é allí e sp e ra n d o .
Y cu a n d o a p e n a s c o m e n z a b a a d e s p u n ta r c o n su lu z la m a ñ a n a ,
y el so l b rillab a so b re la cim a d e las m o n ta ñ a s ,
M axim o ap a re ció so la s o b re el c a m p o d e b atalla.
735 Ib a m o n ta d a s o b re u n n e g ro c o rc e l d e p u ra ra z a
y llevab a u n p u rp ú re o ta b a rd o d e p iel d e ca s to r,
así c o m o u n tu rb an te v e rd e re c a m a d o e n o ro .
E m b ra z a b a u n e scu d o so b re e l q u e se d ib u jab an las alas d e u n
so ste n ía u n a lan za ára b e y llevaba la e sp a d a al cin to . [águila,
740 M e dirigí a su e n cu e n tro al in sta n te ,
y cu a n d o e stu v im o s el u n o al la d o d el o tro n o s sa lu d a m o s.
T ras d a m o s , c o m o co rre sp o n d ía , m u y g en tilm en te la bien venida,
d im o s co m ie n z o a la liza agu ijan d o n u e stro s cab allo s.
D esp u és d e e sta r tro ta n d o a d e la n te y a trá s d u ra n te u n b rev e
[m o m e n to ,
745 c h o c a m o s la s l a n z a s s in q u e n in g u n o r e s u lta r a d e s a r z o n a d o .
Así p u es, n o s sep aram o s y d e sn u d a m o s n u e stra s esp ad as
p a ra , al in stan te, p a sa r a a ta c a m o s e n c o n a d a m e n te c o n m u tu a s
[a co m e tid a s.
M as y o , am ig o m ío , b ien m e cu id a b a d e ca u sa rle d a ñ o a lg u n o ,
p u e s e n lo s h o m b re s e s c e n su ra b le n o y a m a ta r,
750 s in o e l m e r o h e c h o d e tr a b a r c o m b a te c o n la s m u je re s .
Sin em b arg o ella g ozab a de u n g ra n re n o m b re e n tre lo s valientes
[d e e n to n ce s ,
p o r lo c u a l n o m e su p u so n in g ú n b a ld ó n e n fre n ta rm e a ella.
Y h e ah í q u e al g o lp ea rle la m a n o p o r e n cim a d e lo s d e d o s,
la e sp a d a q u e em p u ñ a b a ca y ó al su elo
755 y e l p á n ic o y u n g r a n p a v o r s e a p o d e r a r o n d e ella.
‘¡N o ten g as m ied o , M a x im o —le g r i t é - ,
qu e, p o r se r m u jer y p o se e r ta n ta h e rm o su ra , te n d ré p ied ad d e ti.
Y p a r a q u e , p o r m is h e c h o s , s e p a s b ie n q u ié n s o y y o ,
D igenís A kritas 191

te h a ré u n a d e m o stra ció n d e m i fu erza so b re tu ca b a llo !’


A cto seg u id o , d e sca rg u é u n g o lp e d e e sp a d a so b re las a n c a s 760
d el an im al y lo d ejé p artid o p o r m ed io :
u n a m itad se d e rru m b ó d e u n lad o c o n ella
y la o tra m ita d se d e sp lo m ó so b re el su elo p o r el o tro c o s ta d o .
Y ella, e c h á n d o s e atrás, su m id a e n u n a to ta l tu rb ació n ,
m e su p licó c o n v o z a z o ra d a : ‘¡T en p ied ad , 765
m i se ñ o r, c o m p a d é c e te d e m í, p u e s m e h e d ejad o e n g añ a r
[lam en tab lem en te!
Y s i n o m e d e s p re c ia s , p o d r ía m o s in c lu s o tr a b a r a m is ta d ,
y a q u e aú n so y d on cella, al n o h a b e r sido d esflorada todavía p o r
[nadie.
C o m o tú eres el ú n ico q u e m e h a v e n cid o , só lo tú h a b rá s de
[p o se e rm e .
A d em ás m e te n d rá s c o m o aliada c o n tra tu s e n e m ig o s’. 770
‘N o v as a m o rir, M axim o —le co n te sté d e in m e d ia to —,
m a s n o m e s e rá p o sib le to m a rte c o m o m u jer,
p u e s y a ten g o u n a esp o sa legítim a, u n a m u c h a c h a n o b le y
cu y o a m o r ja m á s o sa ré traicio n ar. [e n ca n ta d o ra ,
V en , n o o b sta n te ; a ce rq u é m o n o s a la so m b ra d e e se á rb o l 775
y te co n ta ré to d o cu a n to a m í re s p e c ta ’.
C u an d o lleg am o s a la arb o led a q u e se e n co n tra b a ju n to al río,
M a x im o c o m e n z ó a lim p iarse la m a n o ;
se ap licó s o b re la h e rid a la eficaz m ix tu ra
q u e s o le m o s lle v a r s ie m p r e a l c o m b a te 780
y s e d e s p o jó d e l ta b a r d o , p u e s e l c a lo r a p re ta b a .
L a tú n ica d e M a x im o era d e la su tileza d e u n a tela d e arañ a,
y , c o m o u n esp ejo , d ejab a e n tre v e r to d o s su s m ie m b ro s,
a sí c o m o lo s se n o s q u e ap e n a s le em p e z a b a n a d e sp u n ta r e n su
[p e c h o .
M i alm a, e n to n ce s, resu ltó h erid a: la m u c h a c h a estab a e n f lo r 20. 785

20 A partir de este punto, la versión G ofrece una laguna (aquí no hay dudas)
que se viene paliando con la introducción del pasaje correspondiente de
192 Poesía heroica bizantina

Z3699 C u a n d o d e sce n d í d el cab allo , m e llam ó a v o z en grito


Z3700 y vin o co rrie n d o h a cia m í: ‘¡Salve, m i d u eñ o ,
p u e s en v e rd a d m e h e co n v e rtid o en tu esclav a p o r el a zar d e la
Y m e b esó la m a n o d e re ch a d u lcé m e n te . [g u e rra !’
E s e n to n ce s cu a n d o p re n d ió la llam a d el d eseo ,
y y o y a n o sab ía q u ién era, al e n co n tra rm e c o m p le ta m e n te
[e n a rd e cid o .
Z3705 Y h e a h í q u e tr a té p o r to d o s lo s m e d io s d e e s c a p a r al p e c a d o ,
y , c a r g a n d o la s c u lp a s s o b r e m í m is m o , a rg ü ía e s ta s c o s a s :
‘¿P o r q u é co d icias, d e sd ich a d o , to d o lo ajeno,
p o se y e n d o c o m o p o se e s u n m a n a n tia l cristalin o y e n te ra m e n te
[p e r f u m a d o ? ’
Y m ie n tra s q u e p a ra m is a d e n tro s, am ig o s, ra z o n a b a estas
Z3710 M á x im o e n ce n d ía aú n m á s m i p a sió n , [co sas,
asaetán d o m e lo s oíd o s c o n p alab ras llenas d e dulzura,
p u es n o en v an o era jo v e n y bella, e n c a n ta d o ra y virginal.
D e m o d o q u e m i ra z ó n aca b ó d e rro ta d a a n te u n im p u ro d e se o .
Y u n a v e z q u e la u n ió n y el o p r o b io f u e r o n c o n s u m a d o s p o r
Z3715 la a b a n d o n é y la d e s p e d í d e a q u e l lu g a r, [e n te ro ,
n o s in a n te s d e d ic a r le u n a s p a la b r a s a m o d o d e c o n s u e lo :
‘P a rte en b u e n a h o ra , n iñ a m ía, y n o te olvides d e m í’.
A cto segu id o, m o n té so b re m i caballo y c ru c é el río;
p e ro ella, tras de h a b e rse lavad o e n el ag u a su d o n cellez,
Z3720 i n te n tó , tr is te m e n te , h a c e r m e v o lv e r s o b r e m is p a s o s .
Y u n a v ez q u e estu v e d e n u e v o ju n to a m i am ad a,
d e sm o n té d el cab allo y la co lm é d e in saciab les b eso s:
‘¿H as v isto , alm a m ía, q u é v e n g a d o r tienes co n tig o
y q u é b a lu a rte te h a p ro p o rc io n a d o el C re a d o r?’
Z3725 M as ella, alb erg an d o cie rto s celo s e n su alm a,
m e re p u so : ‘E n to d o te e sto y ag rad ecid a, m i señ o r,
p e ro lo q u e m e c o rr o e es tu atrev id a d e m o ra c o n M a x im o .

■ Z 3699-3739, según la mencionada edición de Trapp. Algún lector, escandali­


zado por los detalles de lo que sigue, pudo haber arrancado el folio.
D igenis A britas 193

D esd e lu ego ig n o ro q u é te traías en tre m a n o s c o n ella,


sin em b arg o , ah í está el S eñ or, q u e c o n o c e n u e stro s se cre to s,
y q u e h a b r á d e p e r d o n a r te , m i b u e n e s p o s o , e s te p e c a d o . Z3730
P ero án d ate c o n ojo, jo v e n am igo, d e h acerlo de n uevo,
n o te vaya a castig ar D ios, q ue im p arte ju sticia c o n to d a eq uidad .
P o r m i p a rte , h e d ep o sitad o m is esp e ra n z a s en É l,
p u e s É l se rá q u ien te p ro teja y salve tu alm a
y q u ie n m e h a r á m e r e c e d o r a d e d is fru ta r d e tu e n c a n ta d o r a Z3735
[h e rm o su ra ,
d u ra n te m u c h o s y felices añ o s, m i d u lcísim o a m o r’.
S up e, sin e m b arg o , e m b a u ca rla c o n p ersu asiv as p alab ras,
re la tá n d o le d e sd e el p rin cip io m i c o m b a te c o n M axim o ;
el m o d o e n q u e la h ab ía h e rid o e n la m a n o d erech a, G786
añ ad ien d o c o m o detalle la g ra n can tid ad d e san g re q u e le Z3740
[brotaba,
a re su lta s d e lo cu al, M axim o h ab ría estad o a p u n to d e m o rir Z3741
si y o n o h u b ie ra d escab alg a d o c o n p re ste z a p a ra e ch a rle a g u a G87
[en cim a;
to d a v e z q u e sen tía p e n a d e ella p o r se r m u je r y de débil
‘L e lavé la m a n o y le v e n d é la h erid a, [n atu raleza:
y p o r eso m e h e en treten id o , m i lu z p erfu m ad a, 790
p o rq u e n o se m e re p ro c h a ra el h a b e r m a ta d o a u n a m u je r’.
D ich o esto , la m u c h a c h a sin tió u n cierto alivio,
al ju z g a r q u e y o era sin cero en m is p alab ras.
P e ro yo , rev o lv ien d o en m i m e n te las de m i jo v e n e sp o sa
y a b ra sá n d o m e p o r co m p le to , p re so d e u n fu ro r d esm e d id o , 795
al p u n to m e h ic e a cab allo, c o m o si saliera d e caza,
y c u a n d o h u b e a lcan zad o a M axim o , la m a té d e sp ia d a d a m e n te
su m a n d o así a m i ad u lterio u n m iserab le a s e s in a to 21.

21 Tenemos aquí un documento literario más acerca de la proverbial tensión


entre los héroes griegos (Belerofontes, Heracles, Teseo, Aquiles) y las amazo­
nas; siempre en el filo del amor y del odio. Recuérdese, sobre todo, a Aquiles,
que, según la Etiópida, se enamoró de la amazona Pentesilea un instante des­
pués de haberla atravesado con su lanza. Por otra parte, en la versión E no se
194 Poesía heroica bizantina

D e este m o d o , re g re sé allí d o n d e se e n co n tra b a m i n iñ a,


800 y d esp u és d e p a sa r en ese lu g a r la e n te ra jo m a d a ,
al d ía sigu ien te n o s vo lv im o s los d o s a n u e s tra tiend a,
al g o z o y d isfru te d e aq uellas p ra d e ra s.
P e ro d e sp u é s d e u n o s días de m e d ita ció n y d e cab al reflexió n ,
re so lv í esta b le ce r m i m o ra d a a orillas d el É u frates
805 y le v a n ta r allí u n m a je stu o so y e x tra o rd in a rio p alacio ».

produce la muerte de la amazona y, en general, el tono del episodio es mucho


más festivo toda vez que el Akrita y su esposa bromean sobre el hecho. ■
CANTO VII

H e aq u í q u e el form id ab le Basilio, D igenís el A krita,


el tiern o y flo recien te v á sta g o d e los c a p a d o cio s,
c o ro n a d e la v alen tía y ca b e z a d e la au d acia,
el e n c a n ta d o r y h e rm o sísim o ad o rn o de to d o s lo s jó v e n e s,
d e sp u é s d e h a b e r so m e tid o v a le ro sa m e n te las fro n teras,
d e so ju zg ar n u m e ro sa s ciu d a d e s y los p aíses d e g en tes reb eld es,
d ecid ió a se n ta r su m o ra d a a orillas d el E u frates.
N o e n v a n o e ra éste el río m á s bello d e to d o s,
to d a v e z q u e to m a b a su fu en te del G ran P araíso \
y p o r ese m otivo p o seía u n a d u lzu ra e n teram en te em b riagadora,
y el fre sco r d e la n iev e q u e se acab a d e d esh acer.
Así, la b ra n d o u n re g u e ro c o n el ag u a d el río ,
lo g ró cu ltiv ar o tro am ab le v e rg e l en este paraje,
u n e x tra o rd in a rio jard ín , v e rd a d e ra m e n te d elicio so a la vista.
R o d eab a el re c in to u n a p a re d d e b a sta n te altura,
re c u b ie rta e n su s cu a tro co s ta d o s d e m á rm o l p u lid o.
E n su in terio r u n festivo co ro de plan tas desplegaba su cabellera;
las ra m a s flo recían g o zo sam en te, en trev erán d o se u n as c o n otras,
tal e ra la rivalid ad q u e e xistía e n tre lo s árb oles:
p a rra s re b o s a n te s q ue co lg a b a n d e a m b o s lad os,
ca ñ a s q u e g e rm in a b a n a p u n ta n d o h acia el cielo,

