Gaidar - Timur y Su Pandilla PDF

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TIMUR Y SU PA DILLA

Arkadi Gaidar

Edición: Progreso, Moscú 1974.


Lengua: Castellano.
Digitalización: Koba.
Distribución: http://bolchetvo.blogspot.com/
TIMUR Y SU PA DILLA

Hacía tres meses que el coronel Alexándrov, que la calle miraba con cierto recelo a una chiquilla
mandaba una división blindada, no estaba en su casa. descalza, vestida de rojo, de pie en una de las
Debía estar en el frente. ventanas del tercer piso, limpiando muy decidida los
A mediados de verano, sus hijas, Olga y cristales de las ventanas abiertas de par en par.
Evguenia, recibieron un telegrama: su padre les
proponía que pasaran lo que quedaba de las En pleno sol, la camioneta avanzaba a todo gas
vacaciones en la casa de campo, que tenían en las por la ancha carretera. Con los pies sobre una maleta,
cercanías de Moscú. acodada en un bulto, Olga iba sentada en un sillón de
Con el pañuelo de colores que le sujetaba el mimbre. El gatito pelirrojo que tenía sobre las
cabello un poco echado hacia atrás, apoyada en el rodillas iba jugando con un ramito de acianos.
mango de la escoba, Evguenia, muy seria, escuchaba Hacia el kilómetro treinta, les adelantó una
a Olga: columna motorizada del Ejército Rojo. Sentados en
- Yo me voy con los trastos. Tú arreglas el piso. filas sobre los bancos de madera, con los fusiles
No veo por qué tienes que bajar ni subir las cejas, ni apuntando al cielo, los soldados cantaban al unísono.
pasarte esa punta de la lengua por los labios. Cierras Con aquella canción, no había puerta ni ventana
la puerta. Te llevas los libros y los devuelves a la que no se abriera de par en par en las isbas. Los
biblioteca. No vayas a casa de ninguna amiga. chiquillos salían alegres como pájaros de detrás de
Derechita a la estación. Desde allí le mandas a papá las cercas, de los huertos y jardines de las casas.
este telegrama. Luego te metes en el tren y vienes a Agitaban las manos, les tiraban a los soldados
la casa de campo... Evguenia, tienes que obedecerme, manzanas que aún no estaban maduras, corrían detrás
soy tu hermana... gritando vivas, y entablaban sin más batallas y
- Somos hermanas... combates, adentrándose por entre los ajenjos y las
- Desde luego... Pero yo soy la mayor... Y al fin y ortigas en fogosas cargas de caballería.
al cabo es lo que ha dicho papá. El camión tomó el camino que conducía hacia el
Cuando por fin se oyó el ruido del motor y se grupo de casas de campo y se detuvo ante una de
alejó la camioneta, Evguenia, dando un suspiro, miró ellas, una casa cubierta de hiedra.
en torno suyo. El mismo desorden, el mismo revoltijo El chófer y su ayudante abrieron la caja y
por todas partes. Se acercó al espejo, en cuyo cristal empezaron a descargar la camioneta mientras Olga
polvoriento se reflejaba el retrato de su padre, abría la terraza acristalada.
colgado en la otra pared. Desde allí se veía el gran jardín abandonado. Al
¡Qué importaba! Olga podía ser mayor, y por fondo del jardín había un viejo cobertizo de dos
ahora había que obedecerla. Pero en cambio ella, pisos, sobre cuyo tejado ondeaba una pequeña
Evguenia, tenía exactamente la misma nariz, la bandera roja.
misma boca, las mismas cejas que su padre. Y Olga volvió junto al camión. Allí se le acercó una
tendría, probablemente, el mismísimo carácter. enérgica viejecita; era una vecina, la lechera. Se
Se apretó aún más fuerte el pañuelo que le ceñía ofreció para arreglar la casa, lavar las ventanas, los
la cabeza. Se quitó las sandalias. Fue a buscar un suelos y las paredes.
trapo. De un tirón, quitó el tapete de la mesa, metió el Mientras la vecina buscaba los cubos y elegía los
cubo debajo del grifo, agarró la escoba y barrió hacia trapos, Olga, con el gatito, se fue al jardín.
la puerta un montón de basura. En los troncos de los árboles de cerezas,
No tardaron en silbar y jadear los hornillos de picoteadas por los gorriones, brillaban las gotas de
petróleo. resina reblandecida por el calor. Olía intensamente a
Pronto estuvo el suelo inundado de agua. En la grosella, a manzanilla, a ajenjo. El tejado del viejo
artesa de zinc la espuma de jabón subía y se deshacía cobertizo, cubierto de musgo, estaba agujereado, y
en murmullos y burbujas. Y la gente que pasaba por por aquellos agujeros salían unas cuerdas que
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desaparecían por entre las hojas de los árboles. En el rápido avión


Olga se abrió paso por entre los avellanos y se Que os estuve esperando hasta el amanecer.
quitó una tela de araña que se le había pegado a la Aviadores, pilotos
cara. Con vuestras bombas y ametralladoras,
¿Pero qué pasaba? La bandera roja no ondeaba ya Os fuisteis lejos, muy lejos
en lo alto del tejado. No quedaba más que un palo, el ¡Cuándo volveréis!,
asta. No sé si será pronto
Olga oyó una conversación, en la que se cruzaban Pero tenéis que volver...
rápidamente palabras inquietas. De pronto, Aunque sea alguna vez...
rompiendo las ramas secas, la pesada escalera que
estaba adosada a la ventana del desván del cobertizo, Aun antes de haber terminado de canturrear, hubo
cayó con un ruido infernal y, aplastando las bardanas, ya de dirigir Olga alguna que otra breve mirada
quedó con un ruido sordo tendida en el suelo. vigilante hacia un oscuro matorral que crecía junto a
Las cuerdas, sobre el tejado, vibraron en el aire. la valla del jardín.
El gatito, dejando a Olga con las manos arañadas, se Apenas hubo terminado la canción, se levantó
refugió entre las ortigas. Olga se detuvo, perpleja, rápidamente, se volvió hacia el matorral y preguntó
miró en torno suyo, toda oídos. Pero ni en el jardín, en voz alta:
ni en el de al lado, ni en el cuadrado oscuro que - ¿Quiere Ud. hacer el favor de decirme por qué
dibujaba la ventana del desván se veía ni se oía a se esconde ahí detrás? ¿Se puede saber lo que ha
nadie. venido a hacer aquí?
Volvió hacia la casa. De detrás del matorral salió un hombre que
-Son los chiquillos que se dedican a hacer llevaba un traje blanco de lo más corriente. Con una
diabluras en los jardines de los demás, le explicó la inclinación de la cabeza, respondió cortésmente:
lechera. Ayer, en casa de unos vecinos, no dejaron -No crea Ud. que me escondo. Es que yo soy
una manzana en los árboles, destrozaron un peral. también un poco artista. No quería molestarla. Por
Los hay así ahora... golfos. Yo, querida, tengo a mi eso estaba ahí, escuchando.
hijo en el Ejército Rojo. Se fue a hacer el servicio - Podía Ud. haber escuchado igual desde la calle.
militar sin haber bebido en su vida. "Adiós, madre", No me explico por qué ha tenido Ud. que saltar la
me dijo. Y se fue tan tranquilo, silbando, hijo de mi cerca.
alma. Yo, claro, cuando llegó la noche, qué remedio, - ¿Yo? ¿Saltar la cerca? -Pareció ofenderse el
me entró la morriña, hasta me puse a llorar. Después, hombre-. Perdone Ud., pero me está Ud. tratando de
me duermo y al cabo de un rato me despierto y me gato. Allí, en la esquina, faltan unas cuantas tablas de
parece que alguien anda rondando cerca de mi casa. la valla, y por esa abertura es por donde he pasado.
Y me digo que ahora estoy sola, que no tengo quien - ¡De acuerdo! -dijo Olga con una risita-. Pero
me defienda... Una vieja como yo, no es muy difícil aquí tiene Ud. la verja. Y me va a hacer el favor de
acabar con ella. Basta con darle con un ladrillo en la pasar por ella para volver a salir a la calle.
cabeza. Pero por aquella vez no lo quiso Dios, no me El hombre se mostró dócil. Sin decir palabra, pasó
robaron nada. Estuvieron yendo y viniendo de un por la verja, la cerró. Aquello le gustó a Olga.
lado para otro y se fueron. Tenía yo delante de la - ¡Espere Ud.! -le dijo bajando al jardín de la
puerta una tina, una tina de roble, que ni entre dos casa-. ¿Ud. qué es, artista?
podrían moverla. A la mañana siguiente, me la - No -contestó el hombre-. Soy ingeniero
encontré a unos veinte pasos de donde la había mecánico, pero mis ratos de ocio los dedico a tocar y
dejado. Eso es todo lo que sé. Vaya usted a saber cantar en la ópera de la fábrica.
quiénes son ni quiénes puedan ser. - Oiga Ud. -dijo de pronto Olga con toda
sencillez-, acompáñeme a la estación. Estoy
Al atardecer, cuando estuvo terminada la esperando a mi hermana pequeña. Ya es tarde, es de
limpieza, Olga salió a la puerta de la casa. Con todo noche, y aún no ha llegado. No se crea que me da
cuidado, sacó de su estuche de cuero el regalo de su miedo, pero es que aún no conozco las calles de por
padre, un acordeón blanco, incrustado de nácar, que aquí. Pero no, oiga Ud., ¿por qué vuelve a abrir la
le había mandado el día de su cumpleaños. verja? Puede Ud. esperarme en la calle.
Se colocó el acordeón sobre las rodillas, se pasó la Entró a dejar el acordeón, se puso un chal sobre
correa por los hombros, y se puso a tocar la música los hombros y echaron a andar por la oscura calle,
de una canción que había oído hacía unos días: que olía a flores y rocío.

Aunque sólo fuera veros Estaba enfadada contra su hermana, por lo que
Una sola vez, aunque sólo fuera veros apenas despegó los labios en todo el camino. Su
Una vez y dos y tres... acompañante, en cambio, le dijo que se llamaba
Pero nunca sabréis Gueorgui Garáev y que trabajaba en una fábrica de
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automóviles. una tozuda cabra.


Pasó un tren, otro tren, y no llegó Evguenia. Pasó - Haz el favor, niña -le gritó Evguenia-, ¿cómo se
un tercer tren, el último. va de aquí a Correos?
- ¡Con esta dichosa chiquilla, se harta una a Pero en aquel preciso momento la cabra se
disgustos! -dijo amargamente Olga. Si al menos yo desmandó, embistió y se lanzó al galope por el
tuviera treinta o cuarenta años. Pero como ella tiene parque, y la chiquilla, con un chillido, salió disparada
trece y yo dieciocho, no hay manera de que me tras ella. Evguenia miró en torno suyo: era casi de
obedezca. noche y no se veía un alma. Abrió el portillo de una
- ¡Cuarenta no, por favor! -dijo decididamente de aquellas casas, una casa gris de dos pisos, y se fue
Garáev-. Vale cien veces más tener dieciocho. Lo por el caminito del jardín hacia la puerta de entrada.
que debe Ud. hacer es no preocuparse. Su hermana - ¿Quiere Ud. hacer el favor de decirme -preguntó
llegará mañana por la mañana. Evguenia en voz bien alta, pero muy amablemente, y
No quedaba nadie en el andén. Garáev sacó su sin abrir la puerta- cómo podría ir desde aquí a
pitillera y al instante se le acercaron dos mozalbetes, Correos?
que sacaron cada cual un cigarrillo, esperando el No contestó nadie. Evguenia esperó un momento
fuego. Garáev encendió en efecto una cerilla, pero la y, después de pensarlo, abrió la puerta, pasó por el
acercó al rostro del mayor de los chicos: corredor y entró en una habitación. No había nadie.
- Antes de pedir fuego, joven, hay que dar las Entonces, turbada, dio media vuelta, para marcharse,
buenas tardes, porque ya tenemos el gusto de pero en aquel momento salió sin hacer ruido de
conocernos. Yo le he visto a Ud. ya en el Parque, debajo de la mesa un gran perro canelo, miró
cuando con tanto entusiasmo por el trabajo arrancaba detenidamente a la chiquilla paralizada, y, con un
Ud. una de las tablas del cercado. ¿Se llama Ud. gruñido, se tendió a través del umbral de la puerta.
Mijaíl Kvakin, si no me equivoco? - ¡Tonto de perro! -gritó Evguenia tendiendo
El chico rezongó, dio un paso hacia atrás y asustada los dedos de las manos-. ¡Si yo no soy una
Garáev apagó la cerilla, tomó a Olga por el brazo y ladrona! Yo no me he llevado nada. Esto es la llave
se la llevó hacia casa. de nuestra casa. Eso es el telegrama para papá. Mi
Cuando se hubieron alejado, el otro muchacho se papá es coronel. ¿Comprendes?
metió detrás de una oreja el mugriento cigarrillo, y El perro no gruñía, pero no se movía. Evguenia,
dijo en tono despreocupado: tratando de acercarse poco a poco a la ventana
- ¿Quién es ese propagandista que nos ha abierta, seguía diciéndole:
salido?... ¿De por aquí? - ¡Muy bien! ¿Estás echado? Pues sigue ahí... Eres
- Cómo no -contestó Kvakin de mala gana-. Es el un perro muy bueno... un perrito muy inteligente,
tío de Timur Garáev. A ése habría que pillarle y darle muy simpático...
una paliza. Se ha organizado una pandilla, y al Pero apenas hubo puesto Evguenia una mano en
parecer están trabajando contra nosotros. el alféizar de la ventana, el simpático perrito se
En aquel momento, los dos amigos vieron al enderezó con un rugido amenazador, y Evguenia, que
extremo del andén, bajo un farol, a un señor de miedo se había encaramado al sofá, se acurrucó
respetable, de pelo cano, que bajaba las escaleras con las piernas encogidas.
apoyándose en un bastón. - No lo comprendo -se puso a decir casi entre
Era uno de los vecinos del poblado, el médico lágrimas-. Me parece muy bien que persigas a los
Kolokólchikov. Salieron corriendo hacia él, para ladrones y a los espías, pero yo soy una persona
preguntarle con desparpajo si tenía cerillas. Pero ni decente. ¡Eso es! -y le enseñó al perro la lengua-.
su aspecto ni su manera de hablar debieron ser del ¡Imbécil!
gusto de aquel distinguido caballero, porque se Evguenia puso la llave y el telegrama al borde de
volvió, les amenazó con su nudoso bastón y la mesa. Había que esperar a que volvieran los
prosiguió su camino. dueños de aquella casa.
Pero pasó una hora, pasaron dos... Se hizo
En la estación, en Moscú, Evguenia no había totalmente de noche. Por la ventana abierta, se oían a
tenido tiempo de mandar el telegrama a su padre, por lo lejos los silbidos de las locomotoras, ladraban
lo cual, en cuanto se bajó del tren, lo primero que perros, la gente jugaba al voleibol. Alguien
decidió hacer fue irse al correo de la aldea. rasgueaba las cuerdas de una guitarra. Sólo allí, en
Después de atravesar el viejo parque cogiendo aquella casa gris, reinaba un silencio desesperante.
campanillas, salió a la encrucijada de dos calles Evguenia reclinó la cabeza en el travesaño del
bordeadas de huertos y jardines. Aquellos jardines sofá y se echó a llorar calladamente.
desiertos eran prueba fehaciente de que en todo caso Al fin acabó por quedarse profundamente
no era aquella la dirección que buscaba. dormida.
Por allí, una chiquilla, no sin alguna que otra
palabrota, arrastraba enérgicamente por los cuernos a Sólo se despertó a la mañana siguiente.
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Por la ventana entraba el suave rumor de los árbol más alto o a la chimenea de un tejado.
frondosos árboles lavados por la lluvia. Se oía Para hacerse con un poco de valor, se bañó y se
chirriar la rueda de un pozo. Alguien aserraba fue poquito a poco en busca de su casa.
madera, pero allí, en la casa, seguía reinando el Cuando subía los escalones del porche, vio a Olga
silencio. en la cocina, encendiendo el hornillo de petróleo. Al
Evguenia tenía ahora debajo de la cabeza una oír pasos, Olga se volvió y, sin decir palabra, clavó
blanda almohada de cuero, y una ligera sábana le en el rostro de su hermana una mirada hostil.
cubría los pies. El perro no estaba. - ¡Buenos días, Olga! -dijo Evguenia,
¡Alguien había venido a aquella casa durante la deteniéndose en el último escalón y procurando
noche! sonreír-. ¿Olia, no me reñirás?
Evguenia se puso en pie de un salto, se echó hacia - ¡Claro que te reñiré! -contestó Olga sin apartar
atrás el cabello, se arregló el arrugado vestido, tomó los ojos de su hermana.
sobre la mesa la llave, el telegrama y se disponía a - Pues bueno, ríñeme -dijo resignadamente
salir corriendo cuando vio allí mismo, encima de la Evguenia-. ¡Si supieras lo que me ha ocurrido, la
mesa, una hoja de papel en la que había escrito con cosa más extraña, una verdadera aventura! No, Olia,
grandes letras, a lápiz azul: "Niña, cuando te por favor, no tienes por qué fruncir así las cejas, no
marches, cierra bien la puerta" y debajo, la firma: ha ocurrido nada de particular, sencillamente he
"Timur". perdido la llave del piso y no he podido mandar el
¿Timur? ¿Quién sería Timur? Habría que verle y telegrama a papá...
darle las gracias. Evguenia entornó los ojos y respiró
Evguenia pasó a la habitación contigua, donde vio profundamente, disponiéndose a soltarlo todo de una
un escritorio y, encima, un tintero, una pluma, un vez. Pero en aquel preciso momento, el portillo del
cenicero, un espejo de regular tamaño. A la derecha, jardín se abrió con estrépito y la lanuda cabra toda
junto a unos guantes de conductor, un viejo revólver cubierta de cardillos, embistiendo con los cuernos
en una funda destrozada. Allí mismo, apoyado contra muy bajos, se lanzó a la carrera hacia el fondo del
la mesa en una vaina de cuero resquebrajado y jardín. Detrás de ella, en un grito, pasó como una
desgarrado, un sable turco. Evguenia dejó la llave y fantasma la chiquilla descalza que ya conocía
el telegrama, tomó el sable, lo desenvainó, lo levantó Evguenia.
por encima de su cabeza y se miró al espejo. Evguenia aprovechó gustosa la ocasión para
Resultaba francamente terrible, impresionante. interrumpir la peligrosa conversación entablada con
¡Ah, si hubiera podido fotografiarse así y enseñar su hermana y se fue a toda prisa al fondo del jardín, a
después la fotografía a sus compañeras en la escuela! echar a la cabra. Por fin llegó donde estaba la
Hasta habría podido contar una mentirijilla, decir que chiquilla, jadeante, sujetando a la cabra por los
su padre se la había llevado un día con él al frente. cuernos.
En la mano izquierda podía empuñar el revólver. Así. - Niña, ¿no has perdido nada? -le preguntó
Así quedaba mucho mejor. Frunció las cejas todo lo rápidamente, en un murmullo, la chiquilla, sin dejar
que pudo, apretó los labios y, apuntando al espejo, de moler a puntapiés a la cabra.
apretó el gatillo. - No -contestó Evguenia sin comprender.
El disparo retumbó en la habitación. El humo veló - ¿Y esto? ¿No es tuyo? -dijo la chiquilla,
la luz que entraba por las ventanas. El espejo que enseñándole la llave del piso de Moscú.
estaba sobre la mesa cayó sobre el cenicero. Dejando - Sí que es mío -dijo Evguenia muy bajito,
allí la llave y el telegrama, Evguenia, ensordecida, mirando tímidamente hacia la terraza.
salió corriendo de la habitación y de aquella casa - Aquí tienes la llave, el papel y el recibo, porque
extraña y peligrosa. el telegrama ya está mandado -dijo la chiquilla con la
misma rapidez y el mismo murmullo.
Quién sabe cómo, se encontró poco después a la Y metiendo a Evguenia en la mano un paquete, le
orilla de un riachuelo. No tenía ni la llave del piso de dio un puñetazo a la cabra.
Moscú, ni el recibo del telegrama, ni, lo que era aún La cabra salió disparada hacia el portillo y la
peor, el mismo telegrama. Y ahora habría que chiquilla descalza se fue detrás de ella por entre las
contárselo todo a Olga: lo del perro, lo de haberse hierbas y las ortigas. En cuanto hubieron pasado el
quedado a pasar la noche en aquella casa vacía, lo del portillo, desaparecieron como si se las hubiera
sable turco, y al fin y al cabo, lo del disparo. ¡Mala tragado la tierra.
cosa! Si papá estuviera allí, él lo habría comprendido, Con los hombros encogidos, como si le hubieran
pero Olga no lo comprendería. Olga se enfadaría, a lo dado de puñetazos a ella, y no a la cabra, Evguenia
mejor hasta se echaría a llorar. Precisamente eso era deshizo el paquete.
lo peor. Porque llorar, también Evguenia lloraba de - La llave. El recibo del telegrama. Lo cual quiere
cuando en cuando, pero cuando veía llorar a Olga le decir que alguien ha mandado el telegrama a papá.
entraban ganas de subirse a un poste de telégrafos, al ¿Pero quién? ¡Ah, aquí hay una nota! ¿Pero qué
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quiere decir esto? que me lave tranquilamente la cara? Pero espera, que
Aquel papel, escrito en grandes letras con el va a llegar papá, y él verá a quién le tomas o no le
mismo lápiz azul, decía: tomas tú tanto cariño.
"Niña, no le tengas miedo a nadie en tu casa. - ¡Papá! -exclamó Evguenia con solemne tristeza-.
Todo está arreglado, y a mí nadie me sacará una Si llega a venir, sólo será por unos días. Y no será él,
palabra de nada". Firmado: "Timur". desde luego, quien dirá nada malo de una persona
Paralizada, Evguenia se metió silenciosamente la sola y sin defensa.
hoja de papel en un bolsillo. Después se enderezó y - ¿Eres tú, esa persona sola y sin defensa? -
ya muy tranquila se fue hacia donde estaba Olga. preguntó Olga con desconfianza-. ¡Ay, hija mía,
Olga seguía allí, ante el hornillo de petróleo que acabaré por no comprender el carácter que tienes ni a
no había conseguido encender y tenía ya los ojos quién has podido salir!
llenos de lágrimas. Palabras a las que Evguenia, después de bajar la
- ¡Olga! -exclamó entonces Evguenia con cabeza y mirándose en el cilindro de la superficie
verdadera amargura-. No ves que era broma. ¿Puede niquelada de la tetera, contestó sin un segundo de
saberse por qué estás enfadada conmigo? He vacilación:
arreglado toda la casa, he limpiado las ventanas, he - ¿A quién he salido? A papá. A nadie más. A él.
hecho todo lo que he podido, he lavado todos los A él solo. A nadie más.
trapos, todos los suelos. Aquí tienes la llave y el
recibo del telegrama. ¡Vamos, dame un abrazo! ¡Si ...El distinguido doctor Kolokólchikov, un
supieras lo que te quiero! ¡Mira, si es por darte gusto, caballero entrado en años, estaba sentado en su jardín
subo y me tiro de lo alto del tejado a las ortigas! ocupado en reparar un reloj de pared.
Y sin esperar la contestación de su hermana, Delante de él, con la expresión más melancólica
Evguenia le echó los brazos al cuello. que imaginarse pueda, estaba su nieto Nikolái.
- Bueno... Pero comprenderás que yo no podía Al parecer, ayudaba a su abuelo a reparar el reloj.
estar tranquila -empezó a decir Olga con verdadera En realidad, hacía ya más de una hora que se estaba
desesperación-. No se te ocurren nunca más que allí, con un destornillador en la mano, esperando el
bromas estúpidas... Y a mí papá me ha dicho... momento en que su abuelo necesitara aquella
¡Evguenia, déjame en paz! ¡Evguenia, no ves que herramienta.
tengo las manos sucias de petróleo! ¡Evguenia, anda, Pero la espiral de acero de la cuerda del reloj, que
más vale que pongas a hervir la leche en esa había que volver a meter en su sitio, se mostraba
cacerola! tozuda, y el abuelito tenía paciencia. Y parecía que
- Yo... Ya sabes que yo no puedo vivir sin bromas aquella espera iba a durar por los siglos de los siglos.
-balbuceaba Evguenia, mientras Olga había ido a Lo cual era sumamente desagradable, sobre todo
lavarse las manos en el lavabo. porque, por encima de la valla de la casa de al lado,
Dejó caer casi de un golpe la cacerola con la leche había asomado ya varias veces su melenuda cabeza
sobre el hornillo, se metió la mano en el bolsillo para Serafim Simakov, persona muy enterada y
saber si seguía allí el papel y preguntó: habilidosa. Y aquel Serafim Simakov, con la lengua,
- Olga, ¿Dios existe? la cabeza y con las manos, le hacía señas a Nikolái,
- No existe -contestó Olga metiendo la cabeza señas tan extrañas, tan misteriosas, que hasta la
debajo del grifo del lavabo. pequeña Tatiana, la hermanita de Nikolái, que sólo
- ¿Y entonces quién existe? tenía cinco años, y sentada a la sombra del tilo, había
- ¡Déjame en paz! -contestó Olga con rabia-. ¡No intentado repetida y concienzudamente meterle un
existe nadie! cardillo en la boca al perro que estaba perezosamente
Evguenia se quedó un momento callada y volvió a tendido en el suelo, se puso de pronto a chillar y le
preguntar: tiró al abuelito del pantalón, lo cual tuvo por
- Olga, ¿y quién es Timur? consecuencia inmediata la desaparición de la cabeza
- No es un dios, es un rey -contestó Olga con de Serafim Simakov.
desgana, enjabonándose la cara y las manos-. Un rey Por fin, el resorte se decidió a dejarse colocar en
malo, cojo, de la Edad Media. su sitio.
- ¿Y si no es un rey, y si no es ni malo ni de la - El hombre debe trabajar -dijo en tono edificante,
Edad Media? Entonces, ¿quién es? levantando la frente cubierta de gotas de sudor y
- Entonces, no lo sé. ¡Déjame en paz! ¿Pero qué dirigiéndose a Nikolái el distinguido doctor
es lo que puede importarte ese Timur? Kolokólchikov-. Y tú pones una cara, como si yo
- Pues me importa porque me parece que le he tratara de hacerte tragar aceite de ricino. Dame el
tomado un gran cariño. destornillador y ve a buscar las tenazas. El trabajo
- ¿A quién? -Y Olga, estupefacta, levantó el rostro ennoblece al hombre. Y eso es precisamente lo que te
cubierto de espuma de jabón-. ¿Qué es lo que estás falta a ti, nobleza espiritual. Ayer, por ejemplo, te
diciendo? ¿Qué son esas invenciones para no dejar comiste cuatro helados sin pensar siquiera en tu
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hermanita pequeña. ancho de espaldas. Luego se presentó Vasili


