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El cuerpo antes y después

de un trasplante de órgano.
Una mirada psicoanalítica1

Raquel Duek

INTRODUCCION

La producción escrita se ofrece, en Psicoanálisis, para el inter-


cambio colectivo entre colegas. Las múltiples lecturas que sobre ella
se hacen resultan un aporte con sus cuestionamientos y generan
excentraciones que iluminan la temática en sus diferentes aspectos.
Es la intención de esta comunicación abordar el tema del “tras-
plante de órganos”, recurso científico y tecnológico de la medicina
del siglo pasado que ha puesto en cuestión bases fundamentales de
nuestra cultura. El objetivo es señalar un aspecto vinculado a la
imposición del cuerpo –sobre el Yo y la realidad del paciente– en la
doble expresión de su naturaleza: el placer y el sufrimiento o el eje
vida-muerte y pensar si existe alguna especificidad propia del tras-
plante que difiera de lo que ocurre con todo paciente que padece una
patología orgánica grave.
Realizaré un somero recorrido que no pretende abarcar sus múl-
tiples y controvertidos aspectos, con el fin de introducir la comple-
jidad de este dispositivo de la tecnología biomédica que permite la
sobrevida de una población con enfermedades ocasionadas por
daños irremediables en sus órganos vitales.
El fundamento clínico de este trabajo se apoya en el análisis de
cinco pacientes en la clínica privada y alrededor de cien entrevistas
psicológicas de evaluación pre-trasplante, con el seguimiento de diez

1
Este trabajo retoma el capítulo “La vida emocional en el trasplante de órganos” de mi autoría
publicado en el libro … (referencia reservada).

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pacientes trasplantados, realizadas en la Fundación Argentina de


Trasplante Hepático (2001 a 2005) y en la Unidad de Trasplante
Hepático del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento
(IADT) (2003 a 2009).
He seleccionado viñetas de dos materiales clínicos con la inten-
ción de mostrar aspectos del proceso analítico en el período previo y
posterior al trasplante.

LAS IMPLICANCIAS DE LA INTERVENCION DE LA TECNOLOGIA


BIOMEEDICA EN LA CONSERVACION DE LA VIDA

La ciencia se ofrece como sostén imaginario de nuestro destino


como sociedad. El deseo inconsciente de inmortalidad, compartido
por los humanos, es delegado a la ciencia. Esta nos promete el
cumplimiento de una fantasía, la de vencer a la muerte. Por eso los
trasplantes, producto de los avances científicos, provocan impacto y
tienen anuencia, porque en ellos anida esa esperanza. “No es una
práctica más, es una bisagra que junto con la genética y la informá-
tica nos permiten vislumbrar lo que creemos será un longevo futuro
para la especie humana (Dobrovsky, G., 2007).
La naturaleza humana puede ser pensada como el resultado de una
interpretación cultural. Lo humano está trascendiendo su naturaleza,
más allá de sus límites intrínsecos, por efecto de la cultura. La
intervención de la tecnología biomédica en la conservación de la vida
plantea problemas inéditos que requieren ser analizados y compren-
didos desde el conjunto de las distintas disciplinas. Las transforma-
ciones que de esta intervención se derivan, promueven implicancias
diversas.
Un tema central en el trasplante de órganos es la revisión, en cada
fase del proceso, de los principios básicos que definen la ética médica
y que tienen su punto de partida y de sustento en el Juramento
hipocrático, documento perdurable de la ética médica occidental.
El fin de esta práctica no es alimentar lazos sociales, lo que está en
juego es garantizar el funcionamiento del órgano de un donante en el
cuerpo de un receptor para conservar su vida. La antropología es
convocada a sumarse al tema al captar cómo se estructura la situación
sociocultural de la donación. El reemplazo del órgano enfermo no se
logra a través de un objeto adquirido de acuerdo a las leyes del
mercado sino a través de otro órgano vital que de ninguna manera

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puede ser tratado como una mercancía. ¿Cuál es la significación


antropológica de la donación? El don generoso, sin retorno, es una
cuestión subjetiva e individual. Pero en el caso de los trasplantes se
ha convertido en una condición objetiva de la reproducción de la
sociedad, una donación demandada socialmente.
Ideas acerca de lo que el otro significa para uno, la noción de
alteridad, o del otro como semejante, son cuestiones filosóficas no
ausentes en la discusión que produce el tema de los trasplantes.
En este debate de la cultura científica, Foucault (Foucault, M.,
1976) por ejemplo, rastrea la constitución de estas transformaciones
y señala el ingreso de nuevos fenómenos propios de la vida de la
especie humana en el orden del saber y del poder. Habla de una forma
de poder sobre la conservación de la especie centrada en el cuerpo,
soporte de los procesos biológicos, tales como los nacimientos y la
mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida. Señala que el
poder se ejerce a través de una serie de intervenciones y controles
reguladores que transforman la vida en un objeto administrable y
regulable a los fines de protegerla y expandirla, lo que constituye una
biopolítica de la población. Cuando la función del poder se ejerce
sobre la vida, Foucault dice que se inicia la era del biopoder.
El biopoder explota otra función de sentido opuesto: el control de
la población a través de técnicas de anticoncepción, eugenesia,
genocidio, pena de muerte, etc. La Ley de donante presunto (26066)
es un ejemplo de esta forma de intervención ya que habilita al Estado
a disponer de los órganos de toda persona mayor de 18 años, tras su
fallecimiento, salvo que haya manifestado su oposición en vida.
Favorece una lectura interpretativa de apropiación de órganos sin
derecho. Reafirma la hipótesis de que, para dar respuesta a los
deseos inconscientes compartidos de inmortalidad, el requisito es la
desubjetivación del prójimo y su transformación en objeto de
manipulación.
En esta línea se incluyen expresiones con contenidos que requie-
ren de una precisión conceptual para no caer en juicios extremos,
como lo es el tema de la muerte cerebral,2 por ejemplo.
“La ‘religión’ global hoy es la tecnociencia y su ídolo la salud. En
su nombre se despliegan campañas para salvar el planeta, cuidar los
pulmones propios y ajenos, reglamentar la cantidad de hijos que se

2
En trasplantes de órganos se habla de muerte cerebral o encefálica; es el final de la vida definido
por el cese completo e irreversible de la actividad cerebral (Francia, 1959).

