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UNIVERSIDAD JUÁREZ AUTÓNOMA DE

TABASCO
DIVISIÓN ACADÉMICA MULTIDISCIPLINARIA
DE COMALCALCO

“ESTUDIO EN LA DUDA, ACCIÓN EN LA FE”

UNIDAD 3

ASIGNATURA:

BIOETICA Y LEGISLACIÓN

DOCENTE:

M.A.P.S. JUAN MARIO NARANJO SÁNCHEZ

ALUMNOS:

EST. LIC. EN ENFERMERÍA: JESÚS MARTÍNEZ FRANCIS

ARLETTE

EST. LIC. ENFERMERÍA: JIMENEZ MÉNDEZ JESSICA

EST. LIC. EN ENFERMERÍA: LEPE SUAREZ YESENIA

EST. LIC. EN ENFERMERÍA: SUAREZ VASCONSELOS WILIAM

SEMESTRE Y GRUPO:

“8 E”

FECHA DE ELABORACIÓN:

JUNIO DE 2021
ÉTICA DE LA VIDA Y DE LA MUERTE: ABORTO, EUTANASIA,
OBSTINACIÓN TERAPEUTICA Y ABANDONO TERAPUTICA
 Aborto
Entre los muchos argumentos que utilizan los defensores y detractores de la
legalización del aborto algunos constituyen, ya, auténticos tópicos del
debate, nunca cerrado, sobre el tratamiento que el derecho debería dar a la
interrupción del embarazo. Partiendo de presupuestos morales, de
posiciones jurídicas y políticas o de rigurosas reflexiones médicas a menudo
nos encontramos ante un conjunto de lugares comunes ya tantas otras veces
escuchados. (Castro, R. 2009).

Algunos juristas y no actores de la vida política afirman que la realidad del


aborto difícilmente se puede contener con las normas jurídicas. Apoyándose
en datos estadísticos se sostiene que el aborto es una realidad en todos los
países y en todas las culturas y que su ilegalización, antes de disuadir a las
mujeres de su práctica, sólo consigue convertirlo en hecho clandestino, en un
problema de salud pública.

De acuerdo a la OMS del 2010 a 2014 se produjeron en todo el mundo 25


millones de abortos clandestinos (45% de todos los abortos) al año, según un
nuevo estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto
Guttmacher publicado hoy en The Lancet. La mayoría de abortos peligrosos
(97%) se produjo en países en desarrollo de África, Asia y América Latina.
(Miranda, J. N. 2014).
unque nadie puede dar una cifra exacta, se estima que en México se realizan
entre 750 mil y un millón de abortos clandestino anuales.

Eso calculó la doctora Fátima Juárez, en un estudio del Instituto Guttmacher


que citan el Director Médico de Marie Stopes México y la Directora General
de Fondo María, organizaciones dedicadas a facilitar que las mujeres
accedan a interrupciones legales del embarazo (ILE) en Ciudad de México y
otras ciudades del mundo (Castro, R. 2009).
Obviamente, un ordenamiento jurídico no puede exigir lo imposible y
tampoco parece razonable emitir una prohibición válida pero que se sabe va
a resultar ampliamente ineficaz. Si pese a su prohibición el número de
abortos se mantiene constante en las sociedades contemporáneas habrá
que concluir en la futilidad de la norma prohibitiva. Ciertamente, el derecho
no lo puede todo y en relación a la interrupción del embarazo, o, por ejemplo,
al consumo de drogas, el ejercicio de la libertad parece imponerse, a
menudo, por encima de prohibiciones, (Castro, R. 2009).

La afirmación de mayor fuerza argumentativa utilizada por los llamados


antiabortistas a la hora de exigir la prohibición de la interrupción del
embarazo es, sin duda, la consideración de que el feto y también el embrión
son seres humanos. Se trata de un argumento que parece lógicamente
conducir a la prohibición del aborto y, desde luego, con muchos más medios
y medidas de los que se suelen utilizar en las distintas legislaciones
modernas al respecto.

¨Como la propia biología explica que el sistema nervioso del embrión


empieza a constituirse desde las primeras semanas, lo que le permite
moverse, percibir estímulos y desarrollarse. Cuando se unen el
espermatozoide y el óvulo, en la trompa de Falopio, la célula que se forma
(cigoto), antes de dividirse, ya tiene los 46 cromosomas que nos definen
como seres humanos y su propio código genético (ADN) distinto del de la
madre y del padre¨. (Herreros, B., del Olmo Ibáñez, M., Wolf, 2018). Desde
la genética y la embriología existen evidencias científicas suficientes para
afirmar que el embrión es un ser humano único e irrepetible.
Sim embargo otros estudios como o es el caso del científico mexicano
especializado en biología evolutiva, Antonio Lazcano, aseguró que el
producto del embarazo antes de la semana 12 de gestación no es una
persona, ni siquiera en potencia, pues la placenta tiene el mismo contenido
genético que el cigoto. El fundador del curso y laboratorio 'Origen de la vida'
en la UNAM explicó el proceso de fecundación y dijo que si bien un óvulo
fecundado por un espermatozoide pueden dar como resultado un niño, éste
se considera persona hasta después de la semana. (Lazcano A , J. 2010).

