Está en la página 1de 20

302 páginas. Tamaño 17 x 24.

Lomo 16 978-84-313-xxxx-x

64
C. M. Bowra

DE VIRGILIO A MILTON
DE VIRGILIO A MILTON
Edición y traducción
Martín Zulaica López

Prólogo
Luis Alberto de Cuenca

Martín Zulaica López (ed.)

ANEJOS DE RILCE www.eunsa.es


DE VIRGILIO A MILTON
C. M. BOWRA

DE VIRGILIO A MILTON
Edición y traducción
Martín Zulaica López

Prólogo
Luis Alberto de Cuenca

Anejos de RILCE, N.º 64

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.


PAMPLONA
Consejo Editorial de la Colección Anejos de RILCE
Director: Prof. Dr. Luis Galván Moreno
Vocales: Prof. Dr. Víctor García Ruiz
Prof. Dr. Ramón González Ruiz

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación
pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del Co-
pyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelec-
tual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).

Primera edición: 2020

© 2020. C. M. Bowra.
Edición y traducción de Martín Zulaica López.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca
Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)

ISBN: 978-84-313-3419-2
D.L. NA 480-2020.

Ilustración cubierta: P. Virgilii Maronis Priores sex libri Aeneidos argumentis, explicationibus notis
illustrati, auctore Ioanne Ludouico de la Cerda Toletano Societatis Iesu, in curia
Philippi regis Hispaniae primario eloquentiae professore, Lugdunii, Sumptibus
Horatii Cardon, M. DC. XII.
Printed in Spain - Impreso en España

Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)


Campus Universitario • Universidad de Navarra • 31009 Pamplona • España
+34 948 25 68 50 • www.eunsa.es • eunsa@eunsa.es
Para
Sylvester Gates
CONTENIDOS

PRÓLOGO. LUIS ALBERTO DE CUENCA……....................................................................... 11

PERENNE BOWRA .................................................................................................... 13

PREFACIO ................................................................................................................... 17

I. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPICA LITERARIA ..................... 19

II. VIRGILIO Y EL IDEAL DE ROMA .................................................................. 53

III. CAMOENS Y LA ÉPICA DE PORTUGAL ........................................................... 111

IV. TASSO Y LA NOVELA DE CABALLERÍAS CRISTIANA ................................. 167

V. MILTON Y EL DESTINO DEL HOMBRE ............................................................ 225

ÍNDICE DE NOMBRES PROPIOS ........................................................................................ 293


PRÓLOGO

No soy lector asiduo de ensayos sobre literatura. Me gusta más centrarme


en la lectura de nuestros grandes clásicos que sumergirme en las reflexiones que
esos clásicos han suscitado en el mundo académico. Pero en el caso de Sir Cecil
Maurice Bowra, el papel de clásico lo desempeña tanto él como la literatura por
él estudiada, de forma que leerlo, con la pasión y la complicidad con que lo he
leído en los últimos cincuenta años, no vulnera en absoluto la regla de oro de
mis gustos como lector. Bowra fue un enamorado de la literatura en general, sin
poner puertas a ese campo florido donde nos encontramos con él sus incondi-
cionales de siempre. En su vasta producción ensayística se dan la mano los anti-
guos maestros griegos y los simbolistas contemporáneos, la canción primitiva y
la imaginación romántica, Píndaro y Homero. La razón por la que mi nombre va
asociado a esta primera (que yo sepa) y magnífica traducción castellana, a car-
go de Martín Zulaica López, de su colección de ensayos From Virgil to Milton
(1945), radica en mi devoción dionisíaca por la obra exegética de Bowra, pero
también por una cita de su maravilloso libro Heroic Poetry (1952) que está in-
cluida en un poema mío “Un amor imposible”, perteneciente a mi poemario El
hacha y la rosa (Sevilla, Renacimiento, 1993). La frase en cuestión, “the pursuit
of honour through risk”, puede hallarse –creo– en las primeras páginas del libro
bowriano, y me venía pintiparada para completar la argumentación que exponía
yo en mi poema, de modo que no tuve dudas a la hora de sustraer aquella fra-
se del maestro, que definía a las mil maravillas lo que yo quería entonces que
fuese mi vida (luego se ha convertido, por desgracia, en algo más aburguesado
y menos enfático), y constituía una especie de motto de mi escudo espiritual.
12 DE VIRGILIO A MILTON