- ¡Mentirosa, desvergonzada! -exclamó Nikolái Ladyguin. Y otro, y otros más. Sin hacer el más
ofendido, lanzando a Tatiana una mirada furibunda-. mínimo ruido, rápidamente, por caminos que sólo
Tres veces la dejé morder por dos veces. Ella, en ellos conocían, iban todos a la correra a un mismo
cambio, fue a quejarse de mí y encima, de camino, se sitio, cruzando mientras corrían breves palabras:
guardó cuatro kopeks que había sobre la mesa de - ¿Es la señal de alarma?
mamá. - No hombre, no, es el formulario número uno,
- Y tú pusiste una noche una cuerda y saltaste por llamada general.
la ventana -dijo la pequeña Tatiana muy - ¡Qué llamada general ni qué ocho cuartos! No es
tranquilamente, sin volver la cabeza-. Y debajo de la "tres-stop", "tres-stop". Eso es algún estúpido que
almohada, tienes guardada una linterna. Y anoche, está repiqueteando sin parar con la rueda.
hubo un golfo que tiró una piedra contra la ventana -¡Es lo que vamos a ver!
de nuestro dormitorio. Lanzó la piedra y silbó, luego - ¡A comprobar!
lanzó otra y volvió a silbar. - ¡Adelante! ¡A toda marcha!
A Nikolái Kolokólchikov se le cortó la
respiración al oír aquellas atrevidas palabras de su En la casa donde Evguenia había pasado la noche,
desvergonzada hermana. Un escalofrío le recorría en aquella misma habitación, estaba en ese momento,
todo el cuerpo, de la cabeza a las plantas de los pies. un chico alto, moreno, que podía tener unos trece
Felizmente, el abuelito, ocupado con su reloj, no se años. Llevaba un pantalón ligero, negro, y un chaleco
fijó en tan peligrosas calumnias, o sencillamente no de punto azul marino con una estrella roja bordada en
las oyó. El colmo de la suerte, fue que en aquel el pecho.
momento se presentó en el jardín la lechera con sus Se le acercó un viejo, un hombre con todo el pelo
jarras, y mientras despachaba la leche, se puso a blanco enmarañado. Llevaba una sencilla camisa de
contar sus desgracias: hilo. Sus pantalones, anchísimos, estaban cubiertos
- Pues en mi casa, Fiódor Grigórievich, por poco de remiendos. Llevaba un tosco pedazo de palo
se llevan esta noche unos ladrones una tina de roble. sujeto a la rodilla izquierda con unas correas. En una
Y hoy me han dicho unos vecinos que, poco después mano tenía una hoja de papel, con la otra empuñaba
del amanecer, habían visto en el tejado de mi casa a el viejo revólver con su funda destrozada.
dos hombres: sentados en la chimenea, los malvados, - "Niña, cuando te marches, cierra bien la puerta"
con las piernas colgando. -leyó el anciano en voz alta, en son de burla-. ¿Puede
- ¿Cómo que sentados en la chimenea? Pero saberse si acabarás por decirme quién ha dormido
vamos a ver, ¿quiere Ud. decirme para qué diablos esta noche en casa encima del sofá?
estaban en esa chimenea? -empezó a preguntar, - Una niña que yo conozco -contestó el chico de
extrañado, el distinguido doctor. mala gana-. Como yo no estaba, el perro no la dejó
Pero en aquel preciso momento se oyó del lado salir.
del gallinero un chirrido espantoso. El destornillador ¡Mentiras tenemos! -se enfadó el viejo-. Si la
vaciló en la mano del abuelito y el tozudo resorte conocieras, aquí, en el papel, hubieras puesto su
aprovechó la ocasión para salir disparado de su nido nombre.
e ir a estrellarse contra el hierro del tejado. Todo el - Cuando lo escribí, no la conocía. Pero ahora la
mundo, hasta la pequeña Tatiana, hasta el perezoso conozco.
perro, volvió instantáneamente la cabeza, no - No la conocías. Y esta mañana la has dejado
comprendiendo de dónde venía aquel ruido ni qué aquí sola... en tu casa. Tú, hijo mío, estás mal de la
pasaba. Sólo Nikolái Kolokólchikov, sin decir cabeza, y hay que llevarte al manicomio, con los
palabra, saltó con la ligereza de una liebre por los locos. Esa imbécil ha roto el espejo, ha hecho añicos
surcos de zanahorias y desapareció tras el cercado. el cenicero. Menos mal que el revólver estaba
Se detuvo junto al establo, de donde venía, lo cargado con cartuchos sin bala. ¿Y si hubiera estado
mismo que del gallinero, todo aquel estrépito, como cargado de veras?
si alguien estuviera dando golpes con una pesa en un - Pero tío... si tú no tienes nunca balas, porque tus
pedazo de riel de acero. Y allí fue donde se dio de enemigos combaten con fusiles y con sables... de
narices con Serafim Simakov, al que preguntó muy madera.
preocupado: Hubiérase dicho que el anciano esbozaba una
- ¿Lo oyes? No comprendo... ¿Qué es esto? ¿La sonrisa. Sin embargo, echando hacia atrás su
alarma? melenuda cabeza, dijo severamente:
- ¡No hombre! Yo creo que es lo del formulario - Ten cuidado. Me doy cuenta de todo. Y por lo
número uno, la señal de llamada general. que veo, andas metido en asuntos turbios, que pueden
Los dos saltaron la valla y se zambulleron por un costarte el que te mande de vuelta a casa de tu madre.
agujero que había en el cercado del parque. Allí se Dando golpes en el suelo con su pata de palo, el
encontraron con Guennadi, un robusto chicarrón viejo subió la escalera y se fue al piso de arriba.
Timur y su pandilla 7

Cuando hubo desaparecido, el chico dio un salto, beso, pero apartándola suavemente-. Déjame,
levantó por las patas al perro, que acababa de entrar Evguenia, no me impidas trabajar. Mejor valdría que
en la habitación, y le dio un beso en el hocico: fueras a buscar agua al pozo.
- ¡Rita, Ritilla! Hoy nos han pillado, a ti y a mí. Evguenia tomó una de las manzanas que había en
Pero no importa, hoy está de buen humor. Ahorita un plato, se fue a un rincón, se estuvo un momento
mismo se pondrá a cantar. En efecto, en la habitación junto a la ventana, después empezó a sacar el
del piso de arriba se oyó un carraspeo, después acordeón de su funda y volvió a pegar la hebra:
alguien que ensayaba: "tral-la-la" y por fin una grave - ¿Quieres que te diga una cosa, Oiga? Se me ha
voz de barítono entonó: acercado en la calle un buen señor. Así, a primera
vista, nada de mal parecido. Rubio, con un traje
Tres noches sin conciliar el sueño. blanco. Y me pregunta: "Niña, tú ¿cómo te llamas?"
Y una vez y otra vez Y le digo: "Evguenia... "
El mismo rumor misterioso - Evguenia, no me molestes y deja en paz ese
En la terrible soledad... acordeón -dijo Olga sin volverse y sin apartar los
ojos del libro.
- ¡Quieto, loco de perro! -gritó Timur-. ¿No ves - "¿Y tu hermana, -seguía Evguenia, sacando el
que me estás destrozando los pantalones? ¿Adónde acordeón- creo que se llama Olga?"
quieres que vaya? ¡Evguenia, no me molestes y deja ese acordeón! -
Pero de pronto cerró de un gran portazo la puerta repitió Oiga empezando, aun sin quererlo, a prestar
que conducía al piso superior donde estaba su tío, y oído.
siguió al perro que había salido corriendo hacia la - "Hay que ver, dice el hombre, lo bien que toca tu
terraza. hermana. ¿No piensa estudiar en el conservatorio?"
Allí, en un rincón, junto a un pequeño teléfono, (Entre tanto, el acordeón estaba ya fuera de su funda
una campanilla de bronce que tenía atada una cuerda y la correa había pasado por encima del hombro de
se agitaba, dando brincos y golpes contra la pared. Evguenia). "No, le digo yo, ya está estudiando, se va
El chico hizo callar la campanilla, apretándola en a especializar en cemento armado". Y el buen
una mano, y enrolló la cuerda en un clavo. Las hombre dice: "¡A-ah!" (Evguenia apretó una de las
vibraciones se atenuaron, la cuerda debía haberse teclas). Y yo le digo: "¡Be-e!" (Otra tecla).
roto por algún sitio. Entonces, sorprendido y de mal - ¡Eres francamente insoportable! ¡Deja el
humor, tomó el auricular del teléfono. acordeón en su sitio! -gritó por fin Oiga poniéndose
en pie de un salto-. ¿Desde cuándo tienes permiso
Una hora antes, Olga estaba sentada delante de su para ponerte a hablar en la calle con cualquier
manual de Física. desconocido?
Entró Evguenia y fue a buscar el frasco de la - Bueno, lo pondré en su sitio -dijo Evguenia
tintura de yodo. ofendida-. No fui yo quien se puso a hablar. Fue él. Y
- Evguenia -preguntó Olga en tono de reproche-, te hubiera contado lo que ocurrió después, pero ahora
¿por qué tienes ese arañazo en el hombro? te quedas con las ganas. ¡Espera un poco, que va a
- Pues es que iba por la calle -contestó Evguenia llegar papá y entonces verás!
con aire despreocupado- y tropecé de camino con una - ¿Quién? ¿Yo? Serás tú la que verás. No me
cosa que tenía no sé qué, puntas, o pinchos. Así fue dejas estudiar.
como me arañé. - ¡La que verás serás tú! -dijo Evguenia agarrando
- ¿Y por qué a mí no me sucede eso de el cubo vacío y, ya desde los escalones-: Se lo
tropezarme de camino con una cosa que tenga puntas contaré todo, esa manera de mandarme cien veces al
ni pinchos? -dijo Olga remedando a su hermana. día a buscar petróleo, a buscar jabón, a buscar agua...
- ¡Mentira! Si te parecen poco las puntas y Ni que te hayas creído que soy un camión, un caballo
pinchos que tiene el examen de Matemáticas que te o un tractor.
espera... ¡Ten cuidado, créeme, que te van a Trajo el agua, dejó el cubo en la cocina, pero
suspender! Oiga, querida, no te empeñes en ser como Olga no se había fijado siquiera y seguía
ingeniero, estudia Medicina -empezó a decir inclinada sobre su libro, Evguenia, despechada, se
Evguenia, colocándole a su hermana un espejo fue al jardín.
delante del libro. ¿No lo ves tú misma? ¿No ves que Cuando llegó al césped que se extendía ante el
no tienes cara de ingeniero? Un ingeniero tiene que viejo cobertizo, sacó el tirador del bolsillo, y tirando
ser así... así... así... (Hizo tres muecas tan enérgicas de la goma lanzó hacia el cielo un pequeño
como explicativas). Y tú, no ves la cara que tú paracaidista de cartón.
pones... Después de haber subido patas arriba, el
Y Evguenia entornó los ojos, arqueó las cejas y paracaidista se volvió y sobre su cabeza se extendió
esbozó la más enternecedora de las sonrisas. la cúpula de papel azul, pero en aquel momento el
- ¡Tonta! -dijo Oiga, abrazándola, dándole un viento sopló con más fuerza y se lo llevó hacia un
8 Arkadi Gaidar

