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“Las mujeres nunca han dejado de ser las hijas de Eva, las hijas de la culpable, y
aunque Roma se esfuerce a veces en remontar la corriente, de vez en cuando se
abandona de nuevo a la deriva. La mujer sigue sin ser igual al hombre” (Bechtel, 2001:
76).
Obediencia ante todo: “El deber de las mujeres es obedecer, y eso es lo que se les
repite constantemente. Cuando alguien es inferior, tiene que callar. Todas las grandes
autoridades religiosas lo afirmaron así, y en todas las épocas.
-Hombre y mujer dos carnes que forman un solo cuerpo: cuyos miembros, las
mujeres, deben obedecer a la cabeza, los hombres. San Pablo.
“Se mire como se mire, es indiscutible que el cristianismo romano ha reprimido a las
mujeres en el transcurso de los siglos, al menos en los textos” (Bechtel, 2001: 75).
El placer mal visto: “Este miedo al amor, la carne y el placer, teoría según la cual todo
coito era malo puesto que podía convertir al hombre en “semejante a un animal” (según
frase de Santo Tomás), nunca dejo de estar presente en la Iglesia” (Bechtel, 2001: 89).
Con el sacramento del matrimonio esto se suaviza ya que dentro del mismo las
relaciones sexuales son permitidas, aunque el fin debe ser meramente reproductivo. El
placer aun dentro del matrimonio no es válido.
Lujuria uno de los siete pecados capitales: pecado carnal que es considerado indigno.
“En conjunto, la Iglesia evoluciono poco en su doctrina de la carne, y ello fue así porque
nunca pudo considerar a uno sus miembros, la mujer, como una persona íntegra y
digna” (Bechtel, 2001: 102).
Relaciones sexuales=procreación
“Las relaciones sexuales debían servir siempre para la procreación. A lo largo de los
siglos osaron añadir:…y para la felicidad de la pareja” (Bechtel, 2001: 102-103).
-Amor permitido sólo en el matrimonio: “(…) acto amoroso culpable sin los “bienes”
del matrimonio, excluyendo o demonizando el placer, permanece implantada, al menos
parcialmente, en las mentes” (Bechtel, 2001: 1023).
“Los actos con los que se unen los esposos íntima y castamente entre sí son honestos y
dignos […] significan y fomentan la reciproca donación, con la que se enriquecen
mutuamente con alegría y gratitud. La sexualidad es fuente de alegría y de agrado”
Catecismo, nº 2362.
-Acto pecaminoso: “La Iglesia, incluso dejando de lado los actos más pecaminosos,
nunca vio con buenos ojos ni el antes ni el después del acto amoroso” (Bechtel, 2001:
98).
Sexualidad y cristianismo:
-mujeres pasivas
“Desde su expulsión del jardín de Edén, siempre fue sospechosa de poseer una
perversidad especial y sin remedio. Ambos, hombre y mujer sucumben al pecado, es
cierto. Pero el hombre es víctima, mientras que la mujer es culpable. Ésa es la
diferencia” (Bechtel, 2001: 105).
“La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento
de la concepción” (Catecismo nº 2270 y ss).
La confesión
“Todos los males se explicaban porque las mujeres eran fundamentalmente unas putas.
Por ello, se intentó reforzar el gran medio existente para vigilarlas y reprimirlas: la
confesión” (Bechtel, 2001: 120).
“La confesión siempre se ocupó esencialmente de las realidades sexuales, y no hay nada
anormal en ello. Sigmund Freud demostró, con buenos argumentos, que la sexualidad
proporciona, directa o indirectamente, la parte esencial de la energía humana. (…) las
preguntas siempre se dirigieron más hacia los pecados sexuales que a la práctica de la
usura, los sacrilegios o los crímenes de sangre” (Bechtel, 2001: 122).
Primero llegaba el rumor. No hay bruja que no haya vivido sometida a la sospecha
general y a la calumnia, a veces durante años. Al mínimo accidente en su barrio, en
su aldea, era costumbre acusarla. Luego no pasaba nada en concreto, excepto que la
gente desviaba la mirada o daba media vuelta santiguándose al cruzarse con ella, no
le dirigía la palabra o rehuía a su familia. La bruja, que en un principio siempre
estaba bien integrada en su comunidad, iba quedando excluida poco a poco,
soportando, sin duda, una difícil prueba” (Bechtel, 2001: 176).
“En todas partes se ha visto a la mujer como puta y a veces también como ser
diabólico, aunque más raramente, pues fuera del cristianismo existen pocos
demonios. La iglesia se lo creyó todo, lo siguió todo. Acumuló las condenas y a
éstas añadió otras más. Es la única que consideró a la mujer a la vez inferior,
puta, demoníaca y, además, idiota, (…)” (Bechtel, 2001: 347).
“Pero, sobre todo, la mujer retratada por los eclesiásticos es culpable, y lo será
eternamente porque es la descendiente de Eva. Y la iglesia, permaneciendo fiel a
su maldición primera a través de los siglos, quiso que la mujer se humillase más
que los demás, que reconociese esta culpabilidad sin equivalencia en el hombre:
el pecado de ser mujer” (Bechtel, 2001: 348).
Religión/ misión: “Por lo que a las mujeres se refiere, parece que muchas
católicas han pedido modificaciones menos teóricas que prácticas. Habría que
romper sin ambigüedades, aunque esto ya se ha dicho, con la ecuación sexo-
mujer-pecado que ha inspirado la visión patriarcal desde hace siglos, y que no es
muy seguro que haya desaparecido de la cabeza de algunos hombres de la
Iglesia y ni siquiera del catecismo oficial. A estas mujeres habría que decirles
otra cosa aparte de buenas palabras sobre su pape “admirablemente
equivalente”. Habría que darles un puesto real y adecuado y, sin duda, cada vez
menos alejado del sacerdocio” (Bechtel, 2001: 372).
“(…) la Iglesia que ha perdido la guerra de las mujeres, cada vez más reducida a
un papel secundario, sólo desempeñará, en el estudio y la solución de los
grandes problemas humanos, el papel de una figurante ceremoniosa” (Bechtel,
2001: 379).