Pero, como apuntaba, la afirmación de que el feto no es todavía una persona


sólo excepcionalmente conduce a este tipo de planteamientos. Más habitual
y a la vez más razonable parece considerar al feto si bien no como una
persona, sí como un principio de vida o, como se ha sostenido, un “viviente
humano” en la medida en que su vida está programada para ser
humana25.Desde este punto de partida es posible construir una visión del
aborto más compleja, que oriente las normas jurídicas no hacia el absurdo de
equiparar el aborto a un asesinato sino a su valoración en relación a
contextos y circunstancias. (Castro, R. 2009).

Ciertamente el límite de la viabilidad o de la capacidad de vida autónoma es


siempre una cuestión discutible y sobre todo variable a medida que se
producen avances médicos y se aplican a los mismos las nuevas
tecnologías. En un ámbito de relativa y variable indeterminación la ley debe
evitar los abortos tardíos.

 Eutanasia

Como sugiere su etimología (del griego “eu-thanatos”), eutanasia significa


“buena muerte”, en el sentido de muerte apacible, sin dolores, y con esta
acepción la introdujo en el vocabulario científico Francisco Bacon en 1623.
Sin embargo, actualmente se entiende por eutanasia aquella acción
eutanasia activa-, u omisión –eutanasia pasiva-, encaminada a dar muerte,
de una manera indolora, a los enfermos incurables. (Ortiz-Gonçalves, 2018)
Son características esenciales de la eutanasia el ser provocada por personal
sanitario y la existencia de una intencionalidad supuestamente compasiva o
liberadora. Por los fines perseguidos la eutanasia se llama homicidio piadoso
si la muerte se busca como medio para privar al enfermo de los dolores, o de
una deformación física, o de una ancianidad penosa o, en una palabra, de
algo que mueve a “compasión”. Se llama eutanasia eugenésica, económica o
social si la muerte se busca como medio para purificar la raza o para liberar a
la familia o a la sociedad de la carga de las llamadas “vidas sin valor”.
Por los medios empleados se divide en eutanasia activa (acción deliberada
encaminada a dar la muerte) y eutanasia pasiva; en ésta se causa la muerte
omitiendo los medios proporcionados necesarios para sostener la vida.
(Ortiz-Gonçalves, 2018)

Desde otro punto de vista, se puede clasificar también la eutanasia en


voluntaria e involuntaria, en el caso de que lo pida o no el enfermo. Aunque
sea con el consentimiento de la víctima, la eutanasia es siempre provocada
por otras personas; es un homicidio con unas características determinadas.
Si es uno mismo el que se provoca intencionadamente la muerte se habla de
suicidio, y se denomina suicidio asistido cuando es el médico quien
proporciona un fármaco letal al enfermo (Caso San pedro)

Hoy en día, dentro del término “eutanasia” se incluyen conceptos de


encontrada significación ética, y es necesario conocer el significado real del
mismo, diferenciándolo de otras prácticas perfectamente admisibles desde
un punto de vista ético y legal.
No es eutanasia la aplicación de fármacos para aliviar el dolor u otros
síntomas en un paciente terminal aunque ello produzca, indirecta e
inevitablemente, un cierto acortamiento de la vida. Si se aplican
convenientemente los principios éticos es no sólo aceptable sino aconsejable
y necesario en ocasiones. Siempre debe procurarse no impedir que el
enfermo pueda actuar libremente en la disposición de su última voluntad y en
el caso de que los medios usados lleven aneja la obnubilación o pérdida de
conciencia, será necesario el consentimiento del enfermo. (Ortiz-Gonçalves,
2018)
Se puede entender que tampoco es eutanasia la omisión o retirada de
medios extraordinarios o desproporcionados para prolongar artificialmente la
vida de un enfermo terminal, pues está ausente la acción positiva de matar y
la posibilidad de una vida natural. A esto le llaman algunos autores
“adistanasia”. Aquí el médico juega un papel importante pues es el médico
consultando en algunos casos límite a otros colegas, o los comités de ética
de algunos hospitales, los que deben determinar qué medios se pueden
considerar proporcionados y cuáles desproporcionados para un paciente
determinado, teniendo en cuenta sus circunstancias concretas.
El tipo de enfermos en los que con mayor frecuencia se plantea la eutanasia
son los que se hayan en situación terminal; conviene delimitar algunos
conceptos al respecto. El término "incurable", se refiere a la imposibilidad de
mejorar o superar la enfermedad; "terminal" indica la cercanía de una muerte
inevitable, aunque la enfermedad por su naturaleza pueda ser curable. Así,
podemos encontrar enfermedades incurables terminales (un cáncer con
metástasis) y enfermedades en principio curables pero que han llevado al
paciente a un estado "crítico" una grave neumonía con depresión inmunitaria.
. (Álvarez-Del Río, A. 2014).

