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MAESTRIA EN FAMILIA-PSICOPATOLOGIA Y FAMILIA

INTERVENCIÓN EN TRASTORNOS CLÍNICOS: CAMBIO DE CONCEPCIÓN DEL


ESTIGMA Y LA DISCRIMINACIÓN AL ACOMPAÑAMIENTO SISTÉMICO
BIOPSICOSOCIAL

Marlon Antonio Niño Valencia

“Los sistemas de salud en todas partes del mundo deben enfrentar enormes desafíos para
poder brindar atención y proteger los derechos humanos de las personas con trastornos
mentales, neurológicos y por uso de sustancias. Los recursos disponibles son insuficientes,
no están distribuidos de manera equitativa y se usan de modo ineficiente. En consecuencia,
una gran mayoría de las personas con estos trastornos no reciben ninguna forma de
atención” (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2011ª, p. iii).

Los denominados trastornos mentales (en adelante trastornos clínicos) tienden a tener sus primeras
apariciones en los adolescentes, alrededor de los 14 años, y se presentan sin discriminación de raza, sexo,
orientación sexual u otras características individuales. El panorama presentado, asociado a la existencia de
trastornos clínicos en todas las culturas del mundo denota la prioridad por parte de los profesionales de salud a
realizar ejercicios reflexivos sobre las concepciones, abordajes y políticas en relación a estos (OMS, 2011b).
Asimismo, OMS (2011b) plantea que cerca del 20% de los niños y adolescentes en el mundo presentan
algunos síntomas asociados a trastornos clínicos. De esta cifra, la mayoría de los casos se presentan en países
que cuentan con bajos o medios ingresos, lo que dificulta la intervención oportuna de los especialistas. De
igual forma, aun más en estos países se plantea que existen pocos profesionales que se especializan en la
intervención de trastornos clínicos. Considerando este panorama y asociándolo a que la mayoría de las cifras
de suicidio se asocian a estos trastornos en edades entre los 15 y los 40 años, se hace visible la importancia de
considerar esta situación como una prioridad mundial que debe promover acciones por parte de todos los
profesionales. El compromiso de esta prioridad mundial consistiría en la disminución de las muertes
provocadas por estos trastornos y en adecuar intervenciones más eficaces y oportunas para un mayor control
de la situación. Una de las maneras en las que se podría mejorar las intervenciones con el fin de que sean más
eficaces y oportunas consistiría en integrar dinámicas que aborden el estigma y la discriminación presentes en
cada caso, ya que esto podría facilitar un abordaje inclusivo y social a los trastornos clínicos y disminuir
algunos de los factores de riesgo de recaídas en los pacientes.

El presente ensayo tiene como objetivo plantear la relación entre los trastornos clínicos y el estigma y
la discriminación como una dificultad para la intervención eficaz, con el propósito de presentar una
“reconceptualizacion” de estos, a partir de la postura sistémica como una posible vía de abordaje ideográfica
y holística. Para llevar a cabo dicho objetivo, en primer lugar se dará una breve definición de estigma y
discriminación. En segundo lugar, se analizará la forma en la que generalmente se asocia negativamente la
enfermedad mental y, cómo esta postura puede ser un obstáculo para un tratamiento eficaz. Y, en tercer lugar,
se discutirá el abordaje sistémico de los trastornos mentales y las bases de su conceptualización como un
abordaje integrador y socialmente adaptativo para mejorar las intervenciones y que sean más eficaces.

El estigma y la discriminación son dos conceptos diferentes que se complementan, pero es importante
tener en cuenta su diferencia, ya que aunque guarden una relación, estos dos conceptos no conservan un
mismo significado. El primero, se concibe como una evaluación negativa de un individuo, basado en
características del mismo. Por su parte, la discriminación es un conjunto de acciones de rechazo hacia un
grupo social estigmatizado. Dichas acciones se basan en una categoría que se le asigna al sujeto y que marca
al mismo como parte de concepciones que pueden darse por méritos individuales o prejuicios (Restrepo, Mora
y Cortes, 2007).

El estigma es un atributo real o imaginario negativo que marca al sujeto etiquetado sin importar cual
sea su naturaleza. A su vez, el estigma es un medio de protección de la comunidad, cuya creencia radica en

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que las personas estigmatizadas son una amenaza para la sociedad (Gilmore et al., citado por Williams,
González y Le, 2011). Los aspectos mencionados anteriormente se relacionan con los trastornos clínicos en
tanto que la etiqueta de “enfermedad”, como es denominada normalmente, genera una separación entre las
personas que viven con algunos síntomas y personas que no los tienen. Esta separación a su vez atribuye a las
personas que no tienen los síntomas la capacidad de juzgar a los otros, culpabilizarlos por sus síntomas y
juzgarlos por su forma de actuar y hasta por su identidad misma, señalándolos con etiquetas como “débil”,
“agresivo”, “desequilibrado”. Etiquetas como estas pueden presentarse por desconocimiento o miedo y al
mismo tiempo vulnera los derechos fundamentales de estas personas al pensar que puede llegar a ser
peligrosos y tomar acciones de coerción. Habría que decir que, algunas de las vulneraciones a los derechos
humanos de las personas con trastornos clínicos se pueden ver expresadas en reclusión en instituciones con
condiciones poco favorables, limitación de socialización. Con la ejecución de estas acciones se logra
disminuir el contacto de las personas con su contexto directo, pérdida del trabajo o la escuela, sobre
protección o abandono. Igualmente, estas vulneraciones limitan sus recursos personales por falta de contacto y
los hacen susceptibles de malos tratos o tratos injustos que pueden tener por parte de la familia, el personal
tratante, la institución a la que se lleva o el sistema de salud.

La OMS (2011b) plantea que los trastornos clínicos se ven afectados por el estigma y la
discriminación a partir del desconocimiento generado por ideas erróneas frente a la persona que vive con estos
trastornos. Esta misma organización hace alusión a un estudio desarrollado en Sudáfrica donde se encontró
que los trastornos clínicos se definían por la gente como dificultades de las personas en su ser (aspectos como
el manejo del estrés o la fuerza de voluntad) más que como un trastorno. Este estudio podía tomarse como
referencia para retomar la concepción del trastorno clínico como algo incurable, que sobrepasa cualquier
acción que pueda desarrollar la persona para contrarrestar la enfermedad.

Un aspecto que permite inferir una relación de dominancia social en la concepción de los trastornos
clínicos es que los mayores niveles de estigma frente a los trastornos clínicos son encontrados en las zonas
urbanas y entre aquellas personas que tienen un nivel de educación alta. Estos aspectos se relacionan con el
estigma como dificultades para que los individuos y las familias accedan a acompañamientos en atención de
salud mental. Habría que mencionar también que esta relación implica tratos asimétricos hacia los sistemas
humanos que viven con una persona con un trastorno clínico. De igual forma implican que el nivel de
conocimiento y la escolaridad frente a una situación no son acordes en las respuestas que se dan a partir de lo
que se conoce, sino, que pueden estar llevadas por miedo, pesar y angustia frente esta situación (OMS,
2011b).

A pesar que este panorama ha sido estudiado en la última época, se ha conceptualizado y se ha


intentado abordar desde las políticas e intervenciones, la base y conceptualización de los trastornos clínicos se
ha centrado en el modelo biológico-medico. Esta concepción ha fomentado la pérdida de libertad, el impacto
individual, familiar y social de los trastornos clínicos y ha fomentado el aislamiento, la reclusión y el
tratamiento permanente e incapacitante para estas personas. Asimismo, los resultados encontrados en la
práctica clínica muestran que esta conceptualización falla, limita las posibilidades de la persona y la familia y
promueve la dominancia social, la represión y el estigma y la discriminación entre los miembros de las
comunidades. Dentro del ámbito clínico, las constantes recaídas y situaciones como el “fenómeno de puerta
giratoria” (la primera internación de una persona con un trastorno clínico puede ser el punto de partida de una
serie de institucionalizaciones que lo incapacitan y coercionan sus posibilidades de cambio) puede llegar a
dañar los recursos sociales e individuales de la persona que tiene un trastorno clínico al punto de limitar sus
posibilidades de recuperación y readaptación a su rutina habitual (Elizur y Minuchin, 1991).

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Debido a las dificultades presentadas en el abordaje de los trastornos clínicos a partir del modelo
biológico-psiquiátrico surge la necesidad de abordarlos desde otras perspectivas. A continuación, se hará una
conceptualización de la comprensión de los trastornos clínicos desde la postura sistémica denotando sus
características y sus principales ventajas en el abordaje de estos trastornos. Esta perspectiva es una posible
alternativa que ha mostrado en la práctica clínica buenos resultados (Elizur y Minuchin, 1991).

Desde la postura sistémica, todos los seres humanos están inmersos en diversos sistemas amplios y
subsistemas. Maganto (2004) define el sistema como un conjunto de personas que se interrelacionan entre sí
formando dinámicas particulares interconectadas y de mutua influencia que genera a su vez pautas
relacionales particulares. Así mismo, los individuos definen cambios en las pautas del sistema está integrado
al todo, y por ello está estrechamente relacionado con el mismo como todo.

Es importante considerar que las dinámicas relacionales son concebidas como circulares, no lineales,
ni causalistas. Por esta concepción de las dinámicas se plantea que ante una circunstancia particular que vive
un sistema, su abordaje va a estar definido por las relaciones complementarias de las respuestas de cada uno
de los individuos y de estos como un sistema.

A partir de esta definición del sistema humano, los trastornos clínicos desde la postura sistémica
nacen a partir de las pautas de relación entre los miembros del sistema que, teniendo en cuenta la
complementariedad del sistema para responder ante el medio para generar la homeostasis del mismo se
acomoda de forma tal que el sistema se equilibre. En relación al sistema algunas de las principales vías de
acceso a la comprensión de los trastornos clínicos son: la cohesión (apoyo mutuo, afecto y confianza entre los
miembros del sistema), la flexibilidad (organización interna abierta a adoptar nuevos roles y reglas) y la
adaptabilidad (capacidad para enfrentar cambios y adaptarse al medio) (Dinámica Familiar y Comunitaria,
s.f.).

Considerando el panorama presentado hasta el momento, el trabajo con síntomas de trastornos


clínicos se da a través de la comprensión de las pautas de relación del sistema. Estas pautas permiten
identificar cómo ha sido el proceso de relación entre los miembros, con el fin de dar cuenta de cómo los
síntomas y los trastornos emergentes son pautas de relación que sobrecargan al sistema y generan sufrimiento
al sistema. Estas pautas de relación surgen con el objetivo de generar equilibrio relacional entre el sistema y
sus subsistemas, que en estos casos toma el nombre de trastornos clínicos. Por consiguiente, es indispensable
replantear la concepción tradicional, que por tantos años ha liderado las investigaciones e intervenciones de
los trastornos clínicos, cuyo horizonte radica en estudiar los trastornos clínicos y definirlos como parte de la
identidad del individuo. Hoy en día, es menester definir al sujeto, no desde su individualidad, sino más bien
desde sus múltiples relaciones o dinámicas que teje al ser un integrante y a desempeñar un lugar dentro de un
sistema, bien sea un sistema familiar, laboral, de pareja, etc. Considerar al sujeto dentro de la concepción
sistémica abriría las posibilidades que las intervenciones tuviesen mayor comprensión del sujeto como un ser
dinámicamente social. Además, esta concepción permitiría movilizar al cambio del sistema mediante la
intervención para que no se aborde la situación problema desde el individuo, sino desde el sistema. Así, pues,
esta concepción llevaría al sistema para cambiar algún aspecto de su dinámica relacional y, de esta manera,
muy posiblemente se disminuiría el sufrimiento, y probablemente, el índice de suicidios de personas con
trastornos entre los 15 y los 40 años.

Finalmente, desde la perspectiva sistémica, se cambia la descripción de lo clínico como un producto,


efecto de estresores individuales y sociales en el individuo que presenta la sintomatología, proporcionándole
mayores posibilidades de cambio. Como parte del proceso de intervención en los trastornos clínicos se cambia
de la postura individual, biológica y medica a una postura social, relacional que trabaja con las redes de apoyo

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del paciente para buscar cambios en las dinámicas relacionales que brinden nuevas respuestas del sistema y
sus miembros.

REFERENCIAS

Dinámica familiar comunitaria (s,f). Dinámica Familiar Comunitaria. Recuperado de:


http://www.bvsde.paho.org/bvsasv/fulltext/hogar/tema7.pdf

Elizur, J. y Minuchin, S. (1991). 4 Familia entre el hospital y la comunidad. La locura y las instituciones
familia, terapia y sociedad. Gedisa editorial:Barcelona.

Maganto, C. (2004). Capitulo1. La familia desde el punto de vista sistémico y evolutivo. Mediación familiar.
Aspectos psicológicos y sociales. San Sebastián: Curso de Especialista en Mediación Familiar, UPV.

Organización Mundial de la Salud (2011ª). Guía de intervención mhGAP para los trastornos mentales,
neurológicos y por uso de sustancias en el nivel de atención de la salud no especializada.
Recuperado de: http://whqlibdoc.who.int/publications/2011/9789243548067_spa.pdf

Organización Mundial de la Salud (2011b). 10 datos sobre la salud mental. Recuperado de:
http://www.who.int/features/factfiles/mental_health/mental_health_facts/es/index3.html

Restrepo, M., Mora, O. y Cortez, A. (2007). Voces del estigma percepción de estigma en pacientes y
familias con enfermedad mental. Universitas Médica, 48,3, 207-220.

Williams, J., Gonzales, D. y Le, Q. (2011).Infectious Diseases and Social Stigma. Applied Technologies &
Innovations 4(1), 58-70.

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