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WEBER: EL PODER DE LOS VALORES

Los estudios sobre valores deben mucho a Max Weber porque no sólo
realizó investigaciones sobre valores, sino definió con claridad el papel
que ellos tienen en las ciencias sociales.

Weber se situaba sin ambigüedad entre quienes consideran la actividad


mental como factor determinante de la vida social: " ... la fuerza histórica
de las ideas ha sido y es tan predominante para el desarrollo de la vida
social, que nuestra revista no puede sustraerse a esta labor; antes bien,
hará de su atención uno de sus más importantes deberes"(1).

Weber planteó de la siguiente manera el problema de las relaciones


entre valores e investigación social: "¿Cuál es la validez de los juicios de
valor formulados o que determinado autor supone en los proyectos
prácticos sugeridos por él? ¿En qué sentido se mantiene éste, con ello,
en el terreno de la dilucidación científica, ya que lo característico del
conocimiento científico ha de hallarse en la validez «objetiva» de sus
resultados en cuanto verdades"(2).

Antes de responder a estas preguntas cruciales, Weber descarta la


simbiosis entre ciencia social y ética: " ... jamás puede ser tarea de una
ciencia empírica proporcionar normas e ideales obligatorios, de los
cuales pueden derivarse preceptos para la práctica"(3). Esta ciencia "no
puede enseñar a nadie qué debe hacer, sino únicamente
qué puede hacer y, en ciertas circunstancias qué quiere"(4). Pero de esto
no se desprende, "en modo alguno, que los juicios de valor hayan de
estar sustraídos en general a la discusión científica, por el hecho de que
derivan, en última instancia, de determinados ideales y, por ello, tienen
origen «subjetivo»"(5).

La relación que cada investigador tiene con sus valores cumple una
función esencial en el proceso de cada investigación. A diferencia de las
ciencias exactas y naturales, las ciencias de la cultura y del espíritu,
teniendo como objeto la realidad individual, no pudiendo captar la infinita
riqueza de lo real, y no teniendo como fin la construcción de leyes -que
sólo son un medio para encontrar la significación- tienen que seleccionar
temas, enfoques y documentos. Esta selección se hace a partir de la
relación del investigador social con sus valores(6). Esta necesidad
selectiva de los valores implica cuatro elementos:
La realidad individual, singular e infinitamente múltiple de los hechos
sociales

El conocimiento de los procesos culturales sólo es concebible, en la


perspectiva weberiana, "sobre la base de la significación que la realidad
de la vida, configurada siempre en forma individual, tiene para nosotros
en determinadas conexiones singulares"(7). La vida social se presenta
ante el observador como una multiplicidad infinita de procesos que
surgen y desaparecen, sucesiva y simultáneamente, tanto dentro como
fuera de nosotros mismos.

Las leyes sociales son sólo un medio para la significación de los hechos,
su comprensión o explicación

A diferencia de Durkheim y de muchos otros precursores de la ciencia


social, Weber pensaba que el conocimiento de las leyes sociales no
implica conocimiento de la realidad social sino, antes bien, "uno de los
diversos medios auxiliares que nuestro pensamiento emplea con ese
fin"(8).

La necesidad de seleccionar una parte de esa realidad

Weber estaba convencido de que la multiplicidad infinita de procesos


sociales hace que un conocimiento exhaustivo de ellos sea imposible
para cualquier investigador. Esta imposibilidad implica que "sólo una
parte finita de esa realidad constituye el objeto de una investigación
científica, parte que debe ser la única «esencial» en el sentido de que
«merece ser conocida»"(9).

La función selectiva de los valores

La selección de la "parte finita" de la realidad que cada investigador


realiza para escoger temas de investigación se realiza de acuerdo con
sus valores. Son ellos los que seleccionan qué parte de la realidad será
estudiada: "Se decide de acuerdo con las ideas de valor desde las cuales
consideramos la «cultura» en cada caso individual... Lo único que
introduce orden en este caos es la circunstancia de que, en cada caso,
sólo una parte de la realidad individual reviste para nosotros interés y
significación, porque únicamente ella muestra relación con las ideas de
valor culturales con las cuales abordamos la realidad"(10).

La impertinencia de los juicios de valor

La ciencia social debe tender al "conocimiento del significado de aquello


a que se aspira" y al "ordenamiento conceptual de la realidad empírica".
Esto se puede lograr "poniendo de relieve y desarrollando en su trabazón
lógica las «ideas» que están o pueden estar" en la base de un fin
concreto de un actor social concreto que el investigador social trata de
comprender(11).

En este proceso de comprensión, es decir en la tarea esencial de la


ciencia social, los valores no tienen nada qué hacer. "Es y seguirá siendo
cierto que una demostración científica metódicamente correcta en el
ámbito de las ciencias sociales, si pretende haber alcanzado su fin, tiene
que ser reconocida también como correcta por un chino"(12), es decir por
cualquiera cuyos valores sean diferentes u opuestos a los del
investigador social.