Los enfermos incurables terminales son los principales candidatos a la


eutanasia; los enfermos curables en estado crítico no presentan mayores
dificultades, ya que habitualmente se les dan los cuidados máximos. Otro
concepto es el de estado vegetativo persistente (EVP); los pacientes en este
estado pertenecen a la categoría de incurables incapaces, aunque no
necesariamente son terminales; son pacientes con una pérdida de
conciencia permanente, en coma irreversible. Un enfermo en situación
terminal es aquél en el que se prevé que la muerte es segura y ocurrirá en un
plazo no lejano (hasta seis meses, según algunos autores), abandonándose
el esfuerzo médico terapéutico para concentrarse en el alivio de los síntomas
y en el apoyo tanto al paciente como a su familia. (Álvarez-Del Río, A. 2014).
Actualmente nos podemos encontrar entre la pared y la espada al hablar de
este tema pues hay muchas limitantes que hacen que este tema sea un
dilema, el juramento hipocrático ha contribuido también a la consolidación de
este paradigma, en la medida en que uno de sus preceptos más conocidos
establece que “jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me
soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré
abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma
santa y pura.” Creagh Peña, M. (2012

Aunado a lo anterior, la visión religiosa ha sido también un elemento


fundamental en este debate ya que parte del supuesto de que la voluntad de
dios es la única que crea y otorga la vida y por lo tanto es solo la voluntad de
dios quien debe quitarla. Esta posición de la religión, en relación a la
eutanasia ha quedado claramente manifestado por Wolfang Huber,
representante de la iglesia evangélica que expresó que “el ser humano no
puede disponer arbitrariamente de la vida, ni al comienzo ni al final. La vida
es un don divino. Por ello nos negamos a la eutanasia Creagh Peña, M.
(2012)

En México, un reto principal que enfrenta el Sistema Nacional de Salud es el


de incrementar el alcance de la legislación existente sobre voluntad
anticipada en el sentido de ampliar la gama de opciones a las que tendría
derecho dentro del principio de autonomía. Actualmente, las leyes existentes
están acotadas a que el paciente opte por el rechazo a tratamientos pero no
puede optar por el acceso a tratamientos que pudieran poner sanar su dolor
y sufrimiento. Así mismo, otro reto fundamental del sistema es el de disponer
de los recursos suficientes, en términos de personal especializado,
tecnología e insumos para satisfacer la demanda que se generará respecto a
los cuidados paliativos para una población de adultos mayores creciente.
Creagh Peña, M. (2012

Considero que este es un tema que pone en dudas muchos puntos éticos y
en esto debo hacer énfasis a los puntos religiosos y al punto del compromiso
que cada personal del área de la salud hace, sin embargo opino que esto va
dependiendo de los puntos de acuerdo a la religión que el personal presente,
pero es importante mencionar que es decisión personal de cada persona,
pues al final de cuentas no somos nosotros quienes estamos padeciendo o
sintiendo el dolor, ni es algún familiar que esté cumpliendo el rol de cuidador.
A mi punto de vista esta es una decisión entre la persona que tiene una
enfermedad y el familiar y desde el área como personal de la salud depende
la religión que este practique.

 Obstinación terapéutica
Se entiende por obstinación terapéutica la instauración de medidas no
indicadas, desproporcionadas o extraordinarias, con la intención de evitar la
muerte en un paciente tributario de tratamiento paliativo. Constituye una mala
práctica médica y una falta deontológica, según se explica en el Documento
OMC-SECPAL sobre "Atención Médica al final de la vida: conceptos y
definiciones".
Junto a este concepto, otros como cuidados paliativos, eutanasia, suicidio
médicamente asistido, o adecuación del esfuerzo terapéutico, relacionados
todos ellos con la atención al final de la vida, han sido esclarecidos por  el
Grupo de Trabajo de Atención Médica al Final de la Vida de la Organización
Médica Colegial (OMC) y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos
(SECPAL) en esta Declaración refrendada por la Asamblea General de la
Corporación.

El concepto de distanasia, por el contrario, se refiere a la prolongación


innecesaria del sufrimiento de una persona con una enfermedad terminal,
mediante tratamientos o acciones que de alguna manera “calman” los
síntomas que tiene y tratan de manera parcial el problema, pero con el
inconveniente de estar prolongando la vida sin tomar en cuenta la calidad de
vida del enfermo.

Estos temas en la actualidad son motivo de debate, pues hay quienes creen
que el ser humano no tiene el derecho a decidir sobre la vida humana y, por
otro lado, hay quienes se promulgan a favor de la vida y en contra del
sufrimiento. Podemos concluir que se trata de conceptos en la Ética que sólo
se han legalizado y llevado a la práctica en Holanda y Bélgica, mientras en
otros países como el nuestro no se han aprobado aún y muchos son los
progresos que hay que hacerse en esta materia.
La situación es particularmente difícil de aceptar y no es raro que el médico
opte por lo que se ha llamado obstinación terapéutica o distanasia,
recurriendo a un exceso de medidas en el tratamiento, que lejos de contribuir
a aliviar el sufrimiento del paciente, deterioran su calidad de vida, y en
ocasiones sólo prolongan la agonía e incrementan el dolor.