lado. El paracaidista desapareció por la oscura - ¡Insensata! -gritó bruscamente aquella voz, casi
ventana del desván. con susto-. Deja la rueda del timón y márchate de
¡Catástrofe! Había que salvar al hombrecito de ahí. Van a venir... va a venir gente y te va a dar una
cartón. Evguenia dio la vuelta al cobertizo, de cuyo paliza.
tejado salían por los agujeros en todas direcciones Evguenia dejó caer el auricular, pero ya era tarde.
aquellas finas cuerdas. Arrastró hasta colocarla Por la ventana, iluminada por la luz del exterior,
debajo de la ventana la carcomida escalera, se subió apareció una cabeza: era Guennadi, al que seguía
por ella y saltó al suelo del desván. Serafim Simakov, y luego Nikolái Kolokólchikov, y
¡Qué cosa más curiosa! Alguien vivía en aquel otros chicos y otros más.
desván. En las paredes había rollos de cuerdas, un - ¿Pero quiénes sois? -preguntó Evguenia
farol, dos banderas de señales cruzadas, y un mapa asustada, retrocediendo para alejarse de la ventana-.
de la aldea, todo cubierto de signos incomprensibles. ¡Fuera de aquí! Este jardín es nuestro. Nadie os ha
En un rincón, cubierto con una harpillera, un montón dicho que vinierais aquí.
de paja. Al lado, un cajón de madera, boca abajo. Pero los chicos, hombro con hombro, avanzaban
Junto al tejado, cubierto de musgo y de agujeros, en densa muralla hacia Evguenia. Cuando se vio
había una gran rueda, como una rueda de timón. acorralada en un rincón, se puso a gritar.
Encima de la rueda estaba suspendido un teléfono de En aquel momento, una nueva silueta se perfiló en
aficionado. el hueco de la ventana. Todos se volvieron y abrieron
Evguenia miró por una de las rendijas. Como un paso. Y Evguenia vio delante de sí a un chico alto,
mar proceloso, tenía a sus pies el verde oleaje de los moreno, que llevaba un chaleco azul con una estrella
árboles. Por el cielo volaban jugueteando unas roja bordada en el pecho.
palomas. No le hizo falta tiempo para tomar la - ¡No grites así, Evguenia! -dijo en voz alta-. No
decisión: las palomas serían gaviotas, y aquel viejo hay por qué gritar. Nadie te hará nada. Nosotros ya
desván con las cuerdas, los faroles y las banderas, un nos conocemos. Yo soy Timur.
gran barco. Y ella, el capitán. - ¿Tú eres Timur? -exclamó Evguenia, sin acabar
¡Qué alegría! Le dio media vuelta a la rueda del de creérselo, abriendo muy grandes los ojos llenos de
timón. Las tensas cuerdas temblaron con una lágrimas-. ¿Fuiste tú quien me tapaste anoche con la
vibración. El rumoroso viento agitó el mar de verdes sábana? ¿Fuiste tú quien me dejaste la hoja de papel
olas. Y ella tuvo la sensación de que su barco-desván encima de la mesa? ¿El que enviaste a papá el
avanzaba lenta y majestuosamente a través del oleaje. telegrama al frente, el que me mandaste la llave y el
- ¡Media vuelta a la izquierda a babor! -lanzó con recibo? ¿Pero por qué? ¿Para qué? ¿De qué me
sonora voz de mando, apoyándose con todas sus conoces?
fuerzas en la pesada rueda. Entonces el chico se le acercó, le tomó una mano
Pasando por las ranuras del tejado, finos rayos de y contestó:
sol caían en línea recta, sobre su rostro y su vestido. - ¡Quédate con nosotros. Siéntate y escucha. Así
Pero Evguenia comprendió perfectamente que los lo comprenderás todo.
barcos enemigos la buscaban con sus proyectores y
decidió librar la batalla. Los chicos se instalaron sobre la paja cubierta de
La rueda del timón volvió a rechinar. Evguenia harpillera en torno a Timur, que había extendido
siguió maniobrando y las enérgicas voces de mando sobre el suelo el mapa de la aldea.
resonaban a babor y a estribor. Uno de ellos se había encaramado a un columpio
Pero los duros rayos que en línea recta enviaban de cuerda suspendido junto a uno de los agujeros del
los proyectores perdieron intensidad, se extinguieron. tejado, más arriba del tragaluz, para vigilar. Llevaba
Lo cual, naturalmente, no quería decir que el sol se al cuello, colgados de un cordel, unos viejos gemelos
hubiera ocultado detrás de una nube, sino que la de teatro.
escuadra enemiga se hundía derrotada. Evguenia, sentada no lejos de Timur, miraba y
La batalla naval había terminado. Evguenia se escuchaba con suma atención todo lo que pasaba en
pasó por la frente la palma de la mano polvorienta, la reunión de aquel misterioso estado mayor. Timur
cuando de pronto resonó en la pared la llamada del decía:
teléfono. Aquello francamente no se lo esperaba; -Mañana, al amanecer, mientras todos estén
para ella, aquel teléfono no era más que un juguete. todavía durmiendo, Kolokólchikov y yo repararemos
Se sintió desazonada. Descolgó el auricular. los hilos que ha roto ella (e hizo una señal en
Una voz dura y vibrante preguntaba: dirección de Evguenia).
- ¡Allo! ¡Allo! ¿Quién está al aparato? ¿Quién es - Se le pegarán las sábanas -dijo en tono sombrío
el burro que arranca las cuerdas y transmite señales el cabezón Guennadi, que llevaba una camiseta de
estúpidas, incomprensibles? marinero-. No se despierta más que a la hora de
- No es ningún burro -balbuceó Evguenia entre comer y a la hora de cenar.
curiosa y preocupada-. Soy yo, Evguenia. - ¡Calumnias! -gritó Nikolái Kolokólchikov,
Timur y su pandilla 9

poniéndose de pie de un salto y tartamudeando-. Yo han elegido por casualidad.


me levanto con el primer rayo del sol. - ¡Otra vez Kvakin! ¡Una vez más! -Timur quedó
- Yo no sé cual es el primer rayo del sol, ni cual es pensativo-. Guennadi, ¿tú hablaste con él?
el segundo, pero lo que sí sé es que se quedará - Claro que hablé.
dormido -seguía afirmando tozudamente Guennadi. - ¿Y qué?
En esto el vigía que se columpiaba en lo alto del - Le di dos pescozones.
techo silbó. Los chicos se pusieron rápidamente de - ¿Y él?
pie. - El me dio a mí otros dos.
Por el camino, entre nubes de polvo, pasaba a la - ¡Ah! Tú siempre con lo tuyo: "le di", "me dio"...
carrera un grupo de artillería montada. Los poderosos Lo que no se ven son los resultados. ¡Bueno! De
caballos, enjaezados de hierros y correas tiraban Kvakin hay que tratar aparte. Sigamos adelante.
velozmente de los furgones pintados de verde y de - En la casa número veinticinco, el hijo de la vieja
los cañones cubiertos con las fundas grises. lechera ha sido llamado a filas, a servir en caballería
Los soldados, con el rostro atezado por el sol y el -dijo alguien en un rincón.
viento, no se movían siquiera en las sillas al dar - ¡Esa sí que es buena! -Timur sacudió la cabeza
rápidamente la vuelta a la esquina, y las baterías iban con un movimiento de reproche-. Si en el portal de
desapareciendo una detrás de otra tras los árboles. esa casa está ya desde antes de ayer nuestra señal.
Pasaron los artilleros. ¿Pero quién la puso? ¿Tú, Kolokólchikov?
- Van a la estación, a cargar -explicó dándose - Sí. ¿Por qué?
importancia Nikolái Kolokólchikov-. Yo, por el - Porque la punta superior izquierda de la estrella
uniforme que llevan, sé cuándo van a la instrucción, la has dejado torcida como un gusano. Cuando te
cuándo van a un desfile, cuándo van a donde sea y a comprometes a hacer algo, hay que hacerlo bien.
lo que sea. Pasará la gente y se reirá de nosotros. Bueno,
- ¡Puesto que lo sabes, cállatelo! -le interrumpió adelante.
Guennadi-. Entonces se levantó de súbito Serafim Simakov y
Nosotros también tenemos ojos para ver. ¿No soltó sin parar, con la rapidez de una ametralladora:
sabéis que este charlatán quiere pirárselas para - En la casa número cincuenta y cuatro de la calle
incorporarse al Ejército Rojo? Pushkarióvaya había desaparecido una cabra. Paso
- Ni pensarlo -intervino Timur-. Eso no tiene ni por allí, veo a una vieja pegando a una chiquilla y le
pies ni cabeza. grito: "¡Eh, buena mujer, pegar está prohibido por la
- ¿Cómo que no? -preguntó Nikolái poniéndose ley!" Y ella va y me dice: "¡Me ha perdido la cabra!
como la grana-. ¿Y por qué antes todos los chicos ¡Maldita sea!" "¿Pero cómo se ha perdido la cabra?
iban siempre al frente? ¿Dónde?" "¡Allí, en el barranco que hay detrás del
- ¡Eso era antes! Ahora todos los oficiales y todos bosquecillo, ha debido romper la cuerda con los
los jefes tienen orden de echarnos de allí a cogotazo dientes y como si se la hubiera tragado la tierra!"
limpio. - ¡Aguarda! ¿En casa de quién?
- ¿Cómo que a cogotazo limpio? -gritó sin - En casa del soldado Pablo Güriev. La chiquilla
poderse contener de ira Nikolái Kolokólchikov, es su hija, la llaman Niurka. La que le daba la paliza
colorado ya hasta las orejas-. Pero... ¿si somos de los era la abuela. No sé como se llama. La cabra es gris,
suyos? con el lomo negro. Se llama Manka.
- ¡Pues así es! -dijo Timur con un suspiro-. - ¡A buscar la cabra! -ordenó Timur-. Irá una
¡Aunque seamos de los suyos! Y ahora, chicos, sección de cuatro. Tú... tú, tú y tú. Bueno, ¿se acabó?
vamos a ocuparnos de cosas serias. - En la casa número veintidós hay una niña que
Todos volvieron a sentarse en sus sitios. llora -comunicó Guennadi como a disgusto.
- En el huerto de la casa número treinta y cuatro - ¿Y por qué llora esa niña?
del callejón Torcido unos chicos desconocidos han - Ya se lo he preguntado, pero no me lo ha dicho.
sacudido un manzano -informó con voz todavía - Y esa chiquilla, ¿es mayor?
resentida Nikolái Kolokólchikov-. Dos ramas rotas y - Cuatro años.
un arriate pisoteado. - ¡Ahí nos las den todas! ¡Si fuera una persona...
- ¿De quién es la casa? -Timur miró en un pero con cuatro años! Pero no, espera. ¿Es en casa de
cuaderno forrado de hule-. Del soldado Kriukov. quién?
¿Quién hay aquí que haya sido especialista en - En casa del teniente Pávlov. Al que han matado
manzanos y huertos ajenos? hace poco en la frontera.
- Yo -dijo tímidamente una voz. - "Se lo he preguntado, pero no me lo ha dicho" -
- ¿Quién ha podido hacer eso? dijo Timur en tono de sorna a Guennadi, con mal
- Eso es cosa de Mishka Kvakin y de su ayudante, reprimido enojo. Se quedó un momento pensativo-.
ese que llaman Figura. El manzano es de los de Eso lo arreglaré yo. Vosotros no tenéis que ocuparos
Michurin, del tipo Pulpa de oro, y desde luego no lo de ese asunto.
10 Arkadi Gaidar

- ¡A la vista Mishka Kvakin! -comunicó con voz cualquier sitio, una señal como ésa, sales pitando de
sonora el vigía-. Por el otro lado de la calle. allí como si te hubiera caído encima plomo derretido.
Engullendo una manzana. ¡Timur! Manda a una - ¡Anda, comisario! ¡No te acalores! -articuló
sección: a ése hay que darle una paliza, aunque sea Kvakin estirando las palabras-. ¡Y punto final, que ya
un cogotazo. hemos hablado bastante!
- Nada de eso. Que nadie se mueva de su sitio. Yo - Pues anda, capitán, que no eres tú poco terco -
vuelvo en seguida. replicó Timur sin levantar la voz-. Y ahora, que no se
Saltando por la ventana, bajó por la escalera y te olvide, y díselo a toda tu banda, que esta
desapareció entre el frondoso follaje de los arbustos. conversación es la última que tenemos con vosotros.
El vigía volvió a dar el parte: Nadie que no estuviera al tanto hubiera podido
- Junto a la verja, en mi campo de mira, una joven pensar que era aquella negociación entre enemigos
desconocida, de buen parecer, con un cacharro en la declarados, y no hablar entre dos buenos amigos. Por
mano, está comprando leche. Probablemente, es la lo cual Olga, con su jarro de leche en las manos, le
dueña de la casa. preguntó a la lechera quién era aquel chico que
- ¿Es tu hermana? -preguntó Nikolái estaba hablando con el bribón de Kvakin.
Kolokólchikov, tirando a Evguenia de una manga. - Pues no lo sé -contestó con rabia la lechera-.
No obteniendo contestación, añadió resentida y Pero probablemente otro granuja tan taimado como
solemnemente-: No se te vaya a ocurrir llamarla él. Siempre anda rondando tu casa. Tú ten cuidado,
desde aquí. hija, que esos tunantes no se metan con tu hermana.
- ¡Estate quieto! -le respondió Evguenia con una Olga se sintió de pronto preocupada. Miró con
sonrisita guasona, soltándose de un tirón-. Vaya con odio a los dos chicos, subió a la terraza, dejó el
el jefe que nos ha salido... cacharro con la leche, cerró la puerta y salió a la calle
- No te metas con ella -intervino Guennadi, en busca de Evguenia, que no había dado señal de
burlón-, que acabará dándote una paliza. vida desde hacía más de dos horas.
- ¿A mí? -Nikolái se sintió francamente vejado-.
¿Con qué? ¿Es que tiene garras? Pues yo tengo De vuelta al desván, Timur refirió la entrevista a
músculos. ¡Músculos en las piernas, y en los brazos! los demás muchachos. Se acordó que al día siguiente
- Pues te zumbará por muchos músculos que se enviaría a toda la banda un ultimátum por escrito.
tengas. ¡Muchachos, atención! Timur se acerca a Sin hacer el menor ruido los chicos bajaron del
Kvakin. desván, y deslizándose los unos por los agujeros de
las cercas y saltando los otros por encima de ellas, se
Agitando suavemente una ramita que acababa de fueron corriendo cada cual hacia su casa. Timur se
cortar, Timur avanzaba, en efecto, por la calle hacia acercó a Evguenia.
Kvakin, cortándole el paso. Kvakin, al darse cuenta - ¿Y ahora? -preguntó-. ¿Lo has comprendido
de su situación, se detuvo. Su cara achatada no todo?
expresaba ni sorpresa ni temor. - Todo -contestó Evguenia-, pero francamente no
- ¡Hola, comisario! -dijo ladeando, sin levantar del todo. Explícamelo más claro.
mucho la voz-. ¿Adónde vas tan aprisa? - Pues entonces baja y ven conmigo. De todos
- ¡Hola, capitán! -contestó Timur con el mismo modos, tu hermana no está ahora en tu casa.
tono de voz-. Justamente venía a verte. En cuanto estuvieron abajo, Timur empujó la
- Muy agradecido por la atención, lo que siento es escalera y la dejó tendida en el suelo.
no tener nada que ofrecerte. Como no sea esto... Ya era casi de noche, pero Evguenia le siguió sin
Se sacó de debajo de la camisa una manzana y se desconfianza.
la tendió a Timur. Se detuvieron junto a la casita donde vivía la vieja
- ¿De las robadas? -preguntó Timur hincando los lechera. Timur miró en torno suyo. No había nadie en
dientes en la manzana. derredor. Se sacó del bolsillo un tubo de pintura y se
- De estas mismitas -precisó Kvakin-. De la mejor acercó al portal, en el que estaba pintada una estrella
clase. Lo único malo es que no están todavía una de cuyas puntas, en el ángulo superior izquierdo,
verdaderamente maduras. se retorcía, en efecto, como una lombriz.
- ¡Está más agria que un limón! -Timur tiró la Con mano segura, volvió a pintar las puntas,
manzana-. Oye una cosa: en la cerca de la casa enderezándolas, igualándolas, dejando los ángulos
número treinta y cuatro hay una señal así -dijo bien marcados.
mostrando la estrella que llevaba bordada en el - ¿Pero para qué hacéis todo eso? -preguntó
chaleco azul-. ¿La has visto? Evguenia-. En fin, explícame lo que quiere decir todo
- Claro que la he visto -dijo Kvakin, empezando a esto.
tomar precauciones-. Yo, amigo, lo veo todo, de día Timur se metió el tubo de pintura en el bolsillo.
y de noche como los gatos. Arrancó una hoja de bardana, se limpió un dedo que
- Pues oye: si de día o de noche vuelves a ver en se había manchado de pintura y, mirando a Evguenia
Timur y su pandilla 11

cara a cara, le dijo: con verdadera desesperación. Estaba temblando.


- Pues esto quiere decir que en esta casa vive Quería explicárselo todo a su hermana, justificarse.
alguien que está en el Ejército Rojo. Y desde el Pero no podía. No tenía derecho a hacerlo. Por fin,
momento en que se incorporó al ejército, su casa con un gesto de la mano, de indiferencia, decidió no
quedó bajo nuestro amparo y nuestra protección. ¿Tú decirle ni una palabra más a su hermana.
tienes a tu padre en el ejército? Al llegar a su casa se metió en la cama. Pero tardó
- ¡Sí! -contestó Evguenia con orgullo y emoción-. mucho en dormirse. Por fin se durmió y ni oyó
Manda una división blindada. siquiera cuando ya muy entrada la noche llamaron a
- Lo cual quiere decir que también tú estás bajo la ventana porque había un telegrama de su padre.
nuestro amparo y protección.
Llegaron a la altura de otra casa y se detuvieron Amaneció. Se oyó el cuerno de madera del pastor.
una vez más ante el portal. También aquella casa La vieja lechera abrió la verja de su casa y sacó la
tenía la estrella trazada en el cercado. Pero las claras vaca para que se fuera con las demás al prado. No
puntas de sus rayos estaban ribeteadas por una ancha había dado la vuelta a la esquina, cuando de detrás de
franja negra. las matas de acacias, con mil precauciones para no
- ¡Ahí tienes! -dijo Timur-. También de esta casa meter ruido con los cubos vacíos, salieron cinco
se fue alguien al Ejército Rojo. Pero ha muerto. Es la chiquillos y se fueron corriendo hacia el pozo:
casa del teniente Pávlov, al que han matado hace - ¡Dale a la palanca!
poco en la frontera. Y aquí viven ahora su mujer y - ¡Venga, pronto!
esa niña pequeña a la que el bueno de Guennadi no - ¡Tómalo!
ha conseguido sacar por qué llora tanto. Si se te - ¡Dámelo!
presenta la ocasión, Evguenia, no dejes de hacer algo Inundándose de agua fría los pies descalzos, los
por ella. chicos corrían por el patio echando cubo tras cubo en
Todo aquello lo había dicho Timur muy la tina de roble y volvían presurosos junto a la bomba
sencillamente, pero Evguenia sintió como el del pozo.
hormigueo de un escalofrío en el pecho y en las Timur llegó corriendo junto a Serafim Simakov,
manos aunque la noche era calurosa, casi sofocante. que todo sudoroso le daba sin parar a la palanca, y le
Se quedó callada, con la cabeza baja. Y sólo por preguntó:
decir algo, acabó por preguntar: - ¿No habéis visto por aquí a Kolokólchikov?
- ¿Pero Guennadi... es bueno de verdad? ¿No? Se ha quedado dormido. ¡Venga, daros prisa!
- Sí -respondió Timur-. Es hijo de un marino, de La vieja va a volver en seguida.
un marinero. Y aunque se meta con Kolokólchikov, Una vez en el jardín de la casa de los
que es pequeño y que quiere dárselas de muy Kolokólchikov, Timur se colocó debajo de un árbol y
valiente, al fin y al cabo siempre es él quien toma su silbó. Sin esperar la respuesta, se encaramó al árbol y
defensa. echó una ojeada a la habitación. Desde el árbol, no
Una llamada, una llamada brusca, airada, les hizo veía más que unos pies, cubiertos con una manta, en
volver la cabeza. A unos cuantos pasos de ellos una cama arrimada a la ventana.
estaba Olga. Lanzó sobre aquella cama un pedacito de corteza
Evguenia tomó de la mano a Timur. Quería que su del árbol y llamó muy bajito:
hermana lo conociera. - ¡Nikolái! ¡Levántate!
Pero cuando volvió a oír su nombre, en aquel tono Silencio. Los pies no se movían. Timur sacó su
tan frío y tan severo, renunció a la presentación. navaja, cortó una rama larga, talló en punta el
Le dijo tristemente adiós a Timur con una extremo de una de las ramitas laterales, pasó la rama
inclinación de la cabeza, se encogió de hombros y se por la ventana, enganchó la manta con la punta de la
fue hacia donde estaba su hermana. ramita y tiró.
- ¡Ev-gue-nia! -dijo Olga con voz entrecortada, La manta era ligera y se vino hacia afuera por el
con un nudo en la garganta-. Te prohíbo alféizar de la ventana. En la habitación se oyó un
terminantemente que hables con ese chico grito de sorpresa. Con los ojos muy abiertos, aunque
¿comprendido? todavía medio dormido, saltó de la cama un caballero
- Pero, Olga -balbuceó Evguenia-, ¿qué es lo que de pelo blanco, en ropas menores y, sujetando con
te ocurre? una mano aquella manta que se escapaba, se acercó a
- Te prohíbo que vuelvas a dirigirle la palabra a la ventana.
ese chico -repitió firmemente Olga-. Tú tienes trece Cuando se vio frente a aquel respetable anciano,
años, yo tengo dieciocho. Soy tu hermana... Soy Timur, de un salto, se dejó caer del árbol.
mayor que tú. Y ya sabes lo que me dijo papá cuando Y el caballero del pelo blanco, tirando sobre la
se marchó... cama la manta que por fin había reconquistado,
- ¡Pero, Olga, lo que pasa es que no comprendes descolgó de la pared una escopeta, se puso
nada, pero absolutamente nada! -exclamó Evguenia precipitadamente las gafas, se asomó a la ventana,
12 Arkadi Gaidar

apuntó al cielo, cerró los ojos y disparó. - ¡Evguenia! ¿Qué estás haciendo?

