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YOK, JUDAÍSMO A TU MANERA

@YOKTIME

Clases de Iniciación a la Filosofía


por Darío Sztajnszrajber

LA FILOSOFÍA

Darío: … pero digo, en el mundo contemporáneo, que los hay de esos también, hay toda una línea que lo que
hace es plantear que la filosofía implica un acto de compromiso, de erudición, de conocimiento, y de cierta capa-
cidad. No todos tenemos esa capacidad de poder hacer filosofía. Es un planteo.

Yo pienso exactamente al revés. Pienso que todos tenemos la posibilidad de ejercer un pensamiento filosófico,
en la medida en que queramos, que encontremos el espacio y enfoquemos hacia allí. Y es más, la diferencia en
relación al inodoro, entre yo y alguno de ustedes que nunca en su vida ha leído algo de filosofía, es que yo leí a
doscientos tipos que ya pensaron y se plantearon la cuestión del inodoro. Se me ocurre Cioran, Emil Cioran, un
pensador iluminista del siglo XX, rumano, hay un libro que se llama Del inconveniente de haber nacido, tiene todo
una especie de conceptualización con el inodoro y los excrementos y todas esas cosas.

Pero la diferencia es que cuando yo me pongo a hacer filosofía ya me leí todo Kant, todo Heidegger, todo Marx,
todo Nietzsche, y entonces recorto todo eso y pego, recorto y pego. Pero tampoco creamos que somos originales
en nuestros pensamientos, lo que hacemos es utilizar pensamientos de otros y juntarlos. Eso realmente yo lo
creo. Vivimos tiempos donde realmente se ha vuelto muy difícil ser original, en filosofía no hay filósofos que
hayan creado ideas originales. Yo creo que el último fue Heidegger y la gran idea original de Heidegger es que
hay que volver a mirar para atrás, volver a la pregunta por el ser de los presocráticos. Así que imagínense que se
vuelve difícil, en arte se vuelve difícil encontrar un estilo original, nuevo, que no sea una mixtura. Con el pensa-
miento pasa un poco lo mismo.

Ahora –quiero puntualizar esto y ya pasar a otra cosa-, la diferencia es que muchos de ustedes, si se animan
a hacer filosofía con un inodoro, o con lo que sea, la diferencia es que ustedes no están atravesados por todas
esas teorías que los que estudiamos filosofía si las tenemos. La pregunta es: ¿quién filosofa mejor? Hay una idea
famosa de Nietzsche que dice: los más grandes filósofos son los locos y los niños. Porque de alguna manera no
están inducidos por los pensamientos de otros, se resguarda cierta espontaneidad. La pregunta del chico es la
pregunta filosófica por naturaleza: ¿por qué?

Pero realmente hay una espontaneidad que se pierde también cuando uno lee mucho. Con esto no estoy hablando
en contra de la lectura filosófica.

Por otro lado la filosofía también tiene mucho de diálogo con el otro. Uno tiene la sensación que la filosofía es
un ejercicio como monológico, esa imagen del pensador pensando, metido para adentro. Esa idea de la filosofía
es una idea que va completamente en contra de la historia de la filosofía. Uno de los más grandes filósofos de
la antigüedad griega, Sócrates, filosofaba caminando con sus alumnos, que eran sus amigos, y él decía que la
filosofía siempre es diálogo, dia-logos, está la idea de logos, la racionalidad que es atravesada y compartida. Uno
siempre está haciendo filosofía con un otro, y cuando estamos solos lo estamos también haciendo con un otro,
salvo que alguno de ustedes se haya comido el verso de que somos siempre los mismos y que somos un único yo,
indivisible. No. Vamos todo el tiempo generando esta especie de diálogo con nuestros diferentes otros que van
constituyéndonos a nosotros en esto que somos, entendiendo el verbo “ser” en su carácter de acción: somos. No
somos de un modo definitivo, somos verbo, estamos todo el tiempo mutando.

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Cuántas definiciones de filosofía hay: miles. Cuál es la verdadera: para mí, todas o ninguna. Por ahí alguno de
ustedes me dice: “no, yo no puedo aceptar que Santo Tomás de Aquino sea un filósofo sino que era alguien que
hacía filosofía al servicio de la fe dogmática católica”. Bueno, pobre del que piensa eso que se priva de ver a
Santo Tomás que es maravilloso lo que escribe. En todo caso el tema es leer, recortar del tomismo lo que me sirve
para entender determinadas cosas y pegarlo con otros filósofos, y otra cosa es leer Santo Tomás y pensar que la
realidad es como la describe Tomás. En ese sentido yo creo que ninguna filosofía describe cómo son las cosas.
La filosofía no tiene ese carácter, esa pretensión de verdad. La tuvo en su inicio, ahora lo vamos a ver eso. pero
en estos tiempos modernos o posmodernos se ha vuelto otra cosa, se ha vuelto más bien un arte de la sospecha
y otra palabra que se inventó en filosofía y que a mí me gusta usar mucho, que es: un arte de la deconstrucción.
Deconstruir. Que no es lo opuesto a construir, no es destruir. Deconstruir es volver sobre lo construido y tratar
de ir a lo construido viendo por qué se construyó de ese modo y cómo en ese acto de construcción se soslayaron
algunas cosas, se decidieron otras. Deconstruir el cristianismo, ahora está de moda todo ese tema en la filosofía
francesa por ejemplo; hay un libro de Jean-Luc Nancy que se llama La deconstrucción del cristianismo, lo editó la
Editorial Cebra y cuesta 89 pesos. Nancy empieza a tratar de entender por qué el cristianismo eligió este camino
y no otro. Uno podría pensar que este es el camino natural del cristianismo; para la deconstrucción, la palabra
“natural” es una mala palabra. Siempre que alguien habla en nombre de lo natural es porque te quiere jorobar,
tiene un interés. El deconstruccionismo tiene esa idea, desnaturaliza. Es un tema que a mí me apasiona la historia
del cristianismo, del judaísmo también, la filosofía de la religión; entonces cuando uno ejerce la deconstrucción
del cristianismo se da cuenta que en los textos bíblicos dice lo que la Iglesia dice pero también dice lo contrario y
el Jesús que se levanta en una Iglesia no es el mismo que se levanta en otra tradición, y hay un Jesús oculto, y los
padres de la Iglesia dicen una cosa pero hay textos que no se les da bolilla pero dicen otras cosas. Todo el tiempo
el poder de turno está tomando decisiones y se van instalando interpretaciones sobre las cosas que después se
naturalizan. Porque esa es la mejor manera de que un poder funcione: naturalizando. Haciendo pasar su propio
interés como si fuese algo propio de la naturaleza de las cosas. Y esto pasa mucho en la filosofía, en la religión,
en los saberes. El poder y el saber están intrínsecamente ligados. El que puede imponer su propia interpretación
de las cosas como si fuese la verdadera naturaleza de las cosas, ganó la batalla. Entonces, frente a eso qué
nos queda: la deconstrucción. O nos queda ir a la batalla, pero cuando vas a la batalla vas con tu propia verdad,
entonces es guerra de interpretaciones a ver cuál se impone a cuál. Frente a eso yo prefiero, humildemente, la
deconstrucción, mostrar que realmente si alguien habla en nombre de la verdad, mostrar qué interés hay detrás,
del tinte que sea.