1 Esto es, el Paraíso terrenal. De acuerdo con el Antiguo Testamento (cf. Génesis
10-14), el río que regaba el Edén se escindía en cuatro brazos: Pisón, Guijón,
Tigris y, en cuarto lugar, Eufrates.
196 Poesía heroica bizantina

fru tas q u e p en d ían , flores a m o n to n a d a s,


u n a p ra d e ra q u e lo zan e a b a esp le n d e n te al p ie de los árb oles
y exh ib ía u n v arieg ad o tap iz ro z a g a n te d e flores;
d e frag an tes n a rciso s, d e m irto s y ro s a s;
la ro s a , la g ala d e tinte p u rp ú re o d e la tierra.
A su v e z lo s n a rciso s irrad iab an el c o lo r de la lech e,
y las ru tilan tes violetas e n tra ñ a b a n lo s m a tice s d el m a r
cu a n d o está e n ca lm a y lo m e c e u n a b risa su ave,
y el ag u a d iscu rría g e n e ro sa m e n te p o r ca d a re c o v e c o d el p ra d o .
N u m e ro sa s esp ecies d e aves h a b ita b a n allí:
las m a n sa s se d ejab an a lim en tar p o r lo s h o m b re s,
m a s las re sta n te s, aq uellas cu y o v u e lo e ra libre,
ju g e te a b a n saltan d o a la c o p a d e lo s árb oles.
A lg u n o s p ajarillos trin ab an c o n m e lo d io so s a ce n to s,
m ie n tra s q u e o tro s se p a v o n e a b a n c o n las g alas d e su p lu m aje:
faisan es a m a n sa d o s, p a p a g a y o s y cisn es;
y e n ta n to lo s cisn es b u s c a b a n su ste n to en el agua,
lo s p a p a g a y o s ca n tu rre a b a n so b re las ra m a s d e lo s árb o les
y lo s faisanes exh ib ían su s p lu m a s p a s e á n d o se p o r e n tre las
[flores,
rivalizan d o c o n ellas p o r la v isto sid a d d e su s p é ta lo s 2.
Y e n m ita d d e e ste ed é n m arav illo so y e n ca n ta d o r,
lev an tó el n o b le A k rita su fa scin a n te p alacio ,
d e im p o n e n te tam añ o , re cio y d e b ien a se n ta d o s sillares,
c o ro n a d o s p o r cim a c o n co lo sales co lu m n a s y ven tan ales.
A d o rn ó to d o el tech o c o n u n m o sa ico
h e c h o d e u n m á rm o l p re cio so , q u e ru tila b a c o n su e sp le n d o r.
A sim ism o p u lió el p av im e n to , lo cu ajó d e p ie d ra s
y re a lz ó el in terio r d e la m a n s ió n m e d ia n te la c o n s tru c c ió n d e
[tres p la n ta s

2 Cf. VI 2 6 y nota ad loe. Fijémonos además en la ligera variación que se da en-


. tre estos dos versos. Estas pequeñas diferencias también se hacen patentes en
otros versos pertenecientes a sendos pasajes.
Digenís A kritas 197

d e co n sid e ra b le altu ra y p ro v istas d e u n o s te ch o s e n te ra m e n te 50


[v etead o s;
u n a c á m a ra e n fo rm a d e c ru z y e x tra o rd in a rio s sa lo n e s a cin co
[cú p u las
c o n m á rm o le s esp len d en te s q u e irrad iab an u n in te n so fulgor.
T a n ta era la b elleza c o n q u e el artista h ab ía d o ta d o a s u o b ra,
q u e c u a n to se v e ía p a re cía e s ta r re c a m a d o
a ju z g a r p o r la lu m in o sa y v a ria d a ton alid ad d e las p ie d ra s. 55
R e cu b rió el su elo c o n ág atas listad as d e u n c o lo r c la ro s c u ro ,
p u ü d a s ta n a co n cie n cia q u e q u ien es las co n te m p la ra n las
[to m a ría n
p o r el a g u a h e la d a cu a n d o ad q u iere la n a tu ra le z a d el cristal.
E n las alas d e am b o s flan co s, erigió
u n o s e sp lén d id o s y a n ch u ro s o s salo n es c o n lo s te ch o s d e o ro , 60
e n lo s q u e fig u rab an lo s triu n fo s d e c u a n to s e n tiem p o s
b rillaro n p o r su v alor, n a rra d o s m e d ian te h e rm o s a s
[in cru sta cio n e s d e o ro :
e n p rim e r lu g ar, la lu ch a q u e S a n só n libró c o n tra lo s gen tiles;
la fo rm a e n q u e, m ila g ro sa m e n te , d esp ed azó u n le ó n c o n su s
[m an o s;
c ó m o lo g ró su b ir a lo alto d el m o n te las p u e rta s ca rg a d a s d e 65
[ce rro jo s
d e la ciu d a d d e lo s filisteos, cu a n d o allí fue e n ce rra d o ;
las b u rlas d e aq u éllo s y su to ta l e x te rm in io ;
y p o r ú ltim o , la co m p le ta d e s tru c ció n d el tem p lo
q u e él llevó a ca b o p o r aq u ello s días d e a n ta ñ o ,
a sí c o m o el m o d o e n q u e, c o n lo s gen tiles, aca b ó p e re cie n d o él το
[m is m o 3.

3 Cf. Jueces 16. E s a es la tercera vez que se menciona a Sansón (cf. II 2 0 0 y IV 24-
5). Aparte del episodio, ya comentado, del león, se nos habla del de las puertas
de Gaza: en esta ocasión, Sansón, tras unirse a una prostituta, se ve encerrado en
la dudad, hasta que a medianoche decide escapar arrancando de cuajo las puer­
tas, con sus jambas y sus cerrojos, y se las sube a la cuna de una colina. A conti­
nuación se rememoran las burlas de las que fue objeto Sansón cuando perdió su
198 Poesía heroica bizantina

E n el ce n tro rep resen tó a David, en te ra m e n te d esarm ad o ,


su jetan d o en la m a n o ú n ica m e n te su h o n d a y su p ied ra,
y al lad o G oliat, c o n su e n o rm e esta tu ra ,
su a te rra d o ra p re se n cia y su fu erza d e sco m u n a l,
75 r e c u b ie r to d e h ie r r o d e la c a b e z a a lo s p ie s ,
y p o rtan d o u n a p ica en la m a n o d el g ro so r del enjullo de u n telar;
g racias al a rte d el p in to r, ofrecía u n se m b la n te to ta lm e n te
[h e rru m b ro so .
T a m b ié n reflejó lo s d istin to s m o m e n to s d el co m b a te :
c ó m o G oliat, g o lp e a d o ce rte ra m e n te p o r el g u ijarro , al in sta n te
so se d e rru m b ó so b re la tierra, fu lm in a n te m e n te h e rid o ,
y c ó m o D avid se e ch ó a c o rre r e sp a d a en alto
c o n la in te n ció n d e co rta rle la ca b e z a y o b te n e r así la v icto ria.
D esp u és, la en vid ia d e Saúl y la fuga d el h u m ild ísim o ,
así c o m o el m illar d e in trigas y la v e n g a n z a d e D io s 4.
85 R e p re se n tó a sim ism o las leg en d arias b atallas d e A quiles;
la h e rm o s u ra d e A g am e n ó n y su fu n esto d e g ü e llo 5;
la sen satez d e P en élop e, la m a ta n z a d e su s p reten d ien tes;
la a s o m b ro sa au d acia d e U lises e n su e n cu e n tro c o n el c íc lo p e 6;

fuerza, así como el momento en el que, con la ayuda de Dios, hizo que se des­
plomara el palacio donde se encontraban los principes filisteos y él mismo.
4 Cf. lSamuel 17, 4-7, para la descripción de Goliat (fidelísimamente reprodu­
cida en nuestro texto), y ISam 17, 38-54, para los detalles del enfrentamiento.
En cuanto a la envidia (phthónon) de Saúl y la huida de David («el humildísi­
mo») ante las múltiples insidias de su rey, cf. ISam 18-19. En efecto: de regreso
de la guerra, Saúl, celoso por el recibimiento que dispensan a David intenta
matarlo en varias ocasiones; así las cosas, David decide poner tierra de por
medio. Con el tiempo, Saúl habría de caer en manos de David, pero éste le res­
petaría la vida (cf. ISam 24).
5 Agamenón, cuyo agravio a Aquiles suscita la cólera que constituye el eje de la
lliada de Homero, era el jefe de la expedición griega contra Troya. Fue asesinado
por su esposa Clitemnestra y por el amante de ésta, Egisto, a su regreso a Mice-
nas tras la guerra (cf. Homero, Odisea, III235 o, sobre todo, Esquilo, Agamenón).
6 Ulises, otro de los grandes caudillos griegos que acudieron a Troya, vivió
muchas arriesgadas aventuras entre las que destaca, aparte de la de las sirenas
(aludida aquí en IV 261), su encuentro con Polifemo, el cíclope por antonoma-
Digenís A kritas 199

a B elero fo n tes d an d o m u e rte a la ígn ea Q u im e ra 1.


L a s v icto rias d e A lejan dro, la d e rro ta de D arío, 90
el re in o d e C a n d a c e y su sab id u ría,
la llegada al país de los b ra h m a n e s y d espu és al d e las am azo n as,
así c o m o las re sta n te s e m p re sa s d el sabio A lejan dro
y ta n tas o tra s p ro d ig io sas y b izarras h a z a ñ a s 8.
L u e g o , lo s m ilag ro s d e M o isés y las p lag as d e E g ip to , 95
el é x o d o d e lo s ju d ío s y las m u rm u ra cio n e s d e los
la ira d e D ios y las p legarias d e su siervo, [d esag rad ecid o s,
a d em ás de las celeb rad as p ro e z a s d e Jo su é , hijo d e N u n 9.
E s ta s y m u c h a s o tra s s o n la s esce n a s q u e en lo s d o s c o m e d o re s

sia, una suerte de ogro caníbal con un solo ojo que hubiera devorado a Ulises y
a sus hombres de no haberlo emborrachado para cegarle (cf. Homero, Odisea,
IX). A su regreso a ítaca, Ulises aún habría de enfrentarse a los jóvenes y ocio­
sos nobles que, en su ausencia, dilapidaban su hacienda y además pretendían a
su virtuosa esposa Penélope: Ulises da cuenta de ellos en el canto que recibe el
nombre de mnëstêrophonia o «matanza de los pretendientes» (cf. Homero, Odi­
sea, XXII).
7 Belerofontes es el héroe corintio que abatió a la Quimera, un monstruo con
testa de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente, que exhalaba fuego. La re­
presentación le debía de mostrar a lomos de Pegaso, el célebre caballo alado.
8 No podía faltar la referencia a Alejandro ni la mención, entre sus hitos más sig­
nificativos, de su encuentro con la madura y seductora Candace, reina de Etiopía.
Según la Vida de Alejandro (II I18-23), después de vencer a Daño y sus persas, a
Poro y sus indios, a los medas y a los partos, Alejandro se vio en poder de la reina
cuando, visitándola de incógnito en territorio enemigo, fue reconocido por ella
gracias al retrato que en una ocasión había mandado pintar. Candace no le dela­
tó, por lo que Alejandro pudo regresar con los suyos sano y salvo.
9 EÎ éxodo o salida de los israelitas de Egipto es el acontecimiento fundamen­
tal del Antiguo Testamento. Moisés es, después de Dios, el gran protagonista de
este conocido episodio (cf. Éxodo). Enumeremos, no obstante, lo que se podía
ver en el techo del palacio: las diez plagas (el agua convertida en sangre, las ra­
nas, los mosquitos y tábanos, la muerte de los animales, las úlceras, el granizo,
la langosta, las tinieblas y la muerte de los primogénitos), las murmuraciones y
quejas de los israelitas a Moisés al llegar ante el Mar Rojo, etc. Por su parte, Jo­
sué es el sucesor y continuador de la obra de Moisés. No llegó a completar la
conquista de la tierra prometida, pero sí realizó un buen número de hechos de
armas, cuales el paso del Jordán, la toma de Jericó y de Ay, las victorias sobre
los cinco reyes amorreos o la conquista del norte de Canaán (cf. Josué 1-12).
200 Poesía heroica bizantina

loo D igenís h izo re p re s e n ta r p o r m e d io d e in c ru s ta c io n e s d e o ro ,


e sce n a s q u e p ro c u ra b a n u n p la ce r infinito a cu a n to s las
[co n te m p la b a n .
E n el in te rio r d e la ca sa se e n c o n tra b a el re cin to d el p atio ,
q u e g o z a b a d e g ra n am p litu d a lo larg o y a lo a n ch o ,
e n m ed io d el cu a l erigió u n a capilla, m ag n ífica c o n s tru c c ió n ,
ios e n h o n o r d el sa n to m á rtir T e o d o ro .
E n ese m ism o lu g ar, dio se p u ltu ra a su v e n e ra b le p a d re ,
d e sp u é s d e tra e r su c u e rp o d e C a p a d o cia
y o rn a r co n v e n ie n te m e n te su tu m b a c o n esp lé n d id a s p ied ras.
F u e e n to n ce s cu a n d o , p o r p rim e ra v ez, n u e s tro h é ro e p ro b ó
[la tristeza.
no Así, cu a n d o su p o q u e a su p a d re le ro n d a b a u n a en fe rm e d a d
d e terrible n atu raleza q u e lo p o stra b a en el u m b ra l d e la m u erte,
se d io p risa en llegar al p aís d e lo s ca p a d o cio s;
y cu a n d o y a se e n co n tra b a en lo s a le d a ñ o s d el p a la cio p a te rn o ,
v io q u e cu a n to s se le a ce rca b a n v e n ía n e n v u elto s e n lág rim as,
li s E n to n c e s , co b ra n d o co n cie n cia d e q u e su p a d re h ab ía
[a b a n d o n a d o la vid a,
se d esg a rró lo s v e stid o s y d e sm o n tó d el cab allo,
se dirigió al in te rio r d e la c a sa y, a b ra z a n d o a su d ifu n to,
e n tre llan to s y lág rim as, p rofirió lo sigu ien te:
‘¡L ev án tate, p ad re, y co n te m p la a tu hijo am ad ísim o ,
no m ira a tu ú n ico hijo y dile algo p o r p o c o q u e sea;
g u íam e y d a m e co n se jo s, n o te v ay as sin d e cirm e n a d a !’
L u e g o , re d o b la n d o c o n m u c h o su llan to ,
p ro rru m p ió en g ran d es gritos d e m o d o q ue to d o s p u d ie ro n oírle:
‘¿Y a n o re s p o n d e s a tu q u erid ísim o hijo?
125 ¿Y a n o m e co n te sta s h a b lá n d o m e c o m o sie m p re solías?
¡Ay d e m í, a h o ra calla tu p ro fé tica e in sp ira d a b o c a !
¡Ay d e m í, a h o ra tu v o z , a m a d a p o r to d o s, se h alla e n ce rra d a !
¿D ó n d e está la lu z d e tu s o jo s, d ó n d e la b elleza d e tu ro s tro ?
¿Q u ié n h a atad o tu s m a n o s , q u ién te h a ro b a d o las fu erzas?
130 ¿Q u ié n h a fren ad o la m a rc h a sin p a r d e tu s p ies?
Digenís A kritas 201

