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1. Introducción
Así es que se torna relevante discutir si, por ejemplo, la existencia de un pronóstico
meteorológico que informaba sobre la probabilidad de la ocurrencia de un temporal, en
determinada área del mar y para cierto período de tiempo, exime de las responsabilidades
jurídicas (y económicas) que deriven de un incumplimiento contractual.
En este artículo pretendo efectuar una breve reflexión sobre algo que los abogados
y los jueces citan como prueba en los juicios marítimos: los pronósticos meteorológicos.
No pretendo que sea un artículo sobre meteorología marina, sino simplemente explicitar
la naturaleza inductiva de tales informes, y específicamente, intentar comprender qué
quieren decir los servicios de meteorología cuando reportan la probabilidad de la
ocurrencia de determinado fenómeno meteorológico.
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Derecho y Ciencias Sociales por la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, Oficial Jefe
de la Armada Nacional, Docente (Grado 1) de Teoría y Filosofía del Derecho de la Facultad de Derecho de
la Universidad de la República, maestrando en Filosofía Contemporánea por la Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, Vicepresidente Suplente por Uruguay del
Instituto Iberoamericano de Derecho Marítimo, miembro de la Asociación Uruguaya de Derecho Marítimo.
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Debo agradecer al Meteorólogo Diego Vázquez Melo y al Profesor Titular del Departamento de Ciencias
de la Atmósfera (Facultad de Ciencias, Universidad de la República) Dr. Marcelo Barreiro, por la
información y orientaciones brindadas.
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específico: la necesidad de efectuar precisiones sobre la previsibilidad de una tormenta
en el mar, al momento de valorarla como un evento que configura la categoría de fuerza
mayor o caso fortuito, y de tal manera, eximir de responsabilidades al deudor. Para ello
utilizaré como marco teórico a la filosofía del lenguaje, la teoría del derecho y la teoría
de las probabilidades.
A los efectos del presente artículo vamos a detenernos en el análisis del adjetivo
“imprevisible”. Cabe preguntarse: ¿en qué medida un temporal es previsible? ¿Basta con
que esté mencionado en un informe meteorológico para que revista tal valoración? ¿Es
razonable considerar que los eventos climáticos y meteorológicos pueden ser
caracterizados genéricamente bajo expresiones antitéticas como previsible/no previsible?
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Para contestar estas preguntas es necesario recurrir a determinadas nociones de la filosofía
del lenguaje.
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(González Lagier, Quaestio facto. Ensayos sobre prueba, causalidad y acción, 2013, pág.
17 y 18), ha realizado una serie de importantes distinciones que permiten desambiguar tal
expresión:
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posible describirlas sin hacer referencia a reglas o convenciones, como “estar casado”,
“alcanzar la mayoría de edad” o “jugar al ajedrez”).
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a) hechos naturales: porque pueden ser descritos sin referencias a normas, reglas o
convenciones, bastando con que el hablante utilice el lenguaje descriptivamente para
reportar eventos que acontecen externamente a él como viento, olas, etc.,
b) hechos institucionales: porque también se puede referir a tales fenómenos
meteorológicos mediante la referencia a una convención o regla específica: este es el
uso que estoy efectuando en este artículo: a una tormenta la trataré como temporal al
hacer referencia a la convención metoeorológica establecida mediante la escala
Beaufort, de que se utilizará ese término ante fenómenos que presenten determinadas
características (por encima de determinadas altura de ola, velocidad de viento, etc.),
c) hechos genéricos: cuando se refieren a ellas como categoría de eventos, y no como
un evento en particular; un ejemplo de ello sería cuando una norma jurídica, dentro
de sus supuestos de hecho, refiere genéricamente a las tormentas; por ejemplo, el
artículo 1° del Decreto N° 371/995 que aprueba el “Reglamento de organización y
funcionamiento del Sistema Nacional de Emergencias”, al establecer en su inciso
segundo que “Se consideran situaciones de emergencia, crisis y desastre
excepcionales, entre otros, accidentes gravísimos, tormentas que provoquen daños
masivos, sequías, inundaciones, plagas, epidemias, incendios, contaminación
ambiental, acciones terroristas y otras situaciones excepcionales que causen
conmoción social, ocasionadas por fenómenos naturales o por la acción humana.”
d) hechos individuales: cuando se refiere a una determinada tormenta, acontecida en un
particular período de tiempo y área geográfica; en este sentido se emplea al momento
de decidirse judicialmente si ese evento puede justificar el incumplimiento del
transportador de entregar la mercadería, en ejecución del contrato de transporte.