Y siempre que digo esto surge la pregunta de, entonces ¿cuál es propositivamente el objetivo de la filosofía?,
¿hay que contentarse con que la filosofía sea solamente el arte de la deconstrucción? Sí. No es poco. Uno tiene
la tendencia a decir: ¿cuál es la verdad que plantea la filosofía? Y tal vez la verdad que plantea la filosofía –y esto
lo van a encontrar en Sócrates, en Marx, en Nietzsche, a su manera en el psicoanálisis-, tal vez la verdad es que
no hay verdades. Y que el que habla en nombre de la verdad está ocultando un interés. Tal vez la filosofía va a
eso, simplemente a desenmascarar al que habla en nombre de la verdad. Y ahí llega, porque si no hay verdad no
vale que vos vengas y digas “la verdad es esta”. Estás haciendo lo mismo a tu manera.

No hay una definición de filosofía, hay de todo, hay muchas definiciones, han cambiado a lo largo de la historia,
algunas se mantienen. Hay filosofía como les contaba con Santo Tomás que se liga con la religión, hay filosofías
más científicas, es muy difícil encontrar algo específico. Igual tengo la obligación de tratar de encontrar algún
elemento común. Y me va a costar. Santo Tomás de Aquino y Marx son los dos filósofos, me va a costar encontrar
algo en común. Alguien podría decir “bueno, son dos religiones el marxismo y el catolicismo”. Discutible pero eso
también se dice. Va a costar encontrar un elemento en común porque si fuese a la historia de la filosofía les diría
es fácil, la filosofía se hace con la razón, básicamente si hay una naturaleza de la filosofía es el pensamiento,
estamos pensando y con qué pensamos, con la mente, con la cabeza, con la consciencia, con el cerebro, con un
órgano, con el alma. El alma, ¿qué es el alma? Algo que tenemos adentro. Qué es adentro, adentro tengo tripas.

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Dentro del cuerpo, pero ¿no es incorpórea?, entonces cómo está adentro. Ups. Es muy difícil tratar de entender
con qué pensamos.

Si hay una verdad absoluta, todo esto que estoy diciendo es una pavada. Si no hay verdades absolutas, esto es
lo que tenemos. Apertura y libertad de pensamiento, interpretaciones diversas que están todo el tiempo con-
venciéndose a sí mismas. Y no hay más. Porque en realidad no hay una que se termine de establecer como real
porque alcanza el verdadero conocimiento de las cosas. “La ciencia sí”: revisen la historia de la ciencia, nada
más. Si hay un lugar donde las teorías cambian, segundo a segundo, es en la ciencia. No hay científico que no
esté siempre defendiendo el valor hipotético de sus conjeturas y defendiendo esa libertad que tiene la ciencia de
estar todo el tiempo reinventándose y refutándose a sí misma. Una cosa es que las cosas funcionen y otra es que
sean verdaderas de modo absoluto. La verdad es de otra índole, la verdad absoluta tiene que ver con algo más
profundo. Podemos estar soñando y en el marco del sueño le estamos dando un beso a alguien y disfrutamos del
beso que estamos dando. No es real, pero es. Y sin embargo estuvo buenísimo y no es real. Lo real pasa por un
lado más metafísico, más existencial.

Otro ejemplo más difícil: la tecnología nos ha ayudado a pensar muchas acciones imposibles en otro momento,
por ejemplo volar. Volamos en aviones. Ahora, ¿el volar tiene que ver con la verdad existencial de lo humano? Si
pensamos un poco en esos motivos más profundos, el para qué, cuál es el sentido último de las cosas. Por ahí el
mundo se disparó para un lugar que no era o por ahí no hay un lugar que era, hay lugares; fue por este lado pero
podría haber ido por otro. El problema es que muchos ponen el poder de los hechos como un poder inobjetable.
“El macho es superior a la hembra”, “¿por qué?”, “porque siempre la dominó”. No. No principalmente porque es
mentira, discutamos qué es dominar. “Los hombres siempre dominaron al resto de los animales por eso somos la
especie superior”. No. Las bacterias te revientan y vos no sabes por qué. Por ahí no lo visualizas, no visualizas a
la bacteria como otra especie que ejerce un poder sobre vos, pero es el dueño del universo. Muy del hombre esta
omnipotencia, que también se manifiesta en la filosofía.

No hay una definición unívoca de filosofía pero hay una etimología, eso sí hay. La palabra “filosofía” tiene un ori-
gen y viene del griego. ¿Esto significa que sólo vale la filosofía griega? No. La palabra “religión” –lo vamos a ver
cuando veamos Dios- también tiene un origen básicamente romano-cristiano, sin embargo hablamos de religión
judía o de religión budista. Lo que estamos haciendo es tomando un concepto y extrapolándolo. Algunos rabinos
judíos con los que yo he tenido una serie de diálogos, se horrorizan si vos hablas de religión judía porque te dicen
que la palabra religión es una palabra que no tiene que ver con la tradición judía.