Y el a m o r infinito q ue m e ten ías, p ad re,


¿q u ién se h a atrevid o a p riv a m o s d e él? ¡Q u é injusticia!
¡Q u é in m e n sa d esg racia y q u é d o lo r tan am arg o !
¡C o n c u á n t a p e n a y c u á n t a tris te z a h a b r á s e n tr e g a d o tu a lm a ,
l la m á n d o m e p o r m i n o m b r e h a s ta el fin d e tu v id a ! 135
H a b ría sid o el m á s feliz de lo s h o m b re s si p o r u n b rev e in sta n te
h u b ie r a p o d i d o o ír tu v o z y tu r u e g o p o s tr e r o ,
si h u b ieras re n d id o el alm a e n tre m is b ra z o s,
si c o n m is p ro p ias m a n o s h u b iera p o d id o lavar tu cu erp o ,
m i b u e n p a d r e , y c e r r a r te lo s o jo s . 140
¡A h ora so y el m á s d esg racia d o d e to d o s lo s h o m b re s,
y u n in co n m e n su ra b le d o lo r m e d e sg a rra las en trañ as:
c u á n to m á s h u b ie ra p referid o m o rir a p re se n cia r tales co sa s!
¡M u erte! ¿P o r q u é m e h a s n e g a d o el favor
d e d ejar a m i p a d re c o n vid a to m á n d o m e a m í en su lu gar? 145
¿P o r q u é te h a s m o strad o ta n cru e í p o r u n b reve in stan te?’
C o n estas y p arecid as ra z o n e s se la m e n ta b a D igenís,
h asta el p u n to , seg ú n se dice, d e h a ce r llo rar a las p iedras,
y la ad m irab le m a d re d el A krita le a co m p a ñ a b a en su llan to.
D e este m o d o , estu v iero n ce le b ra n d o c o n to d o s los h o n o re s las 150
y el fu n eral d e su p a d re d u ra n te n o p o c o s días. [exeq u ias
E n to n c e s , n u e stro h é ro e to m ó co n sig o el c u e rp o d e su
y, en c o m p a ñ ía d e su m a d re , re g re só a su p alacio [p ro g en ito r
p a ra d ar p o r se g u n d a v ez h o n r o s a se p u ltu ra a su p a d re
en la cap ü la q u e él m ism o h a b ía lev an tad o c o n am o r. 155
Así, la m a d re d el A krita se q u e d ó a vivir c o n su hijo.
P e ro lo s am ab les a co n te cim ie n to s q u e v in ie ro n d esp u és,
o s lo s c o n ta re m o s a h o ra c o n u n a b rev e n a rra ció n .
H e aq u í q u e p a sa b a n su s d ías llen o s d e felicidad;
p u e s, a m e n u d o , n u e stro h é ro e cogía la cítara I60
a n tes d e a ca b a r el alm u erzo , y la n iñ a co m e n z a b a a en to n a r
u n a m elod ía q u e a la d e las Sirenas y la d e los ru iseñ o res
su p e ra b a e n d o n aire, u n a m e lo d ía d elicio sa al oído.
L u e g o , e n cu a n to el s o n d e la cítara ad q u iría aires d e d an za,
2 02 Poesía heroica bizantina

165 la e n c a n t a d o r a m u c h a c h a se le v a n ta b a d e s u a s ie n to
y , d e s p le g a n d o s o b r e el s u e lo u n p a ñ o d e s e d a , s e p o n ía a b a ila r
[so b re él.
N o e n cu e n tro p alab ra s p a ra d e scrib iro s lo s m o v im ie n to s d e la
lo s g e s to s d e su s b ra z o s y los g iro s d e su s p ies, [joven:
la agilid ad c o n la q u e lo s a ltern ab a al c o m p á s d e la m ú sica ,
170 y la f o r m a e n q u e a c o m o d a b a s u s p o s e s al ta ñ e r d e la c íta ra .
Y así c o m o el d u lz o r d e la m iel es in co n ce b ib le p a ra q u ien es
n o la h a n p ro b ad o , ta m p o co es p osib le e x p re sa r el go zo
y el su b lim e d eleite d e su s a d em an es.
A co n tin u a ció n , lev an tá n d o se co n v e n ie n te m e n te d e la m e sa ,
175 s e s a c ia b a n d e p la c e r e s y , m á s ta rd e , a c u d ía n a l p r a d o ,
a l e n c a n t a d o r p a r a ís o q u e a n te r io r m e n t e e v o c á b a m o s .
Allí, lo s d o s jó v e n e s, en v e rd a d ad m irab les y n o b le s,
se re c re a b a n c o n g ra n d e deleite y d a b a n g racias a D ios.
S ólo u n a co s a ap en ab a su s a lm as d ía tras día,
180 e s a lla m a d e v a s ta d o r a e in e x tin g u ib le q u e e s la a u s e n c ia d e
[h ijo s,
d e la q u e só lo h a n ten id o e x p e rie n cia q u ien es c a re c e n d e ellos
y q u e les p ro cu ra , m ie n tra s viven, la m a y o r d e las d esg racias.
P o r este m o tiv o ro g a b a n a D ios ca d a día
y o b serv ab an férream e n te la p rim e ra d e las v irtu d es:
185 m e re fie ro a o b r a r b u e n a s a c c i o n e s y a la c a rid a d .
Sin em b arg o , q u iso D ios q u e e rra ra n en su e sp eran za,
y aú n así, e n su m od estia, sigu ieron b en d icien d o al Señor,
a trib u y en d o la cu lp a a su s p ro p io s p e c a d o s .
P e ro h e aq u í q u e a la m a d re d el A krita le so b rev in o u n a
190 y al cu a rto d ía rin d ió su a lm a 10. [en ferm ed ad ,
M u ch o fue lo q u e la llo ró y g ra n d e fue su d u elo ,
y D igenís le dio sep u ltu ra en u n a tu m b a ju n to a su p adre.
H ab ía sob reviv id o a su esp o so cin co añ o s,

10 Escogemos la lectura propuesta por Mavrogordato, psychén («alma»), en lu­


gar de phonén («voz»).
Digenís A kritas 203

y h ab ía g o z a d o d e to d o s los b ien es del m u n d o ;


ella, q u e e n tre to d as las m u jeres se h abía m o s tra d o en v e rd a d 195
[ad m irab le,
ella, q u e, c o n su b elleza, e n tie m p o s h ab ía llegado a d e rro ta r a
[los e n e m ig o s
y a lib rar a m u c h o s h o m b re s d e la fu n esta esclavitu d,
llev an d o la p a z a ciu d ad e s y aldeas.
N o e n v a n o e n ella estu vo el in icio de tiem p o s m ejo res,
p u e s c o n la ay u d a divina a rra n c ó de raíz las e n em istad es 200
y e n su lu g ar in sta u ró p o r to d a s p a rte s la alegría y la paz,
al h a c e r b ro ta r la ce p a y la ra m a n o b le y e n flor
q u e vin o a ab a tir la a rro g a n cia d e to d o s ios a g a re n o s
y a avasallar su s ciu d ad es p a ra su m arlas al Im p erio.
A sí es, an te s d e q u e n a cie ra el form id ab le y v a le ro so Akrita, 205
las trib u s d e lo s etío p es a co m e tía n im p u n e m e n te su s co rre ría s
y d estru ían sin p ied ad las ciu d a d e s d e los ro m a n o s,
d e m o d o q u e u n o s d esce n d ie n te s de esclav o s re d u cía n a la
[esclav itu d
a lo s h o n r o s o s y n o b le s h ijo s d e lo s h o m b re s libres n .
M as cu a n d o A q u el q ue, p o r n o s o tro s , n a ció d e u n a V irgen , 210
e n Su b o n d a d tuvo a b ien re stitu im o s a to d o s la libertad,
n o s c o n ce d ió la m ilag ro sa y g lo rio sa d isp en sa
d e q u e el en em ig o se co n v irtie ra en am igo p a ra q u e de ahí
la corona del valor, Digenís Akritas. [germinara
Y, e n v e rd a d , la salv ació n n o s llegó d e m a n o s d e n u e stro s 215
[enemigos,
p u e s g racias a él reco g im o s el fruto d e tam añ as ven tu ras,
y, al final, to d o s lo s p risio n e ro s tu vieron la satisfacció n
d e to m a r c o m o esclavo s a su s cru d elísim o s am o s.

11 Se refiere en concreto a los árabes que rondaban las fronteras, que, como
supuestos descendientes de Agar (cf. I 28 y nota ad loe), procederían de una
estirpe de esclavos. En cuanto al apelativo de «etíopes», ya hemos tenido oca­
sión de comprobar que se trata de un término despectivo para referirse a ellos
(cf. 1 32; IV 970; V 223).
2 04 Poesía heroica bizantina

¡Ju zg ad q u é g ra n alegría d eb iero n e x p e rim e n ta r su s p arien tes


220 cu a n d o v o lv iero n a a co g e r a su s d e u d o s q u erid o s!
M as d e la g u erra en su co n ju n to o d e su fragor,
ja m á s se vo lvió a sab e r e n lo s días d el h é ro e ,
sin o q u e e n to d as p a rte s re in ó la p a z y u n a g ra n calm a,
y to d o s lo s h o m b re s d a b a n co n tin u a m e n te g ra cia s a D ios;
225 to d o s a cla m a b a n a D igenís c o m o su b e n e fa cto r
y , ju n to a D ios, c o m o su m a y o r p ro te c to r y su adalid.
Así, m u c h o s e ra n lo s q u e se g o z a b a n c o n su re in o ,
g lo rifican d o la p u ra y san tísim a T rin id ad ,
a la q u e d e b e m o s a d o ra c ió n p o r lo s siglos d e lo s siglos.
CANTO VIII
O DE LA MUERTE DE DIGENÍS

Comoquiera que las delicias todas de este vano mundo


las marchita el Hades y el terrible Caronte se adueña de ellas \
y cual un sueño se escapan y como una sombra nos huyen,
y, al igual que el humo, toda la riqueza de esta vida acaba
[desvaneciéndose,
también la muerte se apoderó de nuestro formidable Akrita:
su origen estuvo en un baño.
En una ocasión, vinieron a visitarlo unos amigos desde
[Amida2,
se trataba de unos familiares ortodoxos por parte de su padre
—no en vano, muchos parientes, gracias a los provechosos
[consejos
de su padre, habían abrazado con firmeza la recta creencia-;
y sentían todos el enorme afán y el deseo
de verle y de contemplar además su bravura;
y algunos que aún profesaban la religión de sus mayores,
acabaron siendo cristianos ante las reconvenciones del Akrita.
Una vez que, como ha quedado dicho, llegaron a su casa,

1 Este Caronte ya no es el viejo barquero que transportaba las almas hasta el


reino de los muertos, sino una personificación de la propia Muerte. Para Ha­
des, cf. I I 2 7 8 y nota ad loe.
2 La actual Diyarbaldr, al noreste de Edesa (actual Urfa) y en el nacimiento del
Tigris.
206 Poesía heroica bizantina

su talan te am isto so los aco g ió de b u e n g ra d o ,


sien d o c o m o eran n o b les, u n o s, y b ien p o d e ro s o s , o tro s,
y les c o n ce d ió c o m o alo jam ien to u n a h e rm o s a m o ra d a ,
m á s c e rc a n a al p alacio q u e las o tra s re sta n te s.
20 C o n ellos se estu vo en tre te n id o d u ra n te b a sta n te s días,
o b ra n d o m u c h a s y e x tra o rd in a ria s p ro e z a s,
salien d o a ca z a r e n su co m p a ñ ía c a d a jo m a d a ,
y d e to d o s se ap o d e ra b a el e stu p o r y el m a y o r d e lo s aso m b ro s,
cu a n d o co n te m p la b a n su fu erza y su e x tra o rd in a ria v elo cid ad :
25 p re s a q u e d escu b ría, ja m á s lo g ra b a esca p a r,
sin o q u e a cab ab a e n su s m a n o s, fu era lo q u e fu era d e lo q u e se
[tratase,
b ien u n leó n , b ien u n a c o rz a , b ie n cu a lq u ie r o tra fiera,
sin llev ar p e rro s co n sig o n i lig ero s le o p a rd o s 3.
T a m p o c o ib a m o n ta d o a cab allo, n i e m p u ñ a n d o la esp ad a,
30 sin o q ue, p a ra él, to d o lo e ra n su s p ies y su s m a n o s.
M as e n u n a o ca sió n o rd e n ó q u e le p re p a ra ra n el e stu p e n d o
b a ñ o q u e ten ía co n stru id o en m ita d d el ja rd ín
p a ra p o d e r b a ñ a rse c o n su s am ig o s; y h e ahí el o rig en
q u e n u e stro q u erid ísim o y virtu o so h é ro e e n c o n tró
35 a la en ferm ed ad en e x tre m o sev era a la q u e se v io a b o ca d o ,
esa q u e lo s h ijos d e lo s m é d ico s d a n en llam ar « a g a rro ta m ie n to
[d e e s p in a » 4.
A sí es, sin tien d o u n ag u d o d o lo r, dejó a su s am ig o s
y se fue d e re ch o a la ca sa p a ra tu m b a rse e n su ca m a ,
g u a rd á n d o se p a ra sí el d o lo r y el p a d e cim ie n to

