Está en la página 1de 5

1808: ARRANCA LA

revolución liberal
EN ESPAÑA Y AMÉRICA
Manuel Chust* y José Antonio Serrano**

L
o que se ha llamado Historia ha tenido un ción de los Países Bajos del siglo XVI, la Revolución in-
atractivo a lo largo de los tiempos. Recordar, glesa del XVII, las de Estados Unidos y de Francia en el
dejar constancia, trascender, pervivir, es decir, siglo XVIII, y las múltiples del siglo XIX que resultaron
inmortalizar lo efímero, es común a la humanidad y en la construcción de la mayor parte de las naciones
al ser social. Es suficientemente conocido. Y dentro de europeas y americanas. Revoluciones que supusieron
este tema tanto en el siglo XIX como en el XX, el estudio la emergencia de los Estados-nación y la progresiva con-
de los cambios históricos, de los procesos revoluciona- solidación del capitalismo.
rios ha tenido y sigue teniendo una atracción especial. Y en el caso de la entonces América española y la
Ya desde los relatos y las memorias escritas a principios América Latina de hoy, aconteció que el triunfo de los
y a mediados del siglo XIX se habla de la época de las Estados-nación en bastantes ocasiones vino acompaña-
revoluciones. En el siglo XX se caracterizó a los mis- do de una lucha anticolonial contra la metrópoli que en
mos procesos como revoluciones burguesas, liberales, la mayoría de los casos representa la esencia del Antiguo
románticas o, incluso, atlánticas, para omitir su con- Régimen. De esta forma, el término “revolución” fue
tenido de clase y social para trasladarlo a una cuestión deslizándose dentro de las historias nacionales latinoa-
espacial y cíclica; así fueron denominadas la revolu- mericanas al término de “independencia”. Es el caso de
los Países Bajos, de Estados Unidos, de todas las repú-
* Profesor-investigador de la Universidad Jaime I, Castellón-España. blicas iberoamericanas o de la propia España, en donde
**Investigador del Centro de Historia de El Colegio de Michoacán. la construcción de la guerra de independencia contra

