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SUICIDIOS, ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO, EN FREUD Y LACAN

DR PABLO PICARDI MARASSA

En psicoanálisis no hay una teoría del suicidio, en general lo podemos vincular con la
incidencia del superyo, el sacrificio y la angustia completamente desbordada, pero
siempre se habla de suicidios, procurando una lectura y un análisis particular del caso por
caso y de de cada estructura subjetiva. Al hablar de “personalidad suicida” es como
pretender realizar una relación de causa-efecto directa de ese trágico acto de quitarse la
vida.

Casi siempre se usa la palabra depresión y se hace una generalización que no explica nada,
ya que se usa tanto para el abatimiento, o la euforia o manía total del sujeto.

En cada caso hay que investigar y tratar de conocer las múltiples incógnitas que se
plantean, sobre las determinaciones inconscientes que llevan a esa situación de dejar sola,
a la pulsión de muerte que comanda el acto suicida.

Que el sentimiento de fracaso comande a veces el suicidio es mucho más entendible y


digerible que sea la euforia o el estado maníaco la que dispare hacia él. Sin embargo
sabemos desde Freud, que los que fracasan ante la posibilidad de triunfo, es porque no
asimilan el gran goce que sienten, que no lo pueden vivir, o existe una prohibición de
disfrutarlo y lograr el triunfo. Este acto deja al sujeto en la pura posición de objeto, en la
desubjetivación total, sin ningún significante que le permita representarse y simbolizarse
en su subjetividad y en el triunfo.

Por otra parte, no todos los suicidios tienen que ver con el sacrificio y el goce inconsciente
en el acto sacrificial. Freud en diferentes textos (psicopatología de la vida cotidiana, tomo
6. Acciones obsesivas y prácticas religiosas, tomo 9. Tótem y tabú, tomo 13) habla de la
torpeza de las autolesiones o autoaniquilaciones semideliberadas, dice que muchas de
ellas terminan en suicidios encubiertos o accidentes graves que siempre se achacan al
infortunio o al azar o a la casulidad.

Los accidentes y las autolesiones no son obras de la casualidad ni de los oráculos. Hay una
causalidad psíquica inconsciente que determina estos actos, ya sea desde el campo del
deseo inconsciente o desde el campo del goce pulsional superyoico.

Freud correlaciona torpeza, sacrificio, suicidio y superyo. Estos pequeños o grandes actos
suicidas, muchas veces pasan desapercibidos, incluso para muchos psicólogos que lo
“explican” como accidentes del destino o una causalidad externa al sujeto.
Las causalidades psíquicas en las que está comprometido el deseo inconsciente y el
superyo no obedecen a causas externas, fisiológicas o genéticas, o a un hecho político o
ideológico. El psicoanálisis plantea la responsabilidad del sujeto en sus actos y su destino
como lo que inconscientemente están detrás de cada acciones, en relación a su vida o a su
muerte.

Tanto Freud y Lacan a partir de 1938 establecen que el hombre traspasa lo biológico y se
distingue en cuanto se suicida porque tiene un superyo. (De la psicosis paranoica en su
relación con la personalidad en el capítulo sobre el instinto de muerte, Intervenciones y
textos. Buenos Aires: Manantial, 1985).

En su tesis doctoral Lacan ubica formas de suicidios como crímenes del superyo, crímenes
que procuran vía la culpa, el autocastigo y la aniquilación de un enemigo interior , un
extranjero mortificante e insoportable, al que años más tarde ubicara como objeto a,
pulsión mirada y voz, correlato de la no castración que impele al goce sacrificial.

Es interesante los antecedente en la obra freudiana: en 1907, donde se establece que la


renuncia a las satisfacción pulsionales, es una condición necesaria para que el hombre
pueda integrarse a la cultura, a la sociedad y acatar la ley y la prohibición, creando un
conflicto permanente entre las impulsos de las im-pulsiones y las prohibiciones
internalizadas en el superyo del sujeto.

