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Ilustraciones: A.Breccia
5 POEMAS
1
tras la ventana
bajo el follaje
un niño besa una raya de luz
junta hortensias en un pozo
sueña que volverá a crecer
arveja negra
arveja negra
Tengo un problema:
arranqué los ojos de mi muñeca
y ya no ve. Desde el noveno piso
lancé con ímpetu al patio interno
de mi vecina un ojito, el izquierdo.
En una alcantarilla, único
ojo abierto que permite
entrar a la imagen hecha cuerpo;
es de saliva poderosa
seduce agresiva cualquier intento
de entrega externa, la convierte
en interna destrucción. Allí
abandoné el otro ojo que rodó
como una arveja negra.
Mi muñeca: muñón del alma mía
no está ciega, es simple
no tiene en la cara ojos
y su cabeza recuerda
pequeño el patio que se agiganta
a gran velocidad, un agujero.
Yo le muestro
determinada cantidad de dedos, ¿cuántos
hay? le saco la lengua, me burlo
lloro en silencio y no lo nota, la amenazo
y nunca tiembla: Ojos que no ven
corazón que no siente. Necesito
dos ojos, o un corazón
autosuficiente. Mi lágrima no sabe
parir otros, mi problema es
operar en el hueco
de la mirada. No,
caer en él.
huevos
¿tenés pasta?
Todos, y mi médico aseguran
que tengo una vida
interior bastante rica como para
no sentirme
sola
Debo pulir
toda encía rebelde
con un cepillito
antes de dormir. Hoy no comí
remolachas -explicaba en mi terapia-
Son estas
palabras se me caen a cachos y
golpean Si son
ricas? El interior se hace
destrozar si son muchas?
por una
belleza falsa
No sentirme, no
La tengo en la punta de la lengua
es una chinche
de metal bastante insulsa
como para no decir
Cómo no decir: pará
de hachar el frenillo y coséte
una jaula en mitad de la garganta
¿Tenés pasta?
Para sobrevivir no
quiero lavarme otra vez, no mires
lo que disfruto. Antes de dormir ay
rica cebolla, hoja
por hoja diente por diente muela
a palos
su idea
incorrecta aprenda que
la realidad no es solitaria y usted
es real
que tengo una vida
aseguran todos, creyentes del ojo porque
me ven consideran
que existo.
california creo
as de oro
marquesina
No puedo necesito
seguir jugando sí con la ruedita
llena de dientes
muerde el muslo muerde la mano
hilito rojo
carmesí raro y dale que va nomás dale
hablá de eso
y eso? un yeso
porque me quebré
Crush
Observo cómo
hace fuerza la semilla para hundirse
en el mosaico. Me mira
junto saliva y la escupo -gracias
dice, un poco menos sedienta
Mientras pelo una naranja
resisto esta cocina y esquivo
sus palabras
En esta urbe la pavada
se contempla como si fuera
un trabajo -comenta semillita
Casi nada, se parece a Necesidad
nuestra diosa, la que me tentó malvada
a comer esa naranja. Saboreo un gajo
ubre ácida y continúo
...ahora compran
tijeras porque las apariencias obligan
a utilizar un bozal
Hablo mordiendo y suena
la sirena policial, deben ser
las tres de la mañana -observo
a la semilla y se me caen
lágrimas. Ella no habla, me mira
está muriéndose
Atenéte a las consecuencias
de haber crecido
o lamé en el mosaico
y en la semilla partida
su sangre -gritó la naranja
desde mi esófago, aturdida
saco esta lengua y pequeña, altiva,
yo me planto.
ábaco
glauca
Dos documentales
sobre Juan L. Ortiz
p o r A l e j a n d r o R u b
i o
La imagen de Ortiz que se desprende de este discurso es, a grandes rasgos, la que tantos
apóstoles del Cristo de Gualeguay trabajosamente construyeron: la del buen salvaje en
su faceta de lírico natural, que naturalmente canta a la Naturaleza que lo vio nacer por
parto natural, sin mediación alguna de lecturas literarias o de las otras, de amigos o
enemigos escritores, del contexto cultural y político o siquiera de la mera y personal
capacidad de raciocinio. Si, como parece, uno de los objetivos de este documental es
básicamente didáctico (presentar una figura conocida por pocos a un público de una
manera lo más integra posible) hay que decir que no lo cumple; el que desconozca a
Ortiz no se enterará por el video de que, por ejemplo, fue un militante comunista muy
activo (estuvo varias veces en la cárcel y siempre mantuvo vínculos con sindicalistas y
políticos de izquierda de Santa Fe y Entre Ríos), ni de su discreta polémica con la línea
cultural de la dirección del Partido, ni de su labor de traducción, ni de su amistad con
artistas más jóvenes de la que en gran parte dependió
la difusión de su obra, ni de su profunda afinidad con
el simbolismo francés más riguroso; de nada, en
realidad, que exceda la estampita chirle que se
describió algunas líneas arriba.
Se puede afirmar que tal estrechez no sería tan grave
si, al menos, la película mostrara un lenguaje ...el que desconozca
cinematográfico tan interesante o pulido que la a Ortiz no se enterará
despegara de su objeto e hiciera su visión, de todos por el video de que, por
modos, más o menos placentera; más bien, yo diría ejemplo, fué un militante
que Juan L. es un documental, además de erróneo,
comunista muy activo
sumamente aburrido. Padece del síndrome de La
aventura del hombre, esa compulsión a la
redundancia que lleva a ilustrar palabras con imágenes: si la voz en off habla del río,
vemos la orilla del Paraná; si menta el Registro Civil de Gualeguay, vemos la fachada
del Registro Civil de Gualeguay; si se refiere a sus días de escuela primaria, vemos
niños en guardapolvo blanco, pupitres, un pizarrón negro, muchas tizas, una maestra;
etcétera, etcétera. No contentos con esto, Bauer/Scaglione incurren en un par de
oportunidades en la pretensión del símbolo: tres planos de un bote vacío, ya en la orilla,
ya en medio de la corriente (el artefacto que humaniza el paisaje, o tal vez la pequeñez
del hombre ante la vastedad de la naturaleza; digo yo, bah); el segmento dedicado al
viaje a Buenos Aires incluye fotogramas de un corso de principios de siglo (éste es más
fácil: la alegría efervescente del joven provinciano en la Gran Ciudad). Todos los
paisajes, además, muy bellamente fotografiados, según dicta la estética de las
publicidades turísticas. No es raro que resulte más atractivo, por contraste, los
fragmentos en blanco y negro que muestran a Ortiz fumando en pipa o mateando en su
patio… realizados por dos equipos de estudiantes de cine del Litoral, hace añares. Al
menos, dejan espacio para que el espectador imagine algo, lo que sea, por su propia
cuenta, antes de que las postales acuáticas y la voz de Gené vuelvan a interferir en su
campo audiovisual.
Juan L. contó con los auspicios de la Fundación Banco Mercantil Argentino.
Una voz (esta vez sí, la del mismo Juan Laurentino Ortiz) lee un poema con la pantalla
todavía en negro, que deja paso a la foto de un Ortiz sonriente; se calla la voz y el
siguiente plano muestra,
en blanco y negro, el interior de una imprenta:
batifondo de máquinas, resmas de papel,
obreros grá ficos en plena producción.