Al terminar la primera inauguración de la Exposición de la Chalina
de la Esperanza en un municipio de cuyo nombre no nos queremos acordar, recibí varias impresiones sobre lo que significó la muestra: el primero del arquitecto José Bauer, quien me dijo que parado en el centro, tuvo la súbita sensación de estar “rodeado de lápidas” de colores y diseñadas con mucha creatividad pero que lo trasladaron de inmediato a un cementerio; en segundo lugar se me acercó, Norma Mendez –victima del conflicto- quien me pregunto enfática “¿Por qué siempre creen que queremos dinero?, esto es lo que necesitamos, reparaciones simbólicas donde se acuerden de nosotros” y por último la madre ayacuchana, Julia Salesiana Maldonado, quien refirió: “aquí les dejo a mi marido (mientras enseñaba su tejido), cuidénmelo chicas, como si fuera yo quien lo hiciera”.
Meses antes, la presidenta de la Asociación Nacional de Familiares
Secuestrados Detenidos y Desaparecidos (ANFASEP), Adelina García, nos reveló que en el mundo rural en Ayacucho ”la chalina es un regalo que le realizan las chicas a los chicos que les gustan y que al tejer imagina que va a envolver el cuerpo de su esposo” (Zósimo Tenorio, desaparecido en 1983).
Para nuestro padrino chalinero, Jorge Bruce, “la chalina es el
triunfo de la vida sobre la muerte, es un triunfo de la estética ---porque es un acto bello y creativo- sobre el horror, que las reivindica como seres humanos y que reconoce que todas las personas tiene el mismo derecho a que su vida sea llorada”.
Eso y más, es esta chalina de la esperanza que hoy tenemos frente
a nosotras.
Cuando empezamos este camino de lanas, palitos, puntos y
diseños en Huamanga nunca nos imaginamos que la chalina tejida con tanto amor por los familiares de los desaparecidos se exhiba en un lugar tan privilegiado como el balcón de la municipalidad de Lima, frente la plaza de Armas, el Palacio de Gobierno y la Catedral. La historia de la chalina de la esperanza nació en Huanta: cuando por vez primera vez se expuso las prendas encontradas en dos fosas en Putis, en donde en 1984, el Ejército asesinó extrajudicialmente a 192 personas, entre ellas, a mas de 20 niños.
El objetivo del evento -en el que había un representante del
Ministerio Público- era que los familiares de las víctimas de Putis reconozcan entre la ropa encontrada en las fosas, las prendas de sus seres queridos y facilitar así su identificación.
Ser testigos de la caminata en círculos de los acongojados
familiares intentando volver a conectarse con su ser perdido hace ya 26 años, fue uno de los momentos más tristes que viví junto a mi colega Marina García Burgos.
Uniendo los dedos pulgar e índice, los ex pobladores de Putis se
acercaban con devoción a las prendas buscando identificar el tejido del ser querido perdido. Allí nos dimos cuenta que en el mundo andino no hay un tejido igual, así que los familiares buscaban entre las chuspas, chompas, morrales y chalinas el punto que lo haga decir ¡Al fin!.
Al darnos cuenta de la importancia de los tejidos, las prendas y el
color en los familiares de los desaparecidos, inconscientemente había nacido, “la idea” de la chalina de la esperanza.
Llenas de preguntas, Marina y yo nos sentamos a conversar con el
gran José Pablo Baraybar, Jefe del Equipo Peruano de Antropología Forense, quien mostró su “asombro” ante el reconocimiento de las prendas tejidas a diferencia de las prendas “occidentales” (blue jeans, polos, entre otros) encontradas en las exhumaciones en las que ha participado en Filipinas, Kosovo, Congo, entre otras.
Baraybar nos señaló lo poco que se conocía de los desaparecidos
fuera del país e inspiradas por él y su vehemencia en la búsqueda de esta dura realidad, nació la idea de hacer un libro sobre los desaparecidos en Perú que busque “convencer a los no convencidos” y traspasar las audiencias de los interesados en los temas de derechos humanos.
Cada familiar escoge el color, el punto y el diseño con el que quiere
recordar al ser querido y se sienta a tejer pensándole en hacerle un homenaje. Al tiempo que nació la chalina de la esperanza nació la chalina de la solidaridad -nombre de pila con el que Morgana Vargas Llosa bautizó a la chalina tejida por las personas que tienen la suerte de no haber perdido a nadie en el conflicto interno pero que quieren formar parte de la aventura kilométrica-
Desde que hubo el primer desaparecido en el país, no hay un
reconocimiento del drama que es tener un familiar desaparecido que los sume en un limbo jurídico y social, y en un limbo emocional, porque nunca pierdes la esperanza de que tu ser querido aparezca con vida y toque a tu puerta.
Al finalizar este discurso, queremos agradecer a los familiares de
los desaparecidos, a nuestros familiares y al EPAF por apoyarnos desde el principio en esta aventura.
Tenemos un agradecimiento inolvidable en nombre de los familiares
de la memoria y de la justicia a la alcaldesa Susana Villarán y a la Municipalidad de Lima por invitarnos a exponer en la Galería Pancho Fierro, y a las cantantes Magaly Solier, Pamela Rodríguez y Roxana Valdiviezo, que nos acompañan hoy, y que han hecho un espacio en sus apretadas agendas para ofrecernos un espectáculo memorable para todos.
Me despido en nombre del colectivo Desvela -que está formado
también por Marina García Burgos y Morgana Vargas Llosa- que busca dar un abrazo solidario y necesario a todos aquellos que tanto sufrieron desde que sucedió la primera desaparición en Perú.
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