3 Leopardos especialmente entrenados para la caza; cf. IV 904.


4 La opistotonía ( opisthotonon en el texto), término médico para el que, sin
embargo, hemos improvisado una traducción, es una patología nerviosa con­
sistente en una contracción muscular que agarrota los miembros. Puede ser
síntoma de diversas enfermedades, tales como la meningitis o el tétanos. Pla­
tón la menciona en Timeo, 84e. Por otra parte, la expresión «hijos de los médi­
cos» esta construida por analogía con la de «hijos de Asclepio», que es el tér­
mino con el que convencionalmente se designaba a los médicos; cf. E. Jeffreys,
Digenis Akritis..., pág. 219, nota ad loe.
Di gen is A k r i t a s 20 7

con el fin de que el alma de la honradísima joven no se afligiera. 40


Pero como la enfermedad lo oprimía cada vez con más fuerza
y mayor virulencia, la muchacha acabó percatándose
y, lanzando un hondo suspiro, le dijo: «Mi señor,
¿no me vas a contar qué te ocurre ni qué dolor te atormenta?,
¿no me vas a decir, amadísimo mío, cuál es tu sufrimiento? 45
Con tu silencio alimentas todavía más mi pesar,
y al ocultarme tu mal me arrancas el alma».
Pero él, a causa de los gemidos de su esposa, se dolía aún más
—pues no deseaba verla jamás afligida—:
«No me atormenta y ni me quebranta, alma mía, otra cosa 50
que un insufrible dolor en los tuétanos.
Me está devorando las costillas, los riñones, la espalda, los huesos
y todas las articulaciones, y ya no soporto el tormento.
Que alguien llame a toda prisa a alguno de los galenos del
[ejército».
Así, cuando éste arribó al día siguiente, le tomó el pulso 55
y por su fiebre dedujo que se le escapaban las fuerzas,
pues, no en vano, la enfermedad había vencido con mucho su
[naturaleza.
Comoquiera que el médico se puso a gemir y a llorar para sus
[adentros,
nuestro héroe comprendió que ya había llegado su fin,
y, sin pronunciar palabra, le ordenó que saliera. 60
Entonces llamó a la muchacha, que se encontraba en una
y ella acudió corriendo enseguida a su lado. [estancia interior,
Y él, reuniendo todo su aliento, lanzó un hondo suspiro
y le dijo: «¡Cuán amargo resulta el partirse de la persona que uno
de la alegría y de las delicias todas de este mundo! [ama,
Pero siéntate aquí enfrente, que yo me sacie ante tu vista, 65
pues no habrás de volver a ver a quien con tanta pasión te ha
[amado.
Ahora deseo rememorar cuanto nos ha acontecido desde el
¿Recuerdas, alma mía, luz de mis ojos, [principio.
20 8 Poesía heroica bizantina

cómo tuve la audacia de consumar tu rapto yo solo,


sin temer a tus padres ni arredrarme ante sus huestes?
Y cómo un ejército sin parangón trató de separamos,
amadísima mía, en la sombría llanura;
mas, como no se avinieron a retirarse, los tuve que entregar a la
[muerte.
¿Y cómo a tus hermanos, por obedecer tus mandatos,
los derribé del caballo sin hacerles ni un solo rasguño?
¿Recuerdas cómo preferí tomarte a ti sola,
cediendo la dote a tu padre mientras siguiera con vida?
Y en verdad fue por el infinito amor que te tengo, queridísima
por llegar a ganarte, por lo que hice estas cosas. [mía,
¿Te acuerdas, mi alma, en Blattolibadi,
cuando un dragón te sorprendió sola junto a aquel manantial
y el maldito intentó seducirte impúdicamente?
Entonces tú lanzaste un grito llamándome en tu auxilio,
y yo, en cuanto lo oí, me presenté al instante en la fuente
y, despreciando las transformaciones del monstruo,
le tajé sus cabezas escupidoras de fuego.
Y fue por tu amor por lo que arrostré todo aquello,
pues prefería morir a que tú profirieses un solo suspiro.
Pero acuérdate del león en esa misma pradera;
cómo, mientras dormía, mi luz perfumada,
saltó sobre ti para hacerte pedazos; mas he ahí que gritaste,
y yo, apenas lo oí, me lancé contra él velozmente,
y, dándole muerte, te libré sin quebranto
de sus garras, mi dulce niña, mas llena de miedo.
Luego, mientras trataba de distraerte con el tañido de mi cítara,
unos bandoleros, guiados por su melodía,
se llegaron hasta nosotros sin ningún pudor; los hombres de
[Ioannakis,
quienes, en su temeridad, trataron de separamos.
Bien sabes, mi alma, cómo di cuenta de ellos:
Digenís A britas 209

d e s a r m a d o 3 c o m o estab a, en tre g u é a to d o s a la m u erte.


Y to d as estas c o sa s las h e h e c h o p o r tu am or,
al cual tengo en más estima que al mundo y la vida.
¿Y te a cu e rd a s, alm a m ía, d e lo s a so m b ro s o s b a n d o le ro s,
d el viejo F ilo p a p p o , d e C in n a m o y Io an n ak is, 105
re n o m b ra d o s p o r su b ravu ra, y celeb rad os en cad a lugar?
¿R ecu erd as c ó m o m e so rp re n d ie ro n sin a rm a s a orillas d e l río ,
m ie n tra s q u e ellos tres ib an a lo m o s d e su s c o rce le s y b ie n
[p e rtre ch a d o s?
Tú sabes cuán denodadamente intentaron matarme
c u a n d o v ie ro n q u e te ven ías h a cia m í. 110
E n to n c e s , asistié n d o m e c o n tu s án im o s, la n z a ste u n g rito d e
[alien to:
‘¡D em u éstrales tu v alo r, a m a d o m ío , p a ra q ue n o n o s s e p a re n !’;
g racias al cual, co b ré m a y o r b río e h ice que retro ced ieran ,
y, d e sca la b rá n d o le s a g o lp e d e m az a , les infligí u n a se v e ra
[d e rro ta ;
p e ro , d e s c o n c e rta d o p o r su s sú p licas, a ca b é p e rd o n á n d o le s la 115
Y eso lo h ice p o r m i d esm e d id o a m o r [-vida,
h a cia ti, m i am ad ísim a esp o sa , p o r llegar a g an arte.
L u e g o d e s a rz o n é a M axim o , y an iq uilé a su s h o m b re s,
y m á s tard e, co n m o v id o p o r tu s ra z o n e s, v o lv í co rrie n d o so b re
[m is p a so s
y tam b ién a ella la p a sé en se cre to a cu ch illo , sin q u e tú lo 120
[su p ieses.
Y e m p re sa s to d av ía m á s g ra n d e s, a ca u sa d e tu a m o r,
y o llevé a ca b o , alm a m ía, p a ra g a n a rte p o r siem pre.
P e ro fracasé e n m i p ro p ó sito y e rré en m i esp eran za,
p u e s ten la c e rte z a ab so lu ta d e q u e m e e sto y m u rie n d o :

5 Siguiendo a Trapp y Jeffreys escogemos áneu gár hóplou («sin armas»), pero
también existe la lectura áneu gàr hÿpnou («falto de sueño») de Mavrogordato.
Recordemos que todas estas peripecias iban precedidas por los intentos del
Akrita por conciliar el sueño (cf. V I42, 83-84).
2 10 Poesía heroica bizantina

125 Caronte me ha derrotado del todo, a mí, que nunca fui


[vencido6,
y el Hades me aleja, mi amada, del grandísimo amor que te
[tengo,
y a mí, ya me cubre la tumba, en medio de un gran dolor
y de una tristeza insufrible por la viudez que te espera.
Pero ¿qué pena te he de llorar, amadísima esposa?
130 ¿Cómo podré procurarte consuelo? ¿Dónde te abandonaré
[extraña a todos?
¿Qué madre te va a acompañar en el llanto? ¿Qué padre te va a
[compadecer?
¿Qué hermano te va a aconsejar si ya no tienes ninguno? 7
Sin embargo, amada mía, atiende este ruego,
y no me niegues esta mi última voluntad,
135 para que vivas el resto de tus días sin albergar temor alguno.
Bien sé que no serás capaz de soportar tu viudez,
así pues, consumada mi muerte, toma otro esposo,
porque tu juventud te fuerza irremediablemente a hacer esto.
Pero mira no vayas a caer rendida ante la riqueza o la gloria,
140 sin o a n te u n jo v e n v ale ro so , a u d a z y n o ta b le ,
que de este modo, alma mía, remarás en la tierra como antes».
Una vez dicho esto entre lágrimas, cesó en su recuerdo,

6 Castillo Didier (cf. Poesía heroica griega..., págs. 151-152) nos ofrece dos can­
tos akríticos que narran la muerte de Digenis a manos de Caronte. Asi suenan
algunos de esos versos en traducción suya: «(...) Ahora vi un hombre descalzo,
— de brillantes vestiduras;/ tiene el aspecto del lince, — la mirada del relámpa­
go;/ me desafia a luchar, — en. la marmórea era:/ y el que de los dos venciera, —
tomará el alma del otro./ Y fueron y combatieron — en la marmórea era;/
cuando Diyenís golpea, — la sangre forma un arroyo;/ cuando Caronte golpea,
— la sangre forma un torrente».
7 La mujer, una vez abandonado su núcleo originario, se adentra en un destino
de aislamiento social y personal y pierde todo vínculo con la familia y el mun­
do anterior al matrimonio; de ahí que la llame «extraña» (o, más literalmente,
«extranjera»; cf. además VIII 1 7 1 ,1 9 4 ) y que diga que carece de padres y her­
manos; cf. P. Odorico, Digenis Akritas..., págs. 210-211.
Digenis A britas 211

y la m u ch a ch a , gim ien d o a m a rg a m e n te d e sd e el fon d o de su


c o n su s m ejillas b añ ad as en cálidas lágrim as, [co ra z ó n ,
le re sp o n d ió : «M i d u eñ o , en D ios ten go p u e sta la e sp eran za, 145
y e n Su M ad re, n u e stra In m a cu la d a y P u ra S eñ o ra,
d e q u e n in g ú n o tro , sin o tú, m e co n o c e rá m ien tras viva,
y q u e en b rev e te lib rará de e ste m a l esp a n to so » 8.
D ich o lo cu al, se en ca m in ó al in terio r d e la estan cia,
y te n d ien d o su s b ra z o s y su m ira d a h acia o rien te, 150
y b a ñ a n d o to d o el su elo c o n su s lágrim as,
elevó al A ltísim o D ios este ru e g o :
«Señor, Señor Dios, Tú que creaste los siglos,
que afirmaste los Cielos y diste fundamento a la Tierra,
Tú, q u e c o n tu v erb o o rd e n a s te to d o c u a n to p o d e m o s v e r, 155
q u e c o n tu m a n o m o d e la ste al h o m b re a p a rtir d el b a rro ,
q u e d esd e el n o ser co n d u jiste to d as las co sa s al ser,
p re sta o íd o s a las p legarias d e algu ien tan in d ig n a c o m o yo,
v e aq u í m i h u m ild ad , v e aq u í m i q u eb ran to ,
y así c o m o e n tiem p o s, e n tu m iserico rd ia, p u siste en p ie a u n I 60
[p aralítico,
y así c o m o [p o r su fe, o h Salvad or], so co rriste a la hijita [d e la I6 I
[ca n a n e a
y, tam b ién p o r aq u el e n to n ce s, al criado] del ce n tu rió n , I6I
o a L á z a ro , q u e llevaba cu a tro días m u e rto , le h iciste salir de su
[se p u lcro ;
del m ism o m o d o asiste h o y a u n jo v e n q u e y a n o alb erga
[e s p e ra n z a s 9.

8 En ciertas canciones akriticas referentes a la muerte de Digenís, la muchacha


le revela su propósito de volver con su antiguo prometido, Yannis (cf. V I4 1 5 y
nota ad loe.), noticia ante la cual Digenís resuelve estrangularla.
9 Son cuatro de los muchos milagros obrados por Cristo: con el primero curó a
un paralítico en Cafamaúm (cf. Mateo 9). El verso 161 ofrece dos milagros distin­
tos confundidos en uno («la hijita del centurión» reza nuestro manuscrito); por
una parte, el milagro por el que Jesús curó al criado, también paralítico y también
de Cafamaúm, de un centurión (cf. Mt 8, 8), por otra, el de la niñita poseída por
212 Poesía heroica bizantina

Y en tu bondad, ten piedad de mis buenos sentimientos,


165 y compadécete, oh Cristo, de la juventud de tu siervo.
Por más que hayamos pecado en tu presencia, Verbo,
y seamos del todo indignos de tú perdón,
acepta, no obstante, compasivo la plegaria de un alma transida
por el dolor y asiste a un joven que ya no alberga esperanzas,
r/o No menosprecies mis lágrimas, oh gozo de los ángeles,
y apiádate, Señor misericordioso, de mi condición de extranjera;
ten compasión de mi soledad y socorre a este hombre.
De lo contrario, Dios que todo lo puedes, ordena
que muera antes que él y que antes que él rinda yo el alma;
175 ¡q u e n o lo v e a yo m u e rto , y erto y sin vo z!
¡Que no haya de ver esas hermosas manos, que tanto saben de
unidas en cruz y permaneciendo inmóviles! [hazañas,
¡Ni sus ojos sellados, ni sus pies envueltos!
¡Concédeme no presenciar tan gran desconsuelo,
180 oh Creador, Dios Todopoderoso!»
Tras de haber pronunciado este ruego con gran contrición de
la muchacha se volvió a contemplar al Akrita, [su espíritu,
y allí lo vio, privado de habla y, ¡ay de mí!, ya agonizante.
Y, ella, al no poder soportar la desolación de su infinito tormento,
185 se desvaneció presa de un desmedido y violento desmayo,
y, compartiendo su sufrimiento, la niña rindió el alma sobre el
[joven.
No en vano, la admirable muchacha jamás había probado tanta
y por este motivo no fue capaz de sufrirla. [aflicción,
Cuando, al tentar con la mano, nuestro.héroe cobró
[conciencia del hecho
190 —pues, por la clemencia de Dios, aún le restaba un último soplo
[de vida—,

un demonio (cf. Marcos 7, 24-30); lo que nosotros ofrecemos aquí es la restitu­


ción de los dos versos por parte de Trapp a partir de Z4383-4. Finalmente, tene­
mos el milagro de la proverbial resurrección de Lázaro (cf. Juan 11).
D igenis A k ritas 213

y vio q u e su e sp o sa h ab ía m u e rto in e sp e ra d a m e n te ,
d e claró : «¡G loria a Ti, o h D ios q ue to d o d isp o n es,
p o r n o h a b e r a rro jad o en m i alm a la ca rg a insufrible
d e s a b e r a m i a m a d a so la y e x tra ñ a en el m u n d o !»
Y, el h é ro e , co m p o n ie n d o su s m a n o s en fo rm a d e cru z, 195
a ca b ó rin d ie n d o su alm a a lo s án geles d el Señor.
D e este m o d o , lo s d o s fa m o so s m u c h a c h o s e n c o n tra ro n el ñ n
d e su s vid as, c o m o si lo h u b ie ra n p actad o , en u n m ism o in stan te.
C u a n d o el jo v e n c o p e ro ad virtió q u e h a b ía n m u e rto ,
e n tre p la ñ id o s y llan to s, se lo an u n ció al m a e stre sa la 200
y e n seg u id a fu e ro n lo s d o s a co m u n icá rse lo a lo s d e fuera.
U n a v e z q u e la n u e v a se h u b o e x te n d id o p o r lejanas re g io n e s,
se p re se n tó allí u n a g ran m u ltitu d de caudillos d e O riente:
c a rsia n o s, c a p a d o cio s, cu cu litario tas,
p ro b a d o s p o d a n d ita s , tarsitas y m a u ro n ita s, 205
lo s e x c e ls o s se ñ o re s d e B ag d ad e n c o m p a ñ ía d e los
[batirriaquitas,
la n o b le z a d e B ab ilon ia y u n a m u c h e d u m b re p ro c e d e n te d e
[Amida
se a p re su ra b a n p a ra asistir a lo s fu n erales d el A k rita 10.
Y tan sin igu al e ra el gen tío q u e allí se co n g re g a b a ,
q u e lo s a led añ o s d el p alacio se e n c o n tra b a n a b a rro ta d o s d e 210
[gente.
M as ¿q u ién vald ría a c o n ta r lo s la m e n to s q u e se su ce d ie ro n
[e n to n ce s,
las lág rim as y lo s g em id o s y la s m a n ifestacio n es d e su frim ien to ?