Factores causales
Básicamente, los factores causales de la conducta distanásica u obstinación
terapéutica son:
1. Convencimiento acrítico de algunos médicos de que la vida biológica es un
bien por el que se debe luchar, al margen de consideraciones sobre la
calidad de esa vida y que, a tal fin, deben utilizarse todas las posibilidades
que la técnica ofrece.
2. Adopción de medidas terapéuticas que contemplan más los aspectos
científicos de la enfermedad que al enfermo, afectado de un proceso
irreversible.
3. Ignorancia o desprecio del derecho del paciente –o de sus representantes
legales o familiares en su nombre- a rechazar el inicio o continuación de
tratamientos médicos que prolonguen el sufrimiento del enfermo crítico o la
agonía del paciente terminal.
4. Angustia del médico ante el fracaso terapéutico y resistencia a aceptar la
muerte del paciente. La dificultad del pronóstico, la experiencia del médico,
las circunstancias del paciente (edad, prestigio, responsabilidad familiar,
social o política, etc.), pueden alimentar por tiempo excesivo la ilusión de que
la evolución del proceso que lleva a la muerte se detendrá o cambiará de
sentido, mejorando el pronóstico.

Factores predisponentes
Son factores predisponentes de actitudes y conductas distanásicas, la
exigencia de los familiares de que se haga todo lo humanamente posible, o
incluso imposible, para salvar la vida del paciente; la falta de comunicación
entre el equipo asistencial y la familia, en relación con los deseos del
paciente, expresados antes de encontrarse en estado inconsciente; la
juventud del paciente y circunstancias que hacen particularmente difícil el
pronóstico respecto a las posibilidades de supervivencia y calidad de vida.

La práctica muy extendida, e incluso en algunos casos beneficiosa sin duda,


de aplicar protocolos terapéuticos, introducidos con el consenso de grupos
plurihospitalarios, y que contemplan tratamientos para personas con
segundas y terceras recidivas de enfermedades neoplásicas irreversibles,
comportan un grado de toxicidad nada despreciable y la necesidad de
múltiples controles, sometiendo a menudo a los pacientes a sufrimientos
incluso equiparables a los de la propia enfermedad. En casos extremos,
podemos hablar de auténtica “medicalización del proceso de morir”. La
presión que se efectúa para la introducción de nuevos fármacos, de eficacia
altamente discutible “a priori”, contribuye en gran medida a facilitar que se
produzcan estas situaciones.
Los pacientes con mal pronóstico ingresados en Unidades de Cuidados
Intensivos de hospitales de referencia, consideramos que son objeto de
especial atención por las razones siguientes:
1) Los médicos intensivistas son los que probablemente reciben más
presiones por parte de los familiares del paciente, para agotar todas las
posibilidades técnicas en un intento de salvarle;
2) Son especialistas muy bien entrenados para trabajar eficazmente contra
graves lesiones y que, afortunadamente, consiguen recuperaciones de
situaciones increíbles;
3) Reciben las quejas más duras, cuando las cosas no salen como se
hubiera deseado (p.e. recuperaciones totales o parciales después de
traumatismos craneoencefálicos, que dejan ciertos niveles de incapacidad...).
Además de algunos pacientes que ingresan en UCI, consideramos que
también tienen alto riesgo de recibir tratamientos inútiles o
desproporcionados, los siguientes:
a) Niños muy prematuros, de muy bajo peso al nacer y pocas semanas de
gestación (menos de 26 semanas y por debajo de 650 gramos de peso).
b) Pacientes crónicos con historias clínicas graves y remisiones, cuando
entran en procesos irreversibles.
c) Pacientes terminales. Entre ellos, los pacientes oncológicos en situación
terminal y los enfermos de SIDA.
d) Pacientes tetraplégicos; pacientes con enfermedades de evolución lenta,
necesitados de respiración asistida, nutrición artificial enteral o parenteral.
e) Pacientes con gran deterioro psíquico afectos de patologías tipo Alzheimer
u otras enfermedades degenerativas del Sistema Nervioso Central (SNC).
f) Pacientes inconscientes, en estado vegetativo persistente o permanente
(crónico).
Algunos de estos pacientes corren el riesgo de que la evolución no sea la
esperada por los médicos, quienes fácilmente pueden caer en la obstinación
terapéutica, con la mejor de las intenciones, empleando medios
desproporcionados o fútiles que no deberían utilizarse.
Consecuencias
Las consecuencias de las conductas distanásicas son:
1) Causar dolor y sufrimiento innecesario a pacientes y familiares;
2) Reflexión de los ciudadanos y pacientes sobre la necesidad de contar con
apoyo legal para protegerse de lo que se considera un poder incontrolado de
los médicos en el tratamiento de los enfermos;
3) Creación de un clima favorable a la despenalización de la eutanasia activa
al valorar que es mejor la muerte que el sufrimiento inútil;
4) Disminución de la confianza en los médicos y en la asistencia hospitalaria.
 Prevención
Consideramos las siguientes medidas como las más eficaces para prevenir
las conductas distanásicas:
• Respetar el derecho de los pacientes o de sus representantes de aceptar o
rechazar un tratamiento. Puede ayudar la protección de las voluntades
anticipadas, según las normativas dadas por la Generalitat de Catalunya en
la Ley 21/2000 de 29 de Diciembre y la Ley Básica 41/2002 de ámbito
estatal.
• Información y comunicación correctas al paciente y cuando ello no sea
posible a quien pueda representar mejor sus intereses.
• Velar por la mejora de la docencia en las Facultades de Medicina sobre el
correcto tratamiento del dolor, insistiendo en el deber y responsabilidad de
controlarlo correctamente.
Práctica médica científicamente correcta y correcta decisión ética
 Dado por hecho que se da la necesaria competencia profesional,
creemos conveniente formular unos principios fundamentales de los
que se derivarán actitudes y conductas más en consonancia con la
práctica correcta de la profesión médica.
 Principios:
• No todos los tratamientos que prolongan la vida biológica resultan
humanamente beneficiosos para el paciente.
• El beneficio del paciente tiene prioridad en relación a cualquier otro
objetivo, centrado estrictamente en el proceso patológico.
• El médico debe cumplir siempre las exigencias éticas y legales del
consentimiento informado.
• No debe iniciarse o debe interrumpirse un tratamiento cuando su
inicio o continuación no tenga sentido de acuerdo con los criterios
médicos más aceptados.