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quiere tener o no tener, arrancarle los órganos a una persona que aún
respira, en nombre de los trasplantes 3 o, paradójicamente, hacer
respirar a los cadáveres en las salas de terapia intensiva, aun cuando
todo indica que el fin es irreversible e inminente” (Díaz, E., 2010).
Ante posturas tan críticas recordemos que esta tecnología médica
es una respuesta única y posible a una situación límite.
Si los avances científicos vinculados a la combinación de la
medicina con la tecnología han producido una transformación en la
conservación de la vida, inevitablemente debe operarse una transfor-
mación en las formas del conocimiento que abordan esa cuestión. Se
requieren nuevos conceptos que definan nuevas categorías de cono-
cimiento para abordar nuevas realidades. El concepto de biopoder es
un ejemplo.
Ingresemos en las implicancias psicoanalíticas de la intervención
de la tecnología biomédica en la conservación de la vida, admitiendo
que los aportes que nos vienen de otras disciplinas no tienen aún un
correlato con la nuestra. Las cuestiones vinculadas con la otredad
requieren precisarse para dar cuenta del fenómeno de transferencia
de subjetividad observado en algunos casos como consecuencia de la
investidura del objeto órgano donado sobre el receptor.
Lo mismo ocurre con el diagnóstico de muerte cerebral. Se basa
en un modelo mecánico de cuerpo, sostenido por el saber biomédico,
que por efecto de la desmentida deriva en el no consentimiento al
trasplante porque se impone, a la percepción, el cuerpo humano de los
vínculos y los afectos.
Acuciados por una carrera en contra del reloj, los familiares tienen
que dar respuesta a un pedido de consentimiento para la ablación
cuya condición es reconocer y afirmar la ausencia definitiva de un ser
cercano. Tienen que hablar de la muerte y enfrentar la angustia de
finitud con que ella se hace presente. Mientras tanto, un familiar
presunto donante está hospitalizado con diagnóstico de muerte
cerebral. Acostado en una cama cubierto con mantas. No está frío y
tiene color. Su cuerpo se puede tocar, acariciar, se le puede hablar,
pero no responde. La familia tiene que aceptar que ese ser querido
respira pero no por sus propios medios, que sólo funciona su biología
porque está asistido artificialmente. Tiene que dar respuesta ante una
prueba de realidad que categóricamente dice que esa persona no está
más y que hay que separarse de ella en las condiciones de muerte
3
El resaltado es del autor.

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descriptas. Los familiares son requeridos a acelerar y postergar un


proceso de duelo que necesita su tiempo de elaboración, sobre todo
en su primera fase que es la de la negación (Freud, S., 1914). Si
consienten la donación, deben suspender momentáneamente la aten-
ción, desinvestir la situación dolorosa actual y, simultáneamente,
conceder su interés a otro ser desconocido que depende de esa
donación para seguir viviendo. Desprenderse del “familiar” y pen-
sarlo como un “otro” que ya no está más, se constituye en condición
para reconocer al “otro desconocido” y ofrecerle lo que necesita para
sobrevivir.
Del lado del receptor se pueden activar conductas de apropiación,
investimiento del órgano trasplantado con proyecciones identificato-
rias con el donante. Se requiere un proceso de despersonalización del
órgano recibido, el paulatino retiro de las significaciones con que se
lo ha investido, lo que permite la diferenciación y el pasaje a la
construcción de una nueva imagen corporal. Este concepto, imagen
corporal, que informa acerca de la estructura del cuerpo en una
síntesis multidimensional, ¿abarca la connotación inédita de la
incorporación de un órgano ajeno?
¿Hay algo que el psicoanálisis pueda agregar a su teoría acerca de
estos procesos? Cada tanto, ante la incertidumbre y angustia que
generan los cambios de la civilización en sus concepciones tradicio-
nales, insiste la pregunta de si el psicoanálisis de Freud continúa
siendo un modelo perdurable de reflexión o si es llamado a renovarse
para dar cuenta de las nuevas problemáticas que van surgiendo. Es
indudable que la metapsicología freudiana no sólo se ha enriquecido
internamente en sus conceptualizaciones para dar cuenta de determi-
nados fenómenos de la vida psíquica, sino que ha recibido desarrollos
posteriores muy fructíferos y continúa nutriéndose con las distintas
e incontables lecturas posibles que de ella se hacen. La teoría
freudiana acepta estos aportes y con ellos, lejos de fragmentarse, se
fortalece, porque reconoce con modestia, que el conocimiento es
inabarcable y que siempre queda un resto que opera como enigma.

LO PROPIO DEL TRASPLANTE DE ORGANOS

En 1963, un famoso urólogo escribió un comentario sobre un


joven paciente trasplantado renal que tuvo graves problemas psiquiá-
tricos durante el postoperatorio (Starzl, Jr. T., 1994.):

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“El donante había sido su hermano, que era mayor que él y


siempre era el mejor, el más guapo, el más atleta, etc. El paciente ya
se había resignado a morir y no sabía cómo afrontar realmente su
nueva vida con el riñón de su hermano. Parecía no sentirse capaz de
ello. Realmente deberíamos intentar que los psiquiatras se interesa-
ran por este tipo de problemas.3 Resulta triste relatar que más tarde
el donante se suicidó, mientras el paciente trasplantado sigue
todavía con vida y su riñón funciona perfectamente bien después de
más de 28 años de trasplante”.

Ya en aquel entonces, la medicina admitía sus limitaciones y


requería que el campo “psi” se ocupase de estas sorprendentes
cuestiones que también a los psicoanalistas nos interrogan. Resulta
enigmática la vida emocional oculta en estos hermanos, la particula-
ridad en su manera de vincularse, el armado psíquico de cada uno de
ellos y lo que salió a luz a partir de la doble y simultánea intervención
quirúrgica. ¿Qué sentimientos siniestros se despertaron en el “her-
mano atleta” al serle ablacionada una parte de su propio cuerpo y qué
vinculación pudo haber tenido ese hecho con la decisión de mutilarse
la vida?
El paciente trasplantado inaugura una categoría previamente
inexistente en cuanto impone nuevas representaciones de la imagen
inconsciente del cuerpo (Doltó, F., 1984), de por sí nunca única ni
estática, compuesta por la superposición, en la fantasía y en la
realidad, de dos cuerpos humanos biológicos a través de un órgano
que los vincula. El cuerpo, en la etapa del pre y pos trasplante padece
desajustes en su integridad y función; su protagonismo, particular y
específico, es central.
Como contenido de una fantasía o una producción artística de
ciencia ficción, convivir con un órgano ajeno pasó a ser una
realidad resultante del progreso de la medicina. El paciente
trasplantado no es un Cyborg,4 condensación de cyber (cibernético)
y organism (organismo), por lo que no es el resultado de un cuerpo
orgánico y dispositivos mecánicos creados con la intención de
mejorar las capacidades funcionales mediante el uso de tecnolo-
gía artificial. No es la unión del humano a una máquina; es la unión
del humano a otro humano. El término “unión” para la medicina

3
El resaltado es del autor.
4
Término acuñado por Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en 1960.

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es precisado como “implante” y nos convoca a los psicoanalistas


a definir conceptualmente la figurabilidad de tal representación
psíquica, no suficiente con el concepto de identificación. Mien-
tras tanto la fantasmagoría individual y popular es rica en imáge-
nes ominosas: “Frankenstein”, el hombre monstruo; “hombre
puzzle” (Starzl, Jr. T., 1994); “extraterrestre”, son algunas de sus
expresiones.

