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Gaidar - Timur y Su Pandilla PDF
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Arkadi Gaidar
Hacía tres meses que el coronel Alexándrov, que la calle miraba con cierto recelo a una chiquilla
mandaba una división blindada, no estaba en su casa. descalza, vestida de rojo, de pie en una de las
Debía estar en el frente. ventanas del tercer piso, limpiando muy decidida los
A mediados de verano, sus hijas, Olga y cristales de las ventanas abiertas de par en par.
Evguenia, recibieron un telegrama: su padre les
proponía que pasaran lo que quedaba de las En pleno sol, la camioneta avanzaba a todo gas
vacaciones en la casa de campo, que tenían en las por la ancha carretera. Con los pies sobre una maleta,
cercanías de Moscú. acodada en un bulto, Olga iba sentada en un sillón de
Con el pañuelo de colores que le sujetaba el mimbre. El gatito pelirrojo que tenía sobre las
cabello un poco echado hacia atrás, apoyada en el rodillas iba jugando con un ramito de acianos.
mango de la escoba, Evguenia, muy seria, escuchaba Hacia el kilómetro treinta, les adelantó una
a Olga: columna motorizada del Ejército Rojo. Sentados en
- Yo me voy con los trastos. Tú arreglas el piso. filas sobre los bancos de madera, con los fusiles
No veo por qué tienes que bajar ni subir las cejas, ni apuntando al cielo, los soldados cantaban al unísono.
pasarte esa punta de la lengua por los labios. Cierras Con aquella canción, no había puerta ni ventana
la puerta. Te llevas los libros y los devuelves a la que no se abriera de par en par en las isbas. Los
biblioteca. No vayas a casa de ninguna amiga. chiquillos salían alegres como pájaros de detrás de
Derechita a la estación. Desde allí le mandas a papá las cercas, de los huertos y jardines de las casas.
este telegrama. Luego te metes en el tren y vienes a Agitaban las manos, les tiraban a los soldados
la casa de campo... Evguenia, tienes que obedecerme, manzanas que aún no estaban maduras, corrían detrás
soy tu hermana... gritando vivas, y entablaban sin más batallas y
- Somos hermanas... combates, adentrándose por entre los ajenjos y las
- Desde luego... Pero yo soy la mayor... Y al fin y ortigas en fogosas cargas de caballería.
al cabo es lo que ha dicho papá. El camión tomó el camino que conducía hacia el
Cuando por fin se oyó el ruido del motor y se grupo de casas de campo y se detuvo ante una de
alejó la camioneta, Evguenia, dando un suspiro, miró ellas, una casa cubierta de hiedra.
en torno suyo. El mismo desorden, el mismo revoltijo El chófer y su ayudante abrieron la caja y
por todas partes. Se acercó al espejo, en cuyo cristal empezaron a descargar la camioneta mientras Olga
polvoriento se reflejaba el retrato de su padre, abría la terraza acristalada.
colgado en la otra pared. Desde allí se veía el gran jardín abandonado. Al
¡Qué importaba! Olga podía ser mayor, y por fondo del jardín había un viejo cobertizo de dos
ahora había que obedecerla. Pero en cambio ella, pisos, sobre cuyo tejado ondeaba una pequeña
Evguenia, tenía exactamente la misma nariz, la bandera roja.
misma boca, las mismas cejas que su padre. Y Olga volvió junto al camión. Allí se le acercó una
tendría, probablemente, el mismísimo carácter. enérgica viejecita; era una vecina, la lechera. Se
Se apretó aún más fuerte el pañuelo que le ceñía ofreció para arreglar la casa, lavar las ventanas, los
la cabeza. Se quitó las sandalias. Fue a buscar un suelos y las paredes.
trapo. De un tirón, quitó el tapete de la mesa, metió el Mientras la vecina buscaba los cubos y elegía los
cubo debajo del grifo, agarró la escoba y barrió hacia trapos, Olga, con el gatito, se fue al jardín.
la puerta un montón de basura. En los troncos de los árboles de cerezas,
No tardaron en silbar y jadear los hornillos de picoteadas por los gorriones, brillaban las gotas de
petróleo. resina reblandecida por el calor. Olía intensamente a
Pronto estuvo el suelo inundado de agua. En la grosella, a manzanilla, a ajenjo. El tejado del viejo
artesa de zinc la espuma de jabón subía y se deshacía cobertizo, cubierto de musgo, estaba agujereado, y
en murmullos y burbujas. Y la gente que pasaba por por aquellos agujeros salían unas cuerdas que
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Aunque sólo fuera veros Estaba enfadada contra su hermana, por lo que
Una sola vez, aunque sólo fuera veros apenas despegó los labios en todo el camino. Su
Una vez y dos y tres... acompañante, en cambio, le dijo que se llamaba
Pero nunca sabréis Gueorgui Garáev y que trabajaba en una fábrica de
Timur y su pandilla 3
Por la ventana entraba el suave rumor de los árbol más alto o a la chimenea de un tejado.
frondosos árboles lavados por la lluvia. Se oía Para hacerse con un poco de valor, se bañó y se
chirriar la rueda de un pozo. Alguien aserraba fue poquito a poco en busca de su casa.
madera, pero allí, en la casa, seguía reinando el Cuando subía los escalones del porche, vio a Olga
silencio. en la cocina, encendiendo el hornillo de petróleo. Al
Evguenia tenía ahora debajo de la cabeza una oír pasos, Olga se volvió y, sin decir palabra, clavó
blanda almohada de cuero, y una ligera sábana le en el rostro de su hermana una mirada hostil.
cubría los pies. El perro no estaba. - ¡Buenos días, Olga! -dijo Evguenia,
¡Alguien había venido a aquella casa durante la deteniéndose en el último escalón y procurando
noche! sonreír-. ¿Olia, no me reñirás?
Evguenia se puso en pie de un salto, se echó hacia - ¡Claro que te reñiré! -contestó Olga sin apartar
atrás el cabello, se arregló el arrugado vestido, tomó los ojos de su hermana.
sobre la mesa la llave, el telegrama y se disponía a - Pues bueno, ríñeme -dijo resignadamente
salir corriendo cuando vio allí mismo, encima de la Evguenia-. ¡Si supieras lo que me ha ocurrido, la
mesa, una hoja de papel en la que había escrito con cosa más extraña, una verdadera aventura! No, Olia,
grandes letras, a lápiz azul: "Niña, cuando te por favor, no tienes por qué fruncir así las cejas, no
marches, cierra bien la puerta" y debajo, la firma: ha ocurrido nada de particular, sencillamente he
"Timur". perdido la llave del piso y no he podido mandar el
¿Timur? ¿Quién sería Timur? Habría que verle y telegrama a papá...
darle las gracias. Evguenia entornó los ojos y respiró
Evguenia pasó a la habitación contigua, donde vio profundamente, disponiéndose a soltarlo todo de una
un escritorio y, encima, un tintero, una pluma, un vez. Pero en aquel preciso momento, el portillo del
cenicero, un espejo de regular tamaño. A la derecha, jardín se abrió con estrépito y la lanuda cabra toda
junto a unos guantes de conductor, un viejo revólver cubierta de cardillos, embistiendo con los cuernos
en una funda destrozada. Allí mismo, apoyado contra muy bajos, se lanzó a la carrera hacia el fondo del
la mesa en una vaina de cuero resquebrajado y jardín. Detrás de ella, en un grito, pasó como una
desgarrado, un sable turco. Evguenia dejó la llave y fantasma la chiquilla descalza que ya conocía
el telegrama, tomó el sable, lo desenvainó, lo levantó Evguenia.
por encima de su cabeza y se miró al espejo. Evguenia aprovechó gustosa la ocasión para
Resultaba francamente terrible, impresionante. interrumpir la peligrosa conversación entablada con
¡Ah, si hubiera podido fotografiarse así y enseñar su hermana y se fue a toda prisa al fondo del jardín, a
después la fotografía a sus compañeras en la escuela! echar a la cabra. Por fin llegó donde estaba la
Hasta habría podido contar una mentirijilla, decir que chiquilla, jadeante, sujetando a la cabra por los
su padre se la había llevado un día con él al frente. cuernos.
En la mano izquierda podía empuñar el revólver. Así. - Niña, ¿no has perdido nada? -le preguntó
Así quedaba mucho mejor. Frunció las cejas todo lo rápidamente, en un murmullo, la chiquilla, sin dejar
que pudo, apretó los labios y, apuntando al espejo, de moler a puntapiés a la cabra.
apretó el gatillo. - No -contestó Evguenia sin comprender.
El disparo retumbó en la habitación. El humo veló - ¿Y esto? ¿No es tuyo? -dijo la chiquilla,
la luz que entraba por las ventanas. El espejo que enseñándole la llave del piso de Moscú.
estaba sobre la mesa cayó sobre el cenicero. Dejando - Sí que es mío -dijo Evguenia muy bajito,
allí la llave y el telegrama, Evguenia, ensordecida, mirando tímidamente hacia la terraza.
salió corriendo de la habitación y de aquella casa - Aquí tienes la llave, el papel y el recibo, porque
extraña y peligrosa. el telegrama ya está mandado -dijo la chiquilla con la
misma rapidez y el mismo murmullo.
Quién sabe cómo, se encontró poco después a la Y metiendo a Evguenia en la mano un paquete, le
orilla de un riachuelo. No tenía ni la llave del piso de dio un puñetazo a la cabra.
Moscú, ni el recibo del telegrama, ni, lo que era aún La cabra salió disparada hacia el portillo y la
peor, el mismo telegrama. Y ahora habría que chiquilla descalza se fue detrás de ella por entre las
contárselo todo a Olga: lo del perro, lo de haberse hierbas y las ortigas. En cuanto hubieron pasado el
quedado a pasar la noche en aquella casa vacía, lo del portillo, desaparecieron como si se las hubiera
sable turco, y al fin y al cabo, lo del disparo. ¡Mala tragado la tierra.
cosa! Si papá estuviera allí, él lo habría comprendido, Con los hombros encogidos, como si le hubieran
pero Olga no lo comprendería. Olga se enfadaría, a lo dado de puñetazos a ella, y no a la cabra, Evguenia
mejor hasta se echaría a llorar. Precisamente eso era deshizo el paquete.
lo peor. Porque llorar, también Evguenia lloraba de - La llave. El recibo del telegrama. Lo cual quiere
cuando en cuando, pero cuando veía llorar a Olga le decir que alguien ha mandado el telegrama a papá.
entraban ganas de subirse a un poste de telégrafos, al ¿Pero quién? ¡Ah, aquí hay una nota! ¿Pero qué
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quiere decir esto? que me lave tranquilamente la cara? Pero espera, que
Aquel papel, escrito en grandes letras con el va a llegar papá, y él verá a quién le tomas o no le
mismo lápiz azul, decía: tomas tú tanto cariño.
"Niña, no le tengas miedo a nadie en tu casa. - ¡Papá! -exclamó Evguenia con solemne tristeza-.
Todo está arreglado, y a mí nadie me sacará una Si llega a venir, sólo será por unos días. Y no será él,
palabra de nada". Firmado: "Timur". desde luego, quien dirá nada malo de una persona
Paralizada, Evguenia se metió silenciosamente la sola y sin defensa.
hoja de papel en un bolsillo. Después se enderezó y - ¿Eres tú, esa persona sola y sin defensa? -
ya muy tranquila se fue hacia donde estaba Olga. preguntó Olga con desconfianza-. ¡Ay, hija mía,
Olga seguía allí, ante el hornillo de petróleo que acabaré por no comprender el carácter que tienes ni a
no había conseguido encender y tenía ya los ojos quién has podido salir!
llenos de lágrimas. Palabras a las que Evguenia, después de bajar la
- ¡Olga! -exclamó entonces Evguenia con cabeza y mirándose en el cilindro de la superficie
verdadera amargura-. No ves que era broma. ¿Puede niquelada de la tetera, contestó sin un segundo de
saberse por qué estás enfadada conmigo? He vacilación:
arreglado toda la casa, he limpiado las ventanas, he - ¿A quién he salido? A papá. A nadie más. A él.
hecho todo lo que he podido, he lavado todos los A él solo. A nadie más.
trapos, todos los suelos. Aquí tienes la llave y el
recibo del telegrama. ¡Vamos, dame un abrazo! ¡Si ...El distinguido doctor Kolokólchikov, un
supieras lo que te quiero! ¡Mira, si es por darte gusto, caballero entrado en años, estaba sentado en su jardín
subo y me tiro de lo alto del tejado a las ortigas! ocupado en reparar un reloj de pared.
Y sin esperar la contestación de su hermana, Delante de él, con la expresión más melancólica
Evguenia le echó los brazos al cuello. que imaginarse pueda, estaba su nieto Nikolái.