10 Notemos que se trata de pueblos de ambos lados de la frontera. Los cuculi­


tariotas podían ser gente procedente de una parte de Capadocia en la que las
formaciones del terreno se asemejan a las capuchas de los monjes (kouhoúla).
Los podanditas procederían de Podandos, en Cilicia, un punto de acceso clave
para todo aquel que viniera de Siria. Los mauronitas son los habitantes del
Monte Negro (Amandos), en el Tauro oriental, detrás de Antioquía. Finalmen­
te, los batirriaquitas poblarían un paraje (un «torrente profundo») que serviría
de acantonamiento para los soldados del tema de Armenia.
214 Poesía heroica bizantina

Y to d o s, d e se n ca ja d o s c o m o esta b a n p o r la tristeza,
se a rra n ca b a n lo s cab ello s y se m e s a b a n las b arb as,
215 al tiem p o q u e gritab an : « ¡E stre m é ce te , T ierra! ¡G im e, U n iv e rso !
¡Y tú, Sol, sú m e te e n las tinieblas y o cu lta tu s ra y o s!
¡Y tú, L u n a, v u élvete n e g ra y deja d e e n a rb o la r tu a n to rch a !
¡Y v o so tra s, lu m in arias to d a s d e las estrellas, e x tin g u io s;
p o rq u e el astro e sp len d e n te q u e re lu cía e n el o rb e,
220 Basilio D igenís, el orgu llo d e to d o s lo s jó v e n e s,
y su esp o sa , la g lo ria d e la s m u jeres,
h e aq u í q u e se esfu m a ro n d el m u n d o e n u n m ism o in stan te!
¡A ce rca o s to d o s, am a n te s y am ig o s d e la b rav u ra,
y llo ra d al n o b le y v ale ro so A krita,
225 y d o le o s p o r este v a ró n p o d e ro s o y tem id o p o r to d o s,
p o r el h o m b re q u e h izo d e sa p a re c e r a c a d a ad v ersario ,
y se erigió c o m o árb itro d e la p a z y d e u n a p ro fu n d a co n co rd ia !
¡M u jeres, v en id a llo ra r p o r v u e stra belleza;
v o s o tra s q u e o s gloriáis d e v u e stra h e rm o s u ra , fiadas en la
[juven tu d ,
230 d e rra m a d v u e stra s lág rim as so b re e sta e n ca n ta d o ra y
[honestísima joven!
¡Ay de mí! ¿Qué es lo que vemos? ¡De repente, las dos estrellas
que iluminaban el mundo se han desvanecido antes de que
[llegara su h o ra !»
É sto s, y o tro s sem ejan tes, s o n lo s la m e n to s q u e, e n tre
[g em id o s, p ro firiero n
lo s asisten tes a las ex e q u ia s d e lo s n o b le s d ifu n tos.
235 Una vez que los cantos fúnebres hubieron concluido
[d eb id am en te,
tras d e h a b e r re p a rtid o e n tre lo s p o b re s lo s b ien es d el p alacio ,
y h a b e r sep u ltad o co n v e n ie n te m e n te su s re s to s e n u n a tu m b a,
les erig iero n u n tú m u lo en lo alto d e u n a g arg an ta,
m á s allá d e cierto lu g ar q u e re c ib e el n o m b re d e T ro sis.
240. Allí, so b re u n a rco , e m p la z a ro n el se p u lcro d el Akrita,
m ara v illo sa m e n te co n stru id o c o n m á rm o l d e c o lo r p ú rp u ra
Digenís A kritas 215

para que los que lo contemplen desde fuera puedan ensalzar a


[los jóvenes;
no en vano, podía ser admirado aun lejos de la cima,
pues lo que había en lo alto se vislumbraba a distancia.
Luego, una vez que subieron cuantos se habían congregado en 245
[aquella ocasión,
los príncipes, los caudillos y quienes se hallaban presentes,
cubrieron con coronas la tumba y, poniéndose en tomo a ella,
comenzaron a decir lo siguiente, en medio de incontenibles
«Mirad dónde yace la audacia de la valentía, [llantos: 250
mirad dónde yace Digenís el Akrita,
corona de sus padres, gloria de todos los jóvenes,
mirad dónde yace la flor de los romanos,
el orgullo de los soberanos y el esplendor de los nobles;
el espanto de los leones y de todas las fieras.
¡Ay d e m í! ¡Ay d e m í! ¿A q u é h a q u ed ad o re d u cid a u n a tal 255
[valentía?
Señor, ¿dónde ahora su fuerza? ¿Dónde su atrevimiento?
¿Dónde el temor sin igual que inspiraba su solo nombre?
Que si alguien llegaba a escuchar el nombre de Digenís Akritas,
un estremecimiento les sobrecogía a todos, y un inmenso pavor,
pues tal es la gracia que nuestro héroe obtuvo de Dios, 260
que con sólo oírle nombrar ponía en fuga a sus enemigos.
Y si en alguna ocasión nuestro formidable joven salía de caza,
todas las fieras corrían al interior del marjal.
Sin embargo, ahora se encuentra encerrado en un pequeño
inerte y sin vigor, a la vista de todos. [sepulcro, 265
¿Quién se ha atrevido a aherrojar a tan recio varón?
¿Quién tuvo el arrojo de someter a quien jamás fue vencido?
La siempre amarga Muerte, inherente a todas las cosas,
el tres veces maldito Caronte, quien a todos por igual arrebata,
y el insaciable Hades; exterminadores, los tres, de los hombres, 270
tres que no conocen piedad y que dan en marchitar
toda edad y toda belleza y en devastar toda gloria.
216 Poesía heroica bizantina

No tienen compasión de los jóvenes ni respetan a los ancianos,


no se arredran ante los fuertes ni veneran a los poderosos,
275 ni son misericordes con la hermosura, sino que la convierten
y todo lo reducen a lodo y a pestilentes cenizas. [en polvo,
Ellos son los que hoy se han enseñoreado del formidable Akrita;
una tumba lo aprisiona y la tierra lo pudre,
y sus hermosas carnes —¡ay de mí!—, se las devoran los gusanos,
280 y el Hades corrompe sus lozanas carnes del color de la nieve.
¿Pero por qué razón nos ha acontecido esta desgracia?
Por el pecado de Adán y por la voluntad de Dios.
Pero semejante soldado, mi Dios y Señor,
tan joven y hermoso, tan grato a todos,
285 ¿p o r q u é h a s p erm itid o q u e m u e ra e n lu g ar d e q u e viviera p o r
[siem p re?
‘Mas, no hay quien vaya a vivir —afirma el Ancestro del Señor11—
y no llegue a contemplar la muerte’; pues la vida es efímera,
como efímero es aquello que alcanzamos a ver, como vana es
[toda gloria.
¿Quién ha muerto en este mundo, oh Cristo, que a él se asemeje,
290 flor de juventud, blasón de vaüentes?
¡Si pudiera, oh Cristo, volver a la vida, recobrar su entendimiento!
¡Si pudiéramos volver a verle enarbolando su maza!
¡Que al punto muriésemos todos y no quedara ninguno!
¡Ay de mí! ¡Ay de los bienes todos de este mundo vano!
295 ¡Ay de los placeres! ¡Ay de la alegría! ¡Ay de la juventud entera!
¡Pobre de aquellos que pecan y no se arrepienten,
de quienes andan fiados en su juventud y se glorían de su
[fuerza!»
Y profiriendo estos y parecidos lamentos, desde el fondo de
[su corazón,

11 El theopátdr del original es David, el «antepasado del Señor», antes que


«Dios Padre»; cf. P. Odorico, Digenis Akritas..., págs. 218-219. Para esta senten­
cia cf. Salmos 8 8 ,4 9 .
Digenís A britas 217

se p a rtie ro n h a cia su s casa s c u a n to s allí se h ab ían c o n g re g a d o


p a ra asistir a las exeq u ias d e lo s d o s n o b les y sa n to s d ifu n to s. 300
O h C risto , R ey d e to d o s, C re a d o r d e to d as las co sas,
al n o b le Basilio, n u e stro m u y a m a d o re to ñ o ,
y, c o n él, a su flo recien te y e n ca n ta d o ra esp o sa,
y a c u a n to s se d eleiten y vivan e n la re c ta d o ctrin a ,
c u a n d o d e scie n d a s so b re la tierra p a ra ju z g a r las alm as d e lo s 305
[h o m b res,
e n to n ce s, o h C risto , p ro té g e lo s y co n sé rv a lo s in có lu m e s
y c o ló ca lo s a tu d iestra, d el lad o d e tu re b a ñ o .
E n cu an to a to d o s n o so tro s, q u e de Ti o b tu vim os la vida,
fo rtalécen o s, d a n o s am p a ro y g u á rd a n o s d e n u e s tro s en em ig o s,
p a ra así p o d e r cele b rar en h im n o s T u in m a cu la d o y m ag n ífico 310
ju n to al P a d re y al Hijo y al E sp íritu Santo, [n o m b re ,
T rin id ad d ivina, co n su s ta n c ia l e in con fu nd ible,
p o r lo s infinitos y larg o s siglos d e los siglos.
POEMA DE BELISARIO

O NARRACIÓN HERMOSÍSIMA EN TORNO A AQUEL


ADMIRABLE VARÓN LLAMADO BELISARIO
¡Oh paradoja increíble! ¡Oh enorme desgracia,
inconsolable tristeza, y dolor y amargura!
En tiempos de los romanos \ en los días felices
del emperador Justiniano 2, el gran rey,
vino a instalarse entre ellos una envidia peor que la muerte
—la envidia, que prendiendo en todos desde el principio,
no abandona ni a emperadores ni a príncipes, ni a pobres ni a
[ricos:
ciudades y castillos han arrumado las habladurías de la gente—,
y por esa envidia desaforada hubo quienes perdieron la vida.
Vivía, entonces, cierto varón admirable, valiente y juicioso,
Belisario era su nombre, la gloria de los romanos.
He aquí que el emperador le ordena con vivo deseo:
«Belisario, a ti te digo, atiende mi voz,
atiende el mandato que a día de hoy te confío.
Determina, fíjalo por escrito, haz que trabajen los hombres
y lleva a cabo la ampliación de la ciudad de Constantino3;
de modo que cuanto trecho recorre un bravo y fogoso corcel,
tanto así construyas tú en el curso de un año.
Si obras mi voluntad y cumples lo que te he encomendado,
te procuraré honra, dignidad y riquezas,

1 Esto es, de los habitantes de la Romania; cf. DA, 1 49 y nota ad loe.


2 Flavio Pedro Justiniano, Justiniano I, emperador entre los años 5 2 7 y 5 65; cf.
Introducción, pág. 37.
3 Constantinople.
222 Poesía heroica bizantina

obtendrás de mi persona nobles dispensas


y serás aupado a un solio del palacio».
Al oír tamaña largueza de parte de su soberano,
se arrodilló y aceptó cumplir su mandato.
25 Enseguida que hubo transcurrido el año, Belisario
la tuvo construida y terminada, para asombro de muchos.
Pero cuando cobraron conocimiento de su ciencia y su
[ejecución,
así como de la destreza y la celeridad con la que lo había
—procedía de una humildísima estirpe, [llevado a cabo
30 y por ese motivo el pueblo lo glorificaba y lo exaltaba aún más4—
los nobles señores, grandes y pequeños, sintieron envidia de él,
y día tras día, en presencia del emperador, pronunciaban
intrigantes malicias y afrentosas proclamas acerca de Belisario,
y suscitaban celos contra su persona con el fin de perderlo.
35 ¡Siempre la envidia corre pareja a los probos embarazándoles el
[paso!
He aquí, pues, que uno de los príncipes, estirpe de los
requiere a su emperador con gran osadía [Paleólogos 5,
y, debido a sus lazos de sangre, se insolenta con él:
«¡Señor, soberano supremo y emperador del mundo,
40 e sp eran za d e los n ecesitad o s y au d acia d e lo s p o d e ro so s!
Esto quiero hoy advertirte para que lo sepas por mi boca:

4 El pueblo es un personaje más del poema y se erige como contrapunto a la


figura de los aristócratas.
5 Se trata de una familia de gran importancia en el devenir de Bizancio. Aun­
que se considera que hunden sus raíces en los tiempos más tempranos del
Imperio, no será hasta el año 1258 cuando se imponga su dinastía. No obstan­
te, para la fecha de composición del poema era la dinastía imperial por anto­
nomasia, la que el pueblo creía que había remado desde siempre; de ahí que
unos versos más abajo se diga que este personaje está emparentado con el em­
perador. Habida cuenta del estado de depresión del Imperio y de que en el
poema subyace el inusitado tema de la tensión entre la aristocracia y el pueblo,
tomando partido por estos últimos, el Paleólogo del poema aparece como el
principal instigador de la envidia.
P o e m a de B e l is a r io 223

la c o ro n a y la d ia d e m a se e n cu e n tra n en m a n o s d e B elisario,
la gloria, el p o d e r, la au to rid a d y las riq u ezas,
to d o ello re p o s a e n él y a ca b a rá d á n d o te m u erte.
D e sea o b te n e r el im p erio , d e se a p ro v o c a r tu p e rd ició n , 45
y tam b ién n o s v e re m o s p e rd id o s q u ien es te s o m o s leales» 6.
E l em p erad o r, al oírlo, q u ed ó se d esen cajad o y d e sco m p u e sto ,
y, c o m o u n a fiera salvaje, c o m o u n h e n ch id o d rag ó n ,
o u n p iélag o d e a sp e cto a m e n a z a n te , les dijo a su s n o b les:
« ¿C o n táis c o n testig o s q u e p ru e b e n tal h e c h o , 50
q u e d e m u e stre n q u e esto es cierto ?»
E n to n c e s se p re s e n ta ro n C a n ta cu ce n o , R alles, P aleó lo g o
A san es y tam b ién L á sca ris, C a n a n o y D u c a s 7,
y le v a n ta ro n u n falso testim o n io c o n tra Belisario.
¡O h en vid ia, ru in a d e fo rtalezas, en em iga d e la R o m an ia! 55
C iu d ad es y p lazas fu ertes, h o m b re s leales, sab io s y v a le ro so s
y g en erales ro m a n o s se v ie ro n p e rd id o s p o r m o r d e la envidia,
c a y e ro n p o d e r o s o s b alu a rte s y fu e ro n d iezm ad as las villas.
E l e m p e ra d o r, n o o b sta n te , se m o s tró m a g n á n im o
d eb id o al g ra n ap re cio q u e sen tía p o r él, 60
y, cu rsa d a la o rd en , le co n fin aro n en la T o rre d e A n e m a s8,

6 Tengamos en cuenta que de los cerca de cien emperadores que vinieron tras
Justiniano, no menos de treinta usurparon el trono, entre los cuales se encuen­
tran algunos de los más importantes, como Focas (602-610), Heraclio (610-
641), León III (7 17-741), Basüio (8 67-886), etc.
7 Miembros, como el Paleólogo arriba mencionado, de familias muy influyentes
en la historia de Bizancio, pues también los Ducas y los Láscaris fundaron sendas
dinastías de emperadores. Estos últimos son conocidos desde la mitad del siglo
xi y ocuparon el solio imperial desde el año 1204 hasta el 1261. Por su parte los
Ducas ya lo habían hecho brevemente entre el 1059 y el 1068, si bien volvió a
haber emperadores con ese apellido. El resto de linajes, sin llegar a alcanzar el
significado de los anteriores, no carecieron de importancia, sobre todo el de los
Cantacucenos, que disputaron el Imperio a los propios Paleólogos.
8 La Torre de Anemas se encuentra en el punto más al norte de Constantino­
ple. Debe su nombre a Miguel Anemas, miembro de una familia de la aristo­
cracia militar, que en 1106 encabezó una conjura contra Alejo I Comneno
(108 1 -1 1 1 8 ). Para la fecha de composición del poema, dicha torre había co-
224 Poesía heroica bizantina

tras vendarle los ojos con una venda dorada.