“¿Sabe una cosa? No sé en qué me convertí desde que me


trasplanté. El otro día una persona me dijo: ¿puedo tocarte? Y
después exclamó: ¡me da piel de gallina!
“Cuando volví a mi casa, ya trasplantada, me avivé. Si querían
que les mostrara la cicatriz ¡me tenían que dar un peso!”

El trasplante, en general, requiere que se realice previamente en


el receptor la ablación de un órgano antes sano, ahora enfermo y
deteriorado. La pérdida es real, el hígado o el corazón no pueden estar
más allí, deben ser removidos y su ausencia activa fantasías de
castración y finitud, un punto ciego de la teoría que no cubre el
agujero real que es la muerte.

“Tengo miedo a no despertar, cuando me sacan el órgano mío,


pienso que en ese momento voy a estar vacía…”.

El órgano de reemplazo, en todos los casos, es ofrecido como


salvador. Bajo la promesa de sobrevida que ofrece es idealizado,
ubicado subjetivamente como objeto de deseo, pero puede tornarse
altamente persecutorio si hay complicaciones físicas o psicopatoló-
gicas posquirúrgicas importantes.
La visión de la considerable cicatriz que queda como marca en el
cuerpo y la medicación continua para evitar el rechazo inmunológi-
co, resultan ser la omnipresencia recordatoria de su condición de
trasplantados.
El trasplante de órganos posee particularidades que lo diferencian
de otras intervenciones quirúrgicas en cuanto a que el proceso
desborda lo propio del psiquismo de cada paciente, sus temores,
angustia, fantasías siniestras, trastornos de la identidad. Ante el gesto
de donación requerido quedan comprometidos los vínculos consan-
guíneos del receptor al enfrentar la culpa que lo invade, si se trata de
poner en riesgo la vida de un donante vivo relacionado, o el conflicto

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que le ocasiona la muerte de un donante cadavérico o la responsabi-


lidad que debe asumir la familia que debe prestar su consentimiento
para la ablación (Martorelli. A., 1995).
Entran en escena en este caso los equipos de procuración de
órganos cuyos integrantes reciben de cada familia una amplia gama
de racionalizaciones desde sus creencias individuales ante un pedido
por demás traumatizante. La solidaridad, gesto humano del cual parte
la voluntad de donar, es el protagonista de esta práctica médica sin la
cual no hay trasplante posible. Una solidaridad no mecánica ni
impuesta, definida sí por su derecho restitutivo.
Otro rasgo distintivo del trasplante de órganos es que en ese
tiempo que queda detenido, a la espera de ser trasplantado o en el
tiempo de adaptación posterior, suele observarse la presencia de una
forma sutil de rechazo psíquico que se produce cuando el paciente “se
entrega”. Deja de colaborar vitalmente, “baja los brazos”, no toma la
medicación, no cumple la dieta, no asiste a los controles médicos.
Todo un equipo médico se mantiene a su lado para evitar la probabi-
lidad de un rechazo que lo exponga a un re-trasplante. O a morir, si
es que no alcanza esa segunda oportunidad.
No quedan fuera de escena las demoras en la atención hospitalaria,
la ausencia de un diagnóstico certero por falta de recursos para
afrontar el alto costo de los estudios, las cuestiones inevitablemente
burocráticas del sistema de salud, la escasez de capacitación profe-
sional, la falta de provisión de medicamentos y el bajo porcentaje de
donación de órganos. El obstáculo insalvable es que los órganos
vitales constituyen un recurso escaso, no todos sustituibles por el
momento por dispositivos biotecnológicos, todo lo cual hace que el
proceso se convierta en un padecimiento que se expresa en los bordes
del dolor físico, psíquico y social.

EL TRABAJO PSICOANALITICO

La palabra “trasplante” produce un impacto no sólo en el paciente


sino también en quien le está próximo. Auna al mismo tiempo la idea
de catástrofe y de oportunidad, puede devenir en acontecimiento. En
el imaginario social el paciente queda sobrecargado de una adjetiva-
ción que priva al otro de su alteridad, pasa a tener una identidad
signada por otro, como suele suceder con los pacientes rotulados:
“travestista”, “homosexual”, “anoréxico” o “adicto”. La etiqueta

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“paciente apto para trasplante” o “paciente trasplantado” conduce a


una reflexión que se convierte en advertencia en el trabajo psicoana-
lítico.
La rotulación ilustra un problema clínico con implicancias técni-
cas, ya que puede distraer o direccionar la atención flotante del
analista o desplegar de entrada una contratransferencia, entendida
como implicación personal, sobrecargada de sentidos. Suele ser
también una cuestión inevitable en la presentación de casos porque
ejerce una suerte de fascinación que puede estimular una mirada
voyeurista u ofrecerse como obstáculo epistemológico para el analis-
ta y para quien procede a la lectura del material, cuando éste se
presenta. Poco a poco, el impacto inicial ante lo novedoso debiera
superarse, no sin oscilaciones, para que su elaboración dé lugar al
estímulo que despierta el mero encuentro con la ajenidad del otro y
su transformación, elemento motor de la tarea de investigación de la
vida emocional propia del análisis. Sin embargo, en lo que puede ser
tomado como una inevitable contradicción, puede seguir presente
como telón de fondo la categorización, el cómo habita el paciente la
situación del trasplante.
El entramado psíquico en los pacientes con patología orgánica
grave deviene en descomplejización psíquica, desinvestimiento pul-
sional y apelación a modos de funcionamiento extremo, regresivo y
en ocasiones primitivo, como intentos de preservar un Yo que
claudica. La pulsión de autoconservación (Freud, S., 1910), apoya-
tura de la sexualidad, está amenazada; el cuerpo y el dolor físico
adquieren protagonismo y la muerte, en sus representaciones falli-
das, sobrevuela la cotidianeidad del paciente y la tarea analítica. El
narcisismo herido, la autoestima sin sustentos… ¿Es suficiente esta
conceptualización para el tema de trasplantes? ¿Se hace necesario
pensar algo nuevo?
El consultorio se transforma muchas veces en un hospital que
mueve a los analistas por la urgencia o la emergencia. Entonces,
surge la pregunta, ¿cómo se constituye un paciente con estas carac-
terísticas en un paciente para ser analizado?
El analista no construye un espacio, sino que construye en un
espacio. Es decir que hay que marcar un límite en el espacio del
análisis para que luego, poco a poco, algo se llegue a construir ahí.
Las reglas del análisis son las que instauran el espacio y definirán su
situación en su espacio-tiempo como también las prescripciones que,
a pesar de no estar explicitadas, se imponen al análisis y en cierto