- Bueno... Pero comprenderás que yo no podía Al parecer, ayudaba a su abuelo a reparar el reloj.
estar tranquila -empezó a decir Olga con verdadera En realidad, hacía ya más de una hora que se estaba
desesperación-. No se te ocurren nunca más que allí, con un destornillador en la mano, esperando el
bromas estúpidas... Y a mí papá me ha dicho... momento en que su abuelo necesitara aquella
¡Evguenia, déjame en paz! ¡Evguenia, no ves que herramienta.
tengo las manos sucias de petróleo! ¡Evguenia, anda, Pero la espiral de acero de la cuerda del reloj, que
más vale que pongas a hervir la leche en esa había que volver a meter en su sitio, se mostraba
cacerola! tozuda, y el abuelito tenía paciencia. Y parecía que
- Yo... Ya sabes que yo no puedo vivir sin bromas aquella espera iba a durar por los siglos de los siglos.
-balbuceaba Evguenia, mientras Olga había ido a Lo cual era sumamente desagradable, sobre todo
lavarse las manos en el lavabo. porque, por encima de la valla de la casa de al lado,
Dejó caer casi de un golpe la cacerola con la leche había asomado ya varias veces su melenuda cabeza
sobre el hornillo, se metió la mano en el bolsillo para Serafim Simakov, persona muy enterada y
saber si seguía allí el papel y preguntó: habilidosa. Y aquel Serafim Simakov, con la lengua,
- Olga, ¿Dios existe? la cabeza y con las manos, le hacía señas a Nikolái,
- No existe -contestó Olga metiendo la cabeza señas tan extrañas, tan misteriosas, que hasta la
debajo del grifo del lavabo. pequeña Tatiana, la hermanita de Nikolái, que sólo
- ¿Y entonces quién existe? tenía cinco años, y sentada a la sombra del tilo, había
- ¡Déjame en paz! -contestó Olga con rabia-. ¡No intentado repetida y concienzudamente meterle un
existe nadie! cardillo en la boca al perro que estaba perezosamente
Evguenia se quedó un momento callada y volvió a tendido en el suelo, se puso de pronto a chillar y le
preguntar: tiró al abuelito del pantalón, lo cual tuvo por
- Olga, ¿y quién es Timur? consecuencia inmediata la desaparición de la cabeza
- No es un dios, es un rey -contestó Olga con de Serafim Simakov.
desgana, enjabonándose la cara y las manos-. Un rey Por fin, el resorte se decidió a dejarse colocar en
malo, cojo, de la Edad Media. su sitio.
- ¿Y si no es un rey, y si no es ni malo ni de la - El hombre debe trabajar -dijo en tono edificante,
Edad Media? Entonces, ¿quién es? levantando la frente cubierta de gotas de sudor y
- Entonces, no lo sé. ¡Déjame en paz! ¿Pero qué dirigiéndose a Nikolái el distinguido doctor
es lo que puede importarte ese Timur? Kolokólchikov-. Y tú pones una cara, como si yo
- Pues me importa porque me parece que le he tratara de hacerte tragar aceite de ricino. Dame el
tomado un gran cariño. destornillador y ve a buscar las tenazas. El trabajo
- ¿A quién? -Y Olga, estupefacta, levantó el rostro ennoblece al hombre. Y eso es precisamente lo que te
cubierto de espuma de jabón-. ¿Qué es lo que estás falta a ti, nobleza espiritual. Ayer, por ejemplo, te
diciendo? ¿Qué son esas invenciones para no dejar comiste cuatro helados sin pensar siquiera en tu
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Cuando hubo desaparecido, el chico dio un salto, beso, pero apartándola suavemente-. Déjame,
levantó por las patas al perro, que acababa de entrar Evguenia, no me impidas trabajar. Mejor valdría que
en la habitación, y le dio un beso en el hocico: fueras a buscar agua al pozo.
- ¡Rita, Ritilla! Hoy nos han pillado, a ti y a mí. Evguenia tomó una de las manzanas que había en
Pero no importa, hoy está de buen humor. Ahorita un plato, se fue a un rincón, se estuvo un momento
mismo se pondrá a cantar. En efecto, en la habitación junto a la ventana, después empezó a sacar el
del piso de arriba se oyó un carraspeo, después acordeón de su funda y volvió a pegar la hebra:
alguien que ensayaba: "tral-la-la" y por fin una grave - ¿Quieres que te diga una cosa, Oiga? Se me ha
voz de barítono entonó: acercado en la calle un buen señor. Así, a primera
vista, nada de mal parecido. Rubio, con un traje
Tres noches sin conciliar el sueño. blanco. Y me pregunta: "Niña, tú ¿cómo te llamas?"
Y una vez y otra vez Y le digo: "Evguenia... "
El mismo rumor misterioso - Evguenia, no me molestes y deja en paz ese
En la terrible soledad... acordeón -dijo Olga sin volverse y sin apartar los
ojos del libro.
- ¡Quieto, loco de perro! -gritó Timur-. ¿No ves - "¿Y tu hermana, -seguía Evguenia, sacando el
que me estás destrozando los pantalones? ¿Adónde acordeón- creo que se llama Olga?"
quieres que vaya? ¡Evguenia, no me molestes y deja ese acordeón! -
Pero de pronto cerró de un gran portazo la puerta repitió Oiga empezando, aun sin quererlo, a prestar
que conducía al piso superior donde estaba su tío, y oído.
siguió al perro que había salido corriendo hacia la - "Hay que ver, dice el hombre, lo bien que toca tu
terraza. hermana. ¿No piensa estudiar en el conservatorio?"
Allí, en un rincón, junto a un pequeño teléfono, (Entre tanto, el acordeón estaba ya fuera de su funda
una campanilla de bronce que tenía atada una cuerda y la correa había pasado por encima del hombro de
se agitaba, dando brincos y golpes contra la pared. Evguenia). "No, le digo yo, ya está estudiando, se va
El chico hizo callar la campanilla, apretándola en a especializar en cemento armado". Y el buen
una mano, y enrolló la cuerda en un clavo. Las hombre dice: "¡A-ah!" (Evguenia apretó una de las
vibraciones se atenuaron, la cuerda debía haberse teclas). Y yo le digo: "¡Be-e!" (Otra tecla).
roto por algún sitio. Entonces, sorprendido y de mal - ¡Eres francamente insoportable! ¡Deja el
humor, tomó el auricular del teléfono. acordeón en su sitio! -gritó por fin Oiga poniéndose
en pie de un salto-. ¿Desde cuándo tienes permiso
Una hora antes, Olga estaba sentada delante de su para ponerte a hablar en la calle con cualquier
manual de Física. desconocido?
Entró Evguenia y fue a buscar el frasco de la - Bueno, lo pondré en su sitio -dijo Evguenia
tintura de yodo. ofendida-. No fui yo quien se puso a hablar. Fue él. Y
- Evguenia -preguntó Olga en tono de reproche-, te hubiera contado lo que ocurrió después, pero ahora
¿por qué tienes ese arañazo en el hombro? te quedas con las ganas. ¡Espera un poco, que va a
- Pues es que iba por la calle -contestó Evguenia llegar papá y entonces verás!
con aire despreocupado- y tropecé de camino con una - ¿Quién? ¿Yo? Serás tú la que verás. No me
cosa que tenía no sé qué, puntas, o pinchos. Así fue dejas estudiar.
como me arañé. - ¡La que verás serás tú! -dijo Evguenia agarrando
- ¿Y por qué a mí no me sucede eso de el cubo vacío y, ya desde los escalones-: Se lo
tropezarme de camino con una cosa que tenga puntas contaré todo, esa manera de mandarme cien veces al
ni pinchos? -dijo Olga remedando a su hermana. día a buscar petróleo, a buscar jabón, a buscar agua...
- ¡Mentira! Si te parecen poco las puntas y Ni que te hayas creído que soy un camión, un caballo
pinchos que tiene el examen de Matemáticas que te o un tractor.
espera... ¡Ten cuidado, créeme, que te van a Trajo el agua, dejó el cubo en la cocina, pero
suspender! Oiga, querida, no te empeñes en ser como Olga no se había fijado siquiera y seguía
ingeniero, estudia Medicina -empezó a decir inclinada sobre su libro, Evguenia, despechada, se
Evguenia, colocándole a su hermana un espejo fue al jardín.
delante del libro. ¿No lo ves tú misma? ¿No ves que Cuando llegó al césped que se extendía ante el
no tienes cara de ingeniero? Un ingeniero tiene que viejo cobertizo, sacó el tirador del bolsillo, y tirando
ser así... así... así... (Hizo tres muecas tan enérgicas de la goma lanzó hacia el cielo un pequeño
como explicativas). Y tú, no ves la cara que tú paracaidista de cartón.
pones... Después de haber subido patas arriba, el
Y Evguenia entornó los ojos, arqueó las cejas y paracaidista se volvió y sobre su cabeza se extendió
esbozó la más enternecedora de las sonrisas. la cúpula de papel azul, pero en aquel momento el
- ¡Tonta! -dijo Oiga, abrazándola, dándole un viento sopló con más fuerza y se lo llevó hacia un
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lado. El paracaidista desapareció por la oscura - ¡Insensata! -gritó bruscamente aquella voz, casi
ventana del desván. con susto-. Deja la rueda del timón y márchate de
¡Catástrofe! Había que salvar al hombrecito de ahí. Van a venir... va a venir gente y te va a dar una
cartón. Evguenia dio la vuelta al cobertizo, de cuyo paliza.
tejado salían por los agujeros en todas direcciones Evguenia dejó caer el auricular, pero ya era tarde.
aquellas finas cuerdas. Arrastró hasta colocarla Por la ventana, iluminada por la luz del exterior,
debajo de la ventana la carcomida escalera, se subió apareció una cabeza: era Guennadi, al que seguía
por ella y saltó al suelo del desván. Serafim Simakov, y luego Nikolái Kolokólchikov, y
¡Qué cosa más curiosa! Alguien vivía en aquel otros chicos y otros más.
desván. En las paredes había rollos de cuerdas, un - ¿Pero quiénes sois? -preguntó Evguenia
farol, dos banderas de señales cruzadas, y un mapa asustada, retrocediendo para alejarse de la ventana-.
de la aldea, todo cubierto de signos incomprensibles. ¡Fuera de aquí! Este jardín es nuestro. Nadie os ha
En un rincón, cubierto con una harpillera, un montón dicho que vinierais aquí.
de paja. Al lado, un cajón de madera, boca abajo. Pero los chicos, hombro con hombro, avanzaban
Junto al tejado, cubierto de musgo y de agujeros, en densa muralla hacia Evguenia. Cuando se vio
había una gran rueda, como una rueda de timón. acorralada en un rincón, se puso a gritar.
Encima de la rueda estaba suspendido un teléfono de En aquel momento, una nueva silueta se perfiló en
aficionado. el hueco de la ventana. Todos se volvieron y abrieron
Evguenia miró por una de las rendijas. Como un paso. Y Evguenia vio delante de sí a un chico alto,
mar proceloso, tenía a sus pies el verde oleaje de los moreno, que llevaba un chaleco azul con una estrella
árboles. Por el cielo volaban jugueteando unas roja bordada en el pecho.
palomas. No le hizo falta tiempo para tomar la - ¡No grites así, Evguenia! -dijo en voz alta-. No
decisión: las palomas serían gaviotas, y aquel viejo hay por qué gritar. Nadie te hará nada. Nosotros ya
desván con las cuerdas, los faroles y las banderas, un nos conocemos. Yo soy Timur.
gran barco. Y ella, el capitán. - ¿Tú eres Timur? -exclamó Evguenia, sin acabar
¡Qué alegría! Le dio media vuelta a la rueda del de creérselo, abriendo muy grandes los ojos llenos de
timón. Las tensas cuerdas temblaron con una lágrimas-. ¿Fuiste tú quien me tapaste anoche con la
vibración. El rumoroso viento agitó el mar de verdes sábana? ¿Fuiste tú quien me dejaste la hoja de papel
olas. Y ella tuvo la sensación de que su barco-desván encima de la mesa? ¿El que enviaste a papá el
avanzaba lenta y majestuosamente a través del oleaje. telegrama al frente, el que me mandaste la llave y el
- ¡Media vuelta a la izquierda a babor! -lanzó con recibo? ¿Pero por qué? ¿Para qué? ¿De qué me
sonora voz de mando, apoyándose con todas sus conoces?
fuerzas en la pesada rueda. Entonces el chico se le acercó, le tomó una mano
Pasando por las ranuras del tejado, finos rayos de y contestó:
sol caían en línea recta, sobre su rostro y su vestido. - ¡Quédate con nosotros. Siéntate y escucha. Así
Pero Evguenia comprendió perfectamente que los lo comprenderás todo.
barcos enemigos la buscaban con sus proyectores y
decidió librar la batalla. Los chicos se instalaron sobre la paja cubierta de
La rueda del timón volvió a rechinar. Evguenia harpillera en torno a Timur, que había extendido
siguió maniobrando y las enérgicas voces de mando sobre el suelo el mapa de la aldea.
resonaban a babor y a estribor. Uno de ellos se había encaramado a un columpio
Pero los duros rayos que en línea recta enviaban de cuerda suspendido junto a uno de los agujeros del
los proyectores perdieron intensidad, se extinguieron. tejado, más arriba del tragaluz, para vigilar. Llevaba
Lo cual, naturalmente, no quería decir que el sol se al cuello, colgados de un cordel, unos viejos gemelos
hubiera ocultado detrás de una nube, sino que la de teatro.
escuadra enemiga se hundía derrotada. Evguenia, sentada no lejos de Timur, miraba y
La batalla naval había terminado. Evguenia se escuchaba con suma atención todo lo que pasaba en
pasó por la frente la palma de la mano polvorienta, la reunión de aquel misterioso estado mayor. Timur
cuando de pronto resonó en la pared la llamada del decía:
teléfono. Aquello francamente no se lo esperaba; -Mañana, al amanecer, mientras todos estén
para ella, aquel teléfono no era más que un juguete. todavía durmiendo, Kolokólchikov y yo repararemos
Se sintió desazonada. Descolgó el auricular. los hilos que ha roto ella (e hizo una señal en
Una voz dura y vibrante preguntaba: dirección de Evguenia).