Cito a Freud: “una parte de esta represión de lo pulsional es operada por las religiones que
inducen al individuo a sacrificar a la divinidad su placer pulsional. La venganza es
potestad mía dice el Señor. En el desarrollo de las religiones antiguas uno cree discernir
que mucho de aquello a que el hombre había renunciado como impiedad, fue cedido a
Dios y aún se le permitía en nombre de Él; de suerte que la cesión a la divinidad fue el
camino por el cual el ser humano se liberó del imperio de las pulsiones malignas,
perjudiciales para la sociedad. Por eso en modo alguno se debe al azar que a los antiguos
Dioses se les atribuya todas las cualidades humanas…. Ni es un una contradicción que a
pesar de ello no estuviera permitido justificar la propia impiedad por el ejemplo divino”

A esa impiedad o crueldad contra sí mismo lo llamara primero autopunición y luego


superyo, y no cederá ante la cobardía de los humanos que prefieren hacer responsable de
su impiedad a los dioses, el demonio, el azar o las casualidades de la vida,

Posteriormente Lacan fundamenta que justamente en esa impiedad de Dios, del Demonio
o del Destino se juegan inconscientemente los nombres del padre, ora el goce mortífero y
sacrificial del superyo, que no deja de ser unos de los nombres perversos del nombre del
padre.
Extraño testimonio de la existencia del gran Otro que pide o demanda un sacrificio, y la
ofrenda de este objeto caro al sujeto, que puede ser la propia vida, o lo más amado para
él, como puede ser un hijo o una hija o cualquier otro tesoro valioso, lo cual
inconscientemente el sujeto se siente obligado a perderlo, desaparecer o perderse para
ofrendarlo al gran Otro, que exige y demanda esa prueba de amor.

En Totem y Tabú 1938, así como en 1938, en Moises y la religión monoteísta Freud
fundamenta la alianza culpigena en el asesinato del padre, y hace ciertos enlaces entre los
conceptos de: Sacrificio y Culpa cuyos destinos posibles a nivel simbólico es: EL DON Y LA
DEUDA.

Sin embargo, Lacan va a relacionar el sacrificio con el deseo o la exigencia inconsciente


del gran Otro y con la falta del gran Otro.

En este sentido el sacrificio seria una “ofrenda” de reconciliación con el Otro destinada a
calmar su deseo, su ira, su violencia y a alimentar su goce. Así el sacrificio es una de las
forma de detectar la falta en el Otro y querer taponar dicha falta. Es el único mecanismo
inconsciente que puede encontrar un sujeto como algo valioso o importante, para tener
un lugar en el deseo del Otro.

De esta manera ese Otro sería colmado vía el sacrificio y el “pago de la deuda que el
sujeto imagina tener con el Otro.

Nos sacrificamos en nombre del Padre, en relación a su deseo, su falta y su goce. En el


seminario inconcluso los nombres del padre, Lacan señala que todos estamos tentado por
el sacrificio, pero solo algunos se atreven a realizarlo ofreciendo su propia vida al gran
Otro. Lo expresa en 1964; y señala de que algunos solo se atreven a sacrificarse y
sacrificar su propia vida como ofrenda al Otro. Esto tiene que ver con los desarreglos o las
fallas de los nombres del padre o con la función fallida de la métafora paterna.

En psicopatología de la vida cotidiana 1901, Freud, establece las mayores causales sobre
el suicidio y ahí destaca una cita que hace de Eclesiastés:

“quien cava la tumba de otro, él mismo se entierra”. Aquí nos habla del sacrificio ligado
al parricidio, la culpa y la necesidad de castigo, señalando que entre las acciones
sacrificiales está la autoaniquilación, el atentado contra la propia vida, desear la muerte
de otros, por lo general seres queridos, lo que da cuenta del desplazamiento de la acción
del sacrificio: ofrecer lo más preciado del sujeto.