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modo estructuran el espacio analítico. Instauración y construcción


son términos complementarios (Laplanche, J., 1990).
Cuando se estabiliza un vínculo bajo el amparo del encuadre,
facilitador de la asociación libre y la atención flotante, la perspectiva
psicoanalítica no se exige correctiva e intenta desplegarse en la
dimensión de la escucha con la menor interferencia posible del
cuerpo real. Mas en estos casos, todos signados por el intenso
sufrimiento físico, son sólo algunos los momentos privilegiados en
que el fenómeno transferencial puede desenvolverse bajo el predo-
minio inconsciente del paciente. Con lo cual parece ser que uno,
como analista, hace lo que puede, jugando con las ideas y con las
distintas posibilidades, percibiendo en lo posible lo que el paciente,
en tanto persona, necesita y puede hacer (Painceira, A., 2007).

DEL HOSPITAL A LA CLINICA PRIVADA: LUIS

Conozco a Luis cuando debo evaluar su aptitud emocional en


recibir un trasplante de hígado. Presenta un diagnóstico consignado
en su historia clínica por demás complejo: “cirrosis hepática por
HCV + OH + adicciones a drogas/promiscuidad coinfectado con
HIV + diabetes”.
Lejos de su ciudad de residencia, se instala en Buenos Aires para
someterse a todos los estudios requeridos para ingresar a la lista de
espera del INCUCAI. Divorciado, deja en Rosario a su pequeña hija
e interrumpe con pesar el tratamiento psicológico que mantiene allí
con una analista. Doble trasplante de entrada: geográfico y terapéu-
tico.
Ubica el origen de los síntomas hepáticos tres años atrás, a los 35,
a partir de una neumonía. Había comenzado a tomar alcohol en la
adolescencia temprana y dejó de hacerlo hace cinco. “Además
fumaba porro, consumía cocaína, tomaba pastillas, aseptobrom o
sea codeína que pega el ácido al cuerpo”.
Durante ocho meses lo atiendo en la Unidad. Su relato gira en
torno a cuestiones vinculadas exclusivamente a su enfermedad y a
elucidar el impacto que le produjo la indicación de un trasplante.
Ambos, él y yo, estamos inmersos en las demandas de la autoconser-
vación. Pendientes de los valores oscilantes de los estudios necesa-
rios para cuantificar su posición en la lista de espera, del control del
HIV sobre su sistema inmune, de las internaciones de dos o tres días

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ante cada descompensación diabética, con sesiones a las que no asiste


o llega tarde por episodios encefalopáticos causados por su cirrosis
hepática que le hacen perder temporariamente la noción de tiempo y
espacio o que incluyen en la confusión la desregulación de la toma de
los medicamentos indicados. Se hace necesario contratar una perso-
na que lo acompañe en sus salidas y que lo asista para evitar episodios
que ocasionen un descuido riesgoso de su tratamiento. Propongo
aumentar el número de sesiones y derivar la asistencia hospitalaria al
ámbito de mi consultorio particular. El pasaje es aceptado por el jefe
de servicio y el paciente. El nuevo encuadre nos organiza positiva-
mente.
Luis se esmera en “cuidar sus sesiones”, cumple con los horarios.
Cuando recaídas físicas o internaciones le impiden asistir al consul-
torio, me traslado a su domicilio o al hospital conservando el clima
de privacidad con el que sus familiares o personal médico colaboran.
El trabajo analítico que, en el marco hospitalario atravesado por el
discurso médico, se define más como una “experiencia del Yo”,
oscila en el nuevo contexto como “experiencia del inconsciente”. El
cambio modifica mi actitud mental y marca un momento de inflexión
en el proceso ya que interviene en su relato un nuevo nivel en la
narración que se orienta hacia la rehistorización.
Tiene una familia numerosa conformada por padres separados,
hermanos de padre y madre y medio hermanos por parte del padre,
alcohólico también: “no te sabría decir cuántos son, los tuvo con
distintas mujeres”. “Yo a veces paro en la casa de él. Me ve llorar y
no puede besarme, acariciarme. El reconoce que no puede, que
hubiese querido ser como yo soy con mi hija”.
Sonríe con nostalgia cuando recuerda, “muchas cosas, cuando
era chiquito había cumpleaños y fiestas en mi casa para ponerse en
pedo. Mis tías y tíos venían para eso. Mi vieja hacía el papel de
boluda, quizás le convenía. Me manipuleó. Yo tenía mucha excita-
ción, ganas de besar a una tía que se ponía en pedo. Lo hice como un
juego. Juegos sexuales con mis hermanas, con la madre de mi medio
hermano también”.
Su experiencia escolar como repetidor, rateadas, cambios de
establecimientos, acentúan la impresión de una estructura familiar
frágil. Todos los recuerdos giran en torno a un descontrol promiscuo
y a la ausencia de responsabilidades. Reina la confusión, la indiferen-
ciación generacional y la imagen de unos padres que están en otra.

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FRAGMENTO DE SESION A SEIS MESES DE INICIADO EL ANALISIS


EN EL CONSULTORIO

L: Hoy soñé a la mañana y me dio miedo, soñé por la glucemia.