- ¡Allo! ¡Allo! ¿Quién está al aparato? ¿Quién es - Se le pegarán las sábanas -dijo en tono sombrío
el burro que arranca las cuerdas y transmite señales el cabezón Guennadi, que llevaba una camiseta de
estúpidas, incomprensibles? marinero-. No se despierta más que a la hora de
- No es ningún burro -balbuceó Evguenia entre comer y a la hora de cenar.
curiosa y preocupada-. Soy yo, Evguenia. - ¡Calumnias! -gritó Nikolái Kolokólchikov,
Timur y su pandilla 9
- ¡A la vista Mishka Kvakin! -comunicó con voz cualquier sitio, una señal como ésa, sales pitando de
sonora el vigía-. Por el otro lado de la calle. allí como si te hubiera caído encima plomo derretido.
Engullendo una manzana. ¡Timur! Manda a una - ¡Anda, comisario! ¡No te acalores! -articuló
sección: a ése hay que darle una paliza, aunque sea Kvakin estirando las palabras-. ¡Y punto final, que ya
un cogotazo. hemos hablado bastante!
- Nada de eso. Que nadie se mueva de su sitio. Yo - Pues anda, capitán, que no eres tú poco terco -
vuelvo en seguida. replicó Timur sin levantar la voz-. Y ahora, que no se
Saltando por la ventana, bajó por la escalera y te olvide, y díselo a toda tu banda, que esta
desapareció entre el frondoso follaje de los arbustos. conversación es la última que tenemos con vosotros.
El vigía volvió a dar el parte: Nadie que no estuviera al tanto hubiera podido
- Junto a la verja, en mi campo de mira, una joven pensar que era aquella negociación entre enemigos
desconocida, de buen parecer, con un cacharro en la declarados, y no hablar entre dos buenos amigos. Por
mano, está comprando leche. Probablemente, es la lo cual Olga, con su jarro de leche en las manos, le
dueña de la casa. preguntó a la lechera quién era aquel chico que
- ¿Es tu hermana? -preguntó Nikolái estaba hablando con el bribón de Kvakin.
Kolokólchikov, tirando a Evguenia de una manga. - Pues no lo sé -contestó con rabia la lechera-.
No obteniendo contestación, añadió resentida y Pero probablemente otro granuja tan taimado como
solemnemente-: No se te vaya a ocurrir llamarla él. Siempre anda rondando tu casa. Tú ten cuidado,
desde aquí. hija, que esos tunantes no se metan con tu hermana.
- ¡Estate quieto! -le respondió Evguenia con una Olga se sintió de pronto preocupada. Miró con
sonrisita guasona, soltándose de un tirón-. Vaya con odio a los dos chicos, subió a la terraza, dejó el
el jefe que nos ha salido... cacharro con la leche, cerró la puerta y salió a la calle
- No te metas con ella -intervino Guennadi, en busca de Evguenia, que no había dado señal de
burlón-, que acabará dándote una paliza. vida desde hacía más de dos horas.
- ¿A mí? -Nikolái se sintió francamente vejado-.
¿Con qué? ¿Es que tiene garras? Pues yo tengo De vuelta al desván, Timur refirió la entrevista a
músculos. ¡Músculos en las piernas, y en los brazos! los demás muchachos. Se acordó que al día siguiente
- Pues te zumbará por muchos músculos que se enviaría a toda la banda un ultimátum por escrito.
tengas. ¡Muchachos, atención! Timur se acerca a Sin hacer el menor ruido los chicos bajaron del
Kvakin. desván, y deslizándose los unos por los agujeros de
las cercas y saltando los otros por encima de ellas, se
Agitando suavemente una ramita que acababa de fueron corriendo cada cual hacia su casa. Timur se
cortar, Timur avanzaba, en efecto, por la calle hacia acercó a Evguenia.
Kvakin, cortándole el paso. Kvakin, al darse cuenta - ¿Y ahora? -preguntó-. ¿Lo has comprendido
de su situación, se detuvo. Su cara achatada no todo?
expresaba ni sorpresa ni temor. - Todo -contestó Evguenia-, pero francamente no
- ¡Hola, comisario! -dijo ladeando, sin levantar del todo. Explícamelo más claro.
mucho la voz-. ¿Adónde vas tan aprisa? - Pues entonces baja y ven conmigo. De todos
- ¡Hola, capitán! -contestó Timur con el mismo modos, tu hermana no está ahora en tu casa.
tono de voz-. Justamente venía a verte. En cuanto estuvieron abajo, Timur empujó la
- Muy agradecido por la atención, lo que siento es escalera y la dejó tendida en el suelo.
no tener nada que ofrecerte. Como no sea esto... Ya era casi de noche, pero Evguenia le siguió sin
Se sacó de debajo de la camisa una manzana y se desconfianza.
la tendió a Timur. Se detuvieron junto a la casita donde vivía la vieja
- ¿De las robadas? -preguntó Timur hincando los lechera. Timur miró en torno suyo. No había nadie en
dientes en la manzana. derredor. Se sacó del bolsillo un tubo de pintura y se
- De estas mismitas -precisó Kvakin-. De la mejor acercó al portal, en el que estaba pintada una estrella
clase. Lo único malo es que no están todavía una de cuyas puntas, en el ángulo superior izquierdo,
verdaderamente maduras. se retorcía, en efecto, como una lombriz.
- ¡Está más agria que un limón! -Timur tiró la Con mano segura, volvió a pintar las puntas,
manzana-. Oye una cosa: en la cerca de la casa enderezándolas, igualándolas, dejando los ángulos
número treinta y cuatro hay una señal así -dijo bien marcados.
mostrando la estrella que llevaba bordada en el - ¿Pero para qué hacéis todo eso? -preguntó
chaleco azul-. ¿La has visto? Evguenia-. En fin, explícame lo que quiere decir todo
- Claro que la he visto -dijo Kvakin, empezando a esto.
tomar precauciones-. Yo, amigo, lo veo todo, de día Timur se metió el tubo de pintura en el bolsillo.
y de noche como los gatos. Arrancó una hoja de bardana, se limpió un dedo que
- Pues oye: si de día o de noche vuelves a ver en se había manchado de pintura y, mirando a Evguenia
Timur y su pandilla 11
apuntó al cielo, cerró los ojos y disparó. - ¡Evguenia! ¿Qué estás haciendo?
Timur, del susto, no paró hasta llegar al pozo. La Las dos hermanas estaban en la terraza.
equivocación había sido lamentable. Había - En todo caso no soy yo quien escojo a tus
confundido a aquel distinguido caballero con amigos -Evguenia se defendía desesperadamente-.
Nikolái, y el caballero del pelo blanco, ¿Qué amigos? Pues muy sencillo. Por ejemplo, uno
indudablemente, lo había tomado a él por un ladrón. que lleva un traje blanco. "¡Hay que ver, lo
Pero en aquel momento vio salir a la vieja lechera maravillosamente que toca su hermana!"
con su balancín y los cubos a buscar agua. Se metió ¡Maravillosamente! Si hubiera oído él lo bien que
detrás de las acacias a ver lo que iba a pasar. De sabe echar sermones. ¡Pero mira! Todo eso ya se lo
vuelta del pozo, la vieja levantó un cubo, vertió el estoy escribiendo a papá.
agua y dio un salto atrás, porque el agua, al caer en la - Evguenia, ese chico es un golfo y tú eres una
tina que ya estaba llena hasta los bordes, la salpicó tonta -decía fríamente Olga, separando las sílabas y
toda y acabó por formar un charco a sus pies. procurando aparentar calma-. Si quieres escribírselo
Asombrada, mirando con recelo en derredor, la a papá, no tengo inconveniente, escríbeselo, pero si
vieja dio entre exclamaciones la vuelta alrededor de yo vuelvo a verte aunque sea una sola vez con ese
la tina. Metió la mano en el agua y se la llevó a las chico al lado, ese mismo día dejo esta casa y nos
narices. Después se fue corriendo hacia su casa, a ver volvemos las dos a Moscú. Ya sabes que hago lo que
si la puerta estaba cerrada y si el cerrojo estaba digo.
intacto. Por fin, totalmente despistada, se fue a llamar - Sí... ¡Lo que sé es que me estás martirizando! -
a la ventana de la casa de la vecina. dijo Evguenia con los ojos llenos de lágrimas.
Timur se echó a reír y se escabulló de su - Y ahora lee este telegrama.
escondrijo. Había que darse prisa. El sol estaba ya Olga dejó sobre la mesa el telegrama que había
bien alto en el cielo. Nikolái Kolokólchikov no se llegado aquella noche y salió.
había presentado y era menester reparar los hilos del El telegrama decía:
telégrafo. "Dentro pocos días estaré unas horas de paso
Moscú. Telegrafiaré día hora exactamente. Papá".
De camino hacia el cobertizo, Timur miró por una Evguenia se secó las lágrimas, se llevó el
de las ventanas de la casa que daban al jardín, abierta telegrama a los labios y balbuceó en voz muy baja:
de par en par. - Papá, no tardes en venir. ¡Papá! ¡Si supieras lo
Sentada junto a su cama, Evguenia, vestida con un desgraciada que es tu hija, tu Evguenia!
short y una camiseta, estaba escribiendo en un papel
encima de la mesa, echándose hacia atrás de cuando Acababan de traer dos carretadas de leña a la casa
en cuando el pelo que le molestaba al caer sobre la de donde se había perdido la cabra, donde la vieja
frente. pegaba a aquella Niurka tan despabilada.
No se asustó, ni se extrañó siquiera al ver a Maldiciendo de los carreros, que le habían dejado
Timur. Sólo le hizo una seña con el dedo, para que ahí en medio el montón de leña sin ocuparse más del
no despertara a Olga, metió la carta que aún no había asunto, entre ayes y lamentaciones, empezó la vieja a
terminado de escribir en el cajón de la mesa y salió apilarla donde debía quedar. Pero le faltaban las
de puntillas de la habitación. fuerzas para acabar con aquella faena. Tosió, se sentó
Y cuando supo la catástrofe que le había sucedido en el escalón de la puerta de su casa, recobró el
aquella mañana a Timur, no volvió a acordarse de aliento, fue a buscar la regadera y se alejó hacia el
ninguno de los sermones de su hermana y le propuso fondo del huerto. No quedó junto a la leña más que el
ayudarle a arreglar aquellos hilos que ella misma hermanito pequeño de Niurka que, a pesar de que
había arrancado. sólo tenía tres años, debía ser de genio enérgico y
Después de haber terminado el trabajo, cuando emprendedor, porque apenas hubo desaparecido la
Timur estaba ya del otro lado de la valla, Evguenia le abuela cuando levantó del suelo un palo y se puso a
dijo: dar golpes con él en el banco y en un artesón que allí
- No sé por qué, pero es increíble lo que te odia estaba, boca abajo.
mi hermana. Serafim Simakov, que acababa de andar a la caza
- Pues estamos buenos -dijo apenado Timur- de la fugitiva cabra, que brincaba por barrancos y
porque mi tío tampoco te quiere a ti. matorrales con la agilidad de un tigre indio, dejó a
Estaba ya a punto de marcharse, cuando ella le uno de los de su grupo en la linde de los árboles y
detuvo. con los otros cuatro se metió en aquella casa con la
- Espera, péinate. Llevas el pelo todo revuelto. velocidad del huracán.