• Deben aplicarse cuidados paliativos de calidad y por profesionales


competentes a pacientes terminales que los necesiten.
• Debe tenerse especial cuidado en la correcta y veraz redacción y
elaboración de la historia clínica del paciente.
 Actitudes y conductas:

1) Debe respetarse el derecho de todo paciente competente, a


rechazar un tratamiento si lo hace libremente, ha sido debidamente
informado y ha comprendido el alcance y consecuencias de su opción.
La intención del paciente inconsciente, si es conocida, debe también
ser respetada. Si no se conoce, es conveniente que otra persona que
le represente en calidad de fiduciario o mandatario tenga apoyo legal
para decidir aquello que considera como más beneficioso para el
paciente.
El médico debe respetar la autonomía del paciente, no puede
prescindir de su convicción de lo que más conviene al paciente, ni
tampoco puede traicionar el objetivo de la medicina, orientado a tutelar
los bienes objetivos de la salud, con la valoración que les
corresponde.

2) Nadie está obligado a someterse a tratamientos desproporcionados


para preservar la vida, ni siquiera por una pretendida hipotética
posibilidad de mayor realización personal, cuando no se siente con
fuerzas para darle sentido.
Los tratamientos se consideran proporcionados o desproporcionados
en función de: el tipo de terapia; el grado de dificultad y de riesgo que
comportan y posibilidades de aplicación; el sufrimiento y coste
vinculados a la familia y sacrificios de todo tipo que requieren; los
razonables resultados que se pueden esperar, teniendo en cuenta las
condiciones del paciente y sus fuerzas físicas y morales.
El médico tiene obligación de combatir el dolor de la forma más
correcta y eficaz, administrando el tratamiento necesario. Este
tratamiento, por su naturaleza, debe estar orientado a mitigar el
sufrimiento del enfermo, a pesar de que, como consecuencia
accidental de este tratamiento correcto, pueda acelerarse su muerte.
El deber del médico respecto al enfermo no le obliga a prolongar la
vida por encima de todo. En todo caso, el médico debe cumplir las
exigencias éticas y legales del consentimiento informado.

3) Una vez el médico se ha convencido de la futilidad de un


tratamiento, tiene el deber ético de no continuarlo si con ello prolonga
la agonía del paciente.
Tratamiento fútil es aquel cuya aplicación está desaconsejada en un
caso concreto porque no es clínicamente eficaz (comprobado
estadísticamente), no mejora el pronóstico, síntomas ni enfermedades
intercurrentes, o porque produciría presumiblemente efectos
perjudiciales y razonablemente desproporcionados al beneficio
esperado por el paciente o en relación con sus condiciones familiares,
económicas y sociales.
Los criterios de prudencia y atención que merece tanto el paciente
como sus familiares, deben motivar al médico para buscar el momento
más adecuado para interrumpir el tratamiento, teniendo en cuenta no
herir la sensibilidad de los familiares y poniendo especial cuidado en
que estos no reciban mensajes contradictorios por parte del equipo
asistencial.
En los casos dudosos respecto al inicio o interrupción de un
tratamiento, conflictos de comunicación con el paciente o sus
familiares, es importante recurrir al Comité de Ética Asistencial del
centro si se dispone de este servicio. En caso contrario, puede ser
muy conveniente una consulta colegiada entre los miembros del
equipo asistencial y la inclusión del acta de dicha consulta en la
historia clínica del paciente.