Del mismo modo pasa con la filosofía: tiene un origen griego pero la palabra “filosofía” después empezó a ser
usada para otras cosas y hablamos de filosofía china o hablamos de filosofía maya. Y ahí empieza la polémica
porque depende de la definición de filosofía que tengamos, lo primero que ejercemos es algo irritante pero que
es una política de exclusión. Lo hacemos con la música: “eso no es música”. No decimos “no me gusta”, directa-
mente “eso no es música”. La marginamos directamente. Pasa lo mismo con la filosofía, con el peronismo, ni
hablar. ¿Cuál es la definición de peronismo? Depende. Depende de quién hable, de en qué corriente esté, qué
historia tenga. Si uno es o no es peronista. El que no es peronista casi siempre construye una esencialidad. Sartre
en un libro del ´44 que se llama Algunas reflexiones sobre la cuestión judía, decía: el judaísmo no existe, es una
construcción del antisemita. Hay judíos, que cada uno interpreta su identidad a su manera. Ahora, el que viene
de afuera es el que necesita identificar a aquel que va a discriminar y les pone la marca.

Con la filosofía pasa lo mismo. Desde el interior de la filosofía uno debería decir “esto lo estoy diciendo yo”.
Hay filosofías muy diversas, no es lo mismo todo. Muchos de ustedes estuvieron en alguna charla o han leído a
filósofos que realmente van por otro lado, diferencias, incluso los filósofos vivos que salen hoy, no es lo mismo
escuchar a gente muy amiga, a Ricardo Foster que a Tomás Abraham, que a Kovadloff. Son muy distintos cómo

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entienden la filosofía, los autores que usan, el modo en que articulan las palabras, obviamente su compromiso
político. Hacen una filosofía muy distinta de la que hacía por ejemplo Gregorio Klimovsky, que tenía una manera
de hacer filosofía que al lado de Foster parecía que uno estaba haciendo literatura y otro estaba haciendo física,
porque eran dos formas muy excluyentes entre sí.

Entonces, a lo que apunto es que en general cuando uno toma partido por una definición de filosofía, natural-
mente demarca un límite y excluye a otras. Y entonces hay una tendencia a decir: “esto no es filosofía, es re-
ligión”, “esto no es filosofía, es literatura”.

A mí me han dicho directamente en la cara: “lo que vos haces no es filosofía, es literatura”. A lo que yo dije
“gracias”, gracias porque voy a terminar la clase diciendo que para mí la filosofía es eso, tiene más que ver con
el arte que con la ciencia. Busca mucho más lo que busca el arte que lo que busca la ciencia. Busca conmover,
movilizar, movernos del lugar en el que estamos. Y eso tiene más que ver con el arte que con la ciencia.
Obviamente que para eso no utiliza ningún método expresivo más que la retórica, la expresión, la palabra. No hay
método más expresivo que la palabra. Y sin embargo está la presencia de la racionalidad puesta en la filosofía
pero con otro objetivo, no el de explicar cómo son las cosas sino, como decía Nietzsche, el de martillar, zamarrear,
generar un choque, un shock, algo que se mueve, desacostumbrarme, desestructurarme, desacomodarme. Esta
es un poco la línea por donde yo pienso la filosofía.

Entonces en este contexto se van dando estas exclusiones. Y acá yo me juego –esto es muy discutible-, yo Darío,
para mí, todo aquel que haga filosofía y defienda que lo que hace es filosofía, para mí es bienvenido, dialogo.
Y cuanto menos le veo la raigambre filosófica, más me abro. Como esa frase de Nietzsche que tomamos en el
programa: “mi mejor amigo es mi peor enemigo”. El que más diferente encuentro, ahí me quiero abrir porque algo
me está diciendo que no puedo escuchar. Me pasa con los Hare Krishna por ejemplo, no puedo entender la lógica
de esa filosofía, pero por eso me atrapa. Me atrapa como me atrapó históricamente la religión, porque no puedo
creer que haya gente que crea tan fervientemente. Entonces voy ahí como una manera de tratar de ver qué me
dice. Y ahí vas, deconstruyendo y reconstruyendo, deconstruyendo y reconstruyendo.

La etimología no es una ciencia fácil ni exacta. Cualquiera que tenga un mínimo estudio en lingüística, sabe que
las etimologías también suponen una interpretación. Uno va a encontrar en la historia del lenguaje lo que quiere
encontrar. Obviamente hay palabras más obvias, palabras más cerradas, pero en general fíjense que las grandes
polémicas filosóficas en relación al origen de la palabra tienen que ver con la etimología y con etimologías diver-
sas. Es muy conocida la discusión que hay sobre el origen de la palabra “religión”. Hay toda una línea que dice
que religión proviene del latín religare, entonces religión es “volver a ligarnos con el creador”; y hay toda otra
línea que dice que viene de relegere, es “reunir”, pero en una de sus acepciones es “releer”, entonces religión
es “reunirnos, juntarnos, a volver a leer los textos” y dios es un protagonista de esos textos, lo que nos hace
religiosos es juntarnos a volver a leer o si quieren volver a preguntarnos las mismas cosas. Claro, esta segunda
etimología de religión descarta toda trascendencia entonces el hecho religioso es un hecho comunitario, un
hecho humano. El primero todo lo contrario, necesita de un creador. Entonces, ¿cuál es la etimología?, ¿de dónde
viene la palabra? No sé. Depende. No tengo manera de saber con exactitud nada, menos ir a la historia del origen
de una palabra, siendo el lenguaje lo que es.

Hay un montón de diccionarios etimológicos maravillosos. El estudio que toman los filósofos, el más serio, el más
imponente, es el de Émile Benveniste, donde están las mayorías de las palabras que después toma la filosofía, y
siempre Benveniste lo que hace es establecer estas paradojas, estas palabras que tienen múltiples acepciones.
Con filosofía hay más consenso pero ese consenso se problematiza cuando tratamos de entender lo que significa
la palabra en griego. Para el que no sabe, filosofía es una palabra compuesta por dos palabras simples que son
filos, que proviene de filia, de donde viene “filial”, “filiación”, “filio” es una manera de hablar de amistad y filos es

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una forma de hablar del amor, pero de un amor bastante particular, no es el Eros, es un amor en el sentido de de-
seo, propensión, búsqueda; sofia, sofos, el sabio, sofia es “sabiduría”, “saber”, es saber en un sentido amplio, el
sabio sabe todo, el sabelotodo, el “todólogo” diríamos hoy, experto en todo. Hay una definición en filosofía, en el
manual de Carpio hay una expresión que siempre me causó mucha gracia, que dice “el filósofo es un especialista
en generalidades”. Es maravilloso. O sea, especialista en decir nada. Pero Carpio lo defendía, yo lo tuve de profe
antes de que muriera y era tremendo, fue el Director de la carrera de Filosofía en la época de la dictadura. Pero
su libro es muy pedagógico, yo lo di añares en el secundario, iniciaba en la filosofía de un modo muy pedagógico.
Claro, para Carpio lo importante era ser especialista, le daba más importancia al término “especialista” que al
término “generalidades”.