Timur, del susto, no paró hasta llegar al pozo. La Las dos hermanas estaban en la terraza.
equivocación había sido lamentable. Había - En todo caso no soy yo quien escojo a tus
confundido a aquel distinguido caballero con amigos -Evguenia se defendía desesperadamente-.
Nikolái, y el caballero del pelo blanco, ¿Qué amigos? Pues muy sencillo. Por ejemplo, uno
indudablemente, lo había tomado a él por un ladrón. que lleva un traje blanco. "¡Hay que ver, lo
Pero en aquel momento vio salir a la vieja lechera maravillosamente que toca su hermana!"
con su balancín y los cubos a buscar agua. Se metió ¡Maravillosamente! Si hubiera oído él lo bien que
detrás de las acacias a ver lo que iba a pasar. De sabe echar sermones. ¡Pero mira! Todo eso ya se lo
vuelta del pozo, la vieja levantó un cubo, vertió el estoy escribiendo a papá.
agua y dio un salto atrás, porque el agua, al caer en la - Evguenia, ese chico es un golfo y tú eres una
tina que ya estaba llena hasta los bordes, la salpicó tonta -decía fríamente Olga, separando las sílabas y
toda y acabó por formar un charco a sus pies. procurando aparentar calma-. Si quieres escribírselo
Asombrada, mirando con recelo en derredor, la a papá, no tengo inconveniente, escríbeselo, pero si
vieja dio entre exclamaciones la vuelta alrededor de yo vuelvo a verte aunque sea una sola vez con ese
la tina. Metió la mano en el agua y se la llevó a las chico al lado, ese mismo día dejo esta casa y nos
narices. Después se fue corriendo hacia su casa, a ver volvemos las dos a Moscú. Ya sabes que hago lo que
si la puerta estaba cerrada y si el cerrojo estaba digo.
intacto. Por fin, totalmente despistada, se fue a llamar - Sí... ¡Lo que sé es que me estás martirizando! -
a la ventana de la casa de la vecina. dijo Evguenia con los ojos llenos de lágrimas.
Timur se echó a reír y se escabulló de su - Y ahora lee este telegrama.
escondrijo. Había que darse prisa. El sol estaba ya Olga dejó sobre la mesa el telegrama que había
bien alto en el cielo. Nikolái Kolokólchikov no se llegado aquella noche y salió.
había presentado y era menester reparar los hilos del El telegrama decía:
telégrafo. "Dentro pocos días estaré unas horas de paso
Moscú. Telegrafiaré día hora exactamente. Papá".
De camino hacia el cobertizo, Timur miró por una Evguenia se secó las lágrimas, se llevó el
de las ventanas de la casa que daban al jardín, abierta telegrama a los labios y balbuceó en voz muy baja:
de par en par. - Papá, no tardes en venir. ¡Papá! ¡Si supieras lo
Sentada junto a su cama, Evguenia, vestida con un desgraciada que es tu hija, tu Evguenia!
short y una camiseta, estaba escribiendo en un papel
encima de la mesa, echándose hacia atrás de cuando Acababan de traer dos carretadas de leña a la casa
en cuando el pelo que le molestaba al caer sobre la de donde se había perdido la cabra, donde la vieja
frente. pegaba a aquella Niurka tan despabilada.
No se asustó, ni se extrañó siquiera al ver a Maldiciendo de los carreros, que le habían dejado
Timur. Sólo le hizo una seña con el dedo, para que ahí en medio el montón de leña sin ocuparse más del
no despertara a Olga, metió la carta que aún no había asunto, entre ayes y lamentaciones, empezó la vieja a
terminado de escribir en el cajón de la mesa y salió apilarla donde debía quedar. Pero le faltaban las
de puntillas de la habitación. fuerzas para acabar con aquella faena. Tosió, se sentó
Y cuando supo la catástrofe que le había sucedido en el escalón de la puerta de su casa, recobró el
aquella mañana a Timur, no volvió a acordarse de aliento, fue a buscar la regadera y se alejó hacia el
ninguno de los sermones de su hermana y le propuso fondo del huerto. No quedó junto a la leña más que el
ayudarle a arreglar aquellos hilos que ella misma hermanito pequeño de Niurka que, a pesar de que
había arrancado. sólo tenía tres años, debía ser de genio enérgico y
Después de haber terminado el trabajo, cuando emprendedor, porque apenas hubo desaparecido la
Timur estaba ya del otro lado de la valla, Evguenia le abuela cuando levantó del suelo un palo y se puso a
dijo: dar golpes con él en el banco y en un artesón que allí
- No sé por qué, pero es increíble lo que te odia estaba, boca abajo.
mi hermana. Serafim Simakov, que acababa de andar a la caza
- Pues estamos buenos -dijo apenado Timur- de la fugitiva cabra, que brincaba por barrancos y
porque mi tío tampoco te quiere a ti. matorrales con la agilidad de un tigre indio, dejó a
Estaba ya a punto de marcharse, cuando ella le uno de los de su grupo en la linde de los árboles y
detuvo. con los otros cuatro se metió en aquella casa con la
- Espera, péinate. Llevas el pelo todo revuelto. velocidad del huracán.
Sacó un peine y se lo tendió a Timur, pero en Le metió al pequeño un puñado de fresas en la
aquel mismo instante resonó detrás, por la ventana, la boca, en la mano una hermosa pluma del ala de una
voz furiosa de Olga: corneja, y los cuatro chicos se pusieron a apilar a
Timur y su pandilla 13

toda prisa el montón de leña. - Niurka -le preguntó la abuela-, ¿no has visto a
El propio Serafim Simakov echó entre tanto a nadie salir hace un momento de aquí?
correr a lo largo del cercado, para impedir que la - He estado buscando a la cabra -dijo Niurka entre
abuela volviera demasiado pronto del huerto. cansada e indiferente-. Me he pasado yo misma la
Parándose junto a la cerca en el sitio en que estaban mañana a salto de mata por bosques y barrancos.
pegaditos a ella unos cerezos y unos manzanos, miró - ¡Me la han robado! -dijo suspirando
por una rendija. amargamente la vieja a la lechera-. ¡Y qué cabra! ¡No
La abuela se había llenado el delantal de pepinos era una cabra, era una paloma! ¡Una palomita!
y se disponía a dirigirse hacia su casa. - ¡Una palomita! -gruñó Niurka, colocándose a
Serafim Simakov dio muy quedito unos golpes en una distancia prudencial de la abuela-. Cuando se
las tablas de la cerca. ponía a embestir con los cuernos, no sabía un a
La vieja prestó oído. Serafim aprovechó el dónde meterse. Las palomas no tienen cuernos.
momento para levantar el palo que tenía en las manos - ¡A callar, Niurka! ¡A callar, estúpida! -chilló la
y empezar a menear las ramas de los manzanos. vieja-. Desde luego, ni que decir tiene que la cabrita
La vieja creyó al punto que alguien trataba de se las traía. Y pensar, cabrita mía, que yo iba a
saltar por encima de la cerca para robar manzanas. venderla. ¡Y ahora me he quedado sin ella, palomita
Dejó caer los pepinos que tenía en el delantal, mía!
arrancó un gran puñado de ortigas, se acercó El portillo rechinó, se abrió de par en par y, con
calladito y se quedó inmóvil junto a la cerca. los cuernos bajos, la cabra se metió en el corral y se
Serafim Simakov volvió a mirar por la rendija y fue derechita hacia la lechera. Sin perder más que el
no vio a la abuela. Preocupado, dio un brinco, se tiempo necesario para izar el pesado bidón de leche,
aferró con las manos al borde de la cerca y, con toda la lechera subió chillando los escalones y la cabra fue
clase de precauciones, trató de encaramarse. a dar con los cuernos contra la pared quedando
Pero en aquel momento la vieja, con un grito de inmóvil.
triunfo abandonó su escondite y en un abrir y cerrar Y entonces fue cuando todos vieron que la cabra
de ojos le había dado a Serafim Simakov en las llevaba, pero que muy atado a los cuernos, un pedazo
manos con el puñado de ortigas. de madera de chapa, en el que decía en letras muy
Agitando en el aire las manos doloridas, Serafim claras:
emprendió veloz carrera hacia el portón, donde se
encontró con los cuatro chicos del grupo que habían Soy la cabra, la cabrita
terminado ya la faena y salían a todo meter. Ante quien todos tiritan.
No quedó de nuevo delante de la casa más que el El que a Niurka le toque un pelo
pequeño. Levantó una de las astillas que andaban por Se acordará de que no hay que hacerlo.
el suelo, la colocó sobre uno de los extremos de la
pila de leña, luego llevó también allí un pedazo de A la vuelta de la esquina, detrás de la cerca, los
corteza de abedul. chicos reían satisfechos.
Así fue como se lo encontró la abuela al volver Serafim Simakov había hincado un palo en el
del huerto. Abriendo unos ojos como platos, se suelo, y danzando y brincando en torno, cantaba con
detuvo ante aquella pila de leña tan cuidadosamente orgullo:
amontonada y preguntó:
- ¿Quién es el que trabaja aquí mientras yo no No somos un atajo de truhanes,
estoy? Ni golfos ni bandoleros,
El pequeño, metiendo la corteza de abedul por Siempre unidos y alegres
entre los leños, contestó, dándose importancia: ¡Somos valientes pioneros!
- Ya lo estás viendo, abuelita, soy yo quien
trabaja. Y como una bandada de vencejos los chicos
Llegó la lechera, y las dos viejas entablaron una desaparecieron rápida y silenciosamente.
animada conversación sobre las misteriosas
aventuras del agua y de la leña. Trataron de aclarar lo Muchas eran las cosas que quedaban por hacer
sucedido haciendo más y más preguntas al pequeño, aquel día, pero lo principal era que había que redactar
pero no sacaron gran cosa en limpio. Todo lo que les y enviar el ultimátum a Mishka Kvakin.
dijo fue que había venido gente, que le habían metido Nadie sabía una palabra sobre la manera de
en la boca unas fresas muy sabrosas, que le habían redactar un ultimátum, y Timur fue a preguntárselo a
regalado una pluma y encima le habían prometido su tío.
traerle una liebre de verdad, con sus dos orejas y sus El cual le explicó que cada país tenía sus fórmulas
cuatro patas. Luego habían apilado la leña y se y su estilo para escribir un ultimátum, pero que al
habían marchado por donde habían venido. final, por cortesía, era obligatorio poner:
Junto al portillo apareció Niurka. "Aprovecho la ocasión para expresarse a S.E.,
14 Arkadi Gaidar

Señor Ministro, el testimonio de mi más distinguida quemaron la mano.


consideración". - No importa -dijo Evguenia, saltando de lo alto
Después, por conducto del embajador acreditado, de la cerca-, a mí no me dan miedo. A ver,
el ultimátum se transmitía al gobierno de la potencia enséñamela, esa ortiga que te picó ayer. ¿Es ésa?
adversa. Pues mira, aquí está, arrancada, tirada, y hasta
Pero aquello no le agradó ni a Timur ni a los pisoteada. A no pensar más en ella. Vamos a jugar: tú
demás chicos de la pandilla. En primer lugar, no te quedas con el conejillo y a mí me das la muñeca.
tenían por qué expresar a aquel golfo de Kvakin la Desde la terraza de su casa, Olga había visto a su
más mínima consideración; en segundo lugar, no hermana dando vueltas junto a la valla de la casa de
tenían embajador ni ministro plenipotenciario enfrente, pero no quería volver a meterse con ella,
acreditado ante aquel atajo de tunantes. Después de que bastante había llorado ya la pobre aquella
celebrar consejo, acordaron mandar un ultimátum en mañana. Pero cuando vio que Evguenia se subía a la
términos más sencillos como aquel mensaje que los cerca y saltaba a aquel jardín ajeno, no pudo por
cosacos zaporogos habían remitido al sultán de menos de preocuparse, salió de su casa, atravesó la
Turquía y que todos habían visto en una de las calle y abrió el portillo del jardín de enfrente.
ilustraciones del libro sobre la guerra, que los Evguenia y la niñita estaban ya junto a la ventana,
valientes cosacos hubieron de librar contra los turcos al lado de la mujer, que sonreía mientras su hija le
y los polacos. enseñaba aquel conejillo medio triste, medio risueño
que tocaba la guitarra.
...Detrás del portal pintado de gris, con la estrella Por la expresión inquieta del rostro de Evguenia,
roja rodeada de una franja negra, en el umbroso la madre adivinó que Olga, que acababa de entrar en
jardín de la casa que estaba frente por frente a la de el jardín, estaba descontenta.
Olga y Evguenia, una niñita de cabellos dorados iba - No la riña usted -le dijo dulcemente a Olga-. No
por uno de los caminitos cubiertos de arena. Su hace más que jugar con mi pequeña. Tenemos una
madre, una mujer joven, hermosa, pero de rostro pena tan grande... -Se quedó callada-. Yo no hago
triste y fatigado, estaba sentada en una mecedora más que llorar, y ella -añadió en voz baja señalando a
junto a una ventana sobre la cual había un magnífico la niñita-, ella ni sabe siquiera que hace unos días han
ramo de flores silvestres. Tenía delante de ella un matado en la frontera a su padre.
montón de telegramas y cartas abiertas, de parientes La que se turbó entonces fue Olga, y Evguenia le
y de amigos, conocidos y desconocidos. Eran cartas y lanzó de lejos una mirada de amargo reproche.
telegramas cálidos, afectuosos. Eran como el eco, - Y yo estoy sola -continuaba diciendo la mujer-.
como un murmullo lejano en el espesor de un Sólo me queda mi madre, que está muy lejos en la
bosque, que a ninguna parte llama al caminante, que taiga, mis hermanos están en el ejército, y no tengo
nada le promete y que sin embargo le infunde valor y hermanas.
confianza y le dice que hay alguien allí cerca y que Tocó con una mano el hombro de Evguenia, que
no está solo del todo en la oscuridad del bosque. se había acercado, y, mirando hacia la ventana,
Con la muñeca en brazos, cabeza abajo, y preguntó:
arrastrando así por la arena sus manitas y sus trenzas - ¿No habrás sido tú quien me ha puesto ese ramo
de cáñamo, la niña de pelo de oro se detuvo ante la de flores ahí en las escaleras esta mañana?
cerca del jardín. Por aquella cerca bajaba hacia ella - No, no -contestó rápidamente Evguenia-. No he
un conejito pintado y recortado en un pedazo de sido yo. Pero probablemente ha sido alguien de los
madera de chapa. Pero no sólo bajaba, sino que con nuestros…
una de las patas rasgueaba las cuerdas de una guitarra Olga, desconcertada, miró a su hermana:
que también estaba allí pintada, y ponía un hociquillo - ¿De los vuestros?
medio triste, medio risueño. - Yo no sé -dijo Evguenia asustada-, no he sido
Encantada ante tan maravillosa visión, pues yo. Yo no sé nada. Mire, alguien viene a verla a
nunca, naturalmente, había visto nada parecido en su usted.
vida, la pequeña dejó caer la muñeca, se aproximó Se oyó el motor de un automóvil y por el camino
aún más a la cerca y el bueno del conejillo vino enarenado del jardín avanzaron dos aviadores.
obediente a caer derechito en sus propias manos. - En efecto, vienen a verme a mí -dijo la madre-.
Tras el conejillo apareció Evguenia, con una sonrisa Y naturalmente, volverán a proponerme que me vaya
traviesa y satisfecha. a Crimea, al Cáucaso, a descansar, a un sanatorio...
La niña la miró y preguntó: Los dos aviadores se acercaron y saludaron
- ¿Vienes a jugar conmigo? llevándose la mano al gorro. Debían haber oído lo
- ¿No lo ves? ¿Quieres que baje de un salto al que ella estaba diciendo, porque uno de ellos, que era
jardín? capitán, dijo:
- Aquí hay ortigas -advirtió la niña, después de - Ni a Crimea, ni al Cáucaso, ni a descansar, ni a
pensarlo un momento-. Ayer las toqué y me un sanatorio. Veníamos sencillamente porque usted
Timur y su pandilla 15

quería ver a su madre. Pues su madre sale hoy en tren retirada. Sin añadir palabra, seguidos por las miradas
para aquí desde Irkutsk. La han llevado hasta Irkutsk curiosas de los demás chicos que habían acabado por
en un avión especial. encaramarse todos a la valla, los dos emisarios se
- ¿Pero quién? -exclamó ella, conmovida, y sin alejaron dignamente.
poder contener su alegría-. ¿Ustedes? - ¿Qué quiere decir todo esto? -decía entre tanto
- No -contestó el capitán de aviación-. La han Kvakin, dándole vueltas al paquete y mirando a los
llevado nuestros compañeros, que lo son tanto demás chicuelos que estaban en torno boquiabiertos-.
nuestros como de usted. Habíamos vivido hasta ahora tan tranquilos... De
Vino la pequeña y miró sin el menor recelo a los pronto... tanto toque de corneta y tanto cuento... ¡De
visitantes; bien se notaba que no era la primera vez verdad, chicos, que no comprendo absolutamente
que veía aquel uniforme azul. nada!
- Mamá, hazme un columpio, y volaré por los Desgarró el papel del paquete y, sin bajarse de la
aires, lejos, muy lejos, como papá. valla, se puso a leer:
- ¡Oh, no! Eso no... -Y la pobre mujer levantó "Al capitán Mishka Kvakin, jefe de la banda de la
rápidamente a su hija y la estrechó contra su corazón. limpia de huertos ajenos... " Eso es para mí -explicó
en voz alta-. Con todos los honores, con el título
En la calle Málaya Ovrazhnaya, detrás de la completo "....y a su -prosiguió leyendo- malfamado
capilla cuyas pinturas desconchadas representaban lugarteniente Pietia Piatakov, llamado también por
severos ancianos peludos y ángeles bien afeitados, a otro nombre sencillamente Figura... " Eso va por ti -
la derecha de la del Juicio Final con las calderas, el explicó esta vez no sin cierta satisfacción Kvakin al
alquitrán y los pícaros demonios saltando de acá para interesado-. Y que no se han andado con chiquitas:
allá, en un campo de manzanilla los chicos de ¡"malfamado"! ¡Pues sí que han ido a buscar una
Mishka Kvakin jugaban a las cartas. palabra rimbombante! Para un tonto como tú
Como ninguno de los jugadores tenía dinero, hubieran podido encontrar algo menos complicado.
jugaban "al golletazo", "al papirotazo" o a "resucitar "...así como a todos los miembros de esa vergonzosa
al muerto". El que perdía, con los ojos vendados, era asociación: ULTIMÁTUM". Eso sí que ya no sé ni lo
tendido boca arriba en la hierba y se le colocaba en la que quiere decir -comentó Kvakin con sorna-.
mano un cirio, es decir un palo bastante largo. Y con Probablemente una palabra fea o algo por el estilo.
aquel palo tenía que defenderse a ciegas de sus - Eso, lo que es, es una palabra internacional.
buenos amigos que, de pena de verle difunto, Habrá palos -explicó Alioshka, un chicarrón con el
procuraban volverle a la vida hostigándole a quien pelo cortado al rape, que estaba de pie al lado de
más y mejor con manojos de ortigas por las rodillas, Figura.
las pantorrillas y las plantas de los pies. - Entonces, no tenían más que haberlo dicho con
El juego estaba en todo su apogeo cuando se oyó todas las letras -dijo Kvakin-. Pero sigamos leyendo.
del otro lado de la valla un toque de corneta. Punto primero:
Eran los emisarios de Timur y su pandilla. "Considerando que por las noches hacéis
El corneta Nikolái Kolokólchikov blandía, bien incursiones en los huertos de la población pacífica,
sujeta en una mano, una reluciente corneta de cobre, sin perdonar siquiera a las casas que tienen en el
y Guennadi, descalzo pero con cara de portal nuestra señal, la estrella roja, y ni siquiera a las
circunstancias, un paquete envuelto en papel de que tienen la estrella con la franja negra en señal de
embalar. luto, os ordenamos a todos, miserables cobardes... "
- ¿Puede saberse lo que significa esta comedia? - - ¡Hay que ver las palabras que emplean esos
preguntó inclinándose por encima de la valla uno de perros! -prosiguió Kvakin, turbado, pero tratando de
aquellos picaruelos, el que llevaba por mote Figura-. sonreír-. ¡Y cuando oigáis lo que viene después, y si
¡Mishka! -se puso a gritar volviendo la cabeza-. vierais cómo está escrito! ¡Sigo!:
¡Deja esas cartas, que aquí te traen no se qué "... os ordenamos y mandamos que a más tardar
ceremonia! mañana por la mañana Mishka Kvakin y el
- Aquí estoy -se presentó a su vez Kvakin, malfamado Figura se presenten en el sitio y lugar
subiéndose él también a la valla-. ¡Conque eres tú, que les hayan indicado nuestros emisarios, con la
Guennadi! ¡Muy buenos días! ¿Pero quién es ese lista completa de todos los miembros de esa
mocoso que traes contigo? vergonzosa asociación.
- Toma este paquete -dijo Guennadi, En caso de negativa, nos reservamos la más
transmitiendo el ultimátum-. Como plazo de completa libertad de acción".
reflexión, se os conceden veinticuatro horas. Vengo a - ¿Qué querrán decir con eso de libertad de
por la contestación mañana a esta misma hora. - acción? -volvió a preguntar Kvakin-. Hasta ahora no
Profundamente ofendido al oírse llamar mocoso, creo que los hayamos encerrado en ninguna parte.
Nikolár Kolokólchikov levantó la corneta todo lo alto - Eso, lo que es, es una palabra internacional.
que pudo, hinchó los carrillos y tocó rabiosamente a Habrá palos -volvió a decir Alioshka, el del pelo
16 Arkadi Gaidar

cortado al rape. lanzó al aire su pregón:


- Pues haberlo dicho de una vez -dijo Kvakin - ¡Leche, qui-én qui-ere leche!
francamente disgustado-. Hombre, qué lástima que se - ¡Dos cuartillos! -respondió una voz grave.
haya marchado Guennadi; por lo visto, hace tiempo Bajándose el bidón del hombro, la lechera se
que no ha soltado una lagrimita. volvió y vio salir por entre los matorrales a un viejo
- No llorará -dijo sentenciosamente el del pelo al desgreñado, vestido como un mendigo, cojo, con un
rape-. Tiene un hermano marinero. sable desenvainado en la mano.
- ¿Y qué? - Yo, abuelito... Yo venía a ver si les hacía falta
- Su padre también fue marinero. No llorará. leche... -La lechera, un tanto asustada, retrocedió
- ¿Y a ti qué te importa? unos pasos-. ¿Pero por qué pones esa cara tan seria,
- Pues sí me importa, porque yo tengo un tío que abuelito? ¿Qué vas a hacer, vas a cortar la hierba con
también es marinero. ese sable?
- ¡Estúpido! ¡Ni que te hubieran dado cuerda! - - Dos cuartillos. El cacharro está encima de la
acabó por enfadarse Kvakin-. El padre y el hermano mesa -contestó brevemente el viejo, hincando la
es una cosa, pero el tío es otra, completamente punta del sable en el suelo.
distinta. Me gustaría saber a qué viene todo eso. - Lo que deberías hacer es comprarte una guadaña
Alioshka, te hace falta pelo, déjatelo crecer, que -observaba la lechera, echando apresuradamente la
tienes el cogote tostado por el sol. Y tú, Figura, ¿qué leche en el jarro y lanzando miradas recelosas al
es lo que estás mascullando ahí? viejo-. Ese sable más vale que lo dejes de lado. Con
- A esos mensajeros hay que darles caza mañana, un sable así le puedes dar a cualquiera un susto
y a Timur y a los suyos, propinarles una paliza - mortal.
propuso el Figura, sombrío, profundamente vejado - ¿Cuánto es?
por lo del ultimátum. El viejo metió la mano en una de los bolsillos de
Eso fue lo que decidieron. sus anchurosos pantalones.
Los dos se acogieron a la sombra de la capilla y - Lo que paga todo el mundo -dijo la lechera-. A
parándose frente a una de las pinturas en que rublo cuarenta. Dos rublos ochenta. El precio justo.
afanosos demonios de imponentes músculos se El viejo rebuscaba en su bolsillo, del que acabó
llevaban con mil mañas hacia la infernal hoguera a por extraer un gran revólver.
los empedernidos y nada conformes pecadores, - Pasaré, luego, abuelito... -La lechera levantó el
Kvakin le preguntó al Figura: bidón en un vuelo y se alejó precipitadamente-. ¡No
- Dime una cosa. ¿Fuiste tú quien se metió en el se moleste, por favor, no se moleste! -seguía
huerto de la casa donde vive esa chiquilla a la que le diciendo, apresurando cada vez más el paso y
han matado al padre? volviendo de cuando en cuando la cabeza-. Le
- Pongamos que fui yo... aseguro que no me corre ninguna prisa...
- Pues entonces... -Kvakin hablaba como con Cuando por fin llegó al portillo, se puso de un
desgana, señalando con un dedo a la pared-. A mí, brinco al otro lado, lo cerró con estrépito y, ya en
desde luego, las estrellas que Timur pone en los medio de la calle, gritó furiosa:
portales, me importan un bledo, y Timur no dejará - ¡En el manicomio es donde deberías estar, viejo
nunca de ser mi enemigo... loco, que los que están como tú no deben andar
- De acuerdo -corroboró el Figura-. ¿Pero por qué sueltos! ¡Encerrado! ¡Eso es, en el manicomio!
me estás señalando a esos demonios con el dedo? El viejo se encogió de hombros, volvió a meterse
- Pues por algo que te voy a decir... -Kvakin en el bolsillo el billete de tres rublos que por fin
torció los labios en una mueca-. Porque aunque seas había encontrado y acto seguido se escondió
amigo mío, la verdad es que no eres una persona rápidamente el revólver detrás de la espalda, porque
humana y que más bien te pareces como dos gotas de acababa de entrar en el jardín un distinguido anciano,
agua a este demonio gordo y asqueroso. el doctor Kolokólchikov.
Muy grave, y muy serio, apoyándose en su
A la mañana siguiente, la lechera, se encontró con bastón, avanzaba con paso firme, pero con
que tres de sus clientes habituales no estaban en casa. movimientos un tanto bruscos, por el caminito
Era ya demasiado tarde para ir al mercado y, enarenado del jardín.
echándose el bidón de leche al hombro, se fue a ver A la vista de aquel viejo estrafalario, el
si podía venderla en unas cuantas casas. Anduvo así distinguido caballero carraspeó, se arregló las gafas y
largo trecho sin resultado cuando, al llegar a la altura por fin se decidió a preguntar:
de la casa donde vivía Timur, oyó una voz y se paró. - ¿Quiere usted hacer el favor de decirme cómo
Alguien cantaba, no muy alto, pero el timbre de voz podría ver al dueño de esta casa?
era agradable. Lo cual quería decir que los dueños de - En esta casa vivo yo -respondió el viejo.
la casa estaban allí y que por fin podía tener éxito. - De ser así -prosiguió el caballero, llevándose
Abrió el portillo, dio unos pasos por el jardín y una mano al sombrero de paja-, ¿quiere usted hacer
Timur y su pandilla 17

el favor de decirme si es alguien de su familia un Rebosante de alegría y repiqueteando enérgicamente


chico que se llama Timur Garáev? en el suelo con su pata de palo, entonó:
- Por ser de la familia, lo es. Ese chico que, según
dice usted, se llama Timur Garáev es sobrino mío. Pero nunca sabréis
- Pues lo siento infinitamente... -El distinguido En el rápido avión
caballero volvió a toser, sin dejar de mirar de reojo a Que os estuve esperando hasta el amanecer...
aquel sable plantado de punta en el suelo-. Lo siento
infinito pero tengo que decirle a usted que su sobrino Se deshizo las correas que le apretaban la rodilla,
ha cometido ayer por la mañana un conato de robo en tiró a lo lejos, en medio de la hierba, la pata de palo y
nuestra casa. echó a correr hacia su casa, arrancándose entre tanto,
- ¿Cómo! -exclamó el viejo asombrado-. ¿Mi la barba y la peluca.
sobrino Timur, robarles a ustedes? Diez minutos después, el joven y apuesto
- En efecto, aunque parezca inimaginable. -El ingeniero Gueorgui Garáev bajaba de un brinco los
distinguido caballero, con el consiguiente peldaños de la puerta del jardín. Sacó la moto del
desasosiego, comenzaba a mostrar curiosidad por la cobertizo, le dio una voz al perro, para encargarle de
mano que el viejo tenía escondida detrás de las la vigilancia de la casa, apretó el starter, se precipitó
espaldas-. Mientras yo estaba durmiendo intentó sobre la silla y salió a todo gas en busca de Olga a la
llevarse la manta de mi cama. que acababa de dar aquel susto.
- ¿Quién? ¿Timur? ¿Que Timur se ha llevado una
manta? A las once en punto Guennadi y Nikolái
Al viejo parecía no caberle todo aquello en la Kolokólchikov se pusieron en marcha; iban a recoger
cabeza y sin darse cuenta, dejó caer la mano que la respuesta al ultimátum.
tenía escondida detrás de las espaldas con el - No sabes andar como todo el mundo -gruñía
revólver. Guennadi-. A paso ligero, pero firme. Pareces un
El distinguido caballero, presa de la natural pollito, dando saltitos detrás de un gusano. Y no sé
emoción, empezó a dar dignamente, sin volverse, cómo te las arreglas, que no hay nada que decir,
unos pasos hacia atrás: llevas el pantalón limpio, la camisa limpia, y como si
- Naturalmente, nunca me hubiera atrevido a nada. ¡Hay que ver lo que pareces! No te enfades,
afirmarlo... Pero, qué quiere usted que le diga, ante chico, te lo digo para tu bien, en serio. Ahora, por
los hechos... no le queda a uno más remedio que ejemplo, ¿para qué necesitas restregarte la lengua por
resignarse. ¡Estimado amigo! Le ruego que no se me los labios mientras andas? Métete la lengua en la
acerque demasiado... Naturalmente, lo que no boca y déjala que se esté allí tranquilamente en su
encuentro son los motivos que hubieran permitido sitio... ¿Y tú qué vienes a hacer aquí ahora?
explicar... Por otra parte, basta con verle a usted... Serafim Simakov acababa de aparecer, saliéndoles
- Oiga usted... -El viejo avanzó unos cuantos rápidamente al paso.
pasos hacia el caballero-. Debe tratarse de una - Timur me ha mandado de enlace -soltó Simakov
confusión... como una ametralladora-. Las cosas hay que hacerlas
- ¡Estimado amigo! ¡Por favor! -El doctor, así, y tú no sabes nada de eso. Vosotros, a ocuparos
prosiguiendo su retirada, gritaba ya, sin apartar un de vuestra misión, que yo tengo la mía. ¡Nikolái, deja
momento los ojos del revólver-. Esta conversación que yo dé el toque de corneta! ¡Menudas ínfulas nos
está tomando un giro sumamente desagradable, damos hoy! ¡Guennadi, pedazo de estúpido!
totalmente impropio de personas respetables como ¡Encargarse de una cosa así, y no ponerse ni unas
nosotros. botas, unos zapatos! ¡Habráse visto, un embajador
Cuando al fin se vio del otro lado del portillo, se descalzo! Bueno, ¡allá vosotros, que yo tiro por este
alejó apresuradamente, repitiendo: lado! ¡Hala, hala! ¡Hasta la vista!
- Desde luego, sumamente desagradable, - ¡Charlatán, más que charlatán! -Guennadi
totalmente impropio de personas respetables... meneó la cabeza en signo de reprobación-. Cien
El viejo fue a su vez hacia el portillo del jardín, palabras para decir lo que podría decirse con cuatro.
precisamente cuando Olga, que iba a bañarse, se Venga, Nikolái, el toque de corneta, que ya estamos
cruzaba con el alarmado y distinguido caballero. delante de la valla.
Y de pronto, se puso a agitar las manos y a decirle - ¡Mishka Kvakin, que se presente! -ordenó
a gritos a Olga que no siguiera, que le esperara. Pero Guennadi al chico que asomó la cabeza en lo alto de
el distinguido doctor, con la agilidad y la decisión de la valla. - ¡No tenéis más que entrar! ¡Por la derecha!
un macho cabrío, saltó por encima de la cuneta, -se oyó tras el cercado la voz de Kvakin-. Hemos
agarró a la joven por una mano y ambos abierto la verja a propósito para vosotros.
desaparecieron con la rapidez del relámpago detrás - No vayas -murmuró Nikolái, tirando a Guennadi
de la esquina. de una manga-. Nos pillarán y nos darán una tunda.
El viejo se echó entonces a reír a carcajadas. - ¿Todos contra nosotros dos? -preguntó
18 Arkadi Gaidar

Guennadi con arrogancia-. Sopla, Nikolái, sopla más nosotros?


fuerte. No hay sitio por donde nosotros no podamos Del otro lado de la puerta, se oyó una voz sorda,
pasar. apenas perceptible:
Pasaron por la verja de hierro, cubierta de - No, bandoleros, ahora es cuando ya no os
herrumbre, abierta de par en par y se encontraron volveréis a salir nunca más con la vuestra.
delante del grupo de chicos, al frente de los cuales Figura escupió despectivamente.
estaban Kvakin y Figura. - Tiene un hermano marinero -explicó en tono
- Venimos a por la contestación a la carta -dijo sombrío Alioshka, el del pelo cortado al rape-. Está
Guennadi con voz firme. haciendo el servicio en el mismo barco que mi tío.
Kvakin sonreía, Figura ponía una cara - ¿Y qué? -Figura se ponía amenazador-. ¿Te
enfurruñada. habrás creído que tú eres el capitán, a lo mejor?
- Vamos a hablar un momento -propuso Kvakin-. - ¿Crees tú que está bien pegar a alguien que tiene
Siéntate, hombre, a qué tanta prisa... las manos atadas?
- Venimos a por la contestación a la carta -repitió - ¡Pues toma tú también! -Figura perdió
Guennadi fríamente-. Hablaremos después, cuando definitivamente la calma y le dio a Alioshka un gran
nos hayáis dado la contestación. bofetón.
Y no era tan fácil comprender, al fin y al cabo, si Los dos chicos rodaron sobre la hierba. Los
estaba jugando, si era broma lo que decía aquel demás les tiraban de los brazos, de los pies, tratando
chicarrón ancho de hombros, tan derecho, con su de separarlos...
camiseta de marinero, y el otro pequeño al lado, el A nadie se le ocurrió mirar hacia arriba, donde,
corneta que ya había palidecido. O si aquel entre el espeso follaje de un tilo que se alzaba cerca
muchacho de ojos grises, severos, fijos, con el de la valla, se dejó ver el tiempo que dura un
entrecejo fruncido, de pies descalzos, exigía de relámpago el rostro de Serafim Simakov.
verdad una contestación, sabiendo que tenía de su Se deslizó del árbol como una serpiente y, una vez
lado la razón y la justicia. los pies en el suelo, se fue derechito, saltando de
- Toma, ahí está -dijo Kvakin, tendiendo un papel huerto en huerto, hacia el riachuelo, donde estaban
plegado. Timur y los suyos.
Guennadi lo desplegó. Vio una higa,
groseramente dibujada, con una palabrota al pie. Olga, la cabeza cubierta con una toalla, leía
Muy tranquilo, sin inmutarse, Guennadi hizo tendida en la cálida arena,
pedazos la hoja de papel. En aquel mismo instante, Evguenia estaba en el agua. De pronto, sintió unas
Nikolái y él se sintieron fuertemente sujetados por manos en sus hombros.
los hombros, por los brazos. Se volvió. Era una chica alta, de ojos oscuros.
No intentaron oponer resistencia. - ¡Hola! Vengo de parte de Timur. Me llamo
- Por cosas como eso del ultimátum deberíamos Tania y soy también de los suyos. Timur siente
haberos dado vuestro merecido -dijo Kvakin, mucho que por culpa de él te haya reñido tu hermana.
acercándose a Guennadi-. Pero... como somos Tu hermana debe tener muy mal genio ¿no?
generosos, os dejaremos hasta esta noche encerrados - La cosa no tiene importancia -balbuceó
aquí dentro -señaló en dirección de la capilla- y la Evguenia, poniéndose colorada-. Olga no tiene mal
noche la dedicaremos a dejar definitivamente limpio genio, en absoluto, es una cuestión de carácter. -Y
el huerto de la casa que lleva el número veinticuatro. juntando las palmas de las manos, agregó con acento
- No lo haréis -contestó Guennadi sin inmutarse. desesperado-: ¡Ah qué hermana esta, qué hermana!
- ¡Sí, lo haremos! -gritó Figura dando a Guennadi Pero ya veremos, cuando llegue papá...
una bofetada. Se salieron del agua y se encaramaron a un lugar
- Puedes darme otras cien -dijo Guennadi, escarpado de la orilla, a la izquierda de la playa. Allí
entornando los ojos y volviéndolos a abrir-. Nikolái - se encontraron con Niurka.
soltó después rápidamente, en un tono que infundía - ¿Me reconoces? -le preguntó a Evguenia, entre
ánimos-, no tengas miedo. Lo que veo es que dientes, tragándose como siempre la mitad de lo que
tendremos hoy, con arreglo al formulario número decía-. ¿Sí? Yo te he reconocido en seguida. ¡Mira,
uno, señal de llamada general. allí está Timur! -Acabó de quitarse el vestido y
A empellones, metieron a los prisioneros en la señaló con el brazo hacia la otra orilla, donde los
minúscula capilla, con los postigos de hierro chicos eran tantos que casi no se veía la arena-.
herméticamente cerrados. Cerraron detrás de ellos las Ahora ya sé quién encontró a la cabra, quién
dos puertas, echaron el cerrojo y, por si fuera poco, amontonó la leña, quién dio las fresas a mi
lo sujetaron con una cuña de madera. hermanito. También sé quién eres tú -añadió
- ¿Y ahora? -gritó Figura acercándose a la puerta volviéndose hacia Tania-. Estabas un día sentada al
y haciendo bocina con una mano-. ¿Qué os parece borde de un arriate, llorando. No debes llorar. ¿Qué
ahora? ¿Quién se saldrá con la suya, vosotros o se saca en limpio con llorar?... ¡Eh! ¡Quieta ahí,
Timur y su pandilla 19