4) La necesaria valoración del respeto a la autonomía del paciente no


puede anular el deber médico de procurar su bien de forma
competente.
La correcta ponderación de los principios bioéticos de beneficencia-no
maleficencia, autonomía y justicia, son una ayuda en la toma de
decisiones pero no una panacea. En ningún momento podemos
olvidarnos de la vulnerabilidad de los pacientes. Con la buena
intención de respetar su autonomía podemos llegar a sobrevalorar su
posibilidad real de decidir, en perjuicio de una legítima actitud de
paternalismo benevolente, en algunos casos.

5) El temor que generan las neoplasias puede llegar a disminuir la


libertad del ejercicio de esta autonomía. La dificultad de ponderar las
ventajas de las innovaciones terapéuticas que aún no han sido
suficientemente contrastadas en la clínica, hacen más difícil la
información y la comunicación. El médico no puede silenciar que la
aplicación de ciertos tratamientos comporta la multiplicación de
ingresos hospitalarios o de actos médicos, diagnósticos y
terapéuticos, también derivados de las complicaciones vinculadas a
esta aplicación y que, en su conjunto, pueden determinar un
servilismo o dependencia incómoda difícil de soportar, no sólo para el
paciente sino también para los familiares que le acompañan. A
menudo no se valora que estos tratamientos comportan muchas más
incomodidades y sufrimientos que otros tratamientos teóricamente
menos eficaces sobre la enfermedad, pero también aceptados como
correctos.

6) En el caso de las enfermedades neoplásicas irreversibles es


necesario que los pacientes y sus familias conozcan las ventajas e
inconvenientes del procedimiento terapéutico que se elige y las
diferencias que sobre la evolución de la enfermedad y la calidad de
vida comporta este procedimiento respecto a otras elecciones o
actitudes terapéuticas, valorando siempre no sólo los elementos de
prolongación de la vida y sensibilidad de la enfermedad sino también
los riesgos de provocar situaciones que mermen la calidad de vida por
el tiempo que les quede.

7) En pacientes afectados de enfermedades incurables y que no se


han beneficiado de los tratamientos considerados más activos por la
comunidad científica, debemos ser muy críticos ante la indicación y
aplicación de protocolos de tercera y cuarta línea, los cuales, además
de condicionar la continuidad de la servitud hospitalaria, los somete a
efectos indeseables que pueden incrementar significativamente su
malestar físico y psicológico, al sumarse a los tratamientos vinculados
a la enfermedad.
Por otro lado, estos protocolos, que cuentan habitualmente con el
apoyo de multinacionales farmacéuticas, incluyen fármacos de
eficacia cuestionable, que pretenden como mucho prolongar la
supervivencia del paciente sólo unos meses, sobre la equívoca base
de conseguir una mejora cualitativa de la vida del paciente. En
realidad, demasiadas veces se sacrifica incluso esta calidad de vida,
al priorizar erróneamente el discutible beneficio de un breve tiempo
más de vida.

Todo lo dicho hasta el momento consideramos que se halla en plena


consonancia con la doctrina tradicional de la Iglesia, con el
ordenamiento jurídico español y con los códigos deontológicos tanto
de medicina como de enfermería de nuestro país, así como de la
mayoría de las asociaciones internacionales que han tratado estos
temas. Ello no quiere decir que queden resueltos todos los casos
particulares, pues aún muchos de ellos generan grandes dudas. Por
ejemplo, la supresión de la nutrición e hidratación a pacientes en
estado vegetativo persistente; el alcance de la supresión de medidas
fútiles en unidades de cuidados intensivos; el recurso o no a los
tribunales en caso de desacuerdo entre médico y familia,
especialmente cuando hay dificultades de interpretación con la
voluntad del paciente dejada por escrito (voluntades anticipadas),
etc...
 Estado Vegetativo Persistente o Permanente (EVP)
Dada la importancia de estos cuadros clínicos y la trascendencia de las
decisiones a tomar ante estos casos, este documento cree necesario
pronunciarse al respecto.
Son cuadros clínicos perfectamente descritos desde 1972 por Brian
Jennet y Fred Plum, caracterizados por una forma de inconsciencia
permanente, con ojos abiertos, el paciente está despierto y experimenta
ciclos fisiológicos de vigilia y sueño, sin que pueda darse cuenta en
absoluto de sí mismo ni de su entorno. Estar despierto, pero inconsciente,
es neurológicamente el resultado del funcionamiento del tronco encefálico
aún cuando exista una pérdida total irreversible de las funciones de la
corteza cerebral.
Un intenso debate se ha suscitado respecto a los cuidados de estos
pacientes.
Nosotros suscribimos íntegramente la posición de la Academia
Americana de Neurología, que sucintamente transcribimos:

A) La Academia reconoce que la decisión de suspender el suministro


artificial de fluido y nutrición puede tener un significado simbólico y
emocional para las partes interesadas y para la sociedad. No obstante, la
decisión de suspender esta clase de tratamientos debería ser tomada de
la misma forma que se toman otras decisiones médicas, basándose en
una evaluación cuidadosa del diagnóstico y pronóstico del paciente, de
los beneficios esperados y las cargas del tratamiento, y las preferencias
manifestadas por el paciente y la familia.