Sacó un peine y se lo tendió a Timur, pero en Le metió al pequeño un puñado de fresas en la
aquel mismo instante resonó detrás, por la ventana, la boca, en la mano una hermosa pluma del ala de una
voz furiosa de Olga: corneja, y los cuatro chicos se pusieron a apilar a
Timur y su pandilla 13
toda prisa el montón de leña. - Niurka -le preguntó la abuela-, ¿no has visto a
El propio Serafim Simakov echó entre tanto a nadie salir hace un momento de aquí?
correr a lo largo del cercado, para impedir que la - He estado buscando a la cabra -dijo Niurka entre
abuela volviera demasiado pronto del huerto. cansada e indiferente-. Me he pasado yo misma la
Parándose junto a la cerca en el sitio en que estaban mañana a salto de mata por bosques y barrancos.
pegaditos a ella unos cerezos y unos manzanos, miró - ¡Me la han robado! -dijo suspirando
por una rendija. amargamente la vieja a la lechera-. ¡Y qué cabra! ¡No
La abuela se había llenado el delantal de pepinos era una cabra, era una paloma! ¡Una palomita!
y se disponía a dirigirse hacia su casa. - ¡Una palomita! -gruñó Niurka, colocándose a
Serafim Simakov dio muy quedito unos golpes en una distancia prudencial de la abuela-. Cuando se
las tablas de la cerca. ponía a embestir con los cuernos, no sabía un a
La vieja prestó oído. Serafim aprovechó el dónde meterse. Las palomas no tienen cuernos.
momento para levantar el palo que tenía en las manos - ¡A callar, Niurka! ¡A callar, estúpida! -chilló la
y empezar a menear las ramas de los manzanos. vieja-. Desde luego, ni que decir tiene que la cabrita
La vieja creyó al punto que alguien trataba de se las traía. Y pensar, cabrita mía, que yo iba a
saltar por encima de la cerca para robar manzanas. venderla. ¡Y ahora me he quedado sin ella, palomita
Dejó caer los pepinos que tenía en el delantal, mía!
arrancó un gran puñado de ortigas, se acercó El portillo rechinó, se abrió de par en par y, con
calladito y se quedó inmóvil junto a la cerca. los cuernos bajos, la cabra se metió en el corral y se
Serafim Simakov volvió a mirar por la rendija y fue derechita hacia la lechera. Sin perder más que el
no vio a la abuela. Preocupado, dio un brinco, se tiempo necesario para izar el pesado bidón de leche,
aferró con las manos al borde de la cerca y, con toda la lechera subió chillando los escalones y la cabra fue
clase de precauciones, trató de encaramarse. a dar con los cuernos contra la pared quedando
Pero en aquel momento la vieja, con un grito de inmóvil.
triunfo abandonó su escondite y en un abrir y cerrar Y entonces fue cuando todos vieron que la cabra
de ojos le había dado a Serafim Simakov en las llevaba, pero que muy atado a los cuernos, un pedazo
manos con el puñado de ortigas. de madera de chapa, en el que decía en letras muy
Agitando en el aire las manos doloridas, Serafim claras:
emprendió veloz carrera hacia el portón, donde se
encontró con los cuatro chicos del grupo que habían Soy la cabra, la cabrita
terminado ya la faena y salían a todo meter. Ante quien todos tiritan.
No quedó de nuevo delante de la casa más que el El que a Niurka le toque un pelo
pequeño. Levantó una de las astillas que andaban por Se acordará de que no hay que hacerlo.
el suelo, la colocó sobre uno de los extremos de la
pila de leña, luego llevó también allí un pedazo de A la vuelta de la esquina, detrás de la cerca, los
corteza de abedul. chicos reían satisfechos.
Así fue como se lo encontró la abuela al volver Serafim Simakov había hincado un palo en el
del huerto. Abriendo unos ojos como platos, se suelo, y danzando y brincando en torno, cantaba con
detuvo ante aquella pila de leña tan cuidadosamente orgullo:
amontonada y preguntó:
- ¿Quién es el que trabaja aquí mientras yo no No somos un atajo de truhanes,
estoy? Ni golfos ni bandoleros,
El pequeño, metiendo la corteza de abedul por Siempre unidos y alegres
entre los leños, contestó, dándose importancia: ¡Somos valientes pioneros!
- Ya lo estás viendo, abuelita, soy yo quien
trabaja. Y como una bandada de vencejos los chicos
Llegó la lechera, y las dos viejas entablaron una desaparecieron rápida y silenciosamente.
animada conversación sobre las misteriosas
aventuras del agua y de la leña. Trataron de aclarar lo Muchas eran las cosas que quedaban por hacer
sucedido haciendo más y más preguntas al pequeño, aquel día, pero lo principal era que había que redactar
pero no sacaron gran cosa en limpio. Todo lo que les y enviar el ultimátum a Mishka Kvakin.
dijo fue que había venido gente, que le habían metido Nadie sabía una palabra sobre la manera de
en la boca unas fresas muy sabrosas, que le habían redactar un ultimátum, y Timur fue a preguntárselo a
regalado una pluma y encima le habían prometido su tío.
traerle una liebre de verdad, con sus dos orejas y sus El cual le explicó que cada país tenía sus fórmulas
cuatro patas. Luego habían apilado la leña y se y su estilo para escribir un ultimátum, pero que al
habían marchado por donde habían venido. final, por cortesía, era obligatorio poner:
Junto al portillo apareció Niurka. "Aprovecho la ocasión para expresarse a S.E.,
14 Arkadi Gaidar
quería ver a su madre. Pues su madre sale hoy en tren retirada. Sin añadir palabra, seguidos por las miradas
para aquí desde Irkutsk. La han llevado hasta Irkutsk curiosas de los demás chicos que habían acabado por
en un avión especial. encaramarse todos a la valla, los dos emisarios se
- ¿Pero quién? -exclamó ella, conmovida, y sin alejaron dignamente.
poder contener su alegría-. ¿Ustedes? - ¿Qué quiere decir todo esto? -decía entre tanto
- No -contestó el capitán de aviación-. La han Kvakin, dándole vueltas al paquete y mirando a los
llevado nuestros compañeros, que lo son tanto demás chicuelos que estaban en torno boquiabiertos-.
nuestros como de usted. Habíamos vivido hasta ahora tan tranquilos... De
Vino la pequeña y miró sin el menor recelo a los pronto... tanto toque de corneta y tanto cuento... ¡De
visitantes; bien se notaba que no era la primera vez verdad, chicos, que no comprendo absolutamente
que veía aquel uniforme azul. nada!
- Mamá, hazme un columpio, y volaré por los Desgarró el papel del paquete y, sin bajarse de la
aires, lejos, muy lejos, como papá. valla, se puso a leer:
- ¡Oh, no! Eso no... -Y la pobre mujer levantó "Al capitán Mishka Kvakin, jefe de la banda de la
rápidamente a su hija y la estrechó contra su corazón. limpia de huertos ajenos... " Eso es para mí -explicó
en voz alta-. Con todos los honores, con el título
En la calle Málaya Ovrazhnaya, detrás de la completo "....y a su -prosiguió leyendo- malfamado
capilla cuyas pinturas desconchadas representaban lugarteniente Pietia Piatakov, llamado también por
severos ancianos peludos y ángeles bien afeitados, a otro nombre sencillamente Figura... " Eso va por ti -
la derecha de la del Juicio Final con las calderas, el explicó esta vez no sin cierta satisfacción Kvakin al
alquitrán y los pícaros demonios saltando de acá para interesado-. Y que no se han andado con chiquitas:
allá, en un campo de manzanilla los chicos de ¡"malfamado"! ¡Pues sí que han ido a buscar una
Mishka Kvakin jugaban a las cartas. palabra rimbombante! Para un tonto como tú
Como ninguno de los jugadores tenía dinero, hubieran podido encontrar algo menos complicado.
jugaban "al golletazo", "al papirotazo" o a "resucitar "...así como a todos los miembros de esa vergonzosa
al muerto". El que perdía, con los ojos vendados, era asociación: ULTIMÁTUM". Eso sí que ya no sé ni lo
tendido boca arriba en la hierba y se le colocaba en la que quiere decir -comentó Kvakin con sorna-.
mano un cirio, es decir un palo bastante largo. Y con Probablemente una palabra fea o algo por el estilo.
aquel palo tenía que defenderse a ciegas de sus - Eso, lo que es, es una palabra internacional.
buenos amigos que, de pena de verle difunto, Habrá palos -explicó Alioshka, un chicarrón con el
procuraban volverle a la vida hostigándole a quien pelo cortado al rape, que estaba de pie al lado de
más y mejor con manojos de ortigas por las rodillas, Figura.
las pantorrillas y las plantas de los pies. - Entonces, no tenían más que haberlo dicho con
El juego estaba en todo su apogeo cuando se oyó todas las letras -dijo Kvakin-. Pero sigamos leyendo.
del otro lado de la valla un toque de corneta. Punto primero:
Eran los emisarios de Timur y su pandilla. "Considerando que por las noches hacéis
El corneta Nikolái Kolokólchikov blandía, bien incursiones en los huertos de la población pacífica,
sujeta en una mano, una reluciente corneta de cobre, sin perdonar siquiera a las casas que tienen en el
y Guennadi, descalzo pero con cara de portal nuestra señal, la estrella roja, y ni siquiera a las
circunstancias, un paquete envuelto en papel de que tienen la estrella con la franja negra en señal de
embalar. luto, os ordenamos a todos, miserables cobardes... "
- ¿Puede saberse lo que significa esta comedia? - - ¡Hay que ver las palabras que emplean esos
preguntó inclinándose por encima de la valla uno de perros! -prosiguió Kvakin, turbado, pero tratando de
aquellos picaruelos, el que llevaba por mote Figura-. sonreír-. ¡Y cuando oigáis lo que viene después, y si
¡Mishka! -se puso a gritar volviendo la cabeza-. vierais cómo está escrito! ¡Sigo!:
¡Deja esas cartas, que aquí te traen no se qué "... os ordenamos y mandamos que a más tardar
ceremonia! mañana por la mañana Mishka Kvakin y el
- Aquí estoy -se presentó a su vez Kvakin, malfamado Figura se presenten en el sitio y lugar
subiéndose él también a la valla-. ¡Conque eres tú, que les hayan indicado nuestros emisarios, con la
Guennadi! ¡Muy buenos días! ¿Pero quién es ese lista completa de todos los miembros de esa
mocoso que traes contigo? vergonzosa asociación.
- Toma este paquete -dijo Guennadi, En caso de negativa, nos reservamos la más
transmitiendo el ultimátum-. Como plazo de completa libertad de acción".
reflexión, se os conceden veinticuatro horas. Vengo a - ¿Qué querrán decir con eso de libertad de
por la contestación mañana a esta misma hora. - acción? -volvió a preguntar Kvakin-. Hasta ahora no
Profundamente ofendido al oírse llamar mocoso, creo que los hayamos encerrado en ninguna parte.
Nikolár Kolokólchikov levantó la corneta todo lo alto - Eso, lo que es, es una palabra internacional.
que pudo, hinchó los carrillos y tocó rabiosamente a Habrá palos -volvió a decir Alioshka, el del pelo
16 Arkadi Gaidar
maldita cabra del demonio, o te tiro al río! -le gritó a de hacer-. Yo... De todas maneras iba a ir con usted,
la cabra, atada a unos matorrales-. ¡Venga, chicas, de aunque fuera sin las flores.
cabeza al agua! Se instaló sobre el sillín de cuero y la motocicleta
Evguenia y Tania se miraron. ¡Qué divertida voló a todo gas por la carretera.
aquella Niurka, tan pequeña, tan tostada por el sol! No tardaron en llegar a la bifurcación, pero en
Parecía una gitana. lugar de tomar el camino que llevaba a la aldea, la
Cogidas de la mano, avanzaron hasta la misma moto tomó el otro ramal y desembocó en pleno
orilla cortada a pico, miraron al agua clara, azulada, campo.
que se agitaba ligeramente a sus pies. - ¿Se equivocó usted? -gritó Olga-. ¡Había que
- ¿Nos tiramos? tomar a la derecha!
- Venga. - El camino es mejor por aquí -contesto él-. Es
Y las tres se tiraron juntas al agua. más alegre.