Acá pasa lo mismo con la definición de filosofía: amor al saber. Y la pregunta clave es: ¿dónde pongo el acento?,
¿en el amor o en el saber? Por eso digo, la etimología es una: filosofía es amor al saber. Ahora, ¿lo importante es
amar o saber? La historia de la filosofía ha puesto el acento en el saber. Amar al saber, filosofía, significa que el
filósofo es alguien que busca alcanzar el saber. Y entonces la filosofía se vuelve un ejercicio productivo o eficiente
en la medida en que lo alcance. Un filósofo es un sabio, es un pre-sabio, es alguien que está buscando el saber,
cuando lo alcanza –miren las paradojas que empiezo a plantear-, vuela la filosofía, deja de ser filos-sofos y pasa
a ser sofos, sabio. Pero si sos filósofo estás marchando, estás de viaje. Cuando alcanzas a sofía, alcanzas la
certeza, alcanzas la tierra, alcanzas la seguridad. Porque en definitiva, como decía Nietzsche, toda búsqueda de
sentido es siempre una necesidad de seguridad. Otra obsesión, la obsesión por la seguridad que nos condiciona
permanentemente en distintos ámbitos, en la filosofía ni hablar, queremos saber. Poniendo el acento en el saber,
¿por qué?, ¿por qué esa necesidad de saber?, ¿por qué queremos alcanzar el absoluto?, ¿por qué queremos saber-
lo todo? Heidegger tiene la idea de que el hombre es un ser para la muerte. No significa que lo único que importa
es la muerte sino que la muerte condiciona nuestra vida. O sea, todas las decisiones que tomamos y el modo en
que está estructurada, nuestra vida personal y nuestra vida institucional, es decir, porque nos morimos cuando
más o menos nos morimos, la escuela dura siete años; si nos muriésemos a los trescientos años seguramente
estaríamos estudiando mucho más. Piensen eso. Si la vida durara quinientos años, ¿cuántos se hubiesen casado?
Pero está muy ligada la consciencia de la muerte, Heidegger la llama “la decisión anticipatoria de la muerte”,
está todo el tiempo anticipando y estructurando nuestra vida. Del modo social y del modo individual. Bueno hay
una máxima que dice que hacemos filosofía con un único motivo: para tratar de atemperar nuestro miedo a la
muerte. Entonces alcanzar el saber es una manera de dejar de tenerle miedo a lo que –perdón que se los diga-
nunca vamos a resolver, que es el sentido de dejar de ser, o sea, el sentido del sinsentido. Y sin embargo –lo digo
irónicamente pero vean el juego de palabras- morimos por saber por qué morimos. Y algo peor: sabemos que
nos vamos a morir y seguimos todo el tiempo estudiando, inquiriendo la realidad, para tratar de encontrar una
respuesta a lo que sabemos que no tiene respuesta. Sabemos que nos vamos a morir pero estamos toda la vida
esperando el milagro. El hombre es un ser paradójico. Y no nos bancamos esa paradoja, estamos todo el tiempo
tratando de resolver. Así hicimos este mundo, que es un mundo de respuestas bárbaras, de certezas absolutas,
donde el 70% de la población está excluida, pero bueno, hay un 30 que tiene la certeza. Hay problemas cuando
tratamos de encontrar esas certezas absolutas y abandonamos ese lugar de la paradoja.

Vuelvo al tema de la muerte. “Buscar el saber es una manera de atemperar el miedo a la muerte”. ¿Por qué? Si yo
supiera y me creyera –porque el tema no es saber, el tema es además convencerse- de que hay un saber absoluto
que me indica por qué tengo que morir, se supone que ya no me angustiaría. Supónganse que hoy a la noche me
encuentro con Dios y Dios se me acerca y me dice “Darío, te voy a contar qué hay después de la muerte. Después
de la muerte hay esto, esto y esto”, y yo creo que es Dios con quien me encontré, estoy convencido, listo, se me
fue el miedo a la muerte, ya me explicó. Si yo realmente no dudara, el miedo a la muerte se me iría. Muchos me
dirían “bueno, así actúan muchos ultra creyentes”. El tema es que esté convencido. Cuál es el miedo que tenes
si estás seguro que la muerte es un pasaje hacia otro lugar. Es interesante volver a leer los Evangelios, con este
tema; la otra vez veía por décima vez la versión de La pasión de Cristo de Mel Gibson, tremenda la película.

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Y cuando Jesús, convencidísimo de su misión, no importa si es verdad, no, si existió, no, el relato es lo que im-
porta y cómo ese relato nos condiciona; Jesús mira y dice “padre, ¿por qué me abandonaste?”, sus anteúltimas
palabras. Convencido de su misión y sin embargo duda. Hay algo, algún mensaje que da ese relato, hay otros
mensajes que dan otros relatos, pero tiro esta idea porque uno tiene la propensión a pensar que el relato religioso
es un relato cerrado y todo depende de cómo lo leamos.

Entonces, la filosofía es una manera, dice Platón en un libro que se llama el Fedón, que es el libro que cuenta los
últimos días de la vida de Sócrates; el Fedón termina con Sócrates tomando la cicuta y muriéndose y uno que
estudia filosofía y se lee todas las obras de Platón, cuando llega al Fedón llora. Para el que no sepa, toda la obra
de Platón son diálogos, el que quiera empezar a estudiar filosofía, a leer filosofía y quiere leer a los clásicos, yo
recomiendo leer a Platón, es un buen inicio. Es más, con cuál libro empezaría de Platón: Apología de Sócrates,
que es el discurso que da Sócrates frente al tribunal que lo condena a muerte, es un monólogo de Sócrates
diciendo “me van a condenar y quiero defenderme” y ahí aparece su famoso: “solo sé que no sé nada”, que no
está expresado así, en filosofía pasa eso, las frases más famosas nunca fueron expresadas de ese modo. No
hay ningún libro de Platón donde diga “sólo sé que no sé nada”, son lecturas. Saben que no existe, Maquiavelo
nunca dijo “el fin justifica los medios”, la frase no está escrita de ese modo, son lecturas que después uno hace
como para sintetizar una idea. Así que leyendo la obra de Platón, porque Sócrates no escribió nada, mal que le
pese a nuestro ex presidente riojano que en un discurso llamó a la juventud a leer los escritos de Sócrates que
es un papelón.