Los ministros y el magnífico emperador le fijaron la venda
estrechamente y del modo más firme y seguro.
65 Durante tres años permaneció recluido en la torre,
totalmente fuera de sí, desdichado, a ciegas y aherrojado,
mas a sus envidiosos no les bastaba tal condena,
sino que buscaban a toda costa procurarle la muerte
para destruir por completo al gran Belisario.
70 ¿Qué sucedió entonces en la ciudad de Constantino?
He aquí que un día de aquellos, a medianoche,
llegaron, sobrevinieron unas noticias fatales,
terribles y desastrosas, una catástrofe para la Romania,
pues por mar y por tierra, una enorme y pujante armada
75 había conquistado las ciudadelas y las villas de Constantinopla,
las había abatido, capturado y destruido íntegramente.
El emperador, cuando oyó esto, probó una acerba punzada
que le empujaba a la destrucción y al aniquilamiento.
A causa de su amargura, tres días se estuvo
80 sin gustar ni un pedazo de pan ni un sorbo de bebida.
De este modo, en el intervalo de medio año,
el emperador armó setenta bajeles,
además de otros treinta procedentes de Tesalónica;
reunió galeras y lanchones, embarcaciones sin cuento,
85 bravos y aguerridos varones, soldados probados en el combate,
armas de muy alto precio y jóvenes aguerridos,
así como excelentes capitanes de angelical apariencia,
formando una escuadra descomunal y potente, como jamás
Nobles e infanzones se unieron a la flota: [hubo otra.
90 habrías admirado la infinita algazara y el inmenso boato
de los arrogantes soldados, lozanos, audaces y valerosos.

brado actualidad ya que allí había sido encerrado y cegado Andronico IV Pa­
leólogo (año 1 3 73) tras rebelarse contra su padre, quien acabaría encerrado en
el mismo lugar (año 1376).
P oem a de B elisario 225

P o r m á s q u e p o n d e re lo que cu en to , n o m ien to en lo que escribo:


p e tirro jo s y h a lco n e s eran los m a rin e ro s d e estas naves.
M as h e aq u í q u e n ad ie sab ía q uién ca p itan earía la flota.
A sí p u es, el e m p e ra d o r o rd e n ó q u e to d o s se re u n ie ra n , 95
q u e su s n o b le s se co n g re g a ra n e n el p alacio.
U n a m u ltitu d d e ellos acu d ió a su in terior,
y el e m p e ra d o r, d irigién d o se a su s se ñ o re s, les dijo:
«¡N obles, p arien tes ce rcan o s, co m p atrio tas y extran jeros!
H a lleg ad o la h o r a d e q u e o b re m o s c o n d iligencia, 100
p u e s q u ien s e m u e s tra solícito , c o n la ay u d a d el A ltísim o
o b tien e esp e ra n z a , h o n o r, b la só n y riqu eza.
D ecid m e, p u es, d ad m e u n co n sejo en lo q u e atañ e a esta arm ad a;
d e cid m e, d elib erad sin q u e n a d ie disim ule su p a re ce r:
¿a q u ién h a b re m o s d e n o m b ra r c o m a n d a n te e n jefe de la 105
[e xp e d ició n ?
D e b erá se r u n g ra n h o m b re , ju icio so y p ro b a d o en lo to ca n te
a su s h e c h o s y a su v alor, y a la h o ra d e re n d ir cu en tas,
co m e d id o en su s p alab ras, y h o n e s to y valiente.
D ecid m e, p u e s, d a d m e u n co n se jo sin a te n d er a in te re se s
[p articu lares».
M as h e aq u í q u e n in g u n o d e lo s n o b les m an ifestab a su 110
[p referen cia,
p u e s ca d a cu al alb ergab a la e sp e ra n z a de o b te n e r tal h o n o r.
E n to n ces, la m u ch ed u m b re, vuelta hacia el em p erad or, le gritó:
«¡S o b eran o , so b e ra n o su p re m o , se ñ o r de n u e stro s días,
so l d e la R o m an ia, fu erza d e lo s cristian o s! -
¡E n p rim e r lu g ar co n fiam o s en D ios, en se g u n d o lugar, e n el 115
[e m p e rad o r,
y en te rce r lu g a r e n B elisario; to m é m o sle , p u es, c o m o cau d illo ,
si es q u e d e se a s q u e lo g re m o s d e rro ta r a n u e stro s en em ig o s.
E l p u eb lo e n te ro —g ritab an — lo re cla m a p o rq u e le tiene u n g ra n
y d esea q u e B elisario esté al fren te d e la arm ad a». [am o r
Soy in ca p a z d e n a rra ro s c o n detalle, n i d e p alab ra, n i p o r 120
las p ro e z a s q u e el g ra n B elisario h ab ía o b rad o [escrito,
22 6 Poesía heroica bizantina

en sus expediciones y en sus batallas contra persas y sarracenos.


Había sido un hombre muy afortunado, pero, sobre todo, un
leal, juiciosísimo y victorioso soldado. [valiente,
125 El admirable emperador, cuando oyó que el pueblo
reclamaba con vehemencia al gran Belisario,
vio aumentada todavía más su sospecha de que era inocente,
y ordenó que lo condujeran de inmediato a palacio.
Cuando llegaron, lo presentaron ante el emperador
130 con aquella venda dorada que le cubría los ojos:
tres años había permanecido a ciegas en el interior de la torre.
Y el emperador le dijo con gran gozo a Belisario:
«¡Queridísimo Belisario, mi más leal amigo,
predilecto de los romanos, has sufrido a causa de la envidia!
135 ¡Gracias doy al Altísimo de que hayas escapado a la muerte!
Inclínate para que te suelte las ligaduras y deshaga tus grilletes;
que el honor, la franqueza y la gloria de las que antes gozabas
te las restituiré doblemente como deudo mío que eres».
Y esto es lo que el gran Belisario le contestó a su emperador:
140 «¡Magnífico emperador, fuerza de los romanos,
jamás he menoscabado tu imperio con palabra ninguna,
mas la envidia me ha precipitado injustamente a la muerte!
Cuentas con excelentes señores, nobles y valerosos;
ordena, pues, que sean ellos quienes se pongan al frente y
[actúen;
145 y, en c u a n to a m í, o h e m p e ra d o r, p e rm ite q u e p e rm a n e z c a a
A su vez, el emperador le respondió a Belisario: [ciegas».
«Quiero que desde este día ejecutes mi mandato.
No eludas, pues, lo que te ordeno y pon fin a tus palabras».
De modo que, enlazándose fuertemente las manos, se echó a
150 para besar primero el suelo y luego sus botas9. [tierra
El gran emperador en persona fue a aflojarle la venda.

9 Está describiendo el gesto de la proskÿnesis, con las manos cruzadas sobre el


pecho.
Poema de B elisario 227

¡Tres años había estado Belisario a ciegas y encerrado!


Al punto, el soberano le ordenó que acudiera a la flota,
capitán grande y temible como era, para que obrara a su antojo.
Así, tras despedirse del emperador según procedía,
las naves zarparon con gran aparato.
Habían salido un quince de marzo y surcaron mar adentro.
Conquistaron muchos castillos y saquearon ciudades,
ocasionaron grandes quebrantos y mortífera presa,
derramaron sangre sin tasa, diezmaron las villas
e hicieron prisioneros en cantidad infinita.
Finalmente llegaron a una plaza fuerte, a la isla de Inglaterra10,
allí donde habitaban los enemigos de Constantinopla.
En breve expondré lo que entonces aconteció.
He aquí que Belisario, el gran general, ordenó
que se pregonara la siguiente proclama:
«Cuando vosotros veáis que hago u obro una cosa,
tal cosa quiero que vosotros la hagáis como yo;
que si alguien no se comporta a mi modo y se opone a mi
[mandato,
ése, así como los que compartan su parecer, serán ajusticiados».
Llegados a la costa, arrastraron fuera las naves,
y, entonces, el magno y victorioso capitán de la escuadra ordenó
que sacaran armas y remos de las embarcaciones,

10 El ficticio episodio de la toma de Inglaterra está elaborado sobre la plantilla de


la expedición de Belisario contra los vándalos (la difícil captura de la plaza fuerte
y la vuelta a Constantinopla con grandes tesoros y el mismísimo rey). Se puede
pensar que el poeta elige el nombre de Inglaterra bien por las fabulosas evoca­
ciones que el nombre podía inspirar (cf. E. Follieri, «U poema bizantino di Belisa­
rio», en Atti del convegno internationale sul tema: la poesía epica e la suaformazione
[Roma, 28 marzo-3 aprile 1969], Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, 1970,
583-65, pág. 609), bien por ser la región conocida más occidental: asi, los triun­
fos de Belisario se habrían extendido de una parte a otra del globo, ya que tanto
él mismo, históricamente, como su hijo, por persona interpuesta, en el poema,
habrían de obtener una resonante victoria en Persia, la región más oriental (cf. M.
Fotina, A critical Edition of the Medieval Greeks Poems on Belisarios, Tesis doctoral,
Birkbeck College, University of London, Mayo, 1973, págs. 62-65).
228 Poesía heroica bizantina

y q u e n o d ejaran a b o rd o n in g ú n ap arejo , n i ligero, n i p esad o .


175 L o s n o b les, ya fu eran g ra n d e s o p e q u e ñ o s, se m arav illab an
d el arro jo y d e la au d acia de B elisario,
y u n a v e z q u e h u b ie ro n sa ca d o to d a s las ja rc ia s d e las
[e m b a rca cio n e s,
m a n d ó q u e p re n d ie ra n fuego a las v elas y q u e q u e m a ra n la
d e m o d o q u e n o q u ed ó n in g u n a sin ard er. [flota;
180 B elisario e n to n ce s co n v o c ó a to d o s a ju n ta ,
a to d o s, p e q u e ñ o s y g ra n d e s, p a ra q u e e x p u sie ra n su p a re ce r,
y d iscu tiera n en co n sejo c ó m o p ro c e d e r y c ó m o m a n io b ra r
p a ra v e n c e r y s o m e te r a los en em ig o s.
He aquí que el gran Belisario, la gloria de los romanos,
185 to m ó la p a la b ra y se dirigió a su s se ñ o re s:
«¡Señores, atended hoy todos y mirad bien!
O s ru e g o y os p id o , cu al si fuera v u e stro h e rm a n o de san g re,
q u e lu ch éis b rav am en te , c o m o h o m b re s d e h o n o r,
c o n v a lo r y m aestría, ce lo sa y d e n o d a d a m e n te ;
190 p u e s si h a y alg u ien q u e se am ilan e, q u e d é m e d ia v u e lta y h u y a,
y a p u e d e se r el hijo d el e m p e ra d o r, q u e le p o n d ré e n el p alo .
P ero si alguien sale an im o so y c o n la in ten ció n d e o b rar h azañ as,
a ése le cu b riré d e h o n o r, d e g lo ria y d e riq u ezas,
y m i alm a lo e stim ará c o m o a m i p ro p io h e rm a n o .
195 P o r esto es p o r lo q u e h e q u e m a d o las n av es, p o r eso las h e
[d estru id o ,
b ien p a ra q u e n o s o tro s s o m e ta m o s to d a In g laterra,
bien para que sucumbamos todos juntos sin que nadie se libre».
M as h e aq u í q u e u n o de lo s n o b le s se dirigió a B elisario,
tam b ién él u n ca p itá n d istin gu id o, y le re p licó ard id a m e n te :
200 «¡N o o b ra ste c o m o u n b u e n so ld a d o c u a n d o q u e m a ste las
Y el g ra n B elisario, cu a n d o oyó su s p alab ras, [n aves!»
10 h izo a p re sa r al in sta n te y lo p u so e n el p alo n .