Nos comenta un fragmento del caso de un paciente que atendió. El deseo inconsciente del
padre de matar a su único hijo para quedar libre y divorciarse de su pareja.
En la clínica constatamos permanentemente las autoaniliquilaciones y automutilaciones
o autolesiones, las cuales los pacientes minimizan a estas acciones sacrificiales, no
pudiendo ver el goce inconsciente que tienen con ellas. Solo las reducen a meras
casualidades, momentos de enojo, accidentes mortales o casi mortales.

Sin embargo, es importante señalar la responsabilidad subjetiva de cada sujeto en los


actos de su propia vida y su propio destino, más allá de su responsabilidad jurídica.

Incluso los grandes depredadores criminales que se declaran “inmputables” por


negligencias o imprudencias. No son pocos los casos que escuchamos a diario sobre este
tema: Por ello reducir suicidio y crimen a la mera casualidad y circunstancia de la vida, es
hacerse cómplice con ellos.

El título propuesto de este trabajo, sugiere que existen diferentes modos de abordar
este problema, dado las diferentes formas del pasaje al acto o del acting out, que en el
sujeto moderno se nos revela de manera muy frecuente, y muchas veces sin siquiera
hacer demanda ante ello.

De lo que se trata entonces, es de establecer las coordenadas subjetivas que se ponen en


juego en un sujeto respecto a su acto, puesto que es lo que ha de orientarnos como
principio básico del psicoanálisis.

El sujeto moderno nos confronta, en consecuencia, a una clínica donde la actuación


prevalece sobre el síntoma y la palabra. Debemos tratar de situar ciertas variables
estructurales que permitan dar cuenta de por qué un sujeto, más que hacer un síntoma,
actúa sin pensar, sin sentir, sin poner en palabras, no pudiendo controlar sus impulsos,
poniendo en riesgo su vida y la de otros.

ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO

Vamos a considerar algunos elementos teóricos que nos guíen con respecto al acto, y para
ello el punto de partida en psicoanálisis, tiene que ser Freud.

Lacan en el seminario 5 subraya la manera como Freud se refiere al pasaje al acto: en


tanto lo sitúa como un más allá del principio del placer, ligado enteramente a la pulsión de
muerte. Se deduce un hecho que, en Freud, no es posible discriminar entre acting out y
pasaje al acto. Un intento de suicidio, un suicidio consumado, un robo, un asesinato, por
ejemplo, pueden ser, al mismo tiempo, uno u otro.

Un segundo elemento que encontramos en Freud y que es orientador, es el concepto de


repetición. El acting out se relaciona con el concepto de repetición; -repetición de lo
reprimido-, donde el sujeto actúa aquello que por la represión de los significantes no
puede recordar y lo actua. Es decir, el acting out está del lado del sentido inconsciente, del
lado de lo reprimido; hay siempre algo que se reprimió inconsciente o un significante
enlazado al acting out.

Sin embargo, en Lacan retoma de la psiquiatría clásica el concepto de pasaje al acto y lo


va a trabajar en diferente seminarios dándole un estatuto conceptual muy importante a lo
largo de su obra. Establece al inicio que el pasaje al acto está asociado a la pulsión de
muerte, separado del eros. Hay en él una repetición, pero es; repetición pulsional
mortífera, que escapa al proceso de significación y de simbolización, que está por fuera de
la cadena significante, del lenguaje y de la palabra.

No es repetición de lo reprimido como establece Freud, sino que para Lacan, tiene que
ver directamente con los movimientos pulsionales directos proveniente del Ello, sin
mediación de la palabra: ES PURO ACTO Y GOCE DE LA IM-PULSIÓN

El punto de partida en la enseñanza de Lacan tiene que ver, por otra parte, con
comprender también la función del fantasma en la economía psíquica del sujeto y su
relación con el pasaje al acto; puesto que el fantasma, es la estructura subjetiva es donde
se articula y enmarca, o pone límite al deseo y al pasaje al acto, es regulador del goce
mortífero, pone frenos o es el dique, al más allá del principio del placer “civilizando la
acción de la pulsión”.