Por ese detalle, del todo anecdótico y circunstancial, Martín Zulaica me


pidió unas líneas para encabezar su brillante versión del libro que dedica Sir
Maurice a la Kunstepik, llamada por él “épica literaria”. Yo soy bastante más
arcaico que los autores estudiados –Virgilio, Camoens, Tasso y Milton–, y pre-
fiero el Volksepos al Kunstepos, en la idea de que no hay nada comparable en
autenticidad a los poemas homéricos, el Beowulf, el Cantar de los Nibelungos,
el Poema del Cid o la Chanson de Roland. Pero lo cierto es que esa épica de
laboratorio tiene también su encanto y hasta su pizca de primevalidad, que es lo
que le pido yo fundamentalmente a la vida, como quedó aclarado en el poema
al que antes me referí. Además, todo lo que Bowra toca lo convierte, como por
magia, en algo deliciosamente intemporal, y la “épica artística” es tan profunda
y verdadera dentro de su excepcional mente crítica como los primeros cantares
de gesta de la especie, esos que figuran pictografiados en las paredes rocosas de
Chauvet, Altamira o Lascaux.
Bien venidos seáis, queridos amantes de la Literatura con mayúscula, a esta
función de estreno en español de la obra De Virgilio a Milton, de Sir Cecil
Maurice Bowra, espejo de helenistas y cualificado seguidor del gran Montaigne
por los senderos del ensayo, entendido en la más alta de sus plasmaciones con-
ceptuales. Gracias mil, querido Martín, por invitarme a una fiesta a la que no
era fácil que me invitase nadie, de no mediar la cita bowriana de aquel poema
mío de hace un cuarto de siglo. Y larga vida a la sensibilidad, la erudición y la
inteligencia que mezcló Maurice Bowra con tanta habilidad para crear el cóctel
de su vida, una vida por cierto de un interés biográfico nada desdeñable. Pero
esa vía la desarrollaré en otra ocasión.
LUIS ALBERTO DE CUENCA
Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo
(CCHS, CSIC)

24 de agosto de 2019,
ciento veinte años después del nacimiento de Borges
PERENNE BOWRA*

La traducción de este ensayo fue preparada tras el umbral de la Institutio


Tayloriana, en la ciudad de Oxford, donde los siglos son todos uno y la palabra
escrita tiene resonancia eterna. En uno de los pupitres caprichosamente encara-
mados al deambulatorio superior de la sala principal de trabajo y solo accesibles
por estrechos caracoles de madera trabajé codo a codo con Sir Maurice, quien
lo redactaba a mi lado. Conectados inexplicablemente a través de las décadas,
estando yo en un nuevo milenio, podía verlo tomando notas con su pluma a me-
dida que deshojaba los gruesos volúmenes de Virgilio y Camoens, de Tasso y
de Milton, en las tardes de bruma que allí acompañan la jornada de trabajo; los
mismos volúmenes (literalmente) que luego yo, como si fuese él simplemente
quien me los hubiera acercado a la mesa, también busqué entre sus estantes y
leí. Pues en aquella biblioteca no solo acontecen los días en décadas distintas,
como relatara Marías, sino que todas se hacen una.
Bowra redactó este ensayo en un periodo en que la cruda experiencia que
había vivido de joven combatiendo en la Gran Guerra, rebrotó inmisericorde,
como la cabeza de la hidra, segando la vida de muchos estudiantes y compa-
ñeros. Por aquellos mismos años, un joven y exiliado Cernuda descendía de