maldita cabra del demonio, o te tiro al río! -le gritó a de hacer-. Yo... De todas maneras iba a ir con usted,
la cabra, atada a unos matorrales-. ¡Venga, chicas, de aunque fuera sin las flores.
cabeza al agua! Se instaló sobre el sillín de cuero y la motocicleta
Evguenia y Tania se miraron. ¡Qué divertida voló a todo gas por la carretera.
aquella Niurka, tan pequeña, tan tostada por el sol! No tardaron en llegar a la bifurcación, pero en
Parecía una gitana. lugar de tomar el camino que llevaba a la aldea, la
Cogidas de la mano, avanzaron hasta la misma moto tomó el otro ramal y desembocó en pleno
orilla cortada a pico, miraron al agua clara, azulada, campo.
que se agitaba ligeramente a sus pies. - ¿Se equivocó usted? -gritó Olga-. ¡Había que
- ¿Nos tiramos? tomar a la derecha!
- Venga. - El camino es mejor por aquí -contesto él-. Es
Y las tres se tiraron juntas al agua. más alegre.
No habían vuelto todavía a asomar la cabeza fuera Otro viraje y atravesaban a toda marcha el
del agua, cuando alguien se zambulló rumoroso frescor de un bosquecillo. De junto a un
estrepitosamente detrás de ellas, levantando un rebaño, salió corriendo hacia ellos un perro, les ladró,
surtidor de salpicaduras. intentó alcanzarles. ¡Pero quiá! ¡En vano! Estaban ya
Era Serafim Simakov que, como venía, a la lejos.
carrera, y tal como estaba, con sus sandalias, su Como un proyectil, pasó silbando en dirección
pantalón corto y su camiseta, se había tirado al río. opuesta un camión. Cuando Gueorgui y Olga salieron
Echándose hacia atrás el pelo que se le pegaba a la de las nubes de polvo que había levantado, tenían
cara, escupiendo y resoplando, se fue nadando a ante sí, al pie de una montaña, entre humo y
grandes brazadas hacia la otra orilla. chimeneas, las torres de vidrio y hierro de una ciudad
- ¡Una catástrofe, Evguenia! ¡Una catástrofe -gritó desconocida.
volviéndose-, Guennadi y Nikolái han caído en una - Es nuestra fábrica -le gritó a Olga-. Hace tres
emboscada! años venía yo aquí a coger setas y a buscar fresas.
Sin disminuir casi la velocidad, la moto viró en
Olga subía la cuesta y seguía leyendo su libro. redondo:
Pero donde el empinado sendero desembocaba en la - ¡Todo derecho! -gritaba entre tanto Olga en tono
carretera, de pie junto a su moto, la estaba esperando de advertencia-. Por favor, vamos derecho a casa.
Gueorgui. Se saludaron. De repente el motor se paró.
- Pasaba por aquí -le explicó Gueorgui-, cuando la - Espere usted un momento -dijo él, bajándose-.
vi subir la cuesta, y pensé que era mejor esperar. Una pequeña avería, nada grave.
Quizás puedo acompañarla, de camino. Tendió la moto encima de la hierba, debajo de un
- ¡A que no es verdad! Usted estaba aquí abedul, sacó una llave inglesa y se puso a darle
esperándome a propósito. vueltas a algo, a atornillar.
El hubo de darse por vencido: - ¿Qué personaje es el que representa usted en esa
- Bueno, ¡qué se le va a hacer! Por una vez que ópera? -preguntó Olga sentándose en la hierba-.
quiere uno decir una mentira y no hay manera. Tenía ¿Necesita realmente un maquillaje tan terrible?
que... pedirle a usted que me perdone por el susto de - Es un viejo inválido -contestó él sin dejar de
esta mañana. Era yo, aquel viejo con la pata de palo. ocuparse de la moto-. Ha sido guerrillero y... no las
Me había vestido, hasta me había puesto la peluca y tiene todas consigo. Vive cerca de la frontera y
la barba para ensayar el papel. Venga usted, la llevo constantemente le parece que el enemigo será más
hasta donde usted quiera. hábil que nosotros y logrará engañarnos. Es viejo y
Olga movió negativamente la cabeza. es prudente. Los soldados, en cambio, son chicos
El le puso entonces un ramito de flores encima del jóvenes; no hacen más que reír y en cuanto dejan la
libro. guardia se ponen a jugar al voleibol. Salen con las
Las flores eran preciosas. Olga, toda colorada, no chicas..., sus Katiushas.
supo que hacer... y las tiró al suelo, allí mismo, en Frunció el ceño y se puso a cantar en voz baja:
plena carretera.
Aquello no se lo esperaba él. Otra vez tras las nubes se ha ocultado la luna
- ¡Oiga usted! -dijo herido-. Canta usted muy Tres noches he pasado velando sin cesar.
bien, es usted una verdadera artista, tiene usted una Soy viejo. Me faltan fuerzas. ¡Oh, dolor!
mirada franca, los ojos claros, luminosos. Yo no creo
haber hecho nada que pueda ofenderla. Pero, vamos, Cambió de voz e imitando al coro prosiguió:
lo que acaba usted de hacer no lo habría hecho ni ¡el
ser... más insensible! ¡Calma, anciano, calma!
- ¡No necesitaba esas flores! -dijo Olga
arrepentida, asustada ella misma de lo que acababa - ¿A qué viene esa "calma"? -preguntó Olga,
20 Arkadi Gaidar

limpiándose con el pañuelo los labios cubiertos de salió corriendo a la terraza. Se turbó al ver al
polvo. ingeniero, pero cuando la moto se hubo alejado,
- Pues quiere decir -explicó él mientras seguía Evguenia, mirando en pos de ella, se acercó a su
dando golpecitos en el cubo de la rueda con la llave hermana, la abrazó y le dijo con envidia:
inglesa- algo así como duerme tranquilo, ¡viejo - ¡Lo feliz que eres tú hoy!
estúpido! Hace ya tiempo que están todos los
soldados y todos los oficiales en sus puestos... Olga, Después de acordar que volverían a encontrarse
¿le habló su hermanita de la entrevista que tuve con en las proximidades de la casa n° 24, los chiquillos
ella? desaparecieron del recinto.
- Claro que me habló. Y le dije lo que tenía que No quedó allí más que Figura. Le ponía rabioso y
decirle. le extrañaba, además, aquel silencio que reinaba en el
- Pues hizo usted mal. Es una chiquilla interior de la capilla. Los prisioneros no gritaban, ni
divertidísima. Yo le digo a ella "¡Avah!" y ella me aporreaban la puerta, ni contestaban a las preguntas
dice "¡Be-e!" ni a las llamadas.
- Pues esa chiquilla tan divertida no hace más que Figura intentó, entonces, una maniobra. Abrió la
darme disgustos -insistió Olga-. Ahora ha hecho primera puerta, la de fuera, se introdujo en el
amistad con no se qué golfillo, creo que le llaman estrecho espacio que quedaba entre las dos paredes y
Timur. Es de la pandilla de ese tunante de Kvakin. permaneció callado como un muerto.
No hay manera de alejarlo de nuestra casa. Allí se estuvo, el oído aplicado contra la cerradura
- ¡Timur!... Hum... -Gueorgui carraspeó para hasta que, de pronto, la gran puerta exterior de hierro
disimular su turbación-. ¿Cree usted que es de esa se cerró con un ruido atronador, como si la hubieran
pandilla? No creo que lo sea... No creo que... Pero empujado con un ariete de madera.
bueno, no tiene usted por qué preocuparse... Yo - Eh, ¿quién está ahí? -Figura se tiró contra la
conseguiré alejarle de su casa. Olga, ¿por qué no puerta, furioso-. ¡Basta de bromas, que si no, ya
estudia usted en el Conservatorio? Se da usted veréis después!
cuenta: va usted a ser ingeniero. Yo mismo soy Pero nadie le contestaba. Del otro lado de la
ingeniero, no veo qué falta le hace ser ingeniero. puerta se oían voces desconocidas. Chirriaron los
- ¿Por qué? ¿No está usted contento de serlo? ¿O goznes de los postigos. Por las rejas, alguien estaba
es que es usted un mal ingeniero? hablando con los prisioneros.
- ¿Un mal ingeniero?... -se acercó a la joven, Después, en el interior de la capilla se oyó una
mientras golpeaba la rueda delantera con la llave risa. Una risa que le sentó muy mal al pobre Figura.
inglesa-. No, no es que yo sea un mal ingeniero, es Por fin, se abrió la puerta del exterior. Ante
que canta usted muy bien. Figura estaban Timur, Simakov y Ladyguin.
- Oiga usted, Gueorgui -dijo Olga, apartándose - ¡Abre el otro cerrojo! -ordenó Timur sin
turbada-. Yo no sé si es usted buen o mal ingeniero, moverse-. ¡Abre tú mismo o será todavía peor!
lo que sí sé es que... la reparación de esta moto la De mala gana, Figura descorrió el cerrojo.
está usted haciendo de una manera muy rara. Nikolái y Guennadi salieron de la capilla.
Y Olga agitó la mano, remedando los golpecitos - ¡Métete ahí, en lugar de ellos! -ordenó Timur-.
que daba con la llave en el eje de la rueda y en la ¡Venga, tunante, date prisa! -gritó apretando los
llanta. puños-. No tengo tiempo ni ganas de hablar contigo.
- Nada de rara. Se hacen las cosas como se debe. - Encerraron a Figura detrás de las dos puertas,
Se levantó de un brinco y dio con la llave inglesa en corrieron el pesado cerrojo y pusieron un candado.
el chasis-. ¡Se acabó! Olga, ¿el padre de usted es Después, Timur sacó una hoja de papel y con un
oficial del ejército? lápiz azul escribió de través:
- Sí. "Kvakin, no vale la pena hacer guardia. Están
- Eso está muy bien. Yo también lo soy. encerrados y la llave la tengo yo. Iré directamente
- ¿Cómo quiere usted que le acabe de entender? - esta noche al jardín a donde sabes".
dijo Olga, encogiéndose de hombros-. De pronto es Se fueron. Cinco minutos después estaba allí
usted ingeniero, de pronto actor, de pronto está en el Kvakin. Leyó el papel, tiró unas cuantas veces del
ejército. ¿A lo mejor es usted, además, aviador? candado y con una risita se fue hacia la verja,
- No -se echó a reír él-. Los aviadores lanzan las mientras Figura, encerrado, daba desesperadamente
bombas desde el aire; nosotros desde tierra, golpes de pies y manos contra la puerta de hierro.
atravesando hierro y cemento, vamos derecho al Desde la verja, Kvakin se volvió y masculló con
corazón. indiferencia:
Otra vez desfilaron y quedaron en pos de ellos los - ¡Ya puedes llamar, Guennadi, ya! De aquí a la
sembrados, los campos, las arboledas, el riachuelo. noche os queda tiempo.
Por fin estaba Olga en su casa. Después sucedió lo siguiente:
Al oír el estrépito de la motocicleta, Evguenia Poco antes de ponerse el sol, Timur y Simakov
Timur y su pandilla 21

fueron un momento a la plaza del mercado. Allí, sujeto por los brazos y por los pies. Sin haber podido
entre el desorden de los puestos de cerveza, de agua dar un grito, se vio apartado de la cerca.
mineral, de verduras, de tabaco, de comestibles, de - Guennadi -murmuró levantando la cara-. ¿De
helados, había al final un chamizo destartalado en el dónde sales tú?
que se instalaban los días de mercado los zapateros - De allí -dijo rabiosamente, en voz baja, el
remendones. interpelado-. ¡Y ya puedes callar, porque te aseguro
Timur y Simakov no se entretuvieron mucho que si no, no me acordaré de que saliste en mi
tiempo en el chamizo. defensa!
Cuando cayó la noche, la rueda del timón se puso - Bueno -se resignó Alioshka-. Me callaré.
a funcionar en el desván. Uno tras otro se iban Y aprovechó la ocasión para lanzar el más
tendiendo los sólidos hilos de cuerda, transmitiendo penetrante de los silbidos.
las señales convenidas adonde debían transmitirse. Pero la gran mano de Guennadi le tapó
Iban llegando los refuerzos. Eran ya veinte o inmediatamente la boca y manos invisibles lo
treinta chicos los reunidos y por los agujeros de las levantaron por los hombros y por las piernas y se lo
cercas de los huertos, sin ruido, acudían más y más. llevaron lejos de allí.
A Tania y a Niurka las mandaron a sus casas. El silbido se había oído en el huerto. Kvakin se
Evguenia estaba en la suya, con la misión de volvió. No se repetía. Kvakin miró atentamente en
ocuparse de Olga y de no dejarla salir al jardín. torno suyo, en todas direcciones. Ahora le parecía
En el desván, al pie de la rueda del timón, estaba que se habían movido unas matas en un rincón del
Timur. huerto.
- Repite la señal con el hilo número seis -dijo - ¡Figura! -llamó quedamente-. ¿Eres tú, estúpido,
preocupado Simakov, que miraba por el tragaluz-. quien está ahí escondido?
No parecen contestar. - ¡Mishka, una luz! -gritó de pronto una voz-. Son
En una gran tabla chapeada dos chicos dibujaban los dueños.
algo así como un cartel. Se presentó la sección de Pero no eran los dueños del huerto.
Ladyguin. Detrás, en el espesor del follaje, se habían
Por fin llegaron las fuerzas enviadas en servicio encendido más de diez pilas eléctricas. Cegadoras,
de reconocimiento. La banda de Kvakin se reunía en avanzaban rápidamente contra los confundidos
un solar, cerca del jardín de la casa n° 24. invasores.
- Llegó la hora -dijo Timur-. A prepararse todos. - ¡A por ellos, sin ceder un paso! -gritó Kvakin
Soltó la rueda del timón, tiró de una cuerda y sacándose rápidamente del bolsillo una manzana y
sobre el viejo desván, a la luz incierta de la luna que tirándola contra las luces.
corría por entre las nubes, subió lentamente y quedó - ¡A quitarles las pilas, aunque sea arrancándoles
flotando en el aire la bandera de la pandilla, la señal las manos! ¡Es él! ¡Es Timur!
de combate. - ¡Allí es Timur y aquí soy yo! -lanzó, saliendo de
entre las matas Simakov.
Unos diez chiquillos avanzaban en fila india a lo Y unos diez chicos más entraron en liza a
largo de la cerca de la casa n° 24. Deteniéndose a la retaguardia y por los flancos.
sombra de la empalizada, Kvakin comprobó: - ¡Eh! -aulló Kvakin- ¡Esta vez tienen fuerzas de
- Todo el mundo está aquí, sólo falta Figura. veras! ¡A saltar la cerca, muchachos!
- Ese es un pillo -dijo una voz-. Debe estar ya en La banda estaba rodeada por todas partes. Los
el huerto. Siempre se las arregla para llegar antes que picaruelos, presas del pánico, se precipitaron
los demás. rápidamente hacia la empalizada.
Kvakin apartó dos tablas, previamente Entre empujones, dándose frente contra frente,
desclavadas, y pasó por la brecha. Tras él pasaron los iban saltando a la calle para caer en manos de
demás. En la calle no quedó junto al boquete más que Ladyguin y de Guennadi. La luna se había ocultado
un centinela, Alioshka. del todo detrás de una nube. Sólo se oían las voces:
Por entre las ortigas y las zarzas que, del otro lado - ¡Suelta!
del camino, crecían en la cuneta, asomaron cinco - ¡Deja!
cabezas. Cuatro se ocultaron inmediatamente. La - ¡Quieto, no me toques!
quinta -la de Nikolái Kolokólchikov- se retrasó un - Todos callados -resonó en la oscuridad la voz de
momento, pero una mano le dio un pescozón y la Timur-. ¡No se toca a los prisioneros! ¿Dónde está
cabeza desapareció. Guennadi?
Alioshka, el centinela, miró en torno suyo. Todo - Estoy aquí.
estaba tranquilo. Pasó la cabeza por la brecha para - Llévatelos a todos adonde hemos dicho.
tratar de darse cuenta de lo que sucedía en el huerto. - ¿Y si alguno opone resistencia?
Salieron tres de los que estaban en la cuneta y un - Los agarráis por las manos y por los pies y los
momento después el centinela estaba firmemente lleváis con todo respeto como si fueran ídolos.
22 Arkadi Gaidar

- ¡Suelta, demonio! -dijo una voz llorosa. las ventanas. Alguien había encendido, también, la
- ¿Quién grita?-preguntó Timur con rabia-. luz en uno de los puestos del mercado y la gente que
Siempre hay quien está dispuesto a hacer el golfo, había acudido allí vio sobre el chamizo un letrero que
pero cargar con las consecuencias es otra cosa. decía:
¡Venga, Guennadi, da la voz de mando y adelante!
Llevaron a los prisioneros hacia el chamizo vacío ¡TRANSEÚNTE, NO TENGAS LASTIMA!
que estaba al final de la plaza del mercado y uno tras Los que están aquí encerrados desvalijan
otro los hicieron pasar por la estrecha puerta. cobardemente por las noches los huertos de pacíficos
- A Mijaíl Kvakin me lo traéis aquí -dijo Timur. ciudadanos. La llave del cerrojo está detrás de este
Acercaron a Kvakin. cartel, pero el que quiera abrirlo para dejar en
- ¿Se acabó? -preguntó Timur. libertad a los detenidos que vea primero si no hay
- ¡Sí, ya están todos! entre ellos alguno de sus parientes o conocidos.
Habían metido al último prisionero en el chamizo;
corrieron el cerrojo y colgaron el pesado candado. Era ya muy entrada la noche. No se veía siquiera
- Te puedes ir -le dijo entonces Timur a Kvakin-. la estrella roja con la franja negra en el portal. Pero
Eres ridículo, no le haces falta a nadie, ni le inspiras allí estaba.
miedo a nadie. En el jardín de la casa, donde vivía la niñita del
Pensando que le iban a dar una paliza, totalmente pelo dorado, bajaron unas cuerdas por entre las
despistado, Kvakin seguía allí con la cabeza baja. tupidas ramas de un árbol. Tras las cuerdas bajó un
- ¡Te digo que te vayas! -repitió Timur-. Toma chiquillo deslizándose por el tronco rugoso. Colocó
esta llave y abre la capilla, donde tienes encerrado a una tabla y se sentó encima para probar si el nuevo
tu amigo Figura. columpio sería resistente. La gruesa rama cruje,
Kvakin no se iba. apenas susurran las hojas temblorosas. Un pájaro
- Abre a los chicos -pidió malhumorado-. O echa a volar con un chillido. Ya es tarde, Olga está
méteme a mí junto con ellos. durmiendo desde hace mucho tiempo, como duerme
- No -dijo Timur-. Ahora todo está concluido. Ni Evguenia. Duermen, también, los demás chicos, el
ellos tienen nada más que hacer contigo, ni tú con alegre Simakov, el callado Ladyguin, el divertido
ellos. Nikolái. El valiente Guennadi está, naturalmente,
Entre el barullo de mofas y silbidos, la cabeza dando vueltas en la cama y mascullando algo en
escondida entre los hombros, Kvakin se fue alejando sueños.
lentamente. Cuando estuvo a unos diez pasos se El reloj de la torre da los cuartos: "Pasó el día, se
detuvo y se enderezó. acabó". Din, don... Din, don...
- Me vengaré -gritó furioso, volviéndose hacia Sí, ya es muy tarde.
Timur-. Y me vengaré contra ti solo. ¡Los dos frente El chico se levanta, busca tanteando con las
a frente, hasta que caiga uno! manos algo que debe de estar sobre la hierba y, por
Y desapareció de un brinco en la oscuridad. fin, se pone de pie con un gran ramo de flores
- ¡Ladyguin y los cinco de tu sección, estáis silvestres en las manos. Son las flores que ha
libres! -dijo Timur-. ¿Qué es lo que tenéis que hacer? recogido Evguenia.
- Lo de la madera, en la casa n° 22 de la calle Con precaución, para que no se despierten ni se
Bolshaya Vasilkóvskaya. asusten quienes duermen en la casa, sube los
- ¡Bueno, a trabajar! peldaños del portal inundados por la luz de la luna y
Muy cerca de allí, en la estación, se oyó silbar una deja cuidadosamente en el último el ramo de flores.
locomotora. Había llegado un tren del que bajaban Es Timur.
pasajeros y Timur se apresuró.
- Simakov y los cinco que van contigo ¿qué es lo Era por la mañana. La mañana de un día de fiesta.
que hacéis vosotros? Para celebrar el aniversario de la victoria del Ejército
- En la casa n° 38 de la calle Málaya Rojo en el Lago Hasán, los komsomoles del lugar
Petrakóvskaya, lo mismo de siempre. -Se echó a reír organizaban en el parque una gran fiesta con baile y
y prosiguió-: ¡Cubos, tina y venga agua! ¡Adelante! disfraces de carnaval.
¡Hasta la vista! Muy temprano aún todas las chiquillas se habían
- Bueno, a trabajar ahora... Oigo gente que viene ido al bosque. Olga se daba prisa para terminar de
hacia acá. Los demás cada cual a su casa... ¡Todos a planchar una blusa. Revolviendo los vestidos, entre
una! los que había uno de Evguenia, había caído de uno de
los bolsillos un papel doblado.
Se oyó un fragoroso estruendo en la plaza. Los Olga lo había levantado y leído:
viajeros que acababan de bajar del tren se detuvieron "Niña, no le tengas miedo a nadie en tu casa.
sobrecogidos. Volvieron a oírse los chillidos y los Todo está arreglado, y a mí nadie me sacará una
golpes. En las casas vecinas, se encendieron luces en palabra de nada. Timur".
Timur y su pandilla 23