En el Seminario 10 “La Angustia”, Lacan retoma una distinción ya hecha por Freud, cuando
establece que la realidad psíquica es la realidad del sujeto, para hacer el énfasis en cómo
es en esta distinción entre el mundo real y la escena del fantasma.

Es donde está lo decisivo del aporte freudiano, puesto que el hombre sólo puede
constituirse como sujeto que habla en una estructura de ficción, que es el fantasma. Da a
entender que el mundo de lo real es inhabitable como tal. La única manera de vivir es a
través de esta escena que nos ofrece el fantasma, que enmarca al sujeto, lo hace vivible
porque justamente pone límite al deseo, al goce pulsional destructivo del pasaje al acto.

Pensemos en lo problemático que pueda ser para el sujeto cuando no encuentra esta
estructura de ficción o re-presentación fantasmática, para asumir ciertos papeles en la
vida, por lo que es arrojado fuera del fantasma, fuera de la cadena significante, fuera de lo
simbólico, expulsado hacia lo real, al sin palabra y sin sentido, al vacio, a la nada
mortífera, a la desubjetivación total imposible de nombrar. Entonces el sujeto responde
de la única forma que puede: es decir con el pasaje al acto.

Es por ello que Lacan, en el Seminario La angustia, se refiere a que: “La violencia real
surge cuando la ficción simbólica, la estructura simbólica o fantasmática, que garantiza el
enlace con la palabra, con el lenguaje y con la vida en comunidad se desmorona
completamente”.

Ese es un momento en el que se desgarra ese velo que el fantasma posibilita, y sobre el
cual se proyecta el sujeto en una escena, enmarcando así la angustia estructural. Agrega
Lacan en este seminario “…la ventana ejemplifica el límite que existe entre la escena y el
mundo, ventana que está determinada por la angustia, es decir es la angustia ese límite”.

Por ello, atravesar el fantasma en el pasaje al acto implica que toda la estructura del
sujeto queda desarticulada, cayendo completamente de la escena fantasmática. El pasaje
al acto supone entonces un atravesamiento salvaje y radical del fantasma, una pérdida de
toda la subjetividad humana, una desarticulación y vaciamiento completo del sujeto del
inconsciente.

Sin embargo, el acting out a diferencia del pasaje al acto, se inscribe y se enmarca
siempre en la lógica misma del fantasma inconsciente y de lo reprimido.

Cosa distinta pasa en el acting out, en el que siempre hay un marco para ese mensaje
que va dirigido al Otro. Es una identificación de un sujeto a un significante, donde se
juega el ser y el goce, pero en relación al sentido, sin perder en ningún momento la
relación con el Otro.

El atravesamiento brutal del fantasma o pasaje al acto supone un franqueamiento de ese


límite que nos indica el signo de un acto, que hace volver al sujeto a un punto de exclusión
fundamental, de una anulación y muerte.

El sujeto en el pasaje al acto cae fuera del campo del Otro, fuera del fantasma.

Piensen, por ejemplo en el sujeto consumidor de sustancias: en el momento de “mayor


embarazo” con la adicción, el sujeto, se precipita desde allí desde donde está, desde el
lugar de la escena donde sólo puede mantenerse como sujeto fundamentalmente
historizado. Es en este punto en el que, como lo enseña Lacan, se revela la estructura
misma del pasaje al acto.

Desde el primer capítulo del Seminario “La angustia”, Lacan insiste en como la angustia
que desborda al sujeto, lo desborda y lo desarticula, sin poder articular ninguna respuesta
simbólica: no hay significante que represente al sujeto, cae fuera de la escena a través del
pasaje al acto. Es esa angustia que no tiene límites, la angustia que precipita a lo real y a la
muerte en acto del sujeto.
Es lo que manifiestan algunos sujetos en su decir a posteriori, tratando de ponerle
palabras a sus actos: “No puedo controlarlo, es como perder todas las amarras y me lanzo
como loco al vacio a la nada”.

Es claro que es un momento en el que el recurso psíquico del fantasma falla, deja de
actuar como soporte, como marco, y el sujeto cae, identificándose a su ser de resto, de
cosa, de desecho total. Es la nadificación del sujeto y del Ser.