No habían vuelto todavía a asomar la cabeza fuera Otro viraje y atravesaban a toda marcha el
del agua, cuando alguien se zambulló rumoroso frescor de un bosquecillo. De junto a un
estrepitosamente detrás de ellas, levantando un rebaño, salió corriendo hacia ellos un perro, les ladró,
surtidor de salpicaduras. intentó alcanzarles. ¡Pero quiá! ¡En vano! Estaban ya
Era Serafim Simakov que, como venía, a la lejos.
carrera, y tal como estaba, con sus sandalias, su Como un proyectil, pasó silbando en dirección
pantalón corto y su camiseta, se había tirado al río. opuesta un camión. Cuando Gueorgui y Olga salieron
Echándose hacia atrás el pelo que se le pegaba a la de las nubes de polvo que había levantado, tenían
cara, escupiendo y resoplando, se fue nadando a ante sí, al pie de una montaña, entre humo y
grandes brazadas hacia la otra orilla. chimeneas, las torres de vidrio y hierro de una ciudad
- ¡Una catástrofe, Evguenia! ¡Una catástrofe -gritó desconocida.
volviéndose-, Guennadi y Nikolái han caído en una - Es nuestra fábrica -le gritó a Olga-. Hace tres
emboscada! años venía yo aquí a coger setas y a buscar fresas.
Sin disminuir casi la velocidad, la moto viró en
Olga subía la cuesta y seguía leyendo su libro. redondo:
Pero donde el empinado sendero desembocaba en la - ¡Todo derecho! -gritaba entre tanto Olga en tono
carretera, de pie junto a su moto, la estaba esperando de advertencia-. Por favor, vamos derecho a casa.
Gueorgui. Se saludaron. De repente el motor se paró.
- Pasaba por aquí -le explicó Gueorgui-, cuando la - Espere usted un momento -dijo él, bajándose-.
vi subir la cuesta, y pensé que era mejor esperar. Una pequeña avería, nada grave.
Quizás puedo acompañarla, de camino. Tendió la moto encima de la hierba, debajo de un
- ¡A que no es verdad! Usted estaba aquí abedul, sacó una llave inglesa y se puso a darle
esperándome a propósito. vueltas a algo, a atornillar.
El hubo de darse por vencido: - ¿Qué personaje es el que representa usted en esa
- Bueno, ¡qué se le va a hacer! Por una vez que ópera? -preguntó Olga sentándose en la hierba-.
quiere uno decir una mentira y no hay manera. Tenía ¿Necesita realmente un maquillaje tan terrible?
que... pedirle a usted que me perdone por el susto de - Es un viejo inválido -contestó él sin dejar de
esta mañana. Era yo, aquel viejo con la pata de palo. ocuparse de la moto-. Ha sido guerrillero y... no las
Me había vestido, hasta me había puesto la peluca y tiene todas consigo. Vive cerca de la frontera y
la barba para ensayar el papel. Venga usted, la llevo constantemente le parece que el enemigo será más
hasta donde usted quiera. hábil que nosotros y logrará engañarnos. Es viejo y
Olga movió negativamente la cabeza. es prudente. Los soldados, en cambio, son chicos
El le puso entonces un ramito de flores encima del jóvenes; no hacen más que reír y en cuanto dejan la
libro. guardia se ponen a jugar al voleibol. Salen con las
Las flores eran preciosas. Olga, toda colorada, no chicas..., sus Katiushas.
supo que hacer... y las tiró al suelo, allí mismo, en Frunció el ceño y se puso a cantar en voz baja:
plena carretera.
Aquello no se lo esperaba él. Otra vez tras las nubes se ha ocultado la luna
- ¡Oiga usted! -dijo herido-. Canta usted muy Tres noches he pasado velando sin cesar.
bien, es usted una verdadera artista, tiene usted una Soy viejo. Me faltan fuerzas. ¡Oh, dolor!
mirada franca, los ojos claros, luminosos. Yo no creo
haber hecho nada que pueda ofenderla. Pero, vamos, Cambió de voz e imitando al coro prosiguió:
lo que acaba usted de hacer no lo habría hecho ni ¡el
ser... más insensible! ¡Calma, anciano, calma!
- ¡No necesitaba esas flores! -dijo Olga
arrepentida, asustada ella misma de lo que acababa - ¿A qué viene esa "calma"? -preguntó Olga,
20 Arkadi Gaidar
limpiándose con el pañuelo los labios cubiertos de salió corriendo a la terraza. Se turbó al ver al
polvo. ingeniero, pero cuando la moto se hubo alejado,
- Pues quiere decir -explicó él mientras seguía Evguenia, mirando en pos de ella, se acercó a su
dando golpecitos en el cubo de la rueda con la llave hermana, la abrazó y le dijo con envidia:
inglesa- algo así como duerme tranquilo, ¡viejo - ¡Lo feliz que eres tú hoy!
estúpido! Hace ya tiempo que están todos los
soldados y todos los oficiales en sus puestos... Olga, Después de acordar que volverían a encontrarse
¿le habló su hermanita de la entrevista que tuve con en las proximidades de la casa n° 24, los chiquillos
ella? desaparecieron del recinto.
- Claro que me habló. Y le dije lo que tenía que No quedó allí más que Figura. Le ponía rabioso y
decirle. le extrañaba, además, aquel silencio que reinaba en el
- Pues hizo usted mal. Es una chiquilla interior de la capilla. Los prisioneros no gritaban, ni
divertidísima. Yo le digo a ella "¡Avah!" y ella me aporreaban la puerta, ni contestaban a las preguntas
dice "¡Be-e!" ni a las llamadas.
- Pues esa chiquilla tan divertida no hace más que Figura intentó, entonces, una maniobra. Abrió la
darme disgustos -insistió Olga-. Ahora ha hecho primera puerta, la de fuera, se introdujo en el
amistad con no se qué golfillo, creo que le llaman estrecho espacio que quedaba entre las dos paredes y
Timur. Es de la pandilla de ese tunante de Kvakin. permaneció callado como un muerto.
No hay manera de alejarlo de nuestra casa. Allí se estuvo, el oído aplicado contra la cerradura
- ¡Timur!... Hum... -Gueorgui carraspeó para hasta que, de pronto, la gran puerta exterior de hierro
disimular su turbación-. ¿Cree usted que es de esa se cerró con un ruido atronador, como si la hubieran
pandilla? No creo que lo sea... No creo que... Pero empujado con un ariete de madera.
bueno, no tiene usted por qué preocuparse... Yo - Eh, ¿quién está ahí? -Figura se tiró contra la
conseguiré alejarle de su casa. Olga, ¿por qué no puerta, furioso-. ¡Basta de bromas, que si no, ya
estudia usted en el Conservatorio? Se da usted veréis después!
cuenta: va usted a ser ingeniero. Yo mismo soy Pero nadie le contestaba. Del otro lado de la
ingeniero, no veo qué falta le hace ser ingeniero. puerta se oían voces desconocidas. Chirriaron los
- ¿Por qué? ¿No está usted contento de serlo? ¿O goznes de los postigos. Por las rejas, alguien estaba
es que es usted un mal ingeniero? hablando con los prisioneros.
- ¿Un mal ingeniero?... -se acercó a la joven, Después, en el interior de la capilla se oyó una
mientras golpeaba la rueda delantera con la llave risa. Una risa que le sentó muy mal al pobre Figura.
inglesa-. No, no es que yo sea un mal ingeniero, es Por fin, se abrió la puerta del exterior. Ante
que canta usted muy bien. Figura estaban Timur, Simakov y Ladyguin.
- Oiga usted, Gueorgui -dijo Olga, apartándose - ¡Abre el otro cerrojo! -ordenó Timur sin
turbada-. Yo no sé si es usted buen o mal ingeniero, moverse-. ¡Abre tú mismo o será todavía peor!
lo que sí sé es que... la reparación de esta moto la De mala gana, Figura descorrió el cerrojo.
está usted haciendo de una manera muy rara. Nikolái y Guennadi salieron de la capilla.
Y Olga agitó la mano, remedando los golpecitos - ¡Métete ahí, en lugar de ellos! -ordenó Timur-.
que daba con la llave en el eje de la rueda y en la ¡Venga, tunante, date prisa! -gritó apretando los
llanta. puños-. No tengo tiempo ni ganas de hablar contigo.
- Nada de rara. Se hacen las cosas como se debe. - Encerraron a Figura detrás de las dos puertas,
Se levantó de un brinco y dio con la llave inglesa en corrieron el pesado cerrojo y pusieron un candado.
el chasis-. ¡Se acabó! Olga, ¿el padre de usted es Después, Timur sacó una hoja de papel y con un
oficial del ejército? lápiz azul escribió de través:
- Sí. "Kvakin, no vale la pena hacer guardia. Están
- Eso está muy bien. Yo también lo soy. encerrados y la llave la tengo yo. Iré directamente
- ¿Cómo quiere usted que le acabe de entender? - esta noche al jardín a donde sabes".
dijo Olga, encogiéndose de hombros-. De pronto es Se fueron. Cinco minutos después estaba allí
usted ingeniero, de pronto actor, de pronto está en el Kvakin. Leyó el papel, tiró unas cuantas veces del
ejército. ¿A lo mejor es usted, además, aviador? candado y con una risita se fue hacia la verja,
- No -se echó a reír él-. Los aviadores lanzan las mientras Figura, encerrado, daba desesperadamente
bombas desde el aire; nosotros desde tierra, golpes de pies y manos contra la puerta de hierro.
atravesando hierro y cemento, vamos derecho al Desde la verja, Kvakin se volvió y masculló con
corazón. indiferencia:
Otra vez desfilaron y quedaron en pos de ellos los - ¡Ya puedes llamar, Guennadi, ya! De aquí a la
sembrados, los campos, las arboledas, el riachuelo. noche os queda tiempo.
Por fin estaba Olga en su casa. Después sucedió lo siguiente:
Al oír el estrépito de la motocicleta, Evguenia Poco antes de ponerse el sol, Timur y Simakov
Timur y su pandilla 21
fueron un momento a la plaza del mercado. Allí, sujeto por los brazos y por los pies. Sin haber podido
entre el desorden de los puestos de cerveza, de agua dar un grito, se vio apartado de la cerca.
mineral, de verduras, de tabaco, de comestibles, de - Guennadi -murmuró levantando la cara-. ¿De
helados, había al final un chamizo destartalado en el dónde sales tú?
que se instalaban los días de mercado los zapateros - De allí -dijo rabiosamente, en voz baja, el
remendones. interpelado-. ¡Y ya puedes callar, porque te aseguro
Timur y Simakov no se entretuvieron mucho que si no, no me acordaré de que saliste en mi
tiempo en el chamizo. defensa!
Cuando cayó la noche, la rueda del timón se puso - Bueno -se resignó Alioshka-. Me callaré.
a funcionar en el desván. Uno tras otro se iban Y aprovechó la ocasión para lanzar el más
tendiendo los sólidos hilos de cuerda, transmitiendo penetrante de los silbidos.
las señales convenidas adonde debían transmitirse. Pero la gran mano de Guennadi le tapó
Iban llegando los refuerzos. Eran ya veinte o inmediatamente la boca y manos invisibles lo
treinta chicos los reunidos y por los agujeros de las levantaron por los hombros y por las piernas y se lo
cercas de los huertos, sin ruido, acudían más y más. llevaron lejos de allí.
A Tania y a Niurka las mandaron a sus casas. El silbido se había oído en el huerto. Kvakin se
Evguenia estaba en la suya, con la misión de volvió. No se repetía. Kvakin miró atentamente en
ocuparse de Olga y de no dejarla salir al jardín. torno suyo, en todas direcciones. Ahora le parecía
En el desván, al pie de la rueda del timón, estaba que se habían movido unas matas en un rincón del
Timur. huerto.
- Repite la señal con el hilo número seis -dijo - ¡Figura! -llamó quedamente-. ¿Eres tú, estúpido,
preocupado Simakov, que miraba por el tragaluz-. quien está ahí escondido?
No parecen contestar. - ¡Mishka, una luz! -gritó de pronto una voz-. Son
En una gran tabla chapeada dos chicos dibujaban los dueños.
algo así como un cartel. Se presentó la sección de Pero no eran los dueños del huerto.
Ladyguin. Detrás, en el espesor del follaje, se habían
Por fin llegaron las fuerzas enviadas en servicio encendido más de diez pilas eléctricas. Cegadoras,
de reconocimiento. La banda de Kvakin se reunía en avanzaban rápidamente contra los confundidos
un solar, cerca del jardín de la casa n° 24. invasores.
