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Tenemos solamente algunas pistas indicadoras: Él había canalizado dineros propios y ajenos
en varias obras similares: una casa de ejercicios espirituales en la ciudad episcopal, becas
para los seminaristas de Querétaro y Guadalajara, el orfanato de Niñas Pobres, la capilla de
la Purísima Concepción en la iglesia de Guadalupe.
El cargo de superior general , en aquel mes de octubre, estaba vacante. El padre Nicolás
Mauron había muerto en el mes de julio y al frente de la Congregación estaba, con el título
de vicario general, el padre Matías Raus, el cual en marzo del siguiente año 1894, fue elegido
para superior general. Pero además, la carta no llegó a manos del destinatario; de ella tenemos
noticias por una de las cartas que le siguieron. Para las dos cartas que se nos conservan hay
un intermediario romano: Enrico Angelini que es un residente en la ciudad de Roma. El día
3 de enero de 1895, el romano Angelini escribe al padre Matías Raus residente en Roma una
carta que comienza así:
Figueroa está ya enterado de que muy recientemente han ido a Brasil fundadores holandeses
(1893) a Río de Janeiro y alemanes (1894 octubre) a Sao Paulo. Tiene ya también una
negativa del padre Raus y la comenta así:
“Por eso me consuela la esperanza que me da, de que, cuando crezcan los
jóvenes y la congregación sea más numerosa, la fundación pueda efectuarse”.
La misma carta de Angelini trasmite a Raus varias informaciones acerca de la población que
recibirá a los misioneros (Querétaro), de la ayuda económica con que podrán contar (“las
leyes de reforma quitaron a la iglesia el derecho de poseer bienes inmuebles”) y de la
situación jurídica en que se devolverán “(el gobierno civil es abiertamente hostil a cualquier
instituto religioso”); la fundación tendrá que hacerse “bajo las apariencias de clérigos
particulares que vienen a dar misiones”. Y termina manifestando preferencias: “Nos gustaría
que la fundación nos viniera de España o de alguna República del Sur donde se habla
español”.
La respuesta de Raus se retrasó más de cuatro meses. El día 13 de mayo escribió a Angelini
para que Angelini comunicara a Figueroa: Solo hemos recibido de él dos cartas de modo que
la fundación en Brasil se planeó antes de que las cartas llegaran. Los fundadores en Brasil
han sido alemanes de Baviera; siendo casi todos de edad avanzada: “con dificultad hubieran
logrado imponerse eficientemente en el conocimiento del español”. España y los países de
habla española están en periodo de crecimiento; muchos allí son franceses. “Solo en España
comienza a haber padres nativos; pero no están bastante maduros para ser superiores o para
irse a países nuevos”.
Angelini ya no escribió más cartas ni a Raus ni a Figueroa. Pero el asunto de Querétaro siguió
sobre la mesa de Raus, por lo menos, hasta el 6 de enero de 1896. Ahora el interlocutor era
el padre Antonio Jenger, superior viceprovincial en América del Sur; tal viceprovincia
abarcaba cuatro países: Ecuador, más al sur Perú y todavía más al sur Chile; al norte está
Colombia; un total de seis residencias. En su carta del 29 de septiembre del mencionado año
1895, Jenger comunicaba a su superior general: En Ecuador, la revolución triunfó con Eloy
Alfaro a la cabeza. Él es un “canalla y francmasón a lo máximo”. Se anuncia persecución
religiosa y robo de bienes de manos muertas a los eclesiásticos. Surge la pregunta lógica:
¿Qué haremos en caso de expulsión? Y adelanta una solución: Repartir los congregados que
están en Ecuador (en Riobamba y Cuenca), en las casas que hay en Perú, en Chile y en
Colombia. La respuesta de Raus es del 14 de noviembre del mismo año 1895. Reconoce el
peligro al que se enfrentan las dos casas de Ecuador. Ofrece algunas soluciones para el caso
de expulsión y es en ese contexto donde dice:
El mismo Raus es consciente de un gran obstáculo: la distancia desde Ecuador hasta México
es mucha. Él lo enfrenta así: “Es cierto que México está muy lejos de esas regiones. Sin
embargo, la comunicación através del mar de la Antillas con Veracruz no parece difícil. Y
en México los ferrocarriles son más comunes que en América del Sur”. Concluye así el tema:
“Quise tocar este asunto sólo como una indicación para una posible eventualidad”.