Es un momento en el que “hay que lanzarse; algo me dice que lo haga esas voces que me
atormentan y me obligan a hacerlo, no pienso en nada, simplemente me desbordo y
actúo; es como estar fuera de todo”, manifiesta un joven tratando de explicar el
momento subjetivo antes de producir un atraco y de herir a una persona.

En el pasaje al acto lo que ocurre es que el sujeto se identifica al objeto a, produciéndose


ahí una súbita relación del sujeto con lo que él es como objeto a, es decir al caer el sujeto
del campo del Otro, se identifica con ese resto excluido de la operación, cae haciendo un
corte radical con respecto al Otro, un corte radical con la cadena significante que le
permite pensarse, poniendo límites a la pulsión de muerte y al más allá del principio del
placer.

Es el pasaje al acto también de los sujetos anoréxicos que cortan toda relación y anulan en
sus actos al Otro. “como nada, vacio”, “no quiero eso que tu quieres que coma”, “rechazo
completamente la relación contigo, y con ese amor-comida que quiere que yo trague”

Esto es posible constatarlo en las frases de algunos sujetos:

M manifiesta en una sesión, refiriéndose a sus actos agresores: “Llega un momento en


que me desengancho, ya no soy yo, sé que yo la golpeo, pero en ese momento ya dejé de
ser completamente yo”.

Se pierde el enlace a un significante que le dé un sentido, el pasaje al acto se produce por


la imposibilidad de recibir o de dar respuesta ante la pregunta de ¿quién soy? Ante este
interrogante sin respuesta, cae, identificándose al objeto a como desecho, como eyectado
de la cadena significante.

Dos cuestiones se ponen aquí en juego. De un lado, cuando hay una identificación al
objeto a, esto implica, de una u otra manera, una cierta voluntad de aniquilación del ser,
ante esta ausencia de significante para responder a él.

De allí que el suicidio surja como paradigma de esa voluntad de aniquilación, en la que se
aísla de la manera más pura el “yo no soy” o “yo no soy nada” “no soy nada ni nadie”, no
valgo nada” para que vivo, mi vida no tiene sentido, “yo sólo soy esa porquería, pura
basura, puro desecho”.

Si bien el pasaje al acto es transestructural: (puede aparecer en las neurosis, psicosis o


perversiones), muchas veces nos hace pensar en los casos llamados “inclasificables” ,
puesto que es en la psicosis donde se observan con mayor claridad, y es en esta clínica
donde el pasaje al acto alcanza su “máxima pureza” y característica. Se verifica con mayor
nitidez cómo el sujeto queda identificado al objeto a, a su ser de desecho. Lacan lo trabaja
de forma muy clara en sus famosos casos: su tesis de tesis de doctorado: el caso Aimée y
el crimen de las hermanas Papin, donde establece que el pasaje al acto “desaparece,
rompe, o cura el delirio”

PASAJE AL ACTO Y NOMINACIÓN

En el artículo “Deseo y destino”, Guibelalde caracteriza el pasaje al acto como una


situación en la que un sujeto se embarca en algo absolutamente insospechado, ya que en
el actuar se desconoce lo que puede suceder. Es un momento en el que no se piensa, se
actúa. Se expone a lo incierto, y en esto el sujeto se encomienda a sí mismo: “Si algo en el
acto se apuesta, es algo esencial de sí mismo: su vida, su libertad, su destino”.

Esta antinomia entre pasaje al acto y pensamiento o proceso de simbolización o


significación se observa en muchas situaciones, desde pasajes al acto simples, hasta
suicidios y homicidios. Hay una rotunda separación entre el orden simbólico y el pasaje al
acto, no hay significante detrás del acto violento.