(*)
La presente edición y traducción se inscribe en las actividades del Proyecto I+D del Programa Estatal
de Generación de Conocimiento y Fortalecimiento Científico y Tecnológico del Ministerio de Ciencia,
Innovación y Universidades (cofinanciado por la Unión Europea a través del FEDER) PGC2018-095757-
B-100: Magia, Épica e Historiografía Hispánicas: Relaciones Literarias y Nomológicas II.
14 DE VIRGILIO A MILTON

Glasgow a Oxford cada verano, para tratar de exorcizar el frío y la soledad


en compañía de Gregorio Prieto. Fueron años en que los cimientos de Europa
se tambalearon, moviendo a Bowra a volver su atención a los antiguos y
desgastados pilares de nuestra cultura, y el efecto fue el que producen siempre
las grandes obras del espíritu en las manos de los ingenios singulares, una
declamación perenne de vieja y consoladora erudición. Así, aun con el paso de
las décadas, tanto en este trabajo como en su gemelo sobre la épica oral popular
(Heroic Poetry) y en otros de los muchos que escribió, la voz de Bowra se
yergue poderosa e inmutable, como la institución que les dio aliento, y atraviesa
los años hasta encontrarnos siempre oportuna.
Al igual que hiciera Bowra sirviéndose de las versiones de Fairfax y Fans-
hawe, he aportado traducciones de los pasajes citados de los poemas empleando
algunas realizadas cuando la épica literaria era todavía un arte vivo, esto es des-
de el siglo XVI hasta las primeras décadas del XIX, y llevadas a cabo en mu-
chos casos por poetas épicos. Para los pasajes de Virgilio he empleada los textos
de Hernández de Velasco (1555), y de Mesa (1615), sirviéndome en cada caso
de la más fiel o radiante, o de aquella que iluminaba mejor el aspecto en que
incide la argumentación de Bowra. Del mismo modo, también he empleado dos
traducciones antiguas de Camoens y de Tasso, sirviéndome, para el primero de
ellos, de las de Caldera (1580) y Gómez de Tapia (1580), y para el segundo de
las de Sedeño (1587) y de la del poeta canario Cairasco de Figueroa (c. 1600),
conservada en un manuscrito apógrafo y publicada por Cioranescu. En el caso
de Milton, por desgracia, no contamos con traducciones de época completas y
fieles al mismo nivel que las anteriores. Los textos que ofrezco, escogiendo
siempre la opción que me parecía mejor, proceden de la espléndida pero in-
completa de Jovellanos (1777), limitada al canto primero, y de las de Escoiquiz
(1812) y Hermida (1814). De entre estas dos, a pesar de ser la más difundida, la
de Escoiquiz es mucho más amplificatoria e infiel al texto original, y la he
elegido en muy pocas ocasiones. Con todo, y solo en el caso de Milton, me he
visto en alguna ocasión obligado a ofrecer yo mismo traducciones a pasajes que
en ninguna de estas traducciones antiguas poseían la fidelidad necesaria para
comprender la argumentación del ensayo. Puesto en esta labor de arqueólogo
literario, he querido hacer un homenaje a los traductores de los otros textos
épicos que se citan en el volumen pero que no son el centro de estudio del en-
sayo. Para la Odisea he empleado la traducción del secretario de reyes Gonzalo
Pérez (publicada completa por vez primera en 1556 y que su editor moderno,
Juan Ramón Muñoz Sánchez, tuvo a bien compartir conmigo), y para la Ilíada
el manuscrito inédito de Lebrija Cano (1628) que se conserva en la Biblioteca
PERENNE BOWRA 15