Y este libro es un libro que está bueno si uno quiere empezar a leer filosofía clásica, en su original. Sino yo invito
a leer los manuales, está bueno. Al que además le cuestan las lecturas, está este libro maravilloso que es El
mundo de Sofía que pasó a la historia como un libro para adolescentes y es falso que es un libro para adolescen-
tes, es un libro que tiene una protagonista adolescente, eso no lo hace un libro para adolescentes.

En el Fedón, Sócrates dice antes de morir: la filosofía es un ejercicio para la muerte. ¿Qué está queriendo decir
Sócrates ahí? Es difícil de ver, hay que leerlo, cuando uno lee tiene más sentido, yo tiro la frase así. Que sea un
ejercicio para la muerte significa que uno está haciendo filosofía, se está ejercitando haciendo filosofía, para que
cuando llegue la muerte, ¿qué?, ¿uno sepa a dónde va a ir? No. Es un ejercicio para la muerte porque cuando
llega la muerte, llega lo que tiene que llegar y uno, no sólo asume que es un ser finito, sino que por haber en-
tendido que la filosofía es un ejercicio para la muerte, durante la vida uno se movió. Porque no hay peor muerte
que aquella que cuando llega uno se siente en deuda. Y no me importa si se siente en deuda con la esposa o los
hijos, sino con uno mismo. Por eso darse cuenta que la filosofía es un ejercicio para la muerte es una manera de
repensar cada uno de nuestros actos cotidianos. Esto lo trabaja excelentemente la filosofía epicúrea, de Epicuro,
“carpe diem”, aprovecha el día, vive el día, vive el día que es lo que hay. Y eso que hay, viviéndolo con toda su
intensidad y sacándolo de aquello que a uno le imponen, de aquello que a uno lo condicionan, de aquello que uno
realiza de manera cotidiana o de manera incuestionable.

Buda –otra filosofía bastante marginada por la filosofía occidental- decía: vive cada día como si fuese la primera
vez. Vive todas las acciones como si fuera la primera vez, con mirada de principiante. Eso ayuda a la filosofía.
Digo, la ecuación que estoy diciendo es que en la medida en que uno se tome las cosas que realiza en la cotidi-
aneidad desde una perspectiva distinta y no ser un mero autómata repetidor de las cosas que hace, es probable
que ese movimiento, digo, hacer filosofía no es tomar Rivotril, para eso está el Rivotril, la filosofía angustia, te
mueve, te coloca en otro lugar, pero sentís algo. Un concepto de los menos trabajados por la filosofía y que ahora
está de moda es el de la “vida”. A la filosofía le cuesta mucho entender el hecho de la vida, qué es la vida. La
vida es como un hecho muy poco desarrollado. Hay una corriente vitalista, Nietzsche habló de la vida, Bergson un
filósofo muy poco leído trabajó mucho el vitalismo, pero la vida es algo raro. Entonces esto de cómo me relaciono
con lo vivo y con mi propia vida.

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En esta búsqueda de saber absoluto, la filosofía tiene un nacimiento. Esto es, hay un origen de la filosofía, hay un
origen concreto de la filosofía. ¿Cuándo empieza la filosofía? La palabra “origen”, cuando hablamos del origen de
la filosofía estamos mezclando dos dimensiones: uno puede hablar del origen de la filosofía a nivel existencial,
personal, o uno puede hablar del origen de la filosofía a nivel histórico. No es lo mismo. A nivel histórico, la fi-
losofía nació el 29 de mayo del 585 a.c., que es el día en que ocurrió el eclipse que Tales de Mileto predijo. Tales
de Mileto es considerado el primer filósofo, ahora vamos a ver por qué. Tales de Mileto es griego, del mundo
griego, Grecia no era un país porque no existían los países en esa época, no existían los Estados Nacionales mod-
ernos; Grecia era un conjunto de poleis, polis. Mileto quedaba en lo que hoy es Turquía y ahí nace la filosofía, con
Tales. Porque dice Aristóteles que Tales se preguntó por primera vez cuál es el principio de todas las cosas, cuál
es el origen, y no dijo: “Zeus”, “el Olimpo”. No dio una respuesta mitológica, dio una respuesta conceptual y natu-
ral, dijo: el origen de todas las cosas es el agua. Uno con mente positivista, cientificista diría que se equivocó. No
importa, no estamos discutiendo eso, estamos diciendo dos cosas importantes: una que dio una respuesta con-
ceptual y natural, no sobrenatural ni ligada a la creencia sino a la razón; y dos, formuló la pregunta, esa pregunta
no la había formulado nadie: cuál es el principio de todas las cosas. Dice Aristóteles que Tales –porque de Tales
no nos llegó nada escrito y Aristóteles vivió doscientos, trescientos años después, de todos los filósofos previos
a Platón casi no hay nada escrito, nos llegan esos filósofos a partir de lo que de Platón y Aristóteles, siglo IV en
adelante nos recuerda de lo que dijeron los otros, son todas citas. Esto es importante para que ustedes sepan que
el origen de nuestra filosofía, que es griega, sin embargo descansa en una incertidumbre, porque Aristóteles re-
cortó de los filósofos lo que le convenía y cuando Aristóteles dice que Tales fue el primer filósofo porque dijo que
el principio de todas las cosas era el agua y se formuló esa pregunta, Aristóteles lo que defiende es su manera de
hacer filosofía que es una manera en la cual para Aristóteles un verdadero filósofo es aquel que busca el funda-
mento unitario de lo diverso. El fundamento –lo que hay por debajo-, unificado, de toda la multiplicidad de cosas
que hay. Eso es lo que tiene que hacer un filósofo, alcanzar los principios fundamentales. Pero cuando vas a los
escritos de Tales no existen, tenes que creerle. Y en los últimos años se empezó a descubrir, gracias al desarrollo
científico filológico, que lo máximo que dijo Tales fue: la Tierra es como un disco que flota sobre el agua. De ahí
Aristóteles formula su famosa tesis de la cual la mayoría de los manuales de la historia de la filosofía repiten
hasta el hartazgo: la filosofía nace con Tales de Mileto. Hay un autor llamado Hesíodo; Hesíodo fue un mitógrafo
–la acabo de inventar esa-, es como alguien que describía mitos. Tiene un libro maravilloso que se llama La Teo-
gonía que es el libro que relata el origen de todos los dioses. Se los recomiendo, es maravilloso. Empieza: “en el
principio era Caos”, el primer dios, Caos, la apertura. Hoy estamos discutiendo con algunos que la mejor manera
de describir a dios es eso: dios es apertura. Ya los griegos pensaban así, en el principio caos, no el orden. De
Caos nació Gea, la Tierra. Mujer. De Gea nació Urano, el Cielo. Y luego, milagrosamente, maravillosamente, un
tercer dios, un niño, el dios niño, Eros, Cupido, el Amor. Che, Hesíodo, ¿de dónde sacaste a Eros? Porque Urano
nació de Gea, Gea salió de Caos, me la banco, pero Eros, un niño con arco y flecha que le tira a todos. ¿Y qué
pasó después? Eros flechó a Urano y Gea e hicieron el amor. Eros es el amor. Y para qué sirve el amor: para que
el amor de tierra procreara. Y Gea tuvo miles de hijos. Iban saliendo uno tras otro: la noche, el día, las estrellas.
Todas las cosas que hay en el mundo fueron hijos de Gea. ¿Qué hacía Gea todo el tiempo? Germinaba. Es muy de
la tierra, la tierra está todo el tiempo viva y procreando. Y tuvo a Cronos, que se convirtió como en su hijo y tomó
el poder, Cronos es Saturno, el tiempo, que todo lo come, se comió a sus hijos de hecho. Saturno. Les cuento un
chismecito muy lindo: ¿cuál es el día de la semana que nos agarra la angustia existencial y nos queremos pegar
un tiro? Domingo a la tarde. Pero en esa época el día era el sábado, que es el día de Saturno. Entonces en los
conventos parece que a los curas los sábados a la tarde les agarraba la melán jole, bilis negro: melancolía. La
melancolía era un estado particular en el cual el dios Cronos, el demonio saturnino, descendía y se metía dentro
de los cuerpos de los curas y les depositaba bilis negro, que es la melancolía, así se explicaba antiguamente.
Porque después se morían, los abrían y tenían bilis negro. Como no se entendía bien que era estaba este mito
de la bilis negra. Ahora, lo interesante es que la melancolía era una enfermedad causada por el dios del tiempo.
¿Todo el mundo le rehuía a la melancolía? No. Porque la melancolía era el peor estado que existía, de mayor sen-
sación de angustia, de dolor, de sinsentido y sin embargo era el momento más creativo. La poesía medieval tiene