11 El episodio puede remontarse a Manasses (cf. Chronographia, 3153-3158).


Allí leemos que, nada más desembarcar en Libia, Belisario había aplicado esta
pena a un soldado que había robado una gallina.
Poem a de Belisario 229

T e m b la ro n a n te B elisario, p e ro lo a m ab an m á s todavía.
Se a d u eñ ó de las fo rtalezas y de las g en tes de aquella isla,
y se e n se ñ o re ó d e to d o cu a n to la ro d e a b a . 205
Sin e m b a rg o era in ca p a z d e to m a r su p rin cip al b alu arte,
p u e s era e n o rm e y tem ible, p o d e ro so e in exp u g n ab le.
G ra n q u e b ra n to h ab ía o ca sio n a d o la p laza d e In g laterra,
p u e s en ella h a b ía n caíd o n o b le s señ o res, v a ro n e s ro m a n o s ,
n o b le s in fa n z o n e s e n b u sc a d e gloria; 210
g ra n d e sv e n tu ra h ab ían su frido p o r a m b o s b an d o s.
¡Y p o r la h e rm o s a v erd ad , o s ju ro q ue n o m ie n to ,
p u e s si h u b ie ra n co n ta d o c o n n av es p a ra h u ir a b o rd o d e ellas,
si se h u b ie ra n fiado a la flota p a ra salir en d esb an d ad a,
h a b ría n re g re sa d o fracasa d o s y c o n u n g ra n b ald ó n ! 215
M as c o m o n o ten ían m o d o d e esca p a r, se a p re s ta ro n p a ra la
In sisten , re d o b la n su em b a te y re a n u d a n la g u e rra [m u erte.
p re se n ta n d o b atalla cu a l fieras salvajes,
y p o r am b as faccion es p erecía u n a m ultitu d d e sold ad os.
C o n stru y e n e scalas de m a d e ra p a ra a saltar el castillo, 220
y v a n m o rd ien d o c o n su s esp ad as, b añ án d o se en sangre;
los g u e rre ro s d e sco lg a b a n su s c u e rp o s al asalto de la fortaleza.
E l p rim e ro en p isar el castillo de In g laterra
ten ía p o r n o m b re A lexio, y el se g u n d o Petralifas,
h o m b re s d el p u eb lo , d e m o d e s to s o ríg en es, 225
g e n tes sin v a ra s d e m a n d o , d e sa m p a ra d o s y d e co n d ic ió n
[h u m ild e 12,

12 Nótese cómo el poeta subraya el origen humilde de estos dos guerreros, lo


que redunda en el carácter antiaristocrático del poema sobre todo si nos fija­
mos en el verso siguiente. Paradójicamente, la de los Petralifas es una familia
aristocrática que se remonta a uri cierto Pedro de Alifa (cerca de Caserta, Ita­
lia); a estos efectos, valga el hecho de que el gentilicio dymoteichítai («de Didi-
mótico», el lugar donde efectivamente vivieron) en el griego de esta época so­
naba exactamente igual que el vocablo demotychXtai («hombres del pueblo»).
Por otra parte, este episodio se basa en un hecho histórico: en el año 1149, en
el sitio de Corcira (Corfú), cuatro hermanos Petralifas intentaron conquistar la
230 Poesía heroica bizantina

pues no se trataba de Asanes13, ni de Paleólogos.


Hermanos de madre los dos, esforzados guerreros,
a fuer de las heridas que recibieron,
230 a c a b a ro n to m a n d o y c o n q u ista n d o la ciu d ad ela, p a ra co n te n to
[suyo
y para gran alegría del resto, ya fueran grandes o pequeños.
Entonces, el juicioso y gran Belisario ordenó
que llevaran ante él a los hermanos Alexio y Petralifas,
aquellos que habían sido los primeros en asaltar el castillo,
235 aq u ello s q u e h a b ía n co lg a d o su p a b e lló n e n la to rre,
aquellos que habían colmado a todos de honor y de gloria.
A instancias de Belisario, les montaron sobre dos grandes
con sillas tachonadas de oro y preciosos ropajes, [corceles
y les pasearon por el castillo entre los vítores de la gente,
240 re cib ie n d o m u c h a riq u eza, a b u n d a n te y sin tasa.
Finalmente los condujeron a presencia de Belisario.
El general, tomando unos áureos e inestimables ropajes,
con el cuello y los ribetes engastados de perlas y zafiros,
fue a ponérselos en persona, el gran Belisario.
245 Asimismo les hizo entrega de riquezas en cantidad infinita,
les brindó honores y dignidades y les concedió el título de
[señores.
Y he aquí que Belisario proclamó por todas las fortalezas
que construyeran cien naves y el número de galeras que antes
[tenían,
y que las tuvieran acabadas y puestas a flote en tan sólo dos
[meses.
250 ¿A qué ser prolijo? Cuando la escuadra fue terminada
sacaron los barcos a navegar aprestados de jarcias,

fortaleza enemiga por medio de una escalera de madera que, para su desgracia,
acabaría rompiéndose.
13 Los Asanes, estirpe de regia ascendencia búlgara. Algunas de sus princesas
se casaron con emperadores de Bizancio, y muchos de sus miembros fueron
gobernadores de diversas regiones del Imperio.
Poema de Belisario 231

cargados de un grandioso e infinito botín y un sinnúmero de


[prisioneros.
Habían capturado y prendido a caudillos señalados.
De este modo, subieron a su ilustre rey a los bajeles,
y a sus poderosos señores y a sus nobles ministros 255
los subieron a las embarcaciones atados por el cuello.
Asimismo, Belisario dispuso que algunos de sus capitanes,
hombres juiciosos y probados, se quedasen en Inglaterra
para dotar de un buen gobierno al lugar
e impartieran justicia sin que nadie sufriera ningún menoscabo. 260
Luego, poniéndose en marcha, emprendió el camino de regreso.
Las naves zarparon con gran aparato,
iban cargadas de inmensas riquezas y de multitud de cautivos.
Navegaron hasta arribar a la isla de Mitilene,
donde, tras fondear, descansaron y se recrearon grandemente. 265
Volvieron a zarpar y continuaron .su viaje.
A eso de la medianoche llegaron a la Ciudad14.
El veinte de septiembre recalaron en Contoscali15
y como atracaron sin estrépito, algunos no se enteraron
h a s ta q u e h u b o salido el so l y h u b o av an zad o el día. 270
Al amanecer cogieron sus instrumentos de sones guerreros:
trompetas, violas, pífanos, tambores, timbales
y muchos otros hermosísimos instrumentos que poseían.
¡No había allí ningún alma que no se mostrara feliz y exultante
ante el admirable festejo que entonces se organizó! 275
Tan grande era el júbilo y tanta la algarabía,
que los montes, los cerros y los peñascos se conmovían y
[retumbaban.
Se dirigieron, pues, a la ciudad de Constantino con gran
[majestad,

14 «La Ciudad» es Constantinopla. Notemos también que a partir de este sin­


tagma, eis ten Pólin («a la Ciudad»), surgirá su posterior nombre de Estambul.
15 Puerto de Constantinopla situado en la zona sur de la ciudad, sobre el
Mármara, y próximo al Palacio Imperial.
232 Poesía heroica bizan tin a

iban blandiendo sus admirables cetros de resplandeciente oro,


280 así como unos estandartes recamados y engalanados con áureas
Todas las naves avanzaban dispuestas en M era, [sonajas,
y en la distancia aclamaban como con justicia se merecían
al emperador, a la emperatriz y al gran Belisario.
Entonces el insigne soberano ordenó que extendieran
[damascos,
285 sedas, tapices y paños para que descendiera Belisario
y su corcel paseara por ellos de camino a palacio.
Así pues, desembarcaron a caballo tres mil capitanes,
y en medio de ellos marchaba gloriosamente Belisario,
con gran majestad y espléndido adorno.
290 Descabalgado que hubo, entró en el palacio,
besó por tres veces el suelo y, luego, a su emperador,
así como las botas de éste en señal de homenaje.
Gozose el monarca y lo recibió con gran agasajo.
Después levantaron un arco admirable para que el rey pasara
295 en compañía, os digo, de los nobles de Inglaterra
que había capturado el gran Belisario.
He aquí que aquel rey tan temible fue conducido ante el
[emperador
en compañía, os digo, de los nobles de Inglaterra.
Piedras preciosas, oro y argento,
300 m u c h a s e in calcu lab le s riq u e z a s y n o p o c o d in ero
llevaron ante el emperador, y él, al verlas, quedóse admirado,
y al contemplar tan enorme fortuna se alegró grandemente.
Y el emperador, debido al admirable gozo que le embargaba
—no pensaba ni en la pitanza ni en el reposo—,
305 se pasaba todo el tiempo al lado de Belisario,
el día entero y su noche, sin separarse de él ni un solo instante.
De este modo, cuando los nobles repararon en la gran
y el inmenso cariño que el soberano, [confianza
el gran emperador, le profesaba a Belisario,
310 re d o b la ro n su cizañ a, re d o b la ro n su in q u in a,
P oem a de B elisario 233

redoblaron su malicia, redoblaron su envidia.


He aquí, pues, que los nobles fueron a hablar con su emperador;
Asanes y Láscaris, también Cantacuceno,
Ducas, Astras, Canano y Diplovatatzes,
Paleólogo, Príncipe, Frantzes y Leontario, 315
Ralles y Primicerio, así como Contostefanes16,
todos tomaron la palabra para acusar a Belisario:
«Has de saber, supremo señor y fuerza de los romanos,
que antes de que pasen tres días habrás perdido tu imperio
y Belisario será emperador en la ciudad de Constantino. 320
El pueblo entero ama y desea a Belisario,
lo venera y se inclina más ante él que ante tu soberanía,
y si tú, oh emperador, no procuras su ruina, si no le das muerte,
en breve podrás contemplar la tuya propia,
pues día tras día se afanan y maquinan en tomo a ella». 325
El emperador, al oír esto, se turbo y se puso fuera de sí,
y todo el cariño que antes le profesaba a Belisario,
lo trocó en odio y rabia contra su persona.
La lealtad y la obediencia de Belisario
e n m o d o a lg u n o la s c o n s id e r ó el g r a n e m p e r a d o r : 330
e n lu g a r d e h o n r a s , u n a r e c o m p e n s a fu n e sta , e n e m is ta d in fin ita.
¿Qué le ocurrió entonces al gran Belisario,
a aquel gran Belisario, la gloria de los romanos,
a aquel temible, admirable, sabio y excelso varón?
¿Qué os podría contar? En lo tocante a prudencia no había otro 335
[como él:
afortunado, ecuánime y leal, la gloria de los romanos.

16 A este nuevo «catálogo» de los nobles, han venido a incorporarse respecto al


anterior (PB, 52-53) los nombres de Astras, Príncipe (Queilas), Diplovatatzes,
Frantzes, Leontario y Primicerio, todos procedentes de las principales familias
del Imperio, sobre todo la de los «Dobles Vatatzes», es decir, aquellos que proce­
dían de los antiquísimos Vatatzes (c. 1000) por las dos ramas de su familia: algu­
nos de sus miembros llegaron a reinar en el exilio de Nicea bajo el apellido Lás­
caris (Juan ni, Teodoro II y Juan IV, este último derrocado por los Paleólogos).
2 34 Poesía heroica bizantina

Él jamás había intrigado contra su emperador,


ni su mente jamás le había movido a deslealtad o a traición;
antes bien, como el soldado feliz y afortunado triunfador que era,
340 había sojuzgado ciudades y fortalezas en nombre de
[Constantinopla
para mayor honra de su rey y de la estirpe de los romanos.
Como recompensa, en lugar de rendirle honores, ordenó que
[lo prendieran.
Así pues, le ataron las manos a las espaldas en señal de desprecio
y le condujeron en presencia del emperador.
345 Entonces, a una orden suya, lo cegaron al instante;
amarga, profunda y tormentosamente, lo cegaron delante de él.
Los romanos lo sintieron como una desgracia enorme y funesta,
y todos, grandes y pequeños, le lloraron abundantemente:
y en Constantinopla se elevó un inmenso lamento.
350 Lo había cegado de improviso, para que nadie lo supiera,
no fuera que al enterarse el común, se produjese una revuelta.
Sin embargo, una acción tan inicua no podía quedar oculta,
pues con la misma intensidad que amaban la luz del día,
tanto así querían todos al gran Belisario.
355 De este modo, cuando los ciudadanos se enteraron, cuando
[lo supieron,
promovieron el tumulto, la revuelta y la vorágine,
y, espada en mano, salieron todos en busca de Belisario.
Salieron, pues, y ciego se lo encontraron en la Puerta de O ro17.
El pueblo entero, grandes y pequeños, lloraba y se lamentaba;
360 lloraba también él con el pueblo, golpeándose el pecho.
Larguísimos días pasó atormentándose a solas:
¿dónde está ahora el honor, la riqueza, la gloria, la pujanza

17 Puerta monumental situada en el lugar más al sur de la muralla occidental


de la ciudad. Constituía el principal punto de referencia en las celebraciones de
los triunfos imperiales y en otras ocasiones de estado, lo que confiere a la es­
cena un aire de trágica ironía.
Poem a de B elisario 2 35

y el admirable esplendor que adornaron a Belisario?


Todo eso acabó, cesó, desapareció en un suspiro.
Se lamentaba y gemía, pasaba sus días solo y en recogimiento, 365
se hospedaba en ese ilustre, imperial y gran monasterio
que llaman del Pantocrátor18, vecino al de los Santos
Allí, el admirable y gran Belisario [Apóstoles19.
suspiraba, se golpeaba y se arrancaba los cabellos,
lloraba y bramaba lanzando quejidos, pues no lo podía soportar. 370
De haberlo sabido antes, de habérselo figurado,
habría usurpado el Imperio de los romanos.
Sin embargo, jamás habría querido obrar de esta forma,
ni habría podido abrigar en su mente tal ambición.
Así pues, en virtud de su desazón y de su angustia, 375
le brotaron del corazón estas punzantes y enardecidas palabras:
«Si hubiera traído ruina y quebranto al Imperio,
si me hubiera mostrado intrigante, si hubiera sido un traidor,
justo sería mi tormento, y nadie se apenaría por ello.
Pero si el emperador ha actuado contra mí movido por la envidia 380
y sin tomar en consideración mi honradez y mi lealtad,
entonces, al Juez temible, el Soberano supremo,
a Él confío estos hechos para que sea Él quien los juzgue».
Mas he aquí que, transcurrido un año desde aquel día,
sobrevinieron unas noticias funestas y adversas: 385
los persas, los sarracenos desolaban la Romania.
Un ingente y nutrido ejército de infantes y caballeros