METAPOLÍTICA núm. 61 | septiembre-octubre 2008

78
1808: ARRANCA LA REVOLUCIÓN LIBERAL l DEBATES

los franceses de 1808 a 1814 fue una invención de la el concepto “revolución” traspasó lo meramente aca-
historia nacional y nacionalista de los años setenta y démico y se convirtió en objeto de teoría, ideología y
ochenta del siglo XIX. política, así como de lucha económica y bélica. Ade-
Los liberales e ilustrados del Setecientos y Ocho- más, el concepto de revolución dejó de ser un concepto
cientos pensaban que estaban haciendo una revolución político y pasó a ser un concepto eminentemente social.
en muchos de sus planteamientos y movimientos con- Esta reformulación del concepto trajo consigo una nue-
tra la monarquía absoluta, contra el feudalismo, contra va mirada sobre las “revoluciones liberales”. En efecto,
el régimen señorial y nobiliario, contra sus resortes la revolución liberal en América Latina se convirtió en
políticos-religiosos como la Inquisición, contra lo que una categoría peyorativa. Los estudiosos de las ciencias
representaba su forma colonial y colonialista en Améri- sociales consideraban que los saldos históricos del libe-
ca, en definitiva contra lo que acuñaron como “despo- ralismo del siglo XIX permanecían en el XX eran fracasos,
tismo”. Surgieron los héroes modernos, inspirados en traiciones, injusticias y estrategias políticas incorrectas.
los clásicos, se teorizó y justificó el cambio y el derecho El liberalismo era y seguía siendo el fundamento del
del “pueblo” a ello, también el derecho a dotarse de capitalismo responsable del subdesarrollo de América
derechos frente al privilegio: surgió una potencialidad Latina, que había ocasionado la formación de Estados
ideológica y política de tal envergadura que, doscien- nacionales represivos, poco dados a desarrollar políti-
tos años después, aún es imposible cuestionarla sin que cas públicas favorables a la inmensa mayoría de la po-
su debate provoque airadas reacciones y acusaciones blación, que habían atentado contra el bienestar de las
tan difíciles de rebatir, porque ¿cómo oponerse desde clases populares, en particular de los pueblos indígenas,
una perspectiva progresista a conceptos como libertad, y que se habían empeñado en favorecer la acumulación
igualdad, elecciones, democracia, parlamentarismo, de capital en pocas manos. La conclusión era notoria:
constitucionalismo, etcétera? los frutos del liberalismo estaban podridos. Las razo-
A mediados del siglo XIX el término “revolución”, nes históricas dejaron paso, quizá demasiado rápido, a
en sentido liberal, se fue matizando, cambiando y me- conclusiones del presente. Más: si cabe, se afirmó este
tamorfoseando. Es más, las historias nacionales de los apriorismo después del triunfo de la revolución cubana.
años cuarenta y siguientes del siglo XIX dejaron paso a Ésta se convirtió en el modelo a seguir en el futuro. Lo
una evolución. Si hubo revolución, esta fue sólo políti- demás, el liberalismo, eran las ruinas de la historia. Un
ca, dirían sus historiadores. No se trató sólo de romper pasado que más valía olvidar.
cadenas coloniales, sino también de conservar y mode- Así fue interpretado 1808. Durante buena parte del
rar los resultados de la revolución. Si nos adentramos siglo XX, la inmensa mayoría de la historiografía lati-
en un estudio de las historias nacionales de los Estados noamericana y latinoamericanista consideró que el li-
europeos y americanos surgidas entre los años cuarenta, beral siglo XIX era una prolongación del “largo XVIII”,
cincuenta y finales del siglo XIX, veremos cómo empe- heredero de la Ilustración pero no de los cambios de las
zaron a sustituir el término “revolución” por otros con- revoluciones atlánticas, dado que el colonialismo había
ceptos como “independencia” o “unificación” —casos pervivido más allá de las independencias y de la ruptura
italiano y alemán— que remitían a una cuestión po- con las monarquías española y portuguesa, como soste-
lítica justificada pero no socioeconómica. Fue el caso, nían tanto los teóricos de la dependencia y los marxistas
por ejemplo, de la historia de España, en donde uno como los funcionalistas norteamericanos. Lo que había
de sus célebres sujetos, el conde de Toreno, diputado sucedido después de 1808 era la época del “poscolo-
doceañista, exiliado liberal y finalmente presidente del nialismo”. El siglo XIX era una mera prolongación del
gobierno español en 1834, escribió su famoso libro Le- subdesarrollo, de la permanencia de las oligarquías eco-
vantamiento, guerra y revolución para calificar y relatar nómicas y políticas coloniales, así como de la exclusión
el período 1808-1814. Más tarde, en los años setenta de los sectores populares. Muchas de las historias nacio-
dicha etapa será calificada por la historiografía naciona- nales intentaron caracterizar el proceso abierto por 1808
lista y conservadora como la “guerra de independencia”, al llamar al siglo XIX como la “etapa republicana”, para
nomenclatura que aún se mantiene. desmarcarse de la monárquica, la española, la realista,
En el siglo XX, tras dos revoluciones que sacudieron todas ellas sinónimas de conservadurismo, autocracia,
al mundo —la rusa de 1917 y la mexicana de 1910—, despotismo, reacción.