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su origen, en su gran mayoría de gestación creativa, en esos monjes melancólicos entonces hay una especie de
lectura paradójica de la melancolía. Miren que vuelta. Hay un cuadro de Durero que se llama Melancolía, que lo
pueden ver en internet, donde hay un monje, es maravilloso. Y hay un texto de Agamben, un pensador que yo leo
mucho y voy a traer más adelante, que se llama Estancias y tiene un capítulo dedicado a la melancolía, que es
maravilloso, cuenta un poco todo esto y habla de uno de los pecados capitales olvidados que es la asedia, una
manera de hablar de nuestra desidia, no pereza. La pereza es fácil, se resuelve fácil; la desidia es como un estado
de ánimo más filosófico, más existencial, Baudelaire en el siglo XIX lo llama tedium vitae, tedio por la vida, tedio
por la existencia, hay algo dando vueltas que es molesto, ser, existir. Hay algo en el nacimiento de la filosofía,
de la literatura, que tiene que ver con la angustia, por eso yo insisto mucho en que hay angustias y angustias; no
se trata de apaciguar angustias, de desangustiarnos. Hay algo que muere en nosotros de creativo, de humano,
cuando nos desangustiamos, creemos que ahí tenemos la respuesta, cerramos, no es tan así.
Vamos para otro lado para cerrar este tema. Hay un texto de Platón llamado Teeteto, donde está una famosa
definición que dice: los filósofos aspiran alcanzar la verdad. La aspiración del filósofo es alcanzar la verdad. Esa
es la manera histórica en la que se entiende la filosofía, como la aspiración a alcanzar la verdad. Y parecería que
tiene sentido y que es productivo y que es eficiente el accionar filosófico en la medida que alcanzo la verdad.
Entonces les contaba, el origen, el principio de la filosofía, histórico, lo colocamos en Grecia con Tales de Mileto;
pero hay un origen de la filosofía que no tiene que ver con algo histórico sino que tiene que ver con algo más
personal. Les pregunto, piensen para adentro: ¿cuál fue la primera pregunta filosófica que se hicieron y a qué
edad? No hay respuesta correcta.

Auditorio: ¿Quién soy?

Darío: Quién soy. ¿Ustedes se preguntan “quién soy”?

Auditorio: Sí.

Darío: ¿A qué edad?

Auditorio: El quien soy es una evolución constante.

Darío: Pero a qué edad te la preguntaste por primera vez.

Auditorio: Hace muchos años ya…

Darío: Bueno. ¿Otra pregunta filosófica?

Auditorio: Si quería vivir.

Auditorio: Para qué vivo si me muero.

Darío: Esa es LA pregunta filosófica, y sólo la puede preguntar una nena de cuatro años. ¿Para qué vivo si me
muero? No sé. No lo sabemos. Y eso es la vida, vamos a vivir, no sabemos. El problema es la concatenación de
esa pregunta: se supone que la vida debería tener un sentido aunque me muera, pero uno le quita sentido a la
vida en la medida en que la vida termina. Y después lo replica a todas las instituciones, entonces dice: el amor
vale si es eterno. Es la misma lógica. El amor vale si es amor, no si es eterno, si se acaba se terminó, te enamoras
de otro. En cambio uno tiene la tendencia a querer aprisionar esos momentos. Epicuro los llamaba los “falsos
infinitos”. Epicuro decía que la felicidad, si alguien preguntase qué es la felicidad, la felicidad es imperturbabi-
lidad del alma, que nada me perturbe. Eso decía Epicuro, la ataraxia, alcanzar el estado de indiferencia, en el