Como dicen Anderson, Schum y Twining (Anderson, Schum, & Twining, 2015,
pág. 89) “La investigación de los hechos en el Derecho comparte muchos atributos que
caracterizan a las actividades de descubrimiento que se llevan a cabo en otros contextos,
tales como la ciencia, la historia, la medicina y el análisis de las divisiones de
inteligencia. En cualquier contexto, la investigación y el análisis (y comprobación)
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requieren el uso de las tres formas estándares de lógica: deductiva, inductiva y abductiva.
Los argumentos en cada una de estas formas pueden ser expresados en la forma de un
silogismo. En la lógica deductiva, la premisa mayor debe ser una declaración
universalmente verdadera:
X es una A
X es (necesariamente) una B
X es una A
X es probablemente una B
5.2. La inducción
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en términos de probabilidad de ocurrencia; se asume que los fenómenos que se describen
en tal pronóstico, pueden acontecer o no. No son formulados con certeza absoluta, sino
con un grado variable de incertidumbre.
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“razonablemente”, sentido al que el autor llama probabilidad inferencial,
afirmando que “hace referencia al grado de apoyo que las premisas prestan a
la conclusión, esto es, el grado de credibilidad racional de la conclusión.”
(González Lagier, Quaestio facto. Ensayos sobre prueba, causalidad y acción,
2013, pág. 47),
b) cuando es usado para expresar una ley o regularidad estrictamente universal,
que no tenga excepciones, y que correlacione todos los casos con determinada
propiedad (“todos los metales se dilatan con el calor”), o para expresar una
ley probabilística (“aquellos que convivan con un enfermo de sarampión,
probablemente enfermarán”), ya que expresa una relación causal entre dos
acontecimientos (la exposición al contagio y la enfermedad), pero que admite
excepciones; a este sentido lo llama probabilidad causal (González Lagier,
Quaestio facto. Ensayos sobre prueba, causalidad y acción, 2013, pág. 47).
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Por otra parte, se encuentra la llamada inducción probabilística. “Hemos visto que
las reglas generales que podemos obtener por inducción ampliativa pueden ser
universales o probabilísticas. Si son universales, podemos construir con ellas
deducciones, subsumiendo el caso en la regla universal. Obtenemos de esta manera un
resultado que será necesariamente verdadero (si las premisas lo son). Pero si son
probabilísticas, al subsumir el caso en ellas no obtenemos un resultado cuya verdad esté
garantizada por las premisas, sino meramente probable. (…) Imaginemos que hemos
descubierto que algunos cuervos, sometidos a determinados experimentos de laboratorio,
cambian de color y se vuelven blancos, de manera que lo que era considerado un
enunciado estrictamente universal (´todos los cuervos son negros´) pasa a enunciarse
como una regla probabilística (´si x es un cuervo, probablemente es negro´). Entonces el
siguiente argumento sería un ejemplo de inducción probabilística:
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mató de hecho a la víctima. Algunas aplicaciones de la teoría de la probabilidad también
permiten que una teoría o generalización sea tratada como un evento y así asignarle una
probabilidad, de modo que podamos hablar, por ejemplo, sobre la probabilidad de que la
gravedad obedezca a la ley del cuadrado inverso, o de que un particular sistema para la
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administración de justicia es menos propenso al error que otro.
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Traducción propia. Texto original: “In its more technical usage, the term “probability” denotes a quan-
titative measure of the uncertainty associated with some unknown state of affairs — or, as this is technically
called, ´event.´ (…) Probability is normally measured on a scale from zero to one, with zero representing
certainty that the event is false, and increasing values of the probability corresponding to increasing
certainty, or decreasing uncertainty, that the event is true. The value one-half represents complete equiv-
ocation as to whether or not it is true, and the value one complete certainty that it is. The event under
consideration might be a future happening the outcome of which is still undetermined — such as the event
that an accident victim will survive five years. Or it might be a statement about the past or present which
is, in principle, determined, but the truth of which may be unknown — such as the events that my poker
opponent holds four aces, or that the defendant in a murder trial did in fact kill the deceased. Some
applications of Probability Theory also allow a theory or generalization to be treated as an event and so
be assigned a probability, so that we might talk, for example, about the probability that gravity obeys the
inverse square law, or that one particular system for the administration of justice is less prone to error
than another.”
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que le asigna ese sujeto al evento debe ser superior a 1/11. Al considerar su
comportamiento al aceptar o rechazar un rango de tales apuestas, con varias
probabilidades, es posible inferir un valor numérico exacto para la probabilidad
(subjetiva) que le asigna al evento 4.
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Traducción propia. Texto original: “Rather, the probability assigned to any event must be allowed to
depend not only on the specific event in question, but also on the individual whose uncertainty is being
expressed, and on the state of background information in the light of which this assessment is being made.
As any of these factors changes, so too might the probability. In particular, there is an irreducibly subjective
element in any probability assignment. (…) Moreover, this suggests a method for measuring a subjective
probability: it should be related to the odds at which an individual would be willing to enter into such a
bet. Suppose that a bookmaker offers odds of ten to one against some event. If you take up the offer of this
bet, you will gain ten times your stake if the event occurs, while you will lose your stake if it does not. (…)
This is nonnegative (and the bet is therefore advantageous) if P exceeds 1/11. Conversely, if, without any
explicit consideration of probabilities, you are happy to accept this bet, it may be deduced that your
probability for the event must exceed 1/11. By considering your behavior in accepting or declining a range
of such bets, at various odds, it is possible to infer an exact numerical value for the (subjective) probability
that you assign to the event. This constructive, behavioral measurement procedure can be regarded as
defining subjective probability.”
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“One method that has been found extremely helpful in training weather forecasters to assess numerically
their subjective probability of an event such as “it will rain tomorrow” is the so-called Brier scoring rule.
This operates as follows: suppose a forecaster has to quote a value Q for his probability of the event A.
When the outcome of the event is eventually known, he is to suffer a “penalty score” of (1 − Q ) if A in
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fact occurs, and of Q if it does not. Suppose he held a true subjective probability P for the event A. Then
his expected penalty, if he quotes Q, is P × (1 − Q ) + (1 − P ) × Q . It may be shown that this is
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minimized for the choice Q = P: in other words, faced with such a system of penalties, honesty is the best
policy, and the optimal value to quote is the true probability. If now we are trying to measure that
probability, we can watch the forecaster’s behavior when made to play the above game, in the knowledge
of the penalties that await him, for any choice he may make for Q, both should A in fact occur, and should
it fail to occur. If the penalties are real monetary ones, his mind will be concentrated wonderfully, and he
will choose his quoted value Q with great care. Since the Brier scoring rule encourages honesty, we can
take this quoted value as being his true probability.”
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7. Los pronósticos meteorológicos como proposiciones inductivas probabilísticas
sobre eventos futuros
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Por supuesto que esta incertidumbre no pasa desapercibida para los pronosticadores
meteorológicos. Las fuentes de la incertidumbre en las predicciones son varias
(Organización Meteorológica Mundial, 2018, pág. 7 y 8):
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extensión y se prevé un amplio repertorio de condiciones meteorológicas, los
predictores necesitarán resumir o condensar la situación, a veces mediante una
descripción general o con la simple mención de los puntos más importantes de la
evolución. Los sintagmas sintéticos como ´en el oeste´ o ´por la tarde y durante la
noche´ contienen una incertidumbre implícita porque son descripciones abiertas en
lugar de específicas.”
d) la interpretación de las predicciones: “La última fuente de incertidumbre de las
predicciones surge cuando el usuario recibe e interpreta la predicción. Esta es la
etapa en la que pueden surgir las incertidumbres de mayor magnitud, sobre todo si
no se entiende la terminología de las predicciones o si el usuario comprende el
significado de manera diferente a como se pretende. Muchos SMHN (Servicios
Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales, por sus siglas en inglés) han llevado a
cabo estudios para evaluar el nivel de comprensión de los términos sobre
predicciones y se ha confirmado que frecuentemente se producen malentendidos. En
ocasiones, existen incluso diferencias de comprensión en la terminología de las
predicciones entre los propios predictores. ¿Es lo mismo “probabilidad de
tormenta” que “posibles tormentas”? ¿Cuál es la diferencia entre
“predominantemente bueno” y “uno o dos chubascos”? Resultaría bastante fácil
encontrar a dos predictores que den respuestas diferentes para cada pregunta. Si
los predictores no están de acuerdo en cuanto al significado, entonces es inevitable
que los usuarios tampoco estén seguros. Los centros de predicción deberían
elaborar unas definiciones estándar de los términos y emplearlos de manera
coherente. Cuando se examina la cuestión de la interpretación de las predicciones
en un contexto de probabilidad, el problema incluso se acentúa. En una encuesta
realizada por la Oficina de Meteorología de Australia, se preguntó a la gente qué
entendía por una predicción de un 30 por ciento de probabilidad de precipitación en
la ciudad. El 55 por ciento de los encuestados contestó que significaba que había
una probabilidad de precipitación del 30 por ciento en algún punto de la ciudad,
mientras que el 36 por ciento contestó que había una probabilidad de precipitación
del 30 por ciento en toda la ciudad. Esto muestra por qué es importante definir el
fenómeno con claridad para que tanto el predictor como el usuario tengan total
seguridad de a qué se refiere la probabilidad. Asimismo, puede ser útil para los
usuarios que las probabilidades de los fenómenos se comparen a la frecuencia
climatológica observada de tales fenómenos. La percepción humana también tiene
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una influencia importante en la interpretación de la incertidumbre y del riesgo. Las
respuestas de la gente respecto de la incertidumbre varían en función de las
consecuencias del fenómeno que se predice.” (el destacado del texto no está en el
original).
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8. El criterio doctrinal y jurisprudencial de la previsibilidad del hecho fortuito a la
luz de la incertidumbre de los pronósticos meteorológicos
Por todo lo expresado hasta aquí considero que conceptos tales como: “La técnica
moderna ha quitado, en gran parte, los caracteres de (…) imprevisibilidad a los
accidentes en el mar. Los buques, actualmente, cuentan con radar, sonar, radio para
comunicarse con otros buques o estaciones meteorológicas que les informan de las
condiciones que imperan en las zonas a donde se dirigen (dirección del viento, en rumbo
y grados, así como intensidad).” (Rocca, 1990, pág. 156), deben ser suficientemente
precisados como para poder ser apreciados en forma racional (es decir, fundamentados
en razones adecuadas). No basta que existan medios de comunicaciones que faciliten el
conocimiento de qué circunstancias meteorológicas probablemente puedan llegar a existir
en el área por donde se navegará (cuando el capitán está evaluando sus rutas de
navegación), o eran probablemente esperables en la navegación efectivamente efectuada
(cuando en juicio el juez está evaluando si era previsible o no la existencia de un temporal
para decidir sobre la responsabilidad del transportador).
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En consideración de la vaguedad lingüística existente, y de que cualquier pronóstico
meteorológico es la expresión de la probabilidad subjetiva que el pronosticador que lo
redacta le otorga a la ocurrencia del temporal, es necesario que el juzgador busque
criterios que le permitan cuantificar tal incertidumbre, lo que no siempre será tarea
sencilla: van a existir casos en que los pronósticos la expresen mediante alguna escala, y
van a existir otros casos en que solamente habrán sido utilizadas expresiones tan ambiguas
como “probables tormentas”. En tales casos es que deberá recurrirse a medios tales como
testigos expertos, prueba por informes de oficinas especializadas, etc. que permitan
cuantificar la incertidumbre. A mi juicio no basta con que un pronóstico meteorológico
simplemente mencione que puede sobrevenir un temporal, para así otorgarle la calidad de
hecho previsible; para ello es necesario saber cuál es el grado de probabilidad subjetiva
de ocurrencia de tal temporal: ¿un temporal con una probabilidad de ocurrencia de menos
del 50 % puede racionalmente considerarse como previsto? Creo que ese porcentaje de
previsión equivale al 0,5 de la escala manejada por la teoría de la probabilidad (la
equivalencia entre que no va a pasar y que sí va a pasar), por lo que cuestiono su
suficiencia. Me parece razonable que para considerarse como previsible un evento
meteorológico (no sólo como posible su ocurrencia en algún momento, sino con chance
de acontecer en un futuro inmediato), deba considerarse una probabilidad subjetiva de
ocurrencia de más del 50 %. Pero eso es solo un criterio inicial y por supuesto,
absolutamente revisable, ya que pretendo que este sea solamente el comienzo de la
discusión.
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