Colombina, y cuya consulta agradezco a mi buen amigo Victoriano Sainz. En el


caso del Orlando Innamorato me he servido de la de Garrido de Villena (1555),
y en el del Orlando furioso además de la versión canónica de difusión en Espa-
ña de Urrea (1549) he tenido la suerte de poder emplear el magnífico manus-
crito, recientemente descubierto, de Gonzalo de Oliva (1604). Además, me ha
parecido hermoso poder incorporar en alguna ocasión, como joya singular y
como homenaje, las traducciones de Enrique de Villena de la Eneida, la primera
completa a una lengua vulgar (1428, estuvo glosándola y corrigiéndola hasta su
muerte), y de la Divina comedia (1427-1428). Por último, de las citas de Ba-
quílides, Lucrecio, Chaucer, Spenser, Boielau o Dryden, he dado traducciones
propias sin más pretensiones que facilitar la comprensión literal al lector. He de
advertir, además, de que, a diferencia del original, en que las notas reinician su
numeración en cada página, yo he preferido hacerlas continuas en cada capítulo
para facilitar la identificación al pasar las páginas del volumen; y de que en me-
dia docena de lugares he enmendado referencias erradas y añadido alguna nota
en la que he incluido ligeras precisiones. Por último, quiero agradecer a los
editores de la colección Anejos de Rilce su buena acogida del texto y la
cuidadosa revisión y corrección que han efectuado.
Los textos épicos literarios españoles, incluso aquellos de mayor calidad
(como los poemas de Ercilla, Lope, Balbuena, Hojeda y Virués), yacen hoy se-
pultados en el olvido. Esta traducción surgió como respuesta natural al desarro-
llo exponencial que, en el mundo hispánico, están experimentado los estudios
sobre el género épico literario en las últimas décadas. Pretende lustrar el espejo
en que considero que estos han de mirarse y servir de acicate para nuevos inves-
tigadores. No obstante, más importante que esto considero el poder ofrecerte a
ti, curioso lector, esta gran obra de erudición y cultura, en la que seguro has de
encontrar unidos en armonía perfecta lo dulce y lo útil.

MARTÍN ZULAICA LÓPEZ


(Universidad Rey Juan Carlos)

Oxford, día de san Fernando de 2017


PREFACIO

Este libro es un estudio sobre la épica literaria a partir de cuatro de sus


ejemplos mayores, y, especialmente, de ciertas características que parecen per-
tenecer a este tipo de poesía. Aunque la épica ha perdido buena parte de su
antigua popularidad, todavía sigue siendo una de las expresiones más destaca-
bles del arte poético y es una importante fuente de información para aquellos
interesados en los ideales de masculinidad. Me he limitado a mí mismo a estos
cuatro autores porque me parecen mejores que ninguno de sus muchos rivales y
porque cubren buena parte de lo que el género ofrece. Como las citas en lenguas
extranjeras pueden causar problemas a algunos lectores, he dado traducciones.
Afortunadamente tanto Tasso como Camoens encontraron traductores cuando
la épica todavía era un arte vivo. Sir Edward Fairfax publicó su versión de Tas-
so en 1600 y Sir Richard Fanshawe su versión de Camoens en 1655. Ningún
traductor moderno puede esperar rivalizar con su vigor y vitalidad, y si los he
desechado o enmendado algunas veces, es simplemente por interés en la exac-
titud. No hay una traducción comparable de Virgilio, de modo que la he hecho
lo mejor que he podido, aunque ocasionalmente he empleado la traducción de
C. J. Billson y estoy agradecido al señor B. H. Blackwell por su autorización
para hacerlo. También estoy agradecido al profesor W. J. Entwistle por ayudar-
me con mi capítulo sobre Camoens y por hacerlo menos erróneo de lo que lo
hubiera sido de otro modo.