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buen sentido, como que nada me perturbe de más. Y qué es lo que más me perturba en el mundo –se preguntaba
Epicuro-: los falsos infinitos. Esto es la creencia en que las cosas duran para siempre. Yo me tengo que sacar eso
de la cabeza, por ejemplo con el amor. Epicuro era anti amor. Un discípulo de él, Lucrecio, tiene todo un libro del
amor. Epicuro es el primero que estudia a las mujeres, hasta él no le daban bola a las mujeres. Y el lugar donde
estudiaban, la escuela de Aristóteles se llamaba Liceo, la de Platón la Academia, el de Epicuro el Jardín. Y en
el Jardín había banquetes y orgías, entonces Epicuro decía que hay que comer y hacer el amor. Y una vez que
saciamos esos deseos naturales ahí estamos recién posibilitados de hacer filosofía, sino estoy todo el tiempo
pensando “tengo hambre” o “que buena que está esta”. En cambio hay que sacarse el hambre en todo su sentido.
Maravilloso. Y hay todo un tratado sobre la orgía; la orgía es una manera de despersonalizar e independizarnos
justamente de esos falsos infinitos, tiene que ver con el placer. Bueno, para Epicuro toda la felicidad tiene que
ver con una máxima que es: huye del dolor, busca el placer. Entonces la búsqueda del placer por sobre todas
las cosas. Epicuro es un autor muy legible, está todo en internet no hay ni que comprar los libros, lo bajan de
internet. Epicureísmo, una de las filosofías más bastardeadas por la religión. Epicuro siempre fue usado en el
mundo religioso como sinónimo de lujuria, en el cristianismo, en el judaísmo tiene otra connotación, el apicoires
es alguien que le importa sólo el placer y no le importa el estudio, no le importa la profundidad. Muy falso con
Epicuro, porque Epicuro decía “huye del dolor, busca el placer” y el placer más importante es el placer por las
pequeñas cosas. Por ejemplo caminar, por ejemplo mirar, por ejemplo ser. Ese es el placer, recuperar el placer por
la existencia. Sin embargo hay una lectura del hedonismo como que es placer por el consumo. En Epicuro es todo
lo contrario pero de nuevo lo que les decía antes, se construye desde afuera.

Si el amor es amor al saber pero el saber es imposible, ¿para qué sirve la filosofía?, ¿para qué sirve la filosofía
si pretende alcanzar la verdad pero no la alcanza?, ¿para qué sirve la filosofía si la pretensión de alcanzar a la
verdad termina siendo que la verdad que alcanzamos es que no hay verdad?, ¿cuál es la utilidad de la filosofía si
no logra el objetivo? Si no logra el objetivo y decimos bueno, entonces no sirve para nada, dediquémonos a ver
Hablemos de fútbol en ESPN, porque la filosofía no sirve para nada. Pero no. Nosotros sabemos que la filosofía no
sirve para nada porque no alcanza esa verdad absoluta pero sin embargo seguimos haciéndolo. Ahí está la para-
doja. La filosofía es la búsqueda de la verdad, llegamos a la conclusión de que no hay una verdad y sin embargo
seguimos buscándola, ¿para qué?, ¿para qué seguimos buscando lo que sabemos que no hay? Eso es ser humano,
esa es la condición humana. Está puesta ahí. No tiene una resolución, eso somos, buscamos lo imposible. Nos
mueve lo imposible. Si es imposible significa que nunca lo vas a alcanzar. Exacto, eso es lo que nos mueve,
porque lo que alcanzas apacigua tu deseo, entonces lo alcanzable deja de ser algo que sigue interpelando. Uno va
por más, siempre va por más. Siempre va por más porque siempre te estás poniendo vos o te están poniendo un
límite y lo que busca la filosofía es lo que hay más allá de ese límite. Pero si la filosofía contesta qué es lo que hay
más allá de ese límite entonces ya está acá dentro y si está acá dentro entonces el límite se sigue expandiendo.
Una definición antes que se me pase. Hay una famosa sentencia de Oscar Wilde que hablando del arte dice: todo
arte es esencialmente inútil. ¿Para qué sirve el arte? Para nada. “Sirve porque embellece el mundo”. Está bien,
es discutible si la belleza tiene una utilidad, es todo otro tema.

La filosofía es un saber inútil en ese punto. Porque hacer filosofía no cura enfermedades, no construye puentes,
no levanta diques. Al revés, problematiza, no tiene una utilidad manifiesta para la cotidianeidad. Tiene un único
problema y en eso la filosofía es implacable: se cuestiona por qué todo tiene que ser útil. Es un saber inútil, in-
útil, porque pone en cuestionamiento el valor de la utilidad como valor predominante. Por eso preguntarle a la
filosofía para qué sirve no tiene mucho sentido, porque la filosofía se pregunta por qué nos preguntamos sólo
para qué sirven las cosas. Y nos habilita entonces otra dimensión de la existencia, nos habilita un imposible,
porque se las regalo a ustedes saliendo de acá hoy diciendo “voy a hacer algo inútil”. Son esos imposibles que
yo estoy queriendo poner en ese lugar como que marcan, como un polo, una estrella, como un lugar hacia donde
nos dirigimos porque por ahí nunca podemos terminar de constituir.

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En el programa de Mentira la verdad, el número uno que se llama “Filosofía en el colectivo”, el ejemplo que da-
mos es el de un chico mirando una pared vacía. Algo inútil: una persona mirando una pared. Y lo contraponemos a
una persona mirando un programa de televisión. No hay nada más inútil que mirar una pared. “¿Y para qué?, ¿qué
gano?”. El “qué gano” ya lo voy a ir deconstruyendo clase a clase, es uno de los problemas vitales que tengo.
Qué estoy viendo cuando veo una pared vacía: nada. Clase ocho, “la nada”, vamos a verlo. Nada. Y entonces,
¿cuál es la utilidad?

¿Alguno me promete que hoy cuando llegue a su casa va a mirar una pared vacía por cuarenta minutos? Cuando
uno ve una pared vacía, lamento decirles, que terminas mirando al peor lugar posible: para adentro. Uno termina
reflejando la mirada y comienza a ver lo que no ve. Porque uno ve la tele y no mira para adentro, mira la tele.
Poner la mirada en algo externo lo que hace es imposibilitar la mirada para adentro. Al minuto quince te queres
matar, dejas de mirar porque te agarra una especie de fobia con uno mismo. Mirar una pared vacía es una activi-
dad inútil, como decimos en el programa, mirar seis horas seguidas los programas de Jorge Rial y compañía es
de una utilidad maravillosa! Tiene su utilidad, no juzgo eso, pero no me juzguen a mí que me quedo mirando una
pared vacía. Tiene también su utilidad.