Amanecí con la cama distendida, la habíamos tendido bien a la
noche con mi mamá. Es una señal de mi confusión, tiene que ver con
la insulina. No recuerdo el sueño.
Ayer hablé con la mamá de mi hija, me contó cómo ella me
extraña, cómo me quiere y me puse mal, me corté la cara cuando me
afeité, porque tenía miedo de que … qué se yo… de que me agarre
algo…porque no tengo que estar nervioso por el tema de la
glucosa…me quedé tranquilo.
Después me hizo bien acostarme y hoy a la mañana esto del
sueño, me sentía confuso, no me puedo acordar del sueño (hace
esfuerzos por asociar). Quiero ir a Rosario. Mi hija quiere una
muñeca, por eso quiero viajar, se la quiero llevar yo, pero no estoy
en condiciones (Detalla conversaciones telefónicas diarias que
mantiene con ella).
A: Cada vez que hablás con tu hija o cuando hablás de ella en las
sesiones te agarra el miedo a morir. El solo pensar en no verla más te
pone nervioso, te lastima, te revuelve la glucemia y te hace soñar un
sueño que no recordás. La cama distendida a la mañana es una señal
de la confusión.
L: Había algo de una competencia en ese sueño, algo así, pero no
fue un sueño triste, ni que me puso mal, puede ser lo de mi hija, la
extraño mucho, yo le quería dar cosas que me pidió.
A: ¿Será una competencia con la madre?, ella está ahí con tu hija,
en cambio vos…
L: Está con la madre… Muchas cosas las quiero manejar yo. Ella
me dice que no le compre tantas cosas. Yo no tuve cosas de chico, en
cambio ahora tengo la suerte de tener plata. Así que puedo darle a
mi hija lo que me pide. Y la madre dice que a ella le tienen que dar
un premio por como la ayuda en la escuela.
A: La enfermedad te hace jugar una competencia dura en la que
sentís que llevas las de perder. Tenés la plata pero no podés viajar,
tenés la plata y no podés comprarte una moto porque no te habilitan
para manejar (tema de sesiones anteriores). Mientras… la madre de
tu hija se lleva los premios…
L: Yo siempre hice lo que se me cantó, nunca obedecí, siempre
hice lo que quise… desde chiquito, hasta con las mujeres… y eso es

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lo que estoy pagando, la carga que tengo, si hubiese sido diferente,


bueno… no estaría enfermo…y mi hija estaría conmigo.
A: ¿Qué me estás contando? ¿Que vos te provocaste la enferme-
dad con tanta cama revuelta? ¿Y qué pasaba con esos papás que no
se daban cuenta que vos eras un chico?
L: La última vez que estuvo mi hija acá mi papá trajo una señora
y le dijo que él la cuida y eso no me gusta, es la historia de siempre,
es una mina. No es cierto que él la cuide. Yo ya no le doy bola a eso,
pero a mi hija le dije la verdad, le dije “te mintió”. Me hace acordar
de cosas.
A: ¿Como qué?
L: De lo que hacía él con mi hermana, conmigo (se angustia).
Cuando finaliza la sesión, Luis se despide en la puerta con este
comentario: me gusta ese pantalón que tenés puesto, me gustan los
dos bolsillos de atrás.

COMENTARIOS

Esta sesión muestra, a mi entender, cómo la vida psíquica queda


tomada por los asaltos del cuerpo. El soma altera la vida psíquica y
la vida psíquica altera también el soma, cuando se detiene la simbo-
lización.
La sesión se abre con dos secuencias narrativas: Luis se acuesta a
la noche con la cama bien tendida por él y su mamá, a la mañana tiene
un sueño, que no recuerda, ocasionado por la insulina cuyo déficit le
produce estados de confusión. No puede diferenciar los estados
oniroides de un sueño. Ante el fracaso de la función desintoxicante
del hígado y páncreas, el cuerpo toma el comando y detiene la
elaboración onírica. Aquí la psiquis es víctima del cuerpo.
Operando como resto diurno continúa el segundo relato: el día
anterior habla con la ex mujer, escuchar cómo la hija lo quiere y
extraña reanima la fantasía de muerte, equivalente a la intervención
de la insulina en la producción del sueño, y el cuerpo se daña con un
corte en la cara. Aquí la psiquis domina al cuerpo. Fracasa el
procesamiento psíquico, no llega a fantasmatizarse y se expresa el
cuerpo sensorial (Alaugnier, P., 1977; Torres de Aryan, D., 2005).
Existe una “causalidad demostrada” (Alaugnier, P., 1994), sabida
por el paciente, que actúa como garantía cultural de orden médico que
asegura que la terapia antirretroviral para tratar el HIV podría inducir

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o acelerar el metabolismo de la glucosa en el cuerpo. Y junto a ella


coexiste una “causalidad interpretada” a la que Luis apela, un
conjunto de suposiciones singulares con las que intenta dar sentido
a la realidad exterior y fundamentar un conjunto de causalidades: las
secuencias narrativas.
Entiendo mi trabajo en la sesión con este paciente desde esta
posición. Como un intento de coherentización de una experiencia
caótica que nos afecta a ambos, un intento de ubicar en un campo
simbólico sus fantasías sofocadas. Cuando un elemento del sueño, la
“competencia”, sortea la represión, se ofrece como un significante
que inicia otro camino posible de elaboración psíquica en donde algo
del vínculo con una mujer adquiere protagonismo. Y, en el trabajo
analítico que compartimos, surgen los ganadores y perdedores así
como la culpabilidad, todo un tema en Luis, tanto si se la adjudica él
mismo o lo hacen los otros. “El se lo buscó”, me dijo su hermano, una
vez que lo vi en el hospital.
Pero ningún hecho real, como la promiscuidad sexual o sus
adicciones, aun habiendo dejado marca, contienen en sí todas las
significaciones; es sólo su articulación en diversos encadenamientos
significantes lo que le otorgará una multiplicidad de nuevos sentidos
posibles.
Los términos competencia e impotencia orientan mi reflexión
luego de la sesión. Esbozo una producción interpretativa que conden-
sa la tensión y distensión de la cama con su madre y continúa en la
línea de la tensión con la madre de su hija ante quien queda excluido
físicamente, como padre, por su enfermedad. Su impotencia tiene un
correlato físico en su actual falta de erección, su pene antaño siempre
tenso, está distendido ahora por efecto de la medicación. El quiere
vivir y hacerse cargo de su hija, no quiere relegarse como padre,
como lo hiciera el suyo al hacerlo participar de una sexualidad precoz
y desbordante, pero la enfermedad lo enfrenta a la pérdida del
dominio sobre su hija y sobre sí mismo.
Toda esta elucubración intelectual se interrumpe al recordar el
comentario del paciente al salir de la sesión. Una producción del
inconsciente sorteó la lógica de la causalidad: “me gusta ese pantalón
que tenés puesto, me gustan los dos bolsillos de atrás”. ¿Qué realidad
compartíamos paciente y analista en la sesión? ¿Qué alusión transfe-
rencial deslizó al despedirse, producto del trabajo en la sesión? ¿En
qué cuerpo puso su mirada? ¿En el de las mujeres de la familia? ¿En
el del padre cuando alude a la zona anal? ¿En el de la analista que tiene

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EL CUERPO ANTES Y DESPUES DE UN TRASPLANTE DE ORGANO...

los pantalones puestos como cree que los tiene la ex esposa? En una
línea puede ser una referencia discursiva a un cuerpo erógeno,
libidinizado, semantización que insinúa la marcha de un proceso y la
conexión con la vida. En otra, la erotización como desmentida de la
progresiva cadaverización del cuerpo.
Puede objetarse que el padecimiento de este paciente no difiere de
cualquier otro en que el compromiso físico no esté vinculado con la
necesidad de esta intervención. Es una apreciación que estimula la
reflexión acerca de si existe algo propio del trasplante de órganos en
el trabajo analítico con estos pacientes.