Olga se preguntaba qué sería aquello que nadie - Venga, venga, tenor -dijo el viejecito y añadió
había de saber y por qué podía tenerle Evguenia señalando hacia el electricista-: Aquí tienes un bajo
miedo a alguien en su casa. ¿Cuál era el secreto que que no protesta, con que ya puedes resignarte, por
ocultaba aquella chiquilla tan reservada y tan muy tenor que seas.
mañosa? ¡No! Todo aquello tenía que terminarse. Su Evguenia, enterada por los chiquillos de que Olga,
padre al marcharse bien lo había dicho... Había que con el acordeón, estaba detrás del escenario, se
actuar, rápida y decididamente. impacientaba en su sitio.
Oyó llamar a la ventana. Era Gueorgui. Al fin, salieron Gueorgui y Olga. Evguenia sintió
- Olga, sáqueme usted de apuros. Ha venido a miedo: tenía la impresión de que todo el mundo iba a
verme una delegación, quieren que cante algo esta reírse de su hermana.
tarde en la fiesta. Un día como el de hoy, era Pero nadie se reía.
imposible negarse. Venga usted a acompañarme con Gueorgui y Olga estaban de pie en la escena, tan
el acordeón. sencillos, tan jóvenes y alegres que a Evguenia le
- No digo que no... Pero podría acompañarle a entraron ganas de abrazarles a los dos.
usted alguien al piano -dijo Olga extrañada-. ¿Por Oiga se pasó por el hombro la correa del
qué tiene que ser al acordeón? acordeón. Una profunda arruga atravesó la frente del
- Olga, yo no quiero que nadie me acompañe al joven ingeniero; se encorvó, bajó la cabeza. Ahora
piano. Quiero que me acompañe usted. Ya verá usted era un viejo, un viejo que cantaba con voz grave y
lo bien que resultará. ¿Permite usted que salte por la sonora:
ventana? Deje usted esa plancha y saque el acordeón.
Bueno, aquí lo tiene usted. Ya está sacado de la Tres noches sin conciliar el sueño y una vez y otra
funda, no le queda a usted más que apretar las teclas vez
con los dedos, mientras yo canto. El mismo rumor misterioso en la terrible soledad
- Oiga usted -Olga acabó por ofenderse-. Al fin y Quema las manos el fusil y la angustia muerde el
al cabo podía usted haberse evitado eso de saltar por corazón
la ventana, pasando por la puerta... Como hace veinte años en las noches de guerra.
Pero si de nuevo hemos de vernos frente a frente,
En el parque había mucho alboroto. En largas Soldado del mercenario ejército enemigo
filas llegaban los coches con los veraneantes, A pesar de mis canas estaré dispuesto a combatir,
camionetas con bocadillos, bebidas, salchichón, Grave y tranquilo, como hace veinte años.
dulces y golosinas.
Un ejército de vendedores de helados avanzaba en - ¡Qué bien! ¡Y qué lástima le da a uno del pobre
perfecta formación, empujando sus carritos azules y viejo tan valiente! ¡Muy bien, muy bien...! -Y
ofreciendo su mercancía. Se oía el vocerío Evguenia continuaba bajito-: Sigue, sigue tocando,
discordante de los gramófonos, en torno a los cuales Olga. Lo único que siento es que no te escuche papá.
forasteros y vecinos del lugar se habían instalado a Después del espectáculo, Gueorgui y Olga, de la
comer y beber sobre la hierba en los claros del mano, se fueron por una de las alamedas.
bosque. - Todo esto está muy bien -observó Olga-. Pero lo
Tocaba la música. A la puerta del Teatro de que no sé es dónde ha podido meterse Evguenia.
Variedades del parque el viejecito, que estaba de - Estaba de pie en un banco -contestó él-,
servicio aquel día, no conseguía ponerse de acuerdo aplaudiendo y gritando ¡Muy bien! Luego se le
con un electricista que quería pasar con sus acercó... -Gueorgui permaneció un momento callado,
herramientas, sus correas y sus garfios. pero acabó por decir-: Se le acercó un chiquillo y
- Aquí, querido amigo, no dejamos pasar a nadie después no los volví a ver. .
con las herramientas. Hoy es día de fiesta. Date, Olga sintió renacer su inquietud:
primero, una vuelta por tu casa, lávate y ponte un - ¿Un chiquillo? Gueorgui, usted es una persona
traje limpio. mayor. Dígame lo que debo hacer con ella. Mire
- Pero, abuelo, si aquí no hay que pagar billete, si usted: esta mañana he encontrado en uno de sus
es gratuito. bolsillos este papel.
- ¡Pues de todos modos, no se puede pasar! Aquí Gueorgui leyó el papel y esta vez fue él quien se
van a cantar. También hubieras podido traerte, de quedó pensativo y hasta frunció el entrecejo,
paso, un poste telegráfico. Y tú, ciudadano, tampoco mientras Olga proseguía:
puedes entrar -le dijo el viejecito a otro-. Aquí viene - No le tengas miedo a nadie, quiere decir
la gente a cantar... Música... Tú llevas ahí una botella desobedece. ¡Ah, si doy un día con ese chico le
que te asoma del bolsillo. aseguro que le pondré los puntos sobre las íes!
- Pero, abuelito... -intentó discutir, medio Olga guardó el papel y estuvieron un rato
tartamudeando, el interesado-, yo tengo que entrar... callados. Pero por todas partes se oía música alegre,
yo soy tenor. la gente reía en torno de ellos y, con las manos de
24 Arkadi Gaidar

nuevo unidas, siguieron paseando por la alameda. Dio media vuelta y le plantó a Figura el puño en
De pronto, en una encrucijada se dieron de narices plena frente. El chico se quedó boquiabierto, soltó un
con otra pareja que, con las manos también unidas, aullido y echó a correr. Por dos veces, corriendo
venía a su encuentro. Eran Timur y Evguenia. detrás de él, Kvakin le alcanzó y le dio un empellón
Desconcertados, todos se saludaron muy en la espalda.
cortésmente y continuaron su camino. Al fin se detuvo, levantó la gorra que se le había
- ¡Ese es! -dijo Olga con verdadera desesperación caído al suelo, la sacudió contra la rodilla, se fue
tirando a Gueorgui de una manga-. Ese es el chico de hacia un puesto de helados, compró uno, se apoyó
marras. contra un árbol y, con la respiración todavía
El no sabía lo que decir: entrecortada, mordió ávidamente a grandes
- En efecto... y lo peor es que es Timur, mi dentelladas.
dichoso sobrino...
- Y tú... y usted lo sabía... -Olga estaba furiosa-. En un claro, junto a un puesto de tiro, Timur se
¡Y no me había dicho usted nada! encontró con Guennadi y con Serafim Simakov.
Rechazando la mano que le tendía echó a correr - Timur -le avisó Serafim-. Anda buscándote tu
por la alameda. Pero ya no había ni rastro de Timur tío. Parece furioso.
ni de Evguenia. Tomó por uno de los estrechos - Sí, ya voy, ya lo sé.
senderos que serpenteaban entre los árboles y allí vio - ¿Volverás por aquí?
a Timur, hablando con Kvakin y Figura. - No lo sé.
- Oye -dijo acercándose a Timur-. Ya no os basta - ¡Timur! -dijo de pronto Guennadi con una suave
con meteros en todos los huertos y con destrozar inflexión de voz, tomando a su compañero por el
todos los árboles. Hasta en casa de una pobre vieja, brazo-. ¿Qué es lo que pasa? Puesto que no le hemos
hasta en la de una desgraciada huerfanita tenéis que hecho mal a nadie. Bien sabes, que cuando se tiene
andar golpeando. Hasta los perros echan a correr ante razón...
vosotros y ahora ejerces tu influencia sobre mi - Sí, ya lo sé... Cuando se tiene razón no se debe
hermana y la opones a mí. Llevas al cuello la corbata temer nada. Nada de nada. Pero no por eso deja de
de pionero... pero no eres más que un miserable dolerle a uno.
granuja. Timur se alejó.
Timur estaba pálido. Olga iba hacia su casa a dejar el acordeón. Se le
- No es verdad -dijo-. Usted no sabe nada. acercó su hermana.
Olga se encogió de hombros y se fue a buscar a su - ¡Olga!
hermana. - ¡Vete! -le contestó Olga sin mirarla-. Yo no
Timur seguía allí, inmóvil y silencioso. vuelvo a hablar contigo. Me voy ahora mismo a
Intrigados, callaban también Kvakin y Figura. . Moscú y así, cuando yo no esté aquí podrás pasearte
- Esas tenemos, comisario -dijo al fin Kvakin-. Ya con quien te dé la gana, aunque sea hasta el
veo que tú también puedes pasar un mal rato. amanecer.
- Sí, capitán -contestó Timur levantando - Pero, Olga...
lentamente la mirada-. Un rato nada agradable. - Ya te he dicho que no vuelvo a hablar contigo.
Hubiera preferido verme en vuestras manos, molido a Pasado mañana nos trasladamos definitivamente a
palos, a tener que oír por culpa vuestra... lo que Moscú. Allí esperaremos a papá.
acabo de oír. - ¡Muy bien! Así será papá quien decida, y no tú.
- Y ¿por qué te quedaste tan callado? -comentó ¡Lo sabrá todo! -gritó Evguenia furiosa, con lágrimas
Kvakin, con una sonrisa-. No tenías más que haber en los ojos, y se fue corriendo a buscar a Timur. Sólo
dicho que no eras tú. Que éramos nosotros. encontró a Guennadi y a Simakov y les preguntó
Estábamos aquí mismo delante de ti. dónde estaba su amigo.
- ¡Eso es! Y en cuanto lo hubieras dicho, te - Lo han llamado a su casa -dijo Guennadi-. No sé
habríamos dado una castaña -interrumpió Figura, por qué su tío está muy enfadado con él por culpa
muy satisfecho. tuya.
Pero Kvakin no esperaba, probablemente, Al oír aquellas palabras Evguenia se puso furiosa.
semejante apoyo y dirigió en silencio una mirada Dio con un pie en el suelo y apretando los puños
glacial a su compañero. Timur, rozando con una chilló:
mano los troncos de los árboles, se alejó lentamente. - Así... por nada... así es como se pierden los
- Es orgulloso -dijo Kvakin en voz queda-. Estaba hombres...
a punto de llorar, pero ha sabido aguantarse. Se abrazó a un tronco de abedul, pero en aquel
- Le damos los dos, y ya verás si llora -dijo momento se le acercaron Tania y Niurka.
Figura, lanzando en pos de Timur una piña de abeto. - Evguenia -gritaba Tania-. ¿Pero qué te pasa?
- El... es orgulloso -repitió Kvakin con voz ¡Ven, Evguenia! Ha llegado un acordeonista, se han
entrecortada-, pero tú... ¡tú eres un canalla! puesto a bailar, todas las chicas están ya bailando.
Timur y su pandilla 25

La asediaron y por fin consiguieron llevársela


hacia el gran círculo en el que giraban, surgían y Al atardecer, cuando las camionetas empezaban
desaparecían blusas, faldas y vestidos alegres y ya a dispersarse abandonando el parque, Evguenia
vistosos como flores. pasó con Tania por su casa. Iban a jugar al voleibol y
- Evguenia, no debes llorar -decía Niurka, entre tenía que cambiarse de calzado.
dientes como siempre y tragándose la mitad de las
sílabas-. Yo nunca lloro, ni siquiera cuando me pega Se estaba atando uno de los cordones, cuando
la abuela. ¡Vamos, muchachas, vamos a bailar! entró en la habitación la madre de la niñita del pelo
¡Venga, nos tiramos! dorado. Llevaba a la pequeña en brazos, adormecida.
- ¡Nos ti-ramos! -repitió Evguenia, imitando a Pareció muy disgustada al enterarse de que Olga
Niurka. no estaba en casa.
Abriéndose paso por entre las parejas que - Hubiera querido dejar a la pequeña con vosotras
formaban el corro, se metieron en el círculo y se -dijo-. No sabía que no estaba tu hermana... Mi
pusieron a dar vueltas, vueltas y más vueltas, en la madre llega esta noche en tren a Moscú y yo quería ir
más endiablada y alegre de las danzas. a esperarla.
- Pues deje usted a la niña -dijo Evguenia-. ¿Qué
Cuando Timur volvió a su casa, le llamó su tío: importa que no esté Olga? ¿No estoy yo? Déjela
- Estoy harto de tus aventuras nocturnas. Harto de usted encima de mi cama, y yo me acostaré en la
llamadas, de señales y de cuerdas ¿Qué es lo que ha otra.
ocurrido, además, con esa manta? La madre se puso muy contenta:
- Fue una equivocación. - Duerme muy tranquila, no te preocupes, ya no se
- ¡Bonita equivocación! Y no vuelvas a acercarte despertará hasta mañana por la mañana. Lo único que
a esa chiquilla. No le gustas a su hermana. hay que hacer es venir de cuando en cuando a
- ¿Por qué? arreglarle la almohada.
- No lo sé. Será porque te lo habrás merecido. Desnudaron a la pequeña y la dejaron en la cama.
¿Qué son esos mensajes y esos papeles? ¿Y esas La madre se marchó y Evguenia descorrió las
entrevistas en un jardín al amanecer? Olga dice que cortinas para que la cama se viera desde fuera. Cerró
estás enseñando a su hermana golfear. la puerta de la terraza y se fue con Tania a jugar al
- Bien sabes que miente -Timur estaba indignado-. voleibol, habiendo convenido previamente que
Siendo como es del Komsomol. Si es que no después de cada partido, vendrían por turno a ver
comprende algo, bien hubiera podido llamarme y cómo dormía la niña.
preguntármelo. Yo le hubiera contestado a todo. Apenas acababa de salir corriendo cuando llegó el
- Perfectamente. Pero, como por ahora no le has cartero. Estuvo llamando largo rato y como no le
contestado a nada, yo te prohíbo que vuelvas a contestaba nadie volvió a salir por el portillo del
acercarte a esa casa. Y, en general, más vale decirlo jardín y le preguntó a un vecino si los dueños de
de una vez: si lo que quieres es hacer lo que te dé la aquella casa no se habían marchado a la ciudad.
gana, te vuelves a tu casa con tu madre. - No -contestó el vecino-. Acabo de ver por aquí a
Estaba ya a punto de marcharse cuando le detuvo la pequeña. Déjeme usted a mí el telegrama.
Timur: El vecino firmó, se metió el telegrama en un
- Y cuando tú eras un chico, tío, ¿qué es lo que bolsillo, se sentó en un banco y encendió la pipa.
hacíais? ¿Cómo jugabais? Estuvo esperando a Evguenia mucho tiempo.
- ¿Nosotros? Qué sé yo, corríamos, brincábamos, Pasó cerca de hora y media. Volvió a presentarse
nos subíamos por los tejados; a veces hasta nos el cartero.
peleábamos. Pero jugábamos a cosas claras y - Aquí tiene usted otro telegrama -le dijo al
sencillas que todo el mundo podía comprender. vecino-. No comprendo lo que les pasa. Por qué
tantas prisas.
Para darle una lección a su hermana, al caer la El vecino volvió a firmar. Era ya noche cerrada.
tarde, y sin haber vuelto a decirle ni palabra, Olga Salió a la calle, entró en el jardín, subió a la terraza y
tomó el tren y se fue a Moscú. miró por la ventana. La pequeña dormía. Junto a su
En Moscú no tenía absolutamente nada que hacer. cabeza, en la almohada, se había ovillado un gatito
Por lo cual en vez de ir a su casa, se fue a ver a una pelirrojo. Los dueños no debían estar lejos. El vecino
amiga, se estuvo allí hasta que se hizo de noche y abrió el ventanillo y dejó caer en el interior los dos
eran cerca de las diez cuando llegó al piso. Abría la telegramas, que quedaron sobre el alféizar de la
puerta, encendió la luz y sintió un escalofrío: sujeto ventana; Evguenia al volver había de verlos en
con un alfiler a la puerta que aún no había vuelto seguida.
acerrar, vio un telegrama. Pero Evguenia no los vio. Al llegar a su casa, a la
Lo arrancó de un tirón y lo leyó. Era un telegrama luz de la luna que entraba en la habitación, volvió a
de su padre. colocar la cabeza de la niña sobre la almohada, echó
26 Arkadi Gaidar

al gato, se desnudó y se acostó. volvió a ponerse de pie y lanzó una mirada furibunda
Se estuvo así tendida largo tiempo, pensando en a la niña dormida. Se dominó, arregló la colcha, echó
lo extraña que era la vida. Nadie tenía la culpa, ni otra vez de la almohada al gatito pelirrojo.
ella, ni Olga tampoco, se diría. Y sin embargo, por Encendió la luz en la terraza, en la cocina, en la
primera vez se había peleado en serio con su habitación y se sentó meditabunda en el sofá. Allí se
hermana. estuvo sentada largo tiempo, como no pensando en
Era muy desagradable. En vista de que no había nada. Sin darse cuenta enganchó con un pie el
manera de dormirse, le entraron ganas de comer un acordeón que se había quedado allí, lo levantó
pedazo de pan con mermelada. Se bajó de la cama, se maquinalmente y hasta apretó una que otra tecla. Se
fue hacia el aparador, encendió la luz y entonces fue oyó como una canción, grave y solemne. Dejó
cuando vio en el alféizar de la ventana los dos bruscamente de tocar y fue hacia la ventana. Le
telegramas. temblaban los hombros.
Le dio miedo. Con las manos temblorosas abrió No, seguir sola y sufrir el martirio que estaba
los telegramas. sufriendo era algo que no podía soportar. Encendió
El primero decía: una vela y por el jardín, a trompicones se fue al
"Estaré hoy de paso doce noche tres madrugada. cobertizo.
Esperadme casa Moscú. Papá". Subió al desván. Allí estaba todo como siempre.
El segundo: La cuerda, el mapa, los sacos, las banderas. Encendió
"Ven inmediatamente esta noche papá estará aquí. la linterna, se acercó a la rueda del timón, buscó el
Olga". hilo que necesitaba, lo enganchó al clavo y le
Con verdadero terror miró al reloj. Eran las doce imprimió rápidamente un movimiento a la rueda.
menos cuarto. A toda prisa volvió a vestirse, tomó en
brazos a la niña dormida y como una sonámbula salió Timur estaba durmiendo cuando el perro le puso
a la terraza. Reflexionó un momento, volvió a dejar a una pata en un hombro. Ni se enteró siquiera. Pero
la niña sobre la cama. Salió de un brinco a la calle y entonces el perro agarró la colcha con los dientes y
corrió hasta la casa de la vieja lechera. Llamó, tiró de ella hasta que estuvo en el suelo.
aporreó la puerta hasta que apareció por una ventana Timur se incorporó sobresaltado.
la cabeza de una vecina. - ¿Qué pasa? -preguntó sin comprender-. ¿Ha
- ¿Hasta cuándo vas a estar llamando? -preguntó ocurrido algo?
medio dormida-. ¿Qué modos son ésos? El perro le miraba a los ojos, movía la cola, el
- No son malos modos -dijo Evguenia en tono de hocico. Por fin oyó Timur que sonaba la campanilla
súplica-. Tengo que ver a la lechera. Tengo que de bronce.
dejarle una niña pequeña. Preguntándose quién podía necesitarle a aquellas
- ¿Tanto ruido para eso? -dijo la vecina cerrando horas de la noche, salió a la terraza y levantó el
la ventana-. Se ha marchado esta mañana a pasar auricular del teléfono.
unos días en casa de su hermano. - Sí, soy yo; Timur al aparato. ¿Quién es? ¿Eres
Del lado de la estación se oyó el silbido de la tú... tú, Evguenia?
locomotora. Llegaba un tren. Evguenia, corriendo Al principio Timur escuchaba con calma. Pero
por la calle de vuelta a su casa, se encontró con el pronto empezaron a temblarle los labios, se le fueron
caballero del pelo blanco, el doctor. enrojeciendo las mejillas. Se oía su respiración
- Perdone usted -balbuceó-. ¿No sabrá usted entrecortada.
adónde va ese tren? - ¿Y sólo estará tres horas? -preguntó muy
El caballero sacó su reloj de bolsillo. agitado-. Evguenia, no digas que no estás llorando, lo
- Las veintitrés cincuenta y cinco -dijo-. Es él oigo... estás llorando. No debes llorar. ¡No llores!
último tren para Moscú. Voy en seguida...
- ¿El último? -murmuró Evguenia, tragándose las Dejó el auricular y miró a toda prisa el horario de
lágrimas-. ¿Y cuando hay otro? los trenes.
- El primer tren pasará muy de mañana, a las tres - Sí, aquí está el último, a las veintitrés y
y cuarenta. Pero ¿qué te pasa, criatura? -preguntó el cincuenta y cinco. Y el primero a las tres y cuarenta.
anciano compasivo sujetando por un hombro a -Estaba allí, de pie, inmóvil, mordiéndose los labios-.
Evguenia que se tambaleaba-. ¿Estás llorando? ¿No ¡Demasiado tarde! ¿Será posible que no haya nada
puedo hacer nada por ti? qué hacer? No, es demasiado tarde.
- ¡Oh, no! -contestó Evguenia, conteniendo los Pero la estrella roja está allí encendida, día y
sollozos y echando a correr-. Ahora, ya no hay nadie noche, en el portal de la casa de Evguenia. La había
en el mundo que pueda ayudarme. encendido él mismo con sus propias manos y sus
rayos brillaban ahora, como si los tuviera ante sus
Llegó a su casa y hundió la cabeza en la ojos.
almohada, pero no había pasado un momento cuando ¡La hija de un jefe del ejército en semejante
Timur y su pandilla 27