B) El suministro artificial de nutrición e hidratación es análogo a otras


formas de tratamiento de soporte vital, como p.e. el uso de un respirador.
Cuando un paciente se encuentra en estado de inconsciencia, un
respirador y un aparato para administrar artificialmente alimentos y
líquidos sirven para sustentar o reemplazar las funciones normales del
cuerpo que se encuentran impedidas a causa de la enfermedad del
paciente.
Abandono terapéutico

Gavino y Godoy (1993) definen la situación de abandono terapéutico como


una interrupción del tratamiento antes de alcanzar los objetivos terapéuticos
propuestos; por otro lado para Porcel (2005) y Jo y Almao (2007) el
abandono terapéutico hace referencia a aquella situación en la que algunos
consultantes que iniciaron un proceso terapéutico, no lo finalizaron a pesar
de todavía requerir la ayuda profesional.
La limitación del esfuerzo terapéutico (LET) es una decisión deliberada o
meditada sobre la no implementación o la retirada de medidas terapéuticas
que no aportarán un beneficio significativo al paciente. Pero, rechazar un
tratamiento no puede implicar la aceleración artificial del proceso de la
muerte. Criterios utilizados para justificar o no, la limitación del esfuerzo
terapéutico: 1) la inutilidad del tratamiento (futilidad); 2) los deseos expresos
del paciente; 3) la calidad de vida y 4) el costo económico. 
Un paciente lúcido y perfectamente consciente de la gravedad de su
enfermedad estaría siempre en condiciones de opinar sobre la marcha de su
tratamiento y apoyar al equipo médico en sus decisiones. Este paciente
podría solicitar o bien la limitación del esfuerzo terapéutico, o bien una
terapia llevada hasta el último extremo. Lamentablemente, este tipo de
paciente es absolutamente excepcional y la gran mayoría es incapaz de
opinar sobre sus deseos o necesidades.
Limitación del esfuerzo terapéutico (LET), es sin ninguna duda, la actitud
más racional, digna y humana, para hacer frente al ensañamiento
terapéutico. Justamente, su definición precisa que es: “la decisión de
cancelar o restringir algún tipo de medidas cuando se percibe una
desproporción entre los fines y los medios terapéuticos con el objeto de no
caer en la obstinación terapéutica”.
La LET es considerada como una decisión deliberada o meditada sobre la no
implementación o la retirada de medidas terapéuticas que no aportarán un
beneficio significativo al paciente.

En Chile, la ley 20.584 de Derechos y Deberes del Paciente, estipula según


el artículo 16 que, “el paciente tiene derecho a rechazar someterse a medios
extraordinarios o innecesarios que prolonguen artificialmente la vida y así
evitar la obstinación terapéutica”. Esto es, los pacientes en estado terminal
están en su derecho de aceptar o denegar cualquier tratamiento que tenga
como efecto prolongar artificialmente su vida. Sin embargo, rechazar un
tratamiento no puede implicar la aceleración artificial del proceso de la
muerte. De este modo, la ley consagró la LET evitando que nuestro país
contemple en su legislación la eutanasia y el suicidio asistido.

El espíritu de la ley es garantizar, por un lado, la posibilidad de evitar una


prolongación innecesaria de la agonía y, por el otro, que ello no se traduzca
en la muerte a petición o por compasión.

Hoy en día la LET se contempla como una actitud más de la medicina frente
al paciente crítico, siendo siempre una decisión compleja y difícil de tomar.
Requiere absolutamente una deliberación moral y ética, que tiene que
responder a criterios técnicos y humanos razonables y razonados entre los
miembros del equipo médico, el paciente, la familia y muchas veces, el
comité de ética hospitalario.

 Criterios para limitar el tratamiento

Ya en el año 1980, Bernard Lo, examinó la validez ética de cuatro criterios


que, en la práctica clínica, son utilizados para justificar o no, la limitación del
esfuerzo terapéutico (Lo B, Jonsen AJ.1980). Estos criterios son: 1) la
inutilidad del tratamiento (futilidad); 2) los deseos expresos del paciente; 3) la
calidad de vida y 4) el costo económico.

Inutilidad del Tratamiento

Desde el punto de vista ético el médico no está obligado a mantener terapias


inútiles, inefectivas o desproporcionadas, sin olvidar sin embargo, de
ocuparse de intentar aliviar el dolor del paciente y favorecer su comodidad
(Nelson.L.1978). No es fácil en la práctica clínica actual determinar si una
terapia concreta es inútil y esto depende casi siempre de la experiencia del
médico (o del equipo médico) y del conocimiento existente. Hay que
reconocer que este juicio tiene en algunos casos un cierto grado de
incertidumbre. Es dable destacar que un tratamiento considerado poco útil
pueda ser mantenido por razones humanitarias de compasión o en espera de
informar a la familia.