FRAGMENTO DE SESION DOS MESES DESPUES

El cuadro clínico de Luis se agrava. Una complicación cardíaca va


a requerir de la donación de un corazón por lo que se hace necesario
derivarlo a un centro en el que pueda realizarse un doble trasplante.
Pero el jefe de servicio me comunica que se reserva el derecho de
informar al paciente de esta situación hasta tanto se reuniera una junta
médica. Aunque no afecta su continuidad, esta situación produce una
interferencia de alto impacto en el análisis. Poseo una información
vedada de la que el paciente comienza a sospechar en función de su
arritmia y de los estudios que se le requieren. Se agrega la particula-
ridad de que los valores del Meld 5 son bajos y lo alejan de la
posibilidad de un trasplante hepático. Y además tengo un pensamien-
to que amenaza con convertirse en certeza: el paciente no va a superar
esta nueva realidad, se va a morir. Ahora ambos compartimos la
dimensión de estar bajo los efectos de lo tanático sobre su historia
subjetiva y corporal.
En el momento en que transcurre esta sesión Luis está al tanto del
compromiso cardíaco con una salvedad, no le han informado de la
irrevocable necesidad de un trasplante simultáneo. Es una probabi-
lidad, si es que no responde a la medicación que recibe para impedir
un accidente cerebro vascular o una muerte súbita cardíaca. Cuenta
que estuvo en la casa del padre, quien no lo presiona, de hecho lo deja
que se bañe todas las veces que él quiera. A diferencia de la madre que
lo controla cuando se queda en la casa de ella, y le dice que se va a

5
El sistema Meld es un índice pronóstico utilizado para valorar la gravedad de la cirrosis
hepática.

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gastar de tanto bañarse porque a veces lo hace hasta diez veces por
día. Hablando de la espera del trasplante de hígado, dice:

L: Me voy a sentir raro, me da impresión, sentir cosas de otra


persona en mi cuerpo, pienso en positivo, que todo se va a dar como
quiera Dios, que hay gente dependiendo de la operación. Digamos
que no soy de la idea, no, ser de la idea o no, la tengo que aceptar.
Tengo una impresión como cuando te van a hacer algo en la muela.
A: El dentista que se mete en tu boca es como el hígado descono-
cido metido dentro de tu cuerpo.
L: Y no está en duda hacerme eso, aunque me impresione. Lo que
a mí me hace cosa, lo que me hace dudar, es que, como es, esto de
tener algo de otra persona, qué sé yo. Yo me lo voy a hacer, esto es
así, pero me da como un asquito, ¿qué va a pasar? ¿Funcionará en
mí? ¿Será factible eso en mí? Después me aparece que sí, que es
potable, que es lo que quiero, que es lo que busco.
A: ¿Asquito?
L: Yo soy medio asquito, el asquito soy yo. Mira como estoy… (Se
arremanga y muestra los hematomas por los pinchazos en el brazo en
una piel que cada vez se le fue poniendo más oscura, casi negra.
Percibo un doble sentido en la palabra asquito: por su apariencia
física y por la memoria que su cuerpo guarda del HIV, la infección
“incestuosa” y las drogas) …como que yo soy esa persona, ¡qué tiene
que ver el hígado! ¡Qué tiene que ver que me lo operen! Aparte, estoy
hablando sin haberlo palpado, todavía soy medio prejuicioso, no sé
cómo va a sonar dentro de mi. Yo lo veo benigno, como algo que va
a salir bien.
A: Un hígado de otro, benigno, no te da asco porque confías en que
con él se van a lavar las marcas de tu cuerpo y, yo te agrego, las marcas
de una historia a acomodar. Ya no vas a necesitar lavarte diez veces,
para que dejes de estar oscuro o para lavar las culpas. (Se agarra la
cara y baja la cabeza. Silencio. Llora)…
Cuando termina la sesión y se incorpora dice: “Pensar que yo no
me daba cuenta, era joder a morir. Ahora lo que más quiero es vivir”.
Al mes siguiente de esta sesión, Luis sufrió un desmayo y fue
internado con una descompensación irreversible que le ocasionó a
los pocos días la muerte.

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EL CUERPO ANTES Y DESPUES DE UN TRASPLANTE DE ORGANO...

COMENTARIOS

Mis pensamientos luego de la sesión se encuentran y desencuen-


tran. Luis desliza un conflicto intersubjetivo, que resulta de la idea de
tener dentro de sí parte del cuerpo de un semejante, hacia un conflicto
intrapsíquico. Asoma la fantasía de que él puede pudrir el probable
órgano donado, que puede reproducir la enfermedad que dice haberse
generado. El hígado benigno queda asimilado a sus aspectos denigra-
dos, verbalizados con la palabra “asquito”. En la sesión anterior yo
le hacía mención a los padres ¿internalizados? que no lo cuidaron. En
ésta él replica: “me lo hice yo”.
El trasplante era la diferencia entre la vida y la muerte. La muerte,
antes imaginaria, fue real después. La última palabra la tuvo la
legalidad de su cuerpo.
Hay expresión también de conflicto con su Superyo, podríamos
decir freudianamente, enjuiciador de su actividad yoica. Pero si el
Superyo es la consecuencia de la internalización de la figura del padre
como resultado de la resolución del complejo de Edipo, ¿qué carac-
terísticas adquirió esta instancia en Luis, identificado con un padre
que no hace renuncia de lo pulsional, que opera casi sin ley?
Freud (Freud, S., 1924) se refirió a la satisfacción paradójica del
Superyo: cuanto menos ataca el Yo a su objeto, más culpable se siente.
Freud plantea que la agresión dirigida hacia afuera salva al sujeto de
la autoagresión, o sea preserva su vida. En cambio en Luis, buena parte
de sus componentes pulsionales destructivos incrementaron el maso-
quismo en el cuerpo y en el Yo, culpándolo y castigándolo. Releyendo
la interpretación que reconstruí, deduzco que ella se orientó hacia el
carácter reparador que puede adjudicársele al trasplante, entendiendo
por reparación ese mecanismo ligado a la angustia y a la culpabilidad
depresivas (Klein, M.; Riviere, J., 1963). Este es un vértice, entre
muchos otros, para pensar su vida psíquica.
Por mi parte, su final me dejó pensando hacia dónde se orientó el
análisis de este paciente. Creo entender que oscilaba entre la posibi-
lidad de recibir un trasplante y la propuesta de que pudiera vivir su
propia muerte.

