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INTRODUCCION
Cuando nos referimos a hechos históricos, en general lo hacemos
apuntando a acontecimientos, realizaciones o creaciones de la humanidad.
Es poco común que una respuesta negativa, con un simple monosíla-
bo pueda trascender en la historia de una nación. Pero, curiosamente,
haremos referencia a un “NO” trascendente: trataremos la respuesta
negativa del Dr. Enrique Jacobsen, ante la solicitud de un sacerdote, de que
abjurara de sus principios masónicos en los últimos momentos de su vida,
hace ya más de 150 años.
Para componer el trabajo tomaremos referencias de prestigiosos
historiadores. También algunos particulares, interesados en el tema, han
escrito algunas reflexiones que nos resultarán particularmente útiles e
importantes.
El objetivo perseguido es el encuentro de los valores que puedan
destacarse en la personalidad de Enrique Jacobsen. Todos los trabajos
históricos sobre el “Caso Jacobsen” describen los hechos y sus consecuen-
cias sociales y políticas, reflejadas éstas en las polémicas periodísticas de la
época. En ningún caso se hace una valoración de la actitud de Jacobsen,
que dio comienzo al proceso que condujo al Uruguay a ser un país laico.
Para encontrar esa valoración es necesario conocer la realidad del
momento en lo que se refiere a las relaciones de la Iglesia y la Masonería, a
todos los niveles: internacional, nacional y local. El suceso se produjo en
San José de Mayo, por lo que fue en ésta ciudad que se inició el camino
hacia la separación de Estado e Iglesia.
Para los orientales, el tema en cuestión tiene su primera expresión
escrita en las Instrucciones de 1813, reflejo del pensamiento artiguista,
cuando enuncia:
“Artículo 3: Promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión
imaginable.” “Artículo 4: Como el objeto y fin del Gobierno debe ser
conservar la igualdad, libertad y seguridad de los ciudadanos y los Pueblos,
cada provincia formará su gobierno bajo esas bases…”
Estamos en el siglo XXI, han pasado más de 200 años de esta
propuesta establecida en las Instrucciones del año 1813. Cuando en el
Congreso de Abril se hizo esta expresión de principios de convivencia para
los orientales, quedó señalado el camino a recorrer en la historia para
conquistarlos.
No importan los años, décadas o siglos que pueda demorarse. Mien-
tras no se manifiesten o desarrollen mejores ideas que sustituyan a las
expresadas, serán ellas el objetivo a lograr y conservar.
Para que pueda ser posible su realización es necesaria la coherencia
en las decisiones políticas sobre el tema, superando paulatinamente las
contradicciones.
Para ello no existía y no existe otra posibilidad que el camino de la
Laicidad.
El 30 de junio de 1830, la Asamblea General Constituyente y
Legislativa de la República aprobó el “Manifiesto de los Constituyentes a los
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EL DR. ENRIQUE JACOBSEN: DATOS BIOGRAFICOS
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De ese matrimonio nació un hijo llamado Enrique Bernardo Jacobsen
del Pino, quien contrajo enlace con Josefina González, hija de Alejo Gonzá
lez y Carmen Peláez, el 3 de octubre de 1887. De este matrimonio nacie
ron tres hijas en la ciudad de Montevideo: Enriqueta Josefina (04/02/1889),
Delia Josefina (01/11/1895) y Esmeralda Cristina (11/06/1897).
En cuanto a su formación filosófica, debe consignarse que además
de católico era masón, integrante de la Logia Dupla Alianza Nº 15, fundada
en 1857, habiendo alcanzado el grado de Maestro Masón.
En los primeros meses del año 1861 padecía una enfermedad termi
nal y se hallaba en una penosa situación económica. Tanto es así que
recibía ayuda pecuniaria de sus amigos. Su formación profesional y filosófi
ca lo llevó a poseer un alto nivel cultural y una sólida personalidad.