Miller y otros autores coinciden en cuanto al valor que obtiene el pasaje al acto: “el
pasaje al acto, por más paradójico, contradictorio e incierto que aparezca, define a
posteriori al sujeto que actúa, lo deja encadenado a ese acto que le da, siempre
posteriormente un nombre, un estado civil, un signo imaginario, una marca. Tal como
expresa una frase muy usada: “Uno es lo que hace”, y el sujeto relata sus actos y proezas
porque él es alguien a partir de esos pasajes al acto, se puede dar un nombre o nombrarse
a través del acto que lo enlazan a un orden imaginario, en una relación y reconocimiento
del otro. El sujeto a través de su acto es reconocido por su grupo, en la colonia, en la
escuela, o incluso por la ley que convierte el acto en una huella indeleble que ya no lo
abandonará., es su “placa” de identificación.

Así en su entorno, es alguien, adquiere un nombre o un sobrenombre, es el Héroe que


reemplaza a su verdadero nombre, que en muchos casos desaparece bajo esta nueva
forma de nombrarse o nominarse inconscientemente a sí mismo.
En muchas ocasiones estos sujetos son conocidos por su “alias”. Piensen en los alias de los
ladrones, asesinos, terroristas, o los que se inmolan en nombre de un Dios imaginario y
pasan a ser nombrado hijo sagrado y venerado de ese Diós, sea Alá, Maoma o el Dios
cristiano o evangélico, etc, de los hoy llamados re-insertados o ex-paramilitares en
Colombia, de quienes se desconoce su nombre original.

El valor de acontecimiento que tiene el pasaje al acto para el sujeto, sitúa un antes y un
después de lo que hace que a partir de una situación límite, emerja un sujeto otro.

No tiene que ser un hecho de gran magnitud; lo que cuenta es el estatuto fundador de
ese sujeto otro, que pasara a ser el sujeto del acto. En algunas circunstancias, el acto
permite ser otro y en otras, el acto les permite sostenerse, les brinda un estado civil y
legal de sujeto.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

4 Miller, Jacques-Alain, Jacques Lacan: anotaciones sobre su concepto de paso al acto. En:
Infortunios del acto analítico. Buenos Aires: A. Tuel Editores, 1993.

5 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 5: Las formaciones del inconsciente. Clase 13. Buenos
Aires: Paidós. 1999.

6 Lacan. J. El Seminario, Libro 10: La Angustia. Buenos Aires: Paidós. 2006

7 Ibid

8 Ibid, pág 128

9 Solano, Estela, La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe, No. 4.
Disponible en: http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm.

10 Ortega de Spurrier, Piedad, Adolescentes, depresión y modernidad. En: Virtualia Revista


de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Año V, Número 14. Enero / Febrero 2006.
Disponible en: http://www.eol.org.ar/virtualia/014/default. asp?dossier/spurrier.html

11 Idem.

12 Miller, Jacques-Alain, Op. Cit.

13 Lacan. Jacques, El Seminario, Libro 10: La Angustia. Buenos Aires : Paidós. 2006.
14 Zawady, Megdy, El acting out, la angustia y el influjo del superyó. En: The Wannabe No.
4. Disponible en: http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov. htm

15 Solano, Estela. La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe No. 4.
Disponible en: http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm

16 Fridman, Pablo. La determinación suicida en la psicosis. Revista Lacaniana de


Psicoanálisis, publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), Nº 2,
Septiembre de 2004, Buenos Aires.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Orientación Lacaniana. Año I, Número 3. Octubre de 2001. Disponible en
http://www.eol.org.ar/virtualia/003/

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Brodsky, Graciela, Epidemias actuales y angustia. Buenos Aires : CIEC (Centro de


investigación y estudios clínicos), 2007

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http://www.elistas.net/lista/descartes/archivo/indice/141/msg/150/

Fridman, Pablo. La determinación suicida en la psicosis. Revista Lacaniana de Psicoanálisis,


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Buenos Aires.

Guibelalde, Gabriel, Deseo y destino: Contribuciones para un psicoanálisis de las


transgresiones. Córdoba : Editorial Dimas, 1998.

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2006

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Editorial Siglo XXI, 1985.

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