situación! Sin darse cuenta había caído en una rápidamente. La luz venía derecha hacia ellos, se oyó
emboscada. el ruido de un motor. Cegados, cerraron los ojos,
Timur se vistió rápidamente, salió a la calle y retrocedieron contra la cerca, cuando de pronto se
unos minutos después estaba ante la puerta de la casa apagó la luz, paró el motor y apareció delante de
del caballero del pelo blanco. Vio todavía luz en el ellos Timur.
gabinete del doctor. Llamó y le abrieron. - Nikolái -dijo sin saludar y sin preguntar nada-.
- ¿A quién buscas? -preguntó secamente el Tú te quedas aquí y te encargas de que no le pase
caballero sorprendido. nada a la niña. Respondes de ella ante toda nuestra
- A usted -contestó Timur. pandilla. Evguenia, vamos. ¡Adelante, a Moscú! -
- ¿A mí? -El caballero lo pensó un momento y Evguenia dio un grito tan grande como se lo
después extendió los brazos, abriendo la puerta de permitieron las fuerzas que le quedaban, le echó los
par en par-. ¡Entonces, adelante! brazos al cuello a Timur y le dio un beso.
No estuvieron hablando mucho tiempo. - ¡Vamos, Evguenia, vamos! -gritaba Timur,
- Eso es todo lo que hacemos -dijo Timur, con los procurando parecer lo más severo posible-. ¡Sujétate!
ojos brillantes para terminar su relato-. En eso ¡Adelante, en marcha!
consiste nuestro juego y por eso es por lo que ahora Ronqueó el motor, sonó la bocina y la lucecita
me hace falta el nieto de usted, Nikolái. roja no tardó en desaparecer.
El anciano se levantó sin decir palabra. De un Nikolái se quedó allí, desconcertado. Levantó un
gesto brusco cogió a Timur por la barbilla, le levantó palo del suelo, se lo puso al hombro, como un fusil y
la cabeza, le miró a los ojos y salió. dio la vuelta a la casa, donde todas las luces seguían
Se fue a la habitación donde dormía Nikolái y le encendidas.
zarandeó por un hombro. - Sí -mascullaba entre dientes, dando grandes
- Levántate -le dijo-. Han venido a llamarte. pasos. ¡Pero que muy difícil, es la suerte del soldado!
- Pero si yo no sé nada -empezó a decir Nikolái, No hay manera de que te dejen en paz, ni de día, ni
azorado, abriendo unos ojos como platos-. Te de noche.
aseguro, abuelito, que no sé nada de nada.
- Levántate -repitió secamente el doctor-. Ha Eran cerca de las tres de la mañana, el coronel
venido a buscarte uno de tus compañeros. Alexándrov estaba sentado junto a la mesa en la que
aún seguía la tetera, ya fría, y quedaban restos de
En el desván, sobre la paja, rodeando con los salchichón, de queso y de pan.
brazos sus rodillas estaba sentada Evguenia. - Dentro de media hora me marcho -le dijo a
Esperaba a Timur. En su lugar, apareció en el Olga-. ¡Qué lástima, así voy a tener que marcharme
rectángulo de la ventana la cabeza desgreñada de sin haber visto a Evguenia! Olga ¿estás llorando?
Nikolái Kolokólchikov. - Si no sé por qué no ha venido. N o sabes la pena
- ¿Eres tú? -dijo Evguenia sorprendida-. ¿Qué que me da, no puedes imaginarte cómo te esperaba.
vienes a hacer aquí? Ahora se volverá loca de veras, ya lo está un poco.
- No lo sé -dijo en voz queda, todo asustado-. Yo - Olga -dijo el padre poniéndose de pie-. Yo no sé,
estaba durmiendo. Vino él. Me levanté. Me dijo que pero no llego a creer que Evguenia haya podido caer
viniera aquí. Dijo que tú y yo tenemos que bajar al en malas compañías, que la hayan estropeado, que
jardín, delante de la verja. alguien logre hacer con ella lo que le dé la gana. ¡No!
- ¿Para qué? No tiene un carácter así.
- No lo sé. Yo mismo tengo en la cabeza como un - ¡Ya estamos! -dijo amargamente Olga-. Y díselo
ruido, unos silbidos. Te aseguro, Evguenia, que no encima, que no hace más que repetir que tiene el
comprendo absolutamente nada. mismo carácter que tú. ¡Si pudiera ser así! Es lo que
ella se figura, cuando lo que hace, por ejemplo, es
No había a quien pedirle permiso. Su tío pasaba la subirse al tejado y bajar una cuerda por la chimenea.
noche en Moscú. Timur buscó la pila, el hacha, llamó Yo me voy a poner a planchar, y la plancha sube por
al perro y salió al jardín. Se detuvo ante la puerta los aires. Papá, cuando tú te fuiste ella tenía cuatro
cerrada del cobertizo. Miró al hacha, al cerrojo. ¡Ah, vestidos. Dos están ya destrozados. El tercero le está
bien sabía él que aquello no se podía hacer, pero no pequeño y el otro, por ahora, no dejo que se lo ponga.
había otra solución. De un solo golpe arrancó el Entre tanto, le he hecho yo misma otros tres nuevos.
cerrojo y sacó la motocicleta del cobertizo. Pero todo lo que se pone no dura ni una semana.
- ¡No te enfades! -dijo melancólicamente, Siempre anda cubierta de cardenales, de arañazos.
poniendo una rodilla en tierra junto al perro y Ella, claro, después se te presenta con su sonrisa, con
acariciándole la cabeza-. No se podía hacer otra cosa. sus grandes ojos azules y naturalmente, todo el
mundo dice que es una maravilla, una verdadera flor.
Evguenia y Nikolái estaban esperando junto al ¡Si es una flor que la tocas y pincha! Papá, no te
portillo. Desde lejos vieron una luz que se acercaba vayas a imaginar que tiene el mismo carácter que tú.
28 Arkadi Gaidar

Ahora, sólo falta que, encima, se lo digas. Se estará Se fue al teléfono, marcó el número y por el
tres días danzando en lo alto de la chimenea. auricular se oyó una pausada voz metálica:
- Bueno -dijo el padre en tono conciliador, - Las tres y cuatro minutos.
abrazando a Olga-. Ya se lo diré. Se lo escribiré, pero Evguenia miró a la pared y dijo con un suspiro:
tú, Olga, no seas demasiado severa con ella. Dile que - No se adelanta más que un minuto. Papá,
la quiero mucho, que la recuerdo, que no tardaremos llévanos corítigo a la estación. Te acompañamos.
en volver y que, por ser hija de quien es, no debe - No, Evguenia, eso no es posible. Allí no podré
llorar aunque yo esté lejos. ocuparme de vosotros.
- De todas maneras llorará -dijo Olga, - ¿Por qué? ¿Ya debes tener tu billete?
abrazándose a su padre-. Yo también soy hija tuya y - Claro que lo tengo.
también lloraré. - ¿En primera?
El padre miró al reloj, se acercó al espejo, se puso - Claro que en primera.
el correaje y se estiró el uniforme. De pronto se oyó - ¡Ah, con lo que yo hubiera querido irme contigo
un portazo. Se entreabrieron las cortinas. Con los lejos, muy lejos, y en primera...!
hombros encogidos, como quien se dispone a saltar
por la ventana, apareció Evguenia. Pero la estación no estaba en la ciudad, era como
Pero en lugar de dar un grito, un salto de alegría, una de esas grandes estaciones de mercancías donde
se acercó sin ruido y ocultó en silencio el rostro entre maniobran las locomotoras y los vagones. Vías,
los brazos de su padre. Tenía la frente cubierta de agujas, trenes. No se veía un alma. El tren blindado
barro, el vestido todo manchado y arrugado. Olga, estaba formado. Se abrió uno de los postigos
espantada, preguntó: metálicos, apareció y volvió a desaparecer un
- ¿Evguenia, de dónde vienes? ¿Cómo has podido maquinista iluminado por las llamas. En el andén,
venir? enfundado en su cuero, estaba el padre de Evguenia,
Sin volver la cabeza, Evguenia movió una mano el coronel Alexándrov. Se acercó un teniente, saludó
como diciendo: y preguntó:
"Espera... Déjame en paz... No preguntes nada... " - Mi coronel, ¿se da la señal de salida?
El padre levantó a Evguenia en brazos, se sentó en - Sí, vamos. -El coronel miró el reloj-: las tres y
el sofa y la instaló sobre sus rodillas. La miró, le cincuenta y tres. Tenemos orden de salir a las tres y
limpió con la palma de la mano el barro que le cubría cincuenta y tres minutos.
la frente. El coronel Alexándrov se acercó a su vagón y
- ¡Muy bien, hija! ¡Eres una mujercita de verdad! miró en torno suyo. Amanecía, el cielo se iba
- Pero estás toda cubierta de barro, ¡tienes toda la cubriendo de nubes. Puso la mano en la barra de
cara negra! ¿Cómo has podido venir? -volvió a metal, húmeda de rocío. Se abrió ante él la pesada
preguntar Olga. puerta. Con el pie en el peldaño se dijo a sí mismo
Evguenia señaló con la mano hacia las cortinas y con una sonrisa:
Olga vio a Timur. Se estaba quitando los guantes de - ¿En primera? Claro que en primera.
chófer. Con una gran mancha amarilla de aceite en La pesada puerta de acero se cerró tras él con
una sien, tenía el rostro sudoroso y cansado del estrépito. Poco a poco, sin sacudidas ni chirridos, la
trabajador que ha cumplido honrosamente con su enorme masa de acero se puso en marcha y fue
deber. Inclinó la cabeza para saludar a todos. tomando velocidad. Pasó la locomotora. Pasaron las
- Papá -dijo Evguenia bajándose de las rodillas de torres de los cañones. Moscú quedó detrás, envuelto
su padre y acercándose a Timur-. No creas lo que te en la niebla. Se apagaron las estrellas. Despuntaba el
digan. Nadie sabe nada. Te presento a Timur, que es día.
muy buen amigo mío.
El padre se levantó y, sin pensarlo, estrechó la A la mañana siguiente, cuando al volver a su casa,
mano a Timur. Una sonrisa de triunfo pasó Gueorgui no encontró allí ni sobrino, ni motocicleta,
fugazmente por el rostro de Evguenia y un momento decidió definitivamente enviar a Timur a casa de su
miró con inquisidora curiosidad a su hermana. Olga, madre. Se sentó a escribirle una carta, cuando por la
desconcertada, sin comprender todavía lo que había ventana vio venir a un soldado.
ocurrido, se acercó a Timur: El soldado sacó un sobre y preguntó:
- En ese caso, somos amigos... - ¿El camarada Garáev?
- El mismo.
No tardaron en dar las tres. - ¿Gueorgui Garáev?
- Papá -dijo Evguenia azorada-. ¿Te vas ya? Ese - El mismo.
reloj adelanta. - Tome usted la carta y firme aquí.
- No, Evguenia, es exactamente la hora. El soldado se marchó. Gueorgui miró el sobre y
- Papá, te aseguro que tu reloj se adelanta silbó: había comprendido. Ahí estaba lo que él
también. esperaba desde hacía ya tiempo. Abrió el sobre, leyó
Timur y su pandilla 29

y arrugó la carta que había comenzado a escribir. Lo


que había que hacer ahora no era enviar allí a Timur, Dejó de cantar.
sino pedirle a su madre, y en seguida, por telégrafo - Pero como ve usted sólo se trata de aviadores,
que viniera. porque sobre las fuerzas de tanques no sé ninguna
Entró en la habitación Timur y Gueorgui furioso canción tan bonita como ésta.
dio un puñetazo en la mesa. Pero detrás de Timur - No importa -dijo él-. Aunque sea sin canción,
entraron Oiga y Evguenia. encuentre usted para mí una letra bonita... .
- Calma -dijo Olga-. No hay por qué dar gritos ni Olga se quedó callada, pensativa, buscando las
puñetazos. Timur no tiene la culpa de nada. La culpa palabras que tenía que encontrar, mirándole
la tiene usted, y la tengo yo también. atentamente aquellos ojos grises que ya no reían.
- Exactamente -aprovechó Evguenia-. Haga usted
el favor de no reñirle. Olga no toques esa mesa. Ese Evgüenia, Timur y Tania estaban en el jardín.
revólver que tienen ahí tira que da gusto. - Sabéis lo que he pensado -dijo Evguenia-.
Gueorgui miró a Evguenia y después miró al Gueorgui se marcha, ¿si reuniéramos para despedirle
revólver y al cenicero sin asa. Empezaba a a toda la pandilla? Damos eso que llamáis, con
comprender y preguntó: arreglo al formulario, número uno, la señal de
- ¿Entonces fuiste tú, Evguenia, quien estuvo aquí llamada general. La que se armará.
aquella noche? - No -dijo Timur.
- Sí, fui yo. Olga, cuéntaselo todo empezando por - ¿Por qué?
el principio, mientras nosotros vamos a buscar la - Te digo que no. No hemos despedido así a
bencina y unos trapos y a limpiar la moto. ninguno de los que se han marchado.
- Bueno, puesto que dices que no, es que no -se
Al día siguiente, estaba Olga sentada en la terraza, resignó Evguenia-. Esperadme un momento, voy a
cuando vio que alguien de uniforme, venía hacia ella beber un vaso de agua.
desde el portillo del jardín. Venía a paso firme y Se marchó y Tania se echó a reír.
seguro, como si fuera a su casa, y Olga sorprendida - ¿Por qué te ríes? -dijo Timur sin comprender.
se levantó para ir a su encuentro. Delante de, ella, de Tania seguía riendo, cada vez más fuerte.
uniforme de capitán de las fuerzas de tanques, estaba - Eso sí que está bien. ¡Hay que ver lo lista que es
Gueorgui. esta Evguenia! "Voy a beber un vaso de agua".
- ¿Qué pasa? -preguntó en voz baja-. ¿Un nuevo - Atención -se oyó desde el desván la voz de
papel en la ópera? Evguenia sonora y triunfante-. Con arreglo al
- No -dijo él-. He venido para un momento, a formulario número uno, señal de llamada general.
despedirme. No es un nuevo papel, lo único nuevo es - ¡Loca! -Timur se puso en pie de un salto-. ¡No
el uniforme. habrá pasado un minuto cuando seremos aquí más de
- Y esto -dijo Oiga, señalando a los galones y cien! ¿Qué estás haciendo?
ruborizándose ligeramente- debe ser por aquello de Pero ya giraba, crujía la pesada rueda, temblaban
atravesar hierro y cemento para ir derecho al y vibraban las cuerdas: "Tres-stop, tres-stop".
corazón... Silencio, pero bajo los tejadillos de los cobertizos, en
- Eso mismo. Por qué no me canta usted algo los desvanes, en los gallineros, empezaron a sonar los
Oiga, algo como despedida para un camino que timbres, las carracas, las latas y las botellas. Claro
puede ser largo, muy largo. . que no fueron cien, pero sí fueron más de cincuenta
Se sentó. Oiga sacó el acordeón: los chicos que salieron corriendo al oír la conocida
señal.
Aviadores, pilotos Evguenia entró como un torbellino en la terraza:
Con vuestras bombas y ametralladoras - Olga, nosotros también vamos a acompañarle.
Os fuisteis lejos, muy lejos Somos muchos, mira por la ventana.
¡Cuándo volveréis!, Fue Gueorgui quien dio un paso hacia la ventana
No sé si será pronto y levantó la cortina:
Pero tenéis que volver… - Pero si sois una fuerza numerosa. Una fuerza
Aunque sea alguna vez… que podría tomar un tren militar y salir para el frente.
¡Ah! Y sea donde estéis - ¡Prohibido! -dijo Evguenia con un suspiro,
En tierra o en el cielo repitiendo las palabras de Timur-. Los oficiales y los
Sobre países extraños jefes tienen orden de echarnos de allí a cogotazo
Vuestras alas limpio. Así es. Hasta yo iría allí a alguna parte... Al
Con las estrellas rojas combate, al ataque. ¡Las ametralladoras a la línea de
Queridas y temibles fuego!... ¡Pri... mera!
Os seguiré esperando, - ¡Pri... mera presumida del mundo! -se burló de
Como os esperé. ella Olga y, pasándose por el hombro la correa del
30 Arkadi Gaidar

acordeón, añadió- bueno, qué se le va a hacer, puesto El le apretó la mano entre las suyas:
que hay que despedirle, despidámoslo con música. - ¡Quién sabe... la suerte decidirá!
Salieron a la calle. Olga tocaba el acordeón. La Silbó la locomotora y la orquesta lo cubrió todo
acompañaba un redoble infernal de botes, latas, palos con un ruido atronador. Se había ido el tren. Olga
y botellas en improvisada orquesta y no tardó en estaba pensativa. En los ojos de Evguenia brillaba
surgir una canción. una gran felicidad que ella misma no llegaba a
Avanzaban por las verdes calles y cada vez se les comprender.
unían más y más gentes. Al principio no Timur procuraba no dejar trasparentar su
comprendían a qué se debía aquel ruido infernal, ni a emoción.
qué venía aquella canción. Pero una vez entendido - Ahora yo también me he quedado solo -dijo con
sonreían y, unos sin decirlo, otros en alta voz, voz apenas demudada, pero en seguida se enderezó
deseaban buena suerte a Gueorgui. Cuando llegaron para añadir-: Pero no, mañana llega mamá.
al andén, un tren militar pasaba sin detenerse en la - ¿Y yo? -gritó Evguenia-. ¿Y ellos? -dijo,
estación. señalando a los compañeros-. ¿Y esto? -dijo,
En los primeros vagones iban soldados. Todos apuntando esta vez con el índice a la estrella roja.
gritaron deseándoles buen viaje, y agitaron las manos - Puedes estar tranquilo -le dijo Olga, saliendo de
saludando. Seguían las plataformas descubiertas con su melancólica meditación-. Tú has pensado siempre
los furgones. Después, los vagones con los caballos; en los demás, ahora serán los demás quienes
se les veía agitar las cabezas y mascar el heno. pensarán en ti.
También a los caballos les gritaron hurras. Al final, Timur levantó la cabeza. Hasta en aquella ocasión
pasó rápidamente una plataforma, en la que iba algo ¿cómo podía contestar de otra manera aquel chico tan
grande y anguloso cuidadosamente envuelto en una bueno y tan sencillo?
lona gris. Al lado, sacudido por los vaivenes del tren, Miró a sus camaradas y dijo con una sonrisa:
estaba plantado un centinela. Acabaron de pasar las - Aquí estoy... mirándoles a todos. Todos están
plataformas y llegó el tren. Timur se despidió de su bien. Todos están tranquilos. Lo cual quiere decir que
tío. yo también estoy tranquilo.
Olga se acercó a Gueorgui. 1940
- ¡Hasta pronto!

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