La muerte de este hombre se produjo en circunstancias excepciona
les, en abril de 1861, casualmente al tiempo de la muerte del ex Presidente
de la República Gabriel Antonio Pereira (presidente desde 1856 hasta
1860), quien también era católico y masón.
Es necesario conocer el contexto social en el que se desenvolvieron
los hechos, pues permitirá una mejor interpretación de las consecuencias.
De esta forma, con esta información, será posible comprender el comporta
miento de cada uno de los involucrados
Desde la fecha de su casamiento, apenas transcurren dos años hasta
la fecha de su fallecimiento, de la que no existe certeza, apareciendo
contradicciones sobre el día exacto de su muerte.
El Libro de Sepulturas del Cementerio Central registra que el día 15
de abril de 1861 fue sepultado Enrique Jacobsen, de 45 años de edad,
oriundo de Dinamarca, casado, en el sepulcro Nº 319.
Es necesario conocer el contexto social en el que se desenvolvieron
los hechos, para permitir una mejor interpretación de las consecuencias.
De esta forma, con esa información, será posible comprender el
comportamiento de cada uno de los involucrados
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"Entre las numerosas maquinaciones y medios por los cuales los enemigos
del nombre cristiano se atrevieron a atacar a la iglesia de Dios, e intentaron
aunque en vano, derribarla y destruirla, hay que contar, sin lugar a duda, a
aquella sociedad perversa de varones, llamada vulgarmente "masónica': la
cual, encerrada primero en las tinieblas y la oscuridad, acabó luego por salir
a la luz, para la ruina común de la Religión y de la Sociedad humana."
"Apenas nuestros antecesores, los Pontífi
ces Romanos, fieles a su oficio pastoral,
descubrieron sus trampas y sus fraudes,
juzgaron que no había momento que perder
para reprimir, por su autoridad, condenar y
exterminar como con una espada, esta Sec
ta criminal que ataca tanto las cosas santas
como las públicas."
Con esta postura papal se extendía a
todo el mundo católico la orden de intoleran
cia, de agresión y combate hasta el extermi
nio.
Desde el siglo XVIII, desde la institu
cionalización de la Masonería y después con
los principios que inspiraron la Revolución
Francesa, la Iglesia consideró enemigos a
aquellos que promovían la Libertad en todos
__...-, los aspectos y en particular, en lo religioso.
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Trazado del 15 de marzo de 1858 de la Logia Dupla Alianza
comunicando al Supremo Consejo el listado de sus oficiales
figurando el Hermano Enrique Jacobsen en el cargo de
Maestros de Ceremonias Arquitecto. Aclarando poseer el
Grado 30"
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A continuación transcribimos el Acta de la Logia del día 13 de abril de
1861, que se refiere a los últimos momentos de vida y a la muerte de
Jacobsen, detallando su forma de actuar, la conducta de los curas y la
respuesta de los masones de San José.
“…El Venerable declaró que el objeto principal de esta Tenida era para
conocer la pérdida del Maestro Enrique Jacobsen, y los funestos incidentes
que, a consecuencia de las temerarias pretensiones del Cura Manuel
Madruga, habían ocurrido; que el Hermano Enrique Jacobsen estando
sumamente enfermo y grave, había pedido un confesor, y al efecto se
presentó el cura Manuel Madruga, y dirigiéndose al Hermano Jacobsen le
dijo que tenía noticias de que era Masón, y su ministerio le imponía el
imprescindible deber de exigirle todos los papeles, diplomas y demás
documentos que existieran en su poder pertenecientes a la Masonería, a lo
que contestó el Hermano Jacobsen, que la exigencia que le hacía no la
consideraba justa, y que además, había entregado a sus asociados,
todo lo que le solicitaba. Enseguida le volvió a manifestar que para
confesarlo, era necesario que hiciese una retractación pública, porque
pertenecer a una Sociedad que estaba excomulgada y que como acólito,
había ofendido a la Iglesia.