18 Construcción monástica levantada por Juan Comneno sobre una colina en


el área norte de la ciudad. Una de las iglesias sirvió de mausoleo tanto para la
familia Comnena, primero, como para algunos miembros de los Paleólogos,
después. El complejo incluía un hospital con cincuenta camas y un albergue
para ancianos.
19 Situada al oeste del monasterio del Pantocrátor, la iglesia de los Santos Após­
toles fue construida por Constantino I para su propio enterramiento. Desde
ese momento hasta el año 1028, la iglesia acogería los restos de muchos otros
emperadores. En ella fueron depositadas las reliquias de los apóstoles Timoteo
(3 5 6 ) y Lucas y Andrés (357).
236 Poesía heroica bizantina

h ab ía co n q u ista d o fortalezas y villas d e stru y é n d o la s p o r


[co m p leto ,
an iq uilan d o y trayend o el exterm in io a la estirpe d e los ro m a n o s.
390 Al ca b o , el e m p e ra d o r o rd e n ó q u e se a rm a ra u n ejército
y se re u n ie ra p a ra salir en e x p e d ició n c o n tra P ersia;
así lo s ro m a n o s p re se n ta ría n b atalla a lo s sa rra ce n o s.
C o n v o ca ro n , p u es, a u n a in co n ta b le m u ltitu d d e jin e te s
y a in fan tes sin tasa, h a sta tre scie n to s m il,
395 venidos de Poniente y de Occidente, soldados de a pie y
[cab allero s.
Una vez que estuvieron reunidos y prestos para la partida,
emplearon un mes en trazar el plan de campaña.
M as el p u e b lo , in satisfech o c o n las re s o lu cio n e s q u e
re cla m ó e in v o có la p re se n cia d el g ra n B elisario [p ro p o n ía n ,
400 c o n el fin d e q u e fu era él q uien tra z a ra el p lan d e ca m p a ñ a .
E n to n c e s B elisario d irigióse a los n o b les:
«¡Señores, gobernadores, y vosotros, compañeros de armas;
dejadme a mí, miserable y malogrado como estoy:
el tiempo me encumbró, me cubrió de honores,
405 h a sta q u e vin o a h u m illa rm e la envidia d e los ro m a n o s !»
—N o en v a n o h ab ía g o z a d o d e je ra rq u ía d e m a je sta d y de
[h o n o re s
e n lo s tiem p o s en q u e el e m p e ra d o r le h o n ra b a se n ta d o en su
[solio—.
Mas he aquí que uno de sus ministros, un anciano de noble
[cu n a,
u n v a ró n allegad o al im p erio , n o ta b le y ju icio so e n g ra d o su m o ,
410 a m o n e stó a su e m p e ra d o r s e rm o n e á n d o le airad am en te,
y c o n ínfulas d e ju e z le lan zó e ste re p ro c h e :
«¡Soberano, magno emperador, cetro de los romanos!
Tu mando es ecuánime; no obres, pues, injusticias.
El pueblo entero siente un desmedido amor por tu imperio.
415 Pero tus nobles, movidos por la envidia, han cometido una
[trop elía,
P oem a de B elisario 237

y p o r e llo h a s c a u s a d o la r u in a d e u n fiel, e x c e ls o y v a lie n te


[c a u d illo .
Mas ahora me atrevo a pedirte una cosa apelando a tu soberanía:
comoquiera que Belisario cuenta con un audaz vástago,
favorécele y hónrale a él en lugar de a su padre;
de esta manera su progenitor encontrará en ello algo de consuelo 420
y hallará un cierto alivio a la desgracia que le ha sido dado
[contemplar,
(de paso tus señores volverán a ganar confianza y arrojo)
pues, no en vano, él te sirvió lealmente y te procuró riquezas y
[honras».
Al punto ordenó el emperador que condujeran al hijo,
al vástago de Belisario, al palacio imperial. 425
Temblóle el corazón ante la idea de que fueran a hacer con él
lo que hicieron con su padre, y, por ello, se le demudó el
El hijo de Belisario se llamaba Alexio 20, [semblante,
y Alexio fue conducido al interior del palacio.
El emperador le hizo sentarse en el sitial de su padre, 430
y tras rendirle honor y homenaje, le entregó grandes riquezas
y le dio el título de césar a la cabeza de su ejército21,
así como el de gran general y señor honorable.
Todo el conjunto del pueblo le quería y le amaba,
le d a b a la s g r a c i a s c o m o el g r a n s o ld a d o q u e e ra , 435
y a la vez le apreciaba en virtud de su soberano,
pero, sobre todo, en virtud de su padre, el gran Belisario.
De este modo, el padre adoctrinó y habló a su hijo
y le dio consejos e instrucciones para el plan de campaña.

20 Vaya por delante que el Belisario histórico no tuvo ningún hijo varón. ¿Se
trata, pues, de la proyección de Alexio Estrategópulo (literalmente, «Hijo del
General»), nombrado césar por el .emperador Miguel VIH en la segunda mitad
del s. XIII, o un mero desdoblamiento de la persona de Belisario? Cf. E. Follieri,
«11 poema bizantino di Belisario...», pág. 608.
21 La dignidad de «césar» por aquel entonces ya sólo designaba uno de los
grados superiores de la jerarquía bizantina.
2 38 Poesía heroica bizantina

440 ¡Bravos consejos le dio, como mostró el desenlace!


Entonces Alexio, el gran césar,
enlazó fuertemente sus manos, con dignidad, como procedía,
y se arrodilló reverencialmente22 junto con su esposa,
para, a continuación, despedirse de su padre y de su madre.
445 He aquí que emprendieron la marcha; las huestes avanzaban
con alboroto, tumulto y gran aparato.
Y del mismo modo que el sol cuando brilla en lo alto del cielo,
así relucía el ejército al desplegarse sobre la tierra.
Durante cuarenta días estuvieron cabalgando con gran
[denuedo
450 y picando espuelas a sus palafrenes hasta reventarlos,
pero por fin llegaron a Persia, la patria de los sarracenos
—eran tres las jomadas de distancia que mediaba
entre los persas sarracenos23 y la estirpe de los romanos—
Se toparon entonces con una avanzada de cuarenta mil
[guerreros;
455 se tratab a d e la av an z a d a d e lo s p e rsa s c o n tra u n a g u a rn ició n
[de romanos,
la cual provocó entre ellos tan gran degüello que ninguno
[quedó a salvo.
Cuando el rey de Persia lo oyó, cuando cobró conocimiento
de que había perdido por completo a la flor y nata de su ejército,
cayó presa de una pena infinita y se amedrentó ante tales
[mesnadas.
460 Así pues, despachó numerosas embajadas al gran césar
por medio de un juicioso dignatario, a cargo de inmensas
[riquezas.
He aquí que envió trescientas muías cargadas de ricas preseas,
paños preciosos, oro, sedas y damascos,
además de treinta libras de oro cuyo pago habría de renovar
465 si deponían su furia y se retiraban. [cada año

22 Cf. versos 149-150 y nota ad loe.


23 El poeta asocia a los persas con los sarracenos.
Poema de B elisario 239

Eso hicieron, después de haber contenido y sojuzgado a los


Retiróse, pues, el ejército de los romanos, [persas,
llevándose un gran botín, grandes riquezas y muchos cautivos.
Soy prolijo en el relato y con frecuencia me voy por las ramas,
así que volvamos, pues, al asunto del principio, 470
pues muchos son los desmanes que cometieron los romanos
—los cometieron, los cometen y volverán a llevarlos a cabo.
Pero Dios es juez ecuánime que castiga y destruye,
reprende a los injustos y ensalza a los justos,
pues, no en vano, en Dios está la justicia, no creas que en 475
[ningún otro—.
He aquí que todos se enteraron, se pudo oír por doquier,
que al temible y gran Belisario,
a aquel victorioso soldado, a ese varón esforzado, la gloria de los
[r o m a n o s ,
su emperador lo había hecho cegar para inmenso solaz de sus
todos los cuales lo celebraron sin reserva. [enemigos, 480
De este modo, vinieron a rendir pleitesía al magnífico emperador
y a conocer a Belisario, a aquel varón admirable,
a contemplar la condición a la que lo había rebajado su gran
Así pues, un día de aquellos, a media mañana, [soberano,
llegaron, como iba diciendo, grandes príncipes y embajadores 485
cargados de riquezas, con la intención de ver al emperador
y para ver de qué forma había sido cegado Belisario,
pues aunque habían tenido noticias del hecho, no se lo creían, no
[d a b a n c ré d ito .
Por su parte, el admirable monarca los recibió con agasajo,
n o b l e y h o n o r a b le m e n t e , c o m o m a n d a b a la o c a s ió n . 490
Entonces, el magnífico emperador ordenó que sus nobles,
tanto los pequeños como los grandes, se reunieran en el palacio
y permanecieran allí deferentemente con sus trajes de gala
pues los príncipes extranjeros iban a ir a contemplar su persona.
¡Cómo contaros, cómo describiros, cómo narraros 495
el admirable esplendor que se adueñó del palacio!
240 Poesía heroica bizantina

Por todas partes habían dispuesto áureos adornos,


cortinas recamadas en oro, perlas y ricas preseas
y para el emperador habían tejido un pabellón dorado,
500 u n d o sel en jo y ad o d e dijes y alhajas.
Los nobles, vestidos con sus trajes de gala, estaban en círculo,
y en el centro, en su trono y bajo el palio, se sentaba el monarca.
Se encontraba su solio completamente imbricado de taraceas,
fornido de piedras preciosas y de zafiros,
505 y e n el ce n tro , en su tro n o y bajo el palio, se sen tab a el m o n a rca ,
c o m o el esp lén d id o e m p e ra d o r q u e era, ru tila n te e n tre jo y as.
A la derecha del soberano y también a su izquierda
se encontraban dos jóvenes de veinte años de edad:
¿q u é m e n te p o d ría d escrib ir lo s ro p a je s
510 d e lo s d o s m o z o s q u e flan q u eab an el tro n o
a d e re ch a y a izq u ierd a d el e m p e ra d o r?
Cuando los nobles embajadores fueron llamados,
acudieron a postrarse ante el magnífico emperador.
Treinta de ellos portaban en lo alto de sus cabezas
515 unas fuentes de oro repletas de ducados;
otros treinta cargaban sobre sus hombros
unos tejidos de hermosa y resplandeciente seda bordados en oro;
y había aún otros doce que llevaban otras tantas vasijas
colmadas de rutilantes piedras preciosas y perlas
520 para entregárselas al emperador como inestimable presente.
El emperador, recibiéndoles con gran agasajo,
solicitó a los embajadores que se sentaran en unos valiosos
[asientos.
Mas he aquí que los nobles señores comenzaron a preguntarse
«¿Quién de éstos es Belisario, ese señalado varón [entre sí:
525 que ha sometido ciudades y fortalezas, la gloria de los romanos?
Sabemos de oídas que es muy leal al Imperio».
En ese momento, Belisario se acercó hasta el centro de la sala;
en una mano llevaba la escudilla de las limosnas,
y en la otra mano portaba un bastón.
Poem a de Belisario 241

Se paseaba entre aquellos nobles señores,


ante el emperador y ante los embajadores,
pronunciando entre lágrimas palabras que inflamaban el
«Poned a Belisario un óbolo en su escudilla, [corazón:
que la envidia de los romanos me redujo a tal condición.
Poned a Belisario un óbolo [en su escudilla]24,
a quien el tiempo encumbró y la envidia ha cegado».
Los nobles señores miraban, contemplaban y observaban
al gran Belisario, presos de una increíble extrañeza;
se estremecían los príncipes, temblaban, no alcanzaban a
[comprender
cómo de una forma tan inicua le habían destruido y cegado.
Belisario lo había hecho de cara al emperador,
para que probara ante aquella insigne embajada
censura y baldón, deshonra y reproche.
Así pues, comenzó a pasearse de-nuevo escudilla en mano,
y, entre lamentos y suspiros, les iba diciendo a los nobles
«Poned a Belisario un óbolo [en su escudilla]25, [señores:
a quien el tiempo encumbró y la envidia ha cegado».
Los capitostes, al oír sus palabras, lloraron y se entristecieron,
censuraron e hicieron reproches al magnífico emperador.
Marcháronse, pues, los insignes embajadores,
después de que el emperador les despidiera obsequiosamente.
Pero en cuanto partieron, aquellos señores difundieron por el
la forma en que a Belisario, al gran vencedor, [mundo
a aquel varón de tanto juicio y tan leal al Imperio,
al general de los romanos, su gran campeón,
el emperador y su corte le habían destruido por mor de la
El mundo entero se alegró y grandemente se gozaron [envidia,
todos cuantos estaban en guerra con Constantinopla.

24 El verso aparece truncado en su segundo hemistiquio. Para la restitución del


mismo que aquí ofrecemos, hemos acudido a E. Follieri, «II poema bizantino di
Belisario...», pág. 648.
25 Cf. nota anterior.
242 Poesía heroica bizantina

Pero nosotros contamos con los libros de los sabios y de los


560 de los antiguos filósofos y de los grandes maestros, [oradores,
narraciones puestas por escrito con las más exactas palabras26,
que nos han transmitido estas cosas para adoctrinamos
y para que todos conozcan la envidia de los romanos;
cómo acabaron perdiendo del todo tanto sus castillos y villas,
565 c o m o su riq u e z a y su lib ertad p o r m o r d e su d e sm e su ra d a
[envidia.
¿Ves, hijo mío, el duelo que la envidia trae al mundo?
Emprendieron la caída y no encuentran la forma de detenerse,
y precipitan tras ellos a la estirpe de los romanos.
Yo os hablo como el inculto que soy, lego en cosas de letras,
570 pero quiero comunicaros la compunción de esta sospecha
—¡quiera Dios, Soberano del Cielo, que yo me equivoque!—:
la ralea de los agarenos27 acabará devorando el mundo,
a romanos y a serbios y válacos, a húngaros y también a
[latinos28.
De incuria adolecen los romanos, de envidia mucha y grande,
575 e n cam b io , sierva d e u n so lo a m o y m u y e sfo rz a d a es la estirp e
[de los agarenos,
rinden culto a un solo Dios, y tiemblan ante un solo dueño,
y profesan hacia su caudillo una inclinación y una lealtad
[admirable29.
Nunca tal lealtad entre los romanos, nunca un solo señor,
pues nunca podrán ver a los hombres honestos recuperando
[su honra.

26 Posible alusión a las crónicas que, como el Epítome del 948, podían estar en
la base de nuestra composición (cf. Introducción, págs. 39-42).
27 De Agar, nombre de la esclava egipcia que le dio un hijo a Abraham; cf. DA I
2 8 y nota ad b e.
28 Tradicionales enemigos del Imperio. Bajo el nombre de latinos, los bizanti­
nos designaban a todas las tropas occidentales (cruzados, francos, italianos...).
29 Se refiere a los turcos, que están bajo el mando del Sultán y adoran a Alá.
Téngase en cuenta que para la fecha de redacción de esta versión del poema (c.
1450), los turcos ya se encuentran a las puertas de Constantinopla.
IN DICE GENERAL

Introducción...................................................................................... 7
El espacio de la épica griega medieval................................. 7
Argumento de Armuris .......................................................... 9
Argumento de Digenís (versión de Grottaferrata)............. 10
Argumento de Belisario.......................................................... 13
La materia akrítica.................... .............................................. 15
Armuris y Digenís en el ámbito de la frontera.................... 27
El viaje a la leyenda de Belisario............................................ 36
Sobre la presente traducción................................................. 48
Cronología....................................................................................... 53
Bibliografía seleccionada ................................................................ 55
Canción de Armuris......................................................................... 59
Digenís Akritas (versión de Grottaferrata)................................. 69
Canto I o Basilio Digenís Akritas.......................................... 71
Canto II o Del nacimiento del Akrita................................... 86
Canto III o El regreso de Siria junto a su madre................ 97
Canto I V .................................................................................... 110
Canto V ..................................................................................... 153
Canto VI .................................................................................... 164
Canto VII.................................................................................... 195
Canto VIII o De la muerte de Digenís ................................. 205
Poema de Belisario o Narración hermosísima en tomo a aquel
admirable varón llamado Belisario ...................................... 219

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