C. M. B OWRA

Oxford, 5 de diciembre de 1944


I
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS
DE LA ÉPICA LITERARIA

En la discutible y frecuentemente fútil tarea de clasificar las formas de la


poesía, no hay una extensa discusión sobre la épica. Un poema épico es, por
común consenso, una narración de cierta longitud relacionada con sucesos que
poseen una cierta grandeza e importancia y que proceden de una vida de acción,
especialmente de acción violenta como la guerra. Da un placer especial porque
sus sucesos y personas realzan nuestra creencia en el valor de los logros perso-
nales y en la dignidad y nobleza de los hombres. Dentro de este campo es fácil
hacer distinciones, y todo el mundo está familiarizado con la que hay entre la
épica ‘auténtica’ y la ‘literaria’. Una distinción así puede invitar a la desconfian-
za. Ya que en las bellas artes las reglas no son absolutas, y es peligroso ser de-
masiado estrictos al decir lo que una cosa es o lo que debería ser. Esta distinción
en concreto bien puede suscitar ciertos recelos, ya que podemos sospechar que
los adjetivos no están elegidos imparcialmente, sino que demuestran el gusto
por un tipo de poesía y el disgusto por otra. Mientras ‘auténtica’ sugiere el sal-
vaje regusto selvático de la poesía pura: la inspirada, directa e impremeditada
canción del poeta cuya cultura no ha sido corrompida. ‘Literaria’ sugiere lo de-
rivado y manufacturado, la pobreza de le vers calculè frente a la riqueza de le
vers donnè, la dependencia de los libros en lugar de la vida, todo lo que Verlaine
quiso decir cuando, después de esbozar su poema ideal, dijo

Et tout le reste est littérature.


20 DE VIRGILIO A MILTON

Cuando el inocente estudiante se enfrenta por vez primera a la antítesis


entre épica ‘auténtica’ y ‘literaria’, debe seguramente sentir que ha de admirar
la primera y sospechar de la segunda, si no despreciarla. Sin embargo, aquellos
experimentados en los caminos de la crítica deben no menos de sentirse segu-
ros de que la distinción es prejuiciosa si no falsa, y de que está, tal vez, dictada
por irracionales creencias en el Volkgeist y la Volkpoesie, y por teorías que, si-
guiendo los intereses del misticismo racial, adscriben todas las excelencias a las
actividades anónimas de una comunidad, en lugar de a la labor deliberada de
poetas individuales.
Sin embargo, aunque esta distinción suscita directamente desconfianza,
sería equivocado descartarla por inútil. Innegablemente hay una gran diferencia
entre Beowulf y la Chanson de Roland por un lado, y la Eneida y Paradise Lost
por otro. Pero esta diferencia no es principalmente de categoría poética. Si la
Eneida no puede mostrar algo tan puro y tan sublime como el rechazo de Rol-
dán a hacer sonar su cuerno, la Chanson de Roland no posee nada tan íntimo o
tan trágico como las últimas horas y la muerte de Dido. Cada poema triunfa a
su manera, cada cual hace su especial contribución a la visión y comprensión
de la vida. No podemos decir que la primera es necesariamente mejor que la
otra, solo podemos señalar las diferencias entre ellas y disfrutar del placer que
cada una puede dar. Pero, aunque es sencillo reconocer una diferencia entre dos
tipos de épicas, eso no es suficiente para justificar que llamemos a una ‘autén-
tica’ y a la otra ‘literaria’. Esta división debería hacerse sobre elementos más
sólidos que la vaga desemejanza entre dos tipos de goce estético. Y de hecho
estos elementos existen. Las dos clases de épica son realmente diferentes por-
que sus técnicas son diferentes y porque cada cual debe su carácter a métodos
especiales de composición.
La distinción entre Beowulf y Paradise Lost, por tomar dos ejemplos ex-
tremos, es principalmente la que existe entre la épica oral y escrita; entre la que
se supone será escuchada y la que se supone será leída; entre la que es recitada
y la que se fija en un libro. La épica oral es la forma madura de cantos improvi-
sados como los que todavía perviven en Yugoslavia y que fueron populares en
algún momento en muchas partes del mundo. En estos países, el bardo, como el
homérico Demódoco, compone su poema al recitarlo. Improvisa de repente, y
su arte requiere un largo y complejo entrenamiento. Para contar una historia de
este modo debe tener a plena disposición un gran número de versos y frases
relacionadas con cualquier situación de su historia; debe poseer gran acopio de

También podría gustarte