Entonces el Hermano Jacobsen le contestó que no abjuraba de la
Masonería porque sus convicciones le indicaban que esa Asociación
en nada ofendía a la Iglesia ni a Dios, y que moriría tranquilo porque su
conciencia le dictaba que no debía manifestar los secretos de la
Masonería, porque en nada en absoluto atacaba a la religión.
Entonces el cura Madruga se colocó en la puerta de la habitación, y
con la mayor energía comenzó a gritar, dirigiéndose al cadavérico Hermano
Jacobsen, que si no abjuraba de la Masonería su alma estaba condenada, y
que si moría iría a lo profundo de los infiernos, y su cuerpo hecho
cadáver sería arrojado al muladar, que la Iglesia cerraba sus puertas
negando todo beneficio y ceremonias religiosas, no sólo a él, sino a todos
los Masones que no se retractasen, y con éstas palabras y en presencia de
la familia de Jacobsen, Madruga dijo que no volvería si aquel hombre no
cambiaba de parecer.
A los pocos días siguientes, pidió nuevamente Jacobsen confesarse,
reclamando a un familiar que no recibiese al imprudente cura Madruga,
porque con sus insultos había agravado más su enfermedad, y
cumpliendo su esposa con las recomendaciones, vino el teniente cura fray
Juan González. Se dirigió al enfermo y le dijo que antes de proceder a la
confesión, era preciso firmase aquel papel con nombre y apellido, a lo que
rehusó el Hermano Jacobsen, preguntando que objeto tenía tan inicua
pretensión, y entonces fray Juan le dijo que todo Masón debía abjurar
de la Masonería y siguió profiriendo las mismas palabras de su superior
Madruga, retirándose sin obtener su pretensión.
A los pocos momentos, dejó de existir el Hermano Jacobsen
como un verdadero Masón. Sin embargo, de que ya había algunos
Hermanos de Jacobsen, en el acto fue rodeado por muchos Masones y allí
mismo se acordó nombrar una comisión compuesta del suegro de Jacob-
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sen, don Manuel Álvarez del Pino, el Venerable Maestro y el Secretario de la
Logia, con el objeto de pasar por lo del cura, a fin de que doblasen las
campanas por el alma del Hermano Jacobsen.
En efecto, la comisión se presentó en la casa del cura Madruga, quién
con palabras hirientes, les dijo que eran inútiles toda clase pretensiones,
que la Iglesia estaba cerrada para el Sr. Jacobsen que había muerto en
pecado mortal, que lo arrojasen donde pudiesen, pues, además de no
hacer la Iglesia ninguna ceremonia religiosa fúnebre, no sería sepulta-
do en el cementerio público, y que se afirmaba en participarles en todo
lo que habían hecho él y el teniente cura, con el fin de haber renunciado el
camino de la religión, el impenitente Jacobsen.
In continente (inmediatamente) pasó la comisión al domicilio del Jefe
Político Hermano José Sienra a imponerle de lo pasado, y el Hermano
Sienra que él no tenía instrucciones del Superior Gobierno para obrar en
causa semejante, que sin embargo, iba a comunicar al Gobierno tan
lamentable acontecimiento.
Entonces la comisión le contestó tuviera a bien expedirle una licencia
para conducir el cadáver del Hermano Jacobsen a la Capital y además de
haber accedido, propuso una casa como depósito del cadáver, y habiendo
dado las gracias, los integrantes se retiraron. Estas fueron las palabras con
que el Venerable Maestro informó al Taller. Acto continuo se nombró una
Comisión compuesta por los Respetables Hermanos Félix R. Blanco—
Joaquín Freire—Agustín Lafuente—Luciano Larriera e Isidoro Villanueva,
con el efecto de conducir a la Capital el cadáver, y se resolvió hacer conocer
al Supremo Consejo el hecho ocurrido en el Valle de San José.” (Ver 5, pág.