Entrados ya en el año 1896, el día de la Epifanía, Jenger desde Lima escribe a Raus. El no
participa de su optimismo respecto a fundar una residencia en la República Mexicana y dice:
En su carta última a Raus, Jenger apuntaba que la persecución de Alfaro se veía como un
poco lejana. La alarma de los eclesiásticos por una posible persecución fue prematura. Será
ya en pleno siglo XX cuando (1906) se promulgue la constitución que establece la separación
de la iglesia y el estado y cuando (1908) se ejecute la nacionalización de los bienes de la
iglesia. De momento, pues, los redentoristas de Ecuador no necesitaron salir del país.
En la carta del padre Raus (1895 mayo 13), los redentoristas de España son presentados como
demasiado jóvenes “para ser superiores o para irse a países nuevos”. Uno de esos jóvenes es
el padre Pedro Pérez; de edad tiene 29 años; de haber recibido el sacerdocio, tres. Es profesor
de filosofía en Astorga y en octubre de este año 1896 es destinado a la isla de Puerto Rico en
donde hay redentoristas desde 1886. Es cierto, no va como superior ; va a aumentar el número
de congregados. Es oportuno mencionarlo aquí pues dentro de doce años (1908) él será el
superior de los redentoristas en México; él no está propiamente en la línea de sucesos
provocados por el canónigo Figueroa el cual terminará sus días el 26 de agosto de 1905.
1.2.Hechos que precedieron inmediatamente al establecimiento de la Congregación
en México
Nuevamente, antes de que concluyera el siglo XIX, se dieron pasos para que hubiera
redentoristas en México. Tales pasos de distribuyen en el largo periodo que va de 1899 a
1908. Nueve años de proyectos y de esperas. Podemos apuntar cuatro nombres de
eclesiásticos interesados en el establecimiento de la Congregación: José Joaquín Araoz,
Francisco Plancarte Navarrete, Joaquín Arcadio Pagaza, Francisco Orozco Jiménez.
En el año anterior, 1899, los redentoristas de España habían iniciado la publicación de una
revista mensual dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro. Por un camino desconocido para
nosotros, algún boletín de propaganda llegó a conocimiento del licenciado Araoz en virtud
del cual entró en comunicación epistolar con el director de la revista, el padre Rudesindo
Ruiz Abad. Sería iniciativa del padre Ruiz, sería del licenciado Araoz , en alguna de aquellas
cartas se formuló la pregunta de si podría haber redentoristas en la República Mexicana. Don
Joaquín se alegró de que ello fuera posible y lo guardó en su corazón.
Su regreso a México incluía el paso por Madrid. Se entrevistó con el superior provincial,
padre Runner, el cual le dio fundadas esperanzas de que sus deseos se realizarían.
Largo había sido el viaje. Era ya el año 1901 y quería estar en México para la celebración de
las Navidades de ese año. Y, con la intención de preparar la acogida de los misioneros, se
puso en comunicación con sus dos amigos obispos: Monseñor Joaquín Arcadio Pagaza (de
Veracruz) y Monseñor Francisco Plancarte Navarrete (de Cuernavaca).
Monseñor Pagaza (1839-1918) era nativo de Valle de Bravo (estado
de México) y había hecho la carrera sacerdotal en el seminario del
arzobispado de México por los mismos años que Araoz. Tiene
lugar propio en la literatura nacional como autor de “murmurios
de la selva” (1887). Era obispo de Veracruz (con residencia en
Jalapa) desde 1895. Probablemente él no tuvo la iniciativa de
llamar a los redentoristas y se limitó a respaldar los proyectos de
su amigo el padre Araoz.