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Caso Aplicativo PDF
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Ivo, joven limeño de porte atlético que por entonces tenía treinta años, cinco
menos que Bernardino; era además un excelente conversador. Desde muy joven había
trabajado en el Jockey Club en varias ocupaciones y, a pesar de que sólo había
culminado con dificultad la instrucción secundaria, el contacto permanente con los
socios lo había hecho crecer como una persona de buen trato. Ocasionalmente,
Bernardino al igual que otros socios que se encontraban en el Hipódromo invitaban a
Ivo a que comparta la mesa con ellos, cuando bebían una taza de café. Fueron esos
ratos los que tejieron la amistad entre Bernardino e Ivo.
Una tarde, mientras paseaba por Gamarra descubrió un local vacío. Era chico, de
unos 45 m2 pero estaba bien ubicado. Averiguó quién era el dueño, lo visitó y decidió
alquilarlo. Allí se instalaría Vicky Rocío, la mejor tienda de ropa, la cual contaría con
dos vitrinas donde se podían exhibir todos los productos que fabricaban, desde polos
y pantalones hasta ternos y vestidos de novia.
Ivo colaboró en la etapa de acabados del local, y tomó parte en todos los
preparativos y detalles para el lanzamiento. Él y Bernardino ensayaron la preparación
de las prendas; además se contrató a Isaac para que elaborara las estructuras de la
trastienda y a una simpática chica para que tomara los pedidos de los clientes y
cobrara.
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Por fin, se inició la operación. Todos los días por la mañana, Bernardino se reunía
con Ivo e Isaac en el local antes de irse a trabajar. Ivo se encargaba, junto a Isaac de
hacer la limpieza matutina y preparar todo para la atención. Luego se bañaba y se
ponía impecable para recibir al público, coincidiendo con la hora en que llegaba la
chica.
El éxito no se hizo esperar. Al cabo de pocas semanas Vicky Rocío era conocida
como la mejor tienda de ropa de Gamarra y alrededores, y era visitada por todo Lima.
Sin duda, Ivo era la pieza clave en el éxito. Cualquiera fuera el momento en que
Bernardino llegara al local, encontraría a Ivo atendiendo amablemente a los clientes,
limpiando los espejos o haciendo alguna reparación, muy rara vez lo hallaba
descansando. Al cabo de un año la demanda creció a tal nivel que Bernardino decidió
ampliar el horario, contratar definitivamente a Isaac, quien hasta la fecha sólo era un
empleado temporal, a un segundo ayudante llamado Fico y , finalmente, a otros dos
muchachos para que desempeñaran las mismas funciones de Isaac, así la tienda
atendería al público de lunes a domingo en horario corrido de 9 de la mañana a 11 de
la noche.
Tanto Isaac como Fico trabajaban diez horas diarias juntos durante las horas pico
y Bernardino se encargó de que fueran los trabajadores de su ramo mejor pagados en
Gamarra. Ivo, como supervisor de ambos, además de los premios extra que
Bernardino le entregaba por su desempeño sobresaliente, gozaba de prestigio en la
ciudad y admiración general.
Uno de los insumos que más le preocupaba controlar era la tela. Según el
procedimiento actual, el representante de la tela dejaba semanalmente la materia
prima en el local y el viernes entregaba su factura consignando el peso, que sumaba
cerca de setenta kilos por semana.
Los ayudantes preparaban la tela, hacían el diseño y estampaban el dibujo en la
tela bajo la supervisión de Bernardino, y los acomodaban para la venta del día
siguiente. Lo que faltaba era establecer un procedimiento para definir la proporción
entre la cantidad de tela que se compraba y el total de polos que se vendían. Para eso
se hubiera tenido que contar diariamente el inventario de polos al cierre casi a
medianoche y cuadrarlo luego con la cantidad de materia prima (telas) entregada,
sabiendo cuántos polos se obtenía de cada metraje de tela.
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Esta labor de control se había venido postergando desde hacia tiempo, en parte,
porque las labores de Bernardino estaban recargadas con otras obligaciones, y en
parte porque a éste le tranquilizaba contar con una persona de confianza como Ivo.
Después de todo, su lealtad e identificación con el negocio ya se habían probado
muchas veces. Por ejemplo, si alguno de los otros muchachos tenía que faltar al
trabajo, Ivo se quedaba para cubrir el puesto, a veces trabajaba hasta quince horas
diarias y durante varios días seguidos.
Una tarde, Roby llevó a su esposa a la tienda Vicky Rocío y se encontró con
Bernardino. Durante la conversación, este último se enteró que la empresa
subcontratada iba a cerrar la oficina en Lima ese mes, por lo que, dentro de pocos
días, Roby iba a quedar desempleado. Sin pensarlo dos veces el empresario le pidió
que lo buscara al día siguiente para que hablaran de negocios.
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las mermas. Bernardino estaba feliz, porque el sueldo de Roby estaba más que
justificado y las ganancias seguían aumentando.
Un día, durante una de sus habituales reuniones de coordinación con Roby, éste
comentó que encontraba sospechoso que Ivo llevara un tren de gastos tan elevado
con relación a su sueldo. Opinó que vestía demasiado bien, que frecuentaba con
muchas amigas la discoteca y que un mozo que él conocía le había contado que
pagaba unas cuentas bastante abultadas. Bernardino le replicó que con el sistema de
control de inventarios y costos que se había implantado no sería posible que se
produjeran mermas inadvertidas en el futuro, de modo que no había por qué
preocuparse. Además, añadió que Ivo era un hombre disciplinado, y que ahorraba lo
suficiente como para darse esos gustos. Roby asintió, aunque en el fondo no quedó
conforme.
Una de las muchachas que atendía la caja, en combinación con Ivo, estaría
introduciendo una cierta cantidad de polos preparados afuera, que ambos vendían sin
declarar, separando los ingresos. Eso explicaría los gastos de Ivo y la razón por la cual
no había desbalance entre los insumos adquiridos y las ventas.