- Llegó la hora -dijo Timur-. A prepararse todos. - ¡A por ellos, sin ceder un paso! -gritó Kvakin
Soltó la rueda del timón, tiró de una cuerda y sacándose rápidamente del bolsillo una manzana y
sobre el viejo desván, a la luz incierta de la luna que tirándola contra las luces.
corría por entre las nubes, subió lentamente y quedó - ¡A quitarles las pilas, aunque sea arrancándoles
flotando en el aire la bandera de la pandilla, la señal las manos! ¡Es él! ¡Es Timur!
de combate. - ¡Allí es Timur y aquí soy yo! -lanzó, saliendo de
entre las matas Simakov.
Unos diez chiquillos avanzaban en fila india a lo Y unos diez chicos más entraron en liza a
largo de la cerca de la casa n° 24. Deteniéndose a la retaguardia y por los flancos.
sombra de la empalizada, Kvakin comprobó: - ¡Eh! -aulló Kvakin- ¡Esta vez tienen fuerzas de
- Todo el mundo está aquí, sólo falta Figura. veras! ¡A saltar la cerca, muchachos!
- Ese es un pillo -dijo una voz-. Debe estar ya en La banda estaba rodeada por todas partes. Los
el huerto. Siempre se las arregla para llegar antes que picaruelos, presas del pánico, se precipitaron
los demás. rápidamente hacia la empalizada.
Kvakin apartó dos tablas, previamente Entre empujones, dándose frente contra frente,
desclavadas, y pasó por la brecha. Tras él pasaron los iban saltando a la calle para caer en manos de
demás. En la calle no quedó junto al boquete más que Ladyguin y de Guennadi. La luna se había ocultado
un centinela, Alioshka. del todo detrás de una nube. Sólo se oían las voces:
Por entre las ortigas y las zarzas que, del otro lado - ¡Suelta!
del camino, crecían en la cuneta, asomaron cinco - ¡Deja!
cabezas. Cuatro se ocultaron inmediatamente. La - ¡Quieto, no me toques!
quinta -la de Nikolái Kolokólchikov- se retrasó un - Todos callados -resonó en la oscuridad la voz de
momento, pero una mano le dio un pescozón y la Timur-. ¡No se toca a los prisioneros! ¿Dónde está
cabeza desapareció. Guennadi?
Alioshka, el centinela, miró en torno suyo. Todo - Estoy aquí.
estaba tranquilo. Pasó la cabeza por la brecha para - Llévatelos a todos adonde hemos dicho.
tratar de darse cuenta de lo que sucedía en el huerto. - ¿Y si alguno opone resistencia?
Salieron tres de los que estaban en la cuneta y un - Los agarráis por las manos y por los pies y los
momento después el centinela estaba firmemente lleváis con todo respeto como si fueran ídolos.
22 Arkadi Gaidar
- ¡Suelta, demonio! -dijo una voz llorosa. las ventanas. Alguien había encendido, también, la
- ¿Quién grita?-preguntó Timur con rabia-. luz en uno de los puestos del mercado y la gente que
Siempre hay quien está dispuesto a hacer el golfo, había acudido allí vio sobre el chamizo un letrero que
pero cargar con las consecuencias es otra cosa. decía:
¡Venga, Guennadi, da la voz de mando y adelante!
Llevaron a los prisioneros hacia el chamizo vacío ¡TRANSEÚNTE, NO TENGAS LASTIMA!
que estaba al final de la plaza del mercado y uno tras Los que están aquí encerrados desvalijan
otro los hicieron pasar por la estrecha puerta. cobardemente por las noches los huertos de pacíficos
- A Mijaíl Kvakin me lo traéis aquí -dijo Timur. ciudadanos. La llave del cerrojo está detrás de este
Acercaron a Kvakin. cartel, pero el que quiera abrirlo para dejar en
- ¿Se acabó? -preguntó Timur. libertad a los detenidos que vea primero si no hay
- ¡Sí, ya están todos! entre ellos alguno de sus parientes o conocidos.
Habían metido al último prisionero en el chamizo;
corrieron el cerrojo y colgaron el pesado candado. Era ya muy entrada la noche. No se veía siquiera
- Te puedes ir -le dijo entonces Timur a Kvakin-. la estrella roja con la franja negra en el portal. Pero
Eres ridículo, no le haces falta a nadie, ni le inspiras allí estaba.
miedo a nadie. En el jardín de la casa, donde vivía la niñita del
Pensando que le iban a dar una paliza, totalmente pelo dorado, bajaron unas cuerdas por entre las
despistado, Kvakin seguía allí con la cabeza baja. tupidas ramas de un árbol. Tras las cuerdas bajó un
- ¡Te digo que te vayas! -repitió Timur-. Toma chiquillo deslizándose por el tronco rugoso. Colocó
esta llave y abre la capilla, donde tienes encerrado a una tabla y se sentó encima para probar si el nuevo
tu amigo Figura. columpio sería resistente. La gruesa rama cruje,
Kvakin no se iba. apenas susurran las hojas temblorosas. Un pájaro
- Abre a los chicos -pidió malhumorado-. O echa a volar con un chillido. Ya es tarde, Olga está
méteme a mí junto con ellos. durmiendo desde hace mucho tiempo, como duerme
- No -dijo Timur-. Ahora todo está concluido. Ni Evguenia. Duermen, también, los demás chicos, el
ellos tienen nada más que hacer contigo, ni tú con alegre Simakov, el callado Ladyguin, el divertido
ellos. Nikolái. El valiente Guennadi está, naturalmente,
Entre el barullo de mofas y silbidos, la cabeza dando vueltas en la cama y mascullando algo en
escondida entre los hombros, Kvakin se fue alejando sueños.
lentamente. Cuando estuvo a unos diez pasos se El reloj de la torre da los cuartos: "Pasó el día, se
detuvo y se enderezó. acabó". Din, don... Din, don...
- Me vengaré -gritó furioso, volviéndose hacia Sí, ya es muy tarde.
Timur-. Y me vengaré contra ti solo. ¡Los dos frente El chico se levanta, busca tanteando con las
a frente, hasta que caiga uno! manos algo que debe de estar sobre la hierba y, por
Y desapareció de un brinco en la oscuridad. fin, se pone de pie con un gran ramo de flores
- ¡Ladyguin y los cinco de tu sección, estáis silvestres en las manos. Son las flores que ha
libres! -dijo Timur-. ¿Qué es lo que tenéis que hacer? recogido Evguenia.
- Lo de la madera, en la casa n° 22 de la calle Con precaución, para que no se despierten ni se
Bolshaya Vasilkóvskaya. asusten quienes duermen en la casa, sube los
- ¡Bueno, a trabajar! peldaños del portal inundados por la luz de la luna y
Muy cerca de allí, en la estación, se oyó silbar una deja cuidadosamente en el último el ramo de flores.
locomotora. Había llegado un tren del que bajaban Es Timur.
pasajeros y Timur se apresuró.
- Simakov y los cinco que van contigo ¿qué es lo Era por la mañana. La mañana de un día de fiesta.
que hacéis vosotros? Para celebrar el aniversario de la victoria del Ejército
- En la casa n° 38 de la calle Málaya Rojo en el Lago Hasán, los komsomoles del lugar
Petrakóvskaya, lo mismo de siempre. -Se echó a reír organizaban en el parque una gran fiesta con baile y
y prosiguió-: ¡Cubos, tina y venga agua! ¡Adelante! disfraces de carnaval.
¡Hasta la vista! Muy temprano aún todas las chiquillas se habían
- Bueno, a trabajar ahora... Oigo gente que viene ido al bosque. Olga se daba prisa para terminar de
hacia acá. Los demás cada cual a su casa... ¡Todos a planchar una blusa. Revolviendo los vestidos, entre
una! los que había uno de Evguenia, había caído de uno de
los bolsillos un papel doblado.
Se oyó un fragoroso estruendo en la plaza. Los Olga lo había levantado y leído:
viajeros que acababan de bajar del tren se detuvieron "Niña, no le tengas miedo a nadie en tu casa.
sobrecogidos. Volvieron a oírse los chillidos y los Todo está arreglado, y a mí nadie me sacará una
golpes. En las casas vecinas, se encendieron luces en palabra de nada. Timur".
Timur y su pandilla 23
Olga se preguntaba qué sería aquello que nadie - Venga, venga, tenor -dijo el viejecito y añadió
había de saber y por qué podía tenerle Evguenia señalando hacia el electricista-: Aquí tienes un bajo
miedo a alguien en su casa. ¿Cuál era el secreto que que no protesta, con que ya puedes resignarte, por
ocultaba aquella chiquilla tan reservada y tan muy tenor que seas.
mañosa? ¡No! Todo aquello tenía que terminarse. Su Evguenia, enterada por los chiquillos de que Olga,
padre al marcharse bien lo había dicho... Había que con el acordeón, estaba detrás del escenario, se
actuar, rápida y decididamente. impacientaba en su sitio.
Oyó llamar a la ventana. Era Gueorgui. Al fin, salieron Gueorgui y Olga. Evguenia sintió
- Olga, sáqueme usted de apuros. Ha venido a miedo: tenía la impresión de que todo el mundo iba a
verme una delegación, quieren que cante algo esta reírse de su hermana.
tarde en la fiesta. Un día como el de hoy, era Pero nadie se reía.
imposible negarse. Venga usted a acompañarme con Gueorgui y Olga estaban de pie en la escena, tan
el acordeón. sencillos, tan jóvenes y alegres que a Evguenia le
- No digo que no... Pero podría acompañarle a entraron ganas de abrazarles a los dos.
usted alguien al piano -dijo Olga extrañada-. ¿Por Oiga se pasó por el hombro la correa del
qué tiene que ser al acordeón? acordeón. Una profunda arruga atravesó la frente del
- Olga, yo no quiero que nadie me acompañe al joven ingeniero; se encorvó, bajó la cabeza. Ahora
piano. Quiero que me acompañe usted. Ya verá usted era un viejo, un viejo que cantaba con voz grave y
lo bien que resultará. ¿Permite usted que salte por la sonora:
ventana? Deje usted esa plancha y saque el acordeón.
Bueno, aquí lo tiene usted. Ya está sacado de la Tres noches sin conciliar el sueño y una vez y otra
funda, no le queda a usted más que apretar las teclas vez
con los dedos, mientras yo canto. El mismo rumor misterioso en la terrible soledad
- Oiga usted -Olga acabó por ofenderse-. Al fin y Quema las manos el fusil y la angustia muerde el
al cabo podía usted haberse evitado eso de saltar por corazón
la ventana, pasando por la puerta... Como hace veinte años en las noches de guerra.
Pero si de nuevo hemos de vernos frente a frente,
En el parque había mucho alboroto. En largas Soldado del mercenario ejército enemigo
filas llegaban los coches con los veraneantes, A pesar de mis canas estaré dispuesto a combatir,
camionetas con bocadillos, bebidas, salchichón, Grave y tranquilo, como hace veinte años.
dulces y golosinas.
Un ejército de vendedores de helados avanzaba en - ¡Qué bien! ¡Y qué lástima le da a uno del pobre
perfecta formación, empujando sus carritos azules y viejo tan valiente! ¡Muy bien, muy bien...! -Y
ofreciendo su mercancía. Se oía el vocerío Evguenia continuaba bajito-: Sigue, sigue tocando,
discordante de los gramófonos, en torno a los cuales Olga. Lo único que siento es que no te escuche papá.
forasteros y vecinos del lugar se habían instalado a Después del espectáculo, Gueorgui y Olga, de la
comer y beber sobre la hierba en los claros del mano, se fueron por una de las alamedas.
bosque. - Todo esto está muy bien -observó Olga-. Pero lo
Tocaba la música. A la puerta del Teatro de que no sé es dónde ha podido meterse Evguenia.
Variedades del parque el viejecito, que estaba de - Estaba de pie en un banco -contestó él-,
servicio aquel día, no conseguía ponerse de acuerdo aplaudiendo y gritando ¡Muy bien! Luego se le
con un electricista que quería pasar con sus acercó... -Gueorgui permaneció un momento callado,
herramientas, sus correas y sus garfios. pero acabó por decir-: Se le acercó un chiquillo y
- Aquí, querido amigo, no dejamos pasar a nadie después no los volví a ver. .
con las herramientas. Hoy es día de fiesta. Date, Olga sintió renacer su inquietud:
primero, una vuelta por tu casa, lávate y ponte un - ¿Un chiquillo? Gueorgui, usted es una persona
traje limpio. mayor. Dígame lo que debo hacer con ella. Mire
- Pero, abuelo, si aquí no hay que pagar billete, si usted: esta mañana he encontrado en uno de sus
es gratuito. bolsillos este papel.