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EL CUERPO ENCAJONADO: ELENA

Elena nació con espina bífida,6 por meningocele. Los síntomas


son visibles, la pierna derecha deformada, con serias dificultades
para caminar. El cuadro evolucionó hacia una pielonefritis crónica7
y requirió de un tratamiento por diálisis hasta que recibió un trasplan-
te renal, del que la madre fue donante. A los diez años de este
trasplante, desencadenado por la medicación inmunosupresora y
como consecuencia de una enfermedad coexistente de vejiga, tuvo
una oclusión intestinal, una hemorragia digestiva, contrajo hepatitis
C, y se descubrió un tumor maligno en la vejiga. Fue necesaria una
cistectomía y una cistotomía. Luego de la operación del cáncer, y la
extirpación de un ovario y útero, fue nuevamente dializada. Recibió
un segundo trasplante, esta vez cadavérico. Próxima a los cuarenta
años, aun con certificado de discapacidad, trabaja y se mantiene sola
a pesar de las infecciones urinarias a repetición que, cada tanto, le
exigen internaciones. Además, su cuadro se ha complejizado por la
aparición de una diabetes ocasionada por el consumo de la medica-
ción inmunosupresora.
La paciente se introduce en su primera consulta con estos datos.
Pero, ¿quién es Elena? Es una mujer bonita, bajita, profesional, vive
sola, no podría tener hijos, su familia vive lejos, su padre le dice que
ella es un ave fénix, su madre no le permite expresar la más mínima
debilidad. Ni su apariencia física ni las enfermedades le impidieron
acceder a una vida sexual, a pesar de no poder salir del asombro de
descubrirse deseada por un hombre.
Busca analizarse porque “cada vez que quiero algo del disfrute,
algo me pasa, no puedo programar nada. Por eso vengo, tal vez yo
hago algo para tener siempre esta situación de impedimentos”.
Cuenta que vive en un departamento que tenía mucha luz y que, por
una construcción lindera reciente, quedó a oscuras. “Quedé encajo-
nada”.
Sorpresivamente para ella, su análisis comienza sin que escuche-
mos alguna alarma corporal. Las sesiones se suceden con relatos

6
La espina bífida es una malformación congénita del tubo neural, que se caracteriza porque uno
o varios arcos vertebrales posteriores no se han fusionado correctamente durante la gestación
y la médula espinal queda sin protección ósea.
7
Infección de los riñones que se desarrolla lentamente y dura meses o años. Se puede presentar
en uno o en ambos riñones.

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EL CUERPO ANTES Y DESPUES DE UN TRASPLANTE DE ORGANO...

referidos a las vivencias de sus trasplantes, a su historia y actualidad


familiar, el trabajo y el incipiente proyecto de mudarse a una vivienda
luminosa.
La relativa “calma” se ve sacudida luego de cuatro meses. De
pronto el cuerpo-sufrimiento se impone nuevamente al Yo y me
convierto en testigo de su angustia creciente. La aparición de un
nódulo en una mama, la vejiga ileal que produce ectasia urinaria y el
miedo, que siempre está, a que la orina vuelva para atrás, que no drene
del todo. El comienzo de una fiebre intermitente y persistente, la
incertidumbre por la amenaza más temida, una infección bacteriana,
razón de una de sus tantas internaciones. “Tengo que vivir con un
cuerpo a cuestas”, dice.
La muerte de una ex compañera de diálisis, trasplantada de riñón
y páncreas que tuvo cáncer, incrementa sus temores. La operación
psíquica imposible, la de representar su propia muerte, toma la forma
de amenaza de castración cuando se identifica con un semejante a
partir del conocimiento de su fallecimiento.
Una vez más el cuerpo le señala la autonomía de sus reglas
biológicas y experimenta la impotencia de reducir el funcionamiento
de su cuerpo a su dominio. El cuerpo, aunque definitivamente
exterior al Yo, está condenado a morir, a convertirse en un faltante e
inevitablemente, en su caída, condena al Yo a morir (Alaugnier, P.,
1994).
Luis, el paciente anterior, ubicaba la etiología de sus enfermeda-
des en sus desbordes pulsionales, jugados primariamente en el
ámbito familiar, con una cosmovisión punitiva y moral. Sus enferme-
dades fueron “adquiridas”, exógenas. Elena, en cambio, llegó a este
mundo con una enfermedad congénita. Y a partir de ella se desenca-
denó la tragedia pulsional en su cuerpo que, por los trasplantes
recibidos, se convirtió en drama. Elena vive.

FRAGMENTO DE UNA SESION

E: Y… bueno, parece que la fiebre decidió irse. Se debe haber


asustado cuando, después de tantos análisis y consultas con la
infectóloga, dije que si con los antibióticos no remite me voy a
internar y que me den la endovenosa nomás!... El viernes voy a visitar
a mis padres, de allá no es fácil viajar pronto. Si me agarra de repente
fiebre afuera, qué sé yo, ¡ay! Por eso me cuesta irme sola, y no tengo

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RAQUEL DUEK

quién me acompañe. Está bien, me voy a poder manejar sola pero si


el bicho se mete en mi sangre… Por eso, si vuelve a aparecer la fiebre
que me den la endovenosa!
A: Escuché “la venenosa”.
E: … Y sí, me puede ocasionar una sepsis, una bacteriemia, que
se meta otro bicho, yo soy vulnerable, son los riesgos del trasplante,
de la inmunosupresión. El bicho lo tengo y es amenazante, es un
peligro, me puede matar. Y es como vos me dijiste una vez, me
persigo. Por ahí si lo pienso tanto, termina haciéndose presente, no
sé si en el fondo yo propicio este tipo de cosas. Justo cuando me
quería tomar vacaciones. Y…es llamativo, más de lo que hago…hago
terapia. Yo me enojo conmigo misma, ¿que más puedo hacer?
A: Te hacés responsable y me hacés responsable como si pudié-
ramos tener el control sobre tu cuerpo. Cuando, parece que el cuerpo,
cuando se enferma, toma el control.
E: Se supone que el cuerpo y la mente van juntos y que la mente
tiene el poder sobre el cuerpo. Pero en fin…tengo que admitir que
estoy más tranquila, si agrego también que la endocrinóloga me
aseguró que el nódulo es muy chiquito y por ahora no necesita ser
biopsiado. En fin… (Elena tiene en la expresión “en fin…” una
muletilla con la que describe una posición de entrega ante situaciones
que la desbordan)…
…Tengo un interesado por el departamento… Tuve un fin de
semana movido, fui al taller de teatro finalmente y me gustó mucho,
fue divertido. Hicimos ejercicios de contacto corporal y me sorpren-
dí porque a mi eso de que me miren o me toquen el cuerpo me cuesta
mucho.