Deseos del paciente

Este criterio supone: 1) la total competencia del paciente; 2) que se le haya


aportado la información adecuada y 3) la comprensión de la misma (Katz
J.1979) Estos elementos deben cumplirse para que el criterio sea válido. Hay
que diferenciar claramente esta situación con la eutanasia, ya que, desde el
punto de vista ético son actitudes completamente diferentes: la eutanasia,
busca activamente la muerte; la LET en cambio, busca disminuir la terapia a
un mínimo aceptable y esperar la muerte como un proceso natural.

El deseo del paciente es la expresión del principio de autonomía que para


muchos está por sobre cualquier otro principio ético. No todos los eticistas
comparten esta interpretación. Diego Gracia jerarquizó los cuatro principios
éticos anteriormente mencionados y ubica en un primer nivel los de “no
maleficencia y justicia” y, en un segundo nivel, la “autonomía y beneficencia”.
Por ello, es más difícil éticamente tomar decisiones cuando el paciente
puede expresar su deseo, siendo más fácil desde un punto de vista jurídico,
aunque éste no siempre coincida con los valores éticos.

En la reciente pandemia por COVID-19 la jerarquización propuesta por Diego


Gracia tomó una gran relevancia: la no maleficencia (nunca abandonar un
paciente) y la justicia (distribución de camas críticas y ventilación mecánica
para todos aquellos pacientes que lo necesitasen) demostraron realmente
ser los principios éticos básicos a tener presente ante el hecho de tener una
multitud de pacientes graves y escasez de recursos.

Calidad de vida

Debido a la dificultad existente para determinar que se entiende por “calidad


de vida”, desde el punto de vista ético, la decisión debe ser tomada por el
paciente mismo.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) la calidad de vida implicaría


la percepción que una persona tiene de su situación de vida en relación con
su contexto (cultura, sistema de valores), sus objetivos, aspiraciones y
preocupaciones.

En este sentido, podríamos analizar la calidad de vida considerando cinco


grandes áreas: 1) bienestar físico, asociado a la salud y la seguridad física
de las personas; 2) bienestar material, que incluiría el nivel de ingresos,
poder adquisitivo, acceso a vivienda, recreación y transporte, entre otras
cosas; 3) bienestar social, vinculado a la armonía en las relaciones
personales como las amistades, la familia y la comunidad; 4) bienestar
emocional, que comprende desde la autoestima de la persona hasta su
personalidad, sus creencias y su inteligencia emocional y 5) desarrollo,
relacionado con el acceso a la educación y las posibilidades de contribuir y
ser productivos en el campo laboral.

Muchas veces en que el médico tratante y la familia piensan que es


necesaria cierta terapia para que el paciente no deteriore su estado (Jackson
DL.1979), éste ve la situación de una manera diferente (por ej. un paciente
ya muy debilitado por un cáncer que rehúsa una nueva quimioterapia).
Muchos trabajos empíricos muestran que no hay una correlación entre la
objetiva apreciación de una invalidez funcional y la que hace el paciente de sí
mismo. (Annas GJ. 1979).

El costo económico

Es muy frecuentemente una de las razones esgrimidas, sobre todo por la


familia, para limitar tratamientos no sólo en pacientes terminales, sino, por
ejemplo, años.

El ya citado Bernard Lo en su artículo nos señala que, a la vista del enorme


costo que significa el gasto en salud a nivel mundial, “la justificación para
limitar tratamientos por causa de recursos escasos depende de quién toma la
decisión”. No es infrecuente escuchar a un paciente decir: “ya tengo más de
ochenta años y viví mi vida; no tengo derecho de arruinar mi familia para
tratarme en forma egoísta un cáncer irreversible”.

Los principios éticos que animan la relación médico-paciente son


absolutamente contrarios a la posibilidad de que el médico justifique la
limitación de tratamiento por razones de costo. El costo del tratamiento
médico de un paciente determinado responde plenamente al principio de
justicia distributiva: si el paciente no es terminal, tiene todo el derecho a ser
tratado. Todo esto dicho, a pesar de recientes fallos de las cortes chilenas
obligando al Estado a efectuar gastos desproporcionados en favor de uno o
dos pacientes, entrando en conflicto con el principio ético de Justicia tal como
lo entendemos: ¿dónde quedan los derechos de cientos de pacientes que no
tendrán acceso a un tratamiento normal para una patología perfectamente
curable?

Esos pocos casos mencionados, corresponden a una absoluta excepción


con fines más bien mediáticos. De este modo, es importante enfatizar que el
gasto indiscriminado de recursos en un paciente terminal definitivamente no
es ético.

Por otro lado, la limitación de tratamiento en un paciente recuperable, basada


en la falta de financiamiento, es posible que sea interpretada desde el punto
de vista ético, como una forma encubierta de eutanasia.
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