La ética calvinista y el espíritu capitalista

Weber no sólo analizó las funciones de los valores de la ciencia social


sino realizó análisis ejemplares sobre los valores. Además de sus
trabajos sobre sociología religiosa, le debemos La Etica protestante y el
espíritu del capitalismo, que es un análisis de la relación entre entre dos
valores, o entre un valor y una actitud: la ética calvinista del siglo XVII y
el espíritu capitalista contemporáneo a esa ética. Ese libro no es, como
se sugiere frecuentemente, un estudio sobre las relaciones entre religión
y economía, ni entre una religión (el Calvinismo) y un sistema económico
(el capitalismo occidental al mismo período). Es evidente que Weber no
se propuso en esa obra analizar la relación entre dos estructuras de la
realidad social (la cultura y economía) sino entre dos formas de una
misma estructura (la cultura): una cierta ética y un cierto "espíritu". El
mismo título del libro es muy preciso: no es "La ética protestante y el
capitalismo", sino "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Lo
que analiza Weber a lo largo de las dos partes de esta investigación
clásica es en realidad lo que, algunos años después Thomas y Znaniecki
llamarían "la actitud capitalista". Se puede discutir si el espíritu capitalista
es un valor, una actitud o una mentalidad. Lo que es indiscutible es
que no es la economía capitalista, o la estructura económica. Los únicos
datos económicos que Weber considera aparecen sólo en algunas notas
de la primera parte. Todo el resto del libro son análisis sobre textos que
expresan no la estructura económica capitalista sino más bien el espíritu
que la anima.

El análisis parte de hechos que Weber resume así: " ... la índole por
excelencia protestante que se distingue en las propiedades y empresas
capitalistas y, también, en las esferas superiores de las clases
trabajadoras, sobre todo del alto personal de las empresas modernas,
con más experiencia técnica o comercial"(13).

El segundo paso lógico de esta investigación fue resumir el espíritu del


capitalismo en cuatro puntos:

1. La adquisición del dinero es casi el valor supremo de la vida(14).

2. El ejercicio constante de una profesión - el trabajo - es una manera tan


privilegiada para adquirir el dinero, que se presenta varias veces como
fin, no como medio(15).

3. Racionalidad. Es el trabajo que busca las maneras más adecuadas


para obtener la máxima cantidad de riqueza(16).

4. La austeridad. Ella hace que se use mínimamente la riqueza


acumulada. Aunada a las tres características precedentes, da lugar a una
creciente acumulación de riqueza, o de capital (17).

El tercer paso lógico es la descripción de la ética protestante, con dos


grandes características:

1. El ascetismo.

2. El enriquecimiento como señal de predestinación a la salvación


eterna(18). Weber cita, a este propósito, un sermón del escuchado
predicador inglés Richard Baxter: "Si Dios os señala una senda que
habrá de proporcionaros más riqueza que la que pudierais conseguir por
una senda distinta (sin detrimento de vuestra alma ni la de los demás) y
la desecháis para emprender el camino por el que os enriquecerá menos,
ponéis trabas a uno de los propósitos de vuestra vocación y os rehusáis
a fungir como administradores de Dios y a recibir sus dones para valeros
de ellos en su servicio".

El cuarto y último paso lógico de Weber es la explicación de la relación


entre la ética protestante y el espíritu del capitalismo por una causalidad
doble:

1. Por un lado, la ética protestante propicia el espíritu del capitalismo.

2. Y, por otra parte, los "nexos de la mayoría de las religiones


importantes con la economía y la estructura social del medio en que ellos
vieron la luz primera", mostraría la influencia de la economía en la
religión(19).

1. Max Weber, Ensayos sobre metodología sociológica, trad. de José Luis


Etcheverry, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973, p. 43. El subrayado es mío.
La revista a que se refiere es Archiv für Sozialwissenschaft und Sozial politik.

2. Ibid., p. 40.

3. Ibid., p. 41.

4. Ibid., p. 44.

5. Ibid., pp. 41-42.

6. Ibid., pp. 61-73.

7. Ibid., pp. 61 y 70.

8. Ibid., p. 70.

9. Ibid., p. 62.

10. Ibid., pp. 70 y 68-69.

11. Ibid., p. 43.

12. Ibid., p. 47.

13. Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, trad. de José


Chávez Martínez, Premia, Puebla, 1984, p. 7.
14. Ibid., pp. 29, 31 y 34.

15. Ibid., pp. 38, 39 y 43.

16. Ibid., p. 12.

17. Ibid., pp. 29-39.

18. Ibid., p. 100.

19. Ibid., p. 15.

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