309)
Estos hechos provocaron una gran exaltación en los ánimos de los
masones locales, que decidieron llevar el cadáver a la capital, donde se
agravaría el conflicto, velándolo en casa del senador Narciso del Castillo, un
distinguido masón.
Contando con el acuerdo del cura de la iglesia Matriz Juan José Brid,
que también era senador y con afinidad masónica, fueron llevados los restos
a la Catedral Capitalina para oficiar la misa de difuntos. De inmediato el
Vicariato Apostólico, Jacinto Vera, prohibió que el cadáver ingresara a la
Iglesia y aún que se le diera sepultura eclesiástica. Cuando el cortejo llegó
hasta la Matriz el cura Brid exhibe la prohibición de sus superiores, ante lo
que se produce un tumulto en el atrio.
Finalmente el cuerpo del Dr. Enrique Jacobsen fue conducido al
Cementerio Central en el que recibió sepultura, sin permiso de la Iglesia,
pero con la autorización de la autoridad civil. La Iglesia consideró que el
Gobierno invadía sus fueros por lo que envió una nota al presidente Berro
que decía: “El cementerio público y católico ha sido escandalosamente
violado contra las leyes canónicas, civiles y administrativas, inhumando en
él el cuerpo de un individuo que ha muerto, no sólo fuera del gremio de la
Iglesia, sino desconociendo sus leyes hasta el último instante de su
fallecimiento.”.
El Vicario pedía la exhumación del cadáver y mientras ese extremo no
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nuestra comunidad cristiana, católica, romana? ¿Cuándo se ha visto en
Montevideo un hecho de semejante naturaleza? ¿Ignora el Sr. Vicario que
toda la vida, desde los tiempos primitivos de la fundación de esta ciudad, ha
habido en ella franc-masones, de lo más respetable de esta sociedad, y que
medio pueblo es franc-masón en el día, tan cristiano y tan católico como
puede serlo el mismo Sr. Vicario, sin que jamás se le hubiese ocurrido a
ningún prelado negarle sepultura o los auxilios de la religión y la entrada a la
Iglesia de sus cuerpos inanimados?
Masones eran el Padre de los Pobres, D. Francisco Antonio Maciel, el
benéfico Cipriano de Mello, D. Nicolás Herrera, D. Santiago Vázquez, D.
Francisco Joaquín Muñoz, el Dr. Otaegui, el Gral. Rondeau, el Gral. Garzón,
el Gral. Oribe, D. Juan Benito Blanco, D. Silvestre Blanco, el Dr. Vilardebó,
el Dr. Muñoz, D. Manuel Luna, D. Joaquín Sagra y Periz, D. José Massera,
D. Pedro Pablo Bermúdez, y tantos otros ciudadanos eminentes y respeta-
bles, que han muerto como cristianos sin que a nadie se le ocurriera la pere-
grina idea de reputarlos fuera de la comunidad católica, como al Sr. Vicario,
negando a un Franc-Masón lo que no puede negarse a ningún cristiano, lo
que no ha podido negar al Dr. Enrique Jacobson.”
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SEMBLANZA DE ENRIQUE JACOBSEN
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LA HISTORIA DE ENRIQUE JACOBSEN: SIGNIFICACIÓN
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TRASCENDENCIA DE LOS SUCESOS
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Dice tu acta de matrimonio que eras natural de Dinamarca. Eras un
inmigrante protestante que renunciaste a tu religión, para convertirte a la
católica. Fuiste bautizado en la capilla de la Caridad, en Montevideo.
Recibiste el sacramento del matrimonio, en San José de Mayo, el 12
de marzo de 1859, al casarte con la vecina de esta villa Leonor del Pino.
Además de católico eras Masón, integrante de la Logia Dupla Alianza,
habiendo alcanzado el grado de Maestro.