FRAGMENTO DE LA SESION SIGUIENTE

E: Sigo bien. Llegué con tiempo y estuve en el parque, el día está


hermoso. Me llamó una amiga, me invitó a su cumpleaños. Estoy
entusiasmada esperando la próxima clase de teatro…Me tiene muy
mal mi mamá. No puede ser que no fue al médico. Está tan abando-
nada (Se detiene pormenorizadamente a describir todos los síntomas
físicos de la madre).
A: Me llama la atención que ahora que dejó de hacer ruido tu
cuerpo me hables del de tu mamá, casi como si fuera el tuyo.
E: No puedo evitarlo, me enojo mucho con ella, al punto que no la

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EL CUERPO ANTES Y DESPUES DE UN TRASPLANTE DE ORGANO...

paso bien cuando la visito pero no puedo dejar de ir. Mi mamá


envejeció prematuramente. Noto que su cabeza no funciona bien. De
joven, nada que ver conmigo, fue elegante, muy buen cuerpo, se
mostraba, cuando hablaba se mostraba como muy perfecta. Yo me
apabullo. Cuando íbamos a las consultas por el trasplante no me
dejaba hablar, me decía que me callara, ella salía con su hablar
ampuloso. Ha mejorado mucho pero me cuesta todavía (llora)…
Cuanto más agrandaba mi madre los logros, yo más los minimizaba.
Cuanto más minimizaba mi mamá mis problemas físicos, yo no me
permitía ni la más mínima debilidad. Me habrá querido ver como una
persona normal, sin problemas de salud. Cuando estaba por entrar al
segundo trasplante, yo me puse a llorar y justo llamó mi hermana y ella
le dijo: “Y…aquí está, como siempre, llorando”…Yo no quería que mi
mamá me donara un riñón. Es una carga que me dejaba más vulnera-
ble. Había un tema de simbiosis y yo me quería diferenciar y eso me
ataba aún más. Mamá estuvo muy atada a mí por mi salud.
A: La simbiosis con tu mamá… el trasplante… tener algo de ella
adentro tuyo…, que ella se quedara sin una parte de su cuerpo… vos
no podés sentirte bien... Hay que minimizar los logros…

COMENTARIOS

La indiscriminación con el cuerpo de la madre es más que la


consecuencia del implante que de ella tiene en su cuerpo. Es la
corporeidad del fenómeno de tener una madre atada, “metida” en su
mente. Una madre que, aparentemente dona su riñón para salvar lo
que, desde su narcisismo, le resulta mortificante: tener una hija
dañada.
La enfermedad congénita juega un papel primordial en la relación
ambivalente que tiene con la madre. Ambivalencia desplazada a un
riñón que aceptó y rechazó o a una inyección endovenosa que detiene
la enfermedad pero que es también significada como venenosa, en
referencia a mi lapsus auditivo.
La indiscriminación también se observa en la omnipotencia del
pensamiento. El trasplante y la inmunosupresión son los que por su
complejidad producen daños y efectos adversos en otros órganos. En
esta paciente suele operar sobre la realidad de la enfermedad, y sobre
el límite a su tiempo de vida, la desmentida. A la manera de las
acusaciones de Luis, que no incluyen la responsabilidad de los

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padres, Elena cree que se provoca las enfermedades, acompañada de


la fantasía omnipotente de que también las puede detener. La etiolo-
gía congénita es reprimida.
Los dos pacientes citados plantean una situación en el análisis
muy presente en los procesos de trasplantes que tiene que ver con el
elemento de soledad vinculado al enojo por la discapacidad. Antes,
durante o después, la mayoría de los pacientes recibe un certificado
de discapacidad. A su invalidez le atribuyen las razones de sentirse
o ser excluidos socialmente.
Cuando se hacen visibles los efectos estéticos de la enfermedad
–piel u ojos amarillos por la ictericia, como ejemplo– o por la acción
de los corticoides –cara de luna llena, vello en los brazos y piernas,
estrías, aumento de peso, hematomas en la piel por roces insignifi-
cantes– o cuando es notoria una deformidad corporal, el impacto
emocional ligado a fantasías castratorias conlleva al horror y al
rechazo, sobre todo con la pregnancia del imaginario social actual del
cuerpo. A diferencia de las discapacidades que todos los humanos
tenemos en alguna medida, la de muchos pacientes, como Luis y
Elena, es una discapacidad “certificada” por una entidad autorizada
que así la designa con un valor cuantitativo –70 % de discapacidad–,
por ejemplo. Otro rótulo más.
Para finalizar… La omnipotencia del deseo inconsciente del
analista de modificar la realidad dolorosa, en este caso de pacientes
orgánicos, es jaqueada en las primeras jugadas. Es un logro del
proceso analítico, construido por ambos, que el paciente modifique
su realidad sin destruirla, respetando sus características para cambiar
las posibles y hacerlas más aprovechables. Que éste sea su proyecto,
lograr que el espacio psíquico y el cuerpo sean habitables por su Yo,
con experiencias en las que Eros tenga una participación que permita
desplegar posibilidades de vivir, como es el caso de Elena. O el caso
de Luis, hasta donde pudo llegar, cuando lo sorprendió la muerte.
Entiendo que este trabajo no es lineal. Cuestiones vinculadas con
el cuerpo y el trasplante y sus interpretaciones se alternan, se
sumergen, reaparecen, se conectan o desconectan entre ellas. En-
cuentro que la situación del trasplante produce nuevas respuestas
subjetivas que necesariamente hacen marca en pacientes graves. Es
una nueva problemática. La limitación de este trabajo es no poder
resolverla. La intención es explicitarla.

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EL CUERPO ANTES Y DESPUES DE UN TRASPLANTE DE ORGANO...

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RAQUEL DUEK

(REFERENCIA RESERVADA) Cuerpo y sufrimiento. Trabajo libre presentado en


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Trabajo presentado: 10-8-2010


Trabajo aceptado: 24-8-2010

Raquel Duek
Malabia 2363, 25º “F”
C1425EZG, Capital Federal
Argentina

E-mail: raquelduek@fibertel.com.ar

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