- ¡Pues de todos modos, no se puede pasar! Aquí Gueorgui leyó el papel y esta vez fue él quien se
van a cantar. También hubieras podido traerte, de quedó pensativo y hasta frunció el entrecejo,
paso, un poste telegráfico. Y tú, ciudadano, tampoco mientras Olga proseguía:
puedes entrar -le dijo el viejecito a otro-. Aquí viene - No le tengas miedo a nadie, quiere decir
la gente a cantar... Música... Tú llevas ahí una botella desobedece. ¡Ah, si doy un día con ese chico le
que te asoma del bolsillo. aseguro que le pondré los puntos sobre las íes!
- Pero, abuelito... -intentó discutir, medio Olga guardó el papel y estuvieron un rato
tartamudeando, el interesado-, yo tengo que entrar... callados. Pero por todas partes se oía música alegre,
yo soy tenor. la gente reía en torno de ellos y, con las manos de
24 Arkadi Gaidar
nuevo unidas, siguieron paseando por la alameda. Dio media vuelta y le plantó a Figura el puño en
De pronto, en una encrucijada se dieron de narices plena frente. El chico se quedó boquiabierto, soltó un
con otra pareja que, con las manos también unidas, aullido y echó a correr. Por dos veces, corriendo
venía a su encuentro. Eran Timur y Evguenia. detrás de él, Kvakin le alcanzó y le dio un empellón
Desconcertados, todos se saludaron muy en la espalda.
cortésmente y continuaron su camino. Al fin se detuvo, levantó la gorra que se le había
- ¡Ese es! -dijo Olga con verdadera desesperación caído al suelo, la sacudió contra la rodilla, se fue
tirando a Gueorgui de una manga-. Ese es el chico de hacia un puesto de helados, compró uno, se apoyó
marras. contra un árbol y, con la respiración todavía
El no sabía lo que decir: entrecortada, mordió ávidamente a grandes
- En efecto... y lo peor es que es Timur, mi dentelladas.
dichoso sobrino...
- Y tú... y usted lo sabía... -Olga estaba furiosa-. En un claro, junto a un puesto de tiro, Timur se
¡Y no me había dicho usted nada! encontró con Guennadi y con Serafim Simakov.
Rechazando la mano que le tendía echó a correr - Timur -le avisó Serafim-. Anda buscándote tu
por la alameda. Pero ya no había ni rastro de Timur tío. Parece furioso.
ni de Evguenia. Tomó por uno de los estrechos - Sí, ya voy, ya lo sé.
senderos que serpenteaban entre los árboles y allí vio - ¿Volverás por aquí?
a Timur, hablando con Kvakin y Figura. - No lo sé.
- Oye -dijo acercándose a Timur-. Ya no os basta - ¡Timur! -dijo de pronto Guennadi con una suave
con meteros en todos los huertos y con destrozar inflexión de voz, tomando a su compañero por el
todos los árboles. Hasta en casa de una pobre vieja, brazo-. ¿Qué es lo que pasa? Puesto que no le hemos
hasta en la de una desgraciada huerfanita tenéis que hecho mal a nadie. Bien sabes, que cuando se tiene
andar golpeando. Hasta los perros echan a correr ante razón...
vosotros y ahora ejerces tu influencia sobre mi - Sí, ya lo sé... Cuando se tiene razón no se debe
hermana y la opones a mí. Llevas al cuello la corbata temer nada. Nada de nada. Pero no por eso deja de
de pionero... pero no eres más que un miserable dolerle a uno.
granuja. Timur se alejó.
Timur estaba pálido. Olga iba hacia su casa a dejar el acordeón. Se le
- No es verdad -dijo-. Usted no sabe nada. acercó su hermana.
Olga se encogió de hombros y se fue a buscar a su - ¡Olga!
hermana. - ¡Vete! -le contestó Olga sin mirarla-. Yo no
Timur seguía allí, inmóvil y silencioso. vuelvo a hablar contigo. Me voy ahora mismo a
Intrigados, callaban también Kvakin y Figura. . Moscú y así, cuando yo no esté aquí podrás pasearte
- Esas tenemos, comisario -dijo al fin Kvakin-. Ya con quien te dé la gana, aunque sea hasta el
veo que tú también puedes pasar un mal rato. amanecer.
- Sí, capitán -contestó Timur levantando - Pero, Olga...
lentamente la mirada-. Un rato nada agradable. - Ya te he dicho que no vuelvo a hablar contigo.
Hubiera preferido verme en vuestras manos, molido a Pasado mañana nos trasladamos definitivamente a
palos, a tener que oír por culpa vuestra... lo que Moscú. Allí esperaremos a papá.
acabo de oír. - ¡Muy bien! Así será papá quien decida, y no tú.
- Y ¿por qué te quedaste tan callado? -comentó ¡Lo sabrá todo! -gritó Evguenia furiosa, con lágrimas
Kvakin, con una sonrisa-. No tenías más que haber en los ojos, y se fue corriendo a buscar a Timur. Sólo
dicho que no eras tú. Que éramos nosotros. encontró a Guennadi y a Simakov y les preguntó
Estábamos aquí mismo delante de ti. dónde estaba su amigo.
- ¡Eso es! Y en cuanto lo hubieras dicho, te - Lo han llamado a su casa -dijo Guennadi-. No sé
habríamos dado una castaña -interrumpió Figura, por qué su tío está muy enfadado con él por culpa
muy satisfecho. tuya.
Pero Kvakin no esperaba, probablemente, Al oír aquellas palabras Evguenia se puso furiosa.
semejante apoyo y dirigió en silencio una mirada Dio con un pie en el suelo y apretando los puños
glacial a su compañero. Timur, rozando con una chilló:
mano los troncos de los árboles, se alejó lentamente. - Así... por nada... así es como se pierden los
- Es orgulloso -dijo Kvakin en voz queda-. Estaba hombres...
a punto de llorar, pero ha sabido aguantarse. Se abrazó a un tronco de abedul, pero en aquel
- Le damos los dos, y ya verás si llora -dijo momento se le acercaron Tania y Niurka.
Figura, lanzando en pos de Timur una piña de abeto. - Evguenia -gritaba Tania-. ¿Pero qué te pasa?
- El... es orgulloso -repitió Kvakin con voz ¡Ven, Evguenia! Ha llegado un acordeonista, se han
entrecortada-, pero tú... ¡tú eres un canalla! puesto a bailar, todas las chicas están ya bailando.
Timur y su pandilla 25
al gato, se desnudó y se acostó. volvió a ponerse de pie y lanzó una mirada furibunda
Se estuvo así tendida largo tiempo, pensando en a la niña dormida. Se dominó, arregló la colcha, echó
lo extraña que era la vida. Nadie tenía la culpa, ni otra vez de la almohada al gatito pelirrojo.
ella, ni Olga tampoco, se diría. Y sin embargo, por Encendió la luz en la terraza, en la cocina, en la
primera vez se había peleado en serio con su habitación y se sentó meditabunda en el sofá. Allí se
hermana. estuvo sentada largo tiempo, como no pensando en
Era muy desagradable. En vista de que no había nada. Sin darse cuenta enganchó con un pie el
manera de dormirse, le entraron ganas de comer un acordeón que se había quedado allí, lo levantó
pedazo de pan con mermelada. Se bajó de la cama, se maquinalmente y hasta apretó una que otra tecla. Se
fue hacia el aparador, encendió la luz y entonces fue oyó como una canción, grave y solemne. Dejó
cuando vio en el alféizar de la ventana los dos bruscamente de tocar y fue hacia la ventana. Le
telegramas. temblaban los hombros.
Le dio miedo. Con las manos temblorosas abrió No, seguir sola y sufrir el martirio que estaba
los telegramas. sufriendo era algo que no podía soportar. Encendió
El primero decía: una vela y por el jardín, a trompicones se fue al
"Estaré hoy de paso doce noche tres madrugada. cobertizo.
Esperadme casa Moscú. Papá". Subió al desván. Allí estaba todo como siempre.
El segundo: La cuerda, el mapa, los sacos, las banderas. Encendió
"Ven inmediatamente esta noche papá estará aquí. la linterna, se acercó a la rueda del timón, buscó el
Olga". hilo que necesitaba, lo enganchó al clavo y le
Con verdadero terror miró al reloj. Eran las doce imprimió rápidamente un movimiento a la rueda.
menos cuarto. A toda prisa volvió a vestirse, tomó en
brazos a la niña dormida y como una sonámbula salió Timur estaba durmiendo cuando el perro le puso
a la terraza. Reflexionó un momento, volvió a dejar a una pata en un hombro. Ni se enteró siquiera. Pero
la niña sobre la cama. Salió de un brinco a la calle y entonces el perro agarró la colcha con los dientes y
corrió hasta la casa de la vieja lechera. Llamó, tiró de ella hasta que estuvo en el suelo.
aporreó la puerta hasta que apareció por una ventana Timur se incorporó sobresaltado.
la cabeza de una vecina. - ¿Qué pasa? -preguntó sin comprender-. ¿Ha
- ¿Hasta cuándo vas a estar llamando? -preguntó ocurrido algo?
medio dormida-. ¿Qué modos son ésos? El perro le miraba a los ojos, movía la cola, el
- No son malos modos -dijo Evguenia en tono de hocico. Por fin oyó Timur que sonaba la campanilla
súplica-. Tengo que ver a la lechera. Tengo que de bronce.
dejarle una niña pequeña. Preguntándose quién podía necesitarle a aquellas
- ¿Tanto ruido para eso? -dijo la vecina cerrando horas de la noche, salió a la terraza y levantó el
la ventana-. Se ha marchado esta mañana a pasar auricular del teléfono.
unos días en casa de su hermano. - Sí, soy yo; Timur al aparato. ¿Quién es? ¿Eres
Del lado de la estación se oyó el silbido de la tú... tú, Evguenia?
locomotora. Llegaba un tren. Evguenia, corriendo Al principio Timur escuchaba con calma. Pero
por la calle de vuelta a su casa, se encontró con el pronto empezaron a temblarle los labios, se le fueron
caballero del pelo blanco, el doctor. enrojeciendo las mejillas. Se oía su respiración
- Perdone usted -balbuceó-. ¿No sabrá usted entrecortada.
adónde va ese tren? - ¿Y sólo estará tres horas? -preguntó muy
El caballero sacó su reloj de bolsillo. agitado-. Evguenia, no digas que no estás llorando, lo
- Las veintitrés cincuenta y cinco -dijo-. Es él oigo... estás llorando. No debes llorar. ¡No llores!
último tren para Moscú. Voy en seguida...
- ¿El último? -murmuró Evguenia, tragándose las Dejó el auricular y miró a toda prisa el horario de
lágrimas-. ¿Y cuando hay otro? los trenes.
- El primer tren pasará muy de mañana, a las tres - Sí, aquí está el último, a las veintitrés y
y cuarenta. Pero ¿qué te pasa, criatura? -preguntó el cincuenta y cinco. Y el primero a las tres y cuarenta.
anciano compasivo sujetando por un hombro a -Estaba allí, de pie, inmóvil, mordiéndose los labios-.
Evguenia que se tambaleaba-. ¿Estás llorando? ¿No ¡Demasiado tarde! ¿Será posible que no haya nada
puedo hacer nada por ti? qué hacer? No, es demasiado tarde.
- ¡Oh, no! -contestó Evguenia, conteniendo los Pero la estrella roja está allí encendida, día y
sollozos y echando a correr-. Ahora, ya no hay nadie noche, en el portal de la casa de Evguenia. La había
en el mundo que pueda ayudarme. encendido él mismo con sus propias manos y sus
rayos brillaban ahora, como si los tuviera ante sus
Llegó a su casa y hundió la cabeza en la ojos.
almohada, pero no había pasado un momento cuando ¡La hija de un jefe del ejército en semejante
Timur y su pandilla 27
situación! Sin darse cuenta había caído en una rápidamente. La luz venía derecha hacia ellos, se oyó
emboscada. el ruido de un motor. Cegados, cerraron los ojos,
Timur se vistió rápidamente, salió a la calle y retrocedieron contra la cerca, cuando de pronto se
unos minutos después estaba ante la puerta de la casa apagó la luz, paró el motor y apareció delante de
del caballero del pelo blanco. Vio todavía luz en el ellos Timur.
gabinete del doctor. Llamó y le abrieron. - Nikolái -dijo sin saludar y sin preguntar nada-.
- ¿A quién buscas? -preguntó secamente el Tú te quedas aquí y te encargas de que no le pase
caballero sorprendido. nada a la niña. Respondes de ella ante toda nuestra
- A usted -contestó Timur. pandilla. Evguenia, vamos. ¡Adelante, a Moscú! -
- ¿A mí? -El caballero lo pensó un momento y Evguenia dio un grito tan grande como se lo
después extendió los brazos, abriendo la puerta de permitieron las fuerzas que le quedaban, le echó los
par en par-. ¡Entonces, adelante! brazos al cuello a Timur y le dio un beso.
No estuvieron hablando mucho tiempo. - ¡Vamos, Evguenia, vamos! -gritaba Timur,
- Eso es todo lo que hacemos -dijo Timur, con los procurando parecer lo más severo posible-. ¡Sujétate!
ojos brillantes para terminar su relato-. En eso ¡Adelante, en marcha!
consiste nuestro juego y por eso es por lo que ahora Ronqueó el motor, sonó la bocina y la lucecita
me hace falta el nieto de usted, Nikolái. roja no tardó en desaparecer.
El anciano se levantó sin decir palabra. De un Nikolái se quedó allí, desconcertado. Levantó un
gesto brusco cogió a Timur por la barbilla, le levantó palo del suelo, se lo puso al hombro, como un fusil y
la cabeza, le miró a los ojos y salió. dio la vuelta a la casa, donde todas las luces seguían
Se fue a la habitación donde dormía Nikolái y le encendidas.
zarandeó por un hombro. - Sí -mascullaba entre dientes, dando grandes
- Levántate -le dijo-. Han venido a llamarte. pasos. ¡Pero que muy difícil, es la suerte del soldado!
- Pero si yo no sé nada -empezó a decir Nikolái, No hay manera de que te dejen en paz, ni de día, ni
azorado, abriendo unos ojos como platos-. Te de noche.
aseguro, abuelito, que no sé nada de nada.
- Levántate -repitió secamente el doctor-. Ha Eran cerca de las tres de la mañana, el coronel
venido a buscarte uno de tus compañeros. Alexándrov estaba sentado junto a la mesa en la que
aún seguía la tetera, ya fría, y quedaban restos de
En el desván, sobre la paja, rodeando con los salchichón, de queso y de pan.
brazos sus rodillas estaba sentada Evguenia. - Dentro de media hora me marcho -le dijo a
Esperaba a Timur. En su lugar, apareció en el Olga-. ¡Qué lástima, así voy a tener que marcharme
rectángulo de la ventana la cabeza desgreñada de sin haber visto a Evguenia! Olga ¿estás llorando?
Nikolái Kolokólchikov. - Si no sé por qué no ha venido. N o sabes la pena
- ¿Eres tú? -dijo Evguenia sorprendida-. ¿Qué que me da, no puedes imaginarte cómo te esperaba.
vienes a hacer aquí? Ahora se volverá loca de veras, ya lo está un poco.
- No lo sé -dijo en voz queda, todo asustado-. Yo - Olga -dijo el padre poniéndose de pie-. Yo no sé,
estaba durmiendo. Vino él. Me levanté. Me dijo que pero no llego a creer que Evguenia haya podido caer
viniera aquí. Dijo que tú y yo tenemos que bajar al en malas compañías, que la hayan estropeado, que
jardín, delante de la verja. alguien logre hacer con ella lo que le dé la gana. ¡No!
- ¿Para qué? No tiene un carácter así.
- No lo sé. Yo mismo tengo en la cabeza como un - ¡Ya estamos! -dijo amargamente Olga-. Y díselo
ruido, unos silbidos. Te aseguro, Evguenia, que no encima, que no hace más que repetir que tiene el
comprendo absolutamente nada. mismo carácter que tú. ¡Si pudiera ser así! Es lo que
ella se figura, cuando lo que hace, por ejemplo, es
No había a quien pedirle permiso. Su tío pasaba la subirse al tejado y bajar una cuerda por la chimenea.
noche en Moscú. Timur buscó la pila, el hacha, llamó Yo me voy a poner a planchar, y la plancha sube por
al perro y salió al jardín. Se detuvo ante la puerta los aires. Papá, cuando tú te fuiste ella tenía cuatro
cerrada del cobertizo. Miró al hacha, al cerrojo. ¡Ah, vestidos. Dos están ya destrozados. El tercero le está
bien sabía él que aquello no se podía hacer, pero no pequeño y el otro, por ahora, no dejo que se lo ponga.
había otra solución. De un solo golpe arrancó el Entre tanto, le he hecho yo misma otros tres nuevos.
cerrojo y sacó la motocicleta del cobertizo. Pero todo lo que se pone no dura ni una semana.
- ¡No te enfades! -dijo melancólicamente, Siempre anda cubierta de cardenales, de arañazos.
poniendo una rodilla en tierra junto al perro y Ella, claro, después se te presenta con su sonrisa, con
acariciándole la cabeza-. No se podía hacer otra cosa. sus grandes ojos azules y naturalmente, todo el
mundo dice que es una maravilla, una verdadera flor.
Evguenia y Nikolái estaban esperando junto al ¡Si es una flor que la tocas y pincha! Papá, no te
portillo. Desde lejos vieron una luz que se acercaba vayas a imaginar que tiene el mismo carácter que tú.
28 Arkadi Gaidar
Ahora, sólo falta que, encima, se lo digas. Se estará Se fue al teléfono, marcó el número y por el
tres días danzando en lo alto de la chimenea. auricular se oyó una pausada voz metálica:
- Bueno -dijo el padre en tono conciliador, - Las tres y cuatro minutos.
abrazando a Olga-. Ya se lo diré. Se lo escribiré, pero Evguenia miró a la pared y dijo con un suspiro:
tú, Olga, no seas demasiado severa con ella. Dile que - No se adelanta más que un minuto. Papá,
la quiero mucho, que la recuerdo, que no tardaremos llévanos corítigo a la estación. Te acompañamos.
en volver y que, por ser hija de quien es, no debe - No, Evguenia, eso no es posible. Allí no podré
llorar aunque yo esté lejos. ocuparme de vosotros.
- De todas maneras llorará -dijo Olga, - ¿Por qué? ¿Ya debes tener tu billete?
abrazándose a su padre-. Yo también soy hija tuya y - Claro que lo tengo.
también lloraré. - ¿En primera?
El padre miró al reloj, se acercó al espejo, se puso - Claro que en primera.
el correaje y se estiró el uniforme. De pronto se oyó - ¡Ah, con lo que yo hubiera querido irme contigo
un portazo. Se entreabrieron las cortinas. Con los lejos, muy lejos, y en primera...!
hombros encogidos, como quien se dispone a saltar
por la ventana, apareció Evguenia. Pero la estación no estaba en la ciudad, era como
Pero en lugar de dar un grito, un salto de alegría, una de esas grandes estaciones de mercancías donde
se acercó sin ruido y ocultó en silencio el rostro entre maniobran las locomotoras y los vagones. Vías,
los brazos de su padre. Tenía la frente cubierta de agujas, trenes. No se veía un alma. El tren blindado
barro, el vestido todo manchado y arrugado. Olga, estaba formado. Se abrió uno de los postigos
espantada, preguntó: metálicos, apareció y volvió a desaparecer un
- ¿Evguenia, de dónde vienes? ¿Cómo has podido maquinista iluminado por las llamas. En el andén,
venir? enfundado en su cuero, estaba el padre de Evguenia,
Sin volver la cabeza, Evguenia movió una mano el coronel Alexándrov. Se acercó un teniente, saludó
como diciendo: y preguntó:
"Espera... Déjame en paz... No preguntes nada... " - Mi coronel, ¿se da la señal de salida?
El padre levantó a Evguenia en brazos, se sentó en - Sí, vamos. -El coronel miró el reloj-: las tres y
el sofa y la instaló sobre sus rodillas. La miró, le cincuenta y tres. Tenemos orden de salir a las tres y
limpió con la palma de la mano el barro que le cubría cincuenta y tres minutos.
la frente. El coronel Alexándrov se acercó a su vagón y
- ¡Muy bien, hija! ¡Eres una mujercita de verdad! miró en torno suyo. Amanecía, el cielo se iba
- Pero estás toda cubierta de barro, ¡tienes toda la cubriendo de nubes. Puso la mano en la barra de
cara negra! ¿Cómo has podido venir? -volvió a metal, húmeda de rocío. Se abrió ante él la pesada
preguntar Olga. puerta. Con el pie en el peldaño se dijo a sí mismo
Evguenia señaló con la mano hacia las cortinas y con una sonrisa:
Olga vio a Timur. Se estaba quitando los guantes de - ¿En primera? Claro que en primera.
chófer. Con una gran mancha amarilla de aceite en La pesada puerta de acero se cerró tras él con
una sien, tenía el rostro sudoroso y cansado del estrépito. Poco a poco, sin sacudidas ni chirridos, la
trabajador que ha cumplido honrosamente con su enorme masa de acero se puso en marcha y fue
deber. Inclinó la cabeza para saludar a todos. tomando velocidad. Pasó la locomotora. Pasaron las
- Papá -dijo Evguenia bajándose de las rodillas de torres de los cañones. Moscú quedó detrás, envuelto
su padre y acercándose a Timur-. No creas lo que te en la niebla. Se apagaron las estrellas. Despuntaba el
digan. Nadie sabe nada. Te presento a Timur, que es día.
muy buen amigo mío.
El padre se levantó y, sin pensarlo, estrechó la A la mañana siguiente, cuando al volver a su casa,
mano a Timur. Una sonrisa de triunfo pasó Gueorgui no encontró allí ni sobrino, ni motocicleta,
fugazmente por el rostro de Evguenia y un momento decidió definitivamente enviar a Timur a casa de su
miró con inquisidora curiosidad a su hermana. Olga, madre. Se sentó a escribirle una carta, cuando por la
desconcertada, sin comprender todavía lo que había ventana vio venir a un soldado.
ocurrido, se acercó a Timur: El soldado sacó un sobre y preguntó:
- En ese caso, somos amigos... - ¿El camarada Garáev?
- El mismo.
No tardaron en dar las tres. - ¿Gueorgui Garáev?
- Papá -dijo Evguenia azorada-. ¿Te vas ya? Ese - El mismo.
reloj adelanta. - Tome usted la carta y firme aquí.
- No, Evguenia, es exactamente la hora. El soldado se marchó. Gueorgui miró el sobre y
- Papá, te aseguro que tu reloj se adelanta silbó: había comprendido. Ahí estaba lo que él
también. esperaba desde hacía ya tiempo. Abrió el sobre, leyó
Timur y su pandilla 29
acordeón, añadió- bueno, qué se le va a hacer, puesto El le apretó la mano entre las suyas:
que hay que despedirle, despidámoslo con música. - ¡Quién sabe... la suerte decidirá!
Salieron a la calle. Olga tocaba el acordeón. La Silbó la locomotora y la orquesta lo cubrió todo
acompañaba un redoble infernal de botes, latas, palos con un ruido atronador. Se había ido el tren. Olga
y botellas en improvisada orquesta y no tardó en estaba pensativa. En los ojos de Evguenia brillaba
surgir una canción. una gran felicidad que ella misma no llegaba a
Avanzaban por las verdes calles y cada vez se les comprender.
unían más y más gentes. Al principio no Timur procuraba no dejar trasparentar su
comprendían a qué se debía aquel ruido infernal, ni a emoción.
qué venía aquella canción. Pero una vez entendido - Ahora yo también me he quedado solo -dijo con
sonreían y, unos sin decirlo, otros en alta voz, voz apenas demudada, pero en seguida se enderezó
deseaban buena suerte a Gueorgui. Cuando llegaron para añadir-: Pero no, mañana llega mamá.
al andén, un tren militar pasaba sin detenerse en la - ¿Y yo? -gritó Evguenia-. ¿Y ellos? -dijo,
estación. señalando a los compañeros-. ¿Y esto? -dijo,
En los primeros vagones iban soldados. Todos apuntando esta vez con el índice a la estrella roja.
gritaron deseándoles buen viaje, y agitaron las manos - Puedes estar tranquilo -le dijo Olga, saliendo de
saludando. Seguían las plataformas descubiertas con su melancólica meditación-. Tú has pensado siempre
los furgones. Después, los vagones con los caballos; en los demás, ahora serán los demás quienes
se les veía agitar las cabezas y mascar el heno. pensarán en ti.
También a los caballos les gritaron hurras. Al final, Timur levantó la cabeza. Hasta en aquella ocasión
pasó rápidamente una plataforma, en la que iba algo ¿cómo podía contestar de otra manera aquel chico tan
grande y anguloso cuidadosamente envuelto en una bueno y tan sencillo?
lona gris. Al lado, sacudido por los vaivenes del tren, Miró a sus camaradas y dijo con una sonrisa:
estaba plantado un centinela. Acabaron de pasar las - Aquí estoy... mirándoles a todos. Todos están
plataformas y llegó el tren. Timur se despidió de su bien. Todos están tranquilos. Lo cual quiere decir que
tío. yo también estoy tranquilo.
Olga se acercó a Gueorgui. 1940
- ¡Hasta pronto!