Poco tiempo después, a principios de 1861, padecías una enferme-
dad terminal que te impedía ejercer tu profesión de médico. Cuando perci-
biste que estabas en los últimos momentos de tu vida, solicitaste los auxilios
de la religión y la presencia del cura párroco. Este te exigió que renunciaras,
que abjuraras de tu condición de masón, para prestarte sus servicios. Tu
respuesta fue breve pero enorme: NO. Mientras esto sucedía aquí, en
Montevideo se realizaba el velatorio y sepelio de un acaudalado
ex-Presidente de la República, también Hermano Masón y católico, con to-
dos los honores religiosos, civiles y militares.
El 15 de abril de 1861 se produce tu muerte. Luego del velatorio,
encaminaron el cortejo fúnebre hacia el cementerio local a fin de proceder a
tu entierro. Pero, nuevamente, allí aparece la figura del cura párroco, quien
en forma autoritaria e inflexible comunica al cortejo que no autorizaba tu en-
tierro por “no haber muerto en la gracia de Dios”. Ante el desconcierto de
familiares y amigos, tu cuerpo fue llevado a Montevideo donde el Vicario
Apostólico mantuvo la misma postura que el cura de San José de Mayo,
impidiendo tu sepultura. Es entonces que la autoridad civil, el Gobierno,
decreta el permiso para fueras sepultado.
El NO de tu respuesta al cura tuvo un solo objetivo: conservar tu
libertad de pensamiento, tu dignidad e integridad personal. Hermano Enri-
que: te encontraste acorralado por un lado por la muerte, por otro por la
iglesia y por otro, al no poder trabajar, por la penurias económicas, pero
supiste elevarte por encima de todos estos obstáculos, tomando una
decisión para trascender como una persona ejemplar, conservando tu
integridad espiritual católica y masónica. Lo que nunca pensaste fue que
este acto, trascendente, provocaría un cambio en la Historia Nacional
dirigido hacia la realización del principio de libertad religiosa. Te transfor-
maste, sin proponértelo, en un referente para los Masones, para los católi-
cos, para los vecinos de la Ciudad de San José de Mayo y para este país
que avanzaba hacia el logro de los principios enunciados y aceptados desde
1813. La respuesta del Gobierno fue dictar, tres días después, el 18 de abril
de 1861, un histórico decreto de secularización de los cementerios.
Tu NO, inconmensurable, fue el suceso que inició el largo proceso
que conduciría a consolidar lo que hoy disfrutamos: el Uruguay Laico, y a
considerar la laicidad como una condición indispensable para la libertad de
pensamiento y su expresión. Algunos historiadores señalan, equivocándose,
que el punto de partida fue la negativa de la Iglesia a darte sepultura, sin
darle la jerarquía que corresponde a tu sabia y valiente respuesta. Si hubie-
ras respondido con un sí, todo se hubiera mantenido igual y no se hubiera
iniciado el recorrido de la sociedad uruguaya hacia la conquista de la
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laicidad.
Quiero valorar tu NO en su real dimensión. En primer lugar, muestra
que tenías una personalidad íntegra, sólida, segura de tus valores. En los
momentos más difíciles fuiste fiel a ti mismo, no te entregaste al bajo precio
de la necesidad y de la desesperación. Como médico, estuviste asociado
con la muerte durante tu vida, por lo que no era posible considerar que el
temor a la misma te hiciera abandonar tus más caros principios espiritua-
les.
En segundo lugar, aún hoy son más valoradas las consecuencias de
tu actitud que la actitud misma. Las consecuencias, impensadas para ti,
tuvieron efectos sociales y políticos, influyendo positivamente en la vida
futura de los uruguayos. Tu actitud personal muestra una figura ejemplar,
en la cual la dignidad y la fidelidad son las abanderadas.
Tu NO, Hermano Enrique Jacobsen, para ti fue un acto de verdadera
realización personal y para la sociedad uruguaya fue, sin dudas, la
máxima demostración de lo que es la libertad de pensamiento.”
Setiembre 20 de 2013.
Setiembre 20 de 2014.
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INDICE
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Introducción ……………………………………………………... 3
Bibliografía ………………………………………………………. 25
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