METAPOLÍTICA núm. 61 | septiembre-octubre 2008

79
DEBATES l MANUEL CHUST Y JOSÉ ANTONIO SERRANO

EL OTRO 1808 en América se había anquilosado en muchos aspectos,


aunque en algunos pocos casos logró canalizar satisfac-
Por el contrario, para nosotros 1808 es el inicio de un toriamente las tensiones. Para 1807 el Antiguo Régimen
proceso revolucionario, de cambios cualitativos de las no gozaba de buena salud.
relaciones de poder, de la estructura económica y de la Resaltamos que 1808 fue la última etapa del des-
construcción de los Estados nacionales, sin que con esta moronamiento del Antiguo Régimen en la monarquía
afirmación nos alineemos con el liberalismo del siglo española y no la caída sin regreso. No se desplomó de
XXI. Lejos de él nos encontramos. Pero una cosa es his- inmediato. Al contrario, en 1808 la fidelidad campeó
toriar, y otra juzgar la historia e instrumentalizarla. por todos los territorios de la monarquía. Los resortes
El 19 de marzo de 1808 el rey Carlos IV abdicó al políticos, administrativos, religiosos, jurídicos y mili-
trono a favor de su hijo Fernando. El 6 de mayo hizo tares de la estructura monárquica en América fueron
lo mismo Fernando. Napoleón fue el gran triunfador más sólidos ante la crisis. Las instituciones, tanto las
de los “sucesos” de la primavera de 1808. En medio de “viejas” —como audiencias, cabildos, capitanías ge-
esas dos fechas, surgen los motines madrileños del 2 nerales, intendencias, obispados— como las “nuevas”
de mayo y de los días siguientes. Estos acontecimien- —juntas o cabildos abiertos— se proclamaron fieles a
tos afectarían a todos los territorios de la monarquía la monarquía española. Las juras de absoluta fidelidad
hispana. En unos meses se organizó la Junta Central, a Fernando VII y la más enérgica condena a Napoleón
que fue integrada por dos delegados de las 16 juntas pe- se sucedieron por toda la monarquía. El proyecto bona-
ninsulares más un delegado por cada uno de los cuatro partista en América comenzó a fracasar desde el primer
virreinatos y cinco capitanías generales. De esta forma, momento en que sus noticias se conocieron en Améri-
la propuesta de poder que sustituía al rey incorporaba ca. Como vemos, si algo destacó en 1808 no fue la debi-
una representación de los territorios americanos. lidad del Imperio, sino su fortaleza ideológica, política,
Mas para abordar el tema de 1808 como inicio de la religiosa, mental y jurídica que se tradujo en el respeto
revolución liberal es oportuno llamar la atención de que a las autoridades e instituciones coloniales.
ese año vino a concluir la última etapa del desmorona- Para destacar la fidelidad se crearon las juntas que en
miento del Antiguo Régimen en la monarquía españo- ausencia del rey asumían el gobierno de los virreinatos
la. Para finales del siglo XVIII y en la primera década y capitanías de la América española. Sin embargo, no
del XIX, el funcionamiento institucional del Antiguo hay que ubicar entonces el inicio de las “independencias
Régimen de las posesiones peninsulares y americanas y el surgimientos de las naciones” en la América hispa-
estaba marcado por múltiples tensiones. Los orígenes na. Buena parte de las historias nacionales interpretan
de éstas eran multivariables: iban desde la presión de los la eclosión de estas juntas como el inicio de las indepen-
grupos económicos a favor de profundas reformas so- dencias. Lo anterior hay que ponerlo en relación con
ciales y productivas, pasando por la desigual estructura dos hechos: la construcción a posteriori de una historia
racial de indios, pardos y mulatos, hasta la demanda de nacional que otorgará a los primeros movimientos —la
los pueblos sujetos por incorporarse a la jerarquía terri- mayor parte de ellos autonomistas— la fecha conme-
torial. Mas la constatación de estas tensiones, si bien es morativa del surgimiento de la patria. En especial, no
muy importante ya que frecuentemente se olvida, no sólo por esta construcción sino también porque fueron
es suficiente para comprender cabalmente la fortaleza las autoridades españolas las que calificaron como “in-
o debilidad del Antiguo Régimen. Todo sistema polí- dependentistas y sediciosas” a estas juntas, en especial
tico e institucional vive en un equilibrio inestable. Por para tener un motivo que justificaba la acción en con-
consiguiente, lo que también se debe investigar es la tra de ellas, ya que en la mayor parte de las ocasiones
capacidad que tiene ese sistema para canalizar institu- ponían en cuestión su autoridad. Esto no se traducía
cionalmente las tensiones de los grupos sociales, para necesariamente en una apuesta definida hacia la inde-
darles una mínima satisfacción o salida a los diversos in- pendencia, sino en una redefinición del poder dentro
tereses sociales y económicos e, incluso, para cooptar o de la monarquía española.
reprimir a los desafectos a las bases de funcionamiento Además, el movimiento juntero no se distingue,
de ese sistema político e institucional. En este sentido, especialmente, por ser una confrontación nacional es-
se podría decir que el Antiguo Régimen en España y pañola-criolla, ni siquiera peninsular-americana. Las

METAPOLÍTICA núm. 61 | septiembre-octubre 2008

80
1808: ARRANCA LA REVOLUCIÓN LIBERAL l DEBATES

juntas estarán encabezadas por virreyes, obispos, capi- mismos derechos y obligaciones que los peninsulares,
tanes generales, a quienes se les sumarán ricos hacenda- con el mismo sistema de representación, en las mismas
dos, comerciantes, eclesiásticos, profesionales liberales, Cortes, etcétera. También fue el inicio del traslado de la
tanto españoles como criollos. La confrontación, que soberanía, que pasó desde el rey —soberanía real, única,
después será tildada de nacional, comenzará después indiscutible y de origen divino— a la nación española
de 1810 y no desde 1808. Por lo que la usada interpre- —soberanía nacional–, invento liberal que comenzó a
tación de una lucha encarnizada entre peninsulares y definirse y a establecer un único nacionalismo.
criollos para estos años, se desvanece. Junteros fueron El paso de colonia a territorio de la monarquía im-
tanto peninsulares como criollos. plicó otro cambio revolucionario: las posesiones ameri-
Pero fidelidad no era sinónimo de aceptación en- canas dejaron de ser propiedades, de señorío realengo,
tusiasta por el Antiguo Régimen. En 1808, al mismo del rey. Como es bien sabido, América era patrimo-
tiempo que se jura lealtad a Fernando VII se desatarán nio del rey. Como señor soberano podía imponer las
los cambios que van a acabar con el orden político, contribuciones, rentas y monopolios que considerara
económico y social antiguo. Varios acontecimientos se oportunos, sólo pidiendo el parecer de sus súbditos y
desencadenaron entonces. En primer lugar, el paso de corporaciones para no dañar sus legítimos intereses. Pa-
colonias americanas a integrantes de la monarquía espa- recer, no lo olvidemos, que estaba configurado por un
ñola, primero, y después de la nación española dentro orden privilegiado y de estamentos, en el cual la nobleza,
de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. Ahora tanto la aristocrática como la eclesiástica, estaba exenta
sabemos que para estudiar 1808 no se debe de plantear de impuestos, y cuya forma de representación era en
un divorcio, ficticio, entre los acontecimientos penin- función del voto estamental y no individual. Nueva Es-
sulares y los americanos. América estuvo presente desde paña era un inmenso y rico señorío de realengo, donde
los primeros momentos en que se formó la Junta Cen- el rey ejercía y concentraba las potestades de todo tipo,
tral, instancia que se constituyó después de la renuncia incluidas las fiscales. La Constitución de 1812 abolió el
de Fernando VIII, y a la que fueron convocados repre- Patrimonio real, incluidas las posesiones ultramarinas.
sentantes de las posesiones americanas, para ser precisos Los territorios de ambos hemisferios, todos, pasaron a
a un representante por cada uno de los virreinatos y formar parte de la nación. Este cambio revolucionario
de las cinco capitanías generales. En esta decisión pesó impactó de manera inmediata en la transformación
mucho la estrategia de Napoleón, quien partió de la de la real hacienda en la hacienda de la nación, lo que
premisa jurídica de que los “reinos americanos” forma- implicó un cambio de concepción y, lo más importan-
ban parte de la monarquía, pero no como patrimonio te, de organización efectiva del sistema tributario. El rey
del rey, sino de la nación, por lo que podían tener repre- dejó de ser la última potestad fiscal mientras que las
sentación; es decir, las posesiones americanas no eran Cortes, como lugar de ejercicio de la soberanía nacio-
colonias, por lo que no estaban vinculadas a una familia nal, asumieron el papel esencial de “decretar las contri-
real —los Borbones— sino a la nación —la monarquía buciones de la monarquía”. Su potestad era exclusiva:
española. Esta estrategia napoleónica hacia América los diputados a Cortes eran los únicos encargados de
condicionó directamente la táctica de la Junta Central asignar la carga tributaria. El rey quedaba relegado al
y de la Regencia, obligándolas a convocar a represen- papel de ejecutar lo mandado por las Cortes en materia
tantes americanos a Cortes de 1810 y, por lo tanto, a tributaria. El concepto de hacienda pública es muy cla-
los nuevos órganos de poder de la monarquía, haciendo ro: pertenecía a todos los grupos sociales representados
que se reinterpretara la pertenencia de los americanos por sus diputados. Es éste uno de los pilares básicos de
primero a la monarquía española y después, a partir de cualquier revolución liberal, incluida la mexicana.
1810, a la nación española. En tercer lugar, 1808 supuso el comienzo de una cri-
Esta convocatoria implicó el inicio del trascenden- sis estructural de la monarquía absoluta española, lo que
te proceso del paso de colonias y virreinatos a “partes marcó el principio del final de las relaciones de producción
integrantes de la nación española”. La integración de feudales en la península y coloniales en los territorios
los territorios americanos provocó asimismo que los ha- americanos. En cuanto a la política, el principio del fin
bitantes americanos, antes súbditos del rey, pasaran aho- del sistema privilegiado. Tras el sismo de 1808 nada vol-
ra a considerarse ciudadanos de la nueva nación, con los vió a ser igual en los territorios de la monarquía espa-

METAPOLÍTICA núm. 61 | septiembre-octubre 2008

81
DEBATES l MANUEL CHUST Y JOSÉ ANTONIO SERRANO

ñola, a pesar de las reacciones absolutistas de 1814 y más importantes, es decir, la revolución que aconte-
1823 en España. Desde 1808 se rompió con los valores ció, o mejor, el proceso revolucionario que comenzó a
tradicionales de legitimidad, representación y sobera- partir de 1808 en los países americanos y en España y
nía. En el primer caso, la legitimidad le va a corres- Portugal, supuso un cambio estructural en el Estado.
ponder a un ente que para el caso español compartirá Es decir, las independencias iberoamericanas supusie-
—o deberíamos decir, mal compartirá— con la Coro- ron el paso de un Estado absolutista a uno republica-
na, y para el caso iberoamericano será sustituida por la no y nacional; de un ejército señorial a uno nacional;
República, el ente estatal que junto a la nación susti- de una burocracia dependiente y dirigida por la Corona a
tuirá a la Corona. En el segundo caso la representación una nacional; de una fiscalidad y una hacienda cuya
pasará de ser privilegiada y estamental a electoral y pú- recaudaciones iban a parar a las arcas reales —inclui-
blica. El mecanismo de ello fueron las elecciones, cen- das las coloniales americanas— a una hacienda nacional;
sitarias o universales como las de las Cortes de Cádiz, de un poder representativo privilegiado fundamentado
en las que la población comenzó a crear espacios de en un derecho consuetudinario y en unas cortes me-
opinión y participación popular. Elecciones con altas dievales, a un derecho contractual, un poder judicial
repercusiones, especialmente en los ayuntamientos, en independiente y unas cortes liberales, representantes del
el ámbito local. Espacio político-administrativo que individualismo posesivo y establecidas mediante meca-
provocará notables cambios: emergencia de una élite nismos electorales. El cambio que comenzó a partir de
local, choque con las comunidades indígenas, poder 1808 no fue reversible. Tuvo avances y retrocesos, nota-
judicial desligado de los poderes fácticos privilegiados bles pervivencias del régimen colonial, ritmos lentos y
y responsabilidad fiscal. avances vertiginosos, diferencias regionales, singularida-
No hay que olvidar el cambio que supuso pasar de des de cada Estado, períodos bélicos hacia el interior de
una sociedad privilegiada a una sociedad de derechos. los Estados y también entre Estados, así como singula-
No hay que confundir los “privilegios” que tenía la no- ridades del propio proceso global americano. Con todo,
bleza, con los derechos, que no tenía nadie, dado que el creemos que por lo someramente explicitado, después de
concepto derechos estaba vinculado a su característica 1808 nada fue igual. Los cambios acontecidos transfor-
como privilegiados, no a las cualidades de derechos in- maron fundamentalmente el Estado con el surgimien-
dividuales de los Estados liberales. La diferencia entre to de los Estados-nación americanos y el establecimiento
súbdito —la población no privilegiada en el Antiguo del Estado republicano.
Régimen— y ciudadano —los habitantes con dere- Así, 1808 dará inicio a un proceso histórico que
chos políticos y civiles—, no fue baladí. Claro que el cambiará las relaciones internacionales, va a provocar
liberalismo también estableció sus divisiones sociales y el desmoronamiento de la poderosa monarquía abso-
políticas aplicando, en función de la renta y no del na- luta española, el principio del fin del imperio napoleó-
cimiento, la división clasista de la sociedad moderna al nico, el comienzo de una pluralidad de revoluciones
establecer el concepto de sufragio censitario –es decir, de independencia que culminarán veinte años después
en función de la propiedad y la renta— y el sufragio con el triunfo de los Estados-nación de las repúblicas
universal —con el requisito de la edad, del género y, en americanas, la preponderancia de la Gran Bretaña en el
la mayor parte de las ocasiones, de la alfabetización. orbe —al menos hasta la I Guerra Mundial— y el re-
Pero a nuestro entender el cambio en Iberoaméri- forzamiento momentáneo de las monarquías absolutas
ca fue revolucionario al pasar de una monarquía a una europeas con la derrota de Napoleón, la creación del
república; no sólo por el cambio en la forma de Esta- Congreso de Viena y la Santa Alianza. Todo ello provo-
do, sino porque en esa ocasión supuso por sí mismo cará que, en contraste con Europa, América se llene de
un cambio de Estado. Ahí radica una de las premisas regímenes republicanos. ■

METAPOLÍTICA núm. 61 | septiembre-octubre 2008

82

También podría gustarte