Entonces en filosofía le robamos a Wilde la frase de que “todo arte es necesariamente inútil”. La filosofía es un
saber inútil, porque se cuestiona el valor de lo útil. La filosofía es el análisis de lo obvio. Lo “obvio”, otra palabra,
latina en este caso: el prefijo ob, que lo tienen en “objetivo”, “objeto”, “objetividad”, siempre significa “enfrente
mío”; via, ob-vio, via, “camino”. Enfrente mío está el camino, voy por acá. Algo obvio es algo que doy por sentado,
que no amerita el mínimo cuestionamiento. Hay cosas que no ameritan el ejercicio de ningún tipo de pensam-
iento, es obvio, no me pregunto por qué estoy en este momento acá sentado, estoy sentado, no me pregunto si
estoy vivo, estoy vivo. Cuando me pregunto si estoy vivo, hago filosofía, por eso es el análisis de lo obvio. Cuando
me pregunto por qué se tapó el inodoro no hago filosofía, hago plomería, no sé, trato de dilucidar un problema
técnico. La pregunta filosófica es una pregunta por la obviedad, el tema es que hay que colocarse en ese lugar y
preguntarse por lo obvio, sino es obvio, es el único camino posible, el camino que tengo adelante es el que tomo,
lógica intuitiva. Si voy por un camino es porque no estoy yendo por otros, entonces lo obvio muchas veces lo que
hace es invisibilizarme otros caminos posibles. La elección de lo obvio está bárbaro, el camino funciona, es el
camino más directo; discutamos el valor de lo directo, de lo fácil, de la comodidad, discutamos esos valores. Son
valores que nuestra cultura potencia como valores positivos pero en función de toda una trama de sentido donde
llegar más rápido o sin obstáculos se vuelve el objetivo de la vida.

La filosofía es inútil, es un análisis de lo obvio, la filosofía es entre otras cosas, dice Marx, “los filósofos no han
hecho otra cosa al día de hoy que interpretar el mundo, llegó el momento en que se dediquen a cambiarlo”. La
filosofía tiene la exigencia ética de generar una transformación de las cosas. Podemos discutir si es el mundo de
cada uno, si es el mundo social –en Marx claramente es el mundo social-, pero cada uno interpreta como quiera,
podemos llevarlo para adentro. Pero hay algo que tiene que ver con la conversión, que no es un término religioso,
se lo apropiaron los religiosos, es un término más amplio, conversión en un sentido de colocarse en otro lugar,
desdramatizar la palabra también, poder colocarnos en otro lugar.

Dice Platón de Tales de Mileto, que cuando descubrió la filosofía se la pasaba todo el tiempo maravillado con
lo que había descubierto, entonces iba caminando mirando para arriba porque todo le generaba algo, todo lo
impactaba, todo le disparaba una reflexión y todo lo cuestionaba. Entonces se la pasaba mirando para arriba.
Caminaba tanto mirando para arriba, dice Platón, que se caía en todos los pozos, entonces de ahí sale la idea de
que el filósofo es medio un idiota, palabra griega, idiotes, idiota en griego significa “el que se aísla de los asuntos
públicos”, miren que interesante. Y se mete para adentro, se mete para lo privado. La lectura que hacen en la
comunidad de Tales es la de un tonto, porque de qué sirve levantar la cabeza y estar maravillado y cuestionando
todo lo que me rodea, si no puedo resolver el problema más básico que es no caerme en un pozo. La familia harta

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de que lo vituperaran a Tales, le ponen una criada, cada vez que Tales se caía la criada lo levantaba. Entonces
cuando Tales cae en lo que está pasando pregunta y le dicen, todo el mundo se ríe de vos porque te caes en todos
los pozos. La filosofía no sirve para nada. Yo la terminaría ahí, porque diría bueno, de eso se trata. Pero Platón
tiene como un final hollywoodense, Tales dice: bueno, fíjense, detrás del monte ese hay un campo y el Sol le da
no sé qué y por como va a vivir el mundo en los próximos dos años, todos los campos van a estar en sequía, y el
único campo que va a dar olivas es el campo que está atrás del monte. “¿Y vos cómo sabes, sos mago?”, “No,
racionalidad”. Y obviamente a los dos años Tales tenía razón. Entonces la historia del idiota, que todo el mundo
se reía, finalmente fue el único que se dio cuenta dónde había que invertir y comprar el campito de olivas que es
el que dio mayor rédito.

Si no hay una verdad la filosofía es amor. Amor significa que es búsqueda. Buscamos por el mero amor a la
búsqueda. Buscamos porque lo que nos hace humanos es que desconfiamos todo el tiempo de lo que se nos
presenta como obvio, de lo que se nos presenta como verdades evidentes. Desconfiamos. Si desconfiamos de lo
que se nos presenta como verdades evidentes no proponemos en cambio otra verdad evidente, sino que lo que
se propone es el mero ejercicio de la búsqueda. Buscar. Y cada vez que creemos encontrar nos vemos obligados
a seguir buscando. No hay sabios en este mundo, sofos. Sócrates decía: si hay una verdad, no está acá, acá sólo
sé que no sé nada. Lo único que puedo aspirar es a seguir cuestionando. El lugar en el que me coloco es otro. Es
empezar a encontrar el placer a la búsqueda por la mera búsqueda.

Tal vez la filosofía no sea más que un género literario. Una manera de escribir, como la poesía. La poesía es una
manera de articular palabras. Tal vez la filosofía no es más que eso, una manera de construir un tipo de discurso,
que en su origen tuvo su objetivo de aspirar alcanzar la verdad y que ahora es simplemente una manera de pensar
en la que se prioriza la pregunta a la respuesta, una manera de interpelar la realidad en la que siempre se está
exigiendo una nueva razón a lo que se nos presenta como incuestionable, una manera de escribir. Yo soy de los
que piensa que la escritura –siguiendo a Derrida- no es una mera representación del pensamiento, la escritura
tiene vida propia y mucha filosofía se hace escribiendo. Entonces cuando decimos que es un género literario
decimos simplemente eso, es una manera de escribir. Haciendo filosofía nadie va a alcanzar mayores verdades
que otros, para nada; lo que van a poder hacer, haciendo filosofía, es colocarse en un lugar distinto, que genera
esto: perplejidad, angustia, asombro. El asombro, uno de los orígenes de la filosofía.
Paramos acá.

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