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Lección Segunda:
REVELACIÓN E INSPIRACIÓN
1. Dios se revela:
Dios se revela por etapas, pasos o momentos, dados de manera progresiva para
que el hombre capte más fácilmente su actuar en la historia. A esta manera de
actuar se le conoce como pedagogía divina.
Jesús revela el rostro paternal y amable de Dios que está cerca de todos los que
sufren, revela el perdón de Dios para los pecadores, nos muestra que no hay que
juzgar, sino que debemos ser comprensivos unos con otros, nos enseña a orar y
desvela completamente el misterio de Dios haciéndolo patente a los hombres en
su propia persona.
Hoy Dios se sigue revelando y sale a nuestro paso, se revela de manera especial
por medio de la Iglesia, en la Eucaristía que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y
a través de la Palabra proclamada pidiendo de nosotros una respuesta a esta
manifestación. Se revela también a través de otras personas o de los
acontecimientos lo que el Concilio llama los “signos de los tiempos”.
La Iglesia nos aclara la revelación por medio de dogmas, unas verdades que han
sido declaradas y que “son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo
hacen seguro” (Catecismo de la Iglesia Católica, 89).
Conclusión:
Dios como buen amigo, no ha guardado secretos para con nosotros, todo
nos lo ha contado, nosotros debemos poner el máximo interés, frecuentando su
palabra, meditándola y poniéndola por obra.
Otro aspecto que vale la pena recordar es este: como la revelación ha sido obra
del Espíritu Santo, dentro del ambiente en que nos encontremos debemos dar
apertura a la acción de este Santo Espíritu.
LECTURA COMPLEMENTARIA:
Más allá del testimonio que Dios da de sí mismo en las cosas creadas, se
manifestó a nuestros primeros padres. Les habló y, después de la caída, les
prometió la salvación y les ofreció su alianza.
Dios selló con Noé una alianza eterna entre Él y todos los seres vivientes. Esta
alianza durará tanto como dure el mundo.
Desde los primeros siglos de la Iglesia, los Santos Padres han considerado estos
escritos como inspirados por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de
quienes los han elaborado. Ellos sostienen que el autor de la Biblia es Dios; que Él
la “inspiró” y nos habló por medio de ella. Por eso aseguran que los escritores de la
Biblia son instrumentos que Dios mismo eligió para que, inspirados por Él,
cumplieran esta labor. San Buenaventura, por ejemplo, enseñó que Dios es el
autor de la Biblia y que, revelándose a los profetas y demás escritores les
transmitía las verdades que luego ellos recopilaban por escrito, formando el libro
Santo de la Biblia.
También los textos del magisterio de la Iglesia definen las Escrituras como
verdadera Palabra de Dios. Así, en los diferentes concilios (Florencia, Trento,
Vaticano I y II) se enseña que Dios es el autor, ya que Él inspiró los libros tanto del
Antiguo como del Nuevo Testamento.
La Iglesia Católica, a través del “dogma” (verdad fija que contiene lo que los fieles
deben creer y aceptar como verdadero con un acto de fe viva, con la seguridad de
que ella no se equivoca por estar asistida por el Espíritu Santo) afirma la
inspiración de la Biblia.
Para nosotros es claro que lo que Dios ha inspirado en las Sagradas Escrituras
fue revelado a personas escogidas por Él. Al llegar la plenitud de los tiempos
Cristo también escogió un grupo de personas para instruirlos en este mensaje y
que ellos lo llevaran por el mundo entero (cfr. Mt 28,19).
La Iglesia con la autoridad que le viene de Cristo, tiene derecho a señalar los libros
que deben ser leídos en las asambleas religiosas y los que no, por no ser
directamente inspirados (es el caso de los apócrifos). Fue así, como poco a poco
fueron definiéndose los libros inspirados por esta autoridad de la Iglesia, ya que
estos por sí mismos muestran su carácter de “sagrados”, según dice la segunda
carta a Timoteo: “Tú que desde niño conoces las sagradas letras, que pueden
darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús”
(2 Tim 3,15).
La Sagrada Escritura es Palabra de Dios en lenguaje humano. Por ser obra directa
de Dios es perfectamente divina y perfectamente humana por ser escrita por
hombres.
Por eso para la comprensión de la Biblia es indispensable entenderla como
inspirada desde la primera hasta la última página; en cada una de sus enseñanzas
es un mensaje de Dios a la humanidad. Esta Palabra nos quiere comunicar ante
todo el Plan Divino.
“Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. En la
composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos,
que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando
Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito
todo y sólo lo que Dios quería" (Catec. de la Iglesia Católica, Nro. 106).
Pero volviendo a la persona del inspirado es necesario decir que no
necesariamente debe ser consciente de obrar como tal. En ocasiones parece que
están más ocupados en su actividad normal humana que en la ocupación que Dios
les encomendó al inspirarlo a escribir.
Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las
condiciones de su tiempo y de su cultura, los "géneros literarios" usados en aquella
época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. "Pues la
verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole
histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios" (Nro., 110).
Pero, dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta
interpretación, no menos importante que el precedente, y sin el cual la Escritura
sería letra muerta: "La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu
con que fue escrita".
2. Leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia ". Según un adagio de los
Padres, "Sacra Scriptura principalius est in corde Ecclesiae quam in materialibus
instrumentis scripta" ("La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia
que en la materialidad de los libros escritos"). En efecto, la Iglesia encierra en su
Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la
interpretación espiritual de la Escritura (Nro., 113).
CONCLUSIONES:
La Biblia es la fuente de la vida espiritual. Así como para vivir necesitamos del
alimento, de igual manera, la vida espiritual necesita ser alimentada por la
Palabra de Dios. Por más actos buenos, rezos, oraciones y lecturas de libros
piadosos, si dejamos a un lado la Sagrada Escritura estamos ignorando lo que
Dios nos quiere transmitir.
La manera más hermosa por la cual Dios se ha revelado al mundo ha sido por
su Palabra. Desde la creación del mundo ha inspirado a hombres para que la
escribieran. El amor de Dios por los hombres llegó al extremo al encarnarse
esa palabra en Jesucristo. Por eso Jesucristo es el centro de la Biblia.
La Sagrada Escritura ha sido inspirada por Dios a los escritores, por eso en la
Biblia encontramos lo que Dios nos quiere decir. Estos libros no son sólo
historias o relatos muy antiguos, no son únicamente poemas ni cantos; son la
Palabra de Dios.
Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para arguir, para corregir
y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y
preparado para toda obra buena (2Tm 3,16-17).
Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por
medio de los Profetas... (Heb 1,1).
Dios Padre es el Creador. Éste es sin duda el primer rostro que percibimos de
Dios. Desde el momento en que entramos al mundo, entramos en contacto con la
paternidad divina que “crea”. Una creación que es fruto del amor inmenso de Dios
Padre.
Te dejamos unos textos bíblicos que hablan de la obra creada. Léelos con
detenimiento, en actitud de oración y contemplación.
Génesis 1,1-2,4ª
Génesis 2,4b-18
Salmo 8
Salmo 67
Salmo 100
Job 38 – 39 (capítulos)
Eclesiástico 42,15 –43,33
Contemplar
Trabajar
Descansar
Perfeccionar la obra creadora de Dios
Contemplar en mí propia vida la grandeza de Dios
Reconocer la “imagen y semejanza” de Dios en mí y en los hermanos.
Cuestionario:
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Confronta lo aprendido...
Lee con atención los siguientes enunciados y, según lo que sabes, señala si